La Nostalgia del Exilio (privado)

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¿Porqué había vuelto a ése lugar', aun sentía la extraña sensación que le causó esa pelea, entre el licantropo y el vampiro, en verdad para ella era imposible de creer que los seres vivientes no pudieran habitar el mismo suelo sin necesidad de herir al prójimo. Era verdad el lobo la había salvado, porque la creyó una mujer que no podría defenderse por si sola. Pero eso no era del todo cierto, sus poderes de nigromante la hubieran ayudado, ademas estaba tomando lecciones de algunas artes marciales. Claro después de lo ocurrido en esa noche, pero aún así ella no deseaba que nadie tuviera que sufrir por su seguridad. Por eso prefería los lugares apartados, la soledad, el aislamiento, la noche que todo lo calla y guarda los mas duros secretos. Eso había ido a buscar a esa playa vacía, un lugar donde poder curar sus heridas, dejar fluir su dolor como una fuente que no puede contener mas su oculto tesoro aunque éste sea la maldición mas atroz de la tierra.

Inspiró profundamente, y dejó que sus pulmones se llenaran con la briza salobre, el viento jugaba con sus cabellos como un amante lo haría con su amada. Sonrió pensando que ella no deseaba eso, no podía darse el lujo de perder al ser amado y aunque no pareciera, todo aquel que se acercaba a su vida y pasaba a ser alguien especial en ella, tarde o temprano terminaría cayendo bajo aquel yugo que destruía cualquier tipo de felicidad en la vida de Shannon.

Caminó en silencio, la luna era la única que alumbraba el lugar, el sonido de las olas al llegar a la playa a morir lamiendo dulcemente sus pies, la llenaron de nostalgia, Pensó que mas allá de las aguas oscuras, al otro lado de la mar, se encontraban los eternos acantilados de su amado Agnus, un viento  helado rosó su cuello, como los dedos de un fantasmas, Shannon cerró los ojos y dejó que las lagrimas cayeran por sus mejillas como cuentas de un rosario de perlas marinas. La imagen de aquel castillo que la vio crecer, se presentaron antes sus ojos, con sus ventanas iluminadas,  mas allá las hogueras en lo alto de los acantilados, esas que su padre solía hacer encender todas las noches para marcar el peligro que rodeaba sus dominios. Por un segundo al abrir sus ojos, le pareció que podía divisarlas desde donde se encontraba, pero bien sabía que solo era una ilusión, un triste juego de la dolorosa nostalgia.

Tan lejos su alma volaba, acortando la distancia que la separaba de su amada tierra, que no se percató de la presencia de un ser. A pesar que creyó sentir la voz de una o mas almas que intentaban en vano avisarle algo importante. Recorrer, con los ojos del alma, aquella extensión de agua que la separaba de Angus, era lo único importante, poder volver a contemplar la sonrisa clara de sus campesinos, el horizonte tormentoso que anunciaba la llegada de la nieve o las pequeñas barcazas que se movían suavemente sobre la mar buscando el sustento que alimentaría a los pescadores.

Cuanto había perdido, cuan grande era el daño que unos insensibles nobles habían infligido contra ella, culpable de un solo pecado, haber nacido hembra. Su mirada fija en el oscuro horizonte, denotaba la frialdad que se apoderaba de su alma cada vez que pensaba en esos hombres que sin conocerla del todo habían decidido exiliarla, confiscar las tierras que por heredad le correspondían y alejarla del lugar donde su padre descansaba en Paz. El nudo en su garganta se agravó, sus labios temblaron y con impotencia cerró sus manos en puños apretados, a los lados de su cuerpo.

Entonces sintió unas manos apoyarse suavemente en sus hombros, Shannon se envaró, no era común que los fantasmas se materializaran y la tocaran. Pensó por un segundo en la loca idea de que su padre intentaba consolarla. Pero toda esa fantasía se desmoronó como una estatua de arena al simple toque de una caricia, cuando escuchó el tono de esa voz. Por supuesto, no se parecía en nada a la de su padre, ni tampoco le hablaría en un correcto francés, sino en escoces.

Escuchó la frase y suavemente se fue dando vuelta, las manos que se apoyaban en sus hombros no le impidieron girar, pero tampoco dejaron sus hombros. Manteniendo la distancia entre los dos extraños. Tuvo que levantar un poco la mirada pues el hombre era mas alto que ella. La bruja contempló el aura pálida y supo que se trataba de un vampiro, pero no tenía miedo, en verdad por un segundo, no deseaba defenderse, si él intentaba matarla ella lo dejaría, la tristeza que se apoderaba de su alma era como un cáncer que carcomía el espíritu. Pero al escuchar la última frase en su idioma natal, no pudo mas que tragar el llanto que se agolpó en su garganta inundando sus grandes y expresivos ojos.

En un suave movimiento tomó distancia de aquel extraño, no le dio la espalda, no dejó de contemplarlo a los ojos. Secó sus lagrimas y una tímida sonrisa intentó nacer en sus labios, - Aunque viva un exilio eterno, el amor por nuestra tierra, nunca se extinguirá, como no lo harán las gotas de agua en la mar o las nieves en las majestuosas cumbres de Cairngorms  - le dijo contemplando el rostro pálido de aquel casual compañero. Inclinó a penas unos milímetros, su cabeza hacia tras, dejando que la brisa meciera suavemente sus largos y oscuros cabellos. Inspiró el aire salobre y cerró sus ojos, juntando sus manos en una plegaria,  - amada madre, no dejes que abandone esta vida sin volver a tus valles, descansar en tus brazos, recibiendo la eterna bendición de los cálidos rayos de sol en los inviernos, sobre  mis cenizas  –  recitó una vieja plegaria escuchada en labios de marinos que se lanzaban a la mar, dejando su tierra, como alguna vez lo hizo ella.

Abrió con lentitud sus parpados, buscando la mirada ajena, - Hermano escoces, ¿que hace tan lejos del hogar? -  le preguntó en su lengua materna, mientras le sonreía. Cruzó sus brazos en la cintura y un temblor casi imperceptible recorrió su cuerpo, tras la brisa helada que comenzaba a correr por la costa, descubriendo el frío que la embargaba.