AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Y con las dos mitades del alma miro al mundo | Privado - Bolanie S.
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Y con las dos mitades del alma miro al mundo | Privado - Bolanie S.
Y entonces hay este sonido:
un ruido rojo de huesos,
un pegarse de carne,
y piernas amarillas como espigas juntándose.
Yo escucho entre el disparo de los besos,
escucho, sacudido entre respiraciones y sollozos.
Estoy mirando, oyendo,
con la mitad del alma en el mar y la mitad del alma
en la tierra,
y con las dos mitades del alma miro al mundo.
Agua Sexual - Pablo Neruda
un ruido rojo de huesos,
un pegarse de carne,
y piernas amarillas como espigas juntándose.
Yo escucho entre el disparo de los besos,
escucho, sacudido entre respiraciones y sollozos.
Estoy mirando, oyendo,
con la mitad del alma en el mar y la mitad del alma
en la tierra,
y con las dos mitades del alma miro al mundo.
Agua Sexual - Pablo Neruda
En varios momentos del trayecto hasta ese lugar quiso tomar su mano y besarle la punta de los dedos, uno por uno y con gran suavidad, sólo para absorber su sabor y así descubrir si ese pequeño gesto le causa cosquillas o le es más bien indiferente. ¿Dejará algún día de sorprenderse con cada cosa que ella hace? ¿Perderá alguna vez el asombro que esa mujer le produce? Tal vez esa es una característica de estar enamorado, pero lo habría sentido antes con su esposa ¿no? Dificilmente, ya que ahora es consciente de que el realidad lo que sintió por esa mujer que los abandonó nunca fue realmente amor, sólo era un cariño intenso y una especie de admiración luego de que naciera Sophie. De todos modos espera nunca perder la fascinación que siente por ella o todo lo demás estará perdido: su trabajo, la inquisición, su familia, el resto de su vida, todo. Sus creencias se basan ahora en que la sonrisa de Bolanie será siempre la luz que lo guiará en los caminos más oscuros que deba atravesar y que será su cintura pequeña y deliciosa, la que rodee al llegar a casa por la noche después de un largo día de trabajo y por sobre todo, luego de sentir todo ese peso que lleva sobre los hombros por tanto tiempo, ese peso invisible que se siente más ligero apenas está con ella para ayudarle a llevarlo.
Albert no ama a Bolanie sólo porque sea bella, inteligente, divertida y capaz de muchas cosas. La ama también porque la admira, porque ve en ella a una compañera, a un igual que camina a su lado y que le tenderá la mano para ayudarlo a levantarse cuando él se caiga, lo que será bastante seguido considerando que esa pierna inútil sigue dándole problemas. Realmente la odia y especialmente ahora que comienza a dolerle luego de caminar tan sólo quince minutos. Un cuarto de hora que se ha hecho una eternidad. Van del brazo porque es tarde y nadie puede verlos, lucen cómplices, enfrascado en una conversación que para alguien más no tendría sentido pero que para ellos es casi lo más importante del mundo. Y casi sólo porque siempre hay una preocupación más que los mantiene algo distantes. —Y entonces le dije que aquello no serviría, que necesitamos un poco más de energía, un tipo de energía distinta que podríamos obtener si probábamos con otros materiales… ¿y sabe lo que me dijo? La verdad es que nada, sólo me miró como si yo estuviera loco y me pidió que continuara mi investigación con otro tema, uno más “importante” como lo llamó él, tal como si lo que yo le hubiese planteado sólo fuera algo estúpido… — el tecnólogo dentro de ese flacucho cuerpo aparece cuando se apasiona hablando de las creaciones que salen de sus manos y de su mente.
Se arregla los lentes que se han deslizado a la punta de su nariz durante el camino y le sonríe, pícaramente se acerca y le roba un pequeño beso aprovechando la soledad y también la oscuridad que el árbol junto a la verja les otorga. En su interior un pequeño Albert salta de emoción esperando que ella pregunte qué hacen ahí, pero él quiere responder antes y se atreve a ampliar la sonrisa y volver a robarle un beso tomándola por la cintura, profundizándolo incluso al punto que debe dar un paso atrás y respirar profundo para recuperar algo del aire que ha perdido. ¡Cuánto poder de atracción tiene esa mujer sobre él! El inquisidor tiene el pelo algo revuelto y unas ganas tremendas de saltar sobre la dama y probar algo más de su piel, pero se controla, porque ha prometido respetarla y es eso lo que hará aunque todo en ella le grite que debe arrancarle el vestido y llevarla a una cama sin que pasen por al altar antes. No. La señorita Bolanie merece lo mejor y eso es la bendición de Dios para esa unión que debió ser planeada por él y por nadie más. —Se preguntará qué hacemos acá y le responderé de inmediato… — se separa de ella y estira ambos brazos para abarcar simbólicamente todo el cercado y el lugar que rodea. —Esta, señorita Bolanie, es mi nueva hacienda, la que compré hace algunos días y donde construiré el hogar que habitaremos con nuestros hijos, donde comenzaremos nuestra vida juntos… si es que a usted le parece, claro… después de que hable con su hermano… por supuesto… — y cada vez que agrega algo, su voz baja y él parece hundirse un poco más.
Albert no ama a Bolanie sólo porque sea bella, inteligente, divertida y capaz de muchas cosas. La ama también porque la admira, porque ve en ella a una compañera, a un igual que camina a su lado y que le tenderá la mano para ayudarlo a levantarse cuando él se caiga, lo que será bastante seguido considerando que esa pierna inútil sigue dándole problemas. Realmente la odia y especialmente ahora que comienza a dolerle luego de caminar tan sólo quince minutos. Un cuarto de hora que se ha hecho una eternidad. Van del brazo porque es tarde y nadie puede verlos, lucen cómplices, enfrascado en una conversación que para alguien más no tendría sentido pero que para ellos es casi lo más importante del mundo. Y casi sólo porque siempre hay una preocupación más que los mantiene algo distantes. —Y entonces le dije que aquello no serviría, que necesitamos un poco más de energía, un tipo de energía distinta que podríamos obtener si probábamos con otros materiales… ¿y sabe lo que me dijo? La verdad es que nada, sólo me miró como si yo estuviera loco y me pidió que continuara mi investigación con otro tema, uno más “importante” como lo llamó él, tal como si lo que yo le hubiese planteado sólo fuera algo estúpido… — el tecnólogo dentro de ese flacucho cuerpo aparece cuando se apasiona hablando de las creaciones que salen de sus manos y de su mente.
Se arregla los lentes que se han deslizado a la punta de su nariz durante el camino y le sonríe, pícaramente se acerca y le roba un pequeño beso aprovechando la soledad y también la oscuridad que el árbol junto a la verja les otorga. En su interior un pequeño Albert salta de emoción esperando que ella pregunte qué hacen ahí, pero él quiere responder antes y se atreve a ampliar la sonrisa y volver a robarle un beso tomándola por la cintura, profundizándolo incluso al punto que debe dar un paso atrás y respirar profundo para recuperar algo del aire que ha perdido. ¡Cuánto poder de atracción tiene esa mujer sobre él! El inquisidor tiene el pelo algo revuelto y unas ganas tremendas de saltar sobre la dama y probar algo más de su piel, pero se controla, porque ha prometido respetarla y es eso lo que hará aunque todo en ella le grite que debe arrancarle el vestido y llevarla a una cama sin que pasen por al altar antes. No. La señorita Bolanie merece lo mejor y eso es la bendición de Dios para esa unión que debió ser planeada por él y por nadie más. —Se preguntará qué hacemos acá y le responderé de inmediato… — se separa de ella y estira ambos brazos para abarcar simbólicamente todo el cercado y el lugar que rodea. —Esta, señorita Bolanie, es mi nueva hacienda, la que compré hace algunos días y donde construiré el hogar que habitaremos con nuestros hijos, donde comenzaremos nuestra vida juntos… si es que a usted le parece, claro… después de que hable con su hermano… por supuesto… — y cada vez que agrega algo, su voz baja y él parece hundirse un poco más.
Albert Ollivier- Inquisidor Clase Alta
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Re: Y con las dos mitades del alma miro al mundo | Privado - Bolanie S.
Desde que era muy pequeña, la cambiante quebraba las relaciones que tenía por miedo al dolor. Sus padres habían desaparecido de su vida como si nunca hubieran entrado, su hermano se extravió un tiempo, la vida le pegaba tan fuerte que formar relaciones fuertes, seguras y duraderas le resultaba casi imposible. Un compromiso la abrumaba, le dolía, le causaba miedo, por eso, a pesar de sentir muchísimas cosas (buenas) a la vez por Albert, nunca se le acercó demasiado. Caminar con él a quien sabe dónde le recordó ese momento en que sus padres la dejaron sin nada, sin saber que dirección tomar. Toda esa incertidumbre la estaba volviendo loca, aunque por fuera mostrara una sonrisa radiante, por dentro se estaba desmoronando. ¿Se encontraba lista para tener una relación? La respuesta se encontraba dividida, entonces era como no tener nada, como no saber que responder. Tragó saliva, respondía a cada beso de forma automática, avanzaba por inercia y respiraba de la misma manera. Sentirse tan expuesta le hacía sentirse incomoda, con ganas de escapar, si su hermano estuviera ahí en ese momento ya habría encontrado la excusa para llevarla muy lejos sin verla con esas sonrisas nerviosas. Él, su sangre, quien a pesar de ser un total idiota, la entendía todo y la rescataba un poco más.
Bolanie observó con detenimiento cada rincón que podía por las horas de la noche. Agradecía su visión privilegiada gracias a su condición de cambiante. La chica miró a los ojos a su tecnologo sin saber que decirle, sin embargo, como respuesta automática a las cosas lo rodeó por el cuello, lo atrajo hacía ella y luego recargó su cabeza sobre su hombro izquierdo. La felina buscaba poder decirle algo, sin embargo no salía nada de sus labios. Con tranquilidad movió su cuerpo de un lado a otro imitando un baile tranquilo, de esos que según las malas lenguas resultaba vulgar por la cercanía de las personas. En ese instante lo que menos le interesaba era el pensamiento de las personas, lo que dijera la sociedad, y por un momento ignoró lo que la iglesia, esa que tanto la había perdonado le demandara. Sólo eran ella y él.
- Nunca creí que me líder de facción resultara tan sorprendente, es decir, con cada investigación mi admiración hacía usted iba creciendo, pero eso es diferente a lo que puede producir en el corazón. ¿Me explico? - Las cosas del corazón no se explicaban, simplemente sucedían, se sentían, lamentablemente personas cómo ellos dos buscan dar explicaciones incluso hasta en los sentimientos. La chica comenzó a reírse, le dio varios besos en las mejillas y luego acarició sus cabellos masculinos.
- Quiero pedirle algo antes de poder aceptar todo lo que me da, pero quiero que no lo tome a mal, por el contrario, que me escuche con atención - Se separó de él tomándole las manos con suavidad. - Necesito que me conozca un poco más, que sepa que me gusta e color azul al igual que el rojo, que prefiero la noche al día, que el mundo se me hace insignificante sino se tiene una familia, que quiero tener dos hijos, y que espero tengan su rostro, que mi hermano será el más bruto de todos pero que será feliz con mi felicidad - Dio dos besos suaves a la altura de su mentón - Quiero también que sepa que no deseo una vida sin trabajar, si usted me conoció aquí debe permitirme sentir util, no sólo una mujer de hogar, le prometo que también lo atenderé como si solo lo fuera - Bolanie no sabía como es que todo aquello salía de sus labios si hace apenas unos momentos el miedo la invadía; por un momento dejó de pensar y todo quedó claro. Aquello era el amor.
Bolanie observó con detenimiento cada rincón que podía por las horas de la noche. Agradecía su visión privilegiada gracias a su condición de cambiante. La chica miró a los ojos a su tecnologo sin saber que decirle, sin embargo, como respuesta automática a las cosas lo rodeó por el cuello, lo atrajo hacía ella y luego recargó su cabeza sobre su hombro izquierdo. La felina buscaba poder decirle algo, sin embargo no salía nada de sus labios. Con tranquilidad movió su cuerpo de un lado a otro imitando un baile tranquilo, de esos que según las malas lenguas resultaba vulgar por la cercanía de las personas. En ese instante lo que menos le interesaba era el pensamiento de las personas, lo que dijera la sociedad, y por un momento ignoró lo que la iglesia, esa que tanto la había perdonado le demandara. Sólo eran ella y él.
- Nunca creí que me líder de facción resultara tan sorprendente, es decir, con cada investigación mi admiración hacía usted iba creciendo, pero eso es diferente a lo que puede producir en el corazón. ¿Me explico? - Las cosas del corazón no se explicaban, simplemente sucedían, se sentían, lamentablemente personas cómo ellos dos buscan dar explicaciones incluso hasta en los sentimientos. La chica comenzó a reírse, le dio varios besos en las mejillas y luego acarició sus cabellos masculinos.
- Quiero pedirle algo antes de poder aceptar todo lo que me da, pero quiero que no lo tome a mal, por el contrario, que me escuche con atención - Se separó de él tomándole las manos con suavidad. - Necesito que me conozca un poco más, que sepa que me gusta e color azul al igual que el rojo, que prefiero la noche al día, que el mundo se me hace insignificante sino se tiene una familia, que quiero tener dos hijos, y que espero tengan su rostro, que mi hermano será el más bruto de todos pero que será feliz con mi felicidad - Dio dos besos suaves a la altura de su mentón - Quiero también que sepa que no deseo una vida sin trabajar, si usted me conoció aquí debe permitirme sentir util, no sólo una mujer de hogar, le prometo que también lo atenderé como si solo lo fuera - Bolanie no sabía como es que todo aquello salía de sus labios si hace apenas unos momentos el miedo la invadía; por un momento dejó de pensar y todo quedó claro. Aquello era el amor.
Bolanie Svarti- Condenado/Cambiante/Clase Media
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Re: Y con las dos mitades del alma miro al mundo | Privado - Bolanie S.
Sólo asintiendo a intervalos regulares de tiempo es que la escucha y presta atención a cada una de sus palabras. Albert tiene los ojos muy abiertos y sus pestañas crecen detrás de aquellos anteojos que últimamente usa aún más seguido, se ve asustado al mismo tiempo que cauteloso. Bolanie tiene razón, él apenas la conoce y ya está ofreciéndole el mundo entero. ¿Pero para qué esperar? ¿Por qué debe tener paciencia si ya ha tenido la suficiente? Después del matrimonio ya podrán conocerse mejor, una vez que vivan juntos tendrán todo el tiempo disponible y ahí saber si su color favorito es el rojo o el azul o lo que sea. Pero se controla, por ahora, continúa escuchándolo y aunque apenas frunce el ceño no quiere demostrar del todo su molestia por lo que acaba de oír. Le gustaría darle la espalda y con eso tener tiempo para pensar, pero en vez de eso, se cuelga de una frase en particular de todo su discurso, una que llama tu interés y le ilumina el rostro. —¿Te gustaría tener dos hijos conmigo? ¿De verdad no te molesta que yo ya tenga una hija? — no se imagina a Bolanie como el tipo de mujer que rechazaría a una pequeña sólo por poseer otra madre biológica, pero ha visto casos en que aquello ha sucedido y siempre secretamente ha deseado que su niña vuelva a tener una madre que le enseñe todo aquello que él desconoce del mundo femenino.
—Señorita Bolanie… mi amor —se corrige, —si estoy enamorado de usted es porque he visto en su persona a una compañera en este viaje que es la vida, la veo de pie a mi lado ayudándome a enfrentar el mundo, es usted quien será la otra mitad en todas aquellas decisiones que tomaré en un futuro… —sonríe, le toma las manos, besa sus palmas y luego los dedos, —la he conocido gracias a este trabajo y he visto lo feliz que la hace… reconozco que me gustaría que se quedara en casa lejos de los peligros y que pudiera ser usted quien críe a nuestros niños, pero mi intención por sobre todo es verla y hacerla feliz… sé que este trabajo es la clave para aquello y si me lo pregunta, tenerla acá todos los días hará de esta tarea algo mucho más placentero y agradable. —las mejillas de Albert se colorean pero es difícil observar eso en la oscuridad de la noche. El inquisidor se aprovecha y la toma por la cintura para volver a besarla, podría hacer eso toda la noche, una y otra vez. ¿Será muy atrevido de su parte preguntarle si pueden quedarse ahí un rato más? Tal vez sí, es mejor callar y seguir con el tema que hasta ahí los llevó. Prefiere no imaginar el encuentro con su hermano, tampoco pensar en los secretos que pueda estar escondiendo su mujer, después de todo él mismo también posee sectores de si mismo que no desea compartir.
Separándose para tomarle la mano, abre la verja que los separa de sus nuevos terrenos y se adentra apenas sin soltar sus dedos. De ese modo se siente cómodo y al mismo tiempo importante, de una manera en que jamás lo hizo antes. —¿Le gustaría… le gustaría recorrer un poco? No hay problema en hacerlo y le prometo que volveremos pronto a nuestro trabajo. — la emoción en su voz es evidente, no puede disimular la excitación de sentir que pronto, ahí donde están parados, estarán ambos juntos comenzando la vida que Dios decidió para ellos, una vida repleta de amor y nuevas aventuras. Albert vuelve a recordar las palabras de Bolanie, su deseo de hijos que ahora lo pone nervioso. ¿Cómo espera que tenga más hijos si ni siquiera es un buen padre para Sophie? Suele dejarla sola, la pequeña vive más con las empleadas de su casa y además, es un hombre incompleto que no puede jugar con ella todo lo que le gustaría. La falta de su pierna también le molesta, le afecta de sobremanera. —Señorita Bolanie… — su voz es apenas audible, no es capaz de tocarla, repentinamente siente asco de si mismo y se aleja lo que más le permite su discapacidad sin parecer a la vez torpe y ridículo. —¿ha visto usted que una de mis piernas tiene un… defecto? No puedo pedirle que esté junto a un hombre como yo… no dude de que la amo, pero no quiero condenarla a un futuro junto a alguien incompleto como yo. —
—Señorita Bolanie… mi amor —se corrige, —si estoy enamorado de usted es porque he visto en su persona a una compañera en este viaje que es la vida, la veo de pie a mi lado ayudándome a enfrentar el mundo, es usted quien será la otra mitad en todas aquellas decisiones que tomaré en un futuro… —sonríe, le toma las manos, besa sus palmas y luego los dedos, —la he conocido gracias a este trabajo y he visto lo feliz que la hace… reconozco que me gustaría que se quedara en casa lejos de los peligros y que pudiera ser usted quien críe a nuestros niños, pero mi intención por sobre todo es verla y hacerla feliz… sé que este trabajo es la clave para aquello y si me lo pregunta, tenerla acá todos los días hará de esta tarea algo mucho más placentero y agradable. —las mejillas de Albert se colorean pero es difícil observar eso en la oscuridad de la noche. El inquisidor se aprovecha y la toma por la cintura para volver a besarla, podría hacer eso toda la noche, una y otra vez. ¿Será muy atrevido de su parte preguntarle si pueden quedarse ahí un rato más? Tal vez sí, es mejor callar y seguir con el tema que hasta ahí los llevó. Prefiere no imaginar el encuentro con su hermano, tampoco pensar en los secretos que pueda estar escondiendo su mujer, después de todo él mismo también posee sectores de si mismo que no desea compartir.
Separándose para tomarle la mano, abre la verja que los separa de sus nuevos terrenos y se adentra apenas sin soltar sus dedos. De ese modo se siente cómodo y al mismo tiempo importante, de una manera en que jamás lo hizo antes. —¿Le gustaría… le gustaría recorrer un poco? No hay problema en hacerlo y le prometo que volveremos pronto a nuestro trabajo. — la emoción en su voz es evidente, no puede disimular la excitación de sentir que pronto, ahí donde están parados, estarán ambos juntos comenzando la vida que Dios decidió para ellos, una vida repleta de amor y nuevas aventuras. Albert vuelve a recordar las palabras de Bolanie, su deseo de hijos que ahora lo pone nervioso. ¿Cómo espera que tenga más hijos si ni siquiera es un buen padre para Sophie? Suele dejarla sola, la pequeña vive más con las empleadas de su casa y además, es un hombre incompleto que no puede jugar con ella todo lo que le gustaría. La falta de su pierna también le molesta, le afecta de sobremanera. —Señorita Bolanie… — su voz es apenas audible, no es capaz de tocarla, repentinamente siente asco de si mismo y se aleja lo que más le permite su discapacidad sin parecer a la vez torpe y ridículo. —¿ha visto usted que una de mis piernas tiene un… defecto? No puedo pedirle que esté junto a un hombre como yo… no dude de que la amo, pero no quiero condenarla a un futuro junto a alguien incompleto como yo. —
Albert Ollivier- Inquisidor Clase Alta
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Re: Y con las dos mitades del alma miro al mundo | Privado - Bolanie S.
Uno de los deseos más grandes que posee la cambiante, siempre ha sido y será ser madre. Recuerda por completo aquellos tiempos cuando tenía una, lo dedicada que fue con su persona, ni inquiera ya mantiene en su cabeza el momento en que se separó de ella, pero el recuerdo que le dejó en su corazón bastó para que supiera deseaba formar una familia. Durante su corta (o larga) vida, existieron muchos factores que le alejaban de la idea, que le hacían creer que aquello podía llegar a ser imposible. Primero que nada su decisión por entrar a la inquisición. La facción de los condenados resultaba ser más complicada de lo que muchos creían, el poder obtener ese perdón de Dios para entrar al reino de los cielos requería infinidad de sacrificios. Entre algunos el pagar penitencias, enfocarse en servir a una institución, y olvidarse de uno mismo, de la familia que se podía tener.
¿Debía contarle de una vez aquel pequeño detalle a Albert? las palabras estaban en la punta de su lengua, a punto de escupirse, pero se las tragó, se aguantó porque parecía que el momento no debía ser interrumpido. Porque existía la esperanza en su corazón, quizás él necesitaba más tiempo dentro de la iglesia para la aceptación de otras criaturas, aunque existía una gran posibilidad de que fuera de la mínima parte de los inquisidores, que aceptaban a sus compañeros que buscaban redención con facilidad, con naturalidad. Existían tantas respuestas en su cabeza para sus interrogantes, sin embargo ninguna sería correcta sino era la proveniente de sus labios.
- ¿Molestarme? ¿Por qué debería molestarme que no tenga una hija? Los niños no tienen culpa de lo complicado que la vida puede ser, ¿no cree que para ella sería complicado? Soy una mujer adulta, Albert, poseo el intelecto necesario para saber como actuar, y mi corazón no podría negarse a una criatura, pero deberías preocuparte más por lo que ella sienta, pueden ser cambios bruscos para su persona, actualmente ella es la mujer de tu vida ¿Cómo crees que sentiría si alguien viene a quitar su lugar? - Se encogió de hombros, seguir caminando era la mejor solución. Un tema de esa magnitud y con tanta claridad de respuestas le parecía absurdo, no le llamaba para nada la atención tener que mal gastar su tiempo al respecto. Por primera vez en la noche su rostro se endureció de seriedad, de molestia. Albert necesitaba manejar mucho , su pasado, a su pequeña, y ese detalle sobre su pierna que no hizo más que incrementar el enojo de la rubia. Lo quedó viendo por un largo rato de forma analítica. Un par de veces suspiró como dándose por vencida. De algo estaba segura la cambiante, debía ayudarlo, salir adelante con él, que aceptara todo tal cual fuera y pudiera ser feliz. Si ambos debían ser felices sería con sus pros y contra, con sus defectos y virtudes, no a medias, o no dependiendo de la felicidad del otro.
- Por favor, basta ya de auto compadecerte, tengo el conocimiento de tu problema, todos los tecnólogos lo sabemos, eres nuestro líder, pero no por eso lo acepto o te tengo respeto, sólo evita ya ese tema, me molesta, estás completo, fin del tema - Su mirada felina dejó en claro que dispuesta a discutirlo no estaba. La parte temperamental de la mujer salió a la luz.
Bolanie enredó su brazo con el ajeno. Avanzó con lentitud a su lado no sólo para que él no se cansara o lastimara, sino para poder observar a detalle lo que tenía enfrente, aquello que si evolucionaba como tenían en sus corazones sería su hogar. Los jardines se encontraban bien cuidados, aunque les faltaban un par de detalles, ella estaría encantada de poder arreglarlo sus horarios libres, o quizás por la noche al llegar del trabajo. La entrada era larga, tanto que le abrumaba la idea de una casa tan grande, jamás poseyó una de tal magnitud. ¿Cuánto habría gastado el hombre en obtenerla? La idea de que la hubiera comprado pensando en ella le resultaba romántica, por eso se estiró para dejar un beso en su mejilla. Lo amaba de verdad, de eso se daba cuenta.
- ¿Cuánto tengo que esperar para poder vivir aquí contigo y tu pequeña? - Preguntó separándose, estirando su mano para tomar una rosa, la misma que arrancó con cuidado y le regaló al hombre. Su primer regalo, quizás uno sencillo comparado a ese lugar, pero entregándole con ese detalle parte de sus sentimientos. ¿Por qué con una rosa? Porque quizás llegaría a marchitarse en algún punto, pero sin importar lo maltrecha que se ponga, el conservarla, el guardarla como era debido la mantendría siempre a su lado.
¿Debía contarle de una vez aquel pequeño detalle a Albert? las palabras estaban en la punta de su lengua, a punto de escupirse, pero se las tragó, se aguantó porque parecía que el momento no debía ser interrumpido. Porque existía la esperanza en su corazón, quizás él necesitaba más tiempo dentro de la iglesia para la aceptación de otras criaturas, aunque existía una gran posibilidad de que fuera de la mínima parte de los inquisidores, que aceptaban a sus compañeros que buscaban redención con facilidad, con naturalidad. Existían tantas respuestas en su cabeza para sus interrogantes, sin embargo ninguna sería correcta sino era la proveniente de sus labios.
- ¿Molestarme? ¿Por qué debería molestarme que no tenga una hija? Los niños no tienen culpa de lo complicado que la vida puede ser, ¿no cree que para ella sería complicado? Soy una mujer adulta, Albert, poseo el intelecto necesario para saber como actuar, y mi corazón no podría negarse a una criatura, pero deberías preocuparte más por lo que ella sienta, pueden ser cambios bruscos para su persona, actualmente ella es la mujer de tu vida ¿Cómo crees que sentiría si alguien viene a quitar su lugar? - Se encogió de hombros, seguir caminando era la mejor solución. Un tema de esa magnitud y con tanta claridad de respuestas le parecía absurdo, no le llamaba para nada la atención tener que mal gastar su tiempo al respecto. Por primera vez en la noche su rostro se endureció de seriedad, de molestia. Albert necesitaba manejar mucho , su pasado, a su pequeña, y ese detalle sobre su pierna que no hizo más que incrementar el enojo de la rubia. Lo quedó viendo por un largo rato de forma analítica. Un par de veces suspiró como dándose por vencida. De algo estaba segura la cambiante, debía ayudarlo, salir adelante con él, que aceptara todo tal cual fuera y pudiera ser feliz. Si ambos debían ser felices sería con sus pros y contra, con sus defectos y virtudes, no a medias, o no dependiendo de la felicidad del otro.
- Por favor, basta ya de auto compadecerte, tengo el conocimiento de tu problema, todos los tecnólogos lo sabemos, eres nuestro líder, pero no por eso lo acepto o te tengo respeto, sólo evita ya ese tema, me molesta, estás completo, fin del tema - Su mirada felina dejó en claro que dispuesta a discutirlo no estaba. La parte temperamental de la mujer salió a la luz.
Bolanie enredó su brazo con el ajeno. Avanzó con lentitud a su lado no sólo para que él no se cansara o lastimara, sino para poder observar a detalle lo que tenía enfrente, aquello que si evolucionaba como tenían en sus corazones sería su hogar. Los jardines se encontraban bien cuidados, aunque les faltaban un par de detalles, ella estaría encantada de poder arreglarlo sus horarios libres, o quizás por la noche al llegar del trabajo. La entrada era larga, tanto que le abrumaba la idea de una casa tan grande, jamás poseyó una de tal magnitud. ¿Cuánto habría gastado el hombre en obtenerla? La idea de que la hubiera comprado pensando en ella le resultaba romántica, por eso se estiró para dejar un beso en su mejilla. Lo amaba de verdad, de eso se daba cuenta.
- ¿Cuánto tengo que esperar para poder vivir aquí contigo y tu pequeña? - Preguntó separándose, estirando su mano para tomar una rosa, la misma que arrancó con cuidado y le regaló al hombre. Su primer regalo, quizás uno sencillo comparado a ese lugar, pero entregándole con ese detalle parte de sus sentimientos. ¿Por qué con una rosa? Porque quizás llegaría a marchitarse en algún punto, pero sin importar lo maltrecha que se ponga, el conservarla, el guardarla como era debido la mantendría siempre a su lado.
Bolanie Svarti- Condenado/Cambiante/Clase Media
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Fecha de inscripción : 06/05/2013
Re: Y con las dos mitades del alma miro al mundo | Privado - Bolanie S.
—Yo no soy el líder…— susurró antes de poner fin a la respuesta que pensaba decir. Bolanie lo miraba fijamente y a medida que continuaba hablando se dio cuenta que estaba siendo regañado. Eso, algo que desde hacía décadas nadie hacía. Ella lo estaba regañando y en vez de molestarle le provocó una sonrisa en el rostro. Los padres regañan a sus hijos porque los aman y ahora su mujer debe estar haciéndolo por la misma razón. Algo dentro de sí mismo se llenó de un calor diferente, como si fuera un abrazo que se arraiga en su pecho y se mantiene ahí, calentándolo no de un modo sexual, era distinto, era lo que muchos dicen que se siente cuando el amor es mutuo, cuando ambos sienten lo mismo y pueden además disfrutar de ello. ¡Y qué hermosa es además! No puede dejar de mirarla y admirarla, más aún ahora cuando otro de sus temores se aleja, para su futura esposa él está completo, no es un hombre a medias como tantas veces le han dicho. Quizás no todo en la vida es ser un soldado y salir a cazar todas las noches, la inquisición necesita también de mentes entrenadas como la suya, no todo pueden ser sólo músculos. Y todas las excusas que siempre se dijo para sentirse mejor ahora toman fuerza y se hacen realidad. Albert camina con más fuerza, apoya los pies con seguridad sobre ese camino pedregoso, una metáfora bastante acertada de lo que les espera.
—Creo… creo que lo primero que tengo que hacer es comenzar a hablarle a Sophie de usted, ya lo ha dicho, no será simple para ella aceptar que hay alguien más en mi vida y que además quiero que seamos los tres una familia… —la perspectiva de tener que hablar con su hija lo pone nervioso, acepta la rosa de Bolanie y mientras la besa, una y otra vez, piensa en las posibilidades enormes que existen de que todo salga mal. Sophie gritando, negándose a verla, llorando desconsolada y acusándolo de que ya no la quiere, que prefiere a esa otra mujer frente a ella. El hombre se aleja y se toma la cabeza con las manos lastimándose la piel de la mejilla sin querer con una de las espinas de la flor. Sonríe avergonzado, sintiéndose incapaz de hacer algo del todo bien. ¿Cómo podrá unir sus dos mundos? ¿Cómo podrá unir todos sus mundos? Trabajo, Sophie, Bolanie, esa vida falsa que lleva para quienes no conocen de la inquisición. Es terrible, todo es terrible y respira cada vez más rápido hasta que reparar en la cercanía de su mujer lo calma un poco, lo mejor es decirle a ella todo lo que pasa por su mente para no tener que lidiar con eso a solas. Eso es lo que hacen las parejas ¿verdad? Eso es lo que nunca hizo con su anterior esposa, confiar en ella. —¿Qué pasa si mi hija no la acepta? ¿Qué pasa si no se llevan bien? —
La toma de la mano y esperando que reanuden la caminata es que reanuda también la conversación aunque más bien se convierte en un monólogo. —He pensado que quizás puedo decirle que tengo una nueva amiga y usted podría ir a casa un par de veces de ese modo, que puedan conocerse antes de que le digamos… porque quiero que estemos ambos cuando le contemos de nuestro compromiso… pero primero tenemos que hablar con su hermano y luego cuando todo esté listo hablamos con Sophie, ella la aceptará, de eso estoy seguro… —se contradice con lo que acaba de decir hace minutos, pero está nervioso y es evidente por la cantidad de palabras que salen por minuto, parece vomitar letras a un ritmo vertiginoso que no se detiene. —Y luego, le podremos mostrar este lugar, ya he hecho las consultas y antes de dos años la casa estará lo suficientemente avanzada como para que podamos trasladarnos… si le parece mucho tiempo puedo contratar a más hombres, podrán trabajar más rápido y conseguiremos que todo esté listo en un año y medio, o en un año… —vuelve a sonreír, vuelve a besarla, vuelve a estar emocionado y parece un niño al que le han dado el mejor regalo de su vida. Su sonrisa se ensancha a medida que la mira, no la merece pero quizás no es necesario que ella sepa eso, puede morir con el secreto de ser necesario, tal vez con el tiempo Bolanie se de cuenta y termine abandonándolo como lo había hecho su ex esposa. Pero por ahora podía vivir feliz y disfrutar mientras todo dure.
—Creo… creo que lo primero que tengo que hacer es comenzar a hablarle a Sophie de usted, ya lo ha dicho, no será simple para ella aceptar que hay alguien más en mi vida y que además quiero que seamos los tres una familia… —la perspectiva de tener que hablar con su hija lo pone nervioso, acepta la rosa de Bolanie y mientras la besa, una y otra vez, piensa en las posibilidades enormes que existen de que todo salga mal. Sophie gritando, negándose a verla, llorando desconsolada y acusándolo de que ya no la quiere, que prefiere a esa otra mujer frente a ella. El hombre se aleja y se toma la cabeza con las manos lastimándose la piel de la mejilla sin querer con una de las espinas de la flor. Sonríe avergonzado, sintiéndose incapaz de hacer algo del todo bien. ¿Cómo podrá unir sus dos mundos? ¿Cómo podrá unir todos sus mundos? Trabajo, Sophie, Bolanie, esa vida falsa que lleva para quienes no conocen de la inquisición. Es terrible, todo es terrible y respira cada vez más rápido hasta que reparar en la cercanía de su mujer lo calma un poco, lo mejor es decirle a ella todo lo que pasa por su mente para no tener que lidiar con eso a solas. Eso es lo que hacen las parejas ¿verdad? Eso es lo que nunca hizo con su anterior esposa, confiar en ella. —¿Qué pasa si mi hija no la acepta? ¿Qué pasa si no se llevan bien? —
La toma de la mano y esperando que reanuden la caminata es que reanuda también la conversación aunque más bien se convierte en un monólogo. —He pensado que quizás puedo decirle que tengo una nueva amiga y usted podría ir a casa un par de veces de ese modo, que puedan conocerse antes de que le digamos… porque quiero que estemos ambos cuando le contemos de nuestro compromiso… pero primero tenemos que hablar con su hermano y luego cuando todo esté listo hablamos con Sophie, ella la aceptará, de eso estoy seguro… —se contradice con lo que acaba de decir hace minutos, pero está nervioso y es evidente por la cantidad de palabras que salen por minuto, parece vomitar letras a un ritmo vertiginoso que no se detiene. —Y luego, le podremos mostrar este lugar, ya he hecho las consultas y antes de dos años la casa estará lo suficientemente avanzada como para que podamos trasladarnos… si le parece mucho tiempo puedo contratar a más hombres, podrán trabajar más rápido y conseguiremos que todo esté listo en un año y medio, o en un año… —vuelve a sonreír, vuelve a besarla, vuelve a estar emocionado y parece un niño al que le han dado el mejor regalo de su vida. Su sonrisa se ensancha a medida que la mira, no la merece pero quizás no es necesario que ella sepa eso, puede morir con el secreto de ser necesario, tal vez con el tiempo Bolanie se de cuenta y termine abandonándolo como lo había hecho su ex esposa. Pero por ahora podía vivir feliz y disfrutar mientras todo dure.
Albert Ollivier- Inquisidor Clase Alta
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Fecha de inscripción : 07/11/2012
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Re: Y con las dos mitades del alma miro al mundo | Privado - Bolanie S.
Acostumbrada a la forma tan brusca y bruta de su hermano, la mujer sintió mucha ternura en el corazón al notar el nerviosismo y las torpezas de Albert. Se dio cuenta que sí podían tratarla con dulzura, con delicadeza, valorarla por encima de cualquier cosa, y también protegerla. Bolanie no tenía porque sacar ese instinto animal todo el tiempo. Gracias a ese instinto sobrevivió muchas cosas, sí, pero no deseaba estar toda la vida en esa postura tan a la defensiva. La cambiante necesitaba sentir seguridad, saber que al caer alguien podría darle la mano, darle incluso las dos o el cuerpo entero para que volviera a ponerse de pie. Sin duda el hombre despertaba sentimientos positivos y buenos en ella. Lo que le causaba mala espina es que hubiera aparecido de la noche a la mañana, es decir, se veían de hace mucho tiempo, se conocían, pero ella se confundía porque el hombre se había decidido a decirle lo que había de ella dentro de él. Le resultaba complicado poder aclarar incluso sus pensamientos, debía confiar y disfrutar.
— ¿Cómo es su hija? Me refiero a su carácter, a sus sentimientos ¿Ella tiene idea de lo que ocurrió con su madre? — Le miró a los ojos antes de acercarse. Le tomó las manos con cuidado y las puso a los lados de él, cómo impidiendo que pudiera volverlas a usar para hacerse daño. La rubia sabía que él no lo hacía a propósito, pero de todas formas le resultó que el nerviosismo podía jugarle malas pasadas. — Para que su hija confíe en que su padre no la dejara de amar, necesita tenerle confianza plena, confianza por completo, que se de cuenta que a pesar de su corta edad puede decirle sin problema lo que verdaderamente ocurre, los niños podrán ser menos maduros que nosotros, pero lo perciben todo — Estiró su mano para quitar la sangre que salía de la pequeña herida que el hombre tenía, después dio un tierno beso en la zona, y con cuidado la lamió — La saliva siempre ayuda, no sé por qué, mi madre de pequeña siempre me lo decía, así que podemos hacer la prueba — Sonrojada por el atrevimiento pero segura de encontrarse cerca — Creo que podemos empezar llevándola a ver algún espectáculo artístico en las noches, antes de la hora de su siesta, y después yo podría intercambiar palabras con ella — No tenía hijos, pero su instinto materno siempre estuvo despierto, a fin de cuentas uno de sus más grandes anhelos era ser mamá.
— El tema de mi hermano quisiera que lo dejáramos para lo último — Lo abrazó por el cuello, se pegó lo más que pudo a él, incluso lo acorraló contra la pared. Le repartió un par de besos suaves por las mejillas, por el mentón y después en los labios — Un año suena mejor, dos suena demasiado — No iba a mentirle, la simple idea de pensar en vivir con él le llenaba el corazón. Ya no estaría sola, estaría durmiendo alado de alguien que la amaba, a alguien que ella amaba. Volvió a besarlo porqué no había mejor cosa que pudiera hacer esa noche. La boca ajena le gustaba y necesitaba más de ella, de él por completo. — ¿Deberíamos esperar a que el tiempo siga para atrevernos a seguirnos besando? — Sonrió cómplice. ¿Por qué Albert se sentía tan débil e incompleto cuando ella lo notaba fuerte y perfecto? Sin duda lo ayudaría a trabajar con ese punto de su inseguridad. — Me gusta el nombre de su hija, y quisiera que podamos tener un par nuestro — Lo anhelaba. — Quiero envejecer a su lado, Albert — No había más que decir, le puso el corazón y su vida en sus manos.
— ¿Cómo es su hija? Me refiero a su carácter, a sus sentimientos ¿Ella tiene idea de lo que ocurrió con su madre? — Le miró a los ojos antes de acercarse. Le tomó las manos con cuidado y las puso a los lados de él, cómo impidiendo que pudiera volverlas a usar para hacerse daño. La rubia sabía que él no lo hacía a propósito, pero de todas formas le resultó que el nerviosismo podía jugarle malas pasadas. — Para que su hija confíe en que su padre no la dejara de amar, necesita tenerle confianza plena, confianza por completo, que se de cuenta que a pesar de su corta edad puede decirle sin problema lo que verdaderamente ocurre, los niños podrán ser menos maduros que nosotros, pero lo perciben todo — Estiró su mano para quitar la sangre que salía de la pequeña herida que el hombre tenía, después dio un tierno beso en la zona, y con cuidado la lamió — La saliva siempre ayuda, no sé por qué, mi madre de pequeña siempre me lo decía, así que podemos hacer la prueba — Sonrojada por el atrevimiento pero segura de encontrarse cerca — Creo que podemos empezar llevándola a ver algún espectáculo artístico en las noches, antes de la hora de su siesta, y después yo podría intercambiar palabras con ella — No tenía hijos, pero su instinto materno siempre estuvo despierto, a fin de cuentas uno de sus más grandes anhelos era ser mamá.
— El tema de mi hermano quisiera que lo dejáramos para lo último — Lo abrazó por el cuello, se pegó lo más que pudo a él, incluso lo acorraló contra la pared. Le repartió un par de besos suaves por las mejillas, por el mentón y después en los labios — Un año suena mejor, dos suena demasiado — No iba a mentirle, la simple idea de pensar en vivir con él le llenaba el corazón. Ya no estaría sola, estaría durmiendo alado de alguien que la amaba, a alguien que ella amaba. Volvió a besarlo porqué no había mejor cosa que pudiera hacer esa noche. La boca ajena le gustaba y necesitaba más de ella, de él por completo. — ¿Deberíamos esperar a que el tiempo siga para atrevernos a seguirnos besando? — Sonrió cómplice. ¿Por qué Albert se sentía tan débil e incompleto cuando ella lo notaba fuerte y perfecto? Sin duda lo ayudaría a trabajar con ese punto de su inseguridad. — Me gusta el nombre de su hija, y quisiera que podamos tener un par nuestro — Lo anhelaba. — Quiero envejecer a su lado, Albert — No había más que decir, le puso el corazón y su vida en sus manos.
Bolanie Svarti- Condenado/Cambiante/Clase Media
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Fecha de inscripción : 06/05/2013
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