Primeros días en Paris. (Libre)

Los adoquines grisáceos estaban suavemente humedecidos a esa hora de la tarde. Se fijó en ese detalle para cuando bajo la vista con la intención de asegurarse que las puntas de sus botines negros estuvieran perfectamente presentables. La chica se mordió suavemente el labio inferior al comprobar que las puntas de sus caros botines estaban un tanto empolvadas. ¡Sacrilegio!

Apretó el mango metálico de la sombrilla negra que la protegía de los pocos vestigios de sol que iban quedando a esa hora. No era una persona superficial, pero esos botines eran diseño único y le gustaba que lucieran bien, sobre todo si los llevaba puestos con aquel vestido del mismo color negro ébano. Una de las pocas cosas que le gustaba en la vida era la ropa de alta costura. Mientras más excéntrica, mejor. Ella era rara, de gustos totalmente extravagantes y eso se notaba en su forma de vestir y actuar.
Prefirió caminar un poco más, ignorando en contra de su voluntad el detalle en los botines. Transitó por una calle bastante pintoresca que cautivó su atención, notó como los balcones y ventanales eran decorados con hermosos arreglos florares. Le recordaba a Italia, los pocos días que pudo conocer Firenze. Paris era una ciudad bella, con un encanto único. Hungría, su país natal, tenía lo suyo también pero sin duda, y pese a los pocos días que llevaba en Francia, era el país destinado para ella. Incluso estaba pensando quedarse más de un par de meses, si las cosas resultaban bien.
Quizá era el lugar indicado para dejar el pasado atrás y comenzar a escribir una nueva historia. Sentía aquella sensación de estar familiarizada con el ambiente. ¿O se estaba confiando demasiado? Pues en ese momento cayó de cuentas de que no memorizaba el camino de regreso, incluso ni siquiera sabía en donde estaba. Extraviada en una zona demasiado nueva.
Pero eso no era un gran impedimento, supuso. Era cuestión de preguntarle a alguno de los transeúntes donde encontrar un lugar donde alojar en Paris. Tarea sencilla… O eso pensaba. Se sentó en una banca de madera a observar su entorno, vio a muchas personas pasar, hombres, mujeres, niños, ancianos, todos en sus propios mundos, algunos más alegres y otros más oscuros.

Anneska soltó un suspiro, quizá acercarse a alguien para preguntar por un hotel u cualquier lugar que le sirviera para alojar no sería tan fácil como se lo había estipulado mentalmente. Primero, no conocía a nadie y segundo las personas podrían desconfiar de ella. Por lo demás, no conocía a nadie en Paris, no tenía familiares ni amigos, tan siquiera conocidos. Estaba sola en la gran ciudad del ¨Amor¨ y por primera vez sintió la sensación de soledad albergada en su corazón. Aquella soledad que le perseguía desde Hungría pero que jamás quiso dedicarle un segundo de atención pues su vida en Hungría quedaba en el pasado y su deseo ahora era encontrar en Paris brujos y brujas más expertos en la materia que le sirvieran de guía en las artes mágicas.  

Optó por la opción más tediosa, esperar a que la mente se le aclarara y que el sentido común le indicara hacia donde dirigir sus pasos. Permaneció sentada en la banca de madera, contemplando el paisaje y a las personas, ocultándose sutilmente debajo de su sombrilla negra mientras jugaba con las puntas de sus botines chocándolas contra el suelo empedrado.

-Tal vez Paris sea demasiado…- Susurró entrecerrando sus ojos, sintiendo un deje de amargura en sus propias palabras.

Y mientras me hundía en mis propios pensamientos construidos de divagaciones mentales del cómo y por qué de las cosas más que nada como sencilla  salida rápida del presente, un escape oportuno a mi fracasado sentido de orientación, fue que pronuncié palabras por inercia propia pensando inconscientemente que no sería oída, como la mayoría de las veces en mi vida. Entonces, rompiendo con lo que siempre solía repetirse en mi vida, un joven respondió a mis susurros.

Fue que de pronto noté a aquel muchacho, sentado en el mismo banquillo que yo. ¡Que despistada que soy a veces! No sé si se trate por mi experiencia a mis jóvenes años de edad o porque simplemente seré así por el resto de mi vida. Debería de considerarlo pues una bruja no puede ser así de distraída si quiere conseguir ser buena en su especialidad. Sonreí un poco ante mi propia torpeza, una sonrisa disimulada y apenas visible en mis labios.

Observé con sutileza al individuo a mi costado. Era joven y apuesto, me llamó la atención el modo en que miraba hacia el cielo al momento que me habló pues al fijarme en el tono claro de sus ojos me dio la sensación de que la claridad del cielo se reflejaba en ellos. Como si surcara con su mirada los secretos más ocultos de aquel inmenso cielo.
Sus palabras, por algún motivo, me hicieron sentir mejor. Quizá era demasiado pronto para dejar la inquietud que se adquiere cuando se es nueva en un país pero por un momento dejé aquello de lado.

-Sin duda es una ciudad que alberga muchos misterios y encantos.- Respondí con un tono prudente. –Por sus palabras me atrevo a deducir que es usted extranjero al igual que yo, ¿O es que acaso estoy cometiendo un error de mi parte? - Me aventuré a preguntarle, con una sonrisa cordial mientras jugueteaba con el mango de mi sombrilla, aquella sombrilla que eternamente me salvaguardaba de todo.  Giré un poco el rostro para quedarme unos instantes observando el perfil del joven.

Por algunos momentos breves me percaté de que el joven a mi lado se quedó unos instantes indagando en sus propias reflexiones o eso me pareció que hacía. ¿Qué será lo que aborda la mente de este joven? Puede haber muchas cosas, como en la mía propia y en la de más gente que tiene sus reflexiones internas. Eso también percibí al dar una mirada fugaz hacia el frente de la calle y ver a todas esas personas transitar de un lado a otro. Vi que muchas charlaban entre ellas y otras tantas miraban un punto inexistentes pues en el fondo estaban atendiendo sus propios pensamientos. Ahora yo misma me encontraba prestando atención a mis propios pensamientos mientras le dejaba la pregunta al joven sobre su procedencia.

De pronto sentí como él me tomaba suavemente una de mis manos en un trato tan educado y gentil que no interpuse quejas ni impedimento alguno. Besó con respeto mi mano, yo me limité a sonreírle amigablemente cuando salí de mi asombro. No soy del tipo de persona arisca que reacciona hostilmente ante este tipo de gestos. Sé que muchas personas reaccionan mal, pero creo que mi personalidad confiada es la que evita que yo reaccione cortante. Él me miró a los ojos cuando me respondió su lugar de origen; Rumania, y su nombre, por cierto.

-¡Oh, Rumania!- No pude contener mi maravilla. –Que hermoso país. He escuchado mucho sobre esas tierras. He visto en diversos libros esplendidas ilustraciones de Rumania.- Lamentablemente para mí esa era la única forma en que yo conocía Rumania. Claro, nunca está demás albergar la esperanza de conocerlo personalmente algún día. –Mucho gusto, señor Gissei. Mi nombre es Anneska Szőgyény. Por la naturaleza de mi apellido sabrá desde ya que soy oriunda de Hungría. Por tanto, ambos somos unos extranjeros en Paris.- Sonreí divertida. Me causaba gracia encontrar a alguien que, como yo, había partido de sus tierras llegando a Francia.

Quizá que motivos habrán llevado al joven de nombre Gissei a abandonar sus tierras. Los míos, por mi parte, me impedían volver a Hungría y tal vez me mantendrían más tiempo de lo previsto en Francia.

Noto que a momentos aquel joven que me hace momentánea compañía divaga en sus pensamientos ¿Quién será este misterioso muchacho? Es una pregunta que me planteó en estos momentos. Por unos instantes mi curiosidad me insiste en hacerle unas cuantas preguntas para saber más de él pero recuerdo las sin fin de veces aquellos consejos que me dio quien alguna vez fue mi maestra ¨Si haces muchas preguntas sofocarás y recuerda que no todos tendrán la misma paciencia para responder a cada duda que tu curiosidad exige¨

Esas palabras me retumban en estos momentos mi mente. Si bien la relación discípula maestra que alguna vez existió entre ambas terminó de muy malos modos debo rescatar todo lo bueno que pude aprender de mi antigua maestra.
Ahora parece ser que soy yo quien se pierde en sus propios pensamientos. Olvido toda mi charla interna y vuelvo los ojos con atención hacia el joven a mi lado. Él me asegura que Paris me fascinará, que las damas de Europa sueñan con vivir aquí. Eso es muy cierto, yo desde una edad pronta deseé conocer Paris…y aquí estoy.
De un momento a otro vi que él se puso de pie y extendió educadamente su mano en un gesto de invitación para dar un paseo por la zona. No titubeé en aceptar su mano posando la mía suavemente sobre la de él y poniéndome de pie.
¿Debería confiar así de simple en éste joven? Después de todo mi intuición de bruja me dicta que vaya con precaución pero me anima el hecho de conocer la ciudad y la compañía de Gissei, como se presentó, hasta el momento es bastante grata.

-Me gustaría.- Sonrió asintiendo con la cabeza. -¿Qué mejor que conocer la ciudad dando un sutil paseo?- Vuelvo a sonreír con calidez. -¿Por dónde deberíamos empezar, joven Gissei?-