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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Denisse d'Auxerre Lun Abr 21, 2014 6:17 pm

París, Francia, Principios del siglo XV
Aún recuerdo esa noche cuando le trajeron. Podía ver en sus ojos un aire de locura mezclado con el rojo carmesí de la sangre. Adriel, Dorian y yo estábamos en la sala de estar de la mansión oyendo a uno de los viejos d’Auxerre presentarnos al nuevo miembro. Cerré los ojos mostrando total desinterés  pues un Perro más para esta casa no sería  la novedad pero mis sentidos se llevaron una sorpresa. Al ver entrar al vampiro que en su momento era un neófito, mi piel comenzó a querer  desprenderse y un dolor en el pecho se intensificó. Abrí los ojos de golpe viéndole furiosa y nerviosa. La sangre de mi creador, mi sire corría por sus venas y yo sin poder creerlo solté un gemido horrorizada de la desesperación ahogando un golpe en aquel sillón donde estuve sentada. Maldito, maldito. Había convertido a alguien más y apuesto que ni siquiera se tomó la molestia de explicarle a él lo que era y cómo actuaba su organismo pues no era un humano más. Sin dirigirle la palabra al perro de los d’ Auxerre salí de la habitación preguntándome si él había sentido lo mismo que yo.
Presente, Siglo XIX
Mi reflejo en el espejo bastó para arrancarme una sonrisa. Mi piel pálida hecha cristal de porcelana brillaba entre los cuidados minuciosos que le brindaba. Hermosa luna, luna cayena, luna café. Mi manejo sueño tal cual me envenena, abres mis ojos, abres mi piel. Mi mente te indaga, mágico tormento.Recé al viento y salí sin problema de mi aposento viendo que la soledad nos acompañaba una vez más con la vista fija en la puerta enorme de caoba fina, una que guardaba secretos.
Sabía que esconderme en su habitación le iba a poner de malhumor pero no podía quitar el hecho que adoraba jugarle bromas a mi hermano menor de sangre aunque en apariencia no lo reflejaba, él era todo un dios griego. Por una extraña razón ese día me sentía de buen humor dejando de lado todos los problemas que con los de Bordeaux se refiere. Entré a hurtadillas como niña sin querer que la encuentren en medio de una travesura  y miré todo el lugar. Sinceramente Brönte era una rata de biblioteca, en su cuarto eran estantes y más estantes con libros de diferentes tamaños, épocas, grosor, temas. Una mueca de dolor se dibujó en mi rostro como si me molestara todo aquel mar de letras, la lectura jamás fue de mi preferencia, adoraba más la música y el arte manual, le divisé sentado en una de las sillas de espaldas a mí y mordí mi sonrisa sin poder evitar camuflajearme entre las cortinas que ondeaban por el viento de las ventanas.
Mi cuerpo se deslizaba casi sin rozar el piso, ágil por encima de las telas merodeándolo como si quisiese cazarlo. Le observé desde una distancia considerable sabiendo que seguramente ya sabía que estaba aquí. Me dije que podíamos salir a dar un paseo puesto que sacarlo de este lugar que era ‘’su mundo’’ era difícil. Además de que él no sabía que los bastardos innombrables habían regresado y necesitábamos de sus consejos para formalizar las acciones de nuestra familia ante ellos.  Sin esperar más en un abrir y cerrar de ojos estuve delante de él notando su concentración sin siquiera prestarme atención —¡Brönte!- inquirí molesta pues parecía en trance—Hazme caso- rodé los ojos y me lancé sobre su cuerpo sin esperarlo sentándome en sus piernas viéndole de frente —Hoy no es noche de libros, vamos a jugar un rato- tomando descaradamente su libro y viendo la portada arrugué la cara y lo lancé hasta donde estaba su cama. Tomándole de la camisa lo acerqué a mí —¿Sí?- agregué con un beso a su mejilla y le solté colocándome de pie arreglando mis ropas mostrándole uno de los nuevos vestidos que había comprado desde Italia —Si te comportas habrá premio-  entrecerré los ojos para morder mi labio observando su rostro que era realmente hermoso y comencé a caminar por el escrupuloso cuarto del vampiro notando lo impecable que estaba todo —Ni, Adri ni Dorian están en casa, así que veré qué inventamos- siempre que estaba cerca de él sentía la necesidad de su sangre, por muy extraño que se pueda escuchar o quitarle la careta de niño bueno que llevaba puesta y esta noche sería la ideal para ver cuál de las dos o ambas gozaba.
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Mensaje por Brönte d'Auxerre Vie Abr 25, 2014 11:24 pm



Cuando las sombras de la noche y las estrellas aparezcan y no haya nadie allí para secar tus lágrimas te podría abrazar durante un millón de años para hacerte sentir mi amor. Sé que tú aún no te has hecho a la idea pero yo nunca te haría daño, lo sé desde el momento en que nos conocimos, sin duda, perteneces a mi mente.

Adele.




Sus ojos se deslizaron por cada palabra grabada en aquel libro. Leía con rapidez, pero aquel libro que tenía entre sus manos era tan antiguo, que le gustaba disfrutar de las palabras ya grabadas en su mente de tanto leerlas una y otra vez. En él se hablaba de la historia increíble de un hombre que se había destruido el rostro para poder huir de la justicia. Algunos lo llamaban loco por ello, incluso llegó a ser atrapado, juzgado y condenado a muerte. Pero sólo después de que su cuerpo yaciera en la tierra, se descubrió que el verdadero culpable había sido su esposa. Al saber que su mujer había matado a un hombre, él la protegió. Llegó al punto de creerse tanto su propia mentira, que se volvió loco de verdad. El horror de saberse un asesino, lo forzó a destruir lo que él consideraba más preciado para él; su rostro. Huyó de su hogar, de su mujer, de su patria. Pero al final, no pudo evitar a la justicia. Al menos eso decían todos hasta que su mujer, sabedora de que su esposo había enloquecido por su crimen, se suicidó dejando una nota de lo ocurrido. A veces lo que parece justo no lo es. Lo que se considera inocente, tampoco. ¿Y él, qué era él?.

El libro desapareció de sus manos cuando su hermana se lo arrebató. Una vez más, había estado tan centrado en sus pensamientos dispersos, que no había podido percibir la presencia de ella. ¿Cuántas veces había sido asaltado de aquella forma?.

- Denisse- Susurró sin poder evitar poner una cara de asco al ver que ella tocaba su ropa con esas manos que apestaban a alguna nueva y cara crema. Odiaba eso. Siempre insistía en embadurnar la preciosa, perfecta y pálida piel con productos que manchaban su olor natural. Si ella supiera que lo único que lo mantenía alejado de ella y de todos sus coqueteos, era precisamente lo que pensaba que la hacía más deseable, probablemente lo destruiría. Denisse era una mujer temible, no lo dejaba tener paz, leer, estudiar ni siquiera el salir fuera de aquella casa sin que hiciera algo que la metiera en sus pensamientos. – No me toques.- Le dijo separando cada una de las palabras, repitiéndolas con lentitud de nuevo para que se le grabase de una vez que odiaba eso. Aunque, conociéndola como lo hacía, sólo volvería a tocarlo para molestarlo.

Suspiró cuando ella lo besó en la mejilla y cerró sus ojos para mantener la calma. Se forzó a permanecer con su característica pose indiferente, no solía mostrar sus sentimientos a los demás. Pero no era algo producto de su orgullo, sino que a veces tenía varios sentimientos contradictorios, girando en su sangre, arañándole la piel. Si mostrase todo lo que sentía, probablemente asustase a su familia. Y él no quería eso. En el fondo temía que ellos, los D’auxerre, los únicos que habían visto algo en él para hacerlo parte de aquella extraña familia, lo abandonase como hicieron sus padres y hermanos. La mera idea de volver a aquel manicomio en el que permaneció durante años, madurando en aquella habitación en la que no entraba casi la luz del sol, sentía un pánico atroz. No en vano había elegido la mayor habitación de toda la casa. Su cama se encontraba en el centro de la habitación, con un gran ventanal que le permitiese tomar aire siempre que quisiera y la protección de todos aquellos libros para alejar sus miedos.

Se levantó de la silla y le dio una reverencia elegante, una señal de respeto y adoración a aquella mujer de brillantes cabellos dorados. Sus ojos azules le dieron una cálida mirada, similar a la que tendría un cachorro que ve a su amo interesado en jugar con él. – Mi deseo más ferviente es hacerte feliz, Denisse. ¿Qué deseas hacer esta noche, hermosa mía?- Sus palabras eran hermosas sin saberlo, pues él jamás tenía una visión positiva de sí mismo. Era considerado siempre alguien extraño e incluso tonto. Se esforzaba en no hablar demasiado para que nadie le dijera que lo que decía carecía de sentido, pero cuando su familia le pedía algo, él simplemente se lo daba. Le era imposible no aceptar sus órdenes. Se le daba bien cumplirlas. Le hacían sentir seguro, porque eso implicaba que de alguna forma lo necesitaban.  
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Mensaje por Denisse d'Auxerre Miér Abr 30, 2014 8:43 am

Me sentía como una caprichosa delante de Brönte, era divertido hacerlo molestar de alguna u otra manera debía de desviar la sed de sangre que me inundaba cada que estaba cerca de él, era una especie de tortura provechosa, tenía más de doscientos cuarenta soportando tal rigor, llámenlo masoquismo. Mis ojos azul profundo se fijaron a los de él como si  mediante éstos podía reírme en su cara también y sobre su piel ambos glaciares chocaban. Sin perder un minuto en reprender mi comportamiento dejé las manos sobre las telas de su ropa porque adoraba la manera con que me miraba, jamás había visto a Brönte molesto lo que me llevaba a caer en conclusiones de no conocer nada acerca de él eso me intrigaba un poco, siempre había estado hundido en este mar de libros, en su sepulcro de limpieza, a penas y le miraba en casa, solo cuando me tomaba estas molestias de venir a ‘’alegrar’’ su noche. Solté una sonrisa por esos pensamientos y después de memorizar cada una de las cosas que tenía éste a  su alrededor le devolví la vista sin perder sus ojos en espiral arrastrándome a su centro, quería gritarle eufóricamente pero no había perdido la razón… aún.
La energía se volvió hasta dolorosa bajo mi piel por eso opté por bajarme de su regazo cuando estaba tan incómoda, fruncí el ceño por la seriedad ajena, era un aburrido, una rata bibliotecaria incapaz de corromper o al menos eso era lo que él quería que yo creyese. Me gustaban los retos, Brönte siempre lo había sido, era un fiel perro de esta familia pero no sabía hasta qué grado se limitaba su universo dentro de este enfermo contexto que yo creaba para él —Vamos, Brönte, deja la amargura y estos libros- le dije divertida con una enorme sonrisa en la cara que seguramente daba miedo, frente a él giré cual niña da vueltas haciendo que el vestido se empopara de abajo y me detuve con una ceja alzada —¿No me veo realmente hermosa hoy?- mordí mi labio, era una bastarda narcisista que amaba que la adorasen —Tendrías que ver lo que llevo puesto sin que este vestido estorbase-molesté una vez más acercándome a él para quedar justo enfrente en donde ningún momento perdí el contacto visual con sus ojos y al verle de pie no hizo más que sentirme como una desquiciada a punto de volver su locura hecha realidad.
Sus palabras eran cánticos demoniacos a mis oídos. Maldito. Siempre sabía complacerme a regañadientes. Le miré de pies a cabeza, era hasta escrupuloso para vestirse aunque no podía negar que tenía un estilo impecable. Sonreí sin inmutarme a hacer ningún gesto y me acerqué aun más a él para quedar frente. El dolor en cada parte de mis huesos era fuertísimo, me pregunté si habría algún día en mi eternidad donde pudiera cesar —Pero así no…- solté de inmediato y comencé a desabotonar parte del traje manga larga que llevaba quitándolo rápidamente dejándole sólo en la camisa arremangando la tela que cubría sus muñecas dejándola hasta sus codas, desabotoné dos botones de su camisa y quité la correa de su pantalón, le quedé viendo y abracé su cuerpo cruzando mis brazos por encima de sus hombros para llevar mis manos hasta su cabeza en aquella cercanía y despeinar su perfectamente cabello alineado dejándolo revoltosamente hermoso. Di unos pasos hacia atrás observando mi creación —Me encantas así, de vez en cuando hermanito, debes variar- me hice a un lado mostrándole el único espejo que aquel tenía en su habitación.
Sin esperar tanto tiempo me coloqué tras de él con la velocidad de un rayo y crucé mis brazos en medio de su torso apretándole ligeramente hacia mí como quien abraza un oso de felpa, en su defecto, perfecto en cada músculo. —Tengo deseos de sangre y no sé qué hacer…- confesé apoyando una de mis mejillas a su espalda con falsa preocupación que me haría ganar un premio por buena actriz —Pero el problema es que no es cualquiera la que quiero- acaricié con mi rostro su dorso —Es la tuya- sonreí victoriosa sin despegarme de su piel aguardándolo en el abrazo del diablo. La fidelidad muchas veces es tan ponzoñosa que lastima.
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Mensaje por Brönte d'Auxerre Miér Mayo 07, 2014 10:59 pm


“A veces no sabes que has cruzado una línea hasta que no estás al otro lado, y entonces ya es demasiado tarde.”

La cercanía de Denisse le permitía observar la perfección de su rostro; desde el arco travieso de sus cejas, enmarcando el azul tempestuoso de sus ojos, hasta la deliciosa curva sonrojada en la que consistían sus labios. Era sumamente perfecta. Una creación hermosa, hecha para cubrir todo el infierno pecaminoso que soltaban sus labios con el mero divertimiento que el ofenderlo. Aún no entendía qué había hecho para ganarse sus burlas, desde el mismo momento en que había llegado a aquella casa, muchos siglos atrás, los ojos de aquella mujer le habían hecho saber que no lo perdonarían. Quizás ella sabía de él, de su incapacidad para expresarse a veces, sus padres le habían enseñado que no valía nada. Pero ella insistía en buscarlo, si realmente lo odiara lo habría matado mucho antes. No la creía capaz de mantenerlo así, preso de un juego infernal que no tenía ni comienzo ni final, esperando la siguiente orden que su boca lujuriosa le lanzaba. ¿O sí?.

- No tengo amargura.- Respondió a su acusación con un ligero fruncimiento de sus cejas. No entendía qué lo hacía ver así, él era feliz leyendo y teniendo paz y silencio. Si todo a su alrededor estaba ordenado le recordaba que sus desórdenes mentales no tenían por qué salir a la luz. Guardaba los demonios de su locura bien enterrados en su interior. Sólo su alma destrozada sabía cuán profundas eran las heridas en él, pero era algo que sus hermanos no tenían por qué saber.

Mantuvo silencio cuando ella preguntó si era hermosa. Su hermana sabía que sí, había respondido a lo mismo numerosas veces, tantas que ya se le hacía innecesario contestar a la pregunta. Pero fue la siguiente frase lo que hizo que su suspiro quedase congelado en sus labios, convirtiéndose más en un gemido que en una exhalación de su respiración. “Tendrías que ver lo que llevo puesto sin que este vestido estorbase”.Sigue siendo ropa.- Dijo con naturalidad, aunque no podía evitar sentir la acuciante compulsión de perseguir su figura con los ojos. La imaginación era una cruel habilidad, algo en lo que él tenía que trabajar duramente, intentando no dar rienda suelta a algo demasiado peligroso cuando tenía el nombre de Denisse en sus fantasías.

Pero, aún a sabiendas de que era un error, la recorrió con los ojos mientras ella se ocupaba de quitar prendas de su cuerpo, admirando la perfecta blancura de su piel y odiando aquellos productos que le impedían conocer el verdadero olor de su cuerpo. Ella constituía lo contrario a todo lo que él consideraba hermoso en una mujer. Empezando por su carácter. Obstinada, narcisista, mandona, irritante, ruidosa, tendente a explicar todo con un contacto físico innecesario. ¿Por qué entonces él mantenía sus ojos fijos en ella?. Abrumadora y frustrante. Así era su relación, eternamente unidos por su sangre, apellido y una promesa que él mismo se había hecho cuando lo convirtieron.

Aunque lo habían encerrado en un manicomio, declarándolo incapaz mental y poco más que un animal por su capacidad de hablar y forma humana, él no era estúpido. Sabía el porqué de su conversión. No había nada en él que fuera destacable salvo su facilidad para seguir las órdenes de los que le rodeaban. Aceptaba su papel como “inferior”, arrodillándose sólo ante aquellos que eran sus superiores. Él veía el mundo de una forma muy diferente del resto, lo que le permitía tener siempre una habilidad sorprendente para adaptarse a cualquier situación. Era eso, su simplicidad, lo que lo había convertido en un D’Auxerre. O al menos eso creía él. ¿Qué sino habría llamado la atención en un demente como él?.

Sonrió por sus pensamientos, dándole un empujón a sus diatribas, percatándose de que era guiado por Denisse ante un espejo. Los brazos delgados de ella lo rodearon, haciéndole ver que su cuerpo era lo suficientemente ancho como para ocultar las curvas que había admirado antes. Aun así, podía sentirla detrás de su espalda, respirando sobre la columna vertebral y enviando una poderosa y angustiante señal de alarma a su cabeza. Se sabía en peligro, pero confiaba en sus hermanos con su vida, así que sólo miró la imagen de sí mismo que le devolvía el espejo.

- No hay nada hermoso en mí, Denisse. – Sus ojos azules brillaron, dándole a su gemelo una mirada capaz de hacer retroceder a cualquier humano con sentido de auto conservación. Pero en esta ocasión iba dirigida a la mujer que lo envenenaba con sus ofertas caprichosas. Siempre le hacía enfrentarse al abismo para conocer cuáles eran sus límites, salvo que lo que ella no sabía, era que él carecía de tales banalidades. Los locos no sabían que era lo correcto o lo normal, mucho menos cuando eras un vampiro y la sociedad cambiaba haciendo que lo que antes era imposible, ahora fuera perfectamente permisible. Sólo tendría que esperar y las leyes se doblarían, haciendo que lo que antes lo condenaba, le fuera dado después en razón.

- Si es mi sangre lo que deseas, te la daré. – Se peinó mejor su cabello, arreglándose la ropa con manos rápidas y ágiles. – Pero tendrás que esperar a que me alimente. – Agarró sus manos y las separó, liberándose de su abrazo. Se dio la vuelta, enfrentándola con la mirada, diciéndole que su juego sólo acababa de empezar pues él no pensaba ceder ante ella. Podía sentir sus labios se entreabrían, respirando cerca de su rostro por el mero placer de darle la caricia que no se atrevía a otorgarle con sus manos. – Ven conmigo de caza y después toma mi sangre. Aunque no admito una queja si no es de tu gusto.- Su boca se abrió, ofreciéndole una sonrisa que dejaba ver sus brillantes dientes blancos. Era un D’Auxerre que se alzaba en la noche, dándole a su hermana exactamente lo que quería.
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Mensaje por Denisse d'Auxerre Sáb Mayo 10, 2014 5:36 am

Tanto orden  me enceguecía. Su habitación era como un lugar que buscase volver cuerdo a cualquiera, lastimosamente en esta mansión, familia, nadie lo era. Brönte era tan escrupuloso con sus cosas como si  hubiese traído de aquel sanatorio un fragmento de recuerdo convirtiendo este lugar en su refugio de sanación mental. Cerré los ojos nuevamente pensando en que de no ser porque tenía planes malévolos para mi dulce hermanito habría salido corriendo hace un par de minutos. Mis orbes se abrieron al sonido de su quietud con él todo era así, una tranquila calma, parecía incorruptible, lo que me llenaba más de ganas por quebrar las reglas rígidas de las que su eternidad dependía. Miré su cielo que parecía sereno y entonces el dolor comenzó a azotarme con más precisión y constancia, quería morderlo, ¿no podía él sentirlo? o ¿simplemente me ignoraba? —Eres un limón, hermanito pero no importa, para eso estoy yo. Voy a endulzar tu herida, Brönte- susurré con dulzura en su oído al oírle protestar, era tan hermoso, quería devorarlo ahí mismo pero me contuve, todo a su debido tiempo.  Gozaba de su rostro de perro fiel a mi palabra, esa su mayor ventaja, lograba captar mi atención ignorándome, masoquista.
Adoraba la adulación, que hablaran de lo hermosa que era, de cómo estaba vestida, de mi sedoso cabello que ondeaba en mi espalda y de la forma de mi andar por eso era ‘’generosa’’ al acercar lo que quería lo más pronto, que pescaran un anzuelo. Sonreí viendo con ansia a Brönte, en todos estos siglos jamás un cumplido había salido de su boca propiamente dicho siempre era inducido o casi obligado, era molesto cuando se lo proponía. Esperaba correr con suerte sino él sería mi víctima y no precisamente de una dulce violencia. La expectativa me recorría la piel y esperé  oírle pero mi sonrisa se desinfló como globo de helio a medio morir por su respuesta. ¿Eso es todo? Me dije en mis adentros sin poder evitar rodar los ojos llena de fastidio pero a la vez más picardía. Le enseñaría a respetar —No- susurré de inmediato viéndole a los ojos con otra sonrisa una más reluciente —No sigue siendo ropa porque no llevo puesta indumentaria. No cuando no la necesito- mordí mi labio inferior alzándome de hombros mirándome de pies a cabeza devolviéndole la vista al instante al vampiro, me costaba detectar algo suyo pese a compartir sangre.
Después de terapear al inmortal desordenando lo que sepulcralmente tenía ordenado de sí mismo le señalé el espejo sin poder aferrarme al agarre de su cuerpo. Era magnifica la sensación. Tenerle ahí tan sólo para mí, me negaba a compartirlo con alguien más y quien se le cruzara en el camino acabaría en mis manos primero.  Apoyé el mentón en su hombro —Todo tú eres exquisito- sonreí –Ni te imaginas las cosas que haría contigo- pensé para mí misma —Tendrías a cualquiera en un dos por tres si quisieras, tienes ese encanto- sentía el ardor en mis colmillos pero me contuve frunciendo el ceño —Me gusta verte así, sin ser tan estricto contigo mismo, te imagino todo alborotado en condiciones indecentes, Brönte, por favor no te peines-  exigí tomando su mano para impedir que se recompusiera lo que había desordenado en su ropa y cabello.
Duró poco mi felicidad porque él sí que sabía cómo romperla en un santiamén. Fruncí el ceño y me separé dando dos pasos hacia atrás cruzándome de brazos negándome. No entendía que quería su sangre, no la sangre de cualquier puta barata que fuese a ofrecérsele. Tomando impulso tratando de no medir la fuerza me abalancé contra él logrando arrastrarlo hasta la cama y caer encima de él tomando sus muñecas lo crucifiqué de lado a lado mientras mis piernas se abrían encima de su abdomen apresándole. —Tengo mi vista puesta en la presa ahora mismo y quiero cazarla de diferente manera- yéndome hasta su cuello lo lamí desde el esternón hasta el borde inferior de la mandíbula, sonriendo deposité un beso dejando marcado el labial en su piel —No quiero sangre de nadie más que no sea la tuya- mis ojos se tornaban en fuego —¿De acuerdo?- mordí su yugular sin pensarlo más tiempo y abracé su todo guardándome en su cuerpo logrando minimizar el dolor al contacto en el agarre que era excitante y ponzoñoso.  
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Mensaje por Brönte d'Auxerre Miér Ago 20, 2014 6:49 pm


La locura se apodera rabiosa de mi cerebro y yo se lo permito, soy muy consciente de que estoy sometido a influencias sobre las que no tengo ningún autocontrol.

Knut Hamsum


Ella era su condena personal, definitivamente sabía cómo capturarlo. Su aspecto, su voz, incluso el brillo de sus astutos ojos, estaba creado sólo para hacerle arrodillarse a sus pies y suplicar por una orden de su hermana. Muchos podrían no entender su naturaleza, pero él hacía mucho tiempo que había aceptado su lado masoquista. Amaba el dolor, la forma en la que todo le escocía; la suciedad, el desorden, la soledad, el ruido. Nada le daba paz. Por mucho que intentara ordenar su mente, siempre tenía miles de ideas o recuerdos pululando en su interior, infectándolo con la necesidad de sacar la bestia que había ocultado bajo llave. Por eso se mutilaba, suplicaba porque su Reina rubia le diera una más de sus sonrisas. Podría hacer cualquier cosa porque ella lo aceptara, incluso suplicar. Aunque eso no era algo que necesariamente tuviera que saber, ¿verdad?.



- Gracias hermana, me halagas.- Le respondió a sus palabras sin sacar a colación que lo había llamado limón, aburrido y a la vez exquisito. Se contradecía en sus opiniones, haciéndole imaginar la razón de ello. Sólo podía pensar que aquella mujer había cambiado de consideración sólo para llevarlo a un camino que sólo ella entendía. Se sentía frustrado, porque con Denisse todo podía significar nada y la nada el todo. Tenías que estar alerta siempre, cuidando tu espalda, porque su hermana sabía perfectamente cómo gobernar a un hombre. A veces le preocupaba que ella terminara descubriendo su verdadero y sucio ser. Si supiera lo que le había hecho en su mente, cómo la había mancillado una y otra vez en sus pensamientos desde que abría sus ojos hasta que los cerraba, quizás no le dijera de nuevo lo aburrido que era. Seguramente correría lejos de él, como su propia familia lo hizo una vez. Una oleada de recuerdos oscuros pasó por su mente, tensándolo y convirtiéndolo en piedra durante una fracción de segundo, mientras ella seguía hablando.


Con nerviosismo volvió a peinarse, acariciando las ebras oscuras de su cabello para ignorar el ligero temblor que sacudía sus manos. La eternidad era una perra que te mordía siempre que podía con sus recuerdos del pasado. Había escuchado que muchos de ellos olvidaban parte de su antigua identidad cuando se formaban la nueva, en medio de su conversión, del dolor que había pasado durante su encierro, con todas aquellas sesiones de tortura llamadas tratamiento experimental, él había absorbido todas sus experiencias, grabándolas a fuego bajo su piel. Y ahora, precisamente cuando los ojos azules de Denisse lo miraban como si quisiera devorarlo, todo volvía a él. Porque ambos eran terriblemente parecidos, no por su pasado o su físico, sino por ése hambre cruel y voraz que los llenaba, dándoles el mismo y delicioso aroma. Su creador había elegido sabiamente a sus piezas.


- Créeme, no te gustaría ver mi lado desenfadado. - Le dio una sonrisa amable que contradecía el suave tono de su voz. Le encantaba saber que a pesar de todo seguía teniendo la capacidad de mantener esa hermosa e indiferente fachada. Ojalá ella le diera una orden, le gustaba seguirlas, no tener que pensar. Que llegase el silencio. Y ahí estaba, esa exigencia dicha con un tono de voz arrogante que le agradaba por su familiaridad. Cerró sus ojos al sentir la mano de su hermana sobre la suya, impidiéndole que siguiera peinándose. - Como desees. - Susurró a su petición de que no se peinara. Su mente se cerró y se concentró de nuevo sólo en ella. Su parte servicial se activó y sólo quedaron ellos dos; el perro y su ama.


Sus ojos se abrieron con sorpresa al verla arrastrarlo, para su vergüenza, con demasiada rapidez y facilidad hacia la cama. Sintió el instante en que sus piernas chocaron contra el borde de la madera, obligándolo a caer sobre la mullida superficie, quedando como un muñeco dispuesto al servicio de su dueña.

- Detente Denisse, no entiendes lo que estás provocando. - Le dijo con una ceja alzada, seguro de que su hermana estaba llevando el juego demasiado lejos para su propio bien. Pero su mente quedó congelada al ver la mirada que le otorgaba Denisse. - Denisse...- Susurró con un interrogante al ver cómo su cuerpo lo rodeaba. El susurro de la tela al mover ella sus piernas por la cama, para colocarlas a ambos lados de su cintura, lo hizo contener el aliento. Sus ojos se cerraron al sentir su beso, embriagándose con el aroma que provenía directamente de su cercanía, envolviéndolo como si fuera realmente una presa indefensa ante sus armas.


Cuando el mordisco llegó, su espalda se arqueó, aceptando su abrazo con una satisfacción que rozaba lo insano. Sus manos rodearon su espalda, pegándola contra su pecho con uno sólo de sus brazos, usando el otro para agarrar el pelo rubio. La suavidad del mismo lo hizo gemir, tragando saliva con dureza al sentir la poderosa succión que estaba dando ella sobre su cuello.


Rodó en la cama para colocarse sobre ella y de un brusco tirón la separó de él, ganándose un doloroso desgarro de la piel que ella había cortado con sus colmillos al obligarla a separarse de su cuerpo. Sus ojos azules la recorrieron, mientras su pecho comenzó a agitarse con rapidez, como si él fuera de nuevo un humano necesitado de respirar ansiosamente en busca del aire que ella le había arrebatado. La miró con un deseo que rozaba lo animal, tirando de nuevo de su pelo para obligarla a exponer su cuello para él. Sus dedos subieron por su cadera, adentrándose sobre su cintura, metiéndose entre ellos sólo para rozar su corpiño y acariciar aquellos labios que tenían capturados a sus ojos. La ansiaba. La necesitaba. Ahora.


Descendió sobre ella, dándole una mirada que le decía cuán profundamente iba a hundir sus colmillos en su piel, devolviéndole lo que ella le había dado. Pero cuando sus dientes rozaron su piel, cortando con suavidad la misma, se estremeció y se quedó inmóvil.


- Basta. - Se obligó a separarse de ella, teniendo que agarrar la mano que tenía unida testarudamente a su pelo y la soltó. Se sentó y cerró sus ojos para controlarse. Tuvo que acunar su cabeza entre las manos para apretar las voces que le decían que le arrancara la ropa y la hiciera suya. Mía, mía, mía, gruñó en su mente.


- Vete. - Le dijo mientras se alejaba de ella y la dejaba tras de sí sobre la cama. Cada paso que dio hasta el espejo le costó una eternidad. - Ya tienes lo que querías, ahora vete. - La miró desde el espejo, estremeciéndose al ver lo cerca que había estado de perder la cordura. De nuevo se maldecía a sí mismo por ser tan débil. Al ver que ella no se movía, se giró con lentitud y metió un de sus manos en uno de los bolsillos de su pantalón. Su aspecto había cambiado, su postura erguida, sus ojos fríos de nuevo gracias al poder de su concentración, incluso su rostro indiferente al hecho de que a pesar de esa apariencia, su pelo seguía desordenado por las manos de ella, su cuello llevaba su marca y pequeñas gotas de sangre se deslizaban por el interior de su camisa, manchándola de la misma forma en que él quería hacerlo con Denisse. Estaba a un paso de arrancarse la ropa y dejarle ver cuán indecente podía llegar a ser.


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Apocalipsis de la Razón {Brönte d'Auxerre} Empty Re: Apocalipsis de la Razón {Brönte d'Auxerre}

Mensaje por Denisse d'Auxerre Vie Sep 05, 2014 10:07 pm

Me gustaba cuando se ponía a mi entera disposición, que era siempre aunque quisiera negarlo adoraba que todo lo que tocase cayera a mis pies. Pero no con él, no me bastaba con eso, no era suficiente el esperar que siguiese una orden y la cumpliera al pie de la letra. No se trataba de simplemente hacer sin tener la capacidad de sentir y eso era lo que me llamaba la atención, la ausencia de emociones cuando de mis labios salía un mandato, cumplirlas al sin rechistar, sin cuestionarse y ya. ¿Qué seguía? Nada. Necesitaba verlo más despierto posible, que parara de ser un muñeco tirado por una rubia indecente, sin cadenas a la sangre. Por primera vez desde que lo conocí deseaba ver un destello de locura en sus ordenadas palabras, un desarreglo en su ropa o una pequeña arruga en su cama, cosas que jamás habían sucedido y ese era el objetivo de esta noche, hacerlo entrar en REM y hacerle perder la gnosis, que tuviera un apocalipsis del juicio y un suicidio de la razón. Bajo donde él no me podía ver ni escuchar retozaba por mi nuevo reto, desde que había llegado a desordenar su orden.

Sé que muchas veces mis juegos iban más allá de lo que cualquier mortal pudiese entender pero ¿Qué? Eso no iba a detenerme, por suerte ni él ni yo lo éramos y claramente se lo dejaba saber. Sonreí viéndole el cabello, su tersa y pálida piel, sus ojos que eran un pozo profundo del cual nunca iba a estar segura si había más que nada allí. Alcé la ceja y mordí mi labio de manera malcriada –Solo un poco más- me repetía una y otra vez esperando que el aceite de esas lámparas se apagaran para así mostrarle que a la oscuridad no se le debía de tener miedo —Brönte- susurré su nombre, simplemente por el hecho de que gustaba cómo su nombre sonaba en mis labios, volví de nuevo a transpolar ese hecho a uno más sacado de un cuadro de masoquismo y tortura, no podría verme feliz si no era bajo esa sonrisa impecable y me crucé de brazos sin que nada mejor se me ocurriese más que subir un peldaño más a mis pasos en contra suya justo cuando decidí irme contra suyo y apresarle como buen niño que se deja castigar por la rudeza de su madre.

Una vez encima de él, mi agarre se volvió brusco, simplemente porque en esa fracción de segundos quería mostrarle que de esa manera conseguiría domarme, sólo si era listo. Alcé una ceja y sonreí relamiendo mis labios mostrándole aquello como si fuera miel y fue cuando perforé su piel.  Mis manos tomaron su cabello con fuerza mientras más me hundía en él succionando de manera lenta y cuidadosa su linfa que era corrosivo en mi garganta, era como si estuviera entre el cielo y el infierno, como si volviera a ver a nuestro creador devolviéndome  la vida. Fruncí el ceño justo cuando un gemido salió de su boca y una sonrisa ladina delató mi osadía pero no duró lo que esperé. De un momento a otro sin saber cómo pasó él había roto aquel hermoso contacto y estaba sobre mí sosteniendo mi cuerpo de una manera muy posesiva. Con mi lengua retiré lo que quedó de su sangre por el brusco tirón —Hmmmm- musité con cierto grado de éxtasis en los ojos, mirando su camisa a desordenada mostrando cierta piel y una mano se coló sin pensarlo dos veces por allí, mordí mi labio cuando sus manos comenzaban a recorrerme, era habilidoso y lo había ignorado por tanto tiempo. ¡Qué error!

Su mirada era diferente, tenía un aire a demonio recién liberado e hizo que en mi estómago se sacudiera una especie de animal dispuesto a carcomerme de adentro hacia afuera ¿Quién era él? Y ¿Qué había hecho con Brönte? Tiré mi cabeza hacia atrás aferrándome con una sola mano de su hombro cruzando una pierna alrededor de su cintura para permanecer sometida tanto como lo deseaba y fue sus labios los que saludaron la piel de mi cuello. Cuando sus cuchillas filosas se posaron entreabrí los labios, estaba justo por enloquecer de deseo, adoraba la posesión de esa manera pero se detuvo. Debía de estar jugando. Solté un soplido y fruncí el ceño sin entenderlo. Estaba a un punto de desquitarse todo lo que le había hecho por tanto tiempo y se había hecho para atrás. —¿Por qué?- pregunté molesta apoyándome de codos en su cama viendo cómo se alejaba  y alcé la ceja. –Oh no Brönte, no a Denisse d’ Auxerre- miré su trasero subiendo por la misma hasta su espalda y negué divertida sentándome de pierna cruza en la orilla de su cama.

No podía dejarlo así, no después que me había mostrado que detrás de esa cara de niño santo había un hombre con deseo de pecar con piel. Sonreí traviesa mientras mis ojos desaparecían de cualquier luz que le iluminaran y me puse de pie yéndome hasta donde él estaba en una especie de caminar funesto cuando quedé detrás suyo.—¿Quién eres realmente, hermanito?- no iba a permitir que me dejara con curiosidad. No hasta que realmente quedara saciada de una hiperrealidad que yo me había inventado para sobrevivir.  Una de mis uñas se apretaron duramente contra la tela de su camisa rasgándola a su paso mientras hacía que se abriera en dos llevé mis labios hasta esa zona  desnuda, corta de seda y besé hasta que terminé de partirla de par en par —Creo que me he encaprichado contigo de nuevo- confesé contra su piel mordiendo mi labio haciéndolo sangrar mientras una de mis manos tomaba su barbilla para girarle y tirar los suficientemente de él haciéndome estar a su altura estampando mis labios contra los suyos en un beso de viuda y devolverle un poco de la sangre que malcriadamente había robado.
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Apocalipsis de la Razón {Brönte d'Auxerre} Empty Re: Apocalipsis de la Razón {Brönte d'Auxerre}

Mensaje por Brönte d'Auxerre Vie Oct 17, 2014 12:27 am


Esa nube fue y se fue.
¡Qué limpio ha dejado el aire
la pureza de ese ser
que existió para negarse!




Siempre había creído que la muerte llegaba en los vampiros cuando se destruía el corazón muerto desde el mismo instante en que el don oscuro lo había detenido para siempre. Pero sólo ahora comprendía que había distintos tipos de muerte; algunas llegaban entre las piernas de alguna mujer u hombre, otras sucedían con una estaca o decapitación, y, la más cruel de todas, llegaba por medio de los ojos de alguien al que se deseaba más que la sangre que necesitaba para subsistir. ¿Cuántas muertes era capaz de soportar un muerto viviente?.


Podía escuchar el susurro de su nombre emanando de los labios de Denisse, atrapándolo y dejándolo completamente inmóvil ante el espejo en el que veía cada uno de sus movimientos. Desde su mirada orgullosa que decía que iba a obtener todo lo que quería de él de la forma en que fuera, hasta sus piernas, desnudas ante él como una visión del demonio que quería llevarse su alma, moviéndose fuera de la cama para ser ocultas de nuevo bajo la tela de su vestido. Cerró los ojos y la mano que tenía metida dentro de su pantalón se cerró en un puño, arrugando la tela del forro de su bolsillo, arañando la piel de su muslo con tal de concentrarse en la picazón de la herida y no en ella caminando hasta él.


- Oh, sí, Denisse. Maldita mujer del demonio, sal de mis habitaciones. - Gruñó con una voz molesta e irritada. Odiaba ese momento de fragilidad, en el que se daba cuenta que ella lo tenía entre sus manos para hacer con él cuanto desease. Podía cumplir todas sus órdenes sin rechistar, incluso si éstas fueran danzar desnudo delante de los demás, lo haría. Pero no esto. No podía caer bajo el hechizo de su voz, no podía ceder ante el encanto de su cuerpo. Porque ella no entendía que para él las cosas no tenían límite, fin o un maldito receso.



Sus largos y delgados brazos lo rodearon, como un abrazo mortal, dándole el calor del hielo candente de su ser antes de que sus uñas se convirtieran en garras hambrientas por devorar la cara tela que protegía su pecho de la desnudez. Observó, aún con los ojos fijos en el espejo de cuerpo entero en el que ambos, ahora que ella se había acercado a él, estaban reflejados. Una voz en su cabeza le recordó que muchos relatos sobre los vampiros decían que ellos no se reflejaban en los espejos porque carecían de alma, pero allí estaban ellos; un hombre y una mujer con el alma hecha jirones, con un pasado que los condenaba a una vida de pecado. Deseaba que su hermana jamás conociera al demonio de su interior, el que se alimentaría de ella con voracidad. Porque él sabía mejor que nadie que Denisse jamás lloraba por nada, eso la hacía aún más adorable si la veía a sus pies suplicando por un descanso.


- Sabes perfectamente quien soy, arrancarme la ropa no va a revelarte nada más de mí. - Frunció su ceño y elevó su barbilla con orgullo, demostrándole que podía ignorar sus movimientos. Sus uñas le arrancaron un gemido ahogado cuando rompieron su piel, dejando un surco sangriento sobre su pecho musculado gracias a todo el ejercicio que había hecho antes de convertirse. Los crueles castigos, así como todos los deportes que le obligaban a practicar a pesar de las heridas que tenía por las cadenas y los golpes, lo convirtieron en un hombre con el cuerpo de un atleta griego. Nunca entendería el afán de las personas de su patria por la importancia del cuerpo de un joven deportista, quizás fuera por el pasado en el que todos participaban en los Juegos Olímpicos. Fuera como fuera, ahora lo agradecía, ya que no soportaría que su pecho fuera el de un púber débil ante los ojos fieros, salvajes y exigentes de su hermana. Al menos podía darle eso, un pecho con un aspecto masculino, pues el resto de él, a su criterio, carecía de encanto. Era feo. Él lo sabía, sus padres siempre se lo dijeron muchas veces.

- Basta. ¡¡ Basta !!- Elevó su voz bajo la desesperación de verse acorralado entre la suavidad de sus labios recorriéndole la piel de su pecho. El aire se escapó con rapidez y brusquedad de sus labios, creando un silbido al rozarse contra sus dientes. El aroma de la sangre lo golpeó con tanta fuerza como si hubiera recibido un puñetazo en la boca del estómago. Sintió cómo todo a su alrededor se desdibujaba bajo su mareo, así que se agarró de ella con necesidad, intentando que toda la habitación dejase de girar a su alrededor. Pero cuando bajó sus ojos al rostro de ella, pudo ver cómo sus labios se rompían con el colmillo avaro. ¡ Santo Dios ! , exclamó en su mente, aunque bien podría haberlo hecho en alto, ya que ya no sabía qué era real y qué no.


Miró su sangre bailar sobre la redondez de su labio, sabía que debía parecer un león hambriento ante una presa herida, pero no podía apartar sus ojos de aquella gota de sangre que se deslizaba por el borde. No podía dejar que cayera y se desperdiciara en el suelo. Sencillamente, no podía.


Las manos de ella lo empujaron a cerrar la distancia que quedaba entre ellos, sólo le dio tiempo de cerrar sus ojos antes de que Denisse rozase sus labios contra los de él. Un gruñido hambriento y satisfecho rodó desde el fondo de su pecho, enroscándose en su garganta para ser emitido en su boca como si fuera un enorme felino ronroneando al sentir que hacían precisamente lo que tanto ansiaba. La apretó contra él y metió su lengua entre sus labios, limpiando la sangre que había ente ellos. Hizo que sus manos danzaran perezosamente por su espalda, mientras su cadera se rozaba contra la de ella, tentándola, buscando su respuesta hambrienta. Quería que se quemara entre sus brazos, así que se concentró en crear un incendio entre sus piernas.


Sus dedos tiraron de su pelo, gruñendo cuando encontró la barrera de sus dientes impidiéndole la entrada a su boca. Se separó de ella por un instante para darle una mirada fiera. Bien, si esto era lo que quería, iba a tenerlo, pero a su manera. Se lamió el labio ante los ojos de su hermana con una mueca tan decadente y descarada que parecía otra persona, hechizándola con la imagen que no volvería a ver de nuevo porque se encargaría de que su barrera volviera a él con mayor fuerza. Mucho más ahora que sabía que Denisse ansiaba hacerlo caer a sus pies sólo para ver qué ocultaba tras su pose indiferente.


Extendió una de sus manos para agarrar el corpiño de su vestido y tiró de la tela con suavidad, lo suficientemente fuerte como para hacer que el cuerpo de su hermana fuera a sus brazos, pero lo suficiente delicado como para que no la dejara desnuda por un descuido. No podría hacer frente a su desnudez. Le dio una sonrisa y le miró a los ojos con toda la franqueza que pudo.


- Abre la boca. ¿No querías saber quién soy?- Su sonrisa hizo que su mejilla se decorara con un hoyuelo, otorgando cierta candidez a la perversión que danzaba en sus ojos cuando descendió sobre ella para besarla con toda la pericia que había alcanzado en los numerosos burdeles a los que había tenido que ir para paliar su demonio. Atrajo la lengua de Denisse con la suya, la chupó y mordió. No dejó una parte de ella que no pudiera tocar, alcanzar, rozar, sin ser explorada. La levantó entre sus brazos y caminó con ella, quitándole los botones de su espalda para poderla liberar de su vestido . La aferró contra él durante unos segundos con una de sus manos, aunque pronto volvió a aferrarla con ambos brazos para deslizar sus dedos por la piel de su espalda. La bajó y la dejó de pie en el suelo, justo fuera de su habitación. Se separó de ella y le ofreció una sonrisa inocente, alegrándose de que no se hubiera dado cuenta del momento en que la soltó por un instante para poder abrir la puerta de su habitación.

- Buenas noches, Denisse, hermana mía, mi dulce tentación.- Le guiñó un ojo y le cerró la puerta frente a su rostro, ocupándose de cerrarla con llave y colocar un mueble tras ella para que no pasara de nuevo al interior de su habitación. Tuvo que apoyarse contra el mueble para controlar el temblor que sacudía sus piernas. Podía jurar que su pecho temblaba con la pesadez de su respiración. Había estado tan cerca de caer, tan malditamente cerca.
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Apocalipsis de la Razón {Brönte d'Auxerre} Empty Re: Apocalipsis de la Razón {Brönte d'Auxerre}

Mensaje por Denisse d'Auxerre Vie Nov 14, 2014 8:20 pm

Su voz era interesante. De un modo captaba mi atención más aún que sus acciones en un tiempo atrás. Parecía una niña caprichosa con berrinche incluido. Quería saber qué pesaba él y por qué trataba de ocultarse tras una fachada de seriedad irrompible. Lo había visto. Era como esa droga que usas y una vez que corre por tus venas no quieres que ese efecto pase. Brönte me llamaba de esa manera. Entre una curiosidad mezclada con pecado. Era demasiado pretenciosa. Una sonrisa se dibujó en mi rostro, tras esos ojos cerrados quería que él fuera capaz de entenderme, aunque claro nunca nadie lo había hecho antes.  Haber probado su sangre fue quizás un grave error. Me no me daría por vencida ¿Él estaba al tanto? Mis ojos se dirigieron a los suyos que se encontraban cerrados, podría apostar que estaba buscando la manera de echarme de su habitación ¡Maldito hermano menor que no respeta! Negué con cinismo a la idea y solté un poco de aire como si eso le agregara picante al momento. Quería desnudarlo y no entendía por qué los pasos se hacían tan lentos como si camino a una muerte anunciada me acercara, el jamás sería un descortés y me desatendería ¿o sí?

Mis dedos fríos se entrometieron en la tela de su ropa desordenada y podía creer que estaba en aquella condición por  no poder irse a arreglar y bañar. Un empedernido de la limpieza al fin y al cabo. — Ya déjate de lloriqueos, Brönte— murmuré con algo de fastidio. Sí, era el menos en edad pero no después de lo que había visto iba a tratarlo como niño aunque era uno de mis juegos preferidos. Él podía ser muy serio e inteligente y seguro yo la más superficial o sin cabeza o eso quería que creyeran, me convenía que fuera eso lo que creyesen de mí. Cerré los ojos para enfocar el tacto en un solo lugar y era en el medio de su pecho donde se dividían uno a uno los músculos abdominales para hacerlo de él un vampiro perfecto y envidiable. — ¿Por qué?— alcé la ceja pensando en que quería lanzármele encima de nuevo y que volviera a repetir lo que había hecho pero eso era demasiado poco y en mente sabía que él podía eso y mucho más. No me iba a conformar con las sobras cuando podía darme un banquete.

—No — respondí rápido a sus palabras sin verle aun, me gustaba la oscuridad, de ese sitio es donde mejor se piensan las ideas — Precisamente porque es la primera vez en todos estos siglos de tenerte es que te veo desvariar ¿Qué pasa con tu suelo? Es dan delgado que se está fracturando— agregué con una sonrisa divertida palpando toda densidad de su cuerpo. — ¿Tienes idea de lo que quiero?— susurré como si fuera lo siguiente una orden de esas que cumpliría aunque no estuviera de acuerdo, aunque su maldito corazón no latiera, aunque se negara a mí y era eso lo que me hacía odiarlo y amarlo. — No lo sabes— negué sin dejar que me respondiera pues tampoco me importaba que lo supiera. Todos en esta mansión creen conocerme pero ninguno sabe lo que realmente hay en un pozo que solo muestra aguas claras para dejar beber y cuando menos acuerdas estás sumergido en estas ahogándote por lo traicionero que han sido tus sentidos al dejarse mojar. — Si te pido algo lo harás ¿no es así?— alcé la ceja aun sin verlo y sonreí.

Fue así cuando oí de nuevo un gemido de su parte y eso hizo que mis entrañas se revolvieran y fue el olor a su sangre que me hizo abrir los ojos —¡No! — respondí en el mismo tono en el que él había dado una orden por detenerme y fruncí siguiendo el recorrido con los labios `puestos en su piel. Lo haría entender. A golpes pero lo haría entender. Y fue cuando de nuevo sus manos adquirieron la fuerza de antes justo cuando la sangre de mi labio dispersaba como río en busca de cause. Sus labios fueron incluso más hábiles que los míos. Su templo más fuerte. La sensación posesiva era exquisita pero aun insuficiente -¡vamos testarudo!- pensé en mis adentros correspondiendo a su lengua entrometida empujándola con la mía.

Sus movimientos ahora cobraban como lava la cuenta derritiendo el hielo y volviendo ceniza todo su entorno. Cerré los ojos de nuevo. Sus manos tenían el control y permiso.  Asentí porque por fin estaba correspondiendo como quería, no como un maldito muñeco de lata. Bajé la guardia y me entregué al momento, había ganado. Le había ganado.

Mi cuerpo en sus brazos era liviano y sin problema lo levantó. Muy bien iba a camino a desordenar la cama del d’ Auxerre con fijación a sepulcro pero ¿por qué sentía que era el camino contrario? Quizás estaba alucinando, su boca con la mía sumado a su arrebatada forma de desabotonar mi vestido y acariciar mi espalda me mantenían en otros menesteres que mi mal sentido de orientación. Sonreí al sentir el suelo. Si me sentaba estaría en su cama cuando oí el portazo a mi nariz y sus palabras abrí de golpe los ojos y pude sentir como una especie de calor se vino desde mi estómago hasta mi garganta. Con molestia empujé la puerta en una especie de rabieta oyendo algo que la bloqueaba y volví a empujarla con ambas manos haciendo que se rajara la madera a la fuerza de una vampiresa traicionada y negué acomodándome lo desajustado del vestido. — Aunque hagas esto Brönte. La próxima vez…— me mordí la lengua aguantando la rabia y seguí mi camino por el pasillo derrumbando lo que estaba en las paredes y los jarrones caros de Adriel, quería matar lo que tuviese tres patas y poco raciocinio porque para el vampiro que era mi hermanito de sangre y apellido tendría otra cosa preparada en nuestro siguiente asalto. Denisse d’ Auxerre no se queda sin lo que quiere y él estaba en mi lista.

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