AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Hunted heart [Privado]
2 participantes
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Hunted heart [Privado]
"Tu inesperada visita había creado en mi corazón una cálida esperanza:
La de poder entregarte el cariño más elevado que guardo en mí..., el más puro"
Naguib Mahfuz
No había necesitado mucho realmente; solo un vistazo rápido a la caligrafía de aquella carta que recibió y enseguida supo que Patrick regresaba a su vida. La gran pregunta que se formulo de inmediato y que no abandono sus pensamientos un solo segundo mientras sus ojos recorrían cada palabra era ¿Para qué?. La respuesta se encontraba al final de aquella carta; quería volver a verle y eso era en parte un tanto increíble considerando que quien había puesto el punto final en aquella relación fue ella misma, todo por su bien y claro, el de Patrick.
Era demasiado arriesgado estar inmiscuida en una relación cuando se tenia un trabajo como el que ella llevaba a cabo y aunque se le facilitaba el desprenderse de sus labores en la inquisición para pasar un buen rato al lado de aquel hombre, lentamente fue cayendo en la cuenta de que tarde o temprano alguien que estuviese en su contra buscaría una debilidad y la única que poseía era él.
Nunca se espero una carta por el sencillo hecho de que fue lo más dura y seria que pudo al terminar con él precisamente para evitar que después sucediera algo como lo que ahora enfrentaba; un reencuentro.
La mirada de la inquisidora estaban centradas en las ultimas palabras de aquella carta “Te esperare en el Hotel Des Arenes. Patrick.”
Tanto se había centrado en ellas que el desayuno que estaba frente a ella se encontraba ya frío y debieron llevarle uno nuevo. Sonrió, pues recibir esa clase de noticias a horas tan tempranas era tanto bueno como malo. Bueno en el sentido de que tendría la mañana y parte de la tarde para debatirse si asistir o no a aquella cita. Cita; unir esa palabra con el nombre de aquel individuo era evocar todo un mar de recuerdos y ahí era donde entraba lo malo, pues debido a eso no dejaría de pensar en él todo el día.
Patrick no había sido solamente un hombre común y corriente en su vida, era por mucho él más importante en la vida de la inquisidora. Era después de todo su primer amor y hasta esos momentos el único.
Bien podía decir que en la actualidad se encontraba ciertamente atraída por gro inquisidor, Benvolio; pero hasta esos momentos no tenían nada completamente definido entre ellos o al menos no que ella lo supiera al cien por ciento.
Después de haber terminado el desayuno se retiro a su habitación, donde apenas y cerro la puerta fue a tirarse sobre la cama con la carta aún en la mano, contemplándola a ratos mientras su terrible debate interno continuaba.
Era inútil negarse que deseaba verlo nuevamente, por eso es que después de que su relación terminara corto comunicación con él, e hizo gala de toda su frialdad para alejarlo. Si Patrick no se alejaba de ella, sabía que por su parte le sería imposible.
– No le hara daño a nadie ¿verdad? – murmuro para si, dejando finalmente la carta a un lado y dispuesta a asistir a aquel encuentro.
El día avanzo con una increíble lentitud, parte por su nerviosismo y parte por el deseo de verlo una vez más. Pese al lento transcurso del tiempo, Scarlett se arreglo con paciencia. Lucia un vestido azul oscuro y el cabello en un sencillo recogido que no sujetaba del todo sus cabellos castaños.
Una vez que se sintió lista para ese reencuentro y salió de su hogar, pudo notar que en estar lista tal como quería tardo más de lo esperado, algo que siempre le sucedía cuando se trataba de él.
Sus pies avanzaron automáticamente hasta el carruaje pero para ese punto, todo lo hacía de manera automática puesto que su atención estaba en la manera en que su corazón latía desbocado en su pecho. Solo una vez que el carruaje se puso en marcha respiro de manera profunda para buscar la calma.
– Es solo una visita, un saludo para saber que quiere y nada más que eso – hablaba aún con ella misma tratando de callar sus propios pensamientos.
Contrario a la lentitud con que antes transcurrió el tiempo, ahora todo parecía ir mucho más rápido, al punto que al darse cuenta ya se encontraba en las afueras del hotel.
Apenas se abrió la puerta del carruaje, en su cara apareció una seriedad que era solamente una mascara, la cual, esperaba a que resistiera a la presencia y encantos de su ex pareja.
Algunas miradas se posaron sobre ella mientras avanzaba y una vez que cruzo el recibidor del hotel sus ojos buscaron aquella figura que tan bien conocía y la cual, al igual que con la carta no tardo mucho en reconocer. Desde donde estaba ella le notaba como siempre, con ese porte tan reconocible. Scarlett aspiro de manera profunda y se acerco hasta él.
– Patrick… – hablo firme, quería parecer que aquel encuentro era nada menos que un simple protocolo.
La de poder entregarte el cariño más elevado que guardo en mí..., el más puro"
Naguib Mahfuz
No había necesitado mucho realmente; solo un vistazo rápido a la caligrafía de aquella carta que recibió y enseguida supo que Patrick regresaba a su vida. La gran pregunta que se formulo de inmediato y que no abandono sus pensamientos un solo segundo mientras sus ojos recorrían cada palabra era ¿Para qué?. La respuesta se encontraba al final de aquella carta; quería volver a verle y eso era en parte un tanto increíble considerando que quien había puesto el punto final en aquella relación fue ella misma, todo por su bien y claro, el de Patrick.
Era demasiado arriesgado estar inmiscuida en una relación cuando se tenia un trabajo como el que ella llevaba a cabo y aunque se le facilitaba el desprenderse de sus labores en la inquisición para pasar un buen rato al lado de aquel hombre, lentamente fue cayendo en la cuenta de que tarde o temprano alguien que estuviese en su contra buscaría una debilidad y la única que poseía era él.
Nunca se espero una carta por el sencillo hecho de que fue lo más dura y seria que pudo al terminar con él precisamente para evitar que después sucediera algo como lo que ahora enfrentaba; un reencuentro.
La mirada de la inquisidora estaban centradas en las ultimas palabras de aquella carta “Te esperare en el Hotel Des Arenes. Patrick.”
Tanto se había centrado en ellas que el desayuno que estaba frente a ella se encontraba ya frío y debieron llevarle uno nuevo. Sonrió, pues recibir esa clase de noticias a horas tan tempranas era tanto bueno como malo. Bueno en el sentido de que tendría la mañana y parte de la tarde para debatirse si asistir o no a aquella cita. Cita; unir esa palabra con el nombre de aquel individuo era evocar todo un mar de recuerdos y ahí era donde entraba lo malo, pues debido a eso no dejaría de pensar en él todo el día.
Patrick no había sido solamente un hombre común y corriente en su vida, era por mucho él más importante en la vida de la inquisidora. Era después de todo su primer amor y hasta esos momentos el único.
Bien podía decir que en la actualidad se encontraba ciertamente atraída por gro inquisidor, Benvolio; pero hasta esos momentos no tenían nada completamente definido entre ellos o al menos no que ella lo supiera al cien por ciento.
Después de haber terminado el desayuno se retiro a su habitación, donde apenas y cerro la puerta fue a tirarse sobre la cama con la carta aún en la mano, contemplándola a ratos mientras su terrible debate interno continuaba.
Era inútil negarse que deseaba verlo nuevamente, por eso es que después de que su relación terminara corto comunicación con él, e hizo gala de toda su frialdad para alejarlo. Si Patrick no se alejaba de ella, sabía que por su parte le sería imposible.
– No le hara daño a nadie ¿verdad? – murmuro para si, dejando finalmente la carta a un lado y dispuesta a asistir a aquel encuentro.
El día avanzo con una increíble lentitud, parte por su nerviosismo y parte por el deseo de verlo una vez más. Pese al lento transcurso del tiempo, Scarlett se arreglo con paciencia. Lucia un vestido azul oscuro y el cabello en un sencillo recogido que no sujetaba del todo sus cabellos castaños.
Una vez que se sintió lista para ese reencuentro y salió de su hogar, pudo notar que en estar lista tal como quería tardo más de lo esperado, algo que siempre le sucedía cuando se trataba de él.
Sus pies avanzaron automáticamente hasta el carruaje pero para ese punto, todo lo hacía de manera automática puesto que su atención estaba en la manera en que su corazón latía desbocado en su pecho. Solo una vez que el carruaje se puso en marcha respiro de manera profunda para buscar la calma.
– Es solo una visita, un saludo para saber que quiere y nada más que eso – hablaba aún con ella misma tratando de callar sus propios pensamientos.
Contrario a la lentitud con que antes transcurrió el tiempo, ahora todo parecía ir mucho más rápido, al punto que al darse cuenta ya se encontraba en las afueras del hotel.
Apenas se abrió la puerta del carruaje, en su cara apareció una seriedad que era solamente una mascara, la cual, esperaba a que resistiera a la presencia y encantos de su ex pareja.
Algunas miradas se posaron sobre ella mientras avanzaba y una vez que cruzo el recibidor del hotel sus ojos buscaron aquella figura que tan bien conocía y la cual, al igual que con la carta no tardo mucho en reconocer. Desde donde estaba ella le notaba como siempre, con ese porte tan reconocible. Scarlett aspiro de manera profunda y se acerco hasta él.
– Patrick… – hablo firme, quería parecer que aquel encuentro era nada menos que un simple protocolo.
Scarlett Duchannes- Inquisidor Clase Alta
- Mensajes : 97
Fecha de inscripción : 24/10/2013
DATOS DEL PERSONAJE
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Re: Hunted heart [Privado]
"Tranquila, solo te voy a mirar mientras existas."
Scarlett, cada sílaba era una delicia en mis labios y cada recuerdo era incluso mejor que el vino. Cada beso dado era el mejor de los vuelos de un cuervo y el solo rostro de la inquisidora la mejor de las obras de arte que pudieran contemplar mis ojos.
Recuerdo con claridad cuando decidió terminar con todo y yo simplemente asentí. La conocía lo suficiente para saber que había pensado las cosas y tenía sus motivos para hacerlo. La había observado lo necesario en mi forma de cuervo para conocer a lo que se dedicaba y en ese momento de quiebre me limité a respetar sus decisiones y a comprender que mis preguntas serían innecesarias. Mirándola lo entendía todo y mis cuestionamientos fueron auto aclarados por mí a modo de suposición.
En su ausencia, me moví por otras regiones de Francia, pero regresé con prontitud con la idea de observarla como si pudiera de algún modo cuidarla. Su labor requería toda la entereza de la que ella era capaz, pero su frialdad me sumía en una especie de angustia que no creo capaz de definir. Ella era ágil, fuerte, hábil como un felino y más astuta de lo que imaginé. Por mi parte, cada noche me transformé en el cuervo negro en el que era capaz de cambiar y me posé sobre árboles, en el marco de alguna ventana, sobre los tejados y muros y sobre cualquier cosa que me permitiera observarla a lo lejos camuflado por la noche. Fui testigo silencioso de sus luchas y asesinatos y estuve presto a volver a mi forma humana con tal de defenderla; pero para mi suerte o desgracia nunca fue necesario y ella salió con vida y exitosa de cada muerte que ejecutaba.
¿Asistiría ella al hotel donde he decidido quedarme unos días y a donde la he citado? ¿Querrá recordarme de frente que todo terminó y se irá sin más? De algún modo siento que necesito verla sonreír de nuevo. Ha sido demasiado tiempo de solo verle con el ceño fruncido o quizás una parca mueca de satisfacción al matar a sus víctimas y, creo que nada de eso es lo que conozco, no es lo que recuerdo y quizás ella también olvidó quien era.
La vi llegar al bajar del carruaje y caminé desde el fondo del hotel hasta la entrada. Yo tenía las manos en los bolsillos del pantalón y lucía tan formal como siempre. Vestía con elegancia y me peinaba estrictamente; me veía como alguien normal, lejos de poder cambiar a un ave, distante de cualquiera de mis adicciones y con el aire a formalidad que me había dejado la escuela de leyes a la que accedí por mero capricho familiar. No obstante me gustaba verme así, pese a que no resaltaba en absoluto cuando aparecía ella. La sonrisa se dibujó en mis labios cuando me detuve a esperarla y fue claramente dedicada a ella que me observaba con ojos inquisidores, por irónico que parezca. No le retiré la mirada ni por un segundo. Scarlett lucía tan hermosa que opacaba todo a su alrededor y ni siquiera pude reparar en nada más desde que hizo acto de presencia y pareció rasgar el velo de la noche para darse paso con toda la luz que su belleza proporcionaba. Sin duda, nuestro reencuentro era como un baile, de esos que empiezan con la mirada. Mi mano se acerca, mi cuerpo también lo hace y toma la mano de tal belleza mientras ella pronuncia mi nombre con firmeza y frialdad. -Me alegra que hayas aceptado venir- respondí a su saludo con un tono cálido y cortés y me incliné para besar su mano y soltarla más rápido de lo que pretendía. Aun así, me giré apenas y le ofrecí mi brazo para llevarla al interior del hotel, finalmente ella me merecía el mejor de mis tratos e independientemente de cómo se comportara ella, yo seguiría adelante.-¿Quieres cenar mientras conversamos? me imagino que quieres saber el motivo de mi citación ¿Me equivoco?-Yo haría lo que ella quisiera, pero más que eso, se lo haría parecer antes de hacerlo. Me anticiparía a sus movimientos y cuando estuviera confiada, entonces sería mi momento de hacer mi jugada. No la cité porque sí, he roto mi misterio por ganarla de nuevo a ella.
Por momentos me pregunto que tan iluso soy, pero en segundos sé que no tengo nada que perder. Ya tenía un no, iba ahora por un sí. O las cosas cambiaban o seguían igual y en esa medida tengo tiempo y paciencia. Y más que paciencia un sentimiento que bien podría causarme la muerte por ocultarle siempre lo que realmente soy: Eso mismo que ella y los suyos cazan. Entonces sí, sí tenía algo que perder, mi vida por esa mujer que mata.
Recuerdo con claridad cuando decidió terminar con todo y yo simplemente asentí. La conocía lo suficiente para saber que había pensado las cosas y tenía sus motivos para hacerlo. La había observado lo necesario en mi forma de cuervo para conocer a lo que se dedicaba y en ese momento de quiebre me limité a respetar sus decisiones y a comprender que mis preguntas serían innecesarias. Mirándola lo entendía todo y mis cuestionamientos fueron auto aclarados por mí a modo de suposición.
En su ausencia, me moví por otras regiones de Francia, pero regresé con prontitud con la idea de observarla como si pudiera de algún modo cuidarla. Su labor requería toda la entereza de la que ella era capaz, pero su frialdad me sumía en una especie de angustia que no creo capaz de definir. Ella era ágil, fuerte, hábil como un felino y más astuta de lo que imaginé. Por mi parte, cada noche me transformé en el cuervo negro en el que era capaz de cambiar y me posé sobre árboles, en el marco de alguna ventana, sobre los tejados y muros y sobre cualquier cosa que me permitiera observarla a lo lejos camuflado por la noche. Fui testigo silencioso de sus luchas y asesinatos y estuve presto a volver a mi forma humana con tal de defenderla; pero para mi suerte o desgracia nunca fue necesario y ella salió con vida y exitosa de cada muerte que ejecutaba.
¿Asistiría ella al hotel donde he decidido quedarme unos días y a donde la he citado? ¿Querrá recordarme de frente que todo terminó y se irá sin más? De algún modo siento que necesito verla sonreír de nuevo. Ha sido demasiado tiempo de solo verle con el ceño fruncido o quizás una parca mueca de satisfacción al matar a sus víctimas y, creo que nada de eso es lo que conozco, no es lo que recuerdo y quizás ella también olvidó quien era.
La vi llegar al bajar del carruaje y caminé desde el fondo del hotel hasta la entrada. Yo tenía las manos en los bolsillos del pantalón y lucía tan formal como siempre. Vestía con elegancia y me peinaba estrictamente; me veía como alguien normal, lejos de poder cambiar a un ave, distante de cualquiera de mis adicciones y con el aire a formalidad que me había dejado la escuela de leyes a la que accedí por mero capricho familiar. No obstante me gustaba verme así, pese a que no resaltaba en absoluto cuando aparecía ella. La sonrisa se dibujó en mis labios cuando me detuve a esperarla y fue claramente dedicada a ella que me observaba con ojos inquisidores, por irónico que parezca. No le retiré la mirada ni por un segundo. Scarlett lucía tan hermosa que opacaba todo a su alrededor y ni siquiera pude reparar en nada más desde que hizo acto de presencia y pareció rasgar el velo de la noche para darse paso con toda la luz que su belleza proporcionaba. Sin duda, nuestro reencuentro era como un baile, de esos que empiezan con la mirada. Mi mano se acerca, mi cuerpo también lo hace y toma la mano de tal belleza mientras ella pronuncia mi nombre con firmeza y frialdad. -Me alegra que hayas aceptado venir- respondí a su saludo con un tono cálido y cortés y me incliné para besar su mano y soltarla más rápido de lo que pretendía. Aun así, me giré apenas y le ofrecí mi brazo para llevarla al interior del hotel, finalmente ella me merecía el mejor de mis tratos e independientemente de cómo se comportara ella, yo seguiría adelante.-¿Quieres cenar mientras conversamos? me imagino que quieres saber el motivo de mi citación ¿Me equivoco?-Yo haría lo que ella quisiera, pero más que eso, se lo haría parecer antes de hacerlo. Me anticiparía a sus movimientos y cuando estuviera confiada, entonces sería mi momento de hacer mi jugada. No la cité porque sí, he roto mi misterio por ganarla de nuevo a ella.
Por momentos me pregunto que tan iluso soy, pero en segundos sé que no tengo nada que perder. Ya tenía un no, iba ahora por un sí. O las cosas cambiaban o seguían igual y en esa medida tengo tiempo y paciencia. Y más que paciencia un sentimiento que bien podría causarme la muerte por ocultarle siempre lo que realmente soy: Eso mismo que ella y los suyos cazan. Entonces sí, sí tenía algo que perder, mi vida por esa mujer que mata.
Patrick Verlaine- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 36
Fecha de inscripción : 27/03/2014
Re: Hunted heart [Privado]
Enamorarse era fácil. Cualquiera podía enamorarse. Lo complicado era seguir.
Liane Moriarty
Aquella sonrisa que le fue dedicada le llegaba al corazón. ¿Cómo iba a pretender frialdad cuando solo deseaba abrazarle? Patrick conocía sus profundas debilidades, él sabía de ella lo que siempre trataba de ocultar al mundo que la rodeaba. Era el único que sin gran esfuerzo le sacaba las sonrisas y volvía las tardes divertidas, solo a su lado sentía pesar del caer de la noche, porque eso significaba abandonarle a él e ir a la caza de sobrenaturales. Cada día que estuvo a su lado se arrepentía del camino que había seleccionado para vivir pero también le recordaba que era peligroso inmiscuirle en sus asuntos y hasta que aquella venganza que buscaba no estuviese saldada, nadie estaría a salvo a su lado. Estando ahí frente a él volvía a estar segura de que lo mejor era apartarle tan pronto como le fuera posible, pero su sola presencia calmaba la ira y las ganas de venganza en ella. Quería sonreír y decir cuando le había hecho falta su presencia en aquellos tiempos donde se había visto sola; hasta Sombra extrañaba la presencia de aquel hombre. El perro se había quedado esperando que apareciera en la puerta de la casa de la inquisidora y a Scarlett le costo trabajo, pero más que todo lagrimas que dejara de quedarse en la puerta aguardando a quien no volvería a esa casa.
Su mirada se posaba en la ajena como si aquel hombre que le debilitaba el cuerpo entero no fuese más que un desconocido con quien casualmente alguien decide conversar, ya fuera por aburrimiento o por mera curiosidad. La mano de la inquisidora fue tomada por una de las ajenas y un suave beso es depositado en ella. Nuevamente las ganas de lanzarse a él llegan hasta ella pero se contiene empuñando la mano una vez que le suelta. Le era tan complicado estar frente a él y no permitirse ser quien él conocía, pero tenía un propósito, un bien mayor por el cual todos sus sacrificios valdrían la pena.
– No creo que existiera otra opción que no fuera venir, sabes bien que no soy tan grosera para rechazar la invitación de un viejo conocido – miro al frente y se sujeto a aquel brazo con firmeza. Que irónico que aquello que le diera fuerzas para continuar con su cometido de la noche fuese precisamente aquel hombre a quien planeaba volver a correr de su vida las veces que fueran necesarias; hasta que él le odiara y no deseara verla más.
Ambos avanzaron por aquel lugar en dirección a la parte designada para el restaurante del hotel. Notaba las miradas sobre ellos justo como antaño cuando solían ser una pareja y la sensación de sentirse en el pasado no le molesto por nada del mundo. En su corazón Patrick siempre iba a ser su primer amor y según se decía, ese amor nunca se olvidaba.
– Me agradaría algo de cenar, pero tienes razón, quiero saber cuál es el motivo de que estemos aquí. ¿No fui lo suficientemente clara la ultima vez que nos vimos? – esas palabras rompían su propio corazón al igual que se rompía un jarrón al estrellarse contra el suelo. Por un segundo se creyó incapaz de continuar ahí, con las ganas de salir corriendo de aquel lugar pero le resulto ser muy tarde porque de habían llegado al restaurante y un mesero le ofrecía ya asiento. Con un suspiro se soltó del brazo que le guió hasta allá y tomo asiento – Gracias – susurró al tiempo que veía a Patrick. ¿Por qué seguía ahí? Le estaba mostrando toda la frialdad de la cual era capaz, no le había sonreído ni una sola vez y sin embargo, él mantenía la misma expresión cálida en su rostro. Si continuaba de esa manera, mirándola con aquellos ojos que eran capaces de ver sus temores y sus alegrías, con esas sonrisas que le provocaban ganas de sonreír también a ella; la mascara que tanto se estaba enorgulleciendo Scarlett de llevar iba a fracturarse y si eso sucedía no sería capaz de dejarle ir. Nunca.
Liane Moriarty
Aquella sonrisa que le fue dedicada le llegaba al corazón. ¿Cómo iba a pretender frialdad cuando solo deseaba abrazarle? Patrick conocía sus profundas debilidades, él sabía de ella lo que siempre trataba de ocultar al mundo que la rodeaba. Era el único que sin gran esfuerzo le sacaba las sonrisas y volvía las tardes divertidas, solo a su lado sentía pesar del caer de la noche, porque eso significaba abandonarle a él e ir a la caza de sobrenaturales. Cada día que estuvo a su lado se arrepentía del camino que había seleccionado para vivir pero también le recordaba que era peligroso inmiscuirle en sus asuntos y hasta que aquella venganza que buscaba no estuviese saldada, nadie estaría a salvo a su lado. Estando ahí frente a él volvía a estar segura de que lo mejor era apartarle tan pronto como le fuera posible, pero su sola presencia calmaba la ira y las ganas de venganza en ella. Quería sonreír y decir cuando le había hecho falta su presencia en aquellos tiempos donde se había visto sola; hasta Sombra extrañaba la presencia de aquel hombre. El perro se había quedado esperando que apareciera en la puerta de la casa de la inquisidora y a Scarlett le costo trabajo, pero más que todo lagrimas que dejara de quedarse en la puerta aguardando a quien no volvería a esa casa.
Su mirada se posaba en la ajena como si aquel hombre que le debilitaba el cuerpo entero no fuese más que un desconocido con quien casualmente alguien decide conversar, ya fuera por aburrimiento o por mera curiosidad. La mano de la inquisidora fue tomada por una de las ajenas y un suave beso es depositado en ella. Nuevamente las ganas de lanzarse a él llegan hasta ella pero se contiene empuñando la mano una vez que le suelta. Le era tan complicado estar frente a él y no permitirse ser quien él conocía, pero tenía un propósito, un bien mayor por el cual todos sus sacrificios valdrían la pena.
– No creo que existiera otra opción que no fuera venir, sabes bien que no soy tan grosera para rechazar la invitación de un viejo conocido – miro al frente y se sujeto a aquel brazo con firmeza. Que irónico que aquello que le diera fuerzas para continuar con su cometido de la noche fuese precisamente aquel hombre a quien planeaba volver a correr de su vida las veces que fueran necesarias; hasta que él le odiara y no deseara verla más.
Ambos avanzaron por aquel lugar en dirección a la parte designada para el restaurante del hotel. Notaba las miradas sobre ellos justo como antaño cuando solían ser una pareja y la sensación de sentirse en el pasado no le molesto por nada del mundo. En su corazón Patrick siempre iba a ser su primer amor y según se decía, ese amor nunca se olvidaba.
– Me agradaría algo de cenar, pero tienes razón, quiero saber cuál es el motivo de que estemos aquí. ¿No fui lo suficientemente clara la ultima vez que nos vimos? – esas palabras rompían su propio corazón al igual que se rompía un jarrón al estrellarse contra el suelo. Por un segundo se creyó incapaz de continuar ahí, con las ganas de salir corriendo de aquel lugar pero le resulto ser muy tarde porque de habían llegado al restaurante y un mesero le ofrecía ya asiento. Con un suspiro se soltó del brazo que le guió hasta allá y tomo asiento – Gracias – susurró al tiempo que veía a Patrick. ¿Por qué seguía ahí? Le estaba mostrando toda la frialdad de la cual era capaz, no le había sonreído ni una sola vez y sin embargo, él mantenía la misma expresión cálida en su rostro. Si continuaba de esa manera, mirándola con aquellos ojos que eran capaces de ver sus temores y sus alegrías, con esas sonrisas que le provocaban ganas de sonreír también a ella; la mascara que tanto se estaba enorgulleciendo Scarlett de llevar iba a fracturarse y si eso sucedía no sería capaz de dejarle ir. Nunca.
Scarlett Duchannes- Inquisidor Clase Alta
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Fecha de inscripción : 24/10/2013
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Re: Hunted heart [Privado]
"Asegurarme tu sonrisa sería mi rutina preferida"
¿Qué hacía en las mañanas al despertarse? De algún modo la imaginaba mirándose al espejo y sintiendo el cansancio de alguna lucha producto de la noche anterior. La veía en mi mente a ella, viéndose esos precioso ojos que reflejaban siempre un 'No me pasa nada'. Tal vez casi nadie se da cuenta de lo duros que pueden ser para ella algunos días, quizás ella misma puede negarse los vacíos de una vida comprometida con el ente principal de ejecución que, sin darse cuenta, le va absorbiendo la juventud y las alegrías.
Sentí su mano afirmarse a mí como de mala gana, con fuerza pero con educación. Sin duda me advertían de las palabras que pronunciaría a continuación. -No, no eres grosera, pero tampoco eres de las que hacen cosas que no quieren- fruncí los labios en una sonrisa como si contuviera la risa al creer que tenía por completo la razón. Miré al frente, observé la nada mientras avanzaba para evitar encontrarme con una mirada de enojo en su rostro que al final de cuentas haría que finalmente me riera. Qué situación más grata en medio de tanta ironía; era así porque así había sido siempre. Ella tan terca, yo tan tranquilo disfrutando de sus risas y de sus enojos por igual y mermando ambas cosas a besos que le sacaran a ella las risas que mis oídos extrañaban. Eso era, extrañaba su mal humor cuando las cosas no le salían como quería, extrañaba cuando Sombra se unía a mí a la hora de molestarla a ella y derribarla a cosquillas sobre la cama. El perro saltaba, Scar reía como una pequeña y yo, yo sólo me enamoraba más. Las comidas jamás me supieron a lo mismo, a mí siempre se me olvidaba la sal, ella le ponía el picante, yo ahora ni siquiera preparaba la salsa y ahí estaba el vacío, en el eco por las noches, en el despertarme muy temprano por el sonido de la tetera y encontrármela descalza y en esas pijamas que la hacían ver tan linda. Estaba en el frío de una casa que extrañaba hasta a ese fiero perro al que también había querido tanto. Por conocerla, omití para mi propio bien ese modo de llamarme "Viejo conocido". Sentí suspirar para mis adentros.
De nuevo me sentí afortunado al tenerla a mi lado. Como ya sabía, las miradas se centraron en la belleza a la cual llevaba ahora tomada del brazo. Era demasiado radiante, era incluso más hermosa a mis ojos de lo que podría ser cualquier beneficiado vampiro aun bordeando el mundo entero. Con suerte al llegar al restaurante no tuve que responder de inmediato a su lacerante frase, todo gracias a la oportuna llegada del mesero que me obligó a guardar silencio por un momento. Él se adelantó a pocos segundos de mí y le ofreció la silla a Scarlett. No me opuse, tenía que agradecerle y era de esperarse que se comportara así dada la clase de la que disponía el hotel. "Sí que te ganaste la propina, muchacho" pensé y le sonreí antes de dar dos pasos y sentarme en la cómoda silla ubicada frente a ella en esa pequeña mesa de manteles bordados y copas listas para disfrutar de una buena noche. Me quedé mirándola sereno y entrelacé las manos apoyándolas apenas en el borde de la mesa presto a responder a su 'disparo a quemarropa' -Sí, fuiste muy clara. Dijiste que no querías volver a verme, pero acudiste a mi cita. Dijiste también que yo no era lo que buscabas y que yo me daría cuenta que tú tampoco lo eras. Pero no me he dado cuenta aún- le sonreí de nuevo entre triunfal y retador, como cuando le decía que no podía conmigo ni siquiera en una guerra de almohadas. Por supuesto que teníamos peleas estúpidas en cada reto y al final de cuentas, terminábamos exhaustos porque no éramos capaces de rendirnos o decir ya basta.
Sin duda las cosas no eran como ninguno planeaba, ella con sus palabras frías sólo lograba evocar en mi memoria todas las cosas vivídas y en el silencio se ocultaban nuestras armas, esas capaces de destrozarnos el alma. -¿Un vino mientras decides la cena?- la noche sería larga, esperaba; sobre todo porque yo quería aclarar si todo lo que me había dicho era realmente verdad. No obstante y aunque me supiera a futuro con el corazón roto, seguramente seguiría amándola con cada trozo como el idiota que se sumio en la absenta por no enfrentar la verdad.... hasta ahora.
Sentí su mano afirmarse a mí como de mala gana, con fuerza pero con educación. Sin duda me advertían de las palabras que pronunciaría a continuación. -No, no eres grosera, pero tampoco eres de las que hacen cosas que no quieren- fruncí los labios en una sonrisa como si contuviera la risa al creer que tenía por completo la razón. Miré al frente, observé la nada mientras avanzaba para evitar encontrarme con una mirada de enojo en su rostro que al final de cuentas haría que finalmente me riera. Qué situación más grata en medio de tanta ironía; era así porque así había sido siempre. Ella tan terca, yo tan tranquilo disfrutando de sus risas y de sus enojos por igual y mermando ambas cosas a besos que le sacaran a ella las risas que mis oídos extrañaban. Eso era, extrañaba su mal humor cuando las cosas no le salían como quería, extrañaba cuando Sombra se unía a mí a la hora de molestarla a ella y derribarla a cosquillas sobre la cama. El perro saltaba, Scar reía como una pequeña y yo, yo sólo me enamoraba más. Las comidas jamás me supieron a lo mismo, a mí siempre se me olvidaba la sal, ella le ponía el picante, yo ahora ni siquiera preparaba la salsa y ahí estaba el vacío, en el eco por las noches, en el despertarme muy temprano por el sonido de la tetera y encontrármela descalza y en esas pijamas que la hacían ver tan linda. Estaba en el frío de una casa que extrañaba hasta a ese fiero perro al que también había querido tanto. Por conocerla, omití para mi propio bien ese modo de llamarme "Viejo conocido". Sentí suspirar para mis adentros.
De nuevo me sentí afortunado al tenerla a mi lado. Como ya sabía, las miradas se centraron en la belleza a la cual llevaba ahora tomada del brazo. Era demasiado radiante, era incluso más hermosa a mis ojos de lo que podría ser cualquier beneficiado vampiro aun bordeando el mundo entero. Con suerte al llegar al restaurante no tuve que responder de inmediato a su lacerante frase, todo gracias a la oportuna llegada del mesero que me obligó a guardar silencio por un momento. Él se adelantó a pocos segundos de mí y le ofreció la silla a Scarlett. No me opuse, tenía que agradecerle y era de esperarse que se comportara así dada la clase de la que disponía el hotel. "Sí que te ganaste la propina, muchacho" pensé y le sonreí antes de dar dos pasos y sentarme en la cómoda silla ubicada frente a ella en esa pequeña mesa de manteles bordados y copas listas para disfrutar de una buena noche. Me quedé mirándola sereno y entrelacé las manos apoyándolas apenas en el borde de la mesa presto a responder a su 'disparo a quemarropa' -Sí, fuiste muy clara. Dijiste que no querías volver a verme, pero acudiste a mi cita. Dijiste también que yo no era lo que buscabas y que yo me daría cuenta que tú tampoco lo eras. Pero no me he dado cuenta aún- le sonreí de nuevo entre triunfal y retador, como cuando le decía que no podía conmigo ni siquiera en una guerra de almohadas. Por supuesto que teníamos peleas estúpidas en cada reto y al final de cuentas, terminábamos exhaustos porque no éramos capaces de rendirnos o decir ya basta.
Sin duda las cosas no eran como ninguno planeaba, ella con sus palabras frías sólo lograba evocar en mi memoria todas las cosas vivídas y en el silencio se ocultaban nuestras armas, esas capaces de destrozarnos el alma. -¿Un vino mientras decides la cena?- la noche sería larga, esperaba; sobre todo porque yo quería aclarar si todo lo que me había dicho era realmente verdad. No obstante y aunque me supiera a futuro con el corazón roto, seguramente seguiría amándola con cada trozo como el idiota que se sumio en la absenta por no enfrentar la verdad.... hasta ahora.
Patrick Verlaine- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/03/2014
Re: Hunted heart [Privado]
Hasta un ciego habría visto lo enamorados que estaban.
Nicolas Barreau
Vaya que le conocía demasiado bien, tanto como para saber que había ido allá de buena gana. Pese a todo lo que saliera de sus labios o la manera tan fría como le tratase, Patrick sabía que estaba ahí porque deseaba verle y ambos se sumergieron en el silencio. Él debía saber a la perfección que sería cuestión de tiempo para que ella se comportara de una manera más natural; tenía la paciencia para permanecer ahí, al igual que cuando ella se molestaba y él solo permanecía observándola atentamente, buscando la oportunidad para hacer algo que le sacara del ensimismamiento en que solía meterle el estrés de la vida cotidiana y una vez que encontraba ese punto de distraerla, todo lo que venía después era maravilloso.
Incluso el silencio le recordaba como era estar a su lado. Esas raras ocasiones en las que como toda pareja se sumían ambos en un conflicto y no se permitían ceder al otro, hasta que les parecía demasiado y alguno cedía, aceptando sus errores y provocando que terminaran en risas por lo tonto que había sido el problema.
Que optara ya por irse, esperaba que terminara por darse cuenta pronto de que su presencia no le era necesaria o al menos que dejara de mirarla como lo estaba haciendo en aquellos momentos; pero no, aquellos ojos estaban fijos en ella, trayendo únicamente recuerdos.
Aquel mesero que les atendería se alejo de ellos para que pudieran hablar sobre que sería lo que comerían o beberían, sin embargo, los motivos que les llevaron hasta aquel lugar eran mucho más importantes y delicados que decidir lo que cenarían. Después de todo aún parecían conocerse demasiado bien y en cuanto el mesero regresara, ambos sabrían que era lo que pediría el otro.
Los ojos de ambos se encontraban en los ajenos. A la inquisidora le dolió en lo profundo de su ser escuchar que Patrick recordaba a la perfección aquellas palabras pero aquella frase final hizo que su corazón latiera rápido en su pecho. De sus labios no saldrían las palabras que cruzaban su mente, aquellas que se gritaba si misma tan alto que amenazaba por provocar que en determinado momento las dijera. “Yo tampoco me he dado cuenta aún” Cuántas ganas de decirle aquello, de terminar con su falsedad y sonreír solo para él y por él.
– Es una verdadera lástima que aún no te des cuenta. Afortunadamente yo me di cuenta a tiempo para que esto no llegara más lejos y ambos terminásemos mal, deberías agradecerme eso y dejar las cosas en paz, el tiempo te hará olvidarme – Si la olvidaba sería bueno para él, porque ella se encontraba segura de que nunca en la vida podría olvidarlo por más que lo intentara. No respondió nada respecto a que fue a la cita, estaba buscando las palabras apropiadas. Unas que no acabaran por lanzarle a si misma la soga al cuello; era tan complicado que agradeció que volviera a hablar, en esa ocasión para invitarle a beber un poco de vino – será excelente beber algo – se mantenía consciente de que no debería dejarse llevar y beber demasiado, si se embriagaba podría terminar diciendo algo comprometedor.
Suspiro suave, desvío la mirada a ver el restaurante y las personas que estaban cenando en aquel lugar.
– Por cierto, esto no es una cita. Unicamente es un encuentro de curiosidad para saber que era lo que deseabas decirme. Así que si solo planeabas dejar en claro que no te has dado cuenta de nada aún, entonces creo que solo beberé un poco de vino y me iré a casa – eso era justo lo que debía hacer, buscar escapar por cualquier motivo y no ponerse en peligro emocional. Miro a Patrick, quien era mucho más peligroso que cualquier sobrenatural con quien hubiese peleado y salido herido físicamente pues a diferencia de todos aquellos seres, el hombre frente a ella tenía acceso a algo que no sanaba fácilmente y que de ser herido provocaba una muerte más lenta y dolorosa que cualquier otra. Tenía su corazón, disponible para hacer con ella lo que deseara por más que no lo aparentara.
Nicolas Barreau
Vaya que le conocía demasiado bien, tanto como para saber que había ido allá de buena gana. Pese a todo lo que saliera de sus labios o la manera tan fría como le tratase, Patrick sabía que estaba ahí porque deseaba verle y ambos se sumergieron en el silencio. Él debía saber a la perfección que sería cuestión de tiempo para que ella se comportara de una manera más natural; tenía la paciencia para permanecer ahí, al igual que cuando ella se molestaba y él solo permanecía observándola atentamente, buscando la oportunidad para hacer algo que le sacara del ensimismamiento en que solía meterle el estrés de la vida cotidiana y una vez que encontraba ese punto de distraerla, todo lo que venía después era maravilloso.
Incluso el silencio le recordaba como era estar a su lado. Esas raras ocasiones en las que como toda pareja se sumían ambos en un conflicto y no se permitían ceder al otro, hasta que les parecía demasiado y alguno cedía, aceptando sus errores y provocando que terminaran en risas por lo tonto que había sido el problema.
Que optara ya por irse, esperaba que terminara por darse cuenta pronto de que su presencia no le era necesaria o al menos que dejara de mirarla como lo estaba haciendo en aquellos momentos; pero no, aquellos ojos estaban fijos en ella, trayendo únicamente recuerdos.
Aquel mesero que les atendería se alejo de ellos para que pudieran hablar sobre que sería lo que comerían o beberían, sin embargo, los motivos que les llevaron hasta aquel lugar eran mucho más importantes y delicados que decidir lo que cenarían. Después de todo aún parecían conocerse demasiado bien y en cuanto el mesero regresara, ambos sabrían que era lo que pediría el otro.
Los ojos de ambos se encontraban en los ajenos. A la inquisidora le dolió en lo profundo de su ser escuchar que Patrick recordaba a la perfección aquellas palabras pero aquella frase final hizo que su corazón latiera rápido en su pecho. De sus labios no saldrían las palabras que cruzaban su mente, aquellas que se gritaba si misma tan alto que amenazaba por provocar que en determinado momento las dijera. “Yo tampoco me he dado cuenta aún” Cuántas ganas de decirle aquello, de terminar con su falsedad y sonreír solo para él y por él.
– Es una verdadera lástima que aún no te des cuenta. Afortunadamente yo me di cuenta a tiempo para que esto no llegara más lejos y ambos terminásemos mal, deberías agradecerme eso y dejar las cosas en paz, el tiempo te hará olvidarme – Si la olvidaba sería bueno para él, porque ella se encontraba segura de que nunca en la vida podría olvidarlo por más que lo intentara. No respondió nada respecto a que fue a la cita, estaba buscando las palabras apropiadas. Unas que no acabaran por lanzarle a si misma la soga al cuello; era tan complicado que agradeció que volviera a hablar, en esa ocasión para invitarle a beber un poco de vino – será excelente beber algo – se mantenía consciente de que no debería dejarse llevar y beber demasiado, si se embriagaba podría terminar diciendo algo comprometedor.
Suspiro suave, desvío la mirada a ver el restaurante y las personas que estaban cenando en aquel lugar.
– Por cierto, esto no es una cita. Unicamente es un encuentro de curiosidad para saber que era lo que deseabas decirme. Así que si solo planeabas dejar en claro que no te has dado cuenta de nada aún, entonces creo que solo beberé un poco de vino y me iré a casa – eso era justo lo que debía hacer, buscar escapar por cualquier motivo y no ponerse en peligro emocional. Miro a Patrick, quien era mucho más peligroso que cualquier sobrenatural con quien hubiese peleado y salido herido físicamente pues a diferencia de todos aquellos seres, el hombre frente a ella tenía acceso a algo que no sanaba fácilmente y que de ser herido provocaba una muerte más lenta y dolorosa que cualquier otra. Tenía su corazón, disponible para hacer con ella lo que deseara por más que no lo aparentara.
Scarlett Duchannes- Inquisidor Clase Alta
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Re: Hunted heart [Privado]
"No podía quejarme de su frío porque a cambio sólo se me ocurría calentarla."
Buscar culpables a una separación tan temprana es lo más humano y estúpido que puedo hacer. Me culpo a mí por dejarla partir tan pronto, por permitirle el adiós más fácil que seguramente ha conocido y también por lo que pueda renegar Scarlett acerca de lo que fue nuestra relación, de lo que fui yo como pareja, como compañero de días, de noches, de cama, de corazón... Durante mucho tiempo he pensado en los “por qué” y así mismo me los he tragado intentando ocultarlos en lo profundo de mi ser. Pero siguen ahí, reclamándome como la tierra clama la justicia de la sangre derramada sobre sí, como el corazón que palpita bajo el suelo que intenta ocultar la crueldad que se le ha cometido. Así siempre, hasta que bebo lo suficiente para perder la cordura que me vuelve loco. Así de estúpido y lógico como suena, es. Por otro lado quiero creer que la inquisición es la culpable de esto, quizás busco aliviar esa carga que puse en mí mismo, tal vez estoy buscando algo que me de las respuestas que jamás le pedí a ella.
Por momentos siento deseos de confrontarla, de decirle que sé bien a lo que se dedica y que veo con absoluta claridad el efecto que logra en ella conforme avanza el tiempo. Sin embargo soy por completo incapaz de hacerlo porque no soy tan descarado de juzgarla sabiendo que jamás le dije la verdad. ¿Cómo reaccionaría si se lo contara? Si me odiaba como parecía, seguramente intentaría acabar con mi vida en ese mismo momento en que ocurriera la confesión y sé bien que yo se lo permitiría sin oponer la menor resistencia. Quizás era mejor así, eso podría solucionarlo todo, su repugnancia hacia mí, mis deseos de tenerla a ella. No obstante tengo la idea de intentarlo de nuevo, de ir en pos de ese frío que me congela cuando intento acercarme y que, al final de cuentas, terminará matándome si ella así lo desea. Eso sí, tengo claro que no puedo ocultarle lo que soy en el preciso momento que ella ceda a mí, si es que aún siente algo.
Tomé aire con absoluto recato; Scarlett insistía en esa dureza que me costaba creer y que me hacía pensar que yo era un idiota, un iluso al creer que habían culpables en vez de realidades que me abofeteaban para despertarme del absurdo en que se transformaban mis emociones. –El tiempo no cura nada, Scarlett- fue lo único que me atreví a decir sin retirarle la mirada tranquila y hasta cierto punto sentí que ella también lo sabía. Omití al igual que ella la mitad de lo que decía yo porque parecía que ambos queríamos ocultar cosas no sé con qué objetivo –Por eso te cité. Si finalmente decides irte por esa puerta- mi dedo índice apunto a la salida por un breve instante -voy a jurar que no volveré a buscarte de nuevo. Vine por ti y quiero que quede muy claro y que sabiendo eso tomes tus decisiones. Voy a respetarlas, como hago siempre y como haré con la promesa que acabo de hacerte. Dame veinte minutos antes de escapar, cena conmigo, si gustas, con calma, y luego haz lo que quieras. No pienso detenerte y muchos menos cuestionarte ¿De acuerdo?- sentí un enorme nudo en la garganta que por suerte no se notó en absoluto en mi voz pausada y serena.
Como siempre tan oportuno, el mesero llegó con una hielera que sólo acentuaba el frío que me consumía sólo a mí. Sirvió con elegancia el vino para los dos, y luego se retiró con prontitud en busca de la carta del menú. Tomé la copa y apuré un trago hacia mis labios, uno profundo que necesitaba mientras me daba cuenta que jamás me había alejado de su camino, sencillamente opté por alejarme de la ruta principal para tomar un sendero junto a la sombra, junto a su sombra. Así fue que me vi obligado a recordarme que había ido allí para jugar mi última partida, una que tenía un as bajo la manga que sólo pensaba dar a conocer cuando me fuera oportuno, no antes, por ningún motivo.
-Llámalo como te guste, realmente lo que me importa es que estás aquí, sin importar términos ni condiciones, Scar- me fue imposible no llamarla como antes, me nacía hacerlo y la mayoría del tiempo intenté no usar ese diminutivo que tanto me gustaba -Por cierto ¿Cómo está Sombra?- pregunté con rapidez evitando así acentuar el enojo que quizás le produjera mi modo de llamarla. Aún así, su mascota realmente me importaba, ese perro era excepcional y le había tenido mucho cariño mientras estuve con ella. Era un animal de esos que son compañeros de risas, de llantos, de luchas, era de esos animales a los que llamamos “inteligentes” por decir que parecen entender todo. Pero ¿Cómo no iba a gustarme? Si incluso las cosas que podrían odiar otros de ella eran esas mismas que yo amaba con locura. Ella fue ese momento donde todo cambio, y... entonces ya nunca volví a respirar igual. Pero sí, seguía viviendo. O algo así. Definitivamente ella era mi punto de quiebre.
Por momentos siento deseos de confrontarla, de decirle que sé bien a lo que se dedica y que veo con absoluta claridad el efecto que logra en ella conforme avanza el tiempo. Sin embargo soy por completo incapaz de hacerlo porque no soy tan descarado de juzgarla sabiendo que jamás le dije la verdad. ¿Cómo reaccionaría si se lo contara? Si me odiaba como parecía, seguramente intentaría acabar con mi vida en ese mismo momento en que ocurriera la confesión y sé bien que yo se lo permitiría sin oponer la menor resistencia. Quizás era mejor así, eso podría solucionarlo todo, su repugnancia hacia mí, mis deseos de tenerla a ella. No obstante tengo la idea de intentarlo de nuevo, de ir en pos de ese frío que me congela cuando intento acercarme y que, al final de cuentas, terminará matándome si ella así lo desea. Eso sí, tengo claro que no puedo ocultarle lo que soy en el preciso momento que ella ceda a mí, si es que aún siente algo.
Tomé aire con absoluto recato; Scarlett insistía en esa dureza que me costaba creer y que me hacía pensar que yo era un idiota, un iluso al creer que habían culpables en vez de realidades que me abofeteaban para despertarme del absurdo en que se transformaban mis emociones. –El tiempo no cura nada, Scarlett- fue lo único que me atreví a decir sin retirarle la mirada tranquila y hasta cierto punto sentí que ella también lo sabía. Omití al igual que ella la mitad de lo que decía yo porque parecía que ambos queríamos ocultar cosas no sé con qué objetivo –Por eso te cité. Si finalmente decides irte por esa puerta- mi dedo índice apunto a la salida por un breve instante -voy a jurar que no volveré a buscarte de nuevo. Vine por ti y quiero que quede muy claro y que sabiendo eso tomes tus decisiones. Voy a respetarlas, como hago siempre y como haré con la promesa que acabo de hacerte. Dame veinte minutos antes de escapar, cena conmigo, si gustas, con calma, y luego haz lo que quieras. No pienso detenerte y muchos menos cuestionarte ¿De acuerdo?- sentí un enorme nudo en la garganta que por suerte no se notó en absoluto en mi voz pausada y serena.
Como siempre tan oportuno, el mesero llegó con una hielera que sólo acentuaba el frío que me consumía sólo a mí. Sirvió con elegancia el vino para los dos, y luego se retiró con prontitud en busca de la carta del menú. Tomé la copa y apuré un trago hacia mis labios, uno profundo que necesitaba mientras me daba cuenta que jamás me había alejado de su camino, sencillamente opté por alejarme de la ruta principal para tomar un sendero junto a la sombra, junto a su sombra. Así fue que me vi obligado a recordarme que había ido allí para jugar mi última partida, una que tenía un as bajo la manga que sólo pensaba dar a conocer cuando me fuera oportuno, no antes, por ningún motivo.
-Llámalo como te guste, realmente lo que me importa es que estás aquí, sin importar términos ni condiciones, Scar- me fue imposible no llamarla como antes, me nacía hacerlo y la mayoría del tiempo intenté no usar ese diminutivo que tanto me gustaba -Por cierto ¿Cómo está Sombra?- pregunté con rapidez evitando así acentuar el enojo que quizás le produjera mi modo de llamarla. Aún así, su mascota realmente me importaba, ese perro era excepcional y le había tenido mucho cariño mientras estuve con ella. Era un animal de esos que son compañeros de risas, de llantos, de luchas, era de esos animales a los que llamamos “inteligentes” por decir que parecen entender todo. Pero ¿Cómo no iba a gustarme? Si incluso las cosas que podrían odiar otros de ella eran esas mismas que yo amaba con locura. Ella fue ese momento donde todo cambio, y... entonces ya nunca volví a respirar igual. Pero sí, seguía viviendo. O algo así. Definitivamente ella era mi punto de quiebre.
Patrick Verlaine- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/03/2014
Re: Hunted heart [Privado]
Dicen que los pensamientos de dos personas que se aman siempre terminan por encontrarse, así que me preguntaba a menudo antes de dormirme por las noches si tú también pensabas en mí cuando yo pensaba en ti.
Marc Levy
La mataban los momentos de silencio entre ellos, esos que amenazaban con liberar su lengua y hacer que dijese todo cuanto pensaba realmente. El peligro de confesar todo aquello era terrible pero la simple idea de perderlo por siempre solo por sus trabajos en la inquisición le era sencillamente insoportable. ¿Qué haría ella si él moría? Un escalofrío ligero le recorrió el cuerpo entero. Ese pensamiento lo tuvo en un sin fin de ocasiones, allá por los días en los que estaba decidiendo alejarle por completo de su lado. Patrick era la único que tenía que aún le mantenía en paz, la única persona verdaderamente valiosa que poseía; sin él, no tenía nada.
Cada vez que la miraba o le hablaba, sentía derrumbarse. Pero estaba empleando a la perfección todo aquello que tan bien perfecciono con el tiempo alejada de él. Cerró su corazón de una manera que consideraba perfecta, aunque ante aquel hombre, los muros de su muralla se estremecieran violentamente, amenazando con atarlo por siempre a pesar de que eso les llevara precisamente de donde ella trataba de huir y protegerlo. Pese a esos temores, a los deseos de escapar de ese lugar y decirle que realmente no deseaba verlo más, continuo ahí. Patrick tenía razón, el tiempo no curaba nada; solo ayudaba a acostumbrarse a las cosas y en caso de Scarlett, le llevaba un paso más cerca a parecer la reina de las nieves. El corazón le dio un vuelco cuando el dedo de Patrick apunto a la puerta; ella no quería irse, debía hacerlo que era diferente pero de ahí a desear dejarlo existía un mundo de diferencia. Sus labios se entreabrieron buscando una respuesta a la pregunta de Patrick, una que podía definir el curso de las cosas para bien o para mal.
– Te daré veinte minutos Patrick, no más y no menos. Así que sigamos entonces – No iba a irse tan pronto, menos cuando las palabras “Vine por ti” retumbaban en su cabeza – que no tienes tanto tiempo para convencerme de quedarme más – una sonrisa se le escapo ante ese comentario, una que era completamente sincera y que le hizo maldecirse a si misma por estar mostrandose débil ante él.
Agradeció infinitamente la llegada del mesero para respirar con más tranquilidad y serenarse; estando alguien más entre ellos no tenían porque hablar de las situaciones que eran solo incumbencia de dos. El tiempo que duro cerca, aunque poco, sirvió para tranquilizar nuevamente el corazón de la inquisidora quien también tomo la copa y dio un sorbo mucho más pequeño que el de Patrick.
– Bebes como si estuvieras tratando con una persona desconocida – enarco la ceja mientras que dejaba la copa en la mesa y se enfocaba en él – Además, lo haces como si estuvieras nervioso y se supone que tu me has citado, la nerviosa debería ser yo ¿no lo crees? – sus palabras estaban orientadas a disminuir un poco la tensión que ella misma estaba generando. ¿No se había dicho que todo estaría bien? Antes de salir ensayo su tranquilidad, así que debía enfocarse en estar bien y hablar de una manera cortes con él, no buscar escapar y menos cuando prometio darle veinte minutos de su compañía pero si Patrick sabía jugar sus cartas, ella estaría dispuesta a darle toda una vida.
Una nueva oleada de los viejos tiempos la sacudió cuando la llamo Scar. No dijo nada respecto a eso, tenía él todo el derecho de llamarle de esa manera, solo porque el corazón de la inquisidora deseaba escucharle más llamarle de esa manera.
– ¿Sombra? – suspiro, recordando una vez más al perro y las noches en vela – Esta bien, sigue siendo tan leal a mi como siempre pero le fue algo complicado - tomo la copa y la llevo suavemente hasta sus labios – aún te extraña – menciono como si fuera la cosa más normal del mundo y bebió un sorbo solo para impedirse decir que ella también lo había hecho – Deberías ir a casa algún día, seguro que se alegra de verte – dicho eso y aún con la copa en la mano, vio al mesero acercarse una vez más con las cartas del menú. Rió por lo bajo, pues aquel mesero llegaba justamente cuando más se le necesitaba y después de darle gracias comenzó a revisar el menú. Existían muchos más platillos de los que recordaba y con algo de angustia al darse cuenta de todo lo que se había perdido miro a Patrick – Hace tanto que no venía a cenar aquí, la ultima vez… fue contigo – ¿Cuánto había pasado desde eso? ¿Recordaba él aquel día? Ella recordaba claramente todo lo que vivió a su lado. La verdad es que lo amaba y demasiado como para olvidarle.
Marc Levy
La mataban los momentos de silencio entre ellos, esos que amenazaban con liberar su lengua y hacer que dijese todo cuanto pensaba realmente. El peligro de confesar todo aquello era terrible pero la simple idea de perderlo por siempre solo por sus trabajos en la inquisición le era sencillamente insoportable. ¿Qué haría ella si él moría? Un escalofrío ligero le recorrió el cuerpo entero. Ese pensamiento lo tuvo en un sin fin de ocasiones, allá por los días en los que estaba decidiendo alejarle por completo de su lado. Patrick era la único que tenía que aún le mantenía en paz, la única persona verdaderamente valiosa que poseía; sin él, no tenía nada.
Cada vez que la miraba o le hablaba, sentía derrumbarse. Pero estaba empleando a la perfección todo aquello que tan bien perfecciono con el tiempo alejada de él. Cerró su corazón de una manera que consideraba perfecta, aunque ante aquel hombre, los muros de su muralla se estremecieran violentamente, amenazando con atarlo por siempre a pesar de que eso les llevara precisamente de donde ella trataba de huir y protegerlo. Pese a esos temores, a los deseos de escapar de ese lugar y decirle que realmente no deseaba verlo más, continuo ahí. Patrick tenía razón, el tiempo no curaba nada; solo ayudaba a acostumbrarse a las cosas y en caso de Scarlett, le llevaba un paso más cerca a parecer la reina de las nieves. El corazón le dio un vuelco cuando el dedo de Patrick apunto a la puerta; ella no quería irse, debía hacerlo que era diferente pero de ahí a desear dejarlo existía un mundo de diferencia. Sus labios se entreabrieron buscando una respuesta a la pregunta de Patrick, una que podía definir el curso de las cosas para bien o para mal.
– Te daré veinte minutos Patrick, no más y no menos. Así que sigamos entonces – No iba a irse tan pronto, menos cuando las palabras “Vine por ti” retumbaban en su cabeza – que no tienes tanto tiempo para convencerme de quedarme más – una sonrisa se le escapo ante ese comentario, una que era completamente sincera y que le hizo maldecirse a si misma por estar mostrandose débil ante él.
Agradeció infinitamente la llegada del mesero para respirar con más tranquilidad y serenarse; estando alguien más entre ellos no tenían porque hablar de las situaciones que eran solo incumbencia de dos. El tiempo que duro cerca, aunque poco, sirvió para tranquilizar nuevamente el corazón de la inquisidora quien también tomo la copa y dio un sorbo mucho más pequeño que el de Patrick.
– Bebes como si estuvieras tratando con una persona desconocida – enarco la ceja mientras que dejaba la copa en la mesa y se enfocaba en él – Además, lo haces como si estuvieras nervioso y se supone que tu me has citado, la nerviosa debería ser yo ¿no lo crees? – sus palabras estaban orientadas a disminuir un poco la tensión que ella misma estaba generando. ¿No se había dicho que todo estaría bien? Antes de salir ensayo su tranquilidad, así que debía enfocarse en estar bien y hablar de una manera cortes con él, no buscar escapar y menos cuando prometio darle veinte minutos de su compañía pero si Patrick sabía jugar sus cartas, ella estaría dispuesta a darle toda una vida.
Una nueva oleada de los viejos tiempos la sacudió cuando la llamo Scar. No dijo nada respecto a eso, tenía él todo el derecho de llamarle de esa manera, solo porque el corazón de la inquisidora deseaba escucharle más llamarle de esa manera.
– ¿Sombra? – suspiro, recordando una vez más al perro y las noches en vela – Esta bien, sigue siendo tan leal a mi como siempre pero le fue algo complicado - tomo la copa y la llevo suavemente hasta sus labios – aún te extraña – menciono como si fuera la cosa más normal del mundo y bebió un sorbo solo para impedirse decir que ella también lo había hecho – Deberías ir a casa algún día, seguro que se alegra de verte – dicho eso y aún con la copa en la mano, vio al mesero acercarse una vez más con las cartas del menú. Rió por lo bajo, pues aquel mesero llegaba justamente cuando más se le necesitaba y después de darle gracias comenzó a revisar el menú. Existían muchos más platillos de los que recordaba y con algo de angustia al darse cuenta de todo lo que se había perdido miro a Patrick – Hace tanto que no venía a cenar aquí, la ultima vez… fue contigo – ¿Cuánto había pasado desde eso? ¿Recordaba él aquel día? Ella recordaba claramente todo lo que vivió a su lado. La verdad es que lo amaba y demasiado como para olvidarle.
Scarlett Duchannes- Inquisidor Clase Alta
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Re: Hunted heart [Privado]
"La razón es, que desde que tú existes, la palabra 'olvidar' ha dejado de tener sentido"
Jamás la lastimé y jamás lo haría, ni aunque me invadiera la más absurda cólera o me abrazara la demencia. Ni siquiera podría lograrlo la absenta, esa que jamás bebería delante de ella.
Su modo frío de tratarme me decía que había algo más, una razón de peso tras ese infundado odio que me demostraba. Nuestras peleas no fueron graves en ninguna ocasión, todo fluía natural y las peleas eran una oportunidad más para reconciliarnos con ese amor que nos profesábamos o, que quizás, sólo yo le profesaba. ¿Habría fingido durante tanto tiempo o acaso sus sentimientos hacia mí habían desaparecido de repente? Tal vez he sido demasiado ciego para ver que cometí un error gravísimo que tiró por la borda todo lo que habíamos construido. El problema radica en que no sé qué fue lo que hice.
Veinte minutos. Se sentía como si me dijeran que era el último día de vida que tenía y, al final, los minutos eran demasiados y muy pocos al mismo tiempo. No tenía idea sobre lo que debía hacer realmente. Debí pedir más, pero tenía el necesario para saber que pasaba con ella e intentar recuperarla o aceptar que todo había terminado. Sabía que si ella continuaba firme, yo debería partir de París lo más pronto posible y olvidar la idea de regresar. Debería enterrar la esperanza que quizás se fuera con la sobriedad, y dejar ir todo como cuando crece la mar, dejando en mi caso que el reflujo del alcohol me dejara los labios sombríos para olvidar el sabor de los suyos, a la par de los recuerdos y las ideas de un intentarlo de nuevo.
Sus palabras eran como dagas y sus irónicas sonrisas como el veneno en que bañaba la misma. La desconocía pero eran los recuerdos los que me mantenían firme en la silla frente a ella, aguardando algo que lo cambiara todo a mi favor. Suspiré, negué, le miré las manos en las que pretendí algún día poner una argolla que finalmente la mantuviera día y noche conmigo, que me permitiera escucharle respirar mientras dormía a mi lado y así siempre hasta el final de mis días, o de los suyos… -Si quieres partir no voy a detenerte. Si estás incómoda puedes hacerlo ahora.- dije sin mirarla a la cara. Me sentía destrozado, enfrentando la realidad que venía evadiendo y como era de esperarse, mis ojos estaban clavados en la copa de vino que apuré de nuevo hacia mis labios para terminarla entre este y el anterior sorbo. Dos veces bebí de aquella y ya había terminado.
El mesero llegó de nuevo como caído del cielo, como si estuviera ahí para detener cualquier señal de posible discusión entre nosotros. Me llenó de nuevo la copa de vino y mantuvo la de Scarlett intacta. Ella no bebía como yo. Yo no bebía como cuando estaba con ella.
-No. Al contrario. Bebo porque estoy tratando con alguien que conozco. O eso quiero creer- el mesero lejos y yo con las palabras más desesperadas ocultas en el mismo tono sobrio. ¿Nervioso? Claro que lo estaba, pero ¿Y ella? De nuevo sentí que podía seguir intentando y levantando la mirada dejando la copa en la mesa le sonreí –No puedo negar lo obvio. Yo vine por ti. Dejo de lado los por qué. Sencillamente me sobran teniéndote a ti al frente.- enarqué ambas cejas, las fruncí, me mordí el labio inferior con disimulo y entrelacé las manos sobre la mesa sin dejar de mirarla –Pero ¿Por qué estarías nerviosa tú?- ¿Podía ver luz en esa respuesta? Si no era así, aluciné.
Sin embargo ahí estaba de nuevo y Sombra, a la distancia, parecía ayudar como siempre, como si se tratase de un hijo que a su modo une a quienes ama. –Siempre lo eché de menos. Incluso me alegra que me permitas verlo, decidas lo que decidas.- “Aunque lo que deba hacer sea ir a despedirme” pensé y llevando la mano a la copa, empuñé la misma apenas unos milímetros antes, conteniéndome de beber otra vez.
Por primera vez el mesero apareció cuando no lo quería, cuando veía a Scar más tranquila, más ella, más quien yo recordaba. Dejó el menú y partió dándonos tiempo, como siempre. –No tiene por qué ser la última.- Dejé una pausa, sopesé mis palabras y como sabía que no debía contenerme dada la limitación de mi tiempo, continué –Si se acabara el mundo afuera ahora mismo no me daría cuenta.- sonreí y bajé la voz para ella, hablando lento, seguro, tranquilo aunque me sintiera nervioso como ella bien lo había notado -Alguna vez te dije que las tormentas me encantaban cuando despertaba y me encontraba con tu espalda y, vine por eso, por lo que me gustaba. Vine por ti y hasta por Sombra. No necesito quitarte el tiempo que te pedí porque aunque me podría gastar la vida entera diciéndote lo que quiero contigo, sé que puedo intentar resumirlo mal en cinco minutos o menos. Eres una mujer hermosa, siempre te lo dije sin necesidad de caer en cursilerías o excesiva dulzura. Pero así como te amo, todavía necesito decirte que me angustia esa mirada rota mezclada con una sonrisa de disimulo que veo ahora. Quizás nadie lo nota, pero yo te conozco. Olvida todo un rato, olvida que te pedí veinte minutos y dame la noche entera, dame el tiempo que quieras, pero si has de despedirte de mí que sea siendo la versión más hermosa y feliz de ti.- el corazón me latía a toda velocidad y me fue difícil decir todo tan pausado y bien vocalizado. Sentía que podía perder el control de mi razón y hablar por horas hasta convencerla, hasta que se me agotara el aire o hasta que me quedara hablando solo. -¿Qué quieres, Scar?- fue lo único que me atreví a decir luego de haber dicho todo y tras una pausa que pareció un abismo. Era todo lo que podía pensar mientras me cuestionaba y apenas aguardaba lo que fuera.
Su modo frío de tratarme me decía que había algo más, una razón de peso tras ese infundado odio que me demostraba. Nuestras peleas no fueron graves en ninguna ocasión, todo fluía natural y las peleas eran una oportunidad más para reconciliarnos con ese amor que nos profesábamos o, que quizás, sólo yo le profesaba. ¿Habría fingido durante tanto tiempo o acaso sus sentimientos hacia mí habían desaparecido de repente? Tal vez he sido demasiado ciego para ver que cometí un error gravísimo que tiró por la borda todo lo que habíamos construido. El problema radica en que no sé qué fue lo que hice.
Veinte minutos. Se sentía como si me dijeran que era el último día de vida que tenía y, al final, los minutos eran demasiados y muy pocos al mismo tiempo. No tenía idea sobre lo que debía hacer realmente. Debí pedir más, pero tenía el necesario para saber que pasaba con ella e intentar recuperarla o aceptar que todo había terminado. Sabía que si ella continuaba firme, yo debería partir de París lo más pronto posible y olvidar la idea de regresar. Debería enterrar la esperanza que quizás se fuera con la sobriedad, y dejar ir todo como cuando crece la mar, dejando en mi caso que el reflujo del alcohol me dejara los labios sombríos para olvidar el sabor de los suyos, a la par de los recuerdos y las ideas de un intentarlo de nuevo.
Sus palabras eran como dagas y sus irónicas sonrisas como el veneno en que bañaba la misma. La desconocía pero eran los recuerdos los que me mantenían firme en la silla frente a ella, aguardando algo que lo cambiara todo a mi favor. Suspiré, negué, le miré las manos en las que pretendí algún día poner una argolla que finalmente la mantuviera día y noche conmigo, que me permitiera escucharle respirar mientras dormía a mi lado y así siempre hasta el final de mis días, o de los suyos… -Si quieres partir no voy a detenerte. Si estás incómoda puedes hacerlo ahora.- dije sin mirarla a la cara. Me sentía destrozado, enfrentando la realidad que venía evadiendo y como era de esperarse, mis ojos estaban clavados en la copa de vino que apuré de nuevo hacia mis labios para terminarla entre este y el anterior sorbo. Dos veces bebí de aquella y ya había terminado.
El mesero llegó de nuevo como caído del cielo, como si estuviera ahí para detener cualquier señal de posible discusión entre nosotros. Me llenó de nuevo la copa de vino y mantuvo la de Scarlett intacta. Ella no bebía como yo. Yo no bebía como cuando estaba con ella.
-No. Al contrario. Bebo porque estoy tratando con alguien que conozco. O eso quiero creer- el mesero lejos y yo con las palabras más desesperadas ocultas en el mismo tono sobrio. ¿Nervioso? Claro que lo estaba, pero ¿Y ella? De nuevo sentí que podía seguir intentando y levantando la mirada dejando la copa en la mesa le sonreí –No puedo negar lo obvio. Yo vine por ti. Dejo de lado los por qué. Sencillamente me sobran teniéndote a ti al frente.- enarqué ambas cejas, las fruncí, me mordí el labio inferior con disimulo y entrelacé las manos sobre la mesa sin dejar de mirarla –Pero ¿Por qué estarías nerviosa tú?- ¿Podía ver luz en esa respuesta? Si no era así, aluciné.
Sin embargo ahí estaba de nuevo y Sombra, a la distancia, parecía ayudar como siempre, como si se tratase de un hijo que a su modo une a quienes ama. –Siempre lo eché de menos. Incluso me alegra que me permitas verlo, decidas lo que decidas.- “Aunque lo que deba hacer sea ir a despedirme” pensé y llevando la mano a la copa, empuñé la misma apenas unos milímetros antes, conteniéndome de beber otra vez.
Por primera vez el mesero apareció cuando no lo quería, cuando veía a Scar más tranquila, más ella, más quien yo recordaba. Dejó el menú y partió dándonos tiempo, como siempre. –No tiene por qué ser la última.- Dejé una pausa, sopesé mis palabras y como sabía que no debía contenerme dada la limitación de mi tiempo, continué –Si se acabara el mundo afuera ahora mismo no me daría cuenta.- sonreí y bajé la voz para ella, hablando lento, seguro, tranquilo aunque me sintiera nervioso como ella bien lo había notado -Alguna vez te dije que las tormentas me encantaban cuando despertaba y me encontraba con tu espalda y, vine por eso, por lo que me gustaba. Vine por ti y hasta por Sombra. No necesito quitarte el tiempo que te pedí porque aunque me podría gastar la vida entera diciéndote lo que quiero contigo, sé que puedo intentar resumirlo mal en cinco minutos o menos. Eres una mujer hermosa, siempre te lo dije sin necesidad de caer en cursilerías o excesiva dulzura. Pero así como te amo, todavía necesito decirte que me angustia esa mirada rota mezclada con una sonrisa de disimulo que veo ahora. Quizás nadie lo nota, pero yo te conozco. Olvida todo un rato, olvida que te pedí veinte minutos y dame la noche entera, dame el tiempo que quieras, pero si has de despedirte de mí que sea siendo la versión más hermosa y feliz de ti.- el corazón me latía a toda velocidad y me fue difícil decir todo tan pausado y bien vocalizado. Sentía que podía perder el control de mi razón y hablar por horas hasta convencerla, hasta que se me agotara el aire o hasta que me quedara hablando solo. -¿Qué quieres, Scar?- fue lo único que me atreví a decir luego de haber dicho todo y tras una pausa que pareció un abismo. Era todo lo que podía pensar mientras me cuestionaba y apenas aguardaba lo que fuera.
Última edición por Patrick Verlaine el Dom Ago 17, 2014 10:02 pm, editado 1 vez
Patrick Verlaine- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/03/2014
Re: Hunted heart [Privado]
Te dije que te amaba y que te había amado siempre con todo mi corazón
Rosa Montero
¿Cómo tomar aquella oportunidad? La vida le dejaba nuevamente estar al lado del hombre que más amaba y al único que seguramente le abriría su corazón. Patrick era el único para ella. Aquel que le mantenía despierta con su ausencia, quien la tranquilizaba solamente con las sonrisas y le hacía desear que el tiempo se detuviera solo para mirarle más tiempo. ¿Por qué la vida no era diferente? De haberlo sido, nunca se hubiera separado de él. No hubiera debido mentirle y ocultar su vida de inquisidora, le hubiera dado cuanto le pidiera y se habría mantenido siempre firme a su lado. La vida era injusta, le había arrancado a su madre y ahora a su amor. A la primera no podía recuperarla y a Patrick, lo tenía justo frente a ella; no le costaría nada decirle que regresara a casa, que la soledad la consumía lentamente y que podía pasar días agradables con otros, pero que prefería mil veces las peleas con él.
Scarlett se odiaba a ratos por la manera en que los ojos de Patrick revelaban el dolor que sus palabras le hacían sentir. Eso era lo bueno y malo de conocerlo tan bien, podía saber que era aquello que le dolía y que era capaz de superar. Las palabras que estaba dirigiendo a él, no eran de las que se superaban. Merecía que le arrancaran la lengua por hacer sufrir de semejante manera a aquel hombre. Patrick sin duda sería buena pareja para cualquier mujer en busca del hombre prefecto pero su egoísmo no quería dejarle ir, no quería que fuera de nadie más que suyo, con todo y que ella misma no pudiera darle tanto como deseaba.
Él también sabía decirle cosas que herían. Insistía nuevamente en que se si iba no pensaba detenerla y que podía dejarle en cualquier momento. Scarlett suspiro.
– No voy a irme, aunque si sigues insistiendo en que lo haga debe ser porque deseas que me vaya de una buena vez – no le miraba mientras decía aquello, sus ojos se posaban en todo menos en el rostro de Patrick, de hacerlo terminaría llorando; por más que fingiera ser fuerte, que no necesitaba de aquel hombre y que la que llevaba las riendas en aquel momento era ella, solo eran necesarias palabras como aquellas y la mirada fija de aquel hombre para hacerle terminar en un mar de lágrimas.
El vino de la copa de su acompañante desapareció más rápido de lo que espero. No le gustaba verle beber de esa manera, pero no tenía derecho alguno a decirle que se detuviera o que en lugar de enfrascarse en beber de la copa usara aquellos labios para besarle. Ante esa sorpresiva idea que le cruzó la mente, se sonrojo y para que no se notara bebió más de la copa, tratando de que pareciera ser efectos del vino.
La copa abandono sus labios mientras recibía una respuesta a la interrogante que planteo antes. Sonrió ante su respuesta, todo lo que le decía le fascinaba, como siempre.
– Me conoces más que cualquier otra persona así que no trates de ser modesto – Pese a la manera fría de ser, a como tenía más ganas de llorar que de sonreír y los deseos de besarle cada vez que le decía que estaba ahí por ella; seguía siendo la misma, aquella que se comportaba muchas veces como una chiquilla y la cual amaba abrazarle y sentir su calor. Los ojos de la inquisidora se clavaron en los de Patrick, como si de esa manera pudiera decirle que le ponía nerviosa todo de él, que lo quería por siempre a su lado y que si iba a dejarle ir realmente fuera él quien se marchara porque ella no sería capaz de hacerlo – Porque estas aquí – aquella era la respuesta más sensata y con menos carga emocional que creía poder darle. Si buscaba una respuesta más profunda, Scar podía decirle toda la noche aquellas cosas de él que la ponían nerviosa y que solo lograban hacer que lo amara más.
– Puedes ir a verle cuantas veces quieras y siempre que lo desees. Te adora – sonrió de manera nostálgica – Fue algo terrible tu ausencia para Sombra, se la pasaba esperando a tu regreso – suspiro – creo que algunas veces aún lo hace así que por favor. Ve a casa – sus ojos estaban fijos en los ajenos, no quería dejar de verlo ni un segundo. Era tan guapo como siempre, no cambiaba a pesar del tiempo ni la distancia. En las palabras de la inquisidora estaba oculto el verdadero deseo de su corazón. Volver a casa al lado de aquel hombre.
Guardo silencio. Dejo que la voz de Patrick le inundara los sentidos, alejara a todos y todo de su alrededor y solo los dejara a ambos. Solo estaban los dos y aquel amor que era notorio. Entre todo lo que le decía resaltaba el hecho de que se daba cuenta de que no era esa su manera de ser realmente, la fachada era inútil después de todo frente a él.
– Las tormentas me encantaban también, sobre todo cuando me abrazabas y tu respiración me tranquilizaba – se mantuvo callada unos segundos, tomando el valor necesario para continuar hablando. Fingir era mucho más sencillo que demostrar realmente aquello que sentía, al menos en ese aspecto Patrick debía sentirse contento consigo mismo, le había abierto los ojos para que se diera cuenta de que no podía mentirle y que era lo mejor hablarle con la verdad – Sospeche que lo notarias pero esperaba que no fuera así, después de todo no nací para ser actriz y de eso ahora me doy cuenta. Patrick, ¿Quieres una noche? Te daré las que quieras porque a ti no puedo negarte nada, hacerlo me duele en el alma, al igual que me duele pensar en irme ahora que te he visto de nuevo – Tomo aire porque se sentía ligeramente mareada, la mezcla de emociones le estaba afectando quizás demasiado pero eso no importaba, necesitaba decirle todo cuanto pudiera en aquellos momentos – ¿Qué quiero? Te quiero a ti, eso es lo que quiero; pero aún con todo eso no soportaría que algo te pasara por mi culpa – le miro con la culpa de las muertes sobrenaturales que llevaba a cuestas – Estar conmigo no es tan seguro como tu lo crees y si te pasa algo, yo simplemente no lo soportaría – el silencio nació nuevamente entre ambos. No porque Scarlett planeara callar en aquel instante, sino porque el mesero se encontraba ya cerca y sin darle mucha importancia lo miro – Traiga cualquier cosa que me recomiende esta noche – y dicho eso volvió a mirar a Patrick, solo para asegurarse de que seguía ahí – ¿Te quedaras a mi lado sin importar el peligro? – soltó finalmente, no podía contenerse más. Lo amaba demasiado.
Rosa Montero
¿Cómo tomar aquella oportunidad? La vida le dejaba nuevamente estar al lado del hombre que más amaba y al único que seguramente le abriría su corazón. Patrick era el único para ella. Aquel que le mantenía despierta con su ausencia, quien la tranquilizaba solamente con las sonrisas y le hacía desear que el tiempo se detuviera solo para mirarle más tiempo. ¿Por qué la vida no era diferente? De haberlo sido, nunca se hubiera separado de él. No hubiera debido mentirle y ocultar su vida de inquisidora, le hubiera dado cuanto le pidiera y se habría mantenido siempre firme a su lado. La vida era injusta, le había arrancado a su madre y ahora a su amor. A la primera no podía recuperarla y a Patrick, lo tenía justo frente a ella; no le costaría nada decirle que regresara a casa, que la soledad la consumía lentamente y que podía pasar días agradables con otros, pero que prefería mil veces las peleas con él.
Scarlett se odiaba a ratos por la manera en que los ojos de Patrick revelaban el dolor que sus palabras le hacían sentir. Eso era lo bueno y malo de conocerlo tan bien, podía saber que era aquello que le dolía y que era capaz de superar. Las palabras que estaba dirigiendo a él, no eran de las que se superaban. Merecía que le arrancaran la lengua por hacer sufrir de semejante manera a aquel hombre. Patrick sin duda sería buena pareja para cualquier mujer en busca del hombre prefecto pero su egoísmo no quería dejarle ir, no quería que fuera de nadie más que suyo, con todo y que ella misma no pudiera darle tanto como deseaba.
Él también sabía decirle cosas que herían. Insistía nuevamente en que se si iba no pensaba detenerla y que podía dejarle en cualquier momento. Scarlett suspiro.
– No voy a irme, aunque si sigues insistiendo en que lo haga debe ser porque deseas que me vaya de una buena vez – no le miraba mientras decía aquello, sus ojos se posaban en todo menos en el rostro de Patrick, de hacerlo terminaría llorando; por más que fingiera ser fuerte, que no necesitaba de aquel hombre y que la que llevaba las riendas en aquel momento era ella, solo eran necesarias palabras como aquellas y la mirada fija de aquel hombre para hacerle terminar en un mar de lágrimas.
El vino de la copa de su acompañante desapareció más rápido de lo que espero. No le gustaba verle beber de esa manera, pero no tenía derecho alguno a decirle que se detuviera o que en lugar de enfrascarse en beber de la copa usara aquellos labios para besarle. Ante esa sorpresiva idea que le cruzó la mente, se sonrojo y para que no se notara bebió más de la copa, tratando de que pareciera ser efectos del vino.
La copa abandono sus labios mientras recibía una respuesta a la interrogante que planteo antes. Sonrió ante su respuesta, todo lo que le decía le fascinaba, como siempre.
– Me conoces más que cualquier otra persona así que no trates de ser modesto – Pese a la manera fría de ser, a como tenía más ganas de llorar que de sonreír y los deseos de besarle cada vez que le decía que estaba ahí por ella; seguía siendo la misma, aquella que se comportaba muchas veces como una chiquilla y la cual amaba abrazarle y sentir su calor. Los ojos de la inquisidora se clavaron en los de Patrick, como si de esa manera pudiera decirle que le ponía nerviosa todo de él, que lo quería por siempre a su lado y que si iba a dejarle ir realmente fuera él quien se marchara porque ella no sería capaz de hacerlo – Porque estas aquí – aquella era la respuesta más sensata y con menos carga emocional que creía poder darle. Si buscaba una respuesta más profunda, Scar podía decirle toda la noche aquellas cosas de él que la ponían nerviosa y que solo lograban hacer que lo amara más.
– Puedes ir a verle cuantas veces quieras y siempre que lo desees. Te adora – sonrió de manera nostálgica – Fue algo terrible tu ausencia para Sombra, se la pasaba esperando a tu regreso – suspiro – creo que algunas veces aún lo hace así que por favor. Ve a casa – sus ojos estaban fijos en los ajenos, no quería dejar de verlo ni un segundo. Era tan guapo como siempre, no cambiaba a pesar del tiempo ni la distancia. En las palabras de la inquisidora estaba oculto el verdadero deseo de su corazón. Volver a casa al lado de aquel hombre.
Guardo silencio. Dejo que la voz de Patrick le inundara los sentidos, alejara a todos y todo de su alrededor y solo los dejara a ambos. Solo estaban los dos y aquel amor que era notorio. Entre todo lo que le decía resaltaba el hecho de que se daba cuenta de que no era esa su manera de ser realmente, la fachada era inútil después de todo frente a él.
– Las tormentas me encantaban también, sobre todo cuando me abrazabas y tu respiración me tranquilizaba – se mantuvo callada unos segundos, tomando el valor necesario para continuar hablando. Fingir era mucho más sencillo que demostrar realmente aquello que sentía, al menos en ese aspecto Patrick debía sentirse contento consigo mismo, le había abierto los ojos para que se diera cuenta de que no podía mentirle y que era lo mejor hablarle con la verdad – Sospeche que lo notarias pero esperaba que no fuera así, después de todo no nací para ser actriz y de eso ahora me doy cuenta. Patrick, ¿Quieres una noche? Te daré las que quieras porque a ti no puedo negarte nada, hacerlo me duele en el alma, al igual que me duele pensar en irme ahora que te he visto de nuevo – Tomo aire porque se sentía ligeramente mareada, la mezcla de emociones le estaba afectando quizás demasiado pero eso no importaba, necesitaba decirle todo cuanto pudiera en aquellos momentos – ¿Qué quiero? Te quiero a ti, eso es lo que quiero; pero aún con todo eso no soportaría que algo te pasara por mi culpa – le miro con la culpa de las muertes sobrenaturales que llevaba a cuestas – Estar conmigo no es tan seguro como tu lo crees y si te pasa algo, yo simplemente no lo soportaría – el silencio nació nuevamente entre ambos. No porque Scarlett planeara callar en aquel instante, sino porque el mesero se encontraba ya cerca y sin darle mucha importancia lo miro – Traiga cualquier cosa que me recomiende esta noche – y dicho eso volvió a mirar a Patrick, solo para asegurarse de que seguía ahí – ¿Te quedaras a mi lado sin importar el peligro? – soltó finalmente, no podía contenerse más. Lo amaba demasiado.
Scarlett Duchannes- Inquisidor Clase Alta
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DATOS DEL PERSONAJE
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Re: Hunted heart [Privado]
"Hay personas que solo verlas te hacen temblar. Aunque sea tarde.
Aunque ya no se pueda. Siempre van a conseguirlo. Que las ganas estén ahí."
Aunque ya no se pueda. Siempre van a conseguirlo. Que las ganas estén ahí."
-No quise que te fueras nunca- nada podía responder mejor a lo que me dijo. Es más, estaba seguro que no sería capaz de contenerme si ella se levantaba de su lugar y se dirigía hacia la puerta, hacia el adiós. Yo en mi terquedad iría tras de ella, la tomaría por la cintura devolviéndola hacia mí y besaría sus labios, aunque de respuesta no obtuviera más que una bofetada, una que dolería menos que el hecho de verla partir de nuevo mientras yo me convencía que no debía de insistir más.
No sé si el mejor lugar para citarla fue este hotel en el que ni siquiera vivo. Alquilé una habitación por dos noches tan sólo para que ella aceptara verme en medio de tanto público, ese que a la vez le resultaría desconocido al tratarse de un lugar típico de extranjeros. Fue todo lo que se me ocurrió, lo que creí más apropiado. Pero estaba claro que cuando se trataba de ella, yo no era el mismo. Todo radicaba en sentirla ausente. Su falta en mi vida había tenido el sabor de un par de copas rotas y el efecto de fluir y cortar era el mismo que tenían ahora mis palabras.
¿Notaría ella ese modo de beber que jamás conoció de mí? Cuando dejé de verla para acomodar mejor mis ideas sentí sus ojos sobre mí y de reojo vi que probaba de su copa. Suspiré y levanté de nuevo la mirada, no podía dejar de contemplar el rostro que anhelé por tanto tiempo y, cuando era consciente de eso, ni siquiera me importaba lo frío que pudiera mirarme. Lo único que me importaba era ella. Sus palabras me resultaron inesperadas, a leguas se notaba que ya me había mal acostumbrado a que mis intentos de reconquistarla salieran mal, tanto así que cuando algo parecía hacerme sonreír de nuevo, lo complicaba todo hasta hacer posible perderlo. –No es modestia, es más una especie de sorpresa, una que no comprendo, Scar. He tratado de entender tus motivos para todo esto pero siempre termino buscando a ciegas y por eso no encuentro nada- ¿Cómo podría estar nerviosa porque yo estuviera ahí? Cada vez entendía menos y pensaba más, de un modo equivocado seguramente, pero al fin y al cabo en mayor cantidad.
-Me encantaría- le respondí en un susurro. –Ese perro es incomparable- fue lo único que pude decir considerando que ahora me daba carta abierta para ir a su casa, esa misma que compartí con ella durante meses y en la que me dejé el corazón y los mejores recuerdos de mi vida en París. Nada se comparaba con eso, ni con mis momentos con ella, ni lo excepcional que resultaba incluso su mascota. ¿Me habría extrañado ella también? Quizás se limitara a decirle al perro con insistencia que eso era todo, que se moviera de la puerta porque yo no volvería más a hacer parte de ese cuadro que me recordaba por las noches. Dije poco al respecto, pero ella era de esas personas con las que las palabras se quedan cortas pero es suficiente con mirarlas a los ojos.
Y ahí estaba de nuevo, mi sorpresiva Scarlett logró que el corazón me diera un vuelco y latiera desbocado dentro de mi pecho. Enarqué las cejas apenas, con desconcierto, sin dejar de verla y con deseos de abrazarla de una vez por todas. Necesitaba esa cercanía como el mismo aire. No deseaba nada más. Mientras la dejaba hablar busqué una de sus manos sobre la mesa y la tomé con una de las mías, sin dejar de verla y sin sonreír. No lo hacía porque para mí era demasiado importante lo que manifestaba, más allá de alegrarme, me conmovía y me entregaba en sus manos mientras el resto del universo se esfumaba en el mejor de los silencios. –Espero que llueva hasta que se me olvide que estuviste lejos- me atreví a decir y le sonreí de medio lado amortiguando lo que podría llegar a ser una impertinencia. –Eres buena en lo que quieras, pero sé bien como miras cuando te sientes feliz, enojada, triste… no es algo que pueda ignorar tan fácil. No cuando viene de ti- levanté su mano y besé el dorso de la misma con tal cuidado y devoción que no podría explicarlo. –Preciosa mía- le dije en un susurro deshaciéndome de cualquier temor o límite con ella –No pasará nada, no pienses en algo así porque, aún con lo que signifique, elegiría mil veces estar a tu lado.- quizás ella pensara que decía algo así por mi amor por ella, pero en el fondo yo lo sabía todo y se lo diría. Pero no ahora, no allí. –Yo no soporto tenerte lejos. Prefiero arriesgarme a lo que quieras, pero vivir con esta incertidumbre y este sabor amargo de sentirte diferente me carcome. No te imaginas hasta qué punto- “hasta el punto de volverme un adicto a lo que nunca debí ser”.
Con dificultad miré al mesero que interrumpía de nuevo y le respondí sin ganas pero comprendiendo bien que el muchacho apenas hacia su trabajo –Traiga lo mejor que le hayan pedido esta noche, para ambos, por favor- soné afable y no era para menos. Si bien él interrumpía también me había salvado otras tantas veces. Sin embargo lo que menos tenía era hambre. No tenía la menor intención de comer, quería llevármela de allí y besarla con la tranquilidad que no me daba ese lugar repleto de extremos moralistas. –Me quedaría contigo hasta que dejara de respirar. Daría mi vida por ti de ser necesario. De eso puedes estar segura- afirmé con un nudo en la garganta pero con la seguridad necesaria para que notara mis intenciones. –No me importa nada más. Vine a jugármelo todo, a tener conmigo a la mujer que amo con todo lo que ella represente.- y sin más, sin importarme en absoluto lo que pensara nadie, me levanté de mi lugar, me acerqué sin prisas y a tiempo justo a ella y me incliné. Tomé su rostro en mis manos y besé sus labios con más devoción que la primera vez y que ninguna. Eso era lo que quería, era ella por completo a quien anhelaba.
No sé si el mejor lugar para citarla fue este hotel en el que ni siquiera vivo. Alquilé una habitación por dos noches tan sólo para que ella aceptara verme en medio de tanto público, ese que a la vez le resultaría desconocido al tratarse de un lugar típico de extranjeros. Fue todo lo que se me ocurrió, lo que creí más apropiado. Pero estaba claro que cuando se trataba de ella, yo no era el mismo. Todo radicaba en sentirla ausente. Su falta en mi vida había tenido el sabor de un par de copas rotas y el efecto de fluir y cortar era el mismo que tenían ahora mis palabras.
¿Notaría ella ese modo de beber que jamás conoció de mí? Cuando dejé de verla para acomodar mejor mis ideas sentí sus ojos sobre mí y de reojo vi que probaba de su copa. Suspiré y levanté de nuevo la mirada, no podía dejar de contemplar el rostro que anhelé por tanto tiempo y, cuando era consciente de eso, ni siquiera me importaba lo frío que pudiera mirarme. Lo único que me importaba era ella. Sus palabras me resultaron inesperadas, a leguas se notaba que ya me había mal acostumbrado a que mis intentos de reconquistarla salieran mal, tanto así que cuando algo parecía hacerme sonreír de nuevo, lo complicaba todo hasta hacer posible perderlo. –No es modestia, es más una especie de sorpresa, una que no comprendo, Scar. He tratado de entender tus motivos para todo esto pero siempre termino buscando a ciegas y por eso no encuentro nada- ¿Cómo podría estar nerviosa porque yo estuviera ahí? Cada vez entendía menos y pensaba más, de un modo equivocado seguramente, pero al fin y al cabo en mayor cantidad.
-Me encantaría- le respondí en un susurro. –Ese perro es incomparable- fue lo único que pude decir considerando que ahora me daba carta abierta para ir a su casa, esa misma que compartí con ella durante meses y en la que me dejé el corazón y los mejores recuerdos de mi vida en París. Nada se comparaba con eso, ni con mis momentos con ella, ni lo excepcional que resultaba incluso su mascota. ¿Me habría extrañado ella también? Quizás se limitara a decirle al perro con insistencia que eso era todo, que se moviera de la puerta porque yo no volvería más a hacer parte de ese cuadro que me recordaba por las noches. Dije poco al respecto, pero ella era de esas personas con las que las palabras se quedan cortas pero es suficiente con mirarlas a los ojos.
Y ahí estaba de nuevo, mi sorpresiva Scarlett logró que el corazón me diera un vuelco y latiera desbocado dentro de mi pecho. Enarqué las cejas apenas, con desconcierto, sin dejar de verla y con deseos de abrazarla de una vez por todas. Necesitaba esa cercanía como el mismo aire. No deseaba nada más. Mientras la dejaba hablar busqué una de sus manos sobre la mesa y la tomé con una de las mías, sin dejar de verla y sin sonreír. No lo hacía porque para mí era demasiado importante lo que manifestaba, más allá de alegrarme, me conmovía y me entregaba en sus manos mientras el resto del universo se esfumaba en el mejor de los silencios. –Espero que llueva hasta que se me olvide que estuviste lejos- me atreví a decir y le sonreí de medio lado amortiguando lo que podría llegar a ser una impertinencia. –Eres buena en lo que quieras, pero sé bien como miras cuando te sientes feliz, enojada, triste… no es algo que pueda ignorar tan fácil. No cuando viene de ti- levanté su mano y besé el dorso de la misma con tal cuidado y devoción que no podría explicarlo. –Preciosa mía- le dije en un susurro deshaciéndome de cualquier temor o límite con ella –No pasará nada, no pienses en algo así porque, aún con lo que signifique, elegiría mil veces estar a tu lado.- quizás ella pensara que decía algo así por mi amor por ella, pero en el fondo yo lo sabía todo y se lo diría. Pero no ahora, no allí. –Yo no soporto tenerte lejos. Prefiero arriesgarme a lo que quieras, pero vivir con esta incertidumbre y este sabor amargo de sentirte diferente me carcome. No te imaginas hasta qué punto- “hasta el punto de volverme un adicto a lo que nunca debí ser”.
Con dificultad miré al mesero que interrumpía de nuevo y le respondí sin ganas pero comprendiendo bien que el muchacho apenas hacia su trabajo –Traiga lo mejor que le hayan pedido esta noche, para ambos, por favor- soné afable y no era para menos. Si bien él interrumpía también me había salvado otras tantas veces. Sin embargo lo que menos tenía era hambre. No tenía la menor intención de comer, quería llevármela de allí y besarla con la tranquilidad que no me daba ese lugar repleto de extremos moralistas. –Me quedaría contigo hasta que dejara de respirar. Daría mi vida por ti de ser necesario. De eso puedes estar segura- afirmé con un nudo en la garganta pero con la seguridad necesaria para que notara mis intenciones. –No me importa nada más. Vine a jugármelo todo, a tener conmigo a la mujer que amo con todo lo que ella represente.- y sin más, sin importarme en absoluto lo que pensara nadie, me levanté de mi lugar, me acerqué sin prisas y a tiempo justo a ella y me incliné. Tomé su rostro en mis manos y besé sus labios con más devoción que la primera vez y que ninguna. Eso era lo que quería, era ella por completo a quien anhelaba.
Patrick Verlaine- Cambiante Clase Alta
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Re: Hunted heart [Privado]
Se sintió como no se sentía desde hacía mucho tiempo, como si sus sueños aún pudieran hacerse realidad.
Nicholas Sparks
Era terca como ella sola y pese a todo continuaba ahí. Patrick la mantenía firme en aquel lugar donde por más que se dijeran cosas que les dañaban con la mirada se decían todo aquello que realmente sentían, no existía nada oculto para el otro y eso nunca cambiaría por más difíciles que se tornaran las situaciones. Ambos estaban ahí por el otro, como en el pasado y al igual que lo estarían en el futuro a pesar de que Scarlett tratara de jurarse a si misma que esa noche era la ultima.
El ambiente se relajaba a su alrededor porque no tenía nada más que ocultar, estaba cansada de fingir. Se cansaba más fácilmente de pelear contra sobrenaturales y ser otra mujer que no deseaba, sus ideales de venganza en nombre a su madre le habían oscurecido el raciocinio por mucho tiempo y aquel hombre le había devuelto las ganas de vivir lejos de la ira y la tristeza; Patrick le invitaba a estar a su lado, a ser feliz y vivir sin recordar el pasado que únicamente traía dolor. ¿Qué hubiera pensado su madre? Seguro que al igual que ella, amaría a Patrick por el hecho de llevar tanta felicidad a su hija; pero eso era algo que la inquisidora solo podía suponer o imaginar, no tenía certeza alguna de eso más que el tiempo que conoció a su madre y que le decía que fuera feliz, que al final del camino no se tenía nada más que los momentos en que más se había gozado y de hecho, alguna vez le había dicho que seguramente al final del camino de la vida aquellos momentos dolorosos vividos solo otorgarían más luz a los buenos. Scarlett sonrió; todos sus momentos felices estaban al lado de Patrick.
Una risa suave salió de sus labios porque no quería importunar a los demás comensales que se encontraban esa noche en el restaurante. Él era tan sincero como siempre cuando se trataba de las maneras en que ella le “confundía”. A Scar le encantaba la manera en que algunas veces cuando eso pasaba, Patrick hacía una mueca diferente, aunque apenas por unos segundos. Ella sin embargo le conocía las expresiones; todo gracias a aquel tiempo que compartieron juntos en donde no le intereso para nada las habladurías de la gente sobre la pareja que vivía junta sin estar casados o que se vieran intenciones de boda, para ella, el solo estar con Patrick le era suficiente y no requería nada más que su presencia.
– No entiendo tampoco por qué te sorprendes, pero si tienes alguna duda de mi manera de actuar o los motivos detrás de ellos solo es necesario que me preguntes, prometo que tratare de decirte la verdad – no precisamente trataría, sino que la verdad se le saldría sola y después no podría fingir que nunca quiso decirlo en primer lugar.
La clave para todo, aquella manera en que él pudo romper más velozmente las barreras que tarde o temprano habrían cedido fue ni más ni menos que Sombra. Aquel animal que no se encontraba presente entre ellos era lo que terminaba ahora por sacarle las verdades a la inquisidora, esas que solo había sido el animal quien las escuchara sin poder jamás hacer que su dueña dejara de llorar sobre la cama después de decirle lo mucho que extrañaba la presencia de Patrick y esa manera en que parecían estar hechos el uno para el otro.
Cuando los ojos de Patrick le miraron con sorpresa se dio cuenta que ni siquiera él esperaba que se quebrara ese día. Tal vez hubiese planeado seguirle, convencerle y luchar un poco más cuando en realidad no tenía que luchar por algo que había ganado desde hacía tanto tiempo. El corazón de la inquisidora y sus pensamientos siempre viajaban a ese hombre que atónito le observaba, investigando en los ojos de ella si es que todo cuanto le decía en esos instantes era verdad.
– Todo esto que te digo es cierto Patrick, lo juro – aseguro para ver que cambiara su expresión y fue cuando las primeras palabras de respuesta nacieron en sus labios, que ella se sintió a salvo de nuevo – Nunca estuvimos realmente lejos, porque a lo que veo siempre estuvimos pensando en el otro – sonrió – fue como hacer un viaje algo largo, pero finalmente hemos regresado – Le daba ánimos con sus palabras, asegurando que era la convivencia y el amor por observar al otro lo que les llevo a conocerse tan bien y la inquisidora no pudo más que asentir a esas palabras que le resultaban tan ciertas – Yo tampoco puedo ignorar cosas cuando se trata de ti – su mano fue tomada por la ajena y ella casi sintió morir y revivir cuando le beso el dorso de la mano. Poseía él sin duda un poder que no podía negarse y con todo lo que ahora le decía ya no tendrían vuelta atrás, Scarlett no podría dejarle nunca más y eso podría ser la bendición o la maldición de ambos, cosa que en realidad no le importaba, iría a cualquier sitio donde Patrick se encontrara – No estaremos lejos nunca más, te lo prometo – y hablaba de manera sincera, como quien no quería dejar de verle un solo segundo.
El mesero hizo lo suyo y rápidamente se alejo de la pareja, notando que su acercamiento tan oportuno en ocasiones anteriores ahora solo traía dificultades.
– No des tu vida por mi, mejor vive siempre a mi lado y seamos felices como antes – las sonrisas le salían por montones, todas naturales y con la alegría que se le desbordaba del corazón. Suspiro, con la carga que llevaba antes ya disminuida gracias a las palabras ajenas y con el deseo de que todos desaparecieran y le dejaran a solas con Patrick por siempre – No tienes que jugarte nada porque mi corazón siempre ha sido tuyo – le miro levantarse y no comprendió que sucedía, creyó que se irían de ahí o que algo había sucedido pero cuando las manos masculinas le sujetaron y los labios de ambos se encontraron su corazón latió acelerado, disfrutando de aquel beso que sabía a añoranza, a dolor, a lucha pero sobre todo a amor. Para la inquisidora el tiempo se detuvo por completo y no existía nada más maravilloso en esos instantes hasta que Patrick se separo de sus labios y ella le miro firme – Quiero irme a casa, quiero que estemos solos tu y yo porque te he extraño más de lo que cualquiera podría extrañar a otra persona – entonces el mesero se acerco y sin decir palabra dejo dos bandejas frente a ellos pero Scar no veía nada, estaba enfocada en aquel hombre y en nada más que eso.
Nicholas Sparks
Era terca como ella sola y pese a todo continuaba ahí. Patrick la mantenía firme en aquel lugar donde por más que se dijeran cosas que les dañaban con la mirada se decían todo aquello que realmente sentían, no existía nada oculto para el otro y eso nunca cambiaría por más difíciles que se tornaran las situaciones. Ambos estaban ahí por el otro, como en el pasado y al igual que lo estarían en el futuro a pesar de que Scarlett tratara de jurarse a si misma que esa noche era la ultima.
El ambiente se relajaba a su alrededor porque no tenía nada más que ocultar, estaba cansada de fingir. Se cansaba más fácilmente de pelear contra sobrenaturales y ser otra mujer que no deseaba, sus ideales de venganza en nombre a su madre le habían oscurecido el raciocinio por mucho tiempo y aquel hombre le había devuelto las ganas de vivir lejos de la ira y la tristeza; Patrick le invitaba a estar a su lado, a ser feliz y vivir sin recordar el pasado que únicamente traía dolor. ¿Qué hubiera pensado su madre? Seguro que al igual que ella, amaría a Patrick por el hecho de llevar tanta felicidad a su hija; pero eso era algo que la inquisidora solo podía suponer o imaginar, no tenía certeza alguna de eso más que el tiempo que conoció a su madre y que le decía que fuera feliz, que al final del camino no se tenía nada más que los momentos en que más se había gozado y de hecho, alguna vez le había dicho que seguramente al final del camino de la vida aquellos momentos dolorosos vividos solo otorgarían más luz a los buenos. Scarlett sonrió; todos sus momentos felices estaban al lado de Patrick.
Una risa suave salió de sus labios porque no quería importunar a los demás comensales que se encontraban esa noche en el restaurante. Él era tan sincero como siempre cuando se trataba de las maneras en que ella le “confundía”. A Scar le encantaba la manera en que algunas veces cuando eso pasaba, Patrick hacía una mueca diferente, aunque apenas por unos segundos. Ella sin embargo le conocía las expresiones; todo gracias a aquel tiempo que compartieron juntos en donde no le intereso para nada las habladurías de la gente sobre la pareja que vivía junta sin estar casados o que se vieran intenciones de boda, para ella, el solo estar con Patrick le era suficiente y no requería nada más que su presencia.
– No entiendo tampoco por qué te sorprendes, pero si tienes alguna duda de mi manera de actuar o los motivos detrás de ellos solo es necesario que me preguntes, prometo que tratare de decirte la verdad – no precisamente trataría, sino que la verdad se le saldría sola y después no podría fingir que nunca quiso decirlo en primer lugar.
La clave para todo, aquella manera en que él pudo romper más velozmente las barreras que tarde o temprano habrían cedido fue ni más ni menos que Sombra. Aquel animal que no se encontraba presente entre ellos era lo que terminaba ahora por sacarle las verdades a la inquisidora, esas que solo había sido el animal quien las escuchara sin poder jamás hacer que su dueña dejara de llorar sobre la cama después de decirle lo mucho que extrañaba la presencia de Patrick y esa manera en que parecían estar hechos el uno para el otro.
Cuando los ojos de Patrick le miraron con sorpresa se dio cuenta que ni siquiera él esperaba que se quebrara ese día. Tal vez hubiese planeado seguirle, convencerle y luchar un poco más cuando en realidad no tenía que luchar por algo que había ganado desde hacía tanto tiempo. El corazón de la inquisidora y sus pensamientos siempre viajaban a ese hombre que atónito le observaba, investigando en los ojos de ella si es que todo cuanto le decía en esos instantes era verdad.
– Todo esto que te digo es cierto Patrick, lo juro – aseguro para ver que cambiara su expresión y fue cuando las primeras palabras de respuesta nacieron en sus labios, que ella se sintió a salvo de nuevo – Nunca estuvimos realmente lejos, porque a lo que veo siempre estuvimos pensando en el otro – sonrió – fue como hacer un viaje algo largo, pero finalmente hemos regresado – Le daba ánimos con sus palabras, asegurando que era la convivencia y el amor por observar al otro lo que les llevo a conocerse tan bien y la inquisidora no pudo más que asentir a esas palabras que le resultaban tan ciertas – Yo tampoco puedo ignorar cosas cuando se trata de ti – su mano fue tomada por la ajena y ella casi sintió morir y revivir cuando le beso el dorso de la mano. Poseía él sin duda un poder que no podía negarse y con todo lo que ahora le decía ya no tendrían vuelta atrás, Scarlett no podría dejarle nunca más y eso podría ser la bendición o la maldición de ambos, cosa que en realidad no le importaba, iría a cualquier sitio donde Patrick se encontrara – No estaremos lejos nunca más, te lo prometo – y hablaba de manera sincera, como quien no quería dejar de verle un solo segundo.
El mesero hizo lo suyo y rápidamente se alejo de la pareja, notando que su acercamiento tan oportuno en ocasiones anteriores ahora solo traía dificultades.
– No des tu vida por mi, mejor vive siempre a mi lado y seamos felices como antes – las sonrisas le salían por montones, todas naturales y con la alegría que se le desbordaba del corazón. Suspiro, con la carga que llevaba antes ya disminuida gracias a las palabras ajenas y con el deseo de que todos desaparecieran y le dejaran a solas con Patrick por siempre – No tienes que jugarte nada porque mi corazón siempre ha sido tuyo – le miro levantarse y no comprendió que sucedía, creyó que se irían de ahí o que algo había sucedido pero cuando las manos masculinas le sujetaron y los labios de ambos se encontraron su corazón latió acelerado, disfrutando de aquel beso que sabía a añoranza, a dolor, a lucha pero sobre todo a amor. Para la inquisidora el tiempo se detuvo por completo y no existía nada más maravilloso en esos instantes hasta que Patrick se separo de sus labios y ella le miro firme – Quiero irme a casa, quiero que estemos solos tu y yo porque te he extraño más de lo que cualquiera podría extrañar a otra persona – entonces el mesero se acerco y sin decir palabra dejo dos bandejas frente a ellos pero Scar no veía nada, estaba enfocada en aquel hombre y en nada más que eso.
Scarlett Duchannes- Inquisidor Clase Alta
- Mensajes : 97
Fecha de inscripción : 24/10/2013
DATOS DEL PERSONAJE
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Re: Hunted heart [Privado]
“¿Pero qué crees que voy a callar que no te hayan dicho mis ojos ya?”
Cuando me levanté esa mañana a redactar la carta no me imaginé lo que realmente sucedería. Tenía muchas ideas, sí, pero todas me llevaban a plantear un montón de maneras que tendría Scarlett de rechazarme, de pedirme que la dejara en paz y que entendiera de una vez por todas que todo había terminado. Tal vez ella pretendía que yo pasara la página, pero me hacía sentir que la arrancaba de cuajo.
-Cuando te despediste lo hiciste de tal forma que a tu modo sentí que me decías que no preguntara, que no darías un paso atrás y que eso era todo- suspiré cortamente como si en el fondo supiera que ahora todo eso parecía una mera estupidez mía –Respeté tus decisiones Scar, como hice y seguiré haciendo. Sin embargo hice una excepción hoy, pero ambos sabemos que este es mi último intento. Por mi amor a ti, por mi respeto a ti- aclaré mirándola a ese par de ojos que me merecían mis palabras y mis silencios, cada retirada y cada intento, esta vida e incluso la otra.
Pero cada palabra que íbamos diciendo me decía que las distancias las habíamos puesto nosotros. Ningún lugar estuvo realmente lejos porque las emociones seguían vigentes, latiendo. Siempre quise volver, pero no lo hice porque no sabía si ella podría estar esperando y, ahora que sus sonrisas empezaban a aparecer aunque intermitentes, me hacía sentir que incluso había perdido el tiempo en la ansiosa espera. O quizás había regresado en el momento justo para poder ver a la Scarlett de siempre, de nuevo.
Si nos deteníamos a pensar, nunca la tuvimos fácil. Como cualquier pareja vivimos épocas buenas y malas como la reciente. Era mucho tragarnos los pensamientos. Mucho fingir dureza cuando en realidad en el fondo latía un corazón de oro. Hace unos días podía verla pasar de lejos y creer que me podría romper más que el alma, pero detrás de sus ojeras era todo dulzura. Le gustaban los abrazos, el sentirse protegida. Teniendo tanto que decir que no se atrevía. Pensaba que todo lo tenía bajo control y eso mismo le dominaba la vida. Parecía una línea recta, pero prefería las emociones sobre sus curvas, sobre su vida.
A medida que empezaba a hablar yo le sonreía, como un idiota, como el enamorado de siempre al que no le importa que le digan ‘sí’ y al minuto ‘no’, nada de eso importaba antes y mucho menos ahora que sentía que la estaba recuperando. –Siempre, Scar, siempre- afirmé sobre mis pensamientos acerca de ella que nunca se alejaron. Ni de día, ni de noche, ni ebrio, ni sobrio, nunca. –No te cuestioné antes y no voy a hacerlo ahora. Luego preguntaré por qué, pero las razones han perdido importancia para este momento- mi voz sonaba aún tranquila pese a que sentía las emociones ir de un lado a otro dentro de mi corazón, como si rebotaran en cada palabra que me gustaba escuchar de sus labios. Sus manos en las mías me resultaron más cálidas y suaves que nunca y todo mi ser denotaba cuanto la extrañaba, cuanto necesitaba tenerla en mis brazos para convencerme que no se iría de nuevo, que no lo permitiría tan fácil. –No te dejaría ir tan fácil otra vez, ya sé que no lo tolero- respondí y aunque no mencioné un “Lo juro”, era un indudable juramento.
El mesero reapareció de nuevo y fue una especie de polo a tierra que me decía que existían otros a nuestro alrededor para ese preciso momento. Sonreí a aquello y deseé con más intensidad largarme de ahí con ella, sin más interrupciones o miradas ajenas sobre nosotros y lo que decíamos o hacíamos. Sin embargo agradecí al muchacho que ninguna culpa tenía.
-Tú pides, yo doy, lo que quieras- “Hasta mi vida si algún día se te ocurre” pensé de sólo imaginarme cómo se pondría cuando supiera lo que yo realmente era. Pero sus sonrisas me alentaban, imaginar que realmente era feliz con lo que decía era mi principal motivo y aliciente para gastarme la vida entera en hacerla feliz cada día de su vida, sin dudarlo.
Sus labios eran la mayor de mis drogas, su existencia el más grande y poderoso de mis vicios y al separarme de ella tras un anhelado beso y encontrarme con su mirada tan cerca lo tuve más que claro de nuevo. Sentí al mesero acercarse de nuevo y dejar los platos y la cuenta en un papel boca abajo sobre la mesa, y las palabras de Scarlett se adelantaron a las mías. –Vámonos ahora- le respondí en un susurro y acto seguido me vi obligado a soltarla por unos instantes para dejar el dinero sobre la mesa. No cenaríamos, nuestros deseos de retirarnos parecían desesperados, pero ¿A quién le importaba? Ella siempre había sido lo que yo más anhelaba.
La tomé de la mano, le sonreí. Ella era la persona con la que quería estar cuando no quería estar con nadie.
-Cuando te despediste lo hiciste de tal forma que a tu modo sentí que me decías que no preguntara, que no darías un paso atrás y que eso era todo- suspiré cortamente como si en el fondo supiera que ahora todo eso parecía una mera estupidez mía –Respeté tus decisiones Scar, como hice y seguiré haciendo. Sin embargo hice una excepción hoy, pero ambos sabemos que este es mi último intento. Por mi amor a ti, por mi respeto a ti- aclaré mirándola a ese par de ojos que me merecían mis palabras y mis silencios, cada retirada y cada intento, esta vida e incluso la otra.
Pero cada palabra que íbamos diciendo me decía que las distancias las habíamos puesto nosotros. Ningún lugar estuvo realmente lejos porque las emociones seguían vigentes, latiendo. Siempre quise volver, pero no lo hice porque no sabía si ella podría estar esperando y, ahora que sus sonrisas empezaban a aparecer aunque intermitentes, me hacía sentir que incluso había perdido el tiempo en la ansiosa espera. O quizás había regresado en el momento justo para poder ver a la Scarlett de siempre, de nuevo.
Si nos deteníamos a pensar, nunca la tuvimos fácil. Como cualquier pareja vivimos épocas buenas y malas como la reciente. Era mucho tragarnos los pensamientos. Mucho fingir dureza cuando en realidad en el fondo latía un corazón de oro. Hace unos días podía verla pasar de lejos y creer que me podría romper más que el alma, pero detrás de sus ojeras era todo dulzura. Le gustaban los abrazos, el sentirse protegida. Teniendo tanto que decir que no se atrevía. Pensaba que todo lo tenía bajo control y eso mismo le dominaba la vida. Parecía una línea recta, pero prefería las emociones sobre sus curvas, sobre su vida.
A medida que empezaba a hablar yo le sonreía, como un idiota, como el enamorado de siempre al que no le importa que le digan ‘sí’ y al minuto ‘no’, nada de eso importaba antes y mucho menos ahora que sentía que la estaba recuperando. –Siempre, Scar, siempre- afirmé sobre mis pensamientos acerca de ella que nunca se alejaron. Ni de día, ni de noche, ni ebrio, ni sobrio, nunca. –No te cuestioné antes y no voy a hacerlo ahora. Luego preguntaré por qué, pero las razones han perdido importancia para este momento- mi voz sonaba aún tranquila pese a que sentía las emociones ir de un lado a otro dentro de mi corazón, como si rebotaran en cada palabra que me gustaba escuchar de sus labios. Sus manos en las mías me resultaron más cálidas y suaves que nunca y todo mi ser denotaba cuanto la extrañaba, cuanto necesitaba tenerla en mis brazos para convencerme que no se iría de nuevo, que no lo permitiría tan fácil. –No te dejaría ir tan fácil otra vez, ya sé que no lo tolero- respondí y aunque no mencioné un “Lo juro”, era un indudable juramento.
El mesero reapareció de nuevo y fue una especie de polo a tierra que me decía que existían otros a nuestro alrededor para ese preciso momento. Sonreí a aquello y deseé con más intensidad largarme de ahí con ella, sin más interrupciones o miradas ajenas sobre nosotros y lo que decíamos o hacíamos. Sin embargo agradecí al muchacho que ninguna culpa tenía.
-Tú pides, yo doy, lo que quieras- “Hasta mi vida si algún día se te ocurre” pensé de sólo imaginarme cómo se pondría cuando supiera lo que yo realmente era. Pero sus sonrisas me alentaban, imaginar que realmente era feliz con lo que decía era mi principal motivo y aliciente para gastarme la vida entera en hacerla feliz cada día de su vida, sin dudarlo.
Sus labios eran la mayor de mis drogas, su existencia el más grande y poderoso de mis vicios y al separarme de ella tras un anhelado beso y encontrarme con su mirada tan cerca lo tuve más que claro de nuevo. Sentí al mesero acercarse de nuevo y dejar los platos y la cuenta en un papel boca abajo sobre la mesa, y las palabras de Scarlett se adelantaron a las mías. –Vámonos ahora- le respondí en un susurro y acto seguido me vi obligado a soltarla por unos instantes para dejar el dinero sobre la mesa. No cenaríamos, nuestros deseos de retirarnos parecían desesperados, pero ¿A quién le importaba? Ella siempre había sido lo que yo más anhelaba.
La tomé de la mano, le sonreí. Ella era la persona con la que quería estar cuando no quería estar con nadie.
CERRADO
Patrick Verlaine- Cambiante Clase Alta
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