AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Mi Sol | Flashback {Solange Sarì-Lennox}
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Mi Sol | Flashback {Solange Sarì-Lennox}
Las calles de París volvían a darle la bienvenida, pero, para Jacob, ese regreso sólo le traía malos recuerdos. La primera vez que pisó suelo francés fue en compañía de Jane, su amada esposa, en un viaje con el que llevaban mucho tiempo soñando. Tras pasar un solo día allí, ambos supieron que querían tener una residencia en aquella ciudad, un lugar al que poder ir durante largas temporadas y en cualquier época del año. Habían incluso hablado sobre cómo querían que fuera: algo totalmente opuesto al opulento castillo de Glasgow y que tuviera un pequeño jardín que la propia Jane cuidaría. Ese sueño, sin embargo, se truncó el día de la muerte de su esposa, lo que hundió al actual barón en una depresión tan profunda de la que todavía no creía haber conseguido salir.
Poco recordaba de la noche en la que algo cambió en él, la misma en la que despertó con esa sed que nunca se apagaba y que le obligaba a buscar presas con las que intentar saciarla. Aunque el tiempo que había pasado desde entonces no había sido mucho, sí fue el suficiente como para haberse dado cuenta de en qué se había convertido; las leyendas sobre seres nocturnos eran mundialmente conocidas, y había muchos libros que hablaban sobre ello. La mayoría, por supuesto, meras hipótesis de escritores a los que se les había dado por auténticos desquiciados. Hasta que no lo vivió en su propia piel, el mismo Jacob había creído que eran sólo los delirios de unos versionados por otros, todavía más chiflados que el autor original.
Ahora, sin embargo, estaba cada vez más seguro de que aquello que había leído y de lo que se había mofado hasta hartarse era cierto. Ese, y no otro, había sido el motivo por el que viajó a París de nuevo en busca de respuestas. En uno de los bolsillos del abrigo llevaba un papel doblado donde había descrito cada una de las imágenes que había ido recordando de la noche en la que se convirtió al vampirismo. Lo más nítido, y a la vez más borroso, eran esas dos mujeres que lo habían seducido y llevado al infierno. Él sentía que todo comenzaba en ellas porque había algo en ese recuerdo que lo alteraba y lo excitaba al mismo tiempo, pero no era capaz de definir qué era exactamente. Creyó que debía encontrarlas, pero había un problema: no sabía cómo. Hubo momentos en los que un olor, un sonido o incluso un reflejo en los charcos de la calzada evocaban en su subconsciente la imagen de esas dos féminas, como si hubieran estado ahí momentos antes que él. Jacob sabía que estaba cerca, pero su incesante búsqueda sin respuestas se estaba volviendo cada vez más desesperante.
Pasó varios meses en París y lo único que consiguió fue matar a un número ingente de inocentes (o no) para poder sobrevivir. ¿Desesaba ser un asesino sin ningún propósito en la vida que valerse de otros para seguir existiendo? No. Jacob Lennox ni era, ni quería ser así.
El barón había leído mucho sobre las leyendas de vampiros y, aunque había innumerables cosas que aún desconocía, otras las había aprendido casi antes de saber en lo que se había convertido. Una de ellas era la debilidad de esos seres a la luz del Sol. Desde el primer día supo que los rayos del astro rey dolían como el fuego, pero con el tiempo aprendió que una exposición más prolongada podía terminar con su vida. Muchas veces estuvo tentado de quedarse hasta el alba para comprobar hasta qué punto el mito se convertía en realidad, pero el miedo a que todo fuera cierto se lo impidió.
Esa noche, sin embargo, la sensación de derrota y la falta de su amada Jane (algo que siempre lo acompañaba) eran tan fuertes que sabía que iban a terminar matándolo, así que, ¿para qué esperar? Jacob salió de la habitación donde se alojaba sin miedo alguno. Vagó alimentándose sin ningún tipo de pudor de todo aquel que se le pusiera delante. Dejó el cuerpo del último pobre infeliz en un callejón oscuro y se limpió los restos de sangre antes de dirigirse calle arriba. Llegó al Pont Neuf, desierto a esas horas salvo por una jovencita que estaba demasiado cerca de la barandilla. No le hizo falta leerle la mente para saber sus intenciones que, casualmente, eran las mismas que las de él.
—¿No hay otra manera menos traumática de hacer lo que pretendes hacer, muchacha? —preguntó, curioso, saliendo de entre las sombras—. Seguro que sí, vosotros los tenéis más fácil que nosotros.
Poco recordaba de la noche en la que algo cambió en él, la misma en la que despertó con esa sed que nunca se apagaba y que le obligaba a buscar presas con las que intentar saciarla. Aunque el tiempo que había pasado desde entonces no había sido mucho, sí fue el suficiente como para haberse dado cuenta de en qué se había convertido; las leyendas sobre seres nocturnos eran mundialmente conocidas, y había muchos libros que hablaban sobre ello. La mayoría, por supuesto, meras hipótesis de escritores a los que se les había dado por auténticos desquiciados. Hasta que no lo vivió en su propia piel, el mismo Jacob había creído que eran sólo los delirios de unos versionados por otros, todavía más chiflados que el autor original.
Ahora, sin embargo, estaba cada vez más seguro de que aquello que había leído y de lo que se había mofado hasta hartarse era cierto. Ese, y no otro, había sido el motivo por el que viajó a París de nuevo en busca de respuestas. En uno de los bolsillos del abrigo llevaba un papel doblado donde había descrito cada una de las imágenes que había ido recordando de la noche en la que se convirtió al vampirismo. Lo más nítido, y a la vez más borroso, eran esas dos mujeres que lo habían seducido y llevado al infierno. Él sentía que todo comenzaba en ellas porque había algo en ese recuerdo que lo alteraba y lo excitaba al mismo tiempo, pero no era capaz de definir qué era exactamente. Creyó que debía encontrarlas, pero había un problema: no sabía cómo. Hubo momentos en los que un olor, un sonido o incluso un reflejo en los charcos de la calzada evocaban en su subconsciente la imagen de esas dos féminas, como si hubieran estado ahí momentos antes que él. Jacob sabía que estaba cerca, pero su incesante búsqueda sin respuestas se estaba volviendo cada vez más desesperante.
Pasó varios meses en París y lo único que consiguió fue matar a un número ingente de inocentes (o no) para poder sobrevivir. ¿Desesaba ser un asesino sin ningún propósito en la vida que valerse de otros para seguir existiendo? No. Jacob Lennox ni era, ni quería ser así.
El barón había leído mucho sobre las leyendas de vampiros y, aunque había innumerables cosas que aún desconocía, otras las había aprendido casi antes de saber en lo que se había convertido. Una de ellas era la debilidad de esos seres a la luz del Sol. Desde el primer día supo que los rayos del astro rey dolían como el fuego, pero con el tiempo aprendió que una exposición más prolongada podía terminar con su vida. Muchas veces estuvo tentado de quedarse hasta el alba para comprobar hasta qué punto el mito se convertía en realidad, pero el miedo a que todo fuera cierto se lo impidió.
Esa noche, sin embargo, la sensación de derrota y la falta de su amada Jane (algo que siempre lo acompañaba) eran tan fuertes que sabía que iban a terminar matándolo, así que, ¿para qué esperar? Jacob salió de la habitación donde se alojaba sin miedo alguno. Vagó alimentándose sin ningún tipo de pudor de todo aquel que se le pusiera delante. Dejó el cuerpo del último pobre infeliz en un callejón oscuro y se limpió los restos de sangre antes de dirigirse calle arriba. Llegó al Pont Neuf, desierto a esas horas salvo por una jovencita que estaba demasiado cerca de la barandilla. No le hizo falta leerle la mente para saber sus intenciones que, casualmente, eran las mismas que las de él.
—¿No hay otra manera menos traumática de hacer lo que pretendes hacer, muchacha? —preguntó, curioso, saliendo de entre las sombras—. Seguro que sí, vosotros los tenéis más fácil que nosotros.
Jacob Lennox- Vampiro/Realeza
- Mensajes : 28
Fecha de inscripción : 17/10/2017
Re: Mi Sol | Flashback {Solange Sarì-Lennox}
Dejaré esta rosa en el abandono, el abandono está lleno de rosas.
Mario Benedetti.
Mario Benedetti.
No tenía salidas ni alternativas, lo había intentado todo pero hacia donde mirase encontraba barreras infranqueables. Se hallaba acorralada hacía tiempo ya, más del que cualquier persona que quisiese mantenerse cuerda podría resistir.
Todos sus males tenían rostro, sus miedos tenían voz –una muy grave, de hecho-, su angustia estaba plagada de recuerdos, padecimientos, su amenaza tenía un nombre: Ernest. Lo había conocido hacía poco más de un año, podía parecer un breve periodo de tiempo pero no lo era para ella, una muchacha que había abandonado su hogar, y su inocencia, para buscar éxito en la gran ciudad. No, para alguien como Solange Sarì un año era mucho tiempo, cuánto más si era de padecimientos.
Él le había dado todo. Un empleo que le permitía sustentarse y enviar una buena cantidad de dinero a su familia, una cifra que jamás hubiera imaginado que les podría enviar. Le había dado seguridad, la ayuda para encontrar un buen lugar donde vivir. Le había dado dinero y lujos, ropas hermosas y algunas joyas. Le había dado y dado a manos llenas, mas ahora el hombre pedía ser recompensado por su generosidad y, ante la negativa de Solange de seguir teniendo encuentros sexuales y el posterior rechazo a la propuesta de matrimonio, Ernest se había tornado violento y amenazante. Si se tocaba, a Solange aún le dolía el cuarto metacarpiano de su mano derecha, allí donde la habían fracturado quienes la atacaron hacía no mucho tiempo. Ella sabía que había sido por orden de un Ernest enojado ante su negativa, lo intuía y él no tardó en confirmárselo días después cuando hasta se atrevió a mencionar a Charlotte.
¿Cómo sabía él el nombre de su hermanita? ¿De dónde había sacado información? ¿Qué le haría a Charlotte y a su madre si ella no consentía a su propuesta de matrimonio? Acabó por dejarse besar por él, se dejó tocar y se le entregó esperando que así el hombre olvidase todo, que olvidase que ella tenía una familia vulnerable que necesitaba del dinero que mensualmente Solange enviaba. Pero no hubo paz para ella luego de eso, sino asco y dolor. Miedo.
Llegó al puente esa noche dispuesta a acabar con todo. Con las torturas, con las insinuaciones y las amenazas. Estaba convencida de que Ernest no sabía más que el nombre de su hermana y que la única forma que tendría de averiguar algo más sería sólo si ella habría la boca, cosa que no pensaba hacer pues ya se imaginaba flotando en el río, muerta. Tras dos intentos fallidos de escape, sin destino, Solange supo que no podía hacer más. Estaba agotada físicamente, pero mentalmente se hallaba anulada.
No oyó los pasos. Estaba concentrada en no resbalar de la cornisa y era curioso, pues se había trepado allí con mucha determinación. Iba en su vestido azul, el que más le gustaba porque la hacía sentir bella. Llevaba el anillo que con esfuerzo su padre le había regalado cuando cumplió quince años, le había costado ponérselo porque todavía tenía la mano hinchada.
Cuando el hombre le habló, Solange dio un respingo y buscó en vano a qué sujetarse para no caer. Tuvo que apartarse el cabello largo y castaño del rostro para verlo bien, pues el viento se lo había alborotado. Lamentablemente no se había hecho ningún peinado que se lo sujetase, ¿para qué perder tiempo en peinarse para morir?
-No, no soy tan valiente como para clavarme una cuchilla. Tampoco tengo dinero para comprar alguna poción –le dijo, sin saber por qué le respondía-. Esta es la mejor forma, la menos sucia y gratuita. Váyase –pidió, pero al notar que estaba usando un modo imperativo, tal vez demasiado severo, con alguien que nada le había hecho, Solange relajó su tono de voz-: por favor, déjeme a solas. No quiero que me vea nadie hacerlo, por favor siga su camino –le rogó, dando un pequeño paso más hacia el borde de la cornisa.
Aquello de quitarse la vida en una forma tan escandalosa -pues sabía que al caer gritaría- le daba mucha vergüenza y no era eso lo último que quería sentir antes de abandonar ese mundo en el que había sido tan feliz con sus padres y Charlotte.
Solange Sarì-Lennox- Esclavo de Sangre/Realeza
- Mensajes : 25
Fecha de inscripción : 30/10/2017
Re: Mi Sol | Flashback {Solange Sarì-Lennox}
Caminó los pasos que le quedaban hasta llegar a la baranda del puente y apoyó los antebrazos sobre ésta, cruzándolos y cargando el peso de su cuerpo en ellos. Observó la escena, dramática hasta niveles novelescos: la joven chiquilla sobre la cornisa enfundada en un precioso vestido azul agitado por el viento, con el pelo enredado tapándole parte de su hermoso rostro. Había algo en todo aquello que a Jacob le maravilló. No sabía si era la determinación de la muchacha por terminar con su vida, el reflejo de las sedas de su vestido sobre el agua revuelta o el aroma dulce procedente de la piel tibia que le llegaba con el viento. También existía la opción de que fuera la simple fragilidad de la vida, la misma que él había perdido hacía ya un tiempo y que tan clara había visto ahora en ella. Fuera lo que fuera, lo amarró a esa baranda con una soga invisible y lo mantuvo allí, haciéndole compañía a la chica suicida, a pesar de que ella había insistido en que quería estar sola.
—No tengo un camino que seguir, sólo vagaba esperando a que amanezca —dijo con tono indiferente, como si le diera igual lo que ella dijera—. Pero no te preocupes, si eres capaz de esperar hasta el alba me verás deshacerme con los primeros haces de luz, de la misma manera que un papel al que se le prende fuego. Moriré yo antes que tú, y entonces quedarás sola para lanzarte al río —explicó, tan estoico que no parecía que estuviera hablando del proceso de creación del vino, y no de vida y muerte—. ¿Podrás darme el placer de estar acompañado hasta que llegue mi hora? Al contrario que tú, yo no deseo morir solo —confesó—. Ya he pasado demasiado tiempo sin compañía.
Lo último fue más un pensamiento en voz alta que algo dirigido hacia ella. En aquel momento, el rostro de Jane se dibujó claro frente a él. ¿Sería, acaso, producto de la lucidez que se sufre antes de morir? A Jacob poco le importó el motivo, sino que disfrutó de esa imagen de su difunta esposa tanto como pudo. El viento fue el que, cruzando por delante unas cuantas hojas desprendidas de algún árbol cercano, desdibujó a su hermosa Jane, devolviéndo al viudo a la realidad.
—¿Puedo preguntar por qué una chica joven como tú, con toda una vida por delante, quiere acabar con ella de la peor de las maneras? —giró el rostro y se quedó mirándola—. ¿Qué te ha pasado para que desees un final así de trágico?
Y lo preguntaba con verdadera curiosidad. Él nunca eligió la inmortalidad, fue algo impuesto y que, para colmo, nadie le explicó, así que todo lo que sabía había sido fruto de un duro esfuerzo por su parte. ¿Habría preferido morir antes que esa no-vida? Por supuesto, pero ella no tenía el mismo problema que él; no tenía sus poderes demasiado desarrollados, pero había aprendido bien pronto a diferenciar a los de sus especie del resto de los seres del planeta. Ella era una humana, joven y hermosa, y para nada creía él que pudiera tener motivos para quitarse la vida.
—Toma —dijo, y metió la mano en uno de los bolsillos. Cuando sacó el puño cerrado, en el interior llevaba unas cuantas monedas que dejó sobre la barandilla—. Ten unas monedas para poder comprarte una poción en condiciones. Tú las aprovecharás mejor que yo, puesto que a mí ya no me harán falta. —La volvió a mirar—. Sólo haz el favor de volver a este lado del puente.
—No tengo un camino que seguir, sólo vagaba esperando a que amanezca —dijo con tono indiferente, como si le diera igual lo que ella dijera—. Pero no te preocupes, si eres capaz de esperar hasta el alba me verás deshacerme con los primeros haces de luz, de la misma manera que un papel al que se le prende fuego. Moriré yo antes que tú, y entonces quedarás sola para lanzarte al río —explicó, tan estoico que no parecía que estuviera hablando del proceso de creación del vino, y no de vida y muerte—. ¿Podrás darme el placer de estar acompañado hasta que llegue mi hora? Al contrario que tú, yo no deseo morir solo —confesó—. Ya he pasado demasiado tiempo sin compañía.
Lo último fue más un pensamiento en voz alta que algo dirigido hacia ella. En aquel momento, el rostro de Jane se dibujó claro frente a él. ¿Sería, acaso, producto de la lucidez que se sufre antes de morir? A Jacob poco le importó el motivo, sino que disfrutó de esa imagen de su difunta esposa tanto como pudo. El viento fue el que, cruzando por delante unas cuantas hojas desprendidas de algún árbol cercano, desdibujó a su hermosa Jane, devolviéndo al viudo a la realidad.
—¿Puedo preguntar por qué una chica joven como tú, con toda una vida por delante, quiere acabar con ella de la peor de las maneras? —giró el rostro y se quedó mirándola—. ¿Qué te ha pasado para que desees un final así de trágico?
Y lo preguntaba con verdadera curiosidad. Él nunca eligió la inmortalidad, fue algo impuesto y que, para colmo, nadie le explicó, así que todo lo que sabía había sido fruto de un duro esfuerzo por su parte. ¿Habría preferido morir antes que esa no-vida? Por supuesto, pero ella no tenía el mismo problema que él; no tenía sus poderes demasiado desarrollados, pero había aprendido bien pronto a diferenciar a los de sus especie del resto de los seres del planeta. Ella era una humana, joven y hermosa, y para nada creía él que pudiera tener motivos para quitarse la vida.
—Toma —dijo, y metió la mano en uno de los bolsillos. Cuando sacó el puño cerrado, en el interior llevaba unas cuantas monedas que dejó sobre la barandilla—. Ten unas monedas para poder comprarte una poción en condiciones. Tú las aprovecharás mejor que yo, puesto que a mí ya no me harán falta. —La volvió a mirar—. Sólo haz el favor de volver a este lado del puente.
Jacob Lennox- Vampiro/Realeza
- Mensajes : 28
Fecha de inscripción : 17/10/2017
Re: Mi Sol | Flashback {Solange Sarì-Lennox}
Le llamó la atención que le dijese que con el amanecer él se desharía, ¿era una metáfora acaso? No lo parecía, su tono de voz había sido imperturbable. ¿Quién era ese extraño que la interrumpía en uno de los momentos más trascendentales de su vida? No tenía idea de su identidad, pero sí se reconocía en su tono de voz triste, en sus palabras cargadas de final. Él estaba sufriendo, lo sabía ella que de sufrimiento había experimentado mucho.
-¿De verdad le parece que esta es la peor de las maneras? –le preguntó, considerando el pedido que él le había hecho-. Me parece que peor es arrojarse a las vías del tren, como hizo ese hombre hace unos días. ¿Lo ha leído en el periódico? Eso es horrible y, a la vez, muy valiente.
Conocer aquella noticia era lo que le había dado la idea a la propia Solange. No había considerado el suicidio como escape a su dolor antes de conocer la historia de ese hombre que en su desesperación había acabado con todo de esa forma sangrienta. El periódico daba detalles por demás específicos, horrendos, y era por eso que Solange ni siquiera había considerado la posibilidad de llegarse a las vías del ferrocarril, no podría imitar a aquel sujeto porque no se odiaba tanto como para arrojarse a una crueldad tamaña. En cambio el puente tenía un dejo de romanticismo incluso, si se lo proponía podía fantasear con que volaba antes de caer al agua helada. Claro que sabía que la caída –aunque elevada- no la mataría, sino que moriría arrastrada por las aguas del río. Ya lo había imaginado todo, incluso se había encaramado allí muy decidida, estaba determinada. Solo le faltaba reunir el valor y saltar, eso y que su inesperado acompañante mirase para otro lado.
-¿Tú también quieres morir? –le preguntó tuteándolo y en cuanto lo notó se disculpó-: Lo siento, ¿le molesta si lo trato con confianza? Después de todo ambos estamos por morir… ¿qué más da? Te contaré mi historia si me cuentas la tuya, tal vez entre las dos consigan deprimirnos tanto como para saltar juntos, lo siento pero la idea del fuego no me atrae en lo absoluto, prefiero el agua –dijo y miró hacia abajo una última vez-. Bueno, puede esperar unas horas esto, supongo que el río no se secará, me seguirá esperando. ¿Me ayudas? –le pidió tendiendo una mano hacia él-. Que no quiero caerme antes de tiempo –se rió, ¿cómo era posible que hubiese espacio para reír en medio de su dolor?-, no puedo caer sin oír tu historia.
Se sintió insultada al ver las monedas brillar. Ella no quería dinero, después de todo era lo que le había malogrado el presente. Ese afán de juntar dinero para pagar el lugar donde vivía, para poder comer dignamente, para poder enviarle a su hermana… El dinero, sufría y lloraba por no llegar a reunir lo suficiente. Solange le dio una patada a las monedas que el hombre había dejado junto a sus pies, era un lujo hacer eso, ver como esas monedas volaban por el aire para acabar en el fondo del río, pero ninguno de los dos necesitaría de aquello ya, nunca más.
-Lo siento, siempre quise hacer eso. Lograr que el dinero no me importe en lo absoluto. Si me hubiese dado esas monedas ayer me las hubiera guardado en lo más profundo del escote de mi vestido. Pero hoy ya no nos sirven a ninguno de los dos.
-¿De verdad le parece que esta es la peor de las maneras? –le preguntó, considerando el pedido que él le había hecho-. Me parece que peor es arrojarse a las vías del tren, como hizo ese hombre hace unos días. ¿Lo ha leído en el periódico? Eso es horrible y, a la vez, muy valiente.
Conocer aquella noticia era lo que le había dado la idea a la propia Solange. No había considerado el suicidio como escape a su dolor antes de conocer la historia de ese hombre que en su desesperación había acabado con todo de esa forma sangrienta. El periódico daba detalles por demás específicos, horrendos, y era por eso que Solange ni siquiera había considerado la posibilidad de llegarse a las vías del ferrocarril, no podría imitar a aquel sujeto porque no se odiaba tanto como para arrojarse a una crueldad tamaña. En cambio el puente tenía un dejo de romanticismo incluso, si se lo proponía podía fantasear con que volaba antes de caer al agua helada. Claro que sabía que la caída –aunque elevada- no la mataría, sino que moriría arrastrada por las aguas del río. Ya lo había imaginado todo, incluso se había encaramado allí muy decidida, estaba determinada. Solo le faltaba reunir el valor y saltar, eso y que su inesperado acompañante mirase para otro lado.
-¿Tú también quieres morir? –le preguntó tuteándolo y en cuanto lo notó se disculpó-: Lo siento, ¿le molesta si lo trato con confianza? Después de todo ambos estamos por morir… ¿qué más da? Te contaré mi historia si me cuentas la tuya, tal vez entre las dos consigan deprimirnos tanto como para saltar juntos, lo siento pero la idea del fuego no me atrae en lo absoluto, prefiero el agua –dijo y miró hacia abajo una última vez-. Bueno, puede esperar unas horas esto, supongo que el río no se secará, me seguirá esperando. ¿Me ayudas? –le pidió tendiendo una mano hacia él-. Que no quiero caerme antes de tiempo –se rió, ¿cómo era posible que hubiese espacio para reír en medio de su dolor?-, no puedo caer sin oír tu historia.
Se sintió insultada al ver las monedas brillar. Ella no quería dinero, después de todo era lo que le había malogrado el presente. Ese afán de juntar dinero para pagar el lugar donde vivía, para poder comer dignamente, para poder enviarle a su hermana… El dinero, sufría y lloraba por no llegar a reunir lo suficiente. Solange le dio una patada a las monedas que el hombre había dejado junto a sus pies, era un lujo hacer eso, ver como esas monedas volaban por el aire para acabar en el fondo del río, pero ninguno de los dos necesitaría de aquello ya, nunca más.
-Lo siento, siempre quise hacer eso. Lograr que el dinero no me importe en lo absoluto. Si me hubiese dado esas monedas ayer me las hubiera guardado en lo más profundo del escote de mi vestido. Pero hoy ya no nos sirven a ninguno de los dos.
Solange Sarì-Lennox- Esclavo de Sangre/Realeza
- Mensajes : 25
Fecha de inscripción : 30/10/2017
Re: Mi Sol | Flashback {Solange Sarì-Lennox}
No, no era la peor, ni mucho menos. Como ella bien había apuntado, arrojarse frente a un tren en marcha era mucho peor, más sucio y egoísta para aquellos que tuvieran que presenciarlo. Debía reconocer a la joven algo de mérito en eso, puesto que quería acabar con su vida sin obligar a otros a presenciar algo tan terrible como ver morir a alguien. ¿Qué era más valiente, lo que hizo el hombre del periódico o intentar morir sabiendo que no habría nadie que te lo impidiera? Quitarse la vida no era algo que un cobarde fuera capaz de hacer, eso Jacob lo sabía bien, pero hacerlo solo tampoco creía que fuera una tarea sencilla. En ese momento se dio cuenta de quizá sí la estuviera molestando, aunque ya era tarde para dar media vuelta y seguir su camino.
—Hace tiempo que decidí no leer el periódico —comentó—. Bastantes noticias y quehaceres tengo a mi alrededor como para pararme a pensar en las que están fuera de mi alcance. Si ocurre algo importante que me ataña, lo sabré. No hay mejor noticiero que unos informantes de confianza.
¿Para qué le contaba todo aquello? Supuso que sería la desvergüenza del que sabe que no vivirá un día más. ¿Qué importaba que aquella chiquilla supiera los secretos más íntimos de su vida, si él ya no estaría en el mundo para recoger la cosecha de esa simiente? Al menos había encontrado a alguien con quien hablar.
—Sí —contestó rotundo a su pregunta, tan seguro de sí mismo como que dentro de unas horas se convertiría en polvo—. Me encantaría saltar contigo, pero eso no terminaría con mi sufrimiento, y, por fortuna, tú no puedes morir abrasada como yo.
Le tendió las manos para ayudarla a cruzar a un lugar seguro y, cuando la muchacha hubo estirado el cuerpo él la sujetó de la cintura con firmeza. Era delgada y Jacob la sintió frágil entre sus brazos, igual que su Jane. Por un momento imaginó que era ella y, si cerraba los ojos, podía incluso verla allí con él, paseando a la luz de la luna por una ciudad amada por ambos.
Sólo la soltó cuando supo que no corría peligro de caerse al agua, pero lo hubiera hecho antes de haber podido. El calor que emitía su cuerpo era abrasador a pesar de que el frescor de la noche había bajado su temperatura. ¿Hacía cuánto tiempo que no tocaba a un ser humano sin la intención de comérselo? Demasiado tiempo, casi incluso desde antes de convertirse en vampiro. Dio un paso en su dirección siguiendo el olor de ella, tan dulce que parecía un oso atraído por la miel, y observó su rostro desde esa nueva perspectiva. Su vista no lo había engañado antes: era muy bonita.
Observó con curiosidad cómo la muchacha pateaba las monedas. ¿No había dicho, acaso, que no tenía dinero suficiente para comprar una poción? Ahora él se lo había dado, y Jacob sabía que con esos francos tenía para hacerse con un veneno que primero la dormiría, para matarla sigilosamente después. ¿Qué mejor muerte que esa, la de dormir y no volver a despertar? El vampiro estaba dispuesto a cambiar todo lo que tenía por ese regalo que la joven no se daba cuenta que poseía, y que a él se lo habían arrebatado hacía ya demasiado tiempo.
—Razón no te falta. Vivimos en un mundo en el que el dinero importa demasiado, pero créeme, no lo es todo, en absoluto —dijo, mirando las monedas caer al río—. Si cambias de idea, estaré encantado de ayudarte a conseguir una buena poción con la que no sentirás ningún dolor. —Se volvió hacia ella y metió las manos en los bolsillos del pantalón—. Quizá te preguntes por qué me empeño en ayudarte, pero creo podrás entenderlo cuando escuches mi historia —concluyó—. ¿De verdad quieres hacerlo?
Se arrepintió nada más formular la pregunta. ¿Y si ahora le contestaba que no y volvía a cruzar la baranda? Antes de que algo así pasara, Jacob se colocó junto a ella y apoyó el trasero en el borde de la barandilla, de manera que para que saltara tendría que esquivar los reflejos superdotados de alguien como él.
—Lo que me ha traído aquí hoy empezó cuando conocí a una mujer que terminó convirtiéndose en mi esposa —comenzó—. Era tan hermosa que no podía dejar de mirarla. Cuando sonreía le salían unos hoyuelos en las mejillas, y cuando tenía que pensar algo con fuerza fruncía el ceño de una manera muy divertida. —Sonreía mientras hablaba, porque esos eran los recuerdos buenos que conservaba de ella—. Fuimos increíblemente felices hasta que ella nos dejó. —Calló unos segundos, puesto que el recuerdo de la muerte de su esposa todavía seguía afectándolo—. Su pérdida fue demasiado dolorosa para mí. Esa noche bebí demasiado, y recuerdo poco de lo que pasó, pero sí sé que algo cambió en mí. Me quitaron algo que tú aún tienes, eso de lo que te quieres deshacer hoy. —Tomó una mano de la joven entre las suyas y la envolvió con suavidad—. ¿Sientes el frío? ¿Sabes a qué se debe? —La miró a los ojos. Eran hermosos—. Yo no estoy vivo, muchacha, y algo que no está vivo difícilmente puede morir.
Se quedó ahí, con la mano de la joven aún sujeta, sintiendo el calor de la vida en sus palmas. Por un momento, tuvo la tentación de pegarse a ella y morder su cuello; si su olor era así de dulce, su sangre debía serlo también.
—¿Has oído hablar de los seres como yo, esos que sólo salen de noche porque la luz del sol acaba con ellos? Dicen de nosotros que somos bestias inhumanas, demonios peligrosos que es mejor aniquilar, pero yo te aseguro que eso no es del todo cierto; llevo solo mucho tiempo, y la perspectiva de seguir así el resto de la eternidad me abruma, me entristece y me angustia. —Soltó su mano y devolvió las suyas a los bolsillos de su pantalón—. Si dejas que te ayude significará que algo bueno queda en mí, a pesar de todo.
—Hace tiempo que decidí no leer el periódico —comentó—. Bastantes noticias y quehaceres tengo a mi alrededor como para pararme a pensar en las que están fuera de mi alcance. Si ocurre algo importante que me ataña, lo sabré. No hay mejor noticiero que unos informantes de confianza.
¿Para qué le contaba todo aquello? Supuso que sería la desvergüenza del que sabe que no vivirá un día más. ¿Qué importaba que aquella chiquilla supiera los secretos más íntimos de su vida, si él ya no estaría en el mundo para recoger la cosecha de esa simiente? Al menos había encontrado a alguien con quien hablar.
—Sí —contestó rotundo a su pregunta, tan seguro de sí mismo como que dentro de unas horas se convertiría en polvo—. Me encantaría saltar contigo, pero eso no terminaría con mi sufrimiento, y, por fortuna, tú no puedes morir abrasada como yo.
Le tendió las manos para ayudarla a cruzar a un lugar seguro y, cuando la muchacha hubo estirado el cuerpo él la sujetó de la cintura con firmeza. Era delgada y Jacob la sintió frágil entre sus brazos, igual que su Jane. Por un momento imaginó que era ella y, si cerraba los ojos, podía incluso verla allí con él, paseando a la luz de la luna por una ciudad amada por ambos.
Sólo la soltó cuando supo que no corría peligro de caerse al agua, pero lo hubiera hecho antes de haber podido. El calor que emitía su cuerpo era abrasador a pesar de que el frescor de la noche había bajado su temperatura. ¿Hacía cuánto tiempo que no tocaba a un ser humano sin la intención de comérselo? Demasiado tiempo, casi incluso desde antes de convertirse en vampiro. Dio un paso en su dirección siguiendo el olor de ella, tan dulce que parecía un oso atraído por la miel, y observó su rostro desde esa nueva perspectiva. Su vista no lo había engañado antes: era muy bonita.
Observó con curiosidad cómo la muchacha pateaba las monedas. ¿No había dicho, acaso, que no tenía dinero suficiente para comprar una poción? Ahora él se lo había dado, y Jacob sabía que con esos francos tenía para hacerse con un veneno que primero la dormiría, para matarla sigilosamente después. ¿Qué mejor muerte que esa, la de dormir y no volver a despertar? El vampiro estaba dispuesto a cambiar todo lo que tenía por ese regalo que la joven no se daba cuenta que poseía, y que a él se lo habían arrebatado hacía ya demasiado tiempo.
—Razón no te falta. Vivimos en un mundo en el que el dinero importa demasiado, pero créeme, no lo es todo, en absoluto —dijo, mirando las monedas caer al río—. Si cambias de idea, estaré encantado de ayudarte a conseguir una buena poción con la que no sentirás ningún dolor. —Se volvió hacia ella y metió las manos en los bolsillos del pantalón—. Quizá te preguntes por qué me empeño en ayudarte, pero creo podrás entenderlo cuando escuches mi historia —concluyó—. ¿De verdad quieres hacerlo?
Se arrepintió nada más formular la pregunta. ¿Y si ahora le contestaba que no y volvía a cruzar la baranda? Antes de que algo así pasara, Jacob se colocó junto a ella y apoyó el trasero en el borde de la barandilla, de manera que para que saltara tendría que esquivar los reflejos superdotados de alguien como él.
—Lo que me ha traído aquí hoy empezó cuando conocí a una mujer que terminó convirtiéndose en mi esposa —comenzó—. Era tan hermosa que no podía dejar de mirarla. Cuando sonreía le salían unos hoyuelos en las mejillas, y cuando tenía que pensar algo con fuerza fruncía el ceño de una manera muy divertida. —Sonreía mientras hablaba, porque esos eran los recuerdos buenos que conservaba de ella—. Fuimos increíblemente felices hasta que ella nos dejó. —Calló unos segundos, puesto que el recuerdo de la muerte de su esposa todavía seguía afectándolo—. Su pérdida fue demasiado dolorosa para mí. Esa noche bebí demasiado, y recuerdo poco de lo que pasó, pero sí sé que algo cambió en mí. Me quitaron algo que tú aún tienes, eso de lo que te quieres deshacer hoy. —Tomó una mano de la joven entre las suyas y la envolvió con suavidad—. ¿Sientes el frío? ¿Sabes a qué se debe? —La miró a los ojos. Eran hermosos—. Yo no estoy vivo, muchacha, y algo que no está vivo difícilmente puede morir.
Se quedó ahí, con la mano de la joven aún sujeta, sintiendo el calor de la vida en sus palmas. Por un momento, tuvo la tentación de pegarse a ella y morder su cuello; si su olor era así de dulce, su sangre debía serlo también.
—¿Has oído hablar de los seres como yo, esos que sólo salen de noche porque la luz del sol acaba con ellos? Dicen de nosotros que somos bestias inhumanas, demonios peligrosos que es mejor aniquilar, pero yo te aseguro que eso no es del todo cierto; llevo solo mucho tiempo, y la perspectiva de seguir así el resto de la eternidad me abruma, me entristece y me angustia. —Soltó su mano y devolvió las suyas a los bolsillos de su pantalón—. Si dejas que te ayude significará que algo bueno queda en mí, a pesar de todo.
Jacob Lennox- Vampiro/Realeza
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Fecha de inscripción : 17/10/2017
Re: Mi Sol | Flashback {Solange Sarì-Lennox}
En cuanto se tocaron, Solange sintió algo inesperado: toda la piel se le erizó. No era tanto por lo helada que estaba la mano del hombre, era más bien como un escalofrío cargado de sentimiento, como si su cuerpo quisiera advertirle algo… ¿Se estaría por engripar? Ah, qué más daba… Al día siguiente a nadie le importaría si la suicida que había saltado del puente estaba resfriada o no.
Sí, a alguien sí. A Charlotte le importaría saber un detalle así.
No tenía que pensar en esas cosas pues podían llegar a detenerla. Volvió a ver al hombre y se sintió repentinamente incómoda y no era por la forma en la que la había sujetado, con firmeza, sino porque su mirada parecía querer contarle algo que ella no entendía. El vestido azul, pese a ser su favorito, ya no le parecía bonito. Hasta hacía unos segundos se sentía valiente y decidida, pero ahora le parecía que todo aquello no había sido más que un espectáculo patético de su parte.
Tal vez era eso lo que debía hacer, pedirle dinero y comprar un veneno capaz de hacerla caer dormida al río, pero Solange no quería morir dormida, quería morir estando bien viva.
-Claro que oiré tu historia –le dijo, con la vista clavada en el agua que la mataría. No sabía nadar, nunca había aprendido pese a los esfuerzos de su amiga Marene por enseñarle-, para eso me he bajado… Habla, puedes confiar en mí.
Ah, el amor verdadero. Qué golpe para alguien como ella, que en el pasado –hacía algunos años- había sido una muchacha llena de ilusiones románticas y de sueños de amor. Sintió que debía decir algo, porque no tenían confianza como para que le palmease el hombro o diese un abrazo, pero no hallaba las palabras adecuadas.
-Seguramente tendría que decir algo reconfortante, pero no sé qué –le dijo, al oír de su pérdida-. Te puedo comprender bien, también me dejó alguien a quien amaba, alguien a quien necesito… Si él estuviese vivo yo no estaría aquí esta noche.
Casi no tuvo tiempo de entristecerse al pensar en su padre y su partida, pues con cada frase que el desconocido pronunciaba, el rostro sincero de Solange Sarì iba mutando… ¿Qué estaba queriendo decirle? Otra vez su mano junto a la de él, otra vez el frío que despertaba algo en su cuerpo, una advertencia que no lograba descifrar…
No era tonta, sabía de la existencia de seres sobrenaturales. Su amiga Marene le había hablado de ellos: los no vivos, criaturas de la noche que vivían gracias a la sangre que pudieran robar de otros. ¡Él era un vampiro! ¿Era eso lo que quería con todo ese cuento? ¿Qué ella le diese su sangre? No lo creía, su dolor parecía genuino… Ningún demonio sería capaz de inventar algo así porque no tenía la necesidad, si quería su sangre podía tomarla sin tener que engañarla.
Se apartó el cabello del rostro y con ese movimiento le dijo a su cuerpo que no le permitiría quedarse paralizado, sin importar lo que sucediese. Tenía miedo, sí. ¿Pero qué era lo peor que podía pasarle? ¿Morir? Ella había ido allí buscando justamente eso. Aún así comenzó a temblar, recuperó su mano privándosela a él y se abrazó el cuerpo.
-He oído sobre seres así, tengo una amiga que sabe mucho de eso. Pero… no sé –suspiró, ¿cómo podía comprobar que él no le mentía?- . Permiso, necesito constatar algo…
Con manos temblorosas, se lanzó al cuello del hombre para desabotonar su abrigo, su camisa. Quería llegar a tocar su corazón, ver que era cierto que no latía. Era algo incómodo, pero lamentablemente no era el primer cuerpo que tocaba, además la inminencia de la muerte la volvía más osada que de costumbre. Se demoró demasiado en aquello, estaba en verdad nerviosa, pero cuando pudo llegar a colar una mano dentro de las ropas de él constató que no mentía: su corazón no latía. Dio un respingo, su espalda chocó contra la barandilla y la lastimó un poco.
-Lo siento. Yo, no es que no… No sé ni qué decir. ¿Esto es por mi sangre? ¿Es eso lo que quieres? Pues te la doy, me da igual morir contigo o en el agua… ¡Te la vendo si la quieres! –le dijo, porque una idea asomó en su mente confusa-. Puedes beber de mí hasta el final si me juras que le enviarás mi valor en libras a mi familia. Así podrías ayudarme. Oh, ni sé cuánto valgo…
¿Pero qué estaba diciendo? ¡Qué locura, por favor! ¿Qué sucedía? Hacía solo unos minutos se preparaba para contarle su historia al hombre, para retribuirle con la confianza que él había mostrado en ella, y ahora ya quería hacer un negocio con su muerte…
-Perdona, estoy diciendo estupideces. Me he puesto nerviosa. –Se acercó a él, sin dejar de temer, y se apoyó en la barandilla helada, de frente al río-. ¿Sabes nadar? –le preguntó y tras contar mentalmente hasta cinco, Solange se giró volviendo a admirar la intensa mirada de él-. Nunca podré aprender a nadar… sí, me estoy lamentado por eso pero supongo que todas las decisiones drásticas conllevan pequeñas pérdidas y yo perderé esta noche la posibilidad de aprender a nadar. ¿Cuáles son las tuyas? –no sabía por qué, pero su historia la había conmovido y de pronto se interesaba por él más allá del miedo que le daba saber lo que era-. Tus pequeñas pérdidas, ¿cuáles son? Ya me has compartido la más grande, la insuperable, pero ¿qué hay de las otras?
En verdad le atraía más la idea de morir por alimentarlo a él que arrastrada al fondo del río, pues para beber de ella él la sujetaría entre sus brazos y ella se iría con la falsa sensación de haber sido abrazada en el final.
-Me llamo Solange. ¿Podemos olvidar lo que acaba de pasar? Solo… sigamos hablando de tu historia y de la mía. No importa lo que seamos ni que tan vivos estamos –le dijo, aunque sí que importaba.
Sí, a alguien sí. A Charlotte le importaría saber un detalle así.
No tenía que pensar en esas cosas pues podían llegar a detenerla. Volvió a ver al hombre y se sintió repentinamente incómoda y no era por la forma en la que la había sujetado, con firmeza, sino porque su mirada parecía querer contarle algo que ella no entendía. El vestido azul, pese a ser su favorito, ya no le parecía bonito. Hasta hacía unos segundos se sentía valiente y decidida, pero ahora le parecía que todo aquello no había sido más que un espectáculo patético de su parte.
Tal vez era eso lo que debía hacer, pedirle dinero y comprar un veneno capaz de hacerla caer dormida al río, pero Solange no quería morir dormida, quería morir estando bien viva.
-Claro que oiré tu historia –le dijo, con la vista clavada en el agua que la mataría. No sabía nadar, nunca había aprendido pese a los esfuerzos de su amiga Marene por enseñarle-, para eso me he bajado… Habla, puedes confiar en mí.
Ah, el amor verdadero. Qué golpe para alguien como ella, que en el pasado –hacía algunos años- había sido una muchacha llena de ilusiones románticas y de sueños de amor. Sintió que debía decir algo, porque no tenían confianza como para que le palmease el hombro o diese un abrazo, pero no hallaba las palabras adecuadas.
-Seguramente tendría que decir algo reconfortante, pero no sé qué –le dijo, al oír de su pérdida-. Te puedo comprender bien, también me dejó alguien a quien amaba, alguien a quien necesito… Si él estuviese vivo yo no estaría aquí esta noche.
Casi no tuvo tiempo de entristecerse al pensar en su padre y su partida, pues con cada frase que el desconocido pronunciaba, el rostro sincero de Solange Sarì iba mutando… ¿Qué estaba queriendo decirle? Otra vez su mano junto a la de él, otra vez el frío que despertaba algo en su cuerpo, una advertencia que no lograba descifrar…
No era tonta, sabía de la existencia de seres sobrenaturales. Su amiga Marene le había hablado de ellos: los no vivos, criaturas de la noche que vivían gracias a la sangre que pudieran robar de otros. ¡Él era un vampiro! ¿Era eso lo que quería con todo ese cuento? ¿Qué ella le diese su sangre? No lo creía, su dolor parecía genuino… Ningún demonio sería capaz de inventar algo así porque no tenía la necesidad, si quería su sangre podía tomarla sin tener que engañarla.
Se apartó el cabello del rostro y con ese movimiento le dijo a su cuerpo que no le permitiría quedarse paralizado, sin importar lo que sucediese. Tenía miedo, sí. ¿Pero qué era lo peor que podía pasarle? ¿Morir? Ella había ido allí buscando justamente eso. Aún así comenzó a temblar, recuperó su mano privándosela a él y se abrazó el cuerpo.
-He oído sobre seres así, tengo una amiga que sabe mucho de eso. Pero… no sé –suspiró, ¿cómo podía comprobar que él no le mentía?- . Permiso, necesito constatar algo…
Con manos temblorosas, se lanzó al cuello del hombre para desabotonar su abrigo, su camisa. Quería llegar a tocar su corazón, ver que era cierto que no latía. Era algo incómodo, pero lamentablemente no era el primer cuerpo que tocaba, además la inminencia de la muerte la volvía más osada que de costumbre. Se demoró demasiado en aquello, estaba en verdad nerviosa, pero cuando pudo llegar a colar una mano dentro de las ropas de él constató que no mentía: su corazón no latía. Dio un respingo, su espalda chocó contra la barandilla y la lastimó un poco.
-Lo siento. Yo, no es que no… No sé ni qué decir. ¿Esto es por mi sangre? ¿Es eso lo que quieres? Pues te la doy, me da igual morir contigo o en el agua… ¡Te la vendo si la quieres! –le dijo, porque una idea asomó en su mente confusa-. Puedes beber de mí hasta el final si me juras que le enviarás mi valor en libras a mi familia. Así podrías ayudarme. Oh, ni sé cuánto valgo…
¿Pero qué estaba diciendo? ¡Qué locura, por favor! ¿Qué sucedía? Hacía solo unos minutos se preparaba para contarle su historia al hombre, para retribuirle con la confianza que él había mostrado en ella, y ahora ya quería hacer un negocio con su muerte…
-Perdona, estoy diciendo estupideces. Me he puesto nerviosa. –Se acercó a él, sin dejar de temer, y se apoyó en la barandilla helada, de frente al río-. ¿Sabes nadar? –le preguntó y tras contar mentalmente hasta cinco, Solange se giró volviendo a admirar la intensa mirada de él-. Nunca podré aprender a nadar… sí, me estoy lamentado por eso pero supongo que todas las decisiones drásticas conllevan pequeñas pérdidas y yo perderé esta noche la posibilidad de aprender a nadar. ¿Cuáles son las tuyas? –no sabía por qué, pero su historia la había conmovido y de pronto se interesaba por él más allá del miedo que le daba saber lo que era-. Tus pequeñas pérdidas, ¿cuáles son? Ya me has compartido la más grande, la insuperable, pero ¿qué hay de las otras?
En verdad le atraía más la idea de morir por alimentarlo a él que arrastrada al fondo del río, pues para beber de ella él la sujetaría entre sus brazos y ella se iría con la falsa sensación de haber sido abrazada en el final.
-Me llamo Solange. ¿Podemos olvidar lo que acaba de pasar? Solo… sigamos hablando de tu historia y de la mía. No importa lo que seamos ni que tan vivos estamos –le dijo, aunque sí que importaba.
Solange Sarì-Lennox- Esclavo de Sangre/Realeza
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Fecha de inscripción : 30/10/2017
Re: Mi Sol | Flashback {Solange Sarì-Lennox}
Esa no fue la reacción que se esperaba por parte de ella. Cuando comenzó a hablarle sobre él, su historia y lo que realmente era ahora, su mente se había imaginado a la muchacha —de nombre Solange, tal y como le dijo después— corriendo despavorida por el puente hasta llegar a un lugar seguro. Los vampiros no eran seres a los que la gente común quisiera tener cerca, pero esa chica, tan frágil a ojos de Jacob, no sólo no es que no hubiera huído de allí en la primera ocasión, sino que, contra todo pronóstico, ¡había metido la mano por dentro de su camisa! Jacob sintió el calor que emanaba, la suavidad de su palma en contraste con la de él, suave como la piedra pulida pero dura, fría. Muerta. De no haberse visto tan increíblemente sorprendido por ella, le habría tomado la mano y la habría acariciado con las yemas de sus dedos, llevándola después a los labios para besarla como toda mujer merecía. Lo que hizo, en cambio, fue mirarla a los ojos mientras veía, a través de sus facciones, cómo todo tomaba forma en su mente.
—¿Por tu sangre? —preguntó, confuso, puesto que no entendía qué demonios estaba diciendo ella—. No, no quiero tu sangre —contestó seguido, casi ofendido, mientras se abrochaba la camisa. Su estatus no le permitía ir con ese terrible aspecto por la calle, aunque su intención fuera morir en unas horas—. ¿Por qué piensas eso? Si hubiera querido beber de ti lo habría hecho. Te recuerdo que te he tenido sujeta mientras cruzabas la barandilla.
Cuanto cerró el último botón de la camisa, colocó los cuellos dando pequeños tirones y, seguido, abrochó el abrigo —que en realidad no necesitaba— siguiendo el mismo proceso. También se colocó las mangas y sacudió el cuerpo con elegancia para que todo se asentara correctamente, mientras escuchaba hablar a aquella chiquilla. ¿Qué demonios le habría pasado para tener esa necesidad de perder la vida, fuera como fuera? Jacob todavía no era capaz de controlar los poderes que, como vampiro, poseía, pero, de haber podido, no habría dudado en ver aquello que pasaba en ese momento por su mente.
Se colocó junto a ella, apoyado de la misma manera en la barandilla, solo que, en vez de mirar al agua que corría, fijó los ojos en Solange.
—Sí, aprendí a nadar cuando era niño. —Desvió los ojos hacia el río—. Mis padres tenían unos amigos que poseían una casa junto a un lago. Cada vez que íbamos, mi hermano y yo nos bañábamos en él a diario, pero Mikolaj aprendió antes que yo. Siempre se le ha dado todo mejor. —Sonrió con añoranza—. Él siempre ha hecho lo que ha querido, mientras que yo he tenido que hacer lo que me decían, pero, aún así… Creo que saber que no volveré a verle sería una de esas pequeñas pérdidas.
Definitivamente, su familia —y en especial Mikolaj—, era lo único que podría frenarlo en su deseo de abrasarse con los rayos de sol. ¿Qué le ofrecía la baronía? Nada. Su nacionalidad inglesa no era bienvenida en el país de su difunta esposa, a pesar de todos los intentos que había hecho por encajar entre ellos. Además, la residencia que tan felizmente había compartido con Jane ahora se le antojaba fría, sin vida, exactamente igual que él. Si nada podía devolverle un pedacito de humanidad al hombre, ¿acaso podría alguien devolver la calidez de la familia al hogar? Jacob tenía serias dudas al respecto, pero no pensaba esperar para comprobarlo.
—Ya te he contado mi historia, lo que me ha llevado hasta aquí esta noche. Ahora, háblame de ti —dijo, irguiéndose y apoyando la espalda en la barandilla—. ¿Por qué estás aquí? ¿No hay nadie que vaya a extrañarte? —Se cruzó de brazos y la miró con curiosidad sincera—. Padres, hermanos. Un prometido. —Reflexionó unos segundos antes de seguir, puesto que una idea fugaz cruzó su mente, aunque Jacob no tuvo claro si fue producto de su intuición, o que había sido capaz de captar parte de lo que rondaba por la mente de la muchacha—. ¿Hay alguien que haya hecho que te metas en problemas?
—¿Por tu sangre? —preguntó, confuso, puesto que no entendía qué demonios estaba diciendo ella—. No, no quiero tu sangre —contestó seguido, casi ofendido, mientras se abrochaba la camisa. Su estatus no le permitía ir con ese terrible aspecto por la calle, aunque su intención fuera morir en unas horas—. ¿Por qué piensas eso? Si hubiera querido beber de ti lo habría hecho. Te recuerdo que te he tenido sujeta mientras cruzabas la barandilla.
Cuanto cerró el último botón de la camisa, colocó los cuellos dando pequeños tirones y, seguido, abrochó el abrigo —que en realidad no necesitaba— siguiendo el mismo proceso. También se colocó las mangas y sacudió el cuerpo con elegancia para que todo se asentara correctamente, mientras escuchaba hablar a aquella chiquilla. ¿Qué demonios le habría pasado para tener esa necesidad de perder la vida, fuera como fuera? Jacob todavía no era capaz de controlar los poderes que, como vampiro, poseía, pero, de haber podido, no habría dudado en ver aquello que pasaba en ese momento por su mente.
Se colocó junto a ella, apoyado de la misma manera en la barandilla, solo que, en vez de mirar al agua que corría, fijó los ojos en Solange.
—Sí, aprendí a nadar cuando era niño. —Desvió los ojos hacia el río—. Mis padres tenían unos amigos que poseían una casa junto a un lago. Cada vez que íbamos, mi hermano y yo nos bañábamos en él a diario, pero Mikolaj aprendió antes que yo. Siempre se le ha dado todo mejor. —Sonrió con añoranza—. Él siempre ha hecho lo que ha querido, mientras que yo he tenido que hacer lo que me decían, pero, aún así… Creo que saber que no volveré a verle sería una de esas pequeñas pérdidas.
Definitivamente, su familia —y en especial Mikolaj—, era lo único que podría frenarlo en su deseo de abrasarse con los rayos de sol. ¿Qué le ofrecía la baronía? Nada. Su nacionalidad inglesa no era bienvenida en el país de su difunta esposa, a pesar de todos los intentos que había hecho por encajar entre ellos. Además, la residencia que tan felizmente había compartido con Jane ahora se le antojaba fría, sin vida, exactamente igual que él. Si nada podía devolverle un pedacito de humanidad al hombre, ¿acaso podría alguien devolver la calidez de la familia al hogar? Jacob tenía serias dudas al respecto, pero no pensaba esperar para comprobarlo.
—Ya te he contado mi historia, lo que me ha llevado hasta aquí esta noche. Ahora, háblame de ti —dijo, irguiéndose y apoyando la espalda en la barandilla—. ¿Por qué estás aquí? ¿No hay nadie que vaya a extrañarte? —Se cruzó de brazos y la miró con curiosidad sincera—. Padres, hermanos. Un prometido. —Reflexionó unos segundos antes de seguir, puesto que una idea fugaz cruzó su mente, aunque Jacob no tuvo claro si fue producto de su intuición, o que había sido capaz de captar parte de lo que rondaba por la mente de la muchacha—. ¿Hay alguien que haya hecho que te metas en problemas?
Jacob Lennox- Vampiro/Realeza
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Fecha de inscripción : 17/10/2017
Re: Mi Sol | Flashback {Solange Sarì-Lennox}
-Lo dices como si estuvieses muy seguro de que mi sangre es horrible –se ofendió, aunque aquella conversación resultaba absurda. ¿Por qué le hablaba tan confiada? ¿Por qué no huía de él? Tal vez porque en el fondo le costaba creer que estuviese junto a un vampiro real, y de seguro no huía porque no le importaría morir de otra forma a la que había planeado inicialmente-. No me gusta nada la sangre, verla me descompone, no entiendo que haya gente que la beba –lo pensó en voz alta, sin reparar en si eso le molestaba u ofendía a él, ¿qué más daba?
-Yo tampoco volveré a ver a mi hermana, a Charlotte –le dijo y cuando pronunció su nombre Solange se desarmó, toda la fuerza que había mostrado, toda su entereza y resolución se hicieron añicos frente a la sola mención de Charlotte-. Me va a odiar, lo sé. Ella no es así, es buena, tiene un corazón precioso, pero me va a odiar –las lágrimas heladas cayeron, dibujando senderos que recorrían sus mejillas-. Ya la abandoné una vez, la dejé sola… y ahora me iré definitivamente, tiene todo para odiarme y jamás podría culparla por eso.
Se había guardado esa historia para sí. Con nadie había hablado en París sobre su madre y su hermana. No lo hacía por renegar de ellas o de sus orígenes humildes, sino para preservarlas, las cuidaba de la maldad que había en la gran ciudad. Ellas, Charlotte en especial, eran su debilidad. Por eso también había tomado la determinación de acabar con su vida. Ernest había descubierto su punto débil y la amenazaba con dañar a su hermana… pero si ella ya no existía, él no gastaría su tiempo en molestar a Charlotte. Esa era la única manera que Solange tenía de cuidar a su familia, aunque pareciera tremendamente drástica.
-Lo hago para cuidar a mi familia –le dijo a él, como comienzo de su historia triste-. Mi mamá y mi hermana trabajan en el campo, he venido a la ciudad para ganar dinero y enviarles. Solo somos nosotras tres, no hay ningún prometido que me espere –le dijo, con una sonrisa triste-, las campesinas no pensamos en esas cosas, son muy pocas las que pueden pensar en ser amadas y yo no soy una. –Suspiró, intentando elegir las mejores palabras que le permitieran contar lo sucedido-. Yo solo quería cuidarlas –le dijo, como si alguien lo hubiese puesto en duda… tal vez era ella la que dudaba al respecto-, quería ganar dinero y enviarles porque mi madre está enferma y es Charlotte la que en verdad trabaja. Es una niña, mi niña, pero tan fuerte y responsable... Lo hago, les envío todos los francos que logro juntar, pero nunca es suficiente. Comencé a trabajar en la taberna del centro, ¿la conoces? Ahí conocí a Ernest, él me ayudó mucho… pero también me pedía cosas a cambio, cosas que me avergonzaría contar –bajó la vista y se secó las lágrimas viejas, ya no lloraba, aunque la angustia no la abandonaba-. Y ahora que no quiero tener nada más que ver con él, que quiero huir lejos y buscar otro empleo donde no tenga que acceder a ciertas cosas para tener más dinero… él se ha enojado y me ha hecho cosas horribles, he pasado mucho dolor estas semanas. Me dijo que matará a mi hermana si no me caso con él y tengo miedo porque yo jamás le hablé a nadie de mi familia, solo a ti ahora, ¿cómo sabe él todo eso de mí? ¿Cómo sabe el nombre de mi hermana? ¡Es más poderoso de lo que pensé! Yo creo que si ya no estoy él no tendrá interés en lastimarlas. Si yo muero ellas no le servirán, las dejará tranquilas.
¡Cuánto le dolía hablar de eso! ¡Era volver a ver lo acorralada que se hallaba! Al menos sabía que saltaría por amor -y esa era la gran coincidencia entre ambas historias-, por amar a su familia, pero eso no la consolaba. Rápida, Solange volvió a trepar el murillo. Otra vez quedó de pie frente a la muerte, teniendo en el corazón el valor que hacía falta para saltar.
-Yo tampoco volveré a ver a mi hermana, a Charlotte –le dijo y cuando pronunció su nombre Solange se desarmó, toda la fuerza que había mostrado, toda su entereza y resolución se hicieron añicos frente a la sola mención de Charlotte-. Me va a odiar, lo sé. Ella no es así, es buena, tiene un corazón precioso, pero me va a odiar –las lágrimas heladas cayeron, dibujando senderos que recorrían sus mejillas-. Ya la abandoné una vez, la dejé sola… y ahora me iré definitivamente, tiene todo para odiarme y jamás podría culparla por eso.
Se había guardado esa historia para sí. Con nadie había hablado en París sobre su madre y su hermana. No lo hacía por renegar de ellas o de sus orígenes humildes, sino para preservarlas, las cuidaba de la maldad que había en la gran ciudad. Ellas, Charlotte en especial, eran su debilidad. Por eso también había tomado la determinación de acabar con su vida. Ernest había descubierto su punto débil y la amenazaba con dañar a su hermana… pero si ella ya no existía, él no gastaría su tiempo en molestar a Charlotte. Esa era la única manera que Solange tenía de cuidar a su familia, aunque pareciera tremendamente drástica.
-Lo hago para cuidar a mi familia –le dijo a él, como comienzo de su historia triste-. Mi mamá y mi hermana trabajan en el campo, he venido a la ciudad para ganar dinero y enviarles. Solo somos nosotras tres, no hay ningún prometido que me espere –le dijo, con una sonrisa triste-, las campesinas no pensamos en esas cosas, son muy pocas las que pueden pensar en ser amadas y yo no soy una. –Suspiró, intentando elegir las mejores palabras que le permitieran contar lo sucedido-. Yo solo quería cuidarlas –le dijo, como si alguien lo hubiese puesto en duda… tal vez era ella la que dudaba al respecto-, quería ganar dinero y enviarles porque mi madre está enferma y es Charlotte la que en verdad trabaja. Es una niña, mi niña, pero tan fuerte y responsable... Lo hago, les envío todos los francos que logro juntar, pero nunca es suficiente. Comencé a trabajar en la taberna del centro, ¿la conoces? Ahí conocí a Ernest, él me ayudó mucho… pero también me pedía cosas a cambio, cosas que me avergonzaría contar –bajó la vista y se secó las lágrimas viejas, ya no lloraba, aunque la angustia no la abandonaba-. Y ahora que no quiero tener nada más que ver con él, que quiero huir lejos y buscar otro empleo donde no tenga que acceder a ciertas cosas para tener más dinero… él se ha enojado y me ha hecho cosas horribles, he pasado mucho dolor estas semanas. Me dijo que matará a mi hermana si no me caso con él y tengo miedo porque yo jamás le hablé a nadie de mi familia, solo a ti ahora, ¿cómo sabe él todo eso de mí? ¿Cómo sabe el nombre de mi hermana? ¡Es más poderoso de lo que pensé! Yo creo que si ya no estoy él no tendrá interés en lastimarlas. Si yo muero ellas no le servirán, las dejará tranquilas.
¡Cuánto le dolía hablar de eso! ¡Era volver a ver lo acorralada que se hallaba! Al menos sabía que saltaría por amor -y esa era la gran coincidencia entre ambas historias-, por amar a su familia, pero eso no la consolaba. Rápida, Solange volvió a trepar el murillo. Otra vez quedó de pie frente a la muerte, teniendo en el corazón el valor que hacía falta para saltar.
Solange Sarì-Lennox- Esclavo de Sangre/Realeza
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Fecha de inscripción : 30/10/2017
Re: Mi Sol | Flashback {Solange Sarì-Lennox}
¡Y él, que creía que sus motivos para dejar ese mundo eran lo suficientemente fuertes como para no dudar ni un solo segundo! Escuchó atentamente la historia de la joven, mirándola fijamente como si se tratara de un niño frente a un cuentacuentos. Parecía que su falta de decoro venía de la mano de la inmortalidad, pero nada más lejos de la realidad; estaba fascinado con ella, con esa valentía que había demostrado al marcharse de su casa, sola, en busca de un futuro mejor para su familia. Él, que había tenido todo lo que había deseado, nunca había sido consciente de lo difícil que era la vida para los que no tenían más que sus manos y sus ganas de vivir. Era injusto que fuera ella la que tuviera que tomar esa decisión tan crucial, la de morir para salvar a su familia, y todo por la lujuria de un tipo al que Jacob no conocía, pero que ya odiaba.
—Baja de ahí —le ordenó, quizá de una forma un tanto brusca—. Bájate, por favor.
Alzó las manos y la sujetó por la cintura; por suerte, era lo bastante alto como para no tener que subirse él también. Tiró de ella hacia atrás con suavidad y la bajó de nuevo a la calzada como si fuera una niña pequeña. Tomó una de sus muñecas y la obligó a que se girara para quedar frente a él, pero, esta vez, no soltó su agarre, si no que lo afianzó para que no volviera a subirse a la barandilla.
—Escúchame —le pidió, clavando sus ojos en los de ella—. No conozco a ese tal Ernest, no sé qué te ha hecho y no estoy seguro de querer saberlo, pero sí te puedo asegurar una cosa: no eres tú la que debería morir hoy, sino él. —Sonó rotundo, y se podía decir que hasta terrorífico, pero era un vampiro. ¿Qué cabía esperarse de él?—. No he conocido nunca a nadie tan valiente como lo has sido tú. Solange —pronunció su nombre y se llenó la boca con él; era hermoso, exactamente igual que ella—, puedo ayudarte, y quiero hacerlo. Concédeme ese deseo, por favor.
Miró río arriba, hacia el horizonte, y sintió que el sol estaba a punto de salir. Aún estaba todo oscuro, no había ninguna luz rojiza que anunciara el alba, pero su instinto de supervivencia le advertía que, si no se ocultaba pronto, el amanecer lo freiría como a una polilla que vuela hacia la luz. El problema era que no quería dejar a la chica sola porque, si lo hacía, nada le impediría saltar al vacío y morir ahogada, y todas sus buenas intenciones para con ella quedarían en eso, en buenas intenciones frustradas.
—Hagamos un trato —dijo, volviendo a fijar su mirada en ella—: yo me esconderé del sol si tú no saltas este puente. Cuando se vuelva a hacer de noche, llévame hasta la taberna donde trabaja ese sinvergüenza de Ernest y dime quién es. Lo vigilaré y me aseguraré de que nada malo te hace.
La sujetó de las dos muñecas y la mantuvo frente a él, esperando una respuesta. Esperaba que dijera que sí, porque su empeño por ayudarla podía llegar a asustar y, si Solange decía que no deseaba recibir nada de parte de él, Jacob sabía que no la iba a dejar tirarse al río, aunque eso supusiera darle un buen golpe en la nuca y llevársela de allí inconsciente.
Miró a la lejanía, donde ya asomaba un ligero resplandor de color ocre que se empezaba a fundir con el cielo nocturno.
—No me queda mucho tiempo, así que decídete rápido —le apremió—. Además, aún tengo que buscar un lugar donde quedarme durante el día; no creo que me dé tiempo a llegar hasta mi hotel.
—Baja de ahí —le ordenó, quizá de una forma un tanto brusca—. Bájate, por favor.
Alzó las manos y la sujetó por la cintura; por suerte, era lo bastante alto como para no tener que subirse él también. Tiró de ella hacia atrás con suavidad y la bajó de nuevo a la calzada como si fuera una niña pequeña. Tomó una de sus muñecas y la obligó a que se girara para quedar frente a él, pero, esta vez, no soltó su agarre, si no que lo afianzó para que no volviera a subirse a la barandilla.
—Escúchame —le pidió, clavando sus ojos en los de ella—. No conozco a ese tal Ernest, no sé qué te ha hecho y no estoy seguro de querer saberlo, pero sí te puedo asegurar una cosa: no eres tú la que debería morir hoy, sino él. —Sonó rotundo, y se podía decir que hasta terrorífico, pero era un vampiro. ¿Qué cabía esperarse de él?—. No he conocido nunca a nadie tan valiente como lo has sido tú. Solange —pronunció su nombre y se llenó la boca con él; era hermoso, exactamente igual que ella—, puedo ayudarte, y quiero hacerlo. Concédeme ese deseo, por favor.
Miró río arriba, hacia el horizonte, y sintió que el sol estaba a punto de salir. Aún estaba todo oscuro, no había ninguna luz rojiza que anunciara el alba, pero su instinto de supervivencia le advertía que, si no se ocultaba pronto, el amanecer lo freiría como a una polilla que vuela hacia la luz. El problema era que no quería dejar a la chica sola porque, si lo hacía, nada le impediría saltar al vacío y morir ahogada, y todas sus buenas intenciones para con ella quedarían en eso, en buenas intenciones frustradas.
—Hagamos un trato —dijo, volviendo a fijar su mirada en ella—: yo me esconderé del sol si tú no saltas este puente. Cuando se vuelva a hacer de noche, llévame hasta la taberna donde trabaja ese sinvergüenza de Ernest y dime quién es. Lo vigilaré y me aseguraré de que nada malo te hace.
La sujetó de las dos muñecas y la mantuvo frente a él, esperando una respuesta. Esperaba que dijera que sí, porque su empeño por ayudarla podía llegar a asustar y, si Solange decía que no deseaba recibir nada de parte de él, Jacob sabía que no la iba a dejar tirarse al río, aunque eso supusiera darle un buen golpe en la nuca y llevársela de allí inconsciente.
Miró a la lejanía, donde ya asomaba un ligero resplandor de color ocre que se empezaba a fundir con el cielo nocturno.
—No me queda mucho tiempo, así que decídete rápido —le apremió—. Además, aún tengo que buscar un lugar donde quedarme durante el día; no creo que me dé tiempo a llegar hasta mi hotel.
Jacob Lennox- Vampiro/Realeza
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Fecha de inscripción : 17/10/2017
Re: Mi Sol | Flashback {Solange Sarì-Lennox}
Y Solange bajó. Tal vez por el tono autoritario que él empleó, quizás porque le pareció bien dejarse sujetar y mover por ese desconocido que ya le había confesado y probado que su corazón no latía.
-Yo quiero morir, debo hacerlo por ellas. Quiero cuidarlas, tú no lo entiendes… él, Ernest, es demasiado poderoso. Tiene hombres fuertes que trabajan para él, me han lastimado ya –le dijo y tendió a él su mano, quizás no se notase a simple vista pero tenía la cuarta falange desviada levemente producto de una quebradura-. Agradezco que quieras ayudarme, pero te lastimará… -Un momento, él era un vampiro. ¿En verdad era tan poderoso Ernest como para enfrentarse a él? No lo creía e instantáneamente cambió de opinión. -O tú lo lastimarás a él. Yo no tendría como devolverte eso, esa ayuda… ¿Cómo te llamas? –lo preguntó y solo así fue conciente de que no se había soltado del agarre del hombre, Solange dio unos pasos hacia atrás hasta que su cuerpo chocó contra la fría piedra.
Pero, mientras ella meditaba en lo que él le ofrecía, el vampiro la tomó de ambas muñecas, haciéndole notar su poderío. Solange entonces se permitió serse por completo sincera: ¿en verdad quería morir? No si podía evitarlo, pero no podía evitarlo si Ernest estaba en medio y por eso le parecía conveniente aceptar la ayuda del vampiro, pero ¿a qué costo? Tenía unos pocos segundos para decidir, instantes para sopesar sus opciones. ¿Le creía? ¿Creía en verdad que ese hombre deseaba ayudarle? No podía estar segura, pero sus ojos parecían sinceros.
-Vamos –le dijo y tomó su mano, entrelazando sus dedos a los fríos de él-, vivo aquí cerca. Puedes quedarte en mi casa.
Tiró de él y juntos atravesaron el puente, Solange no entendía todavía si era un milagro lo que esa noche le había ocurrido o si se estaba metiendo en problemas. ¿Y qué más daba? Había buscado su muerte y había encontrado a ese hombre, si la mataba podría considerarse que no había perdido nada, que simplemente había logrado su objetivo.
-Quiero vivir –pensó en voz alta-. Ahora sé que quiero vivir, vivir bien sin temerle a nadie.
Caminaron las dos calles que los separaban del lugar que Solange rentaba. Era más bien orientado a marineros que atracaban en el cercanísimo puerto, la señora Hilda le había dejado tomar una de las habitaciones –la última de todas, al fondo del largo pasillo- porque le había caído bien la muchacha, pero en general eran los tripulantes y las prostitutas los que iban y venían.
-Tengo que decirte que mi casa no es una casa en sí, rento una habitación aquí –le señaló el lugar con un poco de vergüenza, se notaba por sus ropas y modos que era un hombre de clase alta que jamás había estado en un sitio como aquel-. Ven, te aseguro que no es tan malo como parece. Además, no tengo ventanas por donde vaya a entrar el sol. Las habitaciones con luminosidad cuestan dos francos más, no puedo permitírmelo –le confesó y se encogió de hombros.
Caminó por el largo pasillo sin techo. A su izquierda el alto paredón, a su derecha la sucesión de puertas –y algunas ventanas-. ¿Quién habría construido algo así? La división de seguro era idea de Hilda para sacar el máximo de dinero por metro cuadrado. Solange llegó al final del pasillo y puso la llave en la cerradura, abrió la puerta y con un gesto invitó al vampiro a ingresar a su pequeño, pero limpio, refugio.
-Yo quiero morir, debo hacerlo por ellas. Quiero cuidarlas, tú no lo entiendes… él, Ernest, es demasiado poderoso. Tiene hombres fuertes que trabajan para él, me han lastimado ya –le dijo y tendió a él su mano, quizás no se notase a simple vista pero tenía la cuarta falange desviada levemente producto de una quebradura-. Agradezco que quieras ayudarme, pero te lastimará… -Un momento, él era un vampiro. ¿En verdad era tan poderoso Ernest como para enfrentarse a él? No lo creía e instantáneamente cambió de opinión. -O tú lo lastimarás a él. Yo no tendría como devolverte eso, esa ayuda… ¿Cómo te llamas? –lo preguntó y solo así fue conciente de que no se había soltado del agarre del hombre, Solange dio unos pasos hacia atrás hasta que su cuerpo chocó contra la fría piedra.
Pero, mientras ella meditaba en lo que él le ofrecía, el vampiro la tomó de ambas muñecas, haciéndole notar su poderío. Solange entonces se permitió serse por completo sincera: ¿en verdad quería morir? No si podía evitarlo, pero no podía evitarlo si Ernest estaba en medio y por eso le parecía conveniente aceptar la ayuda del vampiro, pero ¿a qué costo? Tenía unos pocos segundos para decidir, instantes para sopesar sus opciones. ¿Le creía? ¿Creía en verdad que ese hombre deseaba ayudarle? No podía estar segura, pero sus ojos parecían sinceros.
-Vamos –le dijo y tomó su mano, entrelazando sus dedos a los fríos de él-, vivo aquí cerca. Puedes quedarte en mi casa.
Tiró de él y juntos atravesaron el puente, Solange no entendía todavía si era un milagro lo que esa noche le había ocurrido o si se estaba metiendo en problemas. ¿Y qué más daba? Había buscado su muerte y había encontrado a ese hombre, si la mataba podría considerarse que no había perdido nada, que simplemente había logrado su objetivo.
-Quiero vivir –pensó en voz alta-. Ahora sé que quiero vivir, vivir bien sin temerle a nadie.
Caminaron las dos calles que los separaban del lugar que Solange rentaba. Era más bien orientado a marineros que atracaban en el cercanísimo puerto, la señora Hilda le había dejado tomar una de las habitaciones –la última de todas, al fondo del largo pasillo- porque le había caído bien la muchacha, pero en general eran los tripulantes y las prostitutas los que iban y venían.
-Tengo que decirte que mi casa no es una casa en sí, rento una habitación aquí –le señaló el lugar con un poco de vergüenza, se notaba por sus ropas y modos que era un hombre de clase alta que jamás había estado en un sitio como aquel-. Ven, te aseguro que no es tan malo como parece. Además, no tengo ventanas por donde vaya a entrar el sol. Las habitaciones con luminosidad cuestan dos francos más, no puedo permitírmelo –le confesó y se encogió de hombros.
Caminó por el largo pasillo sin techo. A su izquierda el alto paredón, a su derecha la sucesión de puertas –y algunas ventanas-. ¿Quién habría construido algo así? La división de seguro era idea de Hilda para sacar el máximo de dinero por metro cuadrado. Solange llegó al final del pasillo y puso la llave en la cerradura, abrió la puerta y con un gesto invitó al vampiro a ingresar a su pequeño, pero limpio, refugio.
Solange Sarì-Lennox- Esclavo de Sangre/Realeza
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Fecha de inscripción : 30/10/2017
Re: Mi Sol | Flashback {Solange Sarì-Lennox}
La cálida mano de Solange agarró la suya en un gesto que, para Jacob, supuso más que placentero. No sólo por el contacto con la piel suave de la muchacha, sino porque eso significaba que, al menos, no había desechado su propuesta sin siquiera meditarla. Nada le impedía dejarlo a él en un lugar oscuro y salir durante el día en busca de su fatídico final, pero él confiaba en que no fuera a ser así. No creía en el destino, pero sí se creía capaz de cambiar el de ella.
El lugar al que le llevaba no quedaba demasiado lejos, cosa que el vampiro agradeció. La luz era cada vez más intensa en el horizonte, y Jacob no recordaba la última vez que había estado tanto tiempo despierto. Mientras caminaba, observaba con detenimiento su entorno, captando el olor del alquitrán con el que calafateaban los cascos y escuchando el crujir de los cabos cuando las naves se mecían. Los marineros, que ya estaban preparando sus bártulos, los miraron desde sus barcos confundiéndolos con una prostituta y su cliente; al parecer, los hombres bien vestidos no pisaban esa zona de la ciudad para otros asuntos que no fueran los placeres carnales.
El último vistazo que echó antes de doblar la esquita que los llevaría a su refugio estuvo dedicado al cielo rojizo que asomaba por el horizonte, cuya luz le recordó el último amanecer que compartió junto a Jane. Sonrió al pensar en ella, lo que hizo que apretara la mano de Solange, aunque fue tan ligero que ella apenas lo habría notado. El calor que le transmitió con ese gesto, sin embargo, hizo que Jacob desviara los ojos hacia ella, raramente fascinado y entusiasmado por conocer más de esa extraña joven.
El edificio donde residía era el más humilde en el que el vampiro había estado. La madera del suelo crujía con cada paso, y las pequeñas ventanas no supondrían ningún peligro ni siquiera para él, sensible a cualquier rayo de luz. La habitación, que ella había señalado con vergüenza —esos detalles eran imposibles de ocultar frente a él—, le pareció el lugar más adecuado para pasar el día.
—No te avergüences —le pidió, entrando en el lugar—. He estado en casonas mucho menos acogedoras que tu casa, créeme. —Echó un vistazo a su alrededor antes de dirigirse a ella—. Es el lugar perfecto.
Nada de lo que había dicho era falso. Si bien la habitación tenía lo justo, estaba limpia y ordenada. Todo desprendía el olor de la muchacha, ese que Jacob ya había memorizado para entonces. La falta de ventanas, lejos de ser un estorbo para él, suponía un alivio, puesto que era imposible que se filtrara luz aunque se quisiera.
—Me llamo Jacob, Jacob Lennox —se presentó, al fin, tomando su mano para besarla—, y te prometo, Solange, que pienso ayudarte a que vivas sin tener miedo de nadie. —La miró y sonrió levemente, sin llegar a enseñar los colmillos—. Sé que tenemos mucho de lo que hablar, pero debes estar cansada y no quiero agobiarte. Creo que lo mejor será que los dos descansemos, aunque sólo sea unas horas, y hablar después.
Sin más dilación, buscó unos trapos para poner en la parte inferior de la puerta y cubrir así la pequeña línea de luz que se colaba desde el exterior. Satisfecho con el resultado, colocó las manos en la cintura y se volvió hacia Solange. Él veía, pero, probablemente, ella no.
—Yo me echaré en el borde de la cama. En realidad, no necesito más.
El lugar al que le llevaba no quedaba demasiado lejos, cosa que el vampiro agradeció. La luz era cada vez más intensa en el horizonte, y Jacob no recordaba la última vez que había estado tanto tiempo despierto. Mientras caminaba, observaba con detenimiento su entorno, captando el olor del alquitrán con el que calafateaban los cascos y escuchando el crujir de los cabos cuando las naves se mecían. Los marineros, que ya estaban preparando sus bártulos, los miraron desde sus barcos confundiéndolos con una prostituta y su cliente; al parecer, los hombres bien vestidos no pisaban esa zona de la ciudad para otros asuntos que no fueran los placeres carnales.
El último vistazo que echó antes de doblar la esquita que los llevaría a su refugio estuvo dedicado al cielo rojizo que asomaba por el horizonte, cuya luz le recordó el último amanecer que compartió junto a Jane. Sonrió al pensar en ella, lo que hizo que apretara la mano de Solange, aunque fue tan ligero que ella apenas lo habría notado. El calor que le transmitió con ese gesto, sin embargo, hizo que Jacob desviara los ojos hacia ella, raramente fascinado y entusiasmado por conocer más de esa extraña joven.
El edificio donde residía era el más humilde en el que el vampiro había estado. La madera del suelo crujía con cada paso, y las pequeñas ventanas no supondrían ningún peligro ni siquiera para él, sensible a cualquier rayo de luz. La habitación, que ella había señalado con vergüenza —esos detalles eran imposibles de ocultar frente a él—, le pareció el lugar más adecuado para pasar el día.
—No te avergüences —le pidió, entrando en el lugar—. He estado en casonas mucho menos acogedoras que tu casa, créeme. —Echó un vistazo a su alrededor antes de dirigirse a ella—. Es el lugar perfecto.
Nada de lo que había dicho era falso. Si bien la habitación tenía lo justo, estaba limpia y ordenada. Todo desprendía el olor de la muchacha, ese que Jacob ya había memorizado para entonces. La falta de ventanas, lejos de ser un estorbo para él, suponía un alivio, puesto que era imposible que se filtrara luz aunque se quisiera.
—Me llamo Jacob, Jacob Lennox —se presentó, al fin, tomando su mano para besarla—, y te prometo, Solange, que pienso ayudarte a que vivas sin tener miedo de nadie. —La miró y sonrió levemente, sin llegar a enseñar los colmillos—. Sé que tenemos mucho de lo que hablar, pero debes estar cansada y no quiero agobiarte. Creo que lo mejor será que los dos descansemos, aunque sólo sea unas horas, y hablar después.
Sin más dilación, buscó unos trapos para poner en la parte inferior de la puerta y cubrir así la pequeña línea de luz que se colaba desde el exterior. Satisfecho con el resultado, colocó las manos en la cintura y se volvió hacia Solange. Él veía, pero, probablemente, ella no.
—Yo me echaré en el borde de la cama. En realidad, no necesito más.
Jacob Lennox- Vampiro/Realeza
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Fecha de inscripción : 17/10/2017
Re: Mi Sol | Flashback {Solange Sarì-Lennox}
Claro que se avergonzaba, por más que todo oliese a limpio, por más que las pocas cosas que poseía estuviesen en sus sitios… Ese hombre tenía mucho dinero, incluso le había querido regalar monedas brillantes a ella hacía unos minutos, ¿habría estado alguna vez en un dormitorio tan pequeño como ese? No quería que la creyese poca cosa, aunque era evidente que en comparación con él lo era.
-En realidad cuando pienso en mi casa no es este lugar el que me imagino –le dijo y encendió dos velas, que dejó sobre la mesilla, para que los iluminasen-. Mi casa está en el campo, donde viven mi madre y mi hermanita, donde vivió mi padre. Allí fui feliz, allí está mi corazón aunque mi cuerpo esté aquí contigo ahora. ¿Dónde está tu corazón?
Jacob. Jacob Lennox. Se movió para proteger las puertas y con ese gesto Solange tomó real dimensión de lo palpable que podía estar la muerte para él, incluso un mínimo acercamiento del sol podía hacerle daño. Era un vampiro y ahora esa palabra, esa denominación, se hacía real para ella, ahora la entendía de verdad.
-Jacob –pronunció su nombre despacio, queriendo que él se volviese a ella, que la oyese-, si vas a cuidarme, si vas a ayudarme a vivir, yo quiero cuidarte también. Claro que no sé cómo… pero si yo no morí hoy, si no salté de ese puente justo cuando había reunido todo el valor para hacerlo, tú tampoco puedes morir. Lo que quiero decir –dijo, tras soltar un sonoro suspiro de frustración por no poder explicar bien todo lo que estaba pensando- es que no quiero que mañana en la mañana, que el martes o el jueves o la semana próxima vuelvas a ese puente a entregarte al sol. Por favor, no lo hagas –rogó, porque no le parecía nada justo.
Sentía que tenían un pacto, que estaban unidos, ¿sentiría él lo mismo para con ella? La muerte los había reunido y ahora en la vida ella no quería separarse de él porque, simplemente, no le parecía correcto. Deseaba rogarle que no la dejase sola en esa vida, pero no podía hacerlo porque no tenía confianza con él, acababa de decirle su nombre... no podía pedirle nada como aquello porque la creería una loca.
-Ven, siéntate –tomó su mano y lo condujo al borde de la cama para que se sentase allí tal como había manifestado que deseaba-. ¿Quieres darme tu abrigo?
No tenía alimento allí para ofrecerle, ella cenaba en el trabajo y ese era el único alimento que ingería en el día pues todo lo demás lo ahorraba, no se permitía siquiera gastar dinero en alguna fruta que tener para el desayuno. Al principio había padecido y su cuerpo había comenzado a quejarse rápido de la falta de alimento, pero tras las primeras semanas –y con algunas libras menos de peso-, finalmente se había acostumbrado a que en París ella solo podía permitirse comer en las noches.
Quería que se sintiese cómodo aún en ese pequeño espacio. Solange intentó recordar qué cosas hacía su madre cuando quería que su padre se relajase luego de una larga jornada de trabajo en el campo… Se arrodilló junto a la cama y lentamente le quitó del pie derecho el zapato pesado y suave, no podía verlo bien porque la luz de las velas resultaba insuficiente, pero ella podría asegurar que ese zapato lucía brilloso, como recién encerado. Procedió con el otro, cuidadosamente –como si temiese romperlo-, y dejó ambos debajo de la cama.
-Puedes usar mi cama –le ofreció-, yo puedo dormir en el suelo. Ya te dije, soy una mujer criada en el campo y he dormido en sitios más sucios y fríos. Además es cierto que tenemos cosas de que hablar, probablemente ni lleguemos a descansar… Un momento, ¿los vampiros duermen?
-En realidad cuando pienso en mi casa no es este lugar el que me imagino –le dijo y encendió dos velas, que dejó sobre la mesilla, para que los iluminasen-. Mi casa está en el campo, donde viven mi madre y mi hermanita, donde vivió mi padre. Allí fui feliz, allí está mi corazón aunque mi cuerpo esté aquí contigo ahora. ¿Dónde está tu corazón?
Jacob. Jacob Lennox. Se movió para proteger las puertas y con ese gesto Solange tomó real dimensión de lo palpable que podía estar la muerte para él, incluso un mínimo acercamiento del sol podía hacerle daño. Era un vampiro y ahora esa palabra, esa denominación, se hacía real para ella, ahora la entendía de verdad.
-Jacob –pronunció su nombre despacio, queriendo que él se volviese a ella, que la oyese-, si vas a cuidarme, si vas a ayudarme a vivir, yo quiero cuidarte también. Claro que no sé cómo… pero si yo no morí hoy, si no salté de ese puente justo cuando había reunido todo el valor para hacerlo, tú tampoco puedes morir. Lo que quiero decir –dijo, tras soltar un sonoro suspiro de frustración por no poder explicar bien todo lo que estaba pensando- es que no quiero que mañana en la mañana, que el martes o el jueves o la semana próxima vuelvas a ese puente a entregarte al sol. Por favor, no lo hagas –rogó, porque no le parecía nada justo.
Sentía que tenían un pacto, que estaban unidos, ¿sentiría él lo mismo para con ella? La muerte los había reunido y ahora en la vida ella no quería separarse de él porque, simplemente, no le parecía correcto. Deseaba rogarle que no la dejase sola en esa vida, pero no podía hacerlo porque no tenía confianza con él, acababa de decirle su nombre... no podía pedirle nada como aquello porque la creería una loca.
-Ven, siéntate –tomó su mano y lo condujo al borde de la cama para que se sentase allí tal como había manifestado que deseaba-. ¿Quieres darme tu abrigo?
No tenía alimento allí para ofrecerle, ella cenaba en el trabajo y ese era el único alimento que ingería en el día pues todo lo demás lo ahorraba, no se permitía siquiera gastar dinero en alguna fruta que tener para el desayuno. Al principio había padecido y su cuerpo había comenzado a quejarse rápido de la falta de alimento, pero tras las primeras semanas –y con algunas libras menos de peso-, finalmente se había acostumbrado a que en París ella solo podía permitirse comer en las noches.
Quería que se sintiese cómodo aún en ese pequeño espacio. Solange intentó recordar qué cosas hacía su madre cuando quería que su padre se relajase luego de una larga jornada de trabajo en el campo… Se arrodilló junto a la cama y lentamente le quitó del pie derecho el zapato pesado y suave, no podía verlo bien porque la luz de las velas resultaba insuficiente, pero ella podría asegurar que ese zapato lucía brilloso, como recién encerado. Procedió con el otro, cuidadosamente –como si temiese romperlo-, y dejó ambos debajo de la cama.
-Puedes usar mi cama –le ofreció-, yo puedo dormir en el suelo. Ya te dije, soy una mujer criada en el campo y he dormido en sitios más sucios y fríos. Además es cierto que tenemos cosas de que hablar, probablemente ni lleguemos a descansar… Un momento, ¿los vampiros duermen?
Solange Sarì-Lennox- Esclavo de Sangre/Realeza
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Fecha de inscripción : 30/10/2017
Re: Mi Sol | Flashback {Solange Sarì-Lennox}
La luz de las velas alumbró el lugar y, aunque él veía bien en la oscuridad —algo necesario si se era un depredador nocturno—, con las pequeñas llamas pudo apreciar mejor el entorno que lo rodeaba. Tal y como le había parecido, la habitación era sólo eso, un cuarto con una cama, una mesilla con dos cajones y una cómoda donde, supuso, la joven guardaba sus enseres. Sobre ésta había una jofaina y un cepillo para el pelo que, junto con una jarapa descolorida a los pies de la cama, terminaban de formar todo el mobiliario del lugar.
—¿Mi corazón? —preguntó.
¿Qué podía contestar a eso? Hacía tiempo que había dejado de pensar que él, Jacob Lennox, seguía teniendo un corazón, porque, ¿acaso podía tenerlo alguien que arrebataba vidas para seguir manteniendo la suya? Si es que a eso que tenía podía considerársele vida, claro estaba. De pronto sintió una especie de vacío ahí donde tenía el estómago, la misma sensación humana que lo había asaltado aquella noche y por la que había acudido al puente donde había conocido a Solange.
—Mi corazón está dividido —contestó, al fin—: una parte está en Londres, con mi familia; la otra, sin embargo, está en Glasgow, junto a mi esposa.
Esa realidad le hizo darse cuenta de que aquel no era el lugar dónde debería estar, pero, por algún motivo, salvar la vida de aquella muchacha se le había antojado necesario. Su tiempo era eterno, incluso si su único objetivo era morir, así que, ¿qué importaba esperar unos pocos días más hasta asegurarse de que la joven vivía sin temor? Después de eso podría marcharse, puesto que dudaba que fuera a recordar su nombre cuando ya no tuviera nada de lo que preocuparse. O eso creyó hasta que la escuchó hablar.
Su nombre sonaba hermoso en labios de ella, tanto que Jacob se giró y clavó sus ojos en el rostro de Solange. No supo si fue el timbre de su voz, la confusión que notaba en su cuerpo o que, al fin, parecía que alguien se estaba preocupando por él de forma sincera, pero se maldijo por haber deseado volver a ese puente en busca de la luz del sol. Simplemente no podía.
—No lo haré —dijo, rotundo—. Te lo prometo.
Se dejó guiar hasta la cama, como si estuviera aturdido por las palabras de Solange. Jacob, que siempre había tenido todo claro, ahora, de pronto, se sentía desorientado. ¿De verdad le había prometido a una desconocida que no ardería en la primera ocasión que se le cruzara por delante?
Desconcertado como estaba, su cuerpo parecía ser el único que seguía captando los cambios a su alrededor. Sintió que la presión de los zapatos disminuía, primero en un pie y después en el otro. Movió los dedos, echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos, dejándose mimar, durante escasos segundos, por aquella muchacha de voz dulce.
—No, no, he debido explicarme mal. Dormitamos solamente, no llegamos a conciliar el sueño como un humano, así que no me acostaré en tu cama. Tú la necesitas más que yo.
Se levantó como un resorte, la sujetó por los hombros y la movió hasta dejarla de espaldas al colchón. Tan cerca estaba de ella que pudo oler el aroma de su cuerpo sin problema, lo que le produjo una picazón en la parte trasera de la lengua, allí donde ya empezaba la garganta. A pesar de que se había alimentado, la noche se terminaba y su sed no daba tregua. Sus ojos se desviaron a su cuello, donde el pulso de la joven hacía palpitar la vena que lo recorría de arriba a abajo. Era un movimiento apenas perceptible, pero para Jacob era una tentación demasiado difícil de soportar. No quería hacerle daño —y sabía que, si bebía de ella, terminaría haciéndoselo—, así que la llevó hasta la cama, la obligó a que se sentara y se apartó rápidamente.
—Yo me quedaré en esta esquina. Será más seguro para ti. —Caminó hacia atrás hasta que su espalda chocó contra la pared y se dejó caer para quedar sentado en el suelo—. Háblame de ese tal Ernest. ¿Hace cuánto tiempo que te trata así? ¿Cuándo empezaste a trabajar para él? —preguntó, respirando lo justo para poder hablar; cuanto menos aire entrara en sus pulmones, menos olería el aroma de Solange y conseguiría mantener la tentación de la sangre a raya—. No temas por mí; claro que puede hacerme daño, pero el que yo le haga a él será peor, creéme. Necesito saber todo lo que puedas contarme, así estaré preparado.
—¿Mi corazón? —preguntó.
¿Qué podía contestar a eso? Hacía tiempo que había dejado de pensar que él, Jacob Lennox, seguía teniendo un corazón, porque, ¿acaso podía tenerlo alguien que arrebataba vidas para seguir manteniendo la suya? Si es que a eso que tenía podía considerársele vida, claro estaba. De pronto sintió una especie de vacío ahí donde tenía el estómago, la misma sensación humana que lo había asaltado aquella noche y por la que había acudido al puente donde había conocido a Solange.
—Mi corazón está dividido —contestó, al fin—: una parte está en Londres, con mi familia; la otra, sin embargo, está en Glasgow, junto a mi esposa.
Esa realidad le hizo darse cuenta de que aquel no era el lugar dónde debería estar, pero, por algún motivo, salvar la vida de aquella muchacha se le había antojado necesario. Su tiempo era eterno, incluso si su único objetivo era morir, así que, ¿qué importaba esperar unos pocos días más hasta asegurarse de que la joven vivía sin temor? Después de eso podría marcharse, puesto que dudaba que fuera a recordar su nombre cuando ya no tuviera nada de lo que preocuparse. O eso creyó hasta que la escuchó hablar.
Su nombre sonaba hermoso en labios de ella, tanto que Jacob se giró y clavó sus ojos en el rostro de Solange. No supo si fue el timbre de su voz, la confusión que notaba en su cuerpo o que, al fin, parecía que alguien se estaba preocupando por él de forma sincera, pero se maldijo por haber deseado volver a ese puente en busca de la luz del sol. Simplemente no podía.
—No lo haré —dijo, rotundo—. Te lo prometo.
Se dejó guiar hasta la cama, como si estuviera aturdido por las palabras de Solange. Jacob, que siempre había tenido todo claro, ahora, de pronto, se sentía desorientado. ¿De verdad le había prometido a una desconocida que no ardería en la primera ocasión que se le cruzara por delante?
Desconcertado como estaba, su cuerpo parecía ser el único que seguía captando los cambios a su alrededor. Sintió que la presión de los zapatos disminuía, primero en un pie y después en el otro. Movió los dedos, echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos, dejándose mimar, durante escasos segundos, por aquella muchacha de voz dulce.
—No, no, he debido explicarme mal. Dormitamos solamente, no llegamos a conciliar el sueño como un humano, así que no me acostaré en tu cama. Tú la necesitas más que yo.
Se levantó como un resorte, la sujetó por los hombros y la movió hasta dejarla de espaldas al colchón. Tan cerca estaba de ella que pudo oler el aroma de su cuerpo sin problema, lo que le produjo una picazón en la parte trasera de la lengua, allí donde ya empezaba la garganta. A pesar de que se había alimentado, la noche se terminaba y su sed no daba tregua. Sus ojos se desviaron a su cuello, donde el pulso de la joven hacía palpitar la vena que lo recorría de arriba a abajo. Era un movimiento apenas perceptible, pero para Jacob era una tentación demasiado difícil de soportar. No quería hacerle daño —y sabía que, si bebía de ella, terminaría haciéndoselo—, así que la llevó hasta la cama, la obligó a que se sentara y se apartó rápidamente.
—Yo me quedaré en esta esquina. Será más seguro para ti. —Caminó hacia atrás hasta que su espalda chocó contra la pared y se dejó caer para quedar sentado en el suelo—. Háblame de ese tal Ernest. ¿Hace cuánto tiempo que te trata así? ¿Cuándo empezaste a trabajar para él? —preguntó, respirando lo justo para poder hablar; cuanto menos aire entrara en sus pulmones, menos olería el aroma de Solange y conseguiría mantener la tentación de la sangre a raya—. No temas por mí; claro que puede hacerme daño, pero el que yo le haga a él será peor, creéme. Necesito saber todo lo que puedas contarme, así estaré preparado.
Jacob Lennox- Vampiro/Realeza
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Re: Mi Sol | Flashback {Solange Sarì-Lennox}
-No conozco Glasgow –fue todo lo que en un primer momento pudo decir Solange ante las palabras sentidas de él-, tal vez nunca pueda conocer tu corazón entonces.
Solange se asustó ante la velocidad con la que él la tomó para llevarla de un lugar al otro. Sin saber cómo ni por qué se hallaba de pronto sentada en la cama y el corazón le latía desbocado. Tal vez su mente confiaba en él, porque había oído su historia, porque se había sentido identificada con su dolor, pero resultaba evidente que su cuerpo le temía, que no se hallaba relajado del todo aun en presencia de ese hombre. Se llevó una mano al pecho, como si intentase que Jacob no oyera sus latidos y se movió para pegar su espalda a la fría pared. Algo tendría que hacer para remediar aquello, su mente debía ganar y someter al cuerpo.
-No sé, hace algunos meses ya que lo conozco –la verdad era que lo último que quería hacer era hablar de ese hombre porque todo en su mente en esos momentos era Jacob, Jacob y nadie más-. Es un hombre malvado, al principio no parecía ser así, pero supongo que todos los hombres parecen ser buenos al principio.
Hablaba de Jacob también, por supuesto. Era hombre, por eso ya podía desconfiar de él también. ¿Se decepcionaría de ese vampiro? ¿Pasarían los días y descubriría que era igual que Ernest? Solange se asombró de si misma ante la idea de desilusión. Sí, sin dudas se desilusionaría si descubriese que Jacob le fallaba, que pasaban los días y las noches y ellos no volvían a verse porque… ¡Un momento! ¿Acaso quería volver a verlo? Sí. A sí misma no podía mentirse, Solange quería que esa noche no acabase y, si acababa, quería volver a verlo la siguiente porque Jacob era lo más interesante que le había pasado a su vida desde que estaba en París.
Solange era rebelde, eso era innegable, no pudo obedecer el mandato tácito del hombre por lo que se levantó lentamente y se dirigió hacia él. Se ubicó a la derecha del cuerpo del hombre y lentamente se sentó a su lado. Si su cuerpo le temía, ella lo obligaría a confiar como su mente lo hacía.
-Tiene tres hombres que trabajan para él, solo sé que uno se llama Christian y es inglés. Ellos me lastimaron –le dijo sin poder evitar que los recuerdos de la noche en la que la habían golpeado salvajemente llegasen a su mente. Solange se pegó aún más a Jacob y apoyó su mejilla izquierda en el hombro derecho de él-, me esperaron a la salida del trabajo, me llevaron a un callejón y me golpearon. Mira mi mano –le dijo y se la tendió, si ponía atención podría notar la desviación de uno de los huesos-. Ernest quiere que me case con él, quiere obligarme a tener sexo con él y yo… yo al principio tenía miedo y necesitaba mucho el dinero –le dijo con vergüenza mientras se secaba las lágrimas de los ojos bruscamente-, pero ya no quiero estar con él. Es por eso que me dijo que mataría a mi hermana, porque no quiero casarme con él y tampoco ser su amante.
Se dio cuenta que le estaba llorado sus penas una vez más, porque mucho ya se lo había referido en lo alto del puente, pero que no le había dado datos precisos sobre Ernest. No había dicho nada que pudiese servir.
-No sé dónde vive, nunca me ha llevado a su casa. Tiene un dormitorio detrás de la barra, junto al depósito. Ahí solía tomarme –su voz bajó, a causa de la vergüenza otra vez-, pero no vive allí porque no duerme siempre en ese lugar. Tiene un enemigo, el dueño del bar que está a dos calles. He oído que el hombre una vez le disparó y que por eso Ernest a veces cojea de la pierna derecha. Creo que no está casado ni tiene hijos, lo supongo porque siempre me decía que deseaba verme preñada, que así le gustaban las mujeres, que deseaba tener hijos… Es un ser horrible, te lo aseguro, pero además es muy inteligente, siempre sabe lo que los demás van a hacer antes de que lo hagan. Ha vivido demasiadas cosas y ellas le han enseñado.
La comodidad del hombro de Jacob le había gustado, pero quizás estar apoyada así era tomar demasiada confianza teniendo muy poco tiempo de conocerse. Lentamente Solange se despegó de él, llevó sus rodillas al pecho y descansó en ellas su mejilla para poder observarlo.
Solange se asustó ante la velocidad con la que él la tomó para llevarla de un lugar al otro. Sin saber cómo ni por qué se hallaba de pronto sentada en la cama y el corazón le latía desbocado. Tal vez su mente confiaba en él, porque había oído su historia, porque se había sentido identificada con su dolor, pero resultaba evidente que su cuerpo le temía, que no se hallaba relajado del todo aun en presencia de ese hombre. Se llevó una mano al pecho, como si intentase que Jacob no oyera sus latidos y se movió para pegar su espalda a la fría pared. Algo tendría que hacer para remediar aquello, su mente debía ganar y someter al cuerpo.
-No sé, hace algunos meses ya que lo conozco –la verdad era que lo último que quería hacer era hablar de ese hombre porque todo en su mente en esos momentos era Jacob, Jacob y nadie más-. Es un hombre malvado, al principio no parecía ser así, pero supongo que todos los hombres parecen ser buenos al principio.
Hablaba de Jacob también, por supuesto. Era hombre, por eso ya podía desconfiar de él también. ¿Se decepcionaría de ese vampiro? ¿Pasarían los días y descubriría que era igual que Ernest? Solange se asombró de si misma ante la idea de desilusión. Sí, sin dudas se desilusionaría si descubriese que Jacob le fallaba, que pasaban los días y las noches y ellos no volvían a verse porque… ¡Un momento! ¿Acaso quería volver a verlo? Sí. A sí misma no podía mentirse, Solange quería que esa noche no acabase y, si acababa, quería volver a verlo la siguiente porque Jacob era lo más interesante que le había pasado a su vida desde que estaba en París.
Solange era rebelde, eso era innegable, no pudo obedecer el mandato tácito del hombre por lo que se levantó lentamente y se dirigió hacia él. Se ubicó a la derecha del cuerpo del hombre y lentamente se sentó a su lado. Si su cuerpo le temía, ella lo obligaría a confiar como su mente lo hacía.
-Tiene tres hombres que trabajan para él, solo sé que uno se llama Christian y es inglés. Ellos me lastimaron –le dijo sin poder evitar que los recuerdos de la noche en la que la habían golpeado salvajemente llegasen a su mente. Solange se pegó aún más a Jacob y apoyó su mejilla izquierda en el hombro derecho de él-, me esperaron a la salida del trabajo, me llevaron a un callejón y me golpearon. Mira mi mano –le dijo y se la tendió, si ponía atención podría notar la desviación de uno de los huesos-. Ernest quiere que me case con él, quiere obligarme a tener sexo con él y yo… yo al principio tenía miedo y necesitaba mucho el dinero –le dijo con vergüenza mientras se secaba las lágrimas de los ojos bruscamente-, pero ya no quiero estar con él. Es por eso que me dijo que mataría a mi hermana, porque no quiero casarme con él y tampoco ser su amante.
Se dio cuenta que le estaba llorado sus penas una vez más, porque mucho ya se lo había referido en lo alto del puente, pero que no le había dado datos precisos sobre Ernest. No había dicho nada que pudiese servir.
-No sé dónde vive, nunca me ha llevado a su casa. Tiene un dormitorio detrás de la barra, junto al depósito. Ahí solía tomarme –su voz bajó, a causa de la vergüenza otra vez-, pero no vive allí porque no duerme siempre en ese lugar. Tiene un enemigo, el dueño del bar que está a dos calles. He oído que el hombre una vez le disparó y que por eso Ernest a veces cojea de la pierna derecha. Creo que no está casado ni tiene hijos, lo supongo porque siempre me decía que deseaba verme preñada, que así le gustaban las mujeres, que deseaba tener hijos… Es un ser horrible, te lo aseguro, pero además es muy inteligente, siempre sabe lo que los demás van a hacer antes de que lo hagan. Ha vivido demasiadas cosas y ellas le han enseñado.
La comodidad del hombro de Jacob le había gustado, pero quizás estar apoyada así era tomar demasiada confianza teniendo muy poco tiempo de conocerse. Lentamente Solange se despegó de él, llevó sus rodillas al pecho y descansó en ellas su mejilla para poder observarlo.
Solange Sarì-Lennox- Esclavo de Sangre/Realeza
- Mensajes : 25
Fecha de inscripción : 30/10/2017
Re: Mi Sol | Flashback {Solange Sarì-Lennox}
¡Un momento! ¿Pero qué demonios hacía? Jacob quiso gritarle que no se moviera de la cama, que se quedara ahí porque era el lugar más alejado de él en ese momento, pero lo único que fue capaz de hacer fue quedarse sentado donde estaba mientras la veía acercarse. El movimiento de sus caderas al andar lo hechizó tanto que no captó las primeras palabras que ella le dijo. Las siguientes, sin embargo, las escuchó a la perfección.
—Espera —dijo, cortando su relato—, ¿te han pegado?
La respuesta no llegó en forma de palabras, sino de hechos. Solange le enseñó su mano y ahí pudo ver Jacob la hinchazón en uno de los dedos y la desviación de los huesos que la había provocado. Estiró su brazo para sujetarle la mano y pasó el pulgar frío por encima de la avería. Apretó ligeramente y sintió que aún no se había terminado de asentar el hueso, por lo que todavía había posibilidades de volver a enderezarlo, pero ¿ella le dejaría?
Solange siguió hablando y decidió no interrumpirla más. Envolvió la pequeña mano de la joven entre las suyas, de manera que el frío de su cuerpo disminuyera el dolor que debía sentir por los golpes, hasta que ella la apartó para poder envolverse las rodillas.
—Es terrible esto que me cuentas, Solange —dijo, y un escalofrío lo recorrió de arriba a abajo—. De verdad, no imaginaba que te hubiera hecho esas cosas.
No era sólo el hecho de que había mandado a sus secuaces a que le dieran una paliza por rechazarlo lo que más asco le daba, sino que era todo, en su totalidad; estaba utilizando, en beneficio propio, la vulnerabilidad de la muchacha, el miedo por el bienestar de su familia y la incertidumbre que debía sentir al no saber qué sería lo mejor para ellas. Sentía tanto asco que, por primera vez desde que se convirtió, la sed quedó relegada a un segundo plano.
—Dame tu mano —dijo, pero no esperó a que ella se moviera, sino que la sujetó de la muñeca y se la acercó—. Una vez, de niño, se me salió el hombro. El doctor de mi familia me lo volvió a colocar y fue un dolor horrible el que sentí, pero si no llega a ser por eso ahora tendría un brazo inútil.
Estiró las piernas ligeramente y las separó. Después, sujetó a Solange de la cintura y la levantó hasta sentarla frente a él, con la espalda de ella apoyada en su pecho. La envolvió con los brazos y volvió a sujetar su mano.
—Cierra la mano en un puño. —Le ayudó moviendo los dedos y comprobó que, efectivamente, el dedo hinchado no se doblaba tanto como los demás—. Puedo enderezar el hueso para que vuelvas a recuperar la movilidad en este dedo. Te va a doler, Solange, pero será lo mejor. Si se cura esto así, tendrás dolores constantes el resto de tu vida. ¿Nunca antes te has roto un hueso? Recomponerlo duele, pero es mejor eso que tener una pierna torcida.
Siguió hablando de lo horrible que sería no curar bien una herida y, cuando sintió que Solange dejaba de prestar atención a su mano, aprovechó para ejercer presión y recolocar el hueso desviado. En cuando sintió el crujido, la abrazó y la pegó a su cuerpo, balanceándose hacia delante y hacia atrás. Debía haberle dolido más eso que la paliza que lo había causado.
—Ya está. —Le acarició la frente y, poco a poco, fue parando el balanceo—. Dame la mano, dámela. —La envolvió entre las suyas de nuevo, buscando enfriarla—. Perdóname, pero si te lo preguntaba antes me arriesgaba a que me dijeras que no querías, y eso habría sido peor a la larga.
¿Lo perdonaría? Jacob esperaba que sí, pero tampoco quiso pensar en eso mucho tiempo. Había otros asuntos que tenían que solucionar, los que estaban relacionados con la seguridad de la joven que tenía entre los brazos.
—Con lo que me has contado de Ernest, creo que lo mejor será que vaya esta noche a la taberna y lo vea en persona —dijo, sin soltarla—. No sé si quedarme toda la noche sería lo apropiado, a la vista al menos —recapacitó—. No te preocupes, aunque no me veas, estaré allí. Puedo esperarlo en la salida de atrás. Cuando cierre, llévalo hasta allí, será todo más discreto. Cuanto menos gente haya, mejor.
De pronto se dio cuenta de que no sabía qué haría con él, exactamente. ¿Cuál sería el propósito de Solange? Jacob no tenía ningún problema en acabar con él para siempre; es más, cuanto más miraba a la muchacha, más ganas tenía de hacerlo, pero no quería que la joven cargara con una culpa que no le correspondía por hacer algo que no le había pedido.
—Solange —la llamó—, ¿qué quieres exactamente que pase con él?
Su voz no sonó dulce, ni amigable, sino que dejó entrever el monstruo que realmente era, un depredador que segaba vidas cada noche y en el que Solange estaba confiando ciegamente.
—Espera —dijo, cortando su relato—, ¿te han pegado?
La respuesta no llegó en forma de palabras, sino de hechos. Solange le enseñó su mano y ahí pudo ver Jacob la hinchazón en uno de los dedos y la desviación de los huesos que la había provocado. Estiró su brazo para sujetarle la mano y pasó el pulgar frío por encima de la avería. Apretó ligeramente y sintió que aún no se había terminado de asentar el hueso, por lo que todavía había posibilidades de volver a enderezarlo, pero ¿ella le dejaría?
Solange siguió hablando y decidió no interrumpirla más. Envolvió la pequeña mano de la joven entre las suyas, de manera que el frío de su cuerpo disminuyera el dolor que debía sentir por los golpes, hasta que ella la apartó para poder envolverse las rodillas.
—Es terrible esto que me cuentas, Solange —dijo, y un escalofrío lo recorrió de arriba a abajo—. De verdad, no imaginaba que te hubiera hecho esas cosas.
No era sólo el hecho de que había mandado a sus secuaces a que le dieran una paliza por rechazarlo lo que más asco le daba, sino que era todo, en su totalidad; estaba utilizando, en beneficio propio, la vulnerabilidad de la muchacha, el miedo por el bienestar de su familia y la incertidumbre que debía sentir al no saber qué sería lo mejor para ellas. Sentía tanto asco que, por primera vez desde que se convirtió, la sed quedó relegada a un segundo plano.
—Dame tu mano —dijo, pero no esperó a que ella se moviera, sino que la sujetó de la muñeca y se la acercó—. Una vez, de niño, se me salió el hombro. El doctor de mi familia me lo volvió a colocar y fue un dolor horrible el que sentí, pero si no llega a ser por eso ahora tendría un brazo inútil.
Estiró las piernas ligeramente y las separó. Después, sujetó a Solange de la cintura y la levantó hasta sentarla frente a él, con la espalda de ella apoyada en su pecho. La envolvió con los brazos y volvió a sujetar su mano.
—Cierra la mano en un puño. —Le ayudó moviendo los dedos y comprobó que, efectivamente, el dedo hinchado no se doblaba tanto como los demás—. Puedo enderezar el hueso para que vuelvas a recuperar la movilidad en este dedo. Te va a doler, Solange, pero será lo mejor. Si se cura esto así, tendrás dolores constantes el resto de tu vida. ¿Nunca antes te has roto un hueso? Recomponerlo duele, pero es mejor eso que tener una pierna torcida.
Siguió hablando de lo horrible que sería no curar bien una herida y, cuando sintió que Solange dejaba de prestar atención a su mano, aprovechó para ejercer presión y recolocar el hueso desviado. En cuando sintió el crujido, la abrazó y la pegó a su cuerpo, balanceándose hacia delante y hacia atrás. Debía haberle dolido más eso que la paliza que lo había causado.
—Ya está. —Le acarició la frente y, poco a poco, fue parando el balanceo—. Dame la mano, dámela. —La envolvió entre las suyas de nuevo, buscando enfriarla—. Perdóname, pero si te lo preguntaba antes me arriesgaba a que me dijeras que no querías, y eso habría sido peor a la larga.
¿Lo perdonaría? Jacob esperaba que sí, pero tampoco quiso pensar en eso mucho tiempo. Había otros asuntos que tenían que solucionar, los que estaban relacionados con la seguridad de la joven que tenía entre los brazos.
—Con lo que me has contado de Ernest, creo que lo mejor será que vaya esta noche a la taberna y lo vea en persona —dijo, sin soltarla—. No sé si quedarme toda la noche sería lo apropiado, a la vista al menos —recapacitó—. No te preocupes, aunque no me veas, estaré allí. Puedo esperarlo en la salida de atrás. Cuando cierre, llévalo hasta allí, será todo más discreto. Cuanto menos gente haya, mejor.
De pronto se dio cuenta de que no sabía qué haría con él, exactamente. ¿Cuál sería el propósito de Solange? Jacob no tenía ningún problema en acabar con él para siempre; es más, cuanto más miraba a la muchacha, más ganas tenía de hacerlo, pero no quería que la joven cargara con una culpa que no le correspondía por hacer algo que no le había pedido.
—Solange —la llamó—, ¿qué quieres exactamente que pase con él?
Su voz no sonó dulce, ni amigable, sino que dejó entrever el monstruo que realmente era, un depredador que segaba vidas cada noche y en el que Solange estaba confiando ciegamente.
Jacob Lennox- Vampiro/Realeza
- Mensajes : 28
Fecha de inscripción : 17/10/2017
Re: Mi Sol | Flashback {Solange Sarì-Lennox}
Solo dos hombres habían acariciado a Solange, pero ella solo se había entregado a uno de ellos; a Ernest. Pero antes, en su vida feliz en el campo, Gilbert –un muchachito empleado como sembrador- la había besado y sus caricias sinceras siempre provocaban al cuerpo inocente de Solange. Ni siquiera ellas –las caricias de ese casi olvidado jovencito- habían avivado lo que le ocurrió a la piel de Sol cuando Jacob acarició lentamente su mano lastimada. ¡Hasta el cuero cabelludo se le había erizado, y sí que dolía!
¿Por qué era? ¿Por su rostro hermoso y sus maneras elegantes? ¿Por qué se sentía de pronto atraída si no lo conocía? Además, que fuese un desconocido era lo de menos porque bien sabía ella que debía temerle. Pero Solange no le temía, no le había dado motivos para desconfiar y, lo que era peor, se sentía unida a él… tal vez se tratase de esa poderosa cadena que une sin más a dos personas que han sufrido mucho y solo por eso se sienten un poco cómplices, hermanadas.
No se quejó cuando él la acomodó entre sus piernas, pero tampoco evidenció lo que le estaba ocurriendo. Pero su falta de queja duró muy poco, confiada le entregó su mano para sentir uno de los dolores más horribles que había sentido y no se midió al momento de gritar a todo pulmón. Se removió entre sus brazos, pero el abrazo de Jacob no le dejó ir a ningún lado y estaba bien porque, ¿a dónde podría querer ir? Las mismas manos que le habían provocado el dolor alimentaron su alivio, estaban muy frías como si fuesen de mármol. Solange se abrazó al brazo izquierdo de Jacob y se meció junto a él por unos instantes. Lentamente movió su mano, todavía dolía pero el dedo podía doblarse, no completamente, pero más que antes.
-Gracias, creo que está un poco mejor ahora –le dijo, volviéndose para verlo a la escasa luz de las velas.
Volvió a dejar su mano entre las de él y acercó su rostro al de Jacob, estaban tan cerca que ella lo veía, pero se perdía los detalles de su rostro. Solo podía cavilar en que siempre había pensado que el frío era algo horrible, algo malo que debía ser combatido con el calor del fuego, con un plato de comida caliente… ¿cuántas veces había corrido hasta su casa para poder mantener el cuerpo caliente mientras el invierno torturaba a la ciudad? Muchas, siempre escapando del frío… pero ahora no quería escapar, de repente el frío le gustaba mucho. Solange se acercó un poco más a los labios de él, lo miró a los ojos como si quisiera pedir su permiso, pero no se conocían, no podían hablarse con las miradas todavía, por lo que Solange simplemente se inclinó sobre su boca y a punto estuvo de besarlo con gratitud.
-¿Sol? ¡Sol, sé que estás ahí, te he oído gritar! –Era Hilda, la dueña de aquellas habitaciones pequeñas, y acompañaba sus palabras con un golpeteo incesante.
Solange Sarì se puso en pie de un salto y corrió a la puerta, temía que Hilda la abriese y el sol del amanecer entrase solo para hacerle daño a Jacob.
-Sí, Hilda aquí estoy… No puedo abrir ahora, pero estoy bien, he gritado a causa de las pesadillas –mintió con lo primero que cruzó su mente-. Gracias por preocuparte.
-Me preocupo, claro que sí, una muchacha tan sola… y también me preocupa el dinero que me debes, ya pasó una semana del día de pagos. ¿Qué ocurre? ¿Estás sin empleo?
-No, Hilda –dijo, y con la mano sana se tapó el rostro-. Te pido que me des hasta el lunes, el lunes por la mañana te pagaré todo. ¿Cuándo te he incumplido yo? Nunca. Solo dame hasta el lunes y lo arreglaré.
En eso Solange tenía toda la razón, nunca se había atrasado y la otra mujer lo sabía bien, por eso se despidió deseándole buen descanso y dejó a Sol sola con la vergüenza de tener que volverse y darle una explicación a Jacob, que todo había oído.
-Siento que escuchases eso –dijo, sin mirarlo y fue a sentarse a la cama-. Le he enviado todo mi dinero a Charlotte, también mis dos vestidos más bonitos. Es que yo… yo pensaba morir esta noche. Pero puedo arreglarlo, puedo trabajar durante el día también y pedir que ese dinero me lo den al final de cada jornada, el lunes podría pagar una parte de lo que debo, supongo que con eso se conformará y me dará unos días más –ideó, sin decírselo a él precisamente, solo estaba pensando en voz alta, reordenando la vida que no había perdido.
Quiso cambiar de tema, su mala jugada en cuanto al dinero no podía ser el centro, ella era una mujer de bien, trabajadora esforzada. Ya encontraría la manera de salir de ese problema en el que sola se había metido. Recordó que no había respondido a su pregunta:
-No sé qué quiero que le suceda... solo espero que no me moleste más, ni a mí ni a ninguna otra trabajadora. Tal vez podríamos asustarlo, aunque algo me dice que él a pocas cosas le teme.
¿Por qué era? ¿Por su rostro hermoso y sus maneras elegantes? ¿Por qué se sentía de pronto atraída si no lo conocía? Además, que fuese un desconocido era lo de menos porque bien sabía ella que debía temerle. Pero Solange no le temía, no le había dado motivos para desconfiar y, lo que era peor, se sentía unida a él… tal vez se tratase de esa poderosa cadena que une sin más a dos personas que han sufrido mucho y solo por eso se sienten un poco cómplices, hermanadas.
No se quejó cuando él la acomodó entre sus piernas, pero tampoco evidenció lo que le estaba ocurriendo. Pero su falta de queja duró muy poco, confiada le entregó su mano para sentir uno de los dolores más horribles que había sentido y no se midió al momento de gritar a todo pulmón. Se removió entre sus brazos, pero el abrazo de Jacob no le dejó ir a ningún lado y estaba bien porque, ¿a dónde podría querer ir? Las mismas manos que le habían provocado el dolor alimentaron su alivio, estaban muy frías como si fuesen de mármol. Solange se abrazó al brazo izquierdo de Jacob y se meció junto a él por unos instantes. Lentamente movió su mano, todavía dolía pero el dedo podía doblarse, no completamente, pero más que antes.
-Gracias, creo que está un poco mejor ahora –le dijo, volviéndose para verlo a la escasa luz de las velas.
Volvió a dejar su mano entre las de él y acercó su rostro al de Jacob, estaban tan cerca que ella lo veía, pero se perdía los detalles de su rostro. Solo podía cavilar en que siempre había pensado que el frío era algo horrible, algo malo que debía ser combatido con el calor del fuego, con un plato de comida caliente… ¿cuántas veces había corrido hasta su casa para poder mantener el cuerpo caliente mientras el invierno torturaba a la ciudad? Muchas, siempre escapando del frío… pero ahora no quería escapar, de repente el frío le gustaba mucho. Solange se acercó un poco más a los labios de él, lo miró a los ojos como si quisiera pedir su permiso, pero no se conocían, no podían hablarse con las miradas todavía, por lo que Solange simplemente se inclinó sobre su boca y a punto estuvo de besarlo con gratitud.
-¿Sol? ¡Sol, sé que estás ahí, te he oído gritar! –Era Hilda, la dueña de aquellas habitaciones pequeñas, y acompañaba sus palabras con un golpeteo incesante.
Solange Sarì se puso en pie de un salto y corrió a la puerta, temía que Hilda la abriese y el sol del amanecer entrase solo para hacerle daño a Jacob.
-Sí, Hilda aquí estoy… No puedo abrir ahora, pero estoy bien, he gritado a causa de las pesadillas –mintió con lo primero que cruzó su mente-. Gracias por preocuparte.
-Me preocupo, claro que sí, una muchacha tan sola… y también me preocupa el dinero que me debes, ya pasó una semana del día de pagos. ¿Qué ocurre? ¿Estás sin empleo?
-No, Hilda –dijo, y con la mano sana se tapó el rostro-. Te pido que me des hasta el lunes, el lunes por la mañana te pagaré todo. ¿Cuándo te he incumplido yo? Nunca. Solo dame hasta el lunes y lo arreglaré.
En eso Solange tenía toda la razón, nunca se había atrasado y la otra mujer lo sabía bien, por eso se despidió deseándole buen descanso y dejó a Sol sola con la vergüenza de tener que volverse y darle una explicación a Jacob, que todo había oído.
-Siento que escuchases eso –dijo, sin mirarlo y fue a sentarse a la cama-. Le he enviado todo mi dinero a Charlotte, también mis dos vestidos más bonitos. Es que yo… yo pensaba morir esta noche. Pero puedo arreglarlo, puedo trabajar durante el día también y pedir que ese dinero me lo den al final de cada jornada, el lunes podría pagar una parte de lo que debo, supongo que con eso se conformará y me dará unos días más –ideó, sin decírselo a él precisamente, solo estaba pensando en voz alta, reordenando la vida que no había perdido.
Quiso cambiar de tema, su mala jugada en cuanto al dinero no podía ser el centro, ella era una mujer de bien, trabajadora esforzada. Ya encontraría la manera de salir de ese problema en el que sola se había metido. Recordó que no había respondido a su pregunta:
-No sé qué quiero que le suceda... solo espero que no me moleste más, ni a mí ni a ninguna otra trabajadora. Tal vez podríamos asustarlo, aunque algo me dice que él a pocas cosas le teme.
Solange Sarì-Lennox- Esclavo de Sangre/Realeza
- Mensajes : 25
Fecha de inscripción : 30/10/2017
Re: Mi Sol | Flashback {Solange Sarì-Lennox}
Jacob creyó necesario aliviar el dolor que él mismo le había provocado. No le había pedido permiso para recolocarle el hueso del dedo porque estaba convencido de que ella se negaría. Al escuchar su grito, se sintió culpable, pero la voz de Solange asegurándole que ahora estaba mejor lo tranquilizó. Jacob estaba centrado en la mano de la joven, en enfriarla para que el dolor se disipara poco a poco. En cuanto el frío pasara y la sangre volviera a recorrer los finos vasos de las manos, la molestia volvería, pero sería mucho menor, o eso quería pensar él.
De pronto, sintió el aliento de Solange contra la piel de su rostro y giró la cabeza para mirarla. El aroma de la joven, fresco y dulce al mismo tiempo, le embriagó las fosas nasales. Paladeó al oír la sangre fluir dentro de su cuerpo y sus pupilas se dilataron tanto que los ojos claros pasaron a ser completamente negros. La imagen de su rostro en ese momento debía ser terrorífica, pero, afortunadamente, la oscuridad de la habitación le aseguraba que ella no saldría corriendo, espantada.
No movió su cuerpo incluso después de que Solange se levantara al escuchar la voz de la mujer del pasillo. Todavía era capaz de sentir el calor de sus labios sobre los suyos, en ese roce que jamás existió, pero que él necesitaba experimentar. Pensó en Jane, en si ella aprobaría un gesto como aquel. ¿No se estaría aprovechando de la precaria situación de aquella muchacha?
La miró sin decir nada y escuchó claramente lo que compartió con Hilda. Metió la mano en el bolsillo en busca de las monedas que siempre llevaba encima, pero recordó que se las había dado a ella y Solange, en un arrebato de rabia, las había tirado al río de una patada. No importaba, en realidad; en el hotel había dejado el resto de su dinero y podía ir a buscarlo la noche siguiente, pero algo le decía que la joven no aceptaría ni un solo franco de parte de él.
Cuando Hilda se marchó, Jacob se levantó del suelo y se alisó la ropa, un gesto que le salía más por costumbre que porque le hiciese falta, para acercarse después hasta la muchacha, que se había sentado en la cama.
—No te lamentes por eso —dijo—. Yo puedo ayudarte con ese asunto, sólo quiero que lo sepas, puesto que estás en tu derecho de no aceptar mi dinero. Me siento responsable de alguna manera del cambio que ha sufrido el destino que tenías en mente para ti. —Se sentó a su lado y la miró fijamente—. Ese Ernest no es invencible. Te aseguro que hay cosas de las que hasta el más insensato tendría miedo. Podemos asustarlo, a ver qué ocurre. Si no aprende la lección, idearemos otro plan más definitivo.
Sus ojos se oscurecieron un instante antes de levantarse. Se acercó al cabecero de la cama y acomodó las almohadas. Después, sirvió un vaso de agua, lo dejó sobre la mesilla de noche y se colocó de pie junto a Solange.
—Ha sido una noche larga. —Le tendió la mano y tiró de ella para levantarla—. Duerme un poco, descansa; esta noche será intensa. Yo me quedaré aquí, contigo, y velaré por que nada te ocurra. —La guió a la cama y la tumbó como si fuera una niña—. ¿Necesitas algo más?
De pronto, sintió el aliento de Solange contra la piel de su rostro y giró la cabeza para mirarla. El aroma de la joven, fresco y dulce al mismo tiempo, le embriagó las fosas nasales. Paladeó al oír la sangre fluir dentro de su cuerpo y sus pupilas se dilataron tanto que los ojos claros pasaron a ser completamente negros. La imagen de su rostro en ese momento debía ser terrorífica, pero, afortunadamente, la oscuridad de la habitación le aseguraba que ella no saldría corriendo, espantada.
No movió su cuerpo incluso después de que Solange se levantara al escuchar la voz de la mujer del pasillo. Todavía era capaz de sentir el calor de sus labios sobre los suyos, en ese roce que jamás existió, pero que él necesitaba experimentar. Pensó en Jane, en si ella aprobaría un gesto como aquel. ¿No se estaría aprovechando de la precaria situación de aquella muchacha?
La miró sin decir nada y escuchó claramente lo que compartió con Hilda. Metió la mano en el bolsillo en busca de las monedas que siempre llevaba encima, pero recordó que se las había dado a ella y Solange, en un arrebato de rabia, las había tirado al río de una patada. No importaba, en realidad; en el hotel había dejado el resto de su dinero y podía ir a buscarlo la noche siguiente, pero algo le decía que la joven no aceptaría ni un solo franco de parte de él.
Cuando Hilda se marchó, Jacob se levantó del suelo y se alisó la ropa, un gesto que le salía más por costumbre que porque le hiciese falta, para acercarse después hasta la muchacha, que se había sentado en la cama.
—No te lamentes por eso —dijo—. Yo puedo ayudarte con ese asunto, sólo quiero que lo sepas, puesto que estás en tu derecho de no aceptar mi dinero. Me siento responsable de alguna manera del cambio que ha sufrido el destino que tenías en mente para ti. —Se sentó a su lado y la miró fijamente—. Ese Ernest no es invencible. Te aseguro que hay cosas de las que hasta el más insensato tendría miedo. Podemos asustarlo, a ver qué ocurre. Si no aprende la lección, idearemos otro plan más definitivo.
Sus ojos se oscurecieron un instante antes de levantarse. Se acercó al cabecero de la cama y acomodó las almohadas. Después, sirvió un vaso de agua, lo dejó sobre la mesilla de noche y se colocó de pie junto a Solange.
—Ha sido una noche larga. —Le tendió la mano y tiró de ella para levantarla—. Duerme un poco, descansa; esta noche será intensa. Yo me quedaré aquí, contigo, y velaré por que nada te ocurra. —La guió a la cama y la tumbó como si fuera una niña—. ¿Necesitas algo más?
Jacob Lennox- Vampiro/Realeza
- Mensajes : 28
Fecha de inscripción : 17/10/2017
Re: Mi Sol | Flashback {Solange Sarì-Lennox}
¡Qué incómoda se sentía luego de que él hubiera presenciado el intercambio con Hilda! ¡Qué expuesta que había quedado! No lo conocía demasiado, pero Solange quería agradarle, mostrarse a él como una muchacha responsable, como una mujer fuerte que contaba con las armas para valerse por sí misma en una ciudad tan grande y dura como era París. Por eso ni siquiera le respondió al ofrecimiento, no iba a hablar de dinero con él -mucho menos de dinero que no tenía-, ¿no le había quedado claro en el puente? Solange se ganaba su dinero trabajando, no necesitaba más que eso: poder trabajar en paz. Y ahí era donde entraba el maldito de Ernest a complicarlo todo para ella.
-¿Más definitivo? ¿A qué te refieres, Jacob? –Lo había entendido, e igualmente lo preguntaba porque no se lo creía. ¿Hacía referencia a la posibilidad de matarlo? Una fuerte imagen llegó a su mente y lejos de atemorizarla la tranquilizó, si no se asustaba, si no la dejaba tranquila, había una segunda opción. Eligió no preguntar más, su madre se horrorizaría y estaría tan decepcionada de ella si supiera lo que estaba deseando.
Tenía que pensar en aquello, debía concentrarse en Ernest, en la venganza, en su futuro… pero no podía hacerlo porque ver a aquel hombre moverse por su pequeña habitación con total naturalidad, con absoluto dominio, había atrapado toda su atención. Él le atraía, quizás se debiera a su naturaleza magnética, a su belleza asombrosa, Solange no lo sabía, pero deseaba volver a verlo muchas veces más.
-Ha sido una noche eterna –concedió y se dejó guiar por él-, eterna e inesperada. Todo ha cambiado. Gracias, Jacob, eres un hombre muy especial.
¿Hacía cuánto tiempo que nadie la cuidaba? La promesa del hombre la conmovió, porque Solange la creyó. Se acomodó en la cama e intentó relajar el cuerpo, poco a poco ordenarle a sus músculos que dejasen la tensión a un lado, que descansasen. La mano le dolía, no como en el momento en el que Jacob le acomodó el huesito, pero todavía sentía dolor y le crecía la hinchazón.
-Sí, te necesito a ti. Necesito que me des tu mano para calmar el dolor –susurró y estiró la suya para atrapar la del inmortal.
-¿Más definitivo? ¿A qué te refieres, Jacob? –Lo había entendido, e igualmente lo preguntaba porque no se lo creía. ¿Hacía referencia a la posibilidad de matarlo? Una fuerte imagen llegó a su mente y lejos de atemorizarla la tranquilizó, si no se asustaba, si no la dejaba tranquila, había una segunda opción. Eligió no preguntar más, su madre se horrorizaría y estaría tan decepcionada de ella si supiera lo que estaba deseando.
Tenía que pensar en aquello, debía concentrarse en Ernest, en la venganza, en su futuro… pero no podía hacerlo porque ver a aquel hombre moverse por su pequeña habitación con total naturalidad, con absoluto dominio, había atrapado toda su atención. Él le atraía, quizás se debiera a su naturaleza magnética, a su belleza asombrosa, Solange no lo sabía, pero deseaba volver a verlo muchas veces más.
-Ha sido una noche eterna –concedió y se dejó guiar por él-, eterna e inesperada. Todo ha cambiado. Gracias, Jacob, eres un hombre muy especial.
¿Hacía cuánto tiempo que nadie la cuidaba? La promesa del hombre la conmovió, porque Solange la creyó. Se acomodó en la cama e intentó relajar el cuerpo, poco a poco ordenarle a sus músculos que dejasen la tensión a un lado, que descansasen. La mano le dolía, no como en el momento en el que Jacob le acomodó el huesito, pero todavía sentía dolor y le crecía la hinchazón.
-Sí, te necesito a ti. Necesito que me des tu mano para calmar el dolor –susurró y estiró la suya para atrapar la del inmortal.
TEMA FINALIZADO
Solange Sarì-Lennox- Esclavo de Sangre/Realeza
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Fecha de inscripción : 30/10/2017
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