De caza. [Jaelyn] [+18]

Había pasado ya bastante tiempo desde la última vez que salía a cazar, y la presencia de tanta vegetación a mi alrededor era francamente fastidiosa para mi vista. Ya llevaba un buen tiempo explorando el viejo continente, así que no es como si no me hubiese acostumbrado ya al arte del camuflaje y el sigilo dentro de zonas urbanas y boscosas, pero eso no significaba que realmente me gustase. Mientras avanzaba a través de árboles y arbustos, reptando por el suelo aquella noche en que la Luna brillaba intensamente sobre mi cabeza, seguía añorando con intensidad el suave tacto de la arena bajo mis escamas, además de la intensa frescura del desierto durante la noche. Igual, estar acostumbrado a los climas más agrestes me daba una cierta ventaja a la hora de cazar, la temperatura y las lluvias no me daban mayores problemas para conseguir lo que quería... Pero de todas maneras, seguía siendo algo fastidioso para mí. Lo odiaba con toda mi alma. Pero era la vida a la que tenía que acostumbrarme ahora, no tenía más opciones hasta que mejorase mi situación. Bufé resignado, de nada me servía tener los pensamientos distraídos si es que pensaba atrapar alguna presa grande aquella noche. Y es que esta vez no pensaba conformarme con conejillos o zorros, ni siquiera un lobo me vendría bien ahora. No, yo quería un banquete esa noche, mi cuerpo me lo exigía. Quería un reto, una presa humana como en los viejos tiempos.

Pero en Paris, las cosas estaban mucho más movidas que en Egipto... Sin duda alguna. La inquisición tenía una presencia aterradora en las calles, en los mercados. Había incluso otros humanos, fuera de las murallas de la iglesia, que también habían decidido tomar la justicia en sus manos y daban caza a todo ser sobrenatural que tuviera la desfachatez de mostrarse demasiado en público. Cazar en las ciudades ya no era una opción viable, tenía que conformarme con lo que caía cerca de mí en los bosques... Y aquella noche, no estaba seguro de por qué, pero sentía que algo grande rodaría hasta mis fauces. El solo imaginarlo hacía que mi ser se estremeciese de ansias, mientras poco a poco mis negras escamas reptaban para trepar por sobre un manzano en medio del área... Un lugar perfecto, irónicamente. Oculto entre las ramas del manzano, observando, esperando que la presa llegase a hasta mí, y entonces... Solo entonces me movería para atacar.

Paris… París…  La llaman la cuidad del amor. En cuanto se pronuncia esa simple ciudad todos evocan el más sublime y exuberante glamur. Mientras las damas de sociedad idealizan los mejores vestidos y más refinada costura creada especialmente para cada una, de donde provienen la moda que todas debemos seguir… su fama es inquebrantable. Sin en cambio mi indumento de cuero, botas tejidas hasta las rodillas, pantalón [nada digno al definir perfectamente mis piernas], corset, blusa y chaqueta corta, dando el toque final los guantes y la mascara que me cubre la mitad de mi rostro me hacen ver como una persona de otro mundo; no tiene nada que ver con lo esta acostumbrada la sociedad y mucho menos a la que estoy impuesta. La realeza haría un escándalo y seria la cotilla por meses si alguien me llega a ver así.

Por suerte o desgracia mía, unos cuantos minutos sin supervisión me permitieron escapar a vagabundear y divertirme, dependiendo del punto de vista, en uno de los bosques cercanos, ahora mismo continúo corriendo por mi vida al haber molestado a quien no debi. Mi respiración está completamente agitada. Mis hermanos siempre han dicho que atravesaban algún atisbo de locura cuando me permitieron entrar en este mundo de cazadores… Licántropos, de las especies que los inquisidores cazan, me permito afirmar que son la especia mas peligrosa, y mucho más cuando pierden el control y se convierten en verdaderas bestias.

El peligro al parecer a pasado… espero. Me recargo en un manzano, intentando recuperar un poco el aliento. Brincoteo un poco para alcanzar un fruto, lo froto contra la manga de mi blusa y rio tontamente antes de morderlo, mirando mi alrededor con total atención. ¿Cuánto tiempo llevaba en Francia? –pegue el fruto húmedo a mis labios- no mas de un par de semanas. Así que antes de que acabara el mes conocería a Adrians Blancquart, mi prometido. Hice un sonido de asco. – Una cuidad hermosa, con tanto que ofrecerme y vengo a que me encarcelen –suspire intentando que mi fastidio se desvaneciera. Estaba sola y libre así que tenía que aprovechar estos momentos de los que carecería próximamente.

A mis narices llegó, en ese instante, un aroma que conocía bastante bien. Lo había sentido antes, en varias ocasiones, pero había pasado un largo tiempo desde la última vez que tuve la oportunidad de vérmelas con esta fragancia en particular: Cuero, sudor, piel cálida y cabello limpio... Una mujer, sin duda bastante joven, que se acercaba poco a poco entre los matorrales de aquel bosque en las afueras de Paris ¿De donde venía? No podía estar seguro, cuando finalmente estuvo en mi campo visual me dí cuenta de que no se trataba de la típica dama de alcurnia. Un físico privilegiado, atractivo pero entrenado... Su aura no mentía, esta mujer era la clase de humana que se enfrentaba a diario a lo peor que las calles parisinas podían ofrecer, por lo que necesitaba actuar con sigilo a la hora de alejarme de ella... Un combate directo, en estas condiciones, sería un suicidio a largo plazo, pues si llegaba a hacerse público un ataque en los bosques, lo más probable es que la Inquisición peinaría hasta el último rincón de la zona con tal de encontrar al perpetrador. Y si ellos no me encuentran, el resto de las criaturas de la noche lo harían, y estoy seguro de que no estarían felices de mi indiscreción. Decidí, entonces, que lo mejor sería marcharme y no mirar atrás, pero por alguna razón mi cuerpo no quiso obedecer. Sabía que era un riesgo ridículo, pero algo en la muchacha, un aroma, una esencia, me aprisionaba en la contemplación de su figura, de sus ojos... Le esperé entre las ramas del manzano, dejando que esta se apoyase en él sin moverme.

Antes de que lo notara, ella ya se hallaba debajo de la rama donde yo yacía inmóvil, luchando inútilmente contra el impulso de la estupidez. Como en muchas ocasiones, perdí ante la tentación, y poco a poco empecé a descender, en silencio, mientras la muchacha mordía una de las manzanas en el árbol, observando a su alrededor. Yo me colé poco a poco por el hueco que hacía su ropa en su nuca, ya sin importarme el hecho de que ella me notase. Me muevo con rapidez para pronto, tratando de que no pueda atraparme, me halle debajo de la tela de su ropa y deslizándome lentamente por la piel de su torso y su cintura. Si tenía suerte, podría avanzar y salir por su escote para establecer el contacto visual sin que me decapite...

Los minutos pasan, y continúo alejada de la realidad, mirando la luna… -‘Compromiso’-se desliza en mi mente la palabra, desde que me entere del compromiso a los catorce años, había hecho de casi todo para que este se rompiera, primeramente pegar pataletas diario, escapar a las propiedades de la mayoría de mis familiares, hacer algunas actividades exclusivamente para hombres, había enfrentado a mi padre sin pudor alguno, hasta me había enredado dos años después con un duque cuatro años mayor que yo. Me molesta y detesto que mis hermanos siguieran exhibiéndome como lo hacían mis padres cual esclava a la venta - ‘Lady Jaelyn… a la una… a las dos… ¡Vendida al hombre rancio y podrido en dinero y bienes, de la esquina! ’- esa escena se colaba en mi mente cada que pienso en que me casare con un hombre al que tan solo unas semanas antes me he enterado de su nombre.

Igual y no estaba prestando la debida atención, mis divagaciones mentales con respecto a lo que ocupaba mi mente y mi vida en este momento no me estaban permitiendo tener los sentidos al cien… algo se deshizo por el árbol, eso sí lo escuche, lo que no vi venir, ni siquiera llegar a a imaginar es que ese ‘algo’ tocaría la sensible piel de mi cuello, suave e increíblemente resbaladizo… la manzana resbalo de mis dedos e instintivamente tome una de las dagas que descansaba en mi muslo, pero no, mala idea, me quede quieta sintiendo como se movia por mi cuerpo. –Ay… demonios –maldije  apretando la mandíbula. Una sentiente  –Ey preciosa, sal de ahí –mi corazón latió con fuerza, sin que me moviera, era mejor que no sintiera mi nerviosismo, si claro, si estaba a punto de soltar más que gritos… y era hermosa, una linda víbora, creo yo. –Deja de jugar y sal, crei que a las tuyas les gustaba el frio y mi cuerpo esta caliente –si me detenía un momento a pensar lo que estaba haciendo, realmente me sentía estúpida al hablarle al animal como si fuera una persona.

Tal como esperaba, la piel de la muchacha era sencillamente deliciosa al tacto, cálida y suave, hasta daban ganas de perder un poco más de tiempo en el lento recorrido, pero sabía que era cosa de tiempo para que aquel temor que inundaba a la muchacha se convirtiera en frustración, y que su intento por convencerme de salir se transformaría rápidamente en un ataque o un lanzamiento. Tal como tenía pensado, asomé lentamente mi cabeza de su escote y entonces fijé mis ojos ambarinos en los suyos, como un depredador hambriento. Dejé que la mirada quedase conectada durante unos instantes, antes de mover mi cuello con rapidez y morder con fuerza su cuello, inyectando en sus venas una pequeña cantidad de mi veneno... Nada demasiado mortal, sino algo que fuera más bien relajante. Ya estaba metido hasta el cuello (literalmente) en un problema bastante grave, así que ya no tenía caso el intentar hacer las cosas rápidamente. Si iba a meterme en un aprieto, prefería hacerlo como a mí me gustaba: Lento y disfrutando cada instante de aquello. Cuando terminé de inyectar el precioso veneno, regresé mi mirada a la de la muchacha, moviendo mi cabeza lentamente, de lado a lado, como si buscase que se relajase ante la oscilación... Como los relojes aquellos que usan los psicólogos.

"¿Puedes oírme?" Susurró mi voz suave, profunda, en la mente de la cazadora. Ahora que estaba en plena faena, tampoco tendría caso ocultar mi identidad ¿O si? "¿Puedes oírme, cazadora?... No luches contra esto, déjate llevar... Mírame a los ojos y déjate llevar, esto no es más que un sueño...". Me relamí suavemente, contemplando, esperando que el efecto empezase a manifestarse como yo quería. A veces era inmediato, y otras tardaba mucho por la resistencia mental de mi víctima... Siempre era realmente interesante verles caer. "Recuéstate, cazadora... Pareces cansada... Dime, que te agobia.."

Miro algo ámbar… ojos, ojos ambarinos, perdiéndome un poco, un par de orbes cálidas y atrayentes, me siento como un cuervo al mirar algo resplandeciente, cual ladrón apunto de poner las manos en un diamante real, algo estúpido pues no me considero avariciosa ni mucho menos de esas que se dejan deslumbrar con cualquier tontería.  Se mueve y rapidez y morder – OYE!!   –grito, puedo sentir como sus colmillos entran en mi piel, rasgando un poco, mi mente dicta que la tome con fuerza y la arranque de mi cuello pero mi cuerpo me dice que desea eso, ¿Cuánta lógica ahí en ello? gimo involuntaria poniéndome completamente rígida, apretando los dientes. Una lagrima traicionera quiere escapar  -‘Esto está mal… no quiero morir’ –ruego que el animal no sea mortíferamente venenoso. Se aleja y me concentro en mirar, meso mi cuerpo como un péndulo, derecha, izquierda, derecha, izquierda, moviendo a conjunto mi torso y cadera, despacio, demasiado despacio dejando que con una inadecuada sensualidad se refleje en mis movimientos.

La voz profunda hace eco en mi mente, no respondo a su primera pregunta, me siento algo adormilada por algunos segundos. Insiste – Si… Te escucho –respondo arrastrando la voz, no la reconozco como mía, pero sé que es mía, son mis palabras, mi mente dicta y mis labios se mueve perezosos dejando salir el sonido – ¿Quién eres? – cuestiono, mi mente se niega… pero algo en mi quiere abandonarse. Me tambaleo un poco, dejando caer mi espalda con pesadez en el tronco. Me siento compreramente ebria, como alguna vez lo he estado, aun así es distinto, algo mas… trago con dificultad –Que te hace pensar que algo me agobia… ¿Qué me darás si te digo lo que me agobia? – Estoy perdiendo la razón, estoy hablando sin interlocutor. Trato de hacer memoria, no recuerdo haberme topado con ningún brujo, ni licántropo y mucho menos vampiro… mi cuerpo se desliza por la corteza dejándome caer a los pies del árbol y el suelo lleno de hojas y tierra.

" Tú misma lo has dicho... "

Si, ella misma había soltado parte de su problema, y aunque en realidad no me concernía en lo más mínimo, ahora me estaba invadiendo la curiosidad de enterarme de todo. Lamí suavemente la herida recién abierta en su cuello, apenas visible por lo fino de mis colmillos, y poco a poco me deslicé una vez más por su piel, pasando por su vientre, su entrepierna y sus muslos, abandonando la tela que les cubría para enroscarme en unos arbustos, dejando que mi cuerpo poco a poco recuperara tamaño, grosor y tonalidad. Oculto un instante entre las hojas, hice que las escamas desapareciesen de mi cuerpo, tomando una vez más mi forma humana y dejando como único recuerdo de ella mis ojos, ambarinos y profundos como antes. Me estiré suavemente, saliendo a gatas de la maleza y volviendo a fijar mi mirada en los ojos de la cazadora, mientras me acercaba poco a poco hasta quedar frente a ella, de pie. No me interesaba realmente la falta de ropa, vivo más como animal que como hombre así que aquel detalle me tenía sin cuidado... Es más, puede que hasta sea la ropa de la muchacha la que realmente me estorbaba en esta clase de situaciones. Moví mi dedo lentamente frente a sus ojos, aún de pie, y empecé a susurrar mientras trataba de llamar su atención.

- Esto es un sueño... TU sueño... Tú deberías decidir que quieres ¿No?...

Lentamente me posé sobre ella, acariciando poco a poco su figura sobre la ropa. Era realmente hermosa, una musa en vida, y el deseo empezaba a hacerme difícil la tarea de mantener la cabeza fría y lógica. Deslicé luego mi mano por su cuello, acariciando su mentón y luego sus labios antes de acercarme aún más a su rostro, con la mirada de mis ojos clavada en los suyos. "Quítate esto... Me estorba". Asentí un par de veces, bajando poco a poco hasta su cuello y besando con suavidad su piel tensa por el temor. Tal como esperaba, era deliciosa. "Deja de ocultarme cosas..."

-‘¿Yo cuando dije eso?’- me pregunto sin pronunciar palabra alguna –‘¿O lo abre dicho realmente? ¿Qué tanto me había perdido entre que corría alejándome del licántropo y estar debajo del manzano mordiendo el futo? ’- el cosquilleo en mi cuello llama mi atención mirando como la serpiente acaricia donde se clavaron los colmillos. Se mueve contra mi cuerpo, acariciando con su suavidad haciendo que yo me mueva incomoda. Cierro con fuerza los ojos –‘Maldito animal ¿Por qué me hace esto?’ – lo pierdo de vista y cuando abro los ojos un hombre esta frente a mí. Lo miro a la cara, no lleva nada puesto y mi siento mis mejillas arden.

– No se siente como un sueño... hasta diría que no quiero que sea un sueño –¿Realmente acababa de decir lo que me escuche decir? … Drogada… Eso, seguro estaba bien drogada. Julian, mi hermano mayor, alguna vez lo había estado, una bruja lo había drogado y recuerdo a la perfección la descripción. Mente nublada pero su cuerpo completamente receptivo, así estaba yo…  no podía comprobar… – AAHHhh.. Aghh…   –me muerdo los labios evitando muy tarde el gemido al sentir sus manos en mi. Besa mi cuello, mis manos se aferran a su cabello y mis labios tiembla ahogndo mi voz, la caricia es suave, sensualmente sutil, suavemente caliente ¿Sera un sueño realmente? … Lo miro perdiéndome en sus ojos ámbar… de nuevo ámbar, que sucede con ese color en particular… – No te oculto nada… ¿Por qué querría ocultarte algo? –me remuevo inquieta , tengo energía, mi cuerpo realmente esta sensible, pero mi mente continua algo nublada – Si dices que es un sueño… quítamelo tu –mi mente no sede, se que no es un sueño y aun así me dejo llevar. Otra de mis pataletas y necedades. Otro atisbo de querer vivir ante lo que está por avecinarse… Adrians… solo conozco su nombre.

Estaba dejándose llevar mucho más profundamente de lo que había pensado, y aquello me complacía demasiado. Y lo peor es que era perfecta, su piel tan suave, cálida y sensible al tacto, su figura bella y pronunciada sin parecer exagerada... Mientras le observaba a los ojos mi deseo por ella aumentaba aún más, a cada caricia y cada frote que teníamos ambos, y el que gimiera no hacía más que colaborar con ello. Seguí recorriendo su cuello a besos, a mordidas suaves, subiendo poco a poco por su piel hasta sus labios y rozándolos apenas al quedar cerca, tan cerca... Quería que ella fuera la que me besase, quería que ella fuera la que se entregase por completo a mí, porque sabía que estas reacciones no eran del todo culpa de la droga. En el fondo, esto era lo que ambos queríamos, y eso era lo que me excitaba más de todo esto.

Escuché sus palabras con profundo regocijo, y sin dejar de tentar sus labios ni de devorarla con la mirada, dejé que mis manos salieran de debajo de su ropa para desnudarla lentamente, prenda por prenda. Lo primero en irse es la máscara, no quería que nada me impidiese observar su expresión a medida que esto avanzaba... Apoyo mi frente contra la suya, manteniendo su mirada y bajando de a poco las manos hasta su chaqueta y su blusa, ambas volando lejos de ella poco después. Con el corset no tuve piedad, aquella prenda desapareció rápidamente y con algo de brusquedad, cortando los hilos que la ataban alrededor de la preciosa piel de mi presa. Bajo de a poco mi rostro y empiezo a besar su cuello, luego viajando hasta sus pechos donde me detengo a sentir su aroma y su sabor, cerrando ligeramente los ojos mientras los apretaba, los mordía, los besaba... Bajo de a poco, siguiendo la línea que se forma en su ombligo a besos y mordidas, llegando eventualmente hasta el bordillo de su pantalón de cuero. Y allí me detengo por unos instantes, sonriendo con malicia mientras desataba y quitaba sus botas del camino, solo para luego tomar con los dientes el pantalón y bajarlo de forma lenta y tortuosa. Una vez que están fuera, vuelvo a subir por sus piernas, besando lentamente su piel desde sus pies hasta llegar al muslo, y luego sobre el sexo aún protegido por aquella última prenda. Y allí me detengo, lamiéndola lentamente, observándola desde aquella posición como si esperase que me diera una señal...

Sus manos abandonan mi cálida piel para deshacerse de la estorbosa ropa, mientras yo lo miro gloriosamente desnudo, me lamo los labios mirándolo hacer, moviéndome ligero, lo necesario intentando facilitarle el trabajo. Su frente apoyándose en la mía hacen que le mire intensamente, deleitándome con aquellos posos de oro fundido,  perdiéndome en ellos. Cual sueño siento que reacciono al percibir la taquicardia, los labios ligeramente abiertos intentando obtener el aire necesario para continuar aquí. El ambiente húmedo y frio pega contra mi piel desnuda dándome cuenta que en ese mismo instante me están destrozando el corset que me mantiene sujeta toda la ropa –Aghh… –cierro los ojos y los labios sintiendo como atiende la sensible piel de mis pechos, dilatándolos dejándolos avivados… mis aun pensamientos caóticos me hacen saltar entre lo real y lo que acaba de pasar hace diez minutos ya no recuerdo con claridad. No me percate en que momento mis pantalones fueron retirados, solo sentía la lengua de él, húmeda entrando en contacto con aquella zona tan sensible de mi.

Mis piernas se separan dándole todo el acceso que necesita, sin comprender que me estoy ofreciendo cual puta en el burdel, respirando agitada, suspirando de vez en cuando, muevo la cabeza intentando desperezarme, acaricio su cabello. Apartándolo con gentileza tratando de ponerme de pie como puedo, me quito la ultima prenda antes de caer de rodillas sobre las hojas secas y la tierra húmeda del suelo. Me reclino hacia adelante apoyándome en una de mis manos llevando la otra a mi rostro tratando de que el mareo cese. Los segundos pasan y estaba vez busco con la mirada el cuerpo de él. Siento el fuerte deseo entre mis piernas adoloridas, la piel sensible y la mente excitada – Tócame por favor… no te detengas –ruego despacito con la voz queda.

Con deleite me dí cuenta de que ya no podía luchar, no era capaz de resistir en absoluto el placer con el que la llenaba, y la verdad es que era simplemente perfecto. En aquella posición tan provocativa, susurrando palabras sucias que no parecían venir de una boca tan fina como la de aquella cazadora, la muchacha me rogaba que siguiese, y no quería decepcionarla en lo más mínimo. Poco a poco volví a acercarme a ella, apegándome a su cuerpo y dejando que mi miembro, duro y ardiente, rosase apenas el sexo de la joven chica, estremeciéndome suavemente ante el tacto húmedo de este. Puse ambas manos en sus pechos, apretándolos con firmeza y masajeándolos a la vez que la forzaba a incorporarse, dejándome a sus espaldas. Si, esa posición me gustaba. Con mi miembro frotándose entre sus piernas con intensidad, dejando que mis manos apretasen una y otra vez sus pechos, masajeándolos, frotando y tirando sus pezones sin ninguna consideración... Y mi respiración cayendo ardiente sobre su cuello desnudo, a la vez que inhalaba el dulce aroma de su exitación en la piel.

-Dime tu nombre. -Le ordené al oído, apretando una vez más sus pechos y bajando de a poco una mano hasta su sexo.- Dime tu nombre y entrégate a mí. Lo que haya pasado antes ya no importa, a partir de ahora me perteneces...

Dejaba que mis palabras llegasen a sus oídos con un toque seductor, lento y profundo, pero sin perder el tono de autoridad que le imponía. No estaba pidiéndoselo ni avisándole de antemano: Era una realidad que se cernía sobre nosotros en ese preciso instante. Mientras una de mis manos seguía atendiendo sus pechos sensibles e hinchados, y la otra acariciaba su clítoris para que sintiese mejor los roces de mi miembro, estaba haciéndola mía de forma gradual pero realmente indetenible, allí en aquel bosque. Marqué un camino de mordidas por su cuello y su hombro, dejando múltiples marcas a cada vez que mis dientes se hundían ligeramente en su piel para dejar una nueva e ínfima cantidad de veneno. Iba a romper su voluntad, iba a tomarla hasta que no pudiera aguantarlo más, y luego de eso sería ella misma quien regresaría hasta mí... Y la verdad no es que entendiera porqué estaba haciendo esto exáctamente. Solía comerme a mis víctimas diréctamente, y ya. No jugaba tanto con ellas, y más importante aún, no solía hacer proyecciones a futuro con ninguna de ellas... Pero supongo que esta joya en particular sería especial. Y le haría sentirlo, a cada caricia que le daba, cada vez que mis manos recorrían todo su cuerpo... Este sería solo el principio de un largo entrenamiento... Y empezaría por tomar lo que ella tenía para ofrecerme. Luego de calentarla por un largo tiempo volví a tumbarla en esa posición, cual gata en celo, y sujetando sus caderas empecé a frotar la punta de mi miembro en su entrada, haciendo el amague de penetrarle finalmente. Lo haría cuando lo pidiese, quería que se humillase solo un poco más...

Cerrado