No siempre el lobo se viste de cordero, a veces es el cordero que se viste de lobo ~ Tristán ~

por **Yvette C. Lemarchal** Lun Ago 30, 2010 3:49 am

Libertad era lo que me hacía falta, estar tanto tiempo en la ciudad me hacía agobiarme con facilidad, por lo que decidí transformarme en una pequeña loba de pelaje blanco con los ojos ambarinos y de aspecto frágil y elegante. Eso sí, dejando siempre mi ropa a buen recaudo para no tener problemas de nudismo cuando volviese a mi forma humana.

Hice lo propio y mi cuerpo cambió hasta adoptar la forma lupina, sacudí el lomo acostumbrándome a la transformación y estiré mis cuartos traseros y delanteros para desentumercerlos. Una vez lista, me lancé a la carrera hacia el interior del bosque, corriendo lo más rápido que podía, saltando entre los árboles y superando cualquier obstáculo.

Tras varias horas disfrutando de la libertad, encontré una roca plana y fresca que me serviría para descansar y seguir evadiéndome de todo, me recosté sobre ésta estirando las patas delanteras y apoyando la cabeza y hocico sobre éstas observando a algunos animalillos que se movían por el bosque, incluso siguiendo con mi aguda mirada los movimientos de un grupo de hormigas obreras que recolectaban aún para superar el duro invierno.

por **Tristán Dall'Asta** Lun Sep 06, 2010 9:37 pm

Cielo oscuro, azul perdido hacia negro, sin luces ni estrellas, solo una luna entre un mar de tupidas nubes. La ciudad había quedado detrás de mí pero, al contrario que el resto de días, la bóveda celeste no había cambiado, no se había mostrado en su cristalina transparencia usual, si no que se presentaba como una translúcida y turbia superficie. Mis pies avanzaban sin prisa, permitiendo que una casi imperceptible brisa chocara contra mi rostro al tiempo que mis oídos se percataban de los más ínfimos sonidos que sucedían a mi alrededor; por el contrario, mis ojos quedaban casi cerrados, solo dejando una leve rendija entre la cual podía ver hacia adelante, sin miedo de tropezarme con nada.

Esa noche, salvo por el evidente cambio de tiempo, en ese intermedio y efímero descanso entre el verano y el invierno, no era distinta a las demás. Había despertado en mi habitación, instalada en los sótanos de la casa que poseía y, tras haber revisado sin mucho interés los tomos que inundaban paredes y suelos de la casa, decidí salir a dar un paseo a cualquier lugar. Mis pasos me condujeron a las afueras de la urbe, las cuales tampoco quedaban demasiado lejos del lugar donde residía, y se internaron allá donde solo gente de mal agüero o seres con peores intenciones se atrevían a adentrarse.

El lugar estaba inundado por la humedad de los últimos días y mi peso caía sobre la mojada hojarasca que cubría el embarrado suelo, no preocupándome demasiado en no hacer ruido pues, seguramente, eso me hubiera distraído de mi intención, que no era otra que disfrutar todo lo que pudiere del entorno. ¿Qué podía temer? Sí, bien era cierto que no eran solo humanos los que se aventuraban por aquellos lares, pero, aún así, confiaba en sus instintos para ponerse a salvo a tiempo. El bosque se iba cerrando cada vez más, juntándose los troncos de los árboles y dificultando mi paso, aunque eso no iba a ser algo que interrumpiera mi marcha. En esos momentos me sentía tranquilo, calmado, como si nada pudiera perturbarme, bebiendo del mundo y de las sensaciones que este me otorgaba.

Pero, al cabo de un buen rato, un extraño presentimiento llegó a mí. Noté una presencia en las cercanías, algo nuevo que nunca había alcanzado a encontrar. Su aurea expelía toques humanos, pero, sin embargo, no acababa de ser una persona. Intrigado por lo que pudiera ser, me decanté por dirigirme hacia el origen de aquella turbación.

por **Yvette C. Lemarchal** Sáb Sep 11, 2010 5:33 am

Me encontraba relajada, inspirada, y por primera vez feliz. Pero algo perturbó aquellos sentimientos, el inconfundible olor a vampiro. Apoyé mis patas delanteras incorporándome para luego alzar mis cuartos traseros y quedar en pie.

Sacudí el lomo desentumeciendo y bajé de la roca en la que estaba con un movimiento casi felino, gruñí muy levemente y empecé a caminar de forma casi majestuosa en dirección al vampiro. ¿Volvería a tener un encuentro violento? Sólo esperaba que no fuese alguien tan violento como Eric. Me detuve a pocos metros del vampiro quedando en pie, echando hacia atrás las orejas levemente e inclinándome hacia delante en señal de alerta.

Por desgracia, mi aspecto me hacía más que visible, pues todo el bosque estaba teñido con tonalidades marrones, y mi pelaje era totalmente blanco. Mis ambarinos ojos divisaron al vampiro y fruncí mi hocico mostrándole levemente los colmillos en señal de aviso. De él dependía que le atacase o no.

por **Tristán Dall'Asta** Dom Sep 12, 2010 8:58 pm

Aquella sensación me guió, casi a tientas, a través de los gruesos y rugosos troncos de los árboles. A pesar de lo extraño y peligroso de la situación, caminar hacia lo desconocido, me fiaba lo suficiente de mi instinto como para, en caso de necesidad, poder evitar salir malparado. No sabía de qué se trataría, a decir verdad, lo que sentía era totalmente desconocido para mí y, como bien se sabe, el hombre, al igual que los gatos, son animales curiosos. Esa era una de las cualidades que no había perdido de mi vida pasada.

Aquella llamada se había hecho más fuerte tras cada paso que daba hasta, al cabo de un rato caminando, llegar por fin a mi destino. Frente a mí se alzaba, sencillamente, un lobo de pelaje extrañamente blanco, al menos en apariencia, aunque eso es algo de lo que yo no me fiaba, sobretodo teniendo en cuenta que mi percepción alcanzaba a indicarme que había algo más allá, tras esa fachada. Su apariencia era fiera, alerta ante cualquier movimiento que quisiera realizar y, desde luego, dispuesto a atacar. Ante eso yo, sencillamente, me paré donde estaba, quieto, sin pretender dar motivos al animal por inicial una pelea; el único movimiento que efectué fue el de mis labios.

- ¿Qué eres? - pregunté, consciente de que posiblemente no pudiera contestarme o, siquiera, comprenderme. Fuera como fuese, poco tenía que perder, por lo que preferí no quedarme con la duda

por **Yvette C. Lemarchal** Mar Sep 14, 2010 4:46 am

Avancé hacia el vampiro relajando mis labios, sin mostrar los colmillos, pero sin perder una leve mueca amenazante. Mis pasos eran firmes, elegantes incluso algo felinos. Cuando me acerqué al vampiro del todo le miré a los ojos, evidentemente no podía hablar, ¿alguien ha visto a un lobo hablar?

El vampiro debería averiguar por sí mismo que yo era una cambiaformas. Una vez detenida frente a él sacudí mi lomo y me senté sobre mis cuartos traseros ofreciéndole una de mis patas delanteras a modo de presentación. Quizás si me tocaba, notase que yo era una cambiaformas, y no un lobo normal y corriente, aunque el olor de mi sangre ya debía haberle indicado que no era un simple animal.

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