Un brindis por la vida [Privado]

por **Aleya Dumkorth** Dom Abr 27, 2014 11:09 pm

El sobrevivir en parajes hostiles y desconocidos, te hacia estar más alerta, llegar a discriminar, la brisa del viento de las pisadas de un extraño. Ahora reconocía cada aspecto y ruido de los bosques, los bramidos de los animales, la sensación de alerta y responder en un ataque siempre con cabeza. Lecciones que solo se aprendían una vez en la vida, y bien consciente de eso, había tomado nota en mi memoria de cada conocimiento de mi larga aventura. También me había hecho amigos, en el viaje conocí a un licántropo, el que sin intuir que se encontraba ante una cazadora, me enseño supervivencia básica y confiando ciegamente en mí, me llegó a relatar los puntos débiles de los licántropos, y el quehacer en cada situación con uno de ellos. Todo había resultado más provechoso, de lo que el inocente joven se imaginaba. Tras el encuentro con el lobo, en una de mis cacerías, tuve problemas y casi me tenían, cuando apareció un vampiro y me salvó. Se llamaba Jacques Roman, un vampiro antiguo, que sin miedo a nadie, me ofreció su hospitalidad y su maestría, para enseñarme a protegerme y derivar a vampiros, como él o inferiores. Pasé unos meses con él, en que descubrí que no todos los vampiros eran viles criaturas del infierno, unos monstruos que había que aniquilar, ya que él mismo, solo se mantenía con la sangre de asesinos y malhechores, no de almas inocentes. Y sí, alguna vez haya recurrido a las almas inocentes, pero siempre dejándolas vivas, practica no demasiado común en una mayoría de vampiros. Quizás solo fuera por la edad, y los vampiros como más antiguos fueran, mas disciplina y control, tuvieran…pensé ensimismada en mis pensamientos, andando tranquilamente por el centro de la ciudad.

Había llegado hacia dos simples días con sus noches, y ya me había encontrado con tres neófitos y un extraño vampiro, sanguinario y temible, que logré vencer. Todo gracias a una poción que me tomaba antes de salir de cacería- eh aquí, el secreto de por qué es bueno aliarse con brujas- que envenenaba mi sangre, y cualquier vampiro que bebiera de ella, se encontraba paralizados unos efímeros segundos, pero efectivos, dándome tiempo para recular y con mis manos, arrancarles sus muertos corazones y cortarles las cabezas, prendiéndoles fuego a sus cuerpos, dejando que el fuego limpiara las calles de sus presencias. Sonreí y proseguí camino. Andaba buscando un lugar en que descansar de lo que esperaba ser una movidita noche, quizás una taberna, sería lo mejor. Un lugar para ir, tomar algo y charlar con algún desconocido. Sí, me parecía buena idea. No conocía muy bien la ciudad, por lo que guiándome por la gente, tras un rato de dar vueltas, logré entrever una taberna, donde apresuradamente entré.

Tras abrir la puerta, el eco de las voces, las habladurías y risas, no me dejaron imaginar nada más que no fuera, un lugar lleno de gente, a rebosar de ella. Y así fue, ya que solo llegar, y preguntar por una mesa alejada, me indicaron un asiento en la barra, y que esperara, que me avisarían en cuando hubiera una mesa libre. Sonreí y asentí, sentándome de mala gana en el asiento. No me gustaba estar en primera fila, yo era una observadora innata y para eso necesitaba ocultarme, donde la gente no reparara en mí, mi madre me habia enseñado bien.