El sombrero de Edith [Manathael]

Esa noche me atendía un asunto personal. Me llevé a Elmo conmigo y fui a visitar la vieja casa en la que me hospedaba durante los últimos años de mi humanidad. Era la casa de Benoît. Me costó un poco volver a encontrarla, teniendo en cuenta que había estado vagando sin rumbo los últimos días, durante mi vampirismo, pero había logrado, tras preguntar a los transeúntes y tratar de memorizar las calles cercanas, el lugar donde estaba el edificio, ya consumido por el incendio. En mis manos, tenía una pequeña lámpara con una encendida encendida cubierta por una cúpula de cristal que había comprado en una tienda cercana. Me serviría para alumbrar un poco.
- Mira, Elmo, aquí fue donde empezó todo - le dije a mi compañero, que miraba el edificio con preocupación y gemía -. Lo sé, ahora está hecho pedazos y da pena verlo, pero en su tiempo fue un edificio imponente y bello. Sin tan sólo lo hubieras visto antes...
La casa de Benoît era un edificio bastante grande. No era tanto una mansión o un chalé, pero no se quedaba corto. Era una casa bastante alta, pero ahora daba pena, y un poco de miedo. Las paredes exteriores de piedra, antes blancas como las nubes, ahora estaban negras y manchadas de ceniza. El tejado de tejas había quedado reducido, y las ventanas negras y carbonizadas. Lo más triste de todo es que yo provoqué ese incendio.
- Tal vez no debí haberlo hecho, tal vez podría haber vuelto un tiempo más tarde para limpiar y recuperar la casa - dije, pero enseguida rectifiqué y me di cuenta de que eso habría sido un error -. No, aquellos asesinos merecían castigo, además si me hubiera quedado, no tardarían en sospechar de que había alguien vivo en la casa, y habrían vuelto por mí. Hice lo correcto.
Efectivamente, una semana y medio antes, un grupo de inquisidores atacó la casa, buscando a Benoît, el vampiro que vivía en ella. Como vieron que los sirvientes se negaban a delatarle, la inquisición los tomó como esclavos de sangre y los masacró a todos. Benoît, antes de morir, me convirtió en vampiro y me escondió, y cuando salí, con mis nuevos poderes, incendié la casa y bloqueé las puertas para que los inquisidores que quedaban dentro murieran carbonizados.

Entré en la casa por una ventana baja, teniendo cuidado con los cristales rotos. Había rastro de sangre seca en algunos cristales, señalando que algunos inquisidores se cortaron con ella cuando escaparon, antes de que el fuego los matase. Cabrones con suerte, pero al menos no todos llegaron a las ventanas a tiempo.
Lo primero que me noté la atención fue el olor a quemado y putrefacción. Cadáveres calcinados por todas partes. Algunos murieron por heridas de cuchillas o ballestas antes de ser quemados, otros murieron directamente por el fuego. El caso es que no quedaba nadie vivo en esa casa. Pero yo buscaba otra cosa: el sótano. Con un poco de suerte, el fuego no habría llegado a esa parte de la casa. Encontré la entrada al sótano, cuya puerta estaba carbonizada, abierta y desencajada de sus bisagras. Bajé las escaleras de piedra, y vi para mi alivio que estas no habían dejado pasar el fuego. Llegué abajo del todo, sirviéndome sólo de la luz de la vela que había conseguido en la tienda. Allí pude ver los cadáveres de los primeros inquisidores que pudimos matar antes de que Benoît me convirtiera. También un montón de cenizas, que pertenecieron a Benoît, y en lo que se convirtió cuando finalmente lo mataron. En el centro de la sala, estaba el ataúd en el que mi amigo dormía, y en el que me escondió cuando la Inquisición atacó. Pero lo que yo estaba buscando era otra cosa.
Mientras alumbraba, encontré un cadáver en descomposición avanzada muy bien vestido. Era el de Edith, sirviente principal de Benoît y quien me enseñó a leer y a escribir y quien me instruyó en medicina. Me acerqué a él, y cigí el sombrero que estaba tirado cerca de la cabeza del cadáver. Era el que llevaba puesto cuando lo mataron. Lo cogí y me lo puse en la cabeza. Me sentaba bien.
- Esto me servirá de recuerdo. Gracias por todo, Edith, nunca te olvidaré - dije, sonriendo al cadáver de mi mentor.
Ahora llevaría puesto el sombrero de la misma forma que usaba el sable de Benoît para defenderme. Ahora mis dos viejos amigos irían siempre conmigo.
- Quizá consiga un recipiente de esos para cenizas, así podría recoger las cenizas del vampiro y llevármelas de aquí... Aunque pensándolo mejor, tal vez sea más apropiado si descansa aquí, en su casa - le dije a Elmo.

De repente, Elmo, que me había seguido de cerca sin hacer demasiado ruido, empezó a gemir, cada vez más alto, y finalmente empezó a ladrar alarmado, cada vez más alto.
- ¿Qué ocurre, chico? ¿Qué te pasa? - pregunte, algo preocupado. ¿Por qué ladraba así de repente?
Elmo empezó a dar vueltas en círculos, realmente asustado, y no paraba de ladrar y mirar a todas partes, como si algo lo estuviera persiguiendo.
- Elmo, me estás asustando. ¿Qué te pasa? ¿Estás bien? ¡Elmo!
Era incapaz de saber o figurarme por qué mi perro se mostraba tan asustado. Era como si "algo" más estuviera con nosotros, en ese mismo sótano.

- ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Un siglo? ¿Dos quizá? ¿Cuánto tiempo estuve acechando desde las sombras al “inmortal” de esta casa? Doscientos años de acoso constante y minuciosa planificación, esperando el momento justo y el plan justo para hacerle saber a esa criatura de la noche que ni siquiera su raza estaba exenta de sufrir por mi mano. Tantos años… ¡Y todo para nada! -Cerró su mano en el aire y como resultado, una de las cabezas de uno de los calcinados cadáveres que se encontraban flotando alrededor del Oscuro terminó aplastada y hecha trizas por la presión de la fuerza psíquica, desparramando en el suelo fragmentos negros y secos pero poco le importaba ensuciar algo ahí dentro, se encontraba furioso.

Encontrar vampiros no era una tarea fácil para nadie, ni siquiera para El Oscuro. Al ser seres carentes de alma no podía sentir sus esencias espirituales por lo que debía tenerlos a la vista para poder encontrar uno. El encontrar a Benoît fue un motivo de fiesta para él, le encantaba hacer sufrir a los de su especie ya que los sentía como una ofensa hacia su ser al creerse estos superiores a la muerte por lo que siempre tardaba mucho en decidirse cuál sería el medio más adecuado para hacerlos sufrir. Justamente, hace unos días había decidido no prolongar más el tiempo de su dicha y fue directo a la mansión del vampiro para divertirse con él. Poco grata fue su sorpresa al encontrar que la casa de este estaba terminando de ser consumida por las llamas y que dentro se encontraban los cuerpos ardientes de humanos de la inquisición, como lo que quedaba de sus ropas y alhajas permitía deducir, y para su desdicha las cenizas de un vampiro muerto. Alguien pagaría por aquella intrusión…

Luego de ese día había vuelto varias veces a aquel lugar, pensando en la mejor forma de vengarse de los inquisidores, no era la primera vez que se metían con una de sus presas pero si sería la última. Pero algo lo sacó de su reflexión, una voz que venía de afuera de la casa por lo que dejando caer los cuerpos al suelo se aproximó a una de las ventanas, permaneciendo un momento en silencio hasta que comenzó a reír por lo bajo- Vaya suerte la mía ¿Quién lo diría? -Ahí estaba, delante suyo, el que fue uno de los sirvientes más queridos del vampiro y a quien pensaba destripar frente a este aquel día pero ahora se alzaba como una nueva presa interesante pues ya no sentía la esencia humana que antes habitaba aquel cuerpo, es más, no sentía nada provenir de él y ahí estaba, de pie frente a la casa de su antiguo amo como un muerto en vida, un vampiro. No cometería el error de esperar demasiado con este, la fortuna le sonreía y él la aprovecharía.

Se mantuvo alejado e invisible todo el tiempo que duró el paseo de este, apenas lo suficientemente cerca como para no perderlo en el caserón y cuando llegaron frente a las cenizas de su antiguo amo tuvo que aguantarse el burlarse en ese momento del sentimentalismo que del que estaba siendo testigo. Fue entonces que se desconcentró y sin intensión se acercó demasiado, lo necesario para que los sentidos agudos del pequeño perro que lo acompañaba pudieran sentir que algo andaba mal. Era un buen momento para hacer su apertura…

- Yo que tú, niño, haría callar a ese pequeño animal, si es que aprecias que permanezca vivo y entero -Su tono era amenazante y sombrío, de timbre profundo y de ultratumba- Buenas noches Alexalmo -Tras lo cual soltó una siniestra risa que retumbó por toda la casa, en cada una de las habitaciones. Lo único que el vampiro podría hacer sería escuchar la voz que parecía provenir de todos lados y de ninguno pues El Oscuro se había dedicado a rodearlo mientras hablaba, siempre invisible, incorpóreo y amenazante.

- ¿Niño?
Pronto descubrí el porqué del miedo de Elmo. Una voz sombría y de ultratumba resonó en cada rincón del sótano... no, en cada rincón de la casa... amenazándome y llamándome por mi nombre. No sé quién era ese tipo ni cómo hacía ese truco con la voz para confundirme, pero el hecho de que hubiera amenazado a mi perrito, que me hubiese llamado "niño" y que supiera mi nombre me estaba poniendo de los nervios. Desenvainé el sable de Benoît y me puse en guardia, sosteniendo la espada con la mano derecha y la vela con la izquierda. Empecé a dar vueltas sobre mí mismo en círculos, tratando de encontrar al tipo de la voz.
- Mi perro se callará cuando lo considere oportuno, so capullo - dije, desafiante - Ahora dime, ¿quién eres tú y cómo sabes mi nombre?
Elmo siguió ladrando con alarma, pero lo mandé a callar con un suave "Shhhh", lo que hizo que dejara de ladrar un rato, pero siguiera gimiendo en voz baja con preocupación.
- Tranquilo, chiquitín.

Aún no lo había notado, pero mis manos estaban temblando. Aquella voz inundando toda la sala me había puesto los pelos de punta. ¿Y cómo demonios sabía quién era yo?
- ¿Eres uno de los sirvientes? No reconozco tu voz...
¿Y si era alguien de la Inquisición? Una vez me aseguré de que no había nadie más en el sótano, me apoyé sobre la pared que hacía esquina con las escaleras, y vigilé a ver si veía aparecer a algún asesino con sotana y ballesta. No quería que me cogieran desprevenido.

El Oscuro volvió a reír, esta vez realmente era una risa sincera pero no por ello menos escalofriante que la anterior. El comentario del vampiro le había causado mucha gracia- Si tuviera idea -Se burlaba en su mente mientras observaba divertido como desenfundaba su espada y trataba de buscarlo pero no podría, nunca podría a menos que él así lo deseara.

- ¡Tanta actitud! ¡Tanta soberbia! Hacía tiempo que no encontraba a uno de los tuyos tan fresco, tan “inexperto” ¿Acaso crees que esa espada podrá protegerte? -Volvió a soltar una carcajada, lo divertía de sobremanera el ver como la preocupación e incertidumbre parecía hacer mella en él, alterando sus sentidos y afectando sus reacciones- Yo no sirvo a nadie… niño…¡Todo me sirve a mí! -Soltó lo último casi como un grito imponente y en aquel momento expandió su esencia por todo el lugar, dejando que esta se posara sobre el vampiro y su mascota, dándoles tiempo para sentirla, palparla pues si bien la esencia en sí sería imposible de ver propiamente si sentirían los cambios que vienen con esta; el aire comenzaba a volverse ligeramente más pesado, acompañada con un descenso drástico en la temperatura del ambiente a pesar de que se encontraban en primavera podían ver el vapor blanquecino de su propio aliento que salía de sus bocas y como el frío se calaba dentro de cada rincón del cuerpo de ambos.

Pero su esencia no solo la temperatura parecía cambiar sino también las sombras que la suave luz de la vela producía contra los bordes, escalera y demás objetos dentro de la habitación; sombras que comenzaban a crecer y alargarse desde donde estaban, envolviendo lenta e inexorablemente la habitación con una profunda y espesa negrura que parecía engullirse la luz conforme se cerraba cada vez más en torno a ellos dos, reduciendo su rango de visión hasta que la vela solo podía iluminar apropiadamente unos pocos metros alrededor de ambos.

- ¿Quieres saber quién soy… niño? -

- Esta espada podría proteger al cielo de la mismísima luz del Sol si se lo propusiera - respondí al sujeto cuando se burló de mi arma.
Dijo otra cosa que sonaba bastante inquietante, que todos le servían a él. ¿Todos le servían? ¿Quién era él para asegurar que todos estaban a su servicio? ¿Y quiénes son "todos"? ¿Se refiere a todo el pueblo de Francia? ¿A toda su corte personal? ¿A todo el mundo? No... no dijo "todos", estoy seguro de que dijo "todo", como un concepto que trata de englobar a todo cuanto conocemos, como si la Naturaleza y la realidad mismas estuvieran a su servicio...
- Ya, claro - respondí con sarcasmo. No sé con quién estaba hablando, pero desde luego tenía un grave delirio de grandeza.
Mientras hablaba, un extraño escalofrío recorrió mis huesos. El aira se volvió más... pesado. De pronto, y sin razón aparente, la temperatura bajó de manera drástica, hasta el punto que podía ver el vapor saliendo de mi boca cuando exhalaba. Y no sólo eso, sino que la vela que llevaba conmigo se hacía más débil, hasta el punto que ya no alumbraba más de unos cuantos metros a nuestro alrededor. ¿Se estaba apagando la llama? No... miré la vela y el fuego quemaba con la misma potencia. ¿Qué coño estaba pasando entonces?

La voz del sujeto atacó mis oídos nuevamente, preguntándome si quería saber quién era. Dios... Si mi corazón pudiera latir, ahora estaría haciéndolo con tal violencia que podría morir de un infarto. Me estaba poniendo muy nervioso, y no por el hecho de que hubiera alguien más en la casa, ni por las provocaciones del hombre que me llamaba "niño". Sea quien fuera, tenía un gran control sobre el entorno y podía alterar el espacio donde estábamos. Un brujo, debía de ser un brujo, y eso no era más que un truco de magia, debía de ser eso.
- ¡Basta de trucos, brujito de pacotilla! ¿Crees que puedes asustarme con esa magia tan clásica? - sin embargo, en el fondo estaba asustado de verdad. Lo de la temperatura y la luz podían ser simples trucos, pero había "algo" en el ambiente, algo extraño y sobrenatural que me estaba poniendo los pelos de punta. Una especie de vibración o energía negativa que me indicaba que las cosas no estaban yendo del todo bien.
- Vamos... muéstrate... - dije, en un susurro nervioso y asustado pero también decidido y desafiante.

- Como desees -Dijo en tono servicial aunque burlón. Su cuerpo comenzó a hundirse en el suelo, sumergiéndose en este como si simplemente hubiera dejado de existir y es que para él no existía, no mientras permaneciera incorpóreo e invisible. El Oscuro terminó por hundirse por completo aunque no había abandonado el recinto, por el contrario, se encontraba completamente en él y es que había expandido su propio ser para fundirse con las sombras, las cuales se volvieron repentinamente mucho más oscuras y hasta se podría decir que densas, como si en vez de algo intangibles fueran como una capa negra que rodeaba al vampiro y a su mascota.

Unos momentos de silencio y quietud reinaron por unos segundos, dejando escuchar claramente el rechinar de alguna tabla en los pisos superiores, el goteo del agua de algún grifo, un silencio casi sobrenatural hasta que fueron rotos por un quejido o más bien por un alarido que provenía de la misma estancia en la que se encontraba el vampiro. Algo se removía entre las sombras, directamente frente suyo, arrastrándose y quejándose e incluso gruñendo mientras se acercaba a la luz hasta que la mitad de un negro brazo fue visible, aferrándose al suelo con sus dedos delgados y largos para así jalar el resto de su cuerpo hacia la visibilidad del neonato, revelando a una criatura que de humana solo tendría el contorno pues su piel era negra y áspera a la vista, con un cuerpo raquítico y encorvado que permitía ver un marcado esqueleto por debajo de la piel; no debería medir más de un metro y medio y su cabeza pelada con algunos filamentos que hacían de cabello permaneció gacha por una fracción de momento para después alzar la vista al vampiro, gruñéndole con unos mal formados y grises dientes mientras respiraba por una deforme nariz y clavaba en él sus completamente negros y brillantes ojos que destellaban a causa de la luz de la vela. En ese momento un nuevo alarido se hizo presente, esta vez a su izquierda y luego otro a su derecha y nuevamente otro y otro y así sucesivamente iban surgiendo de las sombras y estas se volvían cada vez menos densas, permitiendo a Alexalmo ver al montón de criaturas que se arrastraban por el suelo, por las paredes e incluso unas por el techo, gruñéndole al pasar aunque parecían más interesadas en llegar hasta la primera que había hecho acto de presencia.

Una tras otra, las criaturas llegaban hasta esa primera y al momento de tocarla con sus manos, cara o cuerpo se fusionaban a esta, mezclándose en una suerte de masa amorfa de la cual sobresalían rostros que gritaban de dolor e ira. Incapaces aparentemente darse cuenta de lo que pasaba hasta que llegaban a su destino, a unirse a los demás, solo para intentar vagamente liberar sus brazos y agarrarse de lo que tuvieran más cerca para así no perderse a sí mismos, arañando el suelo en vano mientras eran tragados inexorablemente. La masa amorfa por su parte crecía con cada criatura, comenzando a alzarse como un espeso líquido negro al principio hasta que comenzó a tomar forma cuando el último de los seres había entrado. Mutando lentamente, pasando de ser líquido a volverse una “sólida” tela negra que iba adquiriendo forma hasta que un alto ser encapuchado era ahora el que se encontraba frente al vampiro- Esta es la parte en donde te arrodillas e imploras por tu vida -Mencionó como si nada el Oscuro con un tono tranquilo y divertido en su voz, permaneciendo de pie y con los brazos cruzados y ocultos dentro de las mangas de su manto.

- ... Virgen... Santa... - fue todo lo que alcancé a decir.
Tenía los ojos abiertos como platos, me temblaba todo el cuerpo y por primera vez en mucho tiempo, estaba experimentando el verdadero miedo, el horror, la impotencia.
¿Qué estaba pasando? Ante mí se mostraba el más horrible de los espectáculos. Un montón de criaturas extrañas salidas de la nada iban acercándose a una en el centro, y en cuanto la tocaban, se fusionaban en un repulsivo y escalofriante remolino de masa negra, mientras gritaban de sufrimiento a la vez que eran absorbidos. Era como si aquella figura central estuviera atrayendo al resto, a almas perdidas buscando la salvación, pero encontrando sólo el sufrimiento. Un montón de oscuridad superior digiriendo a seres oscuros inferiores. Era... Dios, no tengo palabras para describirlo.

Aquello era superior a nada que yo hubiera visto. No era lógico, no tenía sentido, sólo podía tratarse de una pesadilla. Mierda... ¿qué voy a hacer ahora? ¿Qué puedo hacer contra... esto?
Un ser oscuro que se hace poderoso devorando a otros seres. Almas en pena que acuden a él buscando la salvación y sólo encuentran locura y sufrimiento. El Malo que atrae a sus víctimas y luego las devora sin piedad. El morador de las más profundas oscuridades.
Una vez todos fueron devorados, una enorme capa cubrió al Malo, el cual se burló de mí nuevamente, y con toda naturalidad, me dijo que era el momento de suplicar por mi vida.
Sólo había uno en el Universo que se pareciera a lo que tenía yo delante:
- ¿Eres... el Diablo? - pregunté con timidez.
Es raro, siempre había creído que el Diablo sería un hombre-cabra rodeado por fuego, pero claro, eso no tendría demasiado sentido ahora que lo pienso. Al fin y al cabo, el fuego es un elemento más, parte de la Naturaleza. El verdadero Diablo es el señor de la oscuridad, la oscuridad más perfecta contra la cual la luz de una vela no tiene nada que hacer. Un momento... ¡la vela! Quizá ahora su llama es muy pequeña, pero si consiguiera más luz tal vez podría ahuyentar al malo... tal vez... con un poco más de fuego...

Me fijé en su capa. Lo que hubiera debajo de ella escapa totalmente a mi entendimiento, y era evidente que no era de este mundo, pero esa capa parecía de tela normal. Quizá... sólo quizá...
- ¡ELMO! ¡¡¡CORRE!!! - grité, mientras arrojaba la vela a los pies del Malo. Rápidamente, el cristal se rompió y las llamas escaparon, desatándose en un incendio que empezó a consumir el sótano.
No esperé a que Elmo me obedeciera, así como tampoco esperé a ver los efectos del fuego sobre el Malo. Simplemente agarré a mi perrito y me dirigí corriendo a las escaleras, dispuesto a abandonar este edificio para siempre jamás y no regresar nunca: era evidente que los horrores aquí cometidos han atraído al Mal, y ya no es un sitio habitable.

Permaneció en silencio durante unos momentos; deseaba observar con cuidado el rostro del vampiro con detenimiento y no pudo encontrarse menos satisfecho. Su esencia se regodeaba en lo más profundo de su ser, queriendo estallar en carcajadas hasta que la pregunta le hizo rebasar su propia capacidad y comenzó a reír; primero lentamente, como si fueran espasmos hasta que se volvió algo continuo y estruendoso ¿Él? ¿El diablo? Realmente no podía culparlo por pensar eso, después de todo había hacho una entrada algo dramática aunque quizá no estaba muy alejado de la verdad. Las religiones del mundo tratan a sus “diablos” como seres oscuros y monstruosos capaces de innumerables atrocidades y poderes sobrenaturales ¿Y quién más maligno que él mismo?

Sin embargo no tuvo tiempo para responderle; aparentemente la situación era demasiada para el muchacho y este no tuvo mejor idea que lanzar la vela a los pies del Oscuro. Nada muy peligroso para nadie ciertamente si es que el lugar en si no estuviera cubierto con telarañas y madera reseca, ingredientes más que ideales para encender una hoguera que se extendió con prontitud y trepó por el negro manto. Apenas le tomó un instante a las llamas llegar a cubrirlo por completo y junto a él al resto del sótano. El fuego no tardó en apoderarse y comenzar a consumir todo lo que se encontraba a su paso, el ataúd de Benoit adquiría un color negro conforme se deshacía, los viejos cuadros colgados a unos costados eran reducidos a nada y el mismo destino le siguió a los cadáveres que perdían los pocos retazos de pellejo que aún los mantenían unidos. Por su parte el joven vampiro no permaneció en la habitación para admirar lo que su desesperada acción había provocado al lugar que alguna vez había llamado hogar; se había limitado a darse la vuelta, tomar a su mascota y salir corriendo escaleras arriba.

Pero aunque no pudiera ver si podía escuchar y con claridad el desgarrador y agudo alarido que provenía del centro del sótano. Un grito de aquellos que hielan el alma y detienen los corazones de los vivos mientras las llamas abrazaban al Oscuro y este se retorcía de una lado a otro, moviendo caóticamente los brazos de un lado a otro en un vano intento por librarse del fuego que intentaba consumir su existencia hasta que cayó de rodillas al suelo con la cabeza gacha, inmóvil mientras las llamas terminaban de alcanzar el techo del sótano, el cual perdía integridad y comenzaba a deshacerse dejando caer fragmentos de vigas de madera en llamas. Ya no faltaría demasiado para que el vampiro llegara a alguna de las entradas, alguna de las ventanas y fuera libre.

… -No, no, no… aún no hemos terminado de jugar -Mencionó divertido mientras alzaba una de sus manos por entre las llamas y apretaba el puño. Cada entrada, cada ventana de la mansión se cerró de golpe en ese momento, trancándose en su lugar mientras él se levantaba tranquilamente a la par que el techo del sótano terminaba de derrumbarse, dejando un gran agujero por el cual comenzó a elevarse el Oscuro hasta llegar al piso superior, rodeado aún por las llamas que vanamente intentaban consumir las “telas” de su manto- Si yo fuera el diablo, niño, eso debería haber sido lo último que deberías haber intentado -Le reprochó, buscándolo con la vista- Pero no te preocupes, no soy el diablo… Soy algo peor…- Llevó su mano derecha hacia su cintura izquierda, rebuscando entre los pliegues del manto hasta que sus garras se cerraron sobre una empuñadura gris y metálica- Yo soy el vacío… Yo soy la nada… -Lentamente extrajo la empuñadura y con ella el opaco y afilado mandoble- Yo soy la oscuridad que se tragará este y todos los mundos… El avatar de la muerte… -Desenfundó por completo la espada y la elevó verticalmente tomándola con ambas manos a la altura de su pecho, permaneciendo frente a su rostro y con la punta al cielo; las llamas en ese momento fueron repelidas de su cuerpo, siendo expulsadas a su alrededor antes de acercarse nuevamente al Oscuro, solo que ahora lo hacían como delgados ríos de fuego que se dirigían al filo de la espada y la bañaban en llamas- ¡Yo soy Manathael! -Y sosteniéndola con una mano la abanicó horizontalmente de izquierda a derecha, soltando tras de sí una onda de choque que golpeó las paredes de la casa, resquebrajando sus sostenes y volviéndola un peso muerto que terminaría por ceder ante su propio peso, sepultando todo lo que se encuentre dentro en cualquier momento.

- Ahora dima… aún crees que esa espada puede proteger el mismísimo cielo -Mientras hablaba ladeaba la cabeza a un costado, manteniendo un tono alegre y divertido. No dejaría a su presa escapar tan fácilmente.

Un terrible grito podía oírse desde el sótano. Era un grito de dolor y agonía. Bien, bien... eso quiere decir que el fuego le hace daño. No es invencible.
- ¡Oh, mierda!
Apenas llegué a lo más alto de las escaleras del sótano, vi que la puerta que daba al primer piso se cerró de golpe. Claro... magia negra para bloquear las puertas. Pobre inocente. Derribé la puerta de una patada, la cual no se resistió mucho.
- ¡Te recuerdo que este edificio está carbonizado, demonio! - grité - ¿Cómo esperas que la madera quemada tenga la solidez necesaria para bloquear el paso?
Corrí hasta llegar al salón principal. Vi para mi horror que se formaba un gran agujero en el suelo, y de él salía flotando el fantasma. Aún estaba en llamas, pero de algún modo consiguió repeler el fuego, el cual se dirigió como pequeñas serpientes a su espada. La alzó, la balanceó e hizo estremecer a toda la casa, a la vez que gritaba su nombre: Manathael.
- Y yo Alexalmo. Un vampiro. Es un placer - dije, con una sonrisa nerviosa y haciendo un gesto de saludo con la mano, para acto seguido darme la vuelta y salir corriendo en la dirección opuesta a mi nuevo y terrible enemigo.
Tras derribar otra puerta, llegué a un pasillo, donde había una ventana justo al fondo.
- Perdona por esto, pequeño - le susurré a Elmo.
Levanté al cachorro y lo arrojé por la ventana, a fin de que saliera de la casa. Tal vez se hiciera daño durante la caída, pero sería mucho mejor que si lo atrapara ese monstruo de Manathael.
- ¡AAAAAAAHH! - grité, mientras lo lanzaba.
Elmo cayó al suelo de la calle, pero por suerte lo hizo de pie y sin hacerse demasiado daño, luego se giró y me ladró unas cuantas veces, como apremiándome. Corrí hacia la ventana, pero la casa volvió a temblar y unas cuantas vigas de madera cayeron, bloqueándome la salida.
- ¡Oh, venga ya, tío!
Luego di media vuelta, siendo obligado a volver a la sala principal, tal vez pueda rodear al fantasma y seguir buscando otra salida.
- Ahora dimE… aún crees que esa espada puede proteger el mismísimo cielo... - dijo Manathael, a modo de burla.
Eso me hizo perder la paciencia. Su falta de imaginación y exceso de realismo, junto a su forma de burlarse de todo lo que decía me estaba poniendo de los nervios. Además, mientras él bloqueara el salón principal y las salidas traseras, no me quedaría más remedio que enfrentarle directamente, al menos hasta que encontrara una salida alternativa.
Olvidando por un momento el miedo, salí de golpe de mi escondite y salté hacia él usando Levitar, alzándome unos cuantos metros y cayendo sobre mi rival en picado, con la espada en alza.
- ¡¡¡ERA UNA METÁFORAAAAAAAAAAAAA!!! - grité furioso, mientras le atacaba.