AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Solange de Saint Gabrielle
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Solange de Saint Gabrielle
▲NOMBRE DEL PERSONAJE▲
Solange de Saint Gabrielle [Originalmente Elysse Desmarais]▲EDAD▲
19 años▲ESPECIE▲
Humana [Bruja]▲FACCIÓN A LA QUE PERTENECE▲
---▲TIPO, CLASE SOCIAL O CARGO▲
Clase Media▲ORIENTACIÓN SEXUAL▲
Heterosexual▲LUGAR DE ORIGEN▲
Évreux [Francia]▲HABILIDADES/PODERES▲
→ Hechicería: Habilidad para hacer que cosas sucedan, ya sean a favor o en contra de alguna persona, por medio de conjuros, hierbas y pociones. Esto incluye altos conocimientos de herbolaria que les permiten hacer también curaciones.→ Percepción del aura: Habilidad para ver las auras de otros seres, cuyos colores indican su humor, identidad y nivel de hostilidad, de este modo saben si están bajo amenaza. Este poder les permite reconocer a licántropos y cambiaformas cuando no están transformados e identificar a los vampiros gracias a su aura pálida.
→ Reminiscencia: Poder para bucear en los recuerdos humanos de los mortales e inmortales.
→ Creación de Ilusiones: Habilidad que le permite crear ilusiones a su alrededor; imitará texturas, sonidos, olores, etc., desconcertando así a su oponente y brindándole una excelente arma defensiva. El poseedor de este don será capaz de entrar a la mente de su adversario con sus ilusiones.
→ Posesión: Poder que da la capacidad al mortal de introducir su alma en el cuerpo de un inmortal y tratar cara a cara con su esencia interior.
De carácter bondadoso y dulce, Solange es una persona de naturaleza ingenua pues a pesar de los pesares aún tiene el firme convencimiento de que el mundo, con todos los malhechores que alberga, aún puede ser salvado. Alma piadosa dedica la mayor parte de su tiempo libre al bienestar de los demás, asistiendo médicamente a las familias más desfavorecidas. Gusta de pasar tiempo en el pequeño invernadero de la casa legada por Leonard de Saint Gabrielle, su mentor en temas de medicina y el hombre que la recogió de la calle proporcionándole un nuevo nombre y entregándole su propio apellido al hacerla pasar por su hija.
Nacida en Évreux, Rouen, bajo el nombre de Elysse Adrianne DesMarais, Solange disfrutó de una infancia feliz y acomodada ya que su padre era Conde de Angerville, una pequeña porción de tierra a las afueras de Évreux.
Muy unida a él, la muchacha recibió un duro golpe a la muerte de su padre, cuando ella contaba 13 años. A partir de ese momento las cosas en la mansión familiar cambiaron radicalmente y su salud, siempre delicada, empezó a empeorar.
Sin motivo aparente su madre, Cosette, comenzó a maltratarla física y psicológicamente, apenas la dejaba salir de casa, despidió a los profesores que hasta la muerte de su padre se habían encargado de darle la mejor educación, despidió también a todo el servicio contratando a uno nuevo, cambió parte de la mansión decorándola a su gusto y deshaciéndose de cualquier cosa que pudiera recordarle a Olivier, su difunto esposo, gente de dudosa reputación comenzó a entrar y salir furtivamente de la casa...
Hasta el día en que Elysse cumplió 14 años y su madre cambió de nuevo de actitud para con ella, comprándole incluso un vestido nuevo, ya que todos los que su padre le había regalado anteriormente habían sido quemados y solía vestir con las prendas más ajadas que su madre encontraba, y preparándole una fastuosa fiesta de cumpleaños para la cual ella misma arregló a la niña personalmente.
A la caída de la noche Elysse bajó al salón principal, el cual ya apenas reconocía tras la remodelación de la casa, y sorprendida vio que en él no se encontraba ninguna de sus amistades sino que los allí reunidos eran todos caballeros desconocidos de no menos de 20 años.
Su madre la “presentó en sociedad" alabando su belleza y su aspecto virginal. La muchacha no entendía nada pero en cuanto la hicieron subir a un cuarto con un, al parecer, más que amigo de su madre comprendió lo que estaba pasando. Entre sollozos le preguntó a su madre cómo podía hacerle algo así a su propia hija y la respuesta fue "Muy sencillo, porque yo no soy tu madre. Tu madre murió al darte a luz, y ahora que tu padre ha muerto ya no tengo por qué aguantarte, mocosa entrometida"
Tras varios meses de ser entregada a unos y a otros con el único fin por parte de su madrastra de conseguir favores que mantuvieran su estatus a la muerte del Conde, Elysse decidió coger lo único que aún recordaba a su padre en aquella casa, y que ella se había guardado de ocultar para que su madre no lo tirase, y escapar. Así pues cogió su violín, del cual Olivier siempre había dicho que era una virtuosa, y un camafeo con el retrato de su padre y se dispuso a irse cuando la noche ya estaba bien entrada.
Al bajar sigilosamente por las escaleras escuchó unos murmullos en una de las salitas del fondo del pasillo, se asomó a este y vio una tenue luz que se filtraba por la rendija de la puerta mal cerrada. Su curiosidad le llevó a acercarse hasta ella y quedarse escuchando la conversación y tras un rato descubrió con horror que la que hasta hace unos meses creía su madre había sido la artífice y ejecutora de la muerte de su padre.
La ambiciosa Cosette había contraído matrimonio con Olivier solamente para poder heredar sus riquezas y su título a la muerte de este; muerte que al parecer ya tenía planeada desde hacía tiempo. Por tanto la enfermedad que aquejaba al conde y que dio con sus huesos en la tumba en realidad no había sido tal, sino un envenenamiento que le produjo una muerte lenta y dolorosa. Al escuchar esto, la joven salió de la mansión sigilosamente con intención de marcharse de allí cuanto antes, pero al llegar a los establos y desatar a uno de los caballos, el mozo de cuadras la retuvo y prácticamente la arrastró de nuevo hacia la mansión, entregándosela a su madrastra, quién tras abofetearla la amenazó de muerte si volvía a hacer algo así. Pero entonces Elysse escuchó una voz en su cabeza que le arengaba a enfrentar a aquella mujer despiadada y sin escrúpulos, y a sus labios llegaron unas palabras desconocidas “méarsmeach oidhe”, y mientras aquellas palabras sin sentido se dibujaban en la dulce voz de la chiquilla, su pálida mano de largos y finos dedos señalo a la arpía sin corazón, quién cayó desplomada al suelo como un fardo emitiendo un sonido sordo.
Horrorizada por lo que había sucedido, y sin entenderlo, ni comprobar si Cosette aún seguía con vida, Elysse cogió el poco dinero que sabía que había en la casa así como las joyas de su madrastra que estaban a la vista en su cuarto, y se marchó de Évreux para siempre.
Vagó de ciudad en ciudad, viviendo esporádicamente aquí y allá, procurando no llamar mucho la atención y sin permanecer demasiado en ningún lugar por miedo a que alguien pudiera reconocerla y entregarla a la justicia de su ciudad natal como la asesina que ella creía ser. Nunca se volvió a preguntar qué había pasado aquella fatídica noche y sus pensamientos tampoco acertaban a dilucidar qué eran aquellas palabras que sin embargo recordaba perfectamente aunque la primera vez que las escuchaba fue en el mismo momento que ella misma las pronunció.
Durante su estancia en Senlis, ciudad cercana a París, donde se instaló en una pequeña pero acogedora casita ocurrió un hecho que le revelaría finalmente una verdad que ella ignoraba.
La casa, alquilada muy barata a un familiar de la anciana que había muerto no hacía mucho, estaba totalmente amueblada, al parecer el sobrino de Agatha, la difunta, no había querido quedarse con nada de lo que allí había y había alquilado el inmueble a la joven Elysse por “cuatro francos” sin hacer preguntas ni dar respuestas a su comportamiento huidizo y huraño respecto a los datos sobre la casa; y ya desde el primer día la muchacha pudo percibir que algo raro pasaba allí, pues a pesar de que en la chimenea no dejaba de arder la leña las ráfagas heladas no dejaban de sucederse de tanto en tanto, como si alguien estuviera caminando en la estancia y pasara cercano a ella dejando una estela de aire frío a su paso.
La madera crujía aquí y allá como si alguien caminara por la casa aunque Elysse sabía a ciencia cierta que ella estaba sola en aquel lugar, los objetos que positivamente ella sabía que había dejado en un lugar concreto aparecían en otro; y todas estas cosas, que ella achacaba al fantasma de su madrastra, comenzaron a darle tanto miedo que decidió abandonar aquel caserón y mudarse de nuevo. Pero la misma mañana en la que estaba haciendo el poco equipaje con el que contaba escuchó una voz suave a su espalda que le instaba a no tener miedo y a seguirla, y, como hipnotizada por aquella voz, Elysse subió siguiéndola hasta el ático. De lo que allí sucedió no tiene muchos recuerdos pero en su mente quedó grabada a fuego una revelación:
“Tú, Elysse Adrianne DesMarais, no eres una mortal cualquiera. Tú, siempre has sido una de las nuestras, una Hija de la Diosa; sabrás discernir entre unas criaturas y otras, adueñarte de sus recuerdos, y mirar a su yo interior a los ojos. Usa bien tu don, niña, y vigila tus espaldas pues el mundo tal y como lo has conocido termina aquí y ahora”
Junto con aquellas palabras, en el ático, Elysse encontró varios libros de aspecto antiguo, uno de ellos era un tratado de herbología, otro parecía manuscrito en un tipo de lengua que la muchacha desconocía, y pertenecía a alguien llamado Maebh entre las páginas de este último encontró de nuevo aquellas palabras “méarsmeach oidhe”. Un tercer libro parecía versar sobre algún tipo de magia, y cuando la joven trató de preguntar al sobrino de la anciana por aquellos temas, el hombre invitó a la muchacha a que abandonara la casa cuanto antes pues al parecer su tía estaba inmersa en creencias herejes, así que, de nuevo, Elysse se vio forzada a abandonar su residencia
Dando tumbos de aquí para allá y sin poder echar raíces ni denominar a ningún lugar como su nuevo hogar, el dinero poco a poco comenzó a escasear al llegar a París, hasta que finalmente la falta de alimentación, el ambiente insalubre de las zonas por las que solía moverse, el dormir en pensiones de mala muerte e incluso a veces en la calle, y su mala salud desde pequeña, le hicieron enfermar.
Así estuvo malviviendo en la ciudad hasta que un día su ángel de la guarda particular se cruzó en su camino mientras tocaba el violín en una calleja del suburbio, no ya para pedir limosna, como acostumbraba a hacer, si no para sí misma por el puro deleite que ello le suponía
Atraído por la hermosa melodía que provenía del callejón, el caballero Leonard de Saint Gabrielle, médico en el hospital de la ciudad, se acercó descubriendo a la joven allí y contemplando el contraste entre la impecable interpretación al violín, digna de cualquier maestro de orquesta, y el aspecto de aquella que arrancaba las melodiosas notas de un instrumento ya un tanto ajado. Según su criterio, la desgreñada muchacha no debía de contar más de quince o dieciséis años y en su rostro tiznado destacaban un par de expresivos y melancólicos ojos celestes; vestía prácticamente con harapos y a su lado, su único equipaje, una maltrecha bolsa de viaje, la acompañaba.
Tratando de no hacer ruido para no desconcentrar a la interprete, quien se abandonaba a su mágica música con los ojos cerrados, el caballero se acercó a ella para observarla más detenidamente, pensando que aquella muchacha que por aspecto parecía una mendiga, tenía amplios conocimientos sobre musica impensables para un vagabundo.
Esperó hasta que la joven deslizó el arco una lenta y última vez sobre las cuerdas del violín entonando la última nota y aplaudió suavemente a modo de felicitación, a lo que Elysse reaccionó dando un paso atrás sobresaltada dejando caer el arco.
Monsieur de Saint Gabrielle se lo acercó cortésmente presentándose a su vez, y desde aquel encuentro fortuito las cosas parecieron mejorar para la muchacha, acogida en su hogar por el doctor, quien al enterarse de las vicisitudes por las que había tenido que pasar la joven y compadecido de ella decidió darle un nuevo nombre así como su apellido, y desde aquel día Elysse Adrianne Desmarais dejó paso a Solange de Saint Gabrielle, hija de Leonard de Saint Gabrielle; y para los demasiado curiosos la mentira de esta paternidad recién adquirida se justificó a la perfección puesto que el doctor no llevaba más que unos cuantos años en París y nadie conocía mucho de su pasado.
La vida en la casa de Saint Gabrielle era apacible y casi, casi, tan maravillosa como lo había sido para la ahora conocida como Solange en compañía de su verdadero padre; en relativamente poco tiempo la chiquilla identificó a la perfección a aquel que le diera una nueva perspectiva de futuro como figura paterna debido a la falta de cariño de la que adolecía y por su parte, Leonard, la aceptó como la hija que siempre deseó y nunca tuvo, mientras se preocupaba de su siempre frágil salud comenzó a instruirla en el arte de la medicina.
Solange seguía percibiendo una presencia a su lado con bastante frecuencia pero no comentaba con su padre aquel suceso, bastante tenía aquel buen alma con saber que bajo su techo escondía a una asesina como para que también tuviera que confesarle que cobijaba a una demente porque sí, le confesó su crimen, pero no de qué modo lo llevó a cabo; a fin de cuentas si lo hacía ¿qué conseguiría?; ¿Qué la tomara por loca?, ¿Qué la entregara y la prendieran por hereje?. No, definitivamente lo mejor era callar.
Ayudando como enfermera a su padre en el hospital, la joven se ganó pronto una buena reputación en el oficio así como por su saber estar y su buen corazón, que le hacía quedarse trabajando hasta bien entrada la noche muchas veces ya no en el propio hospital, si no visitando a las familias más desfavorecidas, a quien al no tener la mayoría dinero para costearse los medicamentos más elaborados que sus enfermedades necesitaban, trataba con extractos, ungüentos, jarabes, y demás, hechos por ella misma con plantas del vivero que su padre tenía en la casa familiar y de las que sorprendentemente incluso para ella misma, parecía conocer todos y cada uno de los usos de hojas, raíces, y flores, como si la herbologia fuera algo sin secretos para ella y sus secretos hubieran sido desvelados a sus ojos hacía largo tiempo.
Una de esas noches en las que volvía tarde a casa subió, casi rendida por el cansancio, hasta su cuarto; nada más entrar sus ojos repararon en un pequeño arcón que quedaba en un rincón de la alcoba, y como si algo la empujara a abrirlo y rescatar lo que en el fondo yacía silencioso desde que ella misma lo depositara allí, se arrodilló frente al baúl y lo abrió lentamente para acto seguido sacar uno de los libros. Echó un rápido vistazo al tratado manuscrito de herbología y ladeando la cabeza la idea de lo raro que le resultaba conocer tanto sobre plantas si apenas había echado unas ojeadas al libro antes de llegar a París. Lo dejó a un lado con aquel pensamiento rondándole la cabeza y sacó aquel que parecía susurrar su nombre llamándola, lo sostuvo brevemente entre sus delicadas manos y contempló su tapa, con un motivo floral grabado en la tapa; por su aspecto y la tintura de la misma no parecía muy antiguo, sin embargo al abrirlo las páginas tenían un aspecto mucho mas vetusto por lo que, pensó, la encuadernación habría sido llevada a cabo por Ágatha.
Observó los caracteres, imposibles de descifrar e intentó leer en voz alta…
- Sláinte… agus… saol… chugat
Negó con la cabeza sin entender ni una sola de las palabras que estaba pronunciando, sin embargo algo en su interior le instó a seguir leyendo, y poco a poco las palabras en una lengua desconocida comenzaron a tener sentido para ella, como si las estuviera leyendo en su propio idioma.
M’ainm sé Maebh Nic Mhathúna y estas palabras de sabiduría y poder me pertenecen porque estarán sacadas de mi mente y mis vivencias. A día de hoy cuento con 21 años y voy a ser iniciada en el culto de la Diosa. Sé que es un poco tarde para comenzar mi aprendizaje pero tengo voluntad y determinación y cuanto aquí desvele quedará registrado para las sucesoras de mi linaje.
Al alzar la mirada de las palabras manuscritas Solange se percató de que se había levantado del suelo y se había sentado a su tocador, iluminado tenuemente por un candelabro de tres brazos, pero la imagen que vio ante sí reflejada en el espejo no era la suya, y una muchacha de cabellos pelirrojos y rasgados ojos verdes la contemplaba con una sonrisa en el rostro.
Boquiabierta pero sin sentir miedo, Solange escuchó las palabras que ahora le dedicaba aquella joven vestida con una sencilla túnica de lana gris, y que a pesar de hablar en la misma lengua que ella había logrado comprender en su lectura parecía también saber interpretar mientras le hablaba.
“Te conozco, Elysse, y tú me conoces a mí. Te hablé en la casa de la que cogiste mi diario y te dije que eras una de las nuestras, pero ahora te diré más: Tú eres yo. Eres mi aprendiz, mi confidente, mi propia sangre porque la mía corre por tus venas en un linaje ancestral, y aunque nadie te haya hablado de tus raíces yo te diré que en esta vida nada ocurre por casualidad.
No fue casualidad que dieras cuenta de tu madrastra por el mal que había cometido, así como tampoco lo fue que llegaras a casa de Ágatha; el fin de todo aquello era que encontrases mi manuscrito y que llegaras hasta mí, que aprendieras los caminos de la Diosa y que usaras tu don con sabiduría y firmeza”
Cuando Solange iba a cerrar el libro, aún abierto en sus manos, y a pronunciar un “yo sólo creo en Dios”, su reflejo negó con la cabeza y le quitó la palabra.
“Eso es lo que te han enseñado a creer, Elysse, pero poco a poco te irás dando cuenta de que tu Dios no es el único y verdadero, si no que ahí afuera hay muchas otras creencias y poderes que ignoras y que son tan fuertes o más que tus creencias. Siempre estaré contigo, para bien y para mal, Elysse, siempre me tendrás aquí como mentora, amiga, y confidente”
Y tras esto la muchacha pelirroja, Maebh, se difuminó sobre la pulida superficie del espejo dejando a una Solange totalmente desconcertada ante lo que se le acababa de revelar.
Pero como la felicidad no dura eternamente no pasó mucho tiempo hasta que Leonard enfermó y murió de fiebres en poco tiempo, legando a su hija Solange todo su patrimonio así como garantizándole un trabajo con el que poder seguir ganándose la vida asistiendo como enfermera en el hospital sin descuidar a los más necesitados, a quienes seguía yendo a visitar para atenderles.
Y de nuevo huérfana y debido a su carácter lánguido y falto de afecto, la muchacha, quien hasta entonces había evitado todo contacto con su mentora al otro lado del espejo confió esta vez en un ser que le haría a la vez de tutora, amiga, y confidente, tal como le prometió.
Muy unida a él, la muchacha recibió un duro golpe a la muerte de su padre, cuando ella contaba 13 años. A partir de ese momento las cosas en la mansión familiar cambiaron radicalmente y su salud, siempre delicada, empezó a empeorar.
Sin motivo aparente su madre, Cosette, comenzó a maltratarla física y psicológicamente, apenas la dejaba salir de casa, despidió a los profesores que hasta la muerte de su padre se habían encargado de darle la mejor educación, despidió también a todo el servicio contratando a uno nuevo, cambió parte de la mansión decorándola a su gusto y deshaciéndose de cualquier cosa que pudiera recordarle a Olivier, su difunto esposo, gente de dudosa reputación comenzó a entrar y salir furtivamente de la casa...
Hasta el día en que Elysse cumplió 14 años y su madre cambió de nuevo de actitud para con ella, comprándole incluso un vestido nuevo, ya que todos los que su padre le había regalado anteriormente habían sido quemados y solía vestir con las prendas más ajadas que su madre encontraba, y preparándole una fastuosa fiesta de cumpleaños para la cual ella misma arregló a la niña personalmente.
A la caída de la noche Elysse bajó al salón principal, el cual ya apenas reconocía tras la remodelación de la casa, y sorprendida vio que en él no se encontraba ninguna de sus amistades sino que los allí reunidos eran todos caballeros desconocidos de no menos de 20 años.
Su madre la “presentó en sociedad" alabando su belleza y su aspecto virginal. La muchacha no entendía nada pero en cuanto la hicieron subir a un cuarto con un, al parecer, más que amigo de su madre comprendió lo que estaba pasando. Entre sollozos le preguntó a su madre cómo podía hacerle algo así a su propia hija y la respuesta fue "Muy sencillo, porque yo no soy tu madre. Tu madre murió al darte a luz, y ahora que tu padre ha muerto ya no tengo por qué aguantarte, mocosa entrometida"
Tras varios meses de ser entregada a unos y a otros con el único fin por parte de su madrastra de conseguir favores que mantuvieran su estatus a la muerte del Conde, Elysse decidió coger lo único que aún recordaba a su padre en aquella casa, y que ella se había guardado de ocultar para que su madre no lo tirase, y escapar. Así pues cogió su violín, del cual Olivier siempre había dicho que era una virtuosa, y un camafeo con el retrato de su padre y se dispuso a irse cuando la noche ya estaba bien entrada.
Al bajar sigilosamente por las escaleras escuchó unos murmullos en una de las salitas del fondo del pasillo, se asomó a este y vio una tenue luz que se filtraba por la rendija de la puerta mal cerrada. Su curiosidad le llevó a acercarse hasta ella y quedarse escuchando la conversación y tras un rato descubrió con horror que la que hasta hace unos meses creía su madre había sido la artífice y ejecutora de la muerte de su padre.
La ambiciosa Cosette había contraído matrimonio con Olivier solamente para poder heredar sus riquezas y su título a la muerte de este; muerte que al parecer ya tenía planeada desde hacía tiempo. Por tanto la enfermedad que aquejaba al conde y que dio con sus huesos en la tumba en realidad no había sido tal, sino un envenenamiento que le produjo una muerte lenta y dolorosa. Al escuchar esto, la joven salió de la mansión sigilosamente con intención de marcharse de allí cuanto antes, pero al llegar a los establos y desatar a uno de los caballos, el mozo de cuadras la retuvo y prácticamente la arrastró de nuevo hacia la mansión, entregándosela a su madrastra, quién tras abofetearla la amenazó de muerte si volvía a hacer algo así. Pero entonces Elysse escuchó una voz en su cabeza que le arengaba a enfrentar a aquella mujer despiadada y sin escrúpulos, y a sus labios llegaron unas palabras desconocidas “méarsmeach oidhe”, y mientras aquellas palabras sin sentido se dibujaban en la dulce voz de la chiquilla, su pálida mano de largos y finos dedos señalo a la arpía sin corazón, quién cayó desplomada al suelo como un fardo emitiendo un sonido sordo.
Horrorizada por lo que había sucedido, y sin entenderlo, ni comprobar si Cosette aún seguía con vida, Elysse cogió el poco dinero que sabía que había en la casa así como las joyas de su madrastra que estaban a la vista en su cuarto, y se marchó de Évreux para siempre.
Vagó de ciudad en ciudad, viviendo esporádicamente aquí y allá, procurando no llamar mucho la atención y sin permanecer demasiado en ningún lugar por miedo a que alguien pudiera reconocerla y entregarla a la justicia de su ciudad natal como la asesina que ella creía ser. Nunca se volvió a preguntar qué había pasado aquella fatídica noche y sus pensamientos tampoco acertaban a dilucidar qué eran aquellas palabras que sin embargo recordaba perfectamente aunque la primera vez que las escuchaba fue en el mismo momento que ella misma las pronunció.
Durante su estancia en Senlis, ciudad cercana a París, donde se instaló en una pequeña pero acogedora casita ocurrió un hecho que le revelaría finalmente una verdad que ella ignoraba.
La casa, alquilada muy barata a un familiar de la anciana que había muerto no hacía mucho, estaba totalmente amueblada, al parecer el sobrino de Agatha, la difunta, no había querido quedarse con nada de lo que allí había y había alquilado el inmueble a la joven Elysse por “cuatro francos” sin hacer preguntas ni dar respuestas a su comportamiento huidizo y huraño respecto a los datos sobre la casa; y ya desde el primer día la muchacha pudo percibir que algo raro pasaba allí, pues a pesar de que en la chimenea no dejaba de arder la leña las ráfagas heladas no dejaban de sucederse de tanto en tanto, como si alguien estuviera caminando en la estancia y pasara cercano a ella dejando una estela de aire frío a su paso.
La madera crujía aquí y allá como si alguien caminara por la casa aunque Elysse sabía a ciencia cierta que ella estaba sola en aquel lugar, los objetos que positivamente ella sabía que había dejado en un lugar concreto aparecían en otro; y todas estas cosas, que ella achacaba al fantasma de su madrastra, comenzaron a darle tanto miedo que decidió abandonar aquel caserón y mudarse de nuevo. Pero la misma mañana en la que estaba haciendo el poco equipaje con el que contaba escuchó una voz suave a su espalda que le instaba a no tener miedo y a seguirla, y, como hipnotizada por aquella voz, Elysse subió siguiéndola hasta el ático. De lo que allí sucedió no tiene muchos recuerdos pero en su mente quedó grabada a fuego una revelación:
“Tú, Elysse Adrianne DesMarais, no eres una mortal cualquiera. Tú, siempre has sido una de las nuestras, una Hija de la Diosa; sabrás discernir entre unas criaturas y otras, adueñarte de sus recuerdos, y mirar a su yo interior a los ojos. Usa bien tu don, niña, y vigila tus espaldas pues el mundo tal y como lo has conocido termina aquí y ahora”
Junto con aquellas palabras, en el ático, Elysse encontró varios libros de aspecto antiguo, uno de ellos era un tratado de herbología, otro parecía manuscrito en un tipo de lengua que la muchacha desconocía, y pertenecía a alguien llamado Maebh entre las páginas de este último encontró de nuevo aquellas palabras “méarsmeach oidhe”. Un tercer libro parecía versar sobre algún tipo de magia, y cuando la joven trató de preguntar al sobrino de la anciana por aquellos temas, el hombre invitó a la muchacha a que abandonara la casa cuanto antes pues al parecer su tía estaba inmersa en creencias herejes, así que, de nuevo, Elysse se vio forzada a abandonar su residencia
Dando tumbos de aquí para allá y sin poder echar raíces ni denominar a ningún lugar como su nuevo hogar, el dinero poco a poco comenzó a escasear al llegar a París, hasta que finalmente la falta de alimentación, el ambiente insalubre de las zonas por las que solía moverse, el dormir en pensiones de mala muerte e incluso a veces en la calle, y su mala salud desde pequeña, le hicieron enfermar.
Así estuvo malviviendo en la ciudad hasta que un día su ángel de la guarda particular se cruzó en su camino mientras tocaba el violín en una calleja del suburbio, no ya para pedir limosna, como acostumbraba a hacer, si no para sí misma por el puro deleite que ello le suponía
Atraído por la hermosa melodía que provenía del callejón, el caballero Leonard de Saint Gabrielle, médico en el hospital de la ciudad, se acercó descubriendo a la joven allí y contemplando el contraste entre la impecable interpretación al violín, digna de cualquier maestro de orquesta, y el aspecto de aquella que arrancaba las melodiosas notas de un instrumento ya un tanto ajado. Según su criterio, la desgreñada muchacha no debía de contar más de quince o dieciséis años y en su rostro tiznado destacaban un par de expresivos y melancólicos ojos celestes; vestía prácticamente con harapos y a su lado, su único equipaje, una maltrecha bolsa de viaje, la acompañaba.
Tratando de no hacer ruido para no desconcentrar a la interprete, quien se abandonaba a su mágica música con los ojos cerrados, el caballero se acercó a ella para observarla más detenidamente, pensando que aquella muchacha que por aspecto parecía una mendiga, tenía amplios conocimientos sobre musica impensables para un vagabundo.
Esperó hasta que la joven deslizó el arco una lenta y última vez sobre las cuerdas del violín entonando la última nota y aplaudió suavemente a modo de felicitación, a lo que Elysse reaccionó dando un paso atrás sobresaltada dejando caer el arco.
Monsieur de Saint Gabrielle se lo acercó cortésmente presentándose a su vez, y desde aquel encuentro fortuito las cosas parecieron mejorar para la muchacha, acogida en su hogar por el doctor, quien al enterarse de las vicisitudes por las que había tenido que pasar la joven y compadecido de ella decidió darle un nuevo nombre así como su apellido, y desde aquel día Elysse Adrianne Desmarais dejó paso a Solange de Saint Gabrielle, hija de Leonard de Saint Gabrielle; y para los demasiado curiosos la mentira de esta paternidad recién adquirida se justificó a la perfección puesto que el doctor no llevaba más que unos cuantos años en París y nadie conocía mucho de su pasado.
La vida en la casa de Saint Gabrielle era apacible y casi, casi, tan maravillosa como lo había sido para la ahora conocida como Solange en compañía de su verdadero padre; en relativamente poco tiempo la chiquilla identificó a la perfección a aquel que le diera una nueva perspectiva de futuro como figura paterna debido a la falta de cariño de la que adolecía y por su parte, Leonard, la aceptó como la hija que siempre deseó y nunca tuvo, mientras se preocupaba de su siempre frágil salud comenzó a instruirla en el arte de la medicina.
Solange seguía percibiendo una presencia a su lado con bastante frecuencia pero no comentaba con su padre aquel suceso, bastante tenía aquel buen alma con saber que bajo su techo escondía a una asesina como para que también tuviera que confesarle que cobijaba a una demente porque sí, le confesó su crimen, pero no de qué modo lo llevó a cabo; a fin de cuentas si lo hacía ¿qué conseguiría?; ¿Qué la tomara por loca?, ¿Qué la entregara y la prendieran por hereje?. No, definitivamente lo mejor era callar.
Ayudando como enfermera a su padre en el hospital, la joven se ganó pronto una buena reputación en el oficio así como por su saber estar y su buen corazón, que le hacía quedarse trabajando hasta bien entrada la noche muchas veces ya no en el propio hospital, si no visitando a las familias más desfavorecidas, a quien al no tener la mayoría dinero para costearse los medicamentos más elaborados que sus enfermedades necesitaban, trataba con extractos, ungüentos, jarabes, y demás, hechos por ella misma con plantas del vivero que su padre tenía en la casa familiar y de las que sorprendentemente incluso para ella misma, parecía conocer todos y cada uno de los usos de hojas, raíces, y flores, como si la herbologia fuera algo sin secretos para ella y sus secretos hubieran sido desvelados a sus ojos hacía largo tiempo.
Una de esas noches en las que volvía tarde a casa subió, casi rendida por el cansancio, hasta su cuarto; nada más entrar sus ojos repararon en un pequeño arcón que quedaba en un rincón de la alcoba, y como si algo la empujara a abrirlo y rescatar lo que en el fondo yacía silencioso desde que ella misma lo depositara allí, se arrodilló frente al baúl y lo abrió lentamente para acto seguido sacar uno de los libros. Echó un rápido vistazo al tratado manuscrito de herbología y ladeando la cabeza la idea de lo raro que le resultaba conocer tanto sobre plantas si apenas había echado unas ojeadas al libro antes de llegar a París. Lo dejó a un lado con aquel pensamiento rondándole la cabeza y sacó aquel que parecía susurrar su nombre llamándola, lo sostuvo brevemente entre sus delicadas manos y contempló su tapa, con un motivo floral grabado en la tapa; por su aspecto y la tintura de la misma no parecía muy antiguo, sin embargo al abrirlo las páginas tenían un aspecto mucho mas vetusto por lo que, pensó, la encuadernación habría sido llevada a cabo por Ágatha.
Observó los caracteres, imposibles de descifrar e intentó leer en voz alta…
- Sláinte… agus… saol… chugat
Negó con la cabeza sin entender ni una sola de las palabras que estaba pronunciando, sin embargo algo en su interior le instó a seguir leyendo, y poco a poco las palabras en una lengua desconocida comenzaron a tener sentido para ella, como si las estuviera leyendo en su propio idioma.
M’ainm sé Maebh Nic Mhathúna y estas palabras de sabiduría y poder me pertenecen porque estarán sacadas de mi mente y mis vivencias. A día de hoy cuento con 21 años y voy a ser iniciada en el culto de la Diosa. Sé que es un poco tarde para comenzar mi aprendizaje pero tengo voluntad y determinación y cuanto aquí desvele quedará registrado para las sucesoras de mi linaje.
Al alzar la mirada de las palabras manuscritas Solange se percató de que se había levantado del suelo y se había sentado a su tocador, iluminado tenuemente por un candelabro de tres brazos, pero la imagen que vio ante sí reflejada en el espejo no era la suya, y una muchacha de cabellos pelirrojos y rasgados ojos verdes la contemplaba con una sonrisa en el rostro.
Boquiabierta pero sin sentir miedo, Solange escuchó las palabras que ahora le dedicaba aquella joven vestida con una sencilla túnica de lana gris, y que a pesar de hablar en la misma lengua que ella había logrado comprender en su lectura parecía también saber interpretar mientras le hablaba.
“Te conozco, Elysse, y tú me conoces a mí. Te hablé en la casa de la que cogiste mi diario y te dije que eras una de las nuestras, pero ahora te diré más: Tú eres yo. Eres mi aprendiz, mi confidente, mi propia sangre porque la mía corre por tus venas en un linaje ancestral, y aunque nadie te haya hablado de tus raíces yo te diré que en esta vida nada ocurre por casualidad.
No fue casualidad que dieras cuenta de tu madrastra por el mal que había cometido, así como tampoco lo fue que llegaras a casa de Ágatha; el fin de todo aquello era que encontrases mi manuscrito y que llegaras hasta mí, que aprendieras los caminos de la Diosa y que usaras tu don con sabiduría y firmeza”
Cuando Solange iba a cerrar el libro, aún abierto en sus manos, y a pronunciar un “yo sólo creo en Dios”, su reflejo negó con la cabeza y le quitó la palabra.
“Eso es lo que te han enseñado a creer, Elysse, pero poco a poco te irás dando cuenta de que tu Dios no es el único y verdadero, si no que ahí afuera hay muchas otras creencias y poderes que ignoras y que son tan fuertes o más que tus creencias. Siempre estaré contigo, para bien y para mal, Elysse, siempre me tendrás aquí como mentora, amiga, y confidente”
Y tras esto la muchacha pelirroja, Maebh, se difuminó sobre la pulida superficie del espejo dejando a una Solange totalmente desconcertada ante lo que se le acababa de revelar.
Pero como la felicidad no dura eternamente no pasó mucho tiempo hasta que Leonard enfermó y murió de fiebres en poco tiempo, legando a su hija Solange todo su patrimonio así como garantizándole un trabajo con el que poder seguir ganándose la vida asistiendo como enfermera en el hospital sin descuidar a los más necesitados, a quienes seguía yendo a visitar para atenderles.
Y de nuevo huérfana y debido a su carácter lánguido y falto de afecto, la muchacha, quien hasta entonces había evitado todo contacto con su mentora al otro lado del espejo confió esta vez en un ser que le haría a la vez de tutora, amiga, y confidente, tal como le prometió.
→ Apasionada de la herbología y la música, toca el piano y el violín.
→ Habla francés, inglés, y gaélico.
→ Posee unos modales exquisitos y una elegancia innata.
→ Colabora en obras benéficas y visita todas las semanas el orfanato por si requirieran de su ayuda o simplemente para hacer más llevadera la existencia de los pequeños que, como ella, perdieron tempranamente a sus padres.
→ Lleva siempre al cuello un delicado camafeo que nunca muestra abierto a nadie pues en su interior lleva la pintura del rostro de su verdadero padre.
→ Normalmente gusta de vestir diseños sencillos sin embargo su padre adoptivo le inculcó el "vicio" por la ropa y el único lujo que se permite es tener un buen fondo de armario, aunque para compensar este mal hábito siempre dona la ropa que no utiliza llevándola o bien al orfanato o bien a la Iglesia
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Última edición por Solange de SaintGabrielle el Miér Ene 29, 2014 8:08 pm, editado 1 vez
Solange de SaintGabrielle- Hechicero Clase Media
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Re: Solange de Saint Gabrielle
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TU FICHA ESTÁ CORRECTA, PERO PARA PODER ACEPTARLA ES OBLIGATORIO QUE COLOQUES LA IMAGEN DE CABECERA DE TU PERSONAJE. CUANDO LA AGREGUES, POR FAVOR AVISA POSTEANDO PARA DARTE COLOR Y RANGO. GRACIAS.
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Tarik Pattakie- Vampiro/Realeza
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Re: Solange de Saint Gabrielle
Pues no sé hacer imágenes así bonitas
Solange de SaintGabrielle- Hechicero Clase Media
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Re: Solange de Saint Gabrielle
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- REQUIERES COLOCAR - COMO SE TE HA DICHO - UNA IMAGEN EN LA CABECERA PARA QUE TU FICHA PUEDA SER APROBADA. NO ES NECESARIO UTILIZAR UNA FOTOGRAFÍA CON EDICIONES "BONITAS", EL PUNTO ES TENER LA IMAGEN DEL TAMAÑO, PUEDES SIMPLEMENTE RECORTARLA, AHORA BIEN, SI NO PUEDES CON ESO, CONTACTATE CONMIGO Y ARREGLAMOS EL DETALLE.
POSTEA A CONTINUACIÓN CUANDO TERMINES TU FICHA PARA QUE UN MIEMBRO DEL STAFF
PASE A REVISARLA Y TE DE COLOR Y RANGO SI TODO ESTÁ EN ORDEN. GRACIAS.
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Doreen Jussieu- Hechicero Clase Alta
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Re: Solange de Saint Gabrielle
Completada, creo
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Re: Solange de Saint Gabrielle
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BIENVENIDA A VICTORIAN VAMPIRES
TE INVITO A LEER LAS NORMAS QUE TENEMOS EN EL FORO PARA QUE ESTÉS BIEN ENTERADA DE CÓMO SE MANEJA TODO Y ASÍ EVITARTE FUTUROS MAL ENTENDIDOS, Y SI TIENES ALGUNA DUDA O ACLARACIÓN SOBRE CUALQUIER COSA, NO DUDES EN PREGUNTARME A MÍ O A OTRO ADMINISTRADOR, ESTAMOS PARA AYUDARTE.
QUE TE DIVIERTAS.
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Doreen Jussieu- Hechicero Clase Alta
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