Aullido-Lamento (Libre)

* Era una noche vacua y bastante tranquila donde el aire apenas resoplaba por lo bajo de los caminos de piedra de la ciudad, en la cual dicho camino se iba viendo gradualmente deteriorado a medida que los pasos se acercaran a la llamada ''corte de los milagros'' de la cual ya parecía no quedar juicio alguno puesto que ahora eran los posteriores personajes descartados por la sociedad los que la habitaban. Irónica observación resulta ya que en principio eran aquellos quienes temían de ese lugar y ahora era ese su terreno, aunque no defendido como las fortificaciones reales esas paredes parecían tener sentidos que escuchaban y veían a quienes pasaban. Por la calle resonaron los pasos de unas botas de mosquetero de suela baja sobre las cuales descansaba todo el peso del cuerpo y los atavíos de un enmascarado de apariencia masculina bien resguardada en un traje negro muy singular que hacía juego con una capa de cuerpo entero y un sombrero redondo de ala plana. Pero lo más llamativo de aquel caminante era su rostro, delineado y dibujado como si fuese la obra de un artista moderno que plasmó aquella imagen en una textura de porcelana pero con corazón de acero, además de ello aquella sonrisa perpetua era bien acompañada por hebras de cabello liso y brillante alargado hasta el cuello.*

* Con el aire apenas moviendo el ala única de su capa siguió su caminar con los brazos bajo el telar más grande de su traje. Su sentido era el más atento guía que podía tener mientras hacía reconocimiento a las calles de Paris, a pesar de haber tenido tiempo en el lugar le gustaba repasarlos para mantenerse al día cada cierto tiempo. Venía caminando desde la casa que servía como hogar de sus seguidoras ya que él no se la pasaba casi nunca en el piso superior, había acondicionado el lugar subterráneo con lo necesario para estar solo, aunque casi nunca dormía. Volvía a su realidad percibiendo el entorno con el patrón que ofrecían los sonidos del aire chocando con cada objeto sólido del lugar creando una imagen en la mente de V para informarlo de su alrededor. Caminaba y caminaba sin parar hasta dar con la entrada del lugar, y no por ello se detuvo siguiendo decidido su camino para hallar algo o alguien esa noche... Sentía que debía estar en ese lugar que refugiaba almas en pena que aullaban y se lamentaban aunque no hablaran, podía sentir aquello provenir de sus corazones desplazados. Él era apto para ayudar a muchas de ellas con su condición. La idea de hacer buen uso del don oscuro le daba cierta retroalimentación a su visión de cambiar el mundo, pero apenas era el comienzo de aquello realmente. No se oía suspiro alguno provenir de la máscara blanca pero caminaba entre los vivos como uno más.*

Mis tacones resonaban por las aceras húmedas y sucias de la Corte de los milagros en una noche otoñal donde la brisa fría producía escalofríos en el cuerpo y la luz de la luna parecía invitarte a descubrir mundo. Las calles parisinas se abrían ante mí como un millar de caminos que te llevarían a distintos lugares, todos y cada uno condicionados por el caprichoso destino que, una vez más, me había llevado a recorrer estas calles. No sabía la razón exacta de ello, sólo lo satisfecha que me estaba encontrando esos momentos.

En la oscuridad, de vez en cuando escuchaba el gruñido de algún mendigo entre la basura o el llanto de un niño dentro de una casa destartala de un aspecto realmente penoso. Mi vestido esmeralda rozaba el suelo con los pliegues, semejándose así al sonido del oleaje lejano. Mi boca producía vaho, y me quedaba, de vez en cuando, prendada de su simple belleza. No parecía haber nadie y, en la soledad, me daba cuenta más aún de mis peculiares acciones. Si a priori, hasta yo misma era consciente del peligro que podía correr sola, andando por callejones oscuros, a posteriori sabía que no tenía por qué ser así. La noche me había llamado como a un búho que empieza una nueva jornada.

Me había ataviado con el vestido, los tacones y el abrigo negro, y había seguido la dirección que mis pies habían querido tomar. Había sido imprudente, bien lo sabía yo, pues si me perdía, no sería capaz de volver. Mas mis ansias de conocer más a fondo París me jugaban situaciones como aquellas, y en el fondo deseaba que algo pasara esa noche que me sacara de mi amarga rutina. Sondeaba los pensamientos de los escasos transeúntes, maravillándome ante el torrente de emociones que eran capaces de sentir y, en el momento en que esos pensamientos tomaban un cauce negativo, me alejaba de ellos, no queriendo compartir su tristeza y dolor. Ya tenía suficiente con el mío.

Cuando las calles se quedaron en silencio de nuevo, señal de que la noche estaba ya muy entrada y poca gente quedaba despierta, giré en la esquina de una calle para internarme aún más en aquel barrio de desheredados y blasfemos, puestas mis confianzas en mí.

* Sus pasos continuaron como lo tenía pensado y se iba sintiendo el daño creciente al pavimento que mostraba el inmenso descuido que tenían por el lugar. Iba por buen camino buscando su producto para esa noche, pero él bien sabía que podía complicarse la cosa de un momento a otro. Llegando a la gran entrada desvencijada que lucía vacía por lo avanzada que estaba la noche deteniendo sus botas justo allí admirando el paisaje dormido sin ver color alguno. Su presencia estaba muy bien marcada por el traje negro que contrastaba bien con las sombras que se formaban en los rincones más cerrados y la mirada de la máscara se mantenía baja para ocultar su blanco reflejo de la vista frontal. Aún no acechaba a nada y su posición era completamente inofensiva en apariencia, con el cuerpo bien tapado en la capa negra sostenida desde dentro por sus manos también ocultas bajo la tela y bajo los guantes.*

* En la quietud pudo usar al viento como su mensajero, que con los sonidos de los cuerpos que rozaba anunciaban movimiento o posiciones fijas de distintos objetos. De esa manera fue que se percató y confirmó la presencia de una persona entrando al lugar casi después que él, dado que el enmascarado no cruzó el umbral sino que se plantó delante del mismo. Podía sentir una figura delgada y ligera al viento, como la de una mujer. Quizá por la onda que hacía al ondear su cabello con la brisa fue que acertó ese dato. No sabía quién era ni qué quería, por lo que decidió quedarse donde estaba y dejar a ver qué pasaba. Con una mejor cercanía podría darse cuenta de su nivel vital para tomar una decisión al respecto... Un puño se hizo debajo de la capa mientras esperaba Su turno.*