AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El lobo y caperucita [libre]
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El lobo y caperucita [libre]
El campo la vista floreada, todo hermoso con los rayos del sol cayendo a la tierra a medio día por los sembríos aquellos campos donde trabajadores buscando para ellos y para los amos feudales, niños jugando por todo el prado con sus sonrisas acompañadas con el viento del día primaveral, los dientes de león van desflorando aquellos capullos para nacer de nuevo en otras tierras, la vida y la muerte en la naturaleza se mezclan lenta y tiernamente.
Entre los sembríos una joven de cabellos castaños largos y ondulados va con ojos vendados guiándose con la sonrisa de los pequeños, un juego de inocentes todos aquellos cinco individuos, cuatro niños y una joven que los cuida como un diente de león cuida a sus florecillas, poco a poco va atrapando a los pequeñuelos que entre sonrisas se dejan atrapar, la razón de que los chiquitos pierdan el juego es por la recompensa, un cuento de mano de su cuentista favorita.
Dos niños más van por los campos escondidos entre las espigas, entre las flores y girasoles, la voz de la jovencita resuena como un canto de ruiseñor en advertencia de no entrar a al bosque o se perderán como en el cuento que les va a contar, los pequeños ríen y los otros dos capturados sentados bajo la sombra de un duraznero comen sus frutas sonriendo mirando a su pequeña amiga, el tercer niño cae en las manos de la jovencita y va corriendo donde sus hermanos dejándole un beso en la mejilla de su captora, uno más y terminaría el juego para pasar a lo más hermoso un cuento para dormir.
La castaña va entre roces de su palma, tocando las espigas que forman la vista hermosa del campo, las voces de sus angelitos le informan donde está el último de sus querubines pero no se percata por la venda en sus ojos que aquello está rodeado de piedras, lo que hace que al tropezarse se lastime la palma de la mano cortándose un poco, dejando que la sangre manche aquel lugar, los niños corren hasta ella para ayudarle pero saben que poco podrían hacer. La venda desaparece dejando a la señorita mirando su herida, y como es normal de los más pequeños comienzan a pedirle disculpas por esa herida, ella niega con una hermosa sonrisa, una sonrisa que oculta un beso para cada uno de ellos, lo ven los niños y se sonrojan al ver como con la venda que causó la herida se la cubre limpiando el resto de hojas y tierra, les besa la frente de cada uno de ellos para caminar hacia el duraznero y comenzar con su cuento.
-Y entonces caperucita no obedeció a su madre y caminó por el bosque en otro camino dejando al lobo feroz una gran oportunidad…- los ronquidos de los niños detienen el cuento y los arropa con sus manos a los pequeños mirando ahora su herida, viendo cómo puedo hacer que el dolor punzante desaparezca antes que despierten sus más preciados ángeles.
Entre los sembríos una joven de cabellos castaños largos y ondulados va con ojos vendados guiándose con la sonrisa de los pequeños, un juego de inocentes todos aquellos cinco individuos, cuatro niños y una joven que los cuida como un diente de león cuida a sus florecillas, poco a poco va atrapando a los pequeñuelos que entre sonrisas se dejan atrapar, la razón de que los chiquitos pierdan el juego es por la recompensa, un cuento de mano de su cuentista favorita.
Dos niños más van por los campos escondidos entre las espigas, entre las flores y girasoles, la voz de la jovencita resuena como un canto de ruiseñor en advertencia de no entrar a al bosque o se perderán como en el cuento que les va a contar, los pequeños ríen y los otros dos capturados sentados bajo la sombra de un duraznero comen sus frutas sonriendo mirando a su pequeña amiga, el tercer niño cae en las manos de la jovencita y va corriendo donde sus hermanos dejándole un beso en la mejilla de su captora, uno más y terminaría el juego para pasar a lo más hermoso un cuento para dormir.
La castaña va entre roces de su palma, tocando las espigas que forman la vista hermosa del campo, las voces de sus angelitos le informan donde está el último de sus querubines pero no se percata por la venda en sus ojos que aquello está rodeado de piedras, lo que hace que al tropezarse se lastime la palma de la mano cortándose un poco, dejando que la sangre manche aquel lugar, los niños corren hasta ella para ayudarle pero saben que poco podrían hacer. La venda desaparece dejando a la señorita mirando su herida, y como es normal de los más pequeños comienzan a pedirle disculpas por esa herida, ella niega con una hermosa sonrisa, una sonrisa que oculta un beso para cada uno de ellos, lo ven los niños y se sonrojan al ver como con la venda que causó la herida se la cubre limpiando el resto de hojas y tierra, les besa la frente de cada uno de ellos para caminar hacia el duraznero y comenzar con su cuento.
-Y entonces caperucita no obedeció a su madre y caminó por el bosque en otro camino dejando al lobo feroz una gran oportunidad…- los ronquidos de los niños detienen el cuento y los arropa con sus manos a los pequeños mirando ahora su herida, viendo cómo puedo hacer que el dolor punzante desaparezca antes que despierten sus más preciados ángeles.
Constance A. Zaïre- Humano Clase Media
- Mensajes : 88
Fecha de inscripción : 04/04/2014
Re: El lobo y caperucita [libre]
...¡Corre, corre! Keylan corría...¡Corre más!...
Llegaba Keylan a los campos y sembradíos, se tumba en el suelo con todo su peso mientras esperaba que el cielo azulado, y el brillo del sol del mediodía lo capturaran para llevarlo a las galaxias más lejanas que pudiesen existir...pero...
¡Momento!- pronunció a voz baja
-Lo que oigo son risas de niños? ¿Qué es aquello? ...¿Acaso el cielo me habla como un coro de risas de infantes? ¡No! es que yo no me lo imaginaba así... ¡Pero me encanta! ¡Me sorprende! ....¡Oh me conmueve! -dijo entonces alzando sus brazos en el aire como buscando que el cielo y aquellas voces lo abrazaran en una infinidad de tiempo.
Pero habían cesado.... y Keylan abría los ojos con pesar para volverse a la realidad, y observar a lo lejos una joven con muchos niños alrededor de ella, observándole una mancha roja en el cuerpo, una herida. Parecía muy joven, ¿Acaso sería ella la hermana mayor de todos esos pequeños? ¿La Madre? - ¡Pero es muy joven! - acotó Keylan pronunciando entre sus labios.
O tal vez....o tal vez.... -Keylan se silenció pues pareció presentir que uno de los niños le miró con curiosidad.
Keylan siguió recostado mirando el cielo, que ahora mas bien..parecía cualquier cosa normal que pudiesen fotografiar sus ojos. La chispa de la imaginación y el escape hacia un universo desconocido y espectacular, se había retirado sin previo aviso, como arrancar papel de mural de una habitación llena de alegrías y formas extraordinarias ante la vista del joven de veintiocho años. Siempre era así. De pronto aquellos detalles que tanto disfrutaba del escape de una realidad, lo hacían volver de nuevo como en seco.
Se levantó entonces con pereza, mientras sacudía de sus ropas un poco de césped seco, al igual que de los rubios cabellos rebeldes del muchacho.
Entre tanto, alzó la mirada levemente de nuevo dirigida hacia el grupo de almas que comenzaba a dejar el lugar al igual que él. Aquella joven que llamó su atención en una primera instancia, tenía un desplante sencillo, particular y muy pacíífco que hizo a Keylan esbozar una sonrisa para sus adentros al verla, pues hace unos momentos atrás parecía haber tenido la sensación de que la única voz reconocible entre el cántico de infantes del cielo, provenía de ella...
...¡Entonces volvía! Keylan volvía a imaginar, e imaginar ¡Aún más cosas! Esta vez, con aquella joven de protagonista entre sus fantasías.
El deseaba esta vez que aquella muchacha de las castañas mechas, le pusiera la venda y lo guiara hacia donde ella quisiera, tal y cual como sus niños jugaban con ella.
Se imaginó Keylan un jardín secreto descubierto con su nueva amiguita, un jardín muerto tal vez, pero que tenía aires de poder ser bien arreglado con un poco de esfuerzo. El mundo onírico que Keylan formaba segundo a segundo en su cabeza lo impulsó a seguir a la joven y a los pequeños. Sin importar hacia donde lo llevasen... lo hizo a escondidas y a paso ligero, pero sin perderles de vista. Como un lobo acechando a sus presas...tal vez...como un lobo acechando a una caperucita desobediente. Keylan esperó y sintió que los duraznos cubrirían todo aroma o agente extraño al ambiente que aquellos niños vivían, descansando en los brazos de su humilde cuidadora.
-¿Necesitas ayuda en algo?...se ve un poco fea esa herida...- pronunció Keylan en un suave tono mirando a la joven y a su mano herida y esperó, mientras sacaba un pañuelo que siempre llevaba consigo en el bolsillo derecho y se lo acercó.
Llegaba Keylan a los campos y sembradíos, se tumba en el suelo con todo su peso mientras esperaba que el cielo azulado, y el brillo del sol del mediodía lo capturaran para llevarlo a las galaxias más lejanas que pudiesen existir...pero...
¡Momento!- pronunció a voz baja
-Lo que oigo son risas de niños? ¿Qué es aquello? ...¿Acaso el cielo me habla como un coro de risas de infantes? ¡No! es que yo no me lo imaginaba así... ¡Pero me encanta! ¡Me sorprende! ....¡Oh me conmueve! -dijo entonces alzando sus brazos en el aire como buscando que el cielo y aquellas voces lo abrazaran en una infinidad de tiempo.
Pero habían cesado.... y Keylan abría los ojos con pesar para volverse a la realidad, y observar a lo lejos una joven con muchos niños alrededor de ella, observándole una mancha roja en el cuerpo, una herida. Parecía muy joven, ¿Acaso sería ella la hermana mayor de todos esos pequeños? ¿La Madre? - ¡Pero es muy joven! - acotó Keylan pronunciando entre sus labios.
O tal vez....o tal vez.... -Keylan se silenció pues pareció presentir que uno de los niños le miró con curiosidad.
Keylan siguió recostado mirando el cielo, que ahora mas bien..parecía cualquier cosa normal que pudiesen fotografiar sus ojos. La chispa de la imaginación y el escape hacia un universo desconocido y espectacular, se había retirado sin previo aviso, como arrancar papel de mural de una habitación llena de alegrías y formas extraordinarias ante la vista del joven de veintiocho años. Siempre era así. De pronto aquellos detalles que tanto disfrutaba del escape de una realidad, lo hacían volver de nuevo como en seco.
Se levantó entonces con pereza, mientras sacudía de sus ropas un poco de césped seco, al igual que de los rubios cabellos rebeldes del muchacho.
Entre tanto, alzó la mirada levemente de nuevo dirigida hacia el grupo de almas que comenzaba a dejar el lugar al igual que él. Aquella joven que llamó su atención en una primera instancia, tenía un desplante sencillo, particular y muy pacíífco que hizo a Keylan esbozar una sonrisa para sus adentros al verla, pues hace unos momentos atrás parecía haber tenido la sensación de que la única voz reconocible entre el cántico de infantes del cielo, provenía de ella...
...¡Entonces volvía! Keylan volvía a imaginar, e imaginar ¡Aún más cosas! Esta vez, con aquella joven de protagonista entre sus fantasías.
El deseaba esta vez que aquella muchacha de las castañas mechas, le pusiera la venda y lo guiara hacia donde ella quisiera, tal y cual como sus niños jugaban con ella.
Se imaginó Keylan un jardín secreto descubierto con su nueva amiguita, un jardín muerto tal vez, pero que tenía aires de poder ser bien arreglado con un poco de esfuerzo. El mundo onírico que Keylan formaba segundo a segundo en su cabeza lo impulsó a seguir a la joven y a los pequeños. Sin importar hacia donde lo llevasen... lo hizo a escondidas y a paso ligero, pero sin perderles de vista. Como un lobo acechando a sus presas...tal vez...como un lobo acechando a una caperucita desobediente. Keylan esperó y sintió que los duraznos cubrirían todo aroma o agente extraño al ambiente que aquellos niños vivían, descansando en los brazos de su humilde cuidadora.
-¿Necesitas ayuda en algo?...se ve un poco fea esa herida...- pronunció Keylan en un suave tono mirando a la joven y a su mano herida y esperó, mientras sacaba un pañuelo que siempre llevaba consigo en el bolsillo derecho y se lo acercó.
Keylan Castlevanius- Humano Clase Alta
- Mensajes : 12
Fecha de inscripción : 08/02/2014
Localización : París, Francia
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: El lobo y caperucita [libre]
La voz cantarina de un joven despertó de su sueño a la castaña que no dejaba de pensar en su herida pero al alzar la vista sus ojos se clavaron el joven que tan amablemente quería ayudarle, entre la sonrisa oculta de sus labios indicó con el dedo índice sobre su labios el aguardar silencio pues sus pequeños estaban dormitando cerca y no quería despertarlos, como un ángel deja sobre cada una de las pequeñas cabezas un tierno beso –Soñad muchos mis príncipes- y la sonrisa tan pura como el agua cristalina.
Sus pies la levanta, incorporándola a su altura normal con sus cabellos cayendo en una cascada en la espalda, sus manos toman la falda de su vestido para realizar una reverencia, ante todo para la joven debía estar los modales de una dama y luego, luego con sus ojos cerrados y la sonrisa más tierna que podía alguien sentir latiendo en su corazón dejó que su voz susurrante calmara el lugar –Shhh no hay que irrumpir el sueño- sonríe acercándose al joven para poder charlar -Si esta fea la herida, muchas gracias- toma el pañuelo del joven para devolvérselo intacto -pero creo que antes debo cuidar a estos pequeños y luego cuidarme la mano- un gesto de agradecimiento hacia el joven fue lo único que dejó.
El viento de los sembradíos golpeaba incesantemente la verde pradera agitando las secas espigas y los verdes árboles así como los cabellos de la joven que no dudaron en levantar el vuelo, sus dedos buscan incesantemente controlar cada mechón rebelde que busca salir de su lugar y entre ligeras risas su ojos brillan como estrellas en el firmamento nocturno –No puedo dejar a mis niños aquí Monsieur, sería un pecado hacerlo y además ¿cómo podría?, muchas gracias en verdad por su preocupación, más con el paño que he aplicado será más que suficiente- otra sonrisa y justo ahí su mano no lastimada se extiende para tomar la mano del joven –Pero venga joven acompáñenos y cuando los pequeñitos despierten podrá ser partícipe de una historia o contar una usted podría, así alegraría sus dulces corazones- suelta la mano del joven regresando a donde están soñando sus pequeños para admirarlos y cuidarlos como una madre los cuidaría, como una hermana los protegería y como un ángel los guiaría.
Los ojos de la pequeña dama se iluminan cuando los ve soñar, se arrodilla al final de los cuerpos pequeños con las manos sobre su regazo, pero con una mueca de dolor en su rostro ya que la herida sigue abierta y punzante lo que hace que todo su cuerpo se estremezca en un leve gemido de dolor, alza la mano tocándola con sus dedos y cantando una canción busca disipar ese dolor, lo trata como si tratará la caída de uno de sus querubines cuando se caen o tropiezan y raspan sus rodillas, haciéndoles creer que con tararear una melodía dulce pasará el dolor.
-Caperucita ahora estaba perdida no sabía que hacer podría llegar tarde a ver su abuelita a la cual el lobo ya la había cenado – toma su mano adolorida y susurra parte del cuento a los pequeños que sueñan, ella cree que aun dormidos sus mentes están atentas a los sonidos del exterior y eso les ayuda a soñar mejor y que mejor que seguir con el cuento de caperucita roja y el lobo feroz.
Terca quizás, pero sobre todo muy preocupada por los pequeños que a su cuidado están.
Sus pies la levanta, incorporándola a su altura normal con sus cabellos cayendo en una cascada en la espalda, sus manos toman la falda de su vestido para realizar una reverencia, ante todo para la joven debía estar los modales de una dama y luego, luego con sus ojos cerrados y la sonrisa más tierna que podía alguien sentir latiendo en su corazón dejó que su voz susurrante calmara el lugar –Shhh no hay que irrumpir el sueño- sonríe acercándose al joven para poder charlar -Si esta fea la herida, muchas gracias- toma el pañuelo del joven para devolvérselo intacto -pero creo que antes debo cuidar a estos pequeños y luego cuidarme la mano- un gesto de agradecimiento hacia el joven fue lo único que dejó.
El viento de los sembradíos golpeaba incesantemente la verde pradera agitando las secas espigas y los verdes árboles así como los cabellos de la joven que no dudaron en levantar el vuelo, sus dedos buscan incesantemente controlar cada mechón rebelde que busca salir de su lugar y entre ligeras risas su ojos brillan como estrellas en el firmamento nocturno –No puedo dejar a mis niños aquí Monsieur, sería un pecado hacerlo y además ¿cómo podría?, muchas gracias en verdad por su preocupación, más con el paño que he aplicado será más que suficiente- otra sonrisa y justo ahí su mano no lastimada se extiende para tomar la mano del joven –Pero venga joven acompáñenos y cuando los pequeñitos despierten podrá ser partícipe de una historia o contar una usted podría, así alegraría sus dulces corazones- suelta la mano del joven regresando a donde están soñando sus pequeños para admirarlos y cuidarlos como una madre los cuidaría, como una hermana los protegería y como un ángel los guiaría.
Los ojos de la pequeña dama se iluminan cuando los ve soñar, se arrodilla al final de los cuerpos pequeños con las manos sobre su regazo, pero con una mueca de dolor en su rostro ya que la herida sigue abierta y punzante lo que hace que todo su cuerpo se estremezca en un leve gemido de dolor, alza la mano tocándola con sus dedos y cantando una canción busca disipar ese dolor, lo trata como si tratará la caída de uno de sus querubines cuando se caen o tropiezan y raspan sus rodillas, haciéndoles creer que con tararear una melodía dulce pasará el dolor.
-Caperucita ahora estaba perdida no sabía que hacer podría llegar tarde a ver su abuelita a la cual el lobo ya la había cenado – toma su mano adolorida y susurra parte del cuento a los pequeños que sueñan, ella cree que aun dormidos sus mentes están atentas a los sonidos del exterior y eso les ayuda a soñar mejor y que mejor que seguir con el cuento de caperucita roja y el lobo feroz.
Terca quizás, pero sobre todo muy preocupada por los pequeños que a su cuidado están.
Constance A. Zaïre- Humano Clase Media
- Mensajes : 88
Fecha de inscripción : 04/04/2014
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