Exilio - Libre

Hacía poco que Killian me había abandonado y aún hoy mi corazón se sentía dolido, intentaba huir de mi hogar donde los recuerdos me asaltaban con mayor intensidad. Cada una de las habitaciones me hacía recordar un momento juntos, era peor que cuando había fallecido mi esposo, supongo que uno sabes que no volverá jamas, el otro es como un fantasma vivo que te persigue y temes un día encontrarlo por una calle siendo feliz al lado de otra, y sentirte desdichada, sola y con el alma y el corazón roto, tras entregárselo a quien no merecía que se lo entregaran, más no te importa en parte porque sientes que tu si lo amabas. Unos sentimientos de arrepentimiento yorgullo de haberlo hecho, una situación que para ajenos es tonto o incomprensible, pero allí estaba ahora, en París tomando unos días fuera de italia, con negocios de mi casa y por supuesto mucho de lo que era caridad.

Aquel día tras una reunión de asuntos que requerian abogados, decidí darme un respiró y tras comer y descansar fuí a ver un orfanato de parís, al que done comida y libros para los niños. Me sentía bien con aquellos angelitos poco favorecidos en la vida, que si de mi fuera a casa me los llevaba, pues con ellos sentía vida aunque también añoranza de no tener una familia con niños recorriendo mi hogar. Era tal esa ilusión que estar con aquellos niños me hizo olvidar el tiempo, y cuando me avisaron de que si tardaba mas caería la noche al volver a la ciudad, me sentí triste al dejar esa felicidad que sentía rodeada de tanto niños que aún huérfanos sin familia, conseguían sonreir. deseaba que me pudieran contar el secreto de poder sonreir cuando su vida no era ni la milésima de buena que la mía.

En el carruaje cuando entrabamos en Francia ya era de noche, las calles apenas eran transitadas, algún carruaje y pocas personas que salían de fiestas o que vivían de trabajar humildemente todo el día o por la noche. Yo hay en el carruaje sentí un golpe en mi corazón recordando que aquellas calles soltarían parecían ser un testimonio vivo de como me encontraba yo misma; caminando en la más absoluta soledad en la noche en que su desaparición me hizo sentir que las luces se apagaban en mis adentros.

Cerré los ojos, y las lagrimas llegaron a mis ojos, recordando la noche más bella y el despertar más horrible. Aun hoy despertaba como si fuera aquel día, entre sollozos. Miraba sin mirar por la ventana del carruaje cuando de pronto el carromato traqueteo y se movió fuertemente. Aquel momento hizo que todo desapareciera de mi mente y me agarrase a lo primero que alcanzaba, asustada. No sabía que había pasado pero algo había sido de la ruedas lo más seguro.

Cuando acabo todo y intentaba recobrar mi respiración y tranquilizarme, uno de los cocheros abrió la puerta y me miró.-Mi señora, problemas con el carruaje, ¿Se encuentra bien?- Tenia la mano en el pecho asustada un poco por todo aquello. me costo contestar.-Si, si...- dije intentando encontrar la calma de nuevo.

Me informaron que tendrían que reparar la avería del carruaje, aunque me pidieron no fuera lejos dado a que era de noche, me sentí un poco abrumada de nuevo por aquellos pensamientos que había tenido antes, y me fui a dar un paseo cerca.
Fue allí que vi a un hombre joven fumando me acerqué y al llegar mire la parte vacía junto a donde se sentaba.-Buenas noches caballero, ¿puedo sentarme?-Pregunte en francés al hombre.