A whole new life [Priv]

por **Goldie** Sáb Feb 21, 2015 8:34 pm

Estando siempre al borde del suicidio, Terpsichore o Marianne, (Como ahora se llamaba) encontró una solución a su vida. Había cambiado de nombre, pero todo aquello valió todo un cuento de hadas que enseguida desapareció. Podría decirse que ahora era alguien nueva, con un apellido y nombre completamente nuevo y ella estaba haciendo algo diferente y que posiblemente haría por el resto de su vida. Ahora era una nueva inquisidora aunque en prácticas aún. Se haría con el manejo de la situación con lo que podría demostrar que era de gran valía aparte de haber mostrado su cuerpo a personas que ofrecían dinero por placer.

Tenía que reconocer que no era aún nada experta en la materia pero sabía defenderse lo suficiente. No le gustaba admitir los errores que cometía continuamente pero tenía que hacerlo en sus prácticas. Su contacto más cercano, Cesare Borgia fue quien volvió a verla en una de sus “esporádicas” visitas. Le propuso una nueva vida con algunas condiciones que dicho hombre propuso y queriendo salir de la vida que llevaba desde que llego al burdel a los catorce años, dijo que sí.

¿Tan malo era querer cambiar de vida? Pensó que estaría equivocada en meterse en algo donde no tenía experiencia alguna, pero ¿Y el sentir ser dueña de una misma? ¿Y la sensación de tener cubierto tu cuerpo todo el día? Confesaba que tener un arma bajo el abrigo o dentro del bolso, le hacía sentir segura, aunque fuera en una salida tranquila al campo. Había tantos libros por devorar que llegó con un conocimiento intermedio de la vida y de conocimientos sobre escritura y buenos modales. Lo que ella había aprendido en sus visitas a la corte eran solo teatro y lo que aprendería de ahora en adelante, sería un juego completamente diferente. Más peligroso, más ambicioso e igual de competitivo.

-¿Hemos llegado ya? –Pregunto con impaciencia una bella mujer de hebras doradas y ojos cristalinos como el mar – Es….¡ES HERMOSO! –Era inmensa la arquitectura que representaba el vaticano. Estaba asombrada y esperando a solas en el interior del carruaje hasta que por fin le abrieron la puerta. Estaba a punto de empezar una nueva historia para ella.

Una emocionante historia.

-Por aquí –Dijo un monaguillo hecho un pincel y que señalaba el camino hacia el interior de aquel gran edificio, monumento para los ojos.

por **Cesare Borgia** Sáb Mar 28, 2015 3:18 pm

Jehová dijo a Moisés: Anda, sube de aquí, tú y el pueblo que sacaste de la tierra de Egipto, a la tierra de la cual juré a Abraham, Isaac y Jacob, diciendo: A tu descendencia la daré;
y yo enviaré delante de ti el ángel, y echaré fuera al cananeo y al amorreo, al heteo, al ferezeo, al heveo y al jebuseo
(a la tierra que fluye leche y miel); pero yo no subiré en medio de ti, porque eres pueblo de dura cerviz, no sea que te consuma en el camino.
Exodo 33.1 – 3

Mañana esplendida con el canto de los ángeles que resuenan en todo el vaticano despertando a sus eminencias y excelencias a presentarse muy temprano al templo sagrado de Nuestro Señor en las alturas y el trono de San Pedro su custodio en la tierra al que cada cardenal besa el anillo que representa su poder concedido por los arcángeles a cuidar el rebaño del señor.

Los pasillos elegantes con ventanales y sus guardias que vigilan como halcones a cada pastor de la santa madre iglesia, y entre aquellos pasillos aquel hombre de traje rojo con tintes purpuras va caminando rápido junto a un joven que le lleva en manos cartas y sobre sellados y a medio abrir, su ceño se frunce cuando entre sus manos toma una nota pero no la devuelve al joven si no que la arruga como si no quisiera que se enteraran de que se trata aquel comunicado. Vuelve a su oficina cardenal encerrándose en ella enfurruñado por todos los acontecimientos con sus inquisidores, al menos los que él había reclutado como tal. Sus misiones habían fallado y avanzaba el trato en Francia.

–Busquen al Señor Di Giovanni, AHORA– espeta a los monaguillos que le esperan fuera, tras aquellas grandes puertas, entra uno sin ver a su eminencia –El señor Di Giovanni ha caído en combate contra unos lobos su excelencia, pero ha quedado su esposa la Señora Di Giovanni, que también ha ingresado a las filas de la inquisición– asintiendo aquel hombre que daba la espalda a los serviciales eunucos les dio la orden de llamar a la mujer que con presteza se presentara ante él para una nueva misión.

Al cabo de cuatro días y tres noches apareció aquella mujer en el Vaticano que con órdenes de su excelencia la llevaron al salón principal a que espere por aquel que la había enviado a llamar sobre todo para aclarar las muertes de aquellos inquisidores y de su esposo mismo, pues en los documentos que había recibido al parecer alguien les había traicionada a aquel grupo y sorpresa que de todo el sequito había sobrevivido aquella mujer. Para Cesare era demasiadas coincidencias que debían ser esclarecidas a la brevedad posible. Apareció ante la mujer con su semblante serio –Y bien, que me tiene que informar señora Di Giovanni– se pronunció cuando las puertas se cerraron tras de él dejándolos solos en aquella oficina.

por **Goldie** Dom Abr 12, 2015 12:47 pm

Debería de poder estar hablando con fluidez pero estaba en silencio. No sabía que decir, aún era pronto para saber si poder enfrentarse con la verdad – Con que ligereza habláis. Un hombre que nos resulta común muere mientras estoy en el Vaticano ofreciendo informes a otros superiores y al terminar me encuentro el mensaje horrífico colgado de una soga – Las lágrimas que no salían, la congoja que se acentuaba impidiéndola hablar, no pudo aguantar más esa postura tan rígida que postraba frente al cardenal Borgia, sus manos cubrieron las lágrimas que salieron de su rostro para finalizar el llanto que aún se mantenía presente en sus pulmones lleno de un aire contaminado por la tristeza, su alma estaba completamente destrozada, no tendría a nadie con quien poder estar el resto de su vida ¿Esto es lo que quería la inquisición para el resto de las personas? ¿No les importaban en absoluto su personal?

– Soy inexperta en este campo de batalla, me pregunto si ¿a la santa inquisición le satisface o se enorgullece de la poca consideración que tiene con su personal? –Su labio se tensó en una línea horizontal que se posó sobre su rostro. Observando al cardenal se quedó, fue aquel quien le propuso el estar una noche con ella, retiro la mirada hacia un lado, sintiéndose ahora distante y obviamente arrepentida de esa noche. Se había acostumbrado a la vida de inquisidora, en el primer momento, supo que tendría que ser así su vida y aunque a veces resultase difícil, ella seguía adelante, desfogaba todo la mala energía que llevaba consigo y mataba dos pájaros de un tiro atrapando y liberando a la gente de Paris y del mundo entero de seres sobrenaturales que hasta entonces, no supo de su existencia.

Una última lágrima se limpió con el canto de la mano enguantada de cuero negro.

Se calmó en demasía intentando pensar fríamente en la noche que vio a su esposo y amado Giovanni colgado de una soga – Dígame, demuéstreme que se toman en serio a su personal –Miro con firmeza, el celeste de sus ojos por un momento habían perdido la dulzura acostumbrada – Sé que la inquisición sabe algo de quien fue o al menos de quien sospechan – Ahora se llamaba Marianne, pero antaño fue una prostituta en un burdel en el que disfrutaba bailar sobre barras de hierro o de acero. Escuchaba de todo tipo de historias viniendo de todo tipo de clientes. Dio varios pasos hacia delante con precaución de no ser una entrometida – Por favor, suplico que me deis alguna información….Por favor –Su voz tintineo al final de la súplica, aguantando aún más su posición erguida y rígida por el momento.

por **Cesare Borgia** Miér Abr 15, 2015 9:08 pm

Por eso, amados hermanos míos, todos ustedes deben estar dispuestos a oír, pero ser lentos para hablar y para enojarse, porque quien se enoja no promueve la justicia de Dios.
Santiago 1:19-20

Era eminente que su excelencia no estaba con el ánimo de tener una charla “satisfactoria” con la ahora viuda Di Giovanni, al contrario parecía que aquella plática desencadenaría en un explosión de rencores y epítetos merecidos que eran bastante desagradables para incluso ser pronunciado en voz alta, pero no podía ocultar el Cardenal la furia que sentía al saber que uno de sus mejores aliados había caído en batalla más cuando era un experto en lo que hacía, por lo que suponía era una traición de alguien cercano y que mejor sospecha que la única sobreviviente de aquella misión.

Los ojos se enturbiaron al ver la actuación de la mujer, él simplemente se alejó de ella dándole la espalda, alejando sus vestiduras del toque pecaminoso, silenció a la mujer alzando la mano para callarla, ella estaba insinuando cosas poco creíbles y sobre todo haciendo acusaciones a un superior, se acercó nuevamente para encararle y fue su dorso el que golpeo la mejilla de la mujer –Como te atreves a insultar a un superior, a un cardenal al que le debes tu puesto en la fila de la inquisición, como osas a hablarme de tu como si me conocieras o tuvieras algún lazo conmigo, mujer no seas atrevida y conoce tu lugar, baja la mirada porque estas frente a tu señor que es quien acepto el matrimonio de Di Giovanni contigo, una unión que nunca será bien vista por ser tú una prostituta de burdel, algunos de tus compañeros saben de tu pasado y siempre te seguirá, así que no me vengas a imponer tus súplicas porque quien hace aquí las preguntas e interrogantes soy yo, no tú– se alejó de ella furioso por la actitud de la mujer.

–Veo que Di Giovanni no te enseñó para nada lo que es el respeto a los superiores quizás por es lo vendiste a los enemigos o no te gustaba como te estaba enseñando las reglas de la inquisición sobre todo las mías y por ello decidiste matarlo mejor, ¿Cuánto te pagaron ellos? ¿Te hicieron gozar como la puta que eres?, DIME, porque vendiste a tu esposo– ahora su excelencia estaba siendo directo con la mujer sin miramientos ni cortesías –Me pides que te diga de quien sospecha y que según tus palabras venenosas no tomamos enserio a nuestro personal, verdad, se ve que sigues siendo una prostituta que solo sabe de sexo y placer, Di Giovanni nunca debió intentar darte una oportunidad mira en que terminó él. GUARDIAS– llamó a los hombres que en segundos entraron tomando a la mujer de los brazos resguardándola con fuerza, misma con la que Cesare los había llamado –Llevadla a las mazmorras que una de las inquisidoras la castigue hasta que esta impía suelta la lengua y confiese de lo que se la ha acusado– se da la vuelta para tomar su asiento –Luego me la traen para que confiese, recuerden que es la viuda de Di Giovanni, conocida ahora como Marianne Di Giovanni pero antes fue conocida como Terpsichore– la risa de los soldados mientras se la llevan al las celdas que bajo la Santa madre iglesia aguardan a los infieles con torturas y castigos propios de la inquisición. Una mujer de cabellos rojizos entra sacudiendo un látigo de siete cuerdas trenzadas y en sus puntas pequeñas agujas incrustadas.

Ahora la mujer conocería la ofensa de sus palabras hacia su eminencia, Cardenal Borgia.

por **Goldie** Mar Mayo 12, 2015 5:56 pm

Sin embargo ahora ella no podía hacer nada.

Estaba siendo llevada a las mazmorras porque la acusaban sin ni siquiera dejarla hablar nada, ni siquiera poder explicar en su defensa. Cuando llegaron a las mazmorras, se encontró con Agnés, que sujetaba una de sus armas entre sus manos pero no veía señal de su mítica espada látigo encantada. Había oído hablar de aquella magia que vivía en la espada, no quería nunca preguntar porque era así.

-¿Qué hace la rubia aquí? –Pregunto con una melodiosa voz, observando a Marianne de lado y dando vueltas alrededor de la misma en donde Marianne sintió que su columna vertebral se estremeció por aquella voz aterciopelada.
-Nos han dicho que la trajéramos a una de las mazmorras.

Agnés no dijo nada, no añadió nada excepto una mirada silenciosa para después hacerla olvidar por una sonrisa ladina.

-Entiendo. Llevadla a la del fondo, acaban de sacar el cadáver, puede que queden algunos restos del vampiro, no estoy segura. –Terminó por decir algo decaída, pero era más bien que pasaba del tema. Agnés observo como Marianne la miraba fijamente a los ojos mientras los guardias la metían en una de las celdas de la mazmorra, cerraron la celda y dejaron a Agnés al cargo. Para cuando se fueron los guardias, Agnés mantuvo una divertida charla con uno de los gatos que merodeaban por el lugar, observando y vigilando de vez en cuando a Marianne encerrada, seguramente ambas esperando a que el cardenal apareciera por aquellas escaleras que conducían hacia abajo, hasta la oscuridad de las mazmorras, situándose en el inframundo de la tierra, pero estaba esperando y Agnés sentía curiosidad.

Dejo al gato y se acercó a la celda de Marianne – Eh, puta, ¿Cuánto me cobrarías por un servicio completo? –Rio entre dientes para después soltar una carcajada cuando vio bufar a Marianne.

-Esto es un error. Yo no tengo nada que ver con el asesinato de mi propio marido…. ¡NO FUI YO!
-Oh…ya –Dijo algo molesta por el ruido de la salvación, haciendo espavientos con la mano - ¿Sabes? Eres culpable hasta que se demuestre lo contrario - Sonrió con diversión - Además, no sé que vió Giovanni en tí, sinceramente -Negaba divertida con la cabeza - Solo eres un trapo usado....-suspiró - Quizás le gusten los trapos usados -Susurró aquellas palabras con un leve siseo que bastó para que Marianne se acercara furiosa a las barras de la celda.
-Tú...no me conoces...-Dijo Marianne entre dientes.
-Oh, sí, si que te conozco. Eres Terpsichore, una muchacha pobre que a los 14 años la adoptó la Encargada de un famoso prostíbulo y pronto comenzaste a disfrutar las pollas dentro de tu boca -Hablaba con siseos entre las sílabas, sonriendo a cada palabra que tenía razón - Y solo te faltó chuparsela a tu superior para que vinieras aqui -Sonrio alejandose de las barras ya que veia a Marianne algo alterada.
-Bueno, al menos no fuí tu madre, que por cierto - Marianne se había calmado un poco y recordando sobre Agnés, sonrió - tu madre, también fue puta.

En cuanto Marianne termino la frase, Agnés se lanzó a la celda de barrotes pero un brazo la detuvo y Agnés enseguida se inclino en una reverencia al haber visto al Cardenarl Borgia sujetandola del brazo.

por **Cesare Borgia** Vie Mayo 15, 2015 9:02 pm

La decisión había sido tomada y no había nada ni nadie que pudiera borrarla, lo que el Cardenal con su voz dictaba como ley se cumplía. Los hombres se llevaron a la mujer lejos de la presencia de su eminencia que solo le daba la espalda para salir de su propia oficina, los soldados murmuraban en su fuero interno con miradas que van y vienen entre la puerta que se azoto tragándose la figura masculina hasta la mujer que lloraba incesantemente.

Los hombres dejaron a la mujer en las mazmorras de la inquisición, en aquellas celdas donde los castigos más atroces se cometían con el objetivo de arrancar confesiones a los criminales y acusados. Una de ellas era la inquisidora Agnes, a la cual se le asignaba el castigo de determinadas mujeres. Su eminencia sabía que le tocaría a aquella mujer darle el castigo a la altanera que se había puesto de igual con su superior. Camina de prisa por los pasillos de la iglesia llegando luego de unos minutos a las celdas de castigo, pero su mirada se empañó en decepción e ira. Cauteloso camina hasta las damas agarrando el brazo de la inquisidora asestándole una mirada fulminante misma que dirigió a la acusada.

–BASTA– farfulló molesto e indignado de aquel comportamiento –Ustedes son inquisidoras de la santa madre iglesia, compórtense como tal, o es que olvidaron sus votos señoras? Tendré que recordarles. Si quieren ser unas simples gatas en celo entonces serán excomulgadas de la iglesia perderán todo contacto con la misma y regresaran a sus vidas de prostitutas de sueldo bajo– soltó el brazo de la mujer a la que la mirada se le intensifico –Más me sorprende de ti Agnes, este deplorable comportamiento, tu que te conoces las reglas y mandatos de la iglesia y la inquisición, estoy muy decepcionado, ahora retírate, no quiero ver tu cara por un tiempo, luego veré tu castigo– la mujer quedó en silencio con los puños apretados –QUE TE RETIRES AHORA HE DICHO–

La mujer salió al subir por las escaleras, cuando la vio marcharse regresó una mirada de odio hacia la prisionera –Tu, mantén tu boca cerrada, no quiero oír ni un reclamo de tus labios de mentirosa y arpía, parece que los malos hábitos de zorra todavía no los has olvidado y siguen comportándose como simples gatas, si sigues por esa senda serás expulsada de la inquisición, excomulgada y regresaras no a los prostíbulos si no a las calles con marcas en tu cuerpo y rostro a pedir limosnas– abrió la celda de la mujer empujándola hacia la pared. Le giró el cuerpo atándole las manos a los grilletes que colgaban de esta y las piernas también, le rasgo el vestido en la espalda dirigiéndose a la mesa donde había una serie de instrumentes de tortura.

Tomó una cuerda de cuero de vaca mojada lo que la volvía dura como una vara. La examinó acercándose a la mujer –Ahora, me vas a escuchar, dime que ocurrió ese día, cuenta todos los detalles sin dejar escapar ni uno solo. Quiero saber todo lo que planeaba Di Giovanni, empieza a hablar por lo que paso el mes pasado luego de que casaron– y sin previo aviso azotó la espalda de la mujer viendo como esta gritaba. –No estoy para juego niña, ahora vas a conocer tu lugar y quien es tu superior. Te arrancaré la confesión aunque sea con tus últimos suspiros– su ceño fruncido por la pérdida de su mejor inquisidor era la ira que se reflejaba en la esposa recién contraída de aquel hombre, misma que su eminencia consideraba la razón del fallecimiento del desdichado.

por Contenido patrocinado

A whole new life [Priv]

A whole new life [Priv]

Re: A whole new life [Priv]

Re: A whole new life [Priv]

Re: A whole new life [Priv]

Re: A whole new life [Priv]

Re: A whole new life [Priv]

Re: A whole new life [Priv]