Nostalgia - Libre

Esa noche particularmente se tomó la libertad de salir a caminar por las calles parisinas, su humor estaba controlado incluso se podría decir que estaba pasando por una buena racha. No pidió el carruaje aunque el mayordomo había insistido en acompañarlo pues temía que fuera a quedar perdido en alguna taberna o metido en algún lío como si fuera aún un chiquillo.

Respiró el aire fresco, recorrió cada calle, cada plazuela y por unos instantes imaginó aquellos paseos de antaño. Él seguía siendo un extraño en este mundo de fantasía llamado París, conocía poco de sus lugares aunado a su nulo ánimo por descubrir nuevos rumbos le cerraban la posibilidad de dirigirlo hacia algún lugar en particular.

No obstante la música seguía siendo un motor de escape en sus visiones turbulentas de aquel pasado nostálgico. Siempre se había imagino como sería entender de este arte desde otra perspectiva, es decir, como simple oyente. Caminó hacia su interior, las personas apenas estaban arribando al lugar y sin embargo estaba casi repleto, tomó asiento finalmente dispuesto a disfrutar de una velada tranquila. Apartado de toda esa oscuridad.

En cuestión de minutos el Teatro se encuentra repleto de múltiples personalidades. Tonalidades sobrias en los atuendos de cada hombre y mujer quienes deseosos de que el espectáculo de inicio guardan el debido silencio en señal de respeto, pues el maestro de la orquesta ha trazado los primeros movimientos a los músicos.

Un gemido lastimero nace de entre las cuerdas de un violoncelo, dando la pauta para que el resto de los instrumentos de cuerdas le hagan compañía en lo que se torna un vaivén salvaje y nostálgico. Cada nota pareciera describir a la perfección su estado de ánimo actual. Y es entonces cuando el momento más lóbrego cae sobre el lugar, una espesura a los ojos y odios de los presentes.

Era una tarde encantadora y los destellos de la puesta del sol habían sido particularmente hermosos, observe  intrigada una distinguida multitud  que se dirigía al teatro; será muy  conveniente recargar energías con ese grupo de personas, pensé, si llegara a elegir a una sola para alimentarme de su energía vital podría matarla poco a poco y ese no era mi objetivo.

Me aproxime como de costumbre sin ser percibida, me deslice entre las personas, las sombras de la boletería y la entrada al gran salón podía sentir como al ansiedad de la multitud se convertía en mi energía, podría materializarme sin problemas.

Elegí un elegante vestido negro con detalles florales en diferentes tonos de gris, un escote en “v” y revuelos negros en las mangas  de ¾, utilice un peinado recogido un tanto casual no muy elaborado y peinetas rojas que combinaban con pendientes, anillo y garantía del mismo color, zapatos de terciopelo negro y un abanico que parecía haber sido creado junto con el vestido.

Desfile muy airada entre la gente olvidando por completo mi propia naturaleza y disfrutando de las sensaciones, las texturas y las energías.

Decidí buscar un lugar para disfrutar del momento, estaba repleto y apenas había espacios, una distinguida personalidad parecía tener un asiento disponible, no tenía más necesidad de alimentar mis poderes , el joven no correría ningún peligro al estar a mi lado, proseguí entre la multitud y con leve gesto , casi impertinente para el taciturno joven, solicite su permiso para acompañarlo.

-Monsieur, ¿me permite acompañarlo?

Me percato de que alguien se ha movido a mi lado. Resoplo. No es que me moleste su presencia, pero son aquellos momentos en que hubiese deseado estar en soledad. De cualquier modo, trato de sonreír, permitiéndole tomar asiento. Se trata de una dama, debo ser cortés, y educado, como corresponde. Es una realidad que aquella noche es una de las más importantes de la temporada, por lo tanto el teatro está abarrotado. Demasiado ilógico el que mi suerte fuese contraria a lo esperado.

-Demasiada gente ¿No le parece? - trato de entablar una pequeña plática poco trascendental, ya que vamos a ser compañeros de butaca por las próximas dos horas. - ¿Nueva en la ciudad? No recuerdo haber visto su rostro. -trato de no parecer demasiado impertinente- No lo tome a mal, madame. Como asiduo que soy al teatro, me resultan familiares cada uno de los rostros que... Deambulan por los pasillos o asientos adyacentes al nuestro.

Acomodo mi fisionomía al respaldo de la silla, si despegarle la vista. Sinceramente hay un toque de misticismo en su blanquecina tez, debido quizás al juego de luces y sonbras del teatro.

-Pero permítame presentarme - Deslizo mi mano hacia la suya, depositando un casto beso sobre el dorso-. Bjorn Quentin Fyodor, madame. Fanático del teatro. - regreso a mi posición inicial, posando mi vista hacia la viuda Torres, tres filas abajo del palco. Una mujer española, muy asidua a jugar canasta, y a hacer fiestas fastuosas, ahora que el marido no estaba. -¿Podría saber el suyo?

Siempre es un gusto el conocer mujeres amantes - o al menos interesadas- en las artes. No siempre se puede contar con tanta suerte, a pesar de las dificultades de la vida diaria, que es lo que me ha atraido hasta aquí, por un poco de distracción. En mi hogar siento asfixiarme.

Él es físicamente adorable, lo veo de soslayo mientras me acomodo en la butaca, instintivamente respondo a su sonrisa, mientras un recuerdo me invade; detestaba las multitudes, ¡vaya un recuerdo de mi vida! y aparece justo hoy pensé rápidamente.

-Definitivamente es demasiada gente para mi gusto-

No pude evitar sonreír con un poco de picardía ante el joven caballero.

- Estaré un tiempo en la ciudad Monsieur, tal vez frecuente este teatro en días más solitarios-  

Podría deambular por el teatro alimentándome de esta energía, no era mala idea.

-Es un placer Monsieur Quentin Fyodor, mi nombre es Helli Von Goethe –

No puedo evitar sonreír mientras él actúa de forma tan humana, tenía tanto tiempo de no sentir esa formalidad, convivir con los seres sobrenaturales era más conflictivo y tenso; él me parecía un atardecer, sereno, sin atenciones especiales hacia mi naturaleza… me sentí a gusto.

- No voy a mentirle Monsieur Quentin , me gusta más la lectura , tal vez porque un libro me acompaña mejor en mi soledad-

Fije mi atención a la multitud y al cambio de las luces, sin duda anuncian el inicio de la función, me acomode a lado de mí forzado acompañante y me atreví a exclamar sin darle tanta importancia:

- La vida es apenas  un soplo fugaz en la interminable rueda de la fortuna, se debe disfrutar como es debido-  

Un suspiro y mi cuerpo cayendo pesadamente en la butaca es lo que sigue a mi declaración, he dejado de verlo y me mantengo con la mirada clavada al escenario.
 
No puedo evitar añorar la vida, no importa cuál sea su historia, si tan solo yo pudiera vivir…o al menos recordar cómo fue mi vida.

No me había dado cuenta de lo que había dicho, desvié la mirada directamente a su persona  e inquieta espere la reacción de Quentin, -en el mejor de los casos pensaría que soy una cualquiera insinuándosele- reflexioné, mientras lo veía de pies a cabeza; sin dar mayor importancia a mis palabras me volví hacia el escenario extendiendo el  abanico, abatiéndolo con un poco de ansiedad.

Le escucho con atención, aunque he posado mi vista en otra visita importante en la sala. Cecilia del Paso, una joven aristócrata, que es sumamente interesante, pero, si no estuviese siempre metida en líos sexuales, otro fuese el tenor. Es bien conocida su fama de mujer...fácil, lamentablemente. Medito un poco sobre aquel breve encuentro que sostuvimos hacia unos seis meses, antes de volver a posar mi vista en mi acompañante, quien ahora luce un tono rosado debido al cambio de luces del teatro.

-Entonces usted prefiere venir al teatro cuando hay pocos concurrentes. ¿Quiere decir que frecuenta obras con actores noveles? Tengo entendido - por platicas entre amigos conocedores - que suelen ser poco interesantes, aunque con futuro por delante.

El murmullo de la gente que se saluda comienza a atenuar en la sala. Dentro de breves instantes dará inicio la función. Con ésta noche, es la quinta vez que asisto. No puedo evitarlo, la obra es sencillamente exquisita, y me produce toda clase de sensaciones y pensamientos encontrados. Por un momento deseo que el bien derrite al mal, pero otras veces deseo que el final sea diferente y sean los "malos" quienes se salgan con la suya. Lamentablemente conozco el final, sé que mi pequeño capricho jamás se hará realidad.

-Creo que al final, haré como usted, sólo por conocer esa otra parte del teatro que desconozco. Además, se cuentan muchas historias tenebrosas de éste sitio. - devuelvo mi vista hacia al frente y a los lados-. He de reconocer que me fascinan las historias de fantasmas, aunque no he tenido la fortuna de toparme con ninguno. Quizás sólo sean cuentos que se pasan de boca en boca. ¿Usted que opina? ¿Cree en las historias de aparecidos? - sonrío esperando quebrar esa tensión entre dos personas que acaban de verse por vez primera.

-Así es, prefiero ir a cualquier lado en donde sea poca la audiencia, en particular  los actores en sus inicios son más entusiastas, ponen  energía en su trabajo…eso me atrae, es eso y no la temática desabrida de los personajes  que suelen interpretar-

Había hablado con sinceridad, esas energías cándidas y puras eran más suculentas que la bastedad que hoy me servía de alimento, era oportuno de vez en cuando no atentar contra la vida de una sola persona –ríe para sí misma percatándose de la situación-

-¡Fantasmas! , me parece que el termino podría aplicarse a muchos elegantes y viejos personajes presentes el día de hoy, muertos en vida, con tantas opulencias que ya nada les hace maravillarse-

Lo dije en un tono casi cantado, viendo a uno que otro viejo lujoso en los palcos.

-No obstante lo que usted menciona me parece interesante, nunca he oído de tales historias-

Era la pura verdad, no había tenido el gusto de conocer a otro fantasma en el teatro, los conocía de los hospitales y del mausoleo, pero desconocía si tenía rivales en este lugar.

- Me encantaría ir en busca de esas historias, tal vez podamos comprobar juntos los rumores-

Otra vez hablaba más de lo necesario, pero en esta ocasión podía sonreír y tal vez ofrecer quedamente algo para contar. La noche se había vuelto un poco más interesante y mis ojos parecían relucir al notar su interés por mi naturaleza. Un humano interesado en fantasmas, sin  una experiencia fantasmal era un delicioso bocado que debía disfrutar.
Había dejado de observar el escenario, a las personas y cualquier cosa que me distrajera, quería ver sus ojos y no perderme ninguna de sus expresiones; no dejaría de sonreír y de perseguirlo, es como si invitaras a un vampiro a tu casa; un error fatal, no puedes simplemente seguir como si nada, si un fantasma se da cuenta que le prestas atención estará contigo hasta que mueras…eso o que decida dejarte.
Definitivamente ahora me mostraba emocionada y mucho más interesada en él.

Le miré con suma curiosidad. Era la primera vez que me encontraba a una mujer que gustara de las historias de aparecidos. Tenía la mala fortuna de toparme con damiselas delicadas, que siempre querían ser rescatadas de cualquier peligro. Sin embargo, siempre había alguien que rompía la regla. Esta mujer, delante de mí, era una de ellas, y no pude más que sonreír complacido. Además, estaba la clara propuesta abierta de "buscar historias" sintiéndome tentado a regalarle un SI inmediato. Más no era el lugar adecuado. Si bien había asistido al teatro para alejar pensamientos negativos de mi mente, ahora llegaban otros mucho más tentadores, para qué negarlo. Ya no tomaba atención al escenario, sino en mi acompañante.

-Debo decirle, madame, que sus palabras me desconciertan de buen modo. A veces los hombres como yo, somos incomprendidos. No es que me afecte en demasía, claro está, pero vivir en un mundo en donde lo social prevalece por sobre todas las cosas, nos limita en ciertos aspectos y...gustos de la vida. - Desvié mi vista hacia su escote. No pude evitarlo. Era una mujer atractiva ¿qué mortal que se digne de estar en sus cabales, no haría lo mismo? -Añadiré entonces, que si usted está dispuesta a ser parte de mi grupo caza fantasmas- sonreí de medio lado, buscando algún punto de la concurrencia para no continuar fantaseando - Será más que bienvenida - Estiré mi brazo; tomé su delicada mano para depositar un delicado beso en el dorso.

Dicho esto, me centré en la obra, tratando de aparentar interés, más ya había perdido el hilo de la historia. Ahora mismo me apetecía abandonar el teatro e invitar a mi compañera de butaca a tomar un café - en el peor de los escenarios - Más que nada porque ya consideraba toda una pérdida de tiempo el permanecer sentado dos horas, en una actividad que ya no poseía el mismo interés, de par de horas atrás.

-¿Le... gustaría ir a otra parte señorita? - volvía a sonreír todo lo encantadoramente que me fuese posible.- Creo que me imperioso conocer un poco más de usted en éste momento. La obra estará en cartelera un par de semanas más y puede que usted desaparezca ésta misma noche. -Lancé la invitación seguro de mi mismo, como casi siempre. - Por el contrario, si mi ofrecimiento le parece burdo y fuera de lugar, le ruego me disculpe. -Esperaba fervientemente que su respuesta fuese positiva, por el bienestar de la noche. Y de mi...

Estaba satisfecha, por ahora podía considerar dejar la abundancia del teatro.

-Mi estimado, le aseguro que estoy muy por encima de lo social – sonreí y asentí a su petición para cazar fantasmas, era risible la palabra cacería, cuando los humanos son nuestras presas, no me molestaba su mirada en mi cuerpo, al contrario me hacía sentir viva; disfrutaba de su galante beso mientras pensaba ¿cuánto podría durar esa frescura mortal? Debía tener mucho cuidado con mi acompañante, era tan frágil y él no lo sabía.

Me recline en la butaca y me volví hacia él para asentir con un susurro – Si, vamos, le aseguro que me quedare a su lado hasta el amanecer.-  reí muy bajo cubriendo mi boca con el abanico, mientras me levantaba lo vi de soslayo y continúe caminando hacia la salida.

Me preguntaba a donde tenía planeado llevarme y cuánto tiempo me duraría el juego; sin duda el amanecer resaltaría una clara diferencia de realidades. Sin querer me he desplazado sin materializar mis pies, por fortuna el teatro es un lugar oscuro, ya en el vestíbulo podía concentrarme en conservar mi corporeidad. Me volví para verlo, es muy galante y tan joven que me apremia tocarlo, esa calidez humana era llamativa comparada con mi fría esencia.

-¿A dónde iremos Monsieur Quentin?- pregunte entusiasmada, mientras guardaba mi abanico.

-Debo admitir que me sorprendió su invitación-

Las luces del teatro ya se habían apagado. Solamente se escuchaban breves susurros por los diferentes flancos de nuestro palco, donde estábamos cómodamente sentados. En el momento idóneo para emprender una discreta retirada, sin que ojos curiosos reparasen en nuestra presencia. Le ofrecí el brazo para escoltarle hacia la puerta de salida, misma que abrí tratando de no hacer más ruido del necesario, Permitiéndole el paso primeramente. Cerré y le dirigí por el corredor que cubría perfectamente nuestros pasos, gracias a la alfombra pulcra que adornaba aquel majestuoso teatro.

En ese unstante, las palabras sobraban. Mi mente comenzaba a idealizar una serie de situaciones que podrían ocurrir desde que pusiésemos un pie afuera del teatro, hasta llegar a mi residencia. No era costumbre arraigada, el llevar damas a esas horas de la noche, bajo la circunstancia que fuese, sin embargo, el día había comenzado bastante Inusual, y no sería raro que terminase de la misma manera. Ésa clase de días, en las que por un momento, por un instante, te olvidas de todo, y únicamente te dedicas a vivir, a probar, a experimentar. ¿Qué más daba romper con el protocolo de las buenas costumbres, cuando escoltabas a una bella dama, hasta aquel espacio que consideras muy tuyo y único?

-Créame que el fantasma que habita en mi residencia, lleva atormentándome los últimos cinco años, sin darme tregua. Apareció como suelen ocurrir estas cosas, de improviso. De verdad es escalofriante, puedo asegurárselo. -Mis ojos se ensombrecieron, y la sonrisa de borró de mi rostro momentáneamente. -Se lo comunico para que vaya preparada mentalmente. No le gustan los extraños...

Tampoco le gustaba yo, desde luego. Ya había considerado la posibilidad de hacer una clase de exorcismo con la ayuda de la iglesia para erradicarlo totalmente de mi hogar, ¿pero quién en sano juicio se prestaría para tales cosas? ¿Estaría arriesgando a la dama? Muchas preguntas para pocas respuestas. Aunque a decir verdad, el asunto del fantasma solamente había sido un pretexto. Esa noche sentía la necesidad de pasar la noche acompañado. La nostalgia no era buena compañera.

Al llegar al vestíbulo, pedí inmediatamente la presencia de mi cochero, que no tardó más allá de lo necesario indicábdole que iríamos a casa:

-Permítame ayudarle -abrí la puerta para ella. Enseguida me apeé, sin despegarle la vista- No tardaremos en llegar.

Me encontraba pensativa ante aquel esplendido carruaje, los corceles relinchaban impacientes haciendo sonar sus cascos cuando golpeaban el camino adoquinado, de no ser por los gestos galantes que me invitaban a continuar hubiera sentido algo de desprecio; ya había tenido en vida una experiencia con las máscaras de la alta sociedad, regrese a mi realidad al escuchar el interesante relato de Monsieur Quentin, permanecí sin expresión alguna , mirando y escuchando atentamente , quería encontrar alguna pista sobre el “otro” que estaría entorpeciendo mi fantástica velada, parecía ser de aquellos más lamentables; de los que no pueden dejar de ser un lamento y martirio para los vivos, definitivamente eso no era lo mío, deseaba tanto “vivir” era una tonta que en vida no sabía cómo hacerlo y que muerta anhelaba disfrutarlo.

Ah, como me agradaba la sensación del terciopelo en los asientos, el ocre y el purpura de los adornos contrastando el caoba y el olor a madera, tome asiento junto a la ventana.

- No tema mi estimado Monsieur Quentin, nuestro encuentro es igual de inesperado y estoy dispuesta competir por su atención –

No eran falsas mis palabras, aunque no tenía intenciones de quedarme mucho tiempo al lado de Monsieur, si poseo la energía suficiente para disputar por él.

- ¿5 años? Tanto tiempo encerrado, acosando el mismo lugar; será que hay algo de importancia en ese lugar para la maligna aparición.-

Me intrigaba más el lamentable hecho de mi competidor que la desventura de mi estimado caballero, aun así proseguí en mi interrogatorio.

- Monsieur Quentin, ¿conoce la historia de su residencia? … o podría ser que usted es el objetivo, cualquiera que fuese la respuesta me intriga aún más su fortaleza de espíritu, ¿Cómo ha podido vivir cinco años con esa sombría presencia?

Quería saber más de él y de su obligado compañero de residencia, muy digna mantuve la compostura en el tono de mis palabras así como la distancia entre ambos pero, a pesar de ello, podía invadir su espacio personal con la mirada sin que eso me incomodara, que podía perder yo, alguien que ya lo había perdido todo.

Medité concienzudamente sus palabras, a decir verdad no había tenido el tiempo suficiente para analizar una idea certera, de quien pudiese ser el alma en pena atormentada, porque, la casona donde vivía, había sido una propiedad de mi ta tara ta tara abuelo. Muchas generaciones, habían vivido bajo su techo, y si bien habían ocurrido decenas de hechos trágicos dentro de esas paredes, no había algún dato en específico, que me diese la certeza de saber de quién se trataba.

-En mi familia han ocurrido hechos muy extraños y extraordinarios. Al principio no creía en tales supercherías, negándome rotundamente a creer los muertos, y en los espíritus, pero como ya le he dicho, llevo cinco años co habitando con éste espectro. -me acerqué a ella tratando de no invadir su espacio, pero lo suficientemente cerca como para admirar su etérea belleza, casi al grado de susurrar-. Tengo la ligera sospecha de que mi inquilino incómodo, puede tratarse ya sea de una anciana, de una mujer joven. Inclusive de un niño, o... pueden ser los tres. ¿quién sabe? - le miré fijamente. Sin despegarle los ojos de encima. - Algunas noches, cuando todo permanece en silencio y me encuentro recostado sobre lecho, puedo sentir claramente como alguien se recuesta a mi lado, hundiendo el suave colchón por el peso de su cuerpo. Escucho el acto de acariciar las sábanas, e inclusive su respiración, y luego de eso…

Dejé la historia en suspenso, y le ofrecí el brazo para que lo tomara. Le ofrecería un recorrido por las principales salones de la residencia, y quizás  tratar de recordar cada una de las historias que mi madre me había contado y a su vez, ella  había escuchado de la suya. De mi abuela. En cada uno de los salones de las habitaciones principales, habían sucedido importantes y desagradables acontecimientos dignos de ser redactados, y plasmados, en una novela de ciencia-ficción.

Nuestra primera parada, fue el salón del té. Era una estancia pequeña pero confortable, amueblada con dos sillones individuales y una pequeña mesa en medio de estos. Un par de amplios ventanales permitían la entrada de luz solar cuando el alva despuntaba y un enorme espejo, decorando la pared principal. Le ofrecí asiento.

- El salón del té. -tomé asiento a su lado-.  Aquí ocurrió el primer asesinato. Justo donde está usted sentada, se encontraba la viuda de Alba y Montero. Una rica hacendada, que había heredado los millones que su anciano marido le había dejado al morir. Se le sirvió una taza de té negro, la bebió, y segundos después, un acceso de tos le vino de improviso, arrojando sangre en cada uno de los ataques. Intentó llegar a la puerta, pero fue inútil. Se desvaneció en medio de la alfombra, había caído muerta, envenenada.  

Si hubiese tenido una orquesta para amenizar el momento, la música habría sido una pieza de suspenso. Esperaba que mi acompañante, no estuviera asustada por mis cuentos de horror.

Cogí su brazo y me deje guiar por él, mientras escudriñaba las presencias fantasmales; eran pobres y con poca fuerza encadenadas a un solo lugar, negándose a abandonar lo que les pertenece, -patéticas almas sin fuerza- pensé y seguido a eso me sentí culpable, si no fuera por mi falta de recuerdos, seguramente sería igual a ellos, son los recuerdos y las añoranzas lo que los mantiene en este lugar.

Escuchaba atentamente sus relatos mientras examinaba la silla en la que me encontraba, gire disimuladamente al percatarme que allí estaba ella, un espectro bastante antiguo y con poca fuerza, tenía esos rasgos tan clásicos y llenos de dignidad, ella asentía mientras él proseguía su relato. Me pareció muy interesante pero, no era la viuda quien compartía el lecho con Monsieur Quentin, ella no mostraba interés por él, su objetivo era más bien el de cuidar su “riqueza”.

A pesar de que la viuda no tenía interés por el joven, mi presencia no era grata y sentencio con su mano en dirección a la salida, no pensaba obedecer a una vieja sin energía, era yo la que había gozado de un festín en el teatro, tenía que demostrarle que no pensaba retirarme y que por contrario me divertiría con Monsieur Quentin; comencé a mover las cortinas mientras la temperatura en la habitación bajaba, me volví hacia mi  estimado Monsieur Quentin y busque tomar su mano. Contaba con la varonil protección  que Monsieur seguramente me proporcionaría, él vería, escucharía y sentiría la presencia de los espectros por medio de la ilusión, solo debía tomar mi mano para que iniciara su viaje.

Mientras esperaba confiada que mi anfitrión tomara mi mano, algunas sombras comenzaron a desfilar por la puerta que conducía a la salida del salón, poco a poco fueron tantas que simulaban pequeños remolinos belicosos, manifestaciones ansiosas por contactar al humano que por años habían atormentado, generaban una corriente de aire que zumbaban por los pasillos de la casona, la atracción de los espectros al unísono y contagiados por la angustia de manifestarse  era realmente molesta, cerré mentalmente las puertas que daban entrada al salón y seguido del crujido por el cierre inesperado, casi de inmediato una calma nos invadió.

-Monsieur Quentin- exclame, mientras lo miraba a los ojos.

-Esas inoportunas sombras- pensé, seguramente habían sido tan fuertes que él debía haberlas notado, ¿si él desistía? …no, no era de ese tipo de humano, su personalidad lo empujaría a seguir… o al menos eso era lo que yo deseaba.