Egoist Love (Astor)

por **Adrik Ivanović** Sáb Abr 19, 2014 6:18 pm

Llevaba tanto tiempo vivo que ya no recordaba lo que se sentía al ser humano. Todas las emociones que conocía eran meros recuerdos borrosos de un ayer demasiado lejano. Vivía sin vivir, moviéndose entre los mortales con la cadencia y encanto de su especie. Sólo había una constante en su vida; la oscuridad que manchaba su ser y su trabajo. Algunos lo llamaron Rumpelstinky, otros el Demonio de los pactos. Recordaba el nombre de hacedor de contratos. En la actualidad eso no había cambiado, seguía haciendo contratos con cláusulas que haría llorar a los mismísimos banqueros. ¿Un interés del 30%? ¿Eso era considerado abusivo para los humanos?. Soltó una risita en el interior del ascensor, mientras una de sus manos colocaba mejor su corbata de cuatrocientos dólares. Abusivo era saber que si sus firmantes no acataban las estipulaciones del contrato, él se quedaría con todo. Su riqueza, su servidumbre y su muerte. No era broma lo que algunos decían, cuando acudían a él, estaban lo suficientemente desesperados como para firmar con su sangre. Y eso lo divertía en demasía.

Salió del ascensor con una pequeña sonrisa profesional y se paseó entre los demás hombres que trabajaban para él. Su empresa llevaba los casos de todos aquellos seres sobrenaturales. Divorcios, herencias, defensas en caso de asesinato y estafas, cualquier necesidad que tuvieran era cubierta por los profesionales que había contratado meticulosamente para ello. Eran un bufete abierto las veinticuatro horas del día, los malditos trescientos sesenta y cinco días del año. Incluso tenían los servicios especiales que podían contratar los clientes; los cuales iban desde conseguir la eliminación de pruebas del delito, como tener siempre algún testigo dispuesto a colaborar. No había ningún caso que se les resistiera, porque para ello contaban con el toque oscuro pero discreto de su fundador.

Recogió el vaso de sangre le sirvió su secretaria, mientras ella le recitaba la agenda que tenía preparada para aquel día. A pesar de que él no era muy sociable, conseguía que todos sus empledos lo adorasen por algún motivo. Quizás era por la cláusula de que él sería su abogado personal en cualquier momento que lo necesitasen, poseyendo preferencia sobre los propios clientes. Por eso, cuando pasó hacia su despacho, vio como cada uno de los hombres y mujeres que compartían planta con él, se giraban y lo acariciaban con los ojos. Aunque él sabía que todos lo querían como un padre o un hermano mayor. Desde que sabía que alguno de sus trabajadores se sentía atraído hacia él, lo ascendía a jefe de alguna empresa lejana. No podía tener una pareja. Nadie estaba preparado para ello, o quizás era él quien no lo estaba.

- Gracias Mónica.- Le dijo a la mujer en español, como preferencia a la nacionalidad de su secretaria. Ella le sonrió con aquella enorme mueca inocente que tenía. Era una de esas mujeres que te alegraban el día sólo con una de esas brillantes muestras de afecto. Sus ojos verdes contrastaban con el castaño brillante de su pelo. Hoy había optado por colocarse un lazo azul celeste, a juego con su esmalte de uñas y seguramente uno de los miles de bolsos y lazos que parecía poseer. – Estaré revisando el caso del Sr. Fraselier. Necesito que busques un hueco para el sábado, los directivos de esa empresa de neumáticos ha accedido por fin a realizar un pacto. –

Se detuvo en la puerta de su despacho y miró por encima de la pequeña mujer. – Señores y señoritas, recuerden que tenemos una reunión importante en media hora con un cliente. Nada de muecas, miradas de complicidad o sonrisas estúpidas. Escucharemos lo que el señor sin nombre quiera decirnos y nos comportaremos como los profesionales que somos. – Los miró a todos uno a uno, esperando que todos entendiesen que no quería nada más que su silencio. Hacía un tiempo un hombre había contratado sus servicios con la condición de que nunca se supiera su nombre o aspecto hasta que él los necesitase. A su parecer no había ningún problema mientras continuase pagando sus cuotas, pero parecía que el hombre desconocido, había hallado la necesidad de tener un abogado. Sólo esperaba que no fuera otro vampiro con una masacre tras sus espaldas. Estaba cansado de esos estúpidos, siempre conseguían hacerle tener que recurrir a cosas muy bajas para poder sacarlos de la mierda en la que estaban.

Seguro de que todos lo habían entendido, se despidió de ellos con una semireverencia y se metió en su despacho, cerrando la puerta tras él. El gran montón de papeles que le esperaba encima de la mesa, lo hizo suspirar de nuevo. Hoy iba a ser un día duro. Tenía que buscar alguien que ocupase el lugar de Mónica por los tres meses que iba a irse de vacaciones. Sólo pensar que estaría privado de su mano profesional, lo hacía temblar. Pero él era justo con sus empleados. Que el bufete abriera siempre, no quería decir que los demás no pudieran tener vacaciones. Su vida era dura.

por **Astor Gray** Miér Jul 30, 2014 1:12 pm

Un abogado. Esa era la idea más maravillosa que se les había ocurrido a todos el grupo de asesores que tenía, como si realmente necesitara que le dijesen que era indispensable contar con uno. Desde hacía bastante tiempo que tenía un as bajo la manga solo para el momento en que una situación así se presentara. No por nada era que se había quedado con aquella empresa importante y poderosa, aunque siempre detrás de las sombras, nunca sin mostrar su rostro directamente ante sus empleados. Astor Gray prefería tener una vida en el anonimato fuera de toda aquella porquería de los negocios, mucho más considerando el ritmo más lento al que envejecía y mediante el cual se mantenía al frente de aquella empresa. Mostrar su rostro al público y sus empleados era una desventaja desde su punto de vista y no buscaba desventajas, solo situaciones de victorias inminentes.

A pesa de todo aquello que mantuvo siempre perfectamente oculto, las cosas no le estaban saliendo conforme a lo esperado. Astor “confió” en las personas incorrectas, pero pensó que el conocer de su naturaleza de licántropo y claro, su amigo desde hacía tanto tiempo, no osaría intentar echar a perder su negocio, hacer nexos ilícitos y mucho menos que trataría de asesinarlo en más de una ocasión de manera sutil y con sus propias manos. Afortunadamente, era demasiado ingenioso para dejarse llevar por algo así, hasta que las cosas comenzaron a salir a la luz y s descubrieron estafas, desfalcos y otras circunstancias que no estaba dispuesto a afrontar directamente, todo por el hecho de que eso hubiera significado terminar con la vida de su apreciado conocido. Ahora optaba por una entrevista con aquel famoso abogado de sobrenaturales. Las habladurías sobre aquel hombre iban en todas direcciones pero él no creería nada hasta no ver la realidad con sus propios ojos, hasta comprobar hasta donde era capaz de llegar aquel abogado para cumplir las exigencias de Gray y tampoco diría que era un aprovechado de las situaciones hasta que no supiera que era lo que pedía a cambio de su ayuda.

Tardo algo de tiempo en decidirse en hablar y confirmar una cita, así como las especificaciones de dicho encuentro. Una vez que todo estuvo listo y las condiciones dadas fue que finalmente abandono el anonimato solo para ir en búsqueda de la seguridad que antes tenía y que ahora estaba perdiendo en manos de un mortal demasiado descuidado y estúpido.

Desde el lugar en donde se encontraba, al sitio de la reunión que era nada más y nada menos que un enorme edificio digno de cualquier bufete de abogados; Astor tardo un día en llegar, se instalo en un hotel cercano y descanso parte de la mañana y la tarde, preparandose para la reunión que se daría al día siguiente. Había apurado todo tanto como le fue posible, con el aran de impedir que el nombre de su empresa se manchara más en manos de aquel que hacía del rostro de presidente. Quince minutos antes de que el encuentro con el abogado se diera, salió del hotel donde se alojaba y miro a los alrededores, observando como las personas iban y venían por las aceras. Suspiro. Contrario a la manera veloz de andar de todos, emprendió el paso con lentitud, acomodando su corbata lo mejor que podía pues a pesar del tiempo usándolas aún le fastidiaban demasiado. Andaba con calma porque el edificio estaba demasiado cerca como para darse prisa en llegar y sabía que a ese paso llegaría justo a tiempo a la reunión.

Una vez que entro finalmente al edificio, se acerco a una bella recepcionista, quien le indico el piso al que debía ir para llegar a aquella empresa. Con una sonrisa se despidió de la joven y subió al elevador.
En apenas unos instantes después de que las puertas se cerraron y presionara el botón del piso al que se dirigía, el ascensor se detenía indicando de esa manera que había llegado a su destino. Al abrirse las puertas salió solamente para notar como todos los que se encontraban allá retiraban la vista de él después de haberle mirado. Rió para sí ante aquel gesto. El jefe de aquello empleados de verdad que les dejaba las indicaciones claras. Una joven de cabellos dorados se acerco hasta él, insegura tal vez de que fuera el cliente que esperaban ya que iba completamente solo y a lo que él mismo sabía, a esos lugares siempre se asistía con un séquito que asesorara cualquier decisión, Astor en cambio, prefería ir solo y tomar las decisiones por su cuenta. Nada iba a salir mal después de todo. Una vez que la rubia llego hasta él, pregunto de manera muy cortes si tenía cita.
– Por supuesto que la tengo. Así que te agradecería que informes a tu jefe que he llegado y espero comprenda mi decisión de no revelarle mi nombre – ante aquellas palabras, la mujer se apresuro a bajar un poco la mirada y disculparse, guiando de esa manera a Astor hasta donde se encontraba una morena que enseguida se levanto y fue a dar informe quizás de su llegada.

La mujer de los cabellos rubios se retiro a su lugar de trabajo, mientras que la otra salió de lo que parecía ser la oficina principal, diciendo que se le recibiría en esos momentos. Los pasos del licántropo fueron firmes y lo llevaron a traspasar aquel umbral donde olía a vampiro. Cruzo y solo pudo escuchar el sonido de la puerta cerrandose tras de si.
– Impresionante la manera en que los empleados entienden que existen a quienes nos gusta el anonimato – aquellas fueron las primeras palabras que dio. Una sincera felicitación por tan buen equipo de trabajo; si él mismo hubiera tenido uno así, se estaría ahorrando aquella visita.

por **Adrik Ivanović** Lun Sep 29, 2014 8:51 pm

“Tal vez no exista una intimidad más grande que la de dos miradas que se encuentran con firmeza y determinación, y sencillamente se niegan a apartarse.”

Sus ojos persiguieron la línea que creaban las frases ordenadas en los folios, leyendo todo lo que necesitaba saber sobre los casos que debían atender en aquella semana. A penas había cerrado cinco casos el día anterior, pero el volumen de trabajo jamás finalizaba. Parecía que aquel lujoso despacho, amplio e iluminado con luz artificial para compensar la oscuridad de la noche, estaba hechizado para que su mesa tuviera dos pilas de documentos lo suficientemente altas como para que pudiera asustar a cualquier hombre. Pero él era un hombre que sólo tenía su trabajo en su vida, podría llegar a decirse que se había casado con el. Así que aquellos papeles se habían convertido en un anuncio de nuevos hijos, creciendo entre sus manos como pequeños bebés preparados para venir al mundo una vez que terminaba de resolverlos. Aunque ése símil sólo podría tenerse como válido si se aceptaba como hijo a todo lo que obtenía por cada caso ganado.

Dos toques suaves, pero firmes, le hicieron alzar la vista con curiosidad. Su secretaria, Mónica, entró y cerró la puerta tras ella con suavidad.

- Ha llegado un señor que no ha dejado su nombre, ¿desea que les prepare algo para beber?- La rapidez con la que ella se adelantó a sus deseos, le hizo sonreír. Así que se limitó a apartar el documento que estaba leyendo en un montón diferente, anotando en el margen de uno de los folios una nota con lo que debía hacer una vez regresara a él.

- Agua para mí, prepara café y algo más fuerte por si fuera necesario. – Le dijo con tranquilidad, tomando su agenda para anotar la hora de la cita. – Hazlo pasar, por favor- Siguió mirando su agenda, escribiendo sobre ella mientras Mónica desaparecía y dejaba entrar a su cita actual.

A pesar del dinero que poseía, seguía teniendo la manía de escribir todo en papel. No se debía a que no supiera usar ordenador, sino al hecho de que tenía una pluma especial con la cual todo lo que escribía desaparecía mágicamente de toda superficie en la que escribiera, dejando que sólo él pudiera leer todo aquel montón de papeles en blanco para el resto del mundo. Había gastado mucho dinero y tiempo en conseguir a un brujo que hechizara su bolígrafo con aquella oscura magia. Ya había sufrido varios intentos de robarlo, pero para la insatisfacción de todos los ladrones, el bolígrafo sólo respondía ante él. Así que a menos que le cortaran la mano y escribieran con ella, la pluma no haría las mismas funciones que creaba para él. Su mente perversa había exigido al brujo esa cláusula, así como la malévola idea de que si el hechizo fuera roto para saber qué había escrito, los documentos arderían con la quiebra del sello mágico que había impregnado en el papel gracias a la tinta mágica. Sabía que era un maniático en cuanto a la seguridad de sus documentos, pero prefería estar preparado para cualquier eventualidad. Al fin y al cabo, él se dedicaba a aprovechar todo los errores que los demás cometieran, no pensaba ser igual a todas sus víctimas. No podría superar el saberse un cazador convertido en presa.

- Gracias. – Murmuró antes de levantar sus ojos verdes hacia aquellos oscuros pozos que lo miraban. A pesar de que había tenido curiosidad por aquella persona que por fin mostraba su cara, no deslizó los ojos por su alta figura, sino que enfrentó aquella marrón mirada dejando claro que a pesar de su hermoso aspecto exterior y estatura media, tenía una fuerza interior tan salvaje como el animal que habitaba en el interior de su cliente. O al menos eso le decía el olor picante del licántropo.

- Por favor, tome asiento. – Señaló las sillas que tenía frente a él, mientras su mano rallaba el papel creando una letra elegante y antigua, trazos oscuros que desaparecían tan pronto como cada palabra era escrita sobre el mismo. Mónica entró con una bandeja que contenía una taza de café espeso y una botella de agua mineral de una costosa marca que Adrik tomaba de forma caprichosa, negándose a tomar otra que no fuera esa. La mujer dejó las bebidas y colocó una pequeña fuente de tres pisos, exponiendo así tres tipos de alimentos diferentes; chocolates, dulces y galletas. Todos y cada uno de ellos, una pequeña muestra de arte.

- Puede tomar lo que desee.- Le dijo mientras dejaba a un lado su pluma y agenda para levantarse. Sus manos alisaron su chaqueta antes de tenderle una de ellas con amabilidad, volviéndolo a mirar, esta vez ofreciéndole una sonrisa. – Es un placer para mí conocer a uno de mis clientes. – Su expresión amable se mantuvo, aunque sus ojos brillaron con un toque malicioso. – Mis empleados estarán satisfechos al saber que usted aprueba su labor, espero satisfacerle de igual manera, señor. – En ningún momento bajó su mano, sino que esperó con profesionalidad que él se acercara a él y la tomase o ignorase. Por supuesto, en ningún momento preguntó su nombre, sólo se mantuvo expectante a cualquiera de sus movimientos, como una serpiente, esperando a que él diera un paso que le hiciera acomodarse a su personalidad.

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