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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Albert Ollivier Lun Mayo 20, 2013 6:54 pm

“Y aunque cierre los ojos y me cubra el corazón enteramente,
veo caer un agua sorda,
a goterones sordos.
Es como un huracán de gelatina,
como una catarata de espermas y medusas.
Veo correr un arco iris turbio.
Veo pasar sus aguas a través de los huesos.”

Agua sexual - Pablo Neruda


— Hay algo que me gusta de ti… — la única respuesta es el eco y ese incesante goteo que no se detiene. No hay palabras cálidas como réplica ni tampoco una risa nerviosa, suave. Albert vuelve a repetir lo que acaba de decir y esta vez se escucha aún más extraño. Podría decírselo a quien es el motivo de esa sensación creciente, pero tiene claro que sería inútil. Las paredes de madera parecen reírse de él o al menos así le parece mientras vuelve a enfocar su atención en el aparato que tiene sobre la mesa. Con las manos manchadas de tinta, los nudillos impregnados de grasa y el ceño fruncido sigue caminando por la habitación intentando encontrar la pieza que falta para completarlo todo. Su murmullo mientras camina lo hace lucir mayor de lo que es y esa introspección que podría ser confundida con una falta de habilidades sociales no es algo que lo ayude del todo.

Desde hace un par de días o un poco más se ha mantenido la mayor cantidad de tiempo posible en esa habitación, evitando así las distracciones que trae el tener que relacionarse con otras personas. Solía sólo levantar la cabeza ante el llamado de su ama de llaves a la hora de las comidas y aún durante este tiempo se dedicaba a lavar sus manos y comer lo que sea que estuviera en el plato delante de él. Incluso su hija solía quejarse de la falta de atención de parte de su padre, pero para él todo lo que sucedía al interior de su sótano era para el bien de esa pequeña y para ese futuro que él plantea entregarle. Un mundo sin criaturas inhumanas, una nueva civilización donde sólo los hijos de Dios tengan parte. — Voy a salir, Augusta, pero llegaré a dormir… — eso es todo lo que la empleada solía pedirle y él, con las manos llenas de cajas y unos pocos papeles con sus anotaciones, alcanza a gritar antes de dejar la casa.

Mientras camina y siente que cojea con mayor frecuencia que la última vez que recorrió aquel mismo camino, intenta recordar qué día es o al menos qué hora del día. Está seguro que aún faltan algunas horas para la noche, el sol en lo alto es el mayor indicador, pero apenas entra el otoño, en Paris la temperatura baja y se hace difícil saber si ya es casi el atardecer o recién después del mediodía. Albert no suele estar atento a esas cosas y muchos menos ahora que el interior del calabozo se siente cada vez más pequeño. La piedra que recubre las paredes no ayuda a esa sensación de encierro ni tampoco al dolor en su rodilla que aumentó con los pasos dados para bajar esa empinada escalera. Se sienta en un rincón y levanta su pantalón dejando la piel al descubierto. La imagen no es grata y los recuerdos que trae lo son aún menos.

Cada cicatriz no es sólo la evocación de aquel ataque que acabó con su carrera sino que también es el signo físico de ese futuro frustrado y de todo aquello que trajo consigo. — Y esto es todo lo que me faltaba… — Se siente inútil, agotado, resopla cansado. Quizás se ha rendido o tal vez sólo es otro bache en la batalla consigo mismo, un instante en una guerra que no tiene bandos. Albert respira profundo, sus ojos se cierran, continúa masajeándose la rodilla expuesta y la concentración en ese movimiento le impide notar que la puerta de fierro que él dejó apenas cerrada ahora se abre.


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Mensaje por Bolanie Svarti Sáb Mayo 25, 2013 7:00 pm

La frustración que llevaba día con día era evidente, nada, absolutamente nada pudo hacer por el cambio de facción de su hermano, evidentemente no se quedaría en ese lugar, buscaría otros lares para estar distraída, para no extrañarlo. La inteligencia que ella poseía le abrió grandes puertas, al menos las que necesitaba, por lo que rápidamente ya se encontraba trabajando como si de un humano más se tratara. Nadie en su nueva sección tenía conocimiento sobre su verdadera naturaleza, no es que le avergonzara, pero si no le preguntaban, entonces ¿para que decir algo así? No tenía porque hacerlo, preferible guardar silencio, se ahorraría muchos problemas. Bien se sabía que dentro de la inquisición, los "enviados de Dios para hacer justicia propia" maltrataban a muchos condenados, para ella era mejor evitar tales molestias.

El ánimo lo tenía por los suelos, extrañaba a ese maldito cambiante felino que le alegraba las mañanas. Bolanie y su hermano eran excesivamente unidos, pero no de mala manera, eran como dos mejores amigos jugando a ser hermanos, o viceversa, como fuera su relación era demasiado especial, basado en un trabajo en equipo y confianza, pero aunque aquel hombre conociera casi todo de su pequeña hermana, y se dice casi, porque no sabía lo que su corazón albergaba de hace tiempo atrás hacía una criatura humana en especial. Tantos años con vida, ella creyendo que se las sabía todas, pero no, ni siquiera tenía el conocimiento de los indispensable de la vida, fuera del estatus social, ya que lo que mueve a las criaturas de la naturaleza, como ella, es el amor, nada más que eso.

Para arruinar un poco más el día. Dentro de las oficinas que se le habían otorgado en la iglesia, le otorgaron llevar unos planos, unos papeles que tenían anotaciones sobre algunos aparatos nuevos que estaban inventando para la mejoría de vida en aquellos tiempos. No pudo darles una leída a los planos, pues debía quedarse para apoyar al jefe de la operación, pero ya le daría una revisión al llegar, también le haría un par de preguntas sobre lo que tendría que hacer. El trabajo no la ponía nerviosa, para nada, lo que la tenía mal es saber con quien pasaría toda la tarde, y sino avanzaban como era debido, también toda la noche. El camino al lugar fue más rápido de lo pensado, soledad, silencio, y el fondo lúgubre le hizo sentir escalofríos al adentrarse a la estructura.

- ¿Alguien? - Preguntó con una voz demasiado baja, como queriendo que no la escucharan en realidad. Su asomó por una de las puertas, y cuando pudo visualizar de forma correcta, sus ojos se abrieron con fuerza a causa del asombro. Bolaine empujó con fuerza la puerta para poder adentrarse, cuando estuvo frente al hombre se colocó de rodillas dejando los pergaminos que llevaba en mano en el suelo. Echó un vistazo a la pierna del hombre, después se acercó un poco moviendo las manos ajenas, y colocando la palma de las propias en el hueso de las rodillas. Ahí comenzó a ejercer fuerza de foja circular. - Debe hacerlo así, como si se trataran de las manecillas del reloj, le aliviaran los dolores con más rapidez, y podrá mover la pierna con más fluidez - Alzó su rostro para poder observar la mirada ajena, ahí le dedicó una sonrisa muy tenue.


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Mensaje por Albert Ollivier Dom Mayo 26, 2013 4:34 pm

Una vida que posee un camino difícil suele tener también pocos atajos y aquellos que están presentes se encuentran llenos de espinas, arbustos, baches que lo hacen aún más complicado. Es quizás probable que tenga hasta ahora muchas batallas ganadas. ¿Por qué entonces sigue sintiendo que la guerra está perdida? El corazón le duele, la rodilla le duele y al abrir los ojos el orgullo le duele aún más profundamente. Cada paso hacia delante se convierte en un retroceso monumental y la fuente de sus suspiros, progresos, ideas y también fantasías se encuentra justo al frente. ¿Es acaso una aparición o un demonio que viene a tentarlo? Si el diablo posee esta forma Albert encantado se uniría a él… y que Dios lo perdone, pero no se arrepiente de lo que ahora siente.

La mujer mueve los labios sensualmente tentándolo a estirar uno de sus dedos y tocarlo para comprobar que son reales, pero todo atisbo de movimiento se ve refrenado por las acciones que juntos realizan. ¡Sólo ahora es capaz de asimilar que tiene su pierna lastimada al descubierto y que además ella lo está tocando! El rostro se le contrae en una mueca de profundo desprecio hacia si mismo, se siente sucio, indigno, tan defectuoso que siente el deseo de decirle que corra a lavarse las manos, que ella nunca debió acercar sus finos y perfectos dedos a una aberración como esa.

Pero aún cuando esa leve sonrisa le de un pequeño rayo de esperanza, la realidad logra que aterrice de golpe. Con un gesto suave que intenta ser lo más amable posible quita las manos de su compañera de trabajo de aquel lugar, puede aún sentir el calor que ella le ha otorgado, el alivio que no sabe si corresponde a los masajes que ha realizado o a los minutos en que ha podido contemplarla desde más cerca. Le sonríe de vuelta pero el color de sus mejillas sigue siendo levemente rosa, notorio gracias a la palidez de su piel alumbrada apenas por las velas pulcramente ubicadas. — Lamento que tuviera que ver eso… — está extremadamente avergonzado, peor que un muchachito al que obligan a bailar con la chica que ha mirado durante semanas. ¿Qué diferencia hay entonces ahora?

Su mirada se desvía para no perder la poca fuerza de voluntad que le queda. Observa los papeles en el suelo y recuerda rápidamente el lugar donde está y también los motivos que lo impulsan a seguir en esa dirección. Tiene una expresión de derrota nuevamente y mientras baja la pierna de su pantalón para ponerse de pie con dificultad le tiene una mano a la mujer con el fin de ayudarla a pararse. Pese a su reciente exposición elige mirarla a los ojos, necesita hacerlo. — Eso que acaba de ver es la razón por la cual ahora me encuentre ahora en este lugar y no en el campo de batalla, esas cicatrices y esa… — respira profundo mientras intenta encontrar la palabra correcta, — esa porquería que acaba de tocar es el por qué no fui un soldado y me convertí en esto… — Cuando se apunta a si mismo la mueca de asco es aún más evidente.

Los segundos de silencio le resultan apremiantes, desesperados. Desea con todas sus ganas llenarlos de algún modo por lo que camina hasta los pergaminos que recoge aguantando el dolor que aquel acto le produce y caminando luego hacia la mesa para depositarlos. — Si quiere puede ir a lavar sus manos mientras termino de organizar todo esto… estaré listo en un par de minutos… — se centra nuevamente en la tarea, prefiere no mirar cuando ella salga y vuelva con las manos húmedas. Suficiente daño le produce la lástima que siente por si mismo como para además sumar el recuerdo de una mirada complaciente que no podrá olvidar.


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Mensaje por Bolanie Svarti Dom Jun 09, 2013 1:25 am

Se formó en sus labios una mueca de manera inevitable. La joven no necesita ser el genio más grande para saber que algo estaba ocurriendo muy mal. Cerró los ojos con fuerza para eliminar el recuerdo de aquel rostro con ¿Dolor? No lo entendía a la perfección, jamás creyó que su simple tacto le fuera a incomodar demasiado a alguien, menos a él, quien había sido anhelado entre pensamientos, incluso sueños , no sólo en ese momento, sino de tiempo atrás. Se sintió abrumada, una punzada de tristeza se albergó en su pecho, recorrió parte de su figura, y le hizo darse cuenta que no debía mezclar su corazón con el trabajo, eso si era el error más grande que habría cometido. Lo mejor de todo es que estaba a tiempo de remediar su torpeza, de hacer como si nada hubiera pasado, si, esa era la mejor de las ideas.

- Nunca llegué a creer que su puesto le incomodara tanto, creí que le gustaba hacer con planos, siempre que lo veo parece un pez en el agua, tan natural, en su habitad, eso siempre me hizo admirarle de cierta manera. - Le confesó, pero ahora simplemente hablaba de forma laborar, lección aprendida, error no repetido. - Usted lo lamenta, en cambio yo no lamento lo que vi, es parte de usted, parte de lo que le ha dado una formación, las heridas de guerra no deben dar vergüenza, estoy segura que es mejor tenerla a estar sin vida - Le sonrió de forma tenue - ¿Acaso si yo tuviera una de esa manera le produciría terror? - De una cosa está consiente, no está cien por ciento segura de querer conocer la respuesta, puede que la que reciba le duela más de lo planeado, pero él no tenía porqué enterarse, por eso su rostro se mantiene sereno.

- No quiero irme a lavarme las manos, no me las he ensuciado, para nada - Comentó con cierta hostilidad en su voz. Ahora ni siquiera tenía ganas de verle a los ojos, Bolanie estaba dolida, jamás creyó que su primer encuentro a solas con el inquisidor llegaría a ser así de incomodo. Ella tenía la culpa por tocar donde no le llamaban, debió haber pasado de largo, dejarle el dolor para que sólo lo tratara, sin embargo sus sentimientos la traicionaron haciendo que rescatara a su Romeo en medio de una batalla. Se acercó a paso lento hasta la mesa, en ese lugar su vista se centró simplemente en los planos, queriendo descifrar un poco aquello en lo que trabajarían toda la noche. Se trataba de una cambiante nueva en la facción, debía preguntar muchas cosas.

- ¿Qué tenemos que hacer? ¿Cuál es mi función está noche? - "Aparte de fastidiarle" pensó para si misma, aun con aquella indignación fastidiándola, pero claro que no lo diría, era un hombre, y por el simple hecho de ser humano, ante los ojos de la iglesia su superior. - Me han dicho debo asistirle durante toda la noche, espero no le moleste demasiado, así que mientras más rápido comencemos, mejor ¿En que me pongo a trabajar, señor? - Está vez la joven si volteó a verle, topándose con aquel par de orbes que mostraban tristeza, aunque ella no sabía del porqué en realidad. Tan ingenua y ajena a lo que pasaba en el interior del hombre. Si bien aquel hombre es más para ella que simple gusto, poco sabe de él por su miedo y nerviosismo al acercarse, sin contar el pequeño detalle, él no sabía que era una cambiante.

- Me han dicho que el proyecto es un hallazgo muy interesante, pero sólo eso, creo que tenían urgencia en que los papeles llegaran a sus manos ¿Y bien? - La mujer observó a su alrededor, el aroma a comida también invadía el lugar - ¿Ya comió? Recuerde que no debe mal pasarse - De nuevo aquella vena sobre protectora, la que no la dejaba en paz, y que le impedía sin completamente indiferente con él.


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Mensaje por Albert Ollivier Mar Jul 23, 2013 3:12 pm

Suspiros largos, demasiado eternos, duran lo que deberían durar los besos entre ellos y son entonces aún más dolorosos. Es imposible que ella quiera acercar sus labios a los de él ahora, de seguro al hacerlo recordará esa imagen asquerosa y débil de él siendo incompleto. No puede culparla, su perfección es incomparable y de algún modo, Albert está seguro que ella conoce lo que su imagen produce en otros, lo que esos ojos son capaces de hacer… porque al menos en él, logran que el mundo se detenga y sólo queden ellos dos para llenar el resto de las horas hasta que todo vuelva a ser como antes. Cuchillos que se clavan directo en su pecho salen de la boca de la mujer en forma de palabras, cada una de ellas le apuñala con fuerza, le producen daño al mismo tiempo que parecen actuar como bálsamo para ese dolor que ha estado asentado ahí desde hace tanto.

Los elogios logran que sus mejillas enrojezcan esta vez de forma notoria, pero todo rastro de felicidad se esfuma con la pregunta que continúa. Se escandaliza ante la idea, prefiere no imaginarla tendida sobre una cama resistiendo el dolor que él tuvo que pasar. — Me produce terror que usted salga dañada de cualquier modo y es por eso que sigo investigando en vez de quejarme por no poder ser un soldado… esta herida de guerra, como usted la ha llamado, sólo me recuerda por qué estoy aquí y lo estoy para evitar que otros pasen por lo que yo pasé… no me avergüenzo, sólo desearía no ser incompleto… — cuando revela todo se siente levemente más en paz, tal como si el peso sobre sus hombros ahora estuviera compartido con ella y es por eso que aquella última frase fue un susurro que espera Bolanie no pueda escuchar, algo que desea incluso más que tocar su piel desnuda.

— Tenemos que… — el cambio de tema lo pilla desprevenido, su espalda se endereza y comienza a mirar hacia todos lados hasta encontrar una libreta llena de anotaciones que de caer en las manos equivocadas no serían fáciles de descifrar. Aquel pensamiento lo llena de orgullo, pero la imagen es interrumpida cuando nuevamente las preguntas aparecen, esta vez, seguidas de la idea de que deberá pasar toda la noche con ella. Está nervioso, es evidente en el temblor de sus manos y en los papeles que deja caer mientras busca lo que sea que se supone debía buscar hasta hace cinco minutos atrás cuando olvidó todo hasta su nombre. — Toda la noche… — la frase se repite aún cuando ella ya ha dicho algo más, no puede evitar seguir pensando en eso, tampoco querer que las horas pasen rápido y él pueda ser capaz de controlar sus impulsos tal como ha hecho hasta ahora.

No está del todo contento, aún cuando le emociona poder sentir su aroma al tenerla cerca, le entristece que aquello deba mantenerse en el plano profesional por su culpa. Porque claro, si él no fuera un hombre incompleto quizás tendría oportunidad con ella, eso siempre que no quedara ningún otro hombre en el planeta, por supuesto. Con la tristeza en el rostro eleva su mirada y se encuentra de frente con la de ella, el silencio se apodera de ambos y justo cuando comienza a creer que una conexión podría asentarse, las palabras nuevamente interrumpen pero se detiene al escuchar que también son de halago. — Yo… digo… eso es… — balbucea como un niño de dos años o como un adolescente al que han arrojado frente a la casa de aquella muchachita con la que han destinado a contraer matrimonio. Su rostro se ilumina ante la última pregunta y su traicionero estómago elige aquel momento para sonar y delatarlo.

— No, no he comido recientemente… — cree que agregando aquello todo suene mejor, pero es ingenuo, porque cualquiera sería capaz de notar que sólo lo hace para no quedar mal. — Pero Augusta me dio algo para no morir de hambre… creo que está por ahí… — apunta hacia un pequeño bolso que de seguro debe tener los alimentos que su empleada ha preparado y sonríe, sonríe pero esa sonrisa desaparece cuando se da cuenta que ella no sabe a quien se refiere. — Augusta es mi ama de llaves, quien además cuida a mi hija… tiene muy buena mano y suele asegurarse de enviar comida para dos… — ahí está, lo que quizás necesita, es sólo una pregunta y espera no quedar como un idiota. Su cuerpo se gira un poco más y cuando se acerca a ella es para tomar un rebelde mechón de su pelirroja cabellera y ponerlo tras su oreja pese a no ser necesario. — ¿Le gustaría compartir una comida conmigo? — El trabajo puede esperar, los planos pueden esperar, incluso la inquisición puede esperar, pero lo que él siente, lo que le produce la idea de verla comiendo lo que él le da, eso no puede esperar más.


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Mensaje por Bolanie Svarti Sáb Ago 03, 2013 3:10 pm

Cuando se encontraba sola con su hermano, podía pasar casi toda la noche en silencio, entre los dos habían tales espacios, no se fastidiaban, no se molestaban, existía la complicidad necesaria para saber que no hacían falta palabras para decir todo. Con Albert todo era distinto. En sus sueños más hermosos, se había imaginado estar entre sus brazos compartiendo más que simples besos y abrazos, dejando salir todos esos sentimientos convertidos en palabras, porque la joven cambiformas necesitaba escuchar en ocasiones lo que decían sentir, por que sus oídos y su corazón iban de la mano, ella buscaba ser correspondida, pero quería palabras, no silenciosos incomodos que la hicieran sentirse más que hundida por el supuesto asco que debía sentir. ¿En que mundo había crecido ese hombre para creer que ella podría experimentar tales sensaciones tan negativas por su persona?  

- No debe sentir terror por algo que estamos expuestos diariamente, sin importar en que facción estemos, todos los que formamos parte de la inquisición estamos expuestos, nosotros también - Le aclaró, ella había recibido un par de ataques mientras llevaba planos en un viaje a España, pero gracias a su entrenamiento, y a los escoltas que le enviaron para protegerla, y proteger aquellos archivos había salido bien librada, sabía que el caballero no se refería precisamente a eso, pero al menos le hacía caer en cuenta de tales realidades. Bolaine sabía que el hombre era listo, no necesitaba decirle nada para saberlo, pero sino decía cosas por más obvias que fueran, entonces no sabría que más comentar, la situación siempre la ponía nerviosa, él la hacía vibrar, vaya novata que parecía, pero en el tema del amor lo era, y por más silenciosos que fueran sus sentimientos, compartía los más fuertes por él.

Bolaine apenas pudo reaccionar al tenerlo cerca, su piel se erizó con ese simple gesto que hizo con el mechón de su cabello, carraspeó su garganta, porque si le tocaba hablar no deseaba escucharse torpe gracias a lo que el hombre le causaba, y eso que el gesto era demasiado inocente. Le sonrió con torpeza, pero pudo sentir como sus labios le temblaban, si seguía así seguro sus dientes comenzarían a tiritar. Es torpe porque no entiende que le ocurre, está animada porque lo tiene cerca, pero también está desolada, el escenario podría pintar para otra cosa. Asiente ante su última pregunta, por ese ofrecimiento que puede ser simple, pero también es intimo.

- Sólo se comparte lo que se ingiere, primero debe dar usted los primeros bocados, ¿quiere que se lo de en la boca? ¿Cómo a un niño pequeño? - Le sonrió ahora sincera, entretenida y a gusto. No iba a recordar lo malo del principio, iba a gozar lo que ahora se le presentaba. - De vez en cuando merecemos ser consentidos, que nos atiendan, eso jamás estará demás ¿qué opina? ¿Me dejará hacer algo por usted? - Buscó poder descifrar con su mirada si le estaba concediendo hacerlo. Se giró antes de recibir respuesta, tomó el bolso, empujó algunos placer al volver a la mesa, y sacó cada uno de los trastes calientes. Ella sonrió porque recuerda que así le lleva alimento a su hermano, quien de no ser alimentado puede pasar mucho tiempo sin ingerir nada de comida, como Albert.

- ¿Puedo saber como se llama su hija? ¿Qué edad tiene? Entonces usted… ¿Es casado? - Se atrevió a preguntar, porque ya que iban a comer ¿qué mas podrían hacer? Además quiere también compartirle su vida - Yo vivo con mi hermano, nuestros padres murieron hace tiempo, y él dice que ahora se encarga de cuidarme, aunque parece un niño pequeño, creo que yo soy quien lo cuida - Soltó risitas burlonas, terminó por destapar cada traste. Encontró entre el bolso de alimentos una cuchara, y tomó algo de puré, con un movimiento lento lo acercó a los labios ajenos - Abra la boca - Le pidió, y sonrió con suma ternura, si bien lo había imaginado con ella, jamás creyó capaz de darle de comer de esa manera.


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Mensaje por Albert Ollivier Sáb Nov 02, 2013 1:34 am

Su boca se abre y cierra como un pequeño pez al que han sacado del mar sin su consentimiento. Las palabras se agolpan pero se pierden apenas intentan salir atravesando el conducto que genera su garganta, su cuerpo es traicionero y él lo sabe, se ríe de si mismo y de esa infinita capacidad que tiene para quedar como incompetente aún cuando en su trabajo sea el hombre más capaz. Es contradictorio y a la vez divertido para otros, pero mientras Bolanie se mueve no puede generar alguna frase que tenga sentido y todo lo que suelta son murmullos de aprobación y uno que otro asentimiento que lo hacen lucir como un muñeco abandonado en alguna tienda de juguetes. — Eehh, yo… — lo que pudo ser su respuesta queda a medias, ella ya tiene todo dispuesto y preparado. Que injusto es enfrentarse a una mujer como ella.

Es imposible resistirse, Albert abre los ojos y se acomoda las gafas; escucha con atención sus preguntas y espera el momento correcto para responder a todas, pero sobre todo a una que de paso le ayudará a conocer esa información que necesita para continuar por aquel camino o dar un paso al costado. — Mi hija se llama Sophie y tiene 8 años, ama tocar el piano y sus recitales suelen tener como público a quienes trabajan en nuestro hogar y a mí… — una leve sonrisa se escapa, es inevitable que su ánimo cambie cuando habla de esa pequeña que le robó el corazón desde mucho antes que pudiera verla. Sólo sentirla cuando se movía en el vientre de su ex esposa ya le produjo una sensación que mezclaba el miedo y el orgullo pero que terminó transformándose en amor cuando la tuvo por primera vez en sus brazos. Aun cuando su ex mujer quería que fuera un niño, secretamente él siempre deseó una niña.

— Lamento mucho su pérdida, pero me alegro que pueda contar aún con la compañía de su hermano… — su rostro vuelve a ser serio y se pierde intentando imaginar cómo sería de la vida de Sophie si él no estuviera para cuidarla. Por esos segundos, sólo por aquellos instantes, agradece la cicatriz que lo marca y el hecho de que no pueda ser un soldado, de otro modo duda que pudiera tener hijos, con todo lo que aquello significa. Aunque claro, hasta antes de tenerla ni siquiera lo imaginaba. — Pero creo que Dios lo ha puesto en su camino para que ambos se cuiden mutuamente, si les arrebató a sus padres es porque nuestro Señor sabe que usted es una mujer fuerte y capaz de soportar las duras pruebas que él puede enviarnos, Dios confía en usted… Bolanie… — al parecer es primera vez que usa su nombre de ese modo y la sonrisa estúpida que tiene es lo que refleja lo bien que se siente decirlo.

El momento es rápidamente interrumpido por una cuchara que se eleva y un estómago que espera impaciente. La boca de Albert se abre lentamente y deja que ella lo alimente, que cuide de él como dijo que hacía con su hermano, que se preocupe como él lo haría con su hija, que esté ahí como podría estarlo si fuera su pareja. El gesto se repite por algunos instantes y va mezclado con sonrisas que le dedica totalmente; todo su buen ánimo lleva el nombre de Bolanie, porque hasta incluso ha olvidado que están en un lugar como ese y que en realidad se reunieron para trabajar y no para tener una cena romántica. — Soy viudo… — aquella revelación rompe con los movimientos mecánicos que ambos tenían. No era su intención decirlo de ese modo, pero ser directo es el único método que conoce para decir las cosas. — Mi esposa nos abandonó cuando Sophie estaba por cumplir los dos años, no supe de ella por un tiempo y luego recibí el informe de que había fallecido… —

Puede comprender si ella lo mira de un modo distinto ahora, todos lo hacen después de que se enteran de esa parte de su historia; algunos con algo de lastima y queriendo decir que comprenden por qué una mujer podría no querer estar más con él; y otros simplemente teniendo compasión por esa pobre niña que quedó finalmente bajo el cuidado de las empleadas ya que su padre se vio incapaz de saber que hacer con ella y enfocó su tiempo en su trabajo. — ¿Qué hay de usted? ¿Es soltera? ¿Su hermano le permite salir con jóvenes de su edad? — y en un rinconcito de su mente cruza los dedos para que sólo esa última respuesta sea positiva. — ¡Oh, disculpe! — Sin darse cuenta, esa mano que antes imaginaba mueve la cuchara que ella lleva y mancha la piel nívea que él intenta limpiar con un pañuelo extraído de su bolsillo. Sus disculpas son insistentes, la cercanía ahora es mayor y cuando pone su pulgar en la barbilla de la mujer no tiene más opciones. — ¿Me permitiría besarla? —


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Mensaje por Bolanie Svarti Sáb Nov 02, 2013 3:47 pm

Si su hermano se encontrara en la misma habitación que ellos, sería muy probable que se estuviera mofando del comportamiento de su hermana, haciendo que se avergonzara a cada segundo transcurrido. Ella lo imaginaba todo; aquel rubio tendría los brazos cruzados, su espalda recargada en el marco de la puerta, su mirada pasaría de ella a él. Cuando al joven humano el silencio lo invadiera, Rahzé sacaría chistes pesados, donde un hombre débil era aplastado pro una mujer, cuando ella articulara palabra alguna, muy probablemente interrumpiría formulando preguntas incomodas. Todo estaría en su contra, por eso, en soledad, cuando nadie podía verlos, molestarlos, fastidiarlos o interrumpirlos, le era un poco más fácil el habla. No es que fuera una persona tímida, mucho menos delicada, pero costaba trabajo entender porque con ese hombre que robaba sus pensamientos llegaba a verse tan débil. ¿Eso era a propósito o existía alguna clase de maldición antigua relacionada con el tema? Debía descubrirlo.

Escuchar con atención, eso lo sabía hacer de memoria, incluso cuando trataba de dormir, si hermano hablaba hasta por los codos, de hecho por so incluso le sabía secretos más profundos de los que se llegaban a contar, todo y eso teniéndose una confianza profunda; cada palabra que Albert le dedicaba ampliaba más y más su sonrisa. El efecto que el hombre ejercía sin duda le abrumaba; sus piernas temblaban cual gelatina, como si no tuviera la condición que diariamente adquiría con el ejercicio. Sus manos no sólo temblaban, también sudaban. ¿El hombre tenía una hija? Que afortunado debía ser, los niños siempre daban bendiciones. Al menos era su forma de verlos, siempre tan inocentes, con esa chispa de inocencia, bondad, paz que no podía describir. ¿Se parecería a él? Si se parecía debía ser preciosa; su pensamiento la sonrojó.

- Sé tocar el violín, si a ella le interesa podría darle algunas clases, no es muy difícil, además, si maneja ya un instrumento a tan corta edad, es fácil que ella aprenda otro - Se encogió de hombros con naturalidad, enseñar, aprender, comprender, analizar, cuestionar, responder, todo eso iba de la mano, todo eso generaba que el ser humano fuer amenos ignorante no sólo en la sociedad, también a la hora de actuar con los demás. Quienes más sabían según ella, sufrían menos abusos de aquellos que más tenían. - Bueno, también si usted le da permiso, no quiero importunar en las actividades que tenga planeadas con ella - Mejor guardó silencio, escuchando, entendiendo más de él. Ignoró todo el tema de su hermano por uno más importante. ¿Los abandonó? ¡Que clase de desalmada hacía eso! - ¿Los abandonó? - Preguntó perpleja. - Bueno, ustedes están mejor sin ella - Comentó con seguridad. - No quiero parecer inoportuna, mucho menos grosera, pero si alguien se va de esa forma, entonces es mejor que no moleste, el agua estancada se apesta. Solo tome en cuenta eso - Se encogió de hombros y prosiguió para darle alimento, la convivencia con su hermano en ocasiones le ponía demasiado bruta al achura, ese momento era testigo.

- Soy soltera - Comenzó a reírse - Mi hermano no se mete en mi vida privada a menos que crea es conveniente, él me deja hacer o deshacer con la persona que me interese, pero en realidad no me considero una mujer que vaya saltando de gusto en gusto ¿Me explico? - Siguió mostrando su sonrisa resplandeciente. - La relación con mi hermano es extraña, así que si nos ve juntos rondando en el trabajo seguramente nos fastidiaría, es algo bruto - Le anticipó - No se disculpe, es lo que hay - Volvió a darle otro poco de alimento, sin embargo se hizo hacía atrás de un brinco un tanto dramático por su pregunta, aquello la tomó por sorpresa. ¿Qué se supone debía decirle? Si se iba por el no, seguramente él creería que lo rechazaba, cosa que no era, sin embargo si decía que si, se mostraría muy arrojada, no deseaba darle malas impresiones así que optó por una respuesta más inteligente. - Los besos no se piden, se roban - De esa forma se alejó de él para ampliar un poco más otro de los planos que no entendía.

- Entonces ¿De que hablamos con estos planos? - Le volteó para ofrecerle una sonrisa, pero era coqueta, no simplemente cualquiera. - ¿Quiere empezar con los planos o a saber como robarme los besos? - Tragó saliva ¿desde cuando era tan atrevida? En definitiva pediría consejos a su hermano, aunque claro, no fuera el mejor prospecto para eso, pero al menos le mostraría otro punto de vista. - ¡Coma! ¡Coma! Que sino come no habrá nada que hagamos - Sentenció seria.


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Mensaje por Albert Ollivier Lun Dic 02, 2013 12:48 am

Si alguna vez, alguien que probablemente esté aburrido y no tenga algo mejor que hacer, le pregunte qué es lo más estúpido que ha hecho en la vida, es probable que relate el momento que está viviendo precisamente ahora. Bolanie es como aquel cazador que tiene entre los pies a la presa que ha decidido capturar y que espera alguna señal para seguir adelante y terminar con su vida o dejarlo libre. Albert se siente el animal de toda esa escena y esa idea, de ser tan débil y tan vulnerable frente a una mujer tan fuerte, esta vez no lo hace sentir mal, lo hace sentir humillado y a la vez motivado a cambiar. Porque si está seguro de algo, es que ella le ha respondido de ese modo sólo para no rechazarlo directamente, pero también puede ser porque aquel gesto fue una pequeña ventana que está ahora entreabierta y no una puerta que se cerraba del todo.

Cuando intenta hablar, su voz aparece distorsionada y aunque el aire le falta un poco lo disimula con una breve tos que sirve para aclararse un poco la garganta. La sigue con los ojos y la seguiría con los pies de no ser tan estúpido y quizás un poco lento. Es que cada vez que ella está presente, su cordura se aleja y toma protagonismo esa actitud juvenil que nunca tuvo con su esposa pese a que sí tenía la edad en esa época para serlo. — Señorita Bolanie… — intenta llamar su atención pero es apenas un hilo de voz lo que logra salir de su boca. ¿Por qué ella sigue ahí después del espectáculo que acaba de hacer pidiéndole un beso? Es absolutamente cuestionable su comportamiento, sobre todo considerando que están ahí para trabajar. — Señorita Bolanie, los planos indican el trabajo que he estado haciendo y que quiero mostrarle esta noche, aún necesita más desarrollo y espero que usted pueda ayudarme en eso… —

No le molesta el cambio de tema, por el contrario, se siente mucho más cómodo pudiendo hablar de trabajo que es algo que maneja y que sabe hace bien. Todas esas cosas relacionadas al amor han sido siempre para él un misterio que desconoce y que por mucho que ha intentado comprender, no existen manuales certeros que puedan ayudarle a encontrar las respuestas que tanto busca. — No creo que pueda comer más…— baja los ojos a la comida y le parece insípida, sin su mano sosteniendo la cuchara que lo alimenta cualquier alimento tiene un sentido plano y fácilmente olvidable. Quizás con él sea del mismo modo, tal vez su propia existencia no tenga sentido mientras siga lejos de ella. Porque aunque tenga una hija a la que ama con todo su ser, continúa sintiéndose en parte vacío, como si encontrar a esa compañera con quien compartir alegrías y penas sea tan importante como vivir esas alegrías y penas.

— Si me permite, puedo mostrarle lo que llevo hasta ahora… es algo más que esos planos de ahí pero que… — se interrumpe al ponerse de pie y caminar hasta un montón de alambres y cables que no tienen sentido alguno, aparentemente. — pero que estoy seguro usted podrá ver y notar mis errores… eso necesito, que me diga qué debo cambiar antes de que sea tarde… — divertido es el doble sentido de sus palabras. Está claro que con la exposición anterior de sus cicatrices ya pudo observar todos sus errores, porque aún cuando esas no seas más que marcas en la piel, son también la prueba gráfica de que algo más falla en él y de que todo él es una falla. Se detiene, vuelve a dudar con ese aparato en las manos, lo deja sobre la primera superficie plana que encuentra y camina hasta estar cerca de Bolanie, justo al frente.

Con las manos manchadas que no alcanza a limpiar en su pantalón, con una sonrisa apenas perceptible y los nervios a flor de piel, toma el rostro de esa mujer que lo tiene vuelto loco y la contempla un segundo. Si duda, perderá ese momento para siempre. Si sigue adelante… La distancia se acorta, Albert atrapa entre sus labios la boca carnosa y dulcemente tibia de Bolanie. Es millones de veces mejor a como se lo había imaginado y precisamente por eso es que aquel beso es tan tímido como extraño, aún cuando él intenta que sea una buena primera experiencia. — Lo lamento, en realidad no lo lamento pero sí le prometo que si me permite intentar una vez más saldrá mucho mejor… — las palmas le sudan y por eso las baja para limpiarlas antes de volver a tomarle el rostro y esta vez, con una valentía obtenida quizás de la posibilidad de un rechazo, el beso no es tímido ni raro, el beso es intenso, demandante, es un beso que dice te quiero a ti y quiero a tus labios. Es un beso que espera tenga un mensaje tan claro como aquel que su boca no es capaz de decir.


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Mensaje por Bolanie Svarti Dom Dic 08, 2013 10:32 pm

Las esmeraldas femeninas se encontraban dirigidas a los planos perfectamente trazados que le había llevado al hombre. Ella se había empecinado siempre en estudiar cada minúsculo detalle de los trabajos que le daban, de esa forma no llegaba en blanco a las reuniones, podía dar sus puntos de vista si le daban la palabra, y ayudar cuando se lo solicitaban. Se dio cuenta que su vista se había nublado ligeramente por el cumulo de lagrimas que se habían agrupado pero que no salían. Le daba vergüenza reconocerse enamorada de alguien que a duras penas podía pedirle un beso, porque para la cambiante, esos gestos suaves, cálidos y dulces no necesitaban ser solicitados, sino más bien, robados, pero no, no físicamente, sino más bien por impulsos del corazón.

Bolaine no ha crecido en un mundo lleno de amor, para ella lo que más puede encontrar es miseria, maldad, egoísmo y dolor. Se lo sabe de memoria porque lo ha vivido más de una vez, lo único que sabe al respecto gracias a los sentimientos, es gracias a su hermano, quien sigue siendo un torpe que a penas recuerda su misión dentro de la iglesia para ser redimido; con toda y esa desgraciada vivida, la mujer de rubia cabellera cree en el amor, se empeña en saber que existe, sabe sentirlo, y aspira a él. No le da miedo pasar situaciones como la que tuvo apenas hace unos segundos atrás, pero le duele saberse equivocada; sus manos se aferraron con fuerza a la madera de aquella mesa que sostenía el trabajo, la noche se le hacía más oscura conforme el tiempo y silencio transcurría. Huir jamás fue lo suyo, por eso se aferraba, sus ilusión se desprendían, como los pétalos de las rosas marchitas, pero lo escucha, la voz masculina la revive, voltea a verlo, sonríe porque no hay nada más que pueda hacer con él.

- De los errores siempre llegamos a aprender, porque no los volvemos a comer, al menos no los hacemos si fueron significativos y nos dejaron una huella grande - Sonríe intentando que las cosas sean más amenas para ambos, ella puede notar que la situación no es la mejor mucho menos la más cómoda, porque su cuerpo siente tensión, incomodidad, pero al mismo tiempo fluidez, conexión con aquel hombre. A veces su jefe, Albert, la hace sentir minúscula con la inteligencia que posee, no es que ella sea una tonta, pero la deslumbra, otras, como en esa ocasión, le hacen sentirse confundida, más fuerte de lo que ella creería, porque puede notar como se vuelve minúsculo. - Si quiere corregir un error grande, debería entonces empezar por no creerse menos por las heridas que tiene, y también, un error grande que comete, es no tomar lo que quiere, lo que desea - Pero si iban a los dobles sentidos, ella los entendía rápidamente, se los sabía de memoria, y también tiene manera de contestarlos.

- Albe… - A penas puede terminar de pronunciar su nombre, se queda a medias, su boca puede sentir el nerviosismo del hombre, inevitablemente se vuelve suyo, sus manos se ponen rígidas, por esa razón las deja caídas, sus hombros se alzan, a penas puede separar los labios de la cambiante para dejarle sentir la calidez de su saliva. Parpadea. ¡La besó impulsivamente! ¡La besó con el corazón! Entonces… Entonces él la quería. - No, por favor no digas nada, sólo bésame - Le susurra, boca contra boca, mordiendo el labio inferior masculino, jaloneándolo un poco para invitarlo a más, su instinto animal comienza a rasguñarle el interior exigiendo que no lo deje ir, que esa es la oportunidad perfecta para poder desquitar todo el tiempo perdido. Bolaine lo quiere, pero también lo desea, ante sus ojos es el hombre más atractivo existente sobre la fas de la tierra

- No me suelte, no me suelte hasta el amanecer - Le pidió, porque está consiente que cuando el sol comenzara a salir, ellos tendrían que separarse. La mirada enamorada de la mujer se perdía en los ojos cercanos que tenía enfrente. Le acarició las mejillas, incluso descendió por su columna vertebral formando un camino. Sus labios siguieron ese beso pasional, pero también se desviaron para tomar su mentón, parte de su cuello. Se encontraba siendo una mujer arrojada, arriesgada, valiente, pero sobretodo decidida, amando con locura ese momento que se encontraba teniendo; la respiración de la joven se agitaba más y más mientras su pecho rozaba con los pectorales del hombre, sólo bastó el sonido de la puerta azotándose para que se separara de un brinco. Incluso chocó contra la mesa que tenía detrás suyo. ¡Maldito viento nocturno! Por su culpa se había espantado, sus labios dolían por la pasión que había ejercido el teólogo sobre su boca - Albert… - Sólo su nombre ¿qué más podría decir?


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Mensaje por Albert Ollivier Vie Ene 03, 2014 12:13 am

Cuando su cabeza se gira lo hace queriendo matar a quien se atreve a entrar a ese lugar interrumpiendo lo que por lejos ha sido el mejor momento de su vida. Que lo perdone su hija pero si creyó ser feliz cuando vio esas pequeñas manos que apretaban con fuerza su dedo ahora sin dudas, con sólo ese beso, su mundo dio vueltas y calzó al fin en ese lugar preciso donde siempre debió estar. Necesitaría días completos para recuperar el ritmo normal de respiración que tenía antes, algunos meses para volver a mirarla a los ojos sin sentir vergüenza por lo que su cuerpo expresa y necesitaría una vida nueva para no tomar la decisión que acaba de tomar aún cuando no ha dicho ni una palabra. Albert camina y comienza a acercarse, al llegar a ella vuelve a retroceder y aunque el espacio no es mucho, se siente como kilómetros que quiere hacer desaparecer cuanto antes.

— Señorita Bolanie… — ¿qué le queda ahora? ¿pedir disculpas por algo de lo que no se arrepiente? Sin querer una sonrisa se asienta en su rostro y lo acompaña mientras se inclina y le toma las manos.Vuelven a estar solos porque ahora ni los fantasmas del pasado los acompañan. En ese momento, en ese lugar, son sólo ellos dos, mirándose a los ojos y deseando volver a besarse… o al menos él espera que ella desee lo mismo. — Señorita Bolanie… quiero llamarla Bolanie, ¿puedo? — está nervioso y le da igual, levanta una de las palmas de la mujer y deja un suave beso en ellas, un esperanzado beso cargado de una falsa ternura que enmascara la pasión que siente. — Bolanie, quiero volver a besarla, quiero tenerla en mis brazos hasta el amanecer y soltarla ahí sólo para que pueda usted volver a mí una vez más… — sereno y firme, su voz es clara y el mensaje que entrega no tiene más interpretaciones.

Albert da un paso al frente y con la sonrisa típica de cuando está nervioso vuelve a besarla como quien lo hace con alguien a quien conoce desde hace mucho. Le recorre los labios y bebe de ellos sediento de más, no quiere soltarle las manos porque sólo con eso logrará tener el control sobre sí mismo. — Bolanie, quiero besarla de ese modo, de otros modos… pero no me parece correcto, no lo es para usted ni para mí y mi intención nunca ha sido faltarle el respeto de algún modo… — tan serio como cuando trabaja, su rostro se endurece y la mandíbula se aprieta para dar paso a unas facciones mucho más estructuradas, se ve incluso un poco mayor, más como el padre de Sophie, como el tecnólogo mano derecha del líder y menos como el hombre que suspira ante la vista de la mujer más hermosa que jamás haya visto. — ¿Entiende usted lo que intento decirle? Porque es algo que ha venido gestando mi corazón pero que no me atreví a decirle antes… y considero injusto no hacerlo ahora… —

Al dejarla ir lo hace también con las cadenas que lo mantenían atado, con el miedo siempre presente debido al fracaso anterior y la culpa que se mantenía sobre sus hombros desde que su esposa los abandonó porque él fue un mal esposo, no hay otra alternativa. — Quiero que sea parte de mi vida, Bolanie, porque yo la amo. — Y es primera vez que siente algo así realmente, todo lo que sintió antes se ve como pintado en colores deslavados, ensuciados por mentiras, prisas, engaños o tener que ocultar un trabajo que ella conoce, del que ella es parte y que nunca le enrostrará porque además, incluso ahora ha visto sus marcas y no lo ha mirado con el asco que lo hacía su exmujer. Le gustaría besarla, llevársela a una cama y reclamar ahí ese sentimiento que acaba de expresar. Todo es rápido, todo es intenso, quizás es demasiado para ella y por un segundo una punzada de miedo aparece, pero ya no hay vuelta atrás, ahora sólo le queda esperar y confiar en que Dios estará de su lado esta vez.


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Mensaje por Bolanie Svarti Dom Ene 05, 2014 9:15 pm

¿Suerte? Por un momento, la cambiante creyó que aquel encuentro sólo trataba de eso. De una muy buena suerte, pero si se ponía a pensar más afondo, nada de eso lo era. Desde que era muy pequeña la suerte se le esfumó. No era muy apegada a sus padres, a su hermano se lo habían arrancado del costado. Prácticamente vivió sola. Su buena educación era obra de ella, de ese esfuerzo que había hecho para ser a cada instante una mejor persona. Aquella situación estaba ocurriendo por algo. ¿Qué? La realidad es que no sabía. Aunque no se iba a preocupar en averiguarlo, más bien, en sentirlo. Disfrutaba de las palpitaciones tan aceleradas que tenía. Del deseo constante de querer besarlo, incluso gozaba de la forma en que él la miraba. No se eran indiferentes. ¡No lo eran!

Bolanie guardaba silencio, prestaba atención a cada frase, más bien palabra que el tecnólogo dejaba salir de entre sus labios. Le gustaba entender a la perfección lo que decía, porque así no se confundía en nada, aunque ¿para qué mentir? También disfrutaba de la forma en que él hombre movía los labios. La incitaba a pegarse de nuevo a ellos; durante su larga vida, la cambiante apenas tuvo un amor. Si a eso se le llamaba amor. Después de un tiempo entendió que era costumbre para no sentirse solitaria. Su mayor miedo era ese, llegar a la muerte sin tener de la mano a su razón de existir. Su hermano era un motivo suficiente para salir adelante, pero no todavía la vida podrían permanecer juntos. Rahzé era atractivo, ella lo sabía, muchas mujeres en la inquisición buscaban desesperadamente la aceptación de la cambiante para poder acercarse a su hermano. ¿Albert haría lo mismo por ella? De imaginarlo se rió. No, no por burlarse de él. Más bien por lo que sería capaz de hacer aquel que llevaba su sangre para poner a prueba a su futura pareja.

Casi cae al suelo por la última declaración. De hecho sus piernas temblaron con fuerza. “Él me ama”. Lo repitió. No sólo una vez, sino diez veces más en su cabeza. Aquel era el mejor sueño que hubiera tenido, y lo mejor es que se volvió realidad. Porqué si, había soñado tantas veces que Albert le llegaba a decir eso. ¡Los milagros existían! Bolanie abrazó a Albert saboreando aún las palabras que le había dicho. Acarició su espalda con delicadeza, pero inició desde la nuca y terminó en el inicio de su pantalón de tela fina. Deseaba unirse a él, no de forma carnal, no de momento. Es decir, si lo deseaba, pero sentía que era su corazón el que merecía llegar a esa unión antes que su cuerpo. De esa forma el amor se consumaría de una forma más pura y profunda; los labios de la mujer hicieron un camino delicado desde su hombro hasta sus labios, los cuales tiró de ellos mordiéndolos un poco. “Que delicioso sabor”. Pensó.

- Yo también lo siento - Una de las manos femeninas se estiró para tomar una ajena. Hizo que la colocara sobre su pecho, dónde se suponía se encontraba el corazón. Las palpitaciones de la mujer eran aceleradas. Se notaba tan emocionada - Eso que dijo, lo siento profundamente - Dio dos pasos hacía atrás separando su cuerpo un poco del hombre para poder verlo a los ojos. Bolanie lo amaba, profundamente, el único problema que existía es que le costaba sacar sus sentimientos con facilidad. Con su hermano las cosas nunca habían sido amorosas. Más bien eran de esos que se daban golpes demostrando sus sentimientos, pero a Albert no lo deseaba golpear, sino besar y acariciar hasta por debajo de la ropa. ¿Dios la castigaría por pecar con el pegamiento? No, no lo haría. Porque era sincera, y porque no lo deseaba con nadie más.

- No quiero trabajar más, quiero que me tengas entre tus brazos está noche, pongamos un pretexto para no ir mañana a la iglesia, a nuestras casas, quedémonos entre las sabanas simplemente mirándonos - ¿Acaso eso se podía? Claro que no. Ella no estaría quieta con él entre seda fina. El animal interior de la cambiante comenzó a molestar, a rasguñar, a empujarla para que se acercara más, y así lo hizo. Los dedos de la chica acariciaron los botones de la camisa pulcra del hombre. Quitó el primero, solamente ese. Un impulso más de su instinto animal la hizo volverse una mujer atrevida, sensual. De esa manera Albert llegó a sentarse en un cómodo sillón que se encontraba al final del salón. ¿Y Bolanie? Sobre sus piernas comenzando a besarlo.


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Mensaje por Albert Ollivier Jue Feb 06, 2014 11:55 pm

Las manos le sudaban copiosamente y necesitaba constantemente tener que limpiarlas en la tela del pantalón que quedaba manchada debido a ese gesto. Esperaba que Bolanie no fuera de aquellas mujeres que ponen cara de asco cuando ven algo como eso, esperaba también que ella lo aceptara pese a todas las evidentes fallas que tiene como persona y como hombre. Albert reconocer no ser alguien atractivo ni interesante, no tiene un cuerpo espectacular ni tampoco el don de la palabra que le permita expresar todo lo que realmente quiere decir. Sabe que con suerte posea una inteligencia desarrollada con el tiempo y que le ha permitido enfrascarse en libros y con ello parecer que conoce mucho más. El problema es que para muchas mujeres aquello es atractivo sólo si conlleva una billetera abultada y negocios repartidos por el mundo. Es por esto que francamente él no esperaba que ella pudiera corresponderle de algún modo, jamás esperó escuchar las palabras que siguieron y que, aunque en un comienzo no comprendió, luego fueron más claras y dejaron entrever sin dudas que Bolanie siente lo mismo que él ha confesado.

Un oculto suspiro aparece y con eso no sólo suelta aire, también la presión y la ansiedad de la respuesta. Expone todos sus miedos personalizados y ella con morderle el labio es capaz de hacerlos desaparecer como si fuera el mar alcanzando letras escritas en la arena. —Yo… yo creo… —balbuceaba palabras sin ser capaz de encontrar las adecuadas para referirse a la contradicción que en ese momento siente. Por un lado la propuesta de la mujer es atractiva. ¡Por supuesto que quiere pasar la noche con ella! Aunque no precisamente sólo mirándose. Pero por otro lado, aquello sería faltar a lo que las escrituras y el mismo Dios le ha enseñado. Suficiente tiene con un matrimonio fallido y una hija producto de éste como para además mantener relaciones carnales extramaritales con alguien que probablemente siga manteniéndose pura tal como lo indica nuestro Señor. Porque Bolanie de seguro es virgen ¿no? Eso supone mayor responsabilidad de hacer todo bien, según él.

Sintiendo el golpe del sillón contra su espalda todo lo que puede es responder a sus besos sin saber cómo fue que llegó ahí en primer lugar. No es capaz de pensar con claridad y sus manos se alzan y recorren –por encima de la ropa de la chica- toda la extensión de su espalda intentando acariciar lo que hasta entonces sólo había sido parte de su imaginación en aquellas solitarias noches. La primera vez que Albert vio a Bolanie le pareció una mujer que no pertenecía a este mundo, su sonrisa era cautivante pero eran sus ojos lo que lo hacían sentir curioso y a la vez incómodo. Nunca había visto a alguien que se le pareciera o que pudiera siquiera alcanzar un nivel similar en belleza, ni tampoco a una mujer más eficiente y responsable con su trabajo. El tecnólogo intentó en vano no seguirla con la mirada ese día ni tampoco, con el paso del tiempo, enamorarse de ella. Y ahora, mientras usa las manos para separarse un poco, comprende que será imposible separarse alguna vez de quien le robó además del corazón también la cordura.

—Por mucho que yo desee estar junto a usted no puedo hacerlo… —con cada palabra su semblante cambia y se hace mucho más frío, bastante más triste y por sobre todo, temeroso. —Yo la amo, Bolanie, pero quiero amarla como usted lo merece y como debe ser… me gustaría reunirme con su hermano y explicarle que tengo buenas intenciones, contarle sobre mí y que este amor que siento por usted es algo serio… algo que espero nos lleve a un buen camino… ¿entiende lo que quiero decir? —carraspea nervioso, visiblemente afectado por tener que hablar esas palabras con ella sobre él, pero sonríe y le rodea la cintura con los brazos para evitar que vuelva a levantarse. —Quiero que usted sea parte de mi vida, Bolanie. Quiero despertar a su lado y también ir a dormir cada noche sólo después de darle un beso… —su sonrisa de amplía y a medida que habla se acerca para dejarle pequeños besos, algunos que apenas le rozan los labios. —Pero creo que deberíamos terminar nuestro trabajo y luego de eso pensar en nuestra vida personal, al menos por esta noche… —


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Veo pasar sus aguas a través de los huesos | Privado - Bolanie S. Empty Re: Veo pasar sus aguas a través de los huesos | Privado - Bolanie S.

Mensaje por Bolanie Svarti Sáb Feb 15, 2014 5:49 pm

Todo iba demasiado bien. La temperatura incluso le resultaba agradable, la poca luz romántica, y cada palabra un abrazo que el corazón necesitaba. La realidad es que Albert le resultaba un hombre completo, uno tan llamativo de forma física como intelectual. Cualquiera diría que ella aspiraría a otro tipo de varón, uno como su hermano, de esos altos, fuertes, rubios, musculosos y cien por ciento machistas, pero no, para ella no había mejor prospecto que Albert, y por esa razón todo lo que estaban viviendo le resultaba lo mejor que le había ocurrido, todo hasta la mensión de Rahzé.

Inevitablemente dio dos pasos hacía atrás, su rostro que hasta el momento se encontró serio, o con algunas arrugas y leves sonrisas, cambió totalmente. Bolanie se llevó una mano al abdomen, encima de el ajustado corsé con los colores que le indicaba la inquisición que usara en horas de trabajo. Su carcajada fue tan poco esperada que ella misma se sorprendía. No deseaba hacer sentir mal a su tecnológico, pero la idea de ir a hablar con su hermano le causaba tanta gracia como las platicas que llegaban a tener. La simple idea de que Albert fuera a pedirle el consentimiento de manera formal era un chiste, no por restarle valor, sino más bien por las respuestas que el bruto que llevaba su sangre podría darle. ¡Que Dios la perdonara junto con el hombre frente a ella! Nada le ayudaba para dejar de reírse, nada excepto el rostro de confusión de su amado; bocanas de aire consecutivas le ayudaron a serenarse de forma más rápida de la planeada.

Se acomodó con urgencia el cabello, también se secó las lagrimas de los ojos, se mordió el labio inferior, y un poco arrepentida bajó la mirada en señal de disculpa.

Le suplico que no se moleste conmigo, de verdad lo siento – Una que otra risita se le escapaba de vez en cuando al imaginar de nuevo la escena donde los tres hablaban juntos. – Es que usted no conoce a mi hermano, nuestra relación es un tanto especial, la idea de que vaya a verlo me resulta hermosa, tierna y una gran prueba de amor, sin embargo ¿lo ha visto? ¿Sabe como es? ¿Lo ha estudiado en algún momento? Rahzé es un tanto bruto, y estas situaciones las toma de una manera distinta a como nosotros las vemos – Ella recordó la primera vez que alguien le vio el trasero, su hermano la empezó a molestar todo el día en vez de ponerle un alto al mirón, no es que le molestara que no la defendiera, así se llevaban, sin embargo fue un tanto incomodo, bochornoso. Resopló sólo para volver a la realidad.

Le prometo que lo haremos, habláremos con él, sólo permita que yo lo haga antes, no deseo que le haga pasar un mal rato, mi hermano no es malo, sólo que tiene poco tacto – Se encogió de hombros, caminó hacía adelante para cortar un poco más la distancia, le tomó las manos y depositó en ellas un beso lleno de cariño y también de arrepentimiento por su extraño momento anterior.  Cuando su amado llegara a conocer a su hermano, entendería el porqué de su reacción; el trabajo le hizo volver a la realidad, ellos no estaban ahí para cortejarse, sino porque necesitaban concluir varios proyectos, esa clase de misiones le recordaba que no todo estaba perdido, que su maldición ante los ojos de la iglesia tenía perdón, que ella debía luchar por obtener un lugar en los cielos. ¿Albert sabría de su estado sobre natural? Atribuyó a que si, la mayoría lo sabía.

Disculpe Albert, quisiera saber si opinión sobre algo – No quiso mirarlo a los ojos, le resultaba excesivo tomando en cuenta que su respuesta seria muy elemental. –¿Qué opina sobre la sección de las criaturas de la noche que buscan redención? – Tragó saliva de forma disimulada. – Algunos creen que sólo es una distracción para que crean que hay un perdón, dicen que en realidad nunca lo estarían, ¿usted lo cree? – Levantó la mirada para poder notar la sinceridad de lo que llegaría a decir el hombre. Se mordió los labios, dejó de nueva cuenta los planos sobre la mesa y lo abrazó sintiendo que quizás todo lo que habían vivido en ese momento podría esfumarse.


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Mensaje por Albert Ollivier Vie Mar 07, 2014 1:11 am

Cada vez que Albert está molesto o en una situación que no le agrada intenta que sus sentimientos al respecto no sean visibles. Tal como ahora, enmascara cualquier atisbo de emoción bajo una máscara seria que puede ser sólo comparada a lo que demuestra su rostro cuando está concentrado en algún proyecto. Falta de capacidad para expresar sus emociones, lo llamaba quien solía ser su esposa, pero él siempre prefirió callar y mantenerse de ese modo que soltar palabras de las que luego podría arrepentirse o que quizás le hagan sentir culpa al final de cada oración. Las carcajadas de Bolanie se sienten como pequeños puñales en su espalda y en su corazón. Para él, quien siempre se ha considerado una persona respetuosa y tolerante –en la mayoría de los aspectos- que alguien se ría de algo que ha dicho y no en tono de broma, es casi como que le gritaran sus errores en el rostro. Las risas son heladas porque le recuerdan las burlas que sufrió luego de su lesión y que su carrera como soldado se viera truncada por su falta de experiencia en el campo. Lo que hace que ahora reviva todo lo sucedido con aquel licántropo.

Ignorando todo lo que vino a continuación eligió dejar a un lado el tema de la conversación con su hermano. Si creía en las palabras de Bolanie, este señor sería alguien no fácil de tratar y que probablemente mire de mal modo que un viudo (o separado ya que ni sabe qué sucedió con su esposa) esté interesado en alguien como ella, por lo que lo mejor sería dejar en manos de la chica todo hasta que el terreno esté preparado y luego presentarse tal como corresponde. Sí, eso será lo mejor. Y también dejar de pensar en las carcajadas que lo tienen ahora con el ceño fruncido y alejándose de ella para comenzar a ver los planos nuevamente. — La verdad es que tengo una opinión particularmente confusa al respecto… — al responder la mira por sobre el hombro mientras siguen dándole la espalda y removiendo papeles como si buscara algo pese a que ni siquiera sabe qué está haciendo. Continúa mirándola e intentando, inútilmente, que no vuelva a desconcentrarlo como sólo ella sabe hacerlo y mientras lo hace, acomoda con el dedo índice sus anteojos que con tanto ajetreo se habían deslizado a la punta de su nariz.

—Por un lado creo firmemente en que muchos de esos seres, especialmente aquellos que nacieron de aquel modo, no desean estar condenados con aquellas maldiciones… en esos casos y también en los de quienes fueron atacados y convertidos en contra de su voluntad puedo esperar que nuestro Señor sea benevolente y les otorgue el perdón… sólo, claro, si manifiestan su arrepentimiento y desean ser perdonas… de otro modo es totalmente inútil, por supuesto… —ahora es él quien suelta una pequeña risa, cargada de la ironía que le provoca su propio hilo de pensamientos. Sonriendo por haber encontrado lo que finalmente sabe que buscaba, rodea una de las mesas para acercarse más a la luz y así exponer el contenido de ese pergamino que luce fuera de lugar comparado a todo el resto de las hojas en las que habita su trabajo. —En cambio, para aquellos que buscaron la maldición y que pelean cada noche asesinando a uno de los nuestros sólo por diversión, para ellos no existirá el perdón… nuestro Señor nos castiga por los pecados que cometemos y me atrevo a creer que muchas veces no necesitamos llegar a la siguiente vida para sufrir el rigor de su mano. —

Bolanie está cerca, aunque estuviera en el otro extremo de la habitación lo estaría de todos modos, pero de todas formas él la llama con su mano para que se acerque y observe lo que tiene sobre la mesa. —Vea aquí, estos son los registros de hace varios años atrás, indican la cantidad de miembros de la Inquisición que los sobrenaturales han matado y también aquellas criaturas que se han acercado a nosotros buscando ayuda… ¿puede verlas bien? —más cercanía, más tentación. ¡Cuánto le gustaría poder salir corriendo o mejor tocarla! —Pues, ahora esos números han cambiado totalmente… mientras los primeros siguen aumentado con el tiempo, los segundos disminuyen cada vez más… — es bella, es realmente bella y el pierde el tiempo hablando de datos que no tienen importancia en aquel minuto, de cifras que no los afectan porque en ese momento, justo en la burbuja en que se encuentran los dos apenas sus ojos se unen, no existen ni sobrenaturales ni asesinos. —¿Quiere que nos vayamos de aquí? Me gustaría mostrarle un lugar… —


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Mensaje por Bolanie Svarti Jue Abr 17, 2014 2:53 pm

Ella sabe cuándo comete un error, por más pequeño que sea buscará remediarlo. Muchos fueron los años que pasó bajo la sombras, dominada por sus instintos animales, asesinando por rencor, tristeza y dolor. Después de esos tiempos malos aprendió a corregir cada paso malo que daba, por eso y por más llegó a la iglesia; con Albert la cosa no era tan sencilla, dado que jamás ha tenido un sentimiento distinto que al amor salvaje con su hermano, lo torpe le aparece, si muchos dicen que no tienen mucho en común, en ese momento podrían tragarse sus palabras, su torpeza está dañando al inquisidor, aunque sólo fueran risas inevitables dada la situación que imagina en su cabeza. Su rostro se arrugó mostrando una mueca inevitable, sus hombres se  alzaron y bajaron con pesadez a causa de un suspiro melancólico.

Guardó silencio. Las palabras del humano le hicieron recordar, llevar sus pensamientos a ese momento en que ingresó en la Santa Inquisición. Bolanie llevaba las manos cubiertas de rojo carmín, tuvo que matar a un par de hombres en el trayecto que por poco le cortaban la cabeza, aquella mañana fue la más dura para ella, todos los números rojos que colgaban de sus brazos le estaban pagando duro, la conciencia ya no podía mantenerse tranquila, ya no más. En su ingreso se atrevieron a quitarle la ropa frente una gran cantidad de “profesionales”, le dieron un baño, hicieron un par de experimentos con ella y al final anotaron su nombre y sus “delitos”. Fue uno de los días más humillantes que vivió, pero según ella todo había valido la pena. Hasta ese momento vivía con tranquilidad y claro, con su hermano, que era mejor a no tener familia.

Estuvo a punto de contarle toda la verdad hasta que sus manos volvieron a tocarse.

Creo que Dios creó a esas criaturas también porque son parte de sus hijos, iguales a los humanos, todos somos iguales ¿no lo ves así? — La preocupación la invadía. Bolanie no es una mujer que se maneje a base de secretos, su vida pasó a exponerse ante toda la iglesia católica cuando decidió entrar, ¿acaso él no había investigado un poco más? ¿Debía mencionarlo? Por más que  daban vueltas esas preguntas en su cabeza nada quedaba claro. Lo mejor para ella sería esperar, llegar a casa y pasarse toda la noche en vela intentando contestarse.

¿No reportaran nuestra falta de trabajo si vamos a otros lados?— Le miró directamente a los ojos arqueando una de sus cejas. A Bolanie no le gustaba descuidar su trabajo, siempre era puntual, impecable y perfeccionista con todo lo que llegaba a sus manos. Con todo menos con Albert. ¿Siempre pasaría eso? Porque perder la concentración por un hombre no se encontró nunca en sus planes. — Vayamos, pero debemos volver, y cuando lo hagamos no podremos salir hasta terminar lo que sea que tengamos pendiente ¿está bien? — Por alguna extraña razón cree que quienes les mandaron a hacer el trabajo juntos saben del amor que se profesan en silencio. ¡Todo había sido un plan con maña!

—  Vayamos entonces — Dio un tirón suave a su mano, no se quedó ahí también se sostuvo con fuerza del hombre para avanzar. Al salir de aquel refugio Bolanie sintió el aire frío golpear su figura y se acercó un poco más al humano. Aquello era extraño ya que su temperatura era más elevada que la de él, de todos modos para ella era un pretexto para tenerlo cada vez más unido a su ser. — Lamento lo de hace unos momentos, cuando vea como es todo con mi hermano entenderá mi risa, de verdad lo lamento — Aseguro apenada avanzando bajo la oscuridad de la noche.


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