AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Mascarada {velada privada}
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Mascarada {velada privada}
“Al morir el día, las sombras asechan, los demonios despiertan y una ejecución es bastante incierta”
Sus codos reposaban sobre lo blanquecino de aquella mesa estática en medio de la gran habitación. Frente a su cuerpo un espejo lo reflejaba todo, un par de mucamas se apresuraban a dejarlo todo completamente impecable, cada detalle, por más insignificante que este sea debía ser atendido por las señoritas que ahora mismo se disputan entre sus pensamientos el salir huyendo de allí o quedarse, sea cual fuese su decisión reconocían el estar completamente perdidas en las manos de su Señora. El aliento de una mujer hermosa choca repentinamente contra el cristal de un espero hermosamente adoquinado con hierro forjado, más el vapor que pudiese empañar tan bella joya reflejante no se puede apreciar, no existe muerto alguno que pueda dejar su esencia en el vivo cristal. Sobre una cama inservible para la dama reposa un vestido blanco y negro, la hechura presume ser bastante costosa, la tela exclama a gritos ser de las mejores si no es que exclusiva únicamente para la realeza. Eso esta noche es relativamente indiferente, las joyas que adornan el cuello de la misma mujer, son de plata con listones negros y una perfecta piedra de luna colgando, perdiéndose por completo en la pálida piel de la fémina.
Por fuera de su habitación se escuchan los pasos cansados de tres personas aproximándose. La respiración de esos humanos es percibida por la criatura que espera dentro de sus aposentos las más recientes noticias. Una copa de hermosa cristalería contiene un líquido carmesí, una fría mano la toma entre sus dedos y arrastra el objeto hasta los secos labios de un inmortal. Bebe, absorbe, succiona lentamente, tiñendo de un color escarlata su boca, dulce elixir de vida que promueve su adicción, el veneno más mortal que alguien puede poseer inconscientemente. Es esa misma copa con una marca de eternidad justo a la mitad de su estructura quien ahora se encuentra vacía, es depositada en el mismo lugar de donde fue tomada. Una piel demacrada, sin brillo, sin vida se asoma desde el otro extremo de la mesa “Alfred”. El temor de un corazón se percibe por el galope innecesario de este órgano, la sangre se bombea con mayor rapidez, esparciéndose, multiplicándose como vil bacteria en el frágil y delicado cuerpo de una inocente doncella, misma que le coloco nombre al cadáver con el cual fue llenada la copa antes mencionada.
El dedo índice de una dama acaricia el borde de la tan aclamada copa. Un cruce de miradas lo dice todo…
- Las invitaciones han sido enviadas y se confirmo la respuesta Madame, todo eslabón encajo perfectamente… - Una voz varonil rompe el silencio, terminando con lo sombrío de aquella escena, el hombre quien proclamó esas alentadoras palabras para la señora de aquel hogar, se escurrió a través de los pasillos, las puertas y la habitación sin ser detectado. Sus mañas son grandes, después de diez años trabajar bajo la enfermiza supervisión de la lady, algo tuvo que haber sacado de provecho.
El cuerpo esbelto de un espectro ambulante se pone de pie, despegando de la mesa sus codos, desfilando por sus aposentos, cual fantasma en plena agonía. Toma con sus ambas manos el blanco ropaje y se viste con él. Una de las mucamas le ayuda a estrangular su cuerpo con el corsé, los listones, el encaje, la tela… Todo cae cual grácil imagen, las piezas embonan, su belleza es incuestionable, el contraste de colores es supremo y su rostro… La frialdad es poco comparada con lo que expresa su mirada. – Podéis retiraos todos, sabéis bien que si os quedáis… - Los vacíos de la mujer que habló se posan en el inerte cadáver, la mitad de su cuerpo recostado sobre la blanca mesa y la otra extremidad en el suelo. Un suspiro anuncia la caída del crepúsculo, el aullido de lobos en algún lugar del bosque, en las profundidades de la nada; abre la puerta del infierno.
La anfitriona de esta noche baja las escaleras como ánima flotante, abarca cada laberíntico pasillo hasta llegar al salón principal donde su Mascarada se llevará a cabo. No hacía falta una decoración para esa ocasión, la infraestructura, los detalles, los cuadros, las cortinas, los candelabros, el lujoso piso, la cristalería, la filtración de la luna a través de los ventanales, la obscuridad pacífica de los rincones… Absolutamente todo daba un aspecto de lo más tétrico, pero no por ello escaso de belleza. El fúnebre panorama era esplendido, quien viese aquel aparcado rincón de la mansión se daría cuenta que la propietaria no reparó en gastos al adoquinar su hogar.
Antorchas iluminan la entrada a la residencia, los carruajes no tardarán en llegar. Los sirvientes de la mujer desaparecieron en cuanto ella les entrego la libertad con sus amargas palabras, todos excepto uno. El mismo hombre que dio la noticia de las invitaciones. Este humano se coloca tras el cuerpo de la hembra, toca su cintura con una mano y ella gira lentamente con una sonrisa en sus labios. El varón se aproxima peligrosamente a la boca de su señora y la rosa con delicadeza, permitiendo que el embriagador aliento de la vampiresa le envuelva en su esencia, lo transporte al paraíso más infernal y le regrese a su mortífera realidad. – Dirigiros a la entrada principal, esperad a los invitados, indicadles el camino hasta aquí… Y recordad que la puerta se cierra a las doce en punto, quien no llegó será bienaventurado… Más quienes cruzaron ese umbral… - La mujer ejecuta una mueca con la mitad de sus labios, se queda en el salón mientras el hombre sale con pasos firmes hasta la entrada. En el suelo de aquel inmenso recinto espera un antifaz blanco, con detalles resaltados en negro. Hermoso accesorio que combina con el atuendo de la dama. Sus manos lo juntan y se lo coloca en el rostro antes de alguien pueda identificarle, pues los invitados a su cena desconocen de quien se trata, quizá alguno se haya cruzado por su camino antes, pero son sólo efímeros detalles que desaparecerán con el paso del tiempo. No fue una casualidad que dichas invitaciones únicamente hayan llegado a gente exclusiva. ¿Por qué? Motivos extraños de Lorraine.
Por fuera de su habitación se escuchan los pasos cansados de tres personas aproximándose. La respiración de esos humanos es percibida por la criatura que espera dentro de sus aposentos las más recientes noticias. Una copa de hermosa cristalería contiene un líquido carmesí, una fría mano la toma entre sus dedos y arrastra el objeto hasta los secos labios de un inmortal. Bebe, absorbe, succiona lentamente, tiñendo de un color escarlata su boca, dulce elixir de vida que promueve su adicción, el veneno más mortal que alguien puede poseer inconscientemente. Es esa misma copa con una marca de eternidad justo a la mitad de su estructura quien ahora se encuentra vacía, es depositada en el mismo lugar de donde fue tomada. Una piel demacrada, sin brillo, sin vida se asoma desde el otro extremo de la mesa “Alfred”. El temor de un corazón se percibe por el galope innecesario de este órgano, la sangre se bombea con mayor rapidez, esparciéndose, multiplicándose como vil bacteria en el frágil y delicado cuerpo de una inocente doncella, misma que le coloco nombre al cadáver con el cual fue llenada la copa antes mencionada.
El dedo índice de una dama acaricia el borde de la tan aclamada copa. Un cruce de miradas lo dice todo…
- Las invitaciones han sido enviadas y se confirmo la respuesta Madame, todo eslabón encajo perfectamente… - Una voz varonil rompe el silencio, terminando con lo sombrío de aquella escena, el hombre quien proclamó esas alentadoras palabras para la señora de aquel hogar, se escurrió a través de los pasillos, las puertas y la habitación sin ser detectado. Sus mañas son grandes, después de diez años trabajar bajo la enfermiza supervisión de la lady, algo tuvo que haber sacado de provecho.
El cuerpo esbelto de un espectro ambulante se pone de pie, despegando de la mesa sus codos, desfilando por sus aposentos, cual fantasma en plena agonía. Toma con sus ambas manos el blanco ropaje y se viste con él. Una de las mucamas le ayuda a estrangular su cuerpo con el corsé, los listones, el encaje, la tela… Todo cae cual grácil imagen, las piezas embonan, su belleza es incuestionable, el contraste de colores es supremo y su rostro… La frialdad es poco comparada con lo que expresa su mirada. – Podéis retiraos todos, sabéis bien que si os quedáis… - Los vacíos de la mujer que habló se posan en el inerte cadáver, la mitad de su cuerpo recostado sobre la blanca mesa y la otra extremidad en el suelo. Un suspiro anuncia la caída del crepúsculo, el aullido de lobos en algún lugar del bosque, en las profundidades de la nada; abre la puerta del infierno.
La anfitriona de esta noche baja las escaleras como ánima flotante, abarca cada laberíntico pasillo hasta llegar al salón principal donde su Mascarada se llevará a cabo. No hacía falta una decoración para esa ocasión, la infraestructura, los detalles, los cuadros, las cortinas, los candelabros, el lujoso piso, la cristalería, la filtración de la luna a través de los ventanales, la obscuridad pacífica de los rincones… Absolutamente todo daba un aspecto de lo más tétrico, pero no por ello escaso de belleza. El fúnebre panorama era esplendido, quien viese aquel aparcado rincón de la mansión se daría cuenta que la propietaria no reparó en gastos al adoquinar su hogar.
Antorchas iluminan la entrada a la residencia, los carruajes no tardarán en llegar. Los sirvientes de la mujer desaparecieron en cuanto ella les entrego la libertad con sus amargas palabras, todos excepto uno. El mismo hombre que dio la noticia de las invitaciones. Este humano se coloca tras el cuerpo de la hembra, toca su cintura con una mano y ella gira lentamente con una sonrisa en sus labios. El varón se aproxima peligrosamente a la boca de su señora y la rosa con delicadeza, permitiendo que el embriagador aliento de la vampiresa le envuelva en su esencia, lo transporte al paraíso más infernal y le regrese a su mortífera realidad. – Dirigiros a la entrada principal, esperad a los invitados, indicadles el camino hasta aquí… Y recordad que la puerta se cierra a las doce en punto, quien no llegó será bienaventurado… Más quienes cruzaron ese umbral… - La mujer ejecuta una mueca con la mitad de sus labios, se queda en el salón mientras el hombre sale con pasos firmes hasta la entrada. En el suelo de aquel inmenso recinto espera un antifaz blanco, con detalles resaltados en negro. Hermoso accesorio que combina con el atuendo de la dama. Sus manos lo juntan y se lo coloca en el rostro antes de alguien pueda identificarle, pues los invitados a su cena desconocen de quien se trata, quizá alguno se haya cruzado por su camino antes, pero son sólo efímeros detalles que desaparecerán con el paso del tiempo. No fue una casualidad que dichas invitaciones únicamente hayan llegado a gente exclusiva. ¿Por qué? Motivos extraños de Lorraine.
- Spoiler:
- - Primer post, relataran (con datos certeramente creíbles) como es que han recibido la invitación, lo que hicieron para conseguir sus atuendos, el momento de su llegada a la recepción, sus impresiones, pensares y demás comentarios -
- Orden de roll -
- Lorraine Von Fanel
- Marie Paulette
-Nigel Quartermane
- Valadilène Molière
- Elysee Bathory
- Dimitri Lumière
- Alaude D.Avall
- Francesc Touluse
- Miranda Schreiber
- Persefone Loud
Si desean hacer algún cambio, favor de mandarme un MP
Última edición por Lorraine Von Fanel el Dom Ago 29, 2010 2:55 pm, editado 2 veces
Hela Von Fanel- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 1445
Fecha de inscripción : 02/02/2010
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Mascarada {velada privada}
Respiré hondo, una vez, dos veces, tres veces... Estaba viviendo un martirio, una tortura.
-Vas a matarme si seguís así...- Dije en un hilo de voz. Estaba asfixiandome a tal punto que imaginaba mi rostro de color violeta en aquel momento.
Mi madre era de aquellas señoras de época que lo único que esperaba era que su hija se casara con un hombre de bien o por lo menos adinerado. Volví a sentir un tirón de los cordones del corset, no era la mujer más flaca del mundo... pero definitivamente mi cuerpo no merecía el maltrato que mi propia madre sin intención le causaba.
-¡Madre! ¡Basta!- Me quejé como una niña pequeña, pese a que no lo era- ¡Déjame! No me veré mejor de lo que soy si estoy violeta ¡Créeme!- Hablé con más ironía del que la época tal vez permitía y mi madre tras un murmullo disgustado se marchó de la habitación.
A diferencia de ella, mi vida estaba centrada en el negocio del vino y no de los casorios arreglados. Para ella un evento social servía de herramienta para conocer un buen esposo... Y yo, prefería utilizar aquello para dar a conocer mi negocio o simplemente divertirme.
Respiré hondo y até el ya encordado corset sin antes desajustarlo un poco. Me miré en el espejo nerviosa, tenía un bello vestido largo, color perla, llevaba doble enagua y cuello y mangas tipo princesa. Los detalles de moños en el centro estaban hilados con plata. Mi pelo estaba peinado hacía arriba de manera tan alta como la gravedad y la cantidad de cabello me permitían. Digamos que mientras mas cintura y más alto peinado se tenía mejor una estaba vestida. Me veía elegante y sotisficada pero al mismo tiempo joven y gracil. Solo terminé quedando 100% satisfecha cuando coloque una gran pluma blanca en mi peinado y una hermosa mascara de madera laqueada con detalles también plateados, que cubría la mitad de mi rostro.
El viaje hasta el lugar citado fué tedioso y suficientemente largo como para recapacitar acerca de la fiesta. Solía recibir invitaciones a eventos gracias al prestigio de mis productos vinicolos, sin embargo no reconocía del todo a la anfitriona como una de mis clientas. Ademas era uno de los primeros eventos a los cuales iba sin mi fiel...¿Sirviente? obrero, amigo, lacayo, compañero, servidor, aun no determinaba que relacion tenia con Alphonse. Pero volviendo al punto, era la primera vez que iba sola a un evento social donde no conocía a nadie.
Agradecí a Dios cuando llegué ya que estaba harta de estar sentada en el carruaje pero encantada de que la temperatura otoñal no arruinaran mi pelo y maquillaje.
La mansión era despanpanante y exagerada, al igual que todo en aquellos tiempos. Rápidamente el recepcionista me preguntó el nombre y llevó al salón.
Me puse algo tensa al entrar al lugar, si la facha exterior me había parecido exágerada, poco podía decir ahora del salon principal... había ido a decenas de eventos sociales, conocía casas muy lujosas de clientes y amigos y hasta mi propia mansión era un derroché infame de plata... pero ese lugar simplemente se pasaba. Llevaba el lujo a tal extremo que convertía al lugar en un cuadro gélido y gótico. Sumado a aquello el no poderle ver la cara a ninguno de los invitados me terminaba de dar mala espina, pero bueno, sabía a que me iba a enfrentar cuando decidí venir... o eso creía.
Caminé entre la gente de manera gracil, sonreía y miraba a los ojos a todos pese a que no me sentía del todo comoda. Saludaba con un leve movimiento de la cabeza a los desconocidos y ahora me preguntaba de que se iba a tratar todo, si no nos podíamos sacar las mascaras...
Decidí dejar de lado mis pensamientos e ir a hacer sociales, que de eso se trataba. Tomé una copa de champagne de una de las bandejas de los sirvientes del lugar y lo olí con disimulo para luego darle una probada. Sonreí encantada al notar que se trataba de el nuevo Champagne de la bodega, en base de pinot noir con chardonnay y chenin blanc. Antes del largarlo al mercado me preguntaba si iba a tener aceptación y ver que se elegía para degustación de personas de nivel me hacía sentir realizada.
Caminé dandole sorbos a mi nueva creación hasta dar con una persona que estaba sola
-Buenas noches..- Saludé con mi voz aterciopelada y dulce mientras hacía una leve reverencia doblando las rodillas.
-Vas a matarme si seguís así...- Dije en un hilo de voz. Estaba asfixiandome a tal punto que imaginaba mi rostro de color violeta en aquel momento.
Mi madre era de aquellas señoras de época que lo único que esperaba era que su hija se casara con un hombre de bien o por lo menos adinerado. Volví a sentir un tirón de los cordones del corset, no era la mujer más flaca del mundo... pero definitivamente mi cuerpo no merecía el maltrato que mi propia madre sin intención le causaba.
-¡Madre! ¡Basta!- Me quejé como una niña pequeña, pese a que no lo era- ¡Déjame! No me veré mejor de lo que soy si estoy violeta ¡Créeme!- Hablé con más ironía del que la época tal vez permitía y mi madre tras un murmullo disgustado se marchó de la habitación.
A diferencia de ella, mi vida estaba centrada en el negocio del vino y no de los casorios arreglados. Para ella un evento social servía de herramienta para conocer un buen esposo... Y yo, prefería utilizar aquello para dar a conocer mi negocio o simplemente divertirme.
Respiré hondo y até el ya encordado corset sin antes desajustarlo un poco. Me miré en el espejo nerviosa, tenía un bello vestido largo, color perla, llevaba doble enagua y cuello y mangas tipo princesa. Los detalles de moños en el centro estaban hilados con plata. Mi pelo estaba peinado hacía arriba de manera tan alta como la gravedad y la cantidad de cabello me permitían. Digamos que mientras mas cintura y más alto peinado se tenía mejor una estaba vestida. Me veía elegante y sotisficada pero al mismo tiempo joven y gracil. Solo terminé quedando 100% satisfecha cuando coloque una gran pluma blanca en mi peinado y una hermosa mascara de madera laqueada con detalles también plateados, que cubría la mitad de mi rostro.
El viaje hasta el lugar citado fué tedioso y suficientemente largo como para recapacitar acerca de la fiesta. Solía recibir invitaciones a eventos gracias al prestigio de mis productos vinicolos, sin embargo no reconocía del todo a la anfitriona como una de mis clientas. Ademas era uno de los primeros eventos a los cuales iba sin mi fiel...¿Sirviente? obrero, amigo, lacayo, compañero, servidor, aun no determinaba que relacion tenia con Alphonse. Pero volviendo al punto, era la primera vez que iba sola a un evento social donde no conocía a nadie.
Agradecí a Dios cuando llegué ya que estaba harta de estar sentada en el carruaje pero encantada de que la temperatura otoñal no arruinaran mi pelo y maquillaje.
La mansión era despanpanante y exagerada, al igual que todo en aquellos tiempos. Rápidamente el recepcionista me preguntó el nombre y llevó al salón.
Me puse algo tensa al entrar al lugar, si la facha exterior me había parecido exágerada, poco podía decir ahora del salon principal... había ido a decenas de eventos sociales, conocía casas muy lujosas de clientes y amigos y hasta mi propia mansión era un derroché infame de plata... pero ese lugar simplemente se pasaba. Llevaba el lujo a tal extremo que convertía al lugar en un cuadro gélido y gótico. Sumado a aquello el no poderle ver la cara a ninguno de los invitados me terminaba de dar mala espina, pero bueno, sabía a que me iba a enfrentar cuando decidí venir... o eso creía.
Caminé entre la gente de manera gracil, sonreía y miraba a los ojos a todos pese a que no me sentía del todo comoda. Saludaba con un leve movimiento de la cabeza a los desconocidos y ahora me preguntaba de que se iba a tratar todo, si no nos podíamos sacar las mascaras...
Decidí dejar de lado mis pensamientos e ir a hacer sociales, que de eso se trataba. Tomé una copa de champagne de una de las bandejas de los sirvientes del lugar y lo olí con disimulo para luego darle una probada. Sonreí encantada al notar que se trataba de el nuevo Champagne de la bodega, en base de pinot noir con chardonnay y chenin blanc. Antes del largarlo al mercado me preguntaba si iba a tener aceptación y ver que se elegía para degustación de personas de nivel me hacía sentir realizada.
Caminé dandole sorbos a mi nueva creación hasta dar con una persona que estaba sola
-Buenas noches..- Saludé con mi voz aterciopelada y dulce mientras hacía una leve reverencia doblando las rodillas.
Invitado- Invitado
Re: Mascarada {velada privada}
Una muy interesante invitación llegó a mis manos un día que llovía bastante en París.
Me dirigí a mi escritorio, en busca del abrecartas que alguien me regaló un día y leí con atención cada palabra que se había escrito.
Una fiesta que sería sin duda alguna muy interesante. Dejé caer mi cuerpo sobre un sillón de terciopelo y alargué mi mano para coger la copa de vino que descansaba sobre una mesita redonda de madera.
La llevé a mis labios y bebí mientras una sonrisa se dibujaba en mi rostro. O al menos algo parecido a una sonrisa.
Un baile de máscaras era un clásico que nunca pasaría de moda, o al menos esa era mi opinión. Y tenía la impresión de que sería aún mejor si éste se celebrara nada menos y nada más que en la residencia Von Fanel.
Inmediatamente el nombre de Lorraine Von Fanel vino a mi mente. Por lo qu ehabía oído, y por el tiempo que llevaba en París sabía con certeza que se trataba de una mujer sumamente fascinante, eduada y estaba segura de que entre sus cualidades también se encontraba la de ser una exquisita anfritiona, aunque se escondiera tras una máscara. Eso haría el baile aún más divertido de lo que podría ser.
El tiempo pasó, como siempre y la noche de la fiesta llegó. Cuando los rayos de sol estaban ya ocultos, ordené a mis doncellas que me ayudaran a vestirme.
Entre las dos muchachas deshicieron el moño que llevaba y cepillaron mi cabello para desenredarlo. Después, una desabrochó los botones de mi vestido y el resto de mi ropa y dejé que calleran al suelo, dejando mi marmóleo cuerpo completamente desnudo a la espera de ese maravilloso vestido azul, con bordados en plata que estaba recostado sobre mi cama.
Ellas me ayudaron a vestirme sin que yo apenas moviera un músculo y volvieron a cepillar mi cabello, creando con paciencia algunas ondas que caían sobre mi rostro.
Y, después de recogerlo en otro moño mucho más elaborado y rematado con una orquilla, me dirigí a mi cómoda y saqué mi máscara.
Una preciosa y antigua máscara veneciana en forma de cisne que cubría solamente la parte de mis ojos, pero lo suficiente como para no ser reconocida en una fiesta de tal importancia. Esbocé una sonrisa de satisfacción y me dirigí a la entrada de la casa, donde me esperaba el coche de caballos negros, que me llevarían hasta la residencia en la que se iba a celebrar.
El cochero tenía la invitación, por lo que yo no me tuve que molestar en enseñársela a nadie. Uno de los sirvientes que trabajaban para la anfritiona me abrió la puerta y me indicó el camino hasta la entrada principal. Yo le sonreí, más que nada por educación y me adentré allí, esperando disfrutar y mucho de una noche que sin duda sería memorable.
Me dirigí a mi escritorio, en busca del abrecartas que alguien me regaló un día y leí con atención cada palabra que se había escrito.
Una fiesta que sería sin duda alguna muy interesante. Dejé caer mi cuerpo sobre un sillón de terciopelo y alargué mi mano para coger la copa de vino que descansaba sobre una mesita redonda de madera.
La llevé a mis labios y bebí mientras una sonrisa se dibujaba en mi rostro. O al menos algo parecido a una sonrisa.
Un baile de máscaras era un clásico que nunca pasaría de moda, o al menos esa era mi opinión. Y tenía la impresión de que sería aún mejor si éste se celebrara nada menos y nada más que en la residencia Von Fanel.
Inmediatamente el nombre de Lorraine Von Fanel vino a mi mente. Por lo qu ehabía oído, y por el tiempo que llevaba en París sabía con certeza que se trataba de una mujer sumamente fascinante, eduada y estaba segura de que entre sus cualidades también se encontraba la de ser una exquisita anfritiona, aunque se escondiera tras una máscara. Eso haría el baile aún más divertido de lo que podría ser.
El tiempo pasó, como siempre y la noche de la fiesta llegó. Cuando los rayos de sol estaban ya ocultos, ordené a mis doncellas que me ayudaran a vestirme.
Entre las dos muchachas deshicieron el moño que llevaba y cepillaron mi cabello para desenredarlo. Después, una desabrochó los botones de mi vestido y el resto de mi ropa y dejé que calleran al suelo, dejando mi marmóleo cuerpo completamente desnudo a la espera de ese maravilloso vestido azul, con bordados en plata que estaba recostado sobre mi cama.
Ellas me ayudaron a vestirme sin que yo apenas moviera un músculo y volvieron a cepillar mi cabello, creando con paciencia algunas ondas que caían sobre mi rostro.
Y, después de recogerlo en otro moño mucho más elaborado y rematado con una orquilla, me dirigí a mi cómoda y saqué mi máscara.
Una preciosa y antigua máscara veneciana en forma de cisne que cubría solamente la parte de mis ojos, pero lo suficiente como para no ser reconocida en una fiesta de tal importancia. Esbocé una sonrisa de satisfacción y me dirigí a la entrada de la casa, donde me esperaba el coche de caballos negros, que me llevarían hasta la residencia en la que se iba a celebrar.
El cochero tenía la invitación, por lo que yo no me tuve que molestar en enseñársela a nadie. Uno de los sirvientes que trabajaban para la anfritiona me abrió la puerta y me indicó el camino hasta la entrada principal. Yo le sonreí, más que nada por educación y me adentré allí, esperando disfrutar y mucho de una noche que sin duda sería memorable.
Elysee Bathory- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 55
Fecha de inscripción : 05/07/2010
Re: Mascarada {velada privada}
El elegante curso de la noche se desvelaba por sí solo. Ante mí tenía el maniquí de mimbre vestido con el traje más maravilloso que había portado en mi larga existencia. Quizá la última vez que lo vestí no era capaz de apreciarlo de la misma manera que ahora lo hacía. Era sencillamente exquisito, y por primera vez en mi vida como ser inmortal, iba a llevarlo. Era un traje de mucha historia, un regalo de familia, como tantos otros, con motivo de un gran acontecimiento, una de esas oportunidades para conocer personas que cambian el transcurso de la desbocada línea vital; un acto que, por fin, se salió de lo rutinario en aquellos días por los que yo aún era un humano con sueños y aspiraciones que esperaba cumplir: el enlace de mi única hermana con un arquitecto de gran calibre. Recordaba aquel acto mientras acariciaba con suavidad los relieves bordados de la solapa. Era perfecto.
El día que lo vestí estaba tan nervioso que sólo pude vestirlo sin pensar en el más mínimo detalle, consciente de que era el gran día de mi querida Diane y que ella debía ser la única protagonista. Sin embargo, ni el traje ni yo pasamos desapercibidos. Sonreí mientras terminaba de desabrocharme la camisa frente al maniquí, y la arrojaba sobre una de las cómodas que había en el vestidor. Ahora sí que podría darle la atención que se merecía; portaría aquel esmoquin negro con bordados blancos y plateados sobre las solapas y una fina línea que bordeaba todo el traje. El chaleco era gris plata, con los botones violetas, que daba un toque de color en aquella elegante pieza.
Terminé de desvestirme y comencé a quitarle ropa al maniquí, hasta dejarlo completamente desnudo. Era mi turno, entonces. Abotoné la camisa blanca recién planchada, aún caliente, y abroché los gemelos de plata con la letra L prensada sobre ellos. Estaban hechos también para aquella otra ocasión, para la boda de mi preciosa y difunta hermana. Era la primera vez que los vestía, al igual que el traje, después de aquel día, que ahora quedaba tan lejos. Habían pasado más de ciento treinta y cinco años desde entonces. Y el traje me quedaba incluso mejor. Después de ponerme los pantalones, igual de sobrios que el negro del esmoquin, coloqué el chaleco sobre mi pétreo torso y me calcé unos zapatos negros de cordones, acabados en punta. Desabroché el último botón de la camisa, el que cerraba el cuello, sin colocar pajarita ni corbata. Pensé que no era necesario. No es que la ocasión no lo mereciese, pero quizá con la máscara ya había bastante adorno.
Después de haber terminado con el esmoquin, me dirigí hacia mi dormitorio, lejos del vestidor, y comprobé que mi mayordomo más fiel había dejado sobre el escritorio la hermosa pieza que le había pedido recuperar de mi fiesta de peusta largo, en Venecia. La máscara constaba de una única pieza de porcelana, pintada con pigmentos violetas y cuyas oberturas oculares estaban bordeadas con pequeñas circonitas. Los laterales acababan en forma de plumas, simulando a una ave, casi parecía un fénix, y cubrían hasta la nariz. Mis labios quedaban al descubierto, lo que me permitiría hablar con claridad sin que nadie me reconociese a simple vista. Me la coloqué sin más miramientos y me miré frente al espejo. Sonreí satisfecho con mi imagen; era una buena elección para la ocasión.
La ocasión en cuestión se trataba de una velada en la mansión Von Fanel; un baile de máscaras cuyos propósitos desconocía -suponía que se trataba de mera diversión- y al cual acudirían las más altas personalidades. Me alegraba de haber sido invitado. De hecho, pese a que conocía a la señorita Von Fanel desde hacía años -habíamos coincidido en un par de fiestas sanguinarias de las noches parisinas-, suponía que yo había sido invitado por mi condición de director de teatro, y como representante de una gran familia que ocupó las más altas escalas en otra época. Pensaba así puesto que la invitación no la había recibido en mi mansión, sino que ésta había llegado envuelta en un sobre escarlata y con el sello Von Fanel en el Teatre Lumière. Lo había recibido hacía apenas una semana, y, pese a que no se aclaraba el motivo ni tampoco era una invitación personalizada, su remitente fue suficiente como para que decidiera al instante que acudiría. Sería una noche maravillosa, seguramente. Adoraba dejar el hilo del destino tejerse en soledad, y que todo siguiera su curso. Y así sería. Acudiría sin más miramiento la noche especificada a la mansión de mademoiselle Von Fanel.
El coche me esperaba en la puerta, o así me lo hizo saber mi mayordomo. Dí las gracias a Arthur y descendí la escalinata de mi mansión no sin antes volver a comprobar que la máscara era perfecta. El coche de caballos era antiguo, y el cochero un viejo conocido. El viaje fue tranquilo, y la visión de la mansión no se hizo esperar. Pese a que odiaba ir en el carro tirado por caballos, y siempre prefería pasear hasta el lugar, aquella noche merecía que utilizase el medio más solicitado por los individuos de mi clase. Y así lo hice.
Bajé del coche y observé la entrada a la mansión fijándome en cada detalle. Una fachada impresionante, que decía mucho sobre la anfitriona de la fiesta. Esperaba verla embutida en un hermoso traje de noche caminando suculentamente como ella siempre lo hacía. Pero sabía que, pese a percibir el olor de muchos conocidos, no sabría identificar a muchos de ellos, porque esconderían su rostro tras una máscara. Una bonita metáfora para descubrir el lugar que merecíamos todos los individuos que malgastábamos el dinero en fiestas. Bueno, ¿quién ha dicho malgastar?
Me adentré en la mansión dejando atrás el jardín en el que se me había requerido invitación. La mostré y pasé al interior de una casa que poco tenía de hogar acogedor. Eran proporciones enormes, y sobre todo, lujo y alta posición se podían adivinar en cada rincón de la casa, aunque también cabría decir que estaba decorada con gusto y detallismo, algo que a mí no se me pasaba jamás por alto.
Ya había algunas personas merodeando por el hall, aunque uno de los hombre trajeados y con pajarita -supuse que eran parte del servicio de la casa- me indicó que la fiesta se estaba desarrollando en otra habitación. Me indicó el camino y comprobé que en aquel lugar había alguien más, aunque no podría decir su nombre ni tampoco describir su físico. Había varias parejas conversando y hombres que sostenían las primeras bebidas de la noche. Todo parecía perfecto. Lo único que me molestaba era un inconfundible olor a licántropo que poco a poco iba inundando la habitación. Preferí hacerle caso omiso ya que aquella noche convivíamos humanos y seres sobrenaturales en aquella mansión.
Esperaba encontrar pronto a la anfitriona, aunque sabía que tardaría en reconocerla. De momento, la música sonaba con viveza; dos violines y un arpa que entrecortaban el murmullo de los invitados.
Sería una gran noche, sin duda.
El día que lo vestí estaba tan nervioso que sólo pude vestirlo sin pensar en el más mínimo detalle, consciente de que era el gran día de mi querida Diane y que ella debía ser la única protagonista. Sin embargo, ni el traje ni yo pasamos desapercibidos. Sonreí mientras terminaba de desabrocharme la camisa frente al maniquí, y la arrojaba sobre una de las cómodas que había en el vestidor. Ahora sí que podría darle la atención que se merecía; portaría aquel esmoquin negro con bordados blancos y plateados sobre las solapas y una fina línea que bordeaba todo el traje. El chaleco era gris plata, con los botones violetas, que daba un toque de color en aquella elegante pieza.
Terminé de desvestirme y comencé a quitarle ropa al maniquí, hasta dejarlo completamente desnudo. Era mi turno, entonces. Abotoné la camisa blanca recién planchada, aún caliente, y abroché los gemelos de plata con la letra L prensada sobre ellos. Estaban hechos también para aquella otra ocasión, para la boda de mi preciosa y difunta hermana. Era la primera vez que los vestía, al igual que el traje, después de aquel día, que ahora quedaba tan lejos. Habían pasado más de ciento treinta y cinco años desde entonces. Y el traje me quedaba incluso mejor. Después de ponerme los pantalones, igual de sobrios que el negro del esmoquin, coloqué el chaleco sobre mi pétreo torso y me calcé unos zapatos negros de cordones, acabados en punta. Desabroché el último botón de la camisa, el que cerraba el cuello, sin colocar pajarita ni corbata. Pensé que no era necesario. No es que la ocasión no lo mereciese, pero quizá con la máscara ya había bastante adorno.
Después de haber terminado con el esmoquin, me dirigí hacia mi dormitorio, lejos del vestidor, y comprobé que mi mayordomo más fiel había dejado sobre el escritorio la hermosa pieza que le había pedido recuperar de mi fiesta de peusta largo, en Venecia. La máscara constaba de una única pieza de porcelana, pintada con pigmentos violetas y cuyas oberturas oculares estaban bordeadas con pequeñas circonitas. Los laterales acababan en forma de plumas, simulando a una ave, casi parecía un fénix, y cubrían hasta la nariz. Mis labios quedaban al descubierto, lo que me permitiría hablar con claridad sin que nadie me reconociese a simple vista. Me la coloqué sin más miramientos y me miré frente al espejo. Sonreí satisfecho con mi imagen; era una buena elección para la ocasión.
La ocasión en cuestión se trataba de una velada en la mansión Von Fanel; un baile de máscaras cuyos propósitos desconocía -suponía que se trataba de mera diversión- y al cual acudirían las más altas personalidades. Me alegraba de haber sido invitado. De hecho, pese a que conocía a la señorita Von Fanel desde hacía años -habíamos coincidido en un par de fiestas sanguinarias de las noches parisinas-, suponía que yo había sido invitado por mi condición de director de teatro, y como representante de una gran familia que ocupó las más altas escalas en otra época. Pensaba así puesto que la invitación no la había recibido en mi mansión, sino que ésta había llegado envuelta en un sobre escarlata y con el sello Von Fanel en el Teatre Lumière. Lo había recibido hacía apenas una semana, y, pese a que no se aclaraba el motivo ni tampoco era una invitación personalizada, su remitente fue suficiente como para que decidiera al instante que acudiría. Sería una noche maravillosa, seguramente. Adoraba dejar el hilo del destino tejerse en soledad, y que todo siguiera su curso. Y así sería. Acudiría sin más miramiento la noche especificada a la mansión de mademoiselle Von Fanel.
El coche me esperaba en la puerta, o así me lo hizo saber mi mayordomo. Dí las gracias a Arthur y descendí la escalinata de mi mansión no sin antes volver a comprobar que la máscara era perfecta. El coche de caballos era antiguo, y el cochero un viejo conocido. El viaje fue tranquilo, y la visión de la mansión no se hizo esperar. Pese a que odiaba ir en el carro tirado por caballos, y siempre prefería pasear hasta el lugar, aquella noche merecía que utilizase el medio más solicitado por los individuos de mi clase. Y así lo hice.
Bajé del coche y observé la entrada a la mansión fijándome en cada detalle. Una fachada impresionante, que decía mucho sobre la anfitriona de la fiesta. Esperaba verla embutida en un hermoso traje de noche caminando suculentamente como ella siempre lo hacía. Pero sabía que, pese a percibir el olor de muchos conocidos, no sabría identificar a muchos de ellos, porque esconderían su rostro tras una máscara. Una bonita metáfora para descubrir el lugar que merecíamos todos los individuos que malgastábamos el dinero en fiestas. Bueno, ¿quién ha dicho malgastar?
Me adentré en la mansión dejando atrás el jardín en el que se me había requerido invitación. La mostré y pasé al interior de una casa que poco tenía de hogar acogedor. Eran proporciones enormes, y sobre todo, lujo y alta posición se podían adivinar en cada rincón de la casa, aunque también cabría decir que estaba decorada con gusto y detallismo, algo que a mí no se me pasaba jamás por alto.
Ya había algunas personas merodeando por el hall, aunque uno de los hombre trajeados y con pajarita -supuse que eran parte del servicio de la casa- me indicó que la fiesta se estaba desarrollando en otra habitación. Me indicó el camino y comprobé que en aquel lugar había alguien más, aunque no podría decir su nombre ni tampoco describir su físico. Había varias parejas conversando y hombres que sostenían las primeras bebidas de la noche. Todo parecía perfecto. Lo único que me molestaba era un inconfundible olor a licántropo que poco a poco iba inundando la habitación. Preferí hacerle caso omiso ya que aquella noche convivíamos humanos y seres sobrenaturales en aquella mansión.
Esperaba encontrar pronto a la anfitriona, aunque sabía que tardaría en reconocerla. De momento, la música sonaba con viveza; dos violines y un arpa que entrecortaban el murmullo de los invitados.
Sería una gran noche, sin duda.
Dimitri Lumière- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 314
Fecha de inscripción : 25/07/2010
Re: Mascarada {velada privada}
Sentado sobre su cómodo sillon de caoba, fumaba de su pipa tallada con motivos celtas, mientras repasaba mentalmente las visitas que había realizado esa semana, rapidamente se estaba colando en la alta sociedad parisina, pero entre lanzar su negocio a nivel nacional y la instalacion de la Orden de la Rosa Cruz en la ciudad, le estaba robando demasiado tiempo, como para poder dedicarse a otros menesteres mas mundanos.
Pero el destino caprichoso deseaba que no fuese a si, August llamo a la puerta y tras el debido permiso del de Touluse este entro con una carta lacrada en sus manos.
August: Mi señor, un mensajero acaba de entregar esto, me ha dicho que no es necesaria respuesta alguna.
Tras eso hizo una reberencia saliendo de la habitación. Se inclino de su comodo sillon de su estudio y se sento junto al poyete de la ventana de la misma, dejando que el sol le bañase con claridad. Miro el sello pero su heraldica no le dijo nada, es mas no la reconocio como perteneciente a las tierras galas.
Intrigado rompio el sello con la punta de su daga y abrio el pergamino, atento lello su contenido mientras esbozaba una leve sonrisa. Guardose, la carta en el cajon de su escritorio y salio en busca de August.
-Querido August preparad mi carruaje para esta noche, tengo mi primer evento social en la ciudad.
Y asi fue como el carruaje al llegar la hora establecida por la señora Von Fanel, hizo acto de presencia en su propiedad. Se detuvo frente a la entrada principal, en donde los primeros asistentes comenzaban a llegar.
Su ayudante August descendio el primero del vehiculo sosteniendo la portezuela del mismo para que su amo descendiese comodamente. Y asi fue como baculo en mano y con su porte real descendio del carromato y se dirigio hacia el interior de la casa, mientras el carruaje partia rumbo a las cocheras de la mansion.
Descendio las escalinatas que daban al enorme recibidor en donde la recepcion de invitados ya había comenzado. Portaba una mascara cornuda que le cubria el rostro, representaba una imagen demoniaca, un rostro deformado forjado con cera.
-El regreso de Bahomet, a la alta sociedad…
Pero el destino caprichoso deseaba que no fuese a si, August llamo a la puerta y tras el debido permiso del de Touluse este entro con una carta lacrada en sus manos.
August: Mi señor, un mensajero acaba de entregar esto, me ha dicho que no es necesaria respuesta alguna.
Tras eso hizo una reberencia saliendo de la habitación. Se inclino de su comodo sillon de su estudio y se sento junto al poyete de la ventana de la misma, dejando que el sol le bañase con claridad. Miro el sello pero su heraldica no le dijo nada, es mas no la reconocio como perteneciente a las tierras galas.
Intrigado rompio el sello con la punta de su daga y abrio el pergamino, atento lello su contenido mientras esbozaba una leve sonrisa. Guardose, la carta en el cajon de su escritorio y salio en busca de August.
-Querido August preparad mi carruaje para esta noche, tengo mi primer evento social en la ciudad.
Y asi fue como el carruaje al llegar la hora establecida por la señora Von Fanel, hizo acto de presencia en su propiedad. Se detuvo frente a la entrada principal, en donde los primeros asistentes comenzaban a llegar.
Su ayudante August descendio el primero del vehiculo sosteniendo la portezuela del mismo para que su amo descendiese comodamente. Y asi fue como baculo en mano y con su porte real descendio del carromato y se dirigio hacia el interior de la casa, mientras el carruaje partia rumbo a las cocheras de la mansion.
Descendio las escalinatas que daban al enorme recibidor en donde la recepcion de invitados ya había comenzado. Portaba una mascara cornuda que le cubria el rostro, representaba una imagen demoniaca, un rostro deformado forjado con cera.
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