AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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||El Filo Que Hirió a Dios|| Privado || +18 Violento
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||El Filo Que Hirió a Dios|| Privado || +18 Violento
Vaticano, tierra santa.
Se profesa que llegará el momento en el que Dios pise el suelo de los mortales y entonces será el día del Juicio Final, aquel terrible castigo que traerá el sufrimiento de los pecadores y otorgará la redención total a los seres que obran bien con los designios divinos del todo poderoso; ¿Pero qué sucede mientras tanto? ¿Qué es lo que provoca tanta burla y gracia para aquellos que no temen a este destino cruel? Sencillamente todo se mesura a una palabra: Poder.
La cortina del anochecer se ve tejida junto a las estrellas que atestiguan un lento caminar bajo los pasillos del Vaticano. Pareciese ser que los fríos aires de la noche se abren paso al andar de un personaje cuya postura logra proyectar una soberbia que puede dejar en vergüenza a cualquier Rey y así, la cobija del misterio asume el papel de cómplice al no tener un indicio seguro de quien es la silueta que poco a poco se adentra al Sacro lugar.
De entre miles de partículas polvorientas se puede respirar un aroma a sufrimiento, a maldad y específicamente a pecado. Su altura que aparenta ser la de un joven fuerte y en excelente forma pasa a segundo plano cuando la luz de la luna hace salir el reflejo de un arma celosamente ajustada a su cintura. El develo de ropajes finos y fuera de lo común trazan la imagen de un traje oscuro con camisa albina y corbata larga en matiz azabache. Zapatos relucientes y una bufanda que se ajusta a su cuello dando el toque final para el misterioso varón de cabellos cortos.
-El Vaticano… Hogar del Papa, lugar sagrado y lleno de infinita sabiduría divina…- Su voz es ronca y seca, sus palabras de matiz sarcástico se detienen tras una carcajada que trae consigo una nueva línea -… Asquerosa mentira, vulgar cuento de hadas- se limita a decir para retomar su andar al patio principal, envolviéndose bajo la luz platinada y la frialdad del ambiente. Sus ojos negros como la noche se ciñen con una sonrisa ladina que enmarca una mueca tenebrosamente burlona, ¿Quién será aquel que osa burlarse en la casa de Dios?
El Mefistófeles… Mark Bass pisa por fin… El lugar que por derecho le pertenece.
Se profesa que llegará el momento en el que Dios pise el suelo de los mortales y entonces será el día del Juicio Final, aquel terrible castigo que traerá el sufrimiento de los pecadores y otorgará la redención total a los seres que obran bien con los designios divinos del todo poderoso; ¿Pero qué sucede mientras tanto? ¿Qué es lo que provoca tanta burla y gracia para aquellos que no temen a este destino cruel? Sencillamente todo se mesura a una palabra: Poder.
La cortina del anochecer se ve tejida junto a las estrellas que atestiguan un lento caminar bajo los pasillos del Vaticano. Pareciese ser que los fríos aires de la noche se abren paso al andar de un personaje cuya postura logra proyectar una soberbia que puede dejar en vergüenza a cualquier Rey y así, la cobija del misterio asume el papel de cómplice al no tener un indicio seguro de quien es la silueta que poco a poco se adentra al Sacro lugar.
De entre miles de partículas polvorientas se puede respirar un aroma a sufrimiento, a maldad y específicamente a pecado. Su altura que aparenta ser la de un joven fuerte y en excelente forma pasa a segundo plano cuando la luz de la luna hace salir el reflejo de un arma celosamente ajustada a su cintura. El develo de ropajes finos y fuera de lo común trazan la imagen de un traje oscuro con camisa albina y corbata larga en matiz azabache. Zapatos relucientes y una bufanda que se ajusta a su cuello dando el toque final para el misterioso varón de cabellos cortos.
-El Vaticano… Hogar del Papa, lugar sagrado y lleno de infinita sabiduría divina…- Su voz es ronca y seca, sus palabras de matiz sarcástico se detienen tras una carcajada que trae consigo una nueva línea -… Asquerosa mentira, vulgar cuento de hadas- se limita a decir para retomar su andar al patio principal, envolviéndose bajo la luz platinada y la frialdad del ambiente. Sus ojos negros como la noche se ciñen con una sonrisa ladina que enmarca una mueca tenebrosamente burlona, ¿Quién será aquel que osa burlarse en la casa de Dios?
El Mefistófeles… Mark Bass pisa por fin… El lugar que por derecho le pertenece.
Última edición por Mark Bass el Sáb Sep 13, 2014 11:33 am, editado 1 vez
Mark Bass- Cazador Clase Alta
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Re: ||El Filo Que Hirió a Dios|| Privado || +18 Violento
"La verdad es un descubrimiento,
el engaño un invento".
el engaño un invento".
El resonar de los tacos de Allure sobre los pisos de mármol de los diferentes edificios dispuestos por la Inquisición dentro del Vaticano ya eran más que conocidos por todos. Aquel andar sistemático despertaba en más de uno un molesto escalofrío. La piel de gallina afloraba en los brazos de quienes temían de aquella damisela tan antipática. Ellos sabían que una mirada fuera de lugar bastaba para que la rubia tomase aquello para mal gracias a su retorcido genio y más de un empleado de la Santa Sede terminase en algún convento olvidado en la otra esquina del mundo.
Consciente de no despertar en otros los mejores sentimientos, la cabeza del andrógino solamente se enfocaba en mantener la sonrisa en un solo rostro; el Papa, después de todo, era el único que podía deshacer todo lo hecho por ella en un abrir y cerrar de ojos. El veterano poseía muchísimo más poder del que todos imaginaban…
Apenas el intruso cruzo a los primeros escoltas de una de las tatas entradas a la plaza de San Pedro, Allure fue informado al respecto, no por estos mismos, sino por los espías que la rubia encomendaba para que le informasen sobre todo movimiento realizado en torno a la Santa Sede. Desconfiada como la que más, ella jamás se permitiría quedarse solamente con la información que se le entregaba en la Inquisición. Su mente le obligaba a estar un paso más adelante, o mejor dicho, un paso al costado para así poder vislumbrar las cosas desde otro ángulo. Uno solamente reservado para ella.
Un chasquido de sus enguantados dedos fue suficiente para que los caballos de su carruaje se detuvieran a órdenes del atento chofer. El pórtico labrado del transporte se abrió y las botas de tacón de la inquisidora se hicieron velozmente contra el suelo de adoquines de la plaza. Iría al encuentro sola, advirtiendo con un leve gesto a sus escoltas personales sobre tal decisión.
- Parece que no solo los locos son aquellos que hablan con la noche… - comento ácidamente, alzando una de sus cejas rubias al posar su azulada mirada sobre el invitado nocturno. Lucia galante y joven, quizás demasiado para las hazañas que se rumoreaban por ahí el mismo había logrado gracias a un objeto que Allure añoraba desde ya un par de meses, apenas todos aquellos relatos heroicos llegaron a sus codiciosos oídos.
¿Sería la espada enfundada a un lado de sus caderas aquella que atravesaba a cualquier demonio que se le cruzase? La damisela remojo sus labios delicadamente, pasando la punta de su lengua sobre ellos. Un gesto de intriga o quizás de cosquillosa ansiedad. No lo descifraba en su interior con exactitud.
La Plaza mantenía un silencio exquisito. A lo lejos podía vislumbrarse algún que otro escolta de los Estados Pontífices haciendo su ronda habitual. Nada fuera de lo común, salvo aquellas dos efigies deambulando por la noche.
- No gusto de hacer negocios con desconocidos, pero iré directamente al grano con usted. La Santa Sede necesita de sus servicios. A cambio será muy bien recompensado, siempre y cuando su boca se mantenga lo suficientemente cerrada como para que no me genere deseos de cortarle la lengua… Y no será la primera, se lo aseguro - los vocablos de Allure salían disparados como proyectiles que buscaban atravesarlo todo. No pretendía generar ningún tipo de juego con el extraño, aunque en el fondo todo era una gran treta para llegar a un objetivo totalmente diferente al que explicaba de forma tan tajante.
Si no fuese por su femineidad y belleza radiante, aquella damisela podría parecer un general de guerra marcando sus pautas para lanzarse a la batalla. Gustase o no, Allure era admirada y envidada e la Inquisición por eso; ser una mujer capaz de enfrentarse a cualquiera sin titubeo alguno.
Allure- Inquisidor Clase Alta
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Re: ||El Filo Que Hirió a Dios|| Privado || +18 Violento
El paso de los segundos realmente es algo que se transporta a segundo plano. El choque de los vientos con el mármol del suelo hace levantar ligeras cortinas de polvo que mecen al instante la ropa de cazador cuyo énfasis es el de mantener el galante y soberbio porte que desde el comienzo se le puede vislumbrar. Su bufanda, fina en la tela y exquisitamente mecida al compás del efecto eólico sirve como acento a una imagen extranjera, muy diferente a lo que cualquier otro mugroso pudiese proyectar en los pasillos del Sacro recinto.
-Tranquila- recita con total calma; sus manos se adentran en su bolsillo interno de aquel saco para tomar un cigarro así como un fósforo que con un movimiento diestro logra prender la flama que da vida al vicio de Bass, quien suelta una densa capa de humo al cabo de absorber y mantener un poco de aquel curioso objeto –Soy un hombre de negocios, no uno de tus cobardes soldados, así que modera tus palabras por favor… Ustedes han acudido a mí, no al revés, así que yo soy quien pone las reglas-
Un giro sobre su propio eje se lleva acabo y junto con esto su mirada azabache se plantea fuertemente contra la misteriosa mujer, estudiándola de pies a cabeza para así encontrar ciertos puntos clave donde posiblemente una o dos sorpresas se ocultan.
-Llámame Mefistófeles- añade tras absorber de forma repetida de aquel puro y asimismo soltarlo al instante, invadiendo el espacio entre ambos seres sin importarle mucho las molestias que pudiese ocasionar.
La ceja del caballero se alza al notar la presencia de algunos guardias y junto con eso la sonrisa ladina no se hace esperar; su cerebro ya tiene dos pasos adelante sobre cualquier opción que llegase a necesitar y por eso mismo la confianza fluye como la sangre en sus venas –El dinero es lo que me sobra… No me interesa… La Santa Sede no comparte la forma en la que yo me gano la vida… ¿Por qué acudir con el mayor Pecador que conocen?-
La admiración en la arquitectura es algo que no puede evitar y por eso sus ojos se mueven de un lado a otro estudiando cada rincón del marco escénico tratando así de moldear un perfecto mapa mental; ¿acaso se atreve a ignorar la fuerte presencia de la fémina? No sería algo de sorpresa, después de todo… Mark Bass es el hombre sin miedo y sin arrepentimientos.
-Quiero respuestas…-
-Tranquila- recita con total calma; sus manos se adentran en su bolsillo interno de aquel saco para tomar un cigarro así como un fósforo que con un movimiento diestro logra prender la flama que da vida al vicio de Bass, quien suelta una densa capa de humo al cabo de absorber y mantener un poco de aquel curioso objeto –Soy un hombre de negocios, no uno de tus cobardes soldados, así que modera tus palabras por favor… Ustedes han acudido a mí, no al revés, así que yo soy quien pone las reglas-
Un giro sobre su propio eje se lleva acabo y junto con esto su mirada azabache se plantea fuertemente contra la misteriosa mujer, estudiándola de pies a cabeza para así encontrar ciertos puntos clave donde posiblemente una o dos sorpresas se ocultan.
-Llámame Mefistófeles- añade tras absorber de forma repetida de aquel puro y asimismo soltarlo al instante, invadiendo el espacio entre ambos seres sin importarle mucho las molestias que pudiese ocasionar.
La ceja del caballero se alza al notar la presencia de algunos guardias y junto con eso la sonrisa ladina no se hace esperar; su cerebro ya tiene dos pasos adelante sobre cualquier opción que llegase a necesitar y por eso mismo la confianza fluye como la sangre en sus venas –El dinero es lo que me sobra… No me interesa… La Santa Sede no comparte la forma en la que yo me gano la vida… ¿Por qué acudir con el mayor Pecador que conocen?-
La admiración en la arquitectura es algo que no puede evitar y por eso sus ojos se mueven de un lado a otro estudiando cada rincón del marco escénico tratando así de moldear un perfecto mapa mental; ¿acaso se atreve a ignorar la fuerte presencia de la fémina? No sería algo de sorpresa, después de todo… Mark Bass es el hombre sin miedo y sin arrepentimientos.
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Mark Bass- Cazador Clase Alta
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Re: ||El Filo Que Hirió a Dios|| Privado || +18 Violento
Capto aquella soberbia automáticamente y fue en ese entonces que Allure tuvo la seguridad que solamente alguien con un objeto tan valioso como el que el intruso poseía sería capaz de plantarse con tanta confianza en un terreno rodeado de potenciales enemigos. Mefistófeles era dueño de aquella renombrada espada, pero también era enteramente consciente de su poder al tener la misma. Un oponente entretenido para la dama que no quitaba su analítica vista de la presa que había caído en su trampa.
- No me atrevería en absoluto a creer que su interés aquí es material. Bien sabido por vuestra persona es que la Santa Sede recompensa de maneras muy variadas a aquellos que le sirven quitando piedras de su divino camino, solo basta con pronunciar aquello que desee – sonrió obligadamente, como tratando de proyectar un aligeramiento en su tajante personalidad. Aun así, a la rubia le llamo la atención que el morocho no había reparado en mirarle ni siquiera un instante ¿Acaso era ciego? A tales alturas más de un patán hubiese sucumbido a la cegadora belleza de sus facciones. Pareciese ser que la criatura era un poco más compleja que la mayoría. Un exquisito reto para la inquisidora.
Tras comprender aquellas demandas despojadas por el hombre de voz ronca y dejos de galantería aún pendientes en el aire, la espía mantuvo su porte rígido ante él, solamente meciéndose su dorada cabellera por la brisa nocturna – Su presencia no fue solicitada por los pecados que carga su espalda, sino por las hazañas que ha cometido en estos últimos tiempos – un halago que ella jamás sería capaz de reproducirle a otro, salvo como en aquella situación en la que se sentía obligada a hacerlo – Dios obra de formas misteriosas Mefistófeles y a veces para los ojos del Señor solo importa la finalidad, no los hechos – aquel palabrerío solo buscaba erradicar dudas en el cazador, así este de una vez podría permitirse a adentrarse en lo que su supuesta misión involucraba.
- Disculpad la distracción, mi nombre es Allure… Allure Mirage. Una servidora más de la Santa Sede - la damisela paso a presentarse por el simple hecho de evadir aquel atroz accionar de parte de su antagonista, encendiendo un inmundo cigarrillo ni mas ni menos que en el Vaticano. Pero ella no caería en reaccionar frente a tal provocación. El iluso creía poner las reglas y si fumar era una de ellas, pues que lo hiciese sin problemas. El humo grisáceo que salia de sus labios era el menor de los malestares que aquel intruso le daría la inquisidora por lo que esta venia aproximarse por parte de el.
El silencio se presentó nuevamente. La rubia clavo sus ojos en el firmamento a la par que su mente divagaba entre determinadas cuestiones que se habían cruzado en su mente al momento de presentarse ante el cazador. Ciertas cosas iban más allá de lo previamente estudiado ¿Qué podría añorar aquel infeliz que la inquisidora pudiese ofrecerle? ¿A que precipicio podía invitarle para verle arrodillado ofreciéndole su tan majestuosa espada a cambio de misericordia? La paciencia daría respuestas. Pero para la cabeza caprichosa de aquella que obtenía todo lo que deseaba con un simple chasquidos de dedos tener paciencia no era lo más sencillo de solicitar.
- No me atrevería en absoluto a creer que su interés aquí es material. Bien sabido por vuestra persona es que la Santa Sede recompensa de maneras muy variadas a aquellos que le sirven quitando piedras de su divino camino, solo basta con pronunciar aquello que desee – sonrió obligadamente, como tratando de proyectar un aligeramiento en su tajante personalidad. Aun así, a la rubia le llamo la atención que el morocho no había reparado en mirarle ni siquiera un instante ¿Acaso era ciego? A tales alturas más de un patán hubiese sucumbido a la cegadora belleza de sus facciones. Pareciese ser que la criatura era un poco más compleja que la mayoría. Un exquisito reto para la inquisidora.
Tras comprender aquellas demandas despojadas por el hombre de voz ronca y dejos de galantería aún pendientes en el aire, la espía mantuvo su porte rígido ante él, solamente meciéndose su dorada cabellera por la brisa nocturna – Su presencia no fue solicitada por los pecados que carga su espalda, sino por las hazañas que ha cometido en estos últimos tiempos – un halago que ella jamás sería capaz de reproducirle a otro, salvo como en aquella situación en la que se sentía obligada a hacerlo – Dios obra de formas misteriosas Mefistófeles y a veces para los ojos del Señor solo importa la finalidad, no los hechos – aquel palabrerío solo buscaba erradicar dudas en el cazador, así este de una vez podría permitirse a adentrarse en lo que su supuesta misión involucraba.
- Disculpad la distracción, mi nombre es Allure… Allure Mirage. Una servidora más de la Santa Sede - la damisela paso a presentarse por el simple hecho de evadir aquel atroz accionar de parte de su antagonista, encendiendo un inmundo cigarrillo ni mas ni menos que en el Vaticano. Pero ella no caería en reaccionar frente a tal provocación. El iluso creía poner las reglas y si fumar era una de ellas, pues que lo hiciese sin problemas. El humo grisáceo que salia de sus labios era el menor de los malestares que aquel intruso le daría la inquisidora por lo que esta venia aproximarse por parte de el.
El silencio se presentó nuevamente. La rubia clavo sus ojos en el firmamento a la par que su mente divagaba entre determinadas cuestiones que se habían cruzado en su mente al momento de presentarse ante el cazador. Ciertas cosas iban más allá de lo previamente estudiado ¿Qué podría añorar aquel infeliz que la inquisidora pudiese ofrecerle? ¿A que precipicio podía invitarle para verle arrodillado ofreciéndole su tan majestuosa espada a cambio de misericordia? La paciencia daría respuestas. Pero para la cabeza caprichosa de aquella que obtenía todo lo que deseaba con un simple chasquidos de dedos tener paciencia no era lo más sencillo de solicitar.
Allure- Inquisidor Clase Alta
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Re: ||El Filo Que Hirió a Dios|| Privado || +18 Violento
El entretenimiento nocturno, el sexo, las drogas, el alcohol… Lo prohibido; ese es el mundo, el patio de juegos de un ser que simplemente mantiene serenidad con una mueca seria sin ninguna clase de expresión. Sus ojos se mantienen viajantes de un lado a otro hasta por fin completar el análisis del terreno así como de los presentes.
-Las hazañas que ha cometido en estos últimos tiempos…- recita con cierto aire ácido, tensando sus músculos y dejando fluir el desarrollo de sus sentidos -… Pero que estúpido pretexto- refuta mientras acaba su puro, tirando la colilla a los pies de la dama –Dios dice que la mentira es un pecado-
Y así, por fin sus orbes negros se conectan con los ajenos, una descarga que recorre en un parpadeo toda la espina dorsal de Mark le brinda la oportunidad para estudiar el alma de la señorita presente, más parece ser que extrañamente… Eso no existe en ella.
-Allure Mirage- repite, entrecerrando sus parpados como si estuviese meditando algo dentro de él –Te propongo antes un negocio…- sonríe ladino, sus manos se ocultan en sus bolsillos y un paso al frente no tarda en suceder –Algo que nos conviene solo a ti y a mí… Te propongo que me escuches y a cambio… Te diré el costo de mis servicios-
Los aires se alzan al momento en que el de descendencia inglesa termina sus palabras. Las nubes osan cubrir la luz platinada que ahora ejerce una imagen sombría a la escena, como si el mismo mal se manifestara a favor de Mark en una fotografía por demás de tenebrosa.
Su sonrisa es callada pero clara, su rostro no es más que el de un demonio que le otorga un contrato a la dama que pretende ser algo que no es. ¿Una sirvienta más de ese al que llaman Dios? ¡Por Satanás! No hay peor burla y mentira desde… Bueno… La crucifixión del que denominaron en su momento El Rey de los Judíos.
-Entonces… ¿Trato hecho?-
-Las hazañas que ha cometido en estos últimos tiempos…- recita con cierto aire ácido, tensando sus músculos y dejando fluir el desarrollo de sus sentidos -… Pero que estúpido pretexto- refuta mientras acaba su puro, tirando la colilla a los pies de la dama –Dios dice que la mentira es un pecado-
Y así, por fin sus orbes negros se conectan con los ajenos, una descarga que recorre en un parpadeo toda la espina dorsal de Mark le brinda la oportunidad para estudiar el alma de la señorita presente, más parece ser que extrañamente… Eso no existe en ella.
-Allure Mirage- repite, entrecerrando sus parpados como si estuviese meditando algo dentro de él –Te propongo antes un negocio…- sonríe ladino, sus manos se ocultan en sus bolsillos y un paso al frente no tarda en suceder –Algo que nos conviene solo a ti y a mí… Te propongo que me escuches y a cambio… Te diré el costo de mis servicios-
Los aires se alzan al momento en que el de descendencia inglesa termina sus palabras. Las nubes osan cubrir la luz platinada que ahora ejerce una imagen sombría a la escena, como si el mismo mal se manifestara a favor de Mark en una fotografía por demás de tenebrosa.
Su sonrisa es callada pero clara, su rostro no es más que el de un demonio que le otorga un contrato a la dama que pretende ser algo que no es. ¿Una sirvienta más de ese al que llaman Dios? ¡Por Satanás! No hay peor burla y mentira desde… Bueno… La crucifixión del que denominaron en su momento El Rey de los Judíos.
-Entonces… ¿Trato hecho?-
Mark Bass- Cazador Clase Alta
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Re: ||El Filo Que Hirió a Dios|| Privado || +18 Violento
"Para hacer negocios no se requiere ingenio,
basta con no tener delicadeza."
basta con no tener delicadeza."
Los rubios cabellos de la damisela comenzaron una leve danza tras sus hombros debido a la repentina brisa que comenzó a envolver cada recoveco entorno a la escena donde aquellas dos efigies tan diferentes una de otra se encontraban frente a frente. La Luna paso a refugiarse momentáneamente tras las nubes y sin más, una particular negrura abrazo el entorno anunciando quizás lo tétrico de la situación a revelarse…
- Soy toda oídos para vuestras palabras, Mefistófeles – replico la inquisidora, tensando su mandíbula, reafirmando aquella sensación de estrictez absoluta. Nada saldría fuera de los parámetros que en su mente y bitácora había delineado. No podía permitirse tal error con un hombre tan peligroso como el que sus orbes vislumbraban
- Solamente tendría que advertirle que frente a mí, no mucho más que hablar será lo que pueda hacer – el genio de Allure no iba a dar tregua tan fácilmente, menos con un desconocido. La amenaza estaba hecha y como si el mismo susurrar del viento hubiese llevado las palabras de la inquisidora a lo largo y ancho de las instalaciones donde esta se encontraba, los guardias que rondaban la plaza de San Pedro no tardaron en tener un ojo más que abierto y atento a cualquier movimiento en falso que el recién llegado pudiese llegar a dar. Vivo o muerto, Mefistófeles le daba igual a Allure, mas ella quería obtener su preciada arma sin manchar de sangre los suelos de la Santa Sede. Después de todo debía proyectar su devoción ante todo, incluso del sentimiento más grande que radicaba en su interior; la ambición.
La noche cada vez se oscurecía más y más… Era tiempo que el trato comenzase a ser orado.
Allure- Inquisidor Clase Alta
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Re: ||El Filo Que Hirió a Dios|| Privado || +18 Violento
Así pues, el rostro del Cazador se muestra alegre con una sonrisa que trae consigo una muy ligera carcajada; su gruesa tonalidad retumba como eco en cada rincón del recinto, trazando la indescriptible apariencia del infierno tocando el Sacro Suelo –Bien, bien, bien, bien… Entonces tenemos un trato, solo que…- sus palabras se detienen y sus ojos ya dilatados se enfocan en la rubia, tensando sus músculos y manteniendo una mueca cínica que le hace susurrar –Ellos no están dentro del convenio-
Y así, con un cambio radical en su expresión facial, Mark flexiona sus piernas para colocar todo su peso en las mismas y lograr dar una serie de giros sobre su propio eje, levantando una pequeña cortinilla de polvo debido a la velocidad con lo que lo hace, sin embargo, todo esto pasa a segundo plano cuando sus manos salen de sus bolsillos y paulatinamente una decena de puntos brillosos dan pie a un espectáculo meramente invisible al ojo humano.
Dos segundos exactamente son los que pasan de un momento a otro que ejemplifica las habilidades del Mefistófeles pues cada uno de los guardias que custodian a la inquisidora van cayendo al mismo tiempo de rodillas sin la posibilidad de decir una sola palabra o inclusive gritar, ¿el motivo? Una aguja solamente, una sola y muy fina aguja que ya se ha clavado en el esófago de cada uno de ellos, privándolos de la respiración y por inminencia, de la vida.
Una carcajada descarada y con volumen sale desde los pulmones de Bass, quien niega con su cabeza y cierra sus ojos para decir entre risas –Hablemos claramente… Tú estás aquí porque te lo han ordenado, pero yo estoy aquí… Para proponerte un negocio… ¿El precio de mis servicios? Simple… Los tuyos, a cambio- y tras estas últimas líneas los azabaches orbes del inglés vuelven a profanar las pupilas de la fémina, incitándola, tratando de atraer su alma y robarla a él bando ganador.
Y así, con un cambio radical en su expresión facial, Mark flexiona sus piernas para colocar todo su peso en las mismas y lograr dar una serie de giros sobre su propio eje, levantando una pequeña cortinilla de polvo debido a la velocidad con lo que lo hace, sin embargo, todo esto pasa a segundo plano cuando sus manos salen de sus bolsillos y paulatinamente una decena de puntos brillosos dan pie a un espectáculo meramente invisible al ojo humano.
Dos segundos exactamente son los que pasan de un momento a otro que ejemplifica las habilidades del Mefistófeles pues cada uno de los guardias que custodian a la inquisidora van cayendo al mismo tiempo de rodillas sin la posibilidad de decir una sola palabra o inclusive gritar, ¿el motivo? Una aguja solamente, una sola y muy fina aguja que ya se ha clavado en el esófago de cada uno de ellos, privándolos de la respiración y por inminencia, de la vida.
Una carcajada descarada y con volumen sale desde los pulmones de Bass, quien niega con su cabeza y cierra sus ojos para decir entre risas –Hablemos claramente… Tú estás aquí porque te lo han ordenado, pero yo estoy aquí… Para proponerte un negocio… ¿El precio de mis servicios? Simple… Los tuyos, a cambio- y tras estas últimas líneas los azabaches orbes del inglés vuelven a profanar las pupilas de la fémina, incitándola, tratando de atraer su alma y robarla a él bando ganador.
Mark Bass- Cazador Clase Alta
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Re: ||El Filo Que Hirió a Dios|| Privado || +18 Violento
"La ansiedad con miedo y el miedo con ansiedad contribuyen a robarle al ser humano sus cualidades más esenciales. Una de ellas es la reflexión."
Su perfecta fila de barajas fue cayendo carta por carta, una a una, como si un soplido inesperado hubiese generado tal maldad a propósito, todo con un fin simple; ver el entrecejo de la rubia fruncido por la molestia, por una contenida rabia que se negaba a escaparse más allá de aquel leve gesto en su rostro de inexpresiva porcelana.
Los guardias, que poco y nada tenían que ver con los asuntos de Allure se veían ahora desarraigados de cualquier signo vital. Todo a manos de un mortal, uno verdaderamente habilidoso y descorazonado. Los escoltas habían muerto bajo los movimientos de una criatura sin misericordia; fallecieron ante los designios de un solitario cazador sin nada que temer.
- Las baratijas de circo no me sorprenden en absoluto… Se de lo que es capaz señor Mefistófeles – pronuncio la rubia suavemente, sonriendo de lado a la par que se acercaba al individuo, no temía de él, siquiera en la plena oscuridad de la noche, pero la rubia era más que consciente de que lo inesperado siempre podía salir de la manga del astuto caballero. Eso era lo que generaba un malestar, un cosquilleo incomodo en el interior de la impaciente damisela al servicio de la Santa Sede - ¿En que podría serle útil alguien como yo? – cuestiono cara a cara con el atractivo hombre. Su tono sarcástico, que jugaba con el papel de una dama inofensiva era tan creíble como el llanto de la peor actriz.
Era obvio, ella quería saber que podía necesitar un individuo con todo servido a sus manos de una joven mujer católica, resguardada en los confines del Vaticano y sin demostración de amenaza alguna hacia su persona, misma que hace unos instantes había acabado con una decena de guardias con tan solo un movimiento de su rígida musculatura.
La rubia era todo oído, pero esta vez de forma sincera. La curiosidad hacia que el tamborileo de su corazón liberase en su interior una melodía de suspenso y ansiedad. Ella quería esa espada con todo fervor. Su capricho estaba fijado en el arma. Y haría cualquier cosa por conseguirla, de eso toda su humanidad estaba segura.
Allure- Inquisidor Clase Alta
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Re: ||El Filo Que Hirió a Dios|| Privado || +18 Violento
Sus ojos se mantienen clavados en la dama. Su mirada acosa cada paso que ésta da y paulatinamente su gesto se va tornando sombrío con esa mueca tan cínica y sosteniente de una sonrisa que pudiese ser considerada la misma risa de Satanás -¿Ah sí?... ¿Sabes de lo que soy capaz?... ¿Me lo juras?- la incredulidad y el sarcasmo van de la mano con cada palabra dada por el inglés, mismo ser que ahora alza su rostro con orgullo y con alarde por sus recientes asesinatos.
Las sombras ya forman parte del epicentro del recinto Sagrado; uno a uno de los cuerpos tirados sin vida se van posicionando como base a un cuervo, un ave negra por cabeza, como si fuese un presagio que intenta advertir a toda costa a la mujer rubia que lo que está haciendo no tendrá vuelta atrás y que será mejor abstenerse a ir en contra de ese al que llaman Dios.
-Por favor, insisto… Hablemos claro- musita teniendo ya a la fémina frente a él, esto pues, hace que con su mano diestra haga una ligera caricia en la barbilla de la chica, añadiendo –No insultes a mi inteligencia, ni mucho menos mi sabiduría. “Alguien como tú” es la única que puede salvar este mundo de una desgracia burocrática- explica con cierto acido mientras que da un paso atrás y gira un poco su cuerpo, como si le invitara a que observara bien el punto donde yace la alcoba Papal -¿Ves quien yace ahí? Pero claro, es el anciano decrépito de Pío IX, ¿o debo llamarle “Papa”?-
El rostro de Mark cambia radicalmente pues su ceño se frunce y sus palabras toman dureza así como seriedad –Eres la mujer más cercana a él y ahorita mismo hay algo que no te ha mencionado… ¿Has escuchado hablar de El Concordato? Una movida muy astuta por parte de España- su mano baja al mango de su espada, desenvainando con cuidado la flamante arma que en instantes toma un brillo único e indescriptible al ser colocada sobre el yelmo de su dueño.
-Sé que tú, que la iglesia, que cualquier cazador y cualquier ser viviente que sepa de la existencia de mi espada la desea… No soy tonto- retomando sus orbes hacia los ajenos en busca de seguir desmembrando el alma de Allure –Pero ese Concordato le dará a la iglesia demasiado poder tanto político como económico y sobre todo social… Ahora, sé que eso te favorece a ti y a toda esta horda de hipócritas, pero te haré esta pregunta…- Con autoridad apunta su filo directo a la garganta de la doncella sin necesidad de tocarle, más como una metáfora que como una amenaza -¿Si tienen todo ese poder, que no te asegura que tanto el Papa como la Iglesia no harán enemigos poderosos y sobre todo mortales? Porque te aseguro… Yo seré uno de ellos- Finiquitando con una sonrisa ladina.
Al cabo de dar un par de pasos para tomar una distancia prudente de su quizás socia, el empresario simplemente guarda su espada con elegancia y soberbia, volviendo sus ojos hacia la inquisidora para musitar –Necesito que impidas ese Concordato, me dará problemas a mí y a todos mis socios, a mis enemigos, al mundo… Traerá guerra, la mira del infierno a tu querido Papa… Yo solo busco impedir una guerra sin sentido, no es necesario que se derrame sangre… Especialmente, la del querido y epiléptico Papa Pío IX, te doy la opción de que seas tú quien le de una muerte tranquila ya que de no ser tú... Te lo aseguro, quien sea que lo haga lo hará sufrir aun más que Jesucristo- revelando por fin el hecho de que él sabe bien de la enfermedad del Sumo Pontífice y consecuente, le da un debate íntimo.
-A cambio de tus servicios te ofrezco una oportunidad… Un duelo donde el ganador, tomará La Espada del Ángel Caído… Es tu decisión, ¿Somos socios o enemigos?-
Las sombras ya forman parte del epicentro del recinto Sagrado; uno a uno de los cuerpos tirados sin vida se van posicionando como base a un cuervo, un ave negra por cabeza, como si fuese un presagio que intenta advertir a toda costa a la mujer rubia que lo que está haciendo no tendrá vuelta atrás y que será mejor abstenerse a ir en contra de ese al que llaman Dios.
-Por favor, insisto… Hablemos claro- musita teniendo ya a la fémina frente a él, esto pues, hace que con su mano diestra haga una ligera caricia en la barbilla de la chica, añadiendo –No insultes a mi inteligencia, ni mucho menos mi sabiduría. “Alguien como tú” es la única que puede salvar este mundo de una desgracia burocrática- explica con cierto acido mientras que da un paso atrás y gira un poco su cuerpo, como si le invitara a que observara bien el punto donde yace la alcoba Papal -¿Ves quien yace ahí? Pero claro, es el anciano decrépito de Pío IX, ¿o debo llamarle “Papa”?-
El rostro de Mark cambia radicalmente pues su ceño se frunce y sus palabras toman dureza así como seriedad –Eres la mujer más cercana a él y ahorita mismo hay algo que no te ha mencionado… ¿Has escuchado hablar de El Concordato? Una movida muy astuta por parte de España- su mano baja al mango de su espada, desenvainando con cuidado la flamante arma que en instantes toma un brillo único e indescriptible al ser colocada sobre el yelmo de su dueño.
-Sé que tú, que la iglesia, que cualquier cazador y cualquier ser viviente que sepa de la existencia de mi espada la desea… No soy tonto- retomando sus orbes hacia los ajenos en busca de seguir desmembrando el alma de Allure –Pero ese Concordato le dará a la iglesia demasiado poder tanto político como económico y sobre todo social… Ahora, sé que eso te favorece a ti y a toda esta horda de hipócritas, pero te haré esta pregunta…- Con autoridad apunta su filo directo a la garganta de la doncella sin necesidad de tocarle, más como una metáfora que como una amenaza -¿Si tienen todo ese poder, que no te asegura que tanto el Papa como la Iglesia no harán enemigos poderosos y sobre todo mortales? Porque te aseguro… Yo seré uno de ellos- Finiquitando con una sonrisa ladina.
Al cabo de dar un par de pasos para tomar una distancia prudente de su quizás socia, el empresario simplemente guarda su espada con elegancia y soberbia, volviendo sus ojos hacia la inquisidora para musitar –Necesito que impidas ese Concordato, me dará problemas a mí y a todos mis socios, a mis enemigos, al mundo… Traerá guerra, la mira del infierno a tu querido Papa… Yo solo busco impedir una guerra sin sentido, no es necesario que se derrame sangre… Especialmente, la del querido y epiléptico Papa Pío IX, te doy la opción de que seas tú quien le de una muerte tranquila ya que de no ser tú... Te lo aseguro, quien sea que lo haga lo hará sufrir aun más que Jesucristo- revelando por fin el hecho de que él sabe bien de la enfermedad del Sumo Pontífice y consecuente, le da un debate íntimo.
-A cambio de tus servicios te ofrezco una oportunidad… Un duelo donde el ganador, tomará La Espada del Ángel Caído… Es tu decisión, ¿Somos socios o enemigos?-
Mark Bass- Cazador Clase Alta
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Re: ||El Filo Que Hirió a Dios|| Privado || +18 Violento
"No me resigno a dar la despedida
a tal altivo y firme sentimiento
que tanto impulso y luz diera a mi vida."
a tal altivo y firme sentimiento
que tanto impulso y luz diera a mi vida."
Su barbilla se alzó involuntariamente, como si el orgullo interior de la italiana no le permitiese trastabillar un segundo siquiera frente a los oscuros orbes de su meticuloso antagonista. Allure deseaba soltar una bocanada de aire, aclarar a través de la respiración sus pensamientos, esos que se veían envueltos en una niebla densa y carbónica que como epicentro generador tomaba la erguida humanidad del caballero frente a sí.
“¿Pero qué…?” el contacto entre ambos, más específicamente entre los ásperos y cálidos dedos del cazador y su rostro fue fugaz, tanto así como para no tener tiempo siquiera a rechazar tal gesto repugnante. El bastardo ya demostraba acciones confianzudas, pues había limpiado el terreo a su antojo y las barajas sobre la mesa ya eran todas de su autoría, de su propio maso. Dos parpadeos fueron suficientes para que las pestañas doradas de la inquisidora y toda su humanidad se diesen cuenta de que ya las riendas de la situación no estaban solamente atrapadas en sus delicadas manos; ahora los caballos iban guiados de un lado a otro. Una rienda jalaba para cada lado, para los dos bandos que ellos representaban.
A medida que los vocablos salían impartidos de la boca del inglés, más obvio era el estudio que el cazador había hecho sobre la inquisidora y toda persona conformante a su entorno. No tan difícil era desmembrar ciertos hilos para saber que la rubia era una de las más cercanas al Sumo Pontífice. La relación entre ambos iba más allá de lo profesional y solo un ciego no lo captaría. De allí partía también esa envidia hacia la italiana por parte de sus pares, aquellos que deseaban sentirse tan cerca del Papa como ella sin ningún tipo de esfuerzo.
Llevó su mano hasta la altura de su rostro, precisamente frente a sus delineados labios, solo por la delicadeza de esconder la sonora risa que se apodero del silencio del lugar – España ha tenido Concordatos con la Santa Sede desde hace más de dos siglos ¿Acaso toda una nación esperaba por alguien como usted para que eso llegue a una época de cese? - el cuestionamiento tenía su cuota ácida, esa misma que buscaba esconder la sorpresa de la rubia
ante la cantidad de información secreta que el inglés poseía sobre los movimientos de la Iglesia ¿Quién sería el maldito que susurraba aquellos datos a cambio de quien sabe qué? Traidores que pronto irían a parar a la horca si por su decisión se tratase.
- Señor Mefistófeles, pregúntese usted si alguna vez en esta Tierra existió alguna fuerza capaz de erradicar el poder de la Iglesia católica. Sabe que la respuesta es negativa. Boicotear un Concordato no cambiara eso, y menos aún, la aceptación de tal tratado no hará aparecer ningún enemigo imposible de exterminar – una ceja alzada, un gesto serio, una verdad que hasta ese día venía siendo absoluta. Ella lo sabía, él lo sabía y la historia lo afirmaba década tras década, siglo tras siglo. Millares de hojas documentadas lo narraban y lo advertían; nadie jamás pudo abatir el poder de la Iglesia Católica sobre la humanidad.
- No obstante… - la interrupción se generó en el preciso instante en que los azulados ojos de la dama se cegaron por el encantador brillo de aquella espada con la cual era apuntada. Aquel filo parecía susurrarle cosas. Le solicitaba probar la sangre de sus enemigos. Quería una danza de muerte y ella sería quien marcaría el compás con sus manos ¡La Espada del Ángel Caído debía ser suya a toda costa! Su sangre hervía con la simple idea de poseer aquella arma ¿Pero debía sacrificar algo para obtener su añorado capricho? Algun camino sucio, oscuro debía existir para llegar a ella sin perder nada. Y Allure no temería ni dudaría en manchar sus finos ropajes sumergiéndose en el lodo para alcanzar su objetivo.
- … Sus comentarios acerca de la inestable salud del Sumo Pontífice son ciertas, por lo que es necesario sobre todo para mí, asegurar que determinados asuntos seguirán exactamente iguales, este él o no en el pedestal más alto de la Santa Sede – las palabras escapaban de la boca de la joven con un dejo de intriga, de provocador misterio – Y esa espada, bajo mi poder me ofrecerá toda la seguridad que necesito -
Dejando de lado aquella metafórica amenaza, la rubia se acercó al galante y oscuro caballero, despojando un leve suspiro de aire cálido en el lóbulo de la oreja de este – Pero le advierto, ser vuestra socia no implicara que las cosas serán más fáciles para usted, Mefistófeles – aquel susurro ninguna mentira contenía.
Estática, por encima del hombro ajeno vislumbro la ventana perteneciente a la habitación del Papa. Sin pronunciar palabra alguna, pareciese que el silencio generado en su interior le confirmase a Allure la llegada de un nuevo ciclo en su vida. La etapa de despedida de su mentor finalmente había arribado. Y ni siquiera una espada tan poderosa como la que poseía Mark haría que un ser apreciado se tornase eterno solo por los deseos de ella.
Allure- Inquisidor Clase Alta
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Re: ||El Filo Que Hirió a Dios|| Privado || +18 Violento
Palpitaciones que vienen del corazón de Mark y hacen sentir que casi quieren salir de su pecho. Una respiración calmada pero profunda que ameniza su cuerpo con la emoción de poder sellar un trato con esa mujer tan enigmática; brote de brillo en sus ojos que se postran sobre los de ella son solo un elemento de aquel ritual maligno donde el clima desolado y frío anuncia la llegada de la sociedad que irrumpiría con los planes Católicos/Apostólicos de la iglesia. ¡Que Dios se apiade de esas almas! Porque nadie se apiadará de Él.
Una risilla callada sale de sus labios, llevándole a entrecerrar sus ojos mientras escucha cada uno de los vocablos de la fémina. Su lengua repasa la comisura de sus labios como muestra de exaltación al recibir una respuesta positiva por parte de la musa; Que el cielo retumbe, que los mares se abran y que la tierra se sacuda pues ni ellos saben de lo que serán capaces juntos.
-Es cuestión de tiempo, sólo eso. El Concordato no debe realizarse, como dije, porque afectará a mis enemigos, a mis amigos y a mí mismo… La iglesia es una burla ya, un simple mito de aquel que fue crucificado en los tiempos de Poncio Pilato… Pero ese documento afectará los negocios y eso, y eso no lo puedo permitir-
Maquiavélica es la sonrisa que domina el semblante del inglés cuya atención es llevada a las frases de la rubia quien de manera suave se va acercando a él y por consecuencia decide llevar su mano diestra con atrevimiento a sujetar la esbelta cintura de la dama, mientras que el susurro invade de manera escalofriante la fisionomía de Bass.
Con todo lujo este decide acercar sus labios a Ella en busca de responder, de igual manera, con un susurro –Será mejor que cuides tus palabras… Porque…-
Y así, su mano zurda que yace libre se extiende en una fracción de segundo con brusquedad, soltando tres alfileres que de manera casi invisible viajan velozmente entre los aires, incrustándose en un punto oscuro de aquel recinto, trayendo únicamente el sonido seco de algo que choca contra el suelo.
-Las paredes escuchan- Dice con voz grave y alejándose de ella, caminando a donde ha lanzado sus sigilosas armas –Aun cuando eres probablemente la mujer más poderosa de la iglesia, después del Papa…- con arrogancia coloca su pie diestro sobre lo que pareciese ser un cuerpo, revelando que toda la conversación había sido escuchada por un miembro de El Vaticano que es asesinado de asfixia por dichas armas clavadas en su esófago -… Ellos, La Iglesia… Ya empezó a actuar- una carcajada se expande en eco evidenciando el ego de Mark, quien clava sus orbes negros una última vez en Allure.
-Y lo están haciendo sin ti… Es ahora o nunca… Asesina a Pio IX… Esta noche-
Una risilla callada sale de sus labios, llevándole a entrecerrar sus ojos mientras escucha cada uno de los vocablos de la fémina. Su lengua repasa la comisura de sus labios como muestra de exaltación al recibir una respuesta positiva por parte de la musa; Que el cielo retumbe, que los mares se abran y que la tierra se sacuda pues ni ellos saben de lo que serán capaces juntos.
-Es cuestión de tiempo, sólo eso. El Concordato no debe realizarse, como dije, porque afectará a mis enemigos, a mis amigos y a mí mismo… La iglesia es una burla ya, un simple mito de aquel que fue crucificado en los tiempos de Poncio Pilato… Pero ese documento afectará los negocios y eso, y eso no lo puedo permitir-
Maquiavélica es la sonrisa que domina el semblante del inglés cuya atención es llevada a las frases de la rubia quien de manera suave se va acercando a él y por consecuencia decide llevar su mano diestra con atrevimiento a sujetar la esbelta cintura de la dama, mientras que el susurro invade de manera escalofriante la fisionomía de Bass.
Con todo lujo este decide acercar sus labios a Ella en busca de responder, de igual manera, con un susurro –Será mejor que cuides tus palabras… Porque…-
Y así, su mano zurda que yace libre se extiende en una fracción de segundo con brusquedad, soltando tres alfileres que de manera casi invisible viajan velozmente entre los aires, incrustándose en un punto oscuro de aquel recinto, trayendo únicamente el sonido seco de algo que choca contra el suelo.
-Las paredes escuchan- Dice con voz grave y alejándose de ella, caminando a donde ha lanzado sus sigilosas armas –Aun cuando eres probablemente la mujer más poderosa de la iglesia, después del Papa…- con arrogancia coloca su pie diestro sobre lo que pareciese ser un cuerpo, revelando que toda la conversación había sido escuchada por un miembro de El Vaticano que es asesinado de asfixia por dichas armas clavadas en su esófago -… Ellos, La Iglesia… Ya empezó a actuar- una carcajada se expande en eco evidenciando el ego de Mark, quien clava sus orbes negros una última vez en Allure.
-Y lo están haciendo sin ti… Es ahora o nunca… Asesina a Pio IX… Esta noche-
Mark Bass- Cazador Clase Alta
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Re: ||El Filo Que Hirió a Dios|| Privado || +18 Violento
"En el peor de los conflictos, cuando la lucha es acérrima y fratricida existe la esperanza,
así sea leve, que en la siguiente batalla todo termine...
Se venza o se muera."
así sea leve, que en la siguiente batalla todo termine...
Se venza o se muera."
Tomó la muñeca derecha del cazador sin pensarlo dos veces y comenzó a caminar. Las sombras humanas en torno a la plaza se movían de un lado a otro, de forma discreta salvo para la vista de Allure. Era una de ellos, cualquier acción disimulada decía mucho más de lo que cualquier otra persona pudiese notar. Códigos internos del ejército divino.
- A partir de ahora todo lo que suceda será bajo mi decisión. Solo limítese a seguirme el paso y no quedar atrás. La falta de reacción automática aquí significara su muerte… – profirió sin mirarle siquiera, la rubia estaba más bien abocada a ensamblar las piezas de lo que sería algo mucho más complejo que un accionar improvisado, siendo eso en verdad – Y no es que me importe su muerte, sino que la mía vendría tras ello – lo que decía era cierto, Allure poco interés tenía en cualquier persona que le rodease. O mejor dicho en cualquier persona en absoluto. En el mundo, ella era la prioridad, nada más.
Llegaron a un pasillo algo fuera de lugar para lo que era el perfecto diseño de la Plaza de San Pedro. Por encima de su hombro la inquisidora observo a su acompañante y sin pronunciar vocablo alguno se apoyó contra una pared, la que no tardo en rebelar una entrada secreta en la cual la italiana se escabullo, trayendo de un jalón al inglés consigo.
El sendero estaba iluminado con pequeñas antorchas. Pasillos angostos y con un dejo macabro comenzaban a abrirse en diferentes direcciones. Allure caminaba sin titubeo alguno en cada encrucijada, como si el mapa del sitio donde ésta quisiese ir estuviese grabado a fuego en su memoria. La rubia cesó sus pasos frente a una pequeña puerta de la que para salir, habrá que colocarse en cuclillas – No quiero molestias, así que encárguese de matar sin mucho alboroto a cualquier guardia, sirviente o lo que sea que se nos cruce en el camino – la encomienda sonó mas a una orden necesaria de cumplir a rajatabla. La dama se agachó ágilmente, entreabrió el diminuto pórtico y percatándose de no haber nadie en el espacio externo a aquel escondite salió en medio de uno de los pasillos de la Santa Sede. La maravillosa decoración, impregnada de arcaicas obras de arte delataba sin disimulo tal lugar, pues no existiría otro sitio en el mundo que se le comparase.
Camino decidida, los tacos de sus botas golpeaban la espesa alfombra. Miles de detalles grabados en ella. Al final del camino se detuvo un momento, abrió un pórtico doble y los avistó instantáneamente – Addio – despojo con una leve sonrisa. Un parpadeo fue suficiente para que los dos soldados presentes en la habitación recibiesen en el medio de sus gargantas la incrustación de dos pequeñas dagas que la rubia hizo aparecer de sus espaldas. Un lanzamiento veloz y preciso. Para eso y mucho más había sido entrenada.
Los cuerpos cayeron agonizando al suelo, tiñendo los suelos del tono carmesí propio de la sangre fresca, cálida, arrebatada.
Comenzó a buscar entre un montón de documentos que se encontraban en la mesa principal de aquella sala. Con ambas manos reveló un pergamino bastante particular, que solo mostraba cruces, mas no tenía planos de nada. Las marcas parecían estar distribuida en puntos estratégicos, mas no indicaban en función de que exactamente.
- Aquí nos encontramos, solo debemos seguir las marcas, indican las puertas a abrir para llegar a una habitación en particular. Una donde nos encontraremos con la guardia de turo del Papa – informó señalando el extraño mapa y luego clavando sus ojos en los del inglés – Memorízalo bien, eres tu quien tiene probabilidades de perderse… Y si queremos matar a Pio hoy, hay que acabar con ellos primeros si la idea es escaparnos vivos – la rubia se volteó para prestar atención al doble pórtico que habían cruzado. La inquisidora tenso su delicada mandíbula al percibir un sonido fuera de lo común. Cerro el puño y se paró con firmeza - Ahí viene la primera camada, Que Dios le acompañe – le sonrió al cazador por encima del hombro. La aventura había comenzado. La sangre correría en los pasillos de la Santa Sede. Solo faltaba la respuesta a ¿La sangre de quiénes?
Allure- Inquisidor Clase Alta
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Re: ||El Filo Que Hirió a Dios|| Privado || +18 Violento
Es inevitable, la noche opaca por las densas nubes que ocultan cualquier iluminación hace de una escenografía tétrica el cierre del trato y procedente a acciones en ese mismo segundo. Inminentemente el rostro del inglés se frunce con indignación, con asco. ¿Cómo es que ese engendro se ha atrevido siquiera a tocarlo? Si no fuese por su instantánea carrera que lo adentra al sumo recinto, probablemente la cosa devota de Dios hubiese terminado sin su mano… O sin ambas.
-Un pasillo secreto…- murmura sonriendo de manera ladina para luego adentrarse y silbar con descaro al verse envuelto bajo un pasillo meramente solitario -… Antorchas, esto tiene demasiado cliché... El drama es el estilo de vida en la iglesia, por lo que veo- una carcajada resuena en eco, sin embargo, se interrumpe con las blasfemias de la… ¿hembra? Que tierno, piensa que ella es quien da las órdenes.
Mark hace lo propio, deslizándose lentamente sin refutar la ilusión momentánea de su ahora socia, quien en solo segundos roba el protagonismo al cabo de asesinar sigilosamente a un par de guaridas, algo que no asusta al Cazador pero si le obliga a decir –Manchar de sangre el suelo, pero que excelente idea… Tu sigilo es admirable-suspirando con pesadez mientras le alcanza, observando aquel extraño pergamino.
-Salón décimo cuarto- interrumpe a la inquisidora -… Es el oeste, dos puertas. Giraré al norte donde después bajaré al quinto cuarto, seguiré por el oeste una vez más hasta cruzar al octavo por medio del atajo y ahí…- dejando salir su navaja oculta desde la muñeca, marcando con un corte el punto exacto -… Ahí nos encontraremos… No seas absurda, esos pasajes tienen siglos, los conozco igual de bien que tú- El cinismo en el heredero de Inglaterra es infinito. Su rostro enmarca asco y pesadez por las palabras inútiles de Allure, a quien solo voltea a ver alzando su ceja cuando le indica el plan.
-Sé que hacer, como actuar y sobre todo como salirme con la mía, siempre lo hago- Con calma escucha la aproximación de la camada, a lo cual simplemente se dedica a prender un puro con toda paciencia, burlándose de la preocupación de la rubia –No te molestes, yo me encargo de los primeros- una sonrisa maquiavélica se posiciona en él, al cabo que su mano izquierda se introduce en su saco y obtiene un especie de boomerang –Observa y aprende, mujer-
Así pues, su extremidad superior se retrae con facilidad, arrojando la herramienta con suma destreza justo antes de que esta empezase a golpear cada uno de los candelabros que iluminan el cuarto, dejando todo a oscuras en un parpadeo y exactamente cuando los guardias arriban al lugar.
Un total de 5 galantes en armadura, La Guardia Papal. Sin embargo, uno a uno estúpidamente se adentra a la habitación gritando y ordenando respuesta de quien ha sido el que ha osado penetrar el saco lugar. No hay respuesta. Al contrario, se empieza a escuchar algunos truenes que se acompañan de un quejido efímero que se ahoga con el sonido de caídas abruptas, uno a uno sin oportunidad de hacer nada, ¿Tiempo? Simplemente menos de un minuto.
-Me da repugnancia que se hagan llamar guerreros… Cuando ni siquiera saben el significado de empuñar una espada… Imbéciles- voz fría, clara y rasposa entona estos vocablos. La luz regresa cuando con todo porte, Mark lanza la colilla de su puro al suelo, haciendo que debido al aceite de los candelabros todo empiece a incendiarse poco a poco, creando la fotografía del mismo infierno a los pies de Mefistófeles.
-Larguémonos ahora mismo, el incendio servirá de distracción… Solo espero que… Bueno, no haya papeles importantes aquí- Una siniestra carcajada se funde por todo el epicentro, a la vista en el suelo yacen los cuerpos de cada uno de los guardias con sus cuellos quebrados, con una mueca de terror y teniendo las llamas que se van alzando gradualmente no se puede negar que el mejor ejemplo del inframundo, de maldad, de ambición… Es ese hombre que ahora se dispone a continuar con su propio plan.
-Vuelve a tocarme, hermafrodita inexistente… Y yo me encargaré que te ahogues con tus asquerosos dedos-
-Un pasillo secreto…- murmura sonriendo de manera ladina para luego adentrarse y silbar con descaro al verse envuelto bajo un pasillo meramente solitario -… Antorchas, esto tiene demasiado cliché... El drama es el estilo de vida en la iglesia, por lo que veo- una carcajada resuena en eco, sin embargo, se interrumpe con las blasfemias de la… ¿hembra? Que tierno, piensa que ella es quien da las órdenes.
Mark hace lo propio, deslizándose lentamente sin refutar la ilusión momentánea de su ahora socia, quien en solo segundos roba el protagonismo al cabo de asesinar sigilosamente a un par de guaridas, algo que no asusta al Cazador pero si le obliga a decir –Manchar de sangre el suelo, pero que excelente idea… Tu sigilo es admirable-suspirando con pesadez mientras le alcanza, observando aquel extraño pergamino.
-Salón décimo cuarto- interrumpe a la inquisidora -… Es el oeste, dos puertas. Giraré al norte donde después bajaré al quinto cuarto, seguiré por el oeste una vez más hasta cruzar al octavo por medio del atajo y ahí…- dejando salir su navaja oculta desde la muñeca, marcando con un corte el punto exacto -… Ahí nos encontraremos… No seas absurda, esos pasajes tienen siglos, los conozco igual de bien que tú- El cinismo en el heredero de Inglaterra es infinito. Su rostro enmarca asco y pesadez por las palabras inútiles de Allure, a quien solo voltea a ver alzando su ceja cuando le indica el plan.
-Sé que hacer, como actuar y sobre todo como salirme con la mía, siempre lo hago- Con calma escucha la aproximación de la camada, a lo cual simplemente se dedica a prender un puro con toda paciencia, burlándose de la preocupación de la rubia –No te molestes, yo me encargo de los primeros- una sonrisa maquiavélica se posiciona en él, al cabo que su mano izquierda se introduce en su saco y obtiene un especie de boomerang –Observa y aprende, mujer-
Así pues, su extremidad superior se retrae con facilidad, arrojando la herramienta con suma destreza justo antes de que esta empezase a golpear cada uno de los candelabros que iluminan el cuarto, dejando todo a oscuras en un parpadeo y exactamente cuando los guardias arriban al lugar.
Un total de 5 galantes en armadura, La Guardia Papal. Sin embargo, uno a uno estúpidamente se adentra a la habitación gritando y ordenando respuesta de quien ha sido el que ha osado penetrar el saco lugar. No hay respuesta. Al contrario, se empieza a escuchar algunos truenes que se acompañan de un quejido efímero que se ahoga con el sonido de caídas abruptas, uno a uno sin oportunidad de hacer nada, ¿Tiempo? Simplemente menos de un minuto.
-Me da repugnancia que se hagan llamar guerreros… Cuando ni siquiera saben el significado de empuñar una espada… Imbéciles- voz fría, clara y rasposa entona estos vocablos. La luz regresa cuando con todo porte, Mark lanza la colilla de su puro al suelo, haciendo que debido al aceite de los candelabros todo empiece a incendiarse poco a poco, creando la fotografía del mismo infierno a los pies de Mefistófeles.
-Larguémonos ahora mismo, el incendio servirá de distracción… Solo espero que… Bueno, no haya papeles importantes aquí- Una siniestra carcajada se funde por todo el epicentro, a la vista en el suelo yacen los cuerpos de cada uno de los guardias con sus cuellos quebrados, con una mueca de terror y teniendo las llamas que se van alzando gradualmente no se puede negar que el mejor ejemplo del inframundo, de maldad, de ambición… Es ese hombre que ahora se dispone a continuar con su propio plan.
-Vuelve a tocarme, hermafrodita inexistente… Y yo me encargaré que te ahogues con tus asquerosos dedos-
Mark Bass- Cazador Clase Alta
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Re: ||El Filo Que Hirió a Dios|| Privado || +18 Violento
"El amor tiene un poderoso hermano, el odio.
Procura no ofender al primero, porque el otro puede matarte.".
Procura no ofender al primero, porque el otro puede matarte.".
El fuego se hizo ante sus ojos. La sala era completamente iluminada por aquellas llamas ardientes, rojizas ¿Cómo algo tan maléfico podía lucir tan hermoso? La mandíbula de la rubia se tensó en aquel instante bruscamente. Esos vocablos… ¡Esas ofensivas palabras!
La inquisidora no tardó en quedar desencajada, como si repentinamente un nudo se hubiese atascado en el medio de su garganta; como si la mano de Pio IX le hubiese tomado el cuello con rabia y decepción.
Los guardias yacían en los suelos alfombrados de la recamara, rezando silenciosamente porque el dolor propio del fuego no fuese tan tétrico como lo imaginaban. Plegarias mudas, anhelando que du Dios les entregase la muerte antes que el fuego de Satanás.
Salió tras los pasos del cazador. Su respiración se hizo profunda, pero no buscando calma, todo lo contario, aquellas inhalaciones y exhalaciones solo advertían molestia, una que la inquisidora no sabía si sería capaz de contener por mucho tiempo más.
♠
Tres años atrás…
- Supe lo que hicisteis… Y me es inevitable preguntar ¿Por qué, ángel del Señor? – los ojos del Papa irradiaban un sentimiento de pena, de profunda incomprensión mientras observaba a la jovenzuela, erguida elegantemente frente al ventanal principal de una de las tantas oficinas en los condominios de la Santa Sede.
Pio había recibido ese mismo día la noticia de que los padres de Allure fueron hallados sin vida. Primeramente la Inquisición supuso que por la forma violenta y cruel en que los cuerpos habían sido torturados antes de su fallecimiento, el crimen venia por manos de algún ser sobrenatural, pero el Sumo Pontífice conocía demasiado a su pupila, simplemente porque el veterano le apreciaba más allá de la religión, de sus capacidades y de su lealtad. Sin embargo, creyéndole ver todo a través de ella como un cristal traslucido, pareciese ser que algunas cosas no podían ser cambiadas en aquella personalidad tan particular, especial y única que Allure poseía.
- Porque no pude perdonarles. Ni Dios pudo convencerme de ello. Y he jurado, que nadie más me humillara en esta vida ¡Nadie! – la ira, la sentencia misma que sus palabras proclamaban iban impregnadas de extremidad letal, una tal que quien se atreviese a quebrantar aquel designio pagaría su equivocación ni más ni menos que con la vida.
Allure no temió confesarle al Papa sobre sus acciones. Sobre la deliberada ejecución de sus progenitores. Sobre el alivio generado en su interior a causa de ello. Sobre la palpable libertad que ahora residía en su ser. Sobre la inexistente culpabilidad de haber arrebatado dos vidas simplemente porque su genio se lo dictó…
♠
Saco de sus espaldas -más precisamente de bajo su chaleco de cuero- una especie de soga de un material oscuro y particularmente extraño que enrolló a su mano derecha mientras caminaba detrás del cazador. Para ese entonces escucho los gritos de aquellos que comenzaban arder a no muy lejana distancia de ella. A su vez, diviso velozmente a una nueva horda de soldados de la Inquisición presentarse tras el rastro de aquellos ocasionadores del inesperado incendio.
-Solo Dios puede perdonar ¡Jamás podre negarle eso a nadie! – exclamo la rubia sumergida en una ira proyectada solamente en su mirada, de un azul profundo que para esos instantes parecía un océano de mareas violentas, incontrolables. La soga ya estaba enrollada en ambas manos de la espía cuando esta la paso frente al rostro del cazador y jalo hacia atrás con todas sus fuerzas. La cuerda no tardo en incrustarse en el cuello de su víctima a la par que su dueña infligía cada vez más fuerza en aquella asfixiante prisión. Allí podía denotarse el lado masculino de Allure, pues su fuerza para ciertas situaciones era la propia de un hombre, uno que no quería matar a su ofensor, pero si dejarle inconsciente por su acto de rebeldía, por aquel insulto que nadie debía de conocer. Por aquel eterno secreto entre ella y el Sumo Pontífice.
- ¡Le he atrapado y no escapara! – informó con voz alta a los soldados que se aproximaban. El inglés estaba acorralado; mientras la inquisidora continuaba ejerciendo presión en la soga, más de un soldado ya apuntaban a su cuerpo con distintas armas de filo temible a la par que trataban de mantener la cordura, pese a que vean a aquella dama fuera de quicio como nunca antes; una expresión en el rostro que despojaba una malicia, una rabia terroríficas. La consumicion del enojo centrada en una sola persona. Cegadora ira.
Y la verdad era, que las únicas dos personas que vieron ese faceta de Allure ya estaban muertas. Sus padres habían padecido entre gritos, torturas innumerables y por sobre todo, llenos de terror al ser lo ultimo que vislumbrarían ese par de ojos sumergidos en el odio.
¿El trato se había acabado tan velozmente o en las cláusulas de letra pequeña había algo que hasta el momento no se había denotado? Lo absolutamente claro para ese entonces, es que nadie volvería a hacer sentir Allure como su padre lo había hecho en el pasado. No sin ser castigado severa y permanentemente.
Allure- Inquisidor Clase Alta
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Re: ||El Filo Que Hirió a Dios|| Privado || +18 Violento
Pasos lentos que hacen eco por los pasillos del Vaticano. Un silbido que sale de los labios del Cazador para envolver todo el ambiente con una imagen tétrica, algo maquiavélico pues como fondo yacen los cuerpos calcinados de cada miembro de la guardia Papal y a su vez, una proyección de superioridad que ni el más grande Dios puede igualar.
Sus ojos van estudiando cada rincón, cada opción pues sabe que el personaje que yace a sus espaldas no se quedaría con los brazos cruzados debido a que se le incrustó en lo más profundo del alma ese comentario, esa verdad.
Y es que esa es la esencia misma de Mefistófeles, el acarrear almas, llevarlas a los límites y sobre todo desbalancearlas de su zona de confort. Él no dice mentiras, solamente verdades muy crueles para digerir.
-Imbéciles, no importa cuántos sean, todos van a morir…- Y así, sus vocablos se interrumpen. Sus ojos con una mirada fulminante se clavan en quien ahora de forma traicionera intenta asfixiarle. Las manos de este cual reflejo instantáneo toman la soga y tratan de hacer un mínimo espacio entre su esófago y el arma para poder respirar.
-¡¿Estás… De… Demente?! … ¡Su… Suéltame… ENGENDRO!- demanda con autoridad quien un tanto incrédulo siente como el aire se le va poco a poco; es ahora o nunca. Actuar o perecer.
La mirada azabache del Inglés pasa de Allure hacia los guardias. Su ceño se frunce y con sumo esfuerzo logra mover un poco ambas manos; titubeos inminentes salen de sus extremidades debido a la fuerza empleada, sin embargo es cuestión de un parpadeo para que dos hojas ocultas entre sus muñecas salgan a la escena fugazmente.
Adamantio es el material con lo que fueron forjadas estas navajas, mismas que rompen al instante con el material de aquella soga. Así, liberándose rápidamente no tarda en balancear su cuerpo para girar sobre su propio eje y quedar ahora detrás de la inquisidora –Esto te costará caro maldito adefesio- susurra.
Con una mirada asqueada, el guerrero toma el mango de su espada con maestría, posicionando el filo de la misma sobre la garganta de su ahora rehén de manera horizontal para evitar cualquier ofensiva por parte de los armados.
Este no tarda en empujar a la rubia contra la horda Papal para entonces utilizar su mano libre y así tomar de adentro de su abrigo un especie de pistola singular; larga de matiz platinado con detalles en oro. Alargada en el cañón y al parecer sin almacenamiento de munición, sin embargo, ovalada en la parte inferior donde yace concentrado un tipo de líquido.
-¡Saluden a Satanás de mi parte!... ¡Ardan en el Infierno!- Y así, jalando el gatillo se puede observar como en la punta de la pistola se levanta una tapa que a su paso deja salir una potente llamarada que se expande en altura y grosor en tan solo ápices de segundo, invadiendo el pasillo con el fuego maldito que pareciese ser invocado desde el inframundo y que termina por absorber todo oxígeno para convertirlo en un fulminante torrente de fuego que uno a uno va derrocando a los guardias.
Una carcajada es el acento en esta obra maestra, una sin piedad y placentera ante cada acto que hace. Una demostración de no solo las habilidades o mañas del Señor del Placer, sino también de su extensa facilidad de herramientas que propiamente hacen de sus obras maestras un deleite.
-¿Allure?... Ja!... Dudo que hayas sufrido algún especie de daño… Eres más capaz que esos mediocres… Creo- Guardando el artefacto entre sus ropas para prender un puro con todo cinismo, tratando de ver atreves de la densa nube de humo –Supongo que estamos a mano- Insiste en hablar como si estuviese su socia de pie… Después de todo, debe estar con vida… ¿No es así?
Sus ojos van estudiando cada rincón, cada opción pues sabe que el personaje que yace a sus espaldas no se quedaría con los brazos cruzados debido a que se le incrustó en lo más profundo del alma ese comentario, esa verdad.
Y es que esa es la esencia misma de Mefistófeles, el acarrear almas, llevarlas a los límites y sobre todo desbalancearlas de su zona de confort. Él no dice mentiras, solamente verdades muy crueles para digerir.
-Imbéciles, no importa cuántos sean, todos van a morir…- Y así, sus vocablos se interrumpen. Sus ojos con una mirada fulminante se clavan en quien ahora de forma traicionera intenta asfixiarle. Las manos de este cual reflejo instantáneo toman la soga y tratan de hacer un mínimo espacio entre su esófago y el arma para poder respirar.
-¡¿Estás… De… Demente?! … ¡Su… Suéltame… ENGENDRO!- demanda con autoridad quien un tanto incrédulo siente como el aire se le va poco a poco; es ahora o nunca. Actuar o perecer.
La mirada azabache del Inglés pasa de Allure hacia los guardias. Su ceño se frunce y con sumo esfuerzo logra mover un poco ambas manos; titubeos inminentes salen de sus extremidades debido a la fuerza empleada, sin embargo es cuestión de un parpadeo para que dos hojas ocultas entre sus muñecas salgan a la escena fugazmente.
Adamantio es el material con lo que fueron forjadas estas navajas, mismas que rompen al instante con el material de aquella soga. Así, liberándose rápidamente no tarda en balancear su cuerpo para girar sobre su propio eje y quedar ahora detrás de la inquisidora –Esto te costará caro maldito adefesio- susurra.
Con una mirada asqueada, el guerrero toma el mango de su espada con maestría, posicionando el filo de la misma sobre la garganta de su ahora rehén de manera horizontal para evitar cualquier ofensiva por parte de los armados.
Este no tarda en empujar a la rubia contra la horda Papal para entonces utilizar su mano libre y así tomar de adentro de su abrigo un especie de pistola singular; larga de matiz platinado con detalles en oro. Alargada en el cañón y al parecer sin almacenamiento de munición, sin embargo, ovalada en la parte inferior donde yace concentrado un tipo de líquido.
-¡Saluden a Satanás de mi parte!... ¡Ardan en el Infierno!- Y así, jalando el gatillo se puede observar como en la punta de la pistola se levanta una tapa que a su paso deja salir una potente llamarada que se expande en altura y grosor en tan solo ápices de segundo, invadiendo el pasillo con el fuego maldito que pareciese ser invocado desde el inframundo y que termina por absorber todo oxígeno para convertirlo en un fulminante torrente de fuego que uno a uno va derrocando a los guardias.
Una carcajada es el acento en esta obra maestra, una sin piedad y placentera ante cada acto que hace. Una demostración de no solo las habilidades o mañas del Señor del Placer, sino también de su extensa facilidad de herramientas que propiamente hacen de sus obras maestras un deleite.
-¿Allure?... Ja!... Dudo que hayas sufrido algún especie de daño… Eres más capaz que esos mediocres… Creo- Guardando el artefacto entre sus ropas para prender un puro con todo cinismo, tratando de ver atreves de la densa nube de humo –Supongo que estamos a mano- Insiste en hablar como si estuviese su socia de pie… Después de todo, debe estar con vida… ¿No es así?
Mark Bass- Cazador Clase Alta
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Re: ||El Filo Que Hirió a Dios|| Privado || +18 Violento
La sangre en sus venas corría eufórica y llena de ira.
El Mefistófeles estaba lleno de trucos y Allure jamás había sido una persona que le gustase impresionarse por las baratijas que un mago cualquiera le pudiese ofrecer. Pero parecía ser que el maldito ingles estaba convencido de que debía llevar su espectáculo, con todos y cada uno de sus artilugios ¡Y había elegido ni más ni menos que los adentros del Vaticano para exhibir su rutina de magia! Imposible tolerar tal atrevimiento, tal desfachatez. Un pecado tan grande como pronunciar el secreto de la inquisidora sin pudor alguno y salvarse de las garras de la misma, como en aquel mismo entonces.
Los parpados de la rubia se retrajeron sorpresivamente al mismo instante que su mandíbula se distendió, advirtiendo que toda aquella fuerza que estaba imponiendo sobre la soga que encerraba el cuello de Mark había sido distendida por el maldito ¡Se había liberado frente a sus propios ojos! Y no bastaba con eso ¡Le tomó como improvisada rehén en un simple parpadear de ojos!
Su piel se erizo levemente cuando el frio filo de la espada fue apoyado sobre su piel descubierta ¿Aquello era temor o una silente exaltación por tener sobre sí el arma que tanto anhelaba poseer? Los guardias le observaban tambaleantes, como si en verdad no supieran de qué forma accionar. Y la mirada incisiva y casi psicópata de Allure para esos instantes poco cooperaba en la toma de una decisión certera “¡Ineptos, nadie sabe actuar como yo ante situaciones así!” El enojo, la furia ya trascendían más allá de la situación, la inquisidora ahora notaba la ineptitud de aquellos mencionados como guardias de la Santa Sede ¿Quién les habría entrenado, o mejor dicho, quien se habría atrevido a aceptarles? Por eso y tantas razones más era que el andrógino se posicionaba mentalmente por encima de la misma Iglesia Católica y su pútrido sistema, ese que se iba desmoronando día a día frente a los ojos de personas más astutas, como el que ahora le aprisionaba ante el filo de una hermosa cuan letal espada.
Salió impulsada hacia adelante, cayendo violentamente sobre dos de los guardias que allí yacían, estáticos, recibiéndole como si en vez de soldados, su misión fuese actuar como cojines vivientes. Inútiles. Para ese entonces el sabor del asco ya se paseaba sobre las papilas gustativas de la humillada inquisidora.
Pero todo no había terminado allí. Los relatos se hacían verdad. Las leyendas se tornaban noticias. Lo increíble, posible. Los rumores sobre ciertos accionares del cazador, más precisamente sobre los artilugios que este poseía eran completamente ciertos.
“El aliento del Dragón”. Un arma milenaria, apodada así por el efecto que esta emitía. La facciones de tecnólogos de la Inquisición venía desde hacía varias décadas buscando una fórmula para confeccionar aquel dispositivo que decían estaba extinto, pero informantes de la Santa Sede habían dicho ver su uso aun. Mark Bass era uno de esos pocos que poseían el arma. Otro objeto preciado que Allure debía tener en su colección a como diera lugar.
¿Cómo pudo haber conseguido todo aquello? ¿Quién le apañaba? ¿Quién le protegía? Preguntas que transitaban inquietamente la psiquis de la espía, tendida en el suelo, observando petrificada las llamas frente a sus ojos, a poco más de un metro de distancia sobre ella. La envidia punzaba su soberbio corazón mientras el humo se extendía sofocantemente dentro de aquel salón. El Palacio del Señor se teñía de tonalidades rojizas y negruzcas. El Demonio jugaba una vez más con la humanidad.
El humo pareció imitar el giro repentino de un tornado, pero en forma horizontal, ilusión que se esfumó instantáneamente frente aquella lanza que cortaba el mismo viento con su violento e imparable avanzar. La misma iba dirigida al cazador; sin temor, sin dudas. Afilada, brillante y decidida a estacarse en su objetivo.
- Nunca estaremos a mano, para eso deberíamos ser iguales. Y jamás te compararas conmigo ¡Nunca! – la sentencia era clara. La dama reapareció como un fantasma de ojos azulados, sedientos de muerte ajena. Quería ver la caída de su antagonista. Deseaba vislumbrar como las rodillas del cazador chocaban contra el alfombrado suelo en aquel escenario ardiente, donde el humo comenzaba a complicar la respiración y la visión de los presentes. Aquel escenario donde Allure recibiría la bendición de la Espada del Ángel Caído.
Allure- Inquisidor Clase Alta
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Re: ||El Filo Que Hirió a Dios|| Privado || +18 Violento
El escenario es toda una obra de arte debido a que el suelo yace teñido con la alfombra de pieles inmundas e inútiles; las paredes matizadas con el ardor de las llamas que incandescentes se mantienen soberbias sobre los techos y aires al tener aún los efectos de humo por el show otorgado por la legendaria arma “El Aliento de Dragón”.
Los ojos negros del Inglés admiran su magistral acto. Su sonrisa ladina que atrapa ese puro en su boca simplemente ejemplifica la crueldad que corre por sus venas y el placer que le propicia el olor a muerte, a destrucción, a pecado.
Su gesto es rápidamente moldeado a uno de sorpresa debido a que en un parpadeo puede percibir como una lanza fugazmente surca los aires, llegando a incrustarse sin piedad alguna en su hombro derecho, dejando un fuerte gemido de dolor y un rostro que combina el enfurecimiento así como el elemento sorpresa.
Rápidamente las palabras de Allure se propagan por todo el recinto, haciendo que la sangre de Mark arda ante el coraje que la osadía de aquel hermafrodita mal hecho provoca.
-Entonces… El trato está roto… ¡Hijo de Puta!- tomando con su mano zurda la alargada arma para así sacarla con suma dificultad de su cuerpo, soltando un fuerte grito que aparenta dolor y adrenalina hasta el punto culminante donde la arroja al suelo, clavándola inclusive en el mármol como evidencia de su filo.
El fino traje de Bass así como su brazo diestro se baña de varios hilillos de sangre que goteando por medio de sus dedos choca contra el suelo. Por inercia este toma de su hombro con la mano contraria, clavando una fulminante mirada en el cuerpo del inquisidor.
-Te metiste con el Demonio equivocado… Maldito Hermafrodita- frunciendo su ceño y manteniendo el puro entre sus labios, una irónica metáfora de la vida extinguiéndose… ¿Pero cuál vida? ¿La del Cazador más letal en la Tierra e Infierno… O la de aquel Inquisidor?
Los ojos negros del Inglés admiran su magistral acto. Su sonrisa ladina que atrapa ese puro en su boca simplemente ejemplifica la crueldad que corre por sus venas y el placer que le propicia el olor a muerte, a destrucción, a pecado.
Su gesto es rápidamente moldeado a uno de sorpresa debido a que en un parpadeo puede percibir como una lanza fugazmente surca los aires, llegando a incrustarse sin piedad alguna en su hombro derecho, dejando un fuerte gemido de dolor y un rostro que combina el enfurecimiento así como el elemento sorpresa.
Rápidamente las palabras de Allure se propagan por todo el recinto, haciendo que la sangre de Mark arda ante el coraje que la osadía de aquel hermafrodita mal hecho provoca.
-Entonces… El trato está roto… ¡Hijo de Puta!- tomando con su mano zurda la alargada arma para así sacarla con suma dificultad de su cuerpo, soltando un fuerte grito que aparenta dolor y adrenalina hasta el punto culminante donde la arroja al suelo, clavándola inclusive en el mármol como evidencia de su filo.
El fino traje de Bass así como su brazo diestro se baña de varios hilillos de sangre que goteando por medio de sus dedos choca contra el suelo. Por inercia este toma de su hombro con la mano contraria, clavando una fulminante mirada en el cuerpo del inquisidor.
-Te metiste con el Demonio equivocado… Maldito Hermafrodita- frunciendo su ceño y manteniendo el puro entre sus labios, una irónica metáfora de la vida extinguiéndose… ¿Pero cuál vida? ¿La del Cazador más letal en la Tierra e Infierno… O la de aquel Inquisidor?
Mark Bass- Cazador Clase Alta
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Re: ||El Filo Que Hirió a Dios|| Privado || +18 Violento
"Siempre es simpático el que triunfa"
El rostro de Allure para aquellos momentos entremezclaba las dos realidades que radicaban en su ser; su rostro delicado, sonriente como el de una dama victoriosa, una guerrera que ahora se dejaba vislumbrar frente a los orbes de su herido contrincante, mientras que por otra lado los ojos del inquisidor delataban su origen, donde yacía esa bestialidad típica del hombre enfurecido, deseoso de acabar con quien le había insultado y avergonzando anteriormente. El hombre y la mujer en Allure por fin se veían fusionados en aquel espacio con telón de fuego rojizo y mármoles envueltos en humo y sangre.
Algunas hebras de su cabello rubio, ahora algo desprolijo recaían sobre su faz, sumergida en el placer de haber triunfado por sobre el imbatible inglés – Tus palabras serán erradicadas de mi mente como tu vida de esta Tierra… Juro que nadie te recordará jamás Mefistófeles ¡Pues borrare cada hazaña tuya de la historia! – los ojos reflejaron cólera en el preciso instante que una hermosa daga asomo en la diestra del inquisidor. Aquella pieza tallada a mano y con un rubí incrustado era algo así como la firma del andrógino para despedirse de cada una de sus víctimas. Y la presente ocasión no tenía por qué ser una excepción, al contrario, aquel sello enmarcaría toda y cada una de las acciones que le llevaron al astuto joven a conseguir lo que desde hace tanto tiempo ella y su Papa anhelaban tanto.
- Seguramente os pensáis que acabare con vuestra vida, pero lamentablemente ese es un acto algo sucio para mis manos… Los guardias no tardarán en acabar con vuestra miseria tras culparos por todo este desastre – movió su cabeza a un lado para aclarar su visión, para despejar de su rostro aquellos dorados cabellos que ocultaban su delicada belleza. Allure deseaba que sus facciones quedasen grabadas en la mente de aquel maldito para siempre, o por lo menos hasta su último aliento.
Se le acercó y le vio herido con claridad. No tardó en fijar sus pies sobre el marmolado suelo y lanzarse sobre el cazador con intención de entregarle un último obsequio antes de partir.
La daga se clavó en el abdomen ajeno y los orbes del italiano se llenaron de emoción, hasta pudo darse el gusto de sentir como las primeras gotas de sangre enemiga brotaron sobre el cuero de sus singulares guantes de batalla.
Sonrió, porque eso era lo que le causaba la muerte a Allure; gracia.
Volteó para denotar que la caballería Papal arribaba entre las llamas, por los corredores y escaleras aun estables dentro del incendiado espacio. Era hora de partir.
Allure tomó aquel preciado trofeo, la espada de cambiaría su vida inevitablemente. El pecho lleno de orgullo, los ojos empapados en codicia. Finalmente la Espada del Ángel Caído había encontrado a su verdadera dueña.
Miró por encima de su hombro diestro al pereciente y le regalo una sonrisa de lado. Ya era tiempo de desaparecer entre el asfixiante humo gris que lo envolvía todo.
- ¡Allí está! – vocifero uno de los soldados, señalando entre las llamas al cazador inglés. Y sin más, todos los que acompañaban al caballero le siguieron en son de aniquilar al causante de todo aquel revuelo inesperado en la Santa Sede.
Allure- Inquisidor Clase Alta
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Re: ||El Filo Que Hirió a Dios|| Privado || +18 Violento
La respiración del inglés se empieza a complicar, escuchando todas las blasfemias que el amorfo le dedica haciéndolo simplemente hervir en furia –Maldito hijo de Puta, haré que pagues por esto- sentencia el de ojos negros quien al sentir un fuerte espasmo debido a la pérdida de sangre se distrae lo suficiente como para que su enemigo haga el movimiento final.
Y es entonces cuando un fuerte gemido de dolor sale desde lo más profundo de Mark, quien siente como el filo de Allure le atraviesa sin merced por su abdomen, haciendo que por inercia tome el mando del arma y se quede paralizado con un titubeo en respuesta del gran dolor que le invade en su sistema nervioso -¡¡Agh!!... ¡¡MALDITO!!-
Al cabo de esto, entre toda la escena se percata que le es robada esa espada que tan celosamente protegía, lo que le hace girar sobre su eje a duras penas intentando dar un paso en persecución al inquisidor, sin embargo es demasiado tarde y eso hace que la cólera invada cada vena de su cuerpo, acelerando toda la adrenalina que lleva hasta el pináculo cuando de un potente grito de guerra logra sacar la daga que le ha sido incrustada, sustituyendo el dolor por una necesidad de sangre que parece será abastecida por los guardias que recién llegan.
-¡VOY…. A…. ENCONTRARTE!- jura con un potente grito que se expande cual eco por toda la construcción, trayendo consigo el ataque de tres guardias que buscan tomarle por la espalda, sin embargo una vez que siente esto, el Cazador simplemente apoya sus pies en el suelo, girando sobre su propio eje con toda velocidad y llevando la daga de su enemigo como arma, dando un certero y único golpe que consiste en un trazo horizontal que de pronto corta las gargantas de los guardias, haciéndolos caer de rodillas salpicando el suelo e inclusive el rostro del asesino.
Dos uniformados más se abalanzan contra el ensangrentado, quien al dilatar sus pupilas debido a la ira que le va consumiendo simplemente estudia cada movimiento de estos, llevándolo a agachar su cuerpo para que pasen de largo y así repitiendo un giro sobre su propio eje se dispone a cortar las articulaciones principales en las piernas de sus contrincantes en turnos, haciéndolos caer de rodillas una vez más, sin embargo, esta vez sin nada de escrúpulos toma el cuello de estos, uno por uno, y los gira con toda fuerza desnucándolos en el acto.
Solo queda uno y es el capitán, quien envainando una espada trata de acercar un golpe a traición en la espalda de Mark, quien recibe el zarpazo de lleno y sin molestarse en demostrar dolor solamente gira su rostro por encima de su hombro, frunciendo su ceño y clavando esa diabólica mirada en el último de su lista –Tú… ¡SERÁS LA EVIDENCIA!- es entonces cuando despide una fuerte patada que da certera en el abdomen del enviado papal, quien deja caer su arma por sobar su estómago -¡ENVIARÉ TU CABEZA A LOS PIES DE ESTOS ENGENDROS!- continua dictaminando, dando otra patada en el rostro del guardia, rompiéndole la quijada -¡SERÁS LA PRUEBA DE MI FURIA!- añade al tomarle del cuello, arrodillándolo sin ninguna clase de atención -¡Y CON TU MUERTE QUEDA PACTADO MI JURAMENTO!- tomando la daga de Allure una vez más para así, colocarse a la espalda de su víctima -¡JURO QUE MATARÉ A ALLURE MIRAGE Y LO HARÉ CON SU MISMA ARMA!- y sin más, de un solo zarpazo decapita al inocente, tomando de los cabellos la cabeza que aun proyecta varios hilos de sangre en el mismo segundo que su inútil cuerpo cae pesadamente en el mármol, bañando todo, desde el lugar hasta las manos y ropas del Cazador bajo una diabólica escena.
-Desde esta noche… Dedicaré todo mi poder, toda mi influencia, toda mi ira en encontrar ese hermafrodita… Tomaré su sangre como trofeo, su piel como mi alfombra de triunfo y me encargaré de que su alma quede refundida en el más recóndito y maldito rincón del inframundo… ¡LO JURO!-
Ahogando todo esto en un grito de guerra tan potente que varias aves ejercen su vuelo por el miedo de un Demonio que ha sido despertado y peor aún, soltado en tierra santa. Su andar es lento, su rostro ahora esboza una sonrisa maquiavélica y tras él, solo yace el rastro de la sangre que gotea desde la cabeza que con orgullo pende de su mano derecha.
Y es entonces cuando un fuerte gemido de dolor sale desde lo más profundo de Mark, quien siente como el filo de Allure le atraviesa sin merced por su abdomen, haciendo que por inercia tome el mando del arma y se quede paralizado con un titubeo en respuesta del gran dolor que le invade en su sistema nervioso -¡¡Agh!!... ¡¡MALDITO!!-
Al cabo de esto, entre toda la escena se percata que le es robada esa espada que tan celosamente protegía, lo que le hace girar sobre su eje a duras penas intentando dar un paso en persecución al inquisidor, sin embargo es demasiado tarde y eso hace que la cólera invada cada vena de su cuerpo, acelerando toda la adrenalina que lleva hasta el pináculo cuando de un potente grito de guerra logra sacar la daga que le ha sido incrustada, sustituyendo el dolor por una necesidad de sangre que parece será abastecida por los guardias que recién llegan.
-¡VOY…. A…. ENCONTRARTE!- jura con un potente grito que se expande cual eco por toda la construcción, trayendo consigo el ataque de tres guardias que buscan tomarle por la espalda, sin embargo una vez que siente esto, el Cazador simplemente apoya sus pies en el suelo, girando sobre su propio eje con toda velocidad y llevando la daga de su enemigo como arma, dando un certero y único golpe que consiste en un trazo horizontal que de pronto corta las gargantas de los guardias, haciéndolos caer de rodillas salpicando el suelo e inclusive el rostro del asesino.
Dos uniformados más se abalanzan contra el ensangrentado, quien al dilatar sus pupilas debido a la ira que le va consumiendo simplemente estudia cada movimiento de estos, llevándolo a agachar su cuerpo para que pasen de largo y así repitiendo un giro sobre su propio eje se dispone a cortar las articulaciones principales en las piernas de sus contrincantes en turnos, haciéndolos caer de rodillas una vez más, sin embargo, esta vez sin nada de escrúpulos toma el cuello de estos, uno por uno, y los gira con toda fuerza desnucándolos en el acto.
Solo queda uno y es el capitán, quien envainando una espada trata de acercar un golpe a traición en la espalda de Mark, quien recibe el zarpazo de lleno y sin molestarse en demostrar dolor solamente gira su rostro por encima de su hombro, frunciendo su ceño y clavando esa diabólica mirada en el último de su lista –Tú… ¡SERÁS LA EVIDENCIA!- es entonces cuando despide una fuerte patada que da certera en el abdomen del enviado papal, quien deja caer su arma por sobar su estómago -¡ENVIARÉ TU CABEZA A LOS PIES DE ESTOS ENGENDROS!- continua dictaminando, dando otra patada en el rostro del guardia, rompiéndole la quijada -¡SERÁS LA PRUEBA DE MI FURIA!- añade al tomarle del cuello, arrodillándolo sin ninguna clase de atención -¡Y CON TU MUERTE QUEDA PACTADO MI JURAMENTO!- tomando la daga de Allure una vez más para así, colocarse a la espalda de su víctima -¡JURO QUE MATARÉ A ALLURE MIRAGE Y LO HARÉ CON SU MISMA ARMA!- y sin más, de un solo zarpazo decapita al inocente, tomando de los cabellos la cabeza que aun proyecta varios hilos de sangre en el mismo segundo que su inútil cuerpo cae pesadamente en el mármol, bañando todo, desde el lugar hasta las manos y ropas del Cazador bajo una diabólica escena.
-Desde esta noche… Dedicaré todo mi poder, toda mi influencia, toda mi ira en encontrar ese hermafrodita… Tomaré su sangre como trofeo, su piel como mi alfombra de triunfo y me encargaré de que su alma quede refundida en el más recóndito y maldito rincón del inframundo… ¡LO JURO!-
Ahogando todo esto en un grito de guerra tan potente que varias aves ejercen su vuelo por el miedo de un Demonio que ha sido despertado y peor aún, soltado en tierra santa. Su andar es lento, su rostro ahora esboza una sonrisa maquiavélica y tras él, solo yace el rastro de la sangre que gotea desde la cabeza que con orgullo pende de su mano derecha.
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