Detrás de una mascara [Privado]

8 am

¡Amy! ¡Amy ven inmediatamente! – escuche el grito de Alexei provenir de la habitación que estaba a un lado de la mía, abrí los ojos de par en par, ahora que había pasado fue lo primero que se pasó por mi cabeza y levantándome de mi cama tome una bata de seda para cubrir mi cuerpo y me fui hasta la puerta que separaba la habitación principal con la mía. Abrí de un golpe y los vi a Richard y Alexei parados ahí esperando que yo apareciera, un escalofríos automático recorrió mi cuerpo al tiempo que la mirada desafiante de mi esposo se posaba en mis ojos, Richard estaba con esa típica sonrisa de “ahora pagaras perra” trague saliva y cerré la puerta tras mi espalda – Amy… Amy… Amy… - se acercó a mi dándome una caricia suave en la mejilla, la sorpresa se apodero de todo mi ser y di un paso hacia atrás como reflejo. Y alcance a ver la mano de él moviéndose y una cachetada llego a mi mejilla, aquella venía con una fuerza inimaginable hizo que mi rostro y todo mi cuerpo callera a un lado, el amante de mi esposo me tomo por los brazos y levantándome me puse frente a Alexei – Quiero que me mires y recuerdes que tú vives en esta casa… que no quiero que salgas… que no sé cómo lo haces… no sé cómo consigues librarte e irte a… - no alcanzo a terminar aquella frase y otra bofetada recibí, mordiéndome la lengua aguante las lágrimas –¡ Amy, me das asco! – fue lo último que escuche al tiempo que me escupía en el rostro y Richard me soltaba, los gritos seguían, que no quería verme en todo el día, que si quería podría irme al mismísimo infierno y una cantidad de basura que no quería escuchar, como pude me fui a mi cuarto donde me esperaba mi nodriza, con un cuenco con agua la vi y me lance a la cama para comenzar a llorar.

10 am.

Salí de la mansión con dirección a la zona comercial ya que no estaría ni un minuto más ni un minuto menos en aquel lugar, Lisa me había ayudado con el maquillaje ya que los golpes habían dejado su marca en mi rostro, mis ojos aún estaban inflamados por el llanto pero aquello era lo de menos, mi atuendo era sencillo y con un sombrero para dar sombra a la parte más afectada de mi cara.

El carruaje se detuvo por completo y el chofer no se demoró mucho en abrir la puerta y ayudarme a bajar, él era uno de mis aliados junto con Lisa, así que no tenía problemas de hablar con ellos ya que sin aquellos dos no podría hacer prácticamente nada. Me adentre entre galerías donde ofrecían una gran variedad de productos, vestuarios, joyas… perfumes entre otras, pero una tienda llamo mi entera atención, me adentre en ella silenciosamente no había mucha gente así que podría sacarme el sombrero ya que ciertamente me molestaba. Una señora de entrada edad me dio la bienvenida a la tienda deje mi sombrero en el mostrador y me dirigí a la parte más colorida de aquel lugar, donde se encontraban las máscaras venecianas, siempre soñé con tener una y nunca había tenido la oportunidad de encontrarme con un lugar donde las vendieran y por el aroma podría decir que en ese mismo lugar las fabricaban. – Madame, siéntase con la libertad de probarse cualquier mascara – me dijo con ese timbre de voz muy francés, agradecí y me pare frente al espejo con una Mascara blanca con algunas plumas oscuras que cubría la totalidad de mi rostro. Después de un suspiro me quede ahí detrás de aquella mascara viendo pero no observando nada más que mi reflejo en aquel espejo…

Era una máscara que encaraba todo lo que necesitaba en ese momento, era tan blanca como las nubes al amanecer, aquella blancura me daba cierto aire de paz, tranquilidad y por sobre todo me daba una pureza que necesitaba, aquel día era uno de esos que me sentía la peor mujer del mundo, donde el nudo en mi garganta era más fuerte y me impedía hablar. El reflejo en el espejo era hermoso, pero mis ojos se veían opacos no combinaban con la grandeza que tenía aquella mascara veneciana, di un suspiro mientras mis ojos se quedaban observando el reflejo, pero más que eso podía ver toda la historia detrás… Mi cuerpo se veía ancho como era, mi vestido color palo rosa destacaba, entre las máscaras, mi anchura se notaba desde mis hombros hasta mis caderas, aquello era yo… una mujer que vivía bajo el tormento de su esposo… una lagrima rodo de mis ojos, sabía que aquello correría el maquillaje dejando al descubierto las marcas de los golpes, pero… no importaba traía puesto aquella careta que cubría lo que, lo que necesitaba cubrir.

Una voz me puso los pelos de punta y me quede parada como una verdadera estatua, mire el espejo y logre ver el reflejo de aquel hombre que hablaba de la máscara y del rostro que se ocultaba bajo esta, negué con la cabeza un par de veces y sin siquiera mirarle de frente hable poniendo en orden mis ideas – Monsieur, lo que esconde la máscara es solo un rostro más – mi voz sonó bien fin, casi podría decir que me largaría a llorar en ese mismo momento pero solo se escapó un respiro ahogado, era como si me estuvieran obligando hablar, trague saliva y seguí observando al joven por el espejo, cerré los ojos y me di vueltas, ¿acaso no veía que yo era gorda? Ser como yo era sinónimo a ser fea, el solo hecho de pensar en aquello hizo que un escalofrío recorriera por mi cuerpo.

Aun con la máscara cubriendo mi rostro pase una de mis manos por mis ojos, limpiando aquellas lagrimas que habían caído anteriormente. Aun estando detrás de aquella mascara me sentía segura, era como si toda mi energía se centrara al hecho de estar oculta ahí, de que él ni nadie podría ver mi rostro golpeado, que nadie podría reírse de mí, porque algo de razón tenían las palabras de aquel hombre, era una máscara verdaderamente bella, pero quizás , solo quizás en el rostro equivocado. – La máscara es bella, de eso no hay duda – me di media vuelta quedando de nuevo frente al espejo pero ahora ya no podía ver nada más que los adornos que aquella careta falsa mostraba. Mis dedos acariciaban la máscara sintiendo la textura de esta, casi podría decir que era de porcelana por lo fría y suave que era, me deje llevar por aquello que sentían mis dedos sin despegar la vista del espejo, que mostraba todo a mis espaldas, los colores eran variados, diferentes, brillantes y opacos, para damas y varones, para los de la alta sociedad y los de baja. Mi pecho se inflo y dando otra vuelta di un paso hacia el joven – Soy Amy, Amy Von Bennewitz – mi acento era diferente al igual de él, así que supuse que ambos éramos de tierras lejanas a Paris. Presentarme en mi trabajo era una formalidad, ya que era importante crear esa confianza con el cliente, pero ahora ni estaba trabajando ni buscaba un cliente, simplemente ese era mi día, donde disfrutaría de mí, o al menos lo intentaría…

¿Cómo explicas la vida de una cortesana? Por más palabras que se vinieran a la mente una vez una joven me dijo, la vida de la cortesana es fácil, lo único que tiene que hacer es acostarse con un hombre, abrir las piernas y ganar dinero, realmente no era solo aquello, había más detrás de todo lo que una cortesana era, mi vida no era fácil, tenía un esposo que me odiaba y fingíamos ser una pareja feliz, para colmo era homosexual ¿Qué se suponía que hiciera? Intente trabajar pero no me dejo, intente separarme del pero me amenazo y trabajar en busca de algo que nunca me ha dado fue una idea tentadora pero llena de desilusiones, inseguridades y, no quise terminar mi pensamiento y me quede unos segundos con los ojos cerrados pensando analizando. Había intentado quitarme la vida un par de veces, claro había sido en vano ante los recuerdos una lagrima rodo por mi mejilla seguidamente me pase la mano más bien un dedo para secar aquella lagrima.

Detrás de la máscara sentía que estaba en un refugio, donde nadie podría obligarme a quitar lo que esta careta escondía. Trague saliva y aunque sonreí el no vería aquella sonrisa – Puede llamarme Amy – mi voz sonó suave retumbando en la máscara, su gesto me pareció muy educado y por lo tanto respetable, escuche lo que decía, que había viajado por varios lugares y que yo era la más esquiva, sonreí casi mofándome de lo que me decía. Me sorprendió que me dijera eso, si estuviéramos en un Burdel sería diferente estaría buscando alguien pero había venido a este lugar para, buscar una máscara volví a suspirar y cuando termino me di vuelta para quedar frente a frente de el – Yo he pasado por mucho para llegar a este lugar – trague saliva para aguantar para liberar el nudo que tenía en la garganta – Esquiva o no, me gusta ser diferente a las demás damas de esta sociedad – está bien ser cortesana no era entregarse en bandeja a cualquiera eso ya lo sabía. - ¿Pero dime Alvar? ¿Tiene importancia mi rostro?

Deje la última pregunta al aire mientras me daba vuelta nuevamente para ver el reflejo de mi cuerpo en el espejo. Lo estudie, observe que mi estatura era más alta de lo normal, que mi… mi gordura era diferente a las de otras cortesanas, que mis ojos por mas lo intentara siempre tendrían una sombra y que la máscara cubría el golpe que me habían dado esta mañana. O quería ser atrevida, ni mucho menos mal educada pero no quería sentir esa vergüenza, no ante alguien que empezó diciendo que mi rostro sería más bello que la máscara. Tenía una idea en mente, si podría mostrarle mi rostro pero no… aun no, esperaría su respuesta, todo hombre tenía algo que decir, más yo podría quedarme en silencio por toda una eternidad.

¿Qué quería él? Mi cabeza daba vueltas ante aquello, no cualquier hombre se atrevía hablar con una desconocida, era difícil diferenciar una cortesana de una mujer normal ¿o no? Bueno habían excepciones como todo en el mundo nada era completo ya que siempre existía un punto medio, o era negro o blanco y tal vez podría existir un gris. Me la había llevado entre suspiros y suspiros que poco a poco quitaban ese peso que había en mí, las marcas se iban las palabras quedaban, los moretones en un par de días desaparecían pero la humillación jamás.

Tenía que decir que sonaba extraño escuchar alguien de esa forma, nunca me habían dado toda la atención que cualquier dama necesitara, pero aquel hombre venia aquí y casi exigiendo conocerme, tenía que admitir que carácter poseía, de no ser así quizás ni siquiera se me hubieran hecho las ganas de hablar con él. A pesar de que siempre mostraba la dulzura de la que era característica, hoy parecía ser otra persona, si aquella mascara me daba una cierta seguridad de mis actos, quizás la compraría para ocuparla en alguna fiesta o para tan solo recordarme que dentro de mi había una fuerza diferente.

Mis ojos, muchas veces había visto mis ojos en un espejo y me parecían que no tenían el brillo aquel brillo especial que caracterizaba a las mujeres de mi calaña, mis orbes mostraban algo más, quizás el mismo dolor en que he estado viviendo, quizás muestran la grandeza que existe en mí, o tal vez son fríos y sin nada que se pueda ver en ellos. Extraño demasiado extraño me parecía todo aquello, yo ahí hablando con aquel joven que perfectamente podría ser un cliente, cosa que no lo era, en un lugar donde las máscaras nos rodeaban y de forma enigmática hacían que todo en mi cambiara, suspire notoriamente y me acerque tanto al caballero que tan solo nos separaba un paso – Está bien, te mostrare mi rostro – dije modulando perfectamente para que el pudiera escucharme – Pero con una condición – no era de poner condiciones pero esta vez necesitaba algo, un apoyo quizás un empujón para mostrar lo que realmente escondía.

Tome una máscara que colgaba a un lado del gran espejo. Aquella careta era de un color dorado carecía de otro color, que no fuese ese, la expresión era de alguien serio en el cual habitaba la curiosidad, suspire de nuevo y en silencio le coloque la máscara al joven – No se la quite, por favor – aquello había sido casi una súplica escondida por un mandato, necesitaba aquello más de lo que él pudiera imaginarse, volví a darle la espalda y me acerque al espejo di un vistazo a cerciorándome que aquel hombre siguiera con la máscara que le había pasado y con mis ojos mirando mi reflejo separe la máscara y lentamente comencé a bajarla dejando al descubierto mi rostro, marcado por aquel golpe que hacia unas horas me habían dado, una parte de mi mejilla estaba morada con la mano marcada
cerré mis ojos y me quede en silencio.

Él quería ver mis ojos y yo los cerraba, en que estaba pensando, fue lo primero que se cruzó por mi cabeza y luego me di media vuelta quedando frente al joven Alvar, abrí los ojos y le mire directo sin decir ni una sola palabra, él quería ver lo que ocultaba la máscara y ahí estaba el rostro marcado de una mujer que había llorado, que había sido maltratada, que la habían humillado pero ahí estaba parada mostrando su verdadero rostro.

Nunca habría una palabra que me diera el consuelo necesario para encontrarme bien, solo el silencio de quien las pronunciaba seria lo más reconfortable para mi buen vivir, trague saliva conteniendo la inmensidad de sentimientos que recorrían mi cuerpo de pies a cabeza deteniéndose en mi cabeza, los ecos de palabras en la lejanía las podía escuchar, aquellos insultos llegar a mí, luego de todo lo que Alexei tenía que decir venían los golpes, en el rostro y espalda, tenía fascinación por aquello; suspire. Alzando mi vista ante las palabras de Alvar no pude evitar soltar una sonrisa, suave sincera quizás con algo de inseguridad. Tenía mucho de todo aquello en mi interior.

Alvar… - baje la mirada al suelo buscando algo en que concentrarme – cuando una mujer oculta algo sus razones tiene – me sentía medianamente nerviosa y entrelace mis dedos jugando con ellos dándole caricias suaves, tenía que calmar la ansiedad que había en mí, de alguna forma u otra necesitaba aquella mascara, para sentirme bien, necesitaba de aquello para poder sentirme bien – Puedes quitarte la máscara – dije al fin, ya me había visto, ya sabía cuál era mi verdadero rostro, ahora él podría juzgar por lo que veía, mis ojos, aquellas dos perlas que diariamente buscaban sentirse iluminadas con vida, aquellas por las cuales se podía ver mi alma, mi ser, por aquel laberinto se podían conocer mis más secretos tesoros.

Siempre, existe alguien que no sabe apreciar la belleza de las cosas o de las personas – ya no sabía por que hablaba, él estaba viendo, lo había dicho, sentía ese bloqueo mental que no me dejaba ni respirar, ni pensar, ni ser yo. Me acerque al joven y le tome de la mano para que se pusiera delante del espejo - ¿Qué vez? – le pregunte parándome a un lado de Alvar. Ya había perdido mis cabales, pero de alguna forma quería saber que era lo que él estaba viendo.

Si bien había formado una barrera entre ambos a medida que pasaban los segundos parecía que todo pasaba, como aquellos golpes, si, aquel dolor duraría unos días luego se iría… como todo lo que él me decía. Quede en silencio mirando el espejo el reflejo de ambos, algo real pero a la vez diferente. Y en las diferencias habitaban los detalles, que solo un artista que pudiera pintar el sonido de una lágrima al caer podría recrear.

Mis hombros se relajaron, mi cuerpo se puso más liviano al momento que Alvar se sacaba la máscara y le veía aquella expresión, calmada, agradecí que así fuera ya que me pasaba que a veces todos caían en la ansiedad por mis hematomas, a decir verdad yo ya me había acostumbrado a ellos, me había acostumbrado a que la gente me viera con cara diferente, quizás de lastima, repudio, odio, siempre aquellas miradas caían sobre mí, la mujer de Von Bennewitz, lo buen y único que rescataba que nadie de la sociedad alta conocía mis secretos, el hecho de ser cortesana ya era un pecado, y más para alguien que tenía un esposo, con mi último pensamiento toda mi piel se erizo por completo, alce mi mano derecha para alcanzar mi codo contrario, entre pensamientos vagos en ningún momento sáquela vista del reflejo, me dedique a mirarme, a mirarlo, a contemplar la realidad – Yo veo a un hombre con buenas intenciones y a una mujer que no está en sus mejores días – aclare, no era un tonto, digamos que la curiosidad era como un capricho, cuando encontrabas aquello que tanto querías y no eras lo que esperabas…

Le di la espalda al espejo, no quería seguir observando aquella marca que tenía en mi rostro, mire el lugar, de alguna forma comencé a sentir medianamente extraña entre tantas máscaras, que bellas eran pero ya no escondían mi secreto, sin más avance por el lugar y me fui al mostrador para comprar la única que había llamado mi entera atención, la colgaría en mi habitación en un lugar que me recuerde que detrás de ella podría ser libre de alguna manera. – ¿Alvar? – pregunte mientras le miraba desde mi posición, la señora que atendía el lugar acepto mi dinero y guardo la máscara en una cajita de colores morados con una rosa encima. – ¿tiene la tarde ocupada? – dije esperando que no me oyera, había tenido una corazonada y no la dejaría pasar.

Era claro que no quería regresar a mi hogar para encerrarme a mi habitación, estar sola en realidad no me hacía nada bien, quería hacer algo diferente, no iría al burdel, no quería estar en ese ambiente al menos por hoy. Tome la caja entre mis manos y voltee para ver al joven, pero esta vez ya no con la cara de tristeza que había tenido hace un momento atrás, sino que ahora le regalaba una bella sonrisa, una aceptación, un agradecimiento por permitir que pudiera sacarme la máscara y afrontar lo que escondía, ya que, siempre lo ocultaba, me quedaba callada, digamos que ahora ya podía ser yo misma. Algo tenía muy claro, siempre se podía encontrar un gran secreto tras una hermosa mascara, ya que solo era una apariencia para engañar, para mostrar algo que quizás deseemos o tal vez solo para imaginar que somos otros, en mi caso solo era ocultar un secreto, un rastro, nada más que eso.

Camine por el lugar mientras dando una vuelta en mi propio eje – ¿Y qué dices…? – termine por formular otra pregunta para cerrar mis labios y esperar del algo, no me molestaría si tuviera que hacer, pero valía la pena preguntar quizás podría conocer algún secreto de aquel hombre y así quedaríamos a mano.

No pudo ser más preciso, cuando escuche sus palabras una sonrisa se posó en mis labios aun cuando mi trabajo fuera la seducción, no ocupaba aquello para acercarme a ningún hombre, no por el hecho de sentirme la mejor, ya que tenía fe que no lo era, simplemente mi trabajo era más que solo acostarse una noche con alguien era, más bien conversar hacer que mi acompañante se sintiera cómodo, entrar en un juego donde la seducción no era más que una mirada o un roce, mis ojos se posaron en los de Alvar, el parecía diferente a muchos hombre que había visto con el largo de mi corta vida, mi pecho se inflo de manera simple y agradeciendo nuevamente a la señora que me había entendido mire al joven, de apariencia desairada. – Caminar… - salió como si fuera un suspiro aquellas palabras – Caminemos, para conocernos – añadí con una sonrisa suave.

Sin que él me lo ofreciera me acerque a él y tomándole del brazo hice un ademan para que saliéramos de la tienda de Máscaras, donde mi secreto estaría oculto, mi rostro seguiría manchado, mi corazón seguía latiendo y mi alma… ya no estaba junto amo, la había perdido cuando aquel hombre que se hacía llamar mi esposo me había desilusionado, el, él único hombre que realmente ame, que realmente amo… porque eso era, porque a pesar que ya ni siquiera me miraba, ni me tocaba de manera suave mi alma estaba junto a él, traicionando a mi cuerpo y por eso… mi vida era así, una… miseria. Lleve mi mano libre hacia mi cabello para despejar mis tontos pensamientos, en realidad aun no era tiempo de ponerme a pensar en aquellas, situaciones que atormentaban mi vida, ahora era cuando necesitaba un poco de distracción, de libre distracción y mi acompañante que me había sorprendido esperaba que siguiera haciéndolo.

Ya afuera de la tienda , comenzamos a caminar sin una dirección aparente, tal cual mi vida… sin un norte y mucho menos sin un sur - ¿A qué te dedicas?- pregunte de manera suave al tiempo que la briza otoñal se hacía presente en Paris, aun sabiendo que mi rostro estaba marcado aquello saco una sonrisa desde lo más profundo de mi cuerpo, porque el viento siempre me había gustado, era una de las pocas cosas que me llenaba… era una de las pocas cosas que lograba sacarme verdaderas sonrisas, con cuidado aferre la pequeña caja donde yacía mi mascara algún día la usaría, eso lo tenía más que claro.

¿Sabes? Cuando entre a ese lugar… no sabía lo que quería… no sabía lo que necesitaba… pero me basto un segundo para encontrarme con aquella mascara que me ayudaría a ocultar una parte de mi… Lamento mi forma de actuar… pero a veces es mejor ocultar ciertos aspectos de la vida – comencé hablar libremente, poco a poco me estaba quitando el peso que luego de abandonar aquel lugar cargaban mis hombros.

No podría explicar con certeza que me había llevado a acercarme a ese hombre, yo no andaba buscando nada más que ocultarme, de evitar las miradas de lástima que me entregaban las personas cuando veían mi rostro marcado por el abuso de poder de un hombre que se creía mi amo y señor, ese día quería irme lejos, morir si fuera necesario… No quería regresar, al menos por hoy eso se veía lejano. Me deje guiar por mis pasos, acostumbraba salir a caminar sin rumbo solamente caminar, respirar aire puro, conquistar si fuera necesario y más que nada escapar, exiliarme de mi hogar. Trague saliva, cuando dijo aquello del misterio, ya que con eso me recordó que yo era una cortesana, una mujer que se había alejado de sendero…

¿Mi encanto? – moví cabeza en negativa, había escuchado que toda mujer tenía los suyos, mas yo nunca sabría cual me pertenecía, mis ojos diariamente mostraban la melancolía de mi alma y piel los desgastes y marcas del maltrato… ¿El alma? La había perdido hace mucho tiempo, era una persona que solo tenía un corazón que le permitía vivir. Un ser sin alma, sin historia, sin nada más que recuerdos y sueños que algún día o jamás se cumplirán. Avance en silencio pensando en mis decisiones, en mis errores y en todas las veces que me había tenido que levantar en silencio sin la ayuda de nadie y para mi desgracia aún seguía con vida.

Nunca he montado un caballo, me dan miedo – añadí cuando el menciono a que se dedicaba, interesante trabajo para un hombre que entra en un local donde venden mascaras – No puedo ni acercarme a uno que mi cuerpo se pone tenso, tiemblo de miedo – moví mi cuerpo de manera suave, sabía que tras aquel miedo venia una historia, larga donde un caballo y su jinete querían atentar contra mi vida, Richard, por esa razón lo odia y no me gustaban los caballos – Y…- aguarde silencio mientras veía que delante de nosotros iban dos caballeros y sentí como todo en ese momento desaparecía, mis peores miedos se hacían presentes y no sabía cómo reaccionar. Apreté el brazo de Alvar con fuerzas, mis piernas comenzaron a flaquear a ceder pero no podía detenerme, el poco orgullo que tenía en ese momento me impedía escapar aun cuando era un anhelo.

En realidad querían que me vieran, quería mostrarle que aun cuando todo iba en mi contra podría estar con alguien a mi lado, celos… no sabía si en realidad los sentiría Alexei, pero de algo estaba segura que si me veía… ardería Troya… Levente mi mano la que llevaba la cajita con la máscara y apunte hacia adelante – Mi esposo – dije en un hilo de voz y soltando el brazo de Alvar. Y como si fuera poco todo pareció detenerse y vi como Richard se daba vueltas y nos quedaba mirando, se detuvieron y mi cuerpo se quedó estático, pegado en el suelo…

Tenía claro que el destino para personas como yo cambiaba a cada hora, podía decir que era una verdadera marioneta del Señor, en realidad así me sentía cada día de mi vida, una que estaba llena de desilusiones, cariño ajeno y violencia desmedida, porque a pesar que los rastros de los golpes pasaban las palabras que herían mi corazón perduraban más que nada en este mundo, todo parecía ser opaco en mi diario vivir, los colores estaban lejos y más cuando ya no estaba en aquel lugar donde vendían mascaras. Por un momento me sentí diferente, sentí que no era la esposa de, ni mucho menos la mujer que vendía su tiempo para compartir con hombres extraños. Alvar se había encargado de hacerme sentir bien, diferente como una mujer de clase alta bella, misteriosa y podría arriesgarme que también sensual. Pero así no era mi vida, no era el cuento que hadas que alguna vez oí, la realidad estaba alejada de todo.

Y mi pesadilla se hizo presente en el momento que Richard poso su frio rostro sobre mi y el joven que me acompañaba, el miedo, la ira y melancolía volvían hacerse presente como si alguien se empeñara en hacer mi vida una maldita tragedia. Respire entre cortado mientras no sabía qué hacer, prácticamente me encontraba paralizada en ese lugar, la impresión de verlos justo ahí me llenaba de muchos sentimientos que no podría describir, todo se volvía a la nada. Alexei se dio vueltas y con el rostro serio dirigió su mirada hacia mí, en ese momento supe que las cosas no terminarían bien, mi esposo era un hombre prepotente de un humor de los mil demonios que con el cizañero que tenia a un lado todo se haría pedazos en un solo segundo. Se detuvieron al acto y comenzaron a caminar en dirección nuestra, volví apretar el brazo de Alvar, no sabía que decirle ¿Qué hacer? No podía involucrarlo en una lucha que solo era mía. – No se – dije confundida por mis propios pensamientos, mi cuerpo comenzó a temblar suavemente mi corazón latiendo con fuerzas impedía que siquiera pudiera pensar algo lógico en un momento como ese.

Y la risa burlesca de Alexei se hizo presente, levante el rostro para mirarlo directo a esos ojos que desbordaban la furia de su interior – Pero… ¿Qué no es mi querida esposa? – hablo de manera burlesca lo podía notar en su tono de voz intente decir algo pero no hubo caso, no podía enfrentarme a él aunque mi cabeza quisiera mi corazón estaba paralizado – Y nada más y nada menos con un hombre… ¡que sorpresa! – se dirigió a mi acompañante mirándole con desprecio y acercándose a mi me tomo del brazo apartándome de Alvar, cerré los ojos mientras sentía el dolor con aquel apretón, mire al joven de la máscara y con un grito de auxilio mis ojos decían lo que quería en ese momento – Suéltame… - logre formular palabra alguna – Me haces daño – reclame mientras seguía sosteniéndome del brazo y con un impulso me empujo a los brazos de Richard, quien con fuerza me dio una bofetada blasfemando – Mal nacida – el golpe había sido en el mismo lugar donde tenía marcado mi mejilla el dolor hizo que perdiera el equilibrio y caí en ese lugar llevándome la mano a la mejilla. No pude levantarme y mirando con cierta angustia Alvar hable – Mejor… vete – contuve las lagrimas, no quería que el pasara un mal momento y mucho menos que le golpearan por algo que ni siquiera el sabia.

Alexei se acerco a él y comenzó a decir una seria de palabras, como “¿cuanto le pagas por acostarse contigo? Ahora sabes que ella tiene esposo… y le es infiel… y ni te imaginas con cuantos hombre” y una infinidad de frases que hacían que me sintiera una basura en ese lugar. Intente levantarme pero el amante de mi esposo me lo impidió empujándome – Eres Basura Amy, quédate ahí… donde perteneces – volvió a bofetear mi cara y no aguante, las lagrimas brotaron de mis ojos y gateando hacia una pared con algo de fuerza me levante y acercándome a mi esposo, evitando a Richard hable – El… no… Alexei… no por favor – entre sollozos le tome del brazo y levantándome la mano solo reaccione tapándome el rostro – Lo siento Alvar – musite muy suave y en ese momento Alexei fue a por él, para golpearle y quien sabe Dios qué cosas más.