AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Midnight Sunrise |Libre|
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Midnight Sunrise |Libre|
París, la ciudad más bella de todo Europa después de Budapest. Anasztázia acababa de llegar a tan enorme ciudad que no tenía punto de comparación con la capital de su natal Hungría, y con razón, era una ciudad más elegante, más estilizada y muchísimo más cruel. No era sorpresa ver a los pobres desdichados y miserables, hambrientos y necesitados dormir en las calles de los barrios más marginados del lugar, o incluso muertos, nadie se ocupaba de los indigentes, de los borrachos y los enfermos, había bastantes razones para aquello...nadie, nadie de buen nombre y fama quería terminar involucrado con una rata de tan poca calaña y ese era el caso de la bella dama que ahora caminaba y deambulaba por los callejones de París. Claro, sólo deambulaba por los callejones de las residencias más sofisticadas de toda la ciudad, en donde claramente estaba ubicada la propia. Era de noche, la iluminación de los faroles era la suficiente como para caminar por las aceras sin peligro de terminar en el suelo con un vestido completamente nuevo arruinado, aunque claro no era propio de ella, jamás, jamás se caía una bailarina de su tipo jamás se caía.
Suspiró, mientras con un paso pausado, cadente y elegante pasaba por enfrente de las casas, acercándose cada vez más al pequeño parque que había a no menos de una cuadra. Se preguntaba qué evento podría estarse llevando a cabo sin su presencia, seguramente alguna fiesta pomposa con un montón de champagne, y sangre, mucha sangre parisina, la cual se moría por probar. ¿Quién creería que una chica de apariencia tan dulce y elegante era una asesina por naturaleza?, Anasztázia Kövér era un vampiro, y tal vez uno de los que más se jactaban y derrochaban su condición. Finalmente llegó al parque, estaba menos iluminado que las calles, eso era de esperar pues era un lugar para que los niños jugasen con sus nanas y mientras sus madres se reunían con sus perezosas amigas a tomar el té o un café mientras sus esposos trabajaban o simplemente iban de caza. ¡Qué tranquila era esa vida!, se había tardado tanto en conseguirla y ahora que la tenía lo mejor que podía hacer era disfrutarla.
Se sentó tranquilamente en una banca, no tenía nada de prisa y el clima le resultaba más agradable que el del día, y eso se podía ver en su ropa.
-Que noche tan tranquila...
Murmuró mientras acomodaba un poco su cabello, el cual extrañamente llevaba suelto con un par de mechones trenzados y unidos en el centro que formaban una delicada tiara al rededor de su cabeza. Después arregló el vestido, era blanco y delicado, con varias cintas del mismo color en las mangas. Que ironía, un color tan puro para un ser tan impuro, pero así le gustaba ser, le gustaba aparentar lo que realmente no era, ya que encontraba una enorme diversión en engañara las personas y comérselas después, si es que cabía aquella expresión. Suspiró, y aburrida empezó a tararear una suave melodía mientras jugaba con su vestido, arreglándolo y acomodándolo debidamente mientras esperaba. Algo debía suceder aquella noche, por pequeño que fuese, si no terminaría aburriéndose de París y su grandeza...no había llegado a aquella ciudad para seguir con la rutina de Buda después de la muerte de Matÿas, quería un cambio en su vida...después de todo, estaba segura de que la inmortalidad no podía ser tan aburrida. Sí que era difícil ser la nueva chica del vecindario.
Suspiró, mientras con un paso pausado, cadente y elegante pasaba por enfrente de las casas, acercándose cada vez más al pequeño parque que había a no menos de una cuadra. Se preguntaba qué evento podría estarse llevando a cabo sin su presencia, seguramente alguna fiesta pomposa con un montón de champagne, y sangre, mucha sangre parisina, la cual se moría por probar. ¿Quién creería que una chica de apariencia tan dulce y elegante era una asesina por naturaleza?, Anasztázia Kövér era un vampiro, y tal vez uno de los que más se jactaban y derrochaban su condición. Finalmente llegó al parque, estaba menos iluminado que las calles, eso era de esperar pues era un lugar para que los niños jugasen con sus nanas y mientras sus madres se reunían con sus perezosas amigas a tomar el té o un café mientras sus esposos trabajaban o simplemente iban de caza. ¡Qué tranquila era esa vida!, se había tardado tanto en conseguirla y ahora que la tenía lo mejor que podía hacer era disfrutarla.
Se sentó tranquilamente en una banca, no tenía nada de prisa y el clima le resultaba más agradable que el del día, y eso se podía ver en su ropa.
-Que noche tan tranquila...
Murmuró mientras acomodaba un poco su cabello, el cual extrañamente llevaba suelto con un par de mechones trenzados y unidos en el centro que formaban una delicada tiara al rededor de su cabeza. Después arregló el vestido, era blanco y delicado, con varias cintas del mismo color en las mangas. Que ironía, un color tan puro para un ser tan impuro, pero así le gustaba ser, le gustaba aparentar lo que realmente no era, ya que encontraba una enorme diversión en engañara las personas y comérselas después, si es que cabía aquella expresión. Suspiró, y aburrida empezó a tararear una suave melodía mientras jugaba con su vestido, arreglándolo y acomodándolo debidamente mientras esperaba. Algo debía suceder aquella noche, por pequeño que fuese, si no terminaría aburriéndose de París y su grandeza...no había llegado a aquella ciudad para seguir con la rutina de Buda después de la muerte de Matÿas, quería un cambio en su vida...después de todo, estaba segura de que la inmortalidad no podía ser tan aburrida. Sí que era difícil ser la nueva chica del vecindario.
Última edición por Rita Anasztázia Kövér el Miér Abr 23, 2014 2:01 pm, editado 2 veces
Rita Anasztázia Kövér- Vampiro Clase Alta
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Re: Midnight Sunrise |Libre|
la oscura figura vagaba sin rumbo fijo por lo callejones de la ciudad. Era una noche un tanto extraña, perfecta para su inusual estado de ánimo. No podía decir que estuviese triste ¿un poco melancólica tal vez? Su mente retornaba sin cesar, desde que despertase esa noche, a algunos de los acontecimientos más importantes de su vida como mortal. Por lo general le gustaba su soledad, o era esa la mentira que prefería creer, pero hoy, mientras pensaba en su familia, su casa, sus amigos e incluso sus mascotas, su corazón se encogía por la realidad de haberles perdido para siempre. Giró los ojos, era una pérdida de tiempo permitir que tales emociones la embargaran, sin embargo tampoco es que pudiese evitarlo. Ya se había alimentado pensando que un poco de sangrienta distracción le ayudaría a controlarse pero el efecto había sido sumamente reducido. El pobre humano yacía muerto y mutilado sin que en ella ocurriese el cambio mágico que había esperado. Los taconcitos de sus zapatillas resonaban sonoramente con cada uno de sus pasos. Si lo desease no se escucharía sonido alguno pero tampoco es que existiera alguna motivación para evitar su anuncio. Mejor así pues, si contaba con un poco de suerte, algún entrometido se acercaría. Era ésta una posibilidad remota teniendo en cuenta el sector por el cual se desplazaba. En esa zona era poco probable que alguien saliese a dar un paseo nocturno a tan elevadas horas. Si quisiesen salir lo harían en sus lujosos coches y rumbo algún lugar elegante y pomposo. Si aún fuese humana ese sería su comportamiento y, por tanto, asumía que todos los demás se comportarían de una manera similar. Y es que, en el caso de Fiona, se podía asignar un nuevo nivel al egocentrismo.
Continuó caminando lentamente, pasando frente a lujosas casas encerradas en floreadas rejas y rodeadas de arboles desnudos debido al recién finalizado invierno. Sus sentidos le indicaban cuando los lugares estaban vacios y cuando en su interior bullían risas, música o discusiones. Pensó en la posibilidad de asomarse a hurtadillas solo para poder contemplar a algunos de aquellos habitantes pero esta idea fue rápidamente desechada. No era lo que deseaba en ese preciso instante así que el convertirse en la husmeadora oficial de la ciudad tendría que esperar algunas noches más. Maldición, odiaba tanta tranquilidad, tanta quietud. Se estaba preguntado porque sus pasos la habían dirigido hacia allí en lugar de llevarla cerca de las tabernas y tugurios donde pulularían mentes y cuerpos con los cuales entretenerse, cuando escuchó lo que parecía ser un tarareo. Una sonrisa se extendió por el pálido rostro mientras se encaminaba en su búsqueda.
El callejón por el que iba no tardó en desembocar en un pequeño y poco iluminado parque donde una figura femenina y angelical esperaba sentada. No necesitaba de sus habilidades especiales para percibir que no era humana y, estaba prácticamente segura, de que la otra le había escuchado acercarse. Se detuvo junto a un farol mientras inspeccionaba meticulosamente los pensamientos de la otra vampiresa – La blanca figura se veía muy aburrida mientras espera sentada en aquel solitario y oscuro paraje, como si esperase que algo inusual ocurriese y le sacase del aburrimiento que colmaba sus días… o sus noches – recitó como si se encontrase leyendo alguna novela romántica en lugar de observando a otro inmortal en medio de la noche parisina. Luego se afianzó al farol con una de sus manos y permitió que el peso de su cuerpo le balancease en derredor de la columna. Su roja cabellera se agitó en respuesta al igual que su vestido verde oscuro. – y para su sorpresa no esperó tanto ni en vano, pues en un abrir y cerrar de ojos sus plegarias fueron contestadas – soltándose del farol se señalo a sí misma ofreciéndole a la otra una sonrisa de superioridad – La suerte estaba de su lado pues, aunque su gusto por la moda no fuese el mejor, la magnífica criatura recién llegada decidió acercase y proporcionarle una salida decente a su miseria – mientras hablaba observaba a la chica evaluando de manera critica su atuendo. Luego rió por lo bajo y esperó la reacción a tan inusual acercamiento. De pronto la noche había empezado a mejorar.
Continuó caminando lentamente, pasando frente a lujosas casas encerradas en floreadas rejas y rodeadas de arboles desnudos debido al recién finalizado invierno. Sus sentidos le indicaban cuando los lugares estaban vacios y cuando en su interior bullían risas, música o discusiones. Pensó en la posibilidad de asomarse a hurtadillas solo para poder contemplar a algunos de aquellos habitantes pero esta idea fue rápidamente desechada. No era lo que deseaba en ese preciso instante así que el convertirse en la husmeadora oficial de la ciudad tendría que esperar algunas noches más. Maldición, odiaba tanta tranquilidad, tanta quietud. Se estaba preguntado porque sus pasos la habían dirigido hacia allí en lugar de llevarla cerca de las tabernas y tugurios donde pulularían mentes y cuerpos con los cuales entretenerse, cuando escuchó lo que parecía ser un tarareo. Una sonrisa se extendió por el pálido rostro mientras se encaminaba en su búsqueda.
El callejón por el que iba no tardó en desembocar en un pequeño y poco iluminado parque donde una figura femenina y angelical esperaba sentada. No necesitaba de sus habilidades especiales para percibir que no era humana y, estaba prácticamente segura, de que la otra le había escuchado acercarse. Se detuvo junto a un farol mientras inspeccionaba meticulosamente los pensamientos de la otra vampiresa – La blanca figura se veía muy aburrida mientras espera sentada en aquel solitario y oscuro paraje, como si esperase que algo inusual ocurriese y le sacase del aburrimiento que colmaba sus días… o sus noches – recitó como si se encontrase leyendo alguna novela romántica en lugar de observando a otro inmortal en medio de la noche parisina. Luego se afianzó al farol con una de sus manos y permitió que el peso de su cuerpo le balancease en derredor de la columna. Su roja cabellera se agitó en respuesta al igual que su vestido verde oscuro. – y para su sorpresa no esperó tanto ni en vano, pues en un abrir y cerrar de ojos sus plegarias fueron contestadas – soltándose del farol se señalo a sí misma ofreciéndole a la otra una sonrisa de superioridad – La suerte estaba de su lado pues, aunque su gusto por la moda no fuese el mejor, la magnífica criatura recién llegada decidió acercase y proporcionarle una salida decente a su miseria – mientras hablaba observaba a la chica evaluando de manera critica su atuendo. Luego rió por lo bajo y esperó la reacción a tan inusual acercamiento. De pronto la noche había empezado a mejorar.
Fiona Di Centa- Vampiro Clase Alta
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Re: Midnight Sunrise |Libre|
Suspiró, al parecer la noche empezaba a cambiar. Una presencia se hacía cada vez más fuerte en aquél parque, y era más que obvio que pertenecía a un inmortal, a un ser como ella. Una pequeña sonrisa se grabó en sus delicados labios mientras mantenía los ojos cerrados, ¿quién lo creería?, si aburrida velada había cambiado en cuestión de segundos. Estaba acostumbrada a aquello, conocer nuevos vampiros, seres como ella a cada lugar que iba...después de todo 657 años de conocer y desconocer vampiros por toda la nación húngara le daba ventaja en París, aunque los desconocía, podían ser más rudos que los Húngaros. Acomodó su cabello una vez más y se dio la vuelta, observando fijamente a la chica, con una mirada un tanto distraída y notablemente cargada de inocencia.
-Al parecer la noche es efectiva en escuchar a sus pequeños e insignificantes hijos. Buenas noches señorita, ¿cómo está usted?. Espero que el clima sea de su agrado, pues en días no ha estado mejor.
Dijo con un tono tranquilo, bastante serio y respetuoso. Cualquiera pensaría que sólo era una principiante en aquello de la inmortalidad, nadie sospecharía que llevaba más de seis siglos en el negocio, gracias a Matÿas...su Matÿas. Pronto su pequeño corazón que ya hacía eones se había vuelto piedra se rompió. El recuerdo del joven de cabello largo y mirada encantadora empezó a torturarla. Tenía que alimentarse, calmar toda esas sensaciones, olvidar. Tomó un poco de aire y se levantó, arreglando su hermoso vestido blanco, aunque al parecer a su nueva acompañante poco le había agradado. ¿Qué tenían los vampiros en contra del color de la pureza?, para Anasztázia era deliciosamente irónico, le encantaba. -Mi nombre es Anasztázia Kövér, diría que es todo un gusto conocerle. ¿Dígame, cómo es su nombre?.
Después de preguntar aquello, volvió a fijar su atención en el parque, que claramente no presentaba ninguna actividad a parte del encuentro de las dos chicas. Por un momento lo pensó sospechoso, ¿qué tal si a los vampiros parisinos no les agradaban los visitantes?, podría ser una opción, se podían sentir amenazados por la llegada de alguien nuevo, pérdida de territorio o cualquier estupidez. Había aprendido que en muchos casos los vampiros podían ser aún más estúpidos que los humanos, tenían un "algo" animal que los hacía las crueles y salvajes criaturas que eran, y eso incluía el sentirse amenazados por la presencia de alguien de su especie que ellos no sean capaces de controla, eso le pasó a Matÿas. Por eso esperó, esperó a que la chica respondiese antes de hacer algún comentario despectivo a su presencia, pues debía admitir que de momento no era la mejor, pero tampoco se podía dar el lujo de simplemente rechazarla, apenas si conocía a alguien en París.
Rita Anasztázia Kövér- Vampiro Clase Alta
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Re: Midnight Sunrise |Libre|
En la profunda oscuridad que precede a la mañana, en ese momento cuando el silencio es casi absoluto y tan corto como efímero, y cuando sus pensamientos egoístas y vánales eran finalmente silenciados por el sopor propio del sueño mortal al cual sucumbía amanecer tras amanecer, llegaba realmente a cuestionar las razones para tan infantil y desagradable comportamiento. Por un instante comprendía la suerte que tenia de continuar con vida a pesar de los múltiples intentos de auto-sabotaje ¿era tan difícil solo intentar ser cordial, agachar la cabeza ante aquellos que eran más fuertes y poderosos? ¿Comprender su propia insignificancia y tratar de conservar la vida que aún poseía? Si, lo era. Contener su lengua resultaba casi tan difícil como contener su temperamento. Era como si un mecanismo se pudiese en marcha anulando los modales y las normas básicas de urbanidad y dejándola a la deriva en un mar de orgullo, egocentrismo y sátira. Sin embargo, también tenía que reconocer que no siempre fue así y que, algunas pocas criaturas, conseguían alcanzar aquella pequeña parte que sobrevivía dentro de sí y que aún ansiaba el confort que solo la compañía puede dar.
Y, por alguna razón desconocida, la pelirroja sintió una suerte de conexión con aquella pacifica desconocida, quien en lugar de sentirse aludida por tan burda interrupción, se limitó a saludarle amablemente. Jum, resultaba muy interesante dado que Fiona podía sentir que aquella que esperaba sentada en la silla del pequeño parque era mayor y no solo por algunas decenas de años. – ¡Oh, no! Nada se eso, no somos ni pequeñas ni insignificantes – reviró con una sonrisa de suficiencia en los labios – y para contestar a su pregunta he de decir que estoy bien y mejorando con cada segundo. El clima, por otro lado, no podría importarme menos ahora mismo pues, en realidad mi época favorita es el invierno. Adoro el frío y la humedad y no hay nada más hermoso que la blanca nieve cubriéndolo todo– observó una vez más el vestido de su interlocutora el cual podría definirse, irónicamente, como “blanco como la nieve”. Se guardo para sí misma la diversión que esto le ocasiono solo por consideración al tono amable que la otra había utilizado.
Un pensamiento ajeno irrumpió en la mente de la pelirroja. Se trataba de un hombre joven de largos cabellos que, evidentemente, turbaba a la otra vampiresa. Un nombre acompañaba el rostro así como la necesidad de olvidar aunque para Fiona no estaba claro que era precisamente lo que no deseaba ser recordado. Apartando la mano del farol se aproximó hacia la otra vampiresa justo cuando ésta se levantaba de la silla y arreglaba la tela que conformaba su vestido. Aquel simple gesto le resultó muy familiar, como si estuviese mirándose en un espejo. La simpatía que empezaba a sentir por la extraña empezó a incrementarse. Cualquiera que reconociera la importancia de una presentación impecable era bienvenido a sus filas de eterna vanidad. Anasztázia, un nombre poco común por estos parajes aunque no es que los extranjeros escaseen precisamente – se detuvo justo en frente la vampiresa observándola fijamente, como si lo que ocurriese en derredor careciera por completo de importancia – Soy Fiona Di Centa y, como podrá notar por mi apellido, no puedo alardear de ser una parisina en el contexto completo de la palabra – se encogió de hombros – Con respecto a lo demás la instaría a esperar un poco. Tal vez dentro de algunos minutos tenga usted más argumentos para decidir si es o no un gusto conocerme – no necesitaba su don como lectora de mentes para darse cuenta de que la otra, a pesar de su amabilidad, guardaba algún tipo de recelo. Sin embargo no la culpaba por eso – Aunque puedo anticiparle que no es necesaria tanta precaución, definitivamente no entrare con usted en una disputa por quien se apodera de tan solitario y patético rincón de París – sonrió nuevamente. Con esa simple frase le había dejado claro a la otra que sus pensamientos ya no eran privados ¿Qué tanto le importaría ese detalle? – ¿Y qué hace tan adorable criatura sentada en una pose tan aburrida y sin una compañía apropiada que le entretenga? – cuestionó intrigada por las razones que la habían motivado a sentarse justo en aquel lugar.
Y, por alguna razón desconocida, la pelirroja sintió una suerte de conexión con aquella pacifica desconocida, quien en lugar de sentirse aludida por tan burda interrupción, se limitó a saludarle amablemente. Jum, resultaba muy interesante dado que Fiona podía sentir que aquella que esperaba sentada en la silla del pequeño parque era mayor y no solo por algunas decenas de años. – ¡Oh, no! Nada se eso, no somos ni pequeñas ni insignificantes – reviró con una sonrisa de suficiencia en los labios – y para contestar a su pregunta he de decir que estoy bien y mejorando con cada segundo. El clima, por otro lado, no podría importarme menos ahora mismo pues, en realidad mi época favorita es el invierno. Adoro el frío y la humedad y no hay nada más hermoso que la blanca nieve cubriéndolo todo– observó una vez más el vestido de su interlocutora el cual podría definirse, irónicamente, como “blanco como la nieve”. Se guardo para sí misma la diversión que esto le ocasiono solo por consideración al tono amable que la otra había utilizado.
Un pensamiento ajeno irrumpió en la mente de la pelirroja. Se trataba de un hombre joven de largos cabellos que, evidentemente, turbaba a la otra vampiresa. Un nombre acompañaba el rostro así como la necesidad de olvidar aunque para Fiona no estaba claro que era precisamente lo que no deseaba ser recordado. Apartando la mano del farol se aproximó hacia la otra vampiresa justo cuando ésta se levantaba de la silla y arreglaba la tela que conformaba su vestido. Aquel simple gesto le resultó muy familiar, como si estuviese mirándose en un espejo. La simpatía que empezaba a sentir por la extraña empezó a incrementarse. Cualquiera que reconociera la importancia de una presentación impecable era bienvenido a sus filas de eterna vanidad. Anasztázia, un nombre poco común por estos parajes aunque no es que los extranjeros escaseen precisamente – se detuvo justo en frente la vampiresa observándola fijamente, como si lo que ocurriese en derredor careciera por completo de importancia – Soy Fiona Di Centa y, como podrá notar por mi apellido, no puedo alardear de ser una parisina en el contexto completo de la palabra – se encogió de hombros – Con respecto a lo demás la instaría a esperar un poco. Tal vez dentro de algunos minutos tenga usted más argumentos para decidir si es o no un gusto conocerme – no necesitaba su don como lectora de mentes para darse cuenta de que la otra, a pesar de su amabilidad, guardaba algún tipo de recelo. Sin embargo no la culpaba por eso – Aunque puedo anticiparle que no es necesaria tanta precaución, definitivamente no entrare con usted en una disputa por quien se apodera de tan solitario y patético rincón de París – sonrió nuevamente. Con esa simple frase le había dejado claro a la otra que sus pensamientos ya no eran privados ¿Qué tanto le importaría ese detalle? – ¿Y qué hace tan adorable criatura sentada en una pose tan aburrida y sin una compañía apropiada que le entretenga? – cuestionó intrigada por las razones que la habían motivado a sentarse justo en aquel lugar.
Fiona Di Centa- Vampiro Clase Alta
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Re: Midnight Sunrise |Libre|
Matÿas, ¿por qué, aún después de 200 años de muerto seguía molestándole?. Suspiró y se concentró en la conversación que estaba teniendo con aquella chica desconocida, después de un par de comentarios entendió claramente que la pelirroja era capaz de leer la mente, lo que significaba que ninguno de sus pensamientos estaba a salvo, así que nada de andar divagando entre sus recuerdos y demás, detestaba que los vampiros con tal habilidad invadieran su "privacidad", aunque ni ellos mismos quisieran. ¿Por qué Anasztázia no había obtenido una habilidad como esa?, por que ella detestaba saber cosas innecesarias de las personas que le rodeaban, es más no le interesaba saber nada de éstas, sólo las usaba y desechaba una vez estuviesen acabadas, y tal vez a eso venían sus poderes.Suspiró y acomodó un poco su simple tocado, al parecer el poco viento que había en aquél lugar destruyó mayor parte de su simple peinado, y aunque apenas se nótase, para Anasz era toda una tragedia.
-Eso depende. Somos pequeñas e insignificantes ante la grandeza de éste mundo, y espacio, sea lo que sea que haya allí afuera. En cambio, los humanos al lado de seres como nosotras son los pequeños e insignificantes.-Comentó, terminando de arreglar su delicado tocado, regresándolo a su estado original, así estaba mucho mejor. Escuchó entonces con atención el comentario hacía el clima. Sí, era cierto, el invierno era muchísimo más bello, sobretodo por el frío, la nieve y el ambiente depresivo que solía invadir a los humanos después de sus no muy agradables festividades. Cuando aquella educada -aunque un poco apática- señorita se presentó, Rita hizo una pequeña reverencia, apenas levantando su vestido, pura educación. -Sin embargo, parece tener más conocimiento de la ciudad que yo misma, así que para mi es usted toda una parisina.
Le alegró escuchar el comentario de su interlocutora, así que no tendría que preocuparse de nada y disfrutar de una agradable charla en el medio de la noche. Hacía tanto que Anasztázia no hablaba con alguien que no fuese ella misma, así que con cualquier cosa le bastaba. Así terminase hablando de por qué las hojas caían de los árboles, un tema no del todo aburrido. Río, claro ante la pregunta. ¿Rita?¿Adorable criatura?, jamás había pensado que su nombre y adorable podían ir bien juntos. Matÿas le había enseñado a ser camaleónica, pero nunca adorable. -Intento distraerme un poco. No conozco a nadie en París, así que no hay ningún evento social al cual pueda acudir para rodearme de la compañía que merezco. Pero lo que me intriga es ¿qué hace usted por aquí?, parece ser toda una dama de sociedad, y seguramente habrá muchas recepciones esta noche que gritarían por su elegantísima presencia. -Dicho esto se volvió a sentar, dejándole algo de espacio para que tomase asiento también y no se quedase allí, de pie al lado del farol.
-Eso depende. Somos pequeñas e insignificantes ante la grandeza de éste mundo, y espacio, sea lo que sea que haya allí afuera. En cambio, los humanos al lado de seres como nosotras son los pequeños e insignificantes.-Comentó, terminando de arreglar su delicado tocado, regresándolo a su estado original, así estaba mucho mejor. Escuchó entonces con atención el comentario hacía el clima. Sí, era cierto, el invierno era muchísimo más bello, sobretodo por el frío, la nieve y el ambiente depresivo que solía invadir a los humanos después de sus no muy agradables festividades. Cuando aquella educada -aunque un poco apática- señorita se presentó, Rita hizo una pequeña reverencia, apenas levantando su vestido, pura educación. -Sin embargo, parece tener más conocimiento de la ciudad que yo misma, así que para mi es usted toda una parisina.
Le alegró escuchar el comentario de su interlocutora, así que no tendría que preocuparse de nada y disfrutar de una agradable charla en el medio de la noche. Hacía tanto que Anasztázia no hablaba con alguien que no fuese ella misma, así que con cualquier cosa le bastaba. Así terminase hablando de por qué las hojas caían de los árboles, un tema no del todo aburrido. Río, claro ante la pregunta. ¿Rita?¿Adorable criatura?, jamás había pensado que su nombre y adorable podían ir bien juntos. Matÿas le había enseñado a ser camaleónica, pero nunca adorable. -Intento distraerme un poco. No conozco a nadie en París, así que no hay ningún evento social al cual pueda acudir para rodearme de la compañía que merezco. Pero lo que me intriga es ¿qué hace usted por aquí?, parece ser toda una dama de sociedad, y seguramente habrá muchas recepciones esta noche que gritarían por su elegantísima presencia. -Dicho esto se volvió a sentar, dejándole algo de espacio para que tomase asiento también y no se quedase allí, de pie al lado del farol.
Rita Anasztázia Kövér- Vampiro Clase Alta
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Re: Midnight Sunrise |Libre|
Observó a la otra acomodar el tocado en su regia cabellera. Jum, un nuevo gestó de vanidad, eso le agradaba. Sonrió complacida, no tanto con el resultado pues poco podía hacerse sin los artículos de belleza necesarios incluyendo, por supuesto, un espejo, pero sí por el hecho de que a la vampiresa le importase algo que para muchos carecía de relevancia. Para Fiona la apariencia era sencillamente vital. Sonriendo caminó, acercándose cada vez más mientras escuchaba atenta sus palabras a la par que le observaba fijamente. Su mente permanecía abierta a cualquier pensamiento que pudiese captar, incluso después de darse cuenta de que a la otra no le agradaba la idea de sentir invadida su privacidad. En realidad no le importunaba en demasía que no le gustara, no se conocían lo suficiente aún, ni la apreciaba lo suficiente aún, como para reducir el uso de aquel poder como cortesía.
La luz que se filtraba desde los faroles resultaba perfecta para el encuentro. Lo suficientemente fuerte como para poder apreciar sin dificultad los detalles y cambios que el suave y hermoso rostro que tenía ante sí le podría proporcionar pero no tan fuerte como para incitar la presencia de visitas inoportunas. Sería una lástima que alguien les interrumpiese en ese momento, cuando aún las cartas no estaban por completo sobre la mesa… las de ninguna de las dos. Con el propósito de ayudar levemente a que este deseo se volviese realidad Fiona permitió que sus sentidos del oído y del olfato se extendieran confirmando que, por ahora, la ausencia de transeúnte solitarios en las inmediaciones. Se sintió satisfecha también por la réplica de la otra ante la humanidad, al menos ahora sabía que no encontraba frente a una amante del ganado, de aquellos que no se terminan de decidir sobre su cambio de estado a un nivel superior y continuaban sufriendo por una especie que está destinada a otorgarle placer y alimento.
Respondió a la reverencia inclinando levemente su cabeza – Bueno, no me molesta aceptar el título y no le replicaré pues desconozco lo que usted conoce de la ciudad y por cierto que no entrare en falsas modestias – la naturalidad con las que estas palabras fueron expuestas casi podrían darles un matiz de realidad. Lo único realmente cierto es que la modestia y Fiona eran tan ajenas la una a la otra como lo era el aire y la tierra para los peces que nadaban en el Sena. Le miró ligeramente sorprendida ante lo que siguió – ¡Oh, pero querida! ¿Quién dijo que tenías que conocer a los anfitriones solo para ingresar a una fiesta? Creo que nos podríamos entretener durante horas si me dedicara a contarte sobre la cantidad de eventos en los cuales me he filtrado… ¿De qué otra manera podría haber conocido a nadie sino forzando un poco la situación? - esperó a que la otra tomara asiento. Luego camino decidida hacia la silla pero, en lugar de sentarse también, se limito a rodearla con lentitud, recorriendo el espaldar con su dedo índice pero sin llegar a tocar a Anasztázia a pesar de que la rodeaba como si de una presa se tratase. Finalmente se encontró nuevamente frente a la vampiresa, entonces sonrió y se sentó en el espacio que ella le había dejado, acomodando en el proceso los pliegues de su falda. – Me halaga enormemente, querida, en realidad podría estar en alguna de las muchas veladas que se celebran esta noche pero no soy quien para discutir el cómo se desenvuelve el destino… así que en lugar de estar escuchando música de salón mis pies me guiaron por las oscuras y solitarias calles de París hasta este pequeño y nada entretenido espacio… justo hasta usted – levantó las manos señalando el entorno para dar énfasis a sus palabras – Y ahora, de repente, ha dejado de ser un espacio aburrido, por lo menos para mí – .
Aspiró el aire nocturno teatralmente – La quietud me resulta tediosa, si no fuese por usted no existiría ningún poder sobre esta tierra que me hubiese obligado a sentarme en esta silla, en medio del pasmoso silencio, de la soledad… se permitió rememorar su estado de ánimo al inicio de la noche. Los recuerdos de antaño, de sentirse rodeada de almas que compartían a diferentes niveles su vida y sus sentimientos y ella, a su vez, correspondía. – Entonces ¿Quién es ese hombre en el que piensa? ¿Su creador tal vez? - pregunta impertinente, lo sabía, pero no se le conocía por ser suave o discreta, además, a diferencia de su interlocutora, no sentía el más mínimo interés por retomar la conversación en el punto en que una hoja fuese arrancada por el viendo de la rama a la cual se aferrara.
La luz que se filtraba desde los faroles resultaba perfecta para el encuentro. Lo suficientemente fuerte como para poder apreciar sin dificultad los detalles y cambios que el suave y hermoso rostro que tenía ante sí le podría proporcionar pero no tan fuerte como para incitar la presencia de visitas inoportunas. Sería una lástima que alguien les interrumpiese en ese momento, cuando aún las cartas no estaban por completo sobre la mesa… las de ninguna de las dos. Con el propósito de ayudar levemente a que este deseo se volviese realidad Fiona permitió que sus sentidos del oído y del olfato se extendieran confirmando que, por ahora, la ausencia de transeúnte solitarios en las inmediaciones. Se sintió satisfecha también por la réplica de la otra ante la humanidad, al menos ahora sabía que no encontraba frente a una amante del ganado, de aquellos que no se terminan de decidir sobre su cambio de estado a un nivel superior y continuaban sufriendo por una especie que está destinada a otorgarle placer y alimento.
Respondió a la reverencia inclinando levemente su cabeza – Bueno, no me molesta aceptar el título y no le replicaré pues desconozco lo que usted conoce de la ciudad y por cierto que no entrare en falsas modestias – la naturalidad con las que estas palabras fueron expuestas casi podrían darles un matiz de realidad. Lo único realmente cierto es que la modestia y Fiona eran tan ajenas la una a la otra como lo era el aire y la tierra para los peces que nadaban en el Sena. Le miró ligeramente sorprendida ante lo que siguió – ¡Oh, pero querida! ¿Quién dijo que tenías que conocer a los anfitriones solo para ingresar a una fiesta? Creo que nos podríamos entretener durante horas si me dedicara a contarte sobre la cantidad de eventos en los cuales me he filtrado… ¿De qué otra manera podría haber conocido a nadie sino forzando un poco la situación? - esperó a que la otra tomara asiento. Luego camino decidida hacia la silla pero, en lugar de sentarse también, se limito a rodearla con lentitud, recorriendo el espaldar con su dedo índice pero sin llegar a tocar a Anasztázia a pesar de que la rodeaba como si de una presa se tratase. Finalmente se encontró nuevamente frente a la vampiresa, entonces sonrió y se sentó en el espacio que ella le había dejado, acomodando en el proceso los pliegues de su falda. – Me halaga enormemente, querida, en realidad podría estar en alguna de las muchas veladas que se celebran esta noche pero no soy quien para discutir el cómo se desenvuelve el destino… así que en lugar de estar escuchando música de salón mis pies me guiaron por las oscuras y solitarias calles de París hasta este pequeño y nada entretenido espacio… justo hasta usted – levantó las manos señalando el entorno para dar énfasis a sus palabras – Y ahora, de repente, ha dejado de ser un espacio aburrido, por lo menos para mí – .
Aspiró el aire nocturno teatralmente – La quietud me resulta tediosa, si no fuese por usted no existiría ningún poder sobre esta tierra que me hubiese obligado a sentarme en esta silla, en medio del pasmoso silencio, de la soledad… se permitió rememorar su estado de ánimo al inicio de la noche. Los recuerdos de antaño, de sentirse rodeada de almas que compartían a diferentes niveles su vida y sus sentimientos y ella, a su vez, correspondía. – Entonces ¿Quién es ese hombre en el que piensa? ¿Su creador tal vez? - pregunta impertinente, lo sabía, pero no se le conocía por ser suave o discreta, además, a diferencia de su interlocutora, no sentía el más mínimo interés por retomar la conversación en el punto en que una hoja fuese arrancada por el viendo de la rama a la cual se aferrara.
Fiona Di Centa- Vampiro Clase Alta
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Re: Midnight Sunrise |Libre|
Al parecer las fiestas en París eran menos exclusivas que las fiestas en Budapest. Aunque quien sabe, tal vez también había colados en los salones de fiestas pero cuando se encontraba uno se sacaba de forma inmediata. Suspiró y le miró, riendo un poco en lo que se encogía de hombros, definitivamente parecían venir de mundos completamente diferentes y eso que era claro que ambas procedían del mismo continente, Europa.
-Ha de ser la costumbre, en Hungría se necesitaba una invitación de forma obligatoria, de lo contrario podrías terminar en la cárcel. -Río, mientras un vago recuerdo aparecía nuevamente en su cabeza, ¿por qué todo tenía que ver con el apático y estúpido de Matÿas?, si sólo pudiese borrarlo de su mente, desaparecerlo completamente de su cabeza y su corazón. Aún así decidió restarle importancia al asunto y a la persona, después de todo estaba bien muerta. -Créame la velada dejó de ser aburrida también para mi, es bueno conversar con alguien de cuando en vez.
Dicho aquello elevó un poco su mirada, buscando algún rastro de la luna que ahora se veía cubierta por numerosas nubes que arruinaban su belleza. En los bosques cercanos a Buda la luna siempre brillaba, siempre se veía y confería un tono plata a todo lo que tocaba, era algo lúgubre hasta cierto punto y eso lo hacía más que hermoso, una belleza que no había encontrado en París aún. Pero no podía juzgar tan rápidamente la ciudad de las luces, después de todo era su nuevo hogar y como tal debía aprender a amarlo. Dejó que sus pensamientos siguieran aquella línea hasta que la pregunta de su acompañante le sorprendió, sacándole un poco de su comodidad. Tomó algo de aire, por más innecesario que fuera y suspiró, acomodó su postura por una más recta y fijó sus ojos azules en los de la chica. -Matÿas, él único hombre al que podría decirse que he amado. -Apuntó con un tono burlón e irónico. -Supongo que sí, podría llamarle mi creador, ya que convertirme ha sido lo único bueno que hizo en su vida. Por suerte ya está más que muerto, para un vampiro claro. Pero no nos detengamos a hablar de tan insignificante persona. Sería un desperdicio, ¿no cree? -Dio por terminada la conversación acerca de Matÿas, aquél hombre y su espectro no arruinarían su vida allí.
Rita Anasztázia Kövér- Vampiro Clase Alta
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Re: Midnight Sunrise |Libre|
No era una confirmación lo que buscaba al afirmar que la presencia de la otra vampiresa disipaba el aburrimiento, sin embrago lo recibió de buen agrado. Quiso contradecirla respecto al tema de los bailes y la posibilidad de pasar una noche en prisión. Tal vez para los humanos fuere cierto pero ellas tenían ciertas ventajas que les permitían permaneceré en un salón sin que ese tipo de desafortunados incidentes ocurrieran. O al menos así había sido para Fiona. También era posible que los eventos en Paris fuesen mucho más relajados que los de la tierra natal de la otra (asumía ahora que Hungría esa su tierra natal por la manera en como hablaba y pensaba sobre ella).
Siguió la mirada de Anasztázia hacia el cielo respetando el hecho de que la otra pensara que aunque no fuera tan hermoso como otro que observara, tenía que empezar a aceptarlo y apreciarlo. Ah, como adoraba poder inmiscuirse en los pensamientos ajenos. Sin aquel poder todo lo que hubiese tenido era una mirada furtiva al cielo. Un gesto que podría significar mucho o nada dependiendo de la perspicacia y capacidad de deducción que se tuviese. Ella, sin embargo, sabía exactamente lo que pasaba por la mente de la otra. Sonrió con malicia, era como tener una conversación de una sola vía en la cual ella poseía el mayor de los poderes: el conocimiento de todo lo que estaba ocurriendo. Entonces, después de que ella preguntase, observó la evidente incomodidad. Lo esperaba, en realidad sabia que se trataba de un cuestionamiento muy personal y que seguramente estaría tocando alguna fibra especialmente nerviosa. La respuesta que siguió, en un principio la satisfizo, pero luego resultó ser una gran decepción. Nadie podía ser catalogado como “insignificante” cuando ocupaba gran parte de nuestros pensamientos y se encontraba presente ante las situaciones más ínfimas.
La pelirroja frunció el ceño manteniendo la mirada en los ojos de Anasztázia – Sospecho que significa más de lo que usted quiere admitir. No se debe menospreciar el poder de un recuerdo más aun cuando está relacionado con lo único que podemos calificar como amor – insistía solo para ver hasta donde la otra cedía, empero, el tono amargo que salpicaba sus palabras indicaba que no hablaba solo por hacerlo, sino que lo que decía estaba relacionado con su propia experiencia. Se quedó en silencio durante algunos segundos, pensando, recordando, hasta que finalmente fue continuó con el mismo tema pero desde su propia perspectiva – El único hombre que he amado fue quien me transformo a esta nueva vida… supongo que en eso las dos tenemos historias similares. En mi caso, sin embargo, no puedo decir que hablar sobre él sea un desperdicio. En realidad daría mi inmortalidad solo por poder tenerle conmigo una noche más – se sintió conmovida por la fuerza de sus palabras. Por lo general no solía ser ni tan sensible en público ni tan abierta con desconocidos, eso la enojo. De inmediato comenzó a juguetear con un mecho de su cabello, enrollándolo en su dedo índice de manera repetitiva – El absurdo de la cursilería. Ni siendo condenados podemos escapar por completo de ella - finalizó el comentario con una sonrisa irónica.
Siguió la mirada de Anasztázia hacia el cielo respetando el hecho de que la otra pensara que aunque no fuera tan hermoso como otro que observara, tenía que empezar a aceptarlo y apreciarlo. Ah, como adoraba poder inmiscuirse en los pensamientos ajenos. Sin aquel poder todo lo que hubiese tenido era una mirada furtiva al cielo. Un gesto que podría significar mucho o nada dependiendo de la perspicacia y capacidad de deducción que se tuviese. Ella, sin embargo, sabía exactamente lo que pasaba por la mente de la otra. Sonrió con malicia, era como tener una conversación de una sola vía en la cual ella poseía el mayor de los poderes: el conocimiento de todo lo que estaba ocurriendo. Entonces, después de que ella preguntase, observó la evidente incomodidad. Lo esperaba, en realidad sabia que se trataba de un cuestionamiento muy personal y que seguramente estaría tocando alguna fibra especialmente nerviosa. La respuesta que siguió, en un principio la satisfizo, pero luego resultó ser una gran decepción. Nadie podía ser catalogado como “insignificante” cuando ocupaba gran parte de nuestros pensamientos y se encontraba presente ante las situaciones más ínfimas.
La pelirroja frunció el ceño manteniendo la mirada en los ojos de Anasztázia – Sospecho que significa más de lo que usted quiere admitir. No se debe menospreciar el poder de un recuerdo más aun cuando está relacionado con lo único que podemos calificar como amor – insistía solo para ver hasta donde la otra cedía, empero, el tono amargo que salpicaba sus palabras indicaba que no hablaba solo por hacerlo, sino que lo que decía estaba relacionado con su propia experiencia. Se quedó en silencio durante algunos segundos, pensando, recordando, hasta que finalmente fue continuó con el mismo tema pero desde su propia perspectiva – El único hombre que he amado fue quien me transformo a esta nueva vida… supongo que en eso las dos tenemos historias similares. En mi caso, sin embargo, no puedo decir que hablar sobre él sea un desperdicio. En realidad daría mi inmortalidad solo por poder tenerle conmigo una noche más – se sintió conmovida por la fuerza de sus palabras. Por lo general no solía ser ni tan sensible en público ni tan abierta con desconocidos, eso la enojo. De inmediato comenzó a juguetear con un mecho de su cabello, enrollándolo en su dedo índice de manera repetitiva – El absurdo de la cursilería. Ni siendo condenados podemos escapar por completo de ella - finalizó el comentario con una sonrisa irónica.
Fiona Di Centa- Vampiro Clase Alta
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