Empire ♔ Privado

por **Mina Zwaan** Mar Mayo 06, 2014 9:18 pm

¿Qué es una familia
sino el más admirable de los gobiernos?

La invitación que Mina había escrito hacia dos semanas informaba protocolarmente que la visita sería esperada a las cuatro de la tarde aquel día. Faltaba media hora precisamente para dicho momento y para ese entonces todo estaba en su lugar específico; la servidumbre lucia sus ropajes impecables, cada florero de la residencia había sido adornado con perfumadas flores de lavanda fresca y todos los bocadillos de té solicitados por la Condesa habían sido ejecutados por los cocineros de la mansión de forma excelsa. Hasta la neerlandesa por si misma corroboro que en sus condominios ya estuviesen presentes todos y cada uno de los tipos de té que ésta deseaba ofrecer a su invitada de aquella tarde. Para tranquilidad de Mina, todo estaba bajo control, a la perfección, solo como ella gustaba de exigir.

Saber que Inge se encontraba en Paris no era un detalle a pasar por alto. Refrescando su memoria, Mina creía no verle desde hacía ya algo así como cinco o seis años, quizás más. La familia D’Auxy se había tornado algo “compleja” para su interés en aquellos días y si a eso se le adhería todos los revuelos políticos en que los Zwaan se veían involucrados, la distancia entre ellas estaba sobre comprendida pero ¿Inge lo pensaría de igual manera?

Soñó durante varias noches con ella. Y en las tardes mientras bebía té o se encontraba en el medio de la lectura de algún libro, la Condesa se cuestionaba como habría sido la vida de su prima luego de las tragedias que le azotaron bruscamente tal y como a Mina; ambas perdiendo a los pilares de su vida, aquellos por los que las dos portaban en el presente sus respectivos títulos nobiliarios en los Países Bajos y toda Europa respectivamente.

¿Por qué la joven Inge jamás le habría buscado? Mina creía firmemente en que mantener unida a la familia era algo tan importante como llenarse de conocimientos; ambas acciones hacían a las personas más fuertes, más capaces de superar cualquier obstáculo que la época quisiese poner en su camino. Después de todo era gracias a su inteligencia, a su amor por las artes y la erudición que la rubia no se había rendido aun en la búsqueda del paradero de su hermano mayor. Ella encontraría a Noach y quien sabe, hasta la misma Inge tal vez se ofrecería a cooperar en la búsqueda –si es que pensaba de la misma forma que su prima-.

Los Zwaan poseían tres residencias en Francia; una en el sur, en las hermosas praderas de Montpellier, donde la familia poseía su propio viñedo y establo. Un espacio propio para despejarse y sumergirse en la tranquilidad de la campiña francesa. El segundo condominio se encontraba al sur también, pero algo más al oeste, en Marsella. Allí solían hacerse reuniones veraniegas, mas abocadas a disfrutar todo lo que las costas del Mediterráneo podían ofrecer. Sin embargo era la mansión de Paris la que Mina supo darle más utilidad. Residía allí desde haber sido nombrada Sub Directora del College de France. Aquel lugar elegido hacía muchas décadas atrás por el abuelo de la hoy Condesa se tornó su segundo hogar, pues la neerlandesa pasaba tanto tiempo allí como en el Palacio de los Zwaan en Assen. En aquella hermosa residencia de arquitectura exquisita recibiría a su anhelada visita y gustosamente le mostraría todo lo que Francia le había otorgado a la familia.

- No olvidéis anunciar a la Baronesa como esta merece, por favor – índico claramente Mina tanto a los anunciadores de la casa como a la servidumbre de la mansión en el preciso instante que sus azulados ojos se percataron a través de la traslucida cortina de uno de los inmensos ventanales de la casa que un carruaje había arribado a los portones principales del condominio. La mirada de la rubia recayó sobre uno de los relojes de pared de la sala de té donde ésta yacía; eran las cuatro en punto. Sonrió, alegrándose de que Inge fuese una damisela puntual para con sus menesteres.

No tomó asiento, quizás por ansiedad o simplemente por no lucir descortés tras tantos años de ausencia. Las manos se posaron una sobre la otra al frente, apoyadas en la inmensa y voluptuosa falda que comprendía el sobrio pero exquisito atuendo de la Condesa.

No había sonrisa en su rostro ya para ese entonces, pero tampoco tristeza. La serenidad necesaria por protocolo era lo único que la neerlandesa se permitiría proyectar en primera instancia incluso ante su prima.

por **Inge D'Auxy** Dom Mayo 11, 2014 12:09 pm

A y, ¡qué vida! Siempre me sorprendía en cada esquina, con cada día. O yo estaba tan ensimismada en mi burbuja que mi estado se encontraba todo menos alerta o mi camino tenía más curvas cerradas de las que imaginaba. No había pasado una semana desde mi llegada recreativa a Francia cuando mi “querida prima” me mandó a llamar. Mina, tan predecible como siempre. Parecía no haberse despegado de los libros en todos estos años que no nos vimos. Dudaba que hubiera aprendido algo fuera de esas páginas escritas por intelectuales ya fallecidos. No podía negar que mi prima era una mujer inteligente, pero de los tipos y clases de inteligencias que existían, dudaba que alguna de ellas le sirviese para salir triunfante; con suerte la ayudaría a sobrevivir este mundo de jerarquías y protocolos. Seguramente como teórica le hubiese ido excepcionalmente, pero cuando se trataba de hacer un balance entre lo invertido y los logros obtenidos, salía un resultado negativo. ¿Por qué lo decía? Porque a pesar de sus incontables cualidades no estaba casada, pasaba el tiempo entre estantes en vez de hacer vínculos con los poderosos y para más remate aún no sabía dónde estaba su perdido hermano, producto quizás de los anterior. Apostaba que el recuerdo de mi primo todavía no se le había borrado. El haber sido desprendida de Noah debió golpearla tanto como a mí que me arrancaran de los brazos de mi madre. ¿Sentía lástima por ella? Desde luego que no. Mina había pasado tanto en las nubes de autores y privilegios que ya bastante falta le hacía darse un golpe con la realidad. Ayudó a abrirle los ojos, pero a mi opinión no todavía a despertarlos.

A pesar de que odiaba tener que hacerle frente, me dirigí sin demora a su residencia una hora prudente para llegar con cinco minutos de adelanto. Los años no pasaban en vano; lo más probable era que Mina hubiera aprendido a aparentar cercanía con quienes podían tener algo que le interesase, o por lo menos con quiénes aparentar. Si me había convocado personalmente a algo tan íntimo como una reunión privada, era porque yo tenía algo que le interesaba. No sabía con exactitud lo que era, pero podía divertirme buscando la respuesta en el entretanto.

La magnífica arquitectura rebosó ante mis ojos apenas bajé del carruaje. A pesar de la omnipotencia del edificio, no me sorprendí en nada; reflejaba plenamente a los Zwaan, con sus columnas exageradamente intelectuales para mi gusto. Inmediatamente me salieron al paso los sirviente de Mina, adulándome con sus frases elaboradas igualmente de conocidas. Me aburrían. En otra ocasión lo hubiera tolerado con sonrisas igual de ficticias, pero esa vez, en cambio, decidí no pasar por ello.

—¿Mi prima te paga para hacerme llegar tarde? —balbuceos fue todo lo que recibí de ese tonto de uniforme— Ahórratelo y mejor indícame el camino más corto para llegar donde la Condesa. Hacer esperar a tu ama y enfurruñar a su invitada no es una buena estrategia. Te aviso.

Después de atormentar a ese monótono con simples frases, no me deslicé por los pasillos; prácticamente corrí por ellos. ¿Curiosidad era lo que me impulsaba? No; era más que eso. Estaba ansiosa por descubrir las secuelas de la pérdida en el semblante de Mina, la de la vida perfecta. Me habían dicho que se había endurecido tras haber perdido a Noah; otros que se había debilitado, pero nada era tan sabroso como probar el gusto de la derrota por lengua propia. Eso haría.

Fue ese mismo afán el que me hizo llegar a mi destino. Allí estaba Mina, como siempre, con una postura tan solemne como las columnas de su mansión. Ya no era una niña; era una mujer, pero en sus ojos todavía distinguía a esa mojigata que no sabía nada de la vida. El recuerdo de Noah la había hecho salir de esa burbuja un tanto —lo decía por esas huella en sus ojos—, pero no lo suficiente. Ella jamás viviría lo que yo, que había nacido golpeándome en la cabeza contra la realidad antes del primer suspiro.

«La Muy Honorable Baronesa Inge D’Auxy» escuché decir al susodicho que había hecho lo posible por seguirme en la carrera hacia la presencia de Mina. Qué asco oír esos títulos una y otra vez. Sólo porque estaba en presencia de la Condesa de mi nación mi rostro se mantuvo sereno y gentil, todo lo que no era.

—Pero qué bien entrenados los tiene, Su Señoría Ilustrísima. No faltaba más. Un poco más y me ofrecían una taza de té con dos terrones de azúcar. —saludé en una recta reverencia antes de dulcificar mi voz— Han sido tantos años, prima. Qué gusto verla sana y salva. Desde luego también que es grato verla de pié tras los lamentables golpes que a mis oídos llegaron. Sin duda es una mujer de gran fortaleza.

Meter el dedo en la yaga se me daba muy bien. A primera vista estaba dando mis condolencias, pero la primera impresión casi siempre distaba de ser la correcta. Oh, por supuesto que tenía mucho más bajo la manga. Había esperado este momento por mucho tiempo.

por **Mina Zwaan** Miér Mayo 21, 2014 9:51 pm

¿Puede una persona quizás, estancarse ante el pasar de los años sin siquiera notarlo? Mantenerse estática e indiferente a cualquier cambio, tal y como una estatua de mármol en el centro de una plazoleta era algo de lo que Mina parecía –inconscientemente- saber bastante. La Condesa jamás había notado que sus gestos, palabras y hasta ciertas actitudes ante determinados sucesos de su vida eran exactamente un calco de cómo ésta actuaba hacía un par de años atrás, cuando sus padres aun eran vivos. No fue solo el cambio físico que notó en Inge al apenas verle lo que despertó aquella molestia en la oriunda de Assen, no, fue todo lo que la Baronesa irradiaba sin siquiera promover un vocablo lo que había abofeteado a la Condesa sin advertencia alguna.

¿Dónde estaría Noach para convencerle de que estaba equivocada? Sus cambios en aquel tiempo habían sido notables también, de lo contrario no hubiese alcanzado ni la mitad de sus objetivos ¿Pero por qué el repasar silenciosamente en su mente cada una de sus hazañas intelectuales no terminaba por convencerle? Una oleada de brusca realidad se adentró a la residencia Zwaan y su dueña no estaba en completas condiciones de hacerle frente a dicho torrente en tales instancias tan singulares de su vida.

Suspiro profundamente, despojando la sensación de emoción que la presencia de su prima debería de generar en su interior por el rencuentro – Provenimos de una familia que se ha mantenido firme a lo largo de la historia, querida prima… - sonrió levemente, permitiéndose el gesto de acercarse a la Baronesa y tomarle de ambas manos – Un infortunio pasajero no os derribaría tan fácilmente ¿Verdad? – sus vocablos eran impartidos con una seguridad que aún no convencía ni a su mirada ni a su corazón, pero Mina jamás se demostraría abatida, siquiera ante un familiar. Su genio no se lo permitía. La herencia de su apellido tampoco; ella nunca seria proclamada como el eslabón flojo de la familia Zwaan.

Con un leve gesto invitó a su allegada a tomar asiento a la par que la servidumbre se arrimaba a ellas sigilosamente para consultar que tipo de infusiones desearía degustar cada una. La Condesa solicito un té mixto; la mezcla seria de jazmín y tila. Un poco de tranquilidad en su sistema sería bienvenido en aquellas instancias.
- Imposible que alguien no este informado sobre la desaparición de Noach para estos días. La búsqueda cada vez se torna más ardua, pero le encontraremos Inge. Todo volverá a como antes muy pronto – existía un casi imperceptible dejo de desesperación, de necesidad en aquel comentario. Al ser una damisela tan estructurada, Mina poco sabía de manejarse fuera de los parámetros que tanto tiempo y esfuerzo le había costado conformar. Sentirse algo perdida no era de su gozo en absoluto y la rubia se negaba completamente a ser amiga firme de la espontaneidad. Para ella todo debía estar planificado, visualizado con anterioridad. El retrato opuesto a su prima, quien era recordada como un alma rebelde e impulsiva. Pareciese ser que dichas facetas de su ser habían sido domadas por la nueva mujer en la que la Baronesa se había transformado; una damisela hermosa, carismática y al parecer, consciente del cumplimiento de sus menesteres al llevar título nobiliario de una nación. Qué bueno verle de esa forma y que tétrico al mismo tiempo. Y no era envidia ni mucho menos lo que Mina sentía hacia su pariente en aquel momento; en su garganta se atoraba la confusión de si agradecerle por aquella obviedad que sus zafirinos ocelos no se habían permitido ver o si de insultarle, por la falta que esta sin siquiera mover un dedo había generado en el medio de una coyuntura tan importante como el dilucidar el paradero de Noach. Una inmensa desconsideración.
Pero los protocolos pesaban más que los sentimientos. Los compromisos más que los deseos personales. Los labios de la Condesa se sellarían ante esas ideas que golpeteaban en su erudita cabeza. La reunión debía continuar y lo mejor era hacerlo en una dirección completamente diferente a lo que Mina pudiese llegar a pensar en aquel entonces sobre toda esa cuestión del paso del tiempo.

- Quiero saber detalles de vuestra vida ¿Qué os ha acontecido a lo largo de estos años sin veros, madeimoselle D’Auxy? – el rostro maquillado de curiosidad y emoción no falto para que la charla tomase otro cause.

El té ya había sido servido.

por **Inge D'Auxy** Miér Jul 09, 2014 1:20 pm

M ina, Mina. Siempre tan valiente como obviamente le habían aleccionado sus ilustres maestros. Tenía esa estúpida osadía de quienes se conocían como personas inteligentes. Usaba y abusaba de ella como le venía en gana, sobreestimándola en demasía. Al fin y al cabo, la inteligencia no es sino una más de las centenares de herramientas que tenemos para salirnos con la nuestra. Yo tenía mis propios medios: astucia, ambición e influencia. Si a mediano o largo plazo aquello resultaba ser más ventajoso para mí o para ella no me era vital en lo más mínimo. Lo único que importaba era que yo sí sabía del paradero de Noach, y eso era poco decir.

Pero me guardé esos conocimientos para mí misma. La diversión se encontraba en que Mina, la correcta y perfeccionista Mina continuara vagando en el mismo círculo como león enjaulado, cuya fuerza resultaba inútil dentro de un espacio tan reducido. Mi poder consistía en seguir acortando su marco de actuación. Así lo haría aunque tuviera que convertirme en lo que más detestaba: una perra amaestrada. Que comenzara el circo.

—Realmente, prima, usted es una de las mujeres de la familia. Otra no hubiera podido con tanta presteza calificar la desaparición de su gentil hermano como un... infortunio pasajero —sabía decir las cosas más dolorosas con las palabras más recatadas. Para gente como yo era la misma mierda; para diplomático como Mina, aquello era válido.

Así fue que me senté a la mesa a quien desde niña guardaba rencor con ojos de lince, queriendo atravesar esas recatadas prendas y llegar hasta su corazón. Y mientras adoptaba una pose acorde al asiento y a lo que discutiríamos, me preguntaba por qué no podía detener mi afán de verla hundida. Pensé que jugándole pasadas que vieran demacrarse su inquebrantable rostro el deseo disminuiría, pero no había hecho más que aumentar. Tal vez era porque ella nunca sufriría como yo había sufrido. Jamás se alcanzaría el tope. Iría sin fondo hasta arriba. Por eso una sensación cálida me recorría el pecho cada vez que ella demostraba que aún tenía esperanzas en hallar a su consanguíneo. Sí, podía ser que en el más extraordinario de los casos lo encontrara, pero que volviera a ser como antes… caería el sol antes de que Noach Zwaan volviera a ser el mismo.

—Tiene un nido detrás, debe volver. Su hermana lo espera. Mis oraciones acompañarán a los corceles que hagan ese día llegar —ignoré el tema de la realidad un instante. Cuando se tomaba el te, el ocio era fundamental para complementar el aroma a jazmín— ¿Ha notado ese perfume tan dulce de los salones de China? Dicen que si huele a jazmín, es porque el Emperador mismo ha dado su bendición a ese lugar.

Volví a mirar a Mina, enterándome de lo que me había perdido por tantos años. Los ojos de ella volvían a sonreír, a pesar de que en el medio podía distinguirse un témpano de hielo brillando, dando señal de que la estaba escuchando y que el protocolo no era el único invitado a la reunión. Era como si indirectamente nos estuviéramos burlando de la otra. Teníamos una amplia lista de carencias para sacarnos en cara. Mientras la tarde y el té durasen, los temas que escupirían a la mesa nuestras lenguas serían lo último en agotarse.

—Viajes incómodos, gente agradable. Trabajar por ampliar la cosmovisión que ayudará a desempeñar mejor la propia función, como me imagino que lo ha hecho usted. Aunque le adelanto, para evitar futuras decepciones, que mi costumbre de no hallar gozo en los libros que usted devoraba con vehemencia, prima, hasta el día de hoy no han brotado en mí más que suspiros cansinos. Nunca podré ponerme a su altura —arrastré la última frase adornando a Mina como mantel isabelino. No existía la palabra “demasiado” cuando se trataba de ablandar al enemigo— ¿Y su prometido, cómo está? —no tenía noticias de si lo tenía o no, pero de todas maneras lancé la piedra. Si seguía soltera no era un problema mientras un compromiso le aguardara, pero si no tenía prospecto, aquello la heriría no en el corazón, pero sí en el orgullo. Era una de las cosas en la lista de la señorita perfección— Le agradecería enormemente que me notificara del feliz acontecimiento apenas pudiera. Quisiera ser la primera en ofrecerle mi ayuda para el ajetreo que sería organizar un evento como ese. Me imagino que a varios jóvenes les terminará rompiendo el corazón el día que la vean luciendo el blanco como si fuera una extensión más de su piel. ¿Planea que sea ahora en primavera o prefiere la formalidad del próximo invierno?

¡Por favor! Ni siquiera podía oírme, me caía pésimamente mal, pero era útil. Lo más útil que me dejaron mis institutrices no fueron las lecturas de libros, sino de personas. Mina no era fácil de leer en cuanto a lo que deseaba, aparte de lo obvio de recuperar a su hermano, pero sí lo era en cuanto a sus reacciones. Otras personas no debían tener esa capacidad, pero era porque nadie la aborrecía como yo.

—El amor incondicional existe: se llama odio —pensé divertida de mi propio descaro.

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