AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Detrás de la máscara [Privado]
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Detrás de la máscara [Privado]
Me frote los ojos con las yemas de los dedos de mi mano derecha, mientras me recargaba en el pesado escritorio de madera rojiza de mi despacho, me sentía cansada de haber pasado todo el día revisando los libros de cuentas pero había algunas cosas que no le confiaba a nadie: mis sentimientos, el hecho de que era bruja (o algo así) y el manejo de la fortuna de mi familia.
Miré el reloj pequeño y plateado que llevaba en mi muñeca, era más que evidente que después de llevar todo el día encerrada revisando cuentas ya era tarde pero aún así quise asegurarme que aún tenía tiempo. Miré la bandeja que alguna de las mujeres de la servidumbre había tenido la amabilidad de traerme montada con algo de te y un emparedado puesto que tampoco había bajado a comer, seguía intacta.
Sabía que debía de verme terrible, más pálida de lo usual y con el cabello revuelto, cerré por fin los libros de cuentas y tome la llave que pendía de mi cuello para abrir los cajones y guardarlos. Volví a cerrar los cajones y a colgarme la llave, llame a Tomas mi mayordomo, le pedí que me enviara un poco de agua y un par de damas a mi habitación para alistarme y que fuese preparando el carruaje.
Subí a mi pieza y les pedí que me ayudarán a ponerme el vestido rojo con encaje negro en la espalda, que poseía una abotonadura que recorría toda mi columna hasta llegar a la espalda baja. Ataron mi cabello de manera elegante pero sencilla, tampoco disponía de tanto tiempo. Baje por fin al carruaje donde tomas me esperaba con la puerta abierta y el chofer preparado para salir.
Las calles de París lucían un brillo especial bañadas por la luz de la luna tan llenas de esa cansa le vida con carruajes y gente en las calles pese a que ya había obscurecido, me recosté en mi asiento y recordé la mirada del hombre que había conocido el otro día...David Carabott, había algo en su manera que me indicaba que debía alejarme de inmediato, un cierto dejo de... Maldad.
Pero aún así no podía evitar pensar en el, en aquellos ojos que me hacían sentir que lo conocía de siempre-tonterías- la imagen se borró de mi mente en el momento que el carruaje se frenó frente al teatro y el chofer abrió la puerta.
- Hemos llegado Miss. Howland- me tendió su mano para ayudarme a bajar. Le indique que podía retirarse puesto que rentaría un carruaje para ir de regreso, me molestaba que la servidumbre tuviera que esperarme en la intemperie mientras yo me divertía.
Entré y me dirigí directamente a mi palco el numero 2, aún no conocía mucha gente así que me encontraría sola esa velada, poco me preocupaba puesto que así podría no sólo disfrutar del espectáculo a mis anchas si no también observar más detenidamente a aquella población parisiense.
Tome asiento y saque mis binoculares de el bolsillo que traía, observe el escenario bellamente dispuesto y comencé a recorrer a las personas que se encontraban en las primeras filas, elegantemente ataviados con ciertos maneras de comportarse que jamás se hubiesen visto en Inglaterra.
Mi mirada se detuvo en un hombre que reía abiertamente con una mujer que sí bien se veía de dinero por la cantidad de joyería que traía puesta, también se apreciaba de unas costumbres ligeras por la manera en que se comportaba y tocaba al hombre junto a ella, me acerque más a la orilla del palco para observarlos más detalladamente y cuando el hombre volteo a susurrarle algo al oído a aquella vulgar mujer pude darme cuenta que era el, el hombre con el que me había encontrado el otro día monsieur Carabott.
La sangre me hirvió sin que tuviera tiempo de controlarme, recorriendome todo el cuerpo a una velocidad vertiginosa, pero que me ocurría, no lo conocía realmente el era mayor que yo, no demasiado pero no era ninguno de los jovencitos con los que acostumbraba a salir y sin embargo ahí estaba yo pendiente de aquella escena sobre la cual nadie más parecía reparar....
Miré el reloj pequeño y plateado que llevaba en mi muñeca, era más que evidente que después de llevar todo el día encerrada revisando cuentas ya era tarde pero aún así quise asegurarme que aún tenía tiempo. Miré la bandeja que alguna de las mujeres de la servidumbre había tenido la amabilidad de traerme montada con algo de te y un emparedado puesto que tampoco había bajado a comer, seguía intacta.
Sabía que debía de verme terrible, más pálida de lo usual y con el cabello revuelto, cerré por fin los libros de cuentas y tome la llave que pendía de mi cuello para abrir los cajones y guardarlos. Volví a cerrar los cajones y a colgarme la llave, llame a Tomas mi mayordomo, le pedí que me enviara un poco de agua y un par de damas a mi habitación para alistarme y que fuese preparando el carruaje.
Subí a mi pieza y les pedí que me ayudarán a ponerme el vestido rojo con encaje negro en la espalda, que poseía una abotonadura que recorría toda mi columna hasta llegar a la espalda baja. Ataron mi cabello de manera elegante pero sencilla, tampoco disponía de tanto tiempo. Baje por fin al carruaje donde tomas me esperaba con la puerta abierta y el chofer preparado para salir.
Las calles de París lucían un brillo especial bañadas por la luz de la luna tan llenas de esa cansa le vida con carruajes y gente en las calles pese a que ya había obscurecido, me recosté en mi asiento y recordé la mirada del hombre que había conocido el otro día...David Carabott, había algo en su manera que me indicaba que debía alejarme de inmediato, un cierto dejo de... Maldad.
Pero aún así no podía evitar pensar en el, en aquellos ojos que me hacían sentir que lo conocía de siempre-tonterías- la imagen se borró de mi mente en el momento que el carruaje se frenó frente al teatro y el chofer abrió la puerta.
- Hemos llegado Miss. Howland- me tendió su mano para ayudarme a bajar. Le indique que podía retirarse puesto que rentaría un carruaje para ir de regreso, me molestaba que la servidumbre tuviera que esperarme en la intemperie mientras yo me divertía.
Entré y me dirigí directamente a mi palco el numero 2, aún no conocía mucha gente así que me encontraría sola esa velada, poco me preocupaba puesto que así podría no sólo disfrutar del espectáculo a mis anchas si no también observar más detenidamente a aquella población parisiense.
Tome asiento y saque mis binoculares de el bolsillo que traía, observe el escenario bellamente dispuesto y comencé a recorrer a las personas que se encontraban en las primeras filas, elegantemente ataviados con ciertos maneras de comportarse que jamás se hubiesen visto en Inglaterra.
Mi mirada se detuvo en un hombre que reía abiertamente con una mujer que sí bien se veía de dinero por la cantidad de joyería que traía puesta, también se apreciaba de unas costumbres ligeras por la manera en que se comportaba y tocaba al hombre junto a ella, me acerque más a la orilla del palco para observarlos más detalladamente y cuando el hombre volteo a susurrarle algo al oído a aquella vulgar mujer pude darme cuenta que era el, el hombre con el que me había encontrado el otro día monsieur Carabott.
La sangre me hirvió sin que tuviera tiempo de controlarme, recorriendome todo el cuerpo a una velocidad vertiginosa, pero que me ocurría, no lo conocía realmente el era mayor que yo, no demasiado pero no era ninguno de los jovencitos con los que acostumbraba a salir y sin embargo ahí estaba yo pendiente de aquella escena sobre la cual nadie más parecía reparar....
Vera Howland- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 02/04/2014
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Re: Detrás de la máscara [Privado]
Que deliciosa es la carne fresca
Y el néctar de la juventud…
Y el néctar de la juventud…
Noche de Ópera en el teatro de París, al menos en el “otro teatro”, no donde solemos reunirnos los de mi “clase”… Aquel acabado barroco que dotaba de una sobriedad casi espeluznante al teatro, era enmarcado por telones rojos que cubrían cada una de las puertas de los palcos de la “Gente de sociedad”, aquellos demasiado buenos como para sentarse en platea con el resto de los acomodados caballeros bien; lugar que por cierto yo disfrutaba enormemente por los olores que me regalaba, era como un aperitivo para el plato principal…
-Vaya plato principal tengo hoy entre mis manos…- Una rubia alta de espigada silueta, cuyo corsé “impulsaba” sus atributos al mismo cielo –Si es que me pueden entender- y no solo era un plato de un tiempo… ¡No! La entrada será un delicioso manjar que ella misma me regalará a los labios, que sin morder encontrarán un fluido casi tan mágico como la sangre –Y no me reprochen que un escalofrío me recorra y mi sangre fluya a otros lugares…- el segundo plato será un delicioso corte de la más selecta carne que se extiende apenas en mi cama, gimiendo mi nombre entrecortado… -Es como ser Dios cuando se puede estar así dentro, tan dentro de una mujer, tanto que no distingues los latidos de su corazón de los tuyos propios…- Y no podemos hablar del plato principal… un festín al paladar, sangre joven, llena de salud y de sueños, un manantial que surge a borbotones rojos y que terminan como toda historia debería terminar…
Sentados en la platea, la hermosa mujer me recorría el cuerpo sin pudor, y no podía yo hacer más que reír -¿No es acaso que me convertía en el hombre más afortunado bajo ese techo?- mi piel helada era tocada por ella y por sus labios… obligándome a tirar el rostro hacia atrás y cerrar los ojos entre risas de diversión y excitación…
Y entonces la vi… -Mujer con ojos de jade…- algún nombre tendría que ponerle, y su mirada –vaya que podía desarmar a un ejército con esa mirada- era hermosa y recia por igual, y eso solo la hacía más atractiva para mí –No hay nada que un hombre quiera más… que un reto… y esta hembra lo era en toda la extensión de la palabra-
Recuerdo nuestro efímero encuentro, la doncella en turno que me acompañaba la presento como madmoiselle Howland… quisiera preguntarle tantas cosas de ella a aquella mujer… -lástima que haya sido mi cena de esa noche-
Mis ojos se cruzaron con los de ella que, como alta sociedad se encontraba en un palco, solitaria, pero no sola, ella no necesitaba de nadie para verse completa y como una dama… mi sonrisa fue desapareciendo conforme los segundos pasaban y nuestras miradas no se perdían, a pesar de los esfuerzos de la dama de rubio cabello por llamar mi atención…
-Vaya plato principal tengo hoy entre mis manos…- Una rubia alta de espigada silueta, cuyo corsé “impulsaba” sus atributos al mismo cielo –Si es que me pueden entender- y no solo era un plato de un tiempo… ¡No! La entrada será un delicioso manjar que ella misma me regalará a los labios, que sin morder encontrarán un fluido casi tan mágico como la sangre –Y no me reprochen que un escalofrío me recorra y mi sangre fluya a otros lugares…- el segundo plato será un delicioso corte de la más selecta carne que se extiende apenas en mi cama, gimiendo mi nombre entrecortado… -Es como ser Dios cuando se puede estar así dentro, tan dentro de una mujer, tanto que no distingues los latidos de su corazón de los tuyos propios…- Y no podemos hablar del plato principal… un festín al paladar, sangre joven, llena de salud y de sueños, un manantial que surge a borbotones rojos y que terminan como toda historia debería terminar…
Sentados en la platea, la hermosa mujer me recorría el cuerpo sin pudor, y no podía yo hacer más que reír -¿No es acaso que me convertía en el hombre más afortunado bajo ese techo?- mi piel helada era tocada por ella y por sus labios… obligándome a tirar el rostro hacia atrás y cerrar los ojos entre risas de diversión y excitación…
Y entonces la vi… -Mujer con ojos de jade…- algún nombre tendría que ponerle, y su mirada –vaya que podía desarmar a un ejército con esa mirada- era hermosa y recia por igual, y eso solo la hacía más atractiva para mí –No hay nada que un hombre quiera más… que un reto… y esta hembra lo era en toda la extensión de la palabra-
Recuerdo nuestro efímero encuentro, la doncella en turno que me acompañaba la presento como madmoiselle Howland… quisiera preguntarle tantas cosas de ella a aquella mujer… -lástima que haya sido mi cena de esa noche-
Mis ojos se cruzaron con los de ella que, como alta sociedad se encontraba en un palco, solitaria, pero no sola, ella no necesitaba de nadie para verse completa y como una dama… mi sonrisa fue desapareciendo conforme los segundos pasaban y nuestras miradas no se perdían, a pesar de los esfuerzos de la dama de rubio cabello por llamar mi atención…
David Carabott- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 03/04/2014
Re: Detrás de la máscara [Privado]
Así fue como esa obscuridad me embargo, el toque de la noche mas obscura llego a través de sus ojos que se clavaron en los míos y por alguna razón perdí fuerza absoluta, fue como si mi alma hubiese abandonado mi cuerpo y sentí una soledad que jamás había sentido antes.
Todo aquello se desvaneció cuando la obscuridad real del teatro apareció, bajaron las lamparas para dar comienzo a la opera: Fausto. Aquel hombre que vendió su alma al diablo por conocimiento ilimitado y los placeres mundanos.
-Quizás yo también lo haría- aquellos sonidos y colores tan dramáticos que me seducían de manera inevitable lograron devolverme la vida al rostro y al cuerpo.
La música y las voces llenaron el teatro y por un espacio de tiempo la mirada de aquel hombre se borró de mi mente. Llegado el intervalo, decidí bajar a el salón que presidía el teatro, donde la gente se reunía a conversar acerca de lo que habían visto hasta el momento y a comprar algunas golosinas en la dulcería; salude a un par de señoras que había visto antes pero no sentí deseos de detenerme a conversar con ellas.
Inconscientemente me encontraba buscando lo a el, entre toda esa gente que se arremolinaba a mi alrededor
Pero que estaba haciendo, aquel sentimiento era una advertencia de que no era bueno, de que no debía acercarme a es hombre sin alma, era una premonición que había sentido mas clara que el agua entonces...
-¿Qué hago buscandolo?...
Todo aquello se desvaneció cuando la obscuridad real del teatro apareció, bajaron las lamparas para dar comienzo a la opera: Fausto. Aquel hombre que vendió su alma al diablo por conocimiento ilimitado y los placeres mundanos.
-Quizás yo también lo haría- aquellos sonidos y colores tan dramáticos que me seducían de manera inevitable lograron devolverme la vida al rostro y al cuerpo.
La música y las voces llenaron el teatro y por un espacio de tiempo la mirada de aquel hombre se borró de mi mente. Llegado el intervalo, decidí bajar a el salón que presidía el teatro, donde la gente se reunía a conversar acerca de lo que habían visto hasta el momento y a comprar algunas golosinas en la dulcería; salude a un par de señoras que había visto antes pero no sentí deseos de detenerme a conversar con ellas.
Inconscientemente me encontraba buscando lo a el, entre toda esa gente que se arremolinaba a mi alrededor
Pero que estaba haciendo, aquel sentimiento era una advertencia de que no era bueno, de que no debía acercarme a es hombre sin alma, era una premonición que había sentido mas clara que el agua entonces...
-¿Qué hago buscandolo?...
Vera Howland- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 02/04/2014
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Re: Detrás de la máscara [Privado]
Vuelas tan alto paloma...
Que mi consuelo es solo vivir en tu sombra.
Que mi consuelo es solo vivir en tu sombra.
Te miré en el vestíbulo, con tu vestido en vivos rojos, tus ojos verdes eran lo que iluminaba la habitación, y tu piel, sin duda era la más dulce del recinto, no podía despegar mis ojos del espectáculo que tu mero andar proporcionaba “¿Cuántos como yo, estarían observándote, saboreando tu dulce sangre? ¿Quién intentaría cazarte esa noche? Bella sirena de mirada de mar…” y fui presa de un breve arrebato de furia, ninguno tendría el beneficio de probarte, por lo menos, no antes que yo…
Me distrajo la mano escurridiza de mi acompañante, que entre risas y bullicios, se colocó tras de mí, haciendo que te perdiera de vista, aunque aún te podía sentir, “pequeño cervatillo que el depredador te acecha”, sus manos se encontraron en mi pecho y retozaron en él, hasta que una de sus manos se aventuró una cuarta más abajo, con indiscreción comenzó a buscar mi masculinidad a la vista de los curiosos.
La tomé de la mano, apartándola de mi pantalón y la llevé por las escaleras más cercanas a Galerías, a ese lugar oscuro que solo se llena en estrenos y ocasiones especiales… ella reía inocente, mientras mis risas se perdían entre las de ella, la detuve a media escalera, justo en un descanso sin iluminar y la giré hasta tenerla frente a mí.
Sus labios encontraron con frenesí los míos, y mi boca fue la cueva de su lengua exploradora, mis manos se dedicaron a aflojar su apretado corsé, mientras ella pegaba su pelvis a la mía con una de sus piernas, no tardé en aflojar lo suficiente su prenda para que aquellas turgentes presas se desbordaran sobre este, regalándome un vista privilegiada… mi mano izquierda siguió el camino de su pierna, desde su pie que se encontraba atrás mío, hasta su muslo y su entrepierna, cálida como una noche de verano en Egipto, y húmeda como el mismo Nilo; mis dedos podían entrar y salir de ella sin menor dificultad; aparté mis labios de los de ella cuando escuché ruidos…
Las personas regresaban a sus lugares en galería, pasado de largo frente a nosotros los poco espectadores que subían; así que regresé a la tarea que me demandaba y comencé a besar el cuello de la doncella, bajando con mi lengua hasta su escote que desprotegía su abundante busto que apenas cabía en mi boca… podía continuar con aquella escena por largo periodo… “pero te me habías metido en la cabeza, y solo cerrando los ojos, podía imaginar que era a ti a quien tenía conmigo”.
Se puso de rodillas frente a mí, y yo no tuve que hacer nada más, desabrochó con pericia los botones del pantalón y sacó aquello que parecía anhelar, devorándolo por completo, podía ver como desaparecía entero dentro de su cavidad oral, sentía como su lengua jugaba a acariciarme y de nuevo a tragarme… hasta que este juego se volvió mecánico y yo embistiéndole los labios terminé en esa bella boca que tan gentil había cumplido su cometido.
Me abotoné el pantalón y me acomodé la casaca; -Arréglate el vestido mujer…- dije mirándola con repulsión, -Te espero en la platea, no tardes o quizás no me encuentres…- chasquee los dedos y desaparecí en la penumbra, para regresar solo a buscarte…
Tomé asiento, claro que la iba a esperar, esa mujer era mi cena, pero no me interesaba en lo más mínimo lo que hiciera de aquí a que terminara con su banal existencia; entonces vi tu palco una vez más y tus ojos verdes iluminaron la oscuridad del recinto, tu insipiente sonrisa parecía dibujada por un artesano, y tu olor, tan dulce, tan pragmático… tan volátil y efímero; que me provocó nauseas lo que acababa de hacer, me sentí tan inferior a ti… observándote mientras tú te deleitabas con aquella opereta…
Me distrajo la mano escurridiza de mi acompañante, que entre risas y bullicios, se colocó tras de mí, haciendo que te perdiera de vista, aunque aún te podía sentir, “pequeño cervatillo que el depredador te acecha”, sus manos se encontraron en mi pecho y retozaron en él, hasta que una de sus manos se aventuró una cuarta más abajo, con indiscreción comenzó a buscar mi masculinidad a la vista de los curiosos.
La tomé de la mano, apartándola de mi pantalón y la llevé por las escaleras más cercanas a Galerías, a ese lugar oscuro que solo se llena en estrenos y ocasiones especiales… ella reía inocente, mientras mis risas se perdían entre las de ella, la detuve a media escalera, justo en un descanso sin iluminar y la giré hasta tenerla frente a mí.
Sus labios encontraron con frenesí los míos, y mi boca fue la cueva de su lengua exploradora, mis manos se dedicaron a aflojar su apretado corsé, mientras ella pegaba su pelvis a la mía con una de sus piernas, no tardé en aflojar lo suficiente su prenda para que aquellas turgentes presas se desbordaran sobre este, regalándome un vista privilegiada… mi mano izquierda siguió el camino de su pierna, desde su pie que se encontraba atrás mío, hasta su muslo y su entrepierna, cálida como una noche de verano en Egipto, y húmeda como el mismo Nilo; mis dedos podían entrar y salir de ella sin menor dificultad; aparté mis labios de los de ella cuando escuché ruidos…
Las personas regresaban a sus lugares en galería, pasado de largo frente a nosotros los poco espectadores que subían; así que regresé a la tarea que me demandaba y comencé a besar el cuello de la doncella, bajando con mi lengua hasta su escote que desprotegía su abundante busto que apenas cabía en mi boca… podía continuar con aquella escena por largo periodo… “pero te me habías metido en la cabeza, y solo cerrando los ojos, podía imaginar que era a ti a quien tenía conmigo”.
Se puso de rodillas frente a mí, y yo no tuve que hacer nada más, desabrochó con pericia los botones del pantalón y sacó aquello que parecía anhelar, devorándolo por completo, podía ver como desaparecía entero dentro de su cavidad oral, sentía como su lengua jugaba a acariciarme y de nuevo a tragarme… hasta que este juego se volvió mecánico y yo embistiéndole los labios terminé en esa bella boca que tan gentil había cumplido su cometido.
Me abotoné el pantalón y me acomodé la casaca; -Arréglate el vestido mujer…- dije mirándola con repulsión, -Te espero en la platea, no tardes o quizás no me encuentres…- chasquee los dedos y desaparecí en la penumbra, para regresar solo a buscarte…
Tomé asiento, claro que la iba a esperar, esa mujer era mi cena, pero no me interesaba en lo más mínimo lo que hiciera de aquí a que terminara con su banal existencia; entonces vi tu palco una vez más y tus ojos verdes iluminaron la oscuridad del recinto, tu insipiente sonrisa parecía dibujada por un artesano, y tu olor, tan dulce, tan pragmático… tan volátil y efímero; que me provocó nauseas lo que acababa de hacer, me sentí tan inferior a ti… observándote mientras tú te deleitabas con aquella opereta…
David Carabott- Vampiro Clase Alta
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Re: Detrás de la máscara [Privado]
No volví a encontrarme con aquellos ojos que de manera inesperada habían dejado mi alma en una profunda soledad, cual si estuviese en medio de un desierto en una noche sin luna. La sensación se había desvanecido poco a poco pero no lograba olvidarme de lo que había causado y por supuesto tampoco había logrado olvidarme de aquella desagradable mujer que se encontraba con el. Detuve aquella línea de mis pensamientos
-¿Y si esa mujer era su esposa o prometida?- Una inmediata punzada de dolor comenzó a oprimir mi pecho y procure respirar hondo para calmarme, de cualquier forma no conocía a aquel hombre y si tenía aquellos gustos...
-JA ¿Qué más me da el que algún otro?- reí para mis adentros con cierto orgullo, imaginariamente ofendida por alguien a quien ni siquiera le había dirigido la palabra. Cierto jóvenes de sociedad había bastantes y varios muy bien parecidos aquella noche, comencé a buscar en la sala alguno al que pudiese hacerle la plática y de pronto aquellas señoras que hasta hace unos momentos me habían parecido un par viejas rancias me parecieron la mejor ayuda enviada por los Dioses antiguos.
Si, si bien eran un par de viejas entrometidas este par de señoras conocían a toda la sociedad en París -Más había tardado en llegar a la ciudad que estas mujeres en estar en la puerta de mi casa jugando a la santa inquisición-
-Así que me gustaría ustedes respetables señoras pudiesen presentarme algún joven para poder comenzar a tener amistades en la ciudad que sean acordes a mi clase y edad- Sonreí de la manera mas natural posible. No tuve que haberlo pedido dos veces, si a un tigre le soltaran un venado herido la misma reacción y brillo en los ojos hubiese tenido. Una de ellas desapareció, mientras la otra me despepitaba un sin fin de palabras acerca de lo bien que le parecía que una joven de mi clase deseara comenzar a relacionarse lo antes posible puesto que así podría estar bien casada en poco tiempo y...
En fin deje de prestarle atención a toda aquella verborrea y volví la mirada cuando la otra mujer apareció con un joven apuesto, con una sonrisa maliciosa y una presencia que desbordaba confianza.
Devon Fortier...se presento aquel joven sin dejar de sonreír bajo la mirada de mis benefactoras, me tomo de el brazo y nos alejamos, platicamos un largo rato antes de que el segundo tiempo comenzara, me acompaño hasta mi lugar y lo invite a sentarse conmigo lo que quedaba del espectáculo.
Aceptó de inmediato, pero me comento que regresaría en unos momentos que antes debía ir a despedirse de unas personas, entretanto tomé asiento y al poco tiempo volvió
de reojo note a aquel hombre que había visto en la parte de abajo mirando hacia donde me encontraba, ahora se encontraba solo por lo tanto no pude evitar sonreír un tanto triunfal cuando oí a Devon entrar nuevamente al palco y tomar asiento junto a mi.
Continuó el espectáculo y pese a que seguí pendiente de la obra no con tanta atención como el principio, puesto que ahora mi acompañante me hacía distraerme bastante con uno que otro comentario sarcástico el cual o podía evitar me hiciera reír. Llego el termino de la opera y Devon fue a buscar mi abrigo. Acordamos que nos veríamos otro día para seguir conociéndonos y después nos despedimos.
Me dirigí hacia la entrada para poder alquilar un carruaje más el solo haber creído que habría alguno disponible me parecía ahora una idea absurda, seguro en el café que se encontraba unas calles mas adelante habría varios disponibles. Me envolví en mi capa y me dispuse a caminar en dirección al café con la única compañía de el sonido de mis zapatos chocando contra la calle...
-¿Y si esa mujer era su esposa o prometida?- Una inmediata punzada de dolor comenzó a oprimir mi pecho y procure respirar hondo para calmarme, de cualquier forma no conocía a aquel hombre y si tenía aquellos gustos...
-JA ¿Qué más me da el que algún otro?- reí para mis adentros con cierto orgullo, imaginariamente ofendida por alguien a quien ni siquiera le había dirigido la palabra. Cierto jóvenes de sociedad había bastantes y varios muy bien parecidos aquella noche, comencé a buscar en la sala alguno al que pudiese hacerle la plática y de pronto aquellas señoras que hasta hace unos momentos me habían parecido un par viejas rancias me parecieron la mejor ayuda enviada por los Dioses antiguos.
Si, si bien eran un par de viejas entrometidas este par de señoras conocían a toda la sociedad en París -Más había tardado en llegar a la ciudad que estas mujeres en estar en la puerta de mi casa jugando a la santa inquisición-
-Así que me gustaría ustedes respetables señoras pudiesen presentarme algún joven para poder comenzar a tener amistades en la ciudad que sean acordes a mi clase y edad- Sonreí de la manera mas natural posible. No tuve que haberlo pedido dos veces, si a un tigre le soltaran un venado herido la misma reacción y brillo en los ojos hubiese tenido. Una de ellas desapareció, mientras la otra me despepitaba un sin fin de palabras acerca de lo bien que le parecía que una joven de mi clase deseara comenzar a relacionarse lo antes posible puesto que así podría estar bien casada en poco tiempo y...
En fin deje de prestarle atención a toda aquella verborrea y volví la mirada cuando la otra mujer apareció con un joven apuesto, con una sonrisa maliciosa y una presencia que desbordaba confianza.
Devon Fortier...se presento aquel joven sin dejar de sonreír bajo la mirada de mis benefactoras, me tomo de el brazo y nos alejamos, platicamos un largo rato antes de que el segundo tiempo comenzara, me acompaño hasta mi lugar y lo invite a sentarse conmigo lo que quedaba del espectáculo.
Aceptó de inmediato, pero me comento que regresaría en unos momentos que antes debía ir a despedirse de unas personas, entretanto tomé asiento y al poco tiempo volvió
de reojo note a aquel hombre que había visto en la parte de abajo mirando hacia donde me encontraba, ahora se encontraba solo por lo tanto no pude evitar sonreír un tanto triunfal cuando oí a Devon entrar nuevamente al palco y tomar asiento junto a mi.
Continuó el espectáculo y pese a que seguí pendiente de la obra no con tanta atención como el principio, puesto que ahora mi acompañante me hacía distraerme bastante con uno que otro comentario sarcástico el cual o podía evitar me hiciera reír. Llego el termino de la opera y Devon fue a buscar mi abrigo. Acordamos que nos veríamos otro día para seguir conociéndonos y después nos despedimos.
Me dirigí hacia la entrada para poder alquilar un carruaje más el solo haber creído que habría alguno disponible me parecía ahora una idea absurda, seguro en el café que se encontraba unas calles mas adelante habría varios disponibles. Me envolví en mi capa y me dispuse a caminar en dirección al café con la única compañía de el sonido de mis zapatos chocando contra la calle...
Vera Howland- Hechicero Clase Alta
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Re: Detrás de la máscara [Privado]
Eres la luna de mi firmamento
Que como una paloma surca el cielo.
Que como una paloma surca el cielo.
Te observo, eres casi un espejismo de todos los tormentos de mi vida en una mujer, y de pronto otro muerto se sienta a tu lado y clavo las uñas en los descansos de las butacas “¿Cómo es posible? O mejor aún ¿En qué momento este muerto venido a más se te ha metido entre las faldas?” pensé con la mandíbula trabada, cuando llegó la delicada doncella que me acompañaba esa noche y que gentilmente sería mi cena…
Podía escuchar las bromas superfluas llenas de sarcasmos que este caballero te hacía y tus risas para nada fingidas que, calladas a la gente a mí me resultaban casi ensordecedoras… que continuaron hasta que terminó la ópera y saliendo este vampiro del palco pensé que había perdido el peligro… hasta que te entregó tu abrigo, traté de escuchar lo que se decían pero me era imposible con la interferencia de la chillona voz de mi acompañante… más lo vi retirarse dejándote dentro del teatro, lo que pensé era una buena señal…
Tomé de la mano a mi acompañante y literalmente la hice correr tras de mí, que te seguía con la mirada; hasta que, en el vestíbulo no olí más a ese muerto Fortier, solo tu enervante perfume y tu sensual andar golpeando el interior del teatro…
Abrí la puerta del toilette de damas y saqué a un par que estaban dentro, mientras introducía a mi acompañante a tan… romántico… lugar… -Os toca corresponderme por el favor que os he hecho en el intermedio monseiur…- me dijo con picardía y yo… hice lo que cualquier hombre habría hecho; la tomé por la cintura y la senté en el tocador; ella arqueó la espalda, mostrando su bien dotado busto, mientras abría las piernas sin que yo se lo solicitara, estaba claro lo que ella quería…
Me arrodillé frente a ella y quité toda tela que me impedía el contacto con su piel; su olor era de deseo, su humedad era casi contagiosa y por un instante pensé en mandar al diablo mis celos por una humana con la que me había cruzado una vez y terminar, como siempre, devorando ese deseo abrazador que calentaba la pasión de ella. Aspiré nuevamente mientras me disponía a saborear el néctar de su femineidad, pero tenías que regresar tu a mi mente…
Mis colmillos horadaron la arteria femoral de ella quien, después de un mínimo forcejeo, quedó inconsciente, dejándome beber de ella cuanta sangre tenía… Me levanté y con un pañuelo me limpié las comisuras de los labios, y tocando su carótida confirmé que estaba muerta… así que mordí mi dedo y dejé que sangrara brevemente sobre las heridas en su pierna, para que se regeneraran antes de que nadie las pudiera ver. Acomodé su cadáver de tal forma que parecía dormida por una borrachera, saliendo con cautela de aquel lugar y corriendo tras el sonido de tus zapatos que abandonaban irremediablemente el teatro “en soledad al menos”.
Pasé de largo los carruajes que ya se movilizaban y calle abajo, donde los faroles iluminaban uno de los más concurridos cafés parisinos pude verte envuelta en tu capa y escuchar el sensual sonido que tus zapatos producían chocando contra la calle...
-Buena noche madmoiselle- Te dije, mientras te abordaba por la espalda; -las calles parisinas no son un lugar seguro para una dama como usted, y mucho menos a esta hora…- dije ofreciendo mi brazo izquierdo para que lo tomara –Espero que me recuerde madmoiselle Howland…- dije mirándola a los ojos…
Podía escuchar las bromas superfluas llenas de sarcasmos que este caballero te hacía y tus risas para nada fingidas que, calladas a la gente a mí me resultaban casi ensordecedoras… que continuaron hasta que terminó la ópera y saliendo este vampiro del palco pensé que había perdido el peligro… hasta que te entregó tu abrigo, traté de escuchar lo que se decían pero me era imposible con la interferencia de la chillona voz de mi acompañante… más lo vi retirarse dejándote dentro del teatro, lo que pensé era una buena señal…
Tomé de la mano a mi acompañante y literalmente la hice correr tras de mí, que te seguía con la mirada; hasta que, en el vestíbulo no olí más a ese muerto Fortier, solo tu enervante perfume y tu sensual andar golpeando el interior del teatro…
Abrí la puerta del toilette de damas y saqué a un par que estaban dentro, mientras introducía a mi acompañante a tan… romántico… lugar… -Os toca corresponderme por el favor que os he hecho en el intermedio monseiur…- me dijo con picardía y yo… hice lo que cualquier hombre habría hecho; la tomé por la cintura y la senté en el tocador; ella arqueó la espalda, mostrando su bien dotado busto, mientras abría las piernas sin que yo se lo solicitara, estaba claro lo que ella quería…
Me arrodillé frente a ella y quité toda tela que me impedía el contacto con su piel; su olor era de deseo, su humedad era casi contagiosa y por un instante pensé en mandar al diablo mis celos por una humana con la que me había cruzado una vez y terminar, como siempre, devorando ese deseo abrazador que calentaba la pasión de ella. Aspiré nuevamente mientras me disponía a saborear el néctar de su femineidad, pero tenías que regresar tu a mi mente…
Mis colmillos horadaron la arteria femoral de ella quien, después de un mínimo forcejeo, quedó inconsciente, dejándome beber de ella cuanta sangre tenía… Me levanté y con un pañuelo me limpié las comisuras de los labios, y tocando su carótida confirmé que estaba muerta… así que mordí mi dedo y dejé que sangrara brevemente sobre las heridas en su pierna, para que se regeneraran antes de que nadie las pudiera ver. Acomodé su cadáver de tal forma que parecía dormida por una borrachera, saliendo con cautela de aquel lugar y corriendo tras el sonido de tus zapatos que abandonaban irremediablemente el teatro “en soledad al menos”.
Pasé de largo los carruajes que ya se movilizaban y calle abajo, donde los faroles iluminaban uno de los más concurridos cafés parisinos pude verte envuelta en tu capa y escuchar el sensual sonido que tus zapatos producían chocando contra la calle...
-Buena noche madmoiselle- Te dije, mientras te abordaba por la espalda; -las calles parisinas no son un lugar seguro para una dama como usted, y mucho menos a esta hora…- dije ofreciendo mi brazo izquierdo para que lo tomara –Espero que me recuerde madmoiselle Howland…- dije mirándola a los ojos…
David Carabott- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 14
Fecha de inscripción : 03/04/2014
Re: Detrás de la máscara [Privado]
Lo vi ofrecerme el brazo al punto que terminaba la frase, la sangre se me torno un torrente de hielo corriendo me por las venas "Así que se había decidido dejar a aquella mujersuela para venir a jugar al fin, bien veré a donde me lleva esto.".Controle aquel atisbo de emociones que me había tomado por sorpresa hace unos momentos. Reí para mis adentros mientras colocaba un dedo sobre tu brazo y lo dirigía campo arriba hacia el cuello de tu camisa, ni por un momento te quite la mirada de encima.
-No encuentro que represente un peligro caminar un par de calles hacía el café monsiuer Carabott-
Retiré mi mano del contacto con tu ropa mientras saboreaba el poder pronunciar tu nombre en aquel solitario lugar mientras podía apreciar la obscuridad de tus ojos sin nadie que estorbara.
-Ahora si bien ha decidido acompañarme por el riesgo que esto supone me parece una galantería de su parte…-haciendo una pausa en mi oración, comencé a rodearte estudiando tu físico cuidadosamente, no me llevabas mucho en altura, pero en fuerza, sin duda serías difícil de vencer en este aspecto “bendita costumbre que tengo al examinarlos como adversarios cuando están tan cerca de mi en un lugar obscuro, pero ¡hey! ¿Qué tenemos aquí? No estas nada mal” no pude evitar que este pensamiento cruzara mi mente, después de todo tenía un lado humano ¿o no? Y aquel hombre se me figuraba como aquel objeto prohibido con el cual no dejan jugar a los niños, su Aura desprendía algo sin duda, algo familiar que me hacía querer saber más además de resultarme altamente provocativo claro esta
-Galantería que sin duda me veo propensa a declinar Sr. Por que ¿Quién podría garantizarme que usted no es el villano?- Reí de manera abierta. Poco me importaba si eras o no el villano, si lo eras, bastaba con un par de conjuros para que el hombre aquel estuviera en el piso retorciéndose.
-Solo bromeaba querido Sr.- dije para ocultar mi chiste personal-Se bien que usted no es el villano, recuerdo bien que lo conocí la otra noche en un encuentro de sociedad como a otros tantos- hice una ligera pauso buscando la palabra-amigos que he conocido y si usted me fue presentado allí se que no tengo que temer, pero…-No podía dejar pasar la oportunidad, me asome a sus espaldas como buscando algo.
-Me parece se le ha perdido un juguete, uno de mala calidad por cierto, con el cual se encontraba jugando hasta hace unos momentos, aunque no sabía que a los caballeros de edad les gustaba seguir jugando con muñecas de trapo- Me burle abiertamente de el.
-Pero bien si gusta contestarme esto mientras caminamos Sr. que si bien puedo cuidarme a mi misma no me gustaría estar aquí en medio de la calle mas tiempo. Y bueno claro esta, además de contestar todo este torrente de circunstancias sobre el que le he cuestionado podría aclararme si es que vamos por rumbos similares o se encontraba usted siguiéndome- Apunté directamente al último blanco, no me creería capaz de pensar que por puro azahar había el aparecido a mis espaldas preocupándose por mi bienestar. Me dispuse a esperarlo a que me ofreciese nuevamente el brazo para empezar a caminar y darle oportunidad de hablar...
-No encuentro que represente un peligro caminar un par de calles hacía el café monsiuer Carabott-
Retiré mi mano del contacto con tu ropa mientras saboreaba el poder pronunciar tu nombre en aquel solitario lugar mientras podía apreciar la obscuridad de tus ojos sin nadie que estorbara.
-Ahora si bien ha decidido acompañarme por el riesgo que esto supone me parece una galantería de su parte…-haciendo una pausa en mi oración, comencé a rodearte estudiando tu físico cuidadosamente, no me llevabas mucho en altura, pero en fuerza, sin duda serías difícil de vencer en este aspecto “bendita costumbre que tengo al examinarlos como adversarios cuando están tan cerca de mi en un lugar obscuro, pero ¡hey! ¿Qué tenemos aquí? No estas nada mal” no pude evitar que este pensamiento cruzara mi mente, después de todo tenía un lado humano ¿o no? Y aquel hombre se me figuraba como aquel objeto prohibido con el cual no dejan jugar a los niños, su Aura desprendía algo sin duda, algo familiar que me hacía querer saber más además de resultarme altamente provocativo claro esta
-Galantería que sin duda me veo propensa a declinar Sr. Por que ¿Quién podría garantizarme que usted no es el villano?- Reí de manera abierta. Poco me importaba si eras o no el villano, si lo eras, bastaba con un par de conjuros para que el hombre aquel estuviera en el piso retorciéndose.
-Solo bromeaba querido Sr.- dije para ocultar mi chiste personal-Se bien que usted no es el villano, recuerdo bien que lo conocí la otra noche en un encuentro de sociedad como a otros tantos- hice una ligera pauso buscando la palabra-amigos que he conocido y si usted me fue presentado allí se que no tengo que temer, pero…-No podía dejar pasar la oportunidad, me asome a sus espaldas como buscando algo.
-Me parece se le ha perdido un juguete, uno de mala calidad por cierto, con el cual se encontraba jugando hasta hace unos momentos, aunque no sabía que a los caballeros de edad les gustaba seguir jugando con muñecas de trapo- Me burle abiertamente de el.
-Pero bien si gusta contestarme esto mientras caminamos Sr. que si bien puedo cuidarme a mi misma no me gustaría estar aquí en medio de la calle mas tiempo. Y bueno claro esta, además de contestar todo este torrente de circunstancias sobre el que le he cuestionado podría aclararme si es que vamos por rumbos similares o se encontraba usted siguiéndome- Apunté directamente al último blanco, no me creería capaz de pensar que por puro azahar había el aparecido a mis espaldas preocupándose por mi bienestar. Me dispuse a esperarlo a que me ofreciese nuevamente el brazo para empezar a caminar y darle oportunidad de hablar...
Vera Howland- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 12
Fecha de inscripción : 02/04/2014
Localización : Paris
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Detrás de la máscara [Privado]
-Madmoiselle, por favor…- reí ladinamente –jamás me referiría a una dama como un juguete, mejor aún, decid que esta noche yo he sido el juguete de ella… aunque ella ahora está…- muerta, resulta sencillo pensarlo, y quizás decirlo, pero como bien ella dice, por lo menos esta noche, no soy yo el villano… -atendiendo asuntos que le resultaron más interesantes…- me encogí de hombros fingiendo pena con ironía –creo que ahora soy solo un juguete viejo…-
Te ofrecí mi brazo para emprender el camino, parecía tu deseo más ferviente –por favor madmoiselle, avancemos entonces…- suspiré con molestia, soy un hombre acostumbrado a obtener lo que quiere, cuando lo quiere… y tu actitud, me provocaba tanto como me hacía querer dejarte en la oscuridad… pero no le dejaría en camino libre a otros como yo para disfrutar de tu dulce sangre… otros como monseiur Fortier.
-Os respondo con gusto madmoiselle… la vi emprender su camino sola- un carraspeo hizo énfasis en la frase que seguía –no vi que su… compañero de palco la acompañara a tomar un carruaje o se dispusiera a acompañarla a su morada…- reí como si al referirme de Devon Fortier hablara de un chiquillo mal portado –Creo que no sabe cómo debe tratarse a una dama… más a una como usted, que puede hipnotizar con esa mirada a quien desee…- hice un silencio mientras suspiraba…
La verdad que hablar contigo es un reto, todo lo que digo encuentras la forma en que sea usado en mi contra, y mis halagos repetidos en tu voz suenan superfluos y banales, aunque te los dedique de verdad, por lo menos contigo cobran un significado más real… -Os he seguido para acompañaros madmoiselle… espero que no sea esto un inconveniente para vos…- pasé mi mano sobre tu mano engarzada en mi brazo, de manera efímera, retirándola al instante… -rumbos madmoiselle Howland… creo que no tengo rumbo esta noche, o no lo tenía hasta que la encontré a usted…-
Te ofrecí mi brazo para emprender el camino, parecía tu deseo más ferviente –por favor madmoiselle, avancemos entonces…- suspiré con molestia, soy un hombre acostumbrado a obtener lo que quiere, cuando lo quiere… y tu actitud, me provocaba tanto como me hacía querer dejarte en la oscuridad… pero no le dejaría en camino libre a otros como yo para disfrutar de tu dulce sangre… otros como monseiur Fortier.
-Os respondo con gusto madmoiselle… la vi emprender su camino sola- un carraspeo hizo énfasis en la frase que seguía –no vi que su… compañero de palco la acompañara a tomar un carruaje o se dispusiera a acompañarla a su morada…- reí como si al referirme de Devon Fortier hablara de un chiquillo mal portado –Creo que no sabe cómo debe tratarse a una dama… más a una como usted, que puede hipnotizar con esa mirada a quien desee…- hice un silencio mientras suspiraba…
La verdad que hablar contigo es un reto, todo lo que digo encuentras la forma en que sea usado en mi contra, y mis halagos repetidos en tu voz suenan superfluos y banales, aunque te los dedique de verdad, por lo menos contigo cobran un significado más real… -Os he seguido para acompañaros madmoiselle… espero que no sea esto un inconveniente para vos…- pasé mi mano sobre tu mano engarzada en mi brazo, de manera efímera, retirándola al instante… -rumbos madmoiselle Howland… creo que no tengo rumbo esta noche, o no lo tenía hasta que la encontré a usted…-
David Carabott- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 14
Fecha de inscripción : 03/04/2014
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