AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Agobiante monotonia [Priv. Löwe][+18]
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Agobiante monotonia [Priv. Löwe][+18]
Era agradable sentir la caricia final de un sol moribundo, llamas naranjas tiñendo el cielo con matices cambiantes de roza y azul obscuro conforme el sol desaparecía detrás de un horizonte de tejados dispares, era un instante que prolongaría eternamente si tuviese el poder de hacerlo, infelizmente, a pesar de los caprichos de mi propia esencia sobrenatural mis poderes eran limitados y en ocasiones completamente inútiles. Hacia ondear mi cola con molestia mientras las calles se iban iluminando por los faroles a gas, “humanos” incluso en mi mente esa palabra sonaba sucia y despreciable, era injusto que alguien de mi belleza debiese vivir cuidando su espalda y cultivando secretos sólo porque los simios bípedos eran superiores en número y demasiado ignorantes para tolerar la existencias de criaturas distintas a su mediocre humanidad.
Me deslice desde el tejado, haciendo uso de mi agilidad felina y mi tamaño inferior, por la fachada hasta una ventana que deje semiabierta horas atrás, me detuve allí un momento más a tiempo de ver unas palomas alzar vuelo casi rozando sus alas unas con otras, esas calles me llamaban con una voz tan dulce y sensual como la de una amante dispuesta. Una copa de vino sentado en la obscuridad al fondo de una taberna cualquiera, observando, esperando, hasta que el ratón viniese a mi y yo pudiese jugar con él, lo mordería muy suavemente sólo para oír sus chillidos lastimeros, en sus ojos brillantes habría suplica pero también anhelo y yo le daría todo cuanto su alma pidiera hasta que se ahogara en el éxtasis, lo deseaba… pero no sería esta noche…
Entre finalmente trotando por la casa con mi cola agitándose con molestia ”humillante”, ¿porqué tenía que comportarme como un perro que aguarda con paciencia a su amo?, esa no era mi naturaleza y aun así seguía esperando en silencio que él me notara. Me ocupaba de que siempre tuviese sus cajones llenos de mudas limpias, sus zapatos impecables pero ¿lo notaria acaso?.
Siendo realista lo más probable es que él diese por hecho todas las cosas que debía hacer por el, era mi deber y él esperaba que lo cumpliese nada más, sin embargo ¿otro lo haría con la misma dedicación?. Tuve que reírme de mi mismo, esa vida hogareña estaba llenando de telarañas mi cabeza, necesitaba algo que me distrajese de la monotonía o esas cortinas lo iban a pagar… si… las cortinas empezaban a irritarme, las rasgaría de arriba abajo, pero más tarde.
Llegue hasta su habitación empujando la puerta con mi cabeza apenas lo suficiente para pasar. Él estaba ahí fundido en las tinieblas, un mortal cualquiera no lo hubiese advertido hasta que fuese demasiado tarde, pero yo tenía ojos que me permitían ver con claridad aun en la absoluta carencia de luz. Me subí a su lecho de un salto, el colchón de plumas se sentía muy bien bajo mis patas, no pude resistirme a amasarla aun cuando mis garras se enganchaban en la delicada seda. ”Oh! Si...” se sentía genial, empecé a ronronear complacido, preparando un sitio donde recostarme. ”Un momento!” no era eso lo que vine a hacer, esa siesta tenía que esperar. Clave mis destellantes ojos en él, si, era por él que vine…
Subí sobre su estomago y camine sobre el hasta acomodarme sobre su pecho, lo mire con fijeza mientras seguía ronroneando, esta noche quería su atención, no esperaría más.
Me deslice desde el tejado, haciendo uso de mi agilidad felina y mi tamaño inferior, por la fachada hasta una ventana que deje semiabierta horas atrás, me detuve allí un momento más a tiempo de ver unas palomas alzar vuelo casi rozando sus alas unas con otras, esas calles me llamaban con una voz tan dulce y sensual como la de una amante dispuesta. Una copa de vino sentado en la obscuridad al fondo de una taberna cualquiera, observando, esperando, hasta que el ratón viniese a mi y yo pudiese jugar con él, lo mordería muy suavemente sólo para oír sus chillidos lastimeros, en sus ojos brillantes habría suplica pero también anhelo y yo le daría todo cuanto su alma pidiera hasta que se ahogara en el éxtasis, lo deseaba… pero no sería esta noche…
Entre finalmente trotando por la casa con mi cola agitándose con molestia ”humillante”, ¿porqué tenía que comportarme como un perro que aguarda con paciencia a su amo?, esa no era mi naturaleza y aun así seguía esperando en silencio que él me notara. Me ocupaba de que siempre tuviese sus cajones llenos de mudas limpias, sus zapatos impecables pero ¿lo notaria acaso?.
Siendo realista lo más probable es que él diese por hecho todas las cosas que debía hacer por el, era mi deber y él esperaba que lo cumpliese nada más, sin embargo ¿otro lo haría con la misma dedicación?. Tuve que reírme de mi mismo, esa vida hogareña estaba llenando de telarañas mi cabeza, necesitaba algo que me distrajese de la monotonía o esas cortinas lo iban a pagar… si… las cortinas empezaban a irritarme, las rasgaría de arriba abajo, pero más tarde.
Llegue hasta su habitación empujando la puerta con mi cabeza apenas lo suficiente para pasar. Él estaba ahí fundido en las tinieblas, un mortal cualquiera no lo hubiese advertido hasta que fuese demasiado tarde, pero yo tenía ojos que me permitían ver con claridad aun en la absoluta carencia de luz. Me subí a su lecho de un salto, el colchón de plumas se sentía muy bien bajo mis patas, no pude resistirme a amasarla aun cuando mis garras se enganchaban en la delicada seda. ”Oh! Si...” se sentía genial, empecé a ronronear complacido, preparando un sitio donde recostarme. ”Un momento!” no era eso lo que vine a hacer, esa siesta tenía que esperar. Clave mis destellantes ojos en él, si, era por él que vine…
Subí sobre su estomago y camine sobre el hasta acomodarme sobre su pecho, lo mire con fijeza mientras seguía ronroneando, esta noche quería su atención, no esperaría más.
Última edición por Maurice Morgan el Dom Abr 07, 2013 7:09 pm, editado 1 vez
Mauren Morgan- Cambiante Clase Baja
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Re: Agobiante monotonia [Priv. Löwe][+18]
" Soy una sombra de tu existencia. Adoro tus ojos jade, tan sensuales como el sabor de la sangre".
Escuché cómo la puerta de mi habitación se abría con un suave empujón, sabía quién era antes de que el gato subiera a su cama. Ninguno de sus criados estaba autorizado a entrar en sus dominios. Era el terreno prohibido para todos, excepto Maurice. A pesar de que cumplía todoas sus órdenes a la perfección , siempre conseguía sacar de quicio a los miembros de la servidumbre. Mientras que todos temblaban en su presencia, él caminaba con agilidad entre ellos para servirle. Era suyo, y todos lo sabían. No importa cuantas cortinas rasgara, cuantos juguetes rompiese, seguiría siendo suyo. No tenía la más mínima intención de dejarlo en libertad. Así que sus lacayos ignoraban a Maurice, no por ser su favorito, sino por el miedo de enfurecerlo. Quienes no cumplían su trabajo desaparecían en la noche.
- Sólo tú podrías venir a despertarme.- Le dijo sin abrir los ojos. Levantó una de sus manos frías y le acarició el suave cuerpecillo. Era tan frágil, tan pequeño en su estómago....Que le habría un sentimiento profundo de posesividad. Sólo él había conseguido mermar su coraza, era su debilidad.
Se movió con la rapidez de un vampiro, y se colocó encima del gato. Sus manos soportaban su cuerpo para no aplastarlo sobre la mullida cama. Le acarició el cuello con la nariz y abrió sus ojos azules para mirarlo. Escuchaba sus pensamientos como si le estuviese gritando en la mente, hablaba de su frustración, del abandono al que lo tenía sometido. Y tenía razón, lo había dejado abandonado entre la servidumbre del castillo. Lo hacía adrede, para que sintiera su ausencia y sólo pudiera pensar en él. En su amo. - Maurice..- Su voz era una caricia más. Un susurro nocturno que despertaría deseo a cualquiera que fuese su destinatario. - Transfórmate para mí..- Sonrió al gato. Su imaginación volaba mientras se sentaba en la cama y apartaba las sábanas de seda, no quería que nada cubriera su cuerpo humano cuando terminara la transformación. Hasta el momento no lo había tocado. No había disfrutado de su calor en la noche, pero sí lo había observado en su desnudez. Le gustaba su cuerpo, perfecto, de miembros delgados y elegantes. Fijó sus ojos azules en los verdes del gato y agrandó su sonrisa, el hambre bailaba en sus ojos, otorgándole un brillo iridiscente en la oscuridad. - Sabes que si tardas en cumplir mi orden te castigaré.- Se apoyó en uno de los gruesos postes de madera que había en cada esquina de la cama, tiró del cordón que bajaría las cortinas de seda blanca. Quería un escenario perfecto para Maurice, algo íntimo entre amo y esclavo. Aunque no lo supiera, siempre escuchaba en la mente de Maurice sus deseos más íntimos, y los cumplía cuando menos lo esperaba. Hoy pensaba cumplir uno; le haría sentir el único hombre que sus ojos veían. Único y perfecto para él. Rió con suavidad mientras adoptaba una pose arrogante y esperaba que cumpliera su orden. Esta noche cumpliré tus fantasías, y cuando amanezca, sólo querrás más de mi. ¿No era cruel aumentar su deseo de dependencia?. Tal vez, pero sentía una punzada de miedo cada vez que Maurice observaba la ventana con gesto ausente, porque sabía lo que ansiaba.... Libertad.
Escuché cómo la puerta de mi habitación se abría con un suave empujón, sabía quién era antes de que el gato subiera a su cama. Ninguno de sus criados estaba autorizado a entrar en sus dominios. Era el terreno prohibido para todos, excepto Maurice. A pesar de que cumplía todoas sus órdenes a la perfección , siempre conseguía sacar de quicio a los miembros de la servidumbre. Mientras que todos temblaban en su presencia, él caminaba con agilidad entre ellos para servirle. Era suyo, y todos lo sabían. No importa cuantas cortinas rasgara, cuantos juguetes rompiese, seguiría siendo suyo. No tenía la más mínima intención de dejarlo en libertad. Así que sus lacayos ignoraban a Maurice, no por ser su favorito, sino por el miedo de enfurecerlo. Quienes no cumplían su trabajo desaparecían en la noche.
- Sólo tú podrías venir a despertarme.- Le dijo sin abrir los ojos. Levantó una de sus manos frías y le acarició el suave cuerpecillo. Era tan frágil, tan pequeño en su estómago....Que le habría un sentimiento profundo de posesividad. Sólo él había conseguido mermar su coraza, era su debilidad.
Se movió con la rapidez de un vampiro, y se colocó encima del gato. Sus manos soportaban su cuerpo para no aplastarlo sobre la mullida cama. Le acarició el cuello con la nariz y abrió sus ojos azules para mirarlo. Escuchaba sus pensamientos como si le estuviese gritando en la mente, hablaba de su frustración, del abandono al que lo tenía sometido. Y tenía razón, lo había dejado abandonado entre la servidumbre del castillo. Lo hacía adrede, para que sintiera su ausencia y sólo pudiera pensar en él. En su amo. - Maurice..- Su voz era una caricia más. Un susurro nocturno que despertaría deseo a cualquiera que fuese su destinatario. - Transfórmate para mí..- Sonrió al gato. Su imaginación volaba mientras se sentaba en la cama y apartaba las sábanas de seda, no quería que nada cubriera su cuerpo humano cuando terminara la transformación. Hasta el momento no lo había tocado. No había disfrutado de su calor en la noche, pero sí lo había observado en su desnudez. Le gustaba su cuerpo, perfecto, de miembros delgados y elegantes. Fijó sus ojos azules en los verdes del gato y agrandó su sonrisa, el hambre bailaba en sus ojos, otorgándole un brillo iridiscente en la oscuridad. - Sabes que si tardas en cumplir mi orden te castigaré.- Se apoyó en uno de los gruesos postes de madera que había en cada esquina de la cama, tiró del cordón que bajaría las cortinas de seda blanca. Quería un escenario perfecto para Maurice, algo íntimo entre amo y esclavo. Aunque no lo supiera, siempre escuchaba en la mente de Maurice sus deseos más íntimos, y los cumplía cuando menos lo esperaba. Hoy pensaba cumplir uno; le haría sentir el único hombre que sus ojos veían. Único y perfecto para él. Rió con suavidad mientras adoptaba una pose arrogante y esperaba que cumpliera su orden. Esta noche cumpliré tus fantasías, y cuando amanezca, sólo querrás más de mi. ¿No era cruel aumentar su deseo de dependencia?. Tal vez, pero sentía una punzada de miedo cada vez que Maurice observaba la ventana con gesto ausente, porque sabía lo que ansiaba.... Libertad.
Löwe Von Meer- Vampiro Clase Alta
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Re: Agobiante monotonia [Priv. Löwe][+18]
Esa voz suya tenía algo capaz de hacerme estremecer, como una caricia intima directo a mi alma. Ojos azules sobre mi, era lo que quería, que me mirara apenas a mi pues así como yo era suyo, el me pertenecía, aun si no lo supiera. Era tentador quedarme así sólo para hacerlo enfadar desafiando sus mandatos, quería una retribución por todos esos días de abandono, sin embargo lo obedecí…
La transformación tenía sus puntos de dolor cuando mis huesos se estiraban y cambiaban de forma, apenas instantes pero que se sentían como afiladas agujas bajo mi carne, con el tiempo se hacía más fácil el soportarlo sin dar siquiera muestra de percatarme de alguna molestia.
- Suena muy seguro… pero hace tantos días que no lo veo que apenas recuerdo su nombre amo…- dije en cuanto pude hablar. Le devolvía una mirada que competía con la suya en arrogancia, ¿porqué tendría que agachar los ojos ante él como hacían los otros sirvientes? ¿O sentirme avergonzado por mi desnudez si el parecía disfrutar mirándome y a mi no me incomodaba que lo hiciera tanto como quisiera?
La belleza es inútil si no hay nadie para admirarla y la mía dependía completamente de él para reafirmar su valor, pues sus demás sirvientes le temían demasiado para mirarme de algún otro modo distinto al de “la mascota molesta” que causaba destrozos y trabajo extra.
La transformación tenía sus puntos de dolor cuando mis huesos se estiraban y cambiaban de forma, apenas instantes pero que se sentían como afiladas agujas bajo mi carne, con el tiempo se hacía más fácil el soportarlo sin dar siquiera muestra de percatarme de alguna molestia.
- Suena muy seguro… pero hace tantos días que no lo veo que apenas recuerdo su nombre amo…- dije en cuanto pude hablar. Le devolvía una mirada que competía con la suya en arrogancia, ¿porqué tendría que agachar los ojos ante él como hacían los otros sirvientes? ¿O sentirme avergonzado por mi desnudez si el parecía disfrutar mirándome y a mi no me incomodaba que lo hiciera tanto como quisiera?
La belleza es inútil si no hay nadie para admirarla y la mía dependía completamente de él para reafirmar su valor, pues sus demás sirvientes le temían demasiado para mirarme de algún otro modo distinto al de “la mascota molesta” que causaba destrozos y trabajo extra.
Mauren Morgan- Cambiante Clase Baja
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Re: Agobiante monotonia [Priv. Löwe][+18]
" Hay tanta belleza en tu confrontación, que podría atarte a mí para siempre".
Esperó a que su conversión terminara. Escuchó los maullidos del gato transformarse en gemidos masculinos. Su cuerpo animal cambiando a algo que rozaba la perfección humana. Miembros que se retorcían, desvelando la belleza que guardaba en su interior. Esos ojos verdes que me desafiaban como un niño caprichoso, quería azotar su trasero, dejarlo sonrosado por su atrevimiento. Pero esperaría. Quería que lo siguiera enfrentando, porque sus labios gruesos hacían una mueca adorable a sus ojos. ¿Quién podría mirar su desnudez y no desearla?.
Alargó su mano y atrapó uno de sus finos tobillos. Arrastró su cuerpo a él, hasta que su trasero golpeó su cadera. Deslizó las manos por sus muslos y le acarició la piel que se tensaba en su vientre. Sus ojos miraban los verdes con calor. - ¿No recuerdas mi nombre?.- Le dediqué una sonrisa oscura. Le tomé sus manos y lamí sus dedos, disfrutando del sabor que poseía su piel. - Permíteme ayudarte, fallegt- El apodo vikingo salió de mis labios, mientras mi cuerpo lo cubría y mis manos perseguían el pecho lampiño. Rocé sus pezones con una sonrisa, y le besé el cuello, permitiendo que mis colmillos se deslizaran por su piel sin perforarla.- Dí el nombre de tu amo, fallegt- Le susurré en la curva de su cuello. No sabía porqué pero estaba disfrutando demasiado de esta situación.
- ¿O debo hacerte recordar más?.- Una de mis manos se movió con rapidez y apretó la curva adorable de su trasero. Pegándolo más a su naciente excitación. Gimió sin vergüenza ante sus ojos verdes, manteniendo la sonrisa cruel del que sabe estar comenzando una guerra. Su relación era siempre así, una lucha entre ambos, una avalancha de sentimientos a flor de piel, que siempre terminaba quemándolos a ambos.
Esperó a que su conversión terminara. Escuchó los maullidos del gato transformarse en gemidos masculinos. Su cuerpo animal cambiando a algo que rozaba la perfección humana. Miembros que se retorcían, desvelando la belleza que guardaba en su interior. Esos ojos verdes que me desafiaban como un niño caprichoso, quería azotar su trasero, dejarlo sonrosado por su atrevimiento. Pero esperaría. Quería que lo siguiera enfrentando, porque sus labios gruesos hacían una mueca adorable a sus ojos. ¿Quién podría mirar su desnudez y no desearla?.
Alargó su mano y atrapó uno de sus finos tobillos. Arrastró su cuerpo a él, hasta que su trasero golpeó su cadera. Deslizó las manos por sus muslos y le acarició la piel que se tensaba en su vientre. Sus ojos miraban los verdes con calor. - ¿No recuerdas mi nombre?.- Le dediqué una sonrisa oscura. Le tomé sus manos y lamí sus dedos, disfrutando del sabor que poseía su piel. - Permíteme ayudarte, fallegt- El apodo vikingo salió de mis labios, mientras mi cuerpo lo cubría y mis manos perseguían el pecho lampiño. Rocé sus pezones con una sonrisa, y le besé el cuello, permitiendo que mis colmillos se deslizaran por su piel sin perforarla.- Dí el nombre de tu amo, fallegt- Le susurré en la curva de su cuello. No sabía porqué pero estaba disfrutando demasiado de esta situación.
- ¿O debo hacerte recordar más?.- Una de mis manos se movió con rapidez y apretó la curva adorable de su trasero. Pegándolo más a su naciente excitación. Gimió sin vergüenza ante sus ojos verdes, manteniendo la sonrisa cruel del que sabe estar comenzando una guerra. Su relación era siempre así, una lucha entre ambos, una avalancha de sentimientos a flor de piel, que siempre terminaba quemándolos a ambos.
- Spoiler:
- *Fallegt: Hermoso
Löwe Von Meer- Vampiro Clase Alta
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Re: Agobiante monotonia [Priv. Löwe][+18]
Debería odiarlo por jugar conmigo de aquel modo, él sabía como y donde tocar para despertar mi cuerpo, una habilidad que seguramente había perfeccionado a lo largo de su milenaria existencia con otros cuerpos que hoy quizás fuesen apenas polvo como un día lo sería el mío. Nada era eterno y sin embargo ahí estaba el, sonriendo en la obscuridad con facciones que había visto desde que era un muchacho, el tiempo era incapaz de dejar su marca en él, pero yo codiciaba dejar la mía propia en él…
- … William? – dije un nombre al azar, resistiendo el impulso de sonreír – creo que deberá esforzarse más amo, mi memoria continua nubosa – fingía indiferencia a su toque, aunque por dentro lo estaba disfrutando, su peso encima mío, el frío tacto de sus manos, la seda de su piel rozando la mía, me consideraba un talentoso actor digno de los escenarios de Paris, pero mi farsa estaba a punto de caer conforme, contra mis ordenes, mi sangre insistía en abandonar sus sitios habituales y aglomerarse en el lugar más inconveniente…
¿Porqué tenía que ser tan orgulloso? Oh, ese era mi infierno personal, necesitaba que él me llevara hasta mis limites para suplicarle aquello que necesitaba, para aceptar mis propios deseos y permitirme dejarme conducir apenas por el placer que me provocaba.
- … William? – dije un nombre al azar, resistiendo el impulso de sonreír – creo que deberá esforzarse más amo, mi memoria continua nubosa – fingía indiferencia a su toque, aunque por dentro lo estaba disfrutando, su peso encima mío, el frío tacto de sus manos, la seda de su piel rozando la mía, me consideraba un talentoso actor digno de los escenarios de Paris, pero mi farsa estaba a punto de caer conforme, contra mis ordenes, mi sangre insistía en abandonar sus sitios habituales y aglomerarse en el lugar más inconveniente…
¿Porqué tenía que ser tan orgulloso? Oh, ese era mi infierno personal, necesitaba que él me llevara hasta mis limites para suplicarle aquello que necesitaba, para aceptar mis propios deseos y permitirme dejarme conducir apenas por el placer que me provocaba.
Mauren Morgan- Cambiante Clase Baja
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Re: Agobiante monotonia [Priv. Löwe][+18]
"Gato avaricioso, tendrás lo que mereces."
Me mordí el labio para no reírme, ese maldito muchacho continuaba su diatriba, sin reconocer, que sabía mucho más que su nombre. Lo sabía casi todo de él. Maurice se encargaba de satisfacer sus deseos, de cubrir sus necesidades, de ordenar su habitación y recordarle las citas que tenía en la noche. ¿A quién quería engañar?.
Miró su entrepierna con deseo, lamió su cuello en un movimiento lento, desfrutando de la suavidad y firmeza de su piel. - Pobre William.... ¿Sabe que te excitas con otro hombre?.- Besó la comisura de sus labios y se separó para mirarlo a los ojos con pasión. Se rió al ver que estaba causando una inevitable erección en él, y sintiendo cómo su pantalón le apretaba, sabía que él también se había excitado. Siempre igual, siempre deseoso de Maurice. Pero jamás lo había tomado, aún era un niño cuando lo consiguió. Tan revelde como ahora, pero en sus ojos siempre brillaba la admiración por él.
Se decidió a darle lo que deseaba, estaba seguro de que si no lo hacía, diría su nombre y finalizaría el juego. Y él adoraba a su gato, era un juguete perfecto, siempre buscando a su amo para que le lanzara una bola de lana. Salvo que en este caso, la "bola de lana" era todo lo que no le había dado. Era su lado más oscuro, el único que no había visto hasta ese momento. - Tú lo has querido- Susurró antes de tomarlo por los hombros y obligarlo a darse la vuelta. SE sentó sobre sus caderas y rasgó una sábana de seda. Hizo dos largas tiras con ella, y tiró el resto al suelo, sin molestarse en mirar dónde caía. Ató las manos de Maurice en un nudo, con la firmeza suficiente para que no se soltara, y con el espacio suficiente para no dejarle marca. El otro extremo, lo ató con rapidez, a la gruesa columna de madera que estaba en una de las esquinas de la cabecera de la cama. Cuando se aseguró de que el nudo resistiría sus movimientos, besó la larga columna de Maurice, acariciando con sus manos el borde de su espalda, bajando hasta el pequeño espacio en el que su carne comenzaba la deliciosa curva de su trasero. Mordió una de sus nalgas con un gruñido, y se colocó entre sus piernas, abriéndolas con las manos, y exponiendo su trasero a su mirada.
- ¿Cómo se llama tu amo, Maurice?- La pregunta era más una orden que una duda. Una de sus grandes manos golpeó una de sus nalgas, dejando un adorable tono rosáceo en ella. Estaba, en este momento, completamente excitado. Besó la marca rosada de su nalga, y golpeó la otra, dejando otra marca que besar. Deslizó sus manos por su estómago, teniendo cuidado de no tocar la parte que ansiaba su toque. - Dí el nombre del único hombre en el que piensas por la noche, Maurice.-
Me mordí el labio para no reírme, ese maldito muchacho continuaba su diatriba, sin reconocer, que sabía mucho más que su nombre. Lo sabía casi todo de él. Maurice se encargaba de satisfacer sus deseos, de cubrir sus necesidades, de ordenar su habitación y recordarle las citas que tenía en la noche. ¿A quién quería engañar?.
Miró su entrepierna con deseo, lamió su cuello en un movimiento lento, desfrutando de la suavidad y firmeza de su piel. - Pobre William.... ¿Sabe que te excitas con otro hombre?.- Besó la comisura de sus labios y se separó para mirarlo a los ojos con pasión. Se rió al ver que estaba causando una inevitable erección en él, y sintiendo cómo su pantalón le apretaba, sabía que él también se había excitado. Siempre igual, siempre deseoso de Maurice. Pero jamás lo había tomado, aún era un niño cuando lo consiguió. Tan revelde como ahora, pero en sus ojos siempre brillaba la admiración por él.
Se decidió a darle lo que deseaba, estaba seguro de que si no lo hacía, diría su nombre y finalizaría el juego. Y él adoraba a su gato, era un juguete perfecto, siempre buscando a su amo para que le lanzara una bola de lana. Salvo que en este caso, la "bola de lana" era todo lo que no le había dado. Era su lado más oscuro, el único que no había visto hasta ese momento. - Tú lo has querido- Susurró antes de tomarlo por los hombros y obligarlo a darse la vuelta. SE sentó sobre sus caderas y rasgó una sábana de seda. Hizo dos largas tiras con ella, y tiró el resto al suelo, sin molestarse en mirar dónde caía. Ató las manos de Maurice en un nudo, con la firmeza suficiente para que no se soltara, y con el espacio suficiente para no dejarle marca. El otro extremo, lo ató con rapidez, a la gruesa columna de madera que estaba en una de las esquinas de la cabecera de la cama. Cuando se aseguró de que el nudo resistiría sus movimientos, besó la larga columna de Maurice, acariciando con sus manos el borde de su espalda, bajando hasta el pequeño espacio en el que su carne comenzaba la deliciosa curva de su trasero. Mordió una de sus nalgas con un gruñido, y se colocó entre sus piernas, abriéndolas con las manos, y exponiendo su trasero a su mirada.
- ¿Cómo se llama tu amo, Maurice?- La pregunta era más una orden que una duda. Una de sus grandes manos golpeó una de sus nalgas, dejando un adorable tono rosáceo en ella. Estaba, en este momento, completamente excitado. Besó la marca rosada de su nalga, y golpeó la otra, dejando otra marca que besar. Deslizó sus manos por su estómago, teniendo cuidado de no tocar la parte que ansiaba su toque. - Dí el nombre del único hombre en el que piensas por la noche, Maurice.-
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Re: Agobiante monotonia [Priv. Löwe][+18]
A pesar de que sabía que él no dejaría nada al azar tuve que probar si aquellas ataduras realmente podrían detenerme, comprobar que mis manos no se deslizaban a través del nudo me causo una mezcla de emociones que se arremolino en mi estomago haciéndome sentir enfermo. Los gatos no nos tomamos a bien que nos aten, la única razón para que no empezase a luchar por liberarme era que confiaba en mi amo.
Sus besos bajando por mi columna sirvieron para que me relajará, pero no supe que pensar de su mordida y los azotes, uso la suficiente fuerza para que sintiera mi piel picar por el golpe pero no me hizo daño realmente y… de algún modo se había sentido bien. Saber que estaba detrás de mí, con el poder de hacer conmigo lo que deseara hizo que me excitará aun más haciendo que mi sangre se precipitara a mi miembro provocándome una dolorosa erección.
- ¿Por las noches? – interrogue haciéndome del tonto, no quería que el juego acabara cuando dijese su nombre y entonces el me mandase a mi propia habitación como tantas otras veces. El me miraba con hambre, me deseaba igual que yo a él, sin embargo siempre había un límite que no se atrevía a cruzar y que acaba por completo con la diversión. – Lo… Lo pensare – sonreí con malicia.
Esta vez estaba dispuesto a llevar el juego tan lejos como pudiera, no aceptaría otra noche regresando frustrado a mi cuarto para atenderme yo mismo.
Sus besos bajando por mi columna sirvieron para que me relajará, pero no supe que pensar de su mordida y los azotes, uso la suficiente fuerza para que sintiera mi piel picar por el golpe pero no me hizo daño realmente y… de algún modo se había sentido bien. Saber que estaba detrás de mí, con el poder de hacer conmigo lo que deseara hizo que me excitará aun más haciendo que mi sangre se precipitara a mi miembro provocándome una dolorosa erección.
- ¿Por las noches? – interrogue haciéndome del tonto, no quería que el juego acabara cuando dijese su nombre y entonces el me mandase a mi propia habitación como tantas otras veces. El me miraba con hambre, me deseaba igual que yo a él, sin embargo siempre había un límite que no se atrevía a cruzar y que acaba por completo con la diversión. – Lo… Lo pensare – sonreí con malicia.
Esta vez estaba dispuesto a llevar el juego tan lejos como pudiera, no aceptaría otra noche regresando frustrado a mi cuarto para atenderme yo mismo.
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Re: Agobiante monotonia [Priv. Löwe][+18]
Parpadeó varias veces, presa de la sorpresa. Aquel descarado gato seguía con el juego. Siempre se había detenido antes de que llegara a más, evocaba la imagen del frágil muchacho que había acogido, y aunque ahora era un hombre, se sentía como un depredador. Un vil calavera que ponía sus manos sobre algo puro y virginal. Su mano tembló en el aire, rozando la piel de su espalda en una temblorosa caricia. Ni siquiera sabía si era virgen.
Observó la sensual imagen de su espalda arqueada, permitiéndole una mejor visión de su trasero, y tragó saliva ruidosamente. ¿Cuánto tiempo hacía que no se sentía así?. ¿Cuándo había temblado con el miedo de hacer daño a un amante?. Nunca, ni siquiera en su primera vez. Estaba demasiado ansioso como para preocuparse de la experiencia de la mujer. - Maurice...- Su voz sonó con una advertencia. Sin embargo no escuchó ninguna respuesta de él. ¿Era una ofrenda?. ¿Una aceptación silenciosa?.
Besó la curva pálida de su cadera, paseando la lengua por ella, y bajando hasta sus muslos. Acarició con la punta de los dedos su miembro erecto, y gimió. Al parecer, su pequeño gatito, no era tan "pequeño" como había pensado. Se relamió los labios con una sonrisa de placer, y agradeció a Odín su suerte.
Si hubo algún instante en que se preocupó por su seguridad, ddesapareció cuando el miembro de Maurice se movió en su mano, una caliente y dura prueba de las ansias de placer del joven. Lo apretó y masajeó mientras le preguntó: - ¿Estás seguro de que no recuerdas mi nombre?- Estaba seguro de que era orgulloso, pero no estúpido. Sabía lo que quería preguntarle con eso, y no era precisamente si quería continuar con el juego de no recordar mi nombre, sino con algo mucho más peligroso para él, el convertirse en mi siervo sexual. Si decía que sí, lo tomaría como mi único amante, lo que implicaría el tenerme a mí. Sólo y exclusivamente a mí. No toleraría que nadie tocara su piel de ébano, que comprobase lo suave que podía llegar a ser su piel, ni que conociese el brillo cálido de sus ojos verdes en la excitación. Si ya era posesivo con él, esta vez, llegaría al límite. El gato no sabía con lo que estaba jugando. Siendo sincero, ni siquiera él sabía lo que podría llegar a ocurrir si alguien intentaba tocar a Maurice. Probablemente se limitaría a matarlo, de forma lenta y cruel, y se encargaría de que el gato lo viera. Gruñó con furia sólo de imainarse esa escena. Él era suyo. Suyo. SUYO.
Con la posesividad a flor de piel, se quitó la camisa y el pantalón de cuero, dejando que un pequeño calzón, cubriese su excitación. Abrazó a Maurice, y pegó su pecho a su espalda, dejando que su trasero desnudo, rozase la dureza de su miembro. Balanceó las caderas contra la suavidad de su montículo y le agarró el pelo con suavidad, tirando de su cabello con la fuerza suficiente para levantar su rostro y obligarlo a mirarlo. - Eres mío. No importa dónde te escondas, porque arrasaré con todo hasta encontrarte. - Lo miró con dureza. Fijando sus ojos azules en los suyos, transmitiéndole toda la pasión que sentía en el momento, y que sabía que perduraría aunque él envejeciera. - Dí mi nombre.- Su voz era tan oscura que ni siquiera podía reconocerse a sí mismo. ¿Qué le ocurría con él?. Sin pensar mucho en lo que sentía, acortó la distancia y lo besó. No fue un beso suave, fue uno que arrasaría con sus defensas. Su lengua se introdujo con fiereza en su boca entreabierta, sin darle tiempo a que pudiera abrirla del todo. Exploró la húmeda cavidad, gimiendo como un adicto al opio. Sintiendo cómo su corazón muerto, quería volver a latir para él. Se separó y lo miró a los ojos.- Mi nombre, Maurice.- Mi voz rozó sus labios, como una caricia previa a la toma definitiva.
Löwe Von Meer- Vampiro Clase Alta
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Re: Agobiante monotonia [Priv. Löwe][+18]
Aquel beso me dejo con la cabeza dando vueltas, mis pensamientos se fueron a algún lugar desconocido dejando que su nombre se deslizará por mis labios de forma automática.
- Löwe – lo llame antes de reírme divertido por la manera en que había conseguido arrancarme su nombre, su tono obscuro no me amedrentaba, pero sus labios sobre los míos , su lengua explorando mi boca de aquel modo rudo, el roce de sus colmillos que dejaron el sabor metálico impregnado en mi, fue demasiado – Debo advertirle amo… que soy muy bueno escondiéndome – me reí de nuevo, si me iba de su lado no sería por mi deseo pero ese era un asunto en el cual no quería pensar en este momento.
Moví mis caderas frotando mi trasero contra el bulto en sus calzones, aun no tenía idea si lo disfrutaría o si me dolería, pero no era tan inocente para ignorar lo que ocurriría si seguíamos por ese camino. Estaba en desventaja frente a su experiencia lo cual me molestaba, ¿qué sucedería si lo decepcionaba? Anette me enseño que debía hacer con una mujer, sin embargo a pesar de que fue una maestra dedicada, nuestras furtivas lecciones no incluían enseñanzas de esta naturaleza.
Guarde mis dudas para mi mismo en tanto me movía provocativamente debajo suyo y sonreía con una confianza de la que realmente carecía, quería complacerlo, que tomase cada parte de mi y me hiciese suyo hasta que no pudiese reemplazarme por ningún otro.
- Löwe – lo llame antes de reírme divertido por la manera en que había conseguido arrancarme su nombre, su tono obscuro no me amedrentaba, pero sus labios sobre los míos , su lengua explorando mi boca de aquel modo rudo, el roce de sus colmillos que dejaron el sabor metálico impregnado en mi, fue demasiado – Debo advertirle amo… que soy muy bueno escondiéndome – me reí de nuevo, si me iba de su lado no sería por mi deseo pero ese era un asunto en el cual no quería pensar en este momento.
Moví mis caderas frotando mi trasero contra el bulto en sus calzones, aun no tenía idea si lo disfrutaría o si me dolería, pero no era tan inocente para ignorar lo que ocurriría si seguíamos por ese camino. Estaba en desventaja frente a su experiencia lo cual me molestaba, ¿qué sucedería si lo decepcionaba? Anette me enseño que debía hacer con una mujer, sin embargo a pesar de que fue una maestra dedicada, nuestras furtivas lecciones no incluían enseñanzas de esta naturaleza.
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Mauren Morgan- Cambiante Clase Baja
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Re: Agobiante monotonia [Priv. Löwe][+18]
No tenía escapatoria, aquel hombre seguía moviéndose debajo de él, incitándolo, llamando al lado oscuro que había en él. Tuvo que contenerse para no arrancarse su propio calzón y poseerlo en el mismo instante en que sus labios pronunciaron su nombre. Sus ojos verdes brillaban con diversión, mofándose de él, disfrutando quizás de la mala situación en la que se encontraba. - No voy a permitirte huir, eres mío.- Besó la curva marcada de su pómulo, teniendo cuidado en no arañar su mejilla con los colmillos. Le dolía la encía, se había despertado y aún no había tomado nada de sangre. El tenerlo debajo de él, dispuesto y desnudo, con el pulso acelerado, no le ayudaba a ignorar la punzada débil, pero cada vez más constante, del hambre.
- Puedo oler tu excitación, Maurice.- Se rió con suavidad en su garganta, deslizando la mano por su abdomen. La tersa y suave piel del gato era un sueño erótico. La falta de vello masculino no lo sorprendía, había algo ligeramente femenino en él, algo que lo llamaba como el canto de una sirena. Y sabía de lo que hablaba, había sido pirata durante más de 400 años, de ahí que no hubiera un barco que no supiera manejar. Pero Maurice... había sido y seguía siendo, su tesoro más cuidado. No había poseído, en sus largos años, un siervo igual que él. Tan orgulloso, con esa belleza masculina capaz de hacer desmayar a las damas, y caer de rodillas a los hombres que lo admiraban. Sus ojos verdes eran capaces de hipnotizar. E ahí el porqué, cuando había sido un mero niño tembloroso, lo había acogido. Era su desafío personal. Su sirena, el culpable de que sonriese sin previo aviso cuando alguien hablaba de la obstinación y terquedad.
- Debería castigarte por olvidarte de mi nombre, pero pienso grabarlo en tu cuerpo.- Dejó que sus palabras acariciasen su oído antes de darle la vuelta y dejarlo de cara a él. No separo sus ojos azules de los suyos, mientras deslizaba las manos hasta su erección. Disfrutó de la mirada sensual que le dedicaba Maurice, y le sonrió con sensualidad. - Repite mi nombre.- Su acento vikingo se había liberado por completo, y sus ojos comenzaban a brillar con la peligrosa tonalidad azulada de los berséker. Ése era su secreto, por eso asustaba a sus adversarios. Todos se enfrentaban a la mirada de un demonio, algo que es imposible que existiera en la antigüedad, y que se apoderaba de sus ojos cuando se excitaba. -Dilo- Sonrió mostrando sus afilados colmillos, disfrutando del temblor que emanaba de Maurice.
Bajó su cabeza y besó el vientre plano, acarició las costillas que se marcaban en su delgado y elegante cuerpo. Le encantaba lo caliente que estaba su cuerpo, siempre un contraste agradable para sus dedos fríos. Como el fiel amante que era, adoró con su lengua los huesos de sus estrechas caderas, y cuando llegó al punto central de su excitación, le dedicó una larga y lenta lamida. Comenzando desde la base de la erección, hasta la punta, recogiendo una gota del líquido, erótico y salado, de su excitación. Gruñó como un animal, y arrastró los colmillos por la carne de su pelvis. - Maúlla para mí, fallegt.-
Löwe Von Meer- Vampiro Clase Alta
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Re: Agobiante monotonia [Priv. Löwe][+18]
El cambio en sus ojos era fascinante, aquel brillo salvaje en sus pupilas lo hacía ver como una bestia mitológica asechando en profundas tinieblas. Algo de maligno, un toque de fantástico y absolutamente tentador, era el fruto prohibido que cuelga de la rama, maduro y fragante esperando ser mordido, pidiendo ser mordido…
Mis manos seguían atadas por encima de mi cabeza impidiéndome tocarlo del mismo modo que el a mi, su tacto frío era más notable ahora que el acelerado ritmo de mi corazón había elevado la temperatura de mi piel, tire de las malditas ataduras tensándolas mientras las maldecía en silencio por privarme del privilegio de recorrer su cuerpo con mis manos. ¿Cómo un hombre, mortal o inmortal, podía verse tan amenazador al mismo tiempo que hermoso y sensual?
Dios no era justo… infiernos si lo era!
Arquee mi espalda con una flexibilidad inhumana cuando su lengua se deslizo por mi miembro y su voz acaricio mis sentidos con aquel acento antiguo, gemidos amortiguados escapaban de mis labios mientras luchaba por mantener la cordura, él me pidió que maullara para él y lo hice, maúlle hasta que se impuso el ronroneo haciendo vibrar mi garganta y pecho a causa del sonido.
- purrr Löwe purrr purrr- tire una vez más de mis ataduras – bésame rrr por favor – pedí, pero también sabía como obligarlo.
Las media-transformaciones no eran fáciles, me provoco un dolor horrible en los dientes conseguir sacar mis propios colmillos, pero cuando los tuve sonreí dejando que los viera pasando mi lengua por ellos de forma insinuante antes de morderla lo bastante fuerte y profundo para que la sangre comenzase a manar. Mi mente grito por el dolor, pero esperaba que la recompensa valiese el sacrificio.
Mis manos seguían atadas por encima de mi cabeza impidiéndome tocarlo del mismo modo que el a mi, su tacto frío era más notable ahora que el acelerado ritmo de mi corazón había elevado la temperatura de mi piel, tire de las malditas ataduras tensándolas mientras las maldecía en silencio por privarme del privilegio de recorrer su cuerpo con mis manos. ¿Cómo un hombre, mortal o inmortal, podía verse tan amenazador al mismo tiempo que hermoso y sensual?
Dios no era justo… infiernos si lo era!
Arquee mi espalda con una flexibilidad inhumana cuando su lengua se deslizo por mi miembro y su voz acaricio mis sentidos con aquel acento antiguo, gemidos amortiguados escapaban de mis labios mientras luchaba por mantener la cordura, él me pidió que maullara para él y lo hice, maúlle hasta que se impuso el ronroneo haciendo vibrar mi garganta y pecho a causa del sonido.
- purrr Löwe purrr purrr- tire una vez más de mis ataduras – bésame rrr por favor – pedí, pero también sabía como obligarlo.
Las media-transformaciones no eran fáciles, me provoco un dolor horrible en los dientes conseguir sacar mis propios colmillos, pero cuando los tuve sonreí dejando que los viera pasando mi lengua por ellos de forma insinuante antes de morderla lo bastante fuerte y profundo para que la sangre comenzase a manar. Mi mente grito por el dolor, pero esperaba que la recompensa valiese el sacrificio.
Mauren Morgan- Cambiante Clase Baja
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Re: Agobiante monotonia [Priv. Löwe][+18]
La hermosa visión de sus colmillos, me excitó mucho más de lo que jamás llegaría a admitir. Deseaba poder acariciarlos con mi lengua, ver cuan suaves podían llegar a ser bajo mis labios. Lo que no esperaba, es que ése descarado ser gatuno, tan sensual y descarado bajo mis caricias, fuera capaz de enfrentarme así. Su sangre se deslizaba por sus labios, volviéndolos más rojos de lo normal. El olor erótico de la sangre me llamaba, pero la visión de él, acostado, con las piernas completamente abiertas, su espalda arqueada en una postura, pensada para torturar, aún más, su miembro erecto. No podía evitarlo. Lo deseaba. Mucho más de lo que había querido nada antes. Su juguete, su pequeño Maurice.
Se movió con rapidez, apretando su cuello con una de sus poderosas manos, impidiendo que pudiera mover su boca a otro lugar, que no estuviera debajo de sus labios. Bajó su rostro y lamió el hilo de sangre que se deslizaba por su mandíbula. Gruñendo de satisfacción, sintiendo cómo los colmillos bajaban por completo y acariciaban su piel. No se molestó en ser suave, lo besó con pasión. Alimentándose de sus labios, chupando con cuidado su labio inferior. Cuando éste dejó de sangrar, bajo las atentas caricias de su lengua, siguió besándolo, adorando su estúpida tendencia de enfrentarlo. Amaba ése lado caprichoso de él, porque sabía, que al final, haría lo que él le ordenase. Si no cumplía sus órdenes, ambos sabían que tendría que castigarlo. Ésa era su relación. Impetuosa, caprichosa, llena de celos y posesividad, tan suave y ligera, como la caricia de una daga antes de realizar un corte en la piel. - No sabes lo que has hecho Maurice- le susurró mientras apretaba más el agarre de su cuello. Apretó lo justo para que sintiera la falta del oxígeno, pero no lo suficiente para que tuviera que luchar por respirar. Era un maestro en controlar el límite. Pero ahora, con el apetito despierto, se sentía capaz de cualquier cosa. Porque lo quería todo de él. Cuerpo, sangre, y alma.
Con la bestia de su interior despierta, desgarró la fina tela que cubría su sexo, quedando completamente desnudo ante Maurice. Le dedicó una sonrisa sensual, una de las que había conseguido hacer caer a muchas mujeres ante él, incluso sabiendo lo que era, muchas seguían deseando que posara sus labios en la suave piel de su cuello. ¿Por qué?. Porque pocos podían estar ante un Dios y no querer tocarlo, o ansiar sus caricias. - Voy a tomarte. Después de esto, no habrá nadie salvo yo. - Rió cuando tomó el miembro de Maurice entre sus manos y comenzó a masajearlo. Su lengua torturó su erección, intercambiando el continuo masaje de su mano, con suaves paseos de sus dientes en él. Lo quería mucho más que excitado, lo quería rendido bajo sus manos. Apretó sus dientes en la carne interna de su muslo, dejando que sus dientes se hundiesen en la carne. Su sangre lo ensalzaba. Comenzó a gruñir y temblar ante el incalculable sabor de su sangre. Sabía lo que eso significaba, debía tener sangre noble entre alguno de sus antecesores.
- Sabes tan bien, Maurice. Tan decadente como la vieja alta clase.- Su acento vikingo marcaba sus palabras, otorgándole una sensualidad ya perdida en el tiempo. No podía más, deseaba saborear la carne de Maurice. Así que introdujo su miembro en su boca y comenzó a succionar con suavidad, disfrutando del sabor salado de su excitación, con el almizcle único del sabor que había dejado su sangre en la lengua. Tragó todo lo que pudo de él, dando todo el placer que deseaba que sintiera. Y cuando notó los gritos silenciosos que anunciaban el momento justo antes de que llegara al orgasmo, se retiró. Dejó que el miembro húmedo de Maurice, golpease su estómago. Rió con regocijo y le dio la vuelta, colocándose sobre él.
- No alcanzarás el placer hasta que yo te marque como mío, no quiero que vuelvas a olvidarte de quién es tu amo.- Acarició con su nariz el cuello estilizado del gato. Olió su excitación, el furioso torrente de sangre que manaba por su cuello. Le quitó las ataduras de su mano y le besó las muñecas. Vio cómo la suave tela había dejado una suave marca en su piel. Le gustaba el rastro que estaba dejando en su cuerpo, dejando evidencias claras de qué era él. Era una forma absurda de dejarle claro a todos los demás, que Maurice era suyo. ¿Cuando se había vuelto tan posesivo con sus juguetes?.
Lamió su cuello y sonrió cuando el gato tembló debajo de él. - ¿Estás listo?.- Le preguntó mientras deslizaba sus dientes por su garganta. Iba a introducirse en él, tomándolo de todas las formas que podía.
Löwe Von Meer- Vampiro Clase Alta
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Re: Agobiante monotonia [Priv. Löwe][+18]
Ni en mis sueños más salvajes hubiese imaginado que sería de esta manera, fui arrojado dentro de un abismo de éxtasis y agonía, la amenaza de sus afilados dientes, su mirada animal y sus gruñidos sólo me excitaban más y me hacia desear sentir esos colmillos perforando en los sitios más sensibles ”¿Era esto lo que sentían sus presas antes de que se alimentara de ella?” Odie profundamente a todas aquellas almas que se hubiesen rendido ante la promesa de placeres infinitos que había en la mueca sensual de su sonrisa.
Fije en mi mente la breve visión de su perfección masculina, los contornos definidos de su cuerpo y la precisión letal de sus movimientos. Era el depredador perfecto, ideado por dioses perversos para la perdición completa, o quizás mi heraldo personal de destrucción trayendo con alas negras y diabólicas miradas un mensaje sangriento.
Pagaría un precio por el privilegio de su boca sobre mi miembro, cada una de sus incitantes mordidas, o el roce áspero de su mejilla todo me sería cobrado en brillantes días interminable, demasiado calurosos, demasiado aburridos, embrujados por el fantasmagórico recuerdo de esta noche. La comida sería insípida comparada al exótico sabor metálico de sus labios, la brisa me traería aromas opacos frente al recuerdo de su colonia. Y mi alma lloraría aun cuando las lágrimas no brotasen, cada vez que se marchará sin notarme.
Sería un infierno que me perseguiría quizás por el resto de mi vida, pero esta noche no quería otra cosa además de él, su aroma, su peso, su miembro en mi interior, el frío de su piel contra el calor de la mía, su voz envolviéndome…
- Por favor amo… - suplique sin saber bien el que, sólo sabía que necesitaba algo que apenas el podía darme – Por favor Löwe – me aferre a las sabanas ahora que había sido liberado de las ataduras, apoyándome sobre codos y rodillas ofreciéndome a él.
Fije en mi mente la breve visión de su perfección masculina, los contornos definidos de su cuerpo y la precisión letal de sus movimientos. Era el depredador perfecto, ideado por dioses perversos para la perdición completa, o quizás mi heraldo personal de destrucción trayendo con alas negras y diabólicas miradas un mensaje sangriento.
Pagaría un precio por el privilegio de su boca sobre mi miembro, cada una de sus incitantes mordidas, o el roce áspero de su mejilla todo me sería cobrado en brillantes días interminable, demasiado calurosos, demasiado aburridos, embrujados por el fantasmagórico recuerdo de esta noche. La comida sería insípida comparada al exótico sabor metálico de sus labios, la brisa me traería aromas opacos frente al recuerdo de su colonia. Y mi alma lloraría aun cuando las lágrimas no brotasen, cada vez que se marchará sin notarme.
Sería un infierno que me perseguiría quizás por el resto de mi vida, pero esta noche no quería otra cosa además de él, su aroma, su peso, su miembro en mi interior, el frío de su piel contra el calor de la mía, su voz envolviéndome…
- Por favor amo… - suplique sin saber bien el que, sólo sabía que necesitaba algo que apenas el podía darme – Por favor Löwe – me aferre a las sabanas ahora que había sido liberado de las ataduras, apoyándome sobre codos y rodillas ofreciéndome a él.
Mauren Morgan- Cambiante Clase Baja
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Re: Agobiante monotonia [Priv. Löwe][+18]
Se rió con un ronroneo ronco, su aliento acariciando la espalda de su amante mientras bajaba por ella. Porque eso era Maurice, desde hacía unos minutos, o quizás una hora, no se preocupaba mucho por el transcurso del tiempo. Su pequeño esclavo, se había convertido en un hermoso hombre. Siempre dispuesto a satisfacerlo, a darle lo que ordenaba. Se había convertido en su sombra, siempre rondando a su alrededor, incluso cuando estaba en forma de gato, era consciente de su presencia en la habitación.
- ¿Por favor qué, gatito?- Le pregunto mientras le besaba una nalga. Una de sus manos acarició el otro montículo, dándole un azote, a cambio de una caricia profunda. Sus manos, separaron sus nalgas, permitiéndole ver la pequeña rosa que buscaba. La acarició con la lengua, preparándola, bañándola con su saliva para evitar hacerle daño más tarde. El olor de la excitación de Maurice, era un narcótico, lo embrujaba. Era una fragancia tan espesa, tan dulce, que se ocupó de acariciar el miembro del joven. Aumentó el ritmo de las lamidas, al mismo tiempo que aceleraba la caricia de su sexo. Estaba centrado en arrancarle gemidos, en probar el líquido de su orgasmo.
Unos pasos se acercaron a la puerta de su habitación, pasos demasiados ligeros como para ser los de Leónidas, su creador. Separó su rostro del trasero de Maurice, y sustituyó su lengua, por uno de sus dedos, acariciando la pequeña rosa que ocultaba, estirándola y preparándola para su miembro. Juntó su cadera en uno de los muslos de Maurice, y se deslizó por ella, dejando que su sexo endurecido, se meciera contra él. - Mi señor, necesito hablar con usted- La voz, de su ama de llaves, resonó por la habitación. Se rió por el respingo que hizo maurice, pero le agarró las caderas para que no se separase de él. Continuó sus caricias, con mayor exigencia que antes. Se inclinó sobre Maurice para calmarlo.- No puede oírte, litla fagurt mín. - Le introdujo un segundo dedo, y notó la resistencia de su cuerpo.- Relájate, no quiero hacerte daño.- Se rió de su pequeño esclavo. Besándole los labios con exigencia, robándole un pequeño gemido.
- ¿No puede esperar?- Le contestó con frialdad a la mujer que aguardaba detrás de la puerta. - No, mi señor.- El tono enfurecido de su ama de llaves le hizo suspirar. Tomó a Maurice por la cintura, y lo levantó en brazos, llevándoselo con él hasta la puerta de su habitación. Dejó a su esclavo en el suelo y le susurró que apoyase sus manos contra la puerta cerrada. Vio cómo hacía lo que le pedía, aunque sus mejillas estaban sonrojadas. ¿Tenía, su descarado gatito, vergüenza?. - Está bien, exprese su queja.- Mordió a Maurice en el interior de su muslo, succionando la sangre que comenzó a salir de su herida. Gruñó con placer entre sus piernas, separándose para dejar que sus dedos limpiasen la zona lacerada por sus colmillos. Un pequeño hilo de sangre se deslizó por su muslo, haciendo un recorrido delicioso, hasta el final de su pierna.
- Hay otro juego de cortinas destrozado, mi señor. ¡Tiene que enseñarle a ese gato a mantenerse alejado de ellas!.- Su ama de llaves prosiguió con una lista de numerosas fechorías. Todas realizadas por "el gato callejero". - El servicio tiene que estarlo vigilando constantemente, mi señor. - Era evidente el enfado en su voz. Le exigía que se deshiciera del gato. El mismo gato que tenía en esos instantes contra la puerta. ¿No era divertida, y excitante su situación?. ¿qué pensaría su ama de llaves, si supiera lo que hacía con el "gato callejero"?.
Sabiendo que Maurice estaba más que preparado para él, empujó con suavidad entre sus caderas, introduciéndose en él con un movimiento lento y firme. Una de sus manos apretó su cadera, y maldijo en voz alta. Estaba tan estrecho, que podría terminar antes de introducirse del todo en él. Besó a Maurice en los labios, y se retiró de su interior, para volver a mover sus caderas contra las del joven. - Eres un gatito muy malo, Maurice.- Le susurró mientras empujaba su cuerpo contra la puerta. Sabía que eso provocaría un golpeteo constante contra la puerta. Pero le excitaba que su ama de llaves pudiera escucharlos a ambos. - ¿Te excita el saber que ella puede escucharnos, fallegt?- Le preguntó en un susurro oscuro.
- Compre cortinas nuevas, Frau. Su trabajo es mantener orden en el Castillo, si no puede con un gato callejero, entonces prescindiré de sus servicios.- Le contestó con frialdad, empujando dentro de Maurice con suavidad. - Pero mi señor...- Le respondió ofendida. - Pero nada.- Le respondió con frialdad. El suspiro se escuchó contra la puerta, pero sus pasos no se alejaron. Al contrario, se acercaron a la puerta y ambos pudieron oír cómo se apoyaba en ella. Tal vez quisiera escuchar, o quizás disfrutar de lo que adivinaba que estaba ocurriendo en su habitación. Fuera lo que fuese, no le importaba.
Besó a Maurice y le sonrió.- Así que....¿otro par de cortinas ha sufrido tu asalto?.- Comenzó a reírse mientras acariciaba su miembro. - ¿Deseas que satisfagamos la curiosidad de nuestra ama de llaves, o prefieres que le ordene que se marche?- Lamió su hombro y le rozó con los colmillos. Amando la suavidad de su piel. Podría hacerlo gemir y gritar, haciendo que su ama de llaves supiera lo que estaba ocurriendo, pero era más divertido que él decidiera qué hacer.
Löwe Von Meer- Vampiro Clase Alta
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Re: Agobiante monotonia [Priv. Löwe][+18]
- Déjala que se entere – conteste entre gemidos – que lo sepa ella y todo el castillo – si, que se enterarán todos, no me importaba que me llamarán sodomita o cosas peores, ahora cada parte de mi pertenecía al amo, era lo único que realmente me importaba. El ama de llaves no era ninguna estupida, conocía todos los secretos del castillo como correspondía a su posición ¿cómo podría ignorar que el amo apenas salía en las noches, o las ocasionales manchas de sangre en sus prendas? Su silencio estaba comprometido por algo mayor que el temor, la necesidad, ella como todos nosotros necesitábamos a Löwe de un modo u otro, el nos proporcionaba trabajo, comida, un techo ¿Qué podían significar la vida de algunos extraños frente a nuestras propias necesidades?
Clave mis uñas en la madera mientras mecía mis caderas al compás de sus movimientos ¿qué significaban para mi esas almas anónimas frente al brillo de sus ojos, el roce de sus dedos? Nada… ni mil inocentes, si es que había tantos en Paris, hacían una diferencia. Sus secretos estaban seguros conmigo, lo protegería a cualquier costo porque lo necesitaba, porque apenas para él deseaba vestir mi piel humana.
El placer que me proporcionaba empezó a desordenar mis pensamientos, haciendo que me olvidará del ama, o incluso de mi mismo, tensándome y estremeciéndome en respuestas a las oleadas de placer que recorrían mi cuerpo, sentía que iba a correrme en cualquier momento, sin embargo no quería terminar antes que el amo, era mi obligación ver por sus necesidades pero había sido yo quien recibió los cuidados de mi señor.
Clave mis uñas en la madera mientras mecía mis caderas al compás de sus movimientos ¿qué significaban para mi esas almas anónimas frente al brillo de sus ojos, el roce de sus dedos? Nada… ni mil inocentes, si es que había tantos en Paris, hacían una diferencia. Sus secretos estaban seguros conmigo, lo protegería a cualquier costo porque lo necesitaba, porque apenas para él deseaba vestir mi piel humana.
El placer que me proporcionaba empezó a desordenar mis pensamientos, haciendo que me olvidará del ama, o incluso de mi mismo, tensándome y estremeciéndome en respuestas a las oleadas de placer que recorrían mi cuerpo, sentía que iba a correrme en cualquier momento, sin embargo no quería terminar antes que el amo, era mi obligación ver por sus necesidades pero había sido yo quien recibió los cuidados de mi señor.
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Re: Agobiante monotonia [Priv. Löwe][+18]
La habitación comenzó a llenarse de ese aroma sofocante, el único que podía relacionarse con el sexo. Estaba seguro de que, si fuese humano y su corazón latiese en su pecho, estaría ahora mismo danzando para Maurice. Golpeando el pecho cubierto con algunas cicatrices que había sufrido antes de convertirse, heridas de guerras tan lejanas, que no quedaban ni los huesos de los combatientes. - Como desees Maurice- Le dijo con una sonrisa.
Agarró con fuerza sus caderas y comenzó a bombear, con estocadas fuertes y cortas, dentro de él. Notando las caricias que hacía su largo cabello rubio en su pecho. La melena azotaba la espalda de Maurice, balanceandose entre su pecho y las estrechas caderas de su amante. La palidez de su piel, había comenzado a ruborizarse, mostrando la perfeccion de su excitación. Su boca estaba entreabierta, gimiendo, gritando, exhalando el aire que salía de sus labios con cada estocada. Las uñas del cambiaforma, estaban comenzando a dejar marcas en la puerta, y desde el exterior, unos gemidos suaves y excitados, se mezclaban con los suyos propios. ¿Cuándo había pervertidoo a sus sirvientes?. ¿Cómo comenzaron a mezclarse con su vida privada, otorgándole un placer superior ?.
Apoyó la cabeza en el hueco de su cuello, gimiendo de placer, estremeciéndome dentro de él. Era la primera vez que tomaba a un hombre, había visto jóvenes apuestos, tan delicados, que parecían mujeres. Pero sólo Maurice lo había excitado, sólo él le habia hecho probar a alguien de su mismo sexo. Con el gatito, había aprendido lo que era admirar a un hombre, perderse en el brillo de sus ojos y sonreír con cada estúpido acto que hacía para llamar su atención. Se volvía fuego entre sus manos, un amante dedicado, que lo miraba con adoración. Quizás la Biblia, ese texto sagrado para los cristianos, se equivocaba. No había sido una mujer quien le tendió la manzana prohibida a Adán, estaba seguro de que fue un hombre. Alguien con labios hechos para besar, con ojos prohibidos y un cuerpo hecho para adorar con las manos.
Continuó torturándolo con fuertes estocadas, podría estar así toda la noche. Lo bueno de su condición vampírica, era la increíble resistencia que podía llegar a tener. No fue dulce con él. Quería que lo sintiese en su interior, que su cuerpo recordase lo que era sentirlo dentro de él. - Termina Maurice, déjame saborear tu placer- Lo besó con ardor, aumentando el ritmo de sus estocadas. La madera de la puerta crujía bajo el peso de ambos. El tintineo de las bisagras a punto de ceder lo ensalzaron, le advirtieron que la puerta estaba a punto de quebrarse por la fuerza con la que estaba azotando la carne de su amante. Pero no se detuvo, gritó con placer, mordiéndolo de nuevo, saboreando su sangre. Complementando su unión sexual, de un forma especial. Ambos estaban ahora, dentro del otro, tentándose, torturándose en una lucha erótica por obtener el control.
Soltó la cadera de maurice, para agarrarlo de su cintura y darle la vuelta. Sus labios lamieron la cruz que había formado sus colmillos, al morderlo dos veces en el mismo lugar. Después, lo miró a los ojos y lo penetró de nuevo, notando cómo sus ojos se oscurecían por el placer. - Deseo tus gritos de placer, fallegt.- Le susurró en su cuello, deslizando su lengua a lo largo de su clavícula. - Deja que te escuche nuestra ama de llaves, demuéstrale cuánto placer te proporciona tu amo.- Ronroneó cuando los músculos de Maurice apretaron su miembro y se rió. - Si terminas ahora, lameré tu cuerpo y me alimentaré de su placer. Y tal vez, te conceda un capricho.- Besó sus labios con pasión, buscando dejarlo sin aire, sin conciencia durante unos segundos.- ¿ Y bien, gatito?- Le susurró sobre sus labios cuando se separó de él.
Löwe Von Meer- Vampiro Clase Alta
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Re: Agobiante monotonia [Priv. Löwe][+18]
Me aferre a sus hombros en busca de apoyo en tanto mi cuerpo quedaba atrapado entre la sólida perfección masculina y los tallados de la puerta a mi espalda que ahora se clavaban en mi piel conforme el empujaba su miembro en mi interior. La cabeza me daba vueltas y no era sólo por la perdida de sangre, sus besos, su colonia, la rigidez de su miembro en mi interior era demasiado estimulo para mis sentidos, era incapaz de cualquier pensamiento racional y aun así sus palabras lograron poner en mi cabeza la erótica imagen de Löwe lamiendo mi piel. Dios! Eso fue demasiado, mi cuerpo se tenso y mis uñas se clavaron en su suave y resistente piel mientras me derramaba salpicando su vientre y el mío con mi esencia.
- ¡LÖWE! – grite su nombre en aquel momento de completo éxtasis.
No podía recordar que hubiese sido de este modo con Anette, era como si algo hubiese estallado dentro de mi cabeza y por un momento olvide quien era e incluso como me llamaba, sólo había esa sensación de plenitud. Volví en mi a tiempo de ver sus ojos obscurecidos por el deseo, tan letales como el resto de él, clavados en mi. Hubo un destello en mis ojos antes de que me abrazara a él mordiendo su hombro con saña, no iba a ser el único con marcas en su cuerpo esta noche. La sangre inundo mi boca cuando el filo de mis colmillos atravesó su dermis, apreté los dientes como si quisiera arrancarle un pedazo, pero sólo quería asegurarme de que aquella herida le durase al menos un tiempo, aun así no seria mucho pero esperaba dejar una impresión en su mente más duradera, algo que recordase cuando se colara al lecho de alguna de esas insulsas damas de sociedad que revoloteaban alrededor suyo como polillas hechizadas por una flama.
- ¡LÖWE! – grite su nombre en aquel momento de completo éxtasis.
No podía recordar que hubiese sido de este modo con Anette, era como si algo hubiese estallado dentro de mi cabeza y por un momento olvide quien era e incluso como me llamaba, sólo había esa sensación de plenitud. Volví en mi a tiempo de ver sus ojos obscurecidos por el deseo, tan letales como el resto de él, clavados en mi. Hubo un destello en mis ojos antes de que me abrazara a él mordiendo su hombro con saña, no iba a ser el único con marcas en su cuerpo esta noche. La sangre inundo mi boca cuando el filo de mis colmillos atravesó su dermis, apreté los dientes como si quisiera arrancarle un pedazo, pero sólo quería asegurarme de que aquella herida le durase al menos un tiempo, aun así no seria mucho pero esperaba dejar una impresión en su mente más duradera, algo que recordase cuando se colara al lecho de alguna de esas insulsas damas de sociedad que revoloteaban alrededor suyo como polillas hechizadas por una flama.
Mauren Morgan- Cambiante Clase Baja
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Re: Agobiante monotonia [Priv. Löwe][+18]
"Perdido; en el aroma de tu piel, el sabor de tu sangre, y el dolor de tus colmillos. No dejes que encuentre la salida."
Gruñí, sintiendo cómo sus dientes se clavaban en mi piel, rasgándola con esos pequeños colmillos que había conseguido sacar de un cambio parcial. Más adelante, le exigiría que volviera a hacerlo, podía imaginarlo con una adorable cola de gato, incitándolo a tocarla y poseerlo de nuevo. Gimió completamente excitado, ordenándole que le mordiera con mayor fuerza, poco importaba cuánto dolor intentara hacerle, a él le gustaba. Esa punzada de ligero dolor, la sangre que se adentraba en su interior, recorriendo su cuerpo, poseyéndolo de una forma que físicamente no podía. Sus piernas temblaron, y durante un momento, sus manos acunaron con suavidad su cabeza, incitándolo a tomar más de él.
- Adelante, inténtalo, márcame. - Le susurró mientras sus manos tomaban su cabeza y cerraba su mano en un puño, tirando de su cabello para hundir su rostro aún más en la herida. Rió sin avergonzarse por leerle la mente. Lo normal es que él le cerrara sus pensamientos, que lo torturase sin saber qué demonios iba a hacer, qué ruindad iba a aplicar para terminar de volver locos a su personal. Pero él lo animaba, dejaba objetos de cristal a su alcance, compraba cortinas de colores horribles, o a veces, llegaba al punto de dejar prendas de ropas femeninas en las estancias comunes. Les prohibía al personal recogerlas hasta que Maurice las viera, le divertía ver cómo después lo miraba, como si hubiera cometido un pecado atroz. Y ahora, él volvía a preocuparse por las mujeres de alta clase, por las mentes vacías que reían y cuidaban su cuerpo con ungüentos asquerosos.
- Pero tendrás que hacer mucho más que marcarme para alejarme de esas mujeres.- Rió por la mentira que estaba diciendo. Lo cierto es que las mujeres de esta época no le gustaban lo más mínimo. Las habían obligado a ser consentidas por los hombres, unas pequeñas princesas sin cerebro que se reían de todo lo que un hombre con poder decía. Y el tenía mucha influencia, ser el jefe de la marina de Napoleón tenía mucho que ver en ello. Era un militar, y todas lo sabían, pero ansiaban entrar en el castillo, perderse en sus pasillos y tocar todo lo que sabían que no debían tocar. Una noche de pasión era una cosa, soportarlas en su casa otra muy distinta. Así que él no tenía nada que temer, hasta que no encontrase una fiera que quisiera rebanarle la garganta y lo amase con la misma fuerza, lo obligaría a tomar su cama todas las noches.
Se introdujo con fuerza en su interior, besando su cuello, y perdiéndose en el aroma de su pelo. ¿Se había perfumado el pelo esa mañana?. Siempre lo sorprendía haciendo algo para llamar su atención, pero sabía que el perfume era más algo banal en él. El deseo de ser atractivo para las mujeres. Frunció el ceño con fuerza, él era suyo. Tenía que querer verse bien para él, su amo, su señor. No una mujer. Que lo condenaran al infierno si pensaba dejarlo en brazos de otra persona. Con un sentimiento de posesividad demasiado elevado, tiró de su pelo de forma salvaje, sabiendo que le estaba haciendo daño, y lo mordió. Gruñó como un salvaje, era una bestia perdida en un sentimiento autodestructivo. Lo poseyó con dureza, haciendo que la puerta comenzara a doblarse bajo las duras embestidas. Sabía que le iba a hacer daño, pero lo quería. Que sangrase, que mañana le doliera caminar, así recordaría quién lo había poseído y le había dado placer.
Se separó de su cuerpo cuando los calambres comenzaron, estaba a punto de terminar, de llegar a la cumbre del placer. Escuchó un pequeño gemido, casi un gruñido de suplica, y sólo entonces, su cuerpo se tensó. Se separó de su cuello amoratado, con los colmillos afilados manchados de sangre, y le obligó a abandonar su hombro desgarrado. Sintió un dolor que lo hizo rozar el borde, y sólo el gemido de súplica de Maurice, lo llevó al punto e no retorno. Gritó con fuerza, sintiendo cómo los músculos de Maurice se contraían alrededor de su miembro. Se corrió en su interior, gimiendo cuando su lengua le rozó los colmillos manchados con su sangre. Lo besó mientras lo llevaba a la cama y salía de su interior con cuidado, aunque después de cómo lo había tomado, eso poco importaba.
Besó sus labios con suavidad, besando su cuello y viendo cómo la sangre que había tomado Maurice, lo ayudaba a cicatrizar la herida del cuello, aunque sabía que ahora debía doler un infierno. Completamente desnudo, con el hombro desgarrado, y con la sangre manchando su pecho y miembro, abrió la puerta e ignoró la cara llena de sorpresa y vergüenza de su ama de llaves.- Una tina con agua caliente y sales de baño. - Miró hacia su cama, y admiró la belleza de Maurice.- Y comida, carne poco hecha y fruta. - Miró de nuevo a la mujer que no paraba de deslizar los ojos por su cuerpo. Frunció los labios y espero tres segundos a que ella dejase de mirarle su miembro y se centrase en su cara. Pero cuando su boca se entreabrió, y escuchó los pensamientos que tenía en su mente, se acercó a ella y la tomó por la barbilla, obligándola a mirarlo a los ojos.- Ahora.- Con una reverencia, se marchó corriendo. Al parecer había visto al mismísimo diablo. Lástima que no pensase que fuera horrible y peligroso, sino alguien sensual y atrayente.
Volvió al lado de Maurice y comenzó a lamer su miembro, cumpliendo su palabra, y riéndose de los estremecimientos que sacudían su vientre plano. Lamió el lunar que adornaba su cadera, suspirando satisfecho.- ¿He sido muy duro?- Le preguntó sin levantar el rostro, lamiendo su ombligo. Por supuesto, se refería a la forma en la que lo había tomado, y no al modo en que había tratado a la ama de llaves. La azotaría si no supiera que es una de sus fantasías.
Gruñí, sintiendo cómo sus dientes se clavaban en mi piel, rasgándola con esos pequeños colmillos que había conseguido sacar de un cambio parcial. Más adelante, le exigiría que volviera a hacerlo, podía imaginarlo con una adorable cola de gato, incitándolo a tocarla y poseerlo de nuevo. Gimió completamente excitado, ordenándole que le mordiera con mayor fuerza, poco importaba cuánto dolor intentara hacerle, a él le gustaba. Esa punzada de ligero dolor, la sangre que se adentraba en su interior, recorriendo su cuerpo, poseyéndolo de una forma que físicamente no podía. Sus piernas temblaron, y durante un momento, sus manos acunaron con suavidad su cabeza, incitándolo a tomar más de él.
- Adelante, inténtalo, márcame. - Le susurró mientras sus manos tomaban su cabeza y cerraba su mano en un puño, tirando de su cabello para hundir su rostro aún más en la herida. Rió sin avergonzarse por leerle la mente. Lo normal es que él le cerrara sus pensamientos, que lo torturase sin saber qué demonios iba a hacer, qué ruindad iba a aplicar para terminar de volver locos a su personal. Pero él lo animaba, dejaba objetos de cristal a su alcance, compraba cortinas de colores horribles, o a veces, llegaba al punto de dejar prendas de ropas femeninas en las estancias comunes. Les prohibía al personal recogerlas hasta que Maurice las viera, le divertía ver cómo después lo miraba, como si hubiera cometido un pecado atroz. Y ahora, él volvía a preocuparse por las mujeres de alta clase, por las mentes vacías que reían y cuidaban su cuerpo con ungüentos asquerosos.
- Pero tendrás que hacer mucho más que marcarme para alejarme de esas mujeres.- Rió por la mentira que estaba diciendo. Lo cierto es que las mujeres de esta época no le gustaban lo más mínimo. Las habían obligado a ser consentidas por los hombres, unas pequeñas princesas sin cerebro que se reían de todo lo que un hombre con poder decía. Y el tenía mucha influencia, ser el jefe de la marina de Napoleón tenía mucho que ver en ello. Era un militar, y todas lo sabían, pero ansiaban entrar en el castillo, perderse en sus pasillos y tocar todo lo que sabían que no debían tocar. Una noche de pasión era una cosa, soportarlas en su casa otra muy distinta. Así que él no tenía nada que temer, hasta que no encontrase una fiera que quisiera rebanarle la garganta y lo amase con la misma fuerza, lo obligaría a tomar su cama todas las noches.
Se introdujo con fuerza en su interior, besando su cuello, y perdiéndose en el aroma de su pelo. ¿Se había perfumado el pelo esa mañana?. Siempre lo sorprendía haciendo algo para llamar su atención, pero sabía que el perfume era más algo banal en él. El deseo de ser atractivo para las mujeres. Frunció el ceño con fuerza, él era suyo. Tenía que querer verse bien para él, su amo, su señor. No una mujer. Que lo condenaran al infierno si pensaba dejarlo en brazos de otra persona. Con un sentimiento de posesividad demasiado elevado, tiró de su pelo de forma salvaje, sabiendo que le estaba haciendo daño, y lo mordió. Gruñó como un salvaje, era una bestia perdida en un sentimiento autodestructivo. Lo poseyó con dureza, haciendo que la puerta comenzara a doblarse bajo las duras embestidas. Sabía que le iba a hacer daño, pero lo quería. Que sangrase, que mañana le doliera caminar, así recordaría quién lo había poseído y le había dado placer.
Se separó de su cuerpo cuando los calambres comenzaron, estaba a punto de terminar, de llegar a la cumbre del placer. Escuchó un pequeño gemido, casi un gruñido de suplica, y sólo entonces, su cuerpo se tensó. Se separó de su cuello amoratado, con los colmillos afilados manchados de sangre, y le obligó a abandonar su hombro desgarrado. Sintió un dolor que lo hizo rozar el borde, y sólo el gemido de súplica de Maurice, lo llevó al punto e no retorno. Gritó con fuerza, sintiendo cómo los músculos de Maurice se contraían alrededor de su miembro. Se corrió en su interior, gimiendo cuando su lengua le rozó los colmillos manchados con su sangre. Lo besó mientras lo llevaba a la cama y salía de su interior con cuidado, aunque después de cómo lo había tomado, eso poco importaba.
Besó sus labios con suavidad, besando su cuello y viendo cómo la sangre que había tomado Maurice, lo ayudaba a cicatrizar la herida del cuello, aunque sabía que ahora debía doler un infierno. Completamente desnudo, con el hombro desgarrado, y con la sangre manchando su pecho y miembro, abrió la puerta e ignoró la cara llena de sorpresa y vergüenza de su ama de llaves.- Una tina con agua caliente y sales de baño. - Miró hacia su cama, y admiró la belleza de Maurice.- Y comida, carne poco hecha y fruta. - Miró de nuevo a la mujer que no paraba de deslizar los ojos por su cuerpo. Frunció los labios y espero tres segundos a que ella dejase de mirarle su miembro y se centrase en su cara. Pero cuando su boca se entreabrió, y escuchó los pensamientos que tenía en su mente, se acercó a ella y la tomó por la barbilla, obligándola a mirarlo a los ojos.- Ahora.- Con una reverencia, se marchó corriendo. Al parecer había visto al mismísimo diablo. Lástima que no pensase que fuera horrible y peligroso, sino alguien sensual y atrayente.
Volvió al lado de Maurice y comenzó a lamer su miembro, cumpliendo su palabra, y riéndose de los estremecimientos que sacudían su vientre plano. Lamió el lunar que adornaba su cadera, suspirando satisfecho.- ¿He sido muy duro?- Le preguntó sin levantar el rostro, lamiendo su ombligo. Por supuesto, se refería a la forma en la que lo había tomado, y no al modo en que había tratado a la ama de llaves. La azotaría si no supiera que es una de sus fantasías.
Löwe Von Meer- Vampiro Clase Alta
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Re: Agobiante monotonia [Priv. Löwe][+18]
Su pregunta resultaba un tanto tonta cuando que estaba hecho pedazos, cada parte de mi estaba extenuada y dolorida, sin embargo a pesar del dolor en mi cuello, mis muslos y mi interior, me sentía satisfecho, en especial porque Löwe no se había contenido, lo cual probaba que a sus ojos ya no era un niño desvalido. Por mucho tiempo espere que él me confiara esta parte suya, sus instintos más primitivos y obscuros, para satisfacerlos, para adorarlo, para dejarme caer de cabeza en un abismo sin retorno.
Acaricie sus obscuros cabellos mientras lo observaba a través de mis ojos entrecerrados con una mirada perezosa, lamí su sangre de mis labios atrapando el recuerdo de su sabor. ”¿Cuánto tiempo nos quedaba?, ¿un siglo más?, ¿algunas décadas? ¿Un mes?, ¿un día?, ¿un instante? Quizás … ¿un suspiro? ”
¿Quién podía decirlo? Es tan caprichoso el destino…
- Creo que si fuese a buscar una pala y lo golpease con ella usted se sentiría exactamente como me siento en este momento ¿Eso responde a su pregunta? – sonreí mientras hacia un esfuerzo inclinándome hacia el y besando sus cabellos, resortes de dolor saltaron en mis entrañas, pero no me sentía arrepentido o intimidado por lo intenso de su pasión – Esta bien… estoy exagerando un poco… pero es probable que prefiera no caminar mucho por un tiempo – me reí abiertamente – va a ser necesario llamar a alguien para que repare la puerta, las bisagras se ven peligrosamente flojas.
Me deje caer nuevamente hacia atrás cerrando los ojos y ronroneando complacido ¿Qué importaba si sólo tenía un momento más a su lado? Iba a disfrutar de cada uno de ellos, los gravaría en mi memoria y en mi piel, para que no tener remordimientos por todos los instantes desperdiciados. Entonces cuando finalmente lo robarán de mi, sería capaz de seguir adelante sin mirar atrás.
- El amo dijo que quizás me concedería un capricho – le recordé – quiero que se quede conmigo, acabo de ser salvajemente violado y necesito consuelo – ni una cosa ni otra era cierta, sólo quería acapararlo un poco más, asegurarme que no habría nadie más esta noche para él.
Acaricie sus obscuros cabellos mientras lo observaba a través de mis ojos entrecerrados con una mirada perezosa, lamí su sangre de mis labios atrapando el recuerdo de su sabor. ”¿Cuánto tiempo nos quedaba?, ¿un siglo más?, ¿algunas décadas? ¿Un mes?, ¿un día?, ¿un instante? Quizás … ¿un suspiro? ”
¿Quién podía decirlo? Es tan caprichoso el destino…
- Creo que si fuese a buscar una pala y lo golpease con ella usted se sentiría exactamente como me siento en este momento ¿Eso responde a su pregunta? – sonreí mientras hacia un esfuerzo inclinándome hacia el y besando sus cabellos, resortes de dolor saltaron en mis entrañas, pero no me sentía arrepentido o intimidado por lo intenso de su pasión – Esta bien… estoy exagerando un poco… pero es probable que prefiera no caminar mucho por un tiempo – me reí abiertamente – va a ser necesario llamar a alguien para que repare la puerta, las bisagras se ven peligrosamente flojas.
Me deje caer nuevamente hacia atrás cerrando los ojos y ronroneando complacido ¿Qué importaba si sólo tenía un momento más a su lado? Iba a disfrutar de cada uno de ellos, los gravaría en mi memoria y en mi piel, para que no tener remordimientos por todos los instantes desperdiciados. Entonces cuando finalmente lo robarán de mi, sería capaz de seguir adelante sin mirar atrás.
- El amo dijo que quizás me concedería un capricho – le recordé – quiero que se quede conmigo, acabo de ser salvajemente violado y necesito consuelo – ni una cosa ni otra era cierta, sólo quería acapararlo un poco más, asegurarme que no habría nadie más esta noche para él.
Mauren Morgan- Cambiante Clase Baja
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Re: Agobiante monotonia [Priv. Löwe][+18]
Escuchó el ronroneo de su voz orgulloso, lleno de un sentimiento de plenitud que jamás había visto antes en el joven. Era extraño, pero se sentía bien. Lleno. Satisfecho. Notaba la pereza que comenzaba a adueñarse de su pequeño esclavo, y comenzó a masajearle los muslos. Había dejado en ellos la huella de sus manos, sin darse cuenta, se había dejado llevar, marcándolo con morados, con las huellas perfectas de sus colmillos. - Mi pobre, pobre Maurice....- Susurró mientras comenzaba a gatear sobre la cama. Dejó que su pecho se rozase contra su miembro adormecido, subiendo por su pecho, besando el pezón derecho, para después atraparlo con su lengua. Acarició con sus labios, el endurecido pezón, dejando que su aliento rozase la superficie que había humedecido. - Quizás no deba volver a tocarte. Nunca, nunca más...- Besó el otro pezón, atrapándolo con sus colmillos. Tuvo cuidado de no perforarlo, era tan pequeño, que a penas podía sostenerlo entre sus dientes. - ¿Cómo podría vivir, sabiendo que soy un burdo violador?.- Lo miró a los ojos y se acercó, besando sus labios con una caricia suave, casi casta, sobre esa peligrosa boquita testaruda.
Su cadera se restregó contra la del cambiaformas, haciéndole sentir la dureza de su nueva erección. Cuánto lo satisfacía torturarle, hacerle sentir especial, y nada a la vez. Porque lo quería así, suplicante y lloroso. Con esa boca abierta para gemir y gritar. Abrió la boca, a punto de decirle el porqué pensaba que lo iba a abandonar, cuando se escuchó el sonido de una mano golpeando la puerta. Cerró los ojos con frustración y cuando los abrió, no había nada en ellos. Su rostro abandonó la sonrisa satisfecha por una mueca indiferente. Tapó a Maurice con la sábana, y besó su cuello antes de ir a colocarse unos pantalones con los que cubrir su desnudez. Se agachó enfrente de su cama, permitiendo que Maurice tuviera una mirada perfecta de sus nalgas, antes de que se ocultasen bajo la tela oscura.
Aún riendo por su atrevido gesto, abrió la puerta y observó los cubos de agua hirviendo que traían sus sirvientes. Les ordenó que dejaran los recipientes ante la puerta y que se marchasen. Todos obedecieron sus órdenes, salvo su ama de llaves, que se acercó para examinarle la herida del cuello. - Debería dejar que le cure eso, mi señor- Le dijo mientras le acariciaba el hombro y parte de su pecho desnudo. - No será necesario. Puedo curarme yo mismo.- Le respondió mientras la miraba a los ojos. Se apoyó en el marco de la puerta, dejando que Maurice pudiera verlos a ambos, no deseaba un ataque de celos innecesario por parte del joven. - ¿No deseará nada más esta noche?- Le preguntó, mientras bajaba la mano y le rozaba el pantalón. - No, puedes retirarte.- Le quitó el paquete de sales de la mano, y entró los seis cubos a la vez.
DEjó los cubos dentro de la habitación, y le cerró la puerta a su ama de llaves. Nunca la había cortejado, ni siquiera la había tocado. Pero era la única que sabía su secreto, así que, ser amable con ella, era algo necesario. Le permitía tener una residencia enorme en perfecto estado, y un trabajador contento bajo sus órdenes. Lástima que pensase que podía llegar a ser su amante.
Se concentró en vaciar los cubos sobre la enorme bañera de mármol que tenía en su lavabo. Después, llenó el agua con sales de baño y fue a la cama. Se sentó en ella y abandonó su rostro indiferente. Le dedicó una sonrisa amable a Maurice, una que hacía muchos años que no utilizaba.- Ya que vamos a pasar la noche juntos, ¿por qué no tomamos un baño los dos?.- Sabía que estaba siendo demasiado amable. Pero tenía una sorpresa en el baño, y no quería que corriese buscando ayuda. Lo tomó entre sus brazos, y lo llevó hasta la enorme bañera, se introdujo dentro de ella de pie, y se sentó despacio, dejando que el cuerpo de Maurice se adentrase dentro del agua con lentitud. Le besó el cuello herido, casi curado y sonrió con orgullosa posesividad.- Entonces.... sólo pasaremos esta noche, ¿no, Maurice?. No puedes soportar otro asalto, ni siquiera has disfrutado...- Exageró sus palabras, dándole una mirada pensativa mientras lo colocaba sobre sus rodillas, con el pecho fuera del agua. Esos magníficos pezones rosados apuntándolo y pidiendo una caricia, y su rostro mirando al suyo. Señaló la caja de terciopelo negro que estaba a su derecha, apoyada sobre el borde de la bañera. Dentro, había un collar de diamantes, con un pequeño zafiro tallado con forma de león, colgando de él. Era su collar de esclavo. El que le exigiría llevar para siempre, como su marca sobre él. Pero aún no lo dejaría disfrutar de su regalo, le haría suplicar por ser su amante. - Iba a dártelo, como muestra de nuestra unión de amo y esclavo. Pero.... no puedo hacerlo.- Le dedicó una fingida mirada triste.- Lástima, ahora tendré que pensar en otra persona a la que otorgarle el placer de mi crueldad, de mi.... ¿cómo dijiste?...¿violación?.- Chasqueó con la lengua y lo miró con fijeza a los ojos. - Ábrelo.
Su cadera se restregó contra la del cambiaformas, haciéndole sentir la dureza de su nueva erección. Cuánto lo satisfacía torturarle, hacerle sentir especial, y nada a la vez. Porque lo quería así, suplicante y lloroso. Con esa boca abierta para gemir y gritar. Abrió la boca, a punto de decirle el porqué pensaba que lo iba a abandonar, cuando se escuchó el sonido de una mano golpeando la puerta. Cerró los ojos con frustración y cuando los abrió, no había nada en ellos. Su rostro abandonó la sonrisa satisfecha por una mueca indiferente. Tapó a Maurice con la sábana, y besó su cuello antes de ir a colocarse unos pantalones con los que cubrir su desnudez. Se agachó enfrente de su cama, permitiendo que Maurice tuviera una mirada perfecta de sus nalgas, antes de que se ocultasen bajo la tela oscura.
Aún riendo por su atrevido gesto, abrió la puerta y observó los cubos de agua hirviendo que traían sus sirvientes. Les ordenó que dejaran los recipientes ante la puerta y que se marchasen. Todos obedecieron sus órdenes, salvo su ama de llaves, que se acercó para examinarle la herida del cuello. - Debería dejar que le cure eso, mi señor- Le dijo mientras le acariciaba el hombro y parte de su pecho desnudo. - No será necesario. Puedo curarme yo mismo.- Le respondió mientras la miraba a los ojos. Se apoyó en el marco de la puerta, dejando que Maurice pudiera verlos a ambos, no deseaba un ataque de celos innecesario por parte del joven. - ¿No deseará nada más esta noche?- Le preguntó, mientras bajaba la mano y le rozaba el pantalón. - No, puedes retirarte.- Le quitó el paquete de sales de la mano, y entró los seis cubos a la vez.
DEjó los cubos dentro de la habitación, y le cerró la puerta a su ama de llaves. Nunca la había cortejado, ni siquiera la había tocado. Pero era la única que sabía su secreto, así que, ser amable con ella, era algo necesario. Le permitía tener una residencia enorme en perfecto estado, y un trabajador contento bajo sus órdenes. Lástima que pensase que podía llegar a ser su amante.
Se concentró en vaciar los cubos sobre la enorme bañera de mármol que tenía en su lavabo. Después, llenó el agua con sales de baño y fue a la cama. Se sentó en ella y abandonó su rostro indiferente. Le dedicó una sonrisa amable a Maurice, una que hacía muchos años que no utilizaba.- Ya que vamos a pasar la noche juntos, ¿por qué no tomamos un baño los dos?.- Sabía que estaba siendo demasiado amable. Pero tenía una sorpresa en el baño, y no quería que corriese buscando ayuda. Lo tomó entre sus brazos, y lo llevó hasta la enorme bañera, se introdujo dentro de ella de pie, y se sentó despacio, dejando que el cuerpo de Maurice se adentrase dentro del agua con lentitud. Le besó el cuello herido, casi curado y sonrió con orgullosa posesividad.- Entonces.... sólo pasaremos esta noche, ¿no, Maurice?. No puedes soportar otro asalto, ni siquiera has disfrutado...- Exageró sus palabras, dándole una mirada pensativa mientras lo colocaba sobre sus rodillas, con el pecho fuera del agua. Esos magníficos pezones rosados apuntándolo y pidiendo una caricia, y su rostro mirando al suyo. Señaló la caja de terciopelo negro que estaba a su derecha, apoyada sobre el borde de la bañera. Dentro, había un collar de diamantes, con un pequeño zafiro tallado con forma de león, colgando de él. Era su collar de esclavo. El que le exigiría llevar para siempre, como su marca sobre él. Pero aún no lo dejaría disfrutar de su regalo, le haría suplicar por ser su amante. - Iba a dártelo, como muestra de nuestra unión de amo y esclavo. Pero.... no puedo hacerlo.- Le dedicó una fingida mirada triste.- Lástima, ahora tendré que pensar en otra persona a la que otorgarle el placer de mi crueldad, de mi.... ¿cómo dijiste?...¿violación?.- Chasqueó con la lengua y lo miró con fijeza a los ojos. - Ábrelo.
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