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Aun en la soledad absoluta... estaré contigo - Privado 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Corradine Grimaldi Dom Abr 20, 2014 11:14 pm

No son los muertos los que en dulce calma, la paz reposan de la tumba fría.
Muertos son los que tienen muerta el alma, y viven todavía.

Ricardo Palma

Nocturne No. 5 in F Sharp Maj by Chopin, Frederic on Grooveshark


París 1805

Suspiró aliviada, el día había sido demasiado largo, los niños pronto deberían tener una institutriz, pero era un tema del que no había tomado coraje para hablar con su esposo. No era que le temiera, claro que sentía un gran amor y aprecio, si hasta había sido capaz de entregar su vida con tal de salvar a Ruggero de las garras de la muerte. Pero  era un tema demasiado delicado para tomarlo a la ligera, ademas la educación de sus hijos, en una sociedad como la de París, estaba siempre sujeta a los designios de los padres y no tanto de las madres y aunque el matrimonio Rosso era una pareja bastante moderna, ella no estaba segura de cual sería la opinión de su amado. No lo habían tratado en lo más mínimo, él siempre estaba ocupado en los asuntos comerciales y ella no se animaba a molestarlo pensando que no importaba porque aún eran muy pequeños, pero sabía que tarde o temprano tendrían que hablar sobre el tema. Estaba segura, que no podía hacer que cualquier persona entrara a la mansión o tuviera la enorme responsabilidad de educar a sus hijos, su miedo más grande era que Ruggero decidiera internarlo en uno de esos colegios prestigiosos – si los alejara de mi, moriría de tristeza –  pensó algo angustiada, pero creía conocer a su marido y no lo creía capaz de hacer eso con ella.

Un dolor persistente en el centro del pecho la había mantenido todo el día cabizbaja,no le había dicho nada a su ama de llaves, se había medicado ella misma, con una pequeña dosis de laudano, pero a pesar de ello, el dolor persistía. Además extrañaba a su esposo que cada dos por tres debía viajar, alejándose de ellos. No necesitaba que él le explicara que tal situación era por demás necesaria, que solo era trabajo, pero Chiara como los mellizos sentían la ausencia del padre de familia. Inspiró mientras recostaba su cabeza en el respaldo del sillón, deslizó sus manos por los brazos del asiento, sintiendo lo suave y mullido que era. Su mente voló por un segundo a la rustica cabaña, a ese lugar donde su esposo le dijera que ella y sus hijos lo eran todo para él, - entonces, porque desapareces, por que cada día te siento más distante – le reprochó mentalmente, mientras gruesas lagrimas surcaban sus mejillas.

Cuanto extrañaba a su hermana Giulia, de la que no tenía noticia alguna. En su cabeza se presentó avasallante la imagen de su hermano, - Girolamo – susurró, - cuantos años hace que tu cuerpo descansa bajo un frio mármol – dijo al silencio que todo lo cubría en esa habitación, el mismo silencio sepulcral que lentamente estaba cubriendo el alma de la que alguna vez fuera una mujer feliz.

Se tomó con las dos manos la cabeza, dejando que su cuerpo cayera sobre su regazo, clavando sus codos en sus piernas, estaba realmente abatida, la soledad, aquella que nos asalta aun estando en compañía la estaba consumiendo. El desgano, la apatía pronto darían cuenta de ella. Había comenzado a tener una cierta predilección de caminar por el jardín en mitad de la noche, cuando sus hijos dormían y su marido no se encontraba en casa. Era como si en su alma, alguien la llamara, alguien a quien querría siempre, como si su hermano le estuviera suplicando encontrarse, - si pudiera verte nuevamente – se dijo inmersa en una total tristeza.  Con dificultad, se levantó, caminando hasta el ventanal, observando la luna que se enseñoreaba del jardín, bañando con su luz cada uno de los rincones. En el extremo del jardín, allí junto a un pequeño cenador en donde una dama de noche trepaba las columnas, pudo observar la borrosa sombra de un ser. Por un segundo le pareció que se trataba de su hermano, - ¿Girolamo? - la garganta se le secó, ¿como podía ser eso posible? ¿ acaso no lo había contemplado en el lecho la noche que lo velaron? ¿no había tocado las heridas mortales? ¿no se arrojó a los pies de la tumba  donde descansaba junto con Maryeva? Entonces ¿como podía ser que estuviera apoyado en la columna del  pequeño edificio?

Los golpes suaves en la puerta de la habitación la sacaron de sus cavilaciones, - adelante – dijo con una voz en la que no existía emoción alguna, como si una parte de su alma hubiera muerto. La puerta se abrió y el ama de llaves, la fiel Estella le informó que los pequeños ya se encontraban en sus camas, que la cena estaba servida y que nuevamente, el amo, había avisado que no lo esperara para comer que tenía compromisos. El rostro pálido de Chiara se ensombreció – otro día, otra noche – susurró, - esta bien Estella, pero no siento deseos de comer – no escuchó suplicas, - iré a caminar – dijo, dejando a la mujer con la palabra en la boca, y un gesto de profundo dolor, pero no tan inmenso como el que sentía su ama, abrió la puerta de la cristalera que daba al jardín y se internó en la noche.

Caminó en silencio, casi arrastrando los pies por la hierba, su vestido, de sedas vaporosas y tonos pasteles, le resultó bastante desabrigado, haciendo que temblara levemente, pero a pesar de ello se sintió serena y débilmente confortada – por lo menos aun sientes el frío, aun estas viva – se consoló, frotando sus manos en los brazos intentando darse un poco de calor.

Se fue acercado cada vez más a la distante construcción y nuevamente le pareció observar una sombra que se paseaba por el interior del cenador. Elevó su voz al preguntar quien era, pero no recibió respuesta alguna, - ¿quien anda ahí?  - volvió a repetir, entonces un hombre cubierto por una gruesa capa salió del interior del cenador. Chiara abrió sus ojos desmesuradamente -¿Girolamo? - susurró, antes de sentir que el corazón le fallaba y caía sin fuerzas al suelo, su espalda golpeó contra el suelo y su mirada  quedó observando el cielo estrellado, todo se fue borrando, lo último que contempló fueron los hermosos ojos de su querido fratello.


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By Amanda van den Bosch


Lei è una piccola bomba di sentimenti contrastanti.:


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Mensaje por Bernard Liusse Sáb Mayo 03, 2014 11:07 am

"No puedes abandonarme ahora que he vuelto a ver la oscuridad de la noche como un manto de estrellas que cubren la esperanza de tu mañana"

Cosimo Di Moncalieri


Nocturne in C minor by Chopin on Grooveshark

¿Cuantas noches había pasado recorriendo ese mismo jardín, observando desde las ventanas aquella hermosa familia de la que alguna vez, también él fuera parte? No lo sabía, tal vez dos tres semanas ¿o eran mas? Una de esas noches, había contemplado a los pequeños en el cuarto de niños, como se preparaban para dormir, como recitaban sus oraciones y pedían por su papá que había viajado y por su mamá que seguía triste. Luego se habían acostado y la pequeña niña se durmió rápidamente, no así Ruggero, quien estaba alerta, sentado en la cama, observando la cristalera que daba al jardín, como si intuyera que no estaban solos. Cosimo había distinguido que aquel, tenía un aura especial, - asi que eres un brujo – pensó, sonriendo recordando que no hacía muchos años él se dedicaba por las noches a cazar brujos, vampiros, licántropos y cambiaformas, hoy era uno de ellos – que ironías del destino – caviló. Para el sobrenatural no fue extraño darse cuenta que aquel pequeño lo había descubierto, y con la valentía de un hombre,  se había levantado del lecho acortando la distancia que los separaba, abriendo la puerta y enfrentándolo con una mirada recia, seguramente copiando a su padre, - ¿que quieres? Se que no eres como los que a veces veo, esos que han quedado sin partir... tu no eres uno de ellos – sentenció, Cosimo se quedó, con sus brazos cruzados en su pecho, mismo gesto que el pequeño tenía, le sonrió y movió negando suavemente la cabeza - nunca dirán que en tu sangre no llevas el coraje de tu padre o la valentía de la familia de tu madre -  mencionó intentando no reír, eso que hacía mucho que no lo hacía, - no pequeño... no soy como esos... pero tampoco soy como tu o tus padres – su voz se volvió cargada de dolor – aunque alguna vez fuimos familia... ¿sabes? - el pequeños lo miró con más atención, intentando encontrar ese parecido que le recordara a su papá o al tío Nicolei, pero no existía. Entonces cuando iba a decirle que esa afirmación era mentira, el hombre hizo un gesto que solo una persona, a la que amaba con todo su corazón, podía hacerlo. Sus ojos se iluminaron, su mamá solía resoplar de esa manera y silbar bajito cuando algo le molestaba. Cosimo se arrodilló frente a ese niño y lo miró a los ojos – se que puedes no creerme, pero he venido solo para saber como está tu mamá... ¿sabes? Ella es mi hermana... y la amo como tú haces con Mely – sonrió al ver la sorpresa en los ojos infantiles – si... me imagino que no te hablaron de mi... eras muy pequeño cuando... me fui – intentó explicar – pero he vuelto y antes de verla a tu mamá... pues... quería ver que estuviera bien – sonrió con tristeza.

Los ojos del niño perdieron un poco su brillo, eso alertó al vampiro, no deseaba invadir la mente de su sobrino prefería que fuera éste quien le contara. Con un poco de ayuda de sus poderes hizo que entrara nuevamente a la habitación invitándolo, así consiguió acceder a la mansión, ahora podría hacerlo cada vez que necesitara averiguar sobre Chiara. Lo siguió por la habitación, hasta que el niño trepó a su lecho, como un padre amoroso lo arropo, - ¿que pasa con tu mamá? - le dijo moviendo sus labios pero hablándole directamente en su mente, Ruggero lo contempló y no pudo contener las lagrimas, abalanzándose al pecho del extraño que al fin de cuentas era su tío.

Cuando logró calmar el sollozo, acunado en esos fuertes brazos, por las caricias en su cabello, iguales a las que su madre le prodigaba cuando estaba triste. Levantó su mirada buscando la del vampiro, - ¿ella se morirá?... ¿vienes a buscarla? - dijo con el nudo en la garganta y los ojos arrasados de lagrimas. Cosimo, lo acercó mas a su pecho y besando su cabecita le dijo, - no... no vine a llevarla, te prometo que se pondrá bien... dime... ¿tu padre lo sabe? - el niño negó con firmeza, - me lo han dicho unas almas... ellas aseguran que madre está por morir... que ya no quiere vivir... ¿es que ya no nos ama? ¿o es porqué papá viaja tanto? ¿que debo hacer para que vuelva a querer vivir? - preguntó angustiado. El tío, alejó un poco al pequeño de su pecho para poderlo contemplar, tomando sus hombros de forma firme pero suave, - no pienses así, tu madre los adora... si... puede ser que extrañe a ese bueno para... - se frenó al darse cuenta que hablaría mal del padre – muchas cosas – terminó la frase mientras volvía a resoplar como cuando se fastidiaba – pero no creo que deseara abandonarlos por su voluntad... ni.. ni creo que los seres, te digan del todo la verdad – dijo frunciendo el entrecejo – no debes creerles, si me dejas te enseñaré algunos trucos, para que ya no puedan molestarte – él sabía bien que debería hablar con su hermana para que consiguiera un tutor, el pequeño no había aprendido a dominar sus poderes, eso conllevaba un grave peligro.

Lo volvió a mirar a los ojos mientras le indicaba que se recostara nuevamente, - ahora duerme, que tu tío irá a ver a mami – dijo sonriéndole. El pequeño se  colgó a su cuello, - gracias tío Giro – susurró en el oído del vampiro, quien tembló al darse cuenta que el pequeño, ya sabía quien era él, lo había subestimado, como muchas veces había hecho en el pasado. Pensó en Cammy, él también la subestimo, pensó que podría con esa inquisidora, que no era una real amenaza, y que en poco tiempo estarían en Inglaterra con su esposa esperando la llegada de su primer hijo. Pero nada salió como planeaba, la maldita abeja lo había intentado asesinar y si no fuera por su madre Dania, él ya sería historia. Suspiró con tristeza, mientras le daba un beso en la frente y en un susurro le decía que lo amaba.

Dejó la habitación realmente consternado, ¿tanto había perdido en esos años por culpa de la inquisidora? Había cerrado la puerta del cuarto de niños y se dirigió buscando el aroma del perfume de su hermana por los pasillos hasta encontrar el cuarto Matrimonial. Temía presentarse y asustarla, pero sabía que el mismo don que poseía el pequeño, ahora ella también lo portaba. Abrió lentamente la puerta, todo el lugar se encontraba en oscuridad, allí  no había nadie. Se dirigió al cuarto de baño y agudizó su oído para saber si podía estar adentro, pero no hubo ni un ruido. Desorientado, se acercó al balcón y mirando por entre las cortinas, dirigiendo su vista al jardín que permanecía silencioso y solitario, la descubrió, llevaba solo un desaville y un camisón, Cosimo sintió que el enojo lo consumía - ¿que cree que está haciendo? ¿acaso pretenden que la asesinen o violen en el mejor de los caso?  – caviló.

Bajó al jardín lo mas rápido que pudo, apena fueron segundos pero para él le parecieron eternas arenas de un tiempo que no se movía. Cuando llegó muy cerca de ella, se quedó helado, Chiara lloraba, desconsoladamente, hablaba sola y preguntaba una y otra vez, porqué su marido la abandonaba, si acaso era por su condición de bruja o si tal vez tenía una amante. El vampiro no pudo mas que sonreír tiernamente, -como podía ser que aquella mujer, siguiera siendo tan insegura del amor de su esposo, luego que éste había intentado defender a su amada de la propia inquisición, ¿acaso no había dejado todo por su hermana, por Chiara?- Se rascó la nuca, era verdad que ese ex inquisidor nunca le había caído del todo bien, - pero... lo justo es justo – pensó mientras se acercaba.

Unos pasos lo alertaron, haciendo que se escondiera detrás de unos arboles. Era el ama de llaves que con ternura y paciencia la consoló, arrastrándola a la mansión envolviéndola en una manta, - vamos mi señora, no se ponga así, de seguro el amo vendrá pronto y no queremos que se preocupe si usted se enferma... ¿verdad? - Chiara se cobijó en el pecho de la mujer y caminó lentamente hasta  su hogar, - es que lo extraño tanto, he perdido a casi toda mi familia, solo me queda él y los niños – susurró, pero Cosimo puedo escucharla, - no, pequeña, te prometo que estaré a tu lado siempre – dijo mirándola desde su escondite. Su hermana se había clavado en el suelo y miraba hacia donde él se encontraba, - ¿has oído eso Estella? Era la voz de Girolamo... estoy segura – La mujer apoyó suavemente la mano en la frente de la joven – no, señora, es que hierve de fiebre, debe volver a la cama... llamaré al medico -. Eso fue lo último que pudo escuchar antes que las dos mujeres entraran a la construcción. Se maldijo, había puesto en peligro todo, ahora creerían que estaba loca.

Días después, cuando la noche cayó nuevamente sobre la ciudad de Paris, Cosimo se preparó, como de costumbre, pero no iría a ver a su dulce Bianna, no, debía primero presentarse ante su hermana, decirle que no perdería a mas familia y que podía jurarle que pasara lo que pasara, velaría por ella, los pequeños y hasta el cabezotas del marido.

Allí, se encontraba, cubierto por una elegante y gruesa capa de terciopelo negro, con forro interno en rojo sangre y las iniciales de Cosimo Di Moncalieri bordadas en hilo de oro. No tuvo que esperar mucho tiempo a que su querida Chiara se acercara a donde él estaba, lo que nunca se imaginó, es que su pequeña hermanita estuviera tan débil. Cuando la vio pronunciar su antiguo nombre y caer al suelo desplomada, sintió que la eternidad no servía para nada. En un suspiro estuvo a su lado, la contempló, los ojos de la mujer lo miraron fijos, lentamente se  fueron cerrando, sus oídos escucharon como aquel corazón se iba deteniendo suavemente, como cuando los relojes se quedan sin cuerda, cada vez mas lento, mas espaciados, hasta que el último latido se pierde. Pero Cosimo no dejaría que eso pasara, tampoco la podía convertir en vampiro, contra su voluntad. Con sumo cuidado mordió su dedo indice, dejando que una gota de su vampírica sangre se escurriera por los labios entre abiertos de la joven, - Dios... que resulte – pensó, recordando haber escuchado que había seres de la noche que utilizaban métodos similares para sanar a sus amados. Pero los segundos pasaban y no había respuesta, era verdad el latido casi imperceptible aun se escuchaba, pero no reaccionaba, temió haber llegado tarde, volver a fallar en salvar a su familia sería la condena más pesada que la propia muerte. Pensó en su amada, la joven Bianna, con quien todas las noches se deleitaba solo recostado a su lado, siendo su “ángel”, - ¿como podría protegerla si no era capaz de salvar a su propia hermana? - La angustia se apoderó del inmortal que sentado en el césped, aferraba el cuerpo de su Chiara, lloró lagrimas de sangre, que bañaron el cuello de la mujer, la aferró a su pecho, cubriéndola con su capa. Todo estaba perdido... ¿o no?


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