AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Lo mío es mío (Priv. Löwe)
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Lo mío es mío (Priv. Löwe)
A pesar de lo alejada que se encontraba aquella propiedad de cualquier lugar de algún modo otro gato macho había llegado hasta allí, se trataba de un animal que se encontraba en un estado tan salvaje como el de cualquier otra criatura silvestre, su aroma contaminaba mi territorio así que a pesar de normalmente llevarme bien con otros gatos, mis instintos lo reconocieron como un invasor, haciendo de la necesidad de expulsarlo una urgencia compulsiva. Ese era mi hogar, mis arboles, mis arbustos, mis ardillas, mis aves, mis macetas, mis humanos y especialmente mi amo, todas esas cosas estaban allí, ningún gato iba a venir a poner su marca sobre ellas y salir alegremente.
Arquee mi lomo con los pelos erizados y mis colmillos mostrándose con cada siseo amenazante, el otro felino se mostraba igualmente agresivo, con su pelaje pardo dándole un volumen considerable. Por un rato intercambiamos zapatos al aire y seseos enloquecidos, pero luego la lucha se torno más seria y nos enzarzamos en un revoltijo de mordidas y arañazos, nuestros gritos llenaban el aire, un canto de guerra ancestral contenido en nuestras voces.
La lucha se prolongo, ninguno de los dos quería rendirse, especialmente yo, aquel era mi lugar y no estaba dispuesto a ser expulsado por un desconocido, nuevamente caímos uno sobre el otro renovando los gritos junto con las heridas hasta que finalmente el intruso emprendió la huida haciendo que lo persiguiera un tramo para asegurarme de que no regresaría.
Orgulloso de mi victoria regrese cojeando a la mansión, tenia mordidas en mi cuello, mi pata y otras partes, además de la nariz cruzada por un profundo arañón, pero me sentía orgulloso de exhibir tales heridas, eran la prueba de mi victoria. Dentro de la mansión fui a uno de los bonitos sofás de tapizado claro, subiéndome sobre el para lamer mis heridas y poner algo de orden en mi pelaje, las mucamas no estarían felices si me veían allí, pero que vinieran si tenían el valor, las enfrentaría como el gran guerrero que era y saldrían arrastrando sus escobas con las narices arañadas.
Arquee mi lomo con los pelos erizados y mis colmillos mostrándose con cada siseo amenazante, el otro felino se mostraba igualmente agresivo, con su pelaje pardo dándole un volumen considerable. Por un rato intercambiamos zapatos al aire y seseos enloquecidos, pero luego la lucha se torno más seria y nos enzarzamos en un revoltijo de mordidas y arañazos, nuestros gritos llenaban el aire, un canto de guerra ancestral contenido en nuestras voces.
La lucha se prolongo, ninguno de los dos quería rendirse, especialmente yo, aquel era mi lugar y no estaba dispuesto a ser expulsado por un desconocido, nuevamente caímos uno sobre el otro renovando los gritos junto con las heridas hasta que finalmente el intruso emprendió la huida haciendo que lo persiguiera un tramo para asegurarme de que no regresaría.
Orgulloso de mi victoria regrese cojeando a la mansión, tenia mordidas en mi cuello, mi pata y otras partes, además de la nariz cruzada por un profundo arañón, pero me sentía orgulloso de exhibir tales heridas, eran la prueba de mi victoria. Dentro de la mansión fui a uno de los bonitos sofás de tapizado claro, subiéndome sobre el para lamer mis heridas y poner algo de orden en mi pelaje, las mucamas no estarían felices si me veían allí, pero que vinieran si tenían el valor, las enfrentaría como el gran guerrero que era y saldrían arrastrando sus escobas con las narices arañadas.
Mauren Morgan- Cambiante Clase Baja
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Fecha de inscripción : 03/04/2013
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Re: Lo mío es mío (Priv. Löwe)
Llevaba una discusión acalorada con uno de los miembros de la marina. Insistían en que su presencia no era necesaria en el puerto. Se creían que él no sabía que en su ausencia aprovechaban para hacer contrabando de esclavos negros sin que él pudiera dar conocimiento a las autoridades. Eran tan necios. Incluso ahora, mientras escuchaba al enrojecido hombrecillo que le gritaba en su despacho, en su casa, sobre la necesidad de confiar en los “honorables mercaderes de Inglaterra”, él sólo sonreía con altanería y asentía como si lo que dijera fuese cierto.
- Quizás no me haya comprendido bien. Si desea traer esclavos en mi puerto, será con mi presencia. – Se levantó y se dirigió a la bandeja de bebidas, sirviendo en un vaso una generosa cantidad de alcohol. Algo que le ayudase a no enterrar sus dedos en la garganta del insolente hombre y acabar con su vida en ese instante. Le gustaba los beneficios que tenía hacerse pasar por humano, pero ya comenzaba a cansarse de tener que tratar con hombres que creían tener más autoridad que él sólo por tener una fortuna a sus espaldas. Algunos incluso se jactaban de estar protegidos pos sus amantes. Era todo tan absurdo que podría reír a carcajadas si no estuviera perdiendo su tiempo con esta comedia sin sentido. – Ése es el único requisito que debe cumplir, Señor Velvet. Cúmplalo o vaya a otro maldito País. – Se encogió de hombros y le dio una mirada de “no engañas a nadie con esa expresión de ofendido”.
- No entiendo cómo un alemán puede ordenarme como debo hacer mis negocios en Francia.- Gruñó recogiendo todos los papeles que había lanzado antes en su escritorio para hacerle saber que podía comerciar con esclavos. El problema que tenía aquel grueso y pequeño hombre, era que Löwe tenía mil años. Sabía miles de trucos, engaños y espejismos tras los que ocultar el verdadero negocio de los mercaderes. Y no deseaba tener en este instante problemas con la realeza francesa. Ya tenía suficiente con inventarse una excusa creíble cada vez que alguien lo necesitaba durante el día.
- Puede presentar una queja ante el rey. Él podrá explicarle mejor todos los asuntos de la elección del General de la Marina Francesa.- Sonrió y lo siguió, caminando detrás de él hasta llegar al salón. Sus ojos se centraron en el gato naranja mientras el señor Velvet seguía su mirada y caía en la presencia del minino. - ¿Usted también posee uno de esos asquerosos animales?. Veo que no tiene muchas diferencias con una doncella. Molesta a los hombres en sus negocios por no cumplir sus caprichos y posee un gato como mascota.- Soltó una carcajada en su cara y enfrentó al vampiro con la mirada. Pero Löwe simplemente se encogió de hombros y le dio una sonrisa aún mayor.- Lamento tener que decirle que no, señor Velvet. Pero espero que podamos seguir siendo amigos, es usted un hombre muy especial.- Los ojos del vampiro brillaron con humor, mientras le tomaba una de las manos al hombrecillo y le daba un beso. La mirada que le lanzó fue casi como si lo quisiera seducir, dándole una muestra de lo que podría suceder si el humano fuera una mujer. – Espero que mi disculpa no sea muy femenina. Usted parece ser el experto en cuanto mujeres molestas se refiere. –
Velvet alejó la mano como si quemase y dio un grito ahogado.- ¡¡¿ Quiere decir que me han rechazado muchas mujeres!!?- Le gritó completamente enfurecido. Su furia fue tal, que se atrevió a lanzar una patada al mueble más cercano en forma de berrinche. Frente al humano enloquecido, Löwe simplemente mostraba una perfecta calma. Sólo sus ojos revelaban que estaba a punto de matarlo. Volvió a mirar al gato y esta vez se dio cuenta de las heridas que poseía. Alzó una ceja con diversión y ocultó una minúscula sonrisa. Al parecer no era el único que estaba teniendo una tarde entretenida.
- Quizás no me haya comprendido bien. Si desea traer esclavos en mi puerto, será con mi presencia. – Se levantó y se dirigió a la bandeja de bebidas, sirviendo en un vaso una generosa cantidad de alcohol. Algo que le ayudase a no enterrar sus dedos en la garganta del insolente hombre y acabar con su vida en ese instante. Le gustaba los beneficios que tenía hacerse pasar por humano, pero ya comenzaba a cansarse de tener que tratar con hombres que creían tener más autoridad que él sólo por tener una fortuna a sus espaldas. Algunos incluso se jactaban de estar protegidos pos sus amantes. Era todo tan absurdo que podría reír a carcajadas si no estuviera perdiendo su tiempo con esta comedia sin sentido. – Ése es el único requisito que debe cumplir, Señor Velvet. Cúmplalo o vaya a otro maldito País. – Se encogió de hombros y le dio una mirada de “no engañas a nadie con esa expresión de ofendido”.
- No entiendo cómo un alemán puede ordenarme como debo hacer mis negocios en Francia.- Gruñó recogiendo todos los papeles que había lanzado antes en su escritorio para hacerle saber que podía comerciar con esclavos. El problema que tenía aquel grueso y pequeño hombre, era que Löwe tenía mil años. Sabía miles de trucos, engaños y espejismos tras los que ocultar el verdadero negocio de los mercaderes. Y no deseaba tener en este instante problemas con la realeza francesa. Ya tenía suficiente con inventarse una excusa creíble cada vez que alguien lo necesitaba durante el día.
- Puede presentar una queja ante el rey. Él podrá explicarle mejor todos los asuntos de la elección del General de la Marina Francesa.- Sonrió y lo siguió, caminando detrás de él hasta llegar al salón. Sus ojos se centraron en el gato naranja mientras el señor Velvet seguía su mirada y caía en la presencia del minino. - ¿Usted también posee uno de esos asquerosos animales?. Veo que no tiene muchas diferencias con una doncella. Molesta a los hombres en sus negocios por no cumplir sus caprichos y posee un gato como mascota.- Soltó una carcajada en su cara y enfrentó al vampiro con la mirada. Pero Löwe simplemente se encogió de hombros y le dio una sonrisa aún mayor.- Lamento tener que decirle que no, señor Velvet. Pero espero que podamos seguir siendo amigos, es usted un hombre muy especial.- Los ojos del vampiro brillaron con humor, mientras le tomaba una de las manos al hombrecillo y le daba un beso. La mirada que le lanzó fue casi como si lo quisiera seducir, dándole una muestra de lo que podría suceder si el humano fuera una mujer. – Espero que mi disculpa no sea muy femenina. Usted parece ser el experto en cuanto mujeres molestas se refiere. –
Velvet alejó la mano como si quemase y dio un grito ahogado.- ¡¡¿ Quiere decir que me han rechazado muchas mujeres!!?- Le gritó completamente enfurecido. Su furia fue tal, que se atrevió a lanzar una patada al mueble más cercano en forma de berrinche. Frente al humano enloquecido, Löwe simplemente mostraba una perfecta calma. Sólo sus ojos revelaban que estaba a punto de matarlo. Volvió a mirar al gato y esta vez se dio cuenta de las heridas que poseía. Alzó una ceja con diversión y ocultó una minúscula sonrisa. Al parecer no era el único que estaba teniendo una tarde entretenida.
Löwe Von Meer- Vampiro Clase Alta
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Re: Lo mío es mío (Priv. Löwe)
Aquel hombrecillo estaba causando alboroto en mi casa, le di a mi amo una mala mirada, me costaba entender que permitiera a un humano tener incluso el atrevimiento de maltratar nuestros muebles, muebles que solo yo tenia la potestad de arañar. Agite mi cola sin ocultad mi enfado, mis orejas bajaron viendo en aquel primate sobrealimentado la misma intrusión que sólo momentos atrás repelí, si aquello continuaba al final saltaría sobre el hombre y lo sacaría a base de zarpazos y mordidas.
Tratando de no interferir volví a lamer mis heridas, pronto desaparecerían del todo, me curaba a un ritmo anormal, una habilidad que aunque común en los cambiaformas, no todos poseían. En cuanto me concentre en ello me olvide de las presencias alrededor mío, aun era temprano y tenia planes, quería salir, ir más allá de los tácitos limites de la propiedad, además no frecuentemente contaba con la presencia de mi amo, así que el debía acompañarme, quizás ir hasta la ciudad y comprobar en algún bar si cambiaformas o vampiros tenían la mayor resistencia al alcohol, sino, hace mucho que no visitaba ninguno de los club de caballeros de la ciudad, Löwe seguramente podría ganar algunas rondas en las cartas, por supuesto que yo usaría todos mis trucos para quitarle luego en la mesa cualquier cosa que el hubiese conseguido.
Tantas cosas... ronronee deleitado con las simples posibilidades, incluso si sólo era para dar una vuelta en coche, extrañaba la ciudad, los peligros, las luces, el vicio en cada esquina. Paris era una dama envejecida y corrupta bajo su maquillaje de opulencia, tan brillante en su exterior, como pútrida en las entrañas, y así despertaba mi amor.
Tratando de no interferir volví a lamer mis heridas, pronto desaparecerían del todo, me curaba a un ritmo anormal, una habilidad que aunque común en los cambiaformas, no todos poseían. En cuanto me concentre en ello me olvide de las presencias alrededor mío, aun era temprano y tenia planes, quería salir, ir más allá de los tácitos limites de la propiedad, además no frecuentemente contaba con la presencia de mi amo, así que el debía acompañarme, quizás ir hasta la ciudad y comprobar en algún bar si cambiaformas o vampiros tenían la mayor resistencia al alcohol, sino, hace mucho que no visitaba ninguno de los club de caballeros de la ciudad, Löwe seguramente podría ganar algunas rondas en las cartas, por supuesto que yo usaría todos mis trucos para quitarle luego en la mesa cualquier cosa que el hubiese conseguido.
Tantas cosas... ronronee deleitado con las simples posibilidades, incluso si sólo era para dar una vuelta en coche, extrañaba la ciudad, los peligros, las luces, el vicio en cada esquina. Paris era una dama envejecida y corrupta bajo su maquillaje de opulencia, tan brillante en su exterior, como pútrida en las entrañas, y así despertaba mi amor.
Mauren Morgan- Cambiante Clase Baja
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Re: Lo mío es mío (Priv. Löwe)
Su sonrisa profesional jamás cedió mientras miraba al hombre. Pero si seguía provocándole, terminaría perdiendo aquella máscara de tranquilidad que había tratado de poseer durante toda la visita no deseada. Su mente ya estaba comenzando a planear dónde ocultar el cadáver y cómo justificar su ausencia, si es que se daba la provocación necesaria para que él procediera a ejecutarlo.
A veces le sorprendía la estupidez humana. Pero era algo que siempre, a pesar de todos los años que tenía, seguía sacándole una expresión de incredulidad. El hombre siguió gruñendo cosas sin sentido acerca de que él lo que quería era robarle el negocio. Golpeó un jarrón y terminó destruyendo la obra en miles de pedazos contra el suelo. - Señor, le ordeno que no continúe. Va a hacer que me enfade. Y créame, usted no quiere eso.- Le dijo con una sonrisa inocente, mientras le señalaba la puerta con un ademán elegante y a la vez lleno de autoridad. No iba a dejarse doblegar por alguien que le doblaba en peso y estupidez.
-¡¡Me está amenazando!!- Gritó con fuerza. Una de esas pequeñas y rechonchas manos tomó una figura de marfil y la lanzó en el aire. Aunque esta vez, el objeto no fue destinado a chocar contra el suelo, sino que tenía un objeto más interesante. Uno vivo, anaranjado y con los ojos verdes. Todas sus buenas intenciones se esfumaron con aquel gesto, obligándolo a moverse a una velocidad inhumana para atrapar la figura antes de que impactara contra Maurice.
Sus ojos brillaron como si fueran la señal de que todo control se hubiera esfumado de su mente y cuerpo. - Discúlpate ahora mismo.- Susurró como una orden, adueñándose de la mente del hombre humano. Eliminó todo control del grueso hombre, todos sus deseos estaban centrados en la voz del vampiro. Era suyo. Su juguete para castigar hasta que sintiese que su daño se hubiera reparado.
Cogió al gato y se sentó, colocándoselo sobre sus piernas. Su sonrisa se amplió, mientras escuchaba la disculpa que el señor Velvet había lanzado al aire.- Dime Maurice. ¿Deberíamos hacer que se desnudara y comenzase a gruñir como un cerdo?.- Se rió con crueldad y le ordenó al hombre a hacer lo que había preguntado en voz alta. Cuando la habitación se llenó de los “oink, oink” del hombre desnudo, deslizó los ojos por el cuerpo de Maurice y suspiró.- ¿Con qué animal salvaje te enfrentaste esta vez?.- Le rascó detrás de sus orejas y le dio una rápida mirada llena de cariño y admiración. Aquel hombre siempre le sorprendía al insistir en comportarse como el animal que era. A veces podía jurar que si no fuera por las comodidades que traía el ser humano, su amante siempre optaría por su forma animal. Quizás en eso residía el encanto que lo había atrapado. En la seguridad de que hiciera lo que hiciera, aquel hombre siempre sería libre y haría lo que quisiera.
Löwe Von Meer- Vampiro Clase Alta
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Re: Lo mío es mío (Priv. Löwe)
Disfrute de sus mimos lo justo antes de acomodarme en su regazo y tomar mi forma humana quedando cara a cara con mi adorado y cruel amo.
- Estoy un poco confundido amo... ¿es al hombre al que estas castigando, o es a mi?, porque estoy bastante seguro que no podre volver a comer cerdo sin que esta imagen me atormente - mordisquee su cuello mientras ponia mis manos a los lados de sus estrechas caderas - Olvida al humano y salgamos a divertirnos - propuse - ya has trabajado suficiente, llevame a la ciudad, quiero embriagarme y ver algunas mujeres ligeras de ropa - Aunque mi amo ocupaba la sima en la escala de cosas que me gustaban ver desnudas, extrañaba obtener un poco de los perversos placeres de la ciudad - puedes dejar al hombre en la porqueriza con los demás cerdos, cuando regresemos aun estara aqui para que hagas con el lo que desees - en cambio no podía asegura lo mismo de mi persona. Adoro a mi amo, al igual que las horas que pasamos juntos, pero no iba a competir por su atención contra un hombre despojado de toda su dignidad que gruñia como un animal.
- Estoy un poco confundido amo... ¿es al hombre al que estas castigando, o es a mi?, porque estoy bastante seguro que no podre volver a comer cerdo sin que esta imagen me atormente - mordisquee su cuello mientras ponia mis manos a los lados de sus estrechas caderas - Olvida al humano y salgamos a divertirnos - propuse - ya has trabajado suficiente, llevame a la ciudad, quiero embriagarme y ver algunas mujeres ligeras de ropa - Aunque mi amo ocupaba la sima en la escala de cosas que me gustaban ver desnudas, extrañaba obtener un poco de los perversos placeres de la ciudad - puedes dejar al hombre en la porqueriza con los demás cerdos, cuando regresemos aun estara aqui para que hagas con el lo que desees - en cambio no podía asegura lo mismo de mi persona. Adoro a mi amo, al igual que las horas que pasamos juntos, pero no iba a competir por su atención contra un hombre despojado de toda su dignidad que gruñia como un animal.
Mauren Morgan- Cambiante Clase Baja
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Re: Lo mío es mío (Priv. Löwe)
Se rió y dejó que él lo tocase a su antojo, mientras vigilaba al hombre cerdo. Realmente estaba enfadado. No tenía que aguantar a ningún humano, mucho menos uno que destrozaba su casa sin siquiera agradarle la vista con su belleza. Aquel hombre era despreciable en todos los ámbitos en los que ése término pudiera aplicarse. Sin embargo lo hacía, había intentado no matarlo porque sabía que había informado en el puerto de que iría a su casa. Lo último que quería era tener que explicar por qué tenía un hombre desnudo de ojos verdes, deambulando por la casa como si fuera el dueño y señor de todo lo que hubiese en ella.
-¿Quieres ir a un burdel?- Lo miró incrédulo y después lo apartó de encima para sentarlo en el sillón. - ¿ No vas a ponerte celoso?- Alzó una ceja y lo miró con seriedad durante unos segundos. No sabía si aquello era una trampa para ver si él decía que sí y entonces ser atacado por ser un pervertido, o si era realmente cierto y tendría que llevar al chico a ver los encantos del barrio rojo de París. No era estúpido. Sabía cuando mantenerse callado y esperar una aclaración que le permitiera seguir teniendo sexo por las noches. Un paso en falso y tendría que aguantar cómo los objetos de la casa se rompían, desaparecían o, en el peor de los casos, era atacado mientras dormía. Maurice lo quería, pero era un astuto gato, si quiere recobrar su honor, sabe que las horas de sueño de un vampiro son fantásticas para ello. Al menos para poder crearse una ruta de escape después del error cometido.
Caminó hasta el hombre que gruñía y lo miró a los ojos.- Vístete. Mañana presentarás una carta en la que me cedes todas tus riquezas y posesiones y te marcharás a Rusia. Allí buscarás alguien que te azote todas las noches. Si no eres azotado, comenzarás a gruñir como un cerdo, independientemente de quién esté contigo.- Sonrió con dulzura y se encogió de hombros.- No dirás nada sobre mí. Ni siquiera sabes por qué acudiste a mi casa.- Soltó su control mental sobre él y después se giró hacia Maurice.
A su espalda, el señor Garret recogía sus prendas y se vestía con pánico, intentando salir de aquella situación lo antes posible. - ¿No te va a importar que mis ojos recorran otro cuerpo que no sea el tuyo?. - Una pequeña sonrisa se extendió en su rostro, mientras pensaba en lo adorable que era cuando estaba celoso.
-¿Quieres ir a un burdel?- Lo miró incrédulo y después lo apartó de encima para sentarlo en el sillón. - ¿ No vas a ponerte celoso?- Alzó una ceja y lo miró con seriedad durante unos segundos. No sabía si aquello era una trampa para ver si él decía que sí y entonces ser atacado por ser un pervertido, o si era realmente cierto y tendría que llevar al chico a ver los encantos del barrio rojo de París. No era estúpido. Sabía cuando mantenerse callado y esperar una aclaración que le permitiera seguir teniendo sexo por las noches. Un paso en falso y tendría que aguantar cómo los objetos de la casa se rompían, desaparecían o, en el peor de los casos, era atacado mientras dormía. Maurice lo quería, pero era un astuto gato, si quiere recobrar su honor, sabe que las horas de sueño de un vampiro son fantásticas para ello. Al menos para poder crearse una ruta de escape después del error cometido.
Caminó hasta el hombre que gruñía y lo miró a los ojos.- Vístete. Mañana presentarás una carta en la que me cedes todas tus riquezas y posesiones y te marcharás a Rusia. Allí buscarás alguien que te azote todas las noches. Si no eres azotado, comenzarás a gruñir como un cerdo, independientemente de quién esté contigo.- Sonrió con dulzura y se encogió de hombros.- No dirás nada sobre mí. Ni siquiera sabes por qué acudiste a mi casa.- Soltó su control mental sobre él y después se giró hacia Maurice.
A su espalda, el señor Garret recogía sus prendas y se vestía con pánico, intentando salir de aquella situación lo antes posible. - ¿No te va a importar que mis ojos recorran otro cuerpo que no sea el tuyo?. - Una pequeña sonrisa se extendió en su rostro, mientras pensaba en lo adorable que era cuando estaba celoso.
Löwe Von Meer- Vampiro Clase Alta
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Re: Lo mío es mío (Priv. Löwe)
- Hagamos una tregua esta noche... el amo puede mirar tanto como desee si yo también puedo hacerlo... pero nada de tocar, si el amo toca a alguna otra persona además de mi, tal vez el amo despierte con una estaca en su mezquino corazón - la mirada que le di era una clara advertencia de que si rompía esa condición, me aseguraría de propiciar las represarías.
Quería romper la rutina, hacer algo en su compañía en lugar de escaparme en busca de solitarias experiencias, después de todo, a pesar de lo mucho que había cambiado nuestra relación desde aquella primera noche que comparti mi cuerpo con él, el tiempo seguia su curso, ahora me encontraba en la flor de la juventud, con la belleza de mi parte, pero no siempre seria de ese modo, un día tendría que enfrentarme a las marcas que el tiempo dejaria en mi, las arrugas, los cabellos blancos perturbando la perfección dorada de mis rizos, un día tendría que temer su mirada sobre mi cuerpo desnudo, porque un día el me miraría y ya no vería a este joven y lleno de vitalidad hombre que soy, sino a un viejo y cansado felino que se conserva apenas por la nostalgia hacia pasados días mejores. Pero para entonces esperaba haber aprovechado al máximo cada momento a su lado.
- Primero quiero ver esos famosos Clubs de caballeros que son tan populares, me imagino que mi amo pertenece a alguno - yo en cambio, en el mejor de los casos era un sirviente, lo cual no era status suficiente para pertenecer a algún Club, pero si era en la compañía de mi señor, ningún lugar me podía negar la entrada - deseo comprobar si son tan magníficos como se comenta... y después podemos ir a un bar, beber ginebra hasta casi caernos y luego buscar algún burdel que ofrezca un espectáculo apropiado para dos aburridos y ebrios caballeros... - una amplia sonrisa se expandió por mis labios - si vemos algo interesante quizás podríamos intentarlo en casa...
Me levante del sillón donde antes me dejo depositado, dispuesto a ir a buscar mi mejor traje, por supuesto que los de mi amo eran aun mejores, hechos exactamente a su medida por los mejores sastres de París, pero una cosa era robarle alguno de vez en cuando y usarlos arbitrariamente dentro de la propiedad, y otra salir a la calle con una prenda que a simple vista era de una talla distinta a la mía.
Quería romper la rutina, hacer algo en su compañía en lugar de escaparme en busca de solitarias experiencias, después de todo, a pesar de lo mucho que había cambiado nuestra relación desde aquella primera noche que comparti mi cuerpo con él, el tiempo seguia su curso, ahora me encontraba en la flor de la juventud, con la belleza de mi parte, pero no siempre seria de ese modo, un día tendría que enfrentarme a las marcas que el tiempo dejaria en mi, las arrugas, los cabellos blancos perturbando la perfección dorada de mis rizos, un día tendría que temer su mirada sobre mi cuerpo desnudo, porque un día el me miraría y ya no vería a este joven y lleno de vitalidad hombre que soy, sino a un viejo y cansado felino que se conserva apenas por la nostalgia hacia pasados días mejores. Pero para entonces esperaba haber aprovechado al máximo cada momento a su lado.
- Primero quiero ver esos famosos Clubs de caballeros que son tan populares, me imagino que mi amo pertenece a alguno - yo en cambio, en el mejor de los casos era un sirviente, lo cual no era status suficiente para pertenecer a algún Club, pero si era en la compañía de mi señor, ningún lugar me podía negar la entrada - deseo comprobar si son tan magníficos como se comenta... y después podemos ir a un bar, beber ginebra hasta casi caernos y luego buscar algún burdel que ofrezca un espectáculo apropiado para dos aburridos y ebrios caballeros... - una amplia sonrisa se expandió por mis labios - si vemos algo interesante quizás podríamos intentarlo en casa...
Me levante del sillón donde antes me dejo depositado, dispuesto a ir a buscar mi mejor traje, por supuesto que los de mi amo eran aun mejores, hechos exactamente a su medida por los mejores sastres de París, pero una cosa era robarle alguno de vez en cuando y usarlos arbitrariamente dentro de la propiedad, y otra salir a la calle con una prenda que a simple vista era de una talla distinta a la mía.
Mauren Morgan- Cambiante Clase Baja
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Re: Lo mío es mío (Priv. Löwe)
Los celos se engendran entre los que bien se quieren, del aire que pasa, del sol que toca y aun de la tierra que se pisa.
» Miguel de Cervantes
» Miguel de Cervantes
“Quiero ver esos famosos Clubs de caballeros”. Definitivamente aquel hombre se había propuesto matarlo en vida, si es que eso era posible dada su condición como vampiro. Quería que lo llevara con el resto de pervertidos que guardaba París, hombres con ropas elegantes y lengua siempre dada a alagar a los demás con frases robadas a trovadores. Ni siquiera se molestaban en aprender alguna nueva, sino que iban guardando frases, ya sea de su amigo, primo o hermano. Todo valía si servía para abrirle las piernas a una mujer.
Lazó un gruñido, producto de sus celos cada vez más enfermizos, mientras se terminaba de anudar el nudo de su corbata. Había optado por la versión más moderna de la misma, ignorando las más anchas y optando por una más elegante a su parecer. Escogió el alfiler que tenía una esmeralda en el extremo, para intentar hacer juego con los ojos de Maurice, aunque dudaba que el bastardo siquiera se diera cuenta de ello. Estaría fantaseando con los voluminosos senos de alguna mujer, o peor, en el trasero de algún hombre afeminado. Los Dioses sabían que este siglo tenía suficientes de ellos, todos preparados para dejarse convencer por alguien lo suficientemente atractivo como para satisfacer su lujuria. El que Maurice fuese su sirviente, sólo lo hacía más apetecible. Porque nada era más sabroso que robarle el hueso a otro perro. ¡Cerdos!, gruñó en su mente a todos aquellos amantes imaginarios que comenzaba a convocar con aquella bestia celosa en la que parecía haberse convertido.
Salió de su habitación con prisa, bajando las escaleras con rapidez, saltando de peldaño en peldaño hasta llegar al final y dirigirse directamente a la zona en la que guardaba el alcohol. Ni siquiera se molestó en tomar una copa, sino que le arrebató la botella a su lacayo y comenzó a beber directamente de ella. La mirada sorprendida del hombre, hizo que se diera cuenta de lo evidente que era su estado de ánimo. Tenía que controlarse, antes de que agarrara a Maurice del cabello y lo arrastrase a la habitación para marcar todo su cuerpo. – Sólo es un paseo. Algo divertido.- Se dijo a sí mismo, mientras se paseaba por la habitación, mirando de reojo las escaleras para asegurarse de que Maurice aún no había bajado.
Después de dar ocho vueltas por la habitación, sintió que podía arrancarle la cabeza a cualquier mujer que se acercase a SU Maurice. Suspiró y le dio un último trago a la botella, antes de vaciarla y dejarla con las otras dos que ya había consumido. Se lamió su labio y sonrió, cerrando los ojos e imaginándose la placentera imagen del cuerpo desmembrado de aquel que se atreviera a pisar su territorio. Todos sus músculos se relajaron, convirtiéndolo en una imagen de paz y sosiego, dotada de una sonrisa traviesa. Sí, empezaré arrancándole los ojos, pensó con decisión, planeando la muerte de un competidor inexistente. No quería pensar en lo que diría Leónidas si leyese su mente. Probablemente lo golpease hasta sacarle la estupidez del cuerpo. ¡¡ Y sólo Thor podría saber cuánto lo necesitaba!!.
Löwe Von Meer- Vampiro Clase Alta
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Re: Lo mío es mío (Priv. Löwe)
Por fin baje a reunirme con mi amo, mi traje no era tan distinguido como el suyo pero al menos estaba a la moda y era negro como se estilaba a usar por la noche, claro que ese color no me complacía demasiado, resultaba estéril sobre mi, aun así en mi ultimo vistazo al espejo me pareció tener un aspecto bastante decente. Por alguna razón mi amo tenía una expresión de lo más sombría, como si estuviese asesinando a alguien en su mente lo cual me hizo sonreír y ronronear por lo atractivo que me parecía de aquel modo, tome de un mueble un sombrero de copa que parecía haber sido descartado de su indumentaria y se lo puse en la cabeza.
- Creo que nadie me notara si camino a tu lado... se ve demasiado bien amo - le dije ronroneando las palabras - podrías? - interrogue entregándole una cinta obscura para el cabello y girándome frente a el para que pudiese atar mi abundante melena.
Aun me resultaba difícil de creer que hubiese accedido con tanta facilidad a mi propuesta para la velada, no en vano sospechaba que trasladarnos a La Mansión del Mar no era apenas un tema de seguridad, sino que un intento de su parte de limitar mis salidas, lo cual consiguió al haber tantos kilómetros de bosque y camino entre aquel lugar y cualquier pedazo de civilización, mis escapes de las ultimas semanas eran apenas excursiones a lo profundo del bosque en búsqueda de nepeta y pequeñas aves que cazar. Mi animal interior disfrutaba estar rodeado de naturaleza, sin embargo se mostraba irritado ante las cadenas invisibles que lo mantenían controlado.
- Hace un momento me pareció que se veía un poco indispuesto... si prefiere quedarse en casa, no tengo problemas en salir por mi cuenta, por supuesto extrañare su compañía, pero le conseguiré algún recuerdo de la ciudad - lo provoque un poco midiendo sus reacciones.
- Creo que nadie me notara si camino a tu lado... se ve demasiado bien amo - le dije ronroneando las palabras - podrías? - interrogue entregándole una cinta obscura para el cabello y girándome frente a el para que pudiese atar mi abundante melena.
Aun me resultaba difícil de creer que hubiese accedido con tanta facilidad a mi propuesta para la velada, no en vano sospechaba que trasladarnos a La Mansión del Mar no era apenas un tema de seguridad, sino que un intento de su parte de limitar mis salidas, lo cual consiguió al haber tantos kilómetros de bosque y camino entre aquel lugar y cualquier pedazo de civilización, mis escapes de las ultimas semanas eran apenas excursiones a lo profundo del bosque en búsqueda de nepeta y pequeñas aves que cazar. Mi animal interior disfrutaba estar rodeado de naturaleza, sin embargo se mostraba irritado ante las cadenas invisibles que lo mantenían controlado.
- Hace un momento me pareció que se veía un poco indispuesto... si prefiere quedarse en casa, no tengo problemas en salir por mi cuenta, por supuesto extrañare su compañía, pero le conseguiré algún recuerdo de la ciudad - lo provoque un poco midiendo sus reacciones.
Mauren Morgan- Cambiante Clase Baja
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Re: Lo mío es mío (Priv. Löwe)
Capa de pecadores es la noche, señores.
Sintió cómo el gorro encajaba sobre su cabeza, como si éste fuera una parte de él mismo, deslizándose sobre su cabeza y enmarcando sus ojos azules de una forma demasiado atractiva. Como todo lo que era creado a medida, con el buen gusto parisino y las manos hábiles de una costurera entrada en años, tenía ese toque único y especial que hacía a aquellos que lo portaban, mucho más distinguidos de lo que merecían.
Para su disgusto, Maurice estaba tan hermoso como siempre. Lo que quería decir que tendría problemas para mantener su cólera bajo control. A veces no se entendía a sí mismo, pues mientras por un lado quería comérselo y mantenerlo siempre dentro de su cuerpo, otras simplemente adoraba que Maurice luciera aquella belleza salvaje e innata. Quizás era porque al igual que aquel hombre lo había atrapado con sus ojos verdes, temía que con tan sólo un parpadeo de sus ojos, tomase bajo sus garras a alguna presa interesante. Sólo su ego le permitía vivir con tranquilidad, pues entre sus muchos defectos, el egocentrismo era sólo la guinda del pastel. Si había algún hombre interesante, ése era él. Si quería un hombre apuesto, él lo era. ¿inteligente?, por supuesto. ¿Absurdo hasta lo inexplicable?. Desafortunadamente cierto. Maurice lo llevaba de un extremo al otro, con tan solo caminar a su lado.
- Por el bien de la juventud francesa, espero que así sea.- Le susurró mientras lo abrazaba con un sólo brazo. Un movimiento tan rápido, que lo atrajo con brusquedad, apretándolo contra él como si fuera un torpe amante. - Sólo yo tengo el derecho de notarte. Aunque algo me dice que sufriré esta noche por todas aquellas en las que fui la atención de alguna mujer.- Sonrió y le besó el cuello, quitándole la cinta oscura de sus dedos.
Se deleitó con peinarle el largo cabello rubio con los dedos, facilitando el dejarle un buen recogido. Acorde con sus facciones, sólo dejó que la cinta recogiera su cabello en la nuca, haciendo un lazo perfecto con la cinta. Dedicó a cada movimiento una eternidad, observando la caída de los mechones de su pelo contra la espalda, cada vez que él introducía los dedos en su cabellera y los deslizaba hacia abajo.
Sonrió y alejó sus manos del lazo, sólo para atragantarse con las palabras que había escuchado de aquella provocadora boca. ¿Cómo podía decirle algo que sabía que iba a sacar a la bestia que llevaba dentro?. A veces creía que los dioses habían creado a alguien perfecto para él. No sólo en belleza, ingenio y personalidad, sino que incluso en sus mejores momentos, le hacía pasar por un infierno personal, por el cual compadecía a todos aquellos amantes tormentosos de los que alguna vez se rió en el pasado.
Era evidente que lo hacía adrede, sólo para provocarlo por alguna mezquina razón. Así que sólo lo giró entre sus brazos, con un suave movimiento, hasta que su rostro quedó ante él. Besó sus labios con delicadeza, sólo para darle otro sobre la mandíbula y comenzar así, un camino de besos sobre su mejilla hasta llegar al lóbulo de su oreja.
- No soy egoísta fallegt. Te acompañaré a pesar de no sentirme bien. - Dejó que sus palabras sirviesen de acompañamiento a la caricia que dejó sobre su rostro, mientras la otra le acariciaba la base de la espalda. Él sabía también cómo provocarlo, como sacar lo peor de aquel joven, hasta hacer que su amante deseara asesinarlo de la forma más cruel y vil posible. - Estoy tan envenenado por ti, que a penas podría pasar esta noche lejos de tu cuerpo. - Besó su cuello y lo soltó. Alejándose varios pasos para mirarlo con intensidad.
Lo recorrió con una mirada hambrienta, que nada tenía de inocente, demostrándole cuánto le afectaba su presencia, aunque mantuviera todas las ropas en su lugar.
- Pero no debes preocuparte por mi, Maurice. Seguro hay alguien en la ciudad que sabe darme un antídoto para hacerme sentir mejor.- Esbozó una gran sonrisa depredadora y le dio la espalda para marcharse de la habitación, dejándolo tras él sin ningún miramiento. No se contuvo ni siquiera para evitar no darle una mala mirada al pobre anciano a cargo de la Mansión, pero estaba lo suficientemente enfadado, como para querer encerrarlo en el sótano.
- Date prisa, Maurice. Los placeres esperan.- Dijo elevando la voz y esbozando una auténtica sonrisa demoníaca. ¿Quería ponerlo celoso?. Perfecto. Pero no sería el único que esta noche miraría ansioso a todos los seres vivientes que se acercasen al otro.
Löwe Von Meer- Vampiro Clase Alta
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Re: Lo mío es mío (Priv. Löwe)
La grava repiqueteaba bajo las ruedas del coche que nos transportaba, era una noche hermosa y la naturaleza ofrecía su sinfonía, grillos y el graznido de algún ave nocturna, golpe de alas invisibles en la obscuridad. Prácticamente iba pegado a la ventanilla, sintiendo el fuerte empuje de mi animal interior, ansioso de unirse a la danza del viento que se deslizaba gracilmente a través del follaje.
Era un sentimiento poderoso, mi nexo con aquel mundo vegetal y sus misterios, pero esta noche era un hombre y deseaba divertirme como tal, alcohol, música y sexo, tres elementos claves tan buenos como la sangre tibia de una regordeta ardilla. Además conmigo tenía algo mejor que cualquier caza o placer humano, un ser que sólo el diablo podría haber ideado, pura tentación y peligro convertido en el ejemplar más perfecto de hombre que alguna vez hubiese conocido. Me traslade a su regazo, a horcajas cara a cara con él, estando tan cerca sus ojos eran aun más fascinantes, ninguna piedra preciosa podría igualar su brillo o aquel color tan puro y glacial.
Lo odiaría de no amarlo, algo como él no debería existir en este mundo, me atrapaba sólo con una mirada, indefenso como un cachorro recién nacido ante su sonrisa mi corazón bailaba enloquecido, con él todo era tan intenso y absoluto como lo son la vida o la muerte, permanecer a su lado me obligaba a luchar contra cada instinto que me decía que corriera lejos.
No era para mi, un conocimiento doloroso instalado en lo profundo de mi mente, pero él era el sol y yo Ícaro volando cerca tratando de alcanzarlo con una frágiles alas de cera que al final me dejarían caer en la profundidad obscura del océano. Incluso un gato no siempre cae de pie, acabaría en un montón de irreconocibles fragmentos, quizás demasiados para volver a juntar los pedazos.
- Es un largo viaje - pronuncie cada palabra proyectando en ellas la intensidad de todo lo que estaba sintiendo. Me apodere de sus labios besando, mordiendo, chupando, decadente placer vibrando en cada punto sensible de mi cuerpo, hundí los dedos en sus perfectamente peinados cabellos, haciendo su sombrero caer y de las maravillosas hebras obscuras deshacerse en el caos. - Recuerda ...- jadee la palabra contra sus labios - puedes mirar, puedes desear, pero soy el único al que puedes tocar.
Era un sentimiento poderoso, mi nexo con aquel mundo vegetal y sus misterios, pero esta noche era un hombre y deseaba divertirme como tal, alcohol, música y sexo, tres elementos claves tan buenos como la sangre tibia de una regordeta ardilla. Además conmigo tenía algo mejor que cualquier caza o placer humano, un ser que sólo el diablo podría haber ideado, pura tentación y peligro convertido en el ejemplar más perfecto de hombre que alguna vez hubiese conocido. Me traslade a su regazo, a horcajas cara a cara con él, estando tan cerca sus ojos eran aun más fascinantes, ninguna piedra preciosa podría igualar su brillo o aquel color tan puro y glacial.
Lo odiaría de no amarlo, algo como él no debería existir en este mundo, me atrapaba sólo con una mirada, indefenso como un cachorro recién nacido ante su sonrisa mi corazón bailaba enloquecido, con él todo era tan intenso y absoluto como lo son la vida o la muerte, permanecer a su lado me obligaba a luchar contra cada instinto que me decía que corriera lejos.
No era para mi, un conocimiento doloroso instalado en lo profundo de mi mente, pero él era el sol y yo Ícaro volando cerca tratando de alcanzarlo con una frágiles alas de cera que al final me dejarían caer en la profundidad obscura del océano. Incluso un gato no siempre cae de pie, acabaría en un montón de irreconocibles fragmentos, quizás demasiados para volver a juntar los pedazos.
- Es un largo viaje - pronuncie cada palabra proyectando en ellas la intensidad de todo lo que estaba sintiendo. Me apodere de sus labios besando, mordiendo, chupando, decadente placer vibrando en cada punto sensible de mi cuerpo, hundí los dedos en sus perfectamente peinados cabellos, haciendo su sombrero caer y de las maravillosas hebras obscuras deshacerse en el caos. - Recuerda ...- jadee la palabra contra sus labios - puedes mirar, puedes desear, pero soy el único al que puedes tocar.
Mauren Morgan- Cambiante Clase Baja
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Re: Lo mío es mío (Priv. Löwe)
Todas mis horas son tuyas Sherezade. Todas mis días y mis noches. ¿Cuándo van a ser mías las tuyas? ¿Cuándo voy a escuchar que me dices sí?.
Lo miró de reojo, atento a cada uno de sus movimientos. Le gustaba observar su comportamiento cuando no era consciente de que lo estaba mirando, podía ver al verdadero Maurice que el hábil hombre escondía de él bajo sus tretas. Con todo lo que había pasado entre ellos, no sabía siquiera si esta salida era algún tipo de grito de socorro o un burdo intento de llamar su atención. No se le olvidaba que a pesar de amarlo como a nadie antes, seguía habiendo un muro entre ambos. Maurice parecía guardar esa última barrera como protección a algo que no entendía qué era. Una parte de él sentía pánico de que el hermoso cambiaformas no pudiera aceptar jamás su unión. ¿Lo temía a él o lo que sentía por él?.
Sonrió al verse descubierto en su escrutinio, dejando que se sentara sobre él e hiciera lo que deseara con su ropa. No pudo evitar pensar en lo ligero que se sentía contra su cuerpo, como si fuera una pluma sobre un pesado muro. Tocó su mejilla y se maravilló de nuevo con la suavidad de su piel, enamorándose de nuevo de esa extraordinaria extensión pálida que envolvía su cuerpo. Habían partes de él que lo volvían literalmente loco. Aunque todo lo que tuviera que ver con Maurice siempre lo llevaba al borde de la cordura.
- Sí, vivimos lejos de la civilización.- Sus palabras fueron atrapadas bajo un beso hambriento que despertó el animal que guardaba en su interior. Gruñó al sentir sus dientes arañar su piel, haciéndolo estremecer al imaginar lo que esa boca había hecho en él la noche anterior. Vivía constantemente zarandeado por las sensaciones que evocaban los recuerdos de su toque.
- Vamos Maurice, ¿es necesario ir al burdel esta noche?.- Rodeó su cintura con uno de sus brazos, apretándolo contra él para que sintiera mejor el roce de aquella parte de su cuerpo que comenzaba a animarse con la idea de tenerlo sobre él. Le besó el cuello y rozó la pequeña parte de su piel que se escondía bajo su barbilla. Incitándolo al quitarle uno de los botones de su camisa.
- Si nos quedamos aquí puedo terminar lo que estamos empezando.- Liberó su cintura sólo para quitarle la cinta de su pelo y dejar que este se derramase sobre su espalda.- Te ensañaré aquello que he aprendido en los lejanos burdeles de Oriente. Seré tu Sherezade esta noche, te seduciré con palabras hasta que tu cuerpo se estremezca de deseo ante mí y luego te tomaré. – Besó su mandíbula, gimiendo al sentir la presión que ejercía Maurice sobre la sensible carne de su cuerpo que suplicaba por su atención.
– Quédate conmigo, Maurice. No habrá nadie más que tú y yo. – Sonrió y lo miró a los ojos, quitándole otro botón de su camisa y disfrutando de lo que se mostraba gracias a ello. - ¿ No quieres saber qué sintió el Sultán durante mil y una noches?.- Tiró de su cabello y lo besó, fundiendo sus labios para convencerlo de que no fueran al lugar al que deseaba ir. Porque sabía que se volvería loco si alguien miraba aquello que él ansiaba más que a nada. No quería ver como otros caían como él bajo el hechizo de sus ojos. Si tenía que verlo en los brazos de alguien más, mataría a todo aquel que se hallase en el burdel, sólo por tener una pequeña parte de él. Odiaba sentirse tan asustado de perder aquello que aún no había conquistado completamente.
Löwe Von Meer- Vampiro Clase Alta
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Re: Lo mío es mío (Priv. Löwe)
Un jadeo escapo de mis labios mientras el me seducía lenta y tortuosamente con sus palabras que prometían un placer inimaginable, junto con el roce de sus colmillos en mi piel, sus besos con sabor a perdición. Realmente considere cabalgar sobre su regazo directamente hacia un lugar donde no era Maurice, sino su esclavo, un ser anónimo, sin nombre, familia o historia, que sólo existía para su placer.
Sin embargo un bache en el camino nos sacudió y sus colmillos cortaron mis labios trayéndome de regreso a la realidad. Robe el elegante pañuelo de su bolsillo y lo presione contra mi boca para detener la hemorragia mientras mi habilidad de sanación se ponía en marcha, seria una autentica pena que nuestros mejores atuendo quedasen arruinados con feas y obscuras manchas de sangre.
- Sin duda en algún momento me gustaría conocer esas míticas habilidades aprendidas en oriente, no obstante ¿cuando será la próxima vez que tendré una oportunidad como esta? - peine sus cabellos con mis dedos hasta devolverlos más o menos a donde pertenecían, sin embargo aun si los hubiese dejado tal cual, estaba seguro que nadie lo hubiese cuestionado y para el día siguiente todos los caballeros de Paris lucirían el cabello igual y las damas lo comentarían entre ellas como la nueva tendencia masculina - Quiero ver las luces de Paris, quiero sentir los adoquines de sus calles bajo mis pies y percibir el aroma de todos aquellos humanos que la pueblan - esos odiosos seres que infectaban el mundo con su existencia, pero que a pesar de su ruindad tenían un brillo en su fragilidad e ignorancia, algo que nos llevaba a buscarlo aun cuando ellos nos aborrecían - me siento muy sólo y aburrido en la Mansión del Mar... no tiene caso atormentar a los demás sirvientes si ellos ya conocen todos mis trucos... llévame a la ciudad, necesito respirar su decadencia para recuperar la inspiración.
También lo necesitaba para sentirme un poco menos domesticado, si por mi amo fuera ya me habría convertido en un gordo y perezosos gato hogareño, sin embargo me aferraba a aquel vestigio silvestre de mi naturaleza, una parte de mi seguiría siendo siempre la de un gato callejero.
- Será divertido, lo prometo - le dije alisando las arrugas de mi ropa - piensa en los creativos castigos que podrás darme cuando haya inventado nuevas travesuras.
Sin embargo un bache en el camino nos sacudió y sus colmillos cortaron mis labios trayéndome de regreso a la realidad. Robe el elegante pañuelo de su bolsillo y lo presione contra mi boca para detener la hemorragia mientras mi habilidad de sanación se ponía en marcha, seria una autentica pena que nuestros mejores atuendo quedasen arruinados con feas y obscuras manchas de sangre.
- Sin duda en algún momento me gustaría conocer esas míticas habilidades aprendidas en oriente, no obstante ¿cuando será la próxima vez que tendré una oportunidad como esta? - peine sus cabellos con mis dedos hasta devolverlos más o menos a donde pertenecían, sin embargo aun si los hubiese dejado tal cual, estaba seguro que nadie lo hubiese cuestionado y para el día siguiente todos los caballeros de Paris lucirían el cabello igual y las damas lo comentarían entre ellas como la nueva tendencia masculina - Quiero ver las luces de Paris, quiero sentir los adoquines de sus calles bajo mis pies y percibir el aroma de todos aquellos humanos que la pueblan - esos odiosos seres que infectaban el mundo con su existencia, pero que a pesar de su ruindad tenían un brillo en su fragilidad e ignorancia, algo que nos llevaba a buscarlo aun cuando ellos nos aborrecían - me siento muy sólo y aburrido en la Mansión del Mar... no tiene caso atormentar a los demás sirvientes si ellos ya conocen todos mis trucos... llévame a la ciudad, necesito respirar su decadencia para recuperar la inspiración.
También lo necesitaba para sentirme un poco menos domesticado, si por mi amo fuera ya me habría convertido en un gordo y perezosos gato hogareño, sin embargo me aferraba a aquel vestigio silvestre de mi naturaleza, una parte de mi seguiría siendo siempre la de un gato callejero.
- Será divertido, lo prometo - le dije alisando las arrugas de mi ropa - piensa en los creativos castigos que podrás darme cuando haya inventado nuevas travesuras.
Mauren Morgan- Cambiante Clase Baja
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Re: Lo mío es mío (Priv. Löwe)
Su boca se cerró, apretando su mandíbula hasta tal punto que, probablemente cuando volviera a abrirla, varios de sus dientes danzarían fuera de ella. Cerró sus ojos y se dijo que odiar el maldito bache del trayecto era algo demasiado infantil para alguien de su edad y poder, pero maldito fuera el jodido bastardo. Sin esa interrupción, hubiera sido suyo, completamente suyo.
- Me siento absolutamente desolado. - Le dijo con una voz irritada, sabía que probablemente era mejor jugar el papel de hombre herido antes que el salvaje vikingo que lo arrastraba, quisiera o no, de nuevo a la maldita Mansión, pero tener la mayoría de tu sangre en la entrepierna dificultaba seguir una línea de pensamiento completamente racional.
- Ya no soy lo suficientemente interesante como para que te quedes conmigo.- Dejó que sus dedos lo peinasen, sabiendo que era más un gesto para aplacar su carácter que un gesto hecho al azar. Su astuto Maurice, pensó mientras lo abrazaba y pegaba su rostro contra su pecho, paseando sus dedos perezosamente por su espalda. - ¿Tienen acaso los humanos más encanto que yo?.- Rozó su nariz contra uno de sus pezones, sonriendo contra la camisa ante tal gesto descarado. - ¿Debo ponerme celoso, Maurice?.- Le susurró mientras levantaba sus ojos hacia él y movía sus caderas para que sintiera aún su erección palpitante.
Suspiró y puso una mala expresión, aunque en vez de apretarlo más contra él, se limitó a separarse y apoyarse contra su asiento, mirando con un interés renovado a las cortinas.
- Como desees, pero no me hago responsable de lo que haga si tu curiosidad por esa pestilente sociedad se hace más grande que tu interés por mí.- Odiaba escucharse, parecía un niño haciendo una rabieta porque su perro movía la cola mirando a los demás. Sólo esperaba que su maldita erección disminuyera antes de que se le cayera el pene o hiciera algo que mandase al infierno su adorada pose de amo indolente. Iba a tener que trabajar en un castigo lo suficientemente bueno como para compensar esto.
Löwe Von Meer- Vampiro Clase Alta
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Re: Lo mío es mío (Priv. Löwe)
Sus celos eran tan halagadores que mi ego crecía de forma desmedida conforme absorbía el significado de su enfado. Estaba seguro de que era capaz de encontrar las palabras correctas para romper toda su compostura, llegar a su ira sin que ningún filtro menguara su impacto, pero no estaba loco para intentarlo, ni era tan cruel para seguir torturándolo, asique me deslice al suelo del carruaje dedicándole una mirada traviesa en tanto maniobraba con su pantalón para liberar su erección.
Una oleada de calor recorrió mi cuerpo cuando sostuve su dura y aterciopelada carne entre mis dedos, en esta situación me sentía poderoso, teniendo la posibilidad de decidir cuanto placer le daría y cuanto le negaría, era adictivo hacer a un hombre poderoso gemir y suplicar. Lo acaricie de forma perezosa con movimientos lentos mientras observaba sus reacciones con los ojos entrecerrados y un ronroneo en mi garganta.
Sin dejar de atender su erección, use mi otra mano para levantar su camisa descubriendo su esculpido vientre hacia el que me incline para besar. Por un momento realmente considere hacer que el carruaje se detuviera y arrastrarlo conmigo al matorral más cercano para poder recorrer con mis labios todos los fascinantes contornos de su cuerpo, en cambio solo me esforcé por marcar con húmedos y rojizos chupones su bajo vientre.
Aquel sería tan solo un pequeño adelanto de nuestra velada juntos, sólo una muestra de todas las perversiones que podríamos explorar, cuando estuviese saciado de mis ansias de salir y recorrer los turbios rincones de la ciudad. Por fin abrí la boca y lo trague tan profundo como me fue posible, envolviéndolo con el húmedo calor de mi interior y la caricia insistente de mi lengua sobre ese trozo palpitante de su ser.
Una oleada de calor recorrió mi cuerpo cuando sostuve su dura y aterciopelada carne entre mis dedos, en esta situación me sentía poderoso, teniendo la posibilidad de decidir cuanto placer le daría y cuanto le negaría, era adictivo hacer a un hombre poderoso gemir y suplicar. Lo acaricie de forma perezosa con movimientos lentos mientras observaba sus reacciones con los ojos entrecerrados y un ronroneo en mi garganta.
Sin dejar de atender su erección, use mi otra mano para levantar su camisa descubriendo su esculpido vientre hacia el que me incline para besar. Por un momento realmente considere hacer que el carruaje se detuviera y arrastrarlo conmigo al matorral más cercano para poder recorrer con mis labios todos los fascinantes contornos de su cuerpo, en cambio solo me esforcé por marcar con húmedos y rojizos chupones su bajo vientre.
Aquel sería tan solo un pequeño adelanto de nuestra velada juntos, sólo una muestra de todas las perversiones que podríamos explorar, cuando estuviese saciado de mis ansias de salir y recorrer los turbios rincones de la ciudad. Por fin abrí la boca y lo trague tan profundo como me fue posible, envolviéndolo con el húmedo calor de mi interior y la caricia insistente de mi lengua sobre ese trozo palpitante de su ser.
Mauren Morgan- Cambiante Clase Baja
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Re: Lo mío es mío (Priv. Löwe)
Sus ojos se volvieron hacia él, abandonando la interesante vista del paisaje que se veía por la ventana del carruaje, para ver el motivo del que se hubiera colocado entre sus piernas de rodillas. Por primera vez en su vida, fue sorprendido por uno de sus amantes, jamás pensó que él realmente se atrevería a abrir su pantalón para tomar aquella parte de su cuerpo que clamaba por su atención.
Se guardó cualquier comentario que hiciera a Maurice apartarse de la tarea en la que parecía haberse concentrado, incluso dejó de respirar, intentando que nada lo distrajera de nuevo de él. Ya había perdido la oportunidad de tenerlo en su cama por culpa de un bache. Si otra sacudida en el camino hacía que soltase su miembro, iba a bajarse del carruaje, así fuera con los pantalones en los tobillos, y mataría al maldito cochero.
Su mirada lo calentó, haciendo que su cadera se moviera sutilmente para generar un roce aún más delicioso dentro de su mano. Pasó su lengua por su labio inferior, humedeciendo la boca para ganarse de nuevo la mirada de Maurice y no la apartase de él de nuevo. Quería sus ojos verdes quemándole la piel, comiéndoselo con el mismo ímpetu con el que se cernía su boca sobre su estómago.
Cerró los ojos y se perdió en la caricia y el ronroneo. Por un instante casi se olvida de que todo esto era un juego para que olvidara que lo había apartado antes de él. Si pensaba que era el único que iba a sufrir, se equivocaba.
Un gemido se escapó de sus labios cuando su boca se apoderó de él. Todo su cuerpo se tensó con un maravilloso estremecimiento, haciendo que todos los músculos de su estómago se marcaran sobre su piel, ondulándose en un baile erótico dictado por los movimientos que creaba la boca de Maurice al descender y ascender sobre él. Deseaba perderse en las sensaciones, pero era un hombre demasiado avaricioso como para sólo quedarse mirando cómo su miembro desaparecía entre sus labios.
- No pierdas el ritmo.- Le dijo con una maliciosa sonrisa, tomando la mano que tenía sobre su estómago para llevársela a sus labios. Besó el centro de la palma, subiendo con besos hasta el borde en el que nacían su dedo índice y corazón. Deslizó la lengua entre ellos, recorriéndolos en toda su longitud hasta la punta. Allí le dio una mirada azulada antes de morder el borde e introducirlos con lentitud en su boca. No los metió del todo, sólo la punta para así poder demostrarle lo que podía hacerle con su lengua si tan sólo tuviera su cuerpo y no los dedos.
Con cuidado empujó sus pies, separándolas con un amable movimiento de sus pies. Se rió y mordió uno de los dedos, al mismo tiempo que colocaba un pie sobre el miembro de Maurice y lo acariciaba con cuidado, apretando sobre el borde de su miembro cuando terminaba el recorrido de toda su carne. Se movía de arriba abajo, compaginando el movimiento de su pierna con el de su lengua sobre los dedos. Aunque al llegar a la punta de sus dedos, se empujaba dentro de su garganta con un golpe de caderas. Maurice se había olvidado de que era sumamente cruel con él. Porque lo quería todo, hasta el polvo de sus pies, por eso lo torturaría de por vida.
- Si se te ocurre terminar, no habrá viaje. Quiero que camines con una erección latente entre tus amados humanos, voy a disfrutar de tu dolorosa condición. - Le dijo después de quitar sus dedos de su boca para agarrarle la cabeza y empujarlo hacia abajo. Se inclinó sobre él, escuchando el sonido estrangulado que hacía al ser forzado a tragarlo por completo. - Esto es sólo el comienzo de tu castigo, Maurice. - Le susurró mientras aflojaba su agarre y lo apartaba para besarlo con pasión, barriendo el interior de su boca con los movimientos de su experta lengua. Le dio una pequeña dosis de todo ese calor que él le provocaba, sabiendo que si se excedía, iba a llevarlo al borde de la, como llamaban los franceses, "petite morte". Casi parecía injusto que el término sólo se lo dieran al orgasmo femenino, ya que los hombres también podían desmayarse por placer.
Se guardó cualquier comentario que hiciera a Maurice apartarse de la tarea en la que parecía haberse concentrado, incluso dejó de respirar, intentando que nada lo distrajera de nuevo de él. Ya había perdido la oportunidad de tenerlo en su cama por culpa de un bache. Si otra sacudida en el camino hacía que soltase su miembro, iba a bajarse del carruaje, así fuera con los pantalones en los tobillos, y mataría al maldito cochero.
Su mirada lo calentó, haciendo que su cadera se moviera sutilmente para generar un roce aún más delicioso dentro de su mano. Pasó su lengua por su labio inferior, humedeciendo la boca para ganarse de nuevo la mirada de Maurice y no la apartase de él de nuevo. Quería sus ojos verdes quemándole la piel, comiéndoselo con el mismo ímpetu con el que se cernía su boca sobre su estómago.
Cerró los ojos y se perdió en la caricia y el ronroneo. Por un instante casi se olvida de que todo esto era un juego para que olvidara que lo había apartado antes de él. Si pensaba que era el único que iba a sufrir, se equivocaba.
Un gemido se escapó de sus labios cuando su boca se apoderó de él. Todo su cuerpo se tensó con un maravilloso estremecimiento, haciendo que todos los músculos de su estómago se marcaran sobre su piel, ondulándose en un baile erótico dictado por los movimientos que creaba la boca de Maurice al descender y ascender sobre él. Deseaba perderse en las sensaciones, pero era un hombre demasiado avaricioso como para sólo quedarse mirando cómo su miembro desaparecía entre sus labios.
- No pierdas el ritmo.- Le dijo con una maliciosa sonrisa, tomando la mano que tenía sobre su estómago para llevársela a sus labios. Besó el centro de la palma, subiendo con besos hasta el borde en el que nacían su dedo índice y corazón. Deslizó la lengua entre ellos, recorriéndolos en toda su longitud hasta la punta. Allí le dio una mirada azulada antes de morder el borde e introducirlos con lentitud en su boca. No los metió del todo, sólo la punta para así poder demostrarle lo que podía hacerle con su lengua si tan sólo tuviera su cuerpo y no los dedos.
Con cuidado empujó sus pies, separándolas con un amable movimiento de sus pies. Se rió y mordió uno de los dedos, al mismo tiempo que colocaba un pie sobre el miembro de Maurice y lo acariciaba con cuidado, apretando sobre el borde de su miembro cuando terminaba el recorrido de toda su carne. Se movía de arriba abajo, compaginando el movimiento de su pierna con el de su lengua sobre los dedos. Aunque al llegar a la punta de sus dedos, se empujaba dentro de su garganta con un golpe de caderas. Maurice se había olvidado de que era sumamente cruel con él. Porque lo quería todo, hasta el polvo de sus pies, por eso lo torturaría de por vida.
- Si se te ocurre terminar, no habrá viaje. Quiero que camines con una erección latente entre tus amados humanos, voy a disfrutar de tu dolorosa condición. - Le dijo después de quitar sus dedos de su boca para agarrarle la cabeza y empujarlo hacia abajo. Se inclinó sobre él, escuchando el sonido estrangulado que hacía al ser forzado a tragarlo por completo. - Esto es sólo el comienzo de tu castigo, Maurice. - Le susurró mientras aflojaba su agarre y lo apartaba para besarlo con pasión, barriendo el interior de su boca con los movimientos de su experta lengua. Le dio una pequeña dosis de todo ese calor que él le provocaba, sabiendo que si se excedía, iba a llevarlo al borde de la, como llamaban los franceses, "petite morte". Casi parecía injusto que el término sólo se lo dieran al orgasmo femenino, ya que los hombres también podían desmayarse por placer.
Löwe Von Meer- Vampiro Clase Alta
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Re: Lo mío es mío (Priv. Löwe)
En esta situación... a quien debía culpar?
¿Eres tu quien pone de cabeza mi mundo? ¿Son tus ojos la causa de que me sienta completamente atrapado? ¿O es el sabor de tus labios aquello que me detiene a tu lado? ¿El embrujo de tu cuerpo frío y viril? ¿El satinado de tu piel? ¿Qué es lo que me hace tan adicto a ti? Por más que lo pregunte no creo que exista una respuesta que pueda explicar la razón por la cual me siento tan feliz cuando sus ojos sólo me miran a mi.
- No seas cruel - ronroneo para el mientras me traslado del suelo de regreso a su regazo, esta vez erección contra erección, la suya descubierta y preparada mientras la mía sufre dentro de mis pantalones que se sienten más y más ajustados a cada segundo - Si me muestro de esta manera ¿no pensarán los humanos que estoy disponible? - trato de disuadirlo mientras le mordisqueo suavemente el cuello - Amo, permíteme aliviarnos juntos - le solicito liberando por fin mi torturada carne para juntar más mis caderas con las suyas y sostener juntos nuestros miembros entre mis manos - Esta noche quiero divertirme... no podre concentrarme en nada en estas condiciones, eso no será divertido - empiezo a frotar con mis dedos, lentamente de arriba a bajo y viceversa, el placer sube por mi columna instantáneamente haciéndome soltar unas suaves suspiros - ¿Podemos dejar los castigos para mañana?
Si bien no tenia quejas en cuanto a lo entretenido que podía resultar someterme a sus castigos, incluso un gato como yo conocía la mente simple de los humanos y no quería sentir sus ojos sobre mi, juzgándome, condenándome o deseándome, sea cuales fueren las razones por las cuales me mirarían, los humanos eran simios, igual de despreciables que sus parientes más peludos, ellos no servían para otra cosa que para ser utilizados, para seducirlos con mi intensa mirada y hacer que bailaran a mi alrededor buscando complacerme en cada capricho.
Sólo mi amo era distinto, era el único capaz de hacerme bailar a mi a su alrededor pendiente de sus deseos, buscando su aprobación, sólo su mirada podía hacerme sentir verdaderamente desnudo y vulnerable, corroer profundamente mi espíritu y volverme inseguro de mi mismo. Sólo sus palabras me importaban lo suficiente para tenerlas en cuesta y eso era aterrador. Tanto poder sobre otro ser, no debería tenerlo nadie, ¿Acaso el sabría esto? Todo el bien y todo el mal que podía hacerme era imposible de decir, quizás por ello mi felino interior aun se resistía a dejarse domar por completo, aun si era tarde para ello.
¿Eres tu quien pone de cabeza mi mundo? ¿Son tus ojos la causa de que me sienta completamente atrapado? ¿O es el sabor de tus labios aquello que me detiene a tu lado? ¿El embrujo de tu cuerpo frío y viril? ¿El satinado de tu piel? ¿Qué es lo que me hace tan adicto a ti? Por más que lo pregunte no creo que exista una respuesta que pueda explicar la razón por la cual me siento tan feliz cuando sus ojos sólo me miran a mi.
- No seas cruel - ronroneo para el mientras me traslado del suelo de regreso a su regazo, esta vez erección contra erección, la suya descubierta y preparada mientras la mía sufre dentro de mis pantalones que se sienten más y más ajustados a cada segundo - Si me muestro de esta manera ¿no pensarán los humanos que estoy disponible? - trato de disuadirlo mientras le mordisqueo suavemente el cuello - Amo, permíteme aliviarnos juntos - le solicito liberando por fin mi torturada carne para juntar más mis caderas con las suyas y sostener juntos nuestros miembros entre mis manos - Esta noche quiero divertirme... no podre concentrarme en nada en estas condiciones, eso no será divertido - empiezo a frotar con mis dedos, lentamente de arriba a bajo y viceversa, el placer sube por mi columna instantáneamente haciéndome soltar unas suaves suspiros - ¿Podemos dejar los castigos para mañana?
Si bien no tenia quejas en cuanto a lo entretenido que podía resultar someterme a sus castigos, incluso un gato como yo conocía la mente simple de los humanos y no quería sentir sus ojos sobre mi, juzgándome, condenándome o deseándome, sea cuales fueren las razones por las cuales me mirarían, los humanos eran simios, igual de despreciables que sus parientes más peludos, ellos no servían para otra cosa que para ser utilizados, para seducirlos con mi intensa mirada y hacer que bailaran a mi alrededor buscando complacerme en cada capricho.
Sólo mi amo era distinto, era el único capaz de hacerme bailar a mi a su alrededor pendiente de sus deseos, buscando su aprobación, sólo su mirada podía hacerme sentir verdaderamente desnudo y vulnerable, corroer profundamente mi espíritu y volverme inseguro de mi mismo. Sólo sus palabras me importaban lo suficiente para tenerlas en cuesta y eso era aterrador. Tanto poder sobre otro ser, no debería tenerlo nadie, ¿Acaso el sabría esto? Todo el bien y todo el mal que podía hacerme era imposible de decir, quizás por ello mi felino interior aun se resistía a dejarse domar por completo, aun si era tarde para ello.
Mauren Morgan- Cambiante Clase Baja
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Re: Lo mío es mío (Priv. Löwe)
Las acciones de Maurice, aquel rubio caprichoso y sensual, lo llevaron a gemir en un punto en el que su cerebro a penas podía pensar debido a la preocupante falta de sangre que poseía para hacerle funcionar las neuronas. Quería poder decir que, como vampiro y hombre de mundo, era mucho más fuerte que aquella visión creada sólo para él, modelada en el mismísimo infierno para hacerle caer en la peor de las muertes. En algo muy similar a la obsesión y malditamente cerca del amor.
- ¿Cruel?- Le dijo con una sonrisa tensa debido a su burdo intento de pensar en algo que no fuera la sonrosada cabeza del miembro de Maurice, rozándose junto a la suya, bañándolo con el líquido preseminal que salía de la punta torturada de su cuerpo, esparciéndose sobre ambos gracias a las atenciones de su amante.
- Tú eres el único cruel, mi astuto gato.Usando toda esa dura y sonrojada carne húmeda para torturarme, manchándome con tu excitación como si no fuera ya lo suficientemente malo el olerla.- Se estremeció ante su caricia y decidió ceder a la tentación, ignorando el hecho de que su esclavo había dado de lleno en la raíz de todo su problema; sus celos indomables por aquel ser que no podía controlar. ¿Cómo encerrar un espíritu que había nacido tan libre e indomable como el mismo mar?. Su fascinación hacia él sólo crecía al mismo tiempo que sus celos. Cuanto más lo hechizaba, más le preocupaba perderlo, porque se sabía incapaz de encontrar a alguien que pudiera sustituirlo.
- Toma todo el placer que puedas, fallegt. Mi dulce y caprichoso fallegt. – Le acarició el pelo antes de darle un beso que lo callase antes de que dijese algo aún más vergonzoso. No quería sentirse así, desesperado por obtener más de él. Era como un adicto a un alcohol lo suficientemente caro como para que sólo obtuviese una gota al mes.
Su esclavo poseía su corazón, su orgulloso y malvado corazón. No importaba qué sucediera entre ambos, ni siquiera cuánto jugasen ambos al peligroso juego del “ quién pierde primero”, siempre conseguían llegar a algún punto en el que el tiempo simplemente se detenía para ambos y sólo se bebían con los ojos, el uno al otro. Pero una vez finalizado ese tiempo pacífico, Maurice se revolvía contra él y le daba un zarpazo profundo y sin previo aviso. Un recuerdo de que él no tenía dueño, de que aún no podía vivir junto a él sin sentir que realmente era independiente. Por eso le dejaba hacer sus travesuras, armar sus ardides y caer en ellos fingiendo no saber que estaba cediendo ante su astuto ingenio.
Era demasiado listo como para saber que eran idénticos en una cosa; ambos amaban su libertad. Una vez eran limitados, comenzaban a suceder los desastres y los dioses amparasen a París por ello, porque ambos no dudarían en usar cualquier arma para vencer al otro. Casi le daba lástima todos aquellos humanos, sólo celaba de toda aquella masa de latentes bolsas de sangre, una sola cosa. Ellos podían estar junto a su Maurice durante el día, él mataría por tener sólo un día junto a él. Con el sol sobre ambos, picando su piel mientras nadaban en el mar.
Löwe Von Meer- Vampiro Clase Alta
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Re: Lo mío es mío (Priv. Löwe)
Podría jurar que a pesar del frió de su piel el ambiente se calentó algunos grados más cuando tan dulcemente me dio permiso de conseguir mi placer de el. No le daría tiempo a cambiar de opinión, nos acaricie juntos con mayor ímpetu mientras ahogaba mis propios gemidos en sus labios, besando aquella boca de la que seguramente nunca me aburriría, el jamás seria un anciano, las arrugas nunca dañarían la perfección de su tersa carne.
Por unos minutos todo dejo de ser importante excepto nosotros dos, mientras ambos nos acercábamos a la liberación, el mundo a nuestro alrededor se desdibujaba, nada era real o importante, el tiempo incluso podría haberse detenido. Un intenso orgasmo me alcanzo sacudiendo mi ser hasta lo más profundo de mis entrañas, grite sin ningún pudor manchando su vientre con la tibia evidencia del placer que acababa de experimentar, pero seguí acariciándolo hasta que se corrió en mi mano.
Lamí de mis dedos la salada semilla con que estaban embadurnados para acabar riendo debido a que era un tanto cómico que después de esforzarnos tanto por salir con nuestras mejores galas, ambos éramos ahora un desastre, mi cabello era una mata indomable de rubios rizos sin ningún control, y el una imagen diabólica del placer, sexo encarnado en la forma del más tentador de los hombres.
- Mi Señor usted se ve absolutamente indecente - también absolutamente comestible, pero no quería halagarlo demasiado, ser tan hermoso no podía resultar bien si además era consiente de todo su atractivo y el poder del mismo.
Por unos minutos todo dejo de ser importante excepto nosotros dos, mientras ambos nos acercábamos a la liberación, el mundo a nuestro alrededor se desdibujaba, nada era real o importante, el tiempo incluso podría haberse detenido. Un intenso orgasmo me alcanzo sacudiendo mi ser hasta lo más profundo de mis entrañas, grite sin ningún pudor manchando su vientre con la tibia evidencia del placer que acababa de experimentar, pero seguí acariciándolo hasta que se corrió en mi mano.
Lamí de mis dedos la salada semilla con que estaban embadurnados para acabar riendo debido a que era un tanto cómico que después de esforzarnos tanto por salir con nuestras mejores galas, ambos éramos ahora un desastre, mi cabello era una mata indomable de rubios rizos sin ningún control, y el una imagen diabólica del placer, sexo encarnado en la forma del más tentador de los hombres.
- Mi Señor usted se ve absolutamente indecente - también absolutamente comestible, pero no quería halagarlo demasiado, ser tan hermoso no podía resultar bien si además era consiente de todo su atractivo y el poder del mismo.
Mauren Morgan- Cambiante Clase Baja
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Re: Lo mío es mío (Priv. Löwe)
Siempre había sabido que Maurice era una criatura exótica, y precisamente por ello, peligrosa. Pero no había sabido hasta qué punto podría llegar a ser dañina su presencia para él, la persistencia de su tentador comportamiento lo llevaba a un punto en que la locura era sólo su segundo nombre. Nada tenía importancia salvo el ampliar el tiempo de las caricias que él le daba, tentarlo era su trabajo diario, pero había entendido que él había aprendido cómo atarlo a él de forma eficiente; distrayendo su mente, tentando su cuerpo, satisfaciendo su ego, cegándolo con su belleza, ensordeciéndolo con el sonido de sus gemidos. La dureza de la realidad, lo golpeó con crueldad. Él se había acostumbrado a tenerlo, hasta el punto en el que, de no poseerlo, eso lo destruiría.
- Peligroso - Susurró mientras tragaba con dureza, recordándose que era un vikingo que se reía de la muerte. Había visitado lugares tan peligrosos, que morían más personas de las que nacían. Había escuchado y visto horrores que podrían llegar a marcar a cualquier espíritu, rompiéndolos y convirtiéndolos en meras carcasas vacías. Pero él jamás había tenido nada que le importase más que sí mismo, no había tenido nada que pudiera perder, salvo su orgullo. Al menos, hasta ahora, pensó mientras estiraba una de sus manos para acariciar la mejilla de Maurice.
- Malvada criatura, hecha por el mismísimo Satanás para robarme la cordura.- Su voz había adquirido ese inequívoco tono dulce con el que siempre le alagaba. Si alguien los escuchase, podría llegar a pensar que eran sólo dos locos lanzándose insultos con miradas capaces de ser calificadas como indecentes para la “casta” sociedad parisense.
Se rió y comenzó a vestirse de nuevo, teniendo cuidado de limpiar primero su estómago, con un pañuelo que había tenido el buen atino de guardar en su chaqueta, para no pasearse ante los demás con la evidencia clara de que era un hombre bien amado. Y después, como si fuera lo más natural en él, se dedicó a peinar con sus dedos el pelo de Maurice, colocándole el sombrero de alta costura que en la Mansión le había colocado el rubio.
- Vamos a divertirnos, pero recuerda: tu, muy posesivo, amo te está vigilando.- Le ofreció un beso indecentes, de esos que comienzan con una leve caricia de su lengua sobre el labio inferior, y terminaba con una mano que se escabullía después de pasearse perezosamente por su cuerpo. Lo delicioso de Maurice era tocar esos puntos que lo hacían ronronear, para que se quedase confundido al separarse de él. No podía tolerar la mera idea de que los humanos fueran más interesantes que él, esas criaturas cuya única alabanza residía en su latente corazón.
Suspiró y se resignó, sabiendo que el carruaje estaba comenzando a reducir su velocidad, y eso, sólo podía significar que su infierno comenzaba. Se movió por el carruaje y, abriendo la portezuela antes que su propio chofer, se bajó para ofrecerle su mano a Maurice.
- Bienvenido al circo.- Gruñó con irritación, mientras sus labios esbozaban una sonrisa pícara que contrastaba con el estruendo de las calles vivas en las horas nocturnas. Los viandantes paseaban, algunos tranquilamente, mientras otros se movían interrumpiendo el paso de los demás, atropellándose con todo lo que se metiera delante de ellos. Hombres, mujeres y algunos niños, personajillos de mala calaña que buscaban alguna cartera que robar, creando una marea llena de numerosas oportunidades que sólo esperaban ser tomadas por aquel joven rubio que sonreía como si hubiera encontrado la madriguera de un ratón. Su sonrisa le dijo exactamente lo que ya temía; iba a terminar matando a alguien.
- Peligroso - Susurró mientras tragaba con dureza, recordándose que era un vikingo que se reía de la muerte. Había visitado lugares tan peligrosos, que morían más personas de las que nacían. Había escuchado y visto horrores que podrían llegar a marcar a cualquier espíritu, rompiéndolos y convirtiéndolos en meras carcasas vacías. Pero él jamás había tenido nada que le importase más que sí mismo, no había tenido nada que pudiera perder, salvo su orgullo. Al menos, hasta ahora, pensó mientras estiraba una de sus manos para acariciar la mejilla de Maurice.
- Malvada criatura, hecha por el mismísimo Satanás para robarme la cordura.- Su voz había adquirido ese inequívoco tono dulce con el que siempre le alagaba. Si alguien los escuchase, podría llegar a pensar que eran sólo dos locos lanzándose insultos con miradas capaces de ser calificadas como indecentes para la “casta” sociedad parisense.
Se rió y comenzó a vestirse de nuevo, teniendo cuidado de limpiar primero su estómago, con un pañuelo que había tenido el buen atino de guardar en su chaqueta, para no pasearse ante los demás con la evidencia clara de que era un hombre bien amado. Y después, como si fuera lo más natural en él, se dedicó a peinar con sus dedos el pelo de Maurice, colocándole el sombrero de alta costura que en la Mansión le había colocado el rubio.
- Vamos a divertirnos, pero recuerda: tu, muy posesivo, amo te está vigilando.- Le ofreció un beso indecentes, de esos que comienzan con una leve caricia de su lengua sobre el labio inferior, y terminaba con una mano que se escabullía después de pasearse perezosamente por su cuerpo. Lo delicioso de Maurice era tocar esos puntos que lo hacían ronronear, para que se quedase confundido al separarse de él. No podía tolerar la mera idea de que los humanos fueran más interesantes que él, esas criaturas cuya única alabanza residía en su latente corazón.
Suspiró y se resignó, sabiendo que el carruaje estaba comenzando a reducir su velocidad, y eso, sólo podía significar que su infierno comenzaba. Se movió por el carruaje y, abriendo la portezuela antes que su propio chofer, se bajó para ofrecerle su mano a Maurice.
- Bienvenido al circo.- Gruñó con irritación, mientras sus labios esbozaban una sonrisa pícara que contrastaba con el estruendo de las calles vivas en las horas nocturnas. Los viandantes paseaban, algunos tranquilamente, mientras otros se movían interrumpiendo el paso de los demás, atropellándose con todo lo que se metiera delante de ellos. Hombres, mujeres y algunos niños, personajillos de mala calaña que buscaban alguna cartera que robar, creando una marea llena de numerosas oportunidades que sólo esperaban ser tomadas por aquel joven rubio que sonreía como si hubiera encontrado la madriguera de un ratón. Su sonrisa le dijo exactamente lo que ya temía; iba a terminar matando a alguien.
Löwe Von Meer- Vampiro Clase Alta
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