Monster ~ [Privado]

Cuatro días se habían cumplido ya, era la cuarta noche que la maldita Iglesia intentaba mitigar la sed que le corría por las venas, haciendo que el humor del Inquisidor fuera de desagradable a peor, todo era molesto para él, no quería que nadie se le acercara o terminaría haciendo algo que haría que su expulsión de la Iglesia fuera inminente, tenía que usar todo su control para poder superarse, sus "altos mandos" le daban felicitaciones por su buen desempeño, por su autocontrol, pero sobre todo por el compromiso que mostraba y por el arrepentimiento que se sentía con tan sólo ver como luchaba con aquella bestia que era. ¡Ilusos! Pero las caretas tenían que seguir por un tiempo más, al menos hasta que le dejaran salir de aquél claustro hasta que la reunión de "avances" terminara. Sus pies se movieron rápido mientras observaba a todos como si se hubieran convertido en entes de color carmín que le provocaban a romper con su "promesa" la cual estaba tan maltrecha que ya no sabía exactamente a qué se había comprometido cuando llegó a la Iglesia.

Salió del sitio a paso acelerado mientras llevaba el puro a sus labios intentando que el humo del tabaco quemara las ganas de matar que tenía en ese mismo instante, todos le parecían apetecibles, todos eran perfectos para poder callar aquél ser que se internaba en su interior pidiendo a gritos que le dejara salir. Pronto subió a una azotea de alguna casona de gustos rimbombantes mientras observaba desde las alturas cual sería el bocadillo inicial. Brincaba de prisa dejando que su olfato se llenara de todos los olores que en ese sitio podía encontrar hasta que observó a la candidata perfecta, una mujer regordeta que cuidaba a un niño, aunque el aura de aquél era tan extraña para alguien de su edad. Miles de preguntas invadieron su cabeza en ese momento dejando que el puro abandonara sus labios, ya había encontrado el plato que se serviría esa noche, al menos el primero. Siguió el carruaje que llevaba a ambos personajes, rodando los ojos al notar el destino, de alguna forma, era "normal" aquello.

La atención estaba en la mujer, sin embargo el enigma del crío le mantenía a la expectativa, tal vez en otro momento vería que hacer con él. Acomodó las ropas que habían quedado fuera de su lugar mientras brincaba de un edificio a otro y entró al parque de diversiones, viendo como las luces terminaban por iluminar el sitio, había demasiada gente para la hora que era en realidad y se acercó por detrás de la mujer. -Es un niño especial, por lo que veo.- Susurró casi a su oído mientras se colocaba al lado de su próxima víctima. -Lo digo por como le consiente, nadie en su sano juicio le daría ese dinero a un niño.- Le miró con la sonrisa torcida mientras sus ojos se clavaban en los ajenos y después de un guiño se separó de la mujer. Tal vez era mejor que el niño les presentara, quizá ella fuera un poco reticente. Usando un poco de su velocidad terminó por acercarse al carrusel, observando cada detalle que hacía el crío terminando por dar un paso hacia él. -¿Te da miedo?- El cuestionamiento salió de sus labios aproximándose completamente. Inclinó su cuerpo, dejando que una de sus rodillas se apoyara en el piso quedando a la altura del niño. -¿Te ayudo?- La sangre del menor podía inundar las fosas nasales de Burke y aunque no le remordía la consciencia matar a un niño ya tenía en mente otra idea. -Mi nombre es Burke.- Quería darle confianza, necesitaba de aquello, aunque tal vez no y sólo le estaba dando vuelta al asunto, pero siempre lo habían regañado por jugar con la comida.

El niño tenía ese modo tan infantil de creer en las palabras ajenas, aunque en muchas ocasiones se alejaban sin decir nada, él parecía querer confiar en Burke a pesar de la mirada que escondía aquél miedo. Sonrió para sí escuchando cada una de las palabras que el infante tenía para decirle, podía decirse que era demasiado elocuente para la edad que tenía, aunque sabía que "tenía dones especiales" aquella aura que manejaba de inocencia pero que se mezclaba con ciertos toques característicos que hacían que la curiosidad del vampiro fueran en aumento.

-Claro, me gustan los juegos tanto como a ti, son bastante divertidos.- En realidad no sabía hacía cuánto que se había subido a un juego de aquellos, cuándo había sido la última vez que en verdad se había divertido sin que la maldad fuera el toque principal de su juego, pero no lograba traer a su memoria nada de eso, ni siquiera de cuando fue humano, había sido todo tan... Diferente, que en realidad ya no importaba, sin embargo una mentira de piedad no era mal vista en ese momento ¿O sí?

Observó como el crío corría hacia el puesto de dulces y tomó los que le ofrecía, los cuales guardó en el bolsillo de su pantalón, no los iba a probar ni en ese momento, ni tampoco después. -Patrick.- Miró al juguete y sonrió ante las palabras del pequeño, algo raro en Burke pero había ocasiones en las que realmente no era aquél ser sin sentimientos que siempre aparentaba, al menos el infante no lo diría, y si lo hacía, pocos lo creerían, después de todo Yuri para el inquisidor era el medio perfecto con el cuál podría obtener su comida, tal vez de forma frecuente, ¿Quién le huye a un niño? Casi nadie, el más grande error de muchos adultos, pues son peores que cualquier plaga.

-Anda, vamos a caminar, les puedo mostrar a Patrick y a ti los secretos de este parque, lo conozco bastante.- Otra mentira, comenzaban a tejer una telaraña, pero realmente eso no importaba del todo. -Después si quieres buscamos a tu nana y le puedes decir lo que conociste, para que sepa que has estado bien y no has hecho nada indebido.- Tomó la mano del pequeño y comenzó a caminar hacia los demás juegos, había bastante gente y la garganta seguía aclamando la sangre de alguno de aquellos mortales, pero tenía que seguir aguantando, al menos por ese momento.

Las luces en el parque todavía hacían juegos de colores que a los niños podían atraer con facilidad y un hombre con la cara maquillada se comenzó a acercar a Burke y Yuri. -¿Te gustan los payasos?- En el caso particular a Burke no le parecían de lo mejor, pero cada quien sabía cuáles eran sus talentos, aunque podían haber unos demasiado malos en realidad, todos tenían que comer y querían hacer algo para poder llevarse la comida a la boca, eran como ladrones pero en versión inútil.

Debía aceptarlo, a él tampoco le agradaban en nada los payasos, pero ahí estaban siendo guiados por uno mientras sus ojos se entrecerraban levemente, con una tenue desconfianza que parecía hacer que sus sentidos se alertaran sin lograr observar un verdadero peligro, tal vez se estaba volviendo paranoico, o es que estaba siendo bastante empático con el infante, cualquier cosa podría ser verdad. Detuvo su andar al entrar a la tienda que el payaso había destinado para ellos. Los ojos del vampiro se movían con rapidez por todo el lugar sintiendo la mano sudorosa del pequeño entre la propia, aferrándose con fuerza, no podía concentrarse del todo, algo estaba pasando, ahora estaba seguro, no estaba loco.

La luz de las velas dejó de bailar y las sombras inconexas desaparecieron y la calidez que estaba en medio de su mano junto con ellas. Dio un paso hacia atrás y se agazapó en un acto dirigido sólo por el instinto que ya llevaba cultivando algún tiempo. Lograba escuchar al pequeño o por lo menos el corazón de este que parecía como un caballo desbocado intentando llegar a la meta antes que cualquier otro. Sintió un peso en la espalda y dejó que su codo hiciera lo propio, dejando sin aliento a aquél, tomando su cabello para estrellarlo contra el piso. Mantuvo una rodilla en el piso y logró encontrar aquél muñeco maltrecho que podía identificar como el de Yuri. Pronto la habitación se vio de nuevo iluminada y no tuvo que invertir mucho tiempo para lograr observar que las manos del crío estaban llenas de aquél fuego. El aura de este no le había mentido, se dedicaba a la brujería, aunque dudaba que lo pudiera dominar de verdad.

El olor de la sangre también invadía aquél sitio y Burke se obligó a dejar de respirar, porque aunque su fuerza de voluntad siempre había sido buena, no quería arriesgarse, pues en momentos en donde su vida dependía de él, no se ponía a ver a quien se llevaba en el camino. Logró ver el rostro de aquél payaso que mantenía una sonrisa demoníaca, haciendo que gente se moviera en el interior de la tienda, prácticamente estaban rodeados por ellos, menos uno, aunque... No sabía si era bueno o malo, era su vida y la del niño, aunque ¿Cuál pondría el inquisidor en primer plano? Aún no lo había decidido, tal vez por el momento irían en partes iguales.

Sacó una de sus dagas del interior de su cinturón y la lanzó hacia el payaso, había de dos, sin la cabeza se volverían locos y atacarían o simplemente huirían, Burke decidió tomar el riesgo, notando como la garganta de aquél era cortada y se desplomaba casi junto al pequeño, tampoco sabía como reaccionaría él, pero necesitaba perderse de la vista de los otros para poder hacer que sobrevivieran ambos.

Ahí estaba él de nuevo, intentando levantarse mientras observaba perplejo las cualidades de aquél crío, tal vez él ni siquiera sabía que las poseía, pero que en un momento de demasiado estrés las cosas se habían ido de sus pequeñas manos mostrando todo aquello que le pertenecía, al menos sabía que podría defenderse. Se levantó cuando el niño corrió hacia él y lo tomó de la mano, respiró de nuevo un momento, pero terminó por arrepentirse, mientras dejaban atrás aquellas carpas que se levantaban. Burke dejó de sentir de nueva cuenta la mano ajena y simplemente lo dejó correr, era más fácil que él se defendiera, que tal vez intentara salvar a los dos, mientras el niño corriera con todas sus fuerzas y no regresara, sintió un brazo que le jalaba y de nuevo en un giro soltó un golpe seco en la mandíbula ajena, viendo como este rebotaba contra el piso, observando el humo que corría a lo lejos, no reconocía a nadie en realidad, no sabía de donde venía, le pateó el costado, escuchando un quejido de aquél hombre que le había intentado detener.

Caminó de nuevo por donde podía observar que el niño se había ido, mientras cuidaba sus propias espaldas, no sabía lo que había pasado y tampoco escuchaba gritos por ningún otro lado, tal vez eran personas que sólo querían robarse al niño por alguna razón, o tal vez iban en busca del vampiro, aún no lo sabía. -¿Yuri?- Cuestionó abriéndose paso entre los arbustos que estaban a su paso. -¿Yuri?- Podría parecer un tanto desesperado, podía ser todo lo cruel que le indicaran, pero hasta ahora el crío nada le había hecho para ganarse su odio, así que simplemente le tocaba ver que había pasado con él y tal vez ver que pasaba con aquellos poderes que parecían desordenarse en sus manos. Escuchó la voz del niño que se acercaba mientras otros pasos también captaron la atención del inquisidor. De nuevo sus sentidos se alertaron y apresuró los pasos, hasta encontrar al niño, tomando su mano y jalando al mismo para que usaran las ramas como escondite, se agazapó dejando al pequeño entre su cuerpo, tapando su boca. -Shhhh- Apenas había sido un murmuro lo que había salido de sus labios mientras observaba con atención.

Se alejaron aunque no demasiado. -¿Cómo hiciste aquello en la tienda?- Cuestionó girando al niño hacia él mientras le tomaba de los brazos, sintiendo humedad sobre una de sus manos. Recordó el olor a sangre dulce mientras le miraba. Observó el brazo del niño y logró ver la herida que en este se dibujaba. -Ven...- Arrancó la manga de la pequeña camisa y mordió su propia mano, dejando caer apenas unas gotas de sangre sobre aquella mancha roja, notando como poco a poco empezaba a desaparecer. -¿Mejor?- Le miró limpiando su propia mano, y pudiendo respirar de nueva cuenta.