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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Daphne Landry Mar Abr 29, 2014 11:54 pm

I give in to sin
Because I like to practise what I preach
I'm not trying to say
I'll have it all my way


La suave y fría brisa primaveral entraba por las ventanillas descubiertas del elegante coche de punto mientras los caballos de tiro galopaban por el llano y solitario camino. El sonido del los cascos de los dos animales se confundía con el choque de las ruedas y las ordenes del cochero. En el interior una mujer permanecía relajada, semi-recostada contra el mullido asiento, los ojos cerrados, la boca ligeramente abierta, la respiración constante y pacífica. El escote de su vestido, nada pronunciado esa noche en particular, resaltaba la existencia de un pequeño camafeo en ónice, el cual pendía de su cuello gracias al abrazo de una cinta azul a juego con el resto de su indumentaria. Una mano se elevó hasta el adorno y repasó con delicadeza la figura en él grabado la cual correspondía a su propio rostro. Había sido un regalo hecho muchos siglos atrás. Querido y lucido con orgullo hasta que con el correr del tiempo había terminado abandonado y finalmente olvidado. Unas noches atrás lo había encontrado nuevamente en el lugar que menos esperaba: el mercado de París. Ofrecido como una baratija en un puesto de joyas de segunda mano ¿Tenía acaso alguien una idea siquiera cercana de su valor real? El reencuentro resultó abrumador y doloroso. Los recuerdos surgieron con fuerza, atenazándola durante algunas noches y reclamando por completo su buen humor. Extrañaba tanto a su Sire y, en cierta medida, también extraña la forma de vida que él le había enseñado. Se estaba poniendo nostálgica ¿podía haber algo más ridículo que extrañar ser una perra sádica?

Por aquel entonces su existencia había girado en su propio egoísmo. El deseo de satisfacer los más oscuros apetitos y contar con el poder suficiente como para conseguir todo lo que deseara. Bueno, no, todo no. La mano se separó del camafeo para dirigirse hasta su plano vientre. Una punzada de dolor la recorrió. No es como si de humana hubiese tenido la oportunidad de concebir, bien sabia que ningún hombre lucido le habría volteado mirar siquiera. Incluso la más hermosa de las criaturas requiere de un mínimo de arreglo para poder lucir su belleza y Daphne, siendo quien era en ese entonces, no gozaba con ningún arreglo que le ayudase aunque fuera un poco. Y de pronto se encontró con que no solo era inmortal sino abrumadoramente atrayente para ambos sexos. Era lógico que perdiera la cordura abandonándose a aquello que le había sido negado siempre. Y, aunque ahora era diferente, sabía que en su interior aún latía el ansia de liberar al monstruo aunque fuera solo por una última vez.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos por un aroma llevado por la brisa. Había algo más que tierra y vegetación y de inmediato sintió sus instintos despertar. Se encontraba demasiado cerca de su residencia como para que le agradase la idea de que un extraño estuviese deambulando. Y no cualquier extraño, pues se trataba de un lycan hasta donde su nariz consiguió definir. A la inconfundible esencia se sobreponía tímidamente el olor de la sangre fresca. Jum, aquello podría resultar interesante. – ¡Detened el coche! – la orden se alzó sin dificultad por sobre los demás sonidos y, de inmediato, los caballos redujeron la velocidad del galope. – Pero, Madame Landry, ¡aún nos faltan algunos minutos para llegar! – a pesar de la replica el hombre se encargó de que el coche se detuviese por completo. Luego descendió del vehículo y se apresuró a abrir la puertezuela y ofrecer apoyo a su ama. – Eso resulta un tanto obvio, Johan. La verdad es que quiero dar una pequeña caminata antes de llegar - Los ojos del cochero volaron desde la vampiresa hasta el coche y luego de nuevo hasta ella, como si se preguntase que hacer con el artefacto dada la curiosa petición de su ama. Ante esto ella no pudo reprimir una sonrisa indulgente – Deseo caminar a solas, por lo que usted se adelantará con el carruaje y le indicará al ama de llaves que me prepare una baño caliente para cuando regrese – Johan estuvo tentado a discutir pero conocía demasiado aquella mirada decidida, así que se inclinó obedientemente en señal de respeto antes de retornar al carruaje y ponerlo nuevamente en marcha. Adoraba a su cochero pero el instinto protector que destilaba le exasperaba de tanto en tanto.

Esperó inmóvil a que el coche desapareciera en la distancia y a que no pudiese oír el choque de los cascos de los caballos, entonces descubrió sus colmillos y siseó a la oscuridad. En general las criaturas de la noche eran reconocidas por su instinto territorial. Los vampiros, en especial, hacían alarde de eliminar rápidamente a las visitas indeseadas. No era para menos cuando tu supervivencia depende en gran medida de que una estructura permanezca en pie durante el día, o que la luz solar sea contenía fuera de tu espacio vital por una puerta o cortina. Ningún peligro podía ser aceptado en ese aspecto y, por tanto, Daphne no podía darse el lujo de permitir que un licántropo vagara sin restricción alguna tan cerca de su guarida. Estaba también su familia adoptiva, por supuesto. Su seguridad era primordial y dada la fragilidad de los humanos no estaba dispuesta a tomar ningún riesgo innecesario. Si lo pensaba con tranquilidad aquello podía representar una oportunidad. Tal vez fuese esa la noche en la cual dejaría libre a su demonio interno ¿Por qué no? Caminando con cautela se internó en las arboledas y jardines que rodeaban su mansión en búsqueda del intruso.

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Mensaje por Larden Miér Jun 18, 2014 9:45 pm

lets dip our hands into our fantasies
and paint our sins on each other


Alguna vez alguien al saber de su condición le preguntó qué se sentía. Se siente como despertar, él respondió, justo como lo haces tú ahora.

El frio tacto del césped le hizo abrir los ojos. Aquella noche era fría e indulgente, por la tarde había caído un imprevisto chaparrón que había tapizado de aquel frio contacto todo cuanto había sido tocado por él. Por supuesto, James, no lo recordaba, como tampoco recordaba cómo había llegado ahí, mucho menos dónde estaba.

Sintió el recorrer de un líquido que bajaba por su frente y sorteaba los ojos para llegar hasta sus orejas donde se agolpaba y caía finalmente al suelo en forma de grandes gotas. Supo de inmediato que aquello no era agua de lluvia sino su propia sangre, chorreante, roja y cálida que emanaba desde su interior. Al llevar su mano hasta el sitio de donde salía el fluido vital la vio volver a su vista manchada con aquel líquido, pero lejos de advertir que su mano estaba también gravemente herida se dio cuenta que había sido la mano derecha la que había elegido para tal efecto y le pareció extraño pues si no lo había olvidado también él siempre había sido zurdo. Cuando giro la cabeza hacía ese lado de su cuerpo y recorrió lentamente la línea que dibuja el brazo hasta la yema de los dedos supo el porqué había movido la mano derecha en lugar de la izquierda. Ésta estaba completamente bañada en sangre, sangre ya seca que parecía más una gran capa de piel roja que el efecto del aire sobre ella. Intentó moverla pero ni un solo musculo le respondió. Recordó entonces, de las cosas que aún podía recordar, de aquello que no había pasado 10 años atrás, 10 de los años que había perdido para siempre, las secuelas que un cañonazo podía hacer y, estúpidamente, se alegró de tener todos los huesos rotos y no todo el brazo arrancado de su cuerpo.

Permaneció luego unos minutos sin moverse después de volver la cabeza a la posición en la que había despertado con el cielo como única vista. Hasta donde sus ojos le permitían ver busco la luna por toda la gran bóveda llena de estrellas encima de él. Cuando por fin la encontró gracias al brillo de esta entre las nubes un especie de alivio recorrió su cuerpo al reconocerla a la mitad de su fase total pues si algo podía explicar su actual condición era su licantropía, pero de ser así significaría también que su memoria había por fin tocado aquella parte de su vida que más temía olvidar y que representaba una de las primeras cosas que hacía cada que despertaba sin saber qué día era o dónde estaba, encontrarse ahí después o durante la luna llena significaba que de alguna forma no había logrado llegar hasta el bosque donde solía pasar sus trasformaciones y que inevitablemente, si había sobrevivido, tendría que buscar el cuerpo de aquello que se había atrevido a atacarle. Pues ahora, tirado en el frio suelo, conocía más del lobo que de sí mismo.

El lobo, a diferencia de él, tenía memoria y cada vez que la luna le permitía salir de aquel cuerpo se dedicaba a buscar algo, algo o a alguien, pero al verse refundido en lo más recóndito del bosque siempre terminaba descargando su furia con algún animal o algunas veces con algún distraído y desafortunado cazador.

Después de comprobar una vez más que su más grande temor no había tenido cabida aquella noche intento ponerse de pie pero sólo logro arrastrarse hasta una fuente en la que logro recargarse mientras aún permanecía en el suelo sólo que ahora estaba sentado. Decidió que no era necesario darle una mejor vista a su brazo izquierdo pues conocía muy bien el dolor que producían los huesos rotos, y también sabía que era cuestión de tiempo para que sus huesos comenzaran a soldarse debido al calor corporal de su cuerpo y a la sanación acelerada relacionada con la condición de la que era dueño, supo entonces que debía conseguir ayuda pronto si no deseaba terminar con un brazo deforme viéndose obligado después a romper el mismo todos y cada uno de los huesos que sostenían su brazo para dejarlos sanar correctamente.

Antes de tener las fuerzas suficientes para levantarse por completo trato de imaginar qué le había ocurrido y porqué era su brazo lo que había llevado la peor parte. En el suelo, donde hace sólo unos minutos había despertado aún se podía apreciar su figura en el pasto aplastado que había recibido su peso por quién sabe cuánto tiempo, además de eso no había ninguna otra marca, no había marcas de pisadas en el suelo ni tampoco señas de que él hubiera sido arrastrado hasta ahí, ya sea por él mismo o por alguien más salvo la marca que él recién había dejado.

Con muchas más preguntas que respuestas, como le era usual, intentó buscar en los bolsillos del pantalón que vestía y que junto con una camisa, o lo que quedaba de ella, representaba todo lo que traían encima, sin zapatos ni abrigo, algo que le pudiera decir algo, lo que fuera. Aquello, a pesar de no tener siempre la certeza de que encontraría algo, siempre lo hacía pues sabía que lo primero que haría al saberse sin memoria de nuevo sería dejar pistas para él mismo. Cualquier cosa le era suficiente, pues cualquier cosa era mejor que nada. No tuvo suerte, nada en los bolsillos ni a su alrededor, incluso intento buscar en su brazo herido cuando se dio cuenta que en él había algo más que una pista. Tenía “tatuado” en el brazo un par de nombres; “Elena” y “Justine” fue lo que pudo leer muy a pesar de la sangre que cubría su brazo. Ambas cicatrices no parecían ser las causantes de la sangre ni tampoco parecían ser recientes. Tuvieron que haber sido hechas con plata, pensó, pues era la única forma en la que su carne podía ser marcada. Justo después de sonreírse a sí mismo se dio cuenta que aquellos nombres habían sido escritos por alguien más, cada uno de ellos, pues la forma de la letra que los formaba no era la de su propia escritura, pero justo cuando se dedicaba a examinar con más detalle las marcas en su piel volvió a quedarse dormido.
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Mensaje por Daphne Landry Mar Jul 15, 2014 12:27 am

I'm always willing to learn
When you've got something to teach


Caminaba con lentitud, tomándose su tiempo para evitar emitir cualquier sonido delator, pero sin ocultar su silueta en las múltiples sombras que los árboles y arbustos ofrecían. La noche era clara, lo suficiente como para criaturas con sentidos menos afilados pudiesen observarla. En el marco de la lógica resultaba este comportamiento un tanto absurdo. Si no te importa que te vean ¿Por qué te importa que te oigan? La respuesta era simple, no se trataba de solo un caza sino de un juego en donde permites que el contendor tenga apenas las claves suficientes como para presentar batalla pero no tantas como para asegurar la victoria. Recordaba ahora cuanto había disfrutado de tales diversiones en el pasado. Simplemente matar dejo de ser interesante al poco tiempo de haberse aceptado en su nueva condición así que entre ella y su Sire ideaban algo diferente cada noche para mantenerse entretenidos. Cerró los ojos al sentir un estremecimiento involuntario. Sentía al mismo tiempo placer y repulsión al recordar aquella época, aquellas muertes. Tanto sufrimiento innecesario, tanta miseria causada solo con el propósito de que dos inmortales salidos del mismísimo infierno no cayesen en la aberración y el tedio propio de tenerlo casi todo al alcance de la mano. Esos años fueron una completa abominación y, aún reconociéndolo, allí se encontraba, más que dispuesta a dar rienda suelta a sus demonios internos nuevamente.

El haberse permitido vivir sola había sido una revelación, el haz de luz que señalaba un camino menos oscuro, más doloroso para sí misma pero, al mismo tiempo, con mayores recompensas ¿Qué pensaría su adorada Melissa si conociese su pasado? Y no se refería a aquel en el que ella había salvado a la pequeña niña de una bruja condenada a la hoguera, ni las décadas que siguieron criando y conviviendo con toda su descendencia. No, pensaba en los primeros años cuando no habría reparado en abrir a una chica como la propia Melissa en dos para luego exponer sus entrañas como un trofeo en los postes de su cama. Por fortuna el camino de un inmortal resultaba lo suficientemente largo como cambiar una y otra vez, al menos superficialmente. Se detuvo junto al tronco de un imponente y fuerte árbol meditando sobre sus opciones. Aunque la decisión estaba tomada sabía que era peligroso, lo último que deseaba era recaer en un vicio del que tanto le había costado recobrarse. Odiaba sentirse confundida, querer y temer al mismo tiempo. La razón y el deseo enfrentados en una batalla interna que solo conseguía distraerla de su objetivo. Y sin embargo una sola cosa era cierta: debía ocuparse, de la manera que fuese, del intruso en su hogar. – Solo por atreverse a traspasar las puertas de mi propiedad merece lo que obtendrá – y así la voz de la razón fue por completo silenciada. Con esta determinación en mente continuó recorriendo los caminos del enorme jardín mientras en su mente orquestaba lo que al desdichado le sucedería.

Finalmente, tras superar algunas ramas, obtuvo una vista clara del licántropo. Una sensación de desazón se apoderó de la vampiresa al darse cuenta de la condición del lobo. Aquel no estaba en condiciones para lo que ella venía planeando. No abría carrera ni persecución, ni siquiera podría darse el gusto de sorprenderlo pues se encontraba inconsciente en el suelo, junto a una de las numerosas fuentes que salpicaban el terreno “verde” de la mansión. Chasqueó la lengua y se cruzó de brazos ¿Qué haría con él ahora? ¿Simplemente matarlo, después de que se había decidido por fin a soltar su monstruo interno durante algunas horas? ¡Qué fatídico panorama para su estado de ánimo! Soltando un suspiro se acercó hasta el cuerpo. La sangre manchaba la ropa y piel y uno de sus brazos se encontraba en una posición muy poco natural. En el antebrazo lastimado dos palabras resaltaban, dos nombres de mujer. Daphne le observó durante algunos segundos. Era evidente que se había arrastrado hasta la fuente pero no existían señales en la hierba que explicasen el cómo había llegado hasta la primera posición.

El estado en general del lobo denotaba el ataque de alguien o de algo, pero ella no lograba identificar ningún otro aroma extraño. El ataque debió, por tanto, ocurrir en otro lugar y él, en medio de un escape apresurado, terminó ingresando en sus dominios. Su lado blando, ese que actualmente controlaba gran parte de su existencia, le instaba a ayudarle, después de todo no se trataba de un intruso voluntario. En ese estado, además, no podría causarle ningún daño ¿se atrevería a confiar en que tampoco atacaría a nadie en su mansión? No, definitivamente no correría ese riesgo. Ah, pero siempre existía una alternativa. Una sonrisa malévola creció por el rostro de porcelana al recordar la pequeña residencia en piedra, aledaña a la estructura principal, y que era usada por la servidumbre como almacén de leña, muebles antiguos y toda clase de trastos.

Se quitó la pesada capa y la colocó sobre el maltrecho cuerpo del licántropo. Luego se arrodilló junto a éste y con un pañuelito empezó a limpiar la sangre fresca que corría desde una herida en su cabeza. – Monsieur, monsieur ¿Se encuentra usted bien? – preguntó con tono angustiado, como si en realidad le importase. Esperaba que él recuperase la conciencia. Muchas cosas podrían ocurrir entonces pero solo las acciones del licántropo marcarían el futuro de los dos. Lo peor que podría pasar es que no despertase, en cuyo caso ella le llevaría en brazos hasta el lugar que ya había definido.
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Mensaje por Larden Lun Abr 20, 2015 8:55 pm

...

Pudo haber sido sólo un instante el tiempo que permaneció inconsciente he incluso así haber soñado con aquel lobo escarlata que lo acompañaba cada que cerraba los ojos, sin embargo, cuando la mera figura del animal comenzaba a formarse dentro de su cabeza el ligero roce de la tela sobre su cuerpo lo hizo despertar. No fue un despertar violento sino que sus ojos se abrieron lentamente mucho antes de que su cuerpo comenzara a moverse debido a la falta de fuerzas que lo aquejaba. Su olfato tampoco reacciono de inmediato,  ninguno de sus instintos lo hizo. Si su olfato hubiese estado en óptimas condiciones ya habría captado aquel característico aroma mucho antes de que ella pudiese acercarse tanto. En su lugar, la visión de esta mujer a su lado preguntándole cómo se encontraba le resulto parte de aquel sueño que se había interrumpido y esperando la súbita aparición de sus más recurrente pesadilla permaneció en silencio unos minutos mientras contemplaba el rostro el rostro de quien se encontraba frente a él, quizá, tratando de buscar en su maltrecha y rota memoria la mera posibilidad, por pequeña que fuese, de conocerla.

Quizá ella era Elena, o Justine. Quizá había concluido su búsqueda y era por ello que se sentía y se veía casi como un muerto, era quizá lo que él había querido para aquel instante. Conocer, saber quién era y qué le había ocurrido y luego morir, porque tal vez la verdad era demasiado cruda o no lo suficientemente buena como para querer seguir viviendo después de al fin encontrarla. Deseó poder levantar su mano y tocar su rostro, reconocerlo como lo haría un ciego, recurrir a otra cosa que no fueran sus ojos para “saber”. Luego aquel pensamiento le hizo recordar a Justine. -Entonces Elena pensó- y luego ese pensamiento le dio escalofríos, no pudo resistir la mera insinuación.

Creo que me vendría bien un trago — respondió. Siempre había sido así, fútil, trivial, corto. — Aunque probablemente no sea lo único que necesite — le dijo y se dijo a sí mismo mientras le volvía a dar un vistazo a su cuerpo dañado sólo para ser congruente con lo que decia, un gesto pues el dolor le decía todo lo que necesitaba saber sobre su condición. — Créalo o no, Madame, he estado mucho peor, sólo necesito…  — se detuvo, por fin su olfato había comenzado a funcionar. El olor era inconfundible. Detrás de aquel perfume encantador, del olor a yerba fresca de sus zapatos, incluso detrás del rastro que los árboles y arbustos habían dejado en su vestido se escondía algo que no podía permanecer oculto, no para él. — … sólo necesito un lugar donde descansar — aquello ultimo lo dijo lentamente como esperando una reacción, arrastrando cada letra en sus labios procurando retrasar lo que sabía podrían ser sus ultimas palabras. Evitó levantar la mirada. Pensó que de alguna forma así es cómo debía sentirse cualquiera que se sintiese amenazado, cualquiera que fuese una presa, y le pareció bien, hasta que recordó que aquel no era su estilo.

La luna — por fin habló mientras apoyaba el brazo que aún le servía en el suelo para mejorar su posición — Es seguro que alguien como usted tenga bien en cuenta los días en los que la luna brilla con más intensidad. Puede llamarle intuición aunque yo lo llamaría "indicium", la certeza de lo evidente pues es bien sabido que de alguna forma su aroma, aquel inconfundible aroma, nos resulta a nosotros muy atrayente — esta vez sus palabras no fueron lentas sino más bien precisas, casi amenazantes — Te diré, yo mismo he matado a muchos de tu especie. No puedo decirte si fue por gusto o porque tenía que hacerlo. La verdad es que nunca nos hemos llevado bien, ¿cierto? — una ligera sonrisa enmascaro aquel comentario que parecía tan fuera de lugar pero pronto fue interrumpida por un ataque de tos que convino para expulsar la sangre seca que aún se encontraba en su interior — Veras, tengo una condición, mi memoria no es tan buena como la de cualquiera, es de hecho, bastante mala — le dijo mientras movía su mano lentamente desde su boca hacía su cien como parte de un gesto — Hace tan sólo unos minutos, seguramente el tiempo que te tomó reconocer mi presencia y venir hasta aquí desperté y me encontré a mí mismo así en lo que seguramente es tu patio trasero. No sé si llegar aquí fue mi intención o no. No sé si quería encontrarme contigo o no. Lo único que sé es que tú no fuiste quien me hizo esto, así que, me atrevo a decir, con lo poco que sé, que tienes dos opciones. Puedes dejarme morir aquí o hacer el trabajo tú misma o, puedes ayudarme, ayudarme y ver qué pasa pues eso, eso tampoco yo lo sé. En cualquiera de los dos casos, cualquier cosa que decidas, si de algo sirve la visión de un hombre moribundo y con ello la noble y tan afable promesa de un último deseo, en verdad me vendría bien ese trago.
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