AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Retazos de un extraño pasado, memorias en la oscuridad
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Retazos de un extraño pasado, memorias en la oscuridad
La vida es un constante proceso, una continua transformación en el tiempo, un nacer, morir y renacer.
Francesca acariciaba mi cabello con tanta ternura, sus dedos parecían los pétalos de una hermosa rosa acariciándome la mejilla, tan suave, tan cálida, tan amorosa, me separé de su abrazo y le miré a los ojos sin poder ocultar mi emoción, tragué pesado y negué -¿Por qué nana? Tú sabes por qué Dios quiso que perteneciera a sus enemigos ¿Por qué me odia? ¡No lo entiendo!- ella limpiaba mis lagrimas de sangre con sus dedos cuidadosamente y me tomó de las mejillas viéndome directamente a los ojos –No te odia Amélia, él no te odia, es tu destino mi cielo, algo que no podemos cambiar, algo que debemos afrontar que lo único que podemos hacer es aceptar como viene y tratar de no ver su despedida- sentía mi pecho oprimido, quería gritar y no podía, las lagrimas salían más constantemente de mis ojos, todos los lloriqueos reprimidos durante estos años estaban haciendo de las suyas, salían de sus escondites para delatarme, deseaban ver a los demás y que los demás los descubrieran a ellos con lastima -¡Yo no quiero este destino! ¡Un destino que es el mismo infierno no vale la pena! ¡Quiero la muerte verdadera! ¡No quiero vivir eternamente hasta que el caprichoso ser que está manejando mi vida se cansé y mande a la muerte para que me bese y me lleve ¡NO LO QUIERO!- ella me miraba con lastima, apreté los labios fuertemente y tomé sus manos firmemente, besé sus nudillos con delicadeza y susurré contra ellos –Te amo Francesca, te amo nana, te amo mamá- las palabras me quemaban, no se me daba por decirlas con facilidad pero estas se abrían camino entre mi garganta sin consideración alguna, ella me tomó de la nuca y me abrazó fuertemente, hundí mi nariz en su cuello y sollocé, sentía sus caricias suaves en mi espalda y me aferraba a sus hombros con fuerza –Yo te amo más Amelia, te amo como a nada hija mía- separándome le miré directo a los ojos, sintiendo su beso cálido y tierno en la frente y posterior su caricia en mi mejilla con su dedo pulgar –Necesito a John Francesca, ahora más que nunca, él me dejo sola, el maldito y vil destino me lo arrebato, se ha empecinado por hacerme la vida miserable por verme triste, por verme sola- Francesca bajó su cabeza con pena, fruncí el ceño, ella hacía eso cuando estaba ocultando algo, no sabía mentir muy bien, la mentira era una daga para su cuerpo –¿Qué pasa Francesca?- miré que negó con la cabeza hacia abajo –Francesca te conozco muy bien ¿qué es lo que pasa?- ninguna respuesta, se limitaba a jugar con sus dedos dubitativamente, me desesperaba, la tomé de los hombros con firmeza y exigí –¿Qué pasa Francesca? ¡Dímelo!- levantó su mirada un poco la vergüenza era clara, en ese momento me sentía realmente desesperada, exigí de nuevo -¡Dímelo! ¡Déjate de rodeos por Dios!- escuché como su corazón se aceleró, sentía su temor invadirme como una sabana demasiado sofocadora –Amé… Amélia me vas a odiar cuando te lo diga- la tomé de las mejillas y obligué a mirarme –Dilo nana, no importa lo que sienta después, dímelo que el hecho que te andes con rodeos me desespera aún más- se apartó de mí y caminó hacia su mesita de noche, abrió la gaveta y miré que sacó un sobre blanco, lo sostenía como si fuera un tesoro prohibido entre sus manos y se acercó con cautela hacia donde me encontraba con la cabeza hacia abajo, su corazón latía tan fuerte que parecía a punto de explotar con excitación dentro de su delgado pecho, se paró frente a mí y me miró con pesar, lo extendió con manos temblorosas a mi presencia y murmuró –Toma esto te pertenece Amélia- fruncí el ceño con confusión y lo tomé, recuerdo tenía un nombre plasmado Leer hice una mueca confusa y tragué pesado viéndole, ella sonrió de manera triste y me dio un beso en la sien marchándose dejándome sola en su habitación, abrí el sobre rápidamente y saqué el papel, lo desdoblé y miré la escritura hecha de puño y letra del único hombre que había amado en mi vida:
Mi querida Amélia, estas son mis últimas palabras hacia ti, palabras escritas plasmadas en papel para que perduren, es mi testamento de amor. Amélia, mi aprendiz testaruda, mi hermosa y necia Leer, cuando te entreguen esto lo más seguro es que yo ya no estaré a tu lado…-
Fruncí el ceño con confusión ¿Qué rayos es esto? ¿Cómo sabía John que iba a morir? ¿Acaso esto no fue un asesinato? ¿Lo planeo? ¡¿Por qué maldita sea?! Seguí leyendo con demasiada curiosidad
Te molestaras por lo que he hecho mi amor, estás en todo tu derecho, te estoy dejando sola cuando me juré a mí mismo protegerte hasta el cansancio, aunque sabía que no ocupabas de mi protección pero te metiste hasta dentro de mi piel terca, pero no importa lo poco que estuvimos juntos, lo que importa es lo mucho que te amé y te enseñé, te amo tanto que jamás hubiera permitido convertirme en una carga para ti Leer, antes de ti tuve varias parejas pero hasta que llegaste tú me di cuenta de lo que era amar, es por eso que te cuidaba con tanto fervor Leer, eras lo más preciado que poseía, lo más testarudo que tenía en mi vida y lo más hermoso que haya visto, debido a eso decidí poner un anillo en tu dedo, quería compartir mi vida contigo Amélia pero los sueños muchas veces son efímeros, inalcanzables, mientras duro fue impactante, lo más seguro es que te estés riendo al leer esto…-
Una risa se me escapó y me limpié una lágrima que rodaba por mi mejilla, John era un romántico empedernido, realmente sabía hacerme reír, recordaba el anillo que me dio, mi anillo de compromiso y aunque le insistí que no era necesario casarme con él, un papel no dicta lo que se siente por una persona y el hecho que él estuviera conmigo me bastaba por mucho, debía admitir que me sentía como una ilusa de las que abundan en París y en todos lados, ese anillo el cual tenía guardado como si fuera mi alma, seguí leyendo:
recuerdo que me decías romántico empedernido, sé que no eres abierta al sentimentalismo, a expresar tus sentimientos, tus acciones me los demostraban Amélia y aunque a veces quería encerrarte dentro del armario debido a tus arranques de control me gustaba discutir contigo porque después de expulsar toda esa rabia la verdadera Amélia aparecía frente a mis ojos, la frase “Antes de la tormenta viene la calma” no aplica en ti necia, aparecía esa niña de 15 años tan ansiosa y motivada que llego a Moscú queriendo aprender Systema, en la cual miré un brillo en los ojos tan motivador que a veces me hacía sonreír como un idiota, soñando con convertirse en la mejor cazadora que se haya visto, esa pasión que la caracterizaba y su terca actitud en realizar las cosas a la perfección, Amélia estoy muriendo, los médicos aún no saben que es lo que tengo, desde hace tres meses he estado yendo de un lugar para otro en busca de alguna cura un remedio, incluso he visitado gitanos y brujos, me hubieras reprendido por haber acudido a estos últimos si estuviera frente a ti, pero nadie tiene una respuesta para lo que me está pasando, así es la vida, un laberinto lleno de misterios, puedes encontrar un rayo de luz al dar la vuelta o inmiscuirte en una oscuridad que te arrebate para siempre, te habrás dado cuenta que estas últimas semanas me he mostrado pálido e incluso he bajado de peso, tú misma te ofreciste a llevarme a un medico pero te dije que estaba bien, aunque nadie tenga respuesta para esto que me está consumiendo algo muy en mis adentros me dice que me llevara a la muerte y prueba de ello es que tengas esta carta en tus manos, todos los días me levanto con más pesadez, tomando cientos de tés para verme un poco revitalizado a la hora de verte mi amor, es por eso que he decidido tomar el camino más cobarde, la vía más fácil, no me voy a convertir en una carga y si tengo que dejar a la muerte venir por mí antes de lo previsto lo haré, jamás me perdonaría verte convertida en mi enfermera, te amo tanto que me dolería verte triste y amargada al lado de un cuerpo que se consume como un cubo de hielo en el inmenso mar, no sé como llegue a morir antes de dejar que esta maldición se apodere completamente de mi cuerpo pero opciones hay por doquier, salimos todas las noches a enfrentarnos con seres que poseen habilidades que nos dejan en desventaja por ciertos momentos, he visto a la muerte cara a cara tantas veces durante esas peleas que pueda que en una de ellas se canse y me abofeteé, no quiero que llores Amélia, sé que me amas pero la tristeza no debe invadir tu vida mi amor, tienes todo un camino por delante, no quiero que te aferres a mi recuerdo y sé que te será difícil porque cuando amas lo haces de una forma tan sincera y profunda que derrumbas ese muro impenetrable de empecinado orgullo completamente, solo recuerda los momentos felices que tuvimos, cuando te llevaba al lago que descubrí en el bosque para que pudieras apreciar la tranquilidad que podía brindar la noche de París, para que tus ojos descubrieran que la noche no solo era sinónimo de muerte y sangre, también hay paz y hermosura abundando a tu alrededor, cuando te regalé a Insenlum, ese animal que quieres como si fuera tu bebé, un corcel que me quita la atención por momentos, del que por veces me siento celoso, recuerda cuando te abrazaba después de un muy tormentoso berrinche, quiero que viva la Amélia que pintaba hasta el alba, la Amélia desinhibida, la Amélia con una honestidad que podía herir a algunos pero al fin y al cabo esa era su opinión y lo que más me gustaba de ti mi amor, no me ocultabas nada, me decías sin tener miedo como otras mujeres cuando algo estaba mal, esa mujer valerosa que vi madurar, con la que yo madure, la mujer que despertó al romántico empedernido, la mujer que hacía gestos cínicos al verme con una orquídea en la mañana o al escuchar que empezaba con cuentos propios de un romántico adicto al teatro, la mujer que las palabras afectuosas no salían con facilidad de sus labios pero cuando escuchaba que me decía que me amaba que me pertenecía, que yo era lo que más amaba hacía que mi pulso casi explotara, esas palabras sonaban tan dulces y seductoras al salir de esos labios que tanto quiero, de esos labios que saboreé tantas veces, al sentir esa emoción verdadera que solo conlleva el amor real. Después de mí vendrán otros Amélia, solo quiero que abras los ojos a más personas, sé que no te aferras a nadie con facilidad, que tu amor es limitado pero a la vez es enorme hacia el que amas, vive mi amor, solo tenemos una oportunidad y nosotros somos los que decidimos si queremos que ese viaje sea una fascinación o un vacío lleno de amargura ¡enamórate de alguien que pueda compartir su amor de igual forma contigo! El amor no es debilidad Amélia, es fuerza y sabiduría, un sendero que es mostrado solo para aquellos dichosos de ver más allá de sus narices, de velar más allá de sus intereses ¡Sal y haz amigos, conoce personas, baila, pinta, canta! ¡Quiero que toques el piano, nunca me lo demostraste pero quiero que alguien alguna vez vea ese enorme talento que habita en ese pequeño cuerpo! No todos te quieren hacer daño Leer, sé que amaras tanto como me amaste a mí o incluso más algún día, solo tienes que dejarte conocer y conocer sin mirar con desdén a los demás, ser la Amélia que miro en el hogar de niños jugando con esos pequeños desamparados, la Amélia que visita el hospital de leprosos sin verlos con repudio o alejarse con miedo de ellos, te amo mi amor, siempre te voy a amar, cuando te sientas triste o sola solo recuerda lo que me contabas cuando eras niña, cuando te escapabas de tu mansión al bosque detrás de ella, cuando pintabas Amélia con gran excitación y dedicación, cuando me propusiste hacerme un cuadro completamente desnudo ¡Ay Leer! Realmente hiciste que me sonrojara cuando tus labios musitaron esas palabras, eres perversa mi cazadora testaruda, lo hubiera podido hacer si hubiéramos tenido oportunidad eh, no te creas tengo mi lado sensual también, pero al parecer la suerte no quería estar de nuestro lado. Ten cuidado, el valor y la fuerza son como dos bastones que se pueden poner en contra de quien los utiliza mal. Eso es todo mi amor, solo espero que me perdones, te amo Amélia, te amo testaruda, te amo necia, fuiste lo mejor que conocí durante mi vida de cazador, fui muy feliz a tu lado, estoy orgulloso de ti, siempre lo estaré.
Mis manos temblaban habían gotitas de intensa sangre adornando el papel, sentía mis ojos quemar, me llevé la mano al pecho porque era tanta la opresión como si tuviera una tonelada de tierra encima, mis músculos se estremecían y me di cuenta que lo que he pensado era un homicidio durante más de un año, solamente era un acto de John para no encadenarme a su sufrimiento, había sentimientos encontrados la rabia quería dominar pero era tanto el amor que sentía por él que no me lo permitía, quería odiarlo, ir al cementerio y escarbar en su tumba, sacar sus huesos de ahí y esparcirlos por todo París pero no podía, lo amaba demasiado, su amor me quemaba desde el más recóndito escondite de mi cuerpo y se rehusaba a abandonarme o era yo la que se rehusaba a dejarlo ir, rápidamente negué y arrugué el papel entre mi mano en puño fuertemente, me mordí ambos labios para no gritar, pero no era necesario la voz había escapado de mis cuerdas vocales, se había apagado, estaba encadenada en algún lugar de mi alma, temerosa de aparecer, me desplomé en el suelo y caí a un lado acostada, derrotada, las lagrimas de sangre bañaban el suelo dejando pequeños ríos que delataban mi dolor ¡¿Por qué John?! ¡¿Por qué maldita sea?! Me había hecho un daño terrible, quería odiarlo y no podía, quería que viviera para gritarle en la cara cuan egoísta había sido pero afortunadamente estaba en otro lado, desafortunadamente yo estaba ahí inmiscuida en un mundo sin esperanza, el tiempo ya no corría a mi favor, había escapado de mis manos, no era de su agrado y solamente se había olvidado de mi existencia, murmuré –Quiero odiarte egoísta ¡Quiero odiarte iluso romántico! ¡Sabes cuánto te necesito! ¡¿Para esto hiciste que te amara como te amo?! ¡Ahora que no estás a mi lado mi patética alma se ha aferrado a ti como si estuviéramos cocidos! Me pides que te olvide ¿Cómo se olvida algo a lo que me he aferrado como si fuera mi maldito aliento? Mi alma está ahíta de tu estúpido y adictivo amor! ¡Odio este sentimiento! ¡Odio necesitarte de esta forma desgraciado egoísta! ¡NO TE PUEDO DEJAR!- cerré los ojos y lloriqueé, un fuego se movía dentro de mi pecho, sus trémulas llamas me azotaban quemándome tan apasionadamente que me dolía, presioné el papel arrugado contra mi pecho y las imágenes de nuestros momentos juntos emergían como una niebla multicolor en mi mente, sentía su sabor en mis labios, su tacto en mis manos y cintura, su calor invadiendo mi helado y exánime cuerpo, me había derrumbado, la inundación había hecho ceder al dique, había abierto una grieta irreparable, una grieta que estaba dejando escapar todo lo que había reprimido por 5 años, cosas que incluso estando John a mi lado no salían de mi interior, literalmente el control se había molestado conmigo y me estaba dejando una lección para que aprendiera a ser menos orgullosa ¡Pero no iba a ser así! ¡Los golpes solo te hacían más fuerte! ¡No iba a derrumbarme, ahora más que nunca sería tan fría como insoportable! Me levanté con la expresión fría y decidida al espejo viendo mi rostro manchado de rojo carmesí, arranqué una de las mangas del vestido y me limpié furiosamente, odiaba verme débil, las lagrimas no tendrían que volver a escapar por nadie, estaba decidida en matar todo lo que tuviera que ver con ese patético e insulso sentimiento llamado amor, el amor que una vez sintió Amélia Lincoln ahora era superado por la frialdad y maldad de Leer Kruspe, la muerte verdadera finalmente había llegado a mi vida y el renacer de la vampiresa de hierro recién comenzaba.
Hermann Keyserling
Francesca acariciaba mi cabello con tanta ternura, sus dedos parecían los pétalos de una hermosa rosa acariciándome la mejilla, tan suave, tan cálida, tan amorosa, me separé de su abrazo y le miré a los ojos sin poder ocultar mi emoción, tragué pesado y negué -¿Por qué nana? Tú sabes por qué Dios quiso que perteneciera a sus enemigos ¿Por qué me odia? ¡No lo entiendo!- ella limpiaba mis lagrimas de sangre con sus dedos cuidadosamente y me tomó de las mejillas viéndome directamente a los ojos –No te odia Amélia, él no te odia, es tu destino mi cielo, algo que no podemos cambiar, algo que debemos afrontar que lo único que podemos hacer es aceptar como viene y tratar de no ver su despedida- sentía mi pecho oprimido, quería gritar y no podía, las lagrimas salían más constantemente de mis ojos, todos los lloriqueos reprimidos durante estos años estaban haciendo de las suyas, salían de sus escondites para delatarme, deseaban ver a los demás y que los demás los descubrieran a ellos con lastima -¡Yo no quiero este destino! ¡Un destino que es el mismo infierno no vale la pena! ¡Quiero la muerte verdadera! ¡No quiero vivir eternamente hasta que el caprichoso ser que está manejando mi vida se cansé y mande a la muerte para que me bese y me lleve ¡NO LO QUIERO!- ella me miraba con lastima, apreté los labios fuertemente y tomé sus manos firmemente, besé sus nudillos con delicadeza y susurré contra ellos –Te amo Francesca, te amo nana, te amo mamá- las palabras me quemaban, no se me daba por decirlas con facilidad pero estas se abrían camino entre mi garganta sin consideración alguna, ella me tomó de la nuca y me abrazó fuertemente, hundí mi nariz en su cuello y sollocé, sentía sus caricias suaves en mi espalda y me aferraba a sus hombros con fuerza –Yo te amo más Amelia, te amo como a nada hija mía- separándome le miré directo a los ojos, sintiendo su beso cálido y tierno en la frente y posterior su caricia en mi mejilla con su dedo pulgar –Necesito a John Francesca, ahora más que nunca, él me dejo sola, el maldito y vil destino me lo arrebato, se ha empecinado por hacerme la vida miserable por verme triste, por verme sola- Francesca bajó su cabeza con pena, fruncí el ceño, ella hacía eso cuando estaba ocultando algo, no sabía mentir muy bien, la mentira era una daga para su cuerpo –¿Qué pasa Francesca?- miré que negó con la cabeza hacia abajo –Francesca te conozco muy bien ¿qué es lo que pasa?- ninguna respuesta, se limitaba a jugar con sus dedos dubitativamente, me desesperaba, la tomé de los hombros con firmeza y exigí –¿Qué pasa Francesca? ¡Dímelo!- levantó su mirada un poco la vergüenza era clara, en ese momento me sentía realmente desesperada, exigí de nuevo -¡Dímelo! ¡Déjate de rodeos por Dios!- escuché como su corazón se aceleró, sentía su temor invadirme como una sabana demasiado sofocadora –Amé… Amélia me vas a odiar cuando te lo diga- la tomé de las mejillas y obligué a mirarme –Dilo nana, no importa lo que sienta después, dímelo que el hecho que te andes con rodeos me desespera aún más- se apartó de mí y caminó hacia su mesita de noche, abrió la gaveta y miré que sacó un sobre blanco, lo sostenía como si fuera un tesoro prohibido entre sus manos y se acercó con cautela hacia donde me encontraba con la cabeza hacia abajo, su corazón latía tan fuerte que parecía a punto de explotar con excitación dentro de su delgado pecho, se paró frente a mí y me miró con pesar, lo extendió con manos temblorosas a mi presencia y murmuró –Toma esto te pertenece Amélia- fruncí el ceño con confusión y lo tomé, recuerdo tenía un nombre plasmado Leer hice una mueca confusa y tragué pesado viéndole, ella sonrió de manera triste y me dio un beso en la sien marchándose dejándome sola en su habitación, abrí el sobre rápidamente y saqué el papel, lo desdoblé y miré la escritura hecha de puño y letra del único hombre que había amado en mi vida:
Mi querida Amélia, estas son mis últimas palabras hacia ti, palabras escritas plasmadas en papel para que perduren, es mi testamento de amor. Amélia, mi aprendiz testaruda, mi hermosa y necia Leer, cuando te entreguen esto lo más seguro es que yo ya no estaré a tu lado…-
Fruncí el ceño con confusión ¿Qué rayos es esto? ¿Cómo sabía John que iba a morir? ¿Acaso esto no fue un asesinato? ¿Lo planeo? ¡¿Por qué maldita sea?! Seguí leyendo con demasiada curiosidad
Te molestaras por lo que he hecho mi amor, estás en todo tu derecho, te estoy dejando sola cuando me juré a mí mismo protegerte hasta el cansancio, aunque sabía que no ocupabas de mi protección pero te metiste hasta dentro de mi piel terca, pero no importa lo poco que estuvimos juntos, lo que importa es lo mucho que te amé y te enseñé, te amo tanto que jamás hubiera permitido convertirme en una carga para ti Leer, antes de ti tuve varias parejas pero hasta que llegaste tú me di cuenta de lo que era amar, es por eso que te cuidaba con tanto fervor Leer, eras lo más preciado que poseía, lo más testarudo que tenía en mi vida y lo más hermoso que haya visto, debido a eso decidí poner un anillo en tu dedo, quería compartir mi vida contigo Amélia pero los sueños muchas veces son efímeros, inalcanzables, mientras duro fue impactante, lo más seguro es que te estés riendo al leer esto…-
Una risa se me escapó y me limpié una lágrima que rodaba por mi mejilla, John era un romántico empedernido, realmente sabía hacerme reír, recordaba el anillo que me dio, mi anillo de compromiso y aunque le insistí que no era necesario casarme con él, un papel no dicta lo que se siente por una persona y el hecho que él estuviera conmigo me bastaba por mucho, debía admitir que me sentía como una ilusa de las que abundan en París y en todos lados, ese anillo el cual tenía guardado como si fuera mi alma, seguí leyendo:
recuerdo que me decías romántico empedernido, sé que no eres abierta al sentimentalismo, a expresar tus sentimientos, tus acciones me los demostraban Amélia y aunque a veces quería encerrarte dentro del armario debido a tus arranques de control me gustaba discutir contigo porque después de expulsar toda esa rabia la verdadera Amélia aparecía frente a mis ojos, la frase “Antes de la tormenta viene la calma” no aplica en ti necia, aparecía esa niña de 15 años tan ansiosa y motivada que llego a Moscú queriendo aprender Systema, en la cual miré un brillo en los ojos tan motivador que a veces me hacía sonreír como un idiota, soñando con convertirse en la mejor cazadora que se haya visto, esa pasión que la caracterizaba y su terca actitud en realizar las cosas a la perfección, Amélia estoy muriendo, los médicos aún no saben que es lo que tengo, desde hace tres meses he estado yendo de un lugar para otro en busca de alguna cura un remedio, incluso he visitado gitanos y brujos, me hubieras reprendido por haber acudido a estos últimos si estuviera frente a ti, pero nadie tiene una respuesta para lo que me está pasando, así es la vida, un laberinto lleno de misterios, puedes encontrar un rayo de luz al dar la vuelta o inmiscuirte en una oscuridad que te arrebate para siempre, te habrás dado cuenta que estas últimas semanas me he mostrado pálido e incluso he bajado de peso, tú misma te ofreciste a llevarme a un medico pero te dije que estaba bien, aunque nadie tenga respuesta para esto que me está consumiendo algo muy en mis adentros me dice que me llevara a la muerte y prueba de ello es que tengas esta carta en tus manos, todos los días me levanto con más pesadez, tomando cientos de tés para verme un poco revitalizado a la hora de verte mi amor, es por eso que he decidido tomar el camino más cobarde, la vía más fácil, no me voy a convertir en una carga y si tengo que dejar a la muerte venir por mí antes de lo previsto lo haré, jamás me perdonaría verte convertida en mi enfermera, te amo tanto que me dolería verte triste y amargada al lado de un cuerpo que se consume como un cubo de hielo en el inmenso mar, no sé como llegue a morir antes de dejar que esta maldición se apodere completamente de mi cuerpo pero opciones hay por doquier, salimos todas las noches a enfrentarnos con seres que poseen habilidades que nos dejan en desventaja por ciertos momentos, he visto a la muerte cara a cara tantas veces durante esas peleas que pueda que en una de ellas se canse y me abofeteé, no quiero que llores Amélia, sé que me amas pero la tristeza no debe invadir tu vida mi amor, tienes todo un camino por delante, no quiero que te aferres a mi recuerdo y sé que te será difícil porque cuando amas lo haces de una forma tan sincera y profunda que derrumbas ese muro impenetrable de empecinado orgullo completamente, solo recuerda los momentos felices que tuvimos, cuando te llevaba al lago que descubrí en el bosque para que pudieras apreciar la tranquilidad que podía brindar la noche de París, para que tus ojos descubrieran que la noche no solo era sinónimo de muerte y sangre, también hay paz y hermosura abundando a tu alrededor, cuando te regalé a Insenlum, ese animal que quieres como si fuera tu bebé, un corcel que me quita la atención por momentos, del que por veces me siento celoso, recuerda cuando te abrazaba después de un muy tormentoso berrinche, quiero que viva la Amélia que pintaba hasta el alba, la Amélia desinhibida, la Amélia con una honestidad que podía herir a algunos pero al fin y al cabo esa era su opinión y lo que más me gustaba de ti mi amor, no me ocultabas nada, me decías sin tener miedo como otras mujeres cuando algo estaba mal, esa mujer valerosa que vi madurar, con la que yo madure, la mujer que despertó al romántico empedernido, la mujer que hacía gestos cínicos al verme con una orquídea en la mañana o al escuchar que empezaba con cuentos propios de un romántico adicto al teatro, la mujer que las palabras afectuosas no salían con facilidad de sus labios pero cuando escuchaba que me decía que me amaba que me pertenecía, que yo era lo que más amaba hacía que mi pulso casi explotara, esas palabras sonaban tan dulces y seductoras al salir de esos labios que tanto quiero, de esos labios que saboreé tantas veces, al sentir esa emoción verdadera que solo conlleva el amor real. Después de mí vendrán otros Amélia, solo quiero que abras los ojos a más personas, sé que no te aferras a nadie con facilidad, que tu amor es limitado pero a la vez es enorme hacia el que amas, vive mi amor, solo tenemos una oportunidad y nosotros somos los que decidimos si queremos que ese viaje sea una fascinación o un vacío lleno de amargura ¡enamórate de alguien que pueda compartir su amor de igual forma contigo! El amor no es debilidad Amélia, es fuerza y sabiduría, un sendero que es mostrado solo para aquellos dichosos de ver más allá de sus narices, de velar más allá de sus intereses ¡Sal y haz amigos, conoce personas, baila, pinta, canta! ¡Quiero que toques el piano, nunca me lo demostraste pero quiero que alguien alguna vez vea ese enorme talento que habita en ese pequeño cuerpo! No todos te quieren hacer daño Leer, sé que amaras tanto como me amaste a mí o incluso más algún día, solo tienes que dejarte conocer y conocer sin mirar con desdén a los demás, ser la Amélia que miro en el hogar de niños jugando con esos pequeños desamparados, la Amélia que visita el hospital de leprosos sin verlos con repudio o alejarse con miedo de ellos, te amo mi amor, siempre te voy a amar, cuando te sientas triste o sola solo recuerda lo que me contabas cuando eras niña, cuando te escapabas de tu mansión al bosque detrás de ella, cuando pintabas Amélia con gran excitación y dedicación, cuando me propusiste hacerme un cuadro completamente desnudo ¡Ay Leer! Realmente hiciste que me sonrojara cuando tus labios musitaron esas palabras, eres perversa mi cazadora testaruda, lo hubiera podido hacer si hubiéramos tenido oportunidad eh, no te creas tengo mi lado sensual también, pero al parecer la suerte no quería estar de nuestro lado. Ten cuidado, el valor y la fuerza son como dos bastones que se pueden poner en contra de quien los utiliza mal. Eso es todo mi amor, solo espero que me perdones, te amo Amélia, te amo testaruda, te amo necia, fuiste lo mejor que conocí durante mi vida de cazador, fui muy feliz a tu lado, estoy orgulloso de ti, siempre lo estaré.
John
Mis manos temblaban habían gotitas de intensa sangre adornando el papel, sentía mis ojos quemar, me llevé la mano al pecho porque era tanta la opresión como si tuviera una tonelada de tierra encima, mis músculos se estremecían y me di cuenta que lo que he pensado era un homicidio durante más de un año, solamente era un acto de John para no encadenarme a su sufrimiento, había sentimientos encontrados la rabia quería dominar pero era tanto el amor que sentía por él que no me lo permitía, quería odiarlo, ir al cementerio y escarbar en su tumba, sacar sus huesos de ahí y esparcirlos por todo París pero no podía, lo amaba demasiado, su amor me quemaba desde el más recóndito escondite de mi cuerpo y se rehusaba a abandonarme o era yo la que se rehusaba a dejarlo ir, rápidamente negué y arrugué el papel entre mi mano en puño fuertemente, me mordí ambos labios para no gritar, pero no era necesario la voz había escapado de mis cuerdas vocales, se había apagado, estaba encadenada en algún lugar de mi alma, temerosa de aparecer, me desplomé en el suelo y caí a un lado acostada, derrotada, las lagrimas de sangre bañaban el suelo dejando pequeños ríos que delataban mi dolor ¡¿Por qué John?! ¡¿Por qué maldita sea?! Me había hecho un daño terrible, quería odiarlo y no podía, quería que viviera para gritarle en la cara cuan egoísta había sido pero afortunadamente estaba en otro lado, desafortunadamente yo estaba ahí inmiscuida en un mundo sin esperanza, el tiempo ya no corría a mi favor, había escapado de mis manos, no era de su agrado y solamente se había olvidado de mi existencia, murmuré –Quiero odiarte egoísta ¡Quiero odiarte iluso romántico! ¡Sabes cuánto te necesito! ¡¿Para esto hiciste que te amara como te amo?! ¡Ahora que no estás a mi lado mi patética alma se ha aferrado a ti como si estuviéramos cocidos! Me pides que te olvide ¿Cómo se olvida algo a lo que me he aferrado como si fuera mi maldito aliento? Mi alma está ahíta de tu estúpido y adictivo amor! ¡Odio este sentimiento! ¡Odio necesitarte de esta forma desgraciado egoísta! ¡NO TE PUEDO DEJAR!- cerré los ojos y lloriqueé, un fuego se movía dentro de mi pecho, sus trémulas llamas me azotaban quemándome tan apasionadamente que me dolía, presioné el papel arrugado contra mi pecho y las imágenes de nuestros momentos juntos emergían como una niebla multicolor en mi mente, sentía su sabor en mis labios, su tacto en mis manos y cintura, su calor invadiendo mi helado y exánime cuerpo, me había derrumbado, la inundación había hecho ceder al dique, había abierto una grieta irreparable, una grieta que estaba dejando escapar todo lo que había reprimido por 5 años, cosas que incluso estando John a mi lado no salían de mi interior, literalmente el control se había molestado conmigo y me estaba dejando una lección para que aprendiera a ser menos orgullosa ¡Pero no iba a ser así! ¡Los golpes solo te hacían más fuerte! ¡No iba a derrumbarme, ahora más que nunca sería tan fría como insoportable! Me levanté con la expresión fría y decidida al espejo viendo mi rostro manchado de rojo carmesí, arranqué una de las mangas del vestido y me limpié furiosamente, odiaba verme débil, las lagrimas no tendrían que volver a escapar por nadie, estaba decidida en matar todo lo que tuviera que ver con ese patético e insulso sentimiento llamado amor, el amor que una vez sintió Amélia Lincoln ahora era superado por la frialdad y maldad de Leer Kruspe, la muerte verdadera finalmente había llegado a mi vida y el renacer de la vampiresa de hierro recién comenzaba.
Leer Kruspe- Vampiro Clase Alta
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Re: Retazos de un extraño pasado, memorias en la oscuridad
La siguiente situación se remonta a cuando Leer se encontraba en Rusia, mucho antes de conocer la inmortalidad, aún cuando conservaba calor corporal y un corazón que latía con fuerza, se entrenaba en cazar vampiros y digamos que la situación no era de lo más prometedora para la chica, tenía 16 años y seguía sin poder dominar el combate de cuerpo a cuerpo como lo exigía su entrenador, por cada de las flechas que fallaba en los entrenamientos a tiro debía quedarse hasta tarde puliendo los artefactos de entrenamiento, era un castigo cruel puesto que ella no era la única entrenándose ahí pero al perro más viejo se le pegan las pulgas y Leer era la novata en aquella situación, eran casi las 12 de la noche y ella seguía puliendo cuchillos, machetes y los espejos que rodeaban la habitación así como dejando en su puesto las flechas junto con los arcos para la mañana siguiente, su cuerpo lo iba a lamentar porque John su entrenador madrugaba, era un tipo demasiado rígido y ella no gozaba de aquel comportamiento, no deseaba que la trataran como una dama delicada pero no le vendría mal una sonrisa de vez en cuando uh, sin embargo pensándolo bien no era algo cómodo el verlo sonreír, el sujeto parecía casi humano cuando lo hacía sus dientes eran blancos y derechos y se le formaban dos hoyuelos en las mejillas cuando lo hacía, no podía negar que su entrenador no estaba nada mal, de inmediato negó sus pensamientos no lo miraba de esa manera, no debía, eso sería el último punto a repasar en una lista que llevaba el título de “VENGANZA” de inmediato toda aquella confusión se vio estancada por el recuerdo de lo que había recibido hoy en la mañana, sus abuelos le habían mandado una carta en la que la estaban prácticamente forzando a que tomara las riendas de la fortuna de sus padres, no contentos con eso Leer debía darle el 25% de la fortuna a sus tíos ¿Qué era eso? ¿Una dictadura? ¿Por qué ella debía mantener al bueno para nada de su tío? El sujeto hacía fiestas, gozaba con comprarle ropa de la mejor calidad a sus hijas y su petulante esposa y se compraba caballos de pura sangre por montón para adornar sus carruajes, era un despilfarrador, estaba al tanto de lo que ellos hacían no estando ella al cuidado de lo que sus papás con tanto esfuerzo le había dejado, quería aparecerse de repente por París para darles una sorpresa y mandarlos de patitas para la calle, no soportaba a los ociosos que solo buscaban vivir de sanguijuelas de los demás, Leer era demasiado enojada y había hecho un milagro por contenerse y no tomar lápiz y papel mandando a sus abuelos con sus discursos baratos y sus elogios hacia haraganes por donde mejor cupieran, su mano remojo el paño en un recipiente de agua que se encontraba a su lado y siguió limpiando el ultimo espejo de esa noche, soltó un suspiro de alivio y bajó en sus rodillas para empezar por la parte de abajo, si empezaba por arriba quizás después sus piernas le iban a terminar de fallar por el agotamiento y podía quedarse dormida en el suelo sin siquiera querer, no le podía dar ese gusto de verla agotada a los amigos de su entrenador, los podía calmar como la última vez en donde dos de ellos terminaron con un par de costillas rotas sin embargo ella también se llevó un buen moretón en el estomago.
Miraba atenta mientras deslizaba el paño con ambas manos de arriba hacia abajo –Eh- de inmediato soltó el paño y dio una manotada hacia atrás atinándole en la cara al culpable, era nada más ni nada menos que su entrenador -¡Idiota! - le gruñó mientras el chico se acariciaba la mejilla –Amélia, diablos esa mano tuya es pesada- se apretó la nariz con ambas manos y ella frunció el ceño -¿Qué rayos te pasa? - apretó los puños –¡Me has dado un susto de infarto inepto! - el chico frunció el ceño mientras sorbía por la nariz –Debes tener cuidado con lo que haces, novata- ella lo fulminó con la mirada –Muy bien- musitó conforme, esta no era la primera vez que él le sacaba un susto que le erizaba los vellos, tomó un pequeño recipiente llenándolo de agua y en un impulso se lo lanzó a la camisa, John retrocedió de inmediato con la boca abierta viéndole estupefacto mientras ella no retrocedía, seguía en su posición con el recipiente en mano viéndolo seria -¡¿Estás loca?! - ella alzó la ceja a su grito y llenó otra vez el recipiente y tirándoselo a la cabeza -¿Qué te dice esto? - le dijo en un tono casual, John volvió a retroceder aún más mojado –Esto te va a costar caro Lincoln- le dijo en un tono bastante grave y molesto a Leer -¿Qué? ¿Vas a ponerme a pulir el piso?- lo desafió, el chico la asesinaba con la mirada mientras las gotas le escurrían del cuerpo, llevaba una camiseta interior blanca y unos pantalones de algodón y estaba descalzo -¡Estoy hastiada de estas estúpidas amonestaciones que me pones cuando tus amiguitos vienen de fisgones a ver mientras entrenamos, estoy harta de que me digan que hacer, de que me traten como una insulsa, como una tonta que debe dar su brazo a torcer y definitivamente estoy harta de estarte pidiendo que me enseñes a pelear con cuchillos cuando sabes que los manejo muy bien a distancia! - John la miró con los ojos muy abiertos -¿Y qué se supone que haga Amélia uh? - se pasó la mano por la cara -¿Cómo demonios te voy a enseñar combate con cuchillos si no sabes defenderte sin ellos? - alzó la ceja -¿Quieres terminar muerta? - ella apretó la mano que sostenía el recipiente –No entiendo cómo eres uno de los mejores ¡Eres un engaño! ¡No debería obedecerte eres solo tres años mayor que yo!- le mostró tres dedos mientras respiraba agitado, John tragó pesado queriéndole callar la boca, Leer se estaba comportando como una inmadura así que volvió a llenar el recipiente y se lo lanzó en el pecho, lo volvió a mojar sin embargo esta vez él no retrocedió, se agachó y mientras ella sacaba su furia mojándolo y gritándole que estaba cansada de todos caminó en cuclillas y la embistió de la cintura empujándola contra unos sacos de arena que estaba apilados los unos con los otros, Leer dejo caer el recipiente y se quejó al sentirse golpeada -¡SUELTAME! - le gritó mientras las gotas que caían del cuerpo de John le empapaban la ropa –Me mojaste adrede, te dije que no se iba a quedar así- ella apretó los dientes –Tú me asustaste y para colmo me llamaste loca- ambos se miraron fijamente mientras respiraban agitado, las gotas de las pestañas oscuras de John le caían en el rostro a la chica –Fue sin querer, gruñona- ella bufó y frunció el ceño –¿Cinco veces ha sido sin querer? - preguntó molesta -¡No me lo parece! - John sonrió ampliamente y Leer quiso que eso no hubiera ocurrido, se miraba tan atractivo, borró esos pensamientos y volvió a ser la recia de siempre.
Leer se retorció y quiso zafarse pero el cuerpo de John era imponente, no de una manera demasiado musculosa, algo más atlético, parecía metal que la aplastaba -¡Suéltame! - dijo con los dientes apretados, John alzó las cejas y la sostuvo más fuerte de la cintura con una mano –Por cada que grites me vas a pagar- musitó John con un tono bastante casual –Vas a aprender a dejar de ser tan rebelde y a comportarte como una dama Amélia- ella se sintió insultada ¿Qué le había dicho? ¿Salvaje? -¿Qué has dicho inepto? - John no se inmutó en ninguna mueca –Que por cada rabieta que hagas y por cada grito vas a pagarme- ella frunció los labios -¿Y qué te hace pensar que yo haría eso?- John sonrió de lado –Porque es eso o que entrenes allá afuera a la vista de todos y aparte debas pulir el suelo, eso sin contar que ya no vas a entrenar conmigo- ella sintió que algo se arrancaba de su pecho un vacío en el estomago, no quería a ningún otro entrenador, aunque la hacía rabiar por veces era el único con el que se sentía cómoda –Te aprovechas- murmuró ella un tanto resignada, él le pegó con el dedo índice entre medio de las cejas –No es eso, simplemente es un tipo de sistema que voy a desarrollar para que dejes de ser tan impulsiva- sintió como el pecho de John aplastaba su cuerpo al respirar y tragó pesado –Suéltame- susurró viéndole fijo –No- se negó el chico, ella abrió la boca para gritarle pero luego recordó lo que le había dicho anteriormente –Me estás empapando- John la aplastó un poco más –Es lo justo tú empezaste con este juego infantil- Leer frunció el ceño molesta –Mira John yo no habría hecho esto si tú no te hubieras aparecido para asustarme y luego me llamaras loca, tú tienes la culpa de todo, no voy a dejar que me sentencies por esto que lleva tu nombre escrito- él le recorrió el rostro con la mirada –Yo no te habría llamado loca si no me hubieras mojado- Leer apretó las manos en su camisa mojada –Yo no te hubiera mojado si no me hubieras asustado- John negó un tanto divertido –No trates de hacerme ver culpable Amélia Lincoln, te recuerdo que no soy yo el que ha buscado pelea- ella frunció el ceño -¿Ves? Eres tú el culpable, suéltame por favor- John entrecerró los ojos y se acercó tanto así que la punta de ambas narices chocaban, las manos de Leer se apretaron más en la tela mojada de su entrenador y tragó pesado, no era tímida pero es que nunca había besado y no quería que fuera con ese sujeto -¿Qué haces? - le preguntó débilmente y él se acercó más a su boca –Algo de lo que seguro me arrepentiré después- susurró y sin más su boca se juntó con la de ella, Leer se mantuvo con los ojos bien abiertos sintiendo como sus labios recorrían cada centímetro de su boca, jalaba de ellos y hacía aquel movimiento tan lento que podía sentir como John tenía cierto sabor a chocolate en la boca, de a poco cerró los ojos fundiéndose en el beso y tensando más los puños en la camisa del chico, sus manos subieron por su pecho y envolvieron su cuello ¿Por qué no se podía detener? Su instinto salvaje le gritaba que lo separase y que le diera una bofetada, sin embargo su cuerpo no respondía a las ordenes de su cerebro, estaba demasiado embriagada, sus piernas se envolvieron un poco en la caderas del joven cazador sin apartar la boca de la ajena, cuando todo aquello se detuvo John se separó lentamente mientras el corazón de Leer palpitaba con fuerza dentro de su pecho, jadeó un poco y tragó su sabor –Amélia- susurró John mientras le quitaba unos mechones de la cara –Lo siento- se alejó y negó, sentía los labios palpitar, el hormigueo la entorpecía ¿Qué te pasa insulsa? Se decía en sus adentros, él le miró con algo de vergüenza y se rascó la cabeza –Sabes- cerró los ojos, no se movía seguía viéndole fijamente ¿Así se sentía besar? Era tan excitante, quería levantarse y lanzársele encima para seguir con aquel acto pero no podía el orgullo le ganaba la partida –Te dije que me iba a arrepentir de esto, deja eso, yo lo voy a terminar vete a dormir- la chica arrugó la frente saboreándose los labios –U-uhm- soltó en un quejido y de inmediato agitó la cabeza para despabilarse –Es obvio que debes arrepentirte, me besaste sin permiso atrevido- fingió que aquello no le importaba y se levantó con la camisa pegándosele al cuerpo -¡Mira! - le espetó a John a lo que él sonrió y negó –Anda novata, debes madrugar, a las 5 en punto ni un minuto más ni un minuto menos, vas a mostrarme esas habilidades con el cuchillo en una pelea- ella rodó los ojos y caminó lanzándole el paño en el pecho –Trata de pulir bien- susurró divertida y caminó totalmente erguida hacia la salida sonriendo emocionada de espaldas a él –Descansa Amélia- escuchó la voz de John tan suave que se sintió incomoda, no había escuchado ese tono antes en él, se detuvo viéndole de reojo –Te veo dentro de unas horas John- murmuró y siguió su camino posándose una mano en los labios y tratando de comprender que era lo que él estaba logrando en su caprichoso carácter, cosa que daría sus frutos en los siguientes meses.
Miraba atenta mientras deslizaba el paño con ambas manos de arriba hacia abajo –Eh- de inmediato soltó el paño y dio una manotada hacia atrás atinándole en la cara al culpable, era nada más ni nada menos que su entrenador -¡Idiota! - le gruñó mientras el chico se acariciaba la mejilla –Amélia, diablos esa mano tuya es pesada- se apretó la nariz con ambas manos y ella frunció el ceño -¿Qué rayos te pasa? - apretó los puños –¡Me has dado un susto de infarto inepto! - el chico frunció el ceño mientras sorbía por la nariz –Debes tener cuidado con lo que haces, novata- ella lo fulminó con la mirada –Muy bien- musitó conforme, esta no era la primera vez que él le sacaba un susto que le erizaba los vellos, tomó un pequeño recipiente llenándolo de agua y en un impulso se lo lanzó a la camisa, John retrocedió de inmediato con la boca abierta viéndole estupefacto mientras ella no retrocedía, seguía en su posición con el recipiente en mano viéndolo seria -¡¿Estás loca?! - ella alzó la ceja a su grito y llenó otra vez el recipiente y tirándoselo a la cabeza -¿Qué te dice esto? - le dijo en un tono casual, John volvió a retroceder aún más mojado –Esto te va a costar caro Lincoln- le dijo en un tono bastante grave y molesto a Leer -¿Qué? ¿Vas a ponerme a pulir el piso?- lo desafió, el chico la asesinaba con la mirada mientras las gotas le escurrían del cuerpo, llevaba una camiseta interior blanca y unos pantalones de algodón y estaba descalzo -¡Estoy hastiada de estas estúpidas amonestaciones que me pones cuando tus amiguitos vienen de fisgones a ver mientras entrenamos, estoy harta de que me digan que hacer, de que me traten como una insulsa, como una tonta que debe dar su brazo a torcer y definitivamente estoy harta de estarte pidiendo que me enseñes a pelear con cuchillos cuando sabes que los manejo muy bien a distancia! - John la miró con los ojos muy abiertos -¿Y qué se supone que haga Amélia uh? - se pasó la mano por la cara -¿Cómo demonios te voy a enseñar combate con cuchillos si no sabes defenderte sin ellos? - alzó la ceja -¿Quieres terminar muerta? - ella apretó la mano que sostenía el recipiente –No entiendo cómo eres uno de los mejores ¡Eres un engaño! ¡No debería obedecerte eres solo tres años mayor que yo!- le mostró tres dedos mientras respiraba agitado, John tragó pesado queriéndole callar la boca, Leer se estaba comportando como una inmadura así que volvió a llenar el recipiente y se lo lanzó en el pecho, lo volvió a mojar sin embargo esta vez él no retrocedió, se agachó y mientras ella sacaba su furia mojándolo y gritándole que estaba cansada de todos caminó en cuclillas y la embistió de la cintura empujándola contra unos sacos de arena que estaba apilados los unos con los otros, Leer dejo caer el recipiente y se quejó al sentirse golpeada -¡SUELTAME! - le gritó mientras las gotas que caían del cuerpo de John le empapaban la ropa –Me mojaste adrede, te dije que no se iba a quedar así- ella apretó los dientes –Tú me asustaste y para colmo me llamaste loca- ambos se miraron fijamente mientras respiraban agitado, las gotas de las pestañas oscuras de John le caían en el rostro a la chica –Fue sin querer, gruñona- ella bufó y frunció el ceño –¿Cinco veces ha sido sin querer? - preguntó molesta -¡No me lo parece! - John sonrió ampliamente y Leer quiso que eso no hubiera ocurrido, se miraba tan atractivo, borró esos pensamientos y volvió a ser la recia de siempre.
Leer se retorció y quiso zafarse pero el cuerpo de John era imponente, no de una manera demasiado musculosa, algo más atlético, parecía metal que la aplastaba -¡Suéltame! - dijo con los dientes apretados, John alzó las cejas y la sostuvo más fuerte de la cintura con una mano –Por cada que grites me vas a pagar- musitó John con un tono bastante casual –Vas a aprender a dejar de ser tan rebelde y a comportarte como una dama Amélia- ella se sintió insultada ¿Qué le había dicho? ¿Salvaje? -¿Qué has dicho inepto? - John no se inmutó en ninguna mueca –Que por cada rabieta que hagas y por cada grito vas a pagarme- ella frunció los labios -¿Y qué te hace pensar que yo haría eso?- John sonrió de lado –Porque es eso o que entrenes allá afuera a la vista de todos y aparte debas pulir el suelo, eso sin contar que ya no vas a entrenar conmigo- ella sintió que algo se arrancaba de su pecho un vacío en el estomago, no quería a ningún otro entrenador, aunque la hacía rabiar por veces era el único con el que se sentía cómoda –Te aprovechas- murmuró ella un tanto resignada, él le pegó con el dedo índice entre medio de las cejas –No es eso, simplemente es un tipo de sistema que voy a desarrollar para que dejes de ser tan impulsiva- sintió como el pecho de John aplastaba su cuerpo al respirar y tragó pesado –Suéltame- susurró viéndole fijo –No- se negó el chico, ella abrió la boca para gritarle pero luego recordó lo que le había dicho anteriormente –Me estás empapando- John la aplastó un poco más –Es lo justo tú empezaste con este juego infantil- Leer frunció el ceño molesta –Mira John yo no habría hecho esto si tú no te hubieras aparecido para asustarme y luego me llamaras loca, tú tienes la culpa de todo, no voy a dejar que me sentencies por esto que lleva tu nombre escrito- él le recorrió el rostro con la mirada –Yo no te habría llamado loca si no me hubieras mojado- Leer apretó las manos en su camisa mojada –Yo no te hubiera mojado si no me hubieras asustado- John negó un tanto divertido –No trates de hacerme ver culpable Amélia Lincoln, te recuerdo que no soy yo el que ha buscado pelea- ella frunció el ceño -¿Ves? Eres tú el culpable, suéltame por favor- John entrecerró los ojos y se acercó tanto así que la punta de ambas narices chocaban, las manos de Leer se apretaron más en la tela mojada de su entrenador y tragó pesado, no era tímida pero es que nunca había besado y no quería que fuera con ese sujeto -¿Qué haces? - le preguntó débilmente y él se acercó más a su boca –Algo de lo que seguro me arrepentiré después- susurró y sin más su boca se juntó con la de ella, Leer se mantuvo con los ojos bien abiertos sintiendo como sus labios recorrían cada centímetro de su boca, jalaba de ellos y hacía aquel movimiento tan lento que podía sentir como John tenía cierto sabor a chocolate en la boca, de a poco cerró los ojos fundiéndose en el beso y tensando más los puños en la camisa del chico, sus manos subieron por su pecho y envolvieron su cuello ¿Por qué no se podía detener? Su instinto salvaje le gritaba que lo separase y que le diera una bofetada, sin embargo su cuerpo no respondía a las ordenes de su cerebro, estaba demasiado embriagada, sus piernas se envolvieron un poco en la caderas del joven cazador sin apartar la boca de la ajena, cuando todo aquello se detuvo John se separó lentamente mientras el corazón de Leer palpitaba con fuerza dentro de su pecho, jadeó un poco y tragó su sabor –Amélia- susurró John mientras le quitaba unos mechones de la cara –Lo siento- se alejó y negó, sentía los labios palpitar, el hormigueo la entorpecía ¿Qué te pasa insulsa? Se decía en sus adentros, él le miró con algo de vergüenza y se rascó la cabeza –Sabes- cerró los ojos, no se movía seguía viéndole fijamente ¿Así se sentía besar? Era tan excitante, quería levantarse y lanzársele encima para seguir con aquel acto pero no podía el orgullo le ganaba la partida –Te dije que me iba a arrepentir de esto, deja eso, yo lo voy a terminar vete a dormir- la chica arrugó la frente saboreándose los labios –U-uhm- soltó en un quejido y de inmediato agitó la cabeza para despabilarse –Es obvio que debes arrepentirte, me besaste sin permiso atrevido- fingió que aquello no le importaba y se levantó con la camisa pegándosele al cuerpo -¡Mira! - le espetó a John a lo que él sonrió y negó –Anda novata, debes madrugar, a las 5 en punto ni un minuto más ni un minuto menos, vas a mostrarme esas habilidades con el cuchillo en una pelea- ella rodó los ojos y caminó lanzándole el paño en el pecho –Trata de pulir bien- susurró divertida y caminó totalmente erguida hacia la salida sonriendo emocionada de espaldas a él –Descansa Amélia- escuchó la voz de John tan suave que se sintió incomoda, no había escuchado ese tono antes en él, se detuvo viéndole de reojo –Te veo dentro de unas horas John- murmuró y siguió su camino posándose una mano en los labios y tratando de comprender que era lo que él estaba logrando en su caprichoso carácter, cosa que daría sus frutos en los siguientes meses.
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