AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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The Wicked Game (privado)
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Laie Balkan
Seth Argent
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The Wicked Game (privado)
Tres días llevaban en París y aquella ciudad le parecía decadente, gris, maloliente y llena de rincones infrahumanos. Los ricos eran muy ricos y la mayoría eran pobres diablos que sufrían el rugido contínuo de las tripas. No es que en Montana no hubiera gente pasando necesidad, pero había mucho bosque, lagos y ríos donde pescar, caza, la gente hacía comunidad y se preocupaban los unos de los otros, el cielo estaba limpio y la nieve brillaba en las cumbres de las montañas rocosas.
París olía a carbón y orines, a mantequilla y a historia, a la sangre que se había vertido en sus calles clamando por la libertad. La soga pendía vacía ante sus ojos esperando un cuello sobre el que cerrarse; el juego endemoniado e irónico de la vida y la muerte. Aquellos que la merecían a menudo no colgaban de la cuerda y quienes sólo eran víctimas del poder y la miseria acababan balanceándose en su extremo. No tardaron en traer una remesa de pobres desgraciados que por necesidad, ignorancia o lo que fuera habían terminado sentenciados a morir de la forma más barata, ni una bala merecían siquiera.
Sus ojos repasaron la pequeña multitud, por allí deberían estar los esbirros de esos seres despreciables buscando su carnaza. Los cuerpos de los reos sentenciados eran donados en su mayoría a traficantes de cuerpos, anatomistas clandestinos, o a manadas de licántropos que alimentaban a sus recién convertidos miembros con esa carne para evitar que saliesen furibundos a la ciudad y causaran estragos entre los ciudadanos.
La visión de un cuello partido, unos ojos fuera de las órbitas o una lengua amoratada no era especialmente agradable para la hora de la merienda, pero no era casualidad que Seth y Connor se encontrasen entre los morbosos que acudían a ver las ejecuciones. Ciertamente había un buen gentío, en una ciudad tan cruel como reluciente el único divertimento accesible a todos los públicos era ese; los teatros y cabarets había que pagarlos.
Le dio un codazo imperceptible a su amigo y le hizo un gesto con la cabeza dirigiendo sus ojos hacia un rincón donde un tipo de mediana estatura, complexión recia y abundante vello corporal, hacía algun tipo de negocio con uno de los guardias de prisión y le señalaba a dos de los próximos cadáveres que iban subiendo al cadalso. En la rueda de la fortuna les había tocado a ellos ser pasto de perros rabiosos incluso cuando sus almas volasen libres. Era repugnante hacer negocio con los muertos, pero aún lo era más si éste se hacía para ese fin.
Se separaron sin necesidad de decirse nada, sabían lo que debían hacer, lo habían hecho mil veces, ante una presa con múltiples vías de salida y escape, lo mejor era dividir las fuerzas y emboscarlo a la salida. Connor se perdió entre la gente dirigiéndose a uno de los callejones laterales por los que sacarían después la carreta con los despojos, Seth se movió hasta la esquina donde el negocio había quedado cerrado, siguiendo al tipo poniendo unos metros de distancia. Seguramente no estaría solo, pero su compañero o sus compañeros si es que eran varios, no estaban en la plaza, seguramente esperarían en algun lugar con otra carreta para transportarlos.
Connor sentía el hormigueo en las palmas de sus manos, necesitaba sentir ya el tacto frío de sus hojas de plata retráctiles, pero no estaban en los bosques y no se podía andar por ahí empuñando armas blancas entre la multitud. Habían rastreado varias pistas, pero en París se cuidaban bien de cubrir los rastros, al parecer había una sede de cazadores y también la Inquisición acechaba a todo aquel sobrenatural que osara asomar el morro. Por fin habían dado con una prueba certera y habían tenido que tragarse dos tardes y una mañana de ejecuciones para poder dar con la llave de entrada a ese mundo oculto entre las sombras de la ciudad de las luces.
Última edición por Connor Drake el Mar Jun 05, 2018 3:23 pm, editado 1 vez
Connor Drake- Cazador Clase Media
- Mensajes : 15
Fecha de inscripción : 18/05/2018
Re: The Wicked Game (privado)
París, su hedor a perfume barato, a meado de humano, a podredumbre y enfermedad golpeaba mis fosas nasales obligándome a arrugar la nariz, eso por no hablar de la peste que soltaban algunos de los congregados en aquella plaza celebrando con jubilo la muerte de sus congenies. Otros humanos que por robar cuatro panes acaban pendiendo de la soga con la lengua fuera y los ojos saliendose de sus órbitas, mas eso no era lo que nos había llevado hasta allí, poco o nada me importaba la política de aquella ciudad infestada de mierda y suciedad. Esos pobres diablos estaban condenados a unos políticos a los que no les importaban una mierda, la clase alta los estrangulaba y ellos aun aplaudían. Problemas que no me pertenecían y que tendrían que resolverlos los condes, nosotros defenderíamos a la humanidad de un peligro superior, los licanos, esos que bajo las pieles de humanos guardaban su propia esencia.
Connor me dio un codazo, enarqué una ceja mirándolo de reojo cuando este me señaló hacia el callejón con un gesto que pasó desapercibido, asentí con la cabeza y mi amigo tomó un camino distintos dividiendo así nuestras fuerzas mientras el bordeaba la plaza y yo con paso mas directo me encaminaba hasta el hombre que acaba de cerrar su acuerdo con uno de los guardias.
Sospechábamos que los licanos usaban la carne de los reos para alimentar a sus miembros mas recientes, seguramente para mantener esa mascarada que les ayudaba a mantener a la inquisición y a los cazadores a ralla, por contra un par de días en aquel infierno nos había llevado directamente a ellos, las puertas de la verdad se abrían para nosotros y pronto ese hijo de luna cantaría como un pájaro delatando a los suyos.
Al final solo eran perros rabiosos y depende de cuanto les apretaras el collar sucumbían o no a tu voluntad.
Tras el fornido tipo emprendí mi camino dejando la distancia oportuna para que no sospechara de mis movimientos, siguiendo sus pasos que se perdían entre el gentío, seguramente no estaba solo, se reuniría con otro u otros en el linde del bosque.
Me relamí los labios hambriento, la caza siempre me producía un placer extremo, casi sentía el mango de mis dos cuchillos entre mis dedos, el silbido de las hojas bailando conmigo.
Aquella noche estaba especialmente violento, quizás porque los sueños se habían repetido demasiado, sacudí la cabeza sacando d mi mente aquel rostro, sus labios, su voz y esa mirada que me atravesaba fingiendo verme, era un espectro que parecía decidido a acompañarme a cada lugar.
Llegaba la hora de la verdad, el tipo giró en la primera calle, Connor estaba preparado, también yo, llegaba el momento de saborear nuestro triunfo y de descubrir la ubicación de una nueva manada, la llave de la hegemonía licana de París.
Connor me dio un codazo, enarqué una ceja mirándolo de reojo cuando este me señaló hacia el callejón con un gesto que pasó desapercibido, asentí con la cabeza y mi amigo tomó un camino distintos dividiendo así nuestras fuerzas mientras el bordeaba la plaza y yo con paso mas directo me encaminaba hasta el hombre que acaba de cerrar su acuerdo con uno de los guardias.
Sospechábamos que los licanos usaban la carne de los reos para alimentar a sus miembros mas recientes, seguramente para mantener esa mascarada que les ayudaba a mantener a la inquisición y a los cazadores a ralla, por contra un par de días en aquel infierno nos había llevado directamente a ellos, las puertas de la verdad se abrían para nosotros y pronto ese hijo de luna cantaría como un pájaro delatando a los suyos.
Al final solo eran perros rabiosos y depende de cuanto les apretaras el collar sucumbían o no a tu voluntad.
Tras el fornido tipo emprendí mi camino dejando la distancia oportuna para que no sospechara de mis movimientos, siguiendo sus pasos que se perdían entre el gentío, seguramente no estaba solo, se reuniría con otro u otros en el linde del bosque.
Me relamí los labios hambriento, la caza siempre me producía un placer extremo, casi sentía el mango de mis dos cuchillos entre mis dedos, el silbido de las hojas bailando conmigo.
Aquella noche estaba especialmente violento, quizás porque los sueños se habían repetido demasiado, sacudí la cabeza sacando d mi mente aquel rostro, sus labios, su voz y esa mirada que me atravesaba fingiendo verme, era un espectro que parecía decidido a acompañarme a cada lugar.
Llegaba la hora de la verdad, el tipo giró en la primera calle, Connor estaba preparado, también yo, llegaba el momento de saborear nuestro triunfo y de descubrir la ubicación de una nueva manada, la llave de la hegemonía licana de París.
Seth Argent- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 16
Fecha de inscripción : 17/05/2018
Re: The Wicked Game (privado)
Había quedado con Cattaleya en media hora, pero no era precisamente la joven más puntual del mundo y Laie era, por el contrario, la más impaciente cuando las esperas eran un sinsentido. Así que, como castigo por todas aquellas veces que le había tocado quedarse plantada aguardando la llegada de su amiga, aquel día decidió cambiar las tornas y ser ella la que se tomara las cosas con calma.
Salió al patio y se sentó en un banco, observando a los lobos. Vashni tenía varios muchachos bajo su tutela, le gustaba demostrar a los más jóvenes lo que era el sentido de manada. Muchos estaban en edad rebelde o aún no sabían controlar a la bestia que tenían dentro y eso les volvía desconfiados, independientes e introvertidos. Les tenía a todos bastante estudiados, no por nada les consideraba un riesgo. Su función principal era cuidar a Cattaleya, guardar sus espaldas. Y si uno de aquellos chavales enloquecía de pronto, con su fuerza sobrehumana, sería capaz de echarlo todo abajo. Había uno en concreto que siempre había llamado su atención y no sólo porque fuera guapo, que obviamente lo era, tenía ojos en la cara y podía ver, no negaría la realidad. Pero lo que la tenía fijada en él era que era el que más solitario se veía, siempre que podía se alejaba del resto, se encerraba en sí mismo y aquello le convertía en peligroso.
En mitad de su análisis, las miradas de ambos se cruzaron. Él estaba sudado, practicaban técnicas de autocontrol en su forma humana. Eran entrenamientos exhaustivos, mucho trabajo físico, pero también mental y se notaba que todos terminaban agotados. Ahora se tomaban un descanso y como ella ya tenía previsto, aquel muchacho en concreto se separó del grupo, tomando algo con lo que secarse la nuca.
Ella se levantó y le siguió a una distancia prudencial. ¿A dónde iba? ¿Por qué se marchaba del patio? La pausa no era muy larga, era ilógico que perdiera el poco tiempo que tenía para descansar en alejarse para luego regresar. La mirada de la hechicera se entornó, confusa, caminando tranquila y con sigilo. Los licántropos tenían un oído muy fino, pero también era cierto que por allí caminaba mucha gente de un lado para otro, no tenía por qué sospechar que iba tras él, podía simplemente ser una coincidencia que tomaran la misma dirección con sus pies.
Podía ver el rastro que dejaba su aura, una que no sólo delataba su raza, la maldición que corría por sus venas, sino su estado de ánimo, incluso sus pensamientos. Obviamente no era una imagen exacta, no podía leer lo que cruzaba por su cabeza, pero sí que estaba allí a desgana, que creía que no encajaba y que, una parte de él batallaba por vencer al lobo que tenía dentro y que cada luna llena le controlaba.
Estaba sumida en una idea concreta cuando dejó de mirar lo que tenía delante y, al girar la esquina en el pasillo, se chocó de frente con alguien. Alzó la cabeza los marinos orbes de ella se toparon con los azules de él. -Esto… ¿hola?- Forzó una sonrisa, intentando ocultar su nerviosismo por haber sido descubierta.
Salió al patio y se sentó en un banco, observando a los lobos. Vashni tenía varios muchachos bajo su tutela, le gustaba demostrar a los más jóvenes lo que era el sentido de manada. Muchos estaban en edad rebelde o aún no sabían controlar a la bestia que tenían dentro y eso les volvía desconfiados, independientes e introvertidos. Les tenía a todos bastante estudiados, no por nada les consideraba un riesgo. Su función principal era cuidar a Cattaleya, guardar sus espaldas. Y si uno de aquellos chavales enloquecía de pronto, con su fuerza sobrehumana, sería capaz de echarlo todo abajo. Había uno en concreto que siempre había llamado su atención y no sólo porque fuera guapo, que obviamente lo era, tenía ojos en la cara y podía ver, no negaría la realidad. Pero lo que la tenía fijada en él era que era el que más solitario se veía, siempre que podía se alejaba del resto, se encerraba en sí mismo y aquello le convertía en peligroso.
En mitad de su análisis, las miradas de ambos se cruzaron. Él estaba sudado, practicaban técnicas de autocontrol en su forma humana. Eran entrenamientos exhaustivos, mucho trabajo físico, pero también mental y se notaba que todos terminaban agotados. Ahora se tomaban un descanso y como ella ya tenía previsto, aquel muchacho en concreto se separó del grupo, tomando algo con lo que secarse la nuca.
Ella se levantó y le siguió a una distancia prudencial. ¿A dónde iba? ¿Por qué se marchaba del patio? La pausa no era muy larga, era ilógico que perdiera el poco tiempo que tenía para descansar en alejarse para luego regresar. La mirada de la hechicera se entornó, confusa, caminando tranquila y con sigilo. Los licántropos tenían un oído muy fino, pero también era cierto que por allí caminaba mucha gente de un lado para otro, no tenía por qué sospechar que iba tras él, podía simplemente ser una coincidencia que tomaran la misma dirección con sus pies.
Podía ver el rastro que dejaba su aura, una que no sólo delataba su raza, la maldición que corría por sus venas, sino su estado de ánimo, incluso sus pensamientos. Obviamente no era una imagen exacta, no podía leer lo que cruzaba por su cabeza, pero sí que estaba allí a desgana, que creía que no encajaba y que, una parte de él batallaba por vencer al lobo que tenía dentro y que cada luna llena le controlaba.
Estaba sumida en una idea concreta cuando dejó de mirar lo que tenía delante y, al girar la esquina en el pasillo, se chocó de frente con alguien. Alzó la cabeza los marinos orbes de ella se toparon con los azules de él. -Esto… ¿hola?- Forzó una sonrisa, intentando ocultar su nerviosismo por haber sido descubierta.
Laie Balkan- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/05/2018
Re: The Wicked Game (privado)
Llegué a la manada de Vashni sin quererlo, hasta entonces era un omega, un lobo solitario sin manada, anclado a la nada, incapaz de comulgar con el lobo que anidaba en mi interior.
Vashni me encontró una noche en la que tras unas cuantas jarras acabé envuelto en una pelea de taberna, a punto de que mi lobo emergiera descubriendo la mascarada, este se interpuso entre yo y esos cuatro tipos que armados con hojas de filo pretendían acabar conmigo.
Los hubiera despedazado, pero Vashni no permitió que nadie acabara muerto en la revuelta y como el alfa que era consiguió solucionar el problema con un par de golpes certeros que replegó a los hombres sacándome de allí cogido por la pechera pus yo solo quería destrozarlos, arrancarles la yugular entre mis fauces y derramar ríos de sangre.
Vashni no tenía porque hacerlo, pero esa misma noche me llevó a su casa, me dio ropa limpia, un techo con el que cubrir mi cabeza y me dejó las reglas claras, obedecería, aprendería y respetaría su mandato por encima de todas las cosas.
No siempre estuve a la altura, era rebelde, no conseguía simpatizar con el resto de jóvenes, me costaba socializar, no estaba acostumbrado a las leyes que regían en aquel engranaje perfecto que Vashni había creado y como el hijo díscolo que era, tendía a salirme de madre muy a menudo.
Entrenaba duro cada día en el patio de armas, controlar a mi lobo era un esfuerzo físico, pero también mental, las gotas de sudor resbalaban por mi rostro cayendo sobre la arena gota a gota mientras el aire era expulsado entre jadeos por mis labios fruto del cansancio.
Llevábamos horas peleando, tratando de contener nuestros impulsos, me costaba hacerlo, mi animal interior solo quería matarlos a todos.
Al final nos dieron unos minutos de descanso, elevé la mirada encontrándome con los ojos de la hija de la hechicera que durante un buen rato me había estado observando, era una chica jovial, la mejor amiga y protectora de la hija de Vashni, habíamos intercambiado unas cuantas palabras, pero en mi linea no me relacionaba en demasía, así que apenas la conocía.
Tomé una toalla con la que sequé el sudor de mi cara antes de colgarla de mi cuello para a diferencia del resto alejarme de allí por unos momentos, mi lobo aullaba, necesitaba distanciarme de todos o no me calmaría.
Mis sentidos desarrollados, creo que mas que los de la mayoría pues si algo me caracterizaba es que me regía por puros instintos escucharon los pasos de la hechicera, su olor carcomía mi interior y tras girar una calle, me detuve esperándola de frente hasta que esta se dio con mi cuerpo de bruces.
¿Hola? Eso era todo.
-¿Por que me sigues? -pregunté ladeando la cabeza en un gesto muy lobuno -¿a ordenado Vashni que me vigiles?
Vashni me encontró una noche en la que tras unas cuantas jarras acabé envuelto en una pelea de taberna, a punto de que mi lobo emergiera descubriendo la mascarada, este se interpuso entre yo y esos cuatro tipos que armados con hojas de filo pretendían acabar conmigo.
Los hubiera despedazado, pero Vashni no permitió que nadie acabara muerto en la revuelta y como el alfa que era consiguió solucionar el problema con un par de golpes certeros que replegó a los hombres sacándome de allí cogido por la pechera pus yo solo quería destrozarlos, arrancarles la yugular entre mis fauces y derramar ríos de sangre.
Vashni no tenía porque hacerlo, pero esa misma noche me llevó a su casa, me dio ropa limpia, un techo con el que cubrir mi cabeza y me dejó las reglas claras, obedecería, aprendería y respetaría su mandato por encima de todas las cosas.
No siempre estuve a la altura, era rebelde, no conseguía simpatizar con el resto de jóvenes, me costaba socializar, no estaba acostumbrado a las leyes que regían en aquel engranaje perfecto que Vashni había creado y como el hijo díscolo que era, tendía a salirme de madre muy a menudo.
Entrenaba duro cada día en el patio de armas, controlar a mi lobo era un esfuerzo físico, pero también mental, las gotas de sudor resbalaban por mi rostro cayendo sobre la arena gota a gota mientras el aire era expulsado entre jadeos por mis labios fruto del cansancio.
Llevábamos horas peleando, tratando de contener nuestros impulsos, me costaba hacerlo, mi animal interior solo quería matarlos a todos.
Al final nos dieron unos minutos de descanso, elevé la mirada encontrándome con los ojos de la hija de la hechicera que durante un buen rato me había estado observando, era una chica jovial, la mejor amiga y protectora de la hija de Vashni, habíamos intercambiado unas cuantas palabras, pero en mi linea no me relacionaba en demasía, así que apenas la conocía.
Tomé una toalla con la que sequé el sudor de mi cara antes de colgarla de mi cuello para a diferencia del resto alejarme de allí por unos momentos, mi lobo aullaba, necesitaba distanciarme de todos o no me calmaría.
Mis sentidos desarrollados, creo que mas que los de la mayoría pues si algo me caracterizaba es que me regía por puros instintos escucharon los pasos de la hechicera, su olor carcomía mi interior y tras girar una calle, me detuve esperándola de frente hasta que esta se dio con mi cuerpo de bruces.
¿Hola? Eso era todo.
-¿Por que me sigues? -pregunté ladeando la cabeza en un gesto muy lobuno -¿a ordenado Vashni que me vigiles?
Derek- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 12
Fecha de inscripción : 18/05/2018
Re: The Wicked Game (privado)
Había robado… no, “tomado prestadas” un par de páginas de un antiguo grimorio que contenía algunos de los más poderosos y quizá, peligrosos hechizos a los que podía acceder; el libro era propiedad de Ingrid, había pasado de generación en generación, le fue cedido por legítima herencia y ahora lo utilizaba para la protección de la manada y el terreno que habitaban pues, más allá de los puntiagudos caninos y las afiladas garras, era la magia de la mujer de cabellos de fuego una de las mejores defensas con la que contaban.
Sin embargo, a pesar del calibre del legado contenido en el ejemplar, Cattleya solo tomó un par de hojas en las que se especificaban encantamientos simples, nada que fuera a ser extrañado antes de ser devuelto, pues incluso aunque podía mostrarse rebelde y la idea de tan poderosa magia removía su curiosidad, no era ninguna insensata y, de todas formas, Laie nunca hubiera secundado un acto así de audaz.
Había quedado de encontrarse con su amiga en el lugar predilecto desde que eran tan sólo unas crías: un viejo manzano plantado cerca del límite oeste de la propiedad. Esta vez, a diferencia de sus anteriores encuentros, la castaña se había predispuesto a cumplir la cita a cabalidad, Vashni siempre le aprehendía por su impuntualidad, era deber de un buen líder dar el ejemplo, mas a pesar de que se esforzó por llegar a tiempo su intención no tuvo mayor efecto, pues en aquella ocasión se invirtieron los papeles y fue su semejante de naturaleza quien no llegó.
Resopló y resignada se colocó de puntitas, estiró la mano para arrancar uno de los frutos y, tras lograr su cometido, lo limpió con la tela de su vestido, dejando caer el peso de su cuerpo sobre el tronco y dándole un pequeño mordisco a la manzana sin más remedio que el de estudiar los embrujos del manuscrito mientras su amiga se dignaba a aparecer.
Ya lo habían hecho una tradición. Lo cierto era que, Cattleya conocía la propiedad como la palma de su mano, sus rincones y secretos y aunque amaba su hogar, había momentos en los que se aburría de él, así que, cada vez que alguna de las dos lograba hacerse con una página interesante, el plan era ir a la ciudad y experimentar con los hechizos; evidentemente ambas podían hacer mucho más que un par de trucos baratos, pero era su forma de pasar el rato. El problema era que sin Laie el plan carecía de sentido pues no existía forma en el infierno en la que sus padres la dejaran cruzar los límites de la propiedad por su cuenta; ese manzano era tan lejos como podía llegar.
Estaba revisando la última página que tenía en su poder cuando, repentinamente, un aroma putrefacto inundó sus fosas nasales. La castaña arrugó las facciones en una mueca de desagrado y elevó la mirada, haciendo un paneo de derecha a izquierda y viceversa en busca del origen de tan repulsivo olor; sin embargo, cuando volvió la vista al frente, grande fue su sorpresa al encontrarse a sí misma en un lugar muy diferente a la sombra del manzano bajo el que se había acomodado. Ahora, no se hallaba en pie sobre la hierba fresca sino plantada en los adoquines de la ciudad rodeada de una vasta aglomeración de gente, en medio del bullicio, suciedad, y… se llevó la diestra a la boca horrorizada pues su corazón dio un brinco al percatarse del cuerpo inerte pendiendo de una soga.
Corto fue el lapso que le tomó descubrir la ubicación del lugar al que le había enviado su mente, ¿cómo podría no reconocer ese ambiente de morbo y hedor? Por supuesto, era la plaza de ejecuciones de París, había pasado por allí un par de veces, nunca más de las estrictamente necesarias. Pasó saliva y pestañeó reiteradas veces, ¿estaba sucediendo de nuevo? ¿acaso perdía la razón? Fue entonces cuando lo vio a él, el hombre que vivía en su cabeza, que había vivido allí desde que sólo era una pequeña y había crecido con ella, esa presencia intermitente y fantasmal que aparecía y se desvanecía constantemente, pero, por algún motivo, se rehusaba a desaparecer de su imaginación.
La mayoría de niños olvidaban a sus amigos imaginarios después de los siete, pero el suyo aún continuaba allí, era preocupante. Solían jugar juntos de pequeños, ella le hablaba al aire, pero entonces nadie la cuestionaba, para los demás era solo una niña con imaginación hiperactiva, mas a medida que fue creciendo las conversaciones consigo misma se tornaron extrañas y pronto, desestimar aquel espectro se tornó en la solución más sencilla ¿Lo extraño? Fue él quien comenzó a ignorarle primero. Aún cruzaban palabra de vez en cuando, pero pretender que no se veían simplificaba las cosas, pues lo cierto era que él se comportaba tanto como una persona real que a veces Cattleya olvidaba que no era más que una mera fantasía.
Sus pardos conectaron con los ajenos por un instante fugaz y ambos se contemplaron como usualmente lo hacían, en silencio y a la distancia. Entonces, él sacudió la cabeza perdiéndose a paso ligero entre el tumulto, zanjando de tajo la conexión y así, tan súbitamente como aquella escena había aparecido ante la mirada de la hechicera, así mismo se esfumó. En su vida había visto a aquel muchacho cientos de veces, pero nunca había reconocido como real el lugar en el cual se encontraba. Una idea descabellada apareció en su cabeza, ¿acaso cabía la posibilidad? ¿acaso podía ser verdad? No se sentía capaz de quedarse con la duda.
Sin vacilación alguna atravesó la propiedad en dirección a las caballerizas, ensilló uno de los caballos y sigilosa lo escabulló hacia la salida. De camino, divisó a Laie a lo lejos, finalmente entablando conversación con el omega que su padre había acogido. Su amiga nunca lo había admitido, pero ella sospechaba que el lobo le interesaba así que supuso que lo más prudente era mantenerse al margen, no sólo porque no quería arruinar el momento, sino por que lo que iba a hacer era un asunto que la lógica no podía explicar y era mejor manejarlo por su cuenta.
— Dulcis somnia — recitó en un susurro
Salir fue bastante sencillo, dos palabras en latín y el lobo que custodiaba la entrada cayó de bruces contra el suelo sumido en el más plácido de los sueños. Era cuestión de tiempo antes de que alguien lo notara así que tomó las riendas del animal y raudo galope marchó. La idea era absurda, sus padres la matarían, pero tenía que saber qué tan desquiciada se encontraba.
Sin embargo, a pesar del calibre del legado contenido en el ejemplar, Cattleya solo tomó un par de hojas en las que se especificaban encantamientos simples, nada que fuera a ser extrañado antes de ser devuelto, pues incluso aunque podía mostrarse rebelde y la idea de tan poderosa magia removía su curiosidad, no era ninguna insensata y, de todas formas, Laie nunca hubiera secundado un acto así de audaz.
Había quedado de encontrarse con su amiga en el lugar predilecto desde que eran tan sólo unas crías: un viejo manzano plantado cerca del límite oeste de la propiedad. Esta vez, a diferencia de sus anteriores encuentros, la castaña se había predispuesto a cumplir la cita a cabalidad, Vashni siempre le aprehendía por su impuntualidad, era deber de un buen líder dar el ejemplo, mas a pesar de que se esforzó por llegar a tiempo su intención no tuvo mayor efecto, pues en aquella ocasión se invirtieron los papeles y fue su semejante de naturaleza quien no llegó.
Resopló y resignada se colocó de puntitas, estiró la mano para arrancar uno de los frutos y, tras lograr su cometido, lo limpió con la tela de su vestido, dejando caer el peso de su cuerpo sobre el tronco y dándole un pequeño mordisco a la manzana sin más remedio que el de estudiar los embrujos del manuscrito mientras su amiga se dignaba a aparecer.
Ya lo habían hecho una tradición. Lo cierto era que, Cattleya conocía la propiedad como la palma de su mano, sus rincones y secretos y aunque amaba su hogar, había momentos en los que se aburría de él, así que, cada vez que alguna de las dos lograba hacerse con una página interesante, el plan era ir a la ciudad y experimentar con los hechizos; evidentemente ambas podían hacer mucho más que un par de trucos baratos, pero era su forma de pasar el rato. El problema era que sin Laie el plan carecía de sentido pues no existía forma en el infierno en la que sus padres la dejaran cruzar los límites de la propiedad por su cuenta; ese manzano era tan lejos como podía llegar.
Estaba revisando la última página que tenía en su poder cuando, repentinamente, un aroma putrefacto inundó sus fosas nasales. La castaña arrugó las facciones en una mueca de desagrado y elevó la mirada, haciendo un paneo de derecha a izquierda y viceversa en busca del origen de tan repulsivo olor; sin embargo, cuando volvió la vista al frente, grande fue su sorpresa al encontrarse a sí misma en un lugar muy diferente a la sombra del manzano bajo el que se había acomodado. Ahora, no se hallaba en pie sobre la hierba fresca sino plantada en los adoquines de la ciudad rodeada de una vasta aglomeración de gente, en medio del bullicio, suciedad, y… se llevó la diestra a la boca horrorizada pues su corazón dio un brinco al percatarse del cuerpo inerte pendiendo de una soga.
Corto fue el lapso que le tomó descubrir la ubicación del lugar al que le había enviado su mente, ¿cómo podría no reconocer ese ambiente de morbo y hedor? Por supuesto, era la plaza de ejecuciones de París, había pasado por allí un par de veces, nunca más de las estrictamente necesarias. Pasó saliva y pestañeó reiteradas veces, ¿estaba sucediendo de nuevo? ¿acaso perdía la razón? Fue entonces cuando lo vio a él, el hombre que vivía en su cabeza, que había vivido allí desde que sólo era una pequeña y había crecido con ella, esa presencia intermitente y fantasmal que aparecía y se desvanecía constantemente, pero, por algún motivo, se rehusaba a desaparecer de su imaginación.
La mayoría de niños olvidaban a sus amigos imaginarios después de los siete, pero el suyo aún continuaba allí, era preocupante. Solían jugar juntos de pequeños, ella le hablaba al aire, pero entonces nadie la cuestionaba, para los demás era solo una niña con imaginación hiperactiva, mas a medida que fue creciendo las conversaciones consigo misma se tornaron extrañas y pronto, desestimar aquel espectro se tornó en la solución más sencilla ¿Lo extraño? Fue él quien comenzó a ignorarle primero. Aún cruzaban palabra de vez en cuando, pero pretender que no se veían simplificaba las cosas, pues lo cierto era que él se comportaba tanto como una persona real que a veces Cattleya olvidaba que no era más que una mera fantasía.
Sus pardos conectaron con los ajenos por un instante fugaz y ambos se contemplaron como usualmente lo hacían, en silencio y a la distancia. Entonces, él sacudió la cabeza perdiéndose a paso ligero entre el tumulto, zanjando de tajo la conexión y así, tan súbitamente como aquella escena había aparecido ante la mirada de la hechicera, así mismo se esfumó. En su vida había visto a aquel muchacho cientos de veces, pero nunca había reconocido como real el lugar en el cual se encontraba. Una idea descabellada apareció en su cabeza, ¿acaso cabía la posibilidad? ¿acaso podía ser verdad? No se sentía capaz de quedarse con la duda.
Sin vacilación alguna atravesó la propiedad en dirección a las caballerizas, ensilló uno de los caballos y sigilosa lo escabulló hacia la salida. De camino, divisó a Laie a lo lejos, finalmente entablando conversación con el omega que su padre había acogido. Su amiga nunca lo había admitido, pero ella sospechaba que el lobo le interesaba así que supuso que lo más prudente era mantenerse al margen, no sólo porque no quería arruinar el momento, sino por que lo que iba a hacer era un asunto que la lógica no podía explicar y era mejor manejarlo por su cuenta.
— Dulcis somnia — recitó en un susurro
Salir fue bastante sencillo, dos palabras en latín y el lobo que custodiaba la entrada cayó de bruces contra el suelo sumido en el más plácido de los sueños. Era cuestión de tiempo antes de que alguien lo notara así que tomó las riendas del animal y raudo galope marchó. La idea era absurda, sus padres la matarían, pero tenía que saber qué tan desquiciada se encontraba.
Cattleya Indih- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 17/05/2018
Re: The Wicked Game (privado)
Estaba acostumbrado a lavarse sólo con agua limpia del rio, los licántropos detectaban el olor a jabón o a sudor humano, era un cazador convertido en la sombra perfecta, sigiloso e imperceptible. Sus ropas solían ser de tejidos naturales también sin olores sofisticados porque si los lobos contaban con las ventajas de su raza evolucionada, ellos contaban con su ingenio y su precisión.
Dio la vuelta por el otro callejón para emboscarlo a la vez, Seth estaría a su espalda presto a capturarlo sin que pudiera hacer nada. Connor salió de entre las sombras y sin mediar palabra le asestó un puñetazo al licántropo que iba caminando tranquilamente. El ataque le pilló por sorpresa, pero los licántropos eran recios, rápidos y se recomponían fácilmente. De inmediato el lobo restableció su equilibrio tras la sopresa inicial y colocó los pies firmemente en el suelo, pero para entonces ya era tarde, Seth lo agarró por detrás haciéndole un candado e impidiendo su movimiento.
El hombre se revolvía furioso, tenía mucha fuerza, pero Connor sacó las dagas retráctiles de plata y le apuntó con una justo debajo de la barbilla y la otra en el abdomen, pinchando carne y notando como la plata quemaba a su paso.
— Buenas tardes...¿disfrutando del espectáculo? vamos, acompáñanos.— Tiró del licántropo hacia un recoveco del callejón introduciéndolo en un portal reventado que servía de hogar para vagabundos y maleantes, los habían echado a todos fuera un rato antes. Seth lo sujetaba sin darle tregua, y aún así el lobo echó la cabeza atrás tratando de partirle la nariz y que aflojase, a lo que Connor respondió con un rodillazo en los huevos, consiguiendo que se doblase y dejara de revolverse.— no sigas... será peor para ti.
Dio la vuelta por el otro callejón para emboscarlo a la vez, Seth estaría a su espalda presto a capturarlo sin que pudiera hacer nada. Connor salió de entre las sombras y sin mediar palabra le asestó un puñetazo al licántropo que iba caminando tranquilamente. El ataque le pilló por sorpresa, pero los licántropos eran recios, rápidos y se recomponían fácilmente. De inmediato el lobo restableció su equilibrio tras la sopresa inicial y colocó los pies firmemente en el suelo, pero para entonces ya era tarde, Seth lo agarró por detrás haciéndole un candado e impidiendo su movimiento.
El hombre se revolvía furioso, tenía mucha fuerza, pero Connor sacó las dagas retráctiles de plata y le apuntó con una justo debajo de la barbilla y la otra en el abdomen, pinchando carne y notando como la plata quemaba a su paso.
— Buenas tardes...¿disfrutando del espectáculo? vamos, acompáñanos.— Tiró del licántropo hacia un recoveco del callejón introduciéndolo en un portal reventado que servía de hogar para vagabundos y maleantes, los habían echado a todos fuera un rato antes. Seth lo sujetaba sin darle tregua, y aún así el lobo echó la cabeza atrás tratando de partirle la nariz y que aflojase, a lo que Connor respondió con un rodillazo en los huevos, consiguiendo que se doblase y dejara de revolverse.— no sigas... será peor para ti.
Última edición por Connor Drake el Mar Jun 05, 2018 3:23 pm, editado 1 vez
Connor Drake- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 18/05/2018
Re: The Wicked Game (privado)
Connor salio al paso del licano que no esperándose a la pantera reculó dos pasos cuando el puño del cazador impacto con fuerza en su rostro.
La bestia se recomponía fácil, rugo afianzando sus pies en el suelo dispuesto a combatir cuando salté desde atrás rodeando su cuello con mi brazo y apretando el mismo como si fuera una boa.
-Ni se te ocurra -gruñí contra su oído cuando l filo de la daga retráctil quedaba encajado en el pescuezo del licano -¡y ahora vas a moverte me oyes, despacito! -le ordené haciéndole entender que su vida dependía de nosotros, ya no le pertenecía.
Como todo animal salvaje sintiéndose acorralado no escuchó, sus ojos refulgían odio y tirando hacia atrás la cabeza trató de golpearme el rostro para que aflojara, mas me rehíce rápido de su ataque y mientras Connor sajaba ligeramente su piel yo me bajé de su grupa echándole los brazos hacia atrás con una llave mientras colocaba el filo de una de mis dagas en su costado delicadamente.
-¡Camina!
De nuevo aquella mujer volvía a mi cabeza, una que conocía desde mi mas tierna infancia, había crecido conmigo, al principio solo era eso, una amiga imaginaria que conversaba y jugaba conmigo, peor ahora..ahora tenía que desaparecer, no era el momento.
A toda velocidad veía por sus ojos pasar los arboles del camino, estaba excitada, su cuerpo tenso y por su boca un vaho blanquecino acariciaba sus belfos.
Sacudí la cabeza de nuevo esperando que desapareciera y por suerte lo hizo.
Caminamos por un callejón lateral, si sus aliados se percataban de lago estaríamos en problemas así que ocultarnos entre las sombras para llevarlo cuanto antes a un almacén en la zona vieja de la ciudad donde interrogarlo era crucial.
Cerré los ojos, de nuevo la plaza ¿la orca? Era la primera vez que la veía en un lugar donde yo había estado ¿como podía ser?
-Sal de mi cabeza -le rugí, no era el momento
-Seth -me llamó Connor al verme tan perturbado -¿estas bien?
Asentí sacudiendo la cabeza de nuevo.
-si, no podemos detenernos, solo estoy mareado -mentí porque decirle que veía a un fantasma no era una opción si quera que no dudara de mi cordura.
La bestia se recomponía fácil, rugo afianzando sus pies en el suelo dispuesto a combatir cuando salté desde atrás rodeando su cuello con mi brazo y apretando el mismo como si fuera una boa.
-Ni se te ocurra -gruñí contra su oído cuando l filo de la daga retráctil quedaba encajado en el pescuezo del licano -¡y ahora vas a moverte me oyes, despacito! -le ordené haciéndole entender que su vida dependía de nosotros, ya no le pertenecía.
Como todo animal salvaje sintiéndose acorralado no escuchó, sus ojos refulgían odio y tirando hacia atrás la cabeza trató de golpearme el rostro para que aflojara, mas me rehíce rápido de su ataque y mientras Connor sajaba ligeramente su piel yo me bajé de su grupa echándole los brazos hacia atrás con una llave mientras colocaba el filo de una de mis dagas en su costado delicadamente.
-¡Camina!
De nuevo aquella mujer volvía a mi cabeza, una que conocía desde mi mas tierna infancia, había crecido conmigo, al principio solo era eso, una amiga imaginaria que conversaba y jugaba conmigo, peor ahora..ahora tenía que desaparecer, no era el momento.
A toda velocidad veía por sus ojos pasar los arboles del camino, estaba excitada, su cuerpo tenso y por su boca un vaho blanquecino acariciaba sus belfos.
Sacudí la cabeza de nuevo esperando que desapareciera y por suerte lo hizo.
Caminamos por un callejón lateral, si sus aliados se percataban de lago estaríamos en problemas así que ocultarnos entre las sombras para llevarlo cuanto antes a un almacén en la zona vieja de la ciudad donde interrogarlo era crucial.
Cerré los ojos, de nuevo la plaza ¿la orca? Era la primera vez que la veía en un lugar donde yo había estado ¿como podía ser?
-Sal de mi cabeza -le rugí, no era el momento
-Seth -me llamó Connor al verme tan perturbado -¿estas bien?
Asentí sacudiendo la cabeza de nuevo.
-si, no podemos detenernos, solo estoy mareado -mentí porque decirle que veía a un fantasma no era una opción si quera que no dudara de mi cordura.
Seth Argent- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 17/05/2018
Re: The Wicked Game (privado)
Estaba acostumbrada a tratar con chicos y con lobos, pero por algún motivo que desconocía, aquel muchacho era distinto. Tal vez fuera porque no se regía por las normas como los demás, porque era un rebelde, aunque intentara luchar por controlar a la bestia que anidaba en su interior. Él representaba todo aquello que, hasta cierto punto, ella tenía prohibido. Por eso sentía interés y, seguramente por el mismo motivo, ahora estaba nerviosa, aunque no tenía miedo, era algo distinto le mordisqueaba los intestinos y aprisionaba lentamente su garganta. Tragó saliva con dificultad, como si realmente hubiera unos dedos rodeando su cuello, apretando poco a poco, hundiéndose en su piel, estrangulando su laringe.
Negó mientras recuperaba la voz que acababa de desaparecer por arte de magia, cuando únicamente un ar de segundos atrás había logrado decir un estúpido hola. Carraspeó y, al fin, logró contestar verbalmente al interrogante del joven que tenía en frente. -Vashni nunca me ha pedido que te vigile.- Aseguró, aunque no negó que le hubiera estado siguiendo, intentando defender al hombre al que respetaba, se había dejado al descubierto. Apretó la mandíbula y sus dientes rechinaron ligeramente, al percatarse de su fallo. Rectificar ahora sólo empeoraría las cosas, así que optó por ser sincera y directa, sin florituras ni tonterías varias. Aunque tampoco era lo suyo lo de dar charlas, así que ir al grano se le daba mejor. -Fue elección mía el seguirte, porque… Bueno, no sé muy bien por qué motivo concreto, sólo tenía curiosidad… interés más bien.- Se tocó la nuca con la diestra, colando los dedos bajo su castaña melena, mientras sus ojos desviaban la mirada hacia un costado, en busca de cualquier cosa que no fueran los azulados orbes del licántropo.
Tras varias fracciones de segundo que a cualquiera que presenciara la escena se le hubiesen antojado como unas cuantas eternidades por la tensión palpable que se había creado entre ellos y que también les rodeaba cual esfera invisible de energía, Laie alzó de nuevo sus pardos, recuperando el contacto visual con el desconfiado Derek. -Siempre que puedes estás solo y no creo que sea, como todos dicen, porque seas un imbécil.- Tampoco era lo suyo medir las palabras, acababa de dejárselo claro al peligroso e incontrolable ser que tenía delante. -Yo pienso que es por otro motivo… porque al igual que todos aquí, temes perder algo.- Ella también ladeó la cabeza, imitándole, aunque fuera rato después de que él lo hiciera. -¿A ti mismo, tal vez?- Probó suerte, confiando en que, aunque no le respondiera, algo sacaría de su reacción, un atisbo de algo en sus pupilas o la rigidez de sus músculos.
Negó mientras recuperaba la voz que acababa de desaparecer por arte de magia, cuando únicamente un ar de segundos atrás había logrado decir un estúpido hola. Carraspeó y, al fin, logró contestar verbalmente al interrogante del joven que tenía en frente. -Vashni nunca me ha pedido que te vigile.- Aseguró, aunque no negó que le hubiera estado siguiendo, intentando defender al hombre al que respetaba, se había dejado al descubierto. Apretó la mandíbula y sus dientes rechinaron ligeramente, al percatarse de su fallo. Rectificar ahora sólo empeoraría las cosas, así que optó por ser sincera y directa, sin florituras ni tonterías varias. Aunque tampoco era lo suyo lo de dar charlas, así que ir al grano se le daba mejor. -Fue elección mía el seguirte, porque… Bueno, no sé muy bien por qué motivo concreto, sólo tenía curiosidad… interés más bien.- Se tocó la nuca con la diestra, colando los dedos bajo su castaña melena, mientras sus ojos desviaban la mirada hacia un costado, en busca de cualquier cosa que no fueran los azulados orbes del licántropo.
Tras varias fracciones de segundo que a cualquiera que presenciara la escena se le hubiesen antojado como unas cuantas eternidades por la tensión palpable que se había creado entre ellos y que también les rodeaba cual esfera invisible de energía, Laie alzó de nuevo sus pardos, recuperando el contacto visual con el desconfiado Derek. -Siempre que puedes estás solo y no creo que sea, como todos dicen, porque seas un imbécil.- Tampoco era lo suyo medir las palabras, acababa de dejárselo claro al peligroso e incontrolable ser que tenía delante. -Yo pienso que es por otro motivo… porque al igual que todos aquí, temes perder algo.- Ella también ladeó la cabeza, imitándole, aunque fuera rato después de que él lo hiciera. -¿A ti mismo, tal vez?- Probó suerte, confiando en que, aunque no le respondiera, algo sacaría de su reacción, un atisbo de algo en sus pupilas o la rigidez de sus músculos.
Laie Balkan- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/05/2018
Re: The Wicked Game (privado)
La joven bruja confesó que esta persecución nada tenía que ver con que Vashni la hubiera pedido que me persiguiera, si no mas bien lo contrarío, ella por iniciativa propia tomó la decisión ¿quizás creyéndome un peligro?
Tampoco me sorprendía, en la manada no es que tuviera muchos amigos, no encajaba en el lugar y por mas que Vashni trataba de hacerme comprender lo importante que era para un lobo pertenecer a un grupo, aprender a trabajar en equipo y proteger como ser protegido. Odiaba todo lo que tenía que ver con confiar en el resto, quizás porque mi vida no había sido fácil, para mi la confianza era muy difícil de ser ganada y por contra fácil de evaporarse.
Para los lobos de allí solo era una carga, un lobo omega que debería estar fuera de esos muros y de los bosques que servían como frontera a los suyos.
La decisión de Vshni no gustó, pero como alfa indiscutible nadie se atrevió a contradecirlo, aunque los rumores sobre que la perdida de su hijo recién nacido lo había vuelto débil por los jóvenes como yo descarriados eran un hecho que corría como la pólvora tras los muros.
-¿y bien? -pregunté volviendo a atraer su atención tras un incomodo silencio -¡decepcionada? -atajé ladeado la sonrisa no he ido ha comerme a Caperucita, solo quería estar solo, tomar aire, esos de ahí son demasiado..pegajosos -expliqué tratando de no mostrarme a mi mismo
La bruja no tardó en mostrarse incisiva con sus preguntas, mi cuerpo se tensó ante su afirmación. No, no quería perderme a mi mismo, no porque pensara que la soledad fuera mi mayor aliada en esta vida, si no porque la idea de pertenecer a una familia me asustaba, solo no tenía nada que perder, por contra si me abría y hacía amigos, si en Vashni encontraba esa mano amiga, un mentor, casi el padre que él se esforzaba por ser y luego me fallaba el dolor volvería y con el el vació.
Interpuestos mis escudos me sentía seguro, era cierto que la bestia moraba en mi, me costaba controlarla, según Vashni no me dejaba ayudar, quería hacerlo todo solo y la rabia y el odio que corrían por mis venas no ayudaban en nada.
-¿ y en que radica ese interés que sientes pro mi? -pregunté hundiendo mis lobunos ojos en los de la bruja – no soy un gran conversador y seguramente no vienes en busca de eso ¿ no? ¿que buscas bruja?
Desconfiaba de todo y ella no era una excepción por muy bonita que se viera frente a mis ojos.
Tampoco me sorprendía, en la manada no es que tuviera muchos amigos, no encajaba en el lugar y por mas que Vashni trataba de hacerme comprender lo importante que era para un lobo pertenecer a un grupo, aprender a trabajar en equipo y proteger como ser protegido. Odiaba todo lo que tenía que ver con confiar en el resto, quizás porque mi vida no había sido fácil, para mi la confianza era muy difícil de ser ganada y por contra fácil de evaporarse.
Para los lobos de allí solo era una carga, un lobo omega que debería estar fuera de esos muros y de los bosques que servían como frontera a los suyos.
La decisión de Vshni no gustó, pero como alfa indiscutible nadie se atrevió a contradecirlo, aunque los rumores sobre que la perdida de su hijo recién nacido lo había vuelto débil por los jóvenes como yo descarriados eran un hecho que corría como la pólvora tras los muros.
-¿y bien? -pregunté volviendo a atraer su atención tras un incomodo silencio -¡decepcionada? -atajé ladeado la sonrisa no he ido ha comerme a Caperucita, solo quería estar solo, tomar aire, esos de ahí son demasiado..pegajosos -expliqué tratando de no mostrarme a mi mismo
La bruja no tardó en mostrarse incisiva con sus preguntas, mi cuerpo se tensó ante su afirmación. No, no quería perderme a mi mismo, no porque pensara que la soledad fuera mi mayor aliada en esta vida, si no porque la idea de pertenecer a una familia me asustaba, solo no tenía nada que perder, por contra si me abría y hacía amigos, si en Vashni encontraba esa mano amiga, un mentor, casi el padre que él se esforzaba por ser y luego me fallaba el dolor volvería y con el el vació.
Interpuestos mis escudos me sentía seguro, era cierto que la bestia moraba en mi, me costaba controlarla, según Vashni no me dejaba ayudar, quería hacerlo todo solo y la rabia y el odio que corrían por mis venas no ayudaban en nada.
-¿ y en que radica ese interés que sientes pro mi? -pregunté hundiendo mis lobunos ojos en los de la bruja – no soy un gran conversador y seguramente no vienes en busca de eso ¿ no? ¿que buscas bruja?
Desconfiaba de todo y ella no era una excepción por muy bonita que se viera frente a mis ojos.
Derek- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/05/2018
Re: The Wicked Game (privado)
Connor frunció ligeramente el ceño, últimamente a Seth le pasaban cosas raras y no estaba del todo al 100%. En Montaña eran uña y carne, salía de caza juntos, salían de bares juntos y hasta habían compartido alguna que otra chica. Pero en Paris era distinto, era como si un extraño ambiente se arremolinase alrededor de su amigo. Hablaría con el más tarde.
-venga, tenemos que interrogarlo. A ver chucho sarnoso. ¿Dónde encontramos a tu alfa?- Sabia que el perro no le iba a decir nada de buenas a primeras. Lo agarró del pelo y lo sacudió con fuerza, quizás la violencia no funcionaba muy bien con los licanos, tenían mucha resistencia al dolor, pero habían hecho los deberes.- sólo queremos a uno en concreto, si nos los dices, esa preciosidad rubia que está contigo seguirá viva, tu manada seguirá viva, y solo habrá un cambio de alfa en algún lugar. Piensa bien tus opciones, porque la otra es peor para ti. Te mataremos, y luego le haremos lo mismo a tu amiga y a todos tus conocidos.
Sabían que había algunos más, que no iban solos, los lobos eran predecibles por todo eso del instinto de manada. Pero el eslabón más débil era la chica, ahora que el perro sabía que los cazadores tenían un mapa muy bueno de su jerarquía social, y podían atacar a discreción, tendría que pensar, porque revolverse y perder la vida sería un sacrificio inútil.- mira... lo mejor es que me lo digas a mi, porque mi amigo es mucho más persuasivo, pero no tan amable.
Miró a Seth, que lo tenía ahora controlado con las manos en la espalda, el clásico juego de poli bueno y poli malo, pero que solía funcionarles excepto con los estúpidos licántropos que abrazaban su muerte en un acto que creían provocador, y que sólo era un desperdicio de tiempo y vida.
En ese momento le vino a la cabeza la primera vez que cazaron juntos. Bastien los enseñó bien, lo acompañaron en muchas misiones, pero la primera vez que ellos fueron solos a por un lobo descarriado que tenía su morada en una vieja destilería de bourbon, se metieron hasta las ruinas del sótano. Recordó la adrenalina corriendo por sus venas, la sensación de peligro y excitación a la vez, lo concentrados que estaban. Cuando la bestia emergió de las profundidades, pelearon como una maquinaria perfecta, como dos que son uno, era casi como bailar, ejecutando a la perfección los pasos, ni uno más adelantado ni otro más atrás. La cabeza de la bestia rodó por el suelo y ambos supieron en ese instante que eran los perfectos compañeros de caza, se entendían sin hablar y se compenetraban. Pero Seth estaba raro y no le contaba algo. Eso a veces lo sacaba de quicio, porque él no tenía secretos con su amigo.
Connor Drake- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 18/05/2018
Re: The Wicked Game (privado)
Connor era un buen cazador, padre le acogió siendo aun un niño y nos habíamos criado juntos como hermanos desde entonces. Pronto empezaron nuestras primeras cacerías juntos, ambos llevábamos esto a lo personal, los dos quedamos huérfanos por el mismo motivo, los licantropos.
Mi abuelo decía que el único licano bueno, era le muerto, Mi madre la parecer cometió muchos errores, peor el peor fue confiar en uno de esos seres, el mismo que la mato, el mismo que un día enfrentaría para cobrarme mi venganza.
Su nombre aun retumbaba en mi cabeza, Vashni, desde que mi abuelo reveló su nombre, cada vez que interrogaba a uno de estos malditos bastardos esperaba que algo, me llevara ante aquella escurridiza rata.
Connor interrogaba a la bestia que lejos de hablar parecía esforzarse en guardar silencio, ellos y su estúpida lealtad, ladeé la sonrisa cruzado de brazos, no es que Connor no estuviera esforzándose por hacerle hablar, el problema era otro, que no estaba usando los métodos adecuados.
Me acerqué al mueble bar y di un trago a una botella de bourbon antes de quebrarla contra la esquina de la barra. Una sonrisa algo sádica iluminó mi cara, mentiría si dijera que no disfrutaba con esto, lo hacía.
La joven rubia estaba atada bien atada, con los pies en vilo y las manos extendidas hacia arriba pendía de una viga que se había salido del techo.
-Parece que no esta dispuesto a descubrir a su alfa, no pasa nada, podemos divertirnos con ella, creo que el orden es en lo que te equivocas amigo, porque si bien voy a matar sin duda a ese hijo puta antes voy a deformar la preciosa cara de su amiga.
La chica apretaba los dientes, gruñía con su mirada ámbar advirtiéndome de que de poder me arrancaría la yugular de un bocado.
-Es preciosa, hay que reconocerlo -apunté llevando el filo del cristal al rostro de la chica. Sin pensarlo corté su cara desde la sien hasta la mandíbula dejandole la mejilla partida y la sangre resbalando por su piel a borbotones mientras esta gritaba y se revolvía.
A mi espalda el tipo aulló, seguro que ahora no le faltaría motivación, menos cuando llevé la botella a la frente de su camarada.
-¡Para! -gruñó entre dientes escupiendo babas.
-Pues habla -rugí.
Pestañeé un par de veces, ella, de nuevo ella estaba allí, sacudí la cabeza podía verla de nuevo recorría el mismo callejón que nosotros ¿que broma era esta?
-Sal de mi cabeza -rugí airado al escucharla suplicar que soltara a la joven decirme que yo no era así -No me conoces.
La botella cayó de mis manos haciéndose añicos en el suelo mientras ambas palmas iban hasta mi sien apretándola con fuerza.
Mi abuelo decía que el único licano bueno, era le muerto, Mi madre la parecer cometió muchos errores, peor el peor fue confiar en uno de esos seres, el mismo que la mato, el mismo que un día enfrentaría para cobrarme mi venganza.
Su nombre aun retumbaba en mi cabeza, Vashni, desde que mi abuelo reveló su nombre, cada vez que interrogaba a uno de estos malditos bastardos esperaba que algo, me llevara ante aquella escurridiza rata.
Connor interrogaba a la bestia que lejos de hablar parecía esforzarse en guardar silencio, ellos y su estúpida lealtad, ladeé la sonrisa cruzado de brazos, no es que Connor no estuviera esforzándose por hacerle hablar, el problema era otro, que no estaba usando los métodos adecuados.
Me acerqué al mueble bar y di un trago a una botella de bourbon antes de quebrarla contra la esquina de la barra. Una sonrisa algo sádica iluminó mi cara, mentiría si dijera que no disfrutaba con esto, lo hacía.
La joven rubia estaba atada bien atada, con los pies en vilo y las manos extendidas hacia arriba pendía de una viga que se había salido del techo.
-Parece que no esta dispuesto a descubrir a su alfa, no pasa nada, podemos divertirnos con ella, creo que el orden es en lo que te equivocas amigo, porque si bien voy a matar sin duda a ese hijo puta antes voy a deformar la preciosa cara de su amiga.
La chica apretaba los dientes, gruñía con su mirada ámbar advirtiéndome de que de poder me arrancaría la yugular de un bocado.
-Es preciosa, hay que reconocerlo -apunté llevando el filo del cristal al rostro de la chica. Sin pensarlo corté su cara desde la sien hasta la mandíbula dejandole la mejilla partida y la sangre resbalando por su piel a borbotones mientras esta gritaba y se revolvía.
A mi espalda el tipo aulló, seguro que ahora no le faltaría motivación, menos cuando llevé la botella a la frente de su camarada.
-¡Para! -gruñó entre dientes escupiendo babas.
-Pues habla -rugí.
Pestañeé un par de veces, ella, de nuevo ella estaba allí, sacudí la cabeza podía verla de nuevo recorría el mismo callejón que nosotros ¿que broma era esta?
-Sal de mi cabeza -rugí airado al escucharla suplicar que soltara a la joven decirme que yo no era así -No me conoces.
La botella cayó de mis manos haciéndose añicos en el suelo mientras ambas palmas iban hasta mi sien apretándola con fuerza.
Seth Argent- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 17/05/2018
Re: The Wicked Game (privado)
Desde que los rumores de la desaparición de Bastien Argent se habían extendido por los recovecos de la ciudad el status quo del bajo mundo había cambiado considerablemente. Según lo que su madre le había relatado el conde francés tenía una organizada una red de informantes alrededor de la región que lo proveían información suficiente como para tener los ojos bien puestos sobre gran parte de la población sobrenatural, especialmente en los hijos de la luna.
Humanos y no humanos hacían parte del intrincado sistema; en tiempos como aquellos por plata bailaba el perro y él contaba con recursos hasta para comprarles la moral. Lo cierto es que, si bien al cazador le tomó un par de años establecer un método funcional, era consciente de que cada céntimo invertido adquiriría cuantía el día en que aquello le ayudase a consumar el cometido principal, siendo este, por supuesto, dar con el lobo que le había arruinado la vida, ese que ella llamaba padre.
Ante la impotencia de no poder dar con la bestia mayor, el cazador había perdido los estribos y en la cruzada dejó de hacer distinciones, justos y pecadores, todos perecieron bajo el filo de su espada argentada; la lista de víctimas era larga pero él no tenía ningún problema en agregar más nombres a ella si eso implicaba estar más cerca de completar la vendetta.
Cattleya no conocía todos los detalles, pero sí sabía que una vez el hombre se había desvanecido en el aire, su régimen de terror y sangre desapareció con él. París nunca fue un lugar seguro para criaturas de la noche, las cosas nunca permanecían estáticas, no solo restaba la inquisición sino quedaban otros cientos de cazadores tan dispuestos a masacrar como Argent, sin embargo, para la manada de Vashni el retiro del cazador sí supuso un cambio. Después de décadas de permanecer ocultos en el bosque, no tenían que ocultarse más, no significaba que no debiesen mantener un perfil bajo, pero habían podido mudarse más cerca de la ciudad.
Cabalgando una velocidad que no se contemplase sospechosa, el camino hasta la plaza de ejecuciones fue más o menos corto, lo extraño del asunto era que entre más cerca se encontraba de su destino, más fuerza tomaba el espectro de aquel joven que rondaba sus pensamientos, como una imagen remanente que se rehúsa a desaparecer. Lo vio caminando a través de un callejón solitario a pasos sigilosos, su mirada parda deslizándose de un lado a otro cautelosa, incisiva bajo las sombras, cada centímetro que se aproximaba podía sentirlo más real, como si pudiese sentir su respiración, ligeramente agitada o escuchar el compás agitado de su corazón.
Se detuvo en seco poco antes de arrollar a una señorita de piel trigueña, cabellos caoba y mirada oscura y penetrante que le dedico una mirada fulminante antes de seguir su camino… parecía apurada. Cattleya arrugó la nariz cuando el mismo olor a podredumbre que había capturado de su visión se adentró en sus fosas nasales. Extraño. Ya se encontraba en la plaza, el espectáculo había acabado, la multitud se dispersaba, pero en ningún rostro halló la imagen que buscaba. Su mirada se deslizó en dirección a la horca. Nada. Al pobre diablo que hubiesen colgado ya lo habían bajado también.
Un pequeño de terror se escapó de sus labios cuando alguien vociferó a sus espaldas. Le tomó por sorpresa, a decir verdad, de tal forma que perdió el equilibrio y cayó del animal, dando de bruces contra el sueño. Era la voz de su fantasma, ordenándole salir de su mente. Un hombre se aproximó en su auxilio. Cattleya soltó un quejido de dolor.
— ¡No, tú sal de mi cabeza! — espetó al aire de vuelta, disponiéndose a levantarse.
Un par de miradas críticas recayeron sobre ella, incluida la del sujeto que si bien antes tenía intención de ayudar, prefirió alejarse sin más. La castaña se colocó en pie sobándose el brazo derecho y acto seguido se sacudió el vestido, tratando de ignorar el calentón que le sonrojó las mejillas. Se restregó el rostro avergonzada y con la mirada gacha tomó las riendas del animal y resignada lo guio de vuelta por donde había llegado. ¿Qué era lo qué estaba haciendo? O peor aún ¿Qué era lo que esperaba encontrar? Estaba demente, esa era la única explicación lógica.
Fue entonces, justo cuando creyó haberse rendido que captó con el rabillo del ojo el callejón por el que había visto andar al hombre en su imaginación. El palpitar de su corazón se aceleró considerablemente, la ansiedad corroía sus entrañas. A paso titubeante se encaminó por aquel estrecho pasadizo, el murmullo de la gente se perdía tras ella y todo cuanto podía escuchar era el eco de los casquillos del animal golpeando a ritmo armonioso los desgastados adoquines.
De nuevo lo vio, allí, de pie en una especie de… ¿almacén? lo más extraño de todo aquello era que ahora podía percatarse de la presencia de otros fantasmas que le acompañaban, pero ninguno de ellos parecía realmente un espectro y ninguno parecía percatarse de su presencia. Cattleya continuó avanzando por la callejuela, mientras, ante sus ojos, la imagen ajena a su espacio, rodaba en su cabeza. El joven tomaba. Seth y otro muchacho apuesto tenían apresados a lo que parecían dos lobos, un macho y una hembra. ¿Cazadores?... ¡¿cazadores?! Justo cuando pensaba que no podía estar más loca, resultaba que el hombre de su imaginación era un cazador… espléndido.
El joven tomó la base de una botella rota y a sangre fría zanjó el rostro de la mujer. La hechicera se llevó la diestra a la boca mientras contemplaba la escena con estupefacción. Podía estar en su cabeza pero se veía bastante gráfica y real.
— No, no… ¡déjala ir! no eres así — Suplicó a nadie
Esta vez el joven le respondió exigiéndole de nuevo que lo dejara en paz, aseverando que no lo conocía. Para ese momento ella ya había alcanzado la puerta del almacén donde supuestamente se encontraba el espectro.
— Tienes razón… —Afirmó nerviosa, tratando de abrir la puerta, mas esta estaba asegurada— No te conozco, no del todo… pero no tienes que hacer esto, yo sé que eres mejor que esto —Las palabras le salían temblorosas. Ganaba tiempo mientras, desesperada, intentaba recordar el hechizo de las cerraduras — Tiene que haber otra forma.
El estallido de la botella resonó en el interior. Los ojos de la hechicera se abrieron como platos.
— Aperire cincinno
Las palabras emergieron ausentes de su boca. Inmediatamente empujó la puerta y esta se abrió de par en par, al interior del local, la misma escena que tan vívida se reproducía en su mente ahora tomaba lugar frente a sus ojos. Sus pardos se conectaron con los de Seth, el corazón se le cayó a los pies, las piernas le temblaron, un agujero negro absorbía todo en su interior. Era él… era real y ese momento, en una infinidad de segundo, se sintió completamente mágico.
Una pena que no duró, pues aprovechando la conmoción del momento, el lobo se deshizo del agarre, golpeando al joven que lo retenía y tras empujar Seth con fuerza hacia la pared, despejó el camino a su compañera para que huyera. Así con mirada fiera y velocidad sobrenatural, ambas criaturas corrieron hacia la salida que, casualmente, era justo donde ella se encontraba parada.
Humanos y no humanos hacían parte del intrincado sistema; en tiempos como aquellos por plata bailaba el perro y él contaba con recursos hasta para comprarles la moral. Lo cierto es que, si bien al cazador le tomó un par de años establecer un método funcional, era consciente de que cada céntimo invertido adquiriría cuantía el día en que aquello le ayudase a consumar el cometido principal, siendo este, por supuesto, dar con el lobo que le había arruinado la vida, ese que ella llamaba padre.
Ante la impotencia de no poder dar con la bestia mayor, el cazador había perdido los estribos y en la cruzada dejó de hacer distinciones, justos y pecadores, todos perecieron bajo el filo de su espada argentada; la lista de víctimas era larga pero él no tenía ningún problema en agregar más nombres a ella si eso implicaba estar más cerca de completar la vendetta.
Cattleya no conocía todos los detalles, pero sí sabía que una vez el hombre se había desvanecido en el aire, su régimen de terror y sangre desapareció con él. París nunca fue un lugar seguro para criaturas de la noche, las cosas nunca permanecían estáticas, no solo restaba la inquisición sino quedaban otros cientos de cazadores tan dispuestos a masacrar como Argent, sin embargo, para la manada de Vashni el retiro del cazador sí supuso un cambio. Después de décadas de permanecer ocultos en el bosque, no tenían que ocultarse más, no significaba que no debiesen mantener un perfil bajo, pero habían podido mudarse más cerca de la ciudad.
Cabalgando una velocidad que no se contemplase sospechosa, el camino hasta la plaza de ejecuciones fue más o menos corto, lo extraño del asunto era que entre más cerca se encontraba de su destino, más fuerza tomaba el espectro de aquel joven que rondaba sus pensamientos, como una imagen remanente que se rehúsa a desaparecer. Lo vio caminando a través de un callejón solitario a pasos sigilosos, su mirada parda deslizándose de un lado a otro cautelosa, incisiva bajo las sombras, cada centímetro que se aproximaba podía sentirlo más real, como si pudiese sentir su respiración, ligeramente agitada o escuchar el compás agitado de su corazón.
Se detuvo en seco poco antes de arrollar a una señorita de piel trigueña, cabellos caoba y mirada oscura y penetrante que le dedico una mirada fulminante antes de seguir su camino… parecía apurada. Cattleya arrugó la nariz cuando el mismo olor a podredumbre que había capturado de su visión se adentró en sus fosas nasales. Extraño. Ya se encontraba en la plaza, el espectáculo había acabado, la multitud se dispersaba, pero en ningún rostro halló la imagen que buscaba. Su mirada se deslizó en dirección a la horca. Nada. Al pobre diablo que hubiesen colgado ya lo habían bajado también.
Un pequeño de terror se escapó de sus labios cuando alguien vociferó a sus espaldas. Le tomó por sorpresa, a decir verdad, de tal forma que perdió el equilibrio y cayó del animal, dando de bruces contra el sueño. Era la voz de su fantasma, ordenándole salir de su mente. Un hombre se aproximó en su auxilio. Cattleya soltó un quejido de dolor.
— ¡No, tú sal de mi cabeza! — espetó al aire de vuelta, disponiéndose a levantarse.
Un par de miradas críticas recayeron sobre ella, incluida la del sujeto que si bien antes tenía intención de ayudar, prefirió alejarse sin más. La castaña se colocó en pie sobándose el brazo derecho y acto seguido se sacudió el vestido, tratando de ignorar el calentón que le sonrojó las mejillas. Se restregó el rostro avergonzada y con la mirada gacha tomó las riendas del animal y resignada lo guio de vuelta por donde había llegado. ¿Qué era lo qué estaba haciendo? O peor aún ¿Qué era lo que esperaba encontrar? Estaba demente, esa era la única explicación lógica.
Fue entonces, justo cuando creyó haberse rendido que captó con el rabillo del ojo el callejón por el que había visto andar al hombre en su imaginación. El palpitar de su corazón se aceleró considerablemente, la ansiedad corroía sus entrañas. A paso titubeante se encaminó por aquel estrecho pasadizo, el murmullo de la gente se perdía tras ella y todo cuanto podía escuchar era el eco de los casquillos del animal golpeando a ritmo armonioso los desgastados adoquines.
De nuevo lo vio, allí, de pie en una especie de… ¿almacén? lo más extraño de todo aquello era que ahora podía percatarse de la presencia de otros fantasmas que le acompañaban, pero ninguno de ellos parecía realmente un espectro y ninguno parecía percatarse de su presencia. Cattleya continuó avanzando por la callejuela, mientras, ante sus ojos, la imagen ajena a su espacio, rodaba en su cabeza. El joven tomaba. Seth y otro muchacho apuesto tenían apresados a lo que parecían dos lobos, un macho y una hembra. ¿Cazadores?... ¡¿cazadores?! Justo cuando pensaba que no podía estar más loca, resultaba que el hombre de su imaginación era un cazador… espléndido.
El joven tomó la base de una botella rota y a sangre fría zanjó el rostro de la mujer. La hechicera se llevó la diestra a la boca mientras contemplaba la escena con estupefacción. Podía estar en su cabeza pero se veía bastante gráfica y real.
— No, no… ¡déjala ir! no eres así — Suplicó a nadie
Esta vez el joven le respondió exigiéndole de nuevo que lo dejara en paz, aseverando que no lo conocía. Para ese momento ella ya había alcanzado la puerta del almacén donde supuestamente se encontraba el espectro.
— Tienes razón… —Afirmó nerviosa, tratando de abrir la puerta, mas esta estaba asegurada— No te conozco, no del todo… pero no tienes que hacer esto, yo sé que eres mejor que esto —Las palabras le salían temblorosas. Ganaba tiempo mientras, desesperada, intentaba recordar el hechizo de las cerraduras — Tiene que haber otra forma.
El estallido de la botella resonó en el interior. Los ojos de la hechicera se abrieron como platos.
— Aperire cincinno
Las palabras emergieron ausentes de su boca. Inmediatamente empujó la puerta y esta se abrió de par en par, al interior del local, la misma escena que tan vívida se reproducía en su mente ahora tomaba lugar frente a sus ojos. Sus pardos se conectaron con los de Seth, el corazón se le cayó a los pies, las piernas le temblaron, un agujero negro absorbía todo en su interior. Era él… era real y ese momento, en una infinidad de segundo, se sintió completamente mágico.
Una pena que no duró, pues aprovechando la conmoción del momento, el lobo se deshizo del agarre, golpeando al joven que lo retenía y tras empujar Seth con fuerza hacia la pared, despejó el camino a su compañera para que huyera. Así con mirada fiera y velocidad sobrenatural, ambas criaturas corrieron hacia la salida que, casualmente, era justo donde ella se encontraba parada.
Cattleya Indih- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 17/05/2018
Re: The Wicked Game (privado)
No hacía más de tres días que habían arribado en París, pero Lys ya se había convencido a sí misma de que detestaba el lugar. Las calles eran desagradables estaban cubiertas de basura y olían a desecho y putrefacción; la miseria carcomía la ciudad hasta los cimientos y los gobernantes de aquel devastado pueblo no parecían tener intención de hacer algo al respecto. Por supuesto, por el estatus de su padre putativo la pobreza no era una condición que tuviese que enfrentar, pero no podía evitar que la situación le enfureciera, mucho más cuando ella la había vivido en carne propia. Era cierto que sus habilidades sociales no eran las mejores, pero aquello no la eximía de sentir empatía.
Al abandonar París, Bastien vendió su antigua propiedad, por lo que habían tenido que acomodarse en un lugar completamente nuevo. Para ser honesta, a pesar de los contras, la nueva mansión no pintaba para nada mal: sí, era cierto, estaba bastante alejada de la ciudad, muy cerca de la frontera norte, pero era considerablemente grande, contaba con los espacios ideales para entrenar y un bonito jardín en el que plantarían el acónito, el serbal del cazador y las orquídeas que tanto le gustaban a su padre.
Un trasteo desde Norteamérica a Europa no era nada barato así que a Francia sólo habían cargado con lo necesario y lo demás habrían de adquirirlo allí. Hasta ahora se estaban acomodando y como era de esperarse, por ser ella la más responsable, Bastien había dejado la organización a su cargo, concediéndole el pequeño placer de tener el control. Mientras el cazador se ocupaba de otros asuntos, tanto a Connor como a Seth les fue ordenado ayudarla con todo el asunto de la mudanza. Por supuesto, con toda la servidumbre a la disposición y una nueva ciudad dispuesta ser explorada, los jóvenes habían pasado del asunto, y ella, en su afán de independencia, tampoco los quiso obligar.
No obstante, cuando su padre la llamó furioso al enterarse de que el dúo dinámico había sacado un par de armas del depósito y partido en dirección a la ciudad, entendió lo terrible de su equivocación. Durante todo el trayecto les fue resaltado la importancia mantener un perfil bajo, pues era el elemento sorpresa era la mejor ventaja con la que contaban en aquel momento; el cazador había pasado tanto tiempo entre las sombras que era improbable que alguien esperase su regreso.
Cuando el momento fuese el indicado ellos atacarían, pero antes Bastien había de comunicarse con unos viejos contactos, armar una comitiva, reanudar la producción de armas y, por supuesto, dar con la ubicación del enemigo principal. La paciencia y la cautela eran claves para mantener la utilidad de su ventaja, pero ese par de bobos no sabía escuchar. En tanto los encontrara los iba a estrangular.
Rabiosa, Lys se armó con sus par de Kindjals, se enroscó el látigo de electro al antebrazo derecho, se cubrió con una capa y salió como alma que lleva el diablo en busca de esos que consideraba hermanos. Debía admitir que ese tipo de comportamiento, impetuoso e irresponsable, le sorprendía mucho más de Connor que de Seth, e incluso aunque no podía negar que a ambos los quería, esos dos tenían talento para sacarla de quicio.
Su padre no guardaba secretos con ellos, siempre los mantenía bien documentados del estatus de las cruzadas y sus misiones, así que para los jóvenes no era ningún secreto que un punto clave de información era el tráfico de cadáveres en la plaza de ejecuciones, lo más probable era que los encontrase allí, el epicentro del comercio de los parias de la sociedad, esos que nadie quería velar pero que sí servían como buena fuente de proteína a los licántropos más jóvenes. Desagradable.
Una vez allí, la cazadora recorrió la plaza, tanto a pie como con la mirada pero no halló señal alguna de sus presas. Fue entonces cuando una desquiciada casi le pasa por encima con un caballo. Lys, que de por sí, ya iba irritada, fulminó con una mirada labrada en los nueve infiernos a la jovencita, de no ser porque iba de afán, probablemente le hubiera cantado las cuarenta, pero optó por la prudencia y retomó su camino, no por ello menos enfadada.
Se había desplazado por un estrecho callejón, pasando de largo por la puerta del almacén donde se encontraban sus hermanos al virar por el lado equivocado, cuando afinó el oído y escuchó un par de estruendos y un bullicio en alza a sus espaldas. Sin pensarlo dos veces, la castaña se volvió rauda y se precipitó en dirección a la algarabía.
Lo que vio fue a la loca del caballo ser lanzada por los aires por una mujer de cabellera rubia y fuerza sobrehumana, seguida del animal que, espantado por la cara deformada del lobo que corría tras la segunda, huyó veloz en la dirección contraria. Lys gruñó y sin vacilación alguna corrió tras el licántropo, extendió el látigo y con este le envolvió el tobillo, haciéndolo perder el equilibrio y evitando que huyera exitosamente como la compañera. Acto seguido, la cazadora desenfundó una de las dagas circasianas y con ella apuntó directo a la yugular de la bestia.
La desquiciada, se levantó del suelo con cierta dificultad y dejó escapar un quejido mientras se sobaba la cabeza, quizá por la pérdida del animal o quizá de dolor… a quién le importaba. Fue entonces cuando Seth y Connor aparecieron en escena. Lys afilo la mirada y se inclinó sobre el hijo de la noche que le gruñía y la fulminaba con las orbes refulgentes como dos gigantes rojas.
— ¿Qué tan vivo necesitamos al tipo? — Inquirió, ladeando la cabeza, contemplando con desdén a la criatura. Connor hizo un ademán con la mano que le indicaba un “más o menos”. Ella asintió— Bien
Sin meditarlo ensartó el filo argentado de su daga en el muslo del lobo.
— ¡No! — vociferó la hechicera, contemplándola desconcertada.
Demasiado tarde. Lys extirpó la daga, se levantó e ignorándola, fijó la mirada en los dos muchachos.
— ¿Quién es esta? — Preguntó en inflexión incisiva— ¿Debería matarla?
Al abandonar París, Bastien vendió su antigua propiedad, por lo que habían tenido que acomodarse en un lugar completamente nuevo. Para ser honesta, a pesar de los contras, la nueva mansión no pintaba para nada mal: sí, era cierto, estaba bastante alejada de la ciudad, muy cerca de la frontera norte, pero era considerablemente grande, contaba con los espacios ideales para entrenar y un bonito jardín en el que plantarían el acónito, el serbal del cazador y las orquídeas que tanto le gustaban a su padre.
Un trasteo desde Norteamérica a Europa no era nada barato así que a Francia sólo habían cargado con lo necesario y lo demás habrían de adquirirlo allí. Hasta ahora se estaban acomodando y como era de esperarse, por ser ella la más responsable, Bastien había dejado la organización a su cargo, concediéndole el pequeño placer de tener el control. Mientras el cazador se ocupaba de otros asuntos, tanto a Connor como a Seth les fue ordenado ayudarla con todo el asunto de la mudanza. Por supuesto, con toda la servidumbre a la disposición y una nueva ciudad dispuesta ser explorada, los jóvenes habían pasado del asunto, y ella, en su afán de independencia, tampoco los quiso obligar.
No obstante, cuando su padre la llamó furioso al enterarse de que el dúo dinámico había sacado un par de armas del depósito y partido en dirección a la ciudad, entendió lo terrible de su equivocación. Durante todo el trayecto les fue resaltado la importancia mantener un perfil bajo, pues era el elemento sorpresa era la mejor ventaja con la que contaban en aquel momento; el cazador había pasado tanto tiempo entre las sombras que era improbable que alguien esperase su regreso.
Cuando el momento fuese el indicado ellos atacarían, pero antes Bastien había de comunicarse con unos viejos contactos, armar una comitiva, reanudar la producción de armas y, por supuesto, dar con la ubicación del enemigo principal. La paciencia y la cautela eran claves para mantener la utilidad de su ventaja, pero ese par de bobos no sabía escuchar. En tanto los encontrara los iba a estrangular.
Rabiosa, Lys se armó con sus par de Kindjals, se enroscó el látigo de electro al antebrazo derecho, se cubrió con una capa y salió como alma que lleva el diablo en busca de esos que consideraba hermanos. Debía admitir que ese tipo de comportamiento, impetuoso e irresponsable, le sorprendía mucho más de Connor que de Seth, e incluso aunque no podía negar que a ambos los quería, esos dos tenían talento para sacarla de quicio.
Su padre no guardaba secretos con ellos, siempre los mantenía bien documentados del estatus de las cruzadas y sus misiones, así que para los jóvenes no era ningún secreto que un punto clave de información era el tráfico de cadáveres en la plaza de ejecuciones, lo más probable era que los encontrase allí, el epicentro del comercio de los parias de la sociedad, esos que nadie quería velar pero que sí servían como buena fuente de proteína a los licántropos más jóvenes. Desagradable.
Una vez allí, la cazadora recorrió la plaza, tanto a pie como con la mirada pero no halló señal alguna de sus presas. Fue entonces cuando una desquiciada casi le pasa por encima con un caballo. Lys, que de por sí, ya iba irritada, fulminó con una mirada labrada en los nueve infiernos a la jovencita, de no ser porque iba de afán, probablemente le hubiera cantado las cuarenta, pero optó por la prudencia y retomó su camino, no por ello menos enfadada.
Se había desplazado por un estrecho callejón, pasando de largo por la puerta del almacén donde se encontraban sus hermanos al virar por el lado equivocado, cuando afinó el oído y escuchó un par de estruendos y un bullicio en alza a sus espaldas. Sin pensarlo dos veces, la castaña se volvió rauda y se precipitó en dirección a la algarabía.
Lo que vio fue a la loca del caballo ser lanzada por los aires por una mujer de cabellera rubia y fuerza sobrehumana, seguida del animal que, espantado por la cara deformada del lobo que corría tras la segunda, huyó veloz en la dirección contraria. Lys gruñó y sin vacilación alguna corrió tras el licántropo, extendió el látigo y con este le envolvió el tobillo, haciéndolo perder el equilibrio y evitando que huyera exitosamente como la compañera. Acto seguido, la cazadora desenfundó una de las dagas circasianas y con ella apuntó directo a la yugular de la bestia.
La desquiciada, se levantó del suelo con cierta dificultad y dejó escapar un quejido mientras se sobaba la cabeza, quizá por la pérdida del animal o quizá de dolor… a quién le importaba. Fue entonces cuando Seth y Connor aparecieron en escena. Lys afilo la mirada y se inclinó sobre el hijo de la noche que le gruñía y la fulminaba con las orbes refulgentes como dos gigantes rojas.
— ¿Qué tan vivo necesitamos al tipo? — Inquirió, ladeando la cabeza, contemplando con desdén a la criatura. Connor hizo un ademán con la mano que le indicaba un “más o menos”. Ella asintió— Bien
Sin meditarlo ensartó el filo argentado de su daga en el muslo del lobo.
— ¡No! — vociferó la hechicera, contemplándola desconcertada.
Demasiado tarde. Lys extirpó la daga, se levantó e ignorándola, fijó la mirada en los dos muchachos.
— ¿Quién es esta? — Preguntó en inflexión incisiva— ¿Debería matarla?
Lys Argent- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 21/05/2018
Re: The Wicked Game (privado)
El lobo se movía, no tenía muy claro si de manera consciente o no, acercándose, inclinándose sobre ella, como el depredador que era, intentando amedrentar al ratón que creía tener delante. Laie podía verse menuda, porque no era alta precisamente, pero albergaba mucho poder en su interior, algo que, a simple vista, no se veía. Pero no negaría que sentía cierto miedo, a pesar de haber sido entrenada desde pequeña para proteger a su amiga Cattleya de cualquier ser que intentara atacarla. Aunque su función era más bien de guardiana que de protectora, dando la alarma llegado el momento. Fue en aquel instante, al pensar en ello, que se percató de que estaba perdiendo el tiempo. -Oh, no, llego tarde.- Sí, había querido hacer esperar a la joven, pero se había pasado de la ralla, una cosa eran unos minutos, la otra media hora.
Se movió hacia un lado, esquivando el cuerpo alto y fuerte del sudado licántropo, cuya mirada la atravesaba aún como mil alfileres. -Disculpa, me tengo que ir. Me esperan.- Le dio un leve empujón para que le diera paso y emprendió la carrera hacia el punto de encuentro con la otra hechicera. Se detuvo en seco al ver que no había nadie allí donde siempre quedaban y buscó alrededor, usando la diestra como visera. -¿Cattleya?- Por muchas veces que la llamó, no apareció y se vio en la obligación de recurrir a la magia para intentar localizarla.
Llevó una mano al cuello y del interior de la camisa sacó un colgante, unido a una gargantilla. Las dos tenían uno igual, disfrazado como regalo de amistad, que en realidad era una especie de brújula que su madre, Ingrid, había creado. Ella era una bruja mucho más poderosa que ambas juntas, no en vano era la protectora de la manada de Vashni. Recitó el conjuro que tenía memorizado e, igual que si fuera un péndulo, la pequeña esfera nacarada se alzó, marcando una dirección, al tiempo en que brillaba. Se delataba en parte, porque la esfera de Cattleya también brillaría ahora en su cuello, aunque no se moviera. Emprendió de nuevo la carrera, guiada por la magia de su madre, en busca de su protegida a la que deseaba, con desesperación, no haber fallado.
Se movió hacia un lado, esquivando el cuerpo alto y fuerte del sudado licántropo, cuya mirada la atravesaba aún como mil alfileres. -Disculpa, me tengo que ir. Me esperan.- Le dio un leve empujón para que le diera paso y emprendió la carrera hacia el punto de encuentro con la otra hechicera. Se detuvo en seco al ver que no había nadie allí donde siempre quedaban y buscó alrededor, usando la diestra como visera. -¿Cattleya?- Por muchas veces que la llamó, no apareció y se vio en la obligación de recurrir a la magia para intentar localizarla.
Llevó una mano al cuello y del interior de la camisa sacó un colgante, unido a una gargantilla. Las dos tenían uno igual, disfrazado como regalo de amistad, que en realidad era una especie de brújula que su madre, Ingrid, había creado. Ella era una bruja mucho más poderosa que ambas juntas, no en vano era la protectora de la manada de Vashni. Recitó el conjuro que tenía memorizado e, igual que si fuera un péndulo, la pequeña esfera nacarada se alzó, marcando una dirección, al tiempo en que brillaba. Se delataba en parte, porque la esfera de Cattleya también brillaría ahora en su cuello, aunque no se moviera. Emprendió de nuevo la carrera, guiada por la magia de su madre, en busca de su protegida a la que deseaba, con desesperación, no haber fallado.
Laie Balkan- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/05/2018
Re: The Wicked Game (privado)
No era la primera presa que salía corriendo bajo el influjo de mi lobuna mirada, seguí su estela sin comprender a que venían tantas prisas.
Enarqué una ceja recorriendo con mis ámbar todo el lugar ¿donde estaba la hija de Vashni? ¡Mierda! Conociéndola de seguro se había metido en algún problema y sabiendo del vinculo que compartía con la hechicera esta debía haber percibido los aprietos de su amiga.
Miré hacia el campo de entrenamiento, bien sabia que de no volver a el el maestro le iría con el cuento al alfa y me caería una buena, el jefe de armas no se veía el modo de librarse de mi, muchos de los miembros de esa manada veían en mi a un omega, el peligro del que no se integra.
Devolví mi mirada a la bruja que corría rumbo a las caballerizas, no lo pensé salí corriendo tras ella dándole alcancé ras el porton de las mismas.
-¿es Cattleya? -pregunté con el gesto serio.
Debía mucho a Vashni y tenia cierto apego por su hija, no era capaz de sentirme muy unido a nada, era un lobo solitario, pero al menos tenia que reconocerles que me habían ayudado y si yo podía devolver el favor de algún modo, ademas, escaquearme, lo haría.
-Vamos bruja .dije ensillando una montura con premura -si esta en peligro sola no vas a poder salvarla, me necesitas.
Ella parecía reticente a recibir mi ayuda, pero supongo que las prisas ayudaron a que acabara cediendo, ambos emprendimos camino a través del ruidoso bosque plagado de pajares, alimañas y depredadores.
La bruja miraba un colgante iluminado que no se bien como guiaba su paso, tras una hora de viaje al galope entramos en la bulliciosa ciudad, atravesamos varias callejuelas hasta alcanzar una plaza abarrotada de gente donde los reos cumplían su penitencia colgando de las sogas para ellos dispuestas.
Los que tenían mas suerte acaban con la cabeza puesta sobre un tronco y era el hacha la que les daba penitencia, sin duda mas rápida y dulce esa muerte que la de la soga.
-¿donde esta? -pregunté a Laie -¿estas segura de que ha venido aquí, la hija de Vashni no aparenta de las que vienen a disfrutar de un espectáculo de este tipo.
Enarqué una ceja recorriendo con mis ámbar todo el lugar ¿donde estaba la hija de Vashni? ¡Mierda! Conociéndola de seguro se había metido en algún problema y sabiendo del vinculo que compartía con la hechicera esta debía haber percibido los aprietos de su amiga.
Miré hacia el campo de entrenamiento, bien sabia que de no volver a el el maestro le iría con el cuento al alfa y me caería una buena, el jefe de armas no se veía el modo de librarse de mi, muchos de los miembros de esa manada veían en mi a un omega, el peligro del que no se integra.
Devolví mi mirada a la bruja que corría rumbo a las caballerizas, no lo pensé salí corriendo tras ella dándole alcancé ras el porton de las mismas.
-¿es Cattleya? -pregunté con el gesto serio.
Debía mucho a Vashni y tenia cierto apego por su hija, no era capaz de sentirme muy unido a nada, era un lobo solitario, pero al menos tenia que reconocerles que me habían ayudado y si yo podía devolver el favor de algún modo, ademas, escaquearme, lo haría.
-Vamos bruja .dije ensillando una montura con premura -si esta en peligro sola no vas a poder salvarla, me necesitas.
Ella parecía reticente a recibir mi ayuda, pero supongo que las prisas ayudaron a que acabara cediendo, ambos emprendimos camino a través del ruidoso bosque plagado de pajares, alimañas y depredadores.
La bruja miraba un colgante iluminado que no se bien como guiaba su paso, tras una hora de viaje al galope entramos en la bulliciosa ciudad, atravesamos varias callejuelas hasta alcanzar una plaza abarrotada de gente donde los reos cumplían su penitencia colgando de las sogas para ellos dispuestas.
Los que tenían mas suerte acaban con la cabeza puesta sobre un tronco y era el hacha la que les daba penitencia, sin duda mas rápida y dulce esa muerte que la de la soga.
-¿donde esta? -pregunté a Laie -¿estas segura de que ha venido aquí, la hija de Vashni no aparenta de las que vienen a disfrutar de un espectáculo de este tipo.
Derek- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 12
Fecha de inscripción : 18/05/2018
Re: The Wicked Game (privado)
Ante sus ojos se desarrolló una escena caótica: una chica morena irrumpió en el viejo almacén increpándole a Seth que él no era así, que dejase a la rubia licántropa en paz. ¿Quién era esa mujer? Seth no había estado muy centrado esos días desde que llegaron a París pero lo negaba y hacía como que no sucedía nada. Él bien sabía que no era cierto, eran como hermanos, y lo había dejado pasar porque consideraba que sería algún viejo fantasma que necesitaba procesar y expiar. Pero no le había afectado a la caza...hasta ahora. Eso no iba a dejarlo pasar, de su boca salió un "Seth, qué coño haces??!!" cuando se quedó traspuesto y el lobo se soltó dándole a la rubia unos segundos preciosos de forma que ambos emprendieron la huida como fieras en estampida.
Por la puerta asomó Lys, la pequeña fiera que Bastien adoptó años atrás y a la cual trató como a su propia hija, dándole tal rango año y medio después. Letal, implacable, meticulosa, eficiente...una gran cazadora. Le preguntó si lo necesitaban vivo y él se encogió de hombros con un breve gesto. Eso significaba que vivo sí, pero entero no era necesario, una vez obtuviesen la información que requerían, en realiudad no le haría falta para nada.
Resopló, sin dudar ni un instante en que Lys le daría caza a la bestia, pero por contrta Seth se había quedado parado y la otra loba corría hacia la puerta en frenesí, donde se encontraba la otra muchacha haciendo de tope. Corrió subiéndose a unas cajas y desde allí se lanzó sin pensárselo dos veces impactando contra el cuerpo peludo de la rubia, ahora transformada en la criatura abominable que era y rodando ambos por el suecio suelo del almacén. La bestia gruñó, el cazador apretó los dientes notando algo clavado en su costado pero sin dudarlo sacó la daga retráctil hundiéndola en el abdomen de dicho monstruo, que aulló fuera de sí. Iba a descargar su garra afilada contra la cara de Connor, probablemente sacándole un ojo o destrozándole la carne, pero el brazo de un Seth repuesto de la impresión se interpuso providencialmente y Connor pudo sacar el brazo que tenía atrapado bajo el enorme cuerpo de la licántropa para ensartar otra daga retráctil en su pecho.
La sangre salpicó su rostro, las babas del lobo cayeron sobre su pelo y torció un gesto de asco, pero consiguió sacar fuerzas para empujarla con las rodillas y sacársela de encima, ahora Seth tendría que lidiar con ella porque al llevarse la mano al abdomen notó como un hierro oxidado atravesaba su carne desde encima del riñón derecho saliendo por el costado. Mierda. Eso como mínimo sería una infección de caballo.
Por la puerta asomó Lys, la pequeña fiera que Bastien adoptó años atrás y a la cual trató como a su propia hija, dándole tal rango año y medio después. Letal, implacable, meticulosa, eficiente...una gran cazadora. Le preguntó si lo necesitaban vivo y él se encogió de hombros con un breve gesto. Eso significaba que vivo sí, pero entero no era necesario, una vez obtuviesen la información que requerían, en realiudad no le haría falta para nada.
Resopló, sin dudar ni un instante en que Lys le daría caza a la bestia, pero por contrta Seth se había quedado parado y la otra loba corría hacia la puerta en frenesí, donde se encontraba la otra muchacha haciendo de tope. Corrió subiéndose a unas cajas y desde allí se lanzó sin pensárselo dos veces impactando contra el cuerpo peludo de la rubia, ahora transformada en la criatura abominable que era y rodando ambos por el suecio suelo del almacén. La bestia gruñó, el cazador apretó los dientes notando algo clavado en su costado pero sin dudarlo sacó la daga retráctil hundiéndola en el abdomen de dicho monstruo, que aulló fuera de sí. Iba a descargar su garra afilada contra la cara de Connor, probablemente sacándole un ojo o destrozándole la carne, pero el brazo de un Seth repuesto de la impresión se interpuso providencialmente y Connor pudo sacar el brazo que tenía atrapado bajo el enorme cuerpo de la licántropa para ensartar otra daga retráctil en su pecho.
La sangre salpicó su rostro, las babas del lobo cayeron sobre su pelo y torció un gesto de asco, pero consiguió sacar fuerzas para empujarla con las rodillas y sacársela de encima, ahora Seth tendría que lidiar con ella porque al llevarse la mano al abdomen notó como un hierro oxidado atravesaba su carne desde encima del riñón derecho saliendo por el costado. Mierda. Eso como mínimo sería una infección de caballo.
Connor Drake- Cazador Clase Media
- Mensajes : 15
Fecha de inscripción : 18/05/2018
Re: The Wicked Game (privado)
La puerta se abrió de golpe, frente a frente con esa amiga invisible que me acompañaba desde que era un infante y que últimamente había tratado de esquivar, ya no era un niño si no un hombre que compartía demasiados momentos con alguien que no existía, un fantasma que ahora tenía delante.
Abrí los ojos de forma desmesurada hundiéndolos en los de la morena que a través de la puerta hundía en los míos sus dos enormes esferas.
Todo sucedía deprisa, aunque para mi mas bien pasaba a cámara lenta.
-¿Eres real?
Por un momento me importaban poco esos licanos y la misión, estaba abducido por la imagen perfecta de la que yo había catalogado como la mujer de mis sueños.
Fue entonces cuando el hombre lobo se soltó de Connor aprovechando el desconcierto y sin pensarlo se abrió paso para liberar a la mujer que sangraba con el rostro desfigurado.
Yo un cazador experimentado ahora parecía un muñeco de trapo, balbuceando como un estúpido incapaz de dejar de mirarla.
No se bien el tiempo que nos sostuvimos la mirada dibujando la figura del otro hasta que..
-¡Cuidado! -rugí al ver que la rubia arrollaba a Cattleya. El hombre medio trasformado en lobo seguía a su amiga pasando por encima de la morena. Por suerte Lys interceptó a este ultimo con su látigo preguntando a Connor cuan vivo lo necesitaba, no dudé ni por un momento que lo reduciría.
Lys no era la primera vez que nos salvaba el culo y no porque lo necesitáramos, en la caza Connor y yo eramos implacables, pero también eramos un desastre saliendo de fiesta y no era la primera vez que borrachos nos habíamos metido en problemas.
Connor actuó con presteza lanzándose sobre la peluda rubia mientras yo ayudaba a mi “amiga” a ponerse en pie nuevamente.
El cazador lucho cuerpo a cuerpo con la bestia, pero las cosas parecían complicarsele, cuerpo contra cuerpo la fuerza de la loba se imponía y a punto estuvo de sajarle a mi amigo la cara, con presteza interpuse mi brazo en el destino, sentí como parte de la garra en el se hundía, pero llevaba un escudo en el antebrazo que freno parte del rasguño.
Connor quedando liberado hundió la daga en la fiera y de una patada se la sacó de encima.
Esta vez yo me interpuse entre un Connor herido y una licano que se alaba de nuevo dispuesta a terminar su trabajo.
-perrita mala -dije ladeando la sonrisa mientras desenvainaba mis dos dagas curvas -bailemos puta -rugí lanzándome contra ella.
Movimientos, raudas, letales, mis aceros sajaron el cuerpo por varias partes, la loba trataba de acertarme, pero mis filos estaban bañados en acónito así que pronto se tambaleó incapaz de prestarme combate.
Cayó hacia atrás, sobre su vientre quedaron mis pies, el grito de la morena retumbó a mis espaldas con un ahogado no lo hagas.
No la escuché no cometería le mismo error por segunda vez.
Hundí sendos filos en el pecho y sin pensarlo tiré de los mangos haciendo palanca para abrir sus costillas, su esternón y dejar un corazón abierto de cascaron que arranqué con mi mano de forma sádica.
No volvería a ponerse en pie.
-¡Connor! -rugí corriendo hacia él.
Abrí los ojos de forma desmesurada hundiéndolos en los de la morena que a través de la puerta hundía en los míos sus dos enormes esferas.
Todo sucedía deprisa, aunque para mi mas bien pasaba a cámara lenta.
-¿Eres real?
Por un momento me importaban poco esos licanos y la misión, estaba abducido por la imagen perfecta de la que yo había catalogado como la mujer de mis sueños.
Fue entonces cuando el hombre lobo se soltó de Connor aprovechando el desconcierto y sin pensarlo se abrió paso para liberar a la mujer que sangraba con el rostro desfigurado.
Yo un cazador experimentado ahora parecía un muñeco de trapo, balbuceando como un estúpido incapaz de dejar de mirarla.
No se bien el tiempo que nos sostuvimos la mirada dibujando la figura del otro hasta que..
-¡Cuidado! -rugí al ver que la rubia arrollaba a Cattleya. El hombre medio trasformado en lobo seguía a su amiga pasando por encima de la morena. Por suerte Lys interceptó a este ultimo con su látigo preguntando a Connor cuan vivo lo necesitaba, no dudé ni por un momento que lo reduciría.
Lys no era la primera vez que nos salvaba el culo y no porque lo necesitáramos, en la caza Connor y yo eramos implacables, pero también eramos un desastre saliendo de fiesta y no era la primera vez que borrachos nos habíamos metido en problemas.
Connor actuó con presteza lanzándose sobre la peluda rubia mientras yo ayudaba a mi “amiga” a ponerse en pie nuevamente.
El cazador lucho cuerpo a cuerpo con la bestia, pero las cosas parecían complicarsele, cuerpo contra cuerpo la fuerza de la loba se imponía y a punto estuvo de sajarle a mi amigo la cara, con presteza interpuse mi brazo en el destino, sentí como parte de la garra en el se hundía, pero llevaba un escudo en el antebrazo que freno parte del rasguño.
Connor quedando liberado hundió la daga en la fiera y de una patada se la sacó de encima.
Esta vez yo me interpuse entre un Connor herido y una licano que se alaba de nuevo dispuesta a terminar su trabajo.
-perrita mala -dije ladeando la sonrisa mientras desenvainaba mis dos dagas curvas -bailemos puta -rugí lanzándome contra ella.
Movimientos, raudas, letales, mis aceros sajaron el cuerpo por varias partes, la loba trataba de acertarme, pero mis filos estaban bañados en acónito así que pronto se tambaleó incapaz de prestarme combate.
Cayó hacia atrás, sobre su vientre quedaron mis pies, el grito de la morena retumbó a mis espaldas con un ahogado no lo hagas.
No la escuché no cometería le mismo error por segunda vez.
Hundí sendos filos en el pecho y sin pensarlo tiré de los mangos haciendo palanca para abrir sus costillas, su esternón y dejar un corazón abierto de cascaron que arranqué con mi mano de forma sádica.
No volvería a ponerse en pie.
-¡Connor! -rugí corriendo hacia él.
Seth Argent- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 16
Fecha de inscripción : 17/05/2018
Re: The Wicked Game (privado)
Cattleya no terminaba de creerse lo que acontecía ante sus ojos, era surreal, cruento y en cierta forma, decepcionante…
La escena se desarrollaba a gran velocidad, era demasiado para procesar. Mientras la morena se encargaba de reducir al lobo, que se revolcaba fiero por el suelo, estrangulándolo con el látigo de electro, los otros dos jóvenes se precipitaron hacia la hembra sin intención alguna de permitirle huir. La liquidarían, eso era seguro y aunque sabía que era una pésima idea, su moral le impedía consentirlo.
Los cazadores peleaban sin tregua. La hechicera dio un paso adelante dispuesta a interponerse mas en ese preciso momento la perla de su collar, ese que le había obsequiado Laie tantos años atrás, como aniversario de su amistad, refulgió iridiscente sobre la piel de su pecho. Como un acto reflejo su mano atrapó la esfera, escondiendo el brillo de la gema entre el puño. No entendía lo que sucedía, pero tenía claro que no podía dejarles saber que era una hechicera, si gran parte de la población de cazadores optaba por la caza de vampiros y hombres lobo, nada le aseguraba que estos se detendrían allí.
La castaña apretó los párpados y concentró su energía en la magia que destellaba el colgante, intentando comprenderla, descifrarla… le tomo un segundo y entonces, lo comprendió… era un hechizo de localización. Frunció el entrecejo, no podía confiar en Seth, sabía que estaba en apuros y, de verse en posición semejante, tres contra uno le colocaba en cierta desventaja; sin embargo, no había forma en el infierno en la que se permitiera guiar a un grupo de cazadores a su manada y mucho menos en viceversa. No tuvo que pensarlo, de un tirón se arrancó el collar y disimuladamente lo tiró a un lado.
— ¿Qué estás haciendo?
La hechicera la miró con los orbes desorbitados y los labios entreabiertos, intentando formular alguna de las excusas que barajaba en su cabeza, mas de no ser porque un grito se escapó de sus labios cuando Seth masacró a la loba con extrema violencia, lo más probable es que se hubiera quedado en blanco. El Escenario era horripilante, grotesco, aterrador… no pudo evitar imaginarse a algún miembro de la manada en la misma posición de la fallecida, eso era exactamente lo que le harían a cualquier licántropo que encontraran, lo exterminarían sin piedad o remordimiento.
Entonces la realidad la golpeó. Toda su vida, había fantaseado con un asesino desalmado. Él estaba en lo cierto, no lo conocía en lo absoluto, pero ahora dudaba querer hacerlo. Sus miradas se conectaron de nuevo por un efímero instante de desencanto; Cattleya no supo que emoción leer en la ajena, pero poco importó porque, inmediatamente, la atención de todos se desvió hacia el otro muchacho, quien aparentemente había sido herido de gravedad.
El nombre del joven fue vociferado por sus dos compañeros al unísono. “Connor”. La morena, apretó la mandíbula y estrujando con fuerza el látigo, le quebró el cuello al otro licántropo, acto seguido, se precipitó hacia el herido.
Cattaleya pasó saliva, si había un instante para huir, era ese.
La escena se desarrollaba a gran velocidad, era demasiado para procesar. Mientras la morena se encargaba de reducir al lobo, que se revolcaba fiero por el suelo, estrangulándolo con el látigo de electro, los otros dos jóvenes se precipitaron hacia la hembra sin intención alguna de permitirle huir. La liquidarían, eso era seguro y aunque sabía que era una pésima idea, su moral le impedía consentirlo.
Los cazadores peleaban sin tregua. La hechicera dio un paso adelante dispuesta a interponerse mas en ese preciso momento la perla de su collar, ese que le había obsequiado Laie tantos años atrás, como aniversario de su amistad, refulgió iridiscente sobre la piel de su pecho. Como un acto reflejo su mano atrapó la esfera, escondiendo el brillo de la gema entre el puño. No entendía lo que sucedía, pero tenía claro que no podía dejarles saber que era una hechicera, si gran parte de la población de cazadores optaba por la caza de vampiros y hombres lobo, nada le aseguraba que estos se detendrían allí.
La castaña apretó los párpados y concentró su energía en la magia que destellaba el colgante, intentando comprenderla, descifrarla… le tomo un segundo y entonces, lo comprendió… era un hechizo de localización. Frunció el entrecejo, no podía confiar en Seth, sabía que estaba en apuros y, de verse en posición semejante, tres contra uno le colocaba en cierta desventaja; sin embargo, no había forma en el infierno en la que se permitiera guiar a un grupo de cazadores a su manada y mucho menos en viceversa. No tuvo que pensarlo, de un tirón se arrancó el collar y disimuladamente lo tiró a un lado.
— ¿Qué estás haciendo?
La hechicera la miró con los orbes desorbitados y los labios entreabiertos, intentando formular alguna de las excusas que barajaba en su cabeza, mas de no ser porque un grito se escapó de sus labios cuando Seth masacró a la loba con extrema violencia, lo más probable es que se hubiera quedado en blanco. El Escenario era horripilante, grotesco, aterrador… no pudo evitar imaginarse a algún miembro de la manada en la misma posición de la fallecida, eso era exactamente lo que le harían a cualquier licántropo que encontraran, lo exterminarían sin piedad o remordimiento.
Entonces la realidad la golpeó. Toda su vida, había fantaseado con un asesino desalmado. Él estaba en lo cierto, no lo conocía en lo absoluto, pero ahora dudaba querer hacerlo. Sus miradas se conectaron de nuevo por un efímero instante de desencanto; Cattleya no supo que emoción leer en la ajena, pero poco importó porque, inmediatamente, la atención de todos se desvió hacia el otro muchacho, quien aparentemente había sido herido de gravedad.
El nombre del joven fue vociferado por sus dos compañeros al unísono. “Connor”. La morena, apretó la mandíbula y estrujando con fuerza el látigo, le quebró el cuello al otro licántropo, acto seguido, se precipitó hacia el herido.
Cattaleya pasó saliva, si había un instante para huir, era ese.
Cattleya Indih- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 10
Fecha de inscripción : 17/05/2018
Re: The Wicked Game (privado)
Lys estaba histérica, cabreadísima, furibunda; por supuesto, al evaluar la situación, de cualquier forma perdían —y ella odiaba perder— pero la vida de Connor era la primera en su lista de prioridades, estaba por encima de cualquier cruzada, así que no vaciló un instante en asesinar al licántropo, incluso si aquello implicaba que el riesgo tomado por los muchachos había sido en vano. Tendrían que buscar la información de otra manera y después de semejante incidente no les quedaría mas remedio que rendirle cuentas a Bastien.
Sin pensarlo la cazadora presionó sobre la herida haciendo todo lo humanamente posible para el escandaloso sangrado que descendía torrencial por el costado derecho del muchacho. No obstante, cuando advirtió con el rabillo del ojo las intenciones de la castaña, ordenó a Seth hacer presión y precipitó irascible hacia esta, desenvainando el kindjal y apuntándole al cuello con el filo argentado.
— ¿A dónde crees que vas? — Inquirió amenazante. La otra enarcó ambas cejas sorprendida y, por supuesto, Seth, le preguntó qué demonios hacía. Lys simplemente agarró el brazo de la muchacha, zarandeándola ligeramente y se volvió hacia su compañero para fulminarlo con sus infernales esferas— Esto es culpa tuya. Él te dijo que quería mantener un perfil bajo, te lo repitió varias veces, tú mejor que nadie deberías entender la importancia de esto pero, como siempre, tenías que desobedecerlo. —Lo acusó, señalándolo con el índice— No puedo dejar testigos que comprometan nuestra misión… Padre tendrá que lidiar con ella — Seth gruñó, seguramente iba a replicar, pero ella no se lo permitió— No tenemos tiempo para esto, hay un carruaje esperándonos al final de la calle ¡vamos! — Su mirada se deslizó hacia su congénere— Tú vienes con nosotros, si intentas algo, será la última vez que intentes nada.
Seth se cargó el peso de Connor, Lys empujó a Cattleya hacia delante acariciándole la espalda con la punta del sable y una vez en el carruaje, todos se mantuvieron silentes. La cazadora era desconfiada por naturaleza, no le agradaban los extraños y tendía a comportarse de forma hostil, básicamente, con cualquiera que no hiciera parte de su familia. No era nada personal, o al menos no lo era hasta que se percató de la forma en la que su hermano putativo contemplaba a la extraña y una emoción corrosiva le abrasó las entrañas; sin embargo, hasta entonces, la castaña parecía esforzarse en evadirle la mirada.
Negó sutilmente con la cabeza. No, no le importaba. Lo único que tenía relevancia en ese momento era la vida de su amigo. Mientras su diestra hacía presión sobre la lesión, la opuesta acariciaba delicada el rostro del cazador. Aún estaban lejos de casa. Estaba desesperada, no sabía qué hacer. Connor cada vez lucía más pálido, al tacto se sentía más frío y el líquido vital aún se derramaba a borbotones por su costado. Fue entonces cuando la voz de la desconocida rompió el silencio.
— Puedo ayudarlo —todas las miradas recayeron en la joven ante la osada aseveración — Puedo compartirle mi energía vital, no va a curarlo ni a detener el sangrado, pero al menos le dará más tiempo.
Frunció el entrecejo, ahora resultaba que la mujer era una hechicera. Su mirada buscó la de Seth titubeante, de ser otras las circunstancias no lo hubiera consentido de ninguna manera, pero aunque se mostraba recelosa a la oferta, en ese momento no parecían tener muchas otras opciones. Lys bufó y se movió a un lado para que la bruja hiciera lo que fuera que iba a hacer.
— Juro por dios que si le pasa algo…
No alcanzó a completar la frase cuando fue interrumpida por la muchacha.
— No le va a pasar nada — Aseguró con severidad.
La hechicera entrelazó su mano con la del joven, apretó los párpados y recitó algunas de palabras en latín un par de veces. “Dans vitalis navitas”. Entonces abrió los ojos y las venas de su antebrazo se comenzaron a marcar, trazando el camino hacia el brazo del cazador.
— Mientras no me sueltes, estarás bien — Se dirigió a Connor, curvando una pequeña sonrisa reconfortante.
Sin pensarlo la cazadora presionó sobre la herida haciendo todo lo humanamente posible para el escandaloso sangrado que descendía torrencial por el costado derecho del muchacho. No obstante, cuando advirtió con el rabillo del ojo las intenciones de la castaña, ordenó a Seth hacer presión y precipitó irascible hacia esta, desenvainando el kindjal y apuntándole al cuello con el filo argentado.
— ¿A dónde crees que vas? — Inquirió amenazante. La otra enarcó ambas cejas sorprendida y, por supuesto, Seth, le preguntó qué demonios hacía. Lys simplemente agarró el brazo de la muchacha, zarandeándola ligeramente y se volvió hacia su compañero para fulminarlo con sus infernales esferas— Esto es culpa tuya. Él te dijo que quería mantener un perfil bajo, te lo repitió varias veces, tú mejor que nadie deberías entender la importancia de esto pero, como siempre, tenías que desobedecerlo. —Lo acusó, señalándolo con el índice— No puedo dejar testigos que comprometan nuestra misión… Padre tendrá que lidiar con ella — Seth gruñó, seguramente iba a replicar, pero ella no se lo permitió— No tenemos tiempo para esto, hay un carruaje esperándonos al final de la calle ¡vamos! — Su mirada se deslizó hacia su congénere— Tú vienes con nosotros, si intentas algo, será la última vez que intentes nada.
Seth se cargó el peso de Connor, Lys empujó a Cattleya hacia delante acariciándole la espalda con la punta del sable y una vez en el carruaje, todos se mantuvieron silentes. La cazadora era desconfiada por naturaleza, no le agradaban los extraños y tendía a comportarse de forma hostil, básicamente, con cualquiera que no hiciera parte de su familia. No era nada personal, o al menos no lo era hasta que se percató de la forma en la que su hermano putativo contemplaba a la extraña y una emoción corrosiva le abrasó las entrañas; sin embargo, hasta entonces, la castaña parecía esforzarse en evadirle la mirada.
Negó sutilmente con la cabeza. No, no le importaba. Lo único que tenía relevancia en ese momento era la vida de su amigo. Mientras su diestra hacía presión sobre la lesión, la opuesta acariciaba delicada el rostro del cazador. Aún estaban lejos de casa. Estaba desesperada, no sabía qué hacer. Connor cada vez lucía más pálido, al tacto se sentía más frío y el líquido vital aún se derramaba a borbotones por su costado. Fue entonces cuando la voz de la desconocida rompió el silencio.
— Puedo ayudarlo —todas las miradas recayeron en la joven ante la osada aseveración — Puedo compartirle mi energía vital, no va a curarlo ni a detener el sangrado, pero al menos le dará más tiempo.
Frunció el entrecejo, ahora resultaba que la mujer era una hechicera. Su mirada buscó la de Seth titubeante, de ser otras las circunstancias no lo hubiera consentido de ninguna manera, pero aunque se mostraba recelosa a la oferta, en ese momento no parecían tener muchas otras opciones. Lys bufó y se movió a un lado para que la bruja hiciera lo que fuera que iba a hacer.
— Juro por dios que si le pasa algo…
No alcanzó a completar la frase cuando fue interrumpida por la muchacha.
— No le va a pasar nada — Aseguró con severidad.
La hechicera entrelazó su mano con la del joven, apretó los párpados y recitó algunas de palabras en latín un par de veces. “Dans vitalis navitas”. Entonces abrió los ojos y las venas de su antebrazo se comenzaron a marcar, trazando el camino hacia el brazo del cazador.
— Mientras no me sueltes, estarás bien — Se dirigió a Connor, curvando una pequeña sonrisa reconfortante.
Lys Argent- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 21
Fecha de inscripción : 21/05/2018
Re: The Wicked Game (privado)
El lobo la había seguido hasta el punto de encuentro y descubierto cómo la llamaba a gritos. Se había delatado con la desesperación tiñendo su voz, el pulso acelerado y la respiración errática. Perder a Cattleya era el peor de los errores que jamás hubiese cometido. Si bien ambas tenían la misma edad, se suponía que ella era su protectora, su guardiana secreta. Y ahora, le había fallado a Vashni, a Amara e incluso a su madre Ingrid.
Vio al joven ensillando un caballo, instándola a montar con ella para ir a buscar a la hija del alfa. Se sentía reticente, no porque fuera él, a quien a penas conocía, sino porque estaba asustada, ¿y si le había ocurrido algo a su amiga? Podía quedar mal frente a Indih, pero de nada serviría el orgullo a la hora de salvar una vida. -De acuerdo, vayamos.- Aceptó, subiéndose con Derek al corcel y juntos emprendieron camino al galope con el mágico colgante como brújula.
Una vez llegaron a la ciudad, fue más complicado moverse a caballo, por lo que tuvieron que reducir el ritmo al trote y, en algunas callejuelas, incluso al paso. Finalmente, alcanzaron la plaza de las ejecuciones, donde el collar pareció volverse loco y casi la cegó con su brillo, además de vibrar sin parar sobre su esternón, prácticamente ardiendo. Rodeó el péndulo con la mano derecha, cobijándolo con los cinco dedos y recitó de nuevo las palabras del hechizo, apagándolo. -Está aquí.- Aseguró, bajándose de la montura sin esperar siquiera a que él se moviera un poco. Había mucha gente, gritos, movimientos de un lado a otro. Era extraño, más que nada porque en aquellos instantes nadie pendía de la horca, así que no tenía claro del motivo por el que había tanto ajetreo. Sin embargo, tuvo una corazonada y se giró a enfrentar los azules orbes del licántropo. -Creo que es por ahí.- Señaló la zona con más tumulto y se dirigió hacia allí, esperando que el contrario la siguiera. Se tuvo que abrir paso a codazos entre el gentío, hasta que se abrió un claro por un callejón donde, en el suelo, había un tipo tendido y un charco de sangre. Pasó frente al cadáver, arrancando a la carrera, guiada por un instinto que no tenía ni idea de dónde había salido. No dejó de avanzar hasta dar con un viejo almacén, del que escuchó salir un grito. -¡Corre!- Instó a Derek que iba justo a su lado ya y ambos irrumpieron en el lugar, pero estaba vacío, así que buscaron otra puerta de salida y se dirigieron a ella, la cual daba a la calle y allí se encontraron con un joven en el suelo, Cattleya sobre él y otros dos jóvenes de pie, observando la escena. ¿Qué había ocurrido? Los presentes centraron la mirada en aquellos dos intrusos. Laie dio un paso al frente para acercarse, pero los dos que estaban de pie, como gorilas, se interpusieron en su camino. -¿Quiénes sois vosotros? ¿Qué hacéis con mi amiga?-
Vio al joven ensillando un caballo, instándola a montar con ella para ir a buscar a la hija del alfa. Se sentía reticente, no porque fuera él, a quien a penas conocía, sino porque estaba asustada, ¿y si le había ocurrido algo a su amiga? Podía quedar mal frente a Indih, pero de nada serviría el orgullo a la hora de salvar una vida. -De acuerdo, vayamos.- Aceptó, subiéndose con Derek al corcel y juntos emprendieron camino al galope con el mágico colgante como brújula.
Una vez llegaron a la ciudad, fue más complicado moverse a caballo, por lo que tuvieron que reducir el ritmo al trote y, en algunas callejuelas, incluso al paso. Finalmente, alcanzaron la plaza de las ejecuciones, donde el collar pareció volverse loco y casi la cegó con su brillo, además de vibrar sin parar sobre su esternón, prácticamente ardiendo. Rodeó el péndulo con la mano derecha, cobijándolo con los cinco dedos y recitó de nuevo las palabras del hechizo, apagándolo. -Está aquí.- Aseguró, bajándose de la montura sin esperar siquiera a que él se moviera un poco. Había mucha gente, gritos, movimientos de un lado a otro. Era extraño, más que nada porque en aquellos instantes nadie pendía de la horca, así que no tenía claro del motivo por el que había tanto ajetreo. Sin embargo, tuvo una corazonada y se giró a enfrentar los azules orbes del licántropo. -Creo que es por ahí.- Señaló la zona con más tumulto y se dirigió hacia allí, esperando que el contrario la siguiera. Se tuvo que abrir paso a codazos entre el gentío, hasta que se abrió un claro por un callejón donde, en el suelo, había un tipo tendido y un charco de sangre. Pasó frente al cadáver, arrancando a la carrera, guiada por un instinto que no tenía ni idea de dónde había salido. No dejó de avanzar hasta dar con un viejo almacén, del que escuchó salir un grito. -¡Corre!- Instó a Derek que iba justo a su lado ya y ambos irrumpieron en el lugar, pero estaba vacío, así que buscaron otra puerta de salida y se dirigieron a ella, la cual daba a la calle y allí se encontraron con un joven en el suelo, Cattleya sobre él y otros dos jóvenes de pie, observando la escena. ¿Qué había ocurrido? Los presentes centraron la mirada en aquellos dos intrusos. Laie dio un paso al frente para acercarse, pero los dos que estaban de pie, como gorilas, se interpusieron en su camino. -¿Quiénes sois vosotros? ¿Qué hacéis con mi amiga?-
Laie Balkan- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 12
Fecha de inscripción : 18/05/2018
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