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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Yranné Salvin Mar Mayo 06, 2014 10:15 pm

Una vez, hace muchos años, su madre le reveló el verdadero significado de un hogar. Le dijo que todo dependía del por qué se deseaba ese lugar, de lo que sentía también o del con quién se sentía así. Un “hogar” era un sitio al que alguien pertenecía o donde se sentía pertenecer. Como todavía carecía de un “quién”, Yranné pensó profundamente en el “por qué y en el “sentir” y solo después de eso se fue en busca de aquel posible lugar para establecerse en la hermosa París. Como ya le había sucedido antes, pero muy pocas veces, se dejó llevar por su instinto y sus pasos le condujeron por si mismos al sitio correcto.
 
Ahora, han pasado casi diez años y aunque esta no es su única vivienda, es su favorita con mucho. Rodeada por una reja de fierro de casi tres metros de alto, está ubicada lejos de las casas más ceñidas y el patio trasero se extiende más allá, convirtiéndose en un bosque donde a su tigre interior le encanta pasar el rato. Cada vez que vuelve a esa mansión es como si una nube de relajación cubriera sus engarrotados músculos. Ese día regresó un poco más tarde de lo normal, el clima estaba fresco y las lámparas de gas en las calles ya habían sido encendidas.  Sus hombros descansaron un poco cuando se quitó la capa y el sombrero. Su ama de llaves apareció mientras desabotonaba su chaleco.

- Señor, la cena… -  Comentó con un movimiento suave de la cabeza, dándole la bienvenida a su amo. Yranné se quitó el chaleco y apartó el cabello de su cuello.
- Ya veo… ¿No está lista? Que lo esté en lo que me preparó. – Soltó su chaleco, bordado a mano; la muchacha lo recogió e hizo una leve inclinación.
- Enseguida señor. – Anunció la ama de llaves y se retiró tras una ligera inclinación. Yranné subió a su dormitorio con pasos flojos y cansados que se marcaron por el peso de las botas con cada escalón.

Aunque tenía sirvientes que limpiaran la casa, que se ocuparan de la comida y de atender a las visitas, así como de preparar todo lo necesario para una fiesta digna de reyes, el joven era lo suficientemente reservado y capaz de atenderse  a sí mismo durante un baño. Nunca se preguntó por qué en casa su madre no recibía ayuda para bañarse pero su padre sí. Ahora lo comprendía. El baño ponía nerviosos a los sirvientes, dada la condición diferente de su señor o señora. A Yranné le preparaban todo, pero antes de que se desnudara, se retiraban con unas reverencias. Cuando acababa de bañarse, lo ayudaban a vestirse mientras otros recogían y limpiaban el baño. Sus sirvientes eran leales y ya estaban acostumbrados a esto.

Peinó sus cabellos con desgana; relajado con el baño, incluso la hora de cenar era fácilmente descartable. Pero no lo hizo. Olía muy bien el aire a su alrededor. Se visitó con ropa sencilla, un pantalón y una bata de seda atada a su cintura. Las pantuflas acolchonadas calmaron sus pies y sentado a la mesa lo primero que le fue servido fue una copa de vino tinto bien frío. Dio orden de comenzar con la cena, a la guisa de algunos minuetos.


Última edición por Yranné Salvin el Dom Jul 13, 2014 7:24 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Berger Reifenhelm Miér Mayo 07, 2014 1:10 pm

El ambiente se notaba frío. El viento aúlla sobre los arboles mientras las sombras bailaban a su alrededor. El suelo tapizado de hojas y ramas crujían con los pasos del cazador, que nervioso por el aullido del lobo que moraba en el bosque, avanzaba en pos de un refugio, un trueno hizo crujir los arboles mientras sus temblorosos ojos oteaban lo que la luz del rayo descubría. La lluvia le siguió luego, mecida por un fuerte viento que parecía arrastrar gritos y gemidos de féminas, algunos escalofriantes, cual orquesta espectral.

La noche se mostraba, mojada, escandalosa y oscura, las nubes se cernían bajas y pesadas en el cielo. Berger había cruzado solo, a pie, una región singularmente desconocida para él; y, al fin, al acercarse los lindes exteriores del bosque, se encontró a la vista de una mansión que alzaba victoriosa sobre las colinas. Las ventanas iluminaban como ojos encendidos sobre la oscura fachada. Un lugar idóneo para pasar la noche, siempre y cuando el dueño se lo permitiera. Y allí la figura del cazador, esperó y observó, iluminada momentáneamente por es resplandor de la luz espectral de un rayo.

Se caminó por el sendero embarrado y alcanzó la verja en pocos minutos, y desde allí se podía observar con mejor angulo las dimensiones de las alas de las que se componía aquella mansión. No le resto mucho tiempo encontrar la entrada, la cual esta abierta y, poco después plantarse en el ancho y cubierto porche. Sacudió su atuendo, apretó el puño enguantado y golpeó la puerta con tres golpes enérgicos, esperó unos treinta segundos y volvió a golpear, más fuerte. La puerta se abrió con un rechinante sonido y apareció un hombre de buen porte y mirada seria.
-Buenas noches, ¿Que desea el señor? -preguntó el mayordomo.
-Busco al señor o señora de la casa -dijo Berger.
-En estos momentos el señor no... -Berger lo interrumpió con una sacudida de su diestras, la cual goteo. El mayordomo se encogió de hombros y tragó saliva al no poder observar a la figura que se plantaba en el porche, y al cual solo se le iluminaban, tan solo los pies, por la luz del interior.
-Exijo ver al señor de la casa - giró la vista hacia una ventana, mostrando medio rostro y volvió a enfocar al mayordomo -. De inmediato.
El mayordomo hizo un leve reverencia y cerró la puerta y detrás de está, Berger, esperó.
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Mensaje por Yranné Salvin Vie Mayo 09, 2014 10:14 pm

El casual bochorno que había sentido esa misma tarde mientras paseaba en su camino de regreso a la mansión, se convirtió en tormenta poco tiempo después de que se sentara a la mesa a esperar la cena. El vino frío llenó su copa por segunda vez mientras esperaba, sin tener prisa por la cena a pesar de que no había comido en toda la tarde.  Levantó la copa hacía sus labios y un estruendo en la puerta opaco, por unos segundos, el retumbar de un rayo. Como si advinieran algo, las velas del comedor principal oscilaron con violencia y un par se apagaron. Los golpes en la puerta principal duraron más que el retumbar natural que cayó del cielo.

Cayó un silencio sepulcral en el comedor, donde algunas sirvientas se preguntaban si lo que escucharon era un ruido que se confundía con la lluvia o no. Algunos sirvientes esperaron por la respuesta de su amo, pero ni siquiera él se movió, recapacitando sobre lo que había oído. Entonces, los golpes se repitieron con una precisión que no permitía la intromisión de la naturaleza, siempre arrítmicamente perfecta. Ligeramente enfadado, Yranné hizo un especifico movimiento de cabeza y su mayordomo salió despedido a la entrada de la casa mientras una sirvienta encendía las velas apagas. Momentos después, apareció el mayordomo con una cara algo afligida.

- ¿Y bien? – Preguntó Yranné al mayordomo, mostrando esa paciencia que a veces no sabía de donde salía.
- Bueno, amo, es un señor… - el mayordomo titubeo un poco, conociendo la particular creencia de su señor. – Que al parecer estuvo bajo la lluvia durante un rato.
- Muy bien… ¿Y que se le ofrece al señor? ¿No te ha dado su nombre? – El mayordomo se quedó estático, impresionado por ello.
- No amo, no me lo ha dado. Solo ha exigido verle. – El mayordomo tenía un buen porte, pero no era tan alto como a quién servía.
- Pues entonces debemos de averiguar quién es y qué es lo que desea. – Se puso de pie. – Sirve la cena. –  Dijo al aire, mirando a su mayordomo a quien hizo un movimiento de cabeza para que lo siguiera.

Se cerró la bata hasta el cuello al sentir el aire frío  que se colaba entra la oscuridad de las habitaciones pobremente iluminadas que habían en el camino entre el comedor y el vestíbulo. Cuando hacía frío, prefería su piel rayada. Nada como un tigre para opacar el aire frio que se colaba bajo sus ropas. Quizás esta noche tomara esa forma, para ganar mejor sueño.  Se detuvo frente a la puerta de entrada, lo suficientemente retirado como para que su mayordomo abriera la puerta sin problemas y él pudiera ver, por fin, la cara de su visita. En su mente no se había formado ninguna imagen, así que quedó un poco sorprendido.

- Buenas noches, soy el amo de la mansión. Mi nombre es Yranné Salvin. – Se presentó brevemente, mirando, solo con los ojos y sin mover la cabeza, las ropas mojadas y escurriendo agua de su extraño visitante-. – Me informaron que exigía verme, ¿Puedo saber el motivo? – …Por poco se interrumpía al final de la frase. Todo bien, se dijo, puedo controlar esto. No estaba seguro de que es lo que le había sucedido, pero allí había sentido algo que no era normal. En un segundo en el que se encontraron sus ojos, fue como si una explosión de alerta hubiese estallado dentro de su cuerpo. Empero, el señor parecía casi desvalido y siendo lógico, no debería de ofrecerle ningún tipo de amenaza. Y sin embargo, allí había algo y llevaba demasiados años confiando en sus intentos para que esto solo fuera un error. Sin pensarlo demasiado, hizo una seña a su mayordomo que sin chistar, invito al hombre a pasar y refugiarse de la lluvia.


Última edición por Yranné Salvin el Dom Jul 13, 2014 7:25 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Berger Reifenhelm Lun Mayo 12, 2014 1:24 pm

El goteo incesante sobre una loseta le hizo doblar el cuello, y allí pudo ver los intensos ojos vivos de un ser tembloroso pero a su vez dispuesto a ser la pesadilla de cualquiera que osara alargar el brazo para agarrarlo: un gato negro, que se cobijaba bajo unos maceteros que, seguramente, se habían colocado allí para alegrar la vista de los que esperaban a la apertura de las puertas. Ese gato de ébano cambió sus tristes pensamientos en una sonrisa y acto seguido, Berger sacó a relucir su arma, apuntando al animal, el cual, aterrado, bufó y huyó hasta perderse en el fondo oscuro y lluvioso. Sonrió y lo siguió con la mirada. Se escondió el arma y volvió a mirar hacia la puerta. En la calle no había nadie, solo la noche envuelta en tinieblas y un telón de lluvia. Se sentía tranquilo, no era la primera vez que mendiga un techo.

En aquel tiempo de espera su mente se llenó de aquel lúcido recuerdo de un gélido mes; espectros borrosos y moribundos reflejados en los charcos del suelo, que angustiaban los deseos de su día a día, sin dar tregua a su dolor. Escrutando hondo la negrura de su mente permaneció largo rato, pensando en sueños que ningún mortal se habría atrevido jamás a soñar.

El visitante suspiró hondo y bajó la vista y pudo ver, con claridad, como unas sombra se paraba tras la puerta, que segundos después se abrió y la luz del interior descubrió el rostro de Berger, que había intentado ocultar. Por ello decidió desvelarse e hizo una breve reverencia. Los días lejos de la civilización eran notados y lucia cabellos secos por el sombreros pero despeinados y acompañado con una luenga y espesa barba descuidada.
- Señor Salvin, vuestro perdón imploro. No he venido a tocar quedamente la puerta, mis razones son de peso pero ocultas para vos. Mi nombre es Berger y viajo por el camino del Este en dirección Oeste -se detuvo, interrumpido por un sonoro trueno -. Detuve mis pasos en busca de fuego acogedor en el que calentar mis agotados y viejos músculos.

Le pareció algo interesante que un joven muchacho fuera el dueño de tan suntuosa mansión, algo que le daría que pensar durante un buen rato. Durante años había aprendido a observar los pequeños detalles, que resto de los hombres daban por sentado.
Rió y sacudió sus prendas caladas, dando a entender que sería algo impío no dar cobijo a un hombre desvalido "O eso es lo que dice no se que libro sagrado...", pensó.

-No pido nada más que refugiarme de la lluvia, los establos serán adecuados para alguien como yo -dijo. Volvió a colocarse el sombrero y continuó: -. Se que vuestro hogar no es una posada en donde acostumbréis a recibir a huéspedes por doquier. Si lo preferías podría pagaros, tan solo para pasar la noche.
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Mensaje por Yranné Salvin Mar Mayo 13, 2014 5:38 pm

El mayordomo hizo otra reverencia y con un movimiento de la mano invitó al hombre a cruzar el umbral de la puerta e ingresar dentro de la mansión. Nunca ponía en duda las acciones de su amo, pero algunas veces no sabía bien cómo interpretarlas. Yranné y él pudieron ver, por fin, a la luz de las velas del vestíbulo, las prendas gastadas y sucias, así como el cabello revuelto y una barba descuidada que databa de varios días atrás. En cuanto el hombre, el viajero, cruzó el pórtico y entró en el vestíbulo, el mayordomo cerró la puerta, misma que se deslizó por el suelo sin provocar ningún ruido hasta que se encontró con el marco y encajó perfectamente con un pequeño ruido metálico motivado por la chapa.  

Ambos hombre escucharon lo que el visitante nocturno tenía que decirles; y mientras el mayordomo permanecía rígido, esperando cualquier orden, Yranné estaba más relajado, peor bien atento a lo que escuchaba. El nombre de Berger no le trajo ninguna memoria a su mente. Nunca lo había oído antes, pero sí pudo constatar, como cualquiera, que se encontraba ante un hombre algo mayor, pudiera que un poco más que él, aunque no lo aseguraba nada. Pero en lugar de verlo viejo, le pareció como alguien con experiencia. Un hombre curtido en lo que hace. Pero ¿Qué es lo que hace este buen hombre? Y sobre todo ¿Por qué a esta hora y bajo esta tormenta?

- No se preocupe, sus razones no son importantes en esta mansión, señor Berger. – Apuntó, entornando los ojos unos milímetros, examinando su semblante. Al tenerlo cerca, el sentimiento que tuvo al verlo en la puerta se había intensificado. – Sí su camino lo ha traído a la puerta de mi hogar en busca de refugio, entonces, es refugio lo que le daré. Pero no hable de establos, en esta casa hay suficiente espacio para que pueda tener una estancia cómoda y agradable. – Ofreció con un leve movimiento de mano, dando énfasis a su hogar. Miro a su mayordomo y asintió una vez. – Por favor, avisa en la cocina que pongan un segundo sitio, eso sí a nuestro visitante le apetece cenar. – Volvió a enfocar su mirada en su visita nocturna y le indicó que le acompañara al comedor. – Por favor, debe tener hambre. Le aseguro que está delicioso.

Abrió el camino rumbo al comedor, guiando a su visitante del vestíbulo hasta el comedor principal donde había más luz y unas grandes charolas de plata guardaban comida caliente que esperaba ser servida ya. Indicó donde poner los segundos platos y se sentó en la cabecera, invitando a Berger a que ocupara el asiento a su lado, a la derecha. Después indicó a su sirvienta que fuera sirviendo la comida. En cuanto se levantó la tapa de la charola que guardaba el plato fuerte, el apetito de Yranné se disparó. Era hora de cenar.

- Si le apetece puedo prestarle ropas secas para que use en lo que se secan las suyas.  – Ofreció amablemente, pero con un ligero interés en saber lo que escondería bajo lo que se veía a simple vista. Por supuesto, era muy educado y no había forma de que preguntara por ello siquiera, y por eso mismo, no insistió en ello. – O si lo prefiere, puede cenar conmigo y después le prestare una habitación para que descanse y cambie sus ropas. Y si gusta, puede pasar la noche también. – Cortó un pedazo de carne en su salsa y lo llevó a su boca, masticándolo en silencio. Al terminar, bajo el tenedor de nuevo. Era nuevo en eso de tener vivistas. Le intrigaba mucho.
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Mensaje por Berger Reifenhelm Jue Mayo 15, 2014 4:43 pm

Berger sacudió la cabeza y se adentró en la casa con paso lento y algo renqueante, seguido de una estela de gotas que se precipitaban contra el suelo, dejando toda la entrada llena de charcos y de pisadas embarradas. La temperatura cambiaba, se comenzó a sentir algo más cálido y renovado, algo instintivo le hacia bajar la guardia pero su experiencia le mantenía receptivo y alerta; nada escapaba a los avispados ojos del cazador, que observaba cada movimiento del mayordomo y su señor. Hasta el sonido de la puerta cerrándose le sobresalto de sobremanera. Sabía que algo ocurría, su sentido de cazador se despertaba a chispazos, como si el rayo no llegase a su destino.

Caminó con porte galán junto al tal Yranne y atendió cada una de sus palabras, sin dejar de asentir a ninguna, puede que fuera un hombre de pocas palabras, cuando estaba sobrio, pero sabía escuchar y atender con sumo detalle. Pasaron junto a un espejo y quedó algo sorprendido al verse reflejado; la palidez espectral de su rostro, el opaco color oscuro de sus ojos, por sobre todo se sobresaltó. El escudriñado cabello, además, había crecido al descuido y, como en una desordenada telaraña flotaba más caída alrededor de su rostro, su barbar, aún haciendo un esfuerzo, le costaba relacionar su actual apariencia con la de hace unos años, años en los que aún se relacionaba con la humanidad.

-Debo agradeceros vuestra amabilidad, señor Salvin. Muchos me hubieran dejado al amparo de la tormenta -dijo, mientras caminaba, con las manos cruzadas atrás -. Más aún en esta gran casa, bien provista. Jamás había estado en un lugar así -se pausó -. Es curioso como uno puedo aprovechar el dinero... y el tiempo.

Con esa última palabra mostró una mirada sería hacia su buen anfitrión, no sin querer, le pareció bien acentuar ese punto, sabía, que muchos eran los que burlaban esa dimensión. Fue algo repentino, tras ello asintió por su amable hospitalidad con una finísima sonrisa, afirmando a su ofrecimiento de una habitación y ropa seca.

-Probaré un poco -dijo.
-Si el señor hiciera el favor de seguirme... -dijo el mayordomo, abriendo camino con sus manos.

El mayordomo de paso casi esquivo lo condujo desde allí, en silencio, a través de varios pasillos poco iluminados por escasas velas, hacía la habitación. Mucho de lo que encontró en el camino contribuyó, no sabía como, a avivar los vagos sentimientos de los cuales tenía enterrados. Mientras los objetos circundantes -los relieves de los cielorrasos, los oscuros tapices de las paredes, la oscuridad de los pisos que rechinaban a su paso-. El mayordomo abrió entonces la puerta y le dejó entrar a su habitación y dijo:-El señor tiene ropa seca y limpia en el armario, baje en cuando esté listo. El señor Salvin le estará esperando.  

Y cuando Berger entró el mayordomo cerró la puerta tras de si.

La habitación donde se hallaba era muy amplia y alta. Tenía ventanas largas, y ocultas tras las cortinas. Débiles fulgores de luz se abrían paso a través de los cristales enrejados de una lampara en la mesilla. El moblaje general era cómodo, moderno y lujosos.  

Berger se despojó de todo lo que le pesaba y rebuscó por toda la habitación, ayudándose de la lampara que sostenía. Nada parecía fuera de lo normal. Dobló su abrigo y se cambió los pantalones, terminando por la camisa, que había escogido entre una gran gama de colores; una negra con acabados en forma de flores. No le gustaba deshacerse de sus armas, pero en esta ocasión tuvo que pasar sin ellas, excepto su pequeña pistola de bolsillo, el resto optó por guarda debajo del colchón. El sombrero fue lo último que colgó en el perchero.

Afuera seguía la tormenta en toda su ira cuando se encontró cruzando el extenso pasillo, hasta que llegó a la amplia sala en la que el señor Yranne comía con una gran confort. Los inquietos ojos de Berger no se despegaban del jugoso filete que comía aquel joven. No dijo nada y, con una sonrisa, se sentó y se procuró un vaso.

-Todo parece delicioso. Hace tiempo que no como nada de esto -dijo, mientras sonreía -. Posiblemente se deba a mi idea de descansar seis días a la semana.
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Mensaje por Yranné Salvin Sáb Mayo 17, 2014 11:58 pm

Sin responderle, se detuvo unos segundos, como su visitante, para mirarlo de vuelta y aunque recibió una mirada seria, la suya permaneció tranquila y levemente ausente. Si su visitante sospechaba algo o tenía algo que decirle, no le pondría sencillo el averiguar nada. Al contrario, pareciera que la invitación a cambiarse las ropas y eventualmente pasar la noche, era como darle una oportunidad para que explorara un poco, por lo que no le sorprendió en absoluto que, ya sentado a la mesa, aceptara cambiar sus ropas.  Observó la levísima inclinación en la espalda de su mayordomo y luego, ambos se desvanecieron en la oscuridad del pasillo.  

Pidió que fuera sirviéndole a él, guardándole una porción  de alimento a su invitado como las leyes de etiqueta lo exigían. Empero, comenzó a comer solo, demasiado hambriento para esperarle en lo que se cambiaba. Le gustaba la carne suave bien cocida en su jugo y cortada en trozos, misma que comía dando bocados cortos y pasándolos con pequeños sorbos a su vino y le gustaban las verduras cocidas. Tenía instruida a su cocinera principal, para que pudiese preparar algún platillo nativo de su tierra natal, pero esta noche, la cena era meramente común. Sin platillos extranjeros ni nada difícil de digerir a esa hora de la noche. La comida pesada estaba prohibida una vez se  había ido el sol por lo que prefería una buena variedad de vegetales por cada pequeña porción de carne. Y gustaba de comer muy lento.

Cuando volvió su compañero apenas llevaba una pequeña parte de su plato. Su loza de porcelana reflejaba las luces de las velas y alrededor de la mesa había dos sirvientas, una que esperaba por si se requería algo de la mesa y otra que de vez en cuando iba a prender alguna vela que se apagaba con las corrientes de aire que se colaba entre las ventanas cerradas pero de cortinas abiertas. Invitó a su visita a tomar asiento y en cuanto lo estuvo, apareció un plato idéntico al de Yranné, frente a Berger. La carne jugosa, las verduras como complemento y un poco de pan si era del gusto del caballero. Así mismo, Yranné compartió con él su vino, por el que sentía un gusto especial.

- Espero entonces que todo sea de su agrado. – Sonrió ante sus palabras amables, sin olvidar aquel comentario, dicho antes de retirarse a cambiarse, que aun hacía mella en su memoria. – No es el primer comentario que hace sobre mis posesiones materiales o monetarias, ¿Hay algo que lo esté molestando por lo que ve? No recuerdo haber hecho o dicho algo que fuera una falta de respeto; ni siquiera he preguntado por su apellido, gentil hombre, pese a que estoy bien consiente de que no lo he escuchado todavía. – Su voz nunca se alteró, era suave y calma, más interesado en las reacciones que provocara en su rostro con sus palabras que en mostrarse ofendido. – Y sin embargo, si usted tiene alguna sospecha sobre mí, por favor, dígala. No tengo nada que ocultarle y no soy un ladrón. Por supuesto, tampoco es que me haya ofendido, solo, estoy más curioso que cuando lo vi entrar por mi puerta.
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Mensaje por Berger Reifenhelm Sáb Mayo 24, 2014 5:58 am

Arqueó la ceja observando al anfitrión, sorprendido por la tranquilidad de la que gozaba. Berger se inclinó hacia atrás ligeramente para apartarse de la trayectoria del plato y no rozarse con éste, que llegaba de manos de un sirviente, al cual él le agradeció el gesto con una ligera cabezada. Pese a que estaba hambriento su primer objetivo fue el vino, el cual bebió rápido y sin compasión, terminando dos cuartos del vaso con un sonoro gruñido.

-Esto cura cualquier mal -dijo divertido.

Luego atacó el plato, comenzando por el trozo de jugosa carne. Masticó sin luchar demasiado y tragó ayudado con un poco de más vino. Luego observó a Yranne, fijándose, brevemente y, copiando mentalmente sus facciones: los ojos, grandes, vivos, incomparablemente luminosos; los labios, un tanto finos, pero de una curva extraordinariamente hermosa; la nariz, de delicado tipo, pero de ventanillas casi imperceptibles, raro, siendo él un hombre; el mentón, finamente modelado, revelador; los cabellos, más cuidados que los del cazador y más finos que la tela de una araña: esos rasgos de la región frontal constituían a una fisonomía difícil de olvidar por su hermosura, hermosura quizás vista en el sexo opuesto.

El joven parecía haberse interesado por el cazador, pero éste siguió comiendo pese a la pregunta, ensartando con el tenedor los dos últimos trozos y haciéndolos desaparecer de dos mordiscos; dejando la pregunta sin responder. Los hizo bajar al estómago con el generoso vaso de vino que bebió de un trago largo. Dejó el tenedor y se recostó sobre la silla, sin decir nada, sonrió y asintió.

-Me pareces una buena persona, jamás te juzgué como ladrón -se remangó -. Juzgo a las personas, tengo ese don. Me resultas intrigante, tan solo eso, no tengo motivos para pensar mal alguno sobre ti, mas aun cuando me habéis dado refugio. Mis disculpas. En ocasiones puedo parecer un hombre un tanto estrambótico. Todos mis años apartado del mundo y buscando sin encontrar, además, he vivido en las sombras, viviendo entre gente sin ser gente, creo que me han convertido en un hombre un tanto huraño, pero es que aquel que sabe que yo se lo que precisa saber, bien sabe. Pero el que lo desconoce, no sabe lo que yo sé o dejo de saber.

Con seriedad se estiró para agarrar el vaso y darle el último trago -Ya mi mujer me lo decía... -dijo una vez vuelta la sonrisa a su cara -aunque... me siento mucho interés por conocer su historia. Cuénteme, por favor se lo pido.
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Mensaje por Yranné Salvin Mar Mayo 27, 2014 8:26 pm

Apenas finalizó de hablar, su vista viajó a la copa que sostenía el hombre, mismo que parecía beber con  algo de ansiedad el vino. Le sorprendió, cabe decir que gratamente, el  encontrar a otro apasionado por esa bebida pero tan lejano del círculo de personas que trataba normalmente. A veces la gente de clase alta era demasiado rígida, y las cenas solían transcurrir con conversaciones sobre política o chismes de su misma clase. Pero este caballero, Berger, parecía mostrar un gusto genuino y fresco por algo que se consideraba exclusivo para la clase alta. Premió sus palabras y le ofreció todo el vino que deseara tomar. Se sintió a gusto al encontrar algo que, por extraordinario que parecía, compartían.  

Jugueteó sus vegetales con el tenedor, moviéndolo suavemente, como si decidirse por uno fuera muy importante, en realidad era la desidia de no desear comer verduras aunque le gustaran. Tomó una porción de vegetales y combinándola con la carne se lo llevó a la boca. Detuvo el tenedor a medio camino de su boca, sintiéndose en la necesidad de mirarlo un momento. Descubrió que su invitado  había acabado de comer y con el ceño fruncido observó su propio plato, con alimento aún en este. La pausa no le preocupó, hay cosas que deben meditarse profundamente antes de ser respondidas y quizás su respuesta había sido demasiado petulante.

Al escuchar su voz regresó a comer, mirándole de reojo entre cada módico bocado que daba. Tomó una pieza de pan y lo rompió en la mesa, desparramando las migajas en el mantel. No solía comer pan en la cena, pero esta vez ni lo pensó, simplemente partió el pan y lo paso por el jugo de carne de su planto, dándole una mordida inmediatamente. ¿Estrambótico? Que se describiera de esa forma hizo que lo viera con otros ojos ¿Qué es lo que le haría ser así? ¿Su modo de vida?… Pudiera ser. Y de nuevo, una frase intrigante salió de sus labios. Y en seguida mencionó a su esposa, en tiempo pasado.

- Lo lamento, he sido yo el que ha supuesto de manera imprudente y he puesto en su boca palabras que no le correspondían. – Movió la cabeza suavemente, dirigiéndola a una de sus sirvientas quien de inmediato se acercó y llenó la copa del invitado para alejarse con una suave reverencia. – Me intriga ese don suyo, el de juzgar a las personas. Se le ve muy seguro de ello, lo que, inevitablemente, y discúlpeme si de nuevo estoy siendo demasiado prejuicioso al respecto, me lleva a pensar que no ha fallado hasta ahora.  ¿Qué sucederá cuando eso pase? – Hizo una pausa  corta, negando lentamente. – Despierta usted en mí una intriga difícil de sobrellevar.

Sonrió un poco afectado, sintiéndose algo culpable por ello. Era un caballero como él, no importaba de donde viniera ni que es lo que hacía con su vida. Sonrió suavemente, pensando en lo que aquel hombre, que no hablaba de sí mismo, acababa de pedirle. Él no tenía problemas con ello, pero por supuesto, hay cosas que uno no desea decir de si mismo.

- Para considerarse así mismo alguien, como usted lo diría, huraño, me parece más amable y abierto de lo que uno podría suponer. Por el contrario, me he dado cuenta de que sus amables palabras tratan de desviar mi atención de su persona. Pero no se preocupe, mi historia será dicha y será aburrida como la de la mayoría de las personas que son como yo. – Hizo una pausa, tomando un trago de su copa de vino para aclararse la garganta. – Mi historia es corta, soy un hombre joven que ha heredado una pequeña fortuna por parte de sus padres y que ha nacido con el cerebro adecuado para saber invertirlo y generar más. Vivo solo en esta mansión desde hace unos siete años y en París vivo desde hace unos diez años, solo también. Mi madre vive en una villa colindante. Es una mujer maravillosa que supo criarme bien, al igual que mi bien amado padre ya fallecido. – Mientras hablaba continuó comiendo, y aunque su ración estaba fría para cuando terminó, no dejó nada en su plato.
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Mensaje por Berger Reifenhelm Dom Jun 01, 2014 5:23 am

Poco a poco, Berger, iba conociendo a su compañero de cena, pese a ello seguía buscando respuesta a las dudas que rodeaban al joven del que se podía ver florecer una cortesía impropia de los de su estatus, tal vez algo raro de ver, pero bien recibido para el cazador.

-Es posible, con toda seguridad, de que mi vida se viera en peligro si ese don mío fallara -dijo, Berger, arrugando la nariz -. Mi trabajo me obliga a ser el que pone las trampas no el que cae en ellas, y creo... -se pausó al acercamiento del mayordomo, el cual lleno el vaso de Berger y éste agradeció con una cabezada y una sonrisa -, creo que he bebido ya demasiado.

Cruzó los dedos y se recostó sobre la silla, que para ser una simple silla para el propósito de comer era lo bastante cómoda como para aliviar los cansados músculos lumbares del cazador y, que agradeció con una sonrisa.  

Berger, hizo una leve reverencia con la cabeza a las palabras de amabilidad, aún quedaba en él algo de lo tiempo atrás había cautivado a su esposa. Y a la pausa del joven para beber, Berger copió los movimientos como si de un espejo se tratase y bebió también. Cuando volvió al asiento cruzó los dedos y escuchó atentamente la historia, mientras jugueteaba con los pulgares en una lucha frenética por quedarse uno encima de el otro.

Sintió admiración por los logros pero luego lastima hacía el joven que, por desgracia, había experimentado la muerte de su padre a tan corta edad. Era nefasto la muerte de un ser querido, algo que también el cazador sabía muy bien.

-Cuanto siento la muerte de su padre, le ofrezco mis más sinceras condolencias -agacho la cabeza y guardó silencio. Pero algo más debía ser dicho -¿Siete años viviendo aquí?, no quiero parecer grosero y si me permite la pregunta ¿cuantos años tiene usted? No creo que supere la edad de veintitrés años.

Mientras tanto observaba el vaso medio lleno, le corroía, le llamaba en un inexorable reclamo. Adoraba el alcohol, era obvió, deseaba su efecto, su calor deslizándandose por su garganta, incluso algunos momentos de felicidad en su penosa vida los había experimentado ebrio. Algo con lo que no contaba, pero sabía, su grado de alerta, algo que menguaba con cada trago que daba. Aquel estado que tanto deseaba le hacía bajar la guardia y su atención a su entorno, algo que muchos compañeros le habían reprimido en numerosas ocasiones "podrías llegar a ser algo más si dejases la bebida". Éste prefería ignorar los consejos de personas que para nada eran controladoras de su destino y beberse un buen trago del mejor alcohol del que podía pagarse.
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Mensaje por Yranné Salvin Lun Jun 02, 2014 9:26 pm

Aquello sucedía a menudo, si la conversación era amena o le interesaba lo suficiente, se olvidaba del contenido de su plato hasta que acababa por dejarlo enfriarse y entonces acababa por comer frio. Esa noche en particular, La temperatura algo baja se había acentuado debido a la tempestad y el último bocado  que metió en su boca estaba tan frío como el vino de su copa con el que se ayudó a pasar el trozó de carne y verduras. Imitando a su invitado se recostó en su silla, haciendo espacio para que las sirvientas comenzaran a recoger la comida, pero no el alcohol. Hacía tiempo que Yranné no gozaba de una visita tan ilustrativa.

Lo observó, sonriendo ligeramente, apenas haciendo un cambio suave, minúsculo, en su rostro cuando escuchó la réplica. La retrospectiva en su memoria que sus palabras trajeron consigo, le estarían dando vueltas en la cabeza durante un tiempo, tratando de averiguar la profundidad de las mismas, como ya le había ocurrido un par de veces desde que el hombre tocara a su puerta. Dubitativo, dio vueltas a su copa de vino con un movimiento circular y suave de su mano. Sonrió más amplio y bebió.  

- Nunca se bebe demasiado, Monsieur… - Acabó su copa sin pausas, dejándolo en la mesa sin hacer ruido alguno, deslizando el cristal por el mantel sin arrugarlo. El alcohol; el vino más dulce para cualquier hombre, con el cual nunca ha tenido la gloria de perder los sentidos. Por supuesto que no puede saber de los delirios en los que su nuevo amigo ha caído, pero sí que puede hablar de sí mismo y lamentar un poco su propio aguante respecto a su nivel de consumo. Ha bebido vino durante tanto tiempo ya, que nada parece quedarse en su sistema lo suficiente para provocarle estragos en el cuerpo.  

Pero aun estando sobrio, un hombre debidamente preparado puede cometer errores. Y he allí el gran error del cual no se percató hasta que fue mencionado. Ser sincero era difícil en esos tiempos al igual que ahora, siempre ha acabado por cortar cabezas de inocentes, de las personas incorrectas. Y ahora acababa de hacer eso mismo, a su propia persona. Le miró sorprendido, incapaz de controlar el gesto en su rostro por largos segundos, hasta que de pronto sonrió. Negarse así mismo, traicionarse por un miedo que bien podría ser inverosímil no era justificable en absoluto. Su propio deseo y placer cabalgaba de la mano con su honestidad y decoro. Y era así como deseaba permanecer. Se enderezó en la silla, dejando su espalda recta; la bata de seda ligeramente abierta en el pecho.

- Agradezco profundamente sus palabras. Estoy seguro que a mi madre le placerían si pudiera escucharlas. – Dijo con el rostro solemne y una escueta sonrisa. Podía precisar con exactitud en que momento del día había fallecido su padre, pero no había sufrimiento por ello. No más. Ahora solo podía recordar los buenos momentos que vivieron; recordaba los castigos severos y las largas charlas frente a la chimenea. Las cabalgatas y las reuniones familiares así como las tardes paseando por los prados en Estocolmo. Solo eso quedaba. Se dio cuenta que no había preocupaciones. – Lo cierto es, señor Berger, que no está siendo grosero en absoluto. La curiosidad es perfectamente entendible, yo mismo la he mostrado hacia usted. Y no obstante, no guardo ningún secreto importante que no haya visto ya. Pero, yo también tengo curiosidad al respecto de usted… Así que le propondré esto: ¿Le gustaría un juego antes de retirarse a descansar? Tengo una pregunta pendiente que deseo sea contestada. Claro, si usted no responde, yo tampoco responderé a la suya. O ¿Es demasiado tarde para usted? Seguramente recordara a que pregunta me refiero.
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Mensaje por Berger Reifenhelm Sáb Jun 07, 2014 6:28 am

El cazador era reacio a contar cosas sobre él, siempre había sido así, cuando, tiempo atrás, aún compartía la vida con amigos, éstos habían convivido largo tiempo con él y no llegaban a saber nada de su vida, ni logros, ni eventos, ni malos momentos. Siempre había intentado ocultar toda información sobre su vida y muchas veces lo conseguía, pero a su mujer he hija nunca pudo ocultarles nada.

-Efectivamente, si, recuerdo a que pregunta se refiere y he aquí mi respuesta -tomó un trago de su vino, después de echar una mirada a su alrededor, en silencio-. Reinfenhelm, Berger Reinfenhelm, no conozco la etimología de mi nombre ni su origen, pero he hecho que muchos lo recordasen cuando en sus últimos suspiros no sabían de él -y diciendo eso protegió cuidadosamente su vaso; una gran bocanada de viento se precipitó contra la casa y abrió de par en par la ventana frente a ellos.

La ráfaga entró con furia tan impetuosa que estuvo a punto de levantar al cazador del suelo. Era, en verdad, una noche tempestuosa, pero de una belleza severa, extrañamente singular en su terror y en su hermosura. Al parecer, un torbellino desplegaba su fuerza en la vecindad, pues había frecuentes y violentos cambios en la dirección del viento; y la excesiva densidad de las nubes (tan bajas que oprimían casi las torrecillas de la casa) no le impedía advertir la viviente velocidad con que acudían de todos los puntos, mezclándose unas con otras sin alejarse. Su excesiva densidad no le impedía advertirlo, y sin embargo no le llegaba ni un atisbo de la luna o de las estrellas, ni se veía el brillo de un relámpago. Pero las superficies inferiores de las grandes masas de agitado vapor, así como todos los objetos terrestres que rodeaban la mansión, resplandecían en la luz extranatural de una exhalación gaseosa, apenas luminosa y claramente visible, que se cernía sobre la casa.

-Y ahora usted, señor Salvin, debe responder a mi pregunta -gritó casi silenciado por el fuerte viento que sacudía la habitación y levantaba las copas y platos de la mesa; el viento incidía sobre él, provocando que entre cerrara los ojos, mientras con suavidad bebía vino -. Estos espectáculos, que nos confunden, son simples fenómenos eléctricos nada extraños, o quizá tengan su horrible origen en algo que debe ocurrir. Pero respóndame señor Salvin: Se que esconde algo, aunque se niegue a admitirlo ¿Cual es el secreto que me oculta?.

Enseguida, el mayordomo se apresuró hacia la ventana y la cerró, poniendo los pestillos y asegurándose de que no se volvía a abrir -Disculpen, la fuerza de la tormenta parece que aumenta, no volverá a abrirse.

Berger sonrió, buscó la mirada de Yranne y espero a su respuesta, la cual, era incapaz de imaginar -. A su salud -alzó el vaso hacia el anfitrión y lo tragó sin tregua hasta quedar totalmente vacío.
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Mensaje por Yranné Salvin Lun Jun 09, 2014 7:04 pm

Puede que hubiera jugado tanto a favor como en contra de sí mismo al hacer aquella propuesta; cierto era que esperaba que su ofrecimiento no fuera aceptado, apostando por la reserva de su invitado a compartir información de sí mismo, con lo que el resultado hubiera sido el final de un juego algo peligroso. Empero, lo que inevitablemente lo hubiera llevado a no revelar lo que suponía tenía que decirle en respuesta a cambio, se convirtió en el objeto de curiosidad capaz de vencer un poco la voluntad de su nuevo amigo por mantener clasificada cierta información. Y él, que hubiera con gusto dado por terminado todo antes de comenzar, acabó riendo en evidente pero divertida derrota. Su verdadera naturaleza estaba mejor escondida bajo su piel, Yranné lo sabía y ahora, ahora iba a decirle a un desconocido que no era un humano normal.

Pero cuando Berger comenzó a hablar, tuvo que admitir con algo de vergüenza que se encontraba verdaderamente atraído por la respuesta en sí. ¿Qué es lo que había llevado a un hombre como aquel, plagado de cicatrices su rostro, vistiendo ropas gastadas y empapadas, que se encontraba afuera y solo en una noche tormentosa como esta, a esconderle su apellido? Con un ademan pidió que le rellenaran la copa y apuró un tragó mientras la sonrisa se iba de su rostro para ser suplantada por una mueca de intereses y cierto escepticismo.
Al oírlo por fin, lamentó que no le recodara nada en particular pero por si acaso hizo una ligera señal a su mayordomo que con un imperceptible movimiento de la cabeza salió de la habitación solo para volver después de unos pocos minutos sin aparente cambio. Yranné apenas y prestó atención a su vuelta, no cuando las palabras dichas al final tomaron otro matiz para él, puede que no estuviera con un hombre perdido común y  corriente. Puede que aquello no fuera tan sencillo como se prometía en un principio.

Abrió la boca para responder y entonces, el azote de sus ventanas al abrirse y  dejar entrar una fuerte ráfaga de viento, le interrumpió descaradamente. Recibió el frescor y la lluvia que se colaban frenéticamente con verdadero deleite y una mueca divertida en los labios. El viento y la lluvia fríos resultaron refrescantes. Agarró su copa a unos segundos de que fuera a caerse y al mismo tiempo casi sostuvo el balde donde reposaba la botella de vino entre más agua que hielo. Se echó a reír de nuevo y se levantó, entregándole sus cosas a una de sus camareras que se acercó solícita. Levantó la mano para hacer aguardar a su visitante un momento y habló a su mayordomo.

- No será suficiente, amarren todas las ventanas, ya saben dónde están las cuerdas. – Ordenó y se volvió a sentar, recuperando su copa y riéndose con verdadero deleite. Nada como una noche tempestuosa para destruir su propia fachada. Bebió otro trago y entonces se dirigió a su compañía. – Disculpe esto. Uno cree que los pestillos de hierro serán indestructibles, pero ya ve que el viento es más fuerte de lo que uno cree. Ahora bien, primero deseo expresar mi gratitud hacía su respuesta. Con ello ha saciado más que la curiosidad de un caballero. – A su derecha se movía una camarera, encendiendo de nuevo todas las velas disponibles. – No hacía falta que gritara, por cierto, - de pronto se sentía más libre de verbo – ya que podía oírlo perfectamente bien sin necesidad de que alzara la voz. – Volvió a reír, como complacido consigo mismo. – Mi respuesta pues, es la siguiente… - Levantó su copa y brindo con él, entornando los ojos en un gesto inteligente. – Aunque usted vea a un joven cuando me mira, debo de informarle que tengo casi cuarenta años de edad, lo que me lleva a estipular, que quizás, hasta sea un poco mayor que usted. Conozco a pocos, muy pocos que, como yo, envejecen de forma tan lenta. Me parece que esta información será suficiente para darle una idea de a que me refiero, así como usted me ha dado a mí las pistas que tanto necesitaba y la información que ansiaba conocer. ¿Qué va a suceder ahora, amigo mío? – Musitó.  

Yranné se reclinó en el respaldo, llevando su copa consigo, mirándole de reojo mientras esperaba lo que sin duda sería una inesperada conclusión a una noche que ya de por sí, había comenzado extrañamente.
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Mensaje por Berger Reifenhelm Lun Jun 16, 2014 5:14 am

La cena siguió y también el vino que desfilaba y desfilaba por la mesa, así que los ánimos del cazador habían estado bastante distendidos y sus palabras eran medidas con más delicadeza, ya que el joven con el que compartía momento no era un mero esquinero borracho con el que charlar en momentos de embriaguez. Su forma de hablar y de moverse provocaba en Berger un bien estar impropio de su día a día.

-Vaya... como aprieta la tormenta -en ese momento un rayo surcó el cielo iluminando la sala con una espectral luz azulada. Aquello le recordaba a cuando aún era pequeño y se escondía bajo las sabanas cuando una tormenta sacudía el lugar. Con el tiempo cambió de postura, ya no las temía, al contrario, le agradaban, le encantaban, provocaban en el felicidad, cómo si fuera música para sus oídos.
Observó como Yranné ordenaba a la mujer que cerrase las ventanas, dio otro trago y rió. Dispuso su diestra a poca distancia de su boca y humedeció con un escupitajo poco cargado, preparó los dedos a modo de peine y se arregló el pelo hacia atrás de medio lado.

-No se disculpe, algazaras peores he tenido que soportar -dijo tranquilo, mientras miraba a la camarera, desvelando de nuevo su mirada, tras la oscuridad latente. Luego volvió hacia Yranné y dio una cabezada a modo de entendimiento al comentario. Movía el baso para hacer mover el líquido del fondo, provocando una danza hipnótica que sumergió al cazador, hasta que escuchó el secreto, lo cual en él desató una chispa de reacción nerviosa; "¿podría tratarse de un enemigo?" pensó. Su gesto se volvió de piedra; Yranné había compartido información demasiado comprometida con la persona poco indicada.

-¡Estoy sorprendido, es usted mayor que yo! -exclamó echando el cuello hacia atrás -. ¿Cómo es posible? podemos estar hablando de algún tipo de mal benigno, si fuera así estoy seguro que todas las mujeres de Francia desearían contagiarse -ahogó una carcajada. Disimulando su sospecha, ya que por desgracia había olvidado su armamento pesado en el dormitorio, pero aún le quedaba su pequeña pistola de bolsillo a la cual acercó la mano disimuladamente. La cobijó en su mano y apuntó por debajo de la mesa mientras sonreía con un gesto de amistad.

Por suerte la pistola estaba siempre cargada, pero había un par de problemas que hacían dudar al cazador: la lluvia podría haber afectado a la pólvora y fallar en el intento de disparar, delatándose así. La mesa era un obstáculo a tener en cuenta, dado que su pistola no era de gran calibre, podría no atravesar la mesa o en caso de que si lo hiciera seguramente se desviaría. No quería dar señales de que estaba planeado aquello así que no la sacaría a la vista del contrario. Su dedo rozó el martillo para activar el pedernal y con un gesto fino y delicado lo activó al mismo momento que dejaba la copa con un sonoro gesto para disimular el chasquido de la pistola. La boca del cañón apunto al estomago del contrario y, dentro, la bala de plata relucía como la luna cuando reaparece entre las nubes. Apunto estaba de apretar el gatillo cuando se percató que aquel hombre a simple vista no merecía el castigo de la muerte, no a menos de que estuviera fingiendo, pero para eso debería ser un maestro del engaño ya que al cazador era muy difícil mentirle. Pasó que, devolvió la pistola a su lugar. Su compañero de mesa merecía la oportunidad de que Berger pensara más detalladamente sobre el destino. No estaba seguro de que fuera un esbirro del mal o un problema de salud, de los cuales cada vez se escuchaban más raros.  

Tembloroso agarró la copa y cuando fue a llevarse a la boca negó con la cabeza para su interior. En ese momento se mostró distante, dejó el culín de la copa y se alzó con gesto brusco. Después de lo que había intentando hacer se sentía indispuesto para aquel "joven".
-Gracias, ha sido una cena agradable. Si me disculpa desearía descansar, mañana me espera un largo día y me siento indispuesto para con usted. Saldré al alba, así que es posible que no nos volvamos a ver. Ha sido un placer conocerle, señor Yranné. Adiós y gracias por todo -dijo sin poder mirar a la cara de Yranné. Se dio la vuelta y se  tropezó con la pata de la silla pero continuó disimuladamente, aunque renqueando un poco.
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Mensaje por Yranné Salvin Lun Jun 23, 2014 6:16 pm

Era como si los cielos mismos estuvieran declarándole la guerra bajo su mismo techo, mandando sobre sus tierras una tormenta cada vez más feroz y rugiente. Mientras él sopesaba la información recibida con la dada, se daba cuenta que algunas palabras bien pudieran haber sido entregadas de manera demasiado sencilla. Empero, aquello no le preocupaba en absoluto, nada parecía preocuparle en lo referente a aquel hombre frente a él. Yranné tenía experiencia tratando con las persones y al mismo tiempo era un inexperto tratando con cierto tipo de personas. Había respondido solo una pregunta y al mismo tiempo había compartido casi la misma cantidad de información que su sorpresivo invitado. Sin embargo ¿Qué es lo que sabía él? El apellido de un hombre cualquiera que ya no era un don nadie. ¿Qué sabía su invitado? Que no estaba cenando con un hombre común y corriente en el aspecto tácito de la palabra.

Pero Yranné deseaba confiar, quizás estúpidamente, en el hombre sentado a su mesa. De alguna manera inverosímil, esperaba que aquel ser no fuera lo que pensaba y no tuviera las intenciones que creía. No obstante, había ciertas discrepancias dentro de sí mismo puesto que, mientras él se mantenía tranquilo después de semejantes palabras dichas, su tigre interior, que no era tan interior, clamaba con rugidos lanzar una advertencia de cuidado contra el invasor de su territorio. El sueco solo sonrío, manteniéndose impávido, con todo su frente abierto y las manos flexionadas, juntas unas contra la otra, sosteniendo su copa medio llena de vino. Su expresión se suavizó al escucharle y reclinó la cabeza con una mueca más que divertida.

- ¿Debo suponer que ahora ha de andar por los treinta? – Preguntó, dándole una respuesta evasiva ya que responder a esto no le generaba ningún beneficio. Sus ojos miraban fijamente al hombre frente a él, ignorando casi por completo cuando la mesera pasó y  ofreció más vino. Al segundo aviso él se giró y sonrió con calma, como si estuviera sintiéndose realmente bien en ese instante. Negó y movió la copa, declarando con esto que se encontraba bien. Se giró al escuchar el golpe de la copa en la mesa, provocado por su invitado, y ambos, mesera y amo, lo vieron. - ¿Se encuentra bien? – Cuestionó Yranné; la mesera llegó hasta él pero al ver el gesto de negativa del invitado prefirió no ofrecerle más vino. El cambiaformas observó, con claridad, la transformación en sus gestos y supo sin necesidad de un análisis previo, a que se debía. Sus palabras, amables pero a la vez cortantes, se lo dejaron claro. Se puso de pie, alto y erguido. – No se preocupe en absoluto, vaya a descansar como lo desea. – Comprendió su deseo de no verle y ahogó el suspiro que pugnaba por salir de entre sus labios. – Por supuesto, y por favor, tome lo que necesite antes de marcharse, le deseo un buen viaje y una noche placentera. – Se despidió con una reverencia ligera. Al verlo renquear, mandó a su mayordomo y a su mesera para que lo asistieran solamente durante el camino. – La casa es un sitio muy oscuro, le vendrá bien un poco de auxilio. Ellos no le molestaran una vez cruce su habitación.

Se quedó solo, en compañía de la otra mesera que permanecía de pie, como esperando una señal. Levantó su copa, sondeando el contenido contra la llama de una vela; bebió el resto y la dejó en la mesa, alejándose hacía la ventana, esperando por que volvieran su mayordomo y la otra mesera. Escuchó los pasos conocidos de su mesera y su mayordomo y se giró a ellos para darles sus órdenes en voz baja. Todos asintieron y  se marcharon tras dar las buenas noches a su señor. Subió escaleras arriba a pasos suaves, silenciosos; lo había escuchado, el ruido de la copa al caer sobre la mesa, pero también, un pequeño, insignificante y extraño chasquido que nada tenía que ver  con el cristal. Recorrió el camino a su alcoba sin apenas darse cuenta de dónde pisaba. A lo lejos escucho las puertas de las habitaciones de sus criados cuando se cerraron y se atrancaron.

Ingresó a su alcoba y cerró la puerta con un movimiento ligero y distraído de sus dedos, pensativo, se acercó a su amplia cama con dosel y acabó mordiéndose el labio con algo de frustración. ¿Lo había amenazado? ¿De eso se trataba? Se negaba a creer que un hombre que había recibido su amabilidad estuviera pensando en atacarlo por la espalda después de haberle dado abrigo y alimentos y, pese a todo, estaba tomando las precauciones correspondientes. Se desvistió, abandonando sus ropas en su sillón de una pieza tapizado en rojo y se metió bajo sus cobertores y sábanas, esperando conciliar el sueño.
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Mensaje por Berger Reifenhelm Dom Jun 29, 2014 8:49 am

La flameante llama de la vela se movía al susurro del viento, como si de una ranura minúscula llegase un vestigio de lo que ocurría allí fuera, pero inalterable a todo lo que ocurría. Berger permanecía sentado sobre la cama, inclinado hacia sus rodillas, cabizbajo, y con el rostro oculto tras la sobra que la luz no podía revelar; sus ojos de la apariencia de un demonio, y la luz de la vela que sobre el derramaba tendía en el suelo su sombra, en el fondo de esa sombra la obertura debajo de la puerta que revelaba la información necesaria para salir: todos se habían marchado a dormir.

Se alzó poco decidido y estuvo dando vueltas por la habitación como un león enjaulado; de la cama a la ventana, de la mesita al armario y de vuelta a la cama y de ahí a la ventana, largo tiempo pasó caminando, pensando en lo que tenía que hacer, no podría marcharse sabiendo que en esa casa se encontraba el mal que debía erradicar. Sus dudas eran muy numerosas no sabía a ciencia cierta de que clase de mal se trataba, Yranné no le había dado muchas pistas, pues muchas son las clases de seres que burlan al tiempo.

Echó un vistazo por la ventana y observó como un sonoro rayo quebró en dos el cielo, iluminó el valle y sus cercanías, revelando un hermoso paisaje de color azulado espectral. Las gotas se deslizaban por el cristal, dibujando un cortina continua de agua que bajaba inexorablemente. Buscaba respuesta. Tras el opaco reflejo se observó a si mismo, serio, un poco desaliñado y sobre todo marcado por siempre con la cicatriz en su rostro. "Como un bago pero intenso recuerdo apareció de nuevo en aquel callejón. Abrazado a su esposa y llevando a su hija en la espalda, riendo, disfrutando de una plena y bella vida. De pronto un ser recortó distancias y un grito desgarrador mostró el delito cometido. Forcejeó con aquel monstruo y tras herirle con una botella huyó... de nuevo se encontró ante la desoladora imagen de sus dos mundos en el suelo, sangrando, y allí sin consuelo una lagrima cayó hacia el suelo."

De nuevo en la habitación, una lagrima se deslizaba por la mejilla, pero su diestra le quitó el gozo de seguir su camino. Con un rostro más duro y frío se decidió en hacer lo que había que hacer. Apartó el colchón de forma brusca, tirándolo al suelo y agarró sus armas, luego su traje y por último el sombrero que tanto le caracterizaba, se colocó con cuidado y pasó el pulgar por la punta delantera de éste.

Abrió la puerta con cuidado y se deslizó por el lateral del pasillo, despacio. Su primer pasó en su plan era cerrar todas las ventanas y puertas por su presa podría escapar. Llegó a una ventana y salió desde fuera y bajo la lluvia fue cerrando con cuerdas todos los picaportes, solo los pisos inferiores, ya que en caso de escapar deberían hacerlo por el segundo piso y era una locura saltar de esa altura.

De nuevo entró en la casa y las huellas de barro se perdían en la ventana cerrada con una silla bien colocada. Pasaba que sus botas hacían un peculiar ruido y eso le causaba nerviosismo por llegar a su nuevo destino, el cual había decidido que sería las dependencias del servicio. Y tras un largo trecho y varias vueltas en pasillos que no conocía encontró la puerta y la abrió. Los ronquidos disimularon su paso y uno a uno fue maniatándolos, pese a que se despertaban en dicho proceso ya era tarde para ellos porque la boca era lo primero que tapaba con un pañuelo, luego colocando bruscamente su rodilla sobre el cuerpo de estos los iba atando entre ellos con cadenas y cuerdas. Quedaba solo una sirvienta, la cual se despertó al escuchar un silencio redentor en toda la habitación y el cual, luego, fue desgarrado por esta que gritó de pánico. Berger saltó y golpeó su cabeza con la culata de la pistola la cual la cayó de súbito. La maniató y está abrió los ojos, el cazador recortó distancia entre los dos y le dio un beso en la mejilla.

-Shh... no grites... a dormir -dijo de forma cálida. Los ojos de la mujer temblaron. Berger le pasó una mano por la frente, retirando el pelo de ella.

Fuera de juego los criados era hora de ir a por el dueño de la casa. El ruido distante rompía la quietud de la noche, el goteo de la lluvia cayendo ritmicamente sobre la casa. La figura oscura del cazador avanzaba por el lóbrego pasillo con paso firme, sus pasos ahora retumbaban por todo el piso. Ya no le importaba que suspiran que estaba allí, no temía a su rival, al contrario deseaba ser temido. Su rostro se iluminó a la luz de un rayo del exterior, desvelando un rostro de demencia mientras canturreaba en voz baja:
Mery tenía un corderito
Corderito, corderito
Mery tenía un corderito
Blanco como la nieve.


La casa era grande pero su instinto le llevaba hacía la habitación en donde dormitaba su presa, lo sentía, lo olía, sabía que tras la puerta que se le plantaba delante yacía inadvertido su enemigo. Abrió la puerta que fue acompañada con un rechinoso ruido. Ya veía la cama y, aún en su interior, el bulto de su dueño reflejaba al inadvertido. Berger quedó plantando en los pies de la cama, observando y tras unos segundo arrancó las sabanas de su lugar, dando a descubrir, acompañado con un rayo que el bulto no era sino un par de cojines para engañar. El cazador observó a su alrededor, su presa se había percatado de su presencia pero no debería andar demasiado lejos. Cargó contra el armario y lo hizo pedazos de dos patadas. Luego la tomó con los objetos que reposaban sobre la mesita que restallaron en mil pedazos al caer al suelo.

-No puedes esconderte de mi Yranné... -Exclamó -. !Reduciré tu casa a cenizas si es necesario!
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Mensaje por Yranné Salvin Jue Jul 03, 2014 12:47 pm

Despertó abruptamente en la oscuridad de su habitación. No recordaba siquiera haberse quedado dormido y ese no era más que un síntoma de lo cansado que se sentía. Pero lo que lo despertó seguía repercutiendo en su cabeza cuando la levanto de la almohada e instintivamente volteó a la puerta; aquel chillido le erizó la piel. Reconoció el grito de una de sus sirvientas y el silencio sepulcral que le siguió cayó sobre él con una ola de pánico. Cerró los ojos y respiro, escuchando atentamente, aprovechando que de pronto la casa parecía muerta en su totalidad. Aisló el ruido de la tormenta rápidamente y pronto pudo dar con el sonido de unos pasos únicos, no tan familiares para ser de algún miembro de la servidumbre pero si conocidos. Berger estaba caminando por su casa como si le perteneciera y lo peor, había tocado a su gente de confianza. En el silencio de la casa escuchó la voz rasposa y enferma, canturreando demencialmente.  

Empero, no se encontraba en total desventaja, sus habilidades animales no se mostraban únicamente cuando estaba en su forma felina, Yranné había gozado de largos años para capacitarse a sí mismo y moverse, si la necesidad lo requería, con el mismo silencio con el que los felinos lo hacían pero conservando aun su cuerpo humano. Se hinco en la cama, abandonando su cómodo lecho y preparó, sino una trampa, una distracción para contar con unos segundos extras. En su mente aún se negaba a caer en su juego, a luchar contra él, pero no iba a permitir que su espacio fuera violado de esa forma. Bajó de la cama, dejándola tal cual, como si alguien siguiera durmiendo aún allí y corrió a la ventana de su balcón, deslizando el pestillo que la mantenía cerrada y atorándola en la alfombra para que no fuera a abrirse con el viento de la tormenta que, por fortuna, soplaba con fuerza del otro lado de la mansión. Regresó a cuatro patas a la cama, escondiendo su cuerpo entre el dosel y las largas colchas que caían al suelo. Desnudo, expuesto aún en su forma humana pero con el instinto felino a flor de piel, espero. Cerró los ojos y uso su ojo superior.

Lo vio entrar a la habitación como si la escena ocurriera a plena luz del día; Yranné podría verlo todo en está oscuridad al mismo tiempo que permanecía bien oculto de la visión contraria. Se sentía indignado a la par que frustrado, sentimientos humanos que por el momento debería de ser dejados de lado si deseaba que su plan tuviera éxito. Escuchó el jalón en sus sábanas, como el hombre corrió el dosel y descubrió su pequeña distracción. Lo que siguió fue una sorpresa para él; un ataque de ira o algo parecido en el que su armario y su cómoda pagaron el precio. Allí había cosas muy valiosas para Yranné, en el aspecto sentimental por supuesto.  
La amenaza golpeó los rincones de la amplia habitación y generaron un eco que le trajo una maravillosa idea. Ya lo estoy haciendo, estoy aquí, pero no eres capaz de verme. Se movió un poco de su posición, escondiéndose más, buscando el punto a donde proyectar su voz con fuerza para que generara el mismo eco.

¡No me estoy escondiendo, joven Reifenhelm…! — Gritó con la potencia indicada, manteniendo una ligera burla en su comentario, recordando que el mayor allí era él y no su invitado. Su voz repercutió con ese maravilloso eco que volvía prácticamente infructuosa la tentativa de una búsqueda del origen de la misma. Pero con esa acción, se dio cuenta de lo grandes que eran sus deseos por retarlo, se carcomía queriendo gritarle: “¡Vamos, inténtalo! ¡Inténtalo y te desollare de una mordida!”, pero eso sería caer en un juego donde ninguno ganaría. — ¡¿Por qué me persigues?! ¡No he hecho nada para que lo hagas, pude matarte cuando entraste a la habitación pero no lo hice!  Y si me muestro ahora, ¿Qué? ¿Hablaremos como los caballeros que se supone que somos? O ¿Me dispararas con esas armas que llevas? — El olor de la pólvora era inconfundible, pero no se percató de este hasta que cruzo la puerta; Berger venía con toda la intención de hacerle daño. Movió una de las cortinas, cerca de él pero no lo suficiente y con ese movimiento aprovechó y se movió otro tanto, cambiando de posición. Esperaba por su reacción, esperaba que entendiera y no tuvieran que llevar esto a otro nivel.
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Mensaje por Berger Reifenhelm Dom Jul 06, 2014 7:15 am

Se le veía demente, sin alma, aplastando repetidas veces los objetos personales de Yranné, como si no hubieran tenido ningún momento de amistad antes. Todo lo pasado fue ignorado. Tumbó el colchón con un gesto fiero y volvió a observar en derredor; su falta de sigilo le habían causado la perdida de su presa, o no... En ese momento se alzó una voz que no procedía del cazador y el cual saltó al escucharla. La lluvia y un eco difuminaban la procedencia, provenía de la habitación, pero Berger no sabia de donde ya que aquella estancia era de gran dimensión, con muchas esquinas oscuras y huecos en donde esconderse. El cazador no estaba dispuesto a arriesgarse y decidió permanecer quieto, esperando y observando. Pero cuando Yranné terminó de hablar el cazador seguía sin saber de donde procedía la voz y por lo tanto debía incitarlo a salir.

Ya no escuchaba al hombre con el que hacia unas horas habían charlado tranquilamente, su ira, su instinto cazador se habían apoderado de él, en ese momento no distinguía ni amigo ni enemigo. Ahogó una risa y sacó su pistola, la alzó, mostrándola y la tiró sobre el colchón con un gesto bago. Aún le quedaba su pequeña pistola de chispa que guardaba en la bota, pero a no ser que no tuviera elección no la sacaría.

-Te voy a contar una caso y es que había una vez un viejo muy viejo que tenía las pelotas de puro hierro y un día de tormenta las pelotas se rozaron y le salieron chispas del nabo... -dijo con cierto tono de humor, intentando relajar la situación -. No es nada personal hacia ti, Yranné, es mi trabajo. El destino tuvo una forma muy cruel en concederme este cometido, pero no soy un demonio sin corazón, si sales juro que no te haré daño.

Con el rabillo del ojo observó movimiento en el lateral de una cortina. Y sin volver la vista agarró una de sus dagas y la lanzó con fuerza hacia el movimiento; esta desgarró unos centímetros de tela y se clavó a media altura en el marco de la ventana, sin llegar a rozar el cristal. Aquel lanzamiento no fue dirigido hacia ninguna zona mortal, no quería eso, su plan era inmovilizarlo mediante alguna herida. Observó, negó y cabeceó luego, sabiendo que había fallado; no había sangre, no había grito, su rival estaba por allí pero su visión humana no dejaba ver más allá de lo que la poca luz que llegaba del exterior y por un momento pensó que le atacaría por la espalda.

-¡Entschuldigung! -exclamó en su lengua natal -. Pensé que algo entraba por la ventana. Soy como un niño, aún temo a las brujas que vuelan por la noche. Algo que se y es que no eres una bruja... además tienes un gran olfato... -dijo suponiendo que fuera así el hecho de saber que llevaba una pistola. -¿Dime, amigo, que eres tú?, tu piel es demasiado bronceada para ser un vampiro, se que esos seres no salen a la luz del sol.

Su rostro ya no era amigable, ¿aunque cuando lo fue?, tenía una palidez cadavérica, además había en sus ojos una especie de loca hilaridad, una histeria evidentemente reprimida en toda su actitud. Su semblante era de espanto, pero aún parecía mostrar resto de humanidad en su voz.
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Mensaje por Yranné Salvin Dom Jul 13, 2014 7:23 pm

Aquello estaba fuera de su límite de raciocinio: no dejaba de sorprenderle la profundidad de la mente que hacía capaz que dos personalidades tan diferentes trabajaran conjuntamente hasta el punto de ponerlo a él, el dueño de la mansión y un cambiaformas experimentado, en semejante situación comprometedora. Pero su intento por confundirlo pareció funcionar. Él mismo escuchó su propia voz sonando rara y diferente, ampliada por el eco y ensombrecida por el ruido de la tormenta; el efecto había salido perfecto y con ello había ganado unos momentos. Pero mientras se decidía en que hacer, escuchó el ruido seco de un objeto pesado que caía en su colchón que ahora se interponía en su diminuto campo de visión, era una de las armas de Berger. Por qué podía asegurar, casi, que esa no era su única arma y, recordando lo que había sucedido en el comedor antes de que se separaran, Berger no parecía de los que se quedan desarmados en un territorio que no dominan.  

Encogido en su escondite, rodó los ojos cuando comprendió a donde quería ir diciendo aquello; no le parecía el momento más oportuno para decir una broma  y menos una de ese tipo, pero puede que le afectara más el orgullo entender que de todas maneras le había causado gracia. Se cubrió la boca, pensativo y aquello le sirvió para esconder su sorpresa al ver el cuchillo, o algún derivado de arma blanca, cortar las cortinas de su dosel y encajarse en la madera de un lado del marco que formaba su ventana. Tuvo un acceso de pánico cuando el vidrio de la ventana vibró, pero esta permaneció en su sitio, sin abrirse, atorado por la cuña de la alfombra que hizo antes. Se fijó en el arma, identificándola apropiadamente ahora que podía verla quieta, allí. Berger no había sido sincero, claro. Así que no conservaba solamente otra pistola, en caso de que la tenga, sino que además llevaba un objeto afilado, algo más personal. Lo divisó entre la penumbra del cuarto, observó sus pies en la oscuridad y negó, apoyando su frente en el suelo, durante unos segundos. Se dio cuenta que el tiempo parecía estar acabando.

Es un alivio que al menos uno de nosotros todavía sepa cuando mentir… — Espetó de mala gana, frustrado por la semejante desfachatez del cazador pero aliviado por el eco que no se había perdido, su voz seguía sonando siniestra y se repetía en todos los rincones de la habitación, volviendo infausto su timbre ronco. Odiaba admitir que, de algún modo, su presencia le ponía nervioso. Era tenerlo en su territorio, haciendo un destrozo  sin ningún tipo de remordimiento, eso molestaba.  — Por supuesto que no soy una bruja, o en todo caso, un brujo. No son seres que me resulten muy agradables. — Soltó  con un ligero matiz cínico, controlando su tono de voz para no ir dando ideas claras pero tampoco incongruentes. — Pero lo del olfato es verdad, aunque eso no disminuye sus opciones. Todas las criaturas tienen un buen olfato, excepto el ser humano. Quien, además, es una criatura bastante ciega también. –Se hincó, en su escondite, midiendo sus posibilidades, el tiempo y las circunstancias. En toda la habitación se escuchó el chasqueo de su lengua reproducido por el eco. — ¿No le gustan los vampiros? Puede que yo sea uno, ya que no había sol cuando nos encontramos y no todos tienen la piel clara como se imagina. — Respondió con elocuente suspicacia. — Ambos sabemos que si salgo usted me hará daño, así que hagamos un pequeño desafío, ¿Le parece? Si divina a la primera lo que soy, saldré de mi escondite, y me mostraré ante usted sin intención hostil alguna. Pero si falla, le mostraré lo que soy directamente. Claro, como usted no es más que un humano, podrá defenderse. No se preocupe, soy alguien justo. – Ofreció desde su escondite, jugando su última carta.
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Mensaje por Berger Reifenhelm Dom Jul 27, 2014 11:32 am

Rió al comentario de que los seres humanos son ciegos. No aprovechó la conversación para encontrar a su enemigo. El sonido de fuera difuminaba demasiado otros del interior. Quería tomar la iniciativa, pero de momento le era muy difícil ya que Yranne sabía de su posición pero el cazador no. A la luz de la luna que entraba por las ventanas vacíos como ojos. Sus ojos de humano no le dejaba ver lo que quizá su enemigo si podían ver, una desventaja más para el cazador. Por ello su afán de no deshacerse de sus armas, no caería en una trampa de novatos. Ante todo sabía que sus enemigos harían cualquier cosa por salir airosos.  

-Si, tal vez no sea un hombre que inspire demasiada confianza... de todos modos prometo no haceros daño -alzó los brazos y giró en derredor para ser visto desde todos los ángulos -. No me obliguéis a desnudarme -dijo mientras ahogaba un risa. Pese a la situación seguía con su humor.

Contó sus pasos, no quería alejarse del centro de la habitación, sabiendo que Yranne estaría escondido en alguna esquina o lugar oscuro.

-Se que no eres vampiro, he leído a Enoc... conozco a mi enemigo: No envejecen, el tiempo no afecta a su vida, ninguna comida deberán comer y estarán sedientos; se ocultarán de el Sol y el espejo no reflejará su rostro. Y a todo esto, yo le he visto comer. Por lo tanto queda descartado que seas un vampiro -se rascó la frente, nervioso, pero seguro en sus palabras -No puede ser un Licántropo, conozco muy bien la enfermedad "lupus influenza", no hay luna llena por lo tanto no puede convertirse en el ser monstruoso. Además, esos seres suelen ser reacios a buscar la compañía de los demás, lo se, he conocido a muchos... y los he quemado en hogueras los suficientemente calientes como para derretir el metal.

Caminaba por la habitación y gesticulaba al mismo tiempo que hablaba, tomándose su tiempo y midiendo sus palabras para no decir algo que le hiciera fallar.  
-Un brujo, como usted dice... tal vez lo seas, o tal vez no. Has conseguido olfatear mis armas, no tengo constancia de que tengan esa habilidad- cruzó los brazos y negó con la cabeza -Cuando eliminas toda duda lógica, lo ilógico aunque imposible puede ser lo cierto- dijo alzando su dedo indice -Así que he llegado a la conclusión de que podría ser un cambiaformas...

Agachó la cabeza recordando su opinión sobre ellos, pese a que son buscados y cazados, Berger no era partidario de cazar a estos seres ya que sabía que no todos son peligrosos, más lo era el humano.
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