AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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En la oscuridad se esconden los más bellos rincones; también la más verdadera paz. [Patrick]
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En la oscuridad se esconden los más bellos rincones; también la más verdadera paz. [Patrick]
" La oscuridad no existe, lo que llamamos oscuridad es la luz que no vemos." Henri Barbusse Boba. Eso era, una autentica boba. Sin duda alguna tras este día, no me quejaría ni replicaría palabra alguna cuando Alain, el conde de Francia me llamara de alguna forma similar. Porque me lo había buscado y aquí me encontraba, sin saber dónde ir, hacia qué lado decantarme. Sentía los caballos cerca de mí. Aquel juego al gato y al ratón me tenía hastiada. ¿No dejarían jamás de buscarme? Ya hacia un mes desde que Alain me hubiera acogido en su servidumbre, más en concreto como una doncella más de su gran arsenal, porque aunque en la intimidad de su alcoba en la que me encontraba diariamente a causa de sus ordenes de que solo yo le ayudara mañana y noche, me dijera y me hablara como la señorita que era. Tenía la mala costumbre de olvidar esos detalles, hablándome muchas veces como el rey que manda a sus súbditos. Y válgame dios si no tengo paciencia, que todavía no le he tirado los zapatos a la cabeza. Además de la molestia del gran seductor que era aquel engreído conde me producía, gracias a él me encontraba a salvo. Bajo un techo y entre unas paredes que me acobijaban y se lo agradecía desde lo más hondo del corazón. Porque a cada día que pasa, me doy cuenta de que los soldados ingleses se encuentran decididos a encontrarme y de no haber sido mi rescatador el día que llegué a suelo francés, ya haría tiempo mi cabeza habría dejado de encontrarse sujeta a mi cuerpo. Y aún sabiendo que me buscaban, esta mañana con un sol radiante, me había resultado imposible el resistir perderme por un rato en los jardines, hasta llegar al bosque. Me disponía a terminar el ramo de flores que iba recolectando, cuando unos gritos y unos relinchos de caballos me sorprendieron y automáticamente me escondí entre la maleza. Rápidamente los vi. En el bosque de Alain una patrulla de soldados hacía una ronda de vigilancia, buscándome. Mi cuerpo tembló y aterrorizada pensé en que hubiera sido Alain el mismo que hubiera dejado que esos soldados camparan por sus terrenos. Sin embargo algo me decía que él no sabía nada, ni de mi excursión sin avisar, ni de aquella inesperada inspección de Inglaterra. —Rastrear cada rincón. En algún lugar debe de estar escondida. Nadie puede desaparecer de esta forma, sin dejar ni un rastro! —Gritaba uno de los hombres, el que parecía tener la voz cantante del grupo. Yo me encogí más en lo que uno de los corceles pasó cerca de mí y lentamente aprovechando que se iban alejando de donde me encontraba escondida, empecé a alejarme yo también de ellos, yendo hacia el lado contrario al que ellos se dirigían. No creía capaz de llegar hasta Alain, por lo que debería buscar la forma de permanecer escondida. El sol, la luz, obstaculizaba el pasar desapercibida por aquel bosque lleno de claros de luz. Avancé sirviéndome de las escasas sombras de los arboles, hasta que la voz de los soldados cada vez se hacía menos audible, finalizando al llegar junto a un profundo lago sin oírse nada que no fueran los pájaros y animales del bosque. Un poco más confiada, salí a la luz. Tenía que buscar el lugar en el que esconderme, hasta que se cansaran de buscarme o el conde acudiera a rescatarme. ¿Por qué lo haría, no? Suspiré al no saber la respuesta mientras mis pies se movían, recorriendo el lago. Observé en mi camino las ranas que al verme saltaban al agua y algún que otro conejo que al igual que las pequeñas ranas verdes, al verme huía aterrorizado. Sonreí al aire, agradeciendo la caricia del aire que acariciaba mi rostro, hasta que unos ruidos me alertaron y antes de saber si se trataba de los soldados ingleses, eché a correr hacia la parte menos accesible del bosque. Con las manos retiraba toda rama que obstacularizara mi paso por entre los árboles. Sentía mi corazón latir desesperado para tomar el oxigeno que necesitaba y como yo en vano intentaba respirar calmada… En vano, ya que todos mis esfuerzos se centraban en escapar, aprovechando ahora que aún no me habían visto. —!Separaros y rastread¡. Algunos que vayan a avisar al conde... !los demás conmigo! — Los pasos de los caballos aunque lentos cada vez sonaban más cerca y desesperada de mí, había terminado cayendo al suelo tras tropezar con una raíz, dándome de boca contra el suelo. Jadee adolorida y solo alzar la mirada, fue que descubrí algo que a simple vista pasa desapercibido. Entre los árboles, en la sombra de ellos y escondida por la maleza se encuentra una cueva. No sabía que tan larga o si dentro esperaba un oso, solo me lancé a esconderme en ella, desapareciendo en la oscuridad de sus adentros en cuando los primeros caballos irrumpían donde instantes antes me había encontrado. —¡Seguid buscando! — Y tras aquella orden, por suerte para mí, pasaron de largo. No habían descubierto la cueva, por lo que de momento estaba a salvo o aquello parecía. Suspiré y pasándome una mano por los labios que sangraban tras el fuerte golpe contra el suelo me interné más en la oscuridad de la cueva. Parecía vacía o así era a simple vista. Sin embargo al dar unos diez pasos el sonido de unos aleteos sobre mi me asustaron y retrocediendo, chocando contra una piedra en mi camino volví al suelo, esta vez encontrándome con una pequeña mancha oscura en el suelo, frente de mí. Un murciélago, me dije al reconocer las alas de membrana y viendo como la pequeña mancha se movía sin poderse poner derecho, con cuidado lo tomé con mi mano y lo giré para que pudiera volver a prender el vuelo. — Hola pequeño… ¿Te caíste del nido? —Le pregunté con voz dulce dejándole en el suelo para que pudiera volar y alejarse, volviendo a colgarse de donde estuviera sus hermanos y familia, cuando oí unos ruidos y alarmada fijé mi mirada frente a mí, en la oscuridad más completa de la cueva. — ¿Hay alguien? —Pregunté en voz baja, con miedo de que aquel ruido no fuera un murciélago cayendo al suelo, o sobrevolando sobre mi cabeza, si no el fin de mi huída; un soldado. |
Gracias Unni • |
Ivana Belankorth- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 26
Fecha de inscripción : 02/11/2013
Re: En la oscuridad se esconden los más bellos rincones; también la más verdadera paz. [Patrick]
"Por suerte, la naturaleza me ha dotado de una curiosidad irracional
hasta para las cosas más nimias.
Eso me salva. La curiosidad es lo único que me mantiene a flote.
Todo lo demás me hunde."
hasta para las cosas más nimias.
Eso me salva. La curiosidad es lo único que me mantiene a flote.
Todo lo demás me hunde."
Abrí los ojos muy en la mañana, a eso de las ocho y luego de haber dormido al menos unas cinco horas. El graznido de un cuervo en mi ventana me impidió dormir más y cuando me giré en mi cama para taparme la cabeza con las frazadas e ignorarlo dándole la espalda, el molesto animal empezó a picotear en la ventana como si tuviera el objetivo de despertarme definitivamente. Me giré de nuevo mirando hacia arriba, suspiré y volví mi rostro a donde estaba el animal, observándome a través del vidrio con unos ojos expresivamente humanos.
¿Qué más daba? salí de mi cama con curiosidad y el frío terminó de despertarme completamente. Descalzo y sin camisa como estaba, caminé hacia la ventana y la abrí pensando que quizás el animal volaría al instante y dejaría de insistir no sé con qué objetivo. El viento frío típico de las mañanas de primavera aumentó al subir el vidrio y el cuervo permaneció ahí, mirándome como si me quisiera decir algo. -Bueno, entra- le dije mientras le daba la espalda y buscaba un saco que ponerme para no helarme mientras me preparaba un buen café. Bostecé, me refregué los ojos y cuando llegué a la pequeña cocina noté que el cuervo había volado y cambiado de ventana pero sin entrar en la casa, como si desconfiara o simplemente tomara sus precauciones. De nuevo me vi en la obligación de abrirle. –Entra, vamos. No sé porque creo que tienes algo que decirme. Puedes venir, cambiar aquí y decirme lo que sea- puse el agua en la tetera con total tranquilidad. Por algún motivo el animal o cambiaformas no me generaba desconfianza. -Te invitaré un café y ya me dirás lo que necesitas- ofrecí después de encender el fuego y me senté en uno de los altos bancos que tenía en la estancia. Me dediqué a mirar al ave en tanto el agua hervía e incluso me pareció que negaba con la cabeza con total disimulo. Yo por supuesto fui imprudente, porque podía ser un condenado y yo le invitaba a entrar, cambiar y casi hasta el desayuno. El silbido de la tetera cortó el hilo de mis pensamientos y para entonces aquél pequeño o pequeña aún continuaban sin entrar Seguía ahí, viéndome como si con eso yo pudiera entenderlo todo. Vertí el café, le puse dos cucharaditas de azúcar y lo serví para regresar a mi lugar y mirarle de nuevo -¿Quieres que te siga?- dije revolviendo el café y realmente esperé que asintiera. El animal dio un paso en reversa -Mmm ya veo, tendrás que esperar a que me termine el café y me ponga algo para salir- el cuervo se acomodó de nuevo retomando un paso adelante.
Como dije, hice. Terminé mi bebida y movido más por la curiosidad que por cualquier temor o sospecha, tomé un baño rápido y me vestí tan formal como acostumbraba. -Te espero abajo, debo cerrar las ventanas- le guiñé al animal que voló de inmediato. Guardé en los bolsillos del pantalón las llaves de casa y algo de dinero y en el saco una pequeña y delgada licorera por si se hacía largo el viaje y terminaba aburriéndome. Con rapidez, bajé las escaleras para salir del lugar. Como esperaba, el animal voló de copa en copa, árbol tras árbol y finalmente terminé adentrándome en los bosques luego de recorrer a pie media ciudad. Negué sin entender nada y deseé que el trayecto terminara, ya de por sí estaba demasiado curioso y a pesar de mi paciencia no quería extender aquello por demasiado tiempo. Para mi sorpresa el animal entró en una cueva anunciando así el final del recorrido. Yo ingresé sin más y la oscuridad no me fue problema debido al don que me permitía moverme en medio de las tinieblas igual que si hubiera mucha luz. Adentro no había nadie, no discerní potencial peligro y seguí internándome en aquella húmeda cueva. -Bueno, ya dime- exigí y me senté sobre unas rocas al fondo quedando sentado como si fuera un estrado hecho de piedra. El animal, frente a mí, se acomodó. Yo me incliné hacia adelante y sentí que ese era el momento, hasta que alguien más entró al lugar, con respiración fatigada y el corazón a toda marcha. Era una mujer, una bruja para ser exactos. Permanecimos en silencio observándola, desde que entró, cayó y tomó al murciélago entre las manos como si, a diferencia de la mayoría de chicas, no le temiera. Pero, era de esperarse ¿O acaso las brujas no agarran cosas peores? Miré al cuervo y este me miró a mí, bajó la cabeza y emprendió el vuelo escapando. “¡No, espera!” quise decirle, pero las palabras me quedaron en la garganta cuando la mujer preguntó con cierta sospecha y me vi obligado apenas a observar.
Chasqueé la lengua con molestia pero sin enojo, me había dejado con la duda en mal momento y era un sin sabor que de seguro dudaría por horas y, ahora quién sabe con certeza por cuánto tiempo más. -No si no quieres- le respondí en voz baja a la bruja para no asustarla, porque de seguro ese aleteo y fuga violenta del cuervo pudo haberla alertado ya. Un suspiro mudo me quedó en el pecho resignado y dejé de observar la salida para volver la vista a la mujer, total ¿Qué más daba? ya el cuervo se había ido y no iba a correr tras él, ya llegaría el momento de conocerlo todo y estaba seguro que haría presencia de nuevo en mi casa debido a la insistencia con la que inició todo. ¿De qué iría todo aquello? ¿De que huía la intrusa? Vaya mañana más extraña.-¿Estás bien, mujer?- se me ocurrió preguntar para infundirle algo de calma en medio de ese extraño lugar para un encuentro cualquiera.
¿Qué más daba? salí de mi cama con curiosidad y el frío terminó de despertarme completamente. Descalzo y sin camisa como estaba, caminé hacia la ventana y la abrí pensando que quizás el animal volaría al instante y dejaría de insistir no sé con qué objetivo. El viento frío típico de las mañanas de primavera aumentó al subir el vidrio y el cuervo permaneció ahí, mirándome como si me quisiera decir algo. -Bueno, entra- le dije mientras le daba la espalda y buscaba un saco que ponerme para no helarme mientras me preparaba un buen café. Bostecé, me refregué los ojos y cuando llegué a la pequeña cocina noté que el cuervo había volado y cambiado de ventana pero sin entrar en la casa, como si desconfiara o simplemente tomara sus precauciones. De nuevo me vi en la obligación de abrirle. –Entra, vamos. No sé porque creo que tienes algo que decirme. Puedes venir, cambiar aquí y decirme lo que sea- puse el agua en la tetera con total tranquilidad. Por algún motivo el animal o cambiaformas no me generaba desconfianza. -Te invitaré un café y ya me dirás lo que necesitas- ofrecí después de encender el fuego y me senté en uno de los altos bancos que tenía en la estancia. Me dediqué a mirar al ave en tanto el agua hervía e incluso me pareció que negaba con la cabeza con total disimulo. Yo por supuesto fui imprudente, porque podía ser un condenado y yo le invitaba a entrar, cambiar y casi hasta el desayuno. El silbido de la tetera cortó el hilo de mis pensamientos y para entonces aquél pequeño o pequeña aún continuaban sin entrar Seguía ahí, viéndome como si con eso yo pudiera entenderlo todo. Vertí el café, le puse dos cucharaditas de azúcar y lo serví para regresar a mi lugar y mirarle de nuevo -¿Quieres que te siga?- dije revolviendo el café y realmente esperé que asintiera. El animal dio un paso en reversa -Mmm ya veo, tendrás que esperar a que me termine el café y me ponga algo para salir- el cuervo se acomodó de nuevo retomando un paso adelante.
Como dije, hice. Terminé mi bebida y movido más por la curiosidad que por cualquier temor o sospecha, tomé un baño rápido y me vestí tan formal como acostumbraba. -Te espero abajo, debo cerrar las ventanas- le guiñé al animal que voló de inmediato. Guardé en los bolsillos del pantalón las llaves de casa y algo de dinero y en el saco una pequeña y delgada licorera por si se hacía largo el viaje y terminaba aburriéndome. Con rapidez, bajé las escaleras para salir del lugar. Como esperaba, el animal voló de copa en copa, árbol tras árbol y finalmente terminé adentrándome en los bosques luego de recorrer a pie media ciudad. Negué sin entender nada y deseé que el trayecto terminara, ya de por sí estaba demasiado curioso y a pesar de mi paciencia no quería extender aquello por demasiado tiempo. Para mi sorpresa el animal entró en una cueva anunciando así el final del recorrido. Yo ingresé sin más y la oscuridad no me fue problema debido al don que me permitía moverme en medio de las tinieblas igual que si hubiera mucha luz. Adentro no había nadie, no discerní potencial peligro y seguí internándome en aquella húmeda cueva. -Bueno, ya dime- exigí y me senté sobre unas rocas al fondo quedando sentado como si fuera un estrado hecho de piedra. El animal, frente a mí, se acomodó. Yo me incliné hacia adelante y sentí que ese era el momento, hasta que alguien más entró al lugar, con respiración fatigada y el corazón a toda marcha. Era una mujer, una bruja para ser exactos. Permanecimos en silencio observándola, desde que entró, cayó y tomó al murciélago entre las manos como si, a diferencia de la mayoría de chicas, no le temiera. Pero, era de esperarse ¿O acaso las brujas no agarran cosas peores? Miré al cuervo y este me miró a mí, bajó la cabeza y emprendió el vuelo escapando. “¡No, espera!” quise decirle, pero las palabras me quedaron en la garganta cuando la mujer preguntó con cierta sospecha y me vi obligado apenas a observar.
Chasqueé la lengua con molestia pero sin enojo, me había dejado con la duda en mal momento y era un sin sabor que de seguro dudaría por horas y, ahora quién sabe con certeza por cuánto tiempo más. -No si no quieres- le respondí en voz baja a la bruja para no asustarla, porque de seguro ese aleteo y fuga violenta del cuervo pudo haberla alertado ya. Un suspiro mudo me quedó en el pecho resignado y dejé de observar la salida para volver la vista a la mujer, total ¿Qué más daba? ya el cuervo se había ido y no iba a correr tras él, ya llegaría el momento de conocerlo todo y estaba seguro que haría presencia de nuevo en mi casa debido a la insistencia con la que inició todo. ¿De qué iría todo aquello? ¿De que huía la intrusa? Vaya mañana más extraña.-¿Estás bien, mujer?- se me ocurrió preguntar para infundirle algo de calma en medio de ese extraño lugar para un encuentro cualquiera.
Patrick Verlaine- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 36
Fecha de inscripción : 27/03/2014
Re: En la oscuridad se esconden los más bellos rincones; también la más verdadera paz. [Patrick]
"(...) Después fue el silencio, más súbito, más grande y terrible que antes. El silencio de la laguna, preñado de misterio." Henri Barbusse El murciélago había terminado fuera de mi atención tras llenar mis sentidos aquel ruido. ¿Quién había hecho aquello? Había parecido un aleteo de algún animal, sin embargo podía ser todo o nada. Si hubiera soldados en esa cueva, de seguro el pájaro del ruido se habría alejado asustado. Inquieta fijé mi mirada, sin ver nada realmente. Suspiré y empecé a recitar en mi cabeza mi escudo protector cuando aquella voz irrumpió el silencio de la cueva, haciéndome perder la concentración y temerosa me giré hacia la dirección de donde provenía. ¿No si no quieres? ¿Qué era esa respuesta? Fruncí el ceño desconcertada e intenté encontrarle con la mirada, sin éxito. Debía de estar quien fuera aquel hombre en la oscuridad, en lo más hondo de aquel sitio. — No si no quiero… —Repetí, frunciendo el ceño, desconcertada por su respuesta. — ¿Quiénes sois…?— Pregunté con la voz baja temiendo que los soldados de fuera oyeran mi voz, por leve que fuera y me encontraran. Inconscientemente al pensar en ellos, en mis perseguidores instintivamente para alejarme de la entrada de la cueva, di unos pasos hacia la oscuridad, hacia delante y por ende, del desconocido. —Si…estoy bien. O eso creo, supongo. —Susurré oyendo de nuevo su voz, fruto quizás de la preocupación al sentir mis pasos inseguros caminar hacia él o por alejarme de la entrada de la cueva. Quien sabría. — ¿Sois de Inglaterra…? ¿O de parís? —Pregunte con incertidumbre de saber que contestaba y así averiguar con quien me había topado. Si me respondía de Inglaterra estaba en peligro y si solo fuera un Parisiense, quizás corría con suerte y no pensara delatarme en caso de que los guardias le vieran salir. Suspiré y volví a dar más pasos hacia él guiándome más por el recuerdo de su voz, que por realmente ver algo en aquella oscuridad. Apenas di unos dos pasos, que un ruido atrajo mi atención y me volví alerta observando la entrada de la cueva. El ruido cada vez estaba más cerca, hasta que pude sentir el crujir de las hojas secas del suelo al pisarlas... Parecían pisadas de corceles, así que ni me lo pensé, eché a correr hacia la oscuridad con miedo sin darme cuenta que justo me dirigía hacia la posición del joven, terminando por topar con él y caer al suelo ambos. Al caer al suelo, solté un quejido producido por el chocar de mi cabeza con una piedra del suelo, que no pude adivinar. Sin embargo enseguida me preocupe por el hombre, al que había tirado junto a mí en mi caída sin querer. — Perdón, perdón…os encontraís bien? No vi por donde iba. —El relinchar de los caballos me hizo enmudecer y volver la vista hacia la entrada de la cueva, donde por suerte la oscuridad nos escondía de las miradas de los soldados. No por eso al revés, por lo que podía ver perfectamente los dos caballos y sus jinetes, deteniéndose justo frente la cueva —Por favor manteneros en silencio… —Le rogué sintiendo sus movimientos ajenos a mi lado. Poniendo todos mis sentidos en lo que ocurría en el exterior, me ví tentada a crear de alguna barrera que nos pudiese proteger, tanto a mí como al joven, o simplemente darles de forma u otra su merecido a esos soldados. Solo que en el caso de hacerlo, seguro me arriesgaría demasiado y podrían atraparme, sumándole al título de traidora, una maldita bruja y aquello era mucho peor. Miré al desconocido, al que ahora podía verle un poco mejor hasta entrever su rostro y le sonreí. Seguro pensaba que yo estaría demente, primero por entrar en una cueva y luego por eso. Todo y que pensándolo así, ¿qué hacia él también en la cueva? Quizás ambos huíamos de algo. —Otra día más perdido por buscar a aquella mocosa. ¿Jamás dejaremos de ir tras ella? —La voz de uno de los soldados parecía cansada, estaba literalmente harto y en ningún momento escondía sus sentimientos. — Es joven, y sin nadie que la ayude, no pasará de unos días. Seguro que ya anda muerta por algún lado de Francia y nos habremos pasado de largo su maloliente cadáver. — Su risa hizo eco en la cueva, a la que tras unos segundos se juntó una segunda voz. — Muerta o viva,no importa. Debemos devolverla al rey. Lo que me da de pensar… ¿Y esa cueva? No creo haberla registrado antes.— Mi cuerpo al oír aquella voz tembló y por primera vez agradecí cuando el otro le contestó que de seguro allí dormía un oso pardo y más les valía no entrar si querían conservar las vidas. —Tienes razón…no echaremos a perder todo por un simple oso malhumorado. Mejor sigamos con la búsqueda. No debe de estar lejos y el propietario de estas tierras quizás se dé cuenta de nuestra intromisión antes de lo que esperamos. Así que vayamos aún queda un buen trozo para registrar. ¡En marcha! — Espoleó su caballo y echándose al galope, la silueta de ellos dejó de recortarse en la entrada de la cueva. Suspiré tras un segundo de aguantar la respiración y volviéndome al desconocido, le sonreí al verle en lo que me acomodaba el vestido que tras la caída había quedado arrugado. Quizás si empezábamos por buen pie no diría nada. Bien pensado tampoco había dicho nada por el momento por lo que no creía que ahora que se habían ido, fuera detrás de ellos a avisarles de mi presencia. — Gracias por no descubrirme, ¿Estáis bien? —Ahora si podía verle, mis ojos se habían acostumbrado a la oscuridad de la cueva y dejé de ver su sombra, su silueta, para finalmente poder verle tal cual era. |
Ivana Belankorth- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 26
Fecha de inscripción : 02/11/2013
Re: En la oscuridad se esconden los más bellos rincones; también la más verdadera paz. [Patrick]
"No hay seguridad en esta tierra, sólo hay oportunidad."
No era que mis días fuesen normales, pero este en particular parecía sacado de un libro del cual me era negado el final y, sin ser ni siquiera medio día ya estaba cargado de cosas y situaciones realmente extrañas.
-¿Quiénes? Supongo que aparte de nosotros dos sólo hay un par de animales- no supe si interpretaría ese "Nosotros dos" como ella y yo o como yo y alguien más. Lo cierto es que hablé con calma, con una naturalidad poco propia de un encuentro en una cueva pero que no distaba mucho de las situaciones por las que pasábamos ambos. -Soy sólo yo- aclaré finalmente para no incrementar las dudas y me puse de pie acercándome con lentitud. No era que pudiera verme, pero si oía pasos apresurados seguro que terminaría más angustiada de lo que ya parecía. Ella también se acercó aunque a tientas, pero no parecía segura en lo que decía y su modo de actuar era aún más sospechoso. -Y soy completamente francés- le respondí también bajando la voz sin saber con exactitud el motivo y con un evidente tono de incredulidad. Por un momento me quedé pensativo al respecto ¿Acaso hablaba extraño? jamás me habían preguntado si era inglés, mi acento era claro, sin errores de pronunciación y bastante marcado al igual que quienes siempre hemos vivido en Francia a pesar de ser criados fuera de París, como era mi caso. -¿Por qué?- quise saber y avancé un poco más tratando de observarla un mejor y así poder armarme una teoría al respecto.
Sin embargo ella giró alertada de repente y yo me mantuve en silencio. Detuve mis pasos en seco como si evitara delatarme pese a no haber hecho nada y a desconocer por qué lo hacía. Miré hacia la entrada de la cueva con recelo y lo siguiente que sentí fue un impacto tan repentino que resulté en el suelo con la chica sobre mí. Fue bueno porque muy seguramente mi cuerpo amortiguaría su caída para evitar que se lastimara; pero aquello no fue suficiente para evitar que se golpeara la cabeza con una roca que sobresalía del nivel del suelo a poca distancia de donde yo me encontraba al inicio. Era de esperarse, todo en la cueva era para lastimarse sino se tenía cuidado y más aún cuando la oscuridad le jugaba en contra a cualquiera que no dispusiera de las habilidades necesarias para sortearlo de mejor modo. Giré el rostro con cierta preocupación, si se seguía cayendo iba a salir irreconocible del lugar y aunque no la conociera no pretendía eso. -Sí, yo estoy bien, descuide. Pero usted se ha golpeado fuerte. Déjeme ver- afirmé deduciéndolo del sonido que había causado el impacto e incluso me preocupó. Extendí la mano buscando alguna herida sin preguntarle. No obstante me detuve a unos cuantos centímetros cuando me pidió que guardara silencio y bajando la mano me quedé completamente inmóvil prestando atención a las voces que provenían de afuera del lugar y que iban haciéndose mucho más audibles conforme se acercaban sobre caballos.
Hablaban de alguien, de una mujer a la que buscaban viva o muerta. Sin duda eran palabras fuertes que daban a pensar que esa a quien buscaban había incurrido en algo muy grave. Si decidían entrar yo no podía hacer demasiado cambiando a un cuervo, pero si no llevaban armas de plata podría arreglármelas de algún modo para mantener a la desconocida a salvo. ¿Por qué? era una mujer, eso me bastaba. Por suerte para ambos desistieron de su empresa y el galope de los caballos se alejó con prontitud. Seguidamente la joven y desconocida bruja se incorporó y casi me dio la impresión que actuaba como si nada. Yo retiré mi espalda del suelo pero permanecí sentado con las piernas dobladas observándola cómodamente, si así puedo denominar algo no doloroso en medio de un lugar lleno de rocas. -Me da la impresión que tengo frente a mí a quien buscaban ¿Me equivoco?- pregunté en lo que más bien parecía una afirmación pero sin sonar amenazante y sin darle demasiadas vueltas al asunto al creer que luego de aquello me merecía una explicación. -¿La lastimaron antes? Creo que aparte de eso aquí adentro ya ha sufrido dos buenos golpes ¿Me permite ver si está bien? Cuando entró me pareció ver su labio sangrando y aún no tengo idea que tan delicado fue el golpe en su cabeza- no me moví sin que me dijera que sí, yo siempre buscaba la calma y eso también otorgaba y más allá de lo que acababa de suceder, me preguntaba cuan herida podía estar en esa fuga a la que se había dispuesto. Fuera lo que fuera ella, no me parecía hasta ahora peligrosa, más bien me resultaba por completo frágil e incluso inocente por más de ser una completa desconocida. Era bruja, sí, su aura la delataba. Pero ¿Por qué no hacía nada con eso? Para nada me parecía peligrosa, más bien era de ese tipo de mujeres a las que casi es necesario proteger.
-¿Quiénes? Supongo que aparte de nosotros dos sólo hay un par de animales- no supe si interpretaría ese "Nosotros dos" como ella y yo o como yo y alguien más. Lo cierto es que hablé con calma, con una naturalidad poco propia de un encuentro en una cueva pero que no distaba mucho de las situaciones por las que pasábamos ambos. -Soy sólo yo- aclaré finalmente para no incrementar las dudas y me puse de pie acercándome con lentitud. No era que pudiera verme, pero si oía pasos apresurados seguro que terminaría más angustiada de lo que ya parecía. Ella también se acercó aunque a tientas, pero no parecía segura en lo que decía y su modo de actuar era aún más sospechoso. -Y soy completamente francés- le respondí también bajando la voz sin saber con exactitud el motivo y con un evidente tono de incredulidad. Por un momento me quedé pensativo al respecto ¿Acaso hablaba extraño? jamás me habían preguntado si era inglés, mi acento era claro, sin errores de pronunciación y bastante marcado al igual que quienes siempre hemos vivido en Francia a pesar de ser criados fuera de París, como era mi caso. -¿Por qué?- quise saber y avancé un poco más tratando de observarla un mejor y así poder armarme una teoría al respecto.
Sin embargo ella giró alertada de repente y yo me mantuve en silencio. Detuve mis pasos en seco como si evitara delatarme pese a no haber hecho nada y a desconocer por qué lo hacía. Miré hacia la entrada de la cueva con recelo y lo siguiente que sentí fue un impacto tan repentino que resulté en el suelo con la chica sobre mí. Fue bueno porque muy seguramente mi cuerpo amortiguaría su caída para evitar que se lastimara; pero aquello no fue suficiente para evitar que se golpeara la cabeza con una roca que sobresalía del nivel del suelo a poca distancia de donde yo me encontraba al inicio. Era de esperarse, todo en la cueva era para lastimarse sino se tenía cuidado y más aún cuando la oscuridad le jugaba en contra a cualquiera que no dispusiera de las habilidades necesarias para sortearlo de mejor modo. Giré el rostro con cierta preocupación, si se seguía cayendo iba a salir irreconocible del lugar y aunque no la conociera no pretendía eso. -Sí, yo estoy bien, descuide. Pero usted se ha golpeado fuerte. Déjeme ver- afirmé deduciéndolo del sonido que había causado el impacto e incluso me preocupó. Extendí la mano buscando alguna herida sin preguntarle. No obstante me detuve a unos cuantos centímetros cuando me pidió que guardara silencio y bajando la mano me quedé completamente inmóvil prestando atención a las voces que provenían de afuera del lugar y que iban haciéndose mucho más audibles conforme se acercaban sobre caballos.
Hablaban de alguien, de una mujer a la que buscaban viva o muerta. Sin duda eran palabras fuertes que daban a pensar que esa a quien buscaban había incurrido en algo muy grave. Si decidían entrar yo no podía hacer demasiado cambiando a un cuervo, pero si no llevaban armas de plata podría arreglármelas de algún modo para mantener a la desconocida a salvo. ¿Por qué? era una mujer, eso me bastaba. Por suerte para ambos desistieron de su empresa y el galope de los caballos se alejó con prontitud. Seguidamente la joven y desconocida bruja se incorporó y casi me dio la impresión que actuaba como si nada. Yo retiré mi espalda del suelo pero permanecí sentado con las piernas dobladas observándola cómodamente, si así puedo denominar algo no doloroso en medio de un lugar lleno de rocas. -Me da la impresión que tengo frente a mí a quien buscaban ¿Me equivoco?- pregunté en lo que más bien parecía una afirmación pero sin sonar amenazante y sin darle demasiadas vueltas al asunto al creer que luego de aquello me merecía una explicación. -¿La lastimaron antes? Creo que aparte de eso aquí adentro ya ha sufrido dos buenos golpes ¿Me permite ver si está bien? Cuando entró me pareció ver su labio sangrando y aún no tengo idea que tan delicado fue el golpe en su cabeza- no me moví sin que me dijera que sí, yo siempre buscaba la calma y eso también otorgaba y más allá de lo que acababa de suceder, me preguntaba cuan herida podía estar en esa fuga a la que se había dispuesto. Fuera lo que fuera ella, no me parecía hasta ahora peligrosa, más bien me resultaba por completo frágil e incluso inocente por más de ser una completa desconocida. Era bruja, sí, su aura la delataba. Pero ¿Por qué no hacía nada con eso? Para nada me parecía peligrosa, más bien era de ese tipo de mujeres a las que casi es necesario proteger.
Patrick Verlaine- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 36
Fecha de inscripción : 27/03/2014
Re: En la oscuridad se esconden los más bellos rincones; también la más verdadera paz. [Patrick]
Las palabras masculinas sin duda alguna, fueron apacibles y me calmaron. Intenté rastrear más presencia humana en aquella cueva oscura y tras cerciorarme que no había nadie más y de darle la razón en silencio le observé acercarse mientras yo también me acercaba a él. Con la diferencia de que él veía en la oscuridad y yo me encontraba caminando a ciegas por aquella traicionera cueva, que por lo que sentía en mis pies, poseía demasiadas piedras. — Yo también soy yo, y tengo nombre… el mío es Ivana. Ivana de Belankorth.— Su voz era tan calmada y apacible, suave que me invitó en cierta forma a no ser recatada ni a mentirle sobre mi identidad. Sobre la que en otras situaciones habría mentido sin dudar para protegerse. Sin embargo en su voz había una especie, no de magia, pero de algo que ciertamente te invitaba perfectamente a la calma y a la tranquilidad. Es como si nada pudiese sacarlo de aquel estado anímico, como si nada pudiese alterarlo y cuando yo era la que me encontraba tensa y alterada, aquella porción de paz, la agradecía con toda mi alma. — Curiosidad… — Mentí inocentemente sin desear entrar en detalles de que al conocer su identidad podría saber si era un enemigo y sabría así de mi desaparición y búsqueda o de lo contrario era una amigo o podía considerarse como tal. Seguía yendo hacia él cuando justo caí sobre el mismo cuerpo masculino, que se llevó gran parte de mi golpe, salvándome, librándome de terminar herida. No obstante no pudo detener el golpe a mi cabeza, tras el cual casi al instante los guardias se detuvieron a la entrada de la oscura cueva. Concentrada en las voces del exterior que se acercaban, y en el dolor que hacia latir mi sien, le avisé de la presencia de los soldados, justo en el momento exacto en que los hombres parecían adentrarse un poco en el lugar. El corazón latía pesado en mi pecho y apenas sentía mi respiración. Cualquier movimiento o ruido podría avisarles y rezaba para que no fuera así. Si terminaban por agarrarme, Alain no me lo perdonaría. Tras que cesaran en su intento de entrar en la cueva, respiré profundamente y por primera vez me moví lo suficiente como para terminar incorporándome sobre una roca de las tantas de aquel lugar. Me cercioré de que estuviese bien mi vestido, arrugado pero entero y me volví hacia él, viéndole. Era un hombre, joven más o menos de mi edad. Veía el cabello oscuro y se encontraba sentado frente a mí. Le oí y suspiré — No os equivocáis… llevo tiempo escondiéndome de ellos. Vengo de lejos, de Inglaterra y allí se me busca por traidora. Se dice que mi padre traiciono al rey y yo como su hija, soy la siguiente en las ordenes. —No debía de explicarle. Como menos gente conociera mi identidad sería mejor. No obstante no pude contenerme. Hacia tanto tiempo me escondía, hasta con Alain debía esconderme realmente como era, aunque con él pudiera ser más yo misma de lo que jamás lo había sido. — No me lastimaron, solo que en mi huida me dañe sin querer. Por suerte no me vieron o habría terminado peor parada de lo que he salido. — Contesté a sus preguntas, cayendo en la cuenta que en su voz había indicios de preocupación. ¿Podía un desconocido confiar en una desconocida que decía ser buscada por traidora? Sin duda alguna existía gente buena, de buen corazón. Poca, pero ahí se encontraban en los sitios más inesperados. Como aquella cueva. — Tiene mi permiso para ver si estoy bien… sufro de un leve mareo, y por el momento creo que no es peor. ¿No parece muy grave, no? — No sabía cómo ponerme o donde ir para que pudiera acercarme a él y que me lo mirara, por lo que esperé que él se me acercara y me dijera, para ponerme como mejor quisiese. Cuando finalmente se me acercó, coincidí con sus ojos y como si pudiese leer sus pensamientos negué con la cabeza y le sonreí. Siempre me habían dicho que tenía una mente muy abierta a los demás y que algunas veces leía en los demás o interpretaba sus miradas como si los sentimientos que fluyesen fueran míos y no de otras personas. — Me educaron bajo que no podía hacer servir la magia para más que en determinados momentos y siempre para el bien. Jamás para el mal propio o para el ajeno. Solo para ayudar, comprender, apoyar en quien lo necesite más que yo… una palabra, un gesto, una sonrisa. Por eso es que pueda parecer extraño que no pueda defenderme o protegerme… no me han enseñado como. — Le miré y me senté frente a él. — Eras el cuervo de antes… ¿verdad? |
Ivana Belankorth- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 26
Fecha de inscripción : 02/11/2013
Re: En la oscuridad se esconden los más bellos rincones; también la más verdadera paz. [Patrick]
"No hagas de tus costumbres un capricho. Puede devenir necesidad."
Nada encajaba con nada, ni la llegada de alguien como ella a una cueva lejana, ni mi aspecto de traje dentro de la misma cueva húmeda. Si de motivos para llegar allí se hablaba, ninguno tendría una explicación coherente al respecto, de eso estaba seguro.
-Bien, Ivana, el mío es Patrick- respondí con naturalidad cuando ella se presentó, dándome así algo más de confianza aunque no es que realmente la necesitara. Sin embargo sí que tenía mis dudas sobre su estado general, tanto físico como mental. -¿Está nerviosa, verdad? Su corazón lo dice todo- ¿Para qué mentir sobre mis sentidos? Ella también debía tener sus habilidades aunque hasta ahora no diera muestras de ello. También debía saber sobre mis sentidos aumentados al poder cambiar a cualquier animal, ni siquiera había necesidad de saber cuál, pues un par de dones nos aplicaban a todos sin tener en cuenta la transformación específica de cada uno.
Pero la importancia de nuestros motivos allí quedaba enmudecida con la presencia de otros que buscaban algo, a alguien. Sus voces de mando y dirección denotaban un asunto delicado en el que, a pesar de ser abogado, no estaba dispuesto a meterme. Me mantuve en silencio cuando Ivana me lo pidió y también me mantuve alerta por si es que decidían adentrarse más en la cueva. Yo tenía como ventaja el ver en la oscuridad tan claramente como si fuera de día, pero no podía confiarme, bien podrían tener antorchas que iluminaran el lugar y delataran a sus temporales ocupantes.
Por suerte para ambos -sobre todo para ella aunque yo podría ser juzgado por complicidad- se fueron pronto. Ella se incorporó y yo me mantuve en silencio por un instante más, observándola y analizando cómo es que alguien con una apariencia tan inocente estaba metida en problemas como esos. Pero la apariencia nunca es garantía de nada, lo sabía bien por Scarlett, quien lucía siempre tan inmaculada e intachable que era imposible pensar que era una asesina o inquisidora, si es que prefiere llamarse así para ocultar la malicia cubierta por el manto eclesiástico. –Es absurdo, un crimen no se puede extender a la descendencia sin pruebas, aunque los reyes terminan inventando las que quieren- acoté con seguridad. –Pero lo dice como si ni siquiera su padre hubiera hecho algo como eso ¿Me equivoco?- dicho esto me incorporé, había dicho que iba a ver sus heridas y eso haría. No es que supiera de curaciones, pero lo básico no se me escapaba de las manos.
-No es la mejor técnica, pero no disponemos de más por ahora- mencioné cuando tomé un pañuelo y sacaba la petaca con licor que solía llevar conmigo siempre y que permanecía en uno de los bolsillos internos de mi saco de vestir. Me acerqué lentamente mientras humedecía el pañuelo con el licor y me incliné un poco hacia ella –Quizás arda un poco, pero es mejor eso a que termine con el labio hinchado por el primer golpe.- con cuidado lo posé sobre el leve tajo que se había hecho en el labio y lo dejé allí por un momento, retirando un poco y presionando suavemente una y otra vez –¿Aparte del mareo, siente algo más? No es que sea médico, pero tampoco voy a dejarla tirada a su suerte cuando veo que no es tan favorable- me atreví a decir y retiré el pañuelo, observándole la frente en busca de algo inusual.
Suspiré escuchando su mención sobre la magia, había sido educada sí, pero nadie le dijo que podía tener la vida en peligro y que esa razón también contaba para usar la magia –Si no sobrevives no habrá ningún bien que puedas hacer, Ivana. Acaso ¿No es la vida el mayor de los bienes? Tú también cuentas en ello, mujer, tenlo presente- con prudencia, quise agregar, pero de algún modo me pareció innecesario dadas las circunstancias. Dicho esto me senté de nuevo, frente a ella. –No, el cuervo que salió volando cuando llegaste no era yo- el recuerdo me vino con la pesadumbre de la curiosidad no saciada. Había perseguido al bendito animal y al final no había podido saber nada. Por lo demás, noté que ella sabía qué era yo, pero mi cambio aún era oculto para ella, puesto que cuando llegó, yo me encontraba en mi forma humana espetando a quien había seguido.
-Bien, Ivana, el mío es Patrick- respondí con naturalidad cuando ella se presentó, dándome así algo más de confianza aunque no es que realmente la necesitara. Sin embargo sí que tenía mis dudas sobre su estado general, tanto físico como mental. -¿Está nerviosa, verdad? Su corazón lo dice todo- ¿Para qué mentir sobre mis sentidos? Ella también debía tener sus habilidades aunque hasta ahora no diera muestras de ello. También debía saber sobre mis sentidos aumentados al poder cambiar a cualquier animal, ni siquiera había necesidad de saber cuál, pues un par de dones nos aplicaban a todos sin tener en cuenta la transformación específica de cada uno.
Pero la importancia de nuestros motivos allí quedaba enmudecida con la presencia de otros que buscaban algo, a alguien. Sus voces de mando y dirección denotaban un asunto delicado en el que, a pesar de ser abogado, no estaba dispuesto a meterme. Me mantuve en silencio cuando Ivana me lo pidió y también me mantuve alerta por si es que decidían adentrarse más en la cueva. Yo tenía como ventaja el ver en la oscuridad tan claramente como si fuera de día, pero no podía confiarme, bien podrían tener antorchas que iluminaran el lugar y delataran a sus temporales ocupantes.
Por suerte para ambos -sobre todo para ella aunque yo podría ser juzgado por complicidad- se fueron pronto. Ella se incorporó y yo me mantuve en silencio por un instante más, observándola y analizando cómo es que alguien con una apariencia tan inocente estaba metida en problemas como esos. Pero la apariencia nunca es garantía de nada, lo sabía bien por Scarlett, quien lucía siempre tan inmaculada e intachable que era imposible pensar que era una asesina o inquisidora, si es que prefiere llamarse así para ocultar la malicia cubierta por el manto eclesiástico. –Es absurdo, un crimen no se puede extender a la descendencia sin pruebas, aunque los reyes terminan inventando las que quieren- acoté con seguridad. –Pero lo dice como si ni siquiera su padre hubiera hecho algo como eso ¿Me equivoco?- dicho esto me incorporé, había dicho que iba a ver sus heridas y eso haría. No es que supiera de curaciones, pero lo básico no se me escapaba de las manos.
-No es la mejor técnica, pero no disponemos de más por ahora- mencioné cuando tomé un pañuelo y sacaba la petaca con licor que solía llevar conmigo siempre y que permanecía en uno de los bolsillos internos de mi saco de vestir. Me acerqué lentamente mientras humedecía el pañuelo con el licor y me incliné un poco hacia ella –Quizás arda un poco, pero es mejor eso a que termine con el labio hinchado por el primer golpe.- con cuidado lo posé sobre el leve tajo que se había hecho en el labio y lo dejé allí por un momento, retirando un poco y presionando suavemente una y otra vez –¿Aparte del mareo, siente algo más? No es que sea médico, pero tampoco voy a dejarla tirada a su suerte cuando veo que no es tan favorable- me atreví a decir y retiré el pañuelo, observándole la frente en busca de algo inusual.
Suspiré escuchando su mención sobre la magia, había sido educada sí, pero nadie le dijo que podía tener la vida en peligro y que esa razón también contaba para usar la magia –Si no sobrevives no habrá ningún bien que puedas hacer, Ivana. Acaso ¿No es la vida el mayor de los bienes? Tú también cuentas en ello, mujer, tenlo presente- con prudencia, quise agregar, pero de algún modo me pareció innecesario dadas las circunstancias. Dicho esto me senté de nuevo, frente a ella. –No, el cuervo que salió volando cuando llegaste no era yo- el recuerdo me vino con la pesadumbre de la curiosidad no saciada. Había perseguido al bendito animal y al final no había podido saber nada. Por lo demás, noté que ella sabía qué era yo, pero mi cambio aún era oculto para ella, puesto que cuando llegó, yo me encontraba en mi forma humana espetando a quien había seguido.
Patrick Verlaine- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 36
Fecha de inscripción : 27/03/2014
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