AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Monster~ [Privado]
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Monster~ [Privado]
La noche era fría y clara, el cielo despejado permitía que la luna iluminara las calles parisinas, lo que a su vez facilitaba más el tránsito de humanos por las calles. Sin duda una noche perfecta para cazar. Vestido totalmente de negro: pantalón, camisa, gabardina y zapatos, el vampiro caminaba silencioso y en armonía con la oscuridad que lo rodeaba, sin llamar en absoluto la atención, iba con sigilo: él era una sombra en movimiento, era un perro callejero, una hormiga en el camino, nadie le dedicaría en ese momento una segunda mirada de haberlo visto una primera.
Con caprichosa selectividad, iba observando a cada mujer que se atravesaba en su camino, evaluando su aroma y su belleza, sin importar la clase social, a veces las más deliciosas eran muy pobres, pero seguían siendo las más guapas, de aroma más perturbador y sangre más oxigenada, lo que la hacía más dulce a su paladar. Cuando encontró a la indicada para aquella noche no pudo evitar el saborearse los labios en anticipación. Sus colmillos generalmente de un tamaño regular, sobresalían ahora del resto de sus dientes, palpitaban dolorosamente con el ansia de sangre de su dueño. Sus ojos, normalmente de un castaño miel similar al color del whisky que tanto disfrutaba, se tiñeron de rojo al sentirla chocar ‘accidentalmente’ contra él.
La mujer era una prostituta, había notado su interés en él apenas lo vio, aquello se le hizo especialmente bueno, el apetito que tenía esa noche era meramente de sangre, no requería de otro de sus servicios, por lo que si era una presa fácil mucho mejor. -Disculpe, señor. No ha sido mi intención- pronunciaba simulando timidez, actitud que no iba para nada con su atrevida vestimenta. Sonrió al tenerla en sus brazos, le alzó el mentón para besarla con salvaje apetito, le daría un poco de lo que buscaba, como un último deseo cumplido. Ella ni corta ni perezosa le respondió ávidamente al beso, consiguiendo excitarlo aún más.
-Vamos a un lugar más oscuro, belleza- su voz se había enronquecido, y al verla asentir tan deseosa como él, tomó su mano y la arrastró consigo hacia lo más oscuro de unos callejones cercanos. La pegó contra la pared y comenzó a besarla de forma ruda, sin tener el más mínimo cuidado de esconder sus alargados colmillos de ella, haciéndole un par de cortes en los labios y deleitándose con su sabor metálico y dulce. Gruñó en respuesta a su sabor, deseaba cada gota de aquella sangre, hasta la última, no habría desperdicio.
La volteó, dejándola pegada ahora de frente contra el muro. Subiéndole la falda hasta las caderas, cambió de parecer, sí tomaría otro de sus servicios. Sin siquiera bajarse los pantalones, apenas si bajó el cierre, sacó su miembro y la penetró con fuerza, arrancándole un gemido placentero que lo impulsó a moverse en su interior con mayor rapidez. Cuando la sintió correrse por primera vez, no pudo mantener sus instintos animales más a raya. En la misma posición, sin detener ni un segundo sus movimientos, encajó sus colmillos en el níveo cuello de la mujer, provocando ahora un gemido de dolor y miedo.
Edmond bebía de ella sin parar de penetrarla, mientras ella gemía y lloraba de miedo, perdiendo poco a poco sus fuerzas. Cuando el cuerpo de la mujer perdió toda vitalidad, el vampiro se corrió por fin en su interior, succionando la última gota de sangre que obtendría de aquel cuerpo inerte en sus brazos.
Un nuevo gemido de miedo llamó su atención, devolviéndolo a la realidad. Supuso que sería alguna otra mujer de la vida fácil que iba por aquellos callejones, y pensó que tendría un buen festín aquella noche. Sin embargo, lo que vio a unos metros de él no era una mujer, era una niña y no cualquier niña. -Kristal- murmuró con evidente dolor el nombre de su hermana, entonces sintió vergüenza de la situación en la que estaba, nunca había permitido que ella viera algo como aquello, cómo había cometido un error como el de no sentirla antes.
Por un momento se perdió en sus recuerdos y memorias, dándose cuenta que aquella no podía ser su amada hermana, ella había muerto. En cambio, la niña frente a él era algo menor de lo que había sido Kristal al momento de ser convertida, pero se parecía mucho. Su olor, su rostro, incluso su voz. Sintió la enorme necesidad de correr hacia ella, abrazarla fuertemente y pedirle perdón por lo que la había hecho ver, sin saber realmente desde qué momento había estado observando.
Dejó con suavidad el cadáver en el suelo, subió el cierre de su pantalón y limpió con la manga de su gabardina la sangre que pudiera haber quedado alrededor de su boca. Todo aquello con movimientos lentos y calmos, no debía asustarla más. Ella ya había tenido una visión horrible de él y todo lo que quería ahora era hablar con ella. ¿Cómo era posible que se pareciese tanto? Todo aparte de ella desapareció para él, como siempre ocurría con Kristal, se adueñaba de toda su atención y todo lo que podía él hacer era intentar hacerla feliz sin importar qué.
-No tengas miedo, no te haré daño- pronunció mientras intentaba acercarse a ella, paso por paso, muy lentamente. Pero se detuvo al estar ya a tres pasos de ella, acuclillándose para tenderle la mano. -No temas- en su voz sonó como una orden, pero en realidad aquello era un ruego. No quería que la viva imagen de aquella a quien tanto amó, ahora le temiera. Se sintió entonces como el monstro que una vez su madre lo acusó de ser.
Darren O'Reilly- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 42
Fecha de inscripción : 20/07/2014
Re: Monster~ [Privado]
La noche había caído en París haría unas tres horas, pero yo aún seguía transitando las calles de la ciudad a pesar de que siempre intentaba regresar a algún lugar cubierto y seguro antes de que el Sol desapareciera. Era una regla que yo misma me imponía como si fuera mi propia madre pero que al final muchas veces no acababa cumpliendo; cuando tu hogar es la calle vives a costa de la suerte o la coincidencia, y ese día la búsqueda de algo que llevarse a la boca no había sido para nada satisfactoria. Había acabado apoyada en unos cuantos barriles, agotada y con dos simples manzanas pochas como botín. Otras veces tan sólo necesitaba unos minutos para coger provisiones del mercado o colarme en algún comercio, ¡y no veas lo contenta que acababa! Aunque aquella imagen pasaba a ser un mero recuerdo lejano, a pesar de que no hiciera más de un mes de eso.
Mi salud estaba empeorando. No hacía falta ser un médico para notarlo: mi pelo -que en tiempos en los que estaba en palacio había brillado como si no hubiera mañana- hoy había pasado a ser un dorado apagado que caía en cantidades considerables y mi piel, en general, estaba deteriorándose por la presión de los huesos que resaltaban. Podía decirme a mí misma que eso sería una mala racha, que pronto volvería a llenar mi tripa lo suficiente para poder vivir sin estar eternamente cansada, pero era consciente de que las cosas iban a cambiar, de que tarde o temprano se me acabaría el chollo ¿Que qué había pasado? El aumento de la Guardia parisina, eso pasaba: la seguridad se había incrementado debido a los incontables robos diarios y a la alta criminalidad que posiblemente era el origen de las numerosas desapariciones de jóvenes. Había oído decir a alguien en el mercado algo parecido a esto: "Parece ser que están traficando con niños de nuevo, sobre todo de aquellos huérfanos" No sabía que significaba "traficar", pero no me sonaba muy bien y no pude evitar tener un poco de miedo; de hecho, el día que me enteré de la noticia no pude moverme del edificio en ruinas que consideraba mi mayor refugio. Además, tan sólo tenías que pasear unos minutos para verificarlo: carteles de "Disparu" por todos lados.
Era inenarrable, cómo cada persona que transitaba a mi alrededor se quedaba mirándome con una mezcla de preocupación y pena, preguntándose si era una niña perdida o expresando su "pesar" por el peligro que podía correr. Sí, mucha preocupación pero ni se dignaban a darme un mísero franco o algo de la compra. Siempre era muy cabezota en cuanto al tema de pedir, pues odio arrastrarme por dinero pero todo tenía un límite.
Decidí moverme, así que levanté el trasero del pavimento y me dirigí hacia mi lugar secreto, el cual pillaba un poco lejos. Miré el gran reloj de la plaza y seguidamente suspiré -las 1 menos cuarto de la noche-; era muy tarde para mí y el cansancio cada vez era mayor, así que me decanté por coger varios atajos para así estar a salvo lo más pronto posible. No confiaba en la noche, y creo que nunca lo haré; me gusta ser iluminada por los suaves rayos de Sol, me gusta ver el rostro de las personas con claridad y no entre las sombras. Y es que la noche me vuelve débil y vulnerable...
Intenté apresurarme, siempre observando lo justo todo aquello que me rodeaba, con la incertidumbre de estar confundiendo cada ser viviente o no que pasaba por el rabillo de mi ojo. Pensamientos en mi cabeza como: "¿Eso fue un gato?". Tras estar un buen rato caminando, completamente segura de que ya me quedaba poco camino que recorrer, entré a un callejón por el que me subiría al tejado trepando unos dos metros, como ya había hecho en varias ocasiones. Pero aquella vez no pude. La escena que vi en ese momento fue uno de los momentos más traumáticos de mi vida: un hombre estaba practicando sexo con una mujer, ambos gimoteando como animales. Eso mismo había escuchado como banda sonora a veces en palacio, cuando mamá traía nuevos hombres a casa. Aunque aquella vez parecía diferente, como si ella estuviera sufriendo de verdad...Espera, ¿qué era eso?
Gruñidos, sangre... ¿qué era ese hombre? Hallándome escondida tras una caja, mis ojos, que habían contenido lágrimas desesperanzadas durante unos minutos, ahora lloraban a mares. Mi cuerpo menudo temblaba como si estuviera a punto de nevar, y no podía remediar hacer un poco de ruido con la voz cada vez que veía las gotas de sangre y fluidos extraños que descendían por el cadáver de la mujer que regalaba amor. Sí, estaba muerta, la vi; vi cómo sus ojos estaban abiertos mirando hacia la nada y sus articulaciones parecían las de un títere. Apreté mis puños, a medida que me daba cuenta de que podría ser mi final...¡quería borrar todo aquello de mi mente y zampar un buen trozo de pan calentito!
Una mezcla de emociones se había apoderado de mí ... quería correr pero por alguna extraña razón mis piernas no me funcionaban. No...no....¡aquel hombre estaba avanzando hacia mí y no podía hacer nada! Fallon -que siempre se escondía en el bolsillo izquierdo de mi fina pantalón- notó mi nerviosismo y me mordió el dedo índice, confuso y como si él oliera también el peligro. Al mismo tiempo que el desconocido avanzaba, yo observaba mi única vía de escape, la cual estaba justo unos pasos más adelante. Unos pasos que podían hacerse eterno y significar mi muerte. Cuando lo tuve frente mía, ofreciéndome su mano, seguía tras la caja...sólo asomando mis ojos cristalinos -Vete, por favor...- susurré mientras desviaba la mirada para no ver su arma letal: sus colmillos. Sabía lo que era, pero todo lo ocurrido era demasiado para mí...para alguien tan pequeña...El miedo me había paralizado completamente.
Mi salud estaba empeorando. No hacía falta ser un médico para notarlo: mi pelo -que en tiempos en los que estaba en palacio había brillado como si no hubiera mañana- hoy había pasado a ser un dorado apagado que caía en cantidades considerables y mi piel, en general, estaba deteriorándose por la presión de los huesos que resaltaban. Podía decirme a mí misma que eso sería una mala racha, que pronto volvería a llenar mi tripa lo suficiente para poder vivir sin estar eternamente cansada, pero era consciente de que las cosas iban a cambiar, de que tarde o temprano se me acabaría el chollo ¿Que qué había pasado? El aumento de la Guardia parisina, eso pasaba: la seguridad se había incrementado debido a los incontables robos diarios y a la alta criminalidad que posiblemente era el origen de las numerosas desapariciones de jóvenes. Había oído decir a alguien en el mercado algo parecido a esto: "Parece ser que están traficando con niños de nuevo, sobre todo de aquellos huérfanos" No sabía que significaba "traficar", pero no me sonaba muy bien y no pude evitar tener un poco de miedo; de hecho, el día que me enteré de la noticia no pude moverme del edificio en ruinas que consideraba mi mayor refugio. Además, tan sólo tenías que pasear unos minutos para verificarlo: carteles de "Disparu" por todos lados.
Era inenarrable, cómo cada persona que transitaba a mi alrededor se quedaba mirándome con una mezcla de preocupación y pena, preguntándose si era una niña perdida o expresando su "pesar" por el peligro que podía correr. Sí, mucha preocupación pero ni se dignaban a darme un mísero franco o algo de la compra. Siempre era muy cabezota en cuanto al tema de pedir, pues odio arrastrarme por dinero pero todo tenía un límite.
Decidí moverme, así que levanté el trasero del pavimento y me dirigí hacia mi lugar secreto, el cual pillaba un poco lejos. Miré el gran reloj de la plaza y seguidamente suspiré -las 1 menos cuarto de la noche-; era muy tarde para mí y el cansancio cada vez era mayor, así que me decanté por coger varios atajos para así estar a salvo lo más pronto posible. No confiaba en la noche, y creo que nunca lo haré; me gusta ser iluminada por los suaves rayos de Sol, me gusta ver el rostro de las personas con claridad y no entre las sombras. Y es que la noche me vuelve débil y vulnerable...
Intenté apresurarme, siempre observando lo justo todo aquello que me rodeaba, con la incertidumbre de estar confundiendo cada ser viviente o no que pasaba por el rabillo de mi ojo. Pensamientos en mi cabeza como: "¿Eso fue un gato?". Tras estar un buen rato caminando, completamente segura de que ya me quedaba poco camino que recorrer, entré a un callejón por el que me subiría al tejado trepando unos dos metros, como ya había hecho en varias ocasiones. Pero aquella vez no pude. La escena que vi en ese momento fue uno de los momentos más traumáticos de mi vida: un hombre estaba practicando sexo con una mujer, ambos gimoteando como animales. Eso mismo había escuchado como banda sonora a veces en palacio, cuando mamá traía nuevos hombres a casa. Aunque aquella vez parecía diferente, como si ella estuviera sufriendo de verdad...Espera, ¿qué era eso?
Gruñidos, sangre... ¿qué era ese hombre? Hallándome escondida tras una caja, mis ojos, que habían contenido lágrimas desesperanzadas durante unos minutos, ahora lloraban a mares. Mi cuerpo menudo temblaba como si estuviera a punto de nevar, y no podía remediar hacer un poco de ruido con la voz cada vez que veía las gotas de sangre y fluidos extraños que descendían por el cadáver de la mujer que regalaba amor. Sí, estaba muerta, la vi; vi cómo sus ojos estaban abiertos mirando hacia la nada y sus articulaciones parecían las de un títere. Apreté mis puños, a medida que me daba cuenta de que podría ser mi final...¡quería borrar todo aquello de mi mente y zampar un buen trozo de pan calentito!
Una mezcla de emociones se había apoderado de mí ... quería correr pero por alguna extraña razón mis piernas no me funcionaban. No...no....¡aquel hombre estaba avanzando hacia mí y no podía hacer nada! Fallon -que siempre se escondía en el bolsillo izquierdo de mi fina pantalón- notó mi nerviosismo y me mordió el dedo índice, confuso y como si él oliera también el peligro. Al mismo tiempo que el desconocido avanzaba, yo observaba mi única vía de escape, la cual estaba justo unos pasos más adelante. Unos pasos que podían hacerse eterno y significar mi muerte. Cuando lo tuve frente mía, ofreciéndome su mano, seguía tras la caja...sólo asomando mis ojos cristalinos -Vete, por favor...- susurré mientras desviaba la mirada para no ver su arma letal: sus colmillos. Sabía lo que era, pero todo lo ocurrido era demasiado para mí...para alguien tan pequeña...El miedo me había paralizado completamente.
Nora Teagan- Humano Clase Media
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Re: Monster~ [Privado]
Allí de cuclillas, observando con remordimiento a la pequeña niña y sus mejillas bañadas de lágrimas, pudo detallarla de mejor manera. Su piel estaba pálida y reseca, y cabello opaco y su contextura demasiado huesuda, el sucio de días, quizás semanas o meses sin bañarse cubría irregularmente su piel. Comprendió enseguida que era una niña de la calle, y se preguntó con pesar cuántos días haría que no comía decentemente. Se sintió aún más culpable de asustarla de aquella forma, y el vacío le revolvió el estómago.
Se sintió aún más bestia al aprovecharse de su temor y su paralizada situación para terminar de eliminar el espacio entre ellos y rodearla con sus brazos, permitiéndole seguir llorando con el rostro escondido en su pecho. Seguramente cuando se calmara un poco su llanto lo atacaría con puños y patadas con el fin de alejarse de él, pero no había algo que no le perdonara con tal de mitigar semejante primera imagen que había tenido de él. -Shhh… Llora todo lo que necesites, pequeña. Prometo no lastimarte- ahora acariciaba con calma paciencia sus cabellos y espalda, intentando por todos los medios hacer que se relajase.
Comenzó a pensar qué podría hacer con ella, no deseaba dejarla en la calle, no podía permitirlo. Pensó fugazmente en llevarla con él, pero dudaba que ella estuviera muy feliz con ello. De igual modo, con proponerlo no perdía nada ¿no? Él sería inmensamente feliz de tenerla consigo, su parecido con Kristal podría mitigar un poco el dolor de la pérdida sufrida. Negó mentalmente, nadie podría sustituir a su hermana, pero al menos podría llenar ligeramente aquel vacío.
Sin esfuerzo, la cargó en sus brazos como si tuviera tan sólo dos años, de algún modo consiguiendo que ella le rodeara la cintura con las piernas y sosteniéndola contra su pecho. No supo si fue real o no, pero creyó sentirla temblar, tal vez pensando que la llevaría a algún otro lugar para alimentarse con ella, si era así, tendría que mitigar tal temor -sólo quiero llevarte a comer algo decente, a tomar un baño, quizás ir por un cambio de ropa. ¿De acuerdo?- evidentemente no esperó su respuesta, puesto que temía su negativa.
Aún con la chiquilla en brazos se encaminó a un café cercano. La sentó en una de las sillas y, mientras esperaban alguien que los atendiera, se acuclilló de nuevo frente a ella, sacó un pañuelo de uno de los bolsillos de su pantalón y se dispuso a limpiar un poco su rostro, secando las lágrimas y llevándose con ellas un poco de la suciedad pegado a tan tierna carita. En dicha tarea se encontraba cuando un mesero se acercó para pedirle que sacara a la sucia niña del local, recibiendo en respuesta una mirada asesina de sedientos ojos carmesíes. El vampiro se puso de pie, mostrándose en todo su largo ante el flacucho mesero quien no le llegaba en altura si quiera hasta el mentón. -Cuide sus palabras, caballero. Si quisiera, mañana mismo este local sería mío y usted no conseguiría otro empleo en toda la ciudad de París. Le sugiero traer algo de pan recién hecho y dos tazas de chocolate caliente mientras nos decidimos qué ordenar. ¿Ha entendido bien?-. No esperó a observar su reacción, si lo hacía se arriesgaba a darle un puñetazo de lleno en el rostro al idiota que osaba provocar su disgusto, en cambio volvió a su posición anterior frente a la niña, cambiando drásticamente su semblante con ella.
Le dedicó una media sonrisa, aún intentando calmar sus nervios, debía ganarse su confianza y seguramente no sería algo sencillo. Puso la carta que se encontraba sobre la mesa en las manos de la niña y con una de sus manos apartó un mechón de cabello de su rostro llevándolo detrás de su oreja -Puedes pedir lo que quieras, sin mirar el precio... Lamento que hayas visto aquello. Si deseas que me marche luego, lo haré, pero antes permíteme disculparme contigo dándote algo de comer y luego un baño ¿Está bien?- preguntó de nuevo dado que la vez anterior no obtuvo una respuesta. En eso, el camarero de antes volvía con su pedido en mano, dejándolo en la mesa y preguntando por su orden. -¿Ya saben qué desean ordenar?- a lo que el vampiro respondió mirándola a ella, de quien por cierto aún no conocía ni el nombre, pero aún tenía tiempo para ello, por ahora llenar su estómago era la prioridad.
Darren O'Reilly- Vampiro Clase Alta
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Re: Monster~ [Privado]
Me había preparado para ser devorada, incluso comenzaba a pensar en todas las cosas que me gustaría haber probado en la vida pero que ya no podría hacer; sin embargo, para mi sopresa, pasados unos instantes aún conservaba todas las extremidades de mi cuerpo. Lo miré, me atreví a mirarlo ahora con una mezcla de pánico acumulado y desconcierto, y enseguida me vi envuelta por la calidez de un abrazo...aunque a decir verdad él era frío al tacto. Estaba siendo rodeada por los brazos fornidos de una bestia y no estaba haciendo nada para evitarlo, a pesar de que aún seguía temblando; no lo entendía, no entendía cómo el hombre había cambiado de conducta tan repentinamente. Quizás, ¡quizás intentaba que bajara la guardia para...ZÁS! O quién sabe...a lo mejor era de esas personas que tienen varias personalidades. Su voz sonaba reconfortante pero no lo suficiente como para hacer que dejara de llorar, algo que de nuevo contrastaba con lo que había presenciado hace tan solo unos minutos.
Me separé de él y noté que andaba pensativo, ¿qué clase de pensamientos estaban pasando en ese momento por su mente? Lo observaba con recelo, a la vez debatiéndome la idea de salir por patas e intentar borrar aquellas imágenes de mi mente, pero supuse que podría ser peor y decidí tan sólo dejarme llevar por la curiosidad; aunque realmente no sabía qué saldría de aquello, que sería de mí al final de la noche. No sé qué pretendía el desconocido, y aunque me gustaría preguntarle me mantuve callada como una muda, algo común en mí cuando se trataba de conocer a gente nueva; sobre todo esta clase de personas tan...peculiares. Aunque realmente no estaba segura de si quería conocerlo...¡bobadas! De nuevo me vi extrañada por cómo se estaba portando conmigo cuando me cogió como si fuera una cesta de verduras o algo muy ligero, ¿tan poco pesaba? Y yo, como acto reflejo, me agarré a él como un mono colgando de una rama. La escena era graciosa a la vista de otros, pero yo no podía dejar de temblar por la incertidumbre de no saber, a pesar de que él me confesara que sus intenciones eran buenas. Estaba siendo una tonta, mostrándome tan débil a los ojos de alguien que acababa de asesinar. Cualquiera que se lo contase no me creería o seguramente me dirían que yo misma era la única culpable por seguir la corriente a desconocidos.
Parecía tan inocuo cuando te parabas a contemplarlo, como si todo rastro de maldad se hubiera desvanecido de su rostro. No pasó mucho tiempo hasta que llegamos a un café; estaba mucho más tranquila, ahora con la presencia de terceras personas que serían testigos en el caso de que me pasara algo aquella noche tan...fortuita. Pero a continuación, pasó algo que me hizo bajar un poco la guardia con él: tras haber sido menospreciada por un camarero y obligada a salir del lugar, él, el hombre que estaba dispuesto a cuidarme al menos durante unas horas me había defendido; aunque yo misma le habría soltado un par de insultos al irrespetuoso empleado, él lo hizo por mí...bueno, a su manera. Imponía, además de que era muy alto y destacaba en comparación con todos aquellos que se encontraban allí. Pero...de nuevo, esos ojos del color de la sangre que había visto antes aparecieron y volví a ponerme nerviosa temiendo lo que podría pasar a continuación; afortunadamente volvió a cambiar su expresión hacia una apacible. Seguía sin entender, ¿por qué ponía tanto interés en parecer una persona agradable delante mía? Era una simple niña de la calle...¿no?
Paz, eso es lo que me estaba invadiendo poco a poco a medida que el tiempo corría ¿Y si yo también era de esas personas que cambian de parecer rápidamente? No, nunca me había pasado algo así...siempre, siempre ponía barreras a mi alrededor, excepto aquella vez. Quería intentar ser ruda con él, quería hacer que me odiara y perdiera el interés por mí pero no podía, por alguna extraña razón no podía. Sonreí alegremente una vez que nos trajeron el chocolate y el pan, ¿estaba soñando? ¡Pan calentito! No pude evitar darle un bocado inmediatamente que el camarero -el mismo idiota de antes- lo había puesto en la mesa ¿Cuánto tiempo duraría aquella felicidad? -Creo...creo que pediré un bistec de ternera con patatas fritas...- dije tímidamente pero a la vez babeando mentalmente por el festín que estaba a punto de darme. - Por cierto, soy Nora...- sonreí de lado, aún acechado en secreto, creyendo oportuno decirle mi nombre, pues era lo de menos.
Me separé de él y noté que andaba pensativo, ¿qué clase de pensamientos estaban pasando en ese momento por su mente? Lo observaba con recelo, a la vez debatiéndome la idea de salir por patas e intentar borrar aquellas imágenes de mi mente, pero supuse que podría ser peor y decidí tan sólo dejarme llevar por la curiosidad; aunque realmente no sabía qué saldría de aquello, que sería de mí al final de la noche. No sé qué pretendía el desconocido, y aunque me gustaría preguntarle me mantuve callada como una muda, algo común en mí cuando se trataba de conocer a gente nueva; sobre todo esta clase de personas tan...peculiares. Aunque realmente no estaba segura de si quería conocerlo...¡bobadas! De nuevo me vi extrañada por cómo se estaba portando conmigo cuando me cogió como si fuera una cesta de verduras o algo muy ligero, ¿tan poco pesaba? Y yo, como acto reflejo, me agarré a él como un mono colgando de una rama. La escena era graciosa a la vista de otros, pero yo no podía dejar de temblar por la incertidumbre de no saber, a pesar de que él me confesara que sus intenciones eran buenas. Estaba siendo una tonta, mostrándome tan débil a los ojos de alguien que acababa de asesinar. Cualquiera que se lo contase no me creería o seguramente me dirían que yo misma era la única culpable por seguir la corriente a desconocidos.
Parecía tan inocuo cuando te parabas a contemplarlo, como si todo rastro de maldad se hubiera desvanecido de su rostro. No pasó mucho tiempo hasta que llegamos a un café; estaba mucho más tranquila, ahora con la presencia de terceras personas que serían testigos en el caso de que me pasara algo aquella noche tan...fortuita. Pero a continuación, pasó algo que me hizo bajar un poco la guardia con él: tras haber sido menospreciada por un camarero y obligada a salir del lugar, él, el hombre que estaba dispuesto a cuidarme al menos durante unas horas me había defendido; aunque yo misma le habría soltado un par de insultos al irrespetuoso empleado, él lo hizo por mí...bueno, a su manera. Imponía, además de que era muy alto y destacaba en comparación con todos aquellos que se encontraban allí. Pero...de nuevo, esos ojos del color de la sangre que había visto antes aparecieron y volví a ponerme nerviosa temiendo lo que podría pasar a continuación; afortunadamente volvió a cambiar su expresión hacia una apacible. Seguía sin entender, ¿por qué ponía tanto interés en parecer una persona agradable delante mía? Era una simple niña de la calle...¿no?
Paz, eso es lo que me estaba invadiendo poco a poco a medida que el tiempo corría ¿Y si yo también era de esas personas que cambian de parecer rápidamente? No, nunca me había pasado algo así...siempre, siempre ponía barreras a mi alrededor, excepto aquella vez. Quería intentar ser ruda con él, quería hacer que me odiara y perdiera el interés por mí pero no podía, por alguna extraña razón no podía. Sonreí alegremente una vez que nos trajeron el chocolate y el pan, ¿estaba soñando? ¡Pan calentito! No pude evitar darle un bocado inmediatamente que el camarero -el mismo idiota de antes- lo había puesto en la mesa ¿Cuánto tiempo duraría aquella felicidad? -Creo...creo que pediré un bistec de ternera con patatas fritas...- dije tímidamente pero a la vez babeando mentalmente por el festín que estaba a punto de darme. - Por cierto, soy Nora...- sonreí de lado, aún acechado en secreto, creyendo oportuno decirle mi nombre, pues era lo de menos.
Nora Teagan- Humano Clase Media
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Localización : De aquí para allá
Re: Monster~ [Privado]
Poco a poco la chica se había tranquilizado, parecía tener mejor semblante y hasta mejor color para cuando llegó el pan. Si en algún momento dudó de su percepción sobre ella y el apetito que pudiera tener, cualquier interrogante se desvaneció al verla saltar sobre la cesta de pan tan pronto esta fue puesta sobre la mesa, sus ojos brillaron felices de tener algo caliente qué comer. Si bien no le dio una respuesta a su pregunta, respondió sin pensar demasiado respecto a lo que quería comer, quizás un poco cohibida por el hecho de que fuera el bastardo a quien antes vio matar una mujer quien le ofreciera la comida. -Ya has escuchado. Bistec y papas fritas-. Dijo aquello al mesero sin dirigirle si quiera la mirada, en cambio, ya más seguro que ella no echaría de repente a correr, se sentó en la silla junto a ella, estratégicamente en la más cercana a la puerta del local, sólo por si las dudas.
Cuando la niña le dijo su nombre, Nora, le sorprendió un poco a la vez que lo agradó. Significaba que, si quiera a medias, comenzaba a confiar. Esperaba pronto se diera cuenta de la sinceridad en sus palabras al asegurarle que no quiere dañarla, de ser así se aumentaban las posibilidades que tenía de que aceptara vivir con él. De ese modo podría cuidarla mejor, podría darle comida caliente a diario, podría preocuparse de las nimiedades que llenan las jóvenes mentes de los niños en lugar de pensar si tendría comida o lecho esa noche. Sonrió al pensarla tibia y protegida, y respondió acariciándole el cabello y despeinándolo un poco, de repente sintió que se quitaba un enorme peso de encima, así mismo unos cuantos años y rencores -Es un placer, pequeña Nora, yo soy Edmond- se deleitó con la sonrisa de la chica, si bien aún guardaba algo de recelo, era mucho más linda sonriendo que llorando.
-Espero que el pan y el chocolate sean de tu agrado, si quieres otra cosa de beber, no dudes en pedirlo, ¿de acuerdo?- Añadió luego, sin dejar de observarla comer. De nuevo pensando en cuanto tiempo tendría sin una comida decente, decidió olvidarse de ello. Ahora lo tenía a él y, decidiera o no vivir a su lado, él buscaría siempre la manera de darle todo lo que necesitara. Desde comida hasta educación; incluso si ella se negaba, hallaría la manera de hacérselo llegar. Pronto, una joven pelirroja se acercó con él pedido de Nora, era un vampiro, reconoció, de ojos azules y formas delicadas. -Disculpen por favor el comportamiento de mi empleado, ya lo he retado por su manera de tratarlos, no volverá a suceder- se excusó la mujer que, por sus palabras suponía la dueña, o al menos la gerente, del lugar. -La cena de esta noche es cortesía de la casa, yo invito- pronunció finalmente luego de poner el plato frente a Nora, luego se marchó.
-Al menos hay alguien inteligente en este lugar- opinó para sí, a sabiendas que la mujer le escucharía. Por otro lado, pasó a preguntar a la niña mientras ella comía -¿Hace cuánto vives en la calle, Nora? ¿Cómo has sobrevivido hasta ahora?- en realidad no tenía intención de preguntarlo, pero tenía intención de ayudarla, y eso incluía algo más que comida y techo, había una parte psicológica en todo el asunto que podía haber, o aún estar, afectando a la niña. La mejor manera de hacerla olvidar todo aquello era hacerla hablar, que expusiera sus temores, sus penas, cómo había perdido a su familia, o si es que la habían abandonado. Estaba consciente que todo aquello tomaba tiempo, pero mientras más pronto comenzara, más pronto sus heridas sanarían y podría volver a ser sólo una chica.
Darren O'Reilly- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 20/07/2014
Re: Monster~ [Privado]
En realidad todo aquello se había tornado agridulce, si bien estaba contenta por las maravillas que estaba degustando e iba a degustar, también me sentía algo desafortunada y enfurruñada por el hecho de que tantas personas pudieran saborear "delicatessen" como esas cada día hasta llenar el aforo de su estómago. Siempre, desde que me arrojaron en los sembradíos como si de un mal ganado se tratase, había hecho todo lo posible para olvidar las continuas comodidades de las que podía hacer uso en palacio (aunque en realidad fue una tarea sencilla, pues tan sólo me hacía falta recordar la irresponsabilidad de mi madre y la tiranía de mi padrastro). Recordar hacía que me sintiera como ellos, como los que habían sido tan crueles conmigo...y memorizar una "yo" cegada por lujos cuando mi vida podía ser considerada miserable desde que comenzó, sólo que no lo sabía.
Sutilmente negué con la cabeza para volver a guardar malos pensamientos en el baúl de mi mente; el hombre que me estaba ofreciendo todo aquello no tenia la culpa...y aunque en el fondo no lo quisiera admitir, se estaba portando como un perfecto galán, como el hermano mayor que nunca tuve. "Edmond" así se llamaba; no sabía su historia, no sabía por qué había hecho eso a la pobre madmoiselle, pero sí sabía -o al menos comenzaba a asimilar- que sus intenciones, por el momento, eran buenas. El problema residía en mí, en mi temprana madurez y mi desarrollada misantropía.
A pesar de que había estado distraída durante unos instantes me mostraba serena y abierta, aunque prefería masticar y masticar para evitar hablar lo mínimo sobre mí. "Hola, soy Nora y en realidad podría ser la mismísima duquesa de Irlanda dentro de unos años pero resulta que mi madre me tiró al `vertedero´y llevo tres años en París alimentándome a base de frutas pochas y muslos de pollo invadidos de hormigas asesinas". No quisiera que sintiera más pesar por mi culpa, aunque si me paraba a pensarlo...¿cómo alguien que mataba a sangre fría podía experimentar un sentimiento de pena o algo parecido? Estaba al corriente de sus actuales intenciones, pero por por mucho que lo intentara no sería capaz de descifrar su adulta mente y sus aparentes cambios de humor.
-No soy pequeña...- refunfuñé con la boca manchada de chocolate y migas; realmente a ojos de los demás podríamos parecer familiares y sin quererlo ni beberlo estaba siendo yo misma, con todo lo que implicaba. De repente, una joven de belleza evidente se acercó a nuestra mesa y se disculpó de tan buena manera que me quedé sorprendida por cómo contrastaba con el anterior camarero -Gracias- le dediqué una sonrisa que se intensificó al ver el inmenso bistec y las jugosas papas. Parecía como si estuviera en un sueño que había venido tras una corta pero intensa pesadilla.
Nada más que con el primer bocado del bistec casi se me salieron las lágrimas. Su sabor y su hermosura eran tan perfectos que hasta me daba cosa acabármelo...aunque bueno, obviamente el hambre era mayor ¿Quién sabe cuando volvería a tener una oportunidad como esa? Paré por un momento de comer y suspiré; preguntó lo que más temía que preguntara. Reflexioné unos momentos sobre lo que debía decirle y lo que no dentro de mi historia tan complicada y teatral -pues sería un argumento excelente para un drama- Decidí contarle sólo lo necesario, esperando que no indagara más si mostrara curiosidad -Pues...- pequeños nervios -Llevo viviendo en la calle poco más de tres años...un grupo de personas muy amables me ayudaron cuando mi madre me abandonó, pues cuando llegué estaba deshidratada y hambrienta- Notaba cómo su rostro cambiaba a medida que le contaba mi historia -Soy de Irlanda. Se supone que íbamos de vacaciones a aquí, a París, pero al final resultó ser una tapadera para dejarme muy muy lejos de mi tierra natal. Ya ves, fue algo embrollado...- "algo, ojalá hubiera sido sólo algo; continué -Me las he apañado como he podido...- me acerqué a él para susurrarle una palabra -Robando,- y luego volví a mi sitio -escondiéndome, buscando entre las sobras de los demás, huyendo...Aunque sí que es verdad que en ocasiones he contado con la ayuda de las mismas personas que me socorrieron los primeros días, que por cierto también viven como yo- Se lo había contado como si se tratara de una anécdota ajena o de un cuento, pero no...aquella era la pura y cruda realidad. Él esperó a que yo terminara y yo esperé a que lo asimilara, aunque con un poco más de seguridad me lancé a preguntarle mi mayor cuestión en ese momento... -¿Por qué estás siendo tan bueno conmigo? Yo...- hacía tanto tiempo que nadie se interesaba por mí que me resultaba raro el siquiera hablar, el articular palabra alguna.
Sutilmente negué con la cabeza para volver a guardar malos pensamientos en el baúl de mi mente; el hombre que me estaba ofreciendo todo aquello no tenia la culpa...y aunque en el fondo no lo quisiera admitir, se estaba portando como un perfecto galán, como el hermano mayor que nunca tuve. "Edmond" así se llamaba; no sabía su historia, no sabía por qué había hecho eso a la pobre madmoiselle, pero sí sabía -o al menos comenzaba a asimilar- que sus intenciones, por el momento, eran buenas. El problema residía en mí, en mi temprana madurez y mi desarrollada misantropía.
A pesar de que había estado distraída durante unos instantes me mostraba serena y abierta, aunque prefería masticar y masticar para evitar hablar lo mínimo sobre mí. "Hola, soy Nora y en realidad podría ser la mismísima duquesa de Irlanda dentro de unos años pero resulta que mi madre me tiró al `vertedero´y llevo tres años en París alimentándome a base de frutas pochas y muslos de pollo invadidos de hormigas asesinas". No quisiera que sintiera más pesar por mi culpa, aunque si me paraba a pensarlo...¿cómo alguien que mataba a sangre fría podía experimentar un sentimiento de pena o algo parecido? Estaba al corriente de sus actuales intenciones, pero por por mucho que lo intentara no sería capaz de descifrar su adulta mente y sus aparentes cambios de humor.
-No soy pequeña...- refunfuñé con la boca manchada de chocolate y migas; realmente a ojos de los demás podríamos parecer familiares y sin quererlo ni beberlo estaba siendo yo misma, con todo lo que implicaba. De repente, una joven de belleza evidente se acercó a nuestra mesa y se disculpó de tan buena manera que me quedé sorprendida por cómo contrastaba con el anterior camarero -Gracias- le dediqué una sonrisa que se intensificó al ver el inmenso bistec y las jugosas papas. Parecía como si estuviera en un sueño que había venido tras una corta pero intensa pesadilla.
Nada más que con el primer bocado del bistec casi se me salieron las lágrimas. Su sabor y su hermosura eran tan perfectos que hasta me daba cosa acabármelo...aunque bueno, obviamente el hambre era mayor ¿Quién sabe cuando volvería a tener una oportunidad como esa? Paré por un momento de comer y suspiré; preguntó lo que más temía que preguntara. Reflexioné unos momentos sobre lo que debía decirle y lo que no dentro de mi historia tan complicada y teatral -pues sería un argumento excelente para un drama- Decidí contarle sólo lo necesario, esperando que no indagara más si mostrara curiosidad -Pues...- pequeños nervios -Llevo viviendo en la calle poco más de tres años...un grupo de personas muy amables me ayudaron cuando mi madre me abandonó, pues cuando llegué estaba deshidratada y hambrienta- Notaba cómo su rostro cambiaba a medida que le contaba mi historia -Soy de Irlanda. Se supone que íbamos de vacaciones a aquí, a París, pero al final resultó ser una tapadera para dejarme muy muy lejos de mi tierra natal. Ya ves, fue algo embrollado...- "algo, ojalá hubiera sido sólo algo; continué -Me las he apañado como he podido...- me acerqué a él para susurrarle una palabra -Robando,- y luego volví a mi sitio -escondiéndome, buscando entre las sobras de los demás, huyendo...Aunque sí que es verdad que en ocasiones he contado con la ayuda de las mismas personas que me socorrieron los primeros días, que por cierto también viven como yo- Se lo había contado como si se tratara de una anécdota ajena o de un cuento, pero no...aquella era la pura y cruda realidad. Él esperó a que yo terminara y yo esperé a que lo asimilara, aunque con un poco más de seguridad me lancé a preguntarle mi mayor cuestión en ese momento... -¿Por qué estás siendo tan bueno conmigo? Yo...- hacía tanto tiempo que nadie se interesaba por mí que me resultaba raro el siquiera hablar, el articular palabra alguna.
Nora Teagan- Humano Clase Media
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