Nothing comes easy. [Privado, +18]

La situación se estaba tornando algo complicada para el joven cortesano. Si bien, había comenzado hace unos meses a ejercer el oficio, varios de sus compañeros y jefes acordaban que no estaba acostumbrado del todo. Acostumbrarse al oficio siempre era algo necesario, sobre todo cuando más difícil era este. El hecho de ser un trabajo mal visto por la moral y la ética de la época en que se ejercía además de la cuna de oro en la que había nacido Keyzey no le jugaba nada a favor. Como si fuera poco,  Keyzey no era de esos hombres que enfrentaban sus problemas, lo notaban muy seguido queriendo escapar de ellos y mucho más en su propio mundo que en la realidad misma del burdel para el que trabajaba.

Así era como estaba la cosa, apenas había llegado el medio día y el joven se encontraba en su habitación, leyendo uno de los libros que había podido traer de la casa de sus padres mientras que varios de sus compañeros ya empezaban a buscar clientela, gente a quien satisfacer sus necesidades sexuales y a veces fantasías que solo podían concebirse en aquel lugar, cosas que Keyzey no tenía idea y pensaba estar muy lejos de experimentar.

– ¡Keyzey Skyride! – Pudo escuchar una voz femenina y como siempre enfadada con él cuando no lo veía trabajando. – ¿Cuantas veces te lo he dicho ya? Aquí no mantenemos adictos al sexo por más de una noche y solo en condición de clientes, te recuerdo que estas trabajando. Dijiste que te gusta ser cortesano, pero no te veo más que como cliente – La puerta de la habitación del joven se cerró de golpe. Para Keyzey aquello ya se había hecho costumbre, por alguna razón no le molestaba y hasta cierto punto le excitaba cuando su jefa comenzaba a gritarle así. El joven se levanto dejando su libro de lado para hacerle frente, aunque su postura era mucho más sumisa que dominante. Iba a decir algo para disculparse como siempre, pero un dedo de su jefa en su labio le indicó que debía permanecer callado y así fue como lo hizo. – Es la última oportunidad que te daré jovencito , no quiero escusas ni que vayas a buscar clientes. Esta noche iras derecho a esta habitación – Pudo observar Keyzey como le entregaban un papel con el número de la habitación a la que debía ir. – Cuando pases por esa puerta estarás bajo las ordenes de Lilith y más te vale hacer como ella te ordena. Será tu mentora y espero que de una vez aprendas. La próxima vez que venga será para echarte a la calle – La señora se calló y Keyzey no pudo hacer nada más que asentir en forma de aprobación. La mujer volvió a abrir la puerta y la vista rápido hacía el muchacho. – Espero acostarme alguna vez contigo, pero solo si haces bien tu trabajo – Dijo por primera vez bajándole el tono y con algo de lasciva, le guiñó el ojo y se marchó.

Aquella situación se le hizo bastante incómoda, además de tomarlo desprevenido. Ahora le tocaba estar bajo las ordenes de una mujer desconocida o comenzar a empacar sus cosas y buscarse otra forma de ganarse la vida. El joven humano nunca imaginó que ganarse la vida sería así de difícil saliendo de la casa de sus padres. Todo hasta que llegó a Francia se le había dado bastante fácil, pero ahora se encontraba en una situación al menos para él extrema. Sabía ya la clase de seres que habitaban en la noche, acechando en las calles, no era un lugar seguro para quien no sabía defenderse y ese era el caso de Keyzey. No le quedaba de otra y estaba decidido a mantener su trabajo.

(…)

La hora llegó y por fin Keyzey se encontraba detrás de la puerta de quien sería su mentora. ¿Qué clase de mujer sería? Podía imaginarse de todo con el tiempo que llevaba en aquel lugar, aunque prefería no hacerse muchas expectativas, puesto que dependía de complacerla en todo sentido para mantener su empleo. Así, tocó la puerta y espero a que Lilith decidiera la suerte del joven.

Era otro día mas en ese burdel, aunque Lilith estaba trabajando en ese lugar por gusto propio ya no soportaba el lugar en el que vivía... el cuarto era muy pequeño para su gusto con tan solo un closeth, una cama y un tocador. Para cualquiera hubiera sido suficiente sin embargo Lilith quería algo más. Quizás buscaría un nuevo lugar en el que vivir pronto...

Mientras hacía nuevos planes, la dueña del lugar se acercó a tocar a su puerta para proponerle un nuevo trabajo: Un chico que había llegado hace apenas unos meses no estaba colaborando lo suficiente con la profesión que había tomado.
-¿Porqué no lo corres y ya? -le dijo la cortesana fastidiada a la dueña del burdel.
-No es tan inútil como parece Lilith, tan solo le falta algo de... disciplina. -contestó la otra mujer.

La joven solamente se quedó observándola por un instante mientras pensaba en la situación... ¿Porqué no? Después de todo lo que mas detestaba ella eran esos hombres ricos que solamente estaban ahí para satisfacer sus propias necesidades sin pensar en las de ella, y en esta ocasión tendría la oportunidad de descargar todo ese coraje que sentía por esos hombres al tocarle uno igual.

Lilith sonrió y aceptó la oportunidad.

Al caer la noche, ella ya estaba preparada con su corsé negro y medias negras de un tono transparente, decidió no usar los zapatos para lograr mayor comodidad y poder caminar mejor por el resto de su cuarto el cual, tan solo estaba cubierto por la luz de algunas velas colocadas en cada esquina de la habitación y en el tocador. En ese mismo lugar frente al espejo había colocado una caja grande y cerrada con candado.

A lado de la cama acomodó una silla en la que resaltaba el brillante color metálico de una llave con la cual comenzaría todo... ahora solamente restaría esperar al invitado.

Escuchó como tocaron la puerta, justo a tiempo como le habían dicho... sin embargo esto no era suficiente para ella. Se dirigió a abrir la puerta de su cuarto para darle la bienvenida a su invitado de honor de esta noche.

-Bienvenido... -le dijo dejando salir su atractiva voz y con una sonrisa en el rostro para inspirar confianza en el chico. Luego prosiguió a rodear sus brazos por el cuello, y mientras posó sus manos suavemente en el cabello sus labios se dirigieron a su oreja para reclamarle -¡LLEGAS TARDE! -las suaves caricias en el cabello del muchacho se transformaron en tirones fuertes.

Lo tomó por el cabello con sus dedos y lo introdujo al cuarto empujándolo con todas sus fuerzas hasta hacer que callera al piso pero sin chocar con nada y cerrando la puerta tras de ella.
-REGLA NUMERO UNO: Siempre sorprende a tu pareja. -le dijo alzando la voz mientras le dedicaba una mirada autoritaria. -Dirígete a mi y preséntate. -le dijo secamente.

La espera para Keyzey por suerte duro a penas unos segundos después de haber comenzado. Odiaba esperar, lo ponía más nervioso de lo que ya era por naturaleza, aunque algo le decía que habría sido mejor arrancar de aquello. Una sensual voz salió de la puerta que tenía en frente al tiempo que los brazos de una mujer pelirroja se cruzaban al rededor de su cuello. La lección había comenzado más rápido de lo que pudo haber imaginado. Pudo haberse dado el tiempo de pensar que aquella atractiva musa vestida de corset y medias transparentes negras era bipolar, pero ni tiempo le dio para pensar cuando le reclamó haber llegado tarde, siendo mentira, y comenzó a acariciarle el cabello. ¿Qué clase de mentora era Lilith? Keyzey solo podía hacerse la primera idea que no le iba a gustar cuando comenzó a tirar de su cabello con fuerza dominando sobre él desde el primer segundo.

Sin tiempo para pedir disculpas, Keyzey ya estaba de espaldas tirado al suelo, entrecerrando los ojos por el dolor que le había provocado el impacto. El joven nunca había sido de reprochar nada, ni mucho menos de los que defendían su honor ante cualquier cosa, pero por primera vez en su vida que iba a reprochar algo, se vio callado por las palabras que comenzaban a salir por los labios de su mentora.

El cuarto era pequeño y la cobardía del muchacho muy grande. No le costó nada arrastrarse de manos y píes hasta llegar a la pared que detuvo su escape. Observó la habitación buscando alguna forma de defenderse, pero no pudo ver nada más que la tenue luz de las velas que iluminaban la habitación, no mucho más grande que la suya. Aquella mujer le daba miedo como nunca había sentido. ¿Dónde había llegado? Lo que más le preocupaba era con quien. Tragó saliva, normalmente se habría sentido mal por no ir tan bien vestido para la ocasión, pero el miedo que sentía solo le daban ganas de correr sin volver la vista atrás. ¨¡¿Por qué aceptaste?! ¡La calle no puede ser tan mala!¨ Pensó para si mismo, pero no podía seguir así, tenía que responder antes de que hiciera enfadar más a su mentora de la cual aún no sabía nada más sobre el hecho de que era alguien que debía respetar y complacer si no quería acabar mal.

¨¡Has visto morir a un hombre bajo los brazos de un vampiro y no escapaste! ¡Calmate y responde Keyzey! ¨ Volvió a pensar para si mismo tratando de calmarse aunque sea un poco e imposible. – Lo siento, soy Kezey Skyride – Dijo tratando de sonar calmado sin que su acento inglés no se mostrase mucho. ¨¡Debes sorprenderla, dí algo más! Volvió a pensar en una fracción de segundo.

Sus ojos se mantuvieron atrapados en los de la pelirroja. Era hermosa, incluso estando así de asustado podía apreciar ese hecho y era lo que más le aterraba. – Escapé de la casa de mis padres en Inglaterra al burdel para ejercer la profesión de cortesano, comencé ahí pero hace poco llegué a París por mi cuenta – Volvió a decir tratando de sorprenderla. Sabía que el hecho de haber nacido en cuna de oro podía darle algo de favor, pero aquello solo funcionaba con quienes no estaban en el negoció. Por eso optó por hablar de su viaje de Inglaterra a París, la única decisión valerosa que había tomado en su vida y que ahora era compensada de esta manera. No sabía como más sorprenderla, no quería hacer el loco diciendo que conocía de vampiros, el mismo se mantuvo toda su vida escéptico ante ese hecho y solo había creído en ellos al ver morir un hombre por una mordida sutil y mortal a centímetros de sus ojos.

Ella lo observó arrastrarse por la habitación hasta que se recargó sobre una pared haciendo que pareciese un animalito asustado. Lilith sonrió ligeramente mientras seguía sosteniendole una mirada dura y fría, pues le causaba mucha gracia el hecho de que se mostrara tan indefenso.

Kezey parecía algo nervioso al decir su nombre y hablarle acerca de su gran escape a Paris... algo valeroso para un chico que se veía tan joven, pero la cortesana no dejaría que esto la enterneciese... tenía que enseñarle que el sexo no era algo para disfrutarse solo.

Mientras este hablaba, Lilith caminó lentamente hacia el cortesano para que al terminar de hablarle sobre su gran escape de Inglaterra soltarle una fuerte cachetada tan inesperada que hasta le había volteado la cara.

-REGLA NUMERO DOS: Dí lo que quieren escuchar, no lo que quieres que sepan de ti. -dijo sin suavisar en lo mas mínimo el tono de su voz para luego agacharse a su altura y verlo de frente. -A nadie le interesa saber como llegaste ni saber porque estás aquí... los clientes tan solo quieren sexo y si no es así, ellos te lo harán saber... -explicó la joven mientras acercó las manos a su ropa para desnudarle solamente el pecho -No hables de ti si no te lo piden niño... ¿O acaso eso hicieron contigo las putas con las que estuviste la ultima vez Keyzey?

Procedió a acariciar su pecho y sentir cada parte de su piel desnuda recorriendo cada centimentro, le gustaba su piel tan tersa y casi perfecta que no pudo evitar acercar sus labios a su cuerpo. Lilith le besó el cuello de una forma apasionada, dejó rodar la punta de su lengua por toda esa parte de su cuerpo saboreando cada parte de el y manchandole el cuello con el labial rojo que se había puesto hasta llegar a su oreja para susurrarle algo al mismo tiempo en que una de sus manos le apretaba fuertemente la entrepierna.

-No creas que solo con 'esto' los vas a dejar satisfechos.

No podía pensar con claridad en esos momentos, la sonrisa de Lilith no solo le asusto sino que cautivo al mismo tiempo. ¿Cómo podía ser aquello? ¿Con qué clase de cortesana le habían enviado? Era cierto que la vida de un cortesano era dura, pero era primera vez que le trataban así. A penas terminó de hablar no le dio si quiera tiempo de pensar en lo que podría pasar, simplemente sucedió.

La mejilla del joven quedo marcada por la fuerte y a la vez suave mano de la mujer que le dominaba ahora. Casi se le da vuelta la cara, ni su madre le había abofeteado así en su vida, pero ahora sabía que había hecho algo mal y le dolía, bastante. Sus ojos apunto de soltar lágrimas se le quedan mirando de nuevo. Ahora si estaba aterrado, aguantaba golpes de sus hermanos antes, pero esto era distinto. No tenía fuerzas para aguantarlo, era todo nuevo para él, que una desconocida le tratase así, encima no lo tenía esperado. Enseguida, comenzó a corregir el error que había cometido mientras descubría su pecho.

Keyzey se sorprendió algo por lo que Lilith sabía de él, aunque supuso que la jefa le había contado. Negó con la cabeza, confundido por las caricias recibidas por ella. ¿Estaba siendo castigado y a la vez premiado? Aterrado como estaba, aún así estiró su cuello dejando que su mentora disfrutase de su propio cuello. Le gustaba, no sabía como. La mujer que hace nada le había abofeteado y gritado ahora le estaba dando placer. De alguna forma aquello le excitaba a la vez que aterraba como no podía explicarlo en palabras.

Sintió como su miembro se endureció mientras esto sucedía y de súbito el agarre de su mentora. Su voz era firme, sabía que estaba siendo severa, pero también que debía hacer todo de cualquier forma para complacerla, encima no se lo había dejado nada fácil.

Recordó entonces lo que dijo su jefa... Si era capaz de mandar sobre la mujer que le estaba dominando tenía que poner todo su esfuerzo en aprender lo que podía de ella. Con esfuerzo gracias a la excitación, Keyzey mantuvo su mirada casi firme sobre Lilith. – Lo siento, quiero aprender, por favor... – Dijo tratando de escucharse determinado, cosa difícil por su naturaleza asustadiza y la excitación que sentía al mismo tiempo. – Por favor... Enseñame – Terminó de hablar de igual manera, mordiéndose el labio, intentando de no escapar y esperando que haber caído en buenos brazos para aprender mejor sobre su profesión.

Le apretó fuertemente la entrepierna y de inmediato sintió como el cuerpo estaba dando señales de que ahora Keyzey estaba excitado. No pensó que fuera a suceder eso tan pronto y mucho menos con los tratos que le estaba dando... pero de igual forma le agradó saber que la intimidad del hombre ya se sentía preparada para algo mayor, eso aumentaba el ego de la cortesana.

"Esto será más fácil de lo que pensé..." pensó para si misma mientras sonreía de una manera algo maquiavélica y se ponía de pié.

Escuchó como entre suspiros y con la voz llena de excitación Keyzey le rogaba a su mentora que le enseñara mientras se disculpaba por los errores que había cometido, algo que Lilith no se esperaba... Y tampoco le había gustado.

-¡CÁLLATE! -le gritó mientras le soltaba otra bofetada y eliminaba la sonrísa de su rostro. -REGLA NUMERO TRES: Nunca... JAMÁS seas tan igualado. -le ordenó a regañadientes mientras se volteaba y caminaba por el cuarto dándole la espalda -¿Quien te crees tú para pedir algo? No eres mas que un simple y vulgar cortesano, estás aquí para satisfacer a los clientes... no para "pedirles" a ellos que hagan lo que tu quieras. Ah... y otra cosa -se volteó a verlo directamente de nuevo y caminó hacia el para jalarlo del cabello nuevamente y acercó sus labios al oído para susurrarle -Tu y yo no somos iguales... me hablarás de 'usted' y a todo lo que te pida me contestarás "Si mi lady", ¿Entendido? -se quedó esperando para escuchar una respuesta y le jaló mas fuerte el cabello para volver a repetirle la pregunta y gritarle -¡¿ENTENDIDO?!

Una vez puesta las reglas, Lilith lo soltó brúscamente para verlo mientras seguía con su expresión fría... observó su cara asustada y luego bajó la mirada por su pecho hasta llegar a sus pantalones mientras caminaba al rededor del sujeto que aún seguía tirado en el piso.

-Desnúdate, quiero ver con que... 'trabajas'. -ordenó nuevamente.

La mejilla del joven recibió otra bofetada, esta vez todos los dedos de Lilith quedaron marcados en su rostro, el cual poco a poco comenzaba a mostrar unas pocas lágrimas que no pudo contener. Su miembro estaba excitado a la vez que su rostro adolorido, pero quería seguir aprendiendo, por lo que enderezó su rostro otra vez para mirarle con los ojos llorosos como se daba la vuelta y seguía siendo ordenado.

Estaba siendo humillado de una forma incluso más cruel de lo que había sido por sus hermanos, pero esta vez estaba decidido a aguantar y aprender. Sintió como era jalado de nuevo del cabello y comprendió lo que le dijo su mentora. No era nada más que un juguete para ella, eso le estaba pidiendo que fuera y la única forma de reprochar era dejar la profesión que tanto había dicho gustarle. Encima le estaba gustando más aún, por confundido que estuviese.

– Si, si, mi lady – Respondió entre sollozos mientras aún era jalado del cabello. Keyzey era de naturaleza sumisa y cobarde, bastaba mucho menos que eso para dominarle y aunque siempre sintió ganas de ser valiente, ahora le gustaba en parte ser tratado como lo estaba haciendo. Humillado y golpeado por una completa desconocida que entonaba de forma violenta su posición sobre  él. Entonces ella le soltó el agarre y Kezey asintió al escuchar su nueva orden.

No estaba seguro de nada, pero si sentía estar prendido y dolor por la forma en que estaba siendo tratado, mas sabía que podía hacerla enojar aún peor si no obedecía. Se levantó de a poco apoyándose con la pared. Solo le quedaba medio cuerpo por mostrarle a su mentora y no se tardo mucho en hacerlo; se sacó sus zapatos y enseguida sus pantalones, terminando con su ropa interior para mostrarle lo duro que ya estaba, a pesar de las pocas lágrimas que aún brotaban de sus ojos.

– ¿Esta bien así, mi lady? – Preguntó con bastante nerviosismo en su voz, no sabía si había sido una buena idea. Por el momento todo lo que hacía o decía estaba incorrecto, por lo que cerró los ojos y se preparó para recibir otra bofetada o algo peor.

Ella sonreía nuevamente, realmente empezaba a disfrutar esto aún cuando ni siquiera había empezado. Pero es que ya lo tenía... era como su nueva mascota con la cual jugar, no sabía como iba a poder terminar este juego después de que toda la sesión terminara. ¿Y si no la finalizaba nunca? Podría divertirse eternamente con el... tenía a su propio dulce e indefenso animal, era suyo nadamás y nadie se lo podría quitar

Podía hacerle lo que quisiera, pegarle, patearle, besarlo... o hasta matarlo si a ella se le antojaba. Se sentía dueña de ese cuerpo y lo mejor es que al no conocerlo, no tenía ni el más mínimo cariño por el lo cual le facilitaba todo el trabajo para hacerle cualquier cosa, incluso si no estaba permitido.

La sonrisa se marcaba mas en sus rostro sin poder controlarlo y la maldad sobresalía de su mirada sin que ella misma se diera cuenta. El papel de mentora se le había ido un poco de las manos y tomó la decisión de hacerle algo más que enseñarle... sería la mejor experiencia que tendría en su vida, claro, después de conocer un vampiro aunque ese momento aún no le llegaba.

Ese hermoso líquido cristalino que brotaba de la mirada de su pequeña mascota... Lilith no podía creer que eso le estuviera gustando, era un poco enferma la idea, pero es que realmente empezaba a disfrutar este momento en el cual el joven Keyzey se mostraba tan vulnerable y con algo de miedo ante cualquier otro movimiento de su ahora dueña mientras dejaba descubierto el resto de su cuerpo y preguntaba si sus acciones estaban siendo correctamente ejecutadas tal y como ella le había pedido.

-Estás perfecto... -le contestó ella mientras observaba su completamente desnudo cuerpo y al mismo tiempo se acercaba a el. -Al parecer esas lágrimas no son de sufrimiento. Yo creo que lo estás disfrutando... ¿No Keyzey? -posó la palma de su mano en la parte erecta de su inocente mascota para acariciarlo un poco mientras escuchaba la respuesta de el otro -...o al menos eso es lo que tu cuerpo aparenta. -dijo mientras los dedos de su mano se cerraban apretandolo fuertemente.

Observó el rostro del chico, tan asustado pero a la vez tan inundado de placer... era maravilloso verlo ahí tan desprotegido y maltratado, pero a la vez mientras por sus mejillas rodaban inocentes y asustadizas gotas, su rostro también reflejaba que lo deseaba muchísimo más.

-Dime Keyzey... -empezó a masturbarlo lentamente mientras acercaba los labios a su oído para susurrarle algo -¿Te está gustando? -mientras escuchaba la respuesta perdida entre gemidos de el chico, con la otra mano acarició su trasero subiendo lentamente los dedos por la espalda y hasta llegar a su cuello para proceder a encajarle sus recién afiladas uñas sin dejar de masturbarlo con la otra mano. -¿Que tal ahora? Dime Keyzey... ¿Te gusta la sangre? -Lilith seguía encajando sus uñas por detrás de su cuello sin piedad, tenía un objetivo y no le importaría mancharse las uñas de ese delgado líquido carmesí que empezaba a brotar lentamente de su piel, aunque aún no era suficiente... siguió enterrando las uñas y escuchando esos sonidos que keyzey emitía mezclados de placer y al mismo tiempo de dolor.

Estaba decidida a hacerlo suyo, y para eso... primero tenía que marcarlo de su propiedad como lo estaba haciendo ahora.

Keyzey se sentía cuan animal asustado del cautiverio, estaba en la celda perfecta frente a su domadora y a su total disposición, tanto por voluntad propia como por obligación. Estaba sumamente confundido por la situación. Quería seguir obedeciendo a aquella mujer que le había hecho hasta llorar, pero que también le había excitado. Era un contraste perfecto del cual no podía escapar. Ella se seguía acercando, con esa sonrisa malévola y hermosa a la vez que le tenía cautivado. Intento escapar por inercia, pero su espalda de nuevo se vio pegada contra la pared.

Unas cuantas lágrimas se escaparon de sus ojos para deleitar a su nueva dueña cuando esta por fin aprobó algo que hizo. Escuchó lo que dijo, aún llorando levemente y negó con la cabeza. Aquello no era excitación, era sufrimiento físico, pero no podía decir nada más cuando sintió la mano ajena sobre su falo. Entonces si, con algo de excitación lloró un poco más. El miedo que sentía ahora le estaba provocando placer y comenzaba a gustarle. Se mordió el labio inferior al sentir la presión del agarre y luego la masturbación. No estaba siendo delicada ni tímida como algunas de sus clientas, sino que todo lo contrario. – Si, mi lady – Respondió aunque sin dudarlo, temeroso.

Aquella masturbación la sentía como el premio por haberse dejado dominar, no estaba seguro si iba a sentir más dolor después de eso, pero aquella mujer en ese momento podía hacerle lo que quisiera y nada iba a hacer él para detenerla. Empero nada le preparó o advirtió para lo que venía después. Sintió la caricia desde su nalga hasta su cuello como un cubo de hielo y casi como si de un cuchillo se tratasen, sintió como esas uñas comenzaban a sacarle sangre del cuello.

El cortesano soltó un gemido de placer mezclado con dolor a medida que su sangre brotaba de su cuello y su miembro se endurecía en manos de su dueña. Podía sentir las ganas que tenía de hacerle suyo, como si aún no lo fuese. Asustado y excitado su cabeza se movió ligeramente hacía el hombro de Lilith mientras esta encontraba más espacio libre por su cuello. La masturbación era placentera, casi hasta el punto en que el brote de sangre solo la intensificaba.

Los ojos del indefenso joven seguían mostrándose cristalinos, sentía la necesidad y miedo a la vez de abrazar a la cortesana, pero el miedo era más fuerte por lo que solo pudo quedarse ahí a su merced, dejarse matar si ella así lo quería. Tal y como lo había predicho antes de llegar a su encuentro, ahora la fortuna del joven estaba en esas manos que le tocaban.

– Mi lady, por favor no pare. Me gusta... Mucho – Dijo sin más entre gemidos y sollozos, aprovechando la cercanía para deleitarse con el delicioso aroma del perfume que brotaba del cuerpo de Lilith, cosa que solo le cautivaba aún más.

Siguió encajando sus uñas mientras con la otra mano no paraba de regalarle ese poco de placer... escuchar esos sonidos llenos de confuso placer y dolor hacía que a ella le excitara un poco, lo cual la motivaba a proseguir con su tarea sin detenerse ni un segundo.

Entonces escuchó lo que el muchacho le dijo, otro error cometido. Al parecer el lo estaba disfrutando y eso no era tan malo... pero de igual forma no podía dejar pasar el pequeño error de su mascota.

Bruscamente quitó las uñas de su cuello que ahora ya estaban manchadas de un tono carmesí para soltarle otra bofetada al muchacho dejándolo manchado de su propia sangre.
-¡¿COMO TE ATREVES A ORDENARME?! -le gritó fuertemente después de la cachetada que le había dado pero aún sin soltarlo de la parte baja. Luego con la misma mano que le había golpeado lo tomó por la barbilla para dejarle en claro una cosa mas... -YO voy a parar cuando YO quiera y me importa UN COMINO si lo disfrutas o no. -dijo haciendo énfasis en algunas palabras antes de soltarlo bruscamente y alejarse por completo del cuerpo.

La hora había llegado, todo aquello no había sido nada de el resto que le preparaba para el muchacho.

-Hace unos momentos me pediste que te enseñara y... no sé, quizás lo haga aunque aún no me he decidido. -le dijo con un tono de indiferencia, pues no iba a estar dispuesta a jugar a la maestra y al alumno. Se dirigió a su closet y sacó algo que se asemejaba a una gargantilla negra que estaba sujeta a una delgada cadena plateada, se asemejaba mucho a lo que usan las grandes familias de la clase alta para pasear a sus perros por los parques de París -De lo que si estoy segura es que te has portado muy mal en tu estancia aquí en el burdel... y tienes que saber que no te premiaré por eso.

Se dirigió a el muchacho y le colocó la gargantilla alrededor de su cuello lastimado sin el más mínimo cuidado. Cada vez todo era mas real, esta vez si era su mascota y ella podía manejarlo a su merced con la cadena que colgaba ahora de su cuello... aunque todavía no era suficiente.

-Toma -extendió en las manos del propio joven la cadena para que el la tomase, simbolizandole que el todavía era dueño de su propio cuerpo y tenía el control de este. Se alejó unos pasos del joven, cerca de la puerta y le volvió a hablar a lo lejos -¿Ves esa llave que está sobre la silla? -apuntó con la cabeza pero sin quitarle la mirada a su desnudo cuerpo. -Traela hasta mi y entrégame tu cadena... Ruégame que la acepte y que te castigue como mejor me plazca por todos tus errores cometidos. Hazlo de verdad hasta que me convenzas... humillate si es necesario. ¡¡VAMOS!!

En este punto de la noche, Lilith ya no tenía mas lástima por el muchacho... su corazón se tornó frío y lo reflejaba en su mirada y en la forma tan fría en como le hablaba. Ni siquiera un rastro de compasión por el muchacho.

Observó como Keyzey caminaba hacia la llave para obedecerle, pero la cortesana le interrumpió con sus palabras para aclararle mejor lo que esperaba.
-No... A-GATAS. -le dijo remarcando las ultimas dos palabras, -...ponte en cuatro y así quiero que estés siempre... No volverás a caminar en dos piernas mientras yo esté presente.

El dolor producido por las uñas de Lilith ya no causaba nada más que placer gracias a la masturbación que le daba a Keyzey. Gemía de dolor y placer al mismo tiempo, pero era verdad que le estaba gustando. Disfruto de aquel regalo un poco más, pero no basto mucho para que la cosa se tornará aún más sería. Solo un error que aún no entendía como consecuencia le dio al sumiso joven otra bofetada en el rostro. Gimió primero al sentir las uñas salir de su lugar, pero la bofetada ya no dolió tanto ya que su miembro aún seguía sujetado por ella.

Su rostro ahora si estaba rojo, cubierto en su propia sangre y las mejillas marcadas por la mano que le había golpeado. Sus ojos confusos se posaron sobre su dueña buscando una explicación, la cual no tardo en llegar. Tragó saliva dejando que tomara su barbilla, como si esperase otro golpe que no llegó aún. Escuchó atento que había hecho mal y le quedo entonces claro que no había vuelta atrás. Ella ordenaba y ella disfrutaba, lo que él sintiese daba lo mismo; esas eran las reglas del juego en el que se había metido y estaba dispuesto a seguirlas.

La vio alejarse hasta el armario mientras le hablaba casi con un puchero, se estaba comenzando a sentir bien cerca de ella, pero no tenía permitido reprochar, solo cumplir sus ordenes hasta que ella decidiera darle placer. Noto lo que sacó del armario, era una collar para perros, la siguió escuchando pero no adivinó para que había sacado aquello. Entonces su cuello se vio rodeado por aquel collar, ahora si no era nada más que una simple mascota para ella.

La idea no le agradaba, pero cuando la tenía cerca su miembro era el que le recordaba que su profesión estaba en juego y que si se portaba bien recibiría un premio. Esa era la disciplina que le estaba intentando enseñar su maestra. Humillarse así mismo por un poco de placer que nunca era suficiente, esa era también la profesión que había elegido. Keyzey agradeció no ser tonto para entender aquello, mas era cierto. No lo había hecho bien y ahora debía pagar por ello.

El cuello le apretaba, sin embargo, tomo la correa y escuchó su nueva orden. No pudo evitar sonrojarse, aunque aquello ya apenas se notaba, solo en la mejilla que no había sido marcada por las bofetadas recibidas. ¿Cómo podía humillarse a si mismo? Su miembro le decía que lo hiciera, pero su cabeza pensante no sabía como. Mas asintió y se dirigió lentamente hasta la llave. Se vio detenido por la nueva orden, tragó saliva y como si no fuese bastante humillación ya, comenzó a caminar en cuatro. Tomo la llave con su mano libre y volvió hasta Lilith. Dejo escapar la última oportunidad que tenía de escapar, pensó mientras se arrodillaba y extendía la correa y la llave hacía ella con ambas manos, cuan perro amaestrado se acercaba a su dueño con plato de comida en la boca pidiendo ser alimentado.

– Por favor, mi lady... – Se detuvo un poco. Tenía que sonar convincente, aunque le costase. – He sido un mal cortesano, castigueme, se lo ruego – Terminó de decir bastante incomodo. Era la primera vez que rogaba a alguien por ser golpeado. Sentía como algo despertaba dentro de él mientras esperaba la aprobación de su dueña, no podía hacer nada más que esperar eso y pagar por las consecuencias de lo que estaba haciendo.

La cara de humillación que yacía ahora en el chico era emocionante, cada vez disfrutaba mas este encuentro aún cuando ni siquiera hubiera comenzado. Pero pronto lo haría...

Cuando el chico se agachó una nueva y enferma sonrisa brotó del rostro de la joven O'Hara sin perderse ni un solo instante al verlo caminar como animal hacia la silla cumpliendo la orden que le había dado. Lo miró a los ojos sin eliminar esa sonrisa malévola y escuchó atentamente a lo que Keyzey estaba por rogarle.

-¿Que dices? No logro escucharte... -le dijo en tono de burla para hacer que el hombre repitiera sus palabras. -Hmmm... no lo sé Keyzey, no me siento convencida, verás yo... no sé castigar a la gente jajaja -le volvió a hablar mientras aún se burlaba y finalmente reía esperando que su animal le rogara mas.

Quería humillarlo, hacerlo sentirse impotente y que se despejara de su vida aunque fuera tan solo por un instante, pues ahora su vida misma le pertenecería a ella... Lo tomó de la barbilla encajandole las uñas al mismo tiempo para hablarle.

-Convenceme realmente, grítamelo si es necesario... entrégate a mi completamente y no olvides sorprenderme. -y brúscamente lo soltó hasta voltearle la cara.

Escuchó la respuesta de su dueña. Aquello solo era un juego para ella y él su juguete. Sus sentimientos no importaban, solo que su miembro se mantenía duro a pesar de las burlas y el dolor que sentía. Más aún cuando sus uñas se clavaron de nuevo en su barbilla. Sintió entonces como su falo no podía estar más erecto al brotar su sangre por la mano de Lilith.

Se sentía drogado, tanto por las ordenes como por el dolor y el placer que sentía. Aquello realmente le estaba gustando, pero tenía que dejar de pensar para realmente sorprenderla. Su rostro casi se da vuelta cuando es soltado y pudo notar como gotas de sangre comenzaban a manchar un poco el suelo. Se quedo mirándola, cuan perro suplicaba a su dueña porque no le echara de su casa.

Su mano sin pensarlo la llevó a su propia intimidad, buscando opacar el dolor con el placer, masturbándose. Mirar a la mujer que le había hecho sangrar y humillarse así mismo mientras se masturbaba le causaba aún más placer. Ya no podía pensar más. – Mi lady, por favor... – Pronunció entre cortado mientras mantenía el contacto con los ojos de su dueña. – Hágame suyo – Dijo para dejar de masturbarse con bastante esfuerzo y mostrarle lo duro que estaba. – Necesito ser suyo, haré lo que sea, se lo ruego – Terminó de decir mientras se quedaba ahí esperando.

La sangre comenzaba a caer sobre su pecho, bajando hasta su vientre. Empero el se quedo ahí esperando sin volver a tocarse, mientras le rogaba no solo con sus palabras sino también con su mirada. No podía hacer nada más que eso, dudaba que otra mujer u hombre fuese a complacerlo en aquel estado ni mucho menos causarle el dolor que Lilith le otorgaba. La necesitaba a ella, era por eso que estaba ahí.

Su mente no podía dejar de pensar en todas las cosas que quería hacerle en ese momento, pero también sabía que si no tenía paciencia jamás las disfrutaría lo suficiente como debería.

Quería simplemente tomarlo ahí mismo... deshonrarlo una y otra vez y de mil maneras distintas, una sería peor que la otra para su mascota, pero para ella sería de las experiencias mas placenteras que había tenido en la vida.

Luego llegó... Keyzey enserio quería entregarse a ella, lo sintió en su mirada y notó en su piel que se erizaba al apenas chocar su mirada con la de ella mientras se tocaba. Escuchó como el chico le rogaba mientras se tocaba lentamente aunque luchaba por no hacerlo, pues ella no se lo había ordenado. Lilith levantó la mano para soltarle una bofetada por haber hecho algo que no se le había ordenado... pero el ver ese goce en su cara y ese ruego de dolor en su mirada, le hizo detenerse con la mano suspendida en el aire. Solamente observó la acción del joven y sonrió mientras este le rogaba...

Sus palabras lo pedían, su cuerpo simplemente reaccionaba y la cortesana... no podía aguantar el placer que le causaba todo. Sin haberse dado cuenta, Lilith ya estaba mordiéndose el labio mientras lo observaba tocarse y con una mano sobre sus pechos cubiertos.

-Lo... ¿Lo que sea? -preguntó mientras seguía tocándose los pechos y con la mano libre acariciaba su cabello para después aceptarle la cadena y la llave que ahora marcaba que él era suyo. Dejó de tocarse para jalar la cadena fuertemente con ambas manos sin importar el daño provocó que Keyzey se quedara solamente de rodillas para poder unir sus labios a los de su mascota. Le besó llena de las ganas que había estado conteniendo anteriormente para tomar las manos de su sumiso y ponerlas encima de sus pechos dejandole jugar como premio a obedecer las ordenes.

La respiración entre ambos aumentaba mientras se besaban y ella dejó escapar algunos gemidos placenteros al sentir las manos de Keyzey hacer su trabajo por encima de su ropa. Ahora el inocente cortesano era completamente suyo...

-Creo que vas entendiendo... -le dijo al separarse de su dulce boca para luego levantarse y obligar a que su mascota quedara gateando de nuevo. Empezó a caminar por el cuarto mientras tiraba de la cadena, era su mascota y tenía que actuar como tal caminando tras de ella hacia donde lo jalara... y sin importar que perdiera el paso ella no se iba a detener. Estaba lista para dar su siguiente orden. -Debo de admitir que casi me dejo llevar por el placer... has sabido sorprenderme esta vez Keyzey. -prosiguió hablando mientras caminaba al rededor del cuarto y dando tirones mas fuertes cada que sentía que su mascota se detenía o se atrasaba.

Caminó por algunos minutos obligando a que Keyzey a seguirla en todo momento con la cadena, hasta que se detuvo frente a la caja colocada en el tocador. Insertó la llave que le había sido otorgada por el mismo cortesano en el candado y la giró para retirarlo de la caja.

-Naturalmente como podrás haber aprendido... otorgarle placer al cliente uno obtiene sus recompenzas. -hablaba la cortesana mientras abría la caja e introducía la mano dentro del contenido. -Pero no olvides que... aún debo de castigarte -le sentenció al mismo tiempo que sacaba una fusta mediana y la chocaba contra la cara de su presa -Dime... ¿Con cuantas personas has estado zorro? -preguntó finalmente de manera fría.

Mientras esperaba que su dueña aceptarse tomarlo como mascota noto como esta quiso darle otra bofetada en el rostro, Keyzey se quedo esperando con ganas mientras se mordía el labio, pero esta no llegó y luego observó como comenzaba también masturbarse. Al escucharle repetir lo que dijo, él asintió en respuesta. Así como lo tenía estaba más que dispuesto a hacer lo que sea por ella. Pensó que recibiría otra cachetada en la mejilla, pero en vez de eso fue tomado aún más por sorpresa, cuando sus labios por fin entraron en contacto con los de la pelirroja. Aquel era uno de los tantos premios que había deseado desde que entro en aquel cuarto y por fin lo hacía conseguido. Como si no fuese poco, una de sus manos es llevada a un pecho de ella, el cual no duda en manosear lentamente disfrutando del premio que le había sido otorgado.

Sus labios se separaron y dejo que su dueña le hablará, sintiéndose bien por la aprobación. Sintió el tirón en su cuello, pero a estas alturas ya estaba disfrutando del dolor y recordó como debía caminar estando cerca de ella, así que la siguió obedientemente por donde iba y le indicaba con sus tirones. Era paseado cuan perro mientras le enseñaba y no le importaba. Había entendido cual era el juego y le gustaba, la verdad no le molestaba verla desde abajo, apreciar su figura desde esa posición, era algo que no muchos tendrían la oportunidad de verlo y se sentía además de excitado en una posición privilegiada.

No quería responder a lo que decía, a pesar de que ya le gustaba en parte ser golpeado, sentía que necesitaba guardar fuerzas para lo que vendría y le convenía portarse bien con ella. Escuchaba atento y la curiosidad le pico por ver lo que estaba sacando de la caja, más desde donde estaba le era difícil y sin previo aviso una fusta le dio de lleno en la cara. Quedo marcada y sintió el golpe por suerte a unos centímetros de su nariz. Mas las lágrimas comenzaron a brotar de nuevo por sus ojos, el golpe le había dolido, pero era cierto, estaba ahí para ser castigado, aunque no le gustará y por consecuencia cayó al suelo.

Tragó saliva asustado nuevamente, intentando arrodillarse frente a ella de nuevo. El dolor esta vez había sido más fuerte que el placer, pero asintió levemente en respuesta. No sabía como responder a su pregunta, pero debía hacerlo. – Con ocho, mi lady – Respondió rápido, mintió pero era bueno en eso y lo agradecía puesto que no llevaba la cuenta, aunque si era un número muy alto para Keyzey.

No sabía si debía disculparse, decir que entendía porque estaba siendo castigado o cualquier cosa. Solo se atrevía a responder preguntas directas, la fusta le asustaba más que la propia mano de su dueña y a pesar de merecer el castigo no se sentía capaz de probar más así.

Observó una lágrima recorrer la mejilla de su mascota mientras le daba una respuesta y admitía la respuesta vergonzosamente. Inmediatamente al escuchar ese numero lo jaló bruscamente con la cadena para ponerlo de pie de nuevo y tomarlo por el cuello con sus afiladas uñas.

-¿Tan... poca gente? -le dijo mirándolo a los ojos y seguidamente lo tumbó en la silla de donde anteriormente había cogido la llave y nuevamente le golpeó en la cara con la fusta pero esta vez haciendolo doblemente, primero en la mejilla y luego en ese hermoso y suave pecho. -¡DIME LA VERDAD IMBÉCIL! -gritó

Lo dejó sentado y se acercó nuevamente a la caja para extraer una larga cuerda gruesa y enrollada.
-Entiendo que sean tantas que quizás no puedas recordar... Pero dime ¿Enserio te hicieron sentir tan bien cada una de ellas? Cuéntame de tus experiencias Keyzey... ¿Que tantas suciedades has hecho en tu nueva vida como cortesano? -le dijo mientras se dirigía a el y usaba la cuerda para amarrarle los pies a los de la silla apretando fuertemente cada nudo mientras dejaba al muchacho hablar.

Siente aún su rostro adolorido por la fusta en la cara, pero su miembro no deja de estar duro. Entonces de deja levantar obediente por la correa. Es tomado por el cuello y nota como su falo se endurece un poco más al sentir esas uñas suyas. Se vio tumbado en la silla y sin previo aviso la fusta le golpea en la mejilla y el pecho. El primero le dolió mucho, el segundo lo disfruto un poco. Ese era el juego, disfrutar el dolor.

– Cuatro, lo siento, mi lady – Keyzey era un buen mentiroso, ya no le importaba ser golpeado pues quería ver que tanto podía aguantar y así mismo darse a conocer a su dueña. Vio como se acercaba entonces con una soga y comenzó a amarrarle los píes con una soga. Había aguantado más golpes de lo que pensaba y estaba dispuesto a disfrutar más, era enfermizo, pero le agradaba y quería complacerla a ella también. – Ninguna me hizo sentir tan excitado como usted – Esta vez si dijo la verdad, pero con sus manos libres aún no se sentía a disposición de su maestra, así que las acercó a la madera de la silla para facilitarle el trabajo si ella lo quería.

– Solo hicimos lo que dos amantes hacen, nada fuera de lo común – Termina de decir entre excitado y ansioso por el siguiente golpe. En ese fue honesto. Keyzey era nuevo en el mundo del taboo y su maestra era la primera que se preocupaba en mostrarselo. – No hay quien se compare a usted – Agrega mordiéndose el labio, sabía que no le habían preguntado por eso, pero no podía evitar mencionarlo cuando perdía la vista en ella.

Escuchaba las palabras de el joven, pero no le creía nada de lo que decía: ni las cifras, ni los halagos. Se había vuelto alguien fría y calculadora, porque así tenía que serlo dentro del juego... sin un mínimo rastro si quiera de compasión.

-Así que... ¿Estás excitado? -terminó de amarrarle los pies y se puso de pie para mirarlo. El chico se había acercado las manos a la madera por su propia cuenta para que lo amarraran, como si deseara mas maltratos... era como si le gustara el dolor, aunque no sabía Lilith si era realmente lo que quería causar en el muchacho.

-¿Ahora tú me dirás como quieres ser castigado? -dijo mientras tomaba impulso y le soltaba una fuerte bofetada con la parte trasera de su mano, esta vez hasta a ella le había ardido la piel -Tan solo te pedí que hablaras, y aún no me has dicho lo suficiente de ti.

Rodeó la silla en la que se encontraba sentado el joven y cruzó los brazos de Keyzey por detrás de esta para amarrarlo y dejarlo totalmente inmóvil.

-Aunque en algo tienes razón... no hay nadie que se compare a mi y nunca lo habrá. Debería ser eterna... ¿No lo crees? -al momento de pronunciar esa pregunta dio el ultimo tirón a la cuerda que amarraba las muñecas y se acercó hacia una de las velas que tenía a lado de la caja

-¿Sabes Keyzey? -tomó la vela y la acercó a aquel joven ahora inmóvil -Aún no me tienes satisfecha... ¿Así es como matas a tus clientes?, ¿De aburrimiento? No Keyzey, tienes que matarlos de pasión. Y si no puedes... -se sentó encima de el con la vela aún en la mano dejando que las piernas de Keyzey sintieran la tersa piel desnuda y húmeda que se encontraba entre las piernas de la cortesana y bajo esa falda del diminuto corsé. Tan solo de pensar en todo lo que quería hacerle la excitaba... -...por lo menos deberías saber entretenerlos con tus palabras. Vamos, has un intento y háblame de ti, ¿Porque razón te mandaron conmigo?, ¿Que hiciste para recibir este premio? -le preguntó mientras inclinaba ligeramente la vela y permitiendo que la cera hirviente callera sobre el pecho del hombre gota a gota sobre su pecho.