Be Merciess! [Privado +18]

La noche anterior había sin duda dejado varias marcas en aquel joven de cabello negro que yacía sobre su cama, cansado y con algunas cicatrices en varias partes de su cuerpo. Había probado algo que en su vida había imaginado hacerlo y como un hombre. Se sentía orgulloso a la vez que adolorido. Había llegado ya la tarde y joven aún siquiera abría la ventana de su cuarto.

Alguien llamó a su puerta, pero el joven no reaccionó hasta que vio entrar a su jefa en su habitación. Esta vez no fue un regaño lo que recibió de ella, sino una leve sonrisa. La mujer comprendió por lo que había pasado la noche anterior y le dio unas palmadas en el hombro otorgándole su primer día libre desde que había llegado al burdel. – Pero no creas que te la dejaré fácil. He hablado con varias de lo bueno que fuiste anoche – Terminó de decir la jefa de Keyzey, guiñándole un ojo y saliendo del cuarto para volver a dejarlo nuevamente solo.

El joven suspiro pensando que por fin su trabajo no corría peligro, aunque no podía asegurar lo mismo de su salud mental. Su primera noche de masoquismo seguramente dejaría secuelas en la personalidad ya por naturaleza bastante sumisa del joven.

Se levantó de la cama perezosamente y prendió una vela de su escritorio cuando ya llegó la noche. Apenas cabían 3 personas en su habitación, no contaba con más que una cama, un escritorio y su armario. En comparación con su antiguo cuarto en casa de sus padres era bastante pobre, pero por ahora no se quejaba. Tenía donde vivir y un trabajo estable que le daba la oportunidad de aprender cosas nuevas de ves en cuando.

Suspiro al ver las cicatrices en su cuello y barbilla. Cualquiera pensaría que fue atacado por algún tipo de animal, pero lo cierto es que esas cicatrices fueron provocadas por uñas humanas y el recordarlo no le atemorizaba tanto, sino más bien le hacía sonreír. Se sentó en su silla tan solamente cubierto desde su cintura hacía abajo. Comenzó a sentir algo de frío, pero no se sentía tan animado como para abrigarse, más bien pensaba en buscarse a alguien o volver con la mujer que le había provocado aquellas heridas.

Logró escuchar como su jefa regañaba a alguien afuera de su habitación, lo cual no le sorprendió mucho. Al joven le parecía que estaba siempre de mal humor, quizás se equivocaba pero no tenía como saberlo con certeza siendo que hace poco por fin había cambiado el típico humor con él. Podía escuchar mientras se miraba las heridas como el movimiento fuera se hacía cada vez mayor. Varios de sus compañeros comenzarían a trabajar. Había pensado buscar a alguien esa noche, pero cambio de opinión al levantarse de su silla y no poder hacer nada más que estirarse.

Entonces sintió como alguien llamaba a su puerta y se preguntó quien sería puesto a que esta no se abrió de inmediato. Suspiro esperando un poco ya que aquello no era algo normal, aunque recordó lo que le había dicho su jefa acerca de las recomendaciones y pensó que se habían interesado en él bastante rápido. Por un segundo revivió un golpe en su cara y un escalofrío recorrió su espalda, pero negó con la cabeza pensando que podrían regañarle si no abría. Se acercó a la puerta y pudo contemplar a una mujer que veía por primera vez, aunque tenía la pinta de trabajar en aquel lugar. Le llamaba bastante y más por la forma en que se había presentado.

Tragó saliva al ver parte de su espalda descubierta, el color y su vestimenta. Todo en la pelirroja era bastante ardiente y a pesar del cansancio el deseo comenzaba a subirle de nuevo. – Ho-Hola... – Respondió un Keyzey algo nervioso. Sus manos por instinto se acercaron a sus hombros, sin tocarla y bajaron hasta donde estaban las tiras del corsé. Se detuvo ahí un poco algo dudoso. ¿Quería que la ayudará o algo más? No lo sabía con exactitud por lo que las manos del joven se posaron sobre la espalda de ella, en la parte descubierta. Su piel era bastante suave e incitante, así como el contacto cálido. Si había mujeres que le excitaban más que sus clientas eran sus compañeras de trabajo, después de todo era por ellas que estaba ahí, trabajando.

- ¿Necesitas que te lo quite o lo ponga? – Preguntó casi en un susurro, acercando sus labios a sus oídos. Sorprendido de si mismo comenzó lentamente acariciar la espalda de la mujer. Normalmente no era de aquellos que tomaban la iniciativa, pero había aprendido algo después de todo y podía ser esa la razón para su compañera de estar ahí o al menos eso esperaba.

Así era como todo había comenzado para Keyzey. Cayendo en el entre pierna de una dama por una noche y luego a la siguiente en la de otra. No había nada mejor para él, a veces si llegaba a pensar que era ninfómano. Pero, ¿cómo no con compañeras de trabajo ofreciéndose así y clientas dispuestas a decirles sus fantasías para qué él las cumpliese? Los primeros movimientos de su compañera le indicaron que era lo que quería realmente y ¿quién era él para negarse? Noto sus senos al aíre y casi al momento en que ella le abrazaba, las manos del joven le sirvieron de abrigo a los colgantes de la mujer. No los manoseó muy brusco puesto que aún habían muchos ojos curiosos.

La dejo hablar y hacer cuanto le entró en ganas. Aquel coqueteo normalmente no habría sido necesario, pero ayudo bastante a entrar en ambiente. El cuerpo de Keyzey se prendió un poco mientras la tomaba por los senos y si prestaba atención en el entrepierna del muchacho, ella podría notar como la temperatura no era lo único que creía lentamente.

Sus labios se movieron traviesos hasta su lóbulo derecho, chupándolo un poco mientras la arrastraba suavemente hasta su cuarto y cerraba la puerta de una patada. Con aquello había entrado totalmente en juego. Normalmente Keyzey se mostraría más tímido, pero era su desconocida compañera quien le estaba guiando a actuar tal y como ella quería.

Soltó su lóbulo y sonrió levemente. – Mi cuerpo y mi cuarto están a tu disposición cuando desees, querida – Respondió sumiso como de costumbre, a pesar de que sus siguientes movimientos hicieron el contraste. Sus manos comenzaron a dar un masaje suave en los senos de la cortesana, mientras que su rodilla se metía casi que con sigilo dentro de su entrepierna, levantándose y rozando un poco con tal de excitar sin pasarse mucho por su intimidad.

– Haz lo que quieras hacer para entrar en calor, tu mandas si eso deseas – Le susurró al oído. Sabía que no todas sus compañeras eran dominantes, por eso prefería ofrecerse primero y eso fue lo que hizo, mientras seguía tratando de darle el calor que su cuerpo tanto le dijo que necesitaba.

Hasta el momento solo había tenido que atender a mujeres sumisas, que dejaban que Keyzey explorase cuanto quisiera de ellas. La misma Miselle también se mostraba muy sumisa con él, aunque aquello fuese cuento diferente puesto que entre ellos él si disfrutaba ser el dominante. Mas, una noche con su maestra le fue suficiente como para comprender lo que buscaba la compañera que tenía ahora sentada sobre su miembro. Aquella mujer también era dominante y buscaba la sumisión de Keyzey como si fuese algo imposible de conseguir, lo cierto es que era todo lo contrario y más aún de aquel apasionado beso que ella misma utilizó para domarlo.

El juego de lenguas había sido demasiado excitante y su miembro palpaba cada vez con más fuerza bajo las caderas de la cortesana. Lo que vino después simplemente lo dejo con aún más ganas. El sabor de la saliva de ella combinada con la propia del joven había quedado en sus labios por obra de su compañera. Era algo delicioso que no había tenido oportunidad de probar antes. El dulce de su lengua y labios había conseguido ser afrodisíaco, lo suficientemente fuerte como para que Keyzey sintiera ganas de complacerle todos sus caprichos. Podía ver el deseo en la mirada de su ardiente compañera cuando era ella quien ahora le tomaba los cabellos con una fuerza totalmente capaz de producir placer en él. Al mirarla así, al perderse en sus ojos le quedo claro que aquella noche iba a ser una de las mejores en su vida y que si se portaba bien podría incluso repetirse.

Su camisa quedo fuera de juego a manos de su nueva dueña y Keyzey con ganas de satisfacer aquel capricho de ella, se terminó de quitarla por completo para tirar la prenda sin cuidado al suelo. Veía sus labios cuando hablaba, cada gesto que hacía. Estaba completamente perdido contra ella, no había forma alguna de no hacer como ella dictase. Sus palabras entonces terminaron de hacer que su miembro se levantase por completo bajo de ella. Había comprendido sin pensar si quiera lo que ella quería. Con poca fuerza de voluntad, la suficiente para moverse como ella deseaba, estiro un poco su cuello para dejarle el mentón más al alcance y mordiera como gustase.

Solo hasta ese momento en que el deseo le pedía decir su nombre se dio cuenta que ni tiempo para presentaciones se habían dado. – ¿Cómo te llamas, preciosa? – Le preguntó deseando saber el nombre de la responsable que su erección se encontrase tan latente bajo ella. Llevó ambas manos a su pantalón para desabrochar la cremallera, bajárselo un poco junto a la ropa interior y dejar que el calor que sentía ahí tentara más de poseerlo. Tomó suavemente una de las manos de ella para llevarla hasta su miembro y pudiera apreciar lo duro que se encontraba ya. – Mi amigo aquí también desea saber el nombre de su dueña esta noche – Dijo en tono seductor, poco común en él, pero que podía sacar cuando el deseo comenzaba a nublar su mente.