AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Pas si simple... [Privado]
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Pas si simple... [Privado]
El cielo había cambiado su alegre azul por un tono gris bastante opaco, anunciaba una inevitable tormenta. El pequeño felino corría entre los callejones completamente perdido, buscando algún refugio en donde protegerse de las gotas que empezaban a descender de las oscuras nubes. Esquivaba los pasos apresurados de las personas que también buscaban algún lugar para protegerse del terrible vendaval que se aproximaba. Vladmiri pensaba que no podía tener peor suerte, había extraviado a Loreena y para complicar todo, en vez de acompañarla en su forma humana decidió quedarse en la regordeta figura de un gato, una muy pésima idea. Regresar a casa no iba a ser nada fácil y mucho menos en aquellas circunstancias.
Las personas se veían imponentes desde su posición, se sentía indefenso y tonto. Aunque, más tonto que indefenso. Se pateaba mentalmente por haber cometido aquel error y de seguro Loreena ni se había molestado en buscarlo o ya se había alejado lo suficiente como para que lo hallara. De poder suspirar lo habría hecho, tenía pocas opciones: correr por sus siete vidas antes de que la lluvia descendiera imponente sobre la ciudad o simplemente aguardar en un sitio seguro que todo pasara y luego podría buscar la manera de regresar a casa. Ninguna de las dos opciones le era lo suficientemente atractiva. Caminó sin rumbo fijo, cabizbajo y pesaroso. Se detuvo en algún lugar mientras escuchaba el rugido amenazante de la tormenta.
Nadie notó la presencia de un pequeño felino de abundante pelaje que se sentía abandonado. Ni los suaves maullidos llamaron mucho la atención lo que hizo que Vladmiri gruñera por lo bajo, ¿Cómo podían ser las personas tan indiferentes? Se sentía indignado. Sólo le quedaba esperar porque todo pasara y regresaría. Lamía una de sus patas como lo haría cualquier gato en su condición y al subir su mirada notó la presencia de tres niños no mayores de 7 años, ¿Estaba salvado? No, sus problemas apenas comenzaban. Aquellos críos buscaron la manera de fastidiarlo aprovechándose de su minúscula forma y también ignorando lo que realmente era aquel ser. Vladmiri no estaba seguro de lo que podría hacer para defenderse, no los lastimaría pero tampoco podía permitir que aquellos se aprovecharan de su condición.
En un descuido de los tres infantes logró escapar, corría veloz mientras los niños les perseguían, de vez en cuando le arrojaban pequeñas piedras las cuales el felino logró esquivar con agilidad. Ya estaba molesto por tanta descortesía pero no podía detenerse, ellos continuaban persiguiéndolo con sonrisas maliciosas. Rogaba a los dioses para que esos tres diablillos dejaran de molestarlo, él no les había hecho nada. Era un indefenso gato perdido. Al menos eso era lo que se repetía mentalmente, quería parar, no estaba de buen humor como para seguir con aquella absurda carrera pero todo parecía estar en su contra.
Vladmiri V. Mckennitt- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 50
Fecha de inscripción : 23/05/2014
Localización : París
Re: Pas si simple... [Privado]
La vida entre los Landry para Cindy, había sido realmente reconfortante, todo y que también extraña y confusa, sobre todo las primeras semanas que entre cuidados y médicos extraños, se sintió más que nunca una molestia al recibir tantos cuidados y sentirse de aquella forma, era completamente nuevo para ella, ya que en el orfanato en el que se había criado, jamás había recibido esas atenciones, aún menos unas tan costosas y un tratamiento tan global, como esta vez le habían proporcionado. Ahora aún debía permanecer en observación y no podía hacer esfuerzos al encontrarse aún en una situación delicada. Su estómago se iba recuperando y con él, todo su organismo, empezando por notar la mejoría al ser capaz de sonrojarse y que el color rojizo sea visible en sus pálidas mejillas. Había llegado a poco de morir en la calle y en lugar de ello, había terminado salvada. A partir de ese momento le debía todo a la vampira que había deseado su muerte, la que ahora la había adoptado en cierta forma. Cindy se lo debía todo a Daphne y a los médicos que la atendieron.
Y por ello intentaba ser la mejor de las jóvenes. No sería la más inteligente, pero podía ayudar, cooperaba en todo lo que podía y además era muy responsable, por lo que hacía todo lo que le decían a rajatabla. Seguía cada recomendación, orden… hasta que tras permanecer tres semanas allí encerrada, en una habitación veinte veces más grande que la que había tenido de pequeña en el orfanato en su mejor noche, aprovechando que todos habían salido a comprar y que Daphne, no se encontraba en casa, decidió conocer un poco las calles de los alrededores y así tomar un poco de aire fresco.
Se vistió con un vestido que yacía en una de las sillas de su habitación y salió, agradeciendo aquella paz que le otorgaron los cantos de los pájaros al salir de la casa. Había estado tantos años en la calle o encerrada, que el canto de los pájaros siempre habían resultado ser su momento favorito del día y su alegría constante al despertar. Suspiró y con una sonrisa nerviosa, pasó de la puerta hacia la calle, donde empezó a caminar con la mirada baja en sus pies, con los que intentaba no pisarse el vestido que llevaba. Nadie parecía darse cuenta de que a veces trastabillaba un poco para suerte de ella. Era una de sus primera veces que usaba un vestido tan largo como aquel y verdaderamente, de sus ropas viejas y rotas que había llevado y acostumbraba en el pasado a llevar a ese vestido que ahora ocultaba su delgada figura, era tal diferencia que solo hacía que la joven se sintiera más insegura. Sin embargo tras unos pasos y descubrir que nadie se percataba de ella, se relajó notablemente hasta confiarse y en su error, alejarse demasiado de la mansión a la que debía de volver, terminando caminando en una calle desierta en la que de un momento a otro, tras su atónita mirada aparecieron unos niños corriente, persiguiendo a un pobre gato.
Cindy se quedó quieta y esperó que se acercaran más para intentar detener a los niños y proteger aquel gato, teniendo la intención de agarrarlo inesperadamente y así liberarlo de caer en las garras de aquellos niños, que más que niños, parecían demonios para el pobre felino.
— ¡Pequeños, dejadlo! — Les dijo tras atrapar al gato justo al pasar por su lado y abrazarlo entre sus brazos, protegiéndolo de aquellos pequeños bandidos que parecían no saber lo que hacían. — ¿Qué os hizo? A los gatos no se les persigue y además podrían pillaros los dueños del gato y os llevarían ante los guardias. — Les explicó como antaño muchas veces había hecho con sus amigos más jóvenes en las calles de París. Mientras hablaba con los niños y estos restaban en silencio, su mano acariciaba el pelaje del gato, intentando que se acostumbrara a ella y dejara que lo ayudara. Muchas veces antes había rescatado también gatos de la calle, solo que esta vez aquel felino que mantenía atrapado no parecía ser uno de la calle. — Shhh… tranquilo, ya no te harán daño y ahora iremos a limpiarte y a darte leche caliente para que llenes ese pequeño y peludo estómago, ¿Te parece? — Le habló en susurros tras asegurarse que los jóvenes volvieran por donde habían venido exaltados y ella retrocedía para volver a la mansión, esperando que el gato no huyera de ella o le dañara. Por qué si le arañaba, no sabría cómo explicarle a Daphne que había sucedido, sin decirle que había faltado a su palabra y la había desobedecido deliberadamente tras esas tres semanas a sus cuidados y atenciones.
Y por ello intentaba ser la mejor de las jóvenes. No sería la más inteligente, pero podía ayudar, cooperaba en todo lo que podía y además era muy responsable, por lo que hacía todo lo que le decían a rajatabla. Seguía cada recomendación, orden… hasta que tras permanecer tres semanas allí encerrada, en una habitación veinte veces más grande que la que había tenido de pequeña en el orfanato en su mejor noche, aprovechando que todos habían salido a comprar y que Daphne, no se encontraba en casa, decidió conocer un poco las calles de los alrededores y así tomar un poco de aire fresco.
Se vistió con un vestido que yacía en una de las sillas de su habitación y salió, agradeciendo aquella paz que le otorgaron los cantos de los pájaros al salir de la casa. Había estado tantos años en la calle o encerrada, que el canto de los pájaros siempre habían resultado ser su momento favorito del día y su alegría constante al despertar. Suspiró y con una sonrisa nerviosa, pasó de la puerta hacia la calle, donde empezó a caminar con la mirada baja en sus pies, con los que intentaba no pisarse el vestido que llevaba. Nadie parecía darse cuenta de que a veces trastabillaba un poco para suerte de ella. Era una de sus primera veces que usaba un vestido tan largo como aquel y verdaderamente, de sus ropas viejas y rotas que había llevado y acostumbraba en el pasado a llevar a ese vestido que ahora ocultaba su delgada figura, era tal diferencia que solo hacía que la joven se sintiera más insegura. Sin embargo tras unos pasos y descubrir que nadie se percataba de ella, se relajó notablemente hasta confiarse y en su error, alejarse demasiado de la mansión a la que debía de volver, terminando caminando en una calle desierta en la que de un momento a otro, tras su atónita mirada aparecieron unos niños corriente, persiguiendo a un pobre gato.
Cindy se quedó quieta y esperó que se acercaran más para intentar detener a los niños y proteger aquel gato, teniendo la intención de agarrarlo inesperadamente y así liberarlo de caer en las garras de aquellos niños, que más que niños, parecían demonios para el pobre felino.
— ¡Pequeños, dejadlo! — Les dijo tras atrapar al gato justo al pasar por su lado y abrazarlo entre sus brazos, protegiéndolo de aquellos pequeños bandidos que parecían no saber lo que hacían. — ¿Qué os hizo? A los gatos no se les persigue y además podrían pillaros los dueños del gato y os llevarían ante los guardias. — Les explicó como antaño muchas veces había hecho con sus amigos más jóvenes en las calles de París. Mientras hablaba con los niños y estos restaban en silencio, su mano acariciaba el pelaje del gato, intentando que se acostumbrara a ella y dejara que lo ayudara. Muchas veces antes había rescatado también gatos de la calle, solo que esta vez aquel felino que mantenía atrapado no parecía ser uno de la calle. — Shhh… tranquilo, ya no te harán daño y ahora iremos a limpiarte y a darte leche caliente para que llenes ese pequeño y peludo estómago, ¿Te parece? — Le habló en susurros tras asegurarse que los jóvenes volvieran por donde habían venido exaltados y ella retrocedía para volver a la mansión, esperando que el gato no huyera de ella o le dañara. Por qué si le arañaba, no sabría cómo explicarle a Daphne que había sucedido, sin decirle que había faltado a su palabra y la había desobedecido deliberadamente tras esas tres semanas a sus cuidados y atenciones.
Cindy Oehler- Humano Clase Baja
- Mensajes : 19
Fecha de inscripción : 04/03/2014
Re: Pas si simple... [Privado]
¿Mala suerte? No, para Vladmiri era más que eso. Es como si el karma le cobrara cada una de sus travesuras felinas, como por ejemplo, perseguir lagartijas. En ese momento pedía perdón a todas las pobres lagartijas que había acorralado, a los ratones que tomaba por la cola hasta dejarlos huir mientras reía internamente por ello. Sí, había sido un gato malo, pero no tan malo para ser perseguido como un hereje en plena Edad Media. Tan sólo era una pequeña y regordeta bola de pelos. Suplicaba porque Loreena apareciera y les diera una lección a aquellos vándalos, ella si sabría cómo ponerlos en su lugar. Vladmiri imaginaba a la pelirroja dándoles coscorrones a aquellos chicos pero no podía detenerse a reírse de sus pensamientos, tenía que hacer algo. Sí, ese algo era huir a la velocidad del rayo antes de que lo usaran como objeto de diversión. Ya no estaba de mal humor, ahora quería maullar de pura frustración, sintió pena por todos los gatos callejeros que no podían defenderse adecuadamente. En segundos el pobre Vladmiri vio su vida pasar ante sus felinos ojos, ¿Sería su fin? Se resignaría a ser gatito de circo justo cuando alguien lo tomó desprevenido. Esa persona lo salvaría o lo terminaría de hundir. Vladmiri sólo pensó en lo peor.
—Es el fin… Moriré. Mi vida de gato adorable pasó así nada más y… Bolas de estambre las quiero, jamás les dejé mi testamento. Loreena aunque no te lo haya dicho, te quiero, cascarrabias y amargada, pero te quiero —pensó Vladmiri al momento en que fue tomado por esa persona a la que entregaba su vida para dirigirse a su juicio final –creado por él mismo–. Ante su frustración dejaba escapar pequeños y tristes maullidos olvidándose por unos instantes de que era un gato y de que no estaba maullando, estaba hablando como cualquier persona común, según él.
Vladmiri estaba tan sumergido en sus lamentos que no escuchó las palabras de la joven que lo había atrapado queriéndolo salvar de los pequeños demonios que lo perseguían. El felino se alertó al momento en que la joven acarició su pelaje, al notar un mechón de cabello algo rojizo su corazoncito saltó en su pecho. Pensó que se trataba de su querida brujita pero cuando alzó la mirada y sintió el aroma de la chica que lo tenía entre sus brazos, toda aquella emoción se desmoronó. No era Loreena, sólo se trataba de otra pelirroja. Maulló por lo bajo, quejándose de su pésima suerte, al menos aquella no parecía querer lastimarlo, al contrario, lo defendió de los bribones que lo acorralaron minutos atrás. La chica reprendía al grupito de diablillos mientras acariciaba al gato. Vladmiri prestaba atención de toda la situación y supo que la jovencita tenía buenas intenciones, pensando que él era realmente un gato común.
—Gato común —meditó Vladmiri al compás de un ronroneo hasta que reaccionó—. Oye yo no…
Aquella palabra se apoderó de cada uno de los recovecos de su mente haciendo demasiado ruido en sus pensamientos. Él no era un gato común y ella pensaba que sí, ¡La estaba engañando! Y él era un dramático. Alzó su patita tratando de llamar la atención de la muchacha pero ella sólo le habló cariñosamente. Si estuviera en su forma humana se hubiera sonrojado demasiado ante aquel gesto. Pero no, ahora era un gato, un muy peludo gato al que tuvieron que salvar de unos diablos. Vladmiri sólo logró maullar como si quisiera decirle algo, podría intentar huir pero eso sería un acto descortés de su parte. La pelirroja se había portado tan bien en ayudarlo y él debía agradecerle de alguna manera. Pero no se le ocurría nada en lo absoluto, ¿Cómo decirle que no era un felino común sino un humano que se transforma en gato? No, eso sería demasiado arriesgado y quería evitar problemas. Se resignó mientras la joven lo cargaba y lo llevaba consigo a alguna parte. Él ignoró la dirección que seguía la muchacha pues estaba enfrascado en sus ideas. Ronroneaba ante las caricias, era un mimado gato pensante y se sentía bastante bien pero reaccionó. Aquel puesto de don gato se derrumbaría al momento en que Vladmiri entró en pánico al notar que la chica lo llevaba con ella a su hogar y recordó las palabras anteriores de la joven. Estaba tan distraído en lo adorable que se veía que no identificó sus palabras.
— ¡Me secuestran! ¡Por los dioses gatunos de los egipcios! Seré gato secuestrado —mencionó mentalmente Vladmiri dejando escapar un maullido de alerta. Observaba a los lados estando muy nervioso de nuevo. Quizás exageraba demasiado, pero la idea de que lo llevara a su casa no era tan buena. Estaba en verdaderos aprietos y no sabía cómo huir de estos.
Vladmiri V. Mckennitt- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 50
Fecha de inscripción : 23/05/2014
Localización : París
Re: Pas si simple... [Privado]
La joven seguía acariciando al gato que contestaba a cada una de sus caricias con unos dulces ronroneos. Al principio se sintió sorprendida de aquel ruido, ya que nunca antes había tocado un gato común como aquel. Y los que había tocado, algún que otro gato callejero, jamás antes le había hecho aquel ruido que parecía ser de agrado. Así que sonriente siguió con sus caricias mientras iba pensando en que hacer a continuación. Aquel gato debería de tener una casa. Ya que por el aspecto no parecía callejero o haber vivido mucho tiempo en las calles como ella había vivido hasta hacia bien poco. Así que en algún lado de la gran ciudad alguien se estaría preocupando por él. Suspiró y acariciándole la cabeza, pensó en dejarlo ir al suelo y así él regresaría a su hogar. Pero, y si no sabía volver hasta su casa? Mordiéndose el labio indecisa sobre qué hacer, al final optó por la opción más segura y la que le daría menores dolores de cabeza. Se lo llevaría a la mansión, aprovechando que ni Melissa, ni Daphne se encontraban y que hoy libraban los sirvientes y se lo traería para darle alimento y agua. Se sentiría bien y a la misma vez habría hecho su acción de caridad y de buena persona, dándole refugio y salvando a aquel gatito de la persecución de los niños que lo habían atosigado un buen trozo. Aún el animal tenía el corazón yendo más rápido de lo normal. De la forma en que lo tenía abrazado y sujeto a ella, podía sentir su corazón contra su brazo y este iba demasiado acelerado.
— Tranquilo gatito, ya llegamos y te dejaré en el suelo para que descanses y de mientras, te iré a buscar la comida. — Le seguía hablando completamente inconsciente de los pensamientos del gato o de las palabras que él decía, que para ella eran simplemente maullidos o ronroneos. Sus pies prontamente la dirigieron hacia la mansión Landry, su nuevo hogar y al que debía acostumbrarse. Aún su estómago se estaba adaptando a comer más de un trozo de pan al día, y por lo demás. Ya todo estaba adaptado. Solo faltaba lo del alimento y sanarse completamente, para parecer otra, que no aquella andrajosa que había entrado hacia tres semanas por la puerta en brazos de Daphne.
Ahora por suerte el dolor estaba lejos, y aunque seguía acordándose en ciertas noches de todo el dolor de su pasado, gracias a las atenciones de todos se iba recuperando. Aunque aún no se decidía, ni se veía con fuerzas de contarles que había sucedido en su pasado, como aquel oscuro tiempo en el orfanato y porque entre otras cosas, tenía miedo de los hombres.
Cindy suspiró y se abrazó más al gato con cuidado de no dañarle o provocar que huyera de sus brazos. Quizás por que en ese momento necesitaba de protección o porque el viento de la mañana se había alzado en frio contra su piel. Fuera por lo que fuera, lo abrazó como protegiéndolo y protegiéndose a sí misma y acelerando el paso, llegó hasta la casa. Enseguida las rejas de la mansión se hicieron visibles y solo al entrar dentro la casa fue que suspiró aligerada y soltando el miedo que había sentido allá fuera en la calle durante unos segundos, se tranquilizó, soltando al gato en uno de los sillones.
— ¿Te quedarás quieto mientras voy a prepararte algo, verdad? — Se arrodilló ante el sillón y siguió acariciándole con dulzura. Le gustaba la forma en que el gato parecía buscar su mano y sus mimos con su cabecita peluda y negra. Los movimientos del gato hicieron que en muchas semanas, sus labios sonrieran felices, incluso dichosos y viéndole como jugaba con sus patas y su cabello, fue a buscarle algo con que jugar en su efímera ausencia. Se fue apenas unos segundos y al volver se lo encontró en el lugar. Lo que hizo que volviera a sonreír complacida y tranquila. ¿No se iría aún de su lado, verdad? — Mira que te he traído… espero que te guste, porque nunca antes he tenido un gato en casa, así que no se bien que debe de gustarte. — Se excusó antes de mostrar en su mano una bolita de estambre y dejársela a su lado esperando que jugara con ella y así, poderse ir tranquila a la cocina, en busca de lo necesario para su graciosa y peluda compañía del día. Si decidía quedarse con ella el resto del día.
— Tranquilo gatito, ya llegamos y te dejaré en el suelo para que descanses y de mientras, te iré a buscar la comida. — Le seguía hablando completamente inconsciente de los pensamientos del gato o de las palabras que él decía, que para ella eran simplemente maullidos o ronroneos. Sus pies prontamente la dirigieron hacia la mansión Landry, su nuevo hogar y al que debía acostumbrarse. Aún su estómago se estaba adaptando a comer más de un trozo de pan al día, y por lo demás. Ya todo estaba adaptado. Solo faltaba lo del alimento y sanarse completamente, para parecer otra, que no aquella andrajosa que había entrado hacia tres semanas por la puerta en brazos de Daphne.
Ahora por suerte el dolor estaba lejos, y aunque seguía acordándose en ciertas noches de todo el dolor de su pasado, gracias a las atenciones de todos se iba recuperando. Aunque aún no se decidía, ni se veía con fuerzas de contarles que había sucedido en su pasado, como aquel oscuro tiempo en el orfanato y porque entre otras cosas, tenía miedo de los hombres.
Cindy suspiró y se abrazó más al gato con cuidado de no dañarle o provocar que huyera de sus brazos. Quizás por que en ese momento necesitaba de protección o porque el viento de la mañana se había alzado en frio contra su piel. Fuera por lo que fuera, lo abrazó como protegiéndolo y protegiéndose a sí misma y acelerando el paso, llegó hasta la casa. Enseguida las rejas de la mansión se hicieron visibles y solo al entrar dentro la casa fue que suspiró aligerada y soltando el miedo que había sentido allá fuera en la calle durante unos segundos, se tranquilizó, soltando al gato en uno de los sillones.
— ¿Te quedarás quieto mientras voy a prepararte algo, verdad? — Se arrodilló ante el sillón y siguió acariciándole con dulzura. Le gustaba la forma en que el gato parecía buscar su mano y sus mimos con su cabecita peluda y negra. Los movimientos del gato hicieron que en muchas semanas, sus labios sonrieran felices, incluso dichosos y viéndole como jugaba con sus patas y su cabello, fue a buscarle algo con que jugar en su efímera ausencia. Se fue apenas unos segundos y al volver se lo encontró en el lugar. Lo que hizo que volviera a sonreír complacida y tranquila. ¿No se iría aún de su lado, verdad? — Mira que te he traído… espero que te guste, porque nunca antes he tenido un gato en casa, así que no se bien que debe de gustarte. — Se excusó antes de mostrar en su mano una bolita de estambre y dejársela a su lado esperando que jugara con ella y así, poderse ir tranquila a la cocina, en busca de lo necesario para su graciosa y peluda compañía del día. Si decidía quedarse con ella el resto del día.
Cindy Oehler- Humano Clase Baja
- Mensajes : 19
Fecha de inscripción : 04/03/2014
Re: Pas si simple... [Privado]
—¿Llegamos? —Maulló Vladmiri aún en su forma felina. Miró a la muchacha casi suplicante.
¿Ya qué podía hacer? Era demasiado tarde y estaba en un lugar que no conocía, lo supo al observar los alrededores y más mansiones desconocidas se erigían frente a sus pequeños ojos. Sus esfuerzos felinos habían sido inútiles, de poder suspirar lo hubiera hecho. Ya no tenía más opción que quedarse con la muchacha, que al menos se había comportado amablemente con él. Era una joven dulce y noble y eso dejaba en aprietos a Vladmiri, quien luego de lo que ella hizo por él no podía rechazar su invitación así porque sí. Estaría sólo un rato con ella pero luego tendría que regresar, después de todo, él no era un gato común. Era un humano que tomaba la forma de felino. Para los conocedores del tema, era un cambiante. Tenía que regresar a su casa, pues las responsabilidades de la Orden familiar le exigían parte de su tiempo. Hallaría la manera de regresar, después de todo, sus sentidos eran bastante buenos en esa forma, sólo que esta vez debía tener más cuidado de no caer en las garras del algún extraño. Ya se las ingeniaría, por los momentos debía actuar como todo un don gato.
—Por los bigotes de Bastet, ¿En qué lío me he metido? —Pensó Vladmiri prácticamente resignado—.Pero no Vladmiri, Bastet te dice que debes ser buen gato y recibir mimos con amabilidad. Un momento, ¿Dije mimos? Pensamiento gatuno traidor.
Vladmiri maullaba por lo bajo, como si en ese sonido hablara consigo mismo, al menos no se vería tonto pues, sólo era un gatito indefenso – Indefensamente dramático–. Distraído en sus pensamientos no notó el suspiro de la muchacha pero si se alertó un poco cuando ella le abrazó un poco más como si buscara protección. El cambiante pudo darse cuenta de la nostalgia que albergaba la pelirroja, su aura había cambiado de repente, se sintió un tanto mal por aquella. Colocó una de sus patitas sobre la mejilla ajena como si buscara de consolarla. En ese momento Vladmiri no pudo evitar patearse mentalmente, él pensando en que tenía una pésima mala suerte y olvidaba que afuera muchas personas la pasaban realmente mal y más cuando eran simples humanas como la chica que le había ayudado. Ahogó un triste maullido y terminó por tranquilizarse mientras iba protegido en los brazos de la joven.
Al estar en el que parecía ser el hogar de la chica se quedó quieto en el sillón en que ella lo ubicó. Era un lugar grande con lujos y esas cosas de las que estaba acostumbrada la gente de la nobleza pero no sólo eso, el frío del ambiente le hizo saber que habían otros sobrenaturales ahí así que no pudo evitar sentirse un tanto nervioso pues él también era un sobrenatural. No fuera cosa de que fueran a pensar que él se había aprovechado de aquella noble muchacha. Vladmiri nunca haría una cosa así. Los instintos gatunos le invadieron nuevamente cuando ella empezaba a dedicarle caricias, prácticamente por instinto, el cambiante buscaba sus manos o reaccionaba a las atenciones de la chica. Eso lo tranquilizó un poco al igual que su sonrisa. Quedó embobado durante unos segundos y sacudió su felina cabeza. Los gatos comunes no se atontaban así y él no era un gato común. Se reprendía mentalmente, tanto, que no se dio cuenta cuando había quedado solo.
Miró con cautela hacia los lados, no supo qué se había hecho la muchacha. Eso podría ser una oportunidad para darse a la fuga como un gato salvaje. Maulló con entusiasmo y estuvo a punto de bajarse de aquel sillón justo cuando la voz de ella le interrumpió. Se quedó estático y se sintió el ser más horrible del mundo. Había traído algo para él, Vladmiri bajó la mirada y de nuevo dejó escapar un suave maullido como si se regañara por ser tan mala persona y tan gato malo. Bastet lo castigaría con más pelaje y gordura por pensar en cosas horribles como huir de una tierna muchacha que le salvó de unos diablos en forma de niños que de seguro escaparon del Averno y esas cosas. Echó un vistazo a lo que la chica le había dejado y sus ojos se pusieron como platos al ver una bola de estambre. Una redonda y perfecta bola de estambre.
— ¡Esto es soborno! —Se quejó Vladmiri con un maullido mientras colocaba una pata sobre el objeto—.Aparte de usar tu sonrisa y amabilidad, ahora usas, ¡Una bola de estambre! Una hermosa, redonda y suave bola de estambre. Creo que mejor me quedo otro rato más.
Obviamente la pelirroja no entendería los maullidos de Vladmiri, pues era un simple gato ante sus ojos. Aún así él mantenía sus pensamientos más humanos y sus deseos más felinos. Y como buen gato se abalanzó sobre la bola de estambre enredándose con ella y cayendo al suelo panza arriba mientras sus patitas laterales abrazaban su juguete de ensueño. El mundo se había desvanecido a su alrededor, sólo eran él y su bola de estambre. Se sentía el gato más afortunado del mundo pero algo lo trajo en sí, ¡Que no era un gato común! Vio de nuevo la figura de la muchacha y él estando panza arriba como un idiota abrazando una bola de estambre. Tenía suerte de que Loreena no estuviera presente o de seguro lo molestaría con eso toda una semana o quizás el mes completo. Tomó compostura y se acomodó dejando a su nuevo juguete a un lado, sintiendo la tentación de abrazarlo nuevamente.
Vladmiri V. Mckennitt- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 50
Fecha de inscripción : 23/05/2014
Localización : París
Re: Pas si simple... [Privado]
Siempre en su vida había estado sola y si no había estado sola, había pasado sus horas en la calle acompañada por la suciedad y algunos que como ella se unían para protegerse mutuamente o darse calor en las noches heladas de invierno. Antes de ello, había venido la época del orfanato sin embargo aquella época ya estaba olvidada y resguardada en lo más hondo de sus recuerdos. Sencillamente a veces era mejor ignorar lo que le dolía y el orfanato fue uno de aquellos momentos. Siendo justamente la familia Landry la que lentamente tanto Daphne como Melissa con sus cuidados y confianza, iban ayudándola a sanar de aquellas heridas y recuerdos que la atormentaban. Sin embargo ahora que sostenía al gracioso gato y al que escuchaba maullar como si realmente le estuviera diciendo algo y pensara que ella pudiera entenderlo, se daba cuenta de lo sola que se sentía. A pesar de la compañía de su nueva familia, no contaba con un amigo a quien poder contarle todo lo que pensaba, compartir sus secretos y aquellas cosas que jamás nunca había hecho.
Pese a sus temores de que aquel gato en algún que otro momento desapareciera de su vista y de nuevo fuera a la calle, tras reír y sonreír al verlo felizmente jugando con la bola de estambre que tras entrar en la casa le había ido a buscar, fue rápidamente hacia las cocinas. Normalmente no acostumbraban a dejar que nadie bajase a las cocinas, excepto la cocinera y las sirvientas, sin embargo esa mañana no había nadie en la casa ya que era el día que la servidumbre tenia libre y aprovechaban para salir o hacer sus compras. Apañándoselas sola, tomó un cuenco donde vertió leche de aquella misma mañana y luego revisando los cajones recolectó un trozo de carne que había sobrado de la cena de la noche anterior y un trozo de queso con un poco de pan con el que acompañar. Buscó cualquier otra cosa que pudiera gustarle al gato. Pescado, atún… no obstante el tiempo iba corriendo y con aquel miedo de que el gato que había rescatado volviera a la calle, se obligó a subir con lo que tenía preparado al salón de vuelta, rogando porque él estuviese.
—Gatito, mira que te traigo. — Anunció subiendo las escaleras de la cocina que daban al pasillo del salón, desde donde podría ver al gato nuevamente.
Subió las escaleras poco a poco con miedo de derramar la leche y al ver por el pasillo el salón y el gato jugar todavía con la bola de estambre, sonrío feliz sin poderlo evitar. Aquel gato le recordaba a un niño del orfanato que se pasaba el día jugando con el mismo juguete, una y otra vez, sin aburrirse ni apagarse su felicidad por andar jugando. Como hacia el gato con su bola de estambre, la que acariciaba y jugaba entre sus patas sin cesar. Con una sonrisa Cindy finalmente entró en el salón y dejando los cuencos con la comida y la leche a un lado, observó en silencio al gato jugar hasta que este detuvo sus juegos para mirarla.
— No por favor, sigue jugando. Se te ve muy feliz. — Le dijo sin borrar su dulce sonrisa de sus labios. — Si quieres puedes venir a comer, te prepare todo esto… aunque no sé si te gustará. Jamás he cuidado o tenido un gato y todo y que siempre he querido tener uno, siempre he estado sola. — Las palabras salían solas, como si necesitara desahogarse y supiera que aquel gato la escucharía y la entendería. Algo que parecía remotamente imposible, pero que tras descubrir que existían los vampiros y la magia, ya no lo creía tan imposible. Suspiró y lentamente se acercó al gato, al que buscó acariciar su lomo y cabeza. — Excepto ahora que estoy contigo verdad?— Le acarició suavemente, le rascó por detrás de las orejas terminando por acariciarle el cuello y tras unos minutos de cariños y mimos, de consentirlo con más y más caricias, dejó de tocarle para que fuera a comer lo que con tanto cariño le había preparado.
— ¿Sabes? Me gustaría tener un gato como tú al que malcriar y querer mucho. Seguro no me sentiria sola de tener un gato tan divertido, bonito y maullador como tú.— Comentó empujandole suavemente hacia los cuencos. — Pero por ahora ve a comer, que debes estar hambriento y luego seguiremos jugando. Puedo sacarte más bolas de estambre si quieres... —Dijo aquello último riendo al oír los maullidos del gato. Aquel gato era curioso y no era la primera vez que parecía haberle a ella o hablar por si solo en maullidos, el problema residía en que no entendía el idioma de los gatos, ni sabía comunicarse con él. Porque seguro que de poder hablar con él, le habría rogado para que se quedara con ella.
Cindy Oehler- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 04/03/2014
Re: Pas si simple... [Privado]
Estaba tentado nuevamente a volver a jugar con aquella bola de estambre, era algo realmente estúpido, pero sus sentidos felinos estaban lo suficientemente agudos como para tentarse con algo tan simple como jugar con el objeto. En su forma de gato no podía aguantarse mucho, sin embargo su lado más humano y racional le reclamaba una y otra vez que no debía hacerlo y menos delante de la muchacha que lo había rescatado minutos atrás. Observaba de reojo la bola de estambre y luego a la joven. En la mente de Vladmiri se abría un debate de lo que debía o no debía hacer. Estaba en su forma de gato, jugar con una bola de estambre estaba bien para ser un animal. Pero resultaba que no era un felino común y en algún momento abandonaría esa apariencia para volver a su forma humana, ¿Qué pasaría si la chica frente a él descubría que él no era un simple gato? Vladmiri esperaba lo peor. Ella no iba a reaccionar bien. ¿Y Loreena? Loreena le haría bromas lo que quedaba del año. El cambiante ahogó un leve maullido como si estuviera lamentándose. De nuevo, los nervios lo atacaron. Volvió a mirar a la muchacha y su sonrisa lo dejó embobado por unos segundos, hasta ladeó la cabeza. Ella había llevado alimentos para alimentarlo y le animaba para que siguiera jugando con la bola de estambre. Vladmiri se sintió un tanto mal por las palabras de quien era prácticamente su salvadora, pero ¿Qué debía hacer? ¿Entrar en comunicación con su mente? Era algo difícil, en especial porque la chica era una simple humana. Sin embargo, le preocupaba su reacción. Volvía estar en los mismos aprietos de antes.
— ¿Y ahora qué, Vladmiri Mckennitt? Si le dices lo que eres de seguro la asustarás. No puedes ser tan mal gato, digo, tan mala persona —Pensó el cambiante mientras observaba a la nada. No quería toparse con aquella hermosa sonrisa de nuevo o se sentiría peor.
Bajó la cabeza y movió un poco a la bola de estambre con una de sus patitas delanteras. Se estaba sintiendo realmente mal, él no quería lastimar a nadie, esa no era su intención. Pero su posición no era una excusa que pudiera considerarse valida en esa situación. Aparte, tenía que hallar la manera de salir de esa casa y regresar a la suya. Podía ayudarse con el olfato, aunque fuera casi misión imposible con tantos aromas que desprendía el ambiente parisino. De seguro la tormenta ya había empezado a hacer estragos y el agua borraría cualquier evidencia que pudiera ayudarlo a localizar a Loreena. Nuevamente estaba sumido en sus pensamientos cuando las caricias de la muchacha volvieron a distraerlo sacándole un inevitable ronroneo. Eso era una trampa mortal, lo estaba mimando y los gatos adoraban los mimos. Se quedó quieto un rato pateando a su estúpida conciencia que le decía una y otra vez “tú no eres un gato común…” Vladmiri estaba considerando en no decirle nada y buscaría de huir. Era la mejor opción.
— ¿Gato maullador? —Interrogó Vladmiri en su propia mente mientras dirigía una mirada a la muchacha, como si intentara reprenderla—. Es el colmo… O bueno, quizás tengas razón.
Volvió a maullar, confirmando las palabras de la chica, realmente era un escandaloso. Pero debía quejarse de alguna manera. Se acercó al cuenco en donde estaba la leche y bebió un poco, él no tenía hambre. Y si seguía comiendo descomunalmente si iba a terminar muy gordo y flácido. Sacudió la cabeza al recordar las burlas de su prima y miró a la chica con ojos suplicantes, él quería su bola de estambre y sin pensarlo dos veces se fue a buscarla. Fue tanta la desesperación por ir tras su objeto preferido que se resbaló y terminó enredándose con el estambre.
—Oh genial, ¡Sólo esto me faltaba! —Gruñó intentando zafarse de los hilos con sus patitas—. Hey, al menos ayúdame.
Vladmiri se quejaba con leves gruñidos mientras luchaba con el estambre, pero sólo terminó enredándose más. Se sentía verdaderamente tonto estando en esa situación y agradecía que al menos la bruja no estuviera presente. Esa sí que sabía cómo burlarse de él hasta hacerlo enojar. Finalmente resignado se quedó echado panza arriba siendo derrotado por el terrible estambre. Esa era la parte que más odiaba de sus amadas bolas de estambre, tener que quedar enmarañado por sus hilos.
Vladmiri V. Mckennitt- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 23/05/2014
Localización : París
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