AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Mi maldita y oscura tentación [Christopher]
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Mi maldita y oscura tentación [Christopher]
"Y el sueño me fue vetado, desde que probé el dulce elixir de tus labios..."
No había podido dormir. Realmente había parecido imposible, hasta el punto de trastocarme y pasar minutos en la soledad con un débil cuerpo tembloroso. ¿Qué me ocurría? La fina sabana en la que me cubría parecía molestarme, hasta el colchón sobre el que acurrucaba mi cuerpo preparado para descansar parecía incomodo. Suspiré unas cuantas veces confundida. No tenía respuesta a lo que me ocurría. Mentira, si la tenia. Solo debía de inspirar el aire que corría en los alrededores para darme cuenta que lo que me mantenía en vilo no era mas que el aroma de aquel mortal. El brujo del que aún sentía el cosquilleo de las palmas de mis manos por tocarlo. ¿Qué me ocurría entonces con él? Pensé sentada en la cama concentrada a ignorar el hechizo de su aroma, lo que los primeros minutos parecía poderse hacer, sin embargo tras esos largos y agónicos minutos ya no podía ser indiferente. Su aroma ya no solo se encontraba en los alrededores, también en mi cabeza, en mi memoria. Me vi tentada a levantarme y encerrarme en su habitación con él. Quizás y solo quizás, todo esto que sentía desaparecía si le tenía cerca. No creía que fuera así e igualmente el sol ya estaba en lo alto y como todo mortal, tendría las ventanas abiertas y el sol pasaría por ellas. ¿No? Me mordí el labio con fuerza hasta sentir mi sangre llenar mi boca y mi sed. No era para nada suficiente, si por eso de calmarme e intentar sin dar muchas vueltas a mi cabeza dormitar esa mañana. Me costó, y al final de la mañana, tras unas seis horas cuando el sol estaba en lo más alto, irremediablemente mi cuerpo se adormeció y cayó en una especie de coma que me duraría hasta que el sol desapareciera del horizonte, o hasta que el aroma del brujo volviera a llamarme.
Tras todo el día dormida, finalmente desperté y lo primero que se me vino a la mente fue él. Los colmillos se alargaron adquiriendo una expresión hambrienta, necesitada en mi rostro. Me mordí de nuevo yo misma y obligué a mis instintos a resguardar el hambre bajo una efímera calma que sabía que me duraría hasta pasar por su habitación o entrar en ella. Fue por eso que tras vestirme ignorando mi curiosidad por saber en que andaría aquel inquisidor, fui directamente hacia las reservas de sangre donde guardábamos sangre de humanos para cuando uno de nosotros caía herido o no podía controlarse. Bajé las escaleras sin apenas rozar el suelo y de igual apresurada forma pasé por el lado de dos de los primeros vampiros que en uno de los salones intercambiaban pensamientos y puntos posibles de ataque de una misión de los que eran los responsables. – Buenas noches Dania. — Saludó el único que me vio pasar. Apenas me paré, les sonreí y volví mi camino hacia las reservas de sangre, de donde rápidamente y tras asegurarme que nadie me veía tomé una bolsa de sangre y como una neófita en un ataque de sed, mordí y bebí. Apretando con las manos aquel liquido que vorazmente pasaba por mi garganta, permanecí con los ojos cerrados concentrada en el sabor. Que aunque no fuera el mejor, por lo menos la sangre era reciente. Bebiendo me imaginé por unos instantes que ante mi tenia el cuello del brujo, su sangre en mi garganta y desesperada me agarré a la bolsa. Esas bolsas estaban llenas de sangre de nuestras victimas, de las victimas tanto de soldados como de los tecnólogos y servían tanto para los vampiros como para salvar vidas a aquellos inquisidores mortales que en una pelea perdían demasiada sangre de sus cuerpos.
Una vez colmada y con las ansias y la sed bajo control, mi rostro volvió a relajarse y mis colmillos satisfechos guardados junto a mis dientes, hasta parecer como ellos. Al abrir los ojos y darme cuento de aquel momentáneo descontrol y de cómo mis dedos se hundían en aquella bolsa con fuerza, agarrándola para no dejarla escapar, como si fuera el cuello de Christopher. Asqueada conmigo misma tiré la bolsa y huí de allí.
— Te encuentras bien? —La voz de Víctor a mis espaldas me sorprendió. Guardé la compostura y me giré con un rostro dulce hacia él, ocultando el que no le hubiera visto venir y el repentino descontrol. — Estoy bien Víctor, no os preocupéis. ¿Sucede algo? —Pregunté simulando interés cuando la verdad era de que quería alejarme de allí y distraerme aún siendo con Christopher, el culpable sin saber de mi extraña desgracia. El vampiro restó unos segundos en silencio, en los que agradecí que no pudiera leer el pensamiento y negó. — Solo era para avisarte de que el nuevo inquisidor ya tiene todo en su habitación, y se le ha reservado una sala para que siga en ausencia entre los tecnólogos su trabajo en lo medida de lo posible, aquí. — Asentí — Se lo comunicaré.
—Bien, y una ultima noticia. En breves se sabrá de una nueva misión, y han pedido que te encargues tú y así prepares al humano para la misión de los licántropos. Al final se hará en la tarde el día que lo teníamos planeado. Ya los están siguiendo, solo falta acordar quienes irán y entre ellos estará él. — Fruncí el ceño ante sus palabras pensando en los motivos por los que Christopher pudiera ser llamado para tras unas semanas acudir a una misión como esa. ¿Vigilar los procedimientos de la captura y muerte? Buscarían más presas con las que experimentar? Como si no me importara, asentí y tras unas breves palabras más seguí mi camino, esta vez directa hacia la habitación de Christopher. Al llegar al pasillo suspiré al sentir su aroma. No obstante ya estaban mis instintos calmados, adormecidos por lo que sin peligro me coloque ante la puerta de donde se escuchaba extraños sonidos. Me quedé imaginando que debía de estar haciendo allí adentro que hiciera esos ruidos y sin hacer ruido, ni tampoco anunciarme, abrí la puerta y entré en su recamara sigilosa moviéndome entre las sombras de la habitación, hasta pararme a su lado y ver con mis propios ojos el artefacto del que salía aquel extraño ruido. ¿Qué estaría montando? — Que estas haciendo? ¿Ya te lo trajeron todo?— Pregunté con curiosidad olvidándome de las formas. Sin embargo su rostro tranquilo y concentrado si algo me decía era que desde un primer momento había sabido de mi presencia.— ¿Ya dormiste bien? — Le miré de forma fija esperando que se girara hacía mí. Capaz era de haberse pasado toda la mañana con sus juguetes y haber descuidado su descanso.
"Y solo quería verte, sentir tu voz… y que me contarás de ti."
Uriel Kattagary- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: Mi maldita y oscura tentación [Christopher]
“Al fin puedo sentir, sin molestarme en destruir los pensamientos”
El sol había salido hacía algunas horas, me había sentado en la silla frente a mi escritorio, no tenía absolutamente nada para hacer, las cosas llegarían más en la tarde. Pensé que sería buena idea inspeccionar el lugar, pero cuando empecé a sentir el aroma o más bien el aura desagradable de los inmortales por todo el lugar, descansando en sus tumbas, pero siempre atentos y probablemente con instintos dormidos de depredadores que podían despertar en cualquier momento. La verdad es que preferí quedarme allí, abrí las ventanas, más como prevención que otra cosa. Y me acosté con el sol dando en mi piel. Pensé y repensé lo que sería de mí aquellas semanas y una sonrisa colmada de curiosidad se posó en mi rostro. Caí en un sueño tranquilizador, que solo se vio perturbado cuando horas más tardes alguien tocaba mi puerta. Mis ojos verdes se abrieron al instante, el sol seguía dando en mi rostro, por lo que supuse que era algún mortal el que me traería las máquinas, objetos y ropas que había pedido al momento de saber mi traslado. — ¿Sí, quién es? — La voz ronca salió y me acomodé la garganta, sentándome de una vez. La respuesta fue evidente, era uno simple inquisidor al cual se le había encargado traerme todo. Me levanté y abrí la puerta. El sol se coló hasta los dedos de los pies ajenos y sin problemas pasó. Tenía cajas y cajas detrás de él.
No lo pensé mucho y me puse a ayudarle. En menos de quince minutos terminábamos de acomodar todo. Agradecí que no fuese un completo incompetente. Ya que necesitaba de electricidad y combustibles, él me había podido ayudar a instalar todo correctamente. Ahora me sentía un poco más cómodo. Le tomé la mano a modo de despedida. No era un hombre de muchas palabras y el otro tampoco parecía desearlas. Desapareció en cuanto cerré la puerta, por mi parte volví a abrirla instantáneamente, quería tomar una taza de café. Llevé conmigo un paralizador por si necesitaba usarlo y emprendí el camino hacia la cocina. El lugar estaba desierto, los vampiros dormían, los cambiantes, lycanes y brujos trabajaban. Tomé una taza y busqué. Me desagradó saber que había paquetes de sangre cerca, los podía oler, pero no estaban mezclados con la comida ordinaria. Así que intenté ignorar eso, después de todo, sabía muy bien que lo necesitaban. Pude hacerme las cosas sin problemas y llevé algo de comer también a mi cuarto. Allí estuve trabajando, seguía experimentando con la sangre de vampiro, los especímenes que más me gustaban. Estaba intentando descubrir una forma de hacer que los vampiros puedan salir al sol. Ya había hecho cenizas a más de cincuenta vampiros con mis experimentos. Pero había logrado que uno de ellos sobreviva por más de tres minutos. Luego se empezó a pudrir y terminó hecho polvo. Un fenómeno de lo más interesante, que por suerte, me dio puertas abiertas a seguir intentándolo.
No paré hasta las cinco de la tarde, cuando me di cuenta que tendría que pasar toda la noche en vela. Tendría que obligarme a dormir, tomé unas pastillas que yo mismo había hecho y con un trago de agua fresca en menos de media hora estaba durmiendo un poco más. Decidí hacerlo de ese modo, porque no podría dormirme de saber que los vampiros estaban pronto a levantarse y para mi enojo, solo pude dormir una hora. Mientras que la pastilla se supone te deje dormir en tranquilidad por al menos, tres. Suspiré algo frustrado y volví al trabajo. Había avanzado en una nueva fórmula y seguí en ello hasta que mi nariz y mis instintos me avisaron de una hermosa visita. No dije nada, como si nada, seguí en lo mío y cuando su voz radiante y melodiosa hizo eco en el lugar la miré de reojo. — Ya me lo trajeron todo. Buenas noches. Estoy intentando crear una especie de perfume, un antídoto para ponerlo ya sea en la piel o en un traje, para que los vampiros puedan salir al sol. Por ahora, no voy acertando. ¿Dormiste bien? — Me levante y me acerqué, la olí y la sangre fresca se sentía en su aura. Enarqué la ceja y apoyé una mano sobre su cintura. — Veo que te alimentaste bien también. Había pensado en ofrecerte mi sangre, una lástima. — Me burlé y subí mi otra mano para acariciar sus cabellos, tirándolos a un costado. — ¿Qué se supone que harás, haremos hoy? — Bajé la mirada y observé sus ropas, sus piernas y la fui recorriendo sin disimulo alguno. Deseé poder volver a apretarla entre brazos nuevamente, pero solo pude deleitarme con agarrar fuertemente su cadera y luego su cintura, observando cancinamente sus ojos.
—Dormí lo que pude, no es muy divertido hacerlo rodeado de todos ustedes, ¿por qué no te vienes a dormir conmigo? Al menos así podré cansarme un poco. — Con la mano libre tomé su mentón y lo subí para poder apreciar sus labios, le sonreí con una diversión casi maldita y mordí su mejilla. Quizá y solo quizá, la deseaba demasiado. Sentía una tensión desorbitante, que esperaba que se fuera cuando al fin pudiese poseerla. — ¿Tenemos tiempo? Yo aún no he cenado y tú pareces deliciosa. — Medio bromeé y me separé un poco. Tocando antes uno de sus brazos, la alejé dos pasos y busqué volver a mi silla, tenía que acomodar la solución química en la campana de frío.
“No eres más que un simple, maniático y perfecto deseo.”
Calcabrina- Hechicero Clase Alta
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Re: Mi maldita y oscura tentación [Christopher]
“Simplemente no podía dejar de pensar en ti. “
Sonreí al no verle alterado ni en lo más mínimo por mi presencia. Parecía tener un radar para saber quién se le acercaba, o por lo menos en este caso, cuando yo me acercaba sigilosamente hacia él. ¿Serviría igual para todo? ¿O solo era a mí a quien tenía tan controlada? En su bienvenida, me había dicho que no solo se dedicaría a vigilarme a mí en concreto, sino que también vigilaría a los demás. Solo que esencialmente su trabajo era ser mi sombra, controlar que todo se hiciera según las ordenes de la Inquisición, y por ende de la Iglesia, el máximo poder de Dios en la tierra. Negué y con una sonrisa le miré, con una mezcla de curiosidad y asombro tras oír sus primeras palabras. Si de verdad estaba intentando hacer un traje para que los vampiros pudiésemos salir a la luz del sol y lo lograba, que por el momento según sus palabras no parecía hacerlo, sería un acontecimiento único y que cambiaría irremediablemente el estado del mundo conocido. Me fijé en la maquina e intenté buscar los mecanismos que debía usar para encenderla, haciendo salir luz artificial del artefacto. — Si esto se lograra… si lo consiguieras Christopher, muchas vidas, por no decir todo este mundo cambiaria. Para bien o para mal, creo que si los vampiros saliésemos a la luz seria el fin de muchas cosas. —Comenté sin decir realmente lo que pensaba de ello. Ver a los vampiros sin su debilidad de la luz del sol, nos haría ser invencibles y mucho más peligrosos, difíciles de controlar. Me mordí el labio para no seguir hablando, dejándole que su mano encontrara su hueco contra mi cintura y se acercara a mí, hasta sentir su aliento contra mi piel de granito. Besé su mejilla que quedaba más cerca de mí y le arañe con los colmillos en una divertida caricia. — Fue una noche ajetreada, no conseguí dormir lo suficiente. No estoy acostumbrada a oír movimiento en las habitaciones vecinas a la mía. —Mentí con una sonrisa en los labios, viéndole olfatear. Por unos segundos me pareció tan poco humano haciendo eso que reí contra su cálida piel.
—Siempre podríamos arreglarlo. — Me estaba tentando con su sugerencia y encantada me encontraría de probar por unos míseros segundos su sangre, aunque con eso, me ganara uno de sus castigos ejemplares. —Jamás me encuentro saciada y creo que contigo, eso bien podría cambiar… ¿Probamos? —Ronroneé mirándole de forma intensa, descubriendo mis finos colmillos en una suave y melosa sonrisa dejándole que ladeara mi cabeza, tomándome de los cabellos hacia un lado. No podía dejar de mirarle y en cada centímetro de piel que mis ojos se fijaban, no deseaba más que dejar mi huella, dejar un rastro por aquel cuerpo mágico y hacerlo mío, como mía su sangre, la que me moría por probar desde solo olerle, volviéndose por completo en una obsesión incontrolable. Que solo parecía calmarse, si me encontraba ante él o contra su cuerpo como en esos instantes. — Hoy primero te saborearé, y solo luego de eso me acompañaras a la sala de entrenamientos, donde podremos estar solos. Siempre y cuando no nos llamen para salir a una misión. Aunque dudo que contigo siguiéndome, me dejen salir demasiado del complejo, más si tu vida corre peligro. —Repliqué con una voz rasposa y molesta de la contención que debía llevar a cabo cuando me encontraba a su lado. Por lo menos si salía a misiones, podía concentrarme en otras cosas que no fueran él y su maldito atrayente aroma. Cerré los ojos molesta, entrecerrándolos para volver a abrirlos y encontrarme con aquella forma de mirarme tan peculiar que tenía. El brujo demasiadas veces parecía ser un león. — ¿Te gusta lo que ves? —Pregunté con picardía tomando la mano de mi cintura y llevándomela a los labios, le mordisqueé los nudillos de forma lenta y erótica, raspando su piel y calmándola luego con el toque de mi lengua. El sabor de su piel inundó mi paladar y suspiré, sin poder creerme que de verdad me preguntara el por qué no podía dormir junto a él. — Podría venirme… lo que no prometo dejarte dormir, ni hacerte pasar la noche sin un pequeño mordisco. Sabiendo esto ¿Sigues pensando lo mismo Christopher? ¿Te gustaría dormir conmigo?— Susurré contra la piel de su mano, la que solté dejándola que volviera a mi cintura, donde se quedó apresándome contra él de nuevo, como si jamás se hubiera ido de aquel lugar.
La forma en que me agarraba a él, me acariciaba o me miraba me llevaban al borde del descontrol. Por dentro me sentía desquiciada, como si me hubieran negado uno de mis mayores anhelos y deseos. Desesperada por besarle me encontraba y él en vez de ayudarme a sobrellevar aquella tensión que se acumulaba en el interior de mi cuerpo, solo hacía que provocarme, enardecerme. Sentí sus dientes en mi mejilla y sonriendo divertida, le devolví la mordida, esta vez mordiendo el lóbulo de su oído que más cerca se encontraba de mis labios. —No tientes al diablo. Para mi eres un caramelo irresistible al que me muero por saborear, por mordisquear. Por lo que no creo que debas seguir con el juego… no si no deseas terminar lo que tú solo provocas. —Le susurré en la oreja, aprovechando que la tenía todavía apresada entre mis labios y le solté al tiempo en que él me soltaba y se iba hacia la silla de vuelta, tomando asiento en ella.
Al verle centrado nuevamente en su juguete extraño, suspiré y me cruce de brazos, parándome a su lado. — Si deseas cenar es tu hora de la cena. Tienes todas las mañanas para jugar con tus juguetes sin necesidad de desaprovechar las noches. —Siseé sin admitir que me encontraba molesta por que fuera capaz de pasar tan rápido de aquella tensión que se sentía entre nosotros, mientras que yo permanecía atada a esa sensación, de la que no me podía desquitar, ni aun yéndome lejos de él. —Cuando lo tengas listo, me ofreceré como conejito de indias si es tu deseo, pero vayamos, tenemos este sitio para nosotros solos. Hoy todos se han ido, solos tú y yo quedamos. ¿Lo aprovecharas? —Me agaché hasta él, le jalé de la oreja divertida, invitándole a levantarse de nuevo, mientras mis manos se posaban en sus hombros y mis ojos no dejaban los suyos, esperando por una reacción, consentimiento o acción de su parte que pudiera implicarme, o alejarme de su lado.
“Me quemas… me envuelves en el fuego de tu cuerpo.”
Uriel Kattagary- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: Mi maldita y oscura tentación [Christopher]
“Quise alejarme, pero me torturaba la curiosidad de saber cómo estarías para siempre conmigo.”
Medité sus palabras, lo hice con tal precisión que pude notar el ajetreo de sus intenciones, no estaba feliz con ello y me resultaba demasiado extraño, por un lado, me indicaba que ella no quería darles un poder nuevo a los vampiros, estaba claro que yo lo hacía con fines académicos y solo para los inquisidores, pero como siempre había traidores, alguno podría llevárselo al bando enemigo y ellos lo terminarían usando contra nosotros. Pero aun así, no podía evitar querer saciar mi curiosidad, que después de todo no parecía estar dando en el blanco y a los “fieles” cardenales les parecía una idea estupenda, ya que tenían la idea de que eran invencibles y eso los haría subir aún más en el poder. A mí no me importaba, no era una amenaza para mi vida, porque ella ya estaba en peligro todas las noches y más aún ahora. Pronto pude disfrutar de unos colmillos femeninos afilados, que sin duda podían acabar con los latidos de mi corazón en segundos, eran puntiagudos, se martillaban contra mi piel y provocaban que mi lívido ascienda por mi cintura, sentí la contractura y forcé mi mirada a que estuviese concentrada, hurgando curiosamente en su cintura que se delineaba y se acomodaba a mi mano como si estuviese hecha para eso. Sin duda era una mujer capaz de hacer que mi cerebro se acapare por completo en ella. Eso era peligroso, debía mantener mis sentidos alerta a toda costa o terminaría con la cabeza en los pies. —No llores, por ahora no estoy consiguiendo nada y no hay tantas posibilidades de que lo logre. ¿Quieres que nos acostemos a dormir un rato? —
Ofrecí apuntando a la cama, mientras seguíamos en una distancia para nada prudente, como dos amantes contándose secretos. La observé deslizarse, ronronear y el deseo en sus labios se tatuó de manera que me sentí casi obligado a tocar su cuerpo más profundamente, pasando las yemas de mis dedos por su piel congelada, hundiendo la mano hasta alcanzar los delgados pero resistentes huesos que estaban allí a la vista. — ¿Sabes que podrían castigarte severamente si se enteran de que no te sacias con la sangre matutina común? — Le recordé más por amenazarla como forma de alerta, que porque fuese a contárselo a alguien. No me importaba, mientras no me succione hasta dejarme muerto, el hecho de que sus colmillos perforen mi piel no era un pensamiento del todo horrendo. Por lo contrario no hacía más que aumentar mi curiosidad de acostarme con ella y darle todas mis fuerzas a su interior hasta comprobar que podía dormir y quedarse exhausta luego de una dura sesión de entrenamiento. Me relamí y observé delicadamente sus ojitos, eran como dos esferas gigantes a la espera de una sacudida que estaba intentando que no llegara. Pero cuanto poco pude hacer cuando comenzó a provocarme de maneras peligrosas. Parecía ser una venganza y le estaba saliendo muy bien.
Agradecía los largos momentos de meditación que había pasado de niño, porque de otra manera ya estaría penetrándola desquiciadamente hasta que llorara porque me detuviera. Contrario a eso solo le sonreía de lado y enarcaba mi ceja sin dar consentimiento a sus acciones, a sus mordidas y a sus frotes que se intensificaban con el apoyo de mis manos sobre su cadera, la retenía, porque no quería que se apartara, no hasta que yo lo ordenara. —Muy bien, ¿qué haces para entrenar? ¿Mmm? Tomaré eso como un cumplido de que podrás tomarte vacaciones. — Adulé arrugando la nariz y pronto asentí sobre su pregunta de si me gustaba lo que veía, sin duda era un sí. Ella era curvilínea pero no demasiado, con la piel tersa y suave, fría e inestable, siempre me habían parecido sorprendente esas criaturas inmortales, pero no había tenido el placer de investigarlos libremente y menos a una hembra cuyos hábitos de conducta eran tan humanos que podrían volverme loco. —Seguramente eso sería más cómodo que dormir solo mientras escucho los tediosos pasos y sonidos de inmortales hambrientos. — Sin duda el lugar no era un ambiente grato para mí, a quien le palpitaba el corazón, pero tampoco era tan horrible, a decir verdad había visto y sentido cosas peores en los calabozos.
— Deja de soñar con eso. Y… ¿Así que eres el diablo? Ya termino, tengo que quitar esto de aquí. — Escuché sus pasitos, sus suspiros y como se cruzada de brazos, como si fuese una niña a la que le habían quitado el juguete, sonreí sin disimulo alguno, mirando por el microscopio por unos segundos, ya sentado en mi silla acolchonada que me molestaba para moverme de un lado a otro, tendría que decir que me traigan una más liviana, que me permita mover con libertad, de todos modos, no estaba acostumbrado a estar con la columna cómoda durante el trabajo. — Sucede que en el día tengo que dormir porque tengo que cuidar a alguien que podría ser mandada a quemar en tan solo un aviso de veinticuatro horas. — Me quejé y dejé las cosas a un lado, estaba por levantarme, pero ella se adelantó a mí, vino lentamente a mis pies y hombros, estaba allí, mirando tan curiosamente que no pude modular tan siquiera una palabra. Cuando tironeó de mi piel cerré un ojo y alargué la cabeza, quejándome en un suspiro por ello y levanté mi cuerpo de ahí. — Lo aprovecharemos, vamos. Pasemos por la cocina antes, agarraré algo de allí y seguimos a donde quieras. — Apoyé ambas manos en los lados de la silla y finalmente me paré quedando prácticamente sobre ella, di palmadas a su cintura y apretándola tan solo un poco contra mí empecé a caminar junto a ella, empujándola de ser necesario.
— ¿Cuántos vampiros son en esta sección? Y, ¿por qué se fueron todos? — Me pareció algo extraño y lo pregunté con seriedad, aunque mis manos seguían jugando con su piel, como si tocase una escultura hasta memorizarme todas sus partes. Deslicé los dedos por cuerpo y cuando llegamos a la puerta no la abrí, la giré a ella por la pierna de manera de apoyarla contra allí y meter mis rodillas para apresarla un poco más. Me sentí como a los quince años, buscando todo momento para poder cumplir mis necesidades. — ¿O es que estabas buscando el momento para que todos se fueran? — Pregunté sobre sus labios, mis ojos claros se fijaban en los de ella y mis manos como serpiente se agarraban a sus dos glúteos que lentamente la iba provocando la separación con el suelo, apretándola a mi cadera, sujetándola con la presión injertada en sus partes bajas que con placer se frotaba contra ella. No tardé mucho hasta que encontré la forma de que se enganche a mi cintura y mis manos se escabulleran a la ajena. — ¿Hacemos el entrenamiento aquí? Quizá eso me haga entrar en razón. —
“Porque odio tener esta tensión que me sofoca cuando estás cerca”
Calcabrina- Hechicero Clase Alta
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Re: Mi maldita y oscura tentación [Christopher]
“Quita el hechizo sobre mí o maldíceme a llevar conmigo esta enferma obsesión. “
Solo el ser consciente de su presencia, de su perfume y del candente latido de su corazón, hacía que dentro de mi algo se activara, como una cuerda de reloj dándole vida a las minutillas. Lo mismo, solo que en mi caso, lo que despertaba bien podía ser la bestia, la que siempre había guardado bajo una fachada de humanidad. Ya que al ser espía, en muchas ocasiones como más mortal parezcas, más pasas desapercibida y así podía libremente reunir la información para la inquisición en apenas unas pocas horas o máximo unos días. Era eficiente siempre en ello, menos aquella última vez que parecía haber alertado en algo a los superiores y en mi lucha con mis demonios interiores. Los que saboreaban desde solo entrar el exquisito sabor y densidad de la sangre de Christopher bajando por mi garganta.
— ¿A dormir? — Pregunte alzando una ceja, olvidándome de lo anteriormente mencionado, sobre una cura que esperaba jamás llegase a descubrirse, para que los vampiros pudiesen salir al sol, en las mañanas, lo que bien podría revolucionar el mundo como hasta ahora lo conocíamos. —Luego…—Mencioné con una sonrisa lasciva, descubriendo sin querer por unos segundos mis colmillos, que ya ansiosos habían despertado aunque hubiese alimentado hacia bien poco a los mismos con sangre de las reservas inquisitorias. Dejé que sus caricias llenaran toda mi mente hasta que me vi forzada a sonreír ante sus palabras, embargada por completo en el placer de tenerle de aquella forma. — Podrían intentar castigarme. Intentarlo… que no es lo mismo que hacer. —Puntualicé encontrando una atrocidad el que fuera enviada de nuevo a los calabozos, como cuando en mi época de entrenamiento me encontré encarcelada hasta controlarme. — Soy una de las vampiresas con más control de la sección de los espías de la inquisición… Lo único que ocurre es tu presencia. — le susurró al oído como si fuesen amantes y le estuviera contando un secreto. Un oscuro secreto. — Tú eres todo lo que me provocaba y me deja insatisfecha haga lo que haga. Es tu aroma… —bajé mis labios del oído hasta su mejilla, acariciando su piel bajando hasta su cuello, el que recorrí con calma y devoción. Tanteé el terreno, su piel y me apasioné al ver que en ningún momento mostraba desagrado o recelo. Todo lo contrario. Se mostraba más bien curioso por la mordida, que demasiado pronto sabíamos que terminaría pasando de seguir así.
— ¿Qué hago para entrenar? Lo que todos hacen. Entrenar mi cuerpo, fortalecerme, potenciar mis poderes y por ultimo practicar en el rastreo y en agilizar mi mente. — Le expliqué mientras le observaba sin desviar mis ojos de sus hechizantes orbes. — ¿Qué hacéis allí, los tecnólogos? ¿Cómo os entrenáis? —Le pregunte con curiosidad antes de relamerme los colmillos y sonreírle inocentemente. —Entonces no se hable más, a partir de ahora podrás venir a dormir en mi habitación, quizás y todo tu presencia me ayude a conciliar el sueño. — Le guiñe el ojo y me aparté incapaz de seguir resistiéndome a la tentación que él presentaba para mis sentidos. Desde una cierta distancia le vi constatar sus datos en las máquinas y como ante mis peticiones – tras un rato de insistir- dejaba todo aquello para centrarse nuevamente en mí, cuando de nuevo me le acerqué y jugueteé con él.¡, hasta lograr que dijera las palabras que deseaba oír. Nos encontrábamos solos y mi idea – mi más obscuro secreto- era aprovecharme de ello para hacer y deshacer lo que se me antojara con el brujo. Pues a fin de cuentas, mi demonio hacía rato había despertado.
Dejé que me empujara al caminar para que le siguiera al mismo ritmo. Con gracia podía concederle aquello, ya que disfrutaba demasiado simplemente con sus labios acariciándome, para negarme si quiera a aquello.
—Dependiendo las noches somos más o menos, con exactitud es improbable acertar con el número total de vampiros. —Le expliqué mientras caminábamos hacia las cocinas, siendo acorralada gustosamente por el brujo de un momento a otro contra la pared de la cocina. Sonreí mostrando los colmillos y por un instante cerré los ojos, disfrutando de sus cálidas manos por mi piel… amasando mis glúteos y de su cuerpo contra el mío. — Se encuentran todos en una misión de rastreo de grupos licántropos. De la que pronto sabrás más de ella, ya que solicitaron tú presencia. Solo que ahora hay mejores cosas por hacer que hablar… ¿No te parece?— Soplé contra sus labios antes de apresarlos entre los míos y mordisqueándolos, lamiéndolos, empezar con un beso arrollador que tardó minutos enteros en tocar el fin, tras acordarme de la necesidad del brujo de respirar. Me separé, posando mis labios sobre su carótida exhalando mi aliento en su frágil cuello mientras sentía como sus manos recorrían mi cuerpo. — ¿Entrenamiento nivel de experto o de principiante, mi señor? — susurré divertida al oírle dejando que me acorralara con su cuerpo, sabiendo igual que él, que en cualquier momento de desearlo podría deshacerme de él y empotrarlo o acostarlo en cualquiera de las mesas allí presentes.
Ansiando sus caricias que me hacían olvidar de todo lo demás, me pegué más a él y aprovechando el momento en que afiance mis colmillos en su piel, arañándola sin profundizar, ni rasgar su piel, tomé con una de mis manos la camisa que cubría su torso y en un tirón logré rasgarla lo suficiente para que la tela cayera bajo un mirada pecaminosa, al recorrer con mis ojos su piel, volviendo a sus ojos. — En los entrenamientos la ropa está de más. ¿No te parece?
” Y así mi perdición, se inició… ”
Uriel Kattagary- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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“Te llevaré a la desesperación máxima, allí donde nada ni nadie pueda ofender tus pensamientos”
Enfatizaba mis palabras con increíble satisfacción, con un halo de presencia que sumía cualquier pensamiento ajeno al mío propio. Querer devorarla como una suave carne y atraerla a mí, eso era lo que deseaba y por qué no, lo que seguramente convertiría en realidad pronto. Buscaba encender en su propia mirada, mis mismos deseos, oscuros, envueltos en una lujuria que siempre escondí, pero que deseaba salir como una bestia frente a ella. Solo acepté con la cabeza, sonreí y acaricié a la distancia su mejilla. “Dormir”, era una palabra demasiado amplia, quizá soñar, quizá viajar hubiese sido lo adecuado. Llevarla a un lugar lejano del de la realidad en la que estábamos. —Nunca podrías escapar de la inquisición, no tienes otro lugar al que ir. Y tu castigo no sería tan doloroso como la soledad. Y si lo hago yo, seguro que te encantará tener que ir a mi salón más seguido. — Murmuré encantado con sus movimientos, alucinando con su cuerpo, deseando besar cada fragmento de su piel, lastimarla hasta que grite y luego acariciarla suavemente, en un compás pausado, sin quebrarla, sin traspasar la línea delgada que nos separaba del infierno. — ¿Es mi aroma? ¿Mi olor? ¿O es mi aura?, quizá te gusta el peligro, porque puedo manejarte en el momento que yo quiera. No por nada soy yo y no otro el que está aquí. — Aclaré aplastando mi mano contra su piel, levantando un poco su cuerpo del suelo, chocándola contra mí, al tiempo que sus palabras salían suavemente de sus labios, como un susurro de palomas.
Sus labios carnosos se sentían en el correr de mi cuello, los colmillos se le notaban agitados, deseosos de romperme la piel, pero ella, tal cual como lo glorificaba, tenía el control, podía sobrellevar esas emociones salvajes que escondía bajo su piel. Eso me enloquecía, me activaba mis ganas de querer experimentarla, saber cuánto tiempo aguantaría, que tanto sufriría. Mantenerla apresada frente a mí, mostrarle mi sangre y que como un cobayo se retuerza de la necedad. Mis ojos brillaban potentes, como un fuego intenso, deseando destruirla y reconstruirla por partes iguales. —Muy bien, podemos hacer eso hoy, entrenar, fortaleza tu agilidad, tu resistencia. Veremos que tanto aguantas. — Me burlé aunque claramente sabía que era fuerte, que podía aguantar mucho más que yo, estaba entrenada para eso y yo por otro lado, había sido entrenado en el campo de la tecnología, las ondas electromagnéticas y en los campos matemáticos. Pero aun así, ya que hacíamos los artefactos para los soldados, también entrenábamos con ellos, para saber qué tan eficientes eran, por lo que en parte, estábamos capacitados para enfrentamientos de clase C y B. O al menos eso eran los tecnólogos habituales, yo por otro lado, también podía valerme de los dotes sobrehumanos que me dieron al nacer. — ¿Nosotros? Probamos las cosas de los soldados, pero no entrenamos más que una hora al día en forma física, solo por si alguna vez se nos requiere. Tenemos la formación básica de todos los inquisidores, pero no llego a tu nivel. Yo me dedico a pensar y crear. —
Toqué su frente, empujándola suave hacía atrás, caminando a un lado de ella, observándola de reojo, riendo entre dientes cuando la clara promesa de dormir a su lado se hacía presente, estábamos entrando en un campo de batalla que sería demasiado difícil de ganar. Esa vampiresa tenía trucos bajo la manga y por ninguna razón me dejaría caer en ellos. Estaba completamente al tanto de mi posición y lo que estaba haciendo y no quería que se me salga de las manos. Siempre había querido una vampiresa de premio, por el simple hecho de que existieran. Y la tendría, pero solo sería eso. Mi trofeo, no podía permitirme nada más. —Dormirás como un bebé, lo prometo. — Recalqué cuando llegábamos a la cocina; momentos previos a que su cuerpo se afianzara al mío, a que su cabeza ovalada y perfecta encajara en mi cuello. Fue en la abertura que estaba cerca de aquella vena jugosa que mantenía toda mi vida en pie. Suspiré alarmado y me tranquilicé segundos después, pasando la mano derecha por su pelvis, agarrando su muslo que con elegancia se amoldaba a mi mano y caía como un suave y pequeño globo, palpando cuidadosamente entre mis dedos. — Nivel ‘te quedarás en cama’. ¡Ah! ¿Qué haces…? Tendremos que hacer algo contigo. No se le rompe la ropa a un superior así como así. — Bromeé, buscando sus ojos, disfrutando el nuevo beso que con ganas agarré, saboreé y deseché.
La miré cuando se apoyó, como si fuese una niña en busca de ayuda y mis dedos se colaron por su ropa, se hundió una de mis manos en su prenda inferior y desde abajo la otra fue hacía su blusa, era complicado poder tocarla con ella tan pegada a mí, pero sin duda lo logré, la piel fría de sus senos se marcaba entre mis dedos y no esperé segundo alguno a retorcerla como si se tratara de una pasa de uva, tironeé hasta sentir que su hermoso pezón se erguía despierto hacía arriba. Y mi otra mano se deslizó como si supiese el camino de memoria hasta sus nalgas y con la mano recta la tomé de allí, levantándola del suelo con los dedos cercanos a su zona púbica por la parte trasera, haciendo así que se apoye de caderas hacía abajo contra mí. — ¿Quieres beber? Si te controlas, hazlo, porque solo hoy podrás así como así. — Obsequié, moviendo los dedos con curiosidad, palpando su intimidad, pero sin quitarle la ropa. Trasladé en poco tiempo la mano hacía la parte frontal y no me tardé en apoyar la mano sobre su entrepierna, los cinco dedos cubrían su dulce entrada y solo dedo medio se movía circularmente, sin palpar demasiado, manteniendo un movimiento constante, mientras la miraba fijo a los ojos, observando sus dulces orbes curiosos. — La ropa es un condimento para todo. Pero tú eres el plato principal. Así que come con gusto, porque luego me toca a mí y no pararé hasta llenarme. — Con la mano que había en su pecho fui bajando a sus caderas y me quedé aferrándola, tocándola por debajo como si nada ocurriera, palpando y acariciando lentamente, buscando que la suavidad de su interior cayera por mis dedos. Pero no emitía sentimiento alguno en el rostro, tan solo la observaba, como si estuviese de alguna forma experimentando con sus deseos.
“Enloquecerás del placer, del dolor o de la desesperación. Pero tarde o temprano, lo harás.”
Calcabrina- Hechicero Clase Alta
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Re: Mi maldita y oscura tentación [Christopher]
“Mejor cae conmigo a esta desesperación, donde no logremos pensar, tampoco hablar. “
—Sois todo. El peligro, tu aroma, tu olor… el aura, solo hace falta que te sepa en un lugar para que te adentres en mí. Adueñándote de mis sentidos. Haciéndome la boca agua. —Le confesé moviéndome a su alrededor, acariciándole, besando y arañando su piel. Yo era la principal víctima de aquel embrujo. No obstante él se mentiría, si no fuera quedando atrapado. Al final, ambos terminaríamos irremediablemente jugando en aquel juego. Moría por romper su piel, perfumarme en su aroma y bañarme en su espesa sangre. Era un caramelo para mis sentidos, uno tan imposible resistir que en ocasiones mi ponzoña invadía mi garganta, avisándome de lo cerca que me encontraba de decaer y servirme de los más viles instintos que aguardaban dentro de mí a salir. Suspiré y aun así, seguí con aquel juego de roces y caricias. Viéndole a los ojos, sin apartar las miradas era consciente de que no parecía pensar en campos llenos de rosas, si no que por su dura y ardiente mirada, quizás se me encontraba imaginando de diferentes formas, en sus torturadoras manos. Si, a mí también me gustaría verme en sus manos. Reí para mis adentros y negué, caminando a su lado. —Cómo has dicho tengo mucho más aguante que tú. No solo por condición, sino también por entrenamiento de sala y de campo. Llevo muchos años más que tú en estas filas y si hay algo que pueda prepararte para el entrenamiento real, no es más que salir a fuera y jugar con la muerte, como una íntima amante. — Mis palabras podían parecer serias, no así mi rostro, que seguía con curiosidad cada curva, cada rasgo de aquel rostro inexpresivo que siempre parecía estar alerta a todo lo que lo rodeaba.
Y de nuevo mis instintos, me hicieron abalanzarme contra él, dejando de lado, en el olvido la lejanía de los cuerpos, para unirme con él, en una danza macabra que muchos considerarían el ultimo baile de la muerte. No podía dejar de jugar con su piel. No importaba si se trataba de su cuello, de sus hombros, brazos o donde fuera que mis manos encontraran un hueco. Era su culpa, primero por ser tan irresistiblemente jugoso a mi paladar y segundo por aceptar una misión tan alejada de sus inventos y observaciones. Solo que quizás visto así, yo fuera más entretenida que pasarse el día hablándole a máquinas de hierro y pitidos intermitentes. Su camisa termino yendo al suelo sin pudor alguno y reí viéndole al oír sus palabras. — ¿Haréis algo conmigo? Podríais haceros una nueva prenda con mi piel o simplemente darme el privilegio de visitar tu salón de visitas especiales. Muero de ganas por ver si realmente eres tan fuerte y peligroso como crees, o por lo contrario solo eres un magnifico brujo, que solo sabe electrificar la piel de sus juguetes. — Enarqué la ceja, con una sonrisa curvando mis labios por completo divertida, como si aquello fuera solo un juego en el que no pudiera terminar herida. Llegando a la cocina, si quizás no llegó a electrificar mi cuerpo, si sus manos hicieron que mis senos temblaran y los pezones se irguieran despiertos, llamando a las cálidas manos para que siguieran amasándolos. Entre palabras y besos, iba perdiendo el norte, hasta que sus palabras me detuvieron unos segundos, saboreando aquella invitación en mi mente.
¡Cómo se atrevía a decirme aquello! A tentarme de tal forma que me fuera imposible negarme. ¿No veía que de verdad me encontraba sedienta, muriendo por probar el elixir que le daba la vida? Por unos segundos pensé en reprenderle, en hacerle ver lo equivocadas de sus palabras e incluso me quedé estática unos segundos esperando oír que lamentablemente sus palabras habían sido un error provisto del momento y que de verdad no deseaba decirme aquello. Entregarse ciegamente a mis colmillos de aquella forma. Permitiéndome que le mordiera y que muriera de gozo al hacerlo. Sin embargo el tiempo y sus acciones me hicieron ver que era consciente y con el roce de sus dedos en mi entrepierna solo hacían que acercarme más a él, y con ello a la tentación de su carótida. Suspiré de placer y saboree de nuevo sus palabras, así como mi cuerpo se graba el relieve y tacto de cada uno de sus traviesos dedos que rozaban mi intimidad sobre las telas. Reí contra la tersa y erizada piel de su cuello y me relamí los colmillos que a poco estaban por descubrirse. Me dolían, palpitaban por su elixir. Y yo no era nadie para negarme a aquello que me ofrecían. — Os avisé que no me tentarais. —Ronroneé acariciando con los labios su mejilla, bajando con lentitud la misma. Mi pelvis se encontraba chocante contra la ajena, lo que provocaba que mis ansias amenazaran con salir. ¿Qué tan seguro estaba? —Tenemos toda la noche y sus horas para condimentar el plato. — Una de mis manos empezó a pasearse, recorriendo su torso masculino en suaves caricias, filosos roces con mis uñas de porcelana contra su delicada piel hasta llegar al inicio de las costuras de la prenda, que impedía que mi vista se deleitara con las piernas fuertes que se adivinaban entre las prendas que ocultaban su masculinidad. — Y a mi parecer, los envoltorios solo sirven para frenar al cocinero del exquisito plato que anda por cocinar. —Le dije al oído, quedándome unos segundos mordisqueándole hasta bajar esta vez por la curva de su cuello. Arañando con los dientes, calmando con mi húmeda lengua todo cosquilleo que le pudiera quedar. Sentía su sangre alterada, su ardiente elixir llamándome tan cerca, que ya le sentía en mi garganta. Oscura, espesa y poderosa otorgando la vida a mis músculos. Exhalé mi aliento sobre su carótida, oyéndole y con una sonrisa ladina, ladeé la cabeza para verle. Parecía tan tranquilo. Tan estable que alteraba mi tranquilidad. Éramos contrarios y aquello me divertía. Parecía que solo hubiera sido creado y enviado para terminar con todo mi autocontrol. Con todas mis formas, hasta volverme un ser solo sedienta de su veneno. Aquel que nacía y moría bajo su piel.
—Voy a probar yo primera… si no os importa. Resulta muy malo decirle al monstruo que habita en mí que debe esperar. — Mi mano antes acariciando distraídamente la parte bajo del abdomen masculino, se deslizó hasta los botones del pantalón. Los cuales deseché rápido y bajé lo suficiente para que me mostraran lo que deseaba, pudiendo meter en la apertura mi mano cómodamente. Para aquel entonces sentía mi respiración dura, profunda, a la espera de desembocar en la bestia. Sin embargo hoy no saldría. La tendría con protección anclada en mi interior, encadenada, como desde hace tantos años. Hasta que se revolviera contra mí. Jugueteé con la lengua en su cuello y cerré los ojos, oyendo, siguiendo el compás del riego sanguíneo de su cuerpo. La otra mano se deslizo de mantenerse anclada a su cintura a subir por su brazo, pasando por el hombro, llegando hasta la nuca, donde se ancló y sujetándole fuerte, deteniendo cualquier movimiento que pudiera hacer, aproximé mis labios aún más. Chupe su piel por unos segundos, dejando la marca donde iba a morder y justo cuando mi mano se aproximó y tomó en su mano su sexo aún protegido por su prenda interior, me relamí los labios, besé su piel y sin más dilación que la de unos segundos, me abalancé sobre el delicioso cuello, penetrando con mis colmillos su piel. Al instante de sentir la sangre salir a borbotones de las heridas, sorbí llenándome la boca y el paladar de su sabor. Proferí un gemido ahogado del placer que solo los seres inmortales podían entender y afianzándome más contra el cuerpo masculino, la mano que jugueteaba con su sexo, empezó a palparlo, a acariciarlo, en una búsqueda imparable de sentirle jadear. De sentir como lentamente aquella tranquilidad se deshacía, como su cálida sangre lo hacía en mi garganta.
”Dame fuerzas y espurnas. Placer, dolor... Todo lo que tengas para detenerme de hundirme en ti.”
Uriel Kattagary- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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