AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Anoche soñé contigo | Privado
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Anoche soñé contigo | Privado
Hacía tiempo que quería darle cierto renuevo al Circo Gitano, ese que había heredado de manos de su fundador, del hombre que con sus propias manos había levantado cada pilar de la gran carpa central y que con su mente visionaria había ideado cada número, cada acto. Ese, que los mejores años de su vida le había entregado a aquel lugar, era su padre. Un hombre admirable.
Thian Rom había pensado que todo cambiaría por allí si podían contar con una buena banda musical, tener algo más que solo un redoblante para cambiar los climas de los actos. Quería una banda como tenía el Circo de París, también nuevos bailarines que le dieran color y aún más alegría a las noches de función y nuevos actores que pudiesen interpretar tanto la comedia como el drama. Sabía bien que solo los gitanos más liberales serían capaces de acercarse al circo en busca de trabajo. Los Rom no estaban bien vistos por los conservadores, de creencias arraigadas, por eso Thian sabía desde el principio que costaría que se presentase una gran cantidad de gente a su búsqueda. Aún así se encargó de que corriese la voz, que se anunciase que el primer lunes del siguiente mes el Circo Gitano abriría por la mañana sus puertas a quienes quisiesen presentarse para mostrar sus habilidades. Esperaba tener suerte y que muchos tuvieran el talento que él estaba necesitando en su carpa mayor.
Nadie en la comunidad podría decir jamás que el hijo de los Rom no trabajaba. Thian, desde que se hallaba a cargo del circo, era el último que se iba a la cama pues siempre estaba con algo entre manos. Una jaula rota, los bancos largos de madera despintados, un guión que revisar, un parche que hacerle a la lona de la carpa… allí siempre había algo que hacer. Y, pese a que se había acostado pasada la medianoche, ese lunes Thian Rom se despertó al alba dispuesto a ver llegar a la decena de nuevos aspirantes que él estaba esperando. Había dormido mal. Poco, sí, pero mal. Una mujer con cabello de fuego se había colado en sus sueños ejecutando una danza sensual y riendo con la risa más mágica que él jamás había oído. Incluso en esos momentos, mientras se lavaba la cara, Thian creía que podía oírla. Decidió no darle importancia, salió de su toldo y montó en su caballo para recorrer sobre él los pocos metros que separaban el área de carros y carpas del circo.
-Buenos días –mientras se acercaba, Thian saludaba a las personas que habían llegado por la convocatoria-. ¡Oh, Jen, qué bueno verte! –A algunos los conocía bien, los gitanos de París no eran muchos y de una forma u otra todos acababan dándose cuenta de que estaban conectados.
En verdad no tenía que hacer mucho, a los bailarines y actores los evaluaría su hermana menor, a los acróbatas Shayla y a los músicos Mirah. Él podía limitarse a husmear aquí y allá, lo que tanto le gustaba hacer. Desmontó y se mezcló entre la gente, el clima era muy animado y pese a que era temprano –al menos para lo que acostumbraban los gitanos- había risas. Las filas comenzaban a moverse, señal de que ya se tomaban las primeras pruebas. Thian caminó hacia el sector de los bailarines y actores, no había demasiados, solo seis, y se sorprendió al ver a una muchacha de cabellera colorada. Se acercó despacio a ella -sin pensar en lo que hacía- y le tocó el hombro, cuando ella se volteó Thian dejó de respirar. Era ella. Solo necesitaba hacerla reír para confirmarlo por completo.
-Eh, ¿hola? –le dijo con voz dudosa, ¿qué estaba haciendo? A veces era tan impulsivo que daba vergüenza-. ¿Cómo te llamas?
¿Sería bailarina o actriz? ¿De dónde había salido? ¿Por qué no la conocía de nada? Bueno, de su sueño… Por muy loco que le pareciese, la sensación que Thian Rom tenía en el pecho aquella mañana era de reencuentro.
Thian Rom había pensado que todo cambiaría por allí si podían contar con una buena banda musical, tener algo más que solo un redoblante para cambiar los climas de los actos. Quería una banda como tenía el Circo de París, también nuevos bailarines que le dieran color y aún más alegría a las noches de función y nuevos actores que pudiesen interpretar tanto la comedia como el drama. Sabía bien que solo los gitanos más liberales serían capaces de acercarse al circo en busca de trabajo. Los Rom no estaban bien vistos por los conservadores, de creencias arraigadas, por eso Thian sabía desde el principio que costaría que se presentase una gran cantidad de gente a su búsqueda. Aún así se encargó de que corriese la voz, que se anunciase que el primer lunes del siguiente mes el Circo Gitano abriría por la mañana sus puertas a quienes quisiesen presentarse para mostrar sus habilidades. Esperaba tener suerte y que muchos tuvieran el talento que él estaba necesitando en su carpa mayor.
Nadie en la comunidad podría decir jamás que el hijo de los Rom no trabajaba. Thian, desde que se hallaba a cargo del circo, era el último que se iba a la cama pues siempre estaba con algo entre manos. Una jaula rota, los bancos largos de madera despintados, un guión que revisar, un parche que hacerle a la lona de la carpa… allí siempre había algo que hacer. Y, pese a que se había acostado pasada la medianoche, ese lunes Thian Rom se despertó al alba dispuesto a ver llegar a la decena de nuevos aspirantes que él estaba esperando. Había dormido mal. Poco, sí, pero mal. Una mujer con cabello de fuego se había colado en sus sueños ejecutando una danza sensual y riendo con la risa más mágica que él jamás había oído. Incluso en esos momentos, mientras se lavaba la cara, Thian creía que podía oírla. Decidió no darle importancia, salió de su toldo y montó en su caballo para recorrer sobre él los pocos metros que separaban el área de carros y carpas del circo.
-Buenos días –mientras se acercaba, Thian saludaba a las personas que habían llegado por la convocatoria-. ¡Oh, Jen, qué bueno verte! –A algunos los conocía bien, los gitanos de París no eran muchos y de una forma u otra todos acababan dándose cuenta de que estaban conectados.
En verdad no tenía que hacer mucho, a los bailarines y actores los evaluaría su hermana menor, a los acróbatas Shayla y a los músicos Mirah. Él podía limitarse a husmear aquí y allá, lo que tanto le gustaba hacer. Desmontó y se mezcló entre la gente, el clima era muy animado y pese a que era temprano –al menos para lo que acostumbraban los gitanos- había risas. Las filas comenzaban a moverse, señal de que ya se tomaban las primeras pruebas. Thian caminó hacia el sector de los bailarines y actores, no había demasiados, solo seis, y se sorprendió al ver a una muchacha de cabellera colorada. Se acercó despacio a ella -sin pensar en lo que hacía- y le tocó el hombro, cuando ella se volteó Thian dejó de respirar. Era ella. Solo necesitaba hacerla reír para confirmarlo por completo.
-Eh, ¿hola? –le dijo con voz dudosa, ¿qué estaba haciendo? A veces era tan impulsivo que daba vergüenza-. ¿Cómo te llamas?
¿Sería bailarina o actriz? ¿De dónde había salido? ¿Por qué no la conocía de nada? Bueno, de su sueño… Por muy loco que le pareciese, la sensación que Thian Rom tenía en el pecho aquella mañana era de reencuentro.
Thian Rom- Gitano
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Fecha de inscripción : 19/06/2017
Re: Anoche soñé contigo | Privado
"Había traído consigo los vientos favorables de un mundo enorme, y resultaba extrañamente cautivador."
Jojo Moyes
Jojo Moyes
Niña inquieta, joven inquieta. ¿Qué estaba haciendo al amanecer, en una ciudad desconocida, caminando hacia un lugar incierto? Estaba arriesgando su vida y la de su familia, sin contar la vergüenza de esta última. Guiada por un impulso, por una corazonada, había despertado aquel día muy temprano, cuando el Sol aún no se asomaba en el horizonte, pero el cielo comenzaba a clarear, preparándose para la gran aparición del Astro Rey. Con sigilo, higienizó su cuerpo, se colocó una falda color beige y una blusa blanca, ropa muy liviana porque ese día haría calor –lo habían anunciado las chicharras con su canto durante la noche-. Ató su cabello en una cola de caballo, bien ajustada y a la coronilla, se perfumó con una fragancia de azahares que le había comprado a una anciana en una de sus tantas caminatas y, finalmente, se puso un calzado de cuero, hecho por ella misma, al mismo tono de la pollera.
Conocía los recovecos por los cuales colarse, y fue evitando las zonas del campamento donde podía ser vista. Y se encaminó por un París que comenzaba con su actividad con demasiada lentitud para ser una capital europea. Para Rania, los franceses eran muy perezosos. Le dio unas monedas a una niña, que a cambio le entregó unas galletas de avena, y continuó su camino hacia el bendito circo que se le había instalado en la voluntad. Siempre con los ojos brillosos de alegría, una suave sonrisa suavizándole el gesto, cuando llegó, se encontró con una multitud que no esperaba. ¿De qué se trataba? ¿Algún espectáculo? Le preguntó a un hombre que, lo primero que hizo, fue estudiar su cabellera. La gitana se dijo que tendría que haberse hecho un rodete. La melena caía como una cascada de fuego que refulgía con los primeros rayos del día. Si pretendía pasar desapercibida, no lo estaba consiguiendo. Le ofreció una galleta al caballero para que centrase su atención en otra cosa. Le explicó que aquel día había audiciones para ingresar al circo.
—Es mi día de suerte —susurró. El gitano le preguntó qué había dicho, y ella desestimó su frase con una enorme sonrisa de dientes blancos. Averiguó las diferentes actividades y no se decidía por ninguna. ¡Todo le gustaba! Ávida de aprender, era capaz de hacerse pasar por una equilibrista o una domadora de animales, hasta que dio con un sector poco poblado –a duras penas eran cinco y, con ella seis-, el de los actores y bailarines. Inmediatamente pensó que, al haber menos aspirantes, las capacidades de ser elegida eran más. Allí se quedaría.
En el grupo había un muchacho joven, flaquísimo y muy divertido. La risa de Rania, que se asemejaba a la de una niña traviesa, mantenía a todos cautivos, y alentaba al gitano a continuar con sus humoradas. Fue un instante en el que todos callaron y alguien le tocó el hombro. Giró, casi de forma intempestiva, creyendo que la habían seguido y todo terminaría antes de empezar. Para sus sorpresa, se encontró con un muchacho, de aproximadamente su misma edad. A decir verdad, Rania se quedó sin aliento por dos motivos: era el hombre más atractivo que había visto en su vida y porque sintió que lo conocía de algún lugar. Tragó con dificultad y detectó el nerviosismo en él, lo que la tranquilizó. Pasado el estupor, le sonrió ampliamente.
—Me llamo Ra… —se detuvo, segura de que no debía dar su nombre verdadero. —Jayah —así se llamaba uno de sus personajes. Le gustaba aquel nombre porque era la variante de Eva, que significaba “la que da vida”, y eso era lo que ella hacía con sus actuaciones: dar vida a otros que habitaban en su interior. — ¿Tú cómo te llamas? ¿Quieres una galleta? —y con la espontaneidad que la caracterizaba, le ofreció la última que le quedaba.
Conocía los recovecos por los cuales colarse, y fue evitando las zonas del campamento donde podía ser vista. Y se encaminó por un París que comenzaba con su actividad con demasiada lentitud para ser una capital europea. Para Rania, los franceses eran muy perezosos. Le dio unas monedas a una niña, que a cambio le entregó unas galletas de avena, y continuó su camino hacia el bendito circo que se le había instalado en la voluntad. Siempre con los ojos brillosos de alegría, una suave sonrisa suavizándole el gesto, cuando llegó, se encontró con una multitud que no esperaba. ¿De qué se trataba? ¿Algún espectáculo? Le preguntó a un hombre que, lo primero que hizo, fue estudiar su cabellera. La gitana se dijo que tendría que haberse hecho un rodete. La melena caía como una cascada de fuego que refulgía con los primeros rayos del día. Si pretendía pasar desapercibida, no lo estaba consiguiendo. Le ofreció una galleta al caballero para que centrase su atención en otra cosa. Le explicó que aquel día había audiciones para ingresar al circo.
—Es mi día de suerte —susurró. El gitano le preguntó qué había dicho, y ella desestimó su frase con una enorme sonrisa de dientes blancos. Averiguó las diferentes actividades y no se decidía por ninguna. ¡Todo le gustaba! Ávida de aprender, era capaz de hacerse pasar por una equilibrista o una domadora de animales, hasta que dio con un sector poco poblado –a duras penas eran cinco y, con ella seis-, el de los actores y bailarines. Inmediatamente pensó que, al haber menos aspirantes, las capacidades de ser elegida eran más. Allí se quedaría.
En el grupo había un muchacho joven, flaquísimo y muy divertido. La risa de Rania, que se asemejaba a la de una niña traviesa, mantenía a todos cautivos, y alentaba al gitano a continuar con sus humoradas. Fue un instante en el que todos callaron y alguien le tocó el hombro. Giró, casi de forma intempestiva, creyendo que la habían seguido y todo terminaría antes de empezar. Para sus sorpresa, se encontró con un muchacho, de aproximadamente su misma edad. A decir verdad, Rania se quedó sin aliento por dos motivos: era el hombre más atractivo que había visto en su vida y porque sintió que lo conocía de algún lugar. Tragó con dificultad y detectó el nerviosismo en él, lo que la tranquilizó. Pasado el estupor, le sonrió ampliamente.
—Me llamo Ra… —se detuvo, segura de que no debía dar su nombre verdadero. —Jayah —así se llamaba uno de sus personajes. Le gustaba aquel nombre porque era la variante de Eva, que significaba “la que da vida”, y eso era lo que ella hacía con sus actuaciones: dar vida a otros que habitaban en su interior. — ¿Tú cómo te llamas? ¿Quieres una galleta? —y con la espontaneidad que la caracterizaba, le ofreció la última que le quedaba.
Rania Stoica- Gitano
- Mensajes : 14
Fecha de inscripción : 12/09/2017
Re: Anoche soñé contigo | Privado
Se debatía entre disfrutar del misterio del anonimato, o revelar quién era en verdad para impresionar a la muchacha, pese a correr el riesgo de quedar como un estúpido arrogante. Sí que era tentadora la idea de decirle que él tenía el poder de elegir a quienes iban a quedar en la familia gitana del circo, hacerle saber que él podía cambiar su vida si se lo permitía… pero Thian eligió callar, al menos un poco más, porque algo le decía que aquella joven no era como todas las demás, le parecía fresca, genuina y detallista. Esperaba no estar equivocado. Además estaba el sueño que había tenido con ella, Jayah, que para Thian era importante pues siempre hacía caso de lo que en sueños le era revelado.
-Jayah, ¡qué nombre tan bello! ¿Qué significa? No conozco a otra, así que me acordaré siempre de ti –le sonrió y aceptó la galleta que ella le ofrecía-. Gracias, no he desayunado y con esto me salvas la vida. Soy Thian –dijo, tras engullir de un bocado la mitad de la galleta-, vivo aquí en el circo. Conozco a todos así que si necesitas ayuda con algo solo dime, será un placer ayudarte.
La fila avanzaba, animada porque todos hablaban con todos, había risas en el aire y se oía música proveniente de las carpas. La pregunta seguía girando en torno a Thian y la involucraba, aunque Jayah no lo supiera. Él no sabía ser delicado cuando de interrogantes se trataba, tal vez porque estaba acostumbrado a tener que saberlo siempre todo –nunca nadie había dicho que fuera fácil dirigir el circo de los gitanos y Thian lo sabía-, reclamaba las verdades, las exigía. Aunque hubiese querido que con ella todo se diera de forma más natural, porque él también se estaba probando a sí mismo frente a alguien que no sabía quién era, no pudo contenerse más y preguntó:
-¿Eres bailarina? ¿Actriz? No tocas ningún instrumento, pues no lo has traído contigo… Bueno, si eres cantante o acróbata debo decirte que no es aquí donde debes estar sino en aquella carpa –le señaló una bastante más pequeña, pero de vivos rojos-. Que intriga tengo contigo, Jayah…
La fila iba avanzando y ellos con ella. Y al cabo de unos quince minutos más de animada espera les es tocó ingresar, la hermana menor de Thian, Farah, evaluaría a quienes ingresasen, pero él sabía que aceptaría a todos. Ella siempre decía que solo bastaba con la buena predisposición, con las ganas, porque todo lo demás se podía aprender.
-¿Te molesto si me quedo a verte, Jayah? –le preguntó dudoso. No se conocían en lo absoluto, a penas habían compartido unos minutos, una risa y una galleta, pero Thian se sentía unido a ella-. Si prefieres que no me quede lo entenderé, pero en ese caso tendrás que aceptar que te invite a almorzar.
-Jayah, ¡qué nombre tan bello! ¿Qué significa? No conozco a otra, así que me acordaré siempre de ti –le sonrió y aceptó la galleta que ella le ofrecía-. Gracias, no he desayunado y con esto me salvas la vida. Soy Thian –dijo, tras engullir de un bocado la mitad de la galleta-, vivo aquí en el circo. Conozco a todos así que si necesitas ayuda con algo solo dime, será un placer ayudarte.
La fila avanzaba, animada porque todos hablaban con todos, había risas en el aire y se oía música proveniente de las carpas. La pregunta seguía girando en torno a Thian y la involucraba, aunque Jayah no lo supiera. Él no sabía ser delicado cuando de interrogantes se trataba, tal vez porque estaba acostumbrado a tener que saberlo siempre todo –nunca nadie había dicho que fuera fácil dirigir el circo de los gitanos y Thian lo sabía-, reclamaba las verdades, las exigía. Aunque hubiese querido que con ella todo se diera de forma más natural, porque él también se estaba probando a sí mismo frente a alguien que no sabía quién era, no pudo contenerse más y preguntó:
-¿Eres bailarina? ¿Actriz? No tocas ningún instrumento, pues no lo has traído contigo… Bueno, si eres cantante o acróbata debo decirte que no es aquí donde debes estar sino en aquella carpa –le señaló una bastante más pequeña, pero de vivos rojos-. Que intriga tengo contigo, Jayah…
La fila iba avanzando y ellos con ella. Y al cabo de unos quince minutos más de animada espera les es tocó ingresar, la hermana menor de Thian, Farah, evaluaría a quienes ingresasen, pero él sabía que aceptaría a todos. Ella siempre decía que solo bastaba con la buena predisposición, con las ganas, porque todo lo demás se podía aprender.
-¿Te molesto si me quedo a verte, Jayah? –le preguntó dudoso. No se conocían en lo absoluto, a penas habían compartido unos minutos, una risa y una galleta, pero Thian se sentía unido a ella-. Si prefieres que no me quede lo entenderé, pero en ese caso tendrás que aceptar que te invite a almorzar.
Thian Rom- Gitano
- Mensajes : 28
Fecha de inscripción : 19/06/2017
Re: Anoche soñé contigo | Privado
Inmediatamente, Rania supo que se había metido en un lío. Mentir sobre su identidad había sido solo la punta del iceberg, al notar cómo el interrogatorio de aquel muchacho, parecía haber sido preparado por la Inquisición. Su curiosidad, de cierta forma, la abrumó. No esperaba que alguien resultase tan amistoso, mucho menos en un sitio donde debían competir por ganar un puesto en el circo. Thian, cuyo nombre le pareció precioso, había logrado amedrentarla. Se sentí nerviosa, pero no por lo que fuera a ocurrir una vez entrase a la carpa, sino porque él era capaz de arrebatarle el aire a cualquier mujer que posase sus ojos por más de un segundo en su figura. No lo había notado a primera instancia, pues sí le había quitado el aliento; pero no fue hasta que él aceptó la galleta, que Rania cayó en la cuenta de que jamás había visto a un hombre más hermoso en sus diecinueve años. Y aquella sensación de familiaridad no la abandonaba por completo, lo cual la hizo desconfiar.
—Jayah significa “la que da vida” —respondió, con más sequedad de la que le hubiera gustado. No quedaban demasiados rastros de la muchacha simpática que era. Aunque se instó a sonreír y recuperar su buen humor, no quería que nada le quitase el foco de lo verdaderamente importante de la jornada. Aunque estar tan cerca del gitano la distraía por completo, y le costaba hilvanar una frase que fuera coherente. —Agradezco tu ayuda, espero no sea necesaria —oh, detente Rania. <<No seas desconfiada como tu padre. >> se dijo a sí misma. —Disculpa, no es lo que he querido decir —y el rubor trepó por sus mejillas, acentuándole aún más las pecas que le inundaban el rostro.
—No sientas tanta intriga —se apuró a contestar. Tenía las manos transpiradas y su turno ya llegaba. Ni recordaba lo que estaba haciendo allí. —Quizá te lleves la decepción de tu vida y recuerdes a Jayah como el fracaso más grande de este lugar —buscó bromear, porque era de la forma que podría relajarse. Mas no lo consiguió. Lo único que logró fue sentirse insegura, algo que nunca ocurría, porque Rania tenía una gran visión de sí misma, y sabía para lo que era buena y para lo que no. La invitación la tomó desprevenida, unos momentos antes de tener que ingresar al centro de la tarima. —Puedes quedarte —respondió, con rapidez. —Aunque tendrás que invitarme a almorzar de todas maneras —contestó, divertida, aunque sorprendida de su propia contestación. No hubo tiempo para más, un hombre regordete le colocó la mano entre los omóplatos y la obligó a subir.
Parada en aquel sitio, miró a la joven que tenía en frente, y que, al parecer, sería quien la juzgaría como apta o no para el rol. Estaba en completo silencio, se había quedado estupefacta, y no tardó demasiado en notar la impaciencia de la muchacha. Como acto reflejo, rebuscó entre los espectadores invisibles, y en medio de la oscuridad, distinguió a Thian, que le sonreía. No supo qué fue lo que ocurrió, pero aquel gesto la llenó de seguridad. Dijo su nombre, ese que había inventado hacía unos minutos y volteó, se hizo un rodete con las manos y, en un giro eficaz, la melena bañó sus hombros y espalda. Haciendo uso y abuso de aquel histrionismo con el que había sido bendecida –o maldecida, según quién la viera-, inventó la historia de una pobre campesina a la cual le ocurrían cientos de desgracias mientras ordeñaba una vaca. La actuación logró que su jueza llorara de risa, literalmente. Cuando Rania bajó del escenario, allí estaba Thian esperándola.
—Ha sido todo un fiasco, ¿verdad? —aunque, a decir verdad, la gitana sabía que había estado esplendorosa, pero por algún motivo que no lograba dilucidar, buscó palabras halagadoras en el joven.
—Jayah significa “la que da vida” —respondió, con más sequedad de la que le hubiera gustado. No quedaban demasiados rastros de la muchacha simpática que era. Aunque se instó a sonreír y recuperar su buen humor, no quería que nada le quitase el foco de lo verdaderamente importante de la jornada. Aunque estar tan cerca del gitano la distraía por completo, y le costaba hilvanar una frase que fuera coherente. —Agradezco tu ayuda, espero no sea necesaria —oh, detente Rania. <<No seas desconfiada como tu padre. >> se dijo a sí misma. —Disculpa, no es lo que he querido decir —y el rubor trepó por sus mejillas, acentuándole aún más las pecas que le inundaban el rostro.
—No sientas tanta intriga —se apuró a contestar. Tenía las manos transpiradas y su turno ya llegaba. Ni recordaba lo que estaba haciendo allí. —Quizá te lleves la decepción de tu vida y recuerdes a Jayah como el fracaso más grande de este lugar —buscó bromear, porque era de la forma que podría relajarse. Mas no lo consiguió. Lo único que logró fue sentirse insegura, algo que nunca ocurría, porque Rania tenía una gran visión de sí misma, y sabía para lo que era buena y para lo que no. La invitación la tomó desprevenida, unos momentos antes de tener que ingresar al centro de la tarima. —Puedes quedarte —respondió, con rapidez. —Aunque tendrás que invitarme a almorzar de todas maneras —contestó, divertida, aunque sorprendida de su propia contestación. No hubo tiempo para más, un hombre regordete le colocó la mano entre los omóplatos y la obligó a subir.
Parada en aquel sitio, miró a la joven que tenía en frente, y que, al parecer, sería quien la juzgaría como apta o no para el rol. Estaba en completo silencio, se había quedado estupefacta, y no tardó demasiado en notar la impaciencia de la muchacha. Como acto reflejo, rebuscó entre los espectadores invisibles, y en medio de la oscuridad, distinguió a Thian, que le sonreía. No supo qué fue lo que ocurrió, pero aquel gesto la llenó de seguridad. Dijo su nombre, ese que había inventado hacía unos minutos y volteó, se hizo un rodete con las manos y, en un giro eficaz, la melena bañó sus hombros y espalda. Haciendo uso y abuso de aquel histrionismo con el que había sido bendecida –o maldecida, según quién la viera-, inventó la historia de una pobre campesina a la cual le ocurrían cientos de desgracias mientras ordeñaba una vaca. La actuación logró que su jueza llorara de risa, literalmente. Cuando Rania bajó del escenario, allí estaba Thian esperándola.
—Ha sido todo un fiasco, ¿verdad? —aunque, a decir verdad, la gitana sabía que había estado esplendorosa, pero por algún motivo que no lograba dilucidar, buscó palabras halagadoras en el joven.
Rania Stoica- Gitano
- Mensajes : 14
Fecha de inscripción : 12/09/2017
Re: Anoche soñé contigo | Privado
¿Decepción? ¿Era esa la palabra que Jayah había utilizado para predecir lo que ocurriría allí? Se había equivocado por completo. Su desparpajo, la facilidad con la que se había metido en la piel de un personaje que parecía recién creado y la seguridad con la que había hablado, habían hecho que se ganase el puesto desde el minuto uno. Pero no solo era eso, sino que también les había dado un espectáculo locuaz, con chistes ingeniosos que habían hecho reír a todos los presentes en la carpa. Al final, cuando pareció que el monólogo acababa, todos la aplaudieron con ganas y Thian –mientras batía palmas para ella- meditó en que habría jurado que Jayah era cantante u acróbata, pero no actriz porque no había adivinado nada de todo lo que ahora sabía que era -y del potencial que tenía- en los minutos que habían compartido afuera. Sin dudas esa muchacha era especial y estaba llena de sorpresas.
-¡Bienvenida a la familia del circo gitano, Jayah! –le dijo a modo de felicitación cuando ella bajó.
Luego Farah la llamó un momento para poder darle una devolución que él no oyó, pero al ver el rostro de su hermana mientras hablaba, Thian supuso que era muy buena. Se acercó a ellas cuando intuyó que la conversación acababa y acotó:
-Eso ha sido perfecto, todavía me tiembla el estómago de tanto reír –dijo y se llevó una mano al abdomen-. No te había imaginado así de desenvuelta, te hacía algo más tímida. ¡Me has sorprendido! ¿Estás contenta?
Thian comenzó a caminar hacia la salida de la carpa y la invitó a seguirlo, había más personas aguardando ingresar y debían darle el espacio. Se debatía entre decirle o no quién era, pero juzgó que sería tomado como pedantería o soberbia contarle ahora a Jayah que él era el dueño del circo, que lo había heredado de su padre. No quería romper con el clima de alegría que todavía se respiraba gracias a la actuación de la gitana.
-¿Vives cerca de aquí? No te había visto antes, no eres de nuestra comunidad… Aunque ahora sí serás parte del circo. ¿Querrás vivir con nosotros? –Otra vez la curiosidad que lo hacía quedar como un maldito preguntón… pero no podía dejar de pensar en ella desde la mañana, incluso desde antes de conocerla.
Thian moría de hambre porque no había alcanzado a desayunar esa mañana, preocupado como estaba en mostrarse presente en un día tan especial para la comunidad circense. Faltaba aún para el mediodía, pero pensaba igual llegarse a la carpa donde todos comían esperando poder encontrar algo que llevarse al estómago.
-Jayah, tengo que seguir observando las demás convocatorias y muero de hambre, pensaba ir hasta la carpa donde comemos. ¿Te gustaría acompañarme? Podemos pedir algo de fruta y comerla mientras observamos las demás audiciones. ¿Qué dices? Supongo que ahora que te han probado y que todo ha salido más que bien ya no estarás nerviosa. Igualmente sigue en pie mi invitación a almorzar, pero cuando sea un horario más acorde, claro.
-¡Bienvenida a la familia del circo gitano, Jayah! –le dijo a modo de felicitación cuando ella bajó.
Luego Farah la llamó un momento para poder darle una devolución que él no oyó, pero al ver el rostro de su hermana mientras hablaba, Thian supuso que era muy buena. Se acercó a ellas cuando intuyó que la conversación acababa y acotó:
-Eso ha sido perfecto, todavía me tiembla el estómago de tanto reír –dijo y se llevó una mano al abdomen-. No te había imaginado así de desenvuelta, te hacía algo más tímida. ¡Me has sorprendido! ¿Estás contenta?
Thian comenzó a caminar hacia la salida de la carpa y la invitó a seguirlo, había más personas aguardando ingresar y debían darle el espacio. Se debatía entre decirle o no quién era, pero juzgó que sería tomado como pedantería o soberbia contarle ahora a Jayah que él era el dueño del circo, que lo había heredado de su padre. No quería romper con el clima de alegría que todavía se respiraba gracias a la actuación de la gitana.
-¿Vives cerca de aquí? No te había visto antes, no eres de nuestra comunidad… Aunque ahora sí serás parte del circo. ¿Querrás vivir con nosotros? –Otra vez la curiosidad que lo hacía quedar como un maldito preguntón… pero no podía dejar de pensar en ella desde la mañana, incluso desde antes de conocerla.
Thian moría de hambre porque no había alcanzado a desayunar esa mañana, preocupado como estaba en mostrarse presente en un día tan especial para la comunidad circense. Faltaba aún para el mediodía, pero pensaba igual llegarse a la carpa donde todos comían esperando poder encontrar algo que llevarse al estómago.
-Jayah, tengo que seguir observando las demás convocatorias y muero de hambre, pensaba ir hasta la carpa donde comemos. ¿Te gustaría acompañarme? Podemos pedir algo de fruta y comerla mientras observamos las demás audiciones. ¿Qué dices? Supongo que ahora que te han probado y que todo ha salido más que bien ya no estarás nerviosa. Igualmente sigue en pie mi invitación a almorzar, pero cuando sea un horario más acorde, claro.
Thian Rom- Gitano
- Mensajes : 28
Fecha de inscripción : 19/06/2017
Re: Anoche soñé contigo | Privado
Thian era el hombre más encantador que había conocido. ¿A quién quería engañar? Rania habría dado su cabellera gloriosa por poder extender el tiempo junto a él. Se sentía a gusto, como si hubiera pertenecido toda su vida a los lugares que tenían su presencia, como si estuvieran unidos por un lazo invisible que los había hecho llegar hasta el punto de encuentro. Se sentía irremediablemente atraída por el gitano, por el magnetismo de sus ojos oscuros que la miraban como si la reconocieran de siempre. Por unos instantes, pensó que estaba dejando volar demasiado su imaginación, pero él sonreía y traía consigo una marea de sensaciones que en nada tenían estaban relacionadas a la emoción de haber aprobado el casting, de haber sido bienvenida en aquella comunidad, de haber conseguido lo que se había propuesto. Era todo en Thian lo que la conmovía, lo que la afectaba, y también la asustaba, por nunca se había sentido de aquella manera junto a alguien, y menos junto a un completo desconocido.
—Puedo sorprenderte mucho más —respondió coqueta y rió para añadirle un tono de broma. —Soy una gran aficionada de la comedia —añadió, para no quedar como una joven de dudosa reputación. —Cuando me es posible, me detengo en espectáculos callejeros y aprendo de ellos —se explayó un poco más. Estaba tan a gusto conversando con él…
Continuó caminando junto al muchacho, y estuvo tentada a tomarse de su brazo. Se preguntó qué se sentiría acariciarlo, parecía muy fuerte, muy firme; avergonzada por su propio pensamiento, agradeció que todavía tuviera el rostro acalorado por la actuación, y eso disimulaba su actual rubor, que le asentaba aquel rostro pecoso que tantas burlas atraía y que ella, por pura terquedad y rebeldía, había aprendido a querer. Intentó retomar, con éxito, el hilo de la conversación, decidida a concentrarse en lo que él tuviera para decir, antes de que su propia cabeza en complicidad con su boca, le jugaran una muy mala pasada, que la obligaría a salir corriendo de ahí.
—Vivo… No vivo ni cerca, ni lejos — ¿qué demonios estaba diciendo? —Me encantaría vivir aquí, pero no puedo. Cuido de mis abuelos enfermos. Somos una comunidad muy pequeña y unida, no podría abandonarlos. Sabes cómo somos los gitanos con la familia… —el día que sus mentiras se cayeran una a una, quedaría en completo ridículo. Pero no podía arriesgarse a que alguien la reconociera, ya suficiente con ese pelo rojizo. Además, algo muy íntimo le decía que no debía decir la verdad. El apellido que portaba, así como respetado, también era muy odiado.
—Sí, te acompaño. Creo que ha pasado mi ansiedad y yo también muero de hambre —se acarició el estómago, graficando lo que le pasaba.
La carpa donde comían no estaba muy lejos. Le sorprendió la amabilidad de todos en aquel lugar, el clima festivo que se respiraba. También, le llamó la atención que todos saludaran a Thian, aunque no se atrevía a preguntar demasiado. Supuso que debía ser un encargado o algo por el estilo; sin contar que parecía ser la persona más amable del Universo, y eso hacía que se ganara el cariño de todos. Cuando ingresaron, había una mesa larga con frutas de todos los colores y sabores, cereales y panecillos. Como la timidez no formaba parte de su personalidad, apresuró el paso, dejando atrás a Thian.
— ¡Cuántos manjares! —exclamó maravillada, mientras tomaba una manzana de un plato. Extendió su mano hacia otro plato, y tomó un pan. Lo olisqueó y sonrió ampliamente. —Oh… Queso… —se relamió antes de darle un mordisquito. —Esto está exquisito —aseguró, luego de tragar. —Podría acostumbrarme muy rápido a ésta buena comida —aseguró, y contempló la fruta, extremadamente roja y brillante. —Es la manzana más perfecta que he visto. Ven, acércate. No me digas que no tengo razón —esa excusa tan barata, Rania Stoica… La gitana necesitaba tenerlo cerca, un poco más…
—Puedo sorprenderte mucho más —respondió coqueta y rió para añadirle un tono de broma. —Soy una gran aficionada de la comedia —añadió, para no quedar como una joven de dudosa reputación. —Cuando me es posible, me detengo en espectáculos callejeros y aprendo de ellos —se explayó un poco más. Estaba tan a gusto conversando con él…
Continuó caminando junto al muchacho, y estuvo tentada a tomarse de su brazo. Se preguntó qué se sentiría acariciarlo, parecía muy fuerte, muy firme; avergonzada por su propio pensamiento, agradeció que todavía tuviera el rostro acalorado por la actuación, y eso disimulaba su actual rubor, que le asentaba aquel rostro pecoso que tantas burlas atraía y que ella, por pura terquedad y rebeldía, había aprendido a querer. Intentó retomar, con éxito, el hilo de la conversación, decidida a concentrarse en lo que él tuviera para decir, antes de que su propia cabeza en complicidad con su boca, le jugaran una muy mala pasada, que la obligaría a salir corriendo de ahí.
—Vivo… No vivo ni cerca, ni lejos — ¿qué demonios estaba diciendo? —Me encantaría vivir aquí, pero no puedo. Cuido de mis abuelos enfermos. Somos una comunidad muy pequeña y unida, no podría abandonarlos. Sabes cómo somos los gitanos con la familia… —el día que sus mentiras se cayeran una a una, quedaría en completo ridículo. Pero no podía arriesgarse a que alguien la reconociera, ya suficiente con ese pelo rojizo. Además, algo muy íntimo le decía que no debía decir la verdad. El apellido que portaba, así como respetado, también era muy odiado.
—Sí, te acompaño. Creo que ha pasado mi ansiedad y yo también muero de hambre —se acarició el estómago, graficando lo que le pasaba.
La carpa donde comían no estaba muy lejos. Le sorprendió la amabilidad de todos en aquel lugar, el clima festivo que se respiraba. También, le llamó la atención que todos saludaran a Thian, aunque no se atrevía a preguntar demasiado. Supuso que debía ser un encargado o algo por el estilo; sin contar que parecía ser la persona más amable del Universo, y eso hacía que se ganara el cariño de todos. Cuando ingresaron, había una mesa larga con frutas de todos los colores y sabores, cereales y panecillos. Como la timidez no formaba parte de su personalidad, apresuró el paso, dejando atrás a Thian.
— ¡Cuántos manjares! —exclamó maravillada, mientras tomaba una manzana de un plato. Extendió su mano hacia otro plato, y tomó un pan. Lo olisqueó y sonrió ampliamente. —Oh… Queso… —se relamió antes de darle un mordisquito. —Esto está exquisito —aseguró, luego de tragar. —Podría acostumbrarme muy rápido a ésta buena comida —aseguró, y contempló la fruta, extremadamente roja y brillante. —Es la manzana más perfecta que he visto. Ven, acércate. No me digas que no tengo razón —esa excusa tan barata, Rania Stoica… La gitana necesitaba tenerlo cerca, un poco más…
Rania Stoica- Gitano
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Fecha de inscripción : 12/09/2017
Re: Anoche soñé contigo | Privado
Thian no le creyó demasiado, le pareció que no era sincera ya que se contradecía un poco en sus frases. Igualmente no la culpaba, apenas se conocían y él ya estaba haciendo preguntas de lo más extrañas, era culpa suya por estar incomodándola y no de ella por desconfiar de un hombre al que no conocía en lo absoluto. Era tan bella... ¿quién podría culparlo por querer saber más?
Para almorzar era muy temprano, pero el aroma ya se sentía en la carpa donde todos se reunirían a compartir platos. Los encargados del área trabajaban en las comidas desde muy temprano y lo hacían con dedicación y alegría. Allí todos eran una familia unida y ese era uno de los mayores orgullos de Thian Rom, no haber arruinado aquello que a su padre tanto le había costado sostener en el tiempo.
Se sirvió agua, porque no encontró leche por ningún lado, estaba sediento. Luego de eso fue directo a cortarse algunos trozos de queso, moría de hambre porque no había tenido tiempo de desayunar. Cuando se volteó, se encontró con Jayah que le sonreía mostrándole una fruta y a Thian le costó reaccionar unos segundos. Fue un instante, menos que eso quizás, en el que la visión de la mujer le llenó el cuerpo de sensaciones que no alcanzaba a definir. ¿Una premonición sin sentido? No estaba seguro.
-Qué bien se ve eso –dijo, refiriéndose sin dudas al conjunto manzana-Jayah, pero señalando la fruta-. Creo que también comeré una. ¿Quieres que nos sentemos un momento? –ofreció mientras daba el primer mordisco a la jugosa fruta y caminaba hacia la mesa, que no era más que un largo tablón apoyado en tres caballetes.
Quería conocerla un poco más, pero el tiempo que tenían era escaso, a penas unos minutos antes de tener que seguir viendo audiciones porque le gustaba estar bien presente en esos asuntos. Que los nuevos lo viesen desde el principio haciéndose cargo de todo.
-Sería bueno que te acostumbres, quiero decir que tal vez tengas que pasar algunas semanas entre nosotros en lugar de ir y venir desde tu grupo al circo –explicó rápido, temeroso de malos entendidos-. Hay algunas temporadas de mucho trabajo, principalmente los meses de verano, creo que te será conveniente quedarte entre nosotros en esas fechas. Cuéntame de ti, ¿solo vives con tus abuelos? ¿Tienes hermanos? ¡Ja! ¿Qué gitano no tiene hermanos? ¡No existe eso! –se rió.
A punto estaba de inventarse alguna historia. Decir que solo era uno de los encargados del montaje –que tampoco era del todo mentira ya que él mismo coordinaba el armado y desarmado de las carpas-, que hacía mucho que vivía allí con su familia… pero no pudo decir nada de aquello pues fueron interrumpidos por Yvonne, la muchacha aseguraba que pedían la decisión de Thian en la audición de hombres forzudos.
-Lo siento, debo ir allí, Jayah –dijo, poniéndose en pie, lamentando que la charla hubiese durado lo que una estrella fugaz en el cielo-. ¿Quieres venir?
Para almorzar era muy temprano, pero el aroma ya se sentía en la carpa donde todos se reunirían a compartir platos. Los encargados del área trabajaban en las comidas desde muy temprano y lo hacían con dedicación y alegría. Allí todos eran una familia unida y ese era uno de los mayores orgullos de Thian Rom, no haber arruinado aquello que a su padre tanto le había costado sostener en el tiempo.
Se sirvió agua, porque no encontró leche por ningún lado, estaba sediento. Luego de eso fue directo a cortarse algunos trozos de queso, moría de hambre porque no había tenido tiempo de desayunar. Cuando se volteó, se encontró con Jayah que le sonreía mostrándole una fruta y a Thian le costó reaccionar unos segundos. Fue un instante, menos que eso quizás, en el que la visión de la mujer le llenó el cuerpo de sensaciones que no alcanzaba a definir. ¿Una premonición sin sentido? No estaba seguro.
-Qué bien se ve eso –dijo, refiriéndose sin dudas al conjunto manzana-Jayah, pero señalando la fruta-. Creo que también comeré una. ¿Quieres que nos sentemos un momento? –ofreció mientras daba el primer mordisco a la jugosa fruta y caminaba hacia la mesa, que no era más que un largo tablón apoyado en tres caballetes.
Quería conocerla un poco más, pero el tiempo que tenían era escaso, a penas unos minutos antes de tener que seguir viendo audiciones porque le gustaba estar bien presente en esos asuntos. Que los nuevos lo viesen desde el principio haciéndose cargo de todo.
-Sería bueno que te acostumbres, quiero decir que tal vez tengas que pasar algunas semanas entre nosotros en lugar de ir y venir desde tu grupo al circo –explicó rápido, temeroso de malos entendidos-. Hay algunas temporadas de mucho trabajo, principalmente los meses de verano, creo que te será conveniente quedarte entre nosotros en esas fechas. Cuéntame de ti, ¿solo vives con tus abuelos? ¿Tienes hermanos? ¡Ja! ¿Qué gitano no tiene hermanos? ¡No existe eso! –se rió.
A punto estaba de inventarse alguna historia. Decir que solo era uno de los encargados del montaje –que tampoco era del todo mentira ya que él mismo coordinaba el armado y desarmado de las carpas-, que hacía mucho que vivía allí con su familia… pero no pudo decir nada de aquello pues fueron interrumpidos por Yvonne, la muchacha aseguraba que pedían la decisión de Thian en la audición de hombres forzudos.
-Lo siento, debo ir allí, Jayah –dijo, poniéndose en pie, lamentando que la charla hubiese durado lo que una estrella fugaz en el cielo-. ¿Quieres venir?
Thian Rom- Gitano
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Fecha de inscripción : 19/06/2017
Re: Anoche soñé contigo | Privado
A lo que Rania podía acostumbrarse fácilmente no era a la abundante y deliciosa comida, tampoco al clima festivo que se respiraba en cada rincón de aquel lugar, sino a la presencia bendita de Thian. Por más apresurado que pudiese ser para el imaginario popular, el gitano parecía sacado de una de las historias de princesas guerreras y príncipes azules que ella armaba en su cabeza. Se descubrió a sí misma contemplándolo, embobada, estudiando sus rasgos y contemplando su boca cuando hablaba. Se le secó la garganta al imaginar cómo sería besarlo, y aquel pensamiento la tomó por sorpresa, pues nunca había besado a nadie, ni siquiera lo había deseado. Los gitanos de su comunidad eran sumamente machistas y toscos, ninguno le provocaba aquella revolución que se había desatado en ella desde el momento en que había cruzado su mirada con la de Thian, como si estuvieran unidos por un lazo poderoso que los mantenía unidos desde hacía siglos, y no como los dos perfectos desconocidos que eran.
A decir verdad, tampoco alguien se había interesado en ella como ese muchacho, que le preguntaba sobre su vida. Decidió no decir nada sobre pasar semanas allí, no existía tal posibilidad; simplemente, quería disfrutar del aquí y el ahora, que era compartir el tiempo con tan maravillosa creación. No quería pensar en que no faltaba demasiado para que su padre decidiera levantar campamento y largarse de París, en busca de otros recursos, de nuevos aires; no podía, aunque quisiera, deshacerse de su veta nómada, y la comunidad entera lo seguiría a donde fuera. Y ella también, era su deber. No podía abusar de la confianza que su progenitor había depositado en su persona. Incluso Rania, avasallante y egocéntrica, sabía que no podía cruzar ciertos límites, que como hija, tenía respeto por las figuras paterna y materna.
—Sí, sólo con mis abuelos. Mis padres y hermanos murieron —relató, imprimiéndole una congoja casi imperceptible a su voz, luego de tragar el pequeño bocado que le había dado a la manzana. De cierta forma, no le gustaba mentirle, le parecía injusto. Él estaba siendo extremadamente amable y generoso con ella, y no había sido capaz ni siquiera de darle su verdadero nombre. Pero la gitana conocía los riesgos de dar su identidad, el apellido Stoica no era muy querido, aunque sí temido, y no iba a dar por tierra con todos los logros en tan pocas horas. Iba a continuar con su narración, una mentira tras otra –por supuesto-, pero fueron interrumpidos, y eso, increíblemente, la alivió.
—Sí, quiero ir —dijo inmediatamente, con una sonrisa. Lo contempló por unos momentos, analizó todo lo que había pasado a lo largo de la jornada, cómo Thian había sido saludado con afecto por muchas personas, también el halo de autoridad que lo envolvía, el acceso a ciertos espacios privilegiados, y que ahora lo buscaban para la toma de decisiones. ¡Qué tonta! Él era el jefe de toda aquella comunidad, ¿cómo no se había dado cuenta? Tal vez por su juventud y su amabilidad no había logrado asociarlo. —Debo disculparme por la pregunta que hará a continuación pero, ¿quién eres? Porque parece que todo esto funciona gracias a ti, cada persona de éste lugar te conoce, y yo no. Y no quisiera que alguien pensara mal de mí, en realidad, de nosotros, porque soy nueva, ya califiqué en la audición, pero voy contigo de un lado a otro —se había parado frente a Thian, cruzada de brazos y le hablaba con mucha firmeza. Pensó que, tal vez, estaba intentando seducirla, haciendo uso y abuso de su posición. Así eran todos los gitanos, aunque deseó profundamente que él fuese la excepción.
A decir verdad, tampoco alguien se había interesado en ella como ese muchacho, que le preguntaba sobre su vida. Decidió no decir nada sobre pasar semanas allí, no existía tal posibilidad; simplemente, quería disfrutar del aquí y el ahora, que era compartir el tiempo con tan maravillosa creación. No quería pensar en que no faltaba demasiado para que su padre decidiera levantar campamento y largarse de París, en busca de otros recursos, de nuevos aires; no podía, aunque quisiera, deshacerse de su veta nómada, y la comunidad entera lo seguiría a donde fuera. Y ella también, era su deber. No podía abusar de la confianza que su progenitor había depositado en su persona. Incluso Rania, avasallante y egocéntrica, sabía que no podía cruzar ciertos límites, que como hija, tenía respeto por las figuras paterna y materna.
—Sí, sólo con mis abuelos. Mis padres y hermanos murieron —relató, imprimiéndole una congoja casi imperceptible a su voz, luego de tragar el pequeño bocado que le había dado a la manzana. De cierta forma, no le gustaba mentirle, le parecía injusto. Él estaba siendo extremadamente amable y generoso con ella, y no había sido capaz ni siquiera de darle su verdadero nombre. Pero la gitana conocía los riesgos de dar su identidad, el apellido Stoica no era muy querido, aunque sí temido, y no iba a dar por tierra con todos los logros en tan pocas horas. Iba a continuar con su narración, una mentira tras otra –por supuesto-, pero fueron interrumpidos, y eso, increíblemente, la alivió.
—Sí, quiero ir —dijo inmediatamente, con una sonrisa. Lo contempló por unos momentos, analizó todo lo que había pasado a lo largo de la jornada, cómo Thian había sido saludado con afecto por muchas personas, también el halo de autoridad que lo envolvía, el acceso a ciertos espacios privilegiados, y que ahora lo buscaban para la toma de decisiones. ¡Qué tonta! Él era el jefe de toda aquella comunidad, ¿cómo no se había dado cuenta? Tal vez por su juventud y su amabilidad no había logrado asociarlo. —Debo disculparme por la pregunta que hará a continuación pero, ¿quién eres? Porque parece que todo esto funciona gracias a ti, cada persona de éste lugar te conoce, y yo no. Y no quisiera que alguien pensara mal de mí, en realidad, de nosotros, porque soy nueva, ya califiqué en la audición, pero voy contigo de un lado a otro —se había parado frente a Thian, cruzada de brazos y le hablaba con mucha firmeza. Pensó que, tal vez, estaba intentando seducirla, haciendo uso y abuso de su posición. Así eran todos los gitanos, aunque deseó profundamente que él fuese la excepción.
Rania Stoica- Gitano
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Fecha de inscripción : 12/09/2017
Re: Anoche soñé contigo | Privado
¡Claro que nadie quería jugarse la cabeza al decidir entre los hombres forzudos! Les atemorizaba creer que los que no fuesen elegidos podían tomar alguna represalia… A Thian eso le tenía sin cuidado, no porque fuese un insensato, sino porque creía que un hombre con fuerza siempre era necesario en el circo y si no les podían dar el puesto para el show, si podían buscarles otra función.
Lo tomo por sorpresa la pregunta de Jayah, ya la había descubierto como una mujer interesante e inteligente, pero no vio venir algo así justo cuando se estaban por marchar… De igual modo, no tenía inconvenientes en decirle quien era. No era algo que le gustase comentar cuando acababa de conocer a alguien, porque le temía al juicio de algunas personas y ella era una.
-Jayah, tienes razón, muchas personas me conocen aquí –le sonrió y se concentró en su mirada, quería ver si cambiaba al saber quién era-. Mi padre era el dueño del circo, el fundador, a eso se debe que todos me pregunten cosas. Él ha muerto hace un año, entonces soy yo quien debe tomar algunas decisiones.
Estaba dicho, ¿cambiaría algo? Acababa de conocerla –de hecho no la conocía en lo absoluto-, pero era importante lo que ella creyese de él, quería agradarle, caerle bien, que no creyera que hacía uso de su poder para gustarle. De hecho, Thian anhelaba gustarle por quien era y no porque tenía el circo.
-Pero eso no cambia nada en mí, soy un miembro del circo y trabajo igual que todos –se apuró a aclararle-. Lo que hago no cambia quien soy, Jayah.
Tras decir eso, Thian se puso en marcha rumbo a la carpa en la que estaban mostrándose los hombres forzudos. Le agradó que Jayah le hubiese dicho que lo acompañaría, pues quería pasar tiempo con ella. Ya había audicionado, había quedado y estaba libre si quería volver a su hogar… pero allí estaba, algo estaba haciendo bien Thian porque Jayah quería seguir acompañándole.
-Si no fueses la gran actriz que sé que eres, ¿qué te gustaría ser? ¿Mujer forzuda? –se rió, justo cuando ingresaban al lugar.
El olor a transpiración lo golpeó, Thian no pudo evitar poner una mueca de desagrado, pero de igual modo se dirigió a las gradas para observar a los hombres levantar grandes piezas de metal o redes llenas de piedras. Todos parecían tener la misma fuerza... tal vez ese fuese el problema.
-¡Puedo levantarlos a ustedes dos juntos sobre esas gradas! –aseguró el más alto, que no era justamente el que más músculos marcados exhibía.
-Oh, no. Está bien… No, no –le dijo Thian, tratando de impedirlo. Pero no pudo y el hombre acabó ubicándose tras ellos y levantando –efectivamente- la estructura de metal con ellos dos. Atinó a abrazar a Jayah, como si con ese simple gesto pudiese protegerla de alguna posible caída.
Lo tomo por sorpresa la pregunta de Jayah, ya la había descubierto como una mujer interesante e inteligente, pero no vio venir algo así justo cuando se estaban por marchar… De igual modo, no tenía inconvenientes en decirle quien era. No era algo que le gustase comentar cuando acababa de conocer a alguien, porque le temía al juicio de algunas personas y ella era una.
-Jayah, tienes razón, muchas personas me conocen aquí –le sonrió y se concentró en su mirada, quería ver si cambiaba al saber quién era-. Mi padre era el dueño del circo, el fundador, a eso se debe que todos me pregunten cosas. Él ha muerto hace un año, entonces soy yo quien debe tomar algunas decisiones.
Estaba dicho, ¿cambiaría algo? Acababa de conocerla –de hecho no la conocía en lo absoluto-, pero era importante lo que ella creyese de él, quería agradarle, caerle bien, que no creyera que hacía uso de su poder para gustarle. De hecho, Thian anhelaba gustarle por quien era y no porque tenía el circo.
-Pero eso no cambia nada en mí, soy un miembro del circo y trabajo igual que todos –se apuró a aclararle-. Lo que hago no cambia quien soy, Jayah.
Tras decir eso, Thian se puso en marcha rumbo a la carpa en la que estaban mostrándose los hombres forzudos. Le agradó que Jayah le hubiese dicho que lo acompañaría, pues quería pasar tiempo con ella. Ya había audicionado, había quedado y estaba libre si quería volver a su hogar… pero allí estaba, algo estaba haciendo bien Thian porque Jayah quería seguir acompañándole.
-Si no fueses la gran actriz que sé que eres, ¿qué te gustaría ser? ¿Mujer forzuda? –se rió, justo cuando ingresaban al lugar.
El olor a transpiración lo golpeó, Thian no pudo evitar poner una mueca de desagrado, pero de igual modo se dirigió a las gradas para observar a los hombres levantar grandes piezas de metal o redes llenas de piedras. Todos parecían tener la misma fuerza... tal vez ese fuese el problema.
-¡Puedo levantarlos a ustedes dos juntos sobre esas gradas! –aseguró el más alto, que no era justamente el que más músculos marcados exhibía.
-Oh, no. Está bien… No, no –le dijo Thian, tratando de impedirlo. Pero no pudo y el hombre acabó ubicándose tras ellos y levantando –efectivamente- la estructura de metal con ellos dos. Atinó a abrazar a Jayah, como si con ese simple gesto pudiese protegerla de alguna posible caída.
Thian Rom- Gitano
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Fecha de inscripción : 19/06/2017
Re: Anoche soñé contigo | Privado
En realidad, poco importaron sus explicaciones. Rania, parada frente a él, se perdió fácilmente en sus ojos, oscuros y profundos como una noche sin luna. ¡Qué amarrada se sentía! Encadenada a su mirada, que la atravesaba y la elevaba. No podía ser posible que alguien generara en ella aquellas turbulentas emociones, si lo conocía hacía tan sólo unas horas. Desde que lo vio que estaba reprimiendo los deseos de lanzarse a sus brazos y besarlo, y a cada instante le costaba más. Y se reprimía porque no sabría cómo hacerlo y le daba vergüenza que él se diera cuenta y se burlara. Lo que le dijo fue suficiente. Entendía lo que Thian sentía porque a ella también le pasaba; ser la hija del líder no era cosa fácil. Ser el líder, como lo era ese gitano, mucho menos. Si Rania hubiera podido elegir, le hubiera gustado ser una gitana común y corriente, sin ningún tipo de obligaciones. Ansiaba ser libre de las responsabilidades que caían sobre sus hombros y que venía esquivando, más o menos, desde su nacimiento. A modo de respuesta, asintió y le sonrió suavemente, en especial porque no tenía nada para decir que no la hiciera quedar como una completa estúpida.
Caminó tras él y estudió su figura. Sus hombros anchos, su espalda que se afinaba a la altura de la cintura, y no se sintió capaz de continuar. Regresó la visión hacia su nuca y su cabello, que era abundante, lacio y se lo notaba limpio. Un gitano limpio era todo un acontecimiento… Recordó que su padre, en más de una oportunidad, le había pedido que eligiera un marido, cualquiera querría desposarla, ya que la familia entera obtendría el favor de Bavol. Por su cabeza se cruzó la imagen de Thian colocando una alianza en su anular, y la descartó rápidamente, con el rostro enrojecido. Stoica nunca aceptaría que su muchacha contrajera nupcias con alguien fuera de su círculo íntimo, y mucho menos si era el dueño de un circo. Era un hombre muy estricto, conservador y tradicional, y para Rania querría un esposo de su misma comunidad y que no banalizara las costumbres de su etnia, tal como solía referirse a aquellos que utilizaban sus habilidades para el entretenimiento. Ella no estaba de acuerdo, pero se cuidaba de decírselo.
—He pensado en ello —respondió, risueña. —Pero creo que debería haber nacido con algunos centímetros más —y no pudo continuar hablando porque notó la mueca de asco de Thian cuando el vaho de la carpa se acercó a ellos. A pesar de que a ella también la impresionó, el gesto del muchacho le causó tanta gracia que se sentó junto a él, intentado no estallar por la carcajada que le arrebataba lágrimas y le había acalambrado el estómago.
La tomó por sorpresa la destreza del hombre que, sin mucho esfuerzo, los levantó. El brinco de su corazón ante el abrazo de Thian la obligó a contener la risa, y en un gesto premeditado, hizo lo propio. Con un brazo lo tomó por la cintura y su mano libre la apoyó en su pecho. Alzó el rostro para mirar el del dueño del lugar y, ahora que estaban tan cerca, le pareció aún más precioso. También fue consciente de la firmeza de sus músculos, que la contenían. El instante de estupefacción pasó, y comenzó a reír nuevamente, feliz de estar en aquella altura, sintiendo un suave balanceo, y envuelta por el cuerpo del gitano.
— ¡Esto es muy divertido, Thian! —exclamó, y miró hacia abajo. Rania era una aventurera, nadie podía negarlo. —No vamos a caernos, quita esa cara de horror y disfruta —lo instó, sin soltarse, hablándole muy cerca. No se sentía capaz de separarse de él. La distancia le hubiera parecido insoportable de sobrellevar. Entendió que quería quedarse así toda la vida.
Caminó tras él y estudió su figura. Sus hombros anchos, su espalda que se afinaba a la altura de la cintura, y no se sintió capaz de continuar. Regresó la visión hacia su nuca y su cabello, que era abundante, lacio y se lo notaba limpio. Un gitano limpio era todo un acontecimiento… Recordó que su padre, en más de una oportunidad, le había pedido que eligiera un marido, cualquiera querría desposarla, ya que la familia entera obtendría el favor de Bavol. Por su cabeza se cruzó la imagen de Thian colocando una alianza en su anular, y la descartó rápidamente, con el rostro enrojecido. Stoica nunca aceptaría que su muchacha contrajera nupcias con alguien fuera de su círculo íntimo, y mucho menos si era el dueño de un circo. Era un hombre muy estricto, conservador y tradicional, y para Rania querría un esposo de su misma comunidad y que no banalizara las costumbres de su etnia, tal como solía referirse a aquellos que utilizaban sus habilidades para el entretenimiento. Ella no estaba de acuerdo, pero se cuidaba de decírselo.
—He pensado en ello —respondió, risueña. —Pero creo que debería haber nacido con algunos centímetros más —y no pudo continuar hablando porque notó la mueca de asco de Thian cuando el vaho de la carpa se acercó a ellos. A pesar de que a ella también la impresionó, el gesto del muchacho le causó tanta gracia que se sentó junto a él, intentado no estallar por la carcajada que le arrebataba lágrimas y le había acalambrado el estómago.
La tomó por sorpresa la destreza del hombre que, sin mucho esfuerzo, los levantó. El brinco de su corazón ante el abrazo de Thian la obligó a contener la risa, y en un gesto premeditado, hizo lo propio. Con un brazo lo tomó por la cintura y su mano libre la apoyó en su pecho. Alzó el rostro para mirar el del dueño del lugar y, ahora que estaban tan cerca, le pareció aún más precioso. También fue consciente de la firmeza de sus músculos, que la contenían. El instante de estupefacción pasó, y comenzó a reír nuevamente, feliz de estar en aquella altura, sintiendo un suave balanceo, y envuelta por el cuerpo del gitano.
— ¡Esto es muy divertido, Thian! —exclamó, y miró hacia abajo. Rania era una aventurera, nadie podía negarlo. —No vamos a caernos, quita esa cara de horror y disfruta —lo instó, sin soltarse, hablándole muy cerca. No se sentía capaz de separarse de él. La distancia le hubiera parecido insoportable de sobrellevar. Entendió que quería quedarse así toda la vida.
Rania Stoica- Gitano
- Mensajes : 14
Fecha de inscripción : 12/09/2017
Re: Anoche soñé contigo | Privado
No le gustó para nada el movimiento al que fueron sometidos, pero tenía que reconocer que aquel hombre se estaba ganando el puesto, se merecía quedar seleccionado para ser parte del circo pues tenía gran fuerza. Eso lo reconocía, sí, pero no significaba que disfrutara de lo que les estaba haciendo…
Podía decir que lo único que obraba de atenuante era la risa dulce de la muchacha. Ya le había gustado su voz, adoraba su mirada curiosa y vivaz, ya reconocía que estaba enamorado de su sonrisa, que su cabello brillante como el fuego lo cautivaba… ¡pero el sonido hermoso de su risa era maravilloso! Abrazar a aquella mujer mientras ella reía era lo mejor que le había pasado en el último tiempo y quería agradecérselo, pero no sabía cómo.
Cuando el hombre se alejó de ellos todos lo aplaudieron. Thian no. Él estaba muy ocupado tratando de sujetarse y de acomodarse. Jayah estaba feliz, le encantaba descubrir eso, pero no lo entendía luego de tremendo sacudón.
-Que fuerza tiene –susurró para que solo ella lo oyera-, ¿qué tiene que comer un hombre para tener esos brazos? No lo entiendo…
Él estiró su brazo y mostró que sus músculos estaban marcados pero eran pequeños, al lado de un hombre de ese tamaño se sentía un mosquito. ¿Cómo le gustarían a Jayah los hombres? ¿Los prefería grandes y forzudos o mosquitos pero ingeniosos como él? Tal vez nunca lo supiera.
-No sé para qué me han llamado, para que me den sacudones supongo… porque aquí todo parece estar bien. Creo que prefiero ver como les va a los otros gitanos nuevos, ¿me acompañas? –dijo y se puso en pie, tendiéndole la mano-. Vayamos a ver como se trepan de los árboles los acróbatas.
Salieron de aquella carpa y tuvieron que caminar entre decenas de personas hasta llegar a la zona de los árboles más altos. Le encantaba aquella sensación, no era como tener el circo lleno de espectadores, sino que tenerlo lleno de artistas era mucho mejor. Había una energía especial entre los gitanos que hacía que siempre se sintiesen en familia.
-¿Le temes a las alturas, Jayah? ¿Te atreverías a subir hasta lo más alto de aquel árbol? –preguntó, señalando uno que en esos momentos escalaba un jovencito.
Sonaba a desafío, pero él no se creía capaz de permitirle que lo hiciera si nunca lo había intentado antes. Moriría de los nervios esperando al pie del árbol, creyendo que caería en cualquier momento… o peor: la acompañaría para que no se sintiese sola ante tamaña subida.
-Oh, ni siquiera quiero pensar en eso. Odio las alturas. Una vez fui al parque de diversiones de la ciudad y subí a la rueda gigantesca… aquello terminó realmente mal para mí.
Podía decir que lo único que obraba de atenuante era la risa dulce de la muchacha. Ya le había gustado su voz, adoraba su mirada curiosa y vivaz, ya reconocía que estaba enamorado de su sonrisa, que su cabello brillante como el fuego lo cautivaba… ¡pero el sonido hermoso de su risa era maravilloso! Abrazar a aquella mujer mientras ella reía era lo mejor que le había pasado en el último tiempo y quería agradecérselo, pero no sabía cómo.
Cuando el hombre se alejó de ellos todos lo aplaudieron. Thian no. Él estaba muy ocupado tratando de sujetarse y de acomodarse. Jayah estaba feliz, le encantaba descubrir eso, pero no lo entendía luego de tremendo sacudón.
-Que fuerza tiene –susurró para que solo ella lo oyera-, ¿qué tiene que comer un hombre para tener esos brazos? No lo entiendo…
Él estiró su brazo y mostró que sus músculos estaban marcados pero eran pequeños, al lado de un hombre de ese tamaño se sentía un mosquito. ¿Cómo le gustarían a Jayah los hombres? ¿Los prefería grandes y forzudos o mosquitos pero ingeniosos como él? Tal vez nunca lo supiera.
-No sé para qué me han llamado, para que me den sacudones supongo… porque aquí todo parece estar bien. Creo que prefiero ver como les va a los otros gitanos nuevos, ¿me acompañas? –dijo y se puso en pie, tendiéndole la mano-. Vayamos a ver como se trepan de los árboles los acróbatas.
Salieron de aquella carpa y tuvieron que caminar entre decenas de personas hasta llegar a la zona de los árboles más altos. Le encantaba aquella sensación, no era como tener el circo lleno de espectadores, sino que tenerlo lleno de artistas era mucho mejor. Había una energía especial entre los gitanos que hacía que siempre se sintiesen en familia.
-¿Le temes a las alturas, Jayah? ¿Te atreverías a subir hasta lo más alto de aquel árbol? –preguntó, señalando uno que en esos momentos escalaba un jovencito.
Sonaba a desafío, pero él no se creía capaz de permitirle que lo hiciera si nunca lo había intentado antes. Moriría de los nervios esperando al pie del árbol, creyendo que caería en cualquier momento… o peor: la acompañaría para que no se sintiese sola ante tamaña subida.
-Oh, ni siquiera quiero pensar en eso. Odio las alturas. Una vez fui al parque de diversiones de la ciudad y subí a la rueda gigantesca… aquello terminó realmente mal para mí.
Thian Rom- Gitano
- Mensajes : 28
Fecha de inscripción : 19/06/2017
Re: Anoche soñé contigo | Privado
Aquel día, que se había planteado como una aventura desde la primera hora, se fue convirtiendo, lentamente, en el más feliz de toda su vida. No recordaba haberse sentido tan plena como a lo largo de esa mañana; pero era la presencia de Thian la que hacía que todo fuera perfecto. No importaba si estaba metida en un pozo, si era junto a él, hubiera sido igualmente maravilloso. No había fisuras, no podía estar lejos del gitano ni un instante, y tampoco era capaz de dejar de mirarlo embobada, atrapada por aquella sonrisa que la invitaba al paraíso. ¿O el paraíso era él? Rania estaba confundida, nunca se había sentido de aquella forma, tan vertiginosa y hermosa a la vez. No quería que nunca, jamás, se terminara. Deseaba que el tiempo se detuviera, se congelara en la alegría compartida…
—Eres perfecto, así, tal como estás —comentó con soltura, mientras con el dedo índice le tocaba el músculo que él se esmeraba en exhibir. Luego le sonrió, y las pecas de su rostro se acentuaron ante el cariz que tomó su piel, acalorada por la actividad y por lo que se había atrevido a decir. Sin embargo, aplaudió como si aquellas palabras hubieran sido lanzadas con la más absoluta de las inocencias, aunque la joven sabía que no era así. ¡Estaba coqueteando con él! Y lo hacía en pleno uso de sus facultades y de su libre albedrío.
—Eres el jefe, debes recibir los sacudones para elegir el mejor —risueña, dijo aquellas palabras y le tomó la mano, como si hacerlo la aferrase a la felicidad. —Te acompaño —aseguró, mientras salían de allí.
A lo largo del trayecto no pudieron hablar, ya que esquivaban personas y se detenían para que Thian saludara a cuanto sujeto lo reconociese. Podría haberle molestado, pero Rania se sintió honrada de acompañar a un hombre tan querido por sus empleados, por los miembros de su comunidad. Ella estaba acostumbrada a los gitanos hoscos, como su padre, que se granjeaba el respeto de todos a base de generar temor. Los de su grupo, eran hombres muy difíciles, que consideraban a la mujer menos que un envase, que sólo debía hacer lo que ellos decían y parir hijos. Las gitanas tenían la maternidad como un deber. Por eso, y por tantas otras cuestiones más, la muchacha seguía dilatando el asunto de su compromiso, que debía resolverse lo antes posible, según palabras de su propio progenitor.
Contempló, con absoluta admiración, a los acróbatas que hacían sus destrezas en las gruesas ramas de los árboles. En ese momento, cayó en la cuenta de que el Sol estaba en lo alto, que debía ser el mediodía, o éste estaría muy cerca. ¡Había desaparecido demasiadas horas! Ya debían de haber notado su prolongada ausencia y comenzarían a buscarla. ¿De qué excusa se haría en ésta oportunidad para salvarse de la reprimenda? Soltó la mano de Thian, y nunca pensó que se sentiría tan triste un acto como aquel.
—El desafío quedará para otro momento. Ahora… Ahora debo irme —no quería despedirse de él. —Piensa qué apostaremos —le guiñó un ojo y se acercó a él. —Nos veremos en unos días, cuando comiencen los ensayos. Prometo estar aquí, puntual —le apoyó ambas manos en el pecho, se puso en puntas de pie, y le depositó un beso en la mejilla. —Gracias por todo, Thian. Ha sido el mejor día de mi vida —confesó, antes de dar un paso hacia atrás. —Y discúlpame por mentirte. Mi nombre es Rania, pero no se lo digas a nadie —le dedicó, una vez más, una amplia sonrisa. Giró sobre sus talones y salió corriendo entre la gente, con el corazón en un puño.
—Eres perfecto, así, tal como estás —comentó con soltura, mientras con el dedo índice le tocaba el músculo que él se esmeraba en exhibir. Luego le sonrió, y las pecas de su rostro se acentuaron ante el cariz que tomó su piel, acalorada por la actividad y por lo que se había atrevido a decir. Sin embargo, aplaudió como si aquellas palabras hubieran sido lanzadas con la más absoluta de las inocencias, aunque la joven sabía que no era así. ¡Estaba coqueteando con él! Y lo hacía en pleno uso de sus facultades y de su libre albedrío.
—Eres el jefe, debes recibir los sacudones para elegir el mejor —risueña, dijo aquellas palabras y le tomó la mano, como si hacerlo la aferrase a la felicidad. —Te acompaño —aseguró, mientras salían de allí.
A lo largo del trayecto no pudieron hablar, ya que esquivaban personas y se detenían para que Thian saludara a cuanto sujeto lo reconociese. Podría haberle molestado, pero Rania se sintió honrada de acompañar a un hombre tan querido por sus empleados, por los miembros de su comunidad. Ella estaba acostumbrada a los gitanos hoscos, como su padre, que se granjeaba el respeto de todos a base de generar temor. Los de su grupo, eran hombres muy difíciles, que consideraban a la mujer menos que un envase, que sólo debía hacer lo que ellos decían y parir hijos. Las gitanas tenían la maternidad como un deber. Por eso, y por tantas otras cuestiones más, la muchacha seguía dilatando el asunto de su compromiso, que debía resolverse lo antes posible, según palabras de su propio progenitor.
Contempló, con absoluta admiración, a los acróbatas que hacían sus destrezas en las gruesas ramas de los árboles. En ese momento, cayó en la cuenta de que el Sol estaba en lo alto, que debía ser el mediodía, o éste estaría muy cerca. ¡Había desaparecido demasiadas horas! Ya debían de haber notado su prolongada ausencia y comenzarían a buscarla. ¿De qué excusa se haría en ésta oportunidad para salvarse de la reprimenda? Soltó la mano de Thian, y nunca pensó que se sentiría tan triste un acto como aquel.
—El desafío quedará para otro momento. Ahora… Ahora debo irme —no quería despedirse de él. —Piensa qué apostaremos —le guiñó un ojo y se acercó a él. —Nos veremos en unos días, cuando comiencen los ensayos. Prometo estar aquí, puntual —le apoyó ambas manos en el pecho, se puso en puntas de pie, y le depositó un beso en la mejilla. —Gracias por todo, Thian. Ha sido el mejor día de mi vida —confesó, antes de dar un paso hacia atrás. —Y discúlpame por mentirte. Mi nombre es Rania, pero no se lo digas a nadie —le dedicó, una vez más, una amplia sonrisa. Giró sobre sus talones y salió corriendo entre la gente, con el corazón en un puño.
Rania Stoica- Gitano
- Mensajes : 14
Fecha de inscripción : 12/09/2017
Re: Anoche soñé contigo | Privado
No. El momento de la despedida había llegado antes de lo que Thian había imaginado y descubría que no quería que ella se fuera. ¡Había pensado que pasarían el día entero juntos, riéndose y recorriendo el circo! Ni siquiera se había preparado para decirle adiós porque lo veía algo muy lejano, algo que ocurriría en algunas horas. ¿Qué estaba sucediendo? Se arrimó un poco a ella y le tomó una mano entre las suyas; temía no volver a verla. Aunque había quedado como actriz del circo, ¿qué le garantizaba a él que ella fuera a regresar?
-¿Por qué te vas tan pronto, Jayah? –le preguntó, sin querer disimular su desilusión ante la realidad de tener que separarse justo cuando mejor lo estaban pasando-. ¿Vives muy lejos? Yo podría… -El gesto cariñoso de la mujer lo tomó por sorpresa y ya no pudo decir nada más acerca de acompañarla hasta su asentamiento.
Deseaba tanto poder abrazarla… De pronto, Thian recordó el sueño que había tenido esa noche. La había visto a ella, con su cabello hecho de fuego. La había oído, con esa voz hermosa que ya no olvidaría. Era ella la dueña de su sueño y Thian Rom no entendía porqué, pero sabía que un motivo eso tenía, nunca era azaroso soñar con alguien que luego llegaba a su vida.
-Te voy a estar esperando. No te has ido y ya quiero volver a verte –confesó, como si fuese un adolescente-. ¿Rania? –sonrió, era un nombre mucho más bonito todavía que Jayah-. Me gusta tu nombre, Rania –dijo en voz baja, sin saber que sería la última frase que le diría ese día.
Jayah, ahora Rania, corrió entre la gente y él no hizo más que seguirla con la mirada hasta que esa cabellera rojiza se perdió en el límite de los árboles. Thian se quedó incluso un minuto más observando el lugar por el que ella había desaparecido, como si esperase que se arrepintiera y desease regresar.
Estaba en sus manos ahora, volver a verla no dependía de él porque si quisiera buscarla no sabría dónde hacerlo. Para un Rom recorrer otros grupos gitanos estaba casi prohibido, eso solo le daría problemas. Sí, dependían ambos de ella, de Rania, de que cumpliese con su palabra de regresar al circo para la temporada de ensayos.
TEMA FINALIZADO
-¿Por qué te vas tan pronto, Jayah? –le preguntó, sin querer disimular su desilusión ante la realidad de tener que separarse justo cuando mejor lo estaban pasando-. ¿Vives muy lejos? Yo podría… -El gesto cariñoso de la mujer lo tomó por sorpresa y ya no pudo decir nada más acerca de acompañarla hasta su asentamiento.
Deseaba tanto poder abrazarla… De pronto, Thian recordó el sueño que había tenido esa noche. La había visto a ella, con su cabello hecho de fuego. La había oído, con esa voz hermosa que ya no olvidaría. Era ella la dueña de su sueño y Thian Rom no entendía porqué, pero sabía que un motivo eso tenía, nunca era azaroso soñar con alguien que luego llegaba a su vida.
-Te voy a estar esperando. No te has ido y ya quiero volver a verte –confesó, como si fuese un adolescente-. ¿Rania? –sonrió, era un nombre mucho más bonito todavía que Jayah-. Me gusta tu nombre, Rania –dijo en voz baja, sin saber que sería la última frase que le diría ese día.
Jayah, ahora Rania, corrió entre la gente y él no hizo más que seguirla con la mirada hasta que esa cabellera rojiza se perdió en el límite de los árboles. Thian se quedó incluso un minuto más observando el lugar por el que ella había desaparecido, como si esperase que se arrepintiera y desease regresar.
Estaba en sus manos ahora, volver a verla no dependía de él porque si quisiera buscarla no sabría dónde hacerlo. Para un Rom recorrer otros grupos gitanos estaba casi prohibido, eso solo le daría problemas. Sí, dependían ambos de ella, de Rania, de que cumpliese con su palabra de regresar al circo para la temporada de ensayos.
TEMA FINALIZADO
Thian Rom- Gitano
- Mensajes : 28
Fecha de inscripción : 19/06/2017
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