Caminando bajo la luna te encontraste con mis colmillos.. { Aemon ~ +18 }

A veces la eternidad le parecía aburrida y monótona a Judith, ya que pasarse los días encerrada en las cuatro paredes de su casa cuando el sol estaba presente, era realmente un martírio para ella; cuando era humana le gustaba ir de un lado a otro durante todo el día y aprovechaba las horas de los días haciendo cosas productivas, pero ahora que su condición había cambiado hacía totalmente lo contrario. Se tiraba las horas haciendo las cosas que se podían hacer dentro de una casa y cuando el sol dejaba paso a la luna, salía de su "carcel" en la que vivía para pasear por cualquier lugar de París. Eso iba a hacer esa noche, se estaba preparando para salir a pasear como cada noche hacía; se había puesto la capucha de la capa que llevaba por costumbre y miraba por los grandes ventanales de la estancia que dirigían a la calle, esperando que los últimos rayos de sol dieran paso a la blanca luz de la luna.

Suspiró cuando por fin vio la gran esfera blanca y salió de la estancia dirigiéndose hacia los establos; como cada noche cabalgaba a lomos de uno de sus caballos por las empedradas calles y los paisajes nocturnos de la ciudad de las luces. Detuvo al animal cuando llegó al sitio wue solía frecuentar y lo amarró al poste que había fuera para los caballos. Abrió la puerta y se introdujo al interior de la taberna. Se dirigió a la barra y con su persuasiva mirada, miró al tabernero para que le pusiera lo de siempre; el humano de ojos color cielo no se negó a lo que la vampira le ordenó y a los pocos minutos tenía la fuerte bebida frente a los ambarinos ojos de Judith. La tranquilidad invadía a la joven mientras que bebía de su copa, pero un rato después se vio interrumpida por una de las constantes peleas que habían en la taberna cuando dos o más tipos ebrios - que se tiraban las horas bebiendo allí - disputaban sobre algo que no tenía sentido.

Judith se terminó su bebida y se levantó de su asiento tras dejar varios francos sobre la barra; miró a los borrachos que se estaban peleando con su mirada fija y aterradora a los ojos humanos y se dio la vuelta para salir de aquel mugroso sitio. Odiaba que la gente se peleara por idioteces, que se emborracharan y que se pusieran tan insoportables continuamente. Salió por la puerta maldiciendo en voz alta y antes de ponerse frente al poste donde estaba Sheer - su caballo - ,dirigió su mirada hacia el callejón que estaba al girar la calle de la taberna. Contempló como alguien dormía sobre unos cartones junto a una manta debajo de una ventana, lo que le recordó a lo que su madre le contó una vez, algo que la entristecía.

A pesar de que fuera vampira, Judith era una persona que se ponía en la piel de los demás y empatizaba con esa persona que lo estaba pasando realmente mal. Movió sus pies para dar unos pasos más, pero se detuvo al ver que uno de los tipejos que antes se estaban peleando, le estaba quitando la manta con la cual se protegía del frío el pobre vagabundo; y se dio la media vuelta en la dirección que se encontraba Judith. No le hizo falta decir nada si no que con sólo su aterradora mirada y su poder de persuadir, logró que aquel tipo le devolviera lo que había robado y saliera corriendo despavorido.

- No tomes en cuenta lo que te ha hecho ese necio, el alcohol le nubla la mente y le hace cometer estupideces. Aquí tienes, esto te pertenece. - Le dijo cuando ya estuvo frente a él, tendiéndole la manta. Al principio no le había reconocido pero después de recordar de dónde le sonaba su cara, se acordó que lo conocía de las salidas al burdel en las que acompañaba a sus amigas. - Eres el chico del burdel, lo siento no te había reconocido. No deberías de estar aquí en estas condiciones, hace mucho frío. ¿Por qué no estás en el burdel? - Le sonrió risueña y le tendió la mano. - Soy Saint 'jdor, Judith Saint 'jdor y no acepto un "No" por respuesta; así que acompáñame, te vienes a mi casa. Te vendrá bien un plato de comida caliente. - Dijo esperando a que él se levantara.

Lo acompañó hasta donde estaba su caballo y esperó a que se subiera detrás de ella para cabalgar de camino a la mansión. Lo que menos quería era volver a las cuatro paredes de su casa, porque para unas cuantas horas que tenía de libertad quería aprovecharlas; pero no quería dejar ahí tirado al cortesano y seguro que algo caliente le venía bien para el cuerpo.

Había sido una buena noche. Fruta y ropa para los huerfanos, un par de niños curados, un parto bien llevado por la tarde y un poco antes me había follado, literalmente, a una extraña pareja de comerciantes adinerados. ¿Beneficios? Un buen polvo, la ropa para los niños, un poco de fruta para ellos y otro poco para mí. Además, había sido un pelín egoista quedándome una manta para mí pero hacía frío y hoy no había reservado habitación en el burdel y se me había acabado el mes pagado por una mujer de bien de París a la que había hecho un trabajito. Así que para dormir en la calle ¿qué mejor que una mantita calentita y un par de manzanas?

Todo iba bien hasta que un borracho decidió que su noche era mejor que la mía y sus chorradas más interesantes que mi sueño. Tampoco es que yo fuese muy listo yendo a dormir tras una taberma junto a la salida de la chimenea para que los ladrillos más calientes diesen en mi espalda y al menos no congelarme. Sobre mí una ventana y a los lados cartones para mantener el calor dentro y el frío fuera. El borracho decidió que dar un tirón fuerte a lo que me cubría sería gracioso y bueno, para él seguramente lo fue. No se que pasó después. Estaba cogiendo la manta con fuerza cuando de pronto la soltó y huyó corriendo. Alcé una ceja mirando como huía y recogí una de las manzanas que parecía querer perseguirlo. Me senté en los cartones, respiré profundamente y terminé por despertarme, ya no habría quien durmiese en un rato. No es que tuviese miedo pero la adrenalina del susto inicial y del mal despertar me iban a tener en vela un buen rato.

Fue entonces cuando vi a una hermosa joven, una que había visto en el burdel más de una vez pero que nunca había querido hacer nada, no como sus amigas... La miré a los ojos y atendí a sus palabras. Me confirmó que no me equivocaba.- "Ya decía yo que me sonaba tu cuerpo... y tu cara de algo. No soy un cortesano del burdel, soy más bien... autónomo. Voy por libre aunque muchas veces vaya al burdel a buscar trabajo por un porcentaje o ellos me requieran para algún espectáculo." -Dicho esto acepté su mano para levantarme y sonreí. No me vendría nada mal un techo y una cama mejor que cuatro cartones.- "Si no puedo dar un "no" por respuesta diré que "encantado de recibir tu hospitalidad". No seré un estorbo y me comeré todo lo que me pongas delante." -Eso lo dije con un ligero sonsonete picaresco que esperaba que entendiese. No quería decir que la atacase o la violase sino más bien como un piropo de cortesano a su excitante cuerpo.

Dicho todo aquello la seguí y me monté tras ella en el poderoso corcel. No dudé en pegarme bien para no caerme, aparte de para sentir su cuerpo contra el mío. Si decía algo le respondería que necesitaba calor humano, que la noche era fría; aunque ella estaba también bastante fría, lo que me hizo pensar que tal vez no fuese tan buena idea dejarme llevar, pero la vida te da caminos y siempre acabas eligiendo uno. Yo elegí seguirla. Una vez montado rodeé su cintura con los brazos y noté sus nalgas contra mi falo.- "¿Y qué me prepararás? Se me hace la boca agua. Quizás pueda seer yo quien te prepare algo aunque tendré que ver que tienes en la despensa." -Apoyé la barbilla en su hombro y miré de reojo su canalillo.- "Gracias por tu hospitalidad. No se como pagarte esto." -De pronto caí en sus primeras palabras.- "Y no te preocupes, no suelo ver el mal en la gente sino ese rayo de esperanza por el que pueden volver a ser uno más junto a todos." -Se estaba bien sobre aquél caballo y tras aquella joven. ¿Qué me depararía la noche?