AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Toxicomanie || Privado
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Toxicomanie || Privado
por April V. Gilmerië Vie Mayo 23, 2014 9:39 pm
“Paciencia, (...), y perseverancia ya que, por desgracia, no encontramos todo de acuerdo con nuestros deseos”
—José Asunción Silva
—José Asunción Silva
El deseo seguía creciendo, me quema como si fuera un incendio que se origina en el interior de mi alma, que desgarra y me destruye como si fuera yo fuera un pedazo de papel que se deteriora con las caricias de las llamas, que aumentan cada vez mas. Era algo problemático no tener aquella necesidad de poseer lo que se prohíbe. En ocasiones se dice que entre más perjudicial sea para tu salud es más interesante.
Viajaba entre las oscuras calles de parís, siendo una joven escurridiza que escapaba de los ojos de la sociedad, me juntaba con los de más bajo extracto social, los indeseado, los miserables, algunos de mala reputación, que me ayudaban a encontrar lo que deseaba. Cada vez se volvía más complicado negociar con ellos, exigían, debía pagar, si no lo hacía, pagaría las consecuencias, de cierta forma era consciente que era una niña jugando en un mundo de gente grande, pero no me importaba, las consecuencias parecían no tener sentido para mí.
— Debes darme un poco de tiempo, Rigoberto — estaba yo metida en un mugriento cuarto, rodeaba de gente que estaba disfrutando de la sensaciones que yo me estaba muriendo por probar otra vez, pero aquel hombre me lo negaba, no tenía dinero actualmente, mis padres aun no me habían dado la mensualidad del próximo mes — Faltan quince días para que me den el dinero, sabes donde vivo — trataba de negociar, mis manos temblaban, estaba comenzando a desesperarme, pero el hombre no cedía.
— Para darte lo que quieres, debo obtener algo a cambio April, estos son negocios — refunfuño Rigoberto, un viejo barrigón, que estaba sentado en una esquina, con dos mujeres tomada de sus cintura, que me miraban de detenidamente mientras una risilla salía de sus labios, las mire de reojo, sintiendo un gran odio por ellas y lastima también. Al hombre se le asomo una amplia y morbosa sonrisa — Podrías ofrecerme tu cuerpo —sugirió.
Primero muerta, me abriría las venas de mis muñecas antes que acostarme con él, negué suavemente, mientras acomodaba mis cabellos hacia atrás y le dedique una leve sonrisa — Sera otro día, Rigoberto — fue lo único que dije antes de dejar ese lugar. Ahora estaba vagando entre callejones fríos y oscuros, sintiendo como perdía la poca conciencia que tenia. Mis padres llegarían a morir se enterara, mi hermana gemela… ¿Qué haría ella? me preguntaba, aunque estuviéramos unida de una forma más profunda que los otros hermanos, no estaba segura de su reacción.
Que ironice era que cuidara lo único que me quedaba. ¿Por qué no simplemente terminaba de mancharme? Me daban ganas de volver a aceptar su oferta, pero mi orgullo me detenía y me hacia seguir caminando por las oscuras calles que ocultaban más de una historia que era mejor no descubrir jamás. Que desastrosa era la vida, siempre pensé que podría salir rápido y sin medir las consecuencias de mis actos, pero ya comenzaba a sentir la realidad de este asunto.
Tal vez ya no había salida para mí.
April V. Gilmerië- Humano Clase Alta
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Re: Toxicomanie || Privado
por Svetlana Metanova Mar Jul 15, 2014 2:40 am
"Los hombres aman sus vicios y al mismo tiempo los odian."
Séneca
Séneca
Los vicios, lo prohibido, lo amoral, lo oscuro, lo oculto, lo bajo, lo sucio. Svetlana tenía cierta fascinación por esas facetas de los seres humanos. Le divertía ver sus ojos desorbitados, sus pieles sudorosas, sus manos temblorosas, su andar sin rumbo, sus bocas a medio abrir, con algunos hilos de saliva emanando de sus comisuras y humedeciendo sus mentones. Algunos vestían ropas elegantes, otros, trapos raídos, ninguno tenía condición social. Los pecados los volvían una sola masa homogénea de bajeza, su olor rancio era inconfundible, y a leguas se olfateaba la podredumbre de sus almas. Estaban perdidos, aún mucho más que ella. Al menos, la vampiresa, tenía control sobre sus actos, difícilmente perdiera los estribos, y su veta manipuladora le prohibía dejarse llevar por algo que no fuera propio de su cuerpo o de su mente. Le causaba repulsión la idea de dejarse dominar por un agente externo, fuera del tipo que fuera. Pero eso no quitaba que no se esmerara en estudiarlos, en jugar con ellos, en cobijarlos bajo sus alas, y darles lo que ellos deseaban, a cambio de una dosis de lo que a Svetlana tanto les gustaba. ¿Su sangre? No, eso podía obtenerlo hasta de un gato callejero. Ella quería sus almas, quería hacerlas suyas, poseerlas, moldearlas y luego, finalmente, destrozarlas. No había nada más satisfactorio que tener en sus manos las emociones de los seres humanos y luego apretar, apretar y apretar, hasta que de pronto, desaparecían.
Hacía días que se había encantado con una muchachita que visitaba aquellos callejones en busca del efímero placer de los tóxicos. Su nombre era April, tenía aquel gesto inocente en el rostro, una mente desesperada e inquieta, y era humana, maravillosamente humana, como a ella le gustaban sus presas. Estaba tan delgada, tan pálida y tan angustiada, que la vampiresa estuvo, decenas de veces, tentada de invitarla a vivir con ella, de tenerla a su merced cada vez que despertase, de que dejase de sufrir aquel abandono de su persona para servir a la suya. Pero claro, perdía la gracia si April se volvía sana y cuerda, ¿qué sentido tenía divertirse con ella si no estaba atormentada? Era, justamente, ese tormento lo que la volvía tan deliciosa, y al mismo tiempo, que se las ingeniara para conservar su inocencia la hacía aún una pieza más valiosa, una pieza más para su colección de baluartes.
La vampiresa se había cubierto con una capa de color azul petróleo, con capucha, para recorrer aquellos sitios abandonados de los ojos de Dios. Vio a su objetivo salir del cuartucho de uno de los vendedores de opio, y al notar su insatisfacción, no pudo más que sonreír. Apretó en su mano la bolsita que contenía lo que la bella April tanto anhelaba. Se acercó a ella con sigilo, y la interceptó al lado de una pareja que copulaba contra una pared. Se descubrió la cabeza, dejando ver sus cabellos cobrizos iluminados por la luna llena. En nada le molestaban los jadeos de los amantes, que no se detuvieron a pesar de la presencia extraña.
—Buenas noches, April —saludó con cortesía y mostrando su más amable sonrisa. —No te asustes, no te haré daño —la tranquilizó. —Sé que Rigoberto no está siendo muy amable contigo… —hizo una mueca de lo más parecido a la decepción— por eso me atreví a molestarte, porque tengo algo que te puede llegar a gustar —se desanudó la capa y extendió su mano para mostrarle lo que llevaba. — ¿Lo quieres? No es mucho lo que debes hacer para conseguirlo, no soy tan costosa como tu amigo —le guiñó un ojo, con complicidad, y luego quitó la tentación de la vista. <<Vamos, April, ven conmigo>>.
Hacía días que se había encantado con una muchachita que visitaba aquellos callejones en busca del efímero placer de los tóxicos. Su nombre era April, tenía aquel gesto inocente en el rostro, una mente desesperada e inquieta, y era humana, maravillosamente humana, como a ella le gustaban sus presas. Estaba tan delgada, tan pálida y tan angustiada, que la vampiresa estuvo, decenas de veces, tentada de invitarla a vivir con ella, de tenerla a su merced cada vez que despertase, de que dejase de sufrir aquel abandono de su persona para servir a la suya. Pero claro, perdía la gracia si April se volvía sana y cuerda, ¿qué sentido tenía divertirse con ella si no estaba atormentada? Era, justamente, ese tormento lo que la volvía tan deliciosa, y al mismo tiempo, que se las ingeniara para conservar su inocencia la hacía aún una pieza más valiosa, una pieza más para su colección de baluartes.
La vampiresa se había cubierto con una capa de color azul petróleo, con capucha, para recorrer aquellos sitios abandonados de los ojos de Dios. Vio a su objetivo salir del cuartucho de uno de los vendedores de opio, y al notar su insatisfacción, no pudo más que sonreír. Apretó en su mano la bolsita que contenía lo que la bella April tanto anhelaba. Se acercó a ella con sigilo, y la interceptó al lado de una pareja que copulaba contra una pared. Se descubrió la cabeza, dejando ver sus cabellos cobrizos iluminados por la luna llena. En nada le molestaban los jadeos de los amantes, que no se detuvieron a pesar de la presencia extraña.
—Buenas noches, April —saludó con cortesía y mostrando su más amable sonrisa. —No te asustes, no te haré daño —la tranquilizó. —Sé que Rigoberto no está siendo muy amable contigo… —hizo una mueca de lo más parecido a la decepción— por eso me atreví a molestarte, porque tengo algo que te puede llegar a gustar —se desanudó la capa y extendió su mano para mostrarle lo que llevaba. — ¿Lo quieres? No es mucho lo que debes hacer para conseguirlo, no soy tan costosa como tu amigo —le guiñó un ojo, con complicidad, y luego quitó la tentación de la vista. <<Vamos, April, ven conmigo>>.
"Vuestra aprehensión convierte en verdaderas las ilusiones, que al deseo incitan, y el ánimo seducen placenteras."
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Re: Toxicomanie || Privado
por April V. Gilmerië Jue Jul 17, 2014 2:03 pm
“El verdadero precio de todo, lo que todo realmente le cuesta al hombre que quiere adquirirlo, es el esfuerzo y la complicación de adquirirlo.”
—Adam Smith
—Adam Smith
Era una niña jugando a ser grande después de todo, siempre me había caracterizado por querer crecer rápido, alejarme del entorno que me había criado y ser independiente, pero nunca con las responsabilidades que aquello implicaba. Crecer en esa época significaba tener un hogar, con un esposo y una familia nunca lo había sido mi principal sueño, pero esa si eran las costumbres de mi familia. Se daban en matrimonio a las jovencitas a los mejores prospectos, mientras que a los caballeros se les seleccionaba una lista de jovencitas a las que podía optar por esposar, esa era un tiempo muy rígido para mi gusto, lo odiaba completamente. Deseaba ser como el viento, que sin importar nada podía esquivar cualquier obstáculo que se le pusiera, pero después de todo, la educación que había recibido desde pequeña había marcado a la April de la actualidad, que buscaba negociar en un mundo oscuro con rosas en vez del oro brillante que podría abrirle las puertas del mundo entero.
Escuchaba los jadeos ardiente de una pareja que buscaba saciar sus deseos de forma rápida y placentera, tal vez el hombre sería el único que disfrutaría realmente en aquel acto, mientras la mujer simplemente fingiría uno que otro orgasmo para adular la cogida que le habían dado. Trate de volverme una sombra oscura y pasar por su lado sin interrumpir su acto sexual, ellos tampoco parecieron estar muy interesados en verme, estaban demasiado ocupados levantando los metros de tela que la jovencita tenia. —¿…? — mi cuerpo se tenso, no había escuchado los pasos de aquella mujer, evite dar un salto hacia atrás, pero podía verse que en mi rostro me había dado una buena sorpresa — ¿Qué es lo que desea? — pregunte algo cortante malhumorada por haberme sentido sorprendida de tal manera. Bufe suavemente, no tenía ganas de sociabilizar iba a darme media vuelta y seguir mi camino cuando todo mi cuerpo pareció convertirse en piedra al escuchar el nombre de mi proveedor.
Y vi allí la sustancia envuelta en una fina bolsita, mis ojos brillaron y mi boca pareció secarse, ya mi cuerpo parecía haber reaccionado a él con solamente verla en su mano, quería sujetarla, arrebatársela, pero nada era gratis. Fruncí el ceño, tratando de tener cierta fuerza de voluntad — ¿Qué me costara?— pregunte algo dudosa de hacerlo. Algunas personas tenían precios muy altos, que para otras seria una simplicidad.
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Re: Toxicomanie || Privado
por Svetlana Metanova Dom Ene 04, 2015 1:54 am
Tan pequeña, tan joven, tan frágil… April resultaba una presa fácil, y habría sido poco divertida, de no haber estado tan al límite de la locura. Svetlana, deliberadamente, movió el envoltorio, sintiendo crecer en la muchacha la ansiedad y la necesidad. Era realmente maravilloso el patético espectáculo que daba, sin embargo, a la vampiresa le resultaba de lo más atractivo; la excitaba la forma en que el cuerpo de la chica temblaba ante la posibilidad de aliviar aquellos deseos irreverentes que la encaminaban hacia las turbulentas aguas en las que se sumergía cada día más. April tenía algo especial, algo que la incitaba a fijarse en ella, pues la pelirroja, a la hora de la recreación, era estricta con sus elecciones. No cualquiera llamaba su atención, no cualquiera se volvía distinto a sus ojos; no todos eran dignos de ser cazados con paciencia y con frialdad. Los simples humanos solían ser bastante aburridos, eran tan sencillos de atraer, le demandaban tan poco esfuerzo…sus cuerpos eran tan débiles, sus cuellos se quebraban con facilidad, la vida se les extinguía tan rápidamente, que podía disfrutarlos muy poco. Pero, cuando encontraba un humano desesperado, con el alma ennegrecida, podía hacer la excepción de gastar su valioso tiempo en conquistarlos, en envolverlos y, finalmente, dar el zarpazo.
—Debes venir conmigo, si quieres saberlo. Aquí pueden vernos y, seguramente, un curioso se acercará a molestarnos. Y no deseamos ser molestadas, April, ¿no te parece? —se atrevió a acercarse, a pesar de la desconfianza que sentía la muchacha. Extendió su mano y le acarició la mejilla derecha. —Eres una muchacha bella, sé que quieres esto, y no es mucho lo que debes hacer para conseguirlo. Pero debes acompañarme, prometo que no te haré daño —su voz se dulcificó hasta tal punto de rozar lo maternal. Claro, Svetlana era una actriz innata. En ocasiones como aquella, cuando daba una muestra magistral de su talento para fingir, se preguntaba por qué no se dedicaba a la actuación y dejaba de lado su vida sin responsabilidades. Pero terminaba cayendo en la cuenta que la monotonía de emprender un compromiso, sólo podría provocar que dejara de regocijarse con aquel don, y era lo último que deseaba. Sin embargo, la vampiresa, no era una mujer de grandes y profundos pensamientos, la filosofía y los planes no estaban entre sus intereses, y se dedicaba a la momentánea satisfacción que le brindaba cada noche.
— ¿Por qué no confías en mi? Sólo quiero ayudarte. Ambas estamos en esto, ¿por qué negarnos un poco de diversión? —la tomó de las manos y las apretó. — ¿Me acompañarás? —giró sobre sus talones y dio unos cuantos pasos, hasta que llegó a un callejón vacío y se perdió en él. No tenía dudas de que April la seguiría, de que iría en busca del alivio que sólo ella podía proporcionarle.
—Debes venir conmigo, si quieres saberlo. Aquí pueden vernos y, seguramente, un curioso se acercará a molestarnos. Y no deseamos ser molestadas, April, ¿no te parece? —se atrevió a acercarse, a pesar de la desconfianza que sentía la muchacha. Extendió su mano y le acarició la mejilla derecha. —Eres una muchacha bella, sé que quieres esto, y no es mucho lo que debes hacer para conseguirlo. Pero debes acompañarme, prometo que no te haré daño —su voz se dulcificó hasta tal punto de rozar lo maternal. Claro, Svetlana era una actriz innata. En ocasiones como aquella, cuando daba una muestra magistral de su talento para fingir, se preguntaba por qué no se dedicaba a la actuación y dejaba de lado su vida sin responsabilidades. Pero terminaba cayendo en la cuenta que la monotonía de emprender un compromiso, sólo podría provocar que dejara de regocijarse con aquel don, y era lo último que deseaba. Sin embargo, la vampiresa, no era una mujer de grandes y profundos pensamientos, la filosofía y los planes no estaban entre sus intereses, y se dedicaba a la momentánea satisfacción que le brindaba cada noche.
— ¿Por qué no confías en mi? Sólo quiero ayudarte. Ambas estamos en esto, ¿por qué negarnos un poco de diversión? —la tomó de las manos y las apretó. — ¿Me acompañarás? —giró sobre sus talones y dio unos cuantos pasos, hasta que llegó a un callejón vacío y se perdió en él. No tenía dudas de que April la seguiría, de que iría en busca del alivio que sólo ella podía proporcionarle.
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Re: Toxicomanie || Privado
por April V. Gilmerië Mar Ene 27, 2015 9:00 pm
“¿Podrías decirme, por favor, qué camino debo seguir para salir de aquí? -Esto depende en gran parte del sitio al que quieras llegar, dijo el Gato. No me importa mucho el sitio, respondió Alicia. Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes, le contestó el Gato.”
—Lewis Carroll
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¡Una tortura completa! El jugar a tener fuerza de voluntad, era totalmente agotador. Tal vez si me hubiese llegado a mirar a un espejo, vería el reflejo de una persona desesperada, con ojos hundidos y deseosos de lo que no podía alcanzar con sus manos. ¿Era esta la misma sensación que tiene una persona hambrienta que un banquete del cual no podía comer? La mujer provocaba en mí una pizca de desconfianza, era como si la protección natural de mi cuerpo quisiera funcionar, pero como siempre yo se lo prohibía. Cada neurona de mi cerebro parecía que comenzaba a explotar por culpa de la excitación. ¡Qué desastre de mujer! Todo eso lo provocaba el simple hecho de pensar que pronto podría llegar a tener en mis temblorosas manos el elixir que posiblemente me mantenía viva y casi cuerda. Bufe como si fuera una infante llena de azúcar en su sangre. Mis cabellos rojos habían estado jugando en mi rostro, dejándole un aire demacrado. Parecía ser la mejor máquina del tiempo para aumentar mi edad. Tuve que extender mis manos, para apartarlo, mientras asentía enérgicamente. Ella tenía razón, no deseábamos ser molestadas por algún inoportuno —S-si — tartamudee. Algunas puntas habían llegado a mi boca y yo trataba de retirarlas con la más rapidez posible.
Mi aspecto había cambiado. Ya no era la joven de clase alta bien vestida que mis padres se habían esforzado en formar. Tenía un aspecto más desesperado y triste. Mi porte era de aldeana, la cual poseía cierto mal que me quitaba la juventud de mi cuerpo, como si se tratara de algún tipo de malévolo hechizo. Aun así, yo era joven ¿Hermosa? Quizás también; pero con mi porte actual, no lograba brillar mis cualidades físicas. Mis cabellos, que se escapaban y parecían tener libre albedrio, parecían muy espesos. Ella me calificaba como bella, lo que hacía indudablemente, que mi autoestima se levantara del suelo en donde estaba. Deje que se acercara a mí y tocada mis pálidas mejillas.
Y su toque fue como si otro fuerte hechizo atacara mi cuerpo. Quede encantada con su extraña textura de piel y su voz parecía sacada de los mismos ángeles. ¿Acaso era ella algún tipo de arcángel divino? Logro hacerme reír, mis dientes blancos se asomaron. Esto le dio a mi rostro pálido cierto brillo, que se detuvo, cuando mis labios volvieron a formar una pequeña figurita en el cual temblaba el labio inferior. De resto mi rostro estaba pálido, tenía un aire casi enfermizo y mis ojos habían perdido aquel brillo de la inocencia divina.
Nuevamente pude sentir aquella extraña piel rozar con la mía. Sus manos apretaban a las mías, que se veían más pequeñas y todas temblorosas. Quede hipnotizada nuevamente, mi cuerpo se estremeció. Le dedique una mirada al cuerpo de la mujer, que parecía ser abrazada por las sombras del callejón. Pronto entendí que se estaba alejando, con mi deseado tesoro junto con ella. Una gran desesperación se apodero de mí y sin pensarlo di un pequeño salto para correr detrás de ella.
Busque sus pasos entre el callejón — Oye… No me dejes — dije un poco exaltada. Caminaba apresurada, rogando que sus pies aun estuvieran cerca — Te acompañare, lo prometo, a donde usted quiera ir — rogué con desesperación, encontrándome rodeada de sombras y oscuridad… adiós a mi voluntad, me despedía de ella, aunque debía ser justa. Nunca la había tenido presente.
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Re: Toxicomanie || Privado
por Svetlana Metanova Mar Mayo 12, 2015 2:37 pm
La flaqueza de la joven la enterneció, teniendo en cuenta que el concepto de ternura de Svetlana distaba mucho de lo que comúnmente se entiende. Se detuvo cuando la joven le rogó y giró sobre sus pasos con una amplia sonrisa dibujada en su hermoso rostro. Se acercó a la muchacha y le acarició la frente con el pulgar, luego una mejilla y finalmente se detuvo en sus labios. Estuvo tentada de mordisquearlos, pero se contuvo y, por el contrario, la tomó de la mano y la guió hacia una pilas de cajones de madera que se distinguían escasamente entre la penumbra. En silencio, la ayudó a sentarse. Sabía que la joven moría de deseos de pedirle lo que ella tenía, y que estaba aterrada. El corazón de April latía tan rápido que era una invitación a darle fin a su agonía. Pero la espera podía llegar a ser placentera, por lo que se deleitó mirándole las facciones. Aunque enflaquecida, no dejaba aquel aire inocente que ella deseaba arrebatar de su cuerpo y de su alma.
—Aquí tienes. He cumplido mi promesa… —sacó la pequeña bolsa que contenía el elixir que saciaría a la muchacha. —Sólo voy a pedirte que te quedes aquí, donde yo pueda cuidarte de los rufianes que quieren lo mismo que tu —colocó la bolsita entre las manos de la muchacha. —Confía en mí, April, sólo quiero que obtengas lo que anhelas sin caer en los enredos de estos tipos que quieren dañarte y verte destrozada. Sé lo que pretenden de ti —le acarició suavemente la parte externa de los dedos, y la soltó con lentitud. —No todos somos como ellos —señaló con el mentón en dirección hacia la calle—, no todos queremos la ruina de los otros; ¡algunos queremos ayudar! —exclamó con drama. —No me gusta que me mires con desconfianza, no voy a pedirte nada a cambio de esto —la ternura volvió a su sonrisa. Por supuesto que no le pediría nada a cambio, lo que quisiera, lo tomaría y punto, no había demasiadas vueltas en el asunto.
Se sentó detrás de ella, le acomodó el cabello a un costado y esperó su reacción. Le parecía hermoso tener a April cerca después de haberla seguido durante semanas enteras. La había estudiado con detenimiento y había esperado el momento seguro de total desesperación para acercársele; no porque fuera más fácil, sino porque era más divertido. Algunas de sus presas tenían una voluntad férrea, que le encantaba quebrar; otras, eran tan endebles que ansiaba proteger, ganarse su confianza y luego asestar el golpe de gracia. La joven estaba en éste segundo grupo, y la vampiresa debía admitir que estaba deleitándose con el aroma de su piel, con los sonidos que emanaba su cuerpo, con su figura juvenil, con su temperamento sumiso y con la canción que tocaba su sangre cuando recorría palmo a palmo la ruta de trazaban sus venas. Desde las afueras del callejón llegaba el sonido de las voces de los pérfidos y pródigos, que arribaban a aquellos lares en busca del alivio. Si no hubiera estado tan bien acompañada, y si no hubiera esperado tanto por aquel momento, Svetlana, seguramente, habría ido en busca de un joven guapo con el cual divertirse y del cual beber. Pero tenía mejores planes. Nuevamente, volvió a acariciar suavemente el cabello de April; le era difícil resistirse a rozarla.
—Aquí tienes. He cumplido mi promesa… —sacó la pequeña bolsa que contenía el elixir que saciaría a la muchacha. —Sólo voy a pedirte que te quedes aquí, donde yo pueda cuidarte de los rufianes que quieren lo mismo que tu —colocó la bolsita entre las manos de la muchacha. —Confía en mí, April, sólo quiero que obtengas lo que anhelas sin caer en los enredos de estos tipos que quieren dañarte y verte destrozada. Sé lo que pretenden de ti —le acarició suavemente la parte externa de los dedos, y la soltó con lentitud. —No todos somos como ellos —señaló con el mentón en dirección hacia la calle—, no todos queremos la ruina de los otros; ¡algunos queremos ayudar! —exclamó con drama. —No me gusta que me mires con desconfianza, no voy a pedirte nada a cambio de esto —la ternura volvió a su sonrisa. Por supuesto que no le pediría nada a cambio, lo que quisiera, lo tomaría y punto, no había demasiadas vueltas en el asunto.
Se sentó detrás de ella, le acomodó el cabello a un costado y esperó su reacción. Le parecía hermoso tener a April cerca después de haberla seguido durante semanas enteras. La había estudiado con detenimiento y había esperado el momento seguro de total desesperación para acercársele; no porque fuera más fácil, sino porque era más divertido. Algunas de sus presas tenían una voluntad férrea, que le encantaba quebrar; otras, eran tan endebles que ansiaba proteger, ganarse su confianza y luego asestar el golpe de gracia. La joven estaba en éste segundo grupo, y la vampiresa debía admitir que estaba deleitándose con el aroma de su piel, con los sonidos que emanaba su cuerpo, con su figura juvenil, con su temperamento sumiso y con la canción que tocaba su sangre cuando recorría palmo a palmo la ruta de trazaban sus venas. Desde las afueras del callejón llegaba el sonido de las voces de los pérfidos y pródigos, que arribaban a aquellos lares en busca del alivio. Si no hubiera estado tan bien acompañada, y si no hubiera esperado tanto por aquel momento, Svetlana, seguramente, habría ido en busca de un joven guapo con el cual divertirse y del cual beber. Pero tenía mejores planes. Nuevamente, volvió a acariciar suavemente el cabello de April; le era difícil resistirse a rozarla.
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Re: Toxicomanie || Privado
por April V. Gilmerië Lun Jul 06, 2015 10:01 pm
Aquella mujer se había convertido en una diosa para mí. ¿Qué eran los dioses? Seres más allá de nuestra comprensión, a quien imaginábamos como un personaje divino, con poderes indescriptibles, que nos podía ayudar en todos nuestros problemas, todo a cambio por el hecho de adorarlos y rendirle culto. ¿Cómo podía evitar pensar en ella como un ser supremo? Si yo estando allí, entre las oscuras garras de la oscuridad, que desgarraban mi alma y esperanza. Yo ya no podía distinguir entre el bien y el mal, para mi eran dos formas iguales, solo que eran dos direcciones diferentes que podrían llevarte al mismo lugar, realmente no importaba cual camino tomara.
Escuche uno o dos pasos en la oscuridad, acercándose cada vez más a mí, hasta que se detuvo en la oscuridad. Con la poca visibilidad que tenía pude ver su rostro, seguidamente de la pequeña caricia en mi frente, que fue recorriendo hacia mi mejilla hasta que su camino finalizo en mis labios. Sentir su tacto me estremeció, quise morderme un poco los labios, pues había quedada la sensación de sus dedos, aun así luego de que estos se separaran de ellos. Me aferre a su mano cuando tomo la mía. Ella era mi guía y mi diosa, que me ofrecía lo que yo deseaba sin ningún precio aparente, aun sentía cierto escepticismo, pero mi cuerpo se movía solo iba a donde ella me lo ordenada.
— ¿Lo tienes? — Di un paso hacia adelante aunque quisiera retroceder un poco, mire como niña entusiasmada en noche de navidad — ¿Me estas pidiendo solo eso? — abrí mis ojos en par en par en todo lo que podía, parecía que se me iban a salir, miradora incrédulamente. Puse mis dos manos juntas para que ella pusiera la pequeña bolsita con el cielo escondido entre aquellas pequeñas paredes de tela.
— Lo si-siento-to — tartamudee con un poco de emoción en su voz. — No quise hacerla sentir mal, pero como usted dice están difícil saber quien quiere ayudarte y quien quiere hundirte — relamí mis labios, estaban secos, deseosos, angustiados. Son la yema de mis dedos toque aquella pequeña bolsita y encero rápidamente, formado un puño pequeño y pálido, que temblaba por la ansiedad. ¡Lo tenía allí! Lo que deseaba más que nada lo había obtenido gracias a ellas. Mire alrededor — ¿Aquí? ¿Debo hacerlo aquí? ¿No tiene un lugar más… íntimo? — pregunte como niña caprichosa de deseaba aun más de lo que habían otorgado. Estaba en degradado, era equivale a un pedazo de mármol que está siendo deteriorado por Miguel Ángel, un pedazo de tela que está siendo manchado por Rafael, a una hoja de papel que está siendo emborronada por Shakespere o al silencio que está siendo interrumpido por Bach.
Escuche uno o dos pasos en la oscuridad, acercándose cada vez más a mí, hasta que se detuvo en la oscuridad. Con la poca visibilidad que tenía pude ver su rostro, seguidamente de la pequeña caricia en mi frente, que fue recorriendo hacia mi mejilla hasta que su camino finalizo en mis labios. Sentir su tacto me estremeció, quise morderme un poco los labios, pues había quedada la sensación de sus dedos, aun así luego de que estos se separaran de ellos. Me aferre a su mano cuando tomo la mía. Ella era mi guía y mi diosa, que me ofrecía lo que yo deseaba sin ningún precio aparente, aun sentía cierto escepticismo, pero mi cuerpo se movía solo iba a donde ella me lo ordenada.
— ¿Lo tienes? — Di un paso hacia adelante aunque quisiera retroceder un poco, mire como niña entusiasmada en noche de navidad — ¿Me estas pidiendo solo eso? — abrí mis ojos en par en par en todo lo que podía, parecía que se me iban a salir, miradora incrédulamente. Puse mis dos manos juntas para que ella pusiera la pequeña bolsita con el cielo escondido entre aquellas pequeñas paredes de tela.
— Lo si-siento-to — tartamudee con un poco de emoción en su voz. — No quise hacerla sentir mal, pero como usted dice están difícil saber quien quiere ayudarte y quien quiere hundirte — relamí mis labios, estaban secos, deseosos, angustiados. Son la yema de mis dedos toque aquella pequeña bolsita y encero rápidamente, formado un puño pequeño y pálido, que temblaba por la ansiedad. ¡Lo tenía allí! Lo que deseaba más que nada lo había obtenido gracias a ellas. Mire alrededor — ¿Aquí? ¿Debo hacerlo aquí? ¿No tiene un lugar más… íntimo? — pregunte como niña caprichosa de deseaba aun más de lo que habían otorgado. Estaba en degradado, era equivale a un pedazo de mármol que está siendo deteriorado por Miguel Ángel, un pedazo de tela que está siendo manchado por Rafael, a una hoja de papel que está siendo emborronada por Shakespere o al silencio que está siendo interrumpido por Bach.
April V. Gilmerië- Humano Clase Alta
- Mensajes : 23
Fecha de inscripción : 24/03/2014
Re: Toxicomanie || Privado
por Svetlana Metanova Miér Ago 12, 2015 11:47 pm
April. Tan ingenua y dulce. Svetlana le sonrió de una manera tan maternal que hubiese hecho que las decenas de huérfanos parisinos la eligiesen como madre. Claro que tenía un lugar más íntimo, tenía todo para la muchacha. Le acomodó el cabello detrás de la oreja y asintió, sin quitar de su rostro la expresión de total armonía. La joven era tan frágil, sería tan fácil acabar con ella, torcerle el cuello y sentir cómo bajo sus dedos las vértebras se deshacían. Se le hizo agua la boca de imaginar a April suplicando por su vida, rogándole que acabase con ella y le ahorrase el sufrimiento que aún le quedaba por padecer. Pero si hubiera sido impulsiva, le habría sido imposible sobrevivir en la oscuridad. Había aprendido por sí sola todas las nimiedades de la noche, y tras grandes padecimientos, había logrado convertirse en una vampiresa digna de ser respetada, aunque no se desprendía de los vicios adquiridos en aquellos primeros años de inmortalidad. Nada la excitaba más que la caza.
—Por supuesto, April. Por supuesto que tengo un lugar un poco más íntimo. Me alegra que lo mencionaras, pues también me parece inapropiado un sitio como éste —accedió, antes de tomarla de las manos y apretarlas suavemente entre las suyas. Al medio había quedado la pequeña bolsita por la cual la muchacha se había terminado entregando a las garras del demonio. —Podemos tener algún inconveniente con otros hombres que busquen el regalo que te he dado, y no queremos nada de eso.
La guió en la oscuridad hacia una puerta que se encontraba escondida entre las paredes. Era difícil de detectar en ese horario, pero para la vampiresa no fue difícil. Le explicó que bajarían por unas escaleras algo empinadas, así que la sostuvo del brazo para que no tropezase. Mientras descendían, la temperatura bajaba, y le contó que allí había sido un depósito de traficantes de alcohol que habían sido apresados no hace mucho tiempo, dejando ese lugar completamente abandonado. Debido a que la entrada estaba escondida, aún no había sido utilizada por los vagabundos como un refugio, aunque no tardarían mucho en hacerlo.
—Y se hizo la luz —bromeó, como si se tratasen de dos amigas, cuando encendió una vela. A la luz tenue y cálida, el rostro de April parecía aún más hermoso. No había tenido la oportunidad de contemplarla tan de cerca, era una visión maravillosa. Podía leerse la desesperación. —Siéntate donde quieras, yo me serviré una copa de vino. Para nuestra suerte, los oficiales de policías olvidaron llevarse algunas de las cargas de los delincuentes. ¿Gustas beber tú también? —se dirigió hacia una caja que contenía algunas botellas del brebaje rojizo. Por el aroma que emanaba, Svetlana sabía que era un vino de mala calidad, aunque no era el momento de ponerse quisquillosa. Buscó por doquier un envase en el que volcar el contenido, y no encontró nada. —Al parecer, deberé abandonar mi feminidad —descorchó la botella y la empinó sobre su boca. El sabor era algo rancio, pero podía acostumbrarse. No sería la primera ni la última vez que consumiese algo así. — ¿Quieres? —le extendió la botella con un gesto de amabildad.
—Por supuesto, April. Por supuesto que tengo un lugar un poco más íntimo. Me alegra que lo mencionaras, pues también me parece inapropiado un sitio como éste —accedió, antes de tomarla de las manos y apretarlas suavemente entre las suyas. Al medio había quedado la pequeña bolsita por la cual la muchacha se había terminado entregando a las garras del demonio. —Podemos tener algún inconveniente con otros hombres que busquen el regalo que te he dado, y no queremos nada de eso.
La guió en la oscuridad hacia una puerta que se encontraba escondida entre las paredes. Era difícil de detectar en ese horario, pero para la vampiresa no fue difícil. Le explicó que bajarían por unas escaleras algo empinadas, así que la sostuvo del brazo para que no tropezase. Mientras descendían, la temperatura bajaba, y le contó que allí había sido un depósito de traficantes de alcohol que habían sido apresados no hace mucho tiempo, dejando ese lugar completamente abandonado. Debido a que la entrada estaba escondida, aún no había sido utilizada por los vagabundos como un refugio, aunque no tardarían mucho en hacerlo.
—Y se hizo la luz —bromeó, como si se tratasen de dos amigas, cuando encendió una vela. A la luz tenue y cálida, el rostro de April parecía aún más hermoso. No había tenido la oportunidad de contemplarla tan de cerca, era una visión maravillosa. Podía leerse la desesperación. —Siéntate donde quieras, yo me serviré una copa de vino. Para nuestra suerte, los oficiales de policías olvidaron llevarse algunas de las cargas de los delincuentes. ¿Gustas beber tú también? —se dirigió hacia una caja que contenía algunas botellas del brebaje rojizo. Por el aroma que emanaba, Svetlana sabía que era un vino de mala calidad, aunque no era el momento de ponerse quisquillosa. Buscó por doquier un envase en el que volcar el contenido, y no encontró nada. —Al parecer, deberé abandonar mi feminidad —descorchó la botella y la empinó sobre su boca. El sabor era algo rancio, pero podía acostumbrarse. No sería la primera ni la última vez que consumiese algo así. — ¿Quieres? —le extendió la botella con un gesto de amabildad.
"Vuestra aprehensión convierte en verdaderas las ilusiones, que al deseo incitan, y el ánimo seducen placenteras."
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Re: Toxicomanie || Privado
por April V. Gilmerië Mar Sep 22, 2015 8:15 pm
“Cuida los minutos, pues las horas ya cuidarán de sí mismas.”
— Felipe Stanhope de Chesterfield
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Se relamió los labios, trataba inútilmente de remojárselos. Buscaba mantenerlos hidratado para evitar que nacieran pequeñas depresiones agrietadas por el marchitamiento, que se producía en su interior. Su cuerpo se estremeció al sentir la sensación de las manos frías junto con las de ella, era como si la propia muerte la estuviera tocando. Pero April solo miraba aquellas manos perdidas en la oscuridad y alzaba de vez en cuando; de manera fugaz. Su mirada hacia el rostro de la mujer, para volver a bajarla hasta las manos. Una pequeña sonrisa se asomo en sus labios, mientras terminaba de asentir enérgicamente a todo lo que decía. ¿Entendía lo que decía? Posiblemente no, pero ella asienta, sin importar lo que dijera.
Se dejo guiar de su supuesto ángel guardián, camino junto a ella. Se esforzaba en no tropezar en esa oscuridad que la envolvía, su visión era poco avanzada para poder ver aprovechar la luz de la luna. Pero su acompañante se notaba toda una experta, se deslizaba con elegancia y astucia, ayudando a April a navegar también en ese mar incierto. La pelirroja escucho como una puerta se abría y como el brazo de la mujer la sujetaba firmemente para evitar una caída peligrosa. Escuchaba atentamente su explicación del lugar, mientras sus manos recorrían la sucia pared mientras bajaban; tal vez hacia el mismísimo infierno.
Se detuvo cuando sintió que había bajado el último escalón, miro de un lado a otro pero para darse cuenta que ni se podía mirar sus propias manos. Sintió un pequeño movimiento y el sonido de los pies de la mujer caminar por el espacio del cual no tenía mucho conocimiento de que tan grande o que tan pequeño era. Solo se encontraba en un espacio vacío, sintiendo el suelo en sus pies; el cual temía que podría desaparecer en cualquier momento. Pero su acompañante ayudo a dar la dimensión necesaria y la profundidad que necesitaba para no sentirse en un abismo sin fin…
La luz era importante para poder diferenciarla de la oscuridad. Cuando encendieron la pequeña y vieja vela de aquella desolada bodega, April pudo ver los detalles que la rodeaban y junto a ellos apareció nuevamente aquella mujer, que aparecía entre las sombras como si se tratara de la reina de estas mismas. April obedeció y miro hacia los lados buscando un lugar para sentarse, al final lo hizo en un viejo barril mientras veía como la mujer se movía en el lugar.
— No, Gracias… estoy… estoy bien — negó suavemente mientras sujetaba la pequeña bolsita entre sus manos. Miraba a la mujer tomar el vino que había encontrado unos momentos, la miraba tan detenidamente que podría decirse que por unos momentos se olvido lo que hacía allí y lo que tenia en sus manos inevitablemente de sus labios salieron una pregunta que la tenía en su cabeza — ¿Por qué yo? ¿Porque me ayuda a mí? ¿Quién es usted? — de sus labios salían una y otra pregunta que se formulaban al paso que pensaba un poco más.
April V. Gilmerië- Humano Clase Alta
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