AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El despertar [Violet Darcy]
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El despertar [Violet Darcy]
Hubo un tiempo en que “ellos” recordaban su rostro, no importaba el nombre que usase en aquel tiempo no importaba su origen, ni de donde había venido; los primeros que había profesado el “credo” habían confiado en él, y siempre había estado junto a ellos como una sombra que no deseaba hacerse conocer, solamente quería servir a los “Sctutum Aurum” del mismo modo que lo había hecho antes del ser inmortal, igual que lo había hecho su padre y el padre de éste.
Aquel inmortal se había convertido en una de las armas secretas de la hermandad romana en el siglo de los emperadores y más adelante, era una asesino letal inmune a la mayoría de armas, no envejecía, poseía un don para acceder a las grandes esferas de un modo encubierto que nadie tenía, era fiel al credo y eficaz en todo momento, no ponía en duda su hermandad. ¿Por qué había desaparecido su identidad de aquella hermandad que aun perduraba?
Uno de los últimos recuerdo de Lucciano antes de que todo se volviese oscuridad y terminase, era el de un amanecer. Los de la hermandad, acostumbrados a su abrumador carisma, decían que el inmortal estaba últimamente decaído, se había vuelto más frío de la cuenta, silencioso y callado era como si en todo momento algo rondase por su cabeza y nadie supiese que se tratase.
Si, con otro nombre, un amanecer recordaba… Había llegado la hora de yacer en su sepultura en la etapa diurna. En la oscuridad del mausoleo un rayo solar penetraba por el ósculo abierto, sus dedos pálidos habían acariciado a la luz notando así las primeras ampollas dolorosas en la piel quemada. Había pensando demasiado en su Hacedora en aquellos días, la echaba de menos y luego estaba esa sensación, no sabía porque pero intuía que algo no andaba bien en su mundo, era como si su instinto lo alertase en constancia y tan equivocado no estaba. Fue yacer en su sepultura y hacerse la traición latente, en un ataúd sellado sería trasladado desde las tierras otomanas hasta las regiones francesas oculto como un tesoro inquisidor, se hablo de esa ataúd como si contuviese a un santo que había que honrar en un lugar apropiado.
Había gritado durante semanas, arañado el ataúd sellado, y todo en balde. Alguien de su propia hermandad le había traicionado, el arma inmortal había sido derrocada y dejada en vida en un encierro eterno, ¿por qué en vida? Tal vez los inquisidores pensaran que con las décadas o siglos podrían usarlo como arma misma.
En la Basílica de Saint-Denis , en la oscuridad de las catacumbas y custodiado hasta hoy en día, Lucciano yace sometido a sueño eterno y degradado por perder sus fuerzas a no beber de la sangre. Esperando a la liberación, ya que ¿qué queda de él? Unos pocos manuscritos que no consiguieron destruir y que aun guardan los asesinos como referencia a un mito, donde se habla de un arma inmortal que ellos habían usado durante siglos, eficaz y que en algún lugar de aquellas tierras francesas estaba oculto.
Lucciano Vecchio- Vampiro Clase Alta
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Re: El despertar [Violet Darcy]
− Aquí vamos –exhaló, plantada frente a la hermosa Basílica de Saint-Denis.
Había leído aquella carta tres veces.
La primera, sin saber qué tenía que esperarse de la tal Christine. La segunda, incrédula que fuera su madre la que usaba por pseudónimo el nombre de su fallecida mejor amiga, no conseguía entender el propósito de la epístola. La tercera vez que releyó aquellas letras de tan conocida y odiosa caligrafía, comprendió que la tarea iba más allá de un simple capricho de su madre, que la insistencia y misterio iban más allá de simples manipulaciones, probablemente el asunto a investigar era mucho más serio de lo que se podría imaginar; cosa que, por supuesto, terminó por cautivar la curiosidad de Violet, obligándole a obedecer a su madre.
Salió del castillo a las tres de la madrugada, vestida con un precioso vestido de tafetán negro (sin olvidar el miriñaque para dar el debido volumen a la exquisita falda) y ricamente adornada con un hilo de perlas, no olvidando el toque final para establecer un aura de misterio: un tocado de redecilla adornado con flores igualmente negras.
En silla de posta llegó a la primera posada más cercana, donde tomó un coche de punto para llegar hasta Saint Denis.
Estando ante la imponente puerta de arco apuntado, tomo aire resuelta y entró a través de las bóvedas de crucería, evitando caminar por la nave principal, tomó la izquierda y siguió el sofisticado camino que le recomendaba el mapa, hasta llegar a la cripta.
−¿Qué desea? –preguntó un anciano guarda templos, que apenas se alcanzaba a vislumbrar detrás de un candelabro. Violet giró sin poder ocultar su nerviosismo, pero afortunadamente este se podía camuflar con el susto que ocasiona el no encontrarte solo cuando creías estarlo.
−Entrar –respondió son su habitual tono autoritario y elegante. El viejo le miró de pies a cabeza y el cometido de Violet se logró, pues la identifico como alguien de eminencia y tan sólo se limitó a sonreír desdeñosamente y seguir su camino. Violet, prosiguió su camino hasta encontrarse sumergida en la oscura cripta llena de hermosos y aterradores sarcófagos de mármol, con preciosas esculturas de ángeles rezando por la salvación de sus muertos que a un lado, mantienen sus manos juntas en pose de rezo, como queriendo compensar todas las oraciones que no hicieron en vida.
Con mirada despectiva, observa todas aquellas ornamentas ridículas, ella piensa que es imposible redimir toda una vida de excesos y pecados sólo por pagar exorbitantes cantidades al Padre.
Sin embargo, jamás podría negar la belleza de cada ornamento de la decoración sobrecargada de aquel tétrico lugar, así que decidió dejar de lado sus opiniones personales y siguió recorriendo el lugar hasta llegar a la tumba del Santo. Tal como decían las instrucciones del mapa, el ataúd estaba completamente hecho de plata, a diferencia del resto que estaban constituidos por mármol puro. Atendiendo a las precauciones del escrito, había traído consigo una barra de metal, la cual metió entre la tapa y la caja del ataúd. Hizo acopio de todas sus fuerzas y con ayuda de la física, logró abrir el sarcófago haciendo palanca con la barra.
Un fuerte olor acre obligó a la vampiresa a dar unos pasos hacia atrás, hasta ese momento no se había dado cuenta de lo estúpida que estaba siendo, al no tener una certeza de lo tenía que esperar de aquella aventura. Claro que el ataúd de plata y el sigilo con que tenía que ejecutar la operación, le daban certeza de lo que había en el féretro, lo que no sabía, era quién había ahí dentro.
Bien, no podía dar marcha atrás. Quizá había abierto las puertas del infierno, o quizá había encontrado una esperanza contra la Inquisición. Quién sabe. A esperar lo mejor.
Había leído aquella carta tres veces.
La primera, sin saber qué tenía que esperarse de la tal Christine. La segunda, incrédula que fuera su madre la que usaba por pseudónimo el nombre de su fallecida mejor amiga, no conseguía entender el propósito de la epístola. La tercera vez que releyó aquellas letras de tan conocida y odiosa caligrafía, comprendió que la tarea iba más allá de un simple capricho de su madre, que la insistencia y misterio iban más allá de simples manipulaciones, probablemente el asunto a investigar era mucho más serio de lo que se podría imaginar; cosa que, por supuesto, terminó por cautivar la curiosidad de Violet, obligándole a obedecer a su madre.
Salió del castillo a las tres de la madrugada, vestida con un precioso vestido de tafetán negro (sin olvidar el miriñaque para dar el debido volumen a la exquisita falda) y ricamente adornada con un hilo de perlas, no olvidando el toque final para establecer un aura de misterio: un tocado de redecilla adornado con flores igualmente negras.
En silla de posta llegó a la primera posada más cercana, donde tomó un coche de punto para llegar hasta Saint Denis.
Estando ante la imponente puerta de arco apuntado, tomo aire resuelta y entró a través de las bóvedas de crucería, evitando caminar por la nave principal, tomó la izquierda y siguió el sofisticado camino que le recomendaba el mapa, hasta llegar a la cripta.
−¿Qué desea? –preguntó un anciano guarda templos, que apenas se alcanzaba a vislumbrar detrás de un candelabro. Violet giró sin poder ocultar su nerviosismo, pero afortunadamente este se podía camuflar con el susto que ocasiona el no encontrarte solo cuando creías estarlo.
−Entrar –respondió son su habitual tono autoritario y elegante. El viejo le miró de pies a cabeza y el cometido de Violet se logró, pues la identifico como alguien de eminencia y tan sólo se limitó a sonreír desdeñosamente y seguir su camino. Violet, prosiguió su camino hasta encontrarse sumergida en la oscura cripta llena de hermosos y aterradores sarcófagos de mármol, con preciosas esculturas de ángeles rezando por la salvación de sus muertos que a un lado, mantienen sus manos juntas en pose de rezo, como queriendo compensar todas las oraciones que no hicieron en vida.
Con mirada despectiva, observa todas aquellas ornamentas ridículas, ella piensa que es imposible redimir toda una vida de excesos y pecados sólo por pagar exorbitantes cantidades al Padre.
Sin embargo, jamás podría negar la belleza de cada ornamento de la decoración sobrecargada de aquel tétrico lugar, así que decidió dejar de lado sus opiniones personales y siguió recorriendo el lugar hasta llegar a la tumba del Santo. Tal como decían las instrucciones del mapa, el ataúd estaba completamente hecho de plata, a diferencia del resto que estaban constituidos por mármol puro. Atendiendo a las precauciones del escrito, había traído consigo una barra de metal, la cual metió entre la tapa y la caja del ataúd. Hizo acopio de todas sus fuerzas y con ayuda de la física, logró abrir el sarcófago haciendo palanca con la barra.
Un fuerte olor acre obligó a la vampiresa a dar unos pasos hacia atrás, hasta ese momento no se había dado cuenta de lo estúpida que estaba siendo, al no tener una certeza de lo tenía que esperar de aquella aventura. Claro que el ataúd de plata y el sigilo con que tenía que ejecutar la operación, le daban certeza de lo que había en el féretro, lo que no sabía, era quién había ahí dentro.
Bien, no podía dar marcha atrás. Quizá había abierto las puertas del infierno, o quizá había encontrado una esperanza contra la Inquisición. Quién sabe. A esperar lo mejor.
Violet Darcy- Vampiro/Realeza
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Re: El despertar [Violet Darcy]
Yacente aquel cadáver pútrido en apariencia, durmiente, pero con vida pudo apreciar los primeros sonidos de la noche que fuera se hacían eco en su despertar.
El estallido de la tapa al caer, y no hubo parpadeo alguno para que el cadáver desapareciese en la oscuridad y de su sitio.
Lo que siguió fue demasiado rápido para ser apreciado, la criatura desapareció tras el estallido de su sepultura en la oscuridad, un quejido humano, un crujido seco y lanzado por fuerza sobrenatural el guardián del lugar que yacía descoyuntado en la sala del durmiente.
Ríos de rubíes que mancillaban lo pútrido y muerta durante décadas, aquel simple líquido escarlata comenzó a obrar con su magia de resurrección.
Por donde estos recorrían la vida iba volviendo: El tinte de mármol cubierto por aquellas venas azuladas que denotaba su sed, se iba abriendo paso entre la sequedad de la piel, penetrando entre sus labios y deslizándose por su garganta los órganos volvieron a ser jugosos y el corazón dio sus pequeños latidos, innecesarios para la vida, pero impulso de aquel alimento; como un soplo de aire los pulmones se llenaron entre el polvo y las telas de araña, y al expulsarlo un sonido ronco y desagradable en su pecho.
La lengua del durmiente paladeo en el interior de su boca, sintiendo aquel elixir gustoso y fresco devolverle las poquitas fuerzas que ahora poseía, pero no era suficiente porque en aquel leve placer del alimento inmortal existía contrariedad, y era el devolver aquella sed insaciable que desgarraba el interior de su garganta como espinos. Necesitaba sangre... Necesitaba más...
Sus parpados restaurados descubrieron aquellos pozos oscuros no naturales en su color, carente de vida y sentimientos en el monstruo.
Fue el impulso y el hambre lo que le hizo romper con el sello que le encerraba, alguien le había facilitando la salida a una nueva era.
El vampiro tuerto jadeaba al sentir la vida arrebatada en sus venas que volvían a ser invisibles la piel, su aspecto putrefacto había desaparecido del todo y las fuerzas había sido recuperadas, no del todo, necesitaría mas vidas y un ojo nuevo, pero lo suficiente para salir de aquel lugar.
Valder, Lucio, como se había echo llamar en el pasado era hermoso, peligroso y sobrenatural entre las tinieblas. El sonido ronco continuaba en sus pulmones aun regenerándose.
-Ubi sumus? Es tu?* -Fueron sus primera palabras, en la lengua latina con la que había dormido, se dirigía a aquella mujer que aun continuaba con vida, pero ¿por cuanto tiempo? Él podía sentir la vida que en ella había, y no había podido evitar lanzarse contra ella y aprisionarla contra los muros de piedra, sus dedos se aferraban con fuerza en su cuello. Lucio estaba confuso.
* ¿Dónde estamos? ¿Tu eres?
El estallido de la tapa al caer, y no hubo parpadeo alguno para que el cadáver desapareciese en la oscuridad y de su sitio.
Lo que siguió fue demasiado rápido para ser apreciado, la criatura desapareció tras el estallido de su sepultura en la oscuridad, un quejido humano, un crujido seco y lanzado por fuerza sobrenatural el guardián del lugar que yacía descoyuntado en la sala del durmiente.
Ríos de rubíes que mancillaban lo pútrido y muerta durante décadas, aquel simple líquido escarlata comenzó a obrar con su magia de resurrección.
Por donde estos recorrían la vida iba volviendo: El tinte de mármol cubierto por aquellas venas azuladas que denotaba su sed, se iba abriendo paso entre la sequedad de la piel, penetrando entre sus labios y deslizándose por su garganta los órganos volvieron a ser jugosos y el corazón dio sus pequeños latidos, innecesarios para la vida, pero impulso de aquel alimento; como un soplo de aire los pulmones se llenaron entre el polvo y las telas de araña, y al expulsarlo un sonido ronco y desagradable en su pecho.
La lengua del durmiente paladeo en el interior de su boca, sintiendo aquel elixir gustoso y fresco devolverle las poquitas fuerzas que ahora poseía, pero no era suficiente porque en aquel leve placer del alimento inmortal existía contrariedad, y era el devolver aquella sed insaciable que desgarraba el interior de su garganta como espinos. Necesitaba sangre... Necesitaba más...
Sus parpados restaurados descubrieron aquellos pozos oscuros no naturales en su color, carente de vida y sentimientos en el monstruo.
Fue el impulso y el hambre lo que le hizo romper con el sello que le encerraba, alguien le había facilitando la salida a una nueva era.
El vampiro tuerto jadeaba al sentir la vida arrebatada en sus venas que volvían a ser invisibles la piel, su aspecto putrefacto había desaparecido del todo y las fuerzas había sido recuperadas, no del todo, necesitaría mas vidas y un ojo nuevo, pero lo suficiente para salir de aquel lugar.
Valder, Lucio, como se había echo llamar en el pasado era hermoso, peligroso y sobrenatural entre las tinieblas. El sonido ronco continuaba en sus pulmones aun regenerándose.
-Ubi sumus? Es tu?* -Fueron sus primera palabras, en la lengua latina con la que había dormido, se dirigía a aquella mujer que aun continuaba con vida, pero ¿por cuanto tiempo? Él podía sentir la vida que en ella había, y no había podido evitar lanzarse contra ella y aprisionarla contra los muros de piedra, sus dedos se aferraban con fuerza en su cuello. Lucio estaba confuso.
* ¿Dónde estamos? ¿Tu eres?
Lucciano Vecchio- Vampiro Clase Alta
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Re: El despertar [Violet Darcy]
Miedo.
Es una palabra, si tú quieres, irónica para cualquier vampiro. Que un mítico ser de las sombras, que bebe sangre en orgías oscuras, tenga las agallas de admitirse a sí mismo que su parte humana domina a aquel espíritu maligno infiltrado por medio de la sangre de otro monstruo exactamente igual, es algo poco congruente y choca a la mente. Parece un absurdo chiste pero desgraciadamente para Violet Darcy este no lo es.
Segundos antes había retrocedido ante la expectativa del resultado de un paso muy probablemente equivocado. Insisto: Ella no tenía ni la menor idea en lo que estaba metida. Una carta de una mujer de la que casi no sabía nada desde el día en que se fue, un mapa y su curiosidad eran sus únicas explicaciones del porqué se encontraba en este lugar. Pero, para empezar, ¿desde cuándo ella obedecía a esa señora? Y luego, ¿de dónde diablos sacó ese mapa? El sentido común dice que el féretro es mucho más antiguo que la grafía y composición de aquel mapa, que claramente se identificaba como una pésima copia hecha por su madre a prisas. Para rematar, la última razón era una perfecta señal de una mala idea, imagínate: pobre gato.
Sin embargo, esta intriga no era lo suficientemente poderosa como para causarle miedo, el factor determinante se trataba de aquella misteriosa ráfaga de viento que le empujó otro paso cuando apenas llevaba dos. Se sintió aturdida por un momento: En aquel lugar, no habían puertas ni ventanas. Claramente no había ninguna explicación razonable que no diera como resultado la certeza de que no estaba sola. O al menos, ya no.
Un ruido seco casi logra sacarle un grito. Ella mira a su alrededor pero no ve a nadie en lo absoluto. Se anima a dar unos pasos y encuentra la tumba vacía. Sin saber qué está haciendo, sale de la pieza y se asoma al pasillo. Sus ojos casi se salen de sus orbes por buscar desesperados alguna pista que le informara qué estaba pasando. A lo lejos, en la oscuridad, pudo divisar un objeto yaciente en el suelo, pero antes de que pudiera su cerebro procesar de qué rayos se trataba ese nuevo objeto en la decoración, sus sentidos fueron fuertemente desconcertados cuando sintió romperse en su cuerpo varias de las leyes de la física.
¿Cómo era que estaba transportándose hacia atrás, sin ejercer la menor fuerza sobre sí? De algún modo parecía que estuviera volando, a no ser por detectar un violento impacto de presión sobre su cuello, el cual culminaría en otro último impacto de todo su cuerpo contra la pared. Tenía ante sí la figura de un hombre con una fuerza descomunal. Estaba claro que este era su fin.
Su sentido de supervivencia se lamentaba por no haber advertido antes la trampa en la que ciegamente ella misma se metió. Esa mujer era una traidora por excelencia, ¿cómo no había pensado que el mantenerle con vida había salido muy caro y que, por consiguiente, lo más fácil era ganarse un dinero extra entregando a su propia hija al Santo Oficio? No había ningún amor maternal al cual pelar, así que este repentino acto de benevolencia debía haber sido lo suficientemente sospecho para mantenerla alejada de ese lugar.
Pero todo eso no importaba ahora, porque en ese momento se encontraba cara a cara con la muerte. No había mayor remedio que mirarle apaciblemente y al menos saciar su sed de conocimiento al ser de esas pocas personas que tienen la dicha de poder inspeccionar los rasgos de la muerte.
La tenue luz de las antorchas alumbraban tan sólo la mitad del rostro de su agresor, sin embargo, aún a la oscuridad de la catacumba, brillaba cual delicioso elixir, un ojo rojo sumido en la oscuridad. El otro se mantenía oculto por medio de las sombras naturales de un rostro de frente preponderante.
La parte divertida de todo esto era que un vampiro estuviera al servicio de la “Santa” Inquisición, y aun peor, que se prestara a asesinar a un eterno como él. ¡Qué bajo había caído la lealtad y qué tan alta había sido exaltada la traición! Lo más lamentable era tener que morir en medio de la oscuridad, sin que nadie nunca se enterara de qué había sucedido en realidad, al contrario de la muerte de su esposo, en la que todo el mundo se enteró de que estaban incinerando a un hombre amado y respetado. ¡Qué glorioso habría sido morir de la misma forma que él! Ésta era la única esperanza de consuelo que le quedaba: morir de la misma forma que él, para imaginarse que estaba muriendo con él.
Todo esto pasó por la mente de la mujer sin que pasara apenas un segundo, lo que dicen es cierto: Cuando estás frente a la inminente muerte, toda tu vida puede pasar frente a tus ojos.
Persuadida ya de entregarse dócilmente a la muerte, casi pudo escuchar la plegaria que el sacerdote recitaría en su funeral. Tratando de entender cómo era que habrían de despedirla de este horrible y cruento mundo, accedió al recinto de su memoria en que había guardado las lecciones de latín a las que apenas ponía intención. Afortunadamente para ella, aquella frase de aquel antiguo idioma, no era lo suficientemente sofisticada o larga para estar lejos de su comprensión. Es más, estaba completamente segura de que eso no era un réquiem, era… ¿una pregunta?
Como se dijo anteriormente, su nivel de latín era lo que seguía de básico, de tal forma que a pesar de haber captado la idea principal de sus interrogativas, no estaba en lo absoluto segura de saber cómo contestar.
La falta de oxígeno llegando a su cerebro debido a su amordazamiento del cuello le impedía hacer un correcto uso del cerebro. No tuvo mejor alternativa que rogar a Dios que aquella criatura entendiera el inglés.
‒ Soy… una amiga ‒ alcanzó a decir con el poco aliento que le quedaba luego de haberlo gastado todo por culpa de la acosadora adrenalina. ‒ Por favor… no me lastimes ‒suplicó rogando con la mirada que aquellas no fueran sus últimas palabras.
Es una palabra, si tú quieres, irónica para cualquier vampiro. Que un mítico ser de las sombras, que bebe sangre en orgías oscuras, tenga las agallas de admitirse a sí mismo que su parte humana domina a aquel espíritu maligno infiltrado por medio de la sangre de otro monstruo exactamente igual, es algo poco congruente y choca a la mente. Parece un absurdo chiste pero desgraciadamente para Violet Darcy este no lo es.
Segundos antes había retrocedido ante la expectativa del resultado de un paso muy probablemente equivocado. Insisto: Ella no tenía ni la menor idea en lo que estaba metida. Una carta de una mujer de la que casi no sabía nada desde el día en que se fue, un mapa y su curiosidad eran sus únicas explicaciones del porqué se encontraba en este lugar. Pero, para empezar, ¿desde cuándo ella obedecía a esa señora? Y luego, ¿de dónde diablos sacó ese mapa? El sentido común dice que el féretro es mucho más antiguo que la grafía y composición de aquel mapa, que claramente se identificaba como una pésima copia hecha por su madre a prisas. Para rematar, la última razón era una perfecta señal de una mala idea, imagínate: pobre gato.
Sin embargo, esta intriga no era lo suficientemente poderosa como para causarle miedo, el factor determinante se trataba de aquella misteriosa ráfaga de viento que le empujó otro paso cuando apenas llevaba dos. Se sintió aturdida por un momento: En aquel lugar, no habían puertas ni ventanas. Claramente no había ninguna explicación razonable que no diera como resultado la certeza de que no estaba sola. O al menos, ya no.
Un ruido seco casi logra sacarle un grito. Ella mira a su alrededor pero no ve a nadie en lo absoluto. Se anima a dar unos pasos y encuentra la tumba vacía. Sin saber qué está haciendo, sale de la pieza y se asoma al pasillo. Sus ojos casi se salen de sus orbes por buscar desesperados alguna pista que le informara qué estaba pasando. A lo lejos, en la oscuridad, pudo divisar un objeto yaciente en el suelo, pero antes de que pudiera su cerebro procesar de qué rayos se trataba ese nuevo objeto en la decoración, sus sentidos fueron fuertemente desconcertados cuando sintió romperse en su cuerpo varias de las leyes de la física.
¿Cómo era que estaba transportándose hacia atrás, sin ejercer la menor fuerza sobre sí? De algún modo parecía que estuviera volando, a no ser por detectar un violento impacto de presión sobre su cuello, el cual culminaría en otro último impacto de todo su cuerpo contra la pared. Tenía ante sí la figura de un hombre con una fuerza descomunal. Estaba claro que este era su fin.
Su sentido de supervivencia se lamentaba por no haber advertido antes la trampa en la que ciegamente ella misma se metió. Esa mujer era una traidora por excelencia, ¿cómo no había pensado que el mantenerle con vida había salido muy caro y que, por consiguiente, lo más fácil era ganarse un dinero extra entregando a su propia hija al Santo Oficio? No había ningún amor maternal al cual pelar, así que este repentino acto de benevolencia debía haber sido lo suficientemente sospecho para mantenerla alejada de ese lugar.
Pero todo eso no importaba ahora, porque en ese momento se encontraba cara a cara con la muerte. No había mayor remedio que mirarle apaciblemente y al menos saciar su sed de conocimiento al ser de esas pocas personas que tienen la dicha de poder inspeccionar los rasgos de la muerte.
La tenue luz de las antorchas alumbraban tan sólo la mitad del rostro de su agresor, sin embargo, aún a la oscuridad de la catacumba, brillaba cual delicioso elixir, un ojo rojo sumido en la oscuridad. El otro se mantenía oculto por medio de las sombras naturales de un rostro de frente preponderante.
La parte divertida de todo esto era que un vampiro estuviera al servicio de la “Santa” Inquisición, y aun peor, que se prestara a asesinar a un eterno como él. ¡Qué bajo había caído la lealtad y qué tan alta había sido exaltada la traición! Lo más lamentable era tener que morir en medio de la oscuridad, sin que nadie nunca se enterara de qué había sucedido en realidad, al contrario de la muerte de su esposo, en la que todo el mundo se enteró de que estaban incinerando a un hombre amado y respetado. ¡Qué glorioso habría sido morir de la misma forma que él! Ésta era la única esperanza de consuelo que le quedaba: morir de la misma forma que él, para imaginarse que estaba muriendo con él.
Todo esto pasó por la mente de la mujer sin que pasara apenas un segundo, lo que dicen es cierto: Cuando estás frente a la inminente muerte, toda tu vida puede pasar frente a tus ojos.
Persuadida ya de entregarse dócilmente a la muerte, casi pudo escuchar la plegaria que el sacerdote recitaría en su funeral. Tratando de entender cómo era que habrían de despedirla de este horrible y cruento mundo, accedió al recinto de su memoria en que había guardado las lecciones de latín a las que apenas ponía intención. Afortunadamente para ella, aquella frase de aquel antiguo idioma, no era lo suficientemente sofisticada o larga para estar lejos de su comprensión. Es más, estaba completamente segura de que eso no era un réquiem, era… ¿una pregunta?
Como se dijo anteriormente, su nivel de latín era lo que seguía de básico, de tal forma que a pesar de haber captado la idea principal de sus interrogativas, no estaba en lo absoluto segura de saber cómo contestar.
La falta de oxígeno llegando a su cerebro debido a su amordazamiento del cuello le impedía hacer un correcto uso del cerebro. No tuvo mejor alternativa que rogar a Dios que aquella criatura entendiera el inglés.
‒ Soy… una amiga ‒ alcanzó a decir con el poco aliento que le quedaba luego de haberlo gastado todo por culpa de la acosadora adrenalina. ‒ Por favor… no me lastimes ‒suplicó rogando con la mirada que aquellas no fueran sus últimas palabras.
Violet Darcy- Vampiro/Realeza
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Re: El despertar [Violet Darcy]
- Spoiler:
- No te preocupes, al parecer en estos días todos hemos tenido problemas de un modo u otro personales.
Por un momento aquel único ojo le miraba en un escarlata excitado, Lucio inclinó levemente el rostro hacía el de ella aspirando su perfume como el depredador de era, podía olor el miedo y sentirlo bajo aquella piel que sus dedos aprisionaban.
La identificó como de su especie, pero mucho más joven. Lo que iba a venir seguramente no lo comprendería, ya que actos así en su especie solían ser aberrantes si se completaban, en otros tiempos su Hacedora y él no había tenido problemas en practicar aquella clase de "canibalismo", para Lucio alimentarse de los suyos y acabar con sus vidas en el proceso como si fuesen simples mortales no había logrado malograr su conciencia ni había creado temor hacia los suyos.
Sus colmillos se hundieron en la piel marmórea, y el férreo ajeno invadió su boca. Su respiración se agitaba al sentir el descontrol animal que le invadía tal acto, pero pronto retiró sus labios de ella.
La atadura de sus dedos en su cuello se habían soltado, aun podía sentir el zumbido que en su cabeza se volvía continuo, todo efecto de aquella magia que hacía efecto en su cuerpo tras ingerir la sangre ajena.
Imágenes de mundo que ahora vivía, recuerdos difusos de sus víctimas, podía sentir en su lengua las lenguas hablaban en aquellos tiempos, la saboreo. El aire innecesario en sus pulmones, a pesar de estar viciado por el polvo y por estar cerrado, se deleito con él. Una sonrisa se curvo en los labios dotándole al espectro de un atractivo incompleto por su aspecto aun no del todo vivido. "Necesito más sangre" Pensó paladeando al sentir el olor de ella.
-Mmmm... Bellísima... -Dijo para sí ya en un perfecto inglés, y su sonrisa se torno pícara y maliciosa, no se esperaba que su liberación viniese de una joven morena de ojos claros, esperaba tal vez alguna anciana o alguna estúpida fanática. ¿Cómo le habría encontrado?
Con aquellos ojos escarlatas de acechadores, en su silencio, comenzó a caminar por la estancia y a examinarla, incluyendo al cadáver yaciente, con la curiosidad del recién nacido. Se agacho distraído y comenzó a buscar en las ropas de sus custodios y a quitárselas, él ahora solo portaba las ropas de su época que ahora parecían más un sudario que las prendas lustrosas y caras que fueron en su día. Sin reparo alguno extrajo uno de los ojos del hombre muerto y se lo colocó en la cuenca vacía.
-Como no... Inquisidores. -Susurro mientras observaba el dedo anillado de uno de sus guardianes. -¿Cómo me ha encontrado? ¿Le envió los míos? Ahora tengo una deuda con vos, "signorina"... -Esperaba su nombre, luego pensó que debía de pensar un nombre para sí mismo, adecuado con la época, adecuado para una nueva vida, pronto se le vino a la mente: Lucciano.
Con su tarea continuo y sin sentir pudor ninguno le dio la espalda y se desprendió de sus putrefactas ropas desnudándose para luego colocarse aquella túnica de monje sencilla. Era lo único que tenía.
Cuando se volvió a su liberadora, sus ojos escarlatas se había vuelto uno azul como el cielo y el otro de dueño ajeno, era verde claro, dotándole de un aspecto más calmado y humano, aunque su piel continuaba mostrando los signos propios del vampiro hambrienta.
Lucciano Vecchio- Vampiro Clase Alta
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Re: El despertar [Violet Darcy]
Si el tiempo fuera tan lento como lo percibe nuestro cerebro al intentar ver el crecimiento del pasto, o los minutos duraran tanto como nos parece al esperar el día de ver a nuestro amante, Violet Darcy habría podido apreciar como cada uno de sus músculos desde su espina dorsal hasta los hombros, se fue tensando al delicado tacto del aliento tan cercano que exhalaba el perfume que había sido extraído de su ser.
Aquel miedo irracional a morir, cuando llevaba tanto tiempo siendo éste su único deseo, era de esas pocas cosas que le pueden hacer recordar a un vampiro, que alguna vez fue humano. Sentimiento que se vio acrecentado en el momento en que violó su integridad física clavando sus largos colmillos sin compasión ni reparo alguno. La vampiresa lanzó un adolorido quejido y sus músculos se debilitaron en cuestión de segundos, haciéndola caer en el momento en que su depredador la soltó.
En el suelo, apenas pudo sostenerse apoyándose de sus débiles brazos; sus cabellos caían como una cascada que cubría la herida y en sus oídos se escuchaba un terrible silbido que la aturdía y por momentos amenazaba con hacerla desfallecer por completo.
Yaciendo bajo la humillación más grande que se le puede hacer a un vampiro, sus instintos de supervivencia se activaron nuevamente en el momento en que escuchó en su cabeza: Necesito más sangre.
Cual felino asustado, levantó la cabeza y miró a su agresor con gesto impávido. ¡Se había atrevido a hablar en su lengua materna! A cada segundo su furia ante ese hombre se iba desarrollando e incrementando. Sabía muy bien lo que había hecho: Extrajo sus recuerdos, violó toda su propiedad intelectual y se atrevió a mirar sus recuerdos con él.
Sin embargo, no era idiota. Le dirigió la mirada más acorde a sus sentimientos que encontró en su memoria emocional, y le persiguió con este gesto a lo largo de la sala mientras el feroz vampiro recorría la misma ruta que momentos antes le había tirado al piso, pero esta vez a una velocidad normal que le permitió seguir atentamente cada una de sus pisadas llenas de auto suficiencia.
Lamentablemente esta acción le obligó a ver el profanamiento del hombre que había confundido con un bulto, momento que no negó a mirar cerrando los ojos, todo lo contrario; examinó cada uno de los movimientos del misterios sujeto.
‒ … ‒no le apeteció decir una palabra al respecto. Pero no pudo negarse a sí misma que le dio un morboso placer el saber que aquel miserable muerto, había sido arrancado de este mundo de una manera vil tan acorde con su profesión. Este último suceso le dio ciertos puntos a la criatura que tenía a una cómoda distancia frente a sí.
‒ Tengo contactos. Pero no creo que sean tuyos ‒respondió tajante. ¿De qué habría servido decir lo de la carta de su madre? Que no fuera ridículo, él lo sabía, lo sabía todo de ella sin necesidad de preguntar.
La herida había sanado y afortunadamente aquel día había encontrado a uno de esos doctores que le proveían sangre coagulada, razón por la que el ser drenada no le había dejado inválida. Reanalizó la situación mirando sin vergüenza la forma tan descarada en que él se desvestía ante una dama, después de todo ya era viuda y el pudor luego de lo sucedido ya no tenía lugar.
Él era un opositor de la Inquisición, según lo visto. El féretro del que había salido daba indicios de que era un legendario vampiro antiguo. Que mencionara “le envió los míos”, suponía que debía tener aliados, por tanto, era una persona poderosa.
Y ahí tenía las dos vías: En una, podía elegir seguir sobreviviendo a expensas de encontrar la muerte entre sus afrentas con el santo oficio, o buscarse verdaderas posibilidades de derrocar el régimen que le había arrebatado las ganas de vivir.
La decisión únicamente era difícil porque el elegir la más obvia requería el sacrificio de sus sentimientos: ella veía como un santo martirio el seguir lamentándose por James, sin embargo, ¿esto realmente le llevaría a algún lado? Ante ella se estaba presentando la oportunidad de encontrar un pequeño distractor que podía fungir como un consuelo a su dolor, y de paso, también ofrecía la posibilidad de encontrar la venganza tan anhelada.
A su hondo suspiro, él terminó de vestirse. Ella levantó la mirada y sonrió al ver a un vampiro vestido de esa forma, se levantó sin ayuda y se acercó lentamente a él, resuelta a investigar hasta qué punto le podría beneficiar ser su aliada. ‒ Y bien, ¿no tienes más hambre? ‒le preguntó siempre guardando una discreta pero segura distancia entre ambos, aún no podía estar realmente segura si se trataba de un amigo o enemigo, a pesar de que sus agradecimientos le delataban como lo primero ‒ Está próximo el amanecer, le restan aproximadamente cinco minutos a la oscuridad. Conozco un lugar donde podemos ir a solucionar tu problema de nutrición y quedarnos hasta el anochecer; si me gusta acompañar. Soy Violet Darcy, Baronesa Viuda de la Corte de Italia ‒acto seguido hizo una reverencia no muy exagerada, porque a pesar del porte y distinción del sujeto, ella seguía siendo un miembro de la corte con mayor plusvalía que cualquier mundano respingado. Venciendo al temor, le ofreció su mano acompañada de un cuadro facial lo suficientemente altivo y elegante que delataba sus orígenes Reales.
Aquel miedo irracional a morir, cuando llevaba tanto tiempo siendo éste su único deseo, era de esas pocas cosas que le pueden hacer recordar a un vampiro, que alguna vez fue humano. Sentimiento que se vio acrecentado en el momento en que violó su integridad física clavando sus largos colmillos sin compasión ni reparo alguno. La vampiresa lanzó un adolorido quejido y sus músculos se debilitaron en cuestión de segundos, haciéndola caer en el momento en que su depredador la soltó.
En el suelo, apenas pudo sostenerse apoyándose de sus débiles brazos; sus cabellos caían como una cascada que cubría la herida y en sus oídos se escuchaba un terrible silbido que la aturdía y por momentos amenazaba con hacerla desfallecer por completo.
Yaciendo bajo la humillación más grande que se le puede hacer a un vampiro, sus instintos de supervivencia se activaron nuevamente en el momento en que escuchó en su cabeza: Necesito más sangre.
Cual felino asustado, levantó la cabeza y miró a su agresor con gesto impávido. ¡Se había atrevido a hablar en su lengua materna! A cada segundo su furia ante ese hombre se iba desarrollando e incrementando. Sabía muy bien lo que había hecho: Extrajo sus recuerdos, violó toda su propiedad intelectual y se atrevió a mirar sus recuerdos con él.
Sin embargo, no era idiota. Le dirigió la mirada más acorde a sus sentimientos que encontró en su memoria emocional, y le persiguió con este gesto a lo largo de la sala mientras el feroz vampiro recorría la misma ruta que momentos antes le había tirado al piso, pero esta vez a una velocidad normal que le permitió seguir atentamente cada una de sus pisadas llenas de auto suficiencia.
Lamentablemente esta acción le obligó a ver el profanamiento del hombre que había confundido con un bulto, momento que no negó a mirar cerrando los ojos, todo lo contrario; examinó cada uno de los movimientos del misterios sujeto.
‒ … ‒no le apeteció decir una palabra al respecto. Pero no pudo negarse a sí misma que le dio un morboso placer el saber que aquel miserable muerto, había sido arrancado de este mundo de una manera vil tan acorde con su profesión. Este último suceso le dio ciertos puntos a la criatura que tenía a una cómoda distancia frente a sí.
‒ Tengo contactos. Pero no creo que sean tuyos ‒respondió tajante. ¿De qué habría servido decir lo de la carta de su madre? Que no fuera ridículo, él lo sabía, lo sabía todo de ella sin necesidad de preguntar.
La herida había sanado y afortunadamente aquel día había encontrado a uno de esos doctores que le proveían sangre coagulada, razón por la que el ser drenada no le había dejado inválida. Reanalizó la situación mirando sin vergüenza la forma tan descarada en que él se desvestía ante una dama, después de todo ya era viuda y el pudor luego de lo sucedido ya no tenía lugar.
Él era un opositor de la Inquisición, según lo visto. El féretro del que había salido daba indicios de que era un legendario vampiro antiguo. Que mencionara “le envió los míos”, suponía que debía tener aliados, por tanto, era una persona poderosa.
Y ahí tenía las dos vías: En una, podía elegir seguir sobreviviendo a expensas de encontrar la muerte entre sus afrentas con el santo oficio, o buscarse verdaderas posibilidades de derrocar el régimen que le había arrebatado las ganas de vivir.
La decisión únicamente era difícil porque el elegir la más obvia requería el sacrificio de sus sentimientos: ella veía como un santo martirio el seguir lamentándose por James, sin embargo, ¿esto realmente le llevaría a algún lado? Ante ella se estaba presentando la oportunidad de encontrar un pequeño distractor que podía fungir como un consuelo a su dolor, y de paso, también ofrecía la posibilidad de encontrar la venganza tan anhelada.
A su hondo suspiro, él terminó de vestirse. Ella levantó la mirada y sonrió al ver a un vampiro vestido de esa forma, se levantó sin ayuda y se acercó lentamente a él, resuelta a investigar hasta qué punto le podría beneficiar ser su aliada. ‒ Y bien, ¿no tienes más hambre? ‒le preguntó siempre guardando una discreta pero segura distancia entre ambos, aún no podía estar realmente segura si se trataba de un amigo o enemigo, a pesar de que sus agradecimientos le delataban como lo primero ‒ Está próximo el amanecer, le restan aproximadamente cinco minutos a la oscuridad. Conozco un lugar donde podemos ir a solucionar tu problema de nutrición y quedarnos hasta el anochecer; si me gusta acompañar. Soy Violet Darcy, Baronesa Viuda de la Corte de Italia ‒acto seguido hizo una reverencia no muy exagerada, porque a pesar del porte y distinción del sujeto, ella seguía siendo un miembro de la corte con mayor plusvalía que cualquier mundano respingado. Venciendo al temor, le ofreció su mano acompañada de un cuadro facial lo suficientemente altivo y elegante que delataba sus orígenes Reales.
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Re: El despertar [Violet Darcy]
No fue un gesto que pudiese percibirse con totalidad, pero hubo un ápice de decepción en su rostro en cuanto escucho que no había sido enviada por los suyos.
Lucciano había entrado en contacto con algunos recuerdos de ella, había podido adquirir ciertos conocimientos del mundo que ahora era, pero aquella información masiva en su cerebro aun no había terminado de encajar en las piezas del gran puzzle que configuraba su mente, necesitaba que aquellos siglos perdidos de su historia se reorganizase, y aquella requeriría tiempo y sobre todo más energía; una energía que solo la sangre podría proporcionarle.
-Contactos, interesante. -Dijo para sí mismo, y sus labios se curvaron. Aquella significaba "conocer" y "poder" para su nueva vida.
Los ojos de Lucciano se volvieron a los de ella, leía indecisión, duda y desconfianza sobre todo. Parecía que ni ella misma tenía idea de lo que acaba de liberar y para qué.
Mientras sentía ligeramente la reflexión que ella misma se planteaba en aquel silencio interminable, aprovecho con sus nuevos ojos para hacer una observación detenida de sus rasgos. Ojos claros, pelo oscuro, piel que había sido tibia por un momento en el que él había posado sus labios sobre ella... En su mente apareció la imagen de una mujer, a la cual, le recordó.
De repente la pregunta de ella, le saco de aquel recuerdo lejano de más de un milenio. Escucho su ofrecimiento y presentanción "Baronesa", una persona influyente, de aquellas que le gustaba.
"Valder" Lucio Tercio", llamado en roma Lucio. Su nombre completo mentado en su mente, nombre que sus labios evitaron pronunciar, nombre original de su nacimiento, nombre antiguo y que ella no debía de conocer por ahora, él también era desconfiado.
-Lucciano Vecchio. -Le hizo una leve reverencia cortes. -Y por supuesto que estoy hambriento, muéstreme las ventajas de éste nuevo mundo, y no se preocupe no volveré a "morderla" a no ser que usted lo desee. -Aquello sonó totalmente a una tentadora insinuación.
Lucciano había entrado en contacto con algunos recuerdos de ella, había podido adquirir ciertos conocimientos del mundo que ahora era, pero aquella información masiva en su cerebro aun no había terminado de encajar en las piezas del gran puzzle que configuraba su mente, necesitaba que aquellos siglos perdidos de su historia se reorganizase, y aquella requeriría tiempo y sobre todo más energía; una energía que solo la sangre podría proporcionarle.
-Contactos, interesante. -Dijo para sí mismo, y sus labios se curvaron. Aquella significaba "conocer" y "poder" para su nueva vida.
Los ojos de Lucciano se volvieron a los de ella, leía indecisión, duda y desconfianza sobre todo. Parecía que ni ella misma tenía idea de lo que acaba de liberar y para qué.
Mientras sentía ligeramente la reflexión que ella misma se planteaba en aquel silencio interminable, aprovecho con sus nuevos ojos para hacer una observación detenida de sus rasgos. Ojos claros, pelo oscuro, piel que había sido tibia por un momento en el que él había posado sus labios sobre ella... En su mente apareció la imagen de una mujer, a la cual, le recordó.
De repente la pregunta de ella, le saco de aquel recuerdo lejano de más de un milenio. Escucho su ofrecimiento y presentanción "Baronesa", una persona influyente, de aquellas que le gustaba.
"Valder" Lucio Tercio", llamado en roma Lucio. Su nombre completo mentado en su mente, nombre que sus labios evitaron pronunciar, nombre original de su nacimiento, nombre antiguo y que ella no debía de conocer por ahora, él también era desconfiado.
-Lucciano Vecchio. -Le hizo una leve reverencia cortes. -Y por supuesto que estoy hambriento, muéstreme las ventajas de éste nuevo mundo, y no se preocupe no volveré a "morderla" a no ser que usted lo desee. -Aquello sonó totalmente a una tentadora insinuación.
Última edición por Lucciano Vecchio el Miér Jul 30, 2014 12:40 pm, editado 1 vez
Lucciano Vecchio- Vampiro Clase Alta
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Re: El despertar [Violet Darcy]
El que rechazara su mano fue un excitante desdén a los ojos de la Baronesa, demostraba que no tenía el menor interés de mejorar sus modales únicamente por estarse enfrentando a un miembro de la realeza.
“Lucciano Vecchio”, un agrío y efímero escalofrío recorrió su columna vertebral en el momento en que reconoció la clara presencia de sangre italiana en el nombre que le acababa de proporcionar. Que no mencionara nada acerca de lo que probablemente pudieran tener en común al conocer ambos el país dueño del pasado de ambos, le ayudó a hacerse a la idea de que él no tenía menor interés en su patria, lo cual le evitaría dar más explicaciones de las que podía conseguir por sí mismo.
Honestamente ella tampoco tenía intención de hacerle muchas preguntas, deseaba darle su distancia y para evitar que se diera a la exploración de sus recuerdos cuando ella intentara conocerlo. No olvidó por ningún momento que ella también podía leer sus pensamientos, pero vio como más sensato el dejar que él decidiera que se tenía que saber de él. Más adelante, si era necesario o la cosa pareciera más prometedora, haría uso de su habilidad.
Le dirigió una mirada llena de rencor, expresando su disgusto por las acciones tomadas, ignorando ese último comentario tan fuera de lugar en presencia de una mujer enfurecida. Se dio la vuelta enérgicamente, sin ganas de seguir charlando en tan inhóspito lugar. Tomó rumbo hacia la salida, a paso sensual y veloz llegó hasta la avenida.
‒ Apresúrate. En el camino hablaremos ‒por suerte, había dejado el coche esperándole. Antes de subirse en él, y sin esperar a que hubiera un caballero que le ayudara a subir, dirigió una última mirada al cielo, ya listo para la inminente llegada del astro rey, como reclamando al destino el encontrarse en aquella situación y que todavía ella misma no hiciera nada por acortarla.
“Lucciano Vecchio”, un agrío y efímero escalofrío recorrió su columna vertebral en el momento en que reconoció la clara presencia de sangre italiana en el nombre que le acababa de proporcionar. Que no mencionara nada acerca de lo que probablemente pudieran tener en común al conocer ambos el país dueño del pasado de ambos, le ayudó a hacerse a la idea de que él no tenía menor interés en su patria, lo cual le evitaría dar más explicaciones de las que podía conseguir por sí mismo.
Honestamente ella tampoco tenía intención de hacerle muchas preguntas, deseaba darle su distancia y para evitar que se diera a la exploración de sus recuerdos cuando ella intentara conocerlo. No olvidó por ningún momento que ella también podía leer sus pensamientos, pero vio como más sensato el dejar que él decidiera que se tenía que saber de él. Más adelante, si era necesario o la cosa pareciera más prometedora, haría uso de su habilidad.
Le dirigió una mirada llena de rencor, expresando su disgusto por las acciones tomadas, ignorando ese último comentario tan fuera de lugar en presencia de una mujer enfurecida. Se dio la vuelta enérgicamente, sin ganas de seguir charlando en tan inhóspito lugar. Tomó rumbo hacia la salida, a paso sensual y veloz llegó hasta la avenida.
‒ Apresúrate. En el camino hablaremos ‒por suerte, había dejado el coche esperándole. Antes de subirse en él, y sin esperar a que hubiera un caballero que le ayudara a subir, dirigió una última mirada al cielo, ya listo para la inminente llegada del astro rey, como reclamando al destino el encontrarse en aquella situación y que todavía ella misma no hiciera nada por acortarla.
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Re: El despertar [Violet Darcy]
Él noto por así decirlo que de algún modo había reaccionado ante el titulo de ella como ella no esperaba, para él hacía demasiado tiempo que aquel tipo de privilegios concedido a algunos pocos, a veces perdían su verdadera valor ya que las personas que quedaban con vida para ostentarlo no había sino meros herederos de hazañas que ellos no había logrado, pero si sus antepasado merecedores de un "nombre". Por ello él consideraba a mucho no merecedores, ni que pudiesen ser más que él mismo que confiaba mucho en su antigüedad, el miedo que causaba a su paso y poder, pero aquello era un rasgo que podía perderlo.
En silencio la siguió montando hasta el carruaje, sentía cierta desconfianza y por un momento pensó que aquello podía ser una trampa. Aun estaba débil aunque no lo aparentase en su manera de comportarse, era un blanco fácil. Necesitaba alimentarse, necesitaba ordenar sus ideas y recuerdos tranquilamente.
-Le pido disculpas si la he ofendido en algún momento, debe ser los efectos del haber estado encerrado demasiado tiempo. -Habló con aquella voz apetecible y cortes, notaba su molestia. -No se preocupe no intentaré violar su confianza ni su mente, a no ser que usted me dé permiso para ello, o sienta que me pone en peligro alguno. -Indirectamente intentaba que ella confiará en él, pero a la vez la advertía de que tuviese cuidado por si aquello era una clase de truco. -Si me permite ser indiscreto, sé que solo han pasado unos poco minutos desde que nos conocemos, pero me parece familiar y su presencia me es agradable como consecuencia de esa sensación que crea.
No era un falso alago, ella le recordaba a alguien. Su físico hacía guiño a esa mujer tan importante en su vida, la cual, ahora se preguntaba si seguía con vida, estaba seguro que si, pero dónde. Debía de buscarla o al menos algo de información de su paradero.
En silencio la siguió montando hasta el carruaje, sentía cierta desconfianza y por un momento pensó que aquello podía ser una trampa. Aun estaba débil aunque no lo aparentase en su manera de comportarse, era un blanco fácil. Necesitaba alimentarse, necesitaba ordenar sus ideas y recuerdos tranquilamente.
-Le pido disculpas si la he ofendido en algún momento, debe ser los efectos del haber estado encerrado demasiado tiempo. -Habló con aquella voz apetecible y cortes, notaba su molestia. -No se preocupe no intentaré violar su confianza ni su mente, a no ser que usted me dé permiso para ello, o sienta que me pone en peligro alguno. -Indirectamente intentaba que ella confiará en él, pero a la vez la advertía de que tuviese cuidado por si aquello era una clase de truco. -Si me permite ser indiscreto, sé que solo han pasado unos poco minutos desde que nos conocemos, pero me parece familiar y su presencia me es agradable como consecuencia de esa sensación que crea.
No era un falso alago, ella le recordaba a alguien. Su físico hacía guiño a esa mujer tan importante en su vida, la cual, ahora se preguntaba si seguía con vida, estaba seguro que si, pero dónde. Debía de buscarla o al menos algo de información de su paradero.
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