|| El Baile y La Nobleza... No Están Peleados ||Privado||

Me había escapado del palacio...otra vez, pero esta vez era por una cuestión de negocios, exclusivamente de negocios, o eso les decía a los guardias del palacio mientras me dirigía a la ciudad ajustándome el vestido y el corsé que realzaba el pecho, por suerte, no tenía que llevarlo demasiado apretado hoy, porque no iba a ir a una reunión formal al uso, en realidad era una reunión de todo menos formal. Y He de admitir que de vez en cuando me gustaban. Además iba a conocer a un tipo de cultura del que solo conocía su lectura en la gran librería de mi palacio. La de los gitanos, he oido que tenían música muy especial, y que muchas veces la iglesia la rechazaba por se considera música maldita, ¿Pero no están malditos ellos también por prohibirlos? ¿No hay lugar alguno para la diversidad acaso? Eran preguntas que siempre podía usar a mi favor, Incluso quizás podría llegar a ser la directora de de antropología de París algún día.

Por fin había llegado al bullicio de la ciudad, y mientras miraba mi ropa, cualquiera diría que era noble, porque pese a ir con una falda que me llegaba hasta las parte superior de las rodillas de color violeta, cosa totalmente prohibida en según que círculos, y  mi pelo ondulado suelto, además de un top de color blanco. Obviamente lo que tenía que resaltar era la bella falda, que le daba algo de movimiento y color a mi estampa.  Anduve durante unos cuantos minutos pasando por un montón de puestos diferentes antes de llegar a mi destino, justo en el centro de París, todo lleno de colorido, de almas vagando en busca de algo de felicidad en sus vidas. Y la verdad es que muchos de ellos se lo merecían, merecían ese pequeño rinconcito colorido y adornado por ellos para poder ser felices. Y, en España necesitábamos de esos pequeños rincones, donde todos pudieran relacionarse sin tener que pensar en sus penurias, que todos tendremos pero un lugar de calma le vendría bastante bien. Y entonces entre tanta gente vi a al duque bueno, en realidad en España había varios Duques y Duquesas pero él era el duque, el más famoso de todos, exactamente como yo, me acerqué a él por detrás mientras escuchaba sus palabras

-Dígame señor Ballester...¿Cómo ha hecho para reunir a tanta gente junta en tan poco tiempo...no ha tenido nada que ver? Probablemente no, pero era tan buena respuesta para romper el hielo como cualquier otra. Supuestamente la reunión era para financiar algún proyecto para desvalidos y pobres de París que sin ninguna duda, creo, aceptaría, pero lo divertido del asunto no es su financiación en sí, sino el resultado posterior y sobre todo la negociación que se tenía que producir entre ambos para que se hiciera realidad. Y aquí sería probablemente el lugar mas inaudito para crear alianzas comerciales o financiar proyectos. - Por cierto, me encanta el sonido de esa guitarra,e hace regresar a mis campos de lavanda en España...bonita imagen ¿no? Podemos reproducir España en este trozo de París? -Pregunté mientras me acercaba más y comenzaba a mover mi cuerpo al unisono con los demás.

Extraños muy conocidos...eso, eso no tenía ningún tipo de sentido, pero me gustaba que no tuviera sentido ninguno. A veces las cosas sin sentido con el tiempo se convierten en cosas a las que se le dota de sentido. Así que esto era una fiesta improvisada entonces, llena de júbilo, belleza, baile y pasión...y además,música, la música animaba el alma de todos, incluso en nuestros momentos mas agónicos y tristes la música nos puede ayudar a entender lo que sentimos o a exteriorizar esos sentimientos que llevamos dentro y no somos capaces de sacar.

- La música nos hace libres ¿No es así señor Ballester? -Dije mientras levanté la cabeza hacia el cielo y comencé a dar vueltas, nunca había bailado esta música tan sumamente deliciosa, daban ganas de moverse sin parar y acabar agotada apoyada contra alguna casa, mi cuerpo se movía al ritmo de la música al ritmo de la dulce percusión que encendía el cuerpo de los presentes en aquella plaza.

Agarré la mano de una muchacha de la zona, pelirroja y de alrededor de 14 años, y ella agarró la mano de otro chico, poco a poco formándose una cadena de gente que finalizó cuando un hombre de cerca de mi edad se agarro de mi mano, formamos todos un circulo y empezamos a bailar todos alrededor de la plaza, acercándonos los unos a los otros y alejándonos, como si nos guiaran algún tipo de musas, no sabía siquiera porque hacía esto, pero me gustaba era...bastante divertido a decir verdad. Después todos nos separamos y cada uno empezó a bailar por separado moviéndose por todo el sitio, por supuesto los franceses no sabían como se bailaba así que se dejaban llevar por la música para hacer lo que les salía del corazón.

Yo, al contrario, levanté las manos en posición de ataque mientras poco a poco las iba bajando mientras movía las muñecas en círculos y mis piernas comenzaban a moverse dando pequeños pasos sobre mi misma, no se me daba del todo bien, porque estaba más acostumbrada a bailar música mucho más elegante, y esa también me gustaba, pero esta música también es muy interesante, quizás algún día se pudiera hacer algún tipo de fusión, ohhh, eso sería algo totalmente maravilloso y digno de ser escuchado.

Comencé también a taconear, pero por culpa de los adoquines del suelo tuve que dejarlo, podía romper los tacones o romperme un pie, pero...entonces lo vi, un banco de madera, vacío entre el tumulto, ese era mi sitio. Fui corriendo hasta allí mientras la gente que pasaba me agarraba de las manos y comenzaba a dar vueltas sin parar, llegando algo mareada al sitio, descompuesta un poco por tanto movimiento pero lista para seguir bailando. Me subí con poco cuidado al banco y a partir de ahí comencé a bailar taconeando haciendo que cada uno de los zapateos se escuchara de forma muy sonora y gráfica en la plaza, iba a destacar para bien y cuando acabara la gente me aplaudiría como artista. Aunque nunca me había planteado serlo, podía ser interesante. Seguí con el baile y los movimientos de manos y piernas, como si siguiera una especie de ritual sagrado para hacerlo, pero no, y nada más lejos de la realidad, solo era yo entregándome a las musas de las artes musicales.

Finalmente tras acabar el espectáculo di un último y sonoro zapateo. Mientras una multitud embravecida empezaba a aplaudir sin parar, tomando nota de mi actuación y disfrutando de ella. Mientras yo levantaba las los brazos extendidos al máximo en señal de adoración a mi pequeño pero nada desdeñable público, que me había soportado y que había disfrutado conmigo. Ahora era su turno de bailar y destacar, puesto que yo necesitaba tomar un poco el aliento antes de continuar con otro de los bailes. La verdad es que este momento estaba superando por momentos a cualquier otro plan que hubiera tenido para el día de hoy.