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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

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Mensaje por Hans Lion Lun Oct 01, 2018 10:58 am

Llevaba un par de años en París, llegué en busca de ampliar el negocio familiar que en en el norte prosperaba a gran ritmo, ademas de poder cerrar nuevos negocios fructíferos. A simple vista y en aquella época toda la nobleza me veía como un muchacho lleno de posibilidades que fue comprometido de infante con una dama de gran renombre.
El amor no siempre es necesario para que una unión se produzca y digamos que entre ambos hubo mas de eso de puertas para fuera que en nuestro propio lecho.
Desde que la dama me conoció se sintió como un cordero frente al lobo feroz, no se equivocó, pues si algo era yo, era un depredador.

Por eso cuando el sol caía y podía quitarme la mascara del reputado caballero, me gustaba salir a devolver a mi ser la esencia que en mi alma albergaba, la del león fiero rey de la sabana. No solo el bosque fue conquistado por mi, si no que no hubo bajo fondo que no pisé, peleas clandestinas que no probé, ni burdel que no visité.
Las discusiones con mi recién adquirida esposa se acrecentaron, mis ausencias no eran bien llevadas por la dama que quería a su lado al respetado hombre que era cuando el sol brillaba.
La tragedia llegó con el amanecer tras una noche de borrachera que me llevó a casa en un deplorable estado del que me arrepentiría el resto de mi vida. Al despertar la encontré ensangrentada sobre el lecho, su cuerpo había sido destrozado por completo y yo bañado en sangre no recordaba nada de lo acontecido aquella noche.

La policía investigó la trágica muerte, mas sin mas pruebas que refutaran que yo había cometido tal depravado acto y teniendo en cuneta que mi padre era lo suficiente influyente como para que el caso se archivara. Salí airoso ante la ley de tal barbarie, no así ante la sociedad que pronto empezó a cuchichear sobre mi y mi polaridad.
Pasé un año de penitencia y duelo, mas aconsejado por mi padre pronto me di cuenta que era necesario que buscara esposa de nuevo, no solo para acallar los comentarios que no me favorecían en los negocios, si no para tener un linaje prospero.

Frente al espejo anudaba la corbata, aquella noche, en esa fiesta a la que no deseaba asistir tendría que elegir a mi nueva esposa, una que esperaba fuera capaz de entender mi difícil situación y lidiar con mi bestia interior.
Ahora si, había llegado la hora de la verdad, lleve la mascara a mi rostro y la coloque acoplándola a la perfección.

No tarde en bajar a los jardines y tras atravesar el desierto patio de armas llegué a las caballerizas donde una montura pertrechada para la ocasión me esperaba.
Sin mas dilación y montando sobre ella de un salto puse rumbo al Palacio Royal donde la señora de Monteal lo había dejado preparado todo. Sin duda esa dama era una gran adquisición para mi gabinete de negocios.

Las calles estaban engalardonadas de banderas, decoradas de hermosas flores que coloreaban todo a su paso inundandolo de un olor silvestre inmejorable.
La iluminación aquella noche brillaba incluso con mas fuerza que las anteriores, por no contar que la luna llenaba de haces plata las calles.
Desmonte en la puerta del Palacio y pronto un mozo joven se hizo cargo de mi cansada montura dispuesto a llevarla a los establos para que bebiera y se alimentara hasta mi salida.
Agradecí su gesto y tras depositar unas monedas en su mano, mas que suficientes para pagar todos los servicios ofrecidos y que sobrase lo suficiente para el mozo me encamine hacia la puerta.

Una vez en su interior tome una copa de Champagne mientras saludaba a los distintos invitados que se me presentaban mas que encantados por mi presencia y como no, me presentaban a sus bellas hijas que aspiraban a emparentar con un hombre con el dinero suficiente como para darles un estatus y una gran vida.


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Mensaje por Lorelei Higgins Mar Oct 02, 2018 7:29 am

Risha, la vidente, le había asegurado que en aquella fiesta de máscaras encontraría a su futuro marido y, con aquella premisa, cambió de idea sobre su no asistencia. Si las cartas decían que debía ir al baile, lo haría, no fuera a llevarle la contraria a los dioses de la buena suerte y éstos se volvieran en su contra. Además, el festejo sonaba divertido si lo pensaba mejor y hasta le daba la oportunidad de mostrarse de un modo distinto. La siempre modosa y educada Lorelei Higgins podría, durante unas horas, ser alguien diferente. Ella misma.

Pasaron los días, en los cuales se tomó su tiempo para elegir el vestido que llevaría, así como el antifaz que ocultaría su rostro. Se había imaginado la velada como una noche de disfraces, así que se puso un elegante pero modoso vestido blanco roto con dos pequeñas alas de ángel moradas que nacían allí donde se marcaban los omóplatos al encogerse de hombros y crecían hasta cubrir éstos de manera delicada y galante. La máscara era negra en contraposición, marcando una línea divisoria entre lo que deseaba mostrar y lo que aparentaba ser. Se subió al carruaje y partió en dirección al Palacio Royal.

Ya la diversión empezó en la entrada, porque en vez de facilitar su verdadero nombre, se inventó un elocuente alias cuando le cuestionaron sobre su persona. Ella era nueva en la ciudad, no la conocían y esa era la parte más atrayente de asistir a esa fiesta.

¿Es un ángel?:

Soy miss Nois Revid. —dijo, haciendo una cordial salutación al servicio. Tuvo que morderse el labio inferior para no reír al invertir la palabra Diversión y utilizarla como falso nombre.

Una vez en la sala principal, las voces, el sonido de bocas masticando, de copas chocando y botellas de champagne siendo descorchadas, se fundieron con la música de unos violines y el piano que tocaban sin cesar mientras varias decenas de personas danzaban en mitad de la pista de baile. De vez en cuando sonaban unas campanitas y se hacía cambio de parejas. Recordó la misiva que le había llegado con la invitación y con un atento vistazo intentó averiguar cuál de todos aquellos galantes caballeros era Sir Lion, puesto que jamás le había visto y nadie le había dicho que aquel festejo era con la excusa de buscarle a él una esposa, sino que la joven Higgins creía que él había utilizado una fiesta ajena para su propio beneficio. El intento era risible, según su punto de vista, y de inmediato descartó la intención siquiera. Fue directa a la mesa llena de comida y se cogió un par de canapés que no dudó en meterse en la boca. No pensaba ser remilgada ni estirada, sería libre y se lo pasaría en grande. Tenía algunos trucos en la manga, o cosas mejor dicho, que usaría durante la velada según le pareciera oportuno. Tenía ganas de armar revuelo, de sonrojar a las damiselas refinadas, de arrancar gritos y llenarse los pulmones de carcajadas.

Mientras le daba un tiento a una copa de vino tinto que olía que iluminaba sonrisas, pudo ver a cierta distancia a una joven sumamente preocupada por un pequeño roto en una de las costuras de su voluptuoso vestido con siete capas de gasa. Una sonrisa fue ocultada tras el doble cristal de ambos lados del vaso que sostenía y el líquido tintado que éste contenía. Bajó el brazo, dejó reposar el culo de la copa sobre la mesa y se acercó con calma como si su intención fuera socorrerla. Olvidó al resto de los invitados, la predicción de la gitana, la misiva del señor Lion y sólo le faltó extraviar en su memoria su propio nombre. Su mente estaba centrada ahora en otros menesteres. Al fin, empezaba la verdadera fiesta.

Permita que la socorra. —dijo, caminando despacio, pero con pisadas firmes aunque silenciosas.

Tenía una idea en la cabeza y la llevó a cavo de manera discreta. Dejó caer su pie derecho, con todo su peso, sobre la cola del vestido de la dama y en cuanto ésta se dio la vuelta para ver quién se le acercaba, la falda cedió, dejando a la mujer con las enaguas al aire. El grito que soltó fue tal que gran parte de la sala se giró a ver lo que ocurría, momento que aprovechó la traviesa Lorelei para abandonar la escena del crimen y camuflarse entre la multitud que aún bailaba en la pista al son de la música clásica que el pequeño cuarteto entonaba con sus afinados instrumentos. Su fuero interno se estaba riendo a base de bien e incluso la sonrisa era imposible que se le borrara de la cara. Los ojos se le habían humedecido un poco del esfuerzo de aguantarse la risa, pero había merecido la pena por la que se había liado junto a la mesa de los aperitivos.



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Mensaje por Novalee Edwards Mar Oct 02, 2018 8:36 am

-¡Señorita Nova! Llegaremos tarde y el carro está preparado ¿no querrá que…? -la puerta de la habitación donde se hospedaba la única heredera de los Edwards, se abrió de golpe, unos vivaces ojos oscuros se fijaron en como su doncella personal fruncía ligeramente el ceño, si esa señorita le hiciese todo más fácil pero ¡qué diablos!, si no fuese por la mujer nunca llegaría a los sitios con tiempo de antelación y aunque a veces se le extraviase, sabía dónde encontrarle o casi siempre. -Sophie, ya estoy lista. El baile durará durante toda la noche, ir antes de que empiece sería…¡se me ha olvidado el perfume! Un momento -antes de que replicase esa gruñona mujer, cerró de golpe la puerta con el pestillo y acto seguido, se tumbó en la cama… saldría cuando comenzase a oler a humo proveniente de la cabeza de la doncella, la risa de Novalee crispó los nervios a la mujer quién pasillo arriba y abajo, rezaba para que todo esa noche saliese como era debido.

Una hora más tarde, la puerta volvió a abrirse, canturreaba por lo bajo mientras dos de sus dedos acariciaban el adorno de su cabello: una pluma roja a la cual tenía especial cariño. La doncella no dijo nada al respecto, temía que volviese a hacerle alguna jugarreta pero por esa noche y por el momento bastaban. La curiosidad de Novalee por los eventos nocturnos en París, le animó a no rechazar la invitación, una entre las veinte que llegaron con el correo de la mañana, muchos más que por su presencia querían conocer en primer plano a ese “milagro” entre la maldición que caía en su familia. Maldición decían cuando el motivo no era otro que una enfermedad que se transmitía de generación en generación y ella se encontraba dentro del saco, podría ser su última noche o como solía pensar la propia heredera: la primera de muchas a lo largo de su vida.

-Dejad de rezar,  Sophie. Todo está bien ¿no tienes curiosidad? Es la primera vez que asisto a un baile de máscaras en París, dicta muy diferente de dónde venimos y sólo con presenciar tal espectáculo vale la pena abandonar el nido donde soléis esconderme, nadie cree que asista y será aún más divertido callar rumores y levantar otros tantos. He oído algún que otro rumor, el más suave que llevo barba o tengo tres piernas… y lo que no saben es que es mucho peor que eso -la pobre mujer se santiguó, el cochero anunció el destino y tras bajar, la doncella esperó a unos metros.

La mansión donde el baile daría lugar era simplemente magnífica, una breve sonrisa se dibujó en los labios de Novalee a medida que subía las escaleras hasta la puerta de entrada, en cuanto fue anunciada, se colocó la máscara, una plateada con destellos rojos como la pluma. Con una sonrisa, dedicó una reverencia antes de adentrarse en el salón pero el grito proveniente de la misma sala le sobresaltó, ¡no había hecho nada! , la costumbre…las risas de los asistentes se mezclaba con el llanto de la señorita desconsolada. No estaba segura si haría frío, su elegante abrigo fue hasta la cintura de la joven, haciendo un nudo a un lado  y de algún modo, tapar su desnudez…ya estaba hecho pero al menos podría marcharse sin ser a un más bochornoso.

-Vamos, secad vuestras lagrimas y lucid la nueva moda. Quién sabe si en el futuro los corsés y las faldas cortas sean la última tendencia ¡luce espléndida! Al menos diferente a todas las demás -le guiñó un ojo, la joven poco a poco se recompuso y con una sonrisa, aprovechó que una bandeja pasaba para tomar una copa de vino tinto, la alzó dispuesta a hacer un brindis, no tenía ni idea de donde se encontraba el anfitrión así que tras carraspear por lo bajo, alzó un tanto más la voz -Por el anfitrión, ¡el señor Lion! -buscó con la mirada al susodicho y sonrió más ampliamente, intentaba devolver la normalidad a aquel lugar.


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Mensaje por Smerenda W. de Brancovan Mar Oct 02, 2018 2:04 pm

Smerenda jamás había asistido al palacio Royal. Jamás le habían agradado demasiado las reuniones de la realeza y la aristocracia y ciertamente agradecía el hecho de que ahora se encontraba algo apartada de la corte de su país y por lo tanto de sus deberes como miembro de la realeza Rumana. Sin embargo, cuando una invitación apareció en su buzón no pudo rechazar la oferta por dos simples razones: A) Hacía días nada bueno había pasado y se encontraba aburrida, recluida desde hace días en la mansión de su familia. B) Curiosidad. No conocía a Monsieur Lion, ni tampoco el palacio royal. Así que si no tenía nada mejor que hacer y el evento le causaba curiosidad, porque no asistir.

El día del evento una de sus doncellas la ayudó a cepillar su largo cabello rubio y rizado el cual decidió dejar  fluir libre y sin peinados complicados, así que simplemente lo sostuvo a un costado con un pequeño adorno de oro y plumas azules. En cuanto al vestido se decidió por no complicarse la vida y usar un sencillo vestido de seda y encajes en tonos crema con vivos dorados y guantes del mismo tono. Optó por llevar joyas discretas, un par de pendientes de perla y el pesado anillo de oro con el emblema de la casa real de Brancovan eran las únicas joyas que llevaba consigo, un consejo que su madre le había dado cuando era pequeña era que  en ese tipo de eventos menos es más y a veces el atuendo que más daba de que hablar era uno sobrio y discreto.  Antes de salir se cubrió con una capa de terciopelo negro y tomó el antifaz de filigrana dorado que había decidido llevar.

Sin demasiada prisa el cochero guio su carruaje a través de las aún activas calles de parís. En este tipo de eventos la regla era llegar elegantemente tarde y salir elegantemente temprano. En cuanto llegó al palacio royal, uno de los sirvientes la ayudó a descender del carruaje y con presteza la guio al interior. Una doncella tomó la invitación que Smerenda sostenía en la mano izquierda y otra se hizo cargo de su pesada capa que ella llevaba.

La música, una de las pocas cosas que lograban hacerla feliz, sonaba a un ritmo agradable y aumentaba en volumen conforme se iba acercando hacia el salón principal. Debía admitir que el palacio royal era más hermoso de lo que había imaginado. Las voces  y risas de las distintas pláticas que sucedían sonaban alto y resultaban indescifrables al mezclarse con la música. Smerenda buscó rostros familiares entre los invitados. Por fortuna no se topó con ninguna. Aquello le agradaba, sin personas conocidas probablemente las pláticas fueran menos y eso a ella le agradaba. Jamás había sido demasiado sociable y no porque fuese tímida, Smerenda se sentía un lobo entre ovejas y los lobos no suelen entablar charlas con las ovejas antes de devorarlas. Un paje que le ofrecía una copa de champagne  la sacó de sus pensamientos.

Con una sonrisa ella agradeció la copa y la tomó. El hombre le sonrió de vuelta y se marchó con una inclinación de cabeza. Pobre hombre, probablemente ahora tuviese una idea errónea sobre ella, pero no lo culpaba. Smerenda reaccionaba con amabilidad de inmediato, de manera automática: un disfraz bien ensayado para ocultar a la verdadera Smerenda de la sociedad. Una piel de cordero para ocultar al lobo entre el rebaño.

Cuando observó a un varón joven avanzar hacia ella,  se dio la vuelta, como si no lo hubiese notado y con la mayor calma del mundo avanzó entre los grupos de personas decidida a desaparecer. Decidió que solo se quedaría el suficiente tiempo para saciar su curiosidad, conocer el palacio royal, conocer a Monsieur Lion y se iría, su humor no era el mejor ese día y no sabía cuánto tiempo su máscara se mantendría puesta "Vaya, quién diría que me siento tan incómoda en esta mascarada, cuando mi vida entera es una" pensó con diversión para sí misma. Smerenda se quedó de pie, contemplando la enorme pintura de un parque lleno de bullicio en un día soleado que adornaba una de las paredes del salón y se dispuso a beber el contenido de su copa mientras esperaba que el anfitrión hiciese su aparición. Los gritos y el caos hicieron que Smerenda dejase de contemplar la pintura.

"Esa mujer quedó en enaguas"
dos mujeres a su lado cuchicheaban y Smerenda se decidió acercarse a ver que ocurría, pero entonces observó a una chica de más o menos su edad salir corriendo y decidió seguirla hasta la mesa de los aperitivos -Vaya, me pregunto qué haría esa dama si le digo quién causó todo ese caos ¿debería o no?- soltó Smerenda en voz alta como si hablase con ella misma, sin bajar la máscara de su rostro, segura de que la otra mujer la escuchaba -Aunque ese vestido era feo, de mal gusto y exagerado supongo que aun así es una descortesía  lo que fue hecho y es mi deber moral denunciar algo así ¿No lo crees tú?- le dijo a la mujer de cabello oscuro en tono inocente, esta vez mirándola fijamente. Smerenda había decidido que quizás podría divertirse después de todo y quizás y esa fiesta no terminase siendo una pérdida de tiempo.

El atuendo para la fiesta:
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Mensaje por Hans Lion Miér Oct 03, 2018 4:37 am

Como buen depredador podía estar atento a cada sonido, movimiento y susurro, si bien a mi alrededor la música sonaba con brío de mano de la orquesta, eran las risas de las doncellas y las conversaciones de negocios de los tipos con puro lo copaba mis sentidos. Asentía con la cabeza dando la razón al Varón que hablaba sobre la importancia del matrimonio dando una magistral clase a las damas que nos rodeaban sobre como de sumisa debía ser la dama para poder ser apreciada. No le daba la razón porque pensara del mismo modo, si no porque estaba atento a la presencia de tres damas que cruzaron el portón invitación en mano.

La morena parecía una niña traviesa, tras su mascara oscura unos ojos felinos que contemplaban el mundo desde una interesante perspectiva, reía y comía a dos manos sin importarle las apariencias y así acabó centrando su atención en una pobre victima, una joven a la que acabó dejándola en enaguas logrado que gritara creando a su alrededor el caos y los comentarios jocosos del resto de invitadas. Justo entonces la segunda morena entraba en juego, era bonita, vestida de tonos oscuros y con una amplia sonrisa que acaparó la mirada de mas de uno de los presentes. Sin pensarlo descubrió sus brazos de aquel abrigo vistoso para anudarlo en la cintura de la mujer de las enaguas. Su buen corazón quedó probado en ese instante en el que solventó la situación logrando que la chica dejara de llorar.

La tercera entró en escena, rubia, ojos claros que asomaban a través de una mascara en tonos dorados a juego con su sencillo vestido crema con encajes.
La joven tomó la copa de champang evitando a los hombres que se le acercaron, admito me llamó al atención, sobre todo por su aura. Era una hechicera, peligrosa como todas ellas, aunque enfundada en su piel parecía una presa cuando como yo era un depredador.

Ante el caos creado siguió a la escurridiza primera invitada que reía con picardía y deteniéndose cerca le habló sobre ¿que sucedería si la joven descubriera que ella era la culpable de tal tropelía?
Observé desde mi posición la reacción de las tres damas, no tenía prisa alguna por intervenir en nada, todo buen depredador sabe cuando ha de abalanzarse sobre su presa y de momento agazapado miraba la situación con una torcida sonrisa y con un matiz de excitación tras mi oscura mascara.
Las tres parecían mas interesadas en lo sucedido que en dar con el que podía ser su futuro marido,  eso me gustaba pues la mayoría de las damas venían con la clara intención de escalar en la sociedad y atesorar mas fortuna, mientras estas tres jugaban a gato y al ratón entre ellas ajenas a lo que las había motivado a venir a la fiesta ¿yo?


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Mensaje por Lorelei Higgins Lun Oct 08, 2018 5:21 am

Estaba ella tan tranquila, disfrutando de su pequeña fechoría, cuando una mujer de cabellos dorados se le acercó por detrás y empezó a hablarle con tono calmado, pero utilizando frases amenazantes. Lorelei giró sobre los talones hasta enfrentarla y con una elegante sonrisa, ladeó un poco la cabeza. La joven estaba convencida de que nadie la había visto actuar y, aún habiendo sucedido, se hubiese tildado de accidente, porque con lo largas que eran las colas de los vestidos de muchas de las presentes, lo extraño era que no estuvieran todas en enaguas como la de los gritos escandalosos, que no de sirena.

¿Y qué le impulsa a hacer su deber, madamoiselle? Señalar con el dedo está muy feo, ¿lo sabía usted? Igual que tutear a alguien a quien ni le han presentado y que no le ha dado permiso para hacerlo. —dijo ella, sin perder la amable sonrisa que se dibujaba en sus labios.

La señorita Higgins era lista como un zorrillo e igual de escurridiza cuando se lo proponía. En su actuar había sido comedida y no se había reído exteriormente en ningún momento. Así que tildarla de haber hecho aquello expresamente, era pasarse de la ralla en una sociedad en la que las apariencias eran lo primero y ella, en ningún momento, había aparentado ser culpable de nada y menos aún de hacer, cualquier cosa mala, queriendo.

¿Deseáis que os acompañe a ver al anfitrión para narrar lo sucedido? Será para mí un placer el poder ayudar en lo que acontezca. —reiteró su inocencia sin necesidad de excusarse ni de darse por aludida en aquellas acusaciones sin fundamento.

Por el rabillo del ojo vio a aquella que antes había ido a socorrer, pero de verdad, a la mujer que había quedado expuesta ante las sorprendidas y acaloradas miradas de los presentes. En realidad todo había sido una exageración, porque únicamente había dejado al aire las enaguas y todos habían actuado como si le hubiesen visto hasta las areolas de los pezones. Lorelei no podía evitar reírse mentalmente de todo aquello, de la falsedad de la clase alta, de la apología a la opulencia y del falso pudor que ostentaban. Porque después ninguno se avergonzaba de fustigar a sus esclavos, de acostarse con fulanas o de tener amantes. Hipocresía por todas partes. Por eso era más divertido reírse de ellos, de aquellos que decían tenerlo todo y no faltarles nada. Tal vez porque se había criado con ellos les entendía, pero a la vez no los comprendía. Se rebelaba contra sus orígenes, pero sólo un pelín, que tampoco ansiaba destrozarle la vida a nadie.



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Mensaje por Novalee Edwards Lun Oct 08, 2018 9:51 am

La calma había vuelto a reinar en la fiesta, o eso parecía, su sonrisa no desapareció del rostro. Tras el incidente, acaparó todas las miradas y atención sin ser su intención pues era toda la contraria, permanecer desapercibida y en un segundo plano disfrutar del baile de máscaras, sin ser reconocida pero en estas fiestas sería muy difícil…pero en realidad ¿quién la conocía en París? Pocas personas, por no decir nadie. Sólo su apellido y todo lo que escondía tras éste, aún no podía creer haber asistido, no solía aceptar las invitaciones al nombre de su familia, al suyo pues pocos familiares quedaban en pie.

Sophie, se hizo paso entre la multitud tras presentar al espectáculo, Nova sonrió más ampliamente tomando una copa y extendérsela a su doncella de confianza, la única que podía llegar a comprenderla…aunque no siempre, al menos sabía hacerla entrar en razón y evitar que cometiese algunas locuras, ¿lo conseguía? A veces, al final terminaba ayudándola en situaciones y compromisos de los cuales jamás imaginaría.

-¿Ha saludado al anfitrión?-esa mujer siempre tan aguafiestas, Nova negó con la cabeza observando a los presentes de forma distraída ¿por qué tanta insistencia? -Deberías, eres una de ellas -la heredera asintió pero ¿cómo que una de ellas? No entendía a qué se refería -Una entre tantas máscaras, además seguro ya me ha visto evitar el espectáculo, no creo que corra prisa ni sea tan im…-el suspiro de la doncella le hizo reír por lo bajo, le encantaba hacerle perder los estribos pero por cómo la miraba…parecía ser serio, desde luego…-No, Novalee. Esta vez has aceptado sin leer la letra pequeña, no quise decirte nada pero así te animabas y…quién sabe si al final eres la elegida -¡un momento! ¿elegida? ¿cómo? Esa mujer se había vuelto loca, si no la amase como a su propia madre (que en paz descanse) le habría puesto de patitas en la calle.

-Explícate o…¡no me lo digas! Una encerrona -la doncella rió por lo bajo, las otras dos damas que conversaban no muy lejos acapararon la atención de la mujer -Si te eligiese sería de lo más divertido, aunque eso no está en mi persona ¡quién sabe lo que pueda pasar! ¿qué ocurre allí? Por mucho que disimulen se nota que…-Novalee siseó para que la escuchase, no entendía nada -Sólo eres una candidata como prometida, el señor Hans Lion aceptó tu candidatura…y creo fue cosa de tu padre, ahora te hablo como …me haces perder las formas -la cara de la joven se descompuso ¿para qué quería un prometido? -Un marido ¿para qué? No voy a pelearme por el amor y atenciones de un caballero que seguramente termine haciendo lo que le venga en gana y…¡no me interrumpas! Tuviste que decírmelo ¿dónde está? -Sophie se había encargado de localizar al anfitrión, lo señaló con la cabeza junto con una sonrisa pícara -Si quieres voy en tu lugar, tiene buen porte -Novalee entornó los ojos…así que la fiesta no fue mera casualidad.

Con paso decidido, no queda como descortés, se acercó al anfitrión para hacer acto de presencia, Sophie permaneció cerca de la mesa de los canapés, le encantaban los chismes y con suerte pillaría alguno.

-Disculpe, señor Lion. Creo que no nos han presentado. Novalee Edwards -le dedicó una elegante reverencia y sin querer se le escapó una risa nerviosa -Mi doncella acaba de tomarme el pelo y confesarme que soy una de las candidatas a…¡olvídelo! Bonita fiesta, siento si mi intromisión de antes ha causado algún…revuelo -ella una candidata a prometida… como si necesitase casarse -Ya sabe, los accidentes ocurren muy a menudo -se encogió de hombros sin perder la sonrisa, buscó a su doncella con la mirada entre la multitud… seguía intentando empaparse de los rumores y cuchicheos.
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Mensaje por Smerenda W. de Brancovan Lun Oct 08, 2018 12:07 pm

Aún sin despegar la máscara de su rostro Smerenda rió, una sonrisa apenas perceptible –Creo que nunca he señalado con el dedo, menos a usted. Simplemente trataba de que me ayudase a decidir entre si era correcto o no denunciar lo que vi ¿Acaso en algún momento la señalé como responsable?- Smerenda bajó la máscara –Creo que mi falta hacia usted no fue algo tan grave si la comparamos con lo que acaba de pasar ¿no cree? De igual manera me disculpo. Y respecto a tu pregunta, si respondo que me impulsa a cumplir con mi deber ¿Tú me dirás que te impulsa a hacer travesuras tan inocentes e insignificantes?- Smerenda tomó un bocadillo de la mesa, algo que parecía ser una tartaleta. Le dio una mordida, masticó con calma, en cuanto hubo terminado el bocado continuó –No te conozco, pero ya debo decir que me agradas, o al menos me agrada esa picardía tuya y tú capacidad para mentir tan descaradamente. Pero finjamos que eres en verdad inocente y que yo no he visto nada- volvió la vista hacia la pista de baile, donde el drama había pasado a segundo plano y las parejas bailaban nuevamente.

–Qué bueno que esa agradable y caritativa dama la cubrió si no ¿Qué hubiese sido de aquella pobre mujer? Mostrar al mundo los metros y metro de tela que tenía debajo de su vestido seguramente le hubiera causado la peor de las desgracias, porque claro: no hay peor cosa que esa, todo lo que no se nota se perdona pero eso, eso… Ver unas enaguas es algo escandaloso ¿no?- soltó Smerenda con un tono irónico en exceso y después le dio otra mordida al canapé como si nada.

-La verdad es que si conoce a nuestro anfitrión le agradecería que me guiase hasta él. Resulta que no lo conozco y estoy aquí simplemente por dos cosas: conocer el palacio y conocerlo a él. El palacio ya lo he conocido y honestamente creo que lo más entretenido de la noche pasó cuando esa mujer se quedó en enaguas. Por cierto, gracias por eso, la verdad es que estaba tan aburrida- Smerenda bebió de un sorbo la champange que quedaba en su copa, después la dejó sobre la mesa de los aperitivos –Entonces lléveme a conocer al anfitrión, investiguemos porque es que recibimos tan importante invitación, si es que usted al igual que yo no lo sabe, y entonces tendré la oportunidad de volver a mi hogar a hacer algo más divertido y productivo como contar semillas de sésamo por ejemplo- sin esperar respuesta Smerenda tomó a la dama de cabellos castaños del brazo – Por cierto, mi nombre es Smerenda, o mejor dicho su alteza, la baronesa Smerenda de la casa real de Brancovan- soltó aquello entre risas y arrastró con ella a la dama morena directo hacía una pareja que parecía charlar animadamente.


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Mensaje por Hans Lion Mar Oct 09, 2018 9:12 am

Mi pequeño rebaño empezaba a acercarse, me gustaba acechar sus movimientos tras la mascara, algo muy adecuado teniendo en cuenta que siempre llevaba una puesta. La primera en dar conmigo fue la morena, Novalee Edwards , no pude evitar ladear la sonrisa cuando con aquella inocente jovialidad me confesó que acaba de enterarse de que era una de las candidatas a ser mi prometida.
-¿Una broma? Acaso veis en mi semblante o en esta recepción algún tipo de mofa? -pregunté ladeando la sonrisa, una que se ensancho en cuanto la vi apurada seguramente pensando que me había ofendido -Soy el señor Lion, tuteame por favor, Hans.

No acabé la frase cuando las dos mujeres que faltaban se acercaron a nosotros conversando animadas entre ellas, al parecer el escurridizo zorro y la bruja se habían hecho amigas. Ladeé la cabeza ligeramente para centrar mi atención en las dos diferentes mujeres, yo era un león, me gustaba andar rodeado de compañía femenina, mis instintos era fuertes, era territorial y salvaje, esa era la cara que nadie debía ver si no la del afable hombre de negocios dispuesto a darles una vida de opulencia y calma.

Tomé la diestra de la primera de las damas, la morenita traviesa, si no me equivocaba ella debía ser Lorelei Higgins, una dama de clase alta que había aceptado gustosa la idea de casarse conmigo.
-Hans Lion -susurré contra la piel del dorso de su mano.
Alcé la mirada de los ojos claros de la dama hasta los pardos de la rubia perdiéndome en aquella sonrisa de autosuficiencia ¿había traído quizás una poción de amor en sus enaguas?
-Podéis tutearme -aseguré calentando la mano ajena con mi aliento antes de depositar un protocolario beso -Como ya debéis saber, estáis aquí por un motivo, ninguna tenéis compromiso pese a vuestra ¿edad? -me eche a reír, mi sinceridad en este caso al final resultaba demasiado directa, mas no estaba exento de razón, la inmensa mayoría de las jóvenes de clase alta adquirían compromiso a edades muy inferiores, casi todas siendo niñas todavía, mas por contra allí estaban ellas tres -eso no ha sonado bien, pero bueno, según los rumores, yo soy un demente asesino de mujeres lo que aun suena peor ¿no creéis? -me mofé de mi mismo amenizando la situación – la pregunta adecuada ahora sería ¿estáis seguras de no temer lo que podáis encontrar tras la mascara?





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Mensaje por Lorelei Higgins Mar Oct 09, 2018 12:18 pm

La mujer que se había acercado acusándola con poco disimulo, por no decir ninguno, ahora decía que en ningún momento la había señalado con el dedo. Obviamente no lo hizo físicamente, pero sí con sus palabras y acciones, de eso Lorelei no tenía duda alguna. Sin embargo, la rubia no le dejó meter baza, ella empezó a hablar y hablar, contándole su vida como si a la señorita Higgins le importase o incumbiera de modo alguno. La inglesa la miraba con sorpresa y confusión, aunque el antifaz ocultaba gran parte de las emociones que, habitualmente, se interpretarían con solamente observar el movimiento de las cejas o la curvatura de los labios, ligeramente cubiertos ahora por la máscara.

No contenta con no dejarle ni hablar, decidió agarrarla del brazo y arrastrarla ante el anfitrión. Ella ya tenía toda la intención de ir a conocerlo en algún momento, pero que la forzara en ese instante, significaba que se acabó la libertad para hacer travesuras durante un rato más. Con lo que le había costado planear sus pequeñas fechorías, alguna de las cuáles ya traía preparada de casa, y ahora esa desconocida que, encima, decía pertenecer a la realeza, lo echaba todo por tierra y arruinaba su supuesta diversión.

En cuanto llegaron frente al aparente organizador del encuentro, que no de la fiesta, éste se presentó ante las tres damas que le rodeaban, besando una a una sus manos, mientras las observaba con una ladeada y estudiada sonrisa. Ante la pregunta sobre si no le temían, la mente de Lorelei enseguida respondió, aunque no lo hicieran sus labios «Me da más miedo un espejo roto que un supuesto asesino, algo que ni siquiera está demostrado.»

La señorita Higgins se zafó del agarre de la baronesa y dio un paso al frente, acercándose más al caballero para mirarle de frente. Su rostro podía estar escondido bajo el antifaz, pero sus orbes claros eran un libro abierto para aquel que osara desear leerlo.

Yo estoy aquí porque voy a ser su futura esposa y de eso no tengo ninguna duda. —dijo ella sin titubeo alguno ni vergüenza. Risha le había dicho que esa carta llegaría y que el remitente sería el hombre con el que se casaría. La gitana nunca se equivocaba.

Su alteza de Brancovan no sé por qué está aquí, ya que ha confesado tener más interés en irse a su casa a contar semillas que en conocerle a usted. —comentó con sinceridad absoluta y sin remordimientos por echar a los perros a una mujer que se le había aproximado con amenazas, aunque luego hubiese añadido que le cayera bien.

La alta sociedad estaba llena de hipocresía, Lorelei no se fiaba de nadie y no se dejaría pisotear ni por una baronesa rumana ni por nadie. Giró entonces el rostro hacia la otra muchacha morena y la observó con su rubor de mejillas y su sonrisa nerviosa.

A ella no la conozco, por lo que desconozco sus motivos para presentarse. Sin embargo, puedo asegurarle que no será para desposarse con usted en el futuro. —Le dedicó una afable sonrisa y le tendió la mano a la joven.

Lorelei Higgins, un gusto conocerla. —regresó su atención al anfitrión e hizo una pequeña reverencia, elegante y medida, antes de dar otro paso para girar y quedar así a su lado, en vez de en frente como había estado hasta entonces.



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Mensaje por Novalee Edwards Miér Oct 10, 2018 9:31 am

-Hans. -fue a hablar cuando las dos damas se acercaron a ambos, la presentación se quedó a medias, el protocolario beso fue dado a las dos mujeres por igual y Novalee, dio un largo trago a su copa, ¿se suponía eran sus “contrincantes”. Nunca se vio envuelta en una situación ni más remota parecida, en completo silencio, observó la escena sin perder la sonrisa. Eran hermosas y muy diferentes, incluyéndose a sí misma y eso le daría aún más juego a la elección pues si no entendió mal él tenía la palabra, si la otra parte estaba de acuerdo por supuesto.

La sencillez de la rubia y hermosa baronesa le resultó embriagador, esa elegancia y porte…sin duda un buen partido. La otra señorita no se quedaba atrás, su determinación y seguridad en sí misma destacando su belleza natural con ese toque pícaro. Esperó a que fuese su turno, tenía mucho que decir, tanto que al final serían un acumulo de palabras sin sentido si no las pensaba antes, tomó aire y lo soltó más relajada. Ahora que conocía el motivo de dicha fiesta se le hacía aún más atractivo e interesante.

-¡Llegué la primera y me quedé sin beso protocolario! -rió por lo bajo, con la broma esperaba infundir ese toque de alegría que la caracterizaba, Sophie tenía razón, era muy atractivo y cualquier dama estaría encantada de casarse con él. Una en concreto lo tenía tan claro que de algún modo veía esa reunión absurdo -Su alteza de Brancovan, señorita Iggins, un placer conocerlas a ambas. -les dedicó una reverencia a ambas, negando con la cabeza ¿un compromiso? Obvio que no, nadie ni por todo el dinero que poseyese y tierras… aceptaría casarse con una Edwards y eso le causó aún más curiosidad, si él la elegía los rumores y su supuesta maldición terminarían en habladurías. -Pamplinas!, si en el caso de ser todo cierto…tendría barba o cuatro piernas, hacer caso a las habladurías es absurdo, no creo nada de lo que no veo -se encogió de hombros ante las palabras de la muchacha que había creado el desorden, si tan segura estaba que la escogería tenía que ser por algo, eso o …no aceptaba perder pero ¡diablos! Era un juego y no podía ser más divertido.

-Me dan ganas de casarme con vos, señorita Iggins, está tan segura de ello que ¡hasta me ha convencido! Pero creo que si estuviese en el lugar de Hans, haría lo mismo. No puedes quedarte con el primer estante de la tarta, tendrá que probar los demás -les guiñó un ojo a ambas -Creo que todos tenemos más de una máscara, tendrá que conocer todas y cada una de las tres -sus ojos oscuros se perdieron en ambas, seguía hechizada por lo hermosas que eran pero como bien decía el señor Lion… ¿qué podían encontrar bajo la máscara?

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Mensaje por Smerenda W. de Brancovan Miér Oct 10, 2018 8:07 pm

Aquella velada parecía haber cambiado totalmente de rumbo después de conocer a su anfitrión. Una boda, para eso había sido invitada. Menuda sorpresa. Aunque quizás no era una sorpresa: Después de todo alguien de su edad y su status hace mucho tiempo que debía de haber estado casada. No era raro recibir aquellas invitaciones, después de todo ya no estaba en Rumanía, donde la corte se hacía de vista corta y oídos sordos para estar en buenos términos con su familia - Es un gusto conocerle Monsieur Lion, gracias por invitarme a esta velada- Smerenda hizo una elegante reverencia cuando fue su turno de presentarse ante su anfitrión.


-Aunque no tenía ni idea de que la invitación tenía intenciones tan... Inesperadas, pero en absoluto desagradables- dijo después de las presentaciones y el saludo formal y bajó la máscara de su rostro - Por favor, simplemente llámenme Smerenda,no hace falta ser tan formales- dijo con expresión amable - Es un gusto para mí conocer a nuevas y tan interesantes personas- dijo con una sonrisa radiante para después posar la vista sobre M. Lion y las otras dos chicas.

Las dos chicas era en extremo interesantes: ambas hermosas a su forma y ya que estaban allí, seguramente de buena cuna. La señorita Higgins parecía ser un caso célebre, algo tozuda y demasiado segura de si misma, pero parecía ser una dama inocente después de todo. Había soltado lo que pensaba cual promesa: Si le interesaba vivir el resto de su vida atada a un hombre, bien por ella. Desgraciadamente su seguridad y anhelo sólo hacían que Smerenda quisiese jugar un poco con M. Lion, sólo para demostrarle que no siempre se tiene lo que uno quiere.



La señorita Edwards por otro lado parecía demasiado animada, demasiado vibrante y  demasiado educada. Las lindas fachadas sirven para ocultar cosas no tan lindas; Smerenda se preguntó que era lo que la linda fachada de Novalee escondía. Pero, ninguna de las dos eran tan interesantes como Monsieur Lion. Un cambiante, su aura salvaje lo anunciaba por los cielos ¿a eso se refería con lo de demente asesino de mujeres? A Smerenda le daba lo mismo si lo era o no, después de todo si aquello era cierto ella misma no era tan diferente a él.


Aquel comentario sobre querer lo que había debajo de la máscara  sólo la encendía, le parecía un reto directo ¿Qué sabía él de máscaras? A él probablemente le asustaría lo que vería debajo de la máscara de Smerenda ¿Quién de ellos dos sería el peor monstruo? Eso ansíaba saberlo.

Pese a todo lo que pensaba, la expresión de Smerenda permanecía dulce e imperturbable -Creo, mademoiselle Higgins, que usted confundió lo que dije: yo nunca dije que no tuviera interés en conocer a Monsieur Lion. Todo lo contrario, dije que mis dos únicos intereses eran conocer el palacio y conocer al tan misterioso y evasivo anfitrión. Es verdad que dije que después de saciar mi curiosidad me iría a contar semillas, que eso sería más divertido que una velada llena de gente que no conozco... Pero me equivoqué- Smerenda lanzó una sonrisa tenue y se encogió de hombros - Monsieur Lion me ha parecido intrigante y emocionante. Supongo que aunque usted, si es que el volátil destino lo decide, se convierte en su esposa, yo querría conservar a tan interesante hombre como un amigo... Algo me dice que en el fondo Monsieur Lion es alguien salvaje- Smerenda posó sus ojos en M. Lion y le lanzó una sonrisa ligera, apenas perceptible, segura de que el sabía lo que ella trataba de indicar con sus palabras - Algo me dice que a él le gustan las mascaradas tanto como a mí y que nos llevaremos muy bien-


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Mensaje por Hans Lion Vie Oct 12, 2018 7:14 am

La seguridad de la señorita Higgins era apabullante, se notaba que era de esa clase de mujer acostumbrada a ganar, no veía rival en las presentes y eso afiló mi mirada a través de la mascara, mas cuando se lanzo al ataque alegando la falta de interés hacia mi persona de la hechicera que al parecer había venido al palacio ,as interesada en contemplar sus esculturas, cuadros y estancias que a conocer al anfitrión de la fiesta, su futuro marido si es que era ella la elegida.

La dama Brancovan no se quedó callada, aseguró no haber sido bien entendida, con sus ojos en los míos habló de lo interesante que le resultaba mi presencia, seguramente porque mi aura como cambiante resplandecía quitándome esa mascara de la que con razón hablaba Novalee.
-Supongo que os preguntareis que hacen aquí tres mujeres cuando solo he de prometerme con una de ellas. La respuesta la encontrareis razonable, mi primer matrimonio fue una catástrofe, no solo por el desafortunado incidente de la prematura muerte de mi señora, si no porque admito no nos entendíamos en demasía, no quiero vuelva a suceder algo parecido y aunque se que son pocas las horas que tenemos por delante quiero saber que eso que esperáis del matrimonio ¿que ansiáis encontrar tras la mascaras mis señoras?

Las tres me miraron expectantes, la bruja dejo claro que no habría sorpresas pues eramos dos animales salvajes encerrados en la misma cárcel, o eso es lo que entendí que enmascaraba tras sus palabras, mas esa no era la respuesta
-¿queréis un amigo? -pregunté con picardía -no busco una amiga madam, soy pasional en la cama, creo que a eso no se le llama amistad, ansió una mujer vibrante que sea capaz de saciar cada parte de mi vida, entender mis necesidades y que no tema a los depredadores ¿sois lobos o ovejas señoritas?

Ladeé la cabeza centrando ahora la atención en la que con un giro se había colocado a mi lado.
-Así que depredador ¿verdad? -susurré a su oído -capto vuestra seguridad, mas seréis capaz de mantenerla cuando caiga la mascarada o correréis aterrada?
Ladeé la sonrisa fijándome en la morena.
-Tres piernas, cuatro brazos, bella descripción de los rumores, confiemos pues que no sean ciertos y al caer la mascara vos no seáis una bestia infame y yo un demente asesino de mujeres.


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Mensaje por Lorelei Higgins Mar Oct 16, 2018 1:07 pm

Los oídos parecían chirriarle cada vez que la señorita Edwards pronunciaba mal su apellido. Teniendo en cuenta su acento y el nombre de la familia que llevaba, hubiese sido de esperar que conociera a los Higgins de Inglaterra por la fama que les precedía, sin embargo aquella mala entonación dejaba en evidencia que ni por asomo sabía de su existencia, lo que le hizo arrugar la nariz. Lorelei no era de las que presumía de apellido, pero una cosa era no alardear y la otra que no le molestara el desconocimiento de alguien de la alta sociedad de quien se esperaba más. Pero lo que la hizo recular fue aquel insólito, inesperado e innecesario comentario sobre que la propia Novalee se desposaría con ella, para luego añadir algo sobre una tarta y sus distintos estantes, como si fueran a saber diferente cuando lo único que cambiaban eran los tamaños. Rodó los ojos, cosa que no se ocultó ni con la máscara.

Escuchó entonces a la baronesa, ladeando un tanto la cabeza. Aunque no la hubiese entendido bien, cosa que dudaba, seguía habiendo comparado su interés al de contar semillas. Agitó la mano, restándole importancia al asunto y a la conversación en sí, en cuanto la oyó decir que quería a Sir Lion como amigo.

Los ojos claros de la dama se fijaron en los del hombre con el que estaba convencida iba a desposarse en el futuro. Le escuchó pronunciar aquella palabra y una sonrisa asomó a sus labios, haciendo que el antifaz se alzara un poco por el movimiento de sus mejillas.

Yo soy un lobo con piel de cordero, mi muy estimado sir Lion. —dijo con seguridad la supersticiosa damisela.

Llevó la mano a la máscara y tiró de ella, mientras con la otra soltaba las cintas que la anudaban debajo del recogido que llevaba. Expuso así su rostro a los presentes, clavando su mirada en las dos mujeres, antes de llegar, nuevamente, al caballero que allí las había citado a todas.

Yo no le tengo miedo a usted ni a las habladurías. Soy una mujer moderna, actual y que sabe valerse por sí misma. —dijo sin duda alguna en la voz.

El hombre con e que se había estado enviando algunas misivas, sabía de la gitana que le leía el futuro, pero no por ello se descubría como la agorera que era. Ese era un secreto de la familia Higgins que se encargaban de guardar a buen recaudo, no fueran a utilizarlo aquellos que deseaban beneficiarse de su negocio o, incluso peor, arrebatárselo.

Uno debe saber en qué momento lucir cada piel y sacarle el máximo partido. Igual que a una naranja, si la dejas calentar un poco al sol, podrás exprimirle más zumo. —sonrió, levantando una de sus manos de manera elegante y con los dedos formando un pequeño arco.

Invitaba a Sir Lion a sacarla a bailar, porque si estaban en una fiesta era casi obligado. Además, era una buena manera de conocerse y de buscar algo de privacidad, alejándose de las dos mujeres, una que parecía estar loca hablando de seres de tres patas y la otra a la que todo parecía importarle bien poco. Aún no entendía qué hacían allí. Rashida había leído su futuro y la gitana jamás se equivocaba.



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Mensaje por Smerenda W. de Brancovan Vie Oct 19, 2018 12:10 pm

Smerenda casi estalla en carcajadas al escuchar todo aquel parloteo ¿De verdad creía M. Lion que tales chismorreos la asustaban un poco? Si creía aquello entonces era porque él no había escuchado los cuchicheos y chismes que la rondaban a ella, los cuales en su mayoría eran menos terribles que la verdad. Otros hechiceros y vampiros rondaban el círculo cercano de Smerenda ¿Creía que un cambiante la asustaría? La importante allí no era si a Smerenda le asustaba la naturaleza de M. Lion, lo importante allí era si M. Lion no saldría corriendo cuando la máscara de Smerenda se evaporara. Ella no lo quería como amigo, la verdad era que alguien como Smerenda no tenía la capacidad de querer ¿Él quería una amante pasional? Smerenda lo era. Quizás era más de lo que M. Lion podía manejar.

Pero lo que más le daba gracia era la señorita Higgins ¿Creía que era un loco con piel de cordero? Que sabía ella de lobos o corderos. Si ella era un lobo entonces que era Smerenda ¿Un demonio con rostro de ángel? Cuando la señorita Higgins invitó descaradamente a M. Lion a la pista de baile, Smerenda no pudo contener a su risa por más tiempo. Bien, si ella quería pelear, pelearía. Aquello comenzaba a ser como una persecución, una carrera por la supremacía y Smerenda adoraba eso. Lamentablemente Smerenda sabía que la señorita Higgins tenía una seria desventaja, pero, ella, nunca, nunca podría siquiera imaginar que de quererlo, Smerenda podría tener a M. Lion rogando por ella, aunque él mismo no lo deseara.

-En realidad Monsieur, como habrá notado, yo no vine en búsqueda de un amigo, pero tampoco un marido, a decir verdad no sabía a qué se debía tan atenta invitación. Vine a saciar mi insana curiosidad. Pero lo que veo me parece interesante y... Deseable. Pero no es mi estilo rogar o pelear por alguien. Considero eso muy impropio y sobre todo muy triste. Seré directa Monsieur, usted no es ningún tonto, de eso estoy segura. Si lo que quiere es mejorar su status, sabemos que yo soy la mejor opción y- giró la cabeza y un poco y miró de soslayo a su rival con aire de superioridad - No se ofenda señorita Higgins, no lo hago por menospreciarla pero es la verdad. Yo tengo un título, usted no. En cuantos a sus posesiones materiales, no sé si sean mayores o menores a las mías, pero las mías no son pocas- Smerenda dio un par de pasos hacía M. Lion y cuando estuvo lo suficientemente cerca inclinó su rostro hacía el del caballero y susurrándole al oído le dijo -Si una adorable y frágil compañera de vida es lo que quiere, Miss Higgins cumplirá a la perfección ese papel pero ¿Cree que su historia no se vuelva a repetir? Si lo que quiere es otra cosa, alguien que comprenda a la bestia que lleva dentro, entonces- Smerenda rio suavemente y se señaló a sí misma y sin esperar respuesta alguna dio la media vuelta y se alejó un par de pasos.

-Ande Monsieur, parece que Miss Higgins está ansiosa, yo diría casi desesperada, por bailar con usted, yo esperaré mi turno, a mí no me corre ninguna prisa. También será algo bueno para todos que Miss Higgins esté bajo su supervisión, estando a su lado ella o causará que otra pobre desdichada quede en enaguas- Smerenda sonrió hizo una ligera reverencia y con paso firme comenzó a alejarse de los dos. Si Monsieur Lion la detenía, pues bien, si no lo hacía, también. Ya había puesto las cartas sobre la mesa.


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Mensaje por Hans Lion Lun Oct 22, 2018 10:46 am

Cuando decidí organizar aquella fiesta jamas imaginé que sendas mujeres pudiera implantar en mi una duda sobre cual era la adecuada.
La humana era soberbia, parecía derrochar seguridad, como si de algún modo se viera ya casada conmigo, en mi casa, siendo la reina y señora de todo, me gustaba como plantaba cara, como se mantenía en pie dadas las circunstancias y aquel deje irónico que arrastraba en cada una de sus palabras.
Era como una leona, luchando por capturar su presa.
Era descarada y con su mano alzada esperaba que con los primeros acordes la sacara a bailar dejando así sola a su rival.

Por ende, la hechicera, a la que no le faltaba belleza con la que competir, sabia a que jugaba, era capaz de ver mi aura, seguramente la bestia que en ella moraba, por eso dejo claro, que si no quería dejar mas cadáveres sobre la cama, lo mas adecuado era elegir a una mujer que pudiera en su día plantarme cara.
Ladeé ligeramente la cabeza, mis ojos adquirieron un tono ambarino tan propio de mi especie, la bestia emergía para ver a mi presa alejarse pues según Smerenda podía bailar con la señorita Higgins todo cuanto me placiera, mas cuando acabara de jugar con ella, me esperaría para hablar de verdad sobre los términos de nuestro compromiso.

Afiancé la diestra de la dama, Lorelei sonrió con una pequeña reverencia que sirvió de saludo mientras caminábamos juntos a la pista de baile donde ya otras parejas se colocaban para danzar y conversar tranquilos.
Su zurda se posó en mi hombro, mi diestra en su cintura, enfrentamos nuestras miradas en un duelo sin palabras, uno que pretendía discernir cuantas pieles de naranja portábamos cada uno de nosotros bajo la mascara.
-Dices eres una mujer libre, actual, que sabe valerse por si misma, mas ¿que esperáis de mi? ¿Que esperáis de este matrimonio? Decís que vuestra adivina os a asegurado que os casareis con el hombre de la mascara pero..¿os ha asegurado un matrimonio feliz o uno condenado? - Mi sonrisa se afiló -¿soportas bien el dolor?
Quizás mi pregunta podía sonar estúpida pero yo tenía ciertas..aficiones complicadas de asumir.



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Tengo que bailar seriamente contigo (privado) Empty Re: Tengo que bailar seriamente contigo (privado)

Mensaje por Lorelei Higgins Sáb Oct 27, 2018 1:44 pm

La baronesa empezó a alardear de su título,algo que no sorprendió en absoluto a la señorita Higgins pues era de lo único que una mujer como aquella podía presumir. No tenía una personalidad atrayente, se mostraba aburrida por todo y su pelo ni siquiera estaba bien cuidado, pues se veía áspero como un estropajo. Lorelei ignoró sus intentos de menospreciarla por mucho que dijera que esa no era su intención. Conocía bien a la nobleza y su hipocresía, ella, por contra, prefería decir las verdades a la cara en vez de andarse con tonterías. Si tenía que echar a alguien a los perros lo hacía sin más, sin andarse con segundas o falsos elogios y alabanzas.

Miró a la rubia con una sonrisa cargada de intenciones y se fue con Sir Lion a la pista de baile. Como toda doncella, había sido instruida desde niña para dominar cualquier tipo de danza. La orquesta tocaba un vals cuando llegaron al centro de la pista y sus cuerpos se colocaron, encajando perfectamente. Sus pies se movían despacio siguiendo el compás.

El caballero sonrió ladino y empezó a hacer las preguntas rudimentarias dada la situación en la que se hallaban. Ella le había escrito en sus cartas que Risha, la gitana, le había leído el futuro y asegurado que ambos se casarían y ella saldría prometida aquella noche de la fiesta de máscaras. Podía desear creer en cosas como el amor y otras tonterías, pero le temía más al karma. Sabía que no se debía jugar con los espíritus ni con los designios del destino.

¿Qué es la felicidad, Sir Lion? Es una palabra, algo que se achaca a un sentimiento, a un estado de ánimo. Pero es efímera, cambiante y no asegura nada en un futuro impredecible. —dijo ella, dando vueltas despacio sin soltar al hombre con el que danzaba.

Yo creo en el presente, en aferrarme a lo que deseo cuando lo quiero. No me dejo amedrentar por la nobleza ni los títulos que no valen para nada. —comentó, en referencia a las palabras de la señorita de Brancovan.

Entonces, el caballero, formuló una cuestión un tanto extraña, algo que hizo que la joven ladeara ligeramente la cabeza. Su mirada se afiló, clavándose en los orbes azules del contrario. La rubia le había tildado de bestia y dudaba que se refiriera al supuesto asesinato, uno que jamás se había demostrado. Uno que, de ser cierto, seguro que Risha se lo hubiera mencionado como aviso. Porque además de su vidente era una amiga recurrente a pesar de llevar poco tiempo en Francia.

¿Lo soportáis vos? —inquirió, antes de darle un expreso pisotón en el que clavó el afilado tacón en la punta del zapato ajeno, pellizcando vilmente dos de sus dedos.


Sonrió ladina, igual que lo había estado haciendo él y se pasó la lengua por los labios resecos. Hablaban mucho y bebían poco, así que era lógico que los notara un poco agrietados.

El dolor es un estado mental, ¿no cree? Hay gente capaz de convertirlo en cosquillas o en placer. —la sonrisa pasó de ser maliciosa a afable, sin falsedad alguna, al contrario, estaba siendo sincera.

Si el hombre pudiera verle las piernas, no se hubiese molestado siquiera en formular aquella pregunta. A la vista de sus doncellas estaba la realidad. De aquellas jóvenes mujeres que, en ocasiones especiales, la ayudaban a vestirse y embutirse el los prietos corsés que exigía la sociedad en la que vivían.

Pruébeme. —le retó, sin perder la agradable mueca de su rostro.



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Mensaje por Hans Lion Dom Nov 04, 2018 10:38 am

La dama sin duda no era de las que se achantaba fácilmente, pero ¿sabría que estaba metiéndose en la boca del lobo?
Cuando me pisó mi mirada se afilo, según ella el dolor era un estado mental y no físico, aunque en eso no estaba completamente de acuerdo.
Orillé mis labios a su oído tras uno de los giros, uno en el que su espalda pendió de mi brazo y su melena cayó salvaje casi rozando el suelo.
-No me gusta el dolor, no si va conmigo -confesé rozando con mi boca su mandíbula hasta que nuestros labios casi se probaron -por contra..si siento el dolor estimulante cuando yo soy quien lo proporciona ¿Os gusta jugar? -pregunté ladeando la sonrisa.

Ella me había pedido que la probara y no me parecía una idea alocada.
-Venid conmigo -pedí en una morbosa invitación que oscureció mi voz.
La joven por un momento se mostró insegura, creo que por su cabeza se pasó la idea de que era muy capaz de darle muerte la quedarnos a solas tras mi confesión, mas no iba por ahí mi petición.

No tardamos en encontrarnos en el servicio femenino donde cerré la puerta pasando el pestillo para asegurar nuestra completa intimidad.
-Quitate las bragas -pedí extendiendo la mano como si la estuviera invitando a bailar.
De mi chaqué saque un par de bolas metálicas unidas con un hilo, me relamí los labios contemplando a la joven que miraba aquel objeto seguramente por primera vez en toda su existencia -¿puedo? Pedí acercándome a ella con las pupilas dilatadas.

La chica parecía no comprender que quería hacer exactamente, su pecho subía y bajaba mientras pro sus labios el aliento emergía agitado.
-abre las piernas, he de meterlo ...ahí adentro -dije ladeando la sonrisa


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Mensaje por Lorelei Higgins Mar Nov 06, 2018 3:32 am

La dama pudo ver el cambio en la mirada ajena, algo que la hizo sentir orgullosa de su propio descaro. Obviamente a nadie le gustaba que le pisaran, ese no podía ser un dolor placentero, no cuando era bailando y no medio desnudos. Ella era una mujer de alta alcurnia, pero muy leída y con la oreja siempre puesta en los chismorreos que corrían por el servicio. En la alta sociedad era muy fácil que los criados cambiaran de dueños con rapidez, y como represalia, muchos de ellos aireaban los secretos de quienes les pagaran primero. Así pues, los rumores se levantaban como una polvareda en mitad del desierto al iniciarse una persecución a toda carrera. Lorelei no era de las que contaba aquello que escuchaba, pero sí se divertía enterándose de los escarceos ajenos. Y había sido de aquel modo que descubriera algunas tendencias sorprendentes en hombres y mujeres que disfrutaban de ser sometidos por aquellos a los que trataban como seres inferiores habitualmente.

Cuando ella le sugirió que la probara, él no tardó en mostrar una sonrisa ladeada y, tras detener sus pasos, la tomó de la mano, invitándola a que fuera con él. Primero arqueó las cejas, pues le sorprendía que le pidiera alejarse de allí, abandonando a su suerte a la baronesa. Pero poco le importaba aquella mujer a ella, a fin de cuentas, si se alejaban se sentía vencedora de una pelea que desde el principio se sabía anunciada por las predicciones de Risha. Asintió, posando sus dedos sobre la palma ajena. Lo que no esperó fue que la llevara al servicio de las mujeres, lo que le hizo ladear la cabeza y fruncir ligeramente el ceño.

¿Qué hacemos aquí? —preguntó la castaña, observando como Sir Lion cerraba la puerta con el pestillo incluido.

Él se dio la vuelta para enfrentarla de nuevo y extendió el brazo en su dirección con la mano abierta y hacia arriba, al tiempo en que le pedía que le entregara su ropa interior. Las pupilas de la señorita Higgins se dilataron al escuchar tal demanda. Habían pasado de estar bailando a que le reclamara las bragas. ¿Qué se había perdido?

Dudó, ¿cómo no hacerlo? Ella seguía siendo una mujer pura, a su manera, físicamente. Jamás un hombre la había tocado por debajo del vestido y el que había intentado hacerlo por encima, se había llevado un buen guantazo con la mano extendida. Pero aquel hombre, rezumaba peligro, uno que, lejos de asustarla, la atraía. Si su padre la viera la tildaría de loca y de fulana cualquiera, pero no estaba allí para juzgarla, nadie había, sólo ella y Hans Lion, el que acabaría siendo su marido.

Se apoyó con una mano en el mármol del lavamanos y se inclinó ligeramente hacia un lado para colar el brazo bajo la falda. Sujetó un lateral de la prenda interior y tiró de ella hacia abajo. Después hizo lo mismo con el otro brazo y levantó un pie y después el contrario. Al alzarse, sus claros orbes se encontraron con los azules del depredador que se relamía, apegándose a ella con un objeto colgando entre sus dedos.

¿Qué es eso? —sentía curiosidad y no se molestaba en ocultar que desconocía lo que el caballero tenía en su poder. Parecían dos balas de tamaño considerable, pero estaban unidas por un cordel. ¿Qué pretendía hacer con ellas? Pronto le dijo cuáles eran sus intenciones, aunque ella seguía sin comprender qué esperaba de meter eso entre sus piernas.

A pesar de todo y dada la situación, decidió acceder, más llevada por la fascinación que cualquier otro sentimiento que pudiera recorrer su espina dorsal en aquel momento. Abrirse de piernas de pie le pareció, cuanto menos, vulgar y extraño, así que se apoyó con ambos brazos en el mármol y de un pequeño salto se sentó encima, separando poco a poco las rodillas una vez acomodada, mientras con las manos iba arrugando despacio el vestido hasta sobrepasar las rodillas.



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Tengo que bailar seriamente contigo (privado) Empty Re: Tengo que bailar seriamente contigo (privado)

Mensaje por Hans Lion Lun Dic 17, 2018 4:01 am

La morena aguantaba estoica las bolas que en su coño se movían rozando sus paredes logrando que el orgasmo se acercara con cada vuelta, con cada movimiento fortuito en aquel baile que pasó de ser tedioso a algo infinitamente mas estimulante.
Mis ojos de depredador se mantenían fijos en los de la dama, el final de la noche se acercaba y con ella mi decisión debía ser tomada.

Acerqué mis labios a su oído, mi aliento calcinó la ternilla del mismo.

-Predijo también vuestra bruja el tipo de hombre que soy -susurré - ¿y ahora? ¿ansiáis salir corriendo?

La joven parecía confusa pero creo que mas por la explosión de sensaciones que se le almacenaban en sus partes bajas que por el mero hecho de entender que conmigo la vida iba a ser una montaña rusa.

-¿la pregunta es, en que dirección correréis?

Los músicos tocaron los últimos acordes de la pieza, en ese instante tomé una copa y golpeando su vidrio repetidas veces para llamar la atención de los allí presentes, todos se detuvieron para escuchar lo que el anfitrión tenía que decirles.

-Estoy seguro de haber encontrado una dama que se ajusta a lo que al inicio de la noche buscaba. Señorita Lorelein ¿aceptáis a este hombre como vuestro prometido?

Esperé ansioso su respuesta, quería saber la dirección que tomaría el excitado conejo ¿sería en busca de la boca del lobo?


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