El sombrero de Edith [Libre]

Esa noche me atendía un asunto personal. Me llevé a Elmo conmigo y fui a visitar la vieja casa en la que me hospedaba durante los últimos años de mi humanidad. Era la casa de Benoît. Me costó un poco volver a encontrarla, teniendo en cuenta que había estado vagando sin rumbo los últimos días, durante mi vampirismo, pero había logrado, tras preguntar a los transeúntes y tratar de memorizar las calles cercanas, el lugar donde estaba el edificio, ya consumido por el incendio. En mis manos, tenía una pequeña lámpara con una encendida encendida cubierta por una cúpula de cristal que había comprado en una tienda cercana. Me serviría para alumbrar un poco.
- Mira, Elmo, aquí fue donde empezó todo - le dije a mi compañero, que miraba el edificio con preocupación y gemía -. Lo sé, ahora está hecho pedazos y da pena verlo, pero en su tiempo fue un edificio imponente y bello. Sin tan sólo lo hubieras visto antes...
La casa de Benoît era un edificio bastante grande. No era tanto una mansión o un chalé, pero no se quedaba corto. Era una casa bastante alta, pero ahora daba pena, y un poco de miedo. Las paredes exteriores de piedra, antes blancas como las nubes, ahora estaban negras y manchadas de ceniza. El tejado de tejas había quedado reducido, y las ventanas negras y carbonizadas. Lo más triste de todo es que yo provoqué ese incendio.
- Tal vez no debí haberlo hecho, tal vez podría haber vuelto un tiempo más tarde para limpiar y recuperar la casa - dije, pero enseguida rectifiqué y me di cuenta de que eso habría sido un error -. No, aquellos asesinos merecían castigo, además si me hubiera quedado, no tardarían en sospechar de que había alguien vivo en la casa, y habrían vuelto por mí. Hice lo correcto.
Efectivamente, una semana y medio antes, un grupo de inquisidores atacó la casa, buscando a Benoît, el vampiro que vivía en ella. Como vieron que los sirvientes se negaban a delatarle, la inquisición los tomó como esclavos de sangre y los masacró a todos. Benoît, antes de morir, me convirtió en vampiro y me escondió, y cuando salí, con mis nuevos poderes, incendié la casa y bloqueé las puertas para que los inquisidores que quedaban dentro murieran carbonizados.

Entré en la casa por una ventana baja, teniendo cuidado con los cristales rotos. Había rastro de sangre seca en algunos cristales, señalando que algunos inquisidores se cortaron con ella cuando escaparon, antes de que el fuego los matase. Cabrones con suerte, pero al menos no todos llegaron a las ventanas a tiempo.
Lo primero que me noté la atención fue el olor a quemado y putrefacción. Cadáveres calcinados por todas partes. Algunos murieron por heridas de cuchillas o ballestas antes de ser quemados, otros murieron directamente por el fuego. El caso es que no quedaba nadie vivo en esa casa. Pero yo buscaba otra cosa: el sótano. Con un poco de suerte, el fuego no habría llegado a esa parte de la casa. Encontré la entrada al sótano, cuya puerta estaba carbonizada, abierta y desencajada de sus bisagras. Bajé las escaleras de piedra, y vi para mi alivio que estas no habían dejado pasar el fuego. Llegué abajo del todo, sirviéndome sólo de la luz de la vela que había conseguido en la tienda. Allí pude ver los cadáveres de los primeros inquisidores que pudimos matar antes de que Benoît me convirtiera. También un montón de cenizas, que pertenecieron a Benoît, y en lo que se convirtió cuando finalmente lo mataron. En el centro de la sala, estaba el ataúd en el que mi amigo dormía, y en el que me escondió cuando la Inquisición atacó. Pero lo que yo estaba buscando era otra cosa.
Mientras alumbraba, encontré un cadáver en descomposición avanzada muy bien vestido. Era el de Edith, sirviente principal de Benoît y quien me enseñó a leer y a escribir y quien me instruyó en medicina. Me acerqué a él, y cigí el sombrero que estaba tirado cerca de la cabeza del cadáver. Era el que llevaba puesto cuando lo mataron. Lo cogí y me lo puse en la cabeza. Me sentaba bien.
- Esto me servirá de recuerdo. Gracias por todo, Edith, nunca te olvidaré - dije, sonriendo al cadáver de mi mentor.
Ahora llevaría puesto el sombrero de la misma forma que usaba el sable de Benoît para defenderme. Ahora mis dos viejos amigos irían siempre conmigo.
- Quizá consiga un recipiente de esos para cenizas, así podría recoger las cenizas del vampiro y llevármelas de aquí... Aunque pensándolo mejor, tal vez sea más apropiado si descansa aquí, en su casa - le dije a Elmo.

De repente, Elmo, que me había seguido de cerca sin hacer demasiado ruido, empezó a gemir, cada vez más alto, y finalmente empezó a ladrar alarmado, con bastante intensidad.
- ¿Qué ocurre, chico? ¿Qué te pasa? - pregunte, algo preocupado. ¿Por qué ladraba así de repente?
Me puse en alerta y escuché atentamente, tratando de notar algún sonido extraño, o ver a alguien en las sombras; descubrir de alguna manera quién había hecho que Elmo se alertase así.

Como cada noche, salía al encuentro de las estrellas, al caos habitual de una ciudad tan brillante como era Paris, nada en comparación a las tierras del norte, donde las noches solían ocupar mas parte del tiempo en épocas invernales o los días casi eternos en verano, la calma de sus pobladores, muchos de ellos aun creyentes en mitos y leyendas medievales, aun así, había descendido kilómetros hasta llegar a Francia, por que el tiempo lo requería, por que por mucho que la atracción que sintiera por los países nórdicos, el tiempo no le permitiría siquiera disfrutar de un cielo tan oscuro y tachonado de estrellas como lo podría disfrutar en esta otra ciudad.
 
Caminaba con mucha calma, desde los bosques alejados donde tenia su guarida temporal, hasta llegar a los linderos de la ciudad, escuchando el rumor del viento, los murmullos muy lejanos de la gente que vivía en aquellas zonas alejadas de la brillante urbe, observaba las casas, muchas de ellas desgastadas por el tiempo, pero aun funcionales, las carretas donde podía ver aun un poco de mercancía de aquellos mortales, cosas con lo que comercializaban para poder tener una vida medianamente decente y no morir de inanición.
 
Observaba en silencio todo lo que le rodeaba, escuchando el aullido de los perros que reaccionaban al sentir su presencia cercana, como la de un espectro, no sabia realmente que era lo que veían esos animales o que sentían para reaccionar de forma tan violenta ante su simple presencia, sin embargo nunca se detenía a pensar mucho, el comprendía de cierto modo la mente de aquellos animales, actuaban por simple instinto, por que el era peligroso para ellos y los perros debían resguardar su hogar.
 
Saco una cigarrera de entre sus ropas, tomando uno de los cilindros entre sus labios, sacando después la caja de fósforos para encenderlo, calo un poco el humo, dejándolo escapar en borlas blanquecinas que se desvanecían en el viento. Siguió su caminata sin rumbo, hasta dar de frente a una construcción totalmente derrumbada. Se acerco mas sintiendo de golpe el aroma fétido de la carne en descomposición, y no cualquier carne, carne humana y chamuscada, ese era otro aroma que podía reconocer, rezagos de un incendio y humedad impregnada a las paredes cenicientas, entro a la vieja casa, observando los cuerpos mortales tirados en posiciones de tormento, la sangre pútrida manando de ellos, las manchas oscuras que indicaban que antes de morir se habían batido en un duelo o algo parecido, había heridas en los cuerpos, no necesitaba acercarse para verificar, simplemente era algo que el sabia, por que había visto tantos seres perecer así a lo largo de sus años de existencia.
 

Estaba tan abstraído en observar los detalles de aquella escena de destrucción total que no presto atención a la presencia de otro inmortal en el lugar, solo hasta que entre el rumor del viento entrando por las ventanas rotas, escucho el ladrido de un perro, un cachorro, lo sabia por el tono del ladrido, levanto el rostro y se dirigió hacia donde lo había escuchado, bajando un par de escalones de lo que parecía ser un sótano y ahí lo sintió y escucho, al vampiro hablándole con mucha confianza al joven perro.

Finalmente, y entre las sombras y la oscuridad general del sótano, fui capaz de percibir unas figuras. Un hombre con el cabello bastante largo, incluso más largo que el mío, estaba en esa misma sala. ¿Quién era? ¿Qué estaba haciendo allí? Pero no era un mortal cualquiera.
- Un momento... ¡TÚ! ¡Eres...! - pude sentirlo en su aura, pude sentir que no era un mortal, sino un vampiro como yo. Y no sólo eso, sino que podía sentir un gran poder emanando de él, una presencia muy poderosa - ¡Eres uno de los antiguos! ¿Verdad? ¿Verdad que sí?
Sí, era evidente. Estaba en presencia de un vampiro que había vivido miles de años. No era muy común encontrarse a uno de ellos. Cielos, ¡este hombre había vivido casi toda la Historia de la Humanidad! ¡Debía de ser uno de los hombres más sabios sobre la Tierra!
Le miré fijamente a los ojos y le sonreí con gran admiración.
- ¡Oh, perdone usted a este pobre novato! Apenas hace unas semanas que me convertí, ¿sabes? Es un gran honor para mí reconocer a un antiguo como tú. Por favor, perdona mi alarma inicial, creía que se trataba de algún ladrón, jejeje. Hmmm... la de cosas que habrás vivido, ¿eh?
Observé que una pequeña silueta aparecía y jugueteaba entre las piernas del vampiro antiguo. Se trataba de una especie de... ¿gato? Tal vez por eso Elmo estaba tan alterado: ya se sabe lo que pasa entre perros y gatos.
- ¡Shhhh! ¡Cállate, Elmo! ¡No molestes al pobre gatito! - volví a dirigirme al vampiro - Perdona a mi perrito. ¿Ese gato es suyo? Parece que le tiene bastante cariño.
Miré al felino. Era bastante mono, aunque parecía tener miedo de Elmo. Mi perrito dejó de ladrar a mi orden, pero miraba atentamente al felino, mientras yo hablaba con el vampiro.
- ¡Pero qué modales los míos! Me llamo Alexalmo, y solía vivir en esta casa como uno de los sirvientes, antes de que la Inquisición descubriera que nuestro querido señor era un vampiro. Esas cenizas de ahí son todo lo que queda de mi amigo. Yo había venido a... dar el último adiós. Amaba mucho a ese hombre, ¿sabes? Un gran mentor. Fue él quien me convirtió. Y... ¿quién eres tú? ¿Y qué estás haciendo aquí? ¿También conociste a Benoît?

Con la vela en la mano, esperé atentamente la respuesta del vampiro. Y no sabría decir por qué, pero ese gato me estaba llamando mucho la atención, había una extraña energía a su alrededor...

Sentía el ambiente que le rodeaba un tanto alterado, quizás, debido a las emociones del vampiro que se encontraba en el sótano o al curioso animal que se había acercado sin temor a sus pies. Bajo la mirada un segundo, observando el blanco y brilloso pelaje, sintiendo el calor en las piernas mientras se restregaba contra ellas, distraído como estaba y aun con el cigarrillo en los labios, no presto atención al vampiro, solo hasta que este le hablo, en un tono demasiado confiado, sin temor, se le notaba casi alegre pese a la desgracia que había caído sobre ese lúgubre lugar.

- Jukka - murmuro su nombre, mirando fijamente con esos ojos tan extraños que poseía, casi transparentes, grises y verdes, azules a veces, carentes de vida -. No se quien es Benoît – informo – pero supongo que este era su hogar – ladeo el rostro, observando el cuerpo mortal en descomposición que estaba en las escaleras -, y eras su pupilo… Por que vienes a este lugar, si la inquisición te busca, supongo que no tardaran en volver, ellos siempre vuelven, para asegurar.

Dijo y tiro el cigarro que estaba a la mitad, demasiado cerca de las patas del blanco animal que seguía pegado a sus piernas.

- Tu deberías alejarte – le dijo a la creatura y saco nuevamente su cigarrera y los fósforos, estirando su blanca mano, ofreciéndole uno de sus cigarros al joven vampiro frente a él.

- Hmmmjejejeje... Juuuukkaaaaaa - tras una inquietante risita, pronuncié el nombre del Antiguo con mucho cuidado, como si se tratase de una palabra sagrada que, de ser dicha mal, puede provocarte una gran maldición.
Me quedé meditando, con la vista levantada y la mirada perdida durante unos segundos.
- Ya veeeeoooo... Yo soy... Alexalmo - le dediqué una sonrisa - ¡Oh! Pero puedes estar tranquilo, Jukka. Ellos no vendrán por aquí. Ya no. El trabajo de la Inquisición ya terminó en este lugar, ya no tienen nada que hacer aquí, en serio. Puedes estar tranquilo.
Vi que trataba de proteger a ese extraño gato.
- ¿Es tu mascota? Mira, este perrito es mi amigo, se llama Elmo. ¿Cómo se llama tu gatito, Jukka?

Esperé su respuesta.

- Ya veo... Oye, ¿es verdad lo que cuentan las leyendas? ¿Que los vampiros más viejos son más poderosos? ¿Es verdad que los vampiros antiguos son tan fuertes que pueden transformarse en hombres-gárgola gigantes como en las historias de miedo? Jejejejeje. Tengo curiosidad...

Levanto una de sus oscuras cejas, mientras colocaba con calma el cilindro entre sus labios, sacando los fósforos y encendiendo el cigarro, dio una larga calada.
 
-No le temo a la inquisición – murmuro, dejando que el humo saliera lentamente entre palabras de sus labios. Miro fijamente a los animales, el joven perro que parecía casi aterrado y el cachorro de tigre que seguía pegado a sus piernas, incapaz de temerle – No es mi mascota –dijo levantando el rostro al escuchar las preguntas del vampiro, llevando su mano hasta su boca para retirar el cigarro el cual mantenía entre sus dientes, bajo en un acto mecánico y algo extraño, cada movimiento de el, su cuerpo se movía de una forma extraña, movimientos lánguidos y a veces demasiado rápidos. Dejo su brazo pegado a su costado, sosteniendo aun el cigarro entre sus dedos, humeante.
 

-Hay muchos mitos sobre seres como yo, no se cuantos sean reales y cuantos mentira – dijo y curvo los labios ligeramente, en una aparente y muy breve sonrisa que se desvaneció rápidamente –. Pero dime tú,  ¿que tanto has escuchado hablar sobre los seres como yo? – Pregunto  y volvió a levantar el brazo, fumando con tranquilidad, con el mismo desinterés de siempre, pero sin dejar de mirar al vampiro frente a él.

La respuesta de Jukka me pareció algo curiosa. ¿No sabía ni él mismo qué mitos eran falsos y cuáles eran ciertos acerca de los vampiros? Qué interesante, parece que nuestro don tiene muchos más misterios de los que suponía.
- Bueno, Jukka. - le dije, olvidando la formalidad de antes, tratándolo con un poco más de confianza - Podríamos hablar de eso en otro lugar más apropiado, ¿no te parece? No es que una casa abandonada y quemada hasta los cimientos, con tantos cadáveres y tantísima energía negatica por todas partes sea precisamente un lugar tremendamente social, cálido, agradable y adecuado para hacer amigos. Tampoco para que un gatito se sienta cómodo - miré al nuevo amigo de Elmo.

Si mediar más palabra, me ajusté el sombrero de Edith y subí las escaleras, a un paso bastante apresurado. Esperaba que todos me siguieran a la salida, aunque tampoco me iba a detener si no lo hacían, ya que Elmo no tardaría demasiado en encontrarme y los otros dos me daban un poco igual. Salí de la casa lo más deprisa posible. Los fantasmas eran la cosa que más me asustaba, la verdad, y un sitio tan lleno de muerte solía atraerlos. La sola idea de ver un espectro apareciendo de golpe tras una esquina o una puerta, u observándome desde las sombras me hacía temblar de pies a cabeza. Una vez estuve fuera, me apoyé en la pared y observé en silencio. Después de que los cabrones de la Inquisición mataran a todo el mundo, los paisanos de ese barrio la consideraron una casa maldita, y muchos de ellos se mudaron a otra parte. No les culpo, yo tampoco quiero estar aquí en primer lugar, y mucho menos vivir cerca de una casa que ha sido testigo de una de las mayores masacres de París. Sólo vine para dar el último adiós y llevarme el sombrero de Edith como recuerdo, nada más.

Una vez Jukka estuvo fuera conmigo, en el caso de que haya decidido seguirme (cosa segura, porque no es que se puedan hacer muchas actividades divertidas en una casa abandonada llena de cadáveres, precisamente), respondería a la pregunta que me hizo antes.
- Bueno he oído algunas cosas, aunque casi todas son leyendas - dije, sonriendo divertido - Como que los Primeros Vampiros no se queman con la luz del Sol, o que son capaces de transformarse en una especie de gárgola gigante, o que son capaces de matar sólo con la mirada... He oído incluso decir que los más poderosos, los realmente fuertes, no necesitan ni beber sangre, y simplemente han aprendido a sobrevivir sin alimentarse, siendo tan fuertes que la falta de sangre no los debilita. Qué cosas, ¿verdad? ¿Alguna de esas ha resultado ser cierta?

Siguió a Alexamo, con tranquilidad, sin importarle el gato en absoluto, simplemente no tenia ganas del contacto con algo vivo, no esa noche, ni siquiera por deseo de alimentarse, algo que ya no necesitaba. Salió de la casa o de los escombros, quedando a un lado del vampiro, sin dejar de fumar.
 
- El sol nos daña, pero no puede matarnos – contesto – No tengo necesidad de beber sangre, pero me gusta hacerlo, y al menos en mi caso, me gusta mas la sangre de otros vampiros mas jóvenes -. Comento con una sonrisa velada, dejando escapar el humo del cigarro mientras le miraba de reojo y seguía andando.
 

- ¿A donde iremos, Monsieur? – Pregunto esperando a que el vampiro reaccionara, que saliera del shock que sus palabras le habían provocado.

Escuché sus palabras con una sonrisita en los labios, que se torció un poco cuando insinuó eso de beber sangre de vampiros jóvenes.
- ¿Eso ha sido una amenaza, milord? - pregunté, inclinándome un poco hacia adelante, sin perder la sonrisa.
No lo entendía, ¿lo había ofendido de alguna manera? ¿O quizá sólo estaba fanfarroneando? Quizá los vampiros antiguos son así.
Me preguntó a dónde dirigirnos. Me encogí de hombros y empecé a caminar sin un rumbo fijo.
- Bah... tanto da. ¿A una taberna? ¿Un cementerio? ¿Un hospital? Cualquier lugar sin ventanas me sirve para pasar la noche. Es la ventaja de ser vagabundo, que tu vida está llena de azar hasta para dormir. Dirigid vos el paso, si queréis. Vamos, Elmo.
Elmo me empezó a seguir mientras caminaba con aquel sujeto. El gatito de antes, sin embargo, no sabía dónde estaba.
- Bueno, un anciano como vos seguro que tiene algún truco para haber sobrevivido tanto tiempo, ¿no es así? ¿Quizá queráiis compartirlo conmigo? Corren tiempos difíciles con tanta Inquisición, como ya sabréis, y cualquier consejo me resultaría útil, por pequeño que fuese.

El tipo no respondió a mi petición de darme un consejo. Estos vampiros ancianos presumidos...
No sólo no me contestó sino que incluso se marchó del lugar sin decirme ni una palabra, dejándome ahí solo, donde estaba.
- ¡Ah, muy bien! ¡No pierdas demasiado el tiempo con seres inferiores, no vaya a ser que contagies alguna enfermedad! Capullo engreído...
Una vez finalizada mi conversación con tan interesante sujeto, decidí que no había nada más para mí en aquellas ruinas. Demasiado dolor, demasiados recuerdos... Había venido a buscar el sombrero de Edith y ya lo tengo, no necesito perder más el tiempo aquí. ¿Dónde está mi perrito Elmo?
Mientras lo buscaba, oí unos ladridos y unas risas, y caminé en su dirección. Me encontré a mi perro, quien había arrojado al suelo a una pequeña niña, en un momento de euforia mientras jugaba con ella, o eso me parecía.
- ¡Elmo! - grité, bastante molesto.
Me acerqué corriendo a ellos. La chica estaba sucia, pero por su aspecto, debía de ser una niña de familia adinerada o algo así.
- ¡Malo! ¡Perro malo! ¡Mira lo que le has hecho a la pobre niña! ¡Elmo malo! - le reproché.
Me dirigí a la pequeña en cuestión, me puse de cuclillas a su lado, amigable y le hablé:
- Vaya, estás hecha un desastre. Este perro juguetón... ¿Estás bien? ¿No te has hecho daño? - entonces me di cuenta de que la niña estaba sola, no había nadie más por aquí - ¿Estás sola? ¿Vives cerca de aquí? ¿Dónde están tus padres?
Seguramente viviera por la cercanía, y estaría jugando por aquí. Decidí advertirla sobre la casa:
- Oye, si estás jugando aquí... no te acerques a esa casa quemada, ¿de acuerdo? Desde aquí parece un sitio muy divertido para explorar, pero es muy peligroso. Se cae a pedazos, y no hay nada dentro. Yo acabo de mirar - dije, sonriendo.

OFF: Jukka tiene el nombre negro, así que deduzco que se ha ido del foro.