Causa y azar | Ariadna Peyton |

por **Fletcher J. Maciel** Sáb Mayo 24, 2014 11:28 pm

Sé rica adentro, en vez de serlo afuera.
Devora tú a la Muerte y no la nutras,
pues si ella muere, no podrás morir.

Se comprendería en las adivinanzas del saber, que controlar la vida sobre el dorso y palma de una mano era la razón adecuada para mantener o socavar en sí, lo deseos de grandeza, de firmeza, marcar en los pasos del destino una vida lineal, sin sorpresas, predisponer los pasos a seguir mientras se mantiene controlado el sistema, sabiendo claro que los defectos podrían salir a flote como una red de secuelas, pero él confiaba en la búsqueda implacable conformada por los más lívidos deseos de su centro; Estaba todo contra un plano escrito, mantenía siempre en el bolsillo interno de su chaqueta el pequeño libro (Confundido siempre por una biblia) con los movimientos a mantener, su búsqueda rodeaba un rango de altas sociedad, culturas ya perdidas que se daban paso a realezas y chicas de alta sociedad; Ciertamente las que creía muy fáciles de manipular, eran jóvenes aspirantes a grandezas, nada más que eso y mucho menos tampoco, gustaba de conocerles, fingir entrar en su mundo para así poder sacar la información necesaria sin involucrarlas de todo en la historia.
Su indagación no se basaba en ellas, no pretendía dañarles o insertarlas en una vida de malos entendidos por sus enemigos guardianes tras sus pasos; Fielmente respetaba la vida humana como hubiese deseado que lo hicieran con la suya, pero estaba fuera de los pensamientos esa noche, al igual que otras noches, estaba completamente fuera de lugar pensar en aquello ahora.

Detuvo sus pasos frente al Palacio Royal, ¿Por qué los recuerdo venían a su mente justo aquella noche? Podría esperar en todas las tinieblas con calma fuera de ese atractivo lugar, pero las sombras tras sus pies daban zancadas para seguirle; Pues se digno a entrar, sus prendas estaban completamente de acuerdo con las normas de etiqueta, traje negro y zapatos relucientes marcando su andar; Con ambas manos en los bolsillos de su pantalón comenzó a lanzar miradas al azar, buscaba a esa chica, esa mujer que lograra codearse con los más grandes, con la monarquía, esa que le diera la facilidad en entrar a los grupos de soberanía para encontrar a su creadora; Y la encontró.
Fiel efigie humana de la belleza, sonrisa coloquial que dejaba a todos sin aliento, un andar refinado y comportamientos dignos de su clase social; Era ella a quien necesitaba.

Una furia candente recorrió su interior a cada paso, recordaba con claridad la escenas de como su creadora había hecho gusto y disgusto con su cuerpo, como había quitado hasta el último gramo de su alma para dar vida a un monstruo; Sus gestos habían endurecido y sus labios estaban fruncidos bajo la espesa serenidad que daba a relucir, aún no podía acercarse a esa mujer, estaba rodeada de personas que claramente notarían su repentina ausencia, por lo que detuvo su andar y se quedo a un par de metros, ahora estaba tras sus pasos, seguía sus movimientos y sacaba conclusiones de su andar; Presa fácil, se le veía sola, conversando siempre con algún desconocido que parecía ser gran amigo; Muy social, esa era su debilidad para establecer allí sus estrategia.
Rechazó un par de conversaciones triviales hasta que dio la noche, el lugar se vaciaba y ella buscaba su abrigo para salir; Era su momento, se acercó por su espalda y tomando con firmeza la longitud de su antebrazo la aferró a su cuerpo con descaro, chasqueo su lengua una milésima de segundos y espero a que ésta le viera a los ojos para comenzar a hablar - Lo lamento si tomo el atrevimiento de acercarme a usted de semejante forma -Mentira, no lo lamentaba- pero necesito un favor de su parte, y créame... que he estado toda la noche a su espera, por lo que insisto, en que su respuesta no puede ser otra que una afirmativa, porque no tendré compasión con usted, señorita - arrastró sus dichos con suma cordialidad, pareciera que relatase una poesía, en lugar de una firme amenaza.

Lo último que deseaba era un escándalo, por lo que bajo la mirada a su arma, a sabiendas que ella también lo haría -Quizás deberíamos ir a casa...- murmuró a medida que una falsa sonrisa se ensanchaba contra los propios labios del inquisidor.