Life is but a dream {Priv. - Louis}

por **Amadeo** Lun Jun 02, 2014 5:42 pm

Recuerdo del primer mensaje :

Había noches en que realmente se sentía cansado, no tenia la fuerza suficiente o no se sentía con la capacidad incluso de salir de su ataúd, quería encerrarse ahí, en la total oscuridad y perderse en el tiempo, reflexionar sobre toda su existencia y los actos cometidos en nombre de una falsa fe, quería justificar en cierta forma todo aquello, pues con echarle la culpa a su amado maestro, ya no era suficiente, era algo que no podía confirmar, algo que no podía seguir fingiendo, sabia perfectamente que la culpa de todo había sido suya, por no tener la fuerza o el valor, por que se refugio en brazos de alguien que solo se encargo de destruirle mas que de ayudarle.

Mantenía los ojos cerrados, las manos cruzadas sobre el pecho, en una posición en la que cualquier curioso que observara dentro del ataúd, le encontraría como un encantador cadáver. Inmóvil y pálido, con el rojo cabello esparcido por el negro satín.

Quería soñar en ese momento, sin embargo su mente ya estaba muy despierta, escuchaba a los vampiros arriba en el teatro alistándose para la primera función, las ratas correteando en busca de migajas, la ligera lluvia cayendo en la calle, las carrosas transitando por la avenida. Suspiro largamente, aun en silencio y abrió el ataúd, resignado a tener que observar el mundo tan gris en el que vivía. Se puso de pie, aliso sus ropas y acomodo los rizos en sus cabellos, tomo su capa y salió por su salida secreta, hacia la calle, caminando bajo la lluvia, en silencio, sin correr, sin interesarle cuanto pudiese mojar sus ropas, aun que con deseo de sentir la humedad, la lluvia remitió a los pocos minutos, dejando el ambiente impregnado de su aroma.
Sus pasos le guiaban a ningún lugar en especifico, su instinto a buscar una victima, aun que no tenia el verdadero deseo, caminaba entre las calles desoladas de la ciudad, donde solo borrachos y mendigos y las ratas andaban, pues ningún ciudadano coherente, andaría a esas horas y con ese clima en las calles.

De la nada y alumbrado a penas por las lámparas colgadas en las altas paredes, comenzó a tararear, un canto gregoriano que había escuchado la noche que habían matado todos sus sueños de infancia, cuando al oscuridad había clamado su alma veneciana.

Dies Irae:

por **Amadeo** Mar Sep 08, 2015 10:49 pm

En sus labios se formo una sonrisa, muy ligera. Recordar a Gabrielle vestida con aquellas ropas masculinas y el cabello rubio trenzado. Ella le causaba curiosidad una curiosidad distinta a la que le había producido cualquier otro vampiro, simplemente por que no podía evitar cuestionarse las razones de aquella... ¿mujer? No. Vampiro.

Un ser salvaje sin genero. Ella le parecía mas como un animal, alguien libre, no como él y los otros vampiros, atados a su propia naturaleza y su genero, a la apariencia, aun que tambien estaba el factor propio, sus propias creencias, él tampoco se consideraba parte del gremio, él, Armand, el vampiro, era algo más que solo la imagen que reflejaban los espejos, la imagen que proyectaba a otros humanos y vampiros.

Suspiro, sin moverse, solo contemplando en silencio a Louis, intentando descifrarlo. ¿Como se veía él? ¿Como imaginaba que otros lo veían?

-Ladrones, animales - respondió, saliendo de aquel trance -, pero mortales con un mínimo de sentido común y temor, no se acercan al lugar - informo, apretando las manos en los reposa brazos. Trago un poco de saliva y se enderezo aun mas en su poltrona.

-¿Como crees que te ven los demás, Louis? - pregunto, sin poder soportar no escucharlo, no quería meterse en su cabeza, no mas, era extraño, así que la pregunta directa era mejor para obtener aquella respuesta - ¿Que crees que ven los otros cuando te miran? Mortales e inmortales, ¿Que crees que vio en ti Lestat?

por **Louis De Pointe Du Lac** Mar Oct 20, 2015 8:31 pm

Ha, si, por supuesto, esa era la palabra clave. Ladrones. Hombres que, por sobre todo, buscaban la muerte. Pero conmigo era diferente, yo no tenía la fuerza para ofrecer mi abrazo mortal, yo n escogía. Nunca. Me gustaban los desconocidos. Cazar seguía siendo un acto rápido, me llenaba de los sentimientos que ellos profesaban en los segundos de su muerte y me marchaba antes de que aquello cobrara un sentido diferente o dejara una marca que no pudiera borrar. El fuego, en su ciclo eterno, proporcionaba un calor que me envolvía mientras continuara mirándolo, pero al desviar los ojos a él, dejaba de sentirlo y dejaba de importarme si lo sentía o no.

Animales. Aquella palabra me desconcentró, haciéndome recordar mis primeros años como inmortal en los que me auto negaba la sangre humana y soportaba los constantes desplantes coléricos de Lestat debido a ello. Pero no pensé que Armand hubiera pasado por ello. O que algún otro vampiro lo hubiera hecho. Fue un pensamiento acaso insidioso que se desvaneció con la voz de Armand. Me enderecé lentamente y, finalmente, me puse de pie, pero no había ningún sitio al que quisiera ir en ese momento. Me sentía fatigado, harto de este pesar, de pensar. ¿Qué hacíamos hablando de su seudo hogar? ¿De Lestat?

Rodeé el sillón, alejándome de la chimenea y de él. Pensaba en la pregunta que me había hecho. El lugar continuaba en penumbras, iluminado por la única fuente de luz activa en la habitación Observe el escritorio y el caballete con el lienzo, y la duda volvió, apareciendo en mi cabeza como un mapa que pinta sus líneas conforme se piensa. Espere allí, inmóvil, sin que ideas concretas se formaran en mi mente, espere durante largos minutos hasta que finalmente me di la vuelta y lo mire, sentado allí, reluciendo sus rojizos cabellos por las llamas; sus ojos refulgiendo como los de todos los vampiros.

— Eso no lo sé… — Comenté en voz baja, mirando al escritorio. — Me he preguntado que ven mis victimas cuando estoy a punto de matarlas, ¿Logran vislumbrar el monstruo detrás de mis pupilas? O ¿Mueren con el fantasma del placer que les obsequio antes de asesinarlos? — Me encogí de hombros brevemente y caminé, regresando hasta los dos sillones. Apoyé mi mando sobre el respaldo en donde estaba sentado antes y lo miré de frente. — Pienso que es mejor no preguntar. — Fruncí el ceño. El fantasma de Lestat de nuevo interrumpía mi noche. ¿Y Claudia? ¿Qué vería ella? Me detuve, sorprendido por aquel pensamiento. — ¿Qué es lo que ves tú, Armand? Yo no sé qué vio Lestat, y si en algún momento pregunté, nunca obtuve una buena respuesta. Sé que se equivocó conmigo, pero eso es todo.

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