AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Espero que mi corazón esté siempre abierto a pequeños pájaros que son los secretos del vivir. || Privado
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Espero que mi corazón esté siempre abierto a pequeños pájaros que son los secretos del vivir. || Privado
“Cuerpo feliz que fluye entre mis manos, rostro amado donde contemplo el mundo, donde graciosos pájaros se copian fugitivos, volando a la región donde nada se olvida.”
—Vicente Aleixandre
—Vicente Aleixandre
Estaba dividida en dos, estaba su parte humana, la más avanzada, aquella creatura sin pluma o pelaje espeso, también se encontraba su parte animal, pequeñas creaturas con buenos reflejos, que se sabían mover en el cielo. Como amaba poder sentirse completamente libre, prefería mil veces estar en los cielos que atrapada en el suelo con dos piernas. Ella no era un animal terrestre, era de naturaleza voladora. No le gustaba tener que transformarse en humano, para ella era mejor estar siempre como una lechuza o un búho, interactuar con los animales era más fácil que con los humanos, pero en ocasiones debía volverse aquella creatura de dos patas y sin plumaje.
En esta ocasión, ocurría por algo simplemente trivial, deseaba comer algo diferente a lo que acostumbraba. Revoloteaba, entre el cielo, divisando los escombros de las callejuelas parisinas, eso era raro en ella. El invierno estaba descansando, había una gran capa de nieve cubriendo todo el lugar, luego de que una tormenta recia había aparecido, durado unas tres lunas completas, nada parecía que se había salvado de ser cubierto por la nieve. A Zuriñe le parecía muy lindo, aunque no le había gustado mucho tener que sentir como la nieve también tapaba la entrada del tronco hueco en donde había dormido, pero gracias a su plumaje de invierno y su perfecta adaptación, no le hizo mucho daño.
Solamente había un único problema con este clima, los ratones estaban bien escondidos, todo roedor inteligente se iba a invernar en estos días, no podía seguir como un ave que come cosas que están durmiendo y bien escondidas. Le había tocado buscar entre los escombros de los humanos, provocando que se creara unos huecos en aquel perfecto manto de nieve. El frio en la forma humana seria un problema, pero eso no le preocupaba mucho, no era un humano corriente y soportaría el frio por al menos los minutos suficientes como para probar bocado.
-…- El bello búho nival miro hacia los lados, todo parecía estar tan placido y tranquilo, el invierno para los animales era diferente que para los humanos, por eso prefería mantenerse así antes que ir a sufrir como uno de ellos, pero para los depredadores era algo diferente, pues sus presas estaban descansando, pero para suerte de Zuriñe ella tenía sus métodos. Planeo hasta el suelo en donde recogió todo todo lo que pudiera parecer comestible. De forma rápida y dolorosa comenzó a trasformase. Movió su boca para poder sentir que los huesos del cráneo estaban en buena posición. Su cabello rubio cubría parte de su cara y su espalda. Rápidamente, sin gesto alguno comenzó a llevar a la boca aquello que olía a alimento, aunque su forma no fuera de lo mas apetitosa, al menos le daría algo que tener en el estomago. Verla así, era algo impactante, si alguien la viera en ese momento, nadie creería que aquella salvaje era la hija de una familia británica de gran importancia.
Zuriñe- Cambiante Clase Baja
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Fecha de inscripción : 21/04/2013
Localización : en el cielo
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Re: Espero que mi corazón esté siempre abierto a pequeños pájaros que son los secretos del vivir. || Privado
La había hecho buena ese día.
Se había despertado muy tarde, por la noche había salido a tomar algo con sus compañeros. Nada fuera de lo habitual, salvo porque el alcohol lo llevo mas allá de los límites de su billetera y terminó debiéndole al cantinero una suma media de dinero, esto le llevó a terminar con una golpiza muy fuerte en la calle y el juramento de no dejarlo entrar nunca mas. Su cara había chocado con fuerza contra la suavidad reconfortante del hielo de la calle, los días habían sido muy duros en esa semana al menos.
Su trabajo en el muelle, pescando y acarreando peces en cestos no era muy agradable con estas temperaturas y encontraba cobijo en la forma mas sencilla; bebiendo alguna bebida reconfortante que hiciera fluir su sangre con otro impulso. Si lo viera su familia lo tomaría por un beodo sin proyectos, pero no era asi. Tenia recaudado en estos tres meses algo de dinero que destinaba a irse en cualquier momento de la peste que abundaba en su trabajo de pescador. No era el trabajo que le gustaba, pero no había muchas opciones para un hombre como él. Su vida la vivía de otra forma, y no le importaba mucho mantener un puesto fijo ni trabajar mas que un par de horas como para sobrevivir.
Por la noche había llegado a altas horas, casi amanecido el cielo y se había arrojado con la ropa mojada, el pelo desgreñado y los moretones sobre la cama sin pensar en mas que dormir un rato. Despertó muy tarde, su patrón acostumbrado a estas faltas le pidió que se tomara el dia, y que se fuera lejos de su vista, por sus faltas había perdido la paga del día.
-Genial! Un día sin paga. Un día de perdiciones-
No quería perder el trabajo así que obedeció y se retiró sin desayunar siquiera. Tenía que volver por la mañana o bien después de las 11 de la noche entrando a hurtadillas hasta su pieza. No tenía muchas mas opciones si quería subsistir en Paris.
-“La Tierra de las oportunidades!” – se dijo sarcástico a si mismo mientras caminaba por las calles con desdén, llevaba una bolsita al hombro y después de caminar medio día sin saber que hacer, optó por ir a lo seguro. Se encaminó al muelle observando con un ojo en su espalda para ver que nadie conocido podía verlo y cuando estaban todos dándose una buena comilona tomó algunos pescados del fuentón de remojo y salió corriendo sin que nadie notara la ausencia de ellos. Buscó algún lugar tranquilo y oscuro donde nadie lo conociera ni quisiera saber que hacía con pescado de primera calidad comiendo en la calle. Iba a morir de hambre si no comía nada y no tenía dinero, era cuestión de fuerza mayor el robo de alimento. Fue a parar a los callejones donde abundaba la desolación y mientras caminaba por estos pudo ver una silueta a lo lejos por uno de ellos y se acercó. Lo que vio era algo que para cualquier persona de clase alta podría ser horroroso pero para los demás era algo que no debía de pasar nunca. Había alguien comiendo con avidez en medio de la nieve, cubriéndose de la ventisca de seguro.
Como de costumbre su moral no dejaba de perseguirlo aun en estos momentos de desesperación. Fue hacia donde estaba la persona y se encontró con una mujer de poca edad comiendo algo irreconocible.
- …. Mmm , eso no parece estar en buen estado Madmoiselle- dijo en tono de reprobación -Lo que logrará es intoxicarse y tendremos que correr al hospital. Venga, aquí tengo algo de comida fresca, creo que con algo de leña incluso podría armar algo de pescado cocido- agregó como para si mismo pensando en donde conseguir algo de madera para encender un pequeño fuego y sacando un pescado de la bolsa que traía en su espalda.
Se había despertado muy tarde, por la noche había salido a tomar algo con sus compañeros. Nada fuera de lo habitual, salvo porque el alcohol lo llevo mas allá de los límites de su billetera y terminó debiéndole al cantinero una suma media de dinero, esto le llevó a terminar con una golpiza muy fuerte en la calle y el juramento de no dejarlo entrar nunca mas. Su cara había chocado con fuerza contra la suavidad reconfortante del hielo de la calle, los días habían sido muy duros en esa semana al menos.
Su trabajo en el muelle, pescando y acarreando peces en cestos no era muy agradable con estas temperaturas y encontraba cobijo en la forma mas sencilla; bebiendo alguna bebida reconfortante que hiciera fluir su sangre con otro impulso. Si lo viera su familia lo tomaría por un beodo sin proyectos, pero no era asi. Tenia recaudado en estos tres meses algo de dinero que destinaba a irse en cualquier momento de la peste que abundaba en su trabajo de pescador. No era el trabajo que le gustaba, pero no había muchas opciones para un hombre como él. Su vida la vivía de otra forma, y no le importaba mucho mantener un puesto fijo ni trabajar mas que un par de horas como para sobrevivir.
Por la noche había llegado a altas horas, casi amanecido el cielo y se había arrojado con la ropa mojada, el pelo desgreñado y los moretones sobre la cama sin pensar en mas que dormir un rato. Despertó muy tarde, su patrón acostumbrado a estas faltas le pidió que se tomara el dia, y que se fuera lejos de su vista, por sus faltas había perdido la paga del día.
-Genial! Un día sin paga. Un día de perdiciones-
No quería perder el trabajo así que obedeció y se retiró sin desayunar siquiera. Tenía que volver por la mañana o bien después de las 11 de la noche entrando a hurtadillas hasta su pieza. No tenía muchas mas opciones si quería subsistir en Paris.
-“La Tierra de las oportunidades!” – se dijo sarcástico a si mismo mientras caminaba por las calles con desdén, llevaba una bolsita al hombro y después de caminar medio día sin saber que hacer, optó por ir a lo seguro. Se encaminó al muelle observando con un ojo en su espalda para ver que nadie conocido podía verlo y cuando estaban todos dándose una buena comilona tomó algunos pescados del fuentón de remojo y salió corriendo sin que nadie notara la ausencia de ellos. Buscó algún lugar tranquilo y oscuro donde nadie lo conociera ni quisiera saber que hacía con pescado de primera calidad comiendo en la calle. Iba a morir de hambre si no comía nada y no tenía dinero, era cuestión de fuerza mayor el robo de alimento. Fue a parar a los callejones donde abundaba la desolación y mientras caminaba por estos pudo ver una silueta a lo lejos por uno de ellos y se acercó. Lo que vio era algo que para cualquier persona de clase alta podría ser horroroso pero para los demás era algo que no debía de pasar nunca. Había alguien comiendo con avidez en medio de la nieve, cubriéndose de la ventisca de seguro.
Como de costumbre su moral no dejaba de perseguirlo aun en estos momentos de desesperación. Fue hacia donde estaba la persona y se encontró con una mujer de poca edad comiendo algo irreconocible.
- …. Mmm , eso no parece estar en buen estado Madmoiselle- dijo en tono de reprobación -Lo que logrará es intoxicarse y tendremos que correr al hospital. Venga, aquí tengo algo de comida fresca, creo que con algo de leña incluso podría armar algo de pescado cocido- agregó como para si mismo pensando en donde conseguir algo de madera para encender un pequeño fuego y sacando un pescado de la bolsa que traía en su espalda.
Sean O'Rouke- Humano Clase Media
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Re: Espero que mi corazón esté siempre abierto a pequeños pájaros que son los secretos del vivir. || Privado
— Pero, Pero tengo hambre — susurro casi gimoteando, cuando noto que un hombre le había reprochado aquello que tenía en las manos, su leve puchero se hizo presente, pero cuando escucho la palabra pescado cocido, tiro lo que estaba entre sus manos — ¿Pescado? Eso es delicioso, si quiere no tiene que cocinarlo, tengo demasiada hambre señor — se llevo su mano a su estomago, mientras sentía como todo su cuerpo parecía estar temblando por la falta de alimento en su estomago, comenzaba a juzgar a aquel personaje desconocido que se le había aparecido, miro de reojo el pedazo de porquería que había tirado al piso, estaba a punto de volverlo a buscar, el pescado duraría mucho en cocinarse y ella necesitaba con urgencia algo en su cuerpo.
Sentía la debilidad en su cuerpo, entrecerró sus ojos, algo mareada, cayó de bruces, mientras su mano iba a la cabeza, la cual comenzaba a darle vueltas, ya no lo duraría mas, se quedaría en casa de Ignatius, le daba una buena vida, había tenido tiempo que no había sentido lo que significaba tener hambre, pero comenzaba a pensar que era algo necesario de sentir, para valorar lo que tenia. — ¿Qué es lo que necesita? ¿Leña? — sacudió un poco su cabeza, mientras rebuscaba por aquel sucio callejón, por suerte su visión era aun más aguda, pudo encontrar en una esquina oscura, algunos pedazos de madera, que tal vez fuera de algún mueble viejo, arrastro dos pedazos notablemente grandes y pesados, que dejo al frente del hombre.
— ¿Cuál es su nombre? — pregunto, de forma tranquila, arrastrando un tercer pedazo de madera —Me llaman Zuriñe, mucho gusto — parecía haber olvidado que no tenia ropa alguna, tampoco parecía afectarle mucho el frio, gracias a su condición de cambiante tenia aun mayor resistencia, pero tampoco tenía el juicio común, como para sentir la vergüenza que otra persona pudiera tener. Tiro la leña en el mismo lugar que las otras — Con esto es suficiente — sonrió un poco, ahora solamente necesitaban un poco de fuego. Todo era interés, no sabía si aquel hombre era malo o tenía algo debajo de las mangas, pero ella se sentía segura, tenía sus ventajas, si veía peligro podía huir sin enfrentarlo, solamente debía desplegar sus alas y escapar volando.
Sentía la debilidad en su cuerpo, entrecerró sus ojos, algo mareada, cayó de bruces, mientras su mano iba a la cabeza, la cual comenzaba a darle vueltas, ya no lo duraría mas, se quedaría en casa de Ignatius, le daba una buena vida, había tenido tiempo que no había sentido lo que significaba tener hambre, pero comenzaba a pensar que era algo necesario de sentir, para valorar lo que tenia. — ¿Qué es lo que necesita? ¿Leña? — sacudió un poco su cabeza, mientras rebuscaba por aquel sucio callejón, por suerte su visión era aun más aguda, pudo encontrar en una esquina oscura, algunos pedazos de madera, que tal vez fuera de algún mueble viejo, arrastro dos pedazos notablemente grandes y pesados, que dejo al frente del hombre.
— ¿Cuál es su nombre? — pregunto, de forma tranquila, arrastrando un tercer pedazo de madera —Me llaman Zuriñe, mucho gusto — parecía haber olvidado que no tenia ropa alguna, tampoco parecía afectarle mucho el frio, gracias a su condición de cambiante tenia aun mayor resistencia, pero tampoco tenía el juicio común, como para sentir la vergüenza que otra persona pudiera tener. Tiro la leña en el mismo lugar que las otras — Con esto es suficiente — sonrió un poco, ahora solamente necesitaban un poco de fuego. Todo era interés, no sabía si aquel hombre era malo o tenía algo debajo de las mangas, pero ella se sentía segura, tenía sus ventajas, si veía peligro podía huir sin enfrentarlo, solamente debía desplegar sus alas y escapar volando.
Zuriñe- Cambiante Clase Baja
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