AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Beyond A Simple Spell ~ Privado
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Beyond A Simple Spell ~ Privado
Habían pasado ya varios días desde la última vez que había visto a Tsetsé, había sido un encuentro un poco inesperado pero al final había acabado con buenos resultados, desde que la vi en ese callejón curando a aquel gato callejero supe que se trataba de una buena persona, sino ¿por qué pararse a ayudar a un pobre gato? Siempre había pensado que quienes eran buenos con los animales eran buenas personas, no entendía cómo había gente que les pudiera hacer daño pero ella me transmitió buenas vibraciones... fue un poco extraño pero al final había acertado con la intuición que había tenido. Era normal que al principio ella desconfiara y no quisiera acompañarme pero todo salió mejor de lo esperado y podría tener a alguien que me ayudara a cambio de dinero, bueno, en sí era como si fuera mi “maestra” y en cierto sentido Tsetsé me recordaba a mí cuando llegué por primera vez a París, aunque nuestros destinos habían sido bastante diferentes pero sí me reconocí en ella en no saber nada sobre la ciudad, mucho menos el idioma, y el estar sola como parecía que era su caso. Por suerte ella no había caído en malas manos como me pasó a mí en su momento y aunque me ofrecí para ayudarla con el idioma ella solo quiso dinero, si iba a enseñarme era lo justo y no me pareció ninguna locura. Le había enseñado aquel libro que me habían dado, o más bien, dejado a mí “cargo” ya que yo no podría hacer magia y en mis manos no corría peligro alguno, ella había dicho algo que yo ya sabía y es que era peligroso... por eso lo tenía guardado, además aunque quisiera utilizarlo me sería imposible porque al no poseer magia era incapaz de utilizar cualquier cosa que viniera en alguna de sus páginas. Según lo que ella me había dicho podía hacerme un collar con un colgante por si en algún momento necesitara su ayuda, ella podría acudir de forma rápida pero para ello necesitaba dos piedras amatistas para hacer dicho colgante, ella había asegurado que no podía conseguirlas así que fui yo la que se encargó de conseguir dichas piedras para lo que pretendía hacer, no me resultó demasiado difícil ni complicado conseguirlas y el dinero no es que fuera un impedimento para ello, así que tras tener las dos piedras conseguidas esperé a que la hechicera se presentara para poder hacer aquel colgante que, si salía como ella decía, me ayudaría en un futuro.
Ya lo tenía todo preparado ya que habíamos quedado por la tarde, había hecho algo de té y sacado algunas pastitas que había dejado en una bandeja sobre la pequeña mesa del salón, había dejado las dos piedras envueltas en una tela cerrada por un cordón que también estaba sobre la pequeña mesa, y yo me encontraba leyendo uno de los tantos libros que tenía para pasar el rato con mi perra tumbada a mi lado sobre el sofá como siempre solía estar, no sabía cuánto iba a llevarle pero esperaba que tuviera todo lo necesario porque aparte de esas dos piedras no sabía qué más necesitaría. No había pasado ni media hora desde que me senté a leer cuando oí que tocaban a la puerta, como de costumbre mi perra fue la primera que se levantó bajando del sofá para acercarse hacia la puerta, cerré el libro poniendo la guía en la página por donde me había quedado y me levanté intuyendo que quien estuviera tras la puerta sería la hechicera, cuando lo hice la encontré y sonreí haciéndome a un lado para que pudiera pasar cerrando la puerta tras su paso, le hice una seña para que fuera hacia el salón que era donde habíamos estado la última vez y llamé a mi perra para que dejara de darle vueltas con esa manía que tenía, la mandé a su sitio para que no pudiera molestarnos y cuando entré al salón le hice un gesto para que tomara asiento si así lo quería, además de que podía coger lo que había en la bandeja y que había preparado mientras servía el té en ambas tazas.
-Me alegra de verte de nuevo Tsetsé, estaba un poco nerviosa de que no vinieras –dije terminando de servir el té y sentándome en el sofá mientras cogía la taza, añadí un poco de azúcar, y comencé a mover con la cuchara mientras repasaba la figura de la mujer que tenía sentada delante. Parecía que se le veía bien y esperaba que así fuera, los comienzos siempre eran duros y más en aquella ciudad que al menos fue muy diferente a la mía. Esperaba que hubiera encontrado lugar donde quedarse porque si me pedía dinero quería decir, o yo lo entendía así, que lo necesitaba más- espero que estés bien –dije dando un primer sorbo al té dejando su taza sobre la mesa de nuevo, quemaba un poco y quería dejar que se enfriara para poder tomarlo- he traído lo que me pediste, las dos piedras de amatista que necesitabas para hacer el colgante –alargué la mano para coger la bolsita de tela de la mesa y abrirla mostrándole el contenido de las dos piedras- espero que sea suficiente para lo que quieres hacer. ¿Hay algo más que necesites para ello? –No sabía muy bien cómo es que iba a hacer el colgante y, la verdad, me sentía bastante curiosa al respecto porque no tenía ni idea de cómo iba todo aquello. No sabía si quería algún colgante mío... la verdad es que en cuanto a magia y hechizos se refería estaba más que perdida ya que no tenía noción alguna sobre ello.
Ya lo tenía todo preparado ya que habíamos quedado por la tarde, había hecho algo de té y sacado algunas pastitas que había dejado en una bandeja sobre la pequeña mesa del salón, había dejado las dos piedras envueltas en una tela cerrada por un cordón que también estaba sobre la pequeña mesa, y yo me encontraba leyendo uno de los tantos libros que tenía para pasar el rato con mi perra tumbada a mi lado sobre el sofá como siempre solía estar, no sabía cuánto iba a llevarle pero esperaba que tuviera todo lo necesario porque aparte de esas dos piedras no sabía qué más necesitaría. No había pasado ni media hora desde que me senté a leer cuando oí que tocaban a la puerta, como de costumbre mi perra fue la primera que se levantó bajando del sofá para acercarse hacia la puerta, cerré el libro poniendo la guía en la página por donde me había quedado y me levanté intuyendo que quien estuviera tras la puerta sería la hechicera, cuando lo hice la encontré y sonreí haciéndome a un lado para que pudiera pasar cerrando la puerta tras su paso, le hice una seña para que fuera hacia el salón que era donde habíamos estado la última vez y llamé a mi perra para que dejara de darle vueltas con esa manía que tenía, la mandé a su sitio para que no pudiera molestarnos y cuando entré al salón le hice un gesto para que tomara asiento si así lo quería, además de que podía coger lo que había en la bandeja y que había preparado mientras servía el té en ambas tazas.
-Me alegra de verte de nuevo Tsetsé, estaba un poco nerviosa de que no vinieras –dije terminando de servir el té y sentándome en el sofá mientras cogía la taza, añadí un poco de azúcar, y comencé a mover con la cuchara mientras repasaba la figura de la mujer que tenía sentada delante. Parecía que se le veía bien y esperaba que así fuera, los comienzos siempre eran duros y más en aquella ciudad que al menos fue muy diferente a la mía. Esperaba que hubiera encontrado lugar donde quedarse porque si me pedía dinero quería decir, o yo lo entendía así, que lo necesitaba más- espero que estés bien –dije dando un primer sorbo al té dejando su taza sobre la mesa de nuevo, quemaba un poco y quería dejar que se enfriara para poder tomarlo- he traído lo que me pediste, las dos piedras de amatista que necesitabas para hacer el colgante –alargué la mano para coger la bolsita de tela de la mesa y abrirla mostrándole el contenido de las dos piedras- espero que sea suficiente para lo que quieres hacer. ¿Hay algo más que necesites para ello? –No sabía muy bien cómo es que iba a hacer el colgante y, la verdad, me sentía bastante curiosa al respecto porque no tenía ni idea de cómo iba todo aquello. No sabía si quería algún colgante mío... la verdad es que en cuanto a magia y hechizos se refería estaba más que perdida ya que no tenía noción alguna sobre ello.
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
- Mensajes : 928
Fecha de inscripción : 27/11/2015
Re: Beyond A Simple Spell ~ Privado
No supo explicar la extraña emoción que sentía en su pecho mientras caminaba hacia la mansión de la mujer. ¿Sería alegría acaso? No, no podía ser, aquel era un sentimiento demasiado fuerte para alguien que vivía en aquel tipo de circunstancias. Y sin embargo, Tsetsé estaba contenta. Natiri se había portado tan bien con ella la primera vez que se habían encontrado que se había marchado a su hogar abrumada por los hechos, un par de lágrimas derramándose por sus mejillas a causa de la emoción que había sentido ante aquel encuentro. ¿Sería demasiado considerarla amiga tras haberla visto tan solo una vez? No estaba segura, pero de alguna forma Tsetsé sabía que ya la consideraba aquello, una amiga. A pesar de que el sentimiento tan solo fuera unidireccional, deseaba permanecer con aquel. Había sido la única persona que la había tratado bien desde su llegada a París. Ensimismada en su felicidad, caminó con una tímida sonrisa adornando sus labios.
Alcanzó la mansión de Natiri, la cual se le antojando demasiado grande para ella. Cuando llamó, espero nerviosa, cruzando los dedos para que no se hubiera olvidado de ella…Cuál fue su sorpresa cuando fue recibida por un perro nervioso que comenzó a rondarla como a un hueso. O al menos así lo sintió. Estaba familiarizada con los gatos, sin embargo, los perros la ponían nerviosa, estaba acostumbrada a que aquellos con los que se topaba por las inmundas calles de Paris trataran de soltarle más de un mordisco. Tsetsé retrocedió, tensa, abrazándose sobre el libro de hechizos que Natiri le había prestado. La cual, no vio hasta que indicó al perro que la dejara tranquila. Solo entonces, Tsetsé pudo respirar.
─Ah…Hola ─musitó, con la inútil sonrisa que había sujetado durante todo el día ─. Sí, claro que iba a venir.
Su francés había mejorado notoriamente desde la última vez que se habían visto, cometiendo fallos pueriles tan solo.
─Traigo el libro ─informó, dejándolo sobre la mesa. Sus ojos se detuvieron sobre la bandeja de pastas y la boca se le hizo agua─. ¿Puedo? ─preguntó mientras alargaba la mano y tragaba una demasiado rápido─. Deliciosa…
Contempló las amatistas entre las manos de Natiri a quién no dejó de sonreír en ningún momento.
─Ah, bien. No preocúpate, tengo todo el resto ─dijo mientras hurgaba en el saco que había traído consigo.
Se había tomado las molestias en machacar los ingredientes y preparar el brebaje que debían de tomar, así como de memorizar las palabras del hechizo. Tomó dos copas y las rellenó del líquido, cuyo aspecto verdoso no detonaba sabrosura. Después alzó las copas y escupió sobre una, la que ofreció a Natiri. Compuso una expresión de disculpas, pero así debía ser. Tomó la copa propia y le pidió que escupiera ella esta vez.
─Lo siento, pero será necesario que te la bebas sin dudar al pedírtelo yo, ¿vale? ─pidió.
Espero a que escupiera y tomó las dos copas posándolas sobre la mesa, junto a las amatistas. Después indicó a la egipcia para que se situara frente a ella al otro lado de la mesa. Extendió sus manos, esperando que tomara las ajenas. Estaba a punto de despegar los labios cuando el perro dio un ladrido. La bruja lo miró de reojo.
─¿Puede irse al perro? Necesitarme concentración profunda.
Y era cierto, su magia no estaba en el mejor momento y ni si quiera sabía si era capaz de realizarla con exactitud el hechizo, pero un animal que la ponía nerviosa rondando a su lado mientras lo hacía no era la mejor de las opciones.
─Lo siento, Natiri.
Le dedicó una sonrisa tímida. En cuanto el perro se marchara, todo estaría dispuesto.
Tsetsé Verte- Hechicero Clase Baja
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Fecha de inscripción : 13/05/2017
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Re: Beyond A Simple Spell ~ Privado
Durante todo aquel día me había estado preguntando constantemente si Tsetsé acudiría a nuestra cita y si se acordaría de que habíamos quedado para que me ayudara con el colgante que me había prometido, según ella, que sería con lo que según había entendido podría llamarla en caso de que necesitara ayuda en algún momento, eso la avisaría a ella y podría acudir donde yo me encontraba. No veía nada más tener una ayuda como esa conectada a una hechicera como lo era Tsetsé, desde el primero momento en que la vi tuve buenas vibraciones hacia ella, siempre había pensado que quien ayudaba a los animales de forma desinteresada quería decir que tenía un alma pura y limpia, libre de maldad, y eso precisamente es lo que encontré en Tsetsé, una joven desamparada y casi perdida en una ciudad que era nueva para ella que quizá no se encontraba en las mejores condiciones en ese momento ya que la había visto cerca del comedor social, extranjera y nueva en una tierra extraña que no conocía y no pude evitar sentirme identificada en cierto sentido con ella, con mis principios, con lo que me costó aprender el idioma francés y base de palos y golpes... yo solo esperaba que tuviera suerte como la había tenido yo y que encontrara lo que buscaba, que pudiera mejorar su vida así como yo hice la mía porque aunque no la conocía se había prestado a ayudarme y eso para mí decía muchísimo sobre ella. Por suerte apareció a mediante tarde y para cuando le abrí la puerta vi a sonrisa pintada en sus labios y que fue correspondida por la mía, era la primera vez que la había visto sonreír así en el tiempo que la había visto y me alegré, hice que pasara quitando a mi perra Isis para que dejarla de darle vueltas constantemente y nos acercamos al salón donde ya tenía todo preparado, las piedras estaban envueltas en un saquito de tela y vi que ella traía el libre que le presté. Me fijé en cuanto la escuché hablar un poco más que su francés había mejorado notablemente y sonreí de forma ladeada escuchándola hablar, me alegraba que se fuera integrando poco a poco en la ciudad y eso quería decir que había estado practicando con alguien más, solo esperaba que le fuera mejor para que tuviera que dejar de ir al comedor social.
Sonreí asintiendo con la cabeza cuando me preguntó si podía coger las pastitas que había puesto en la bandeja, viendo como al instante cogía una y se la llevaba a la boca, había preparado algo de té y cogí mi taza para dar un trago esperando que tuviera todo lo necesario para realizar aquello. Debía de decir que el mundo de la magia era algo bastante desconocido para mí porque no había tenido mucho contacto con ella, sí había conocido a personas que tenían magia y eran hechiceros pero no había visto nada de ese “mundo”, por lo que con lo curiosa que yo era estaba deseando ver qué era lo que Tsetsé tenía preparado para mí y lo que sucedería cuando comenzáramos a realizar aquel hechizo del cual no tenía ni idea. Miró las piedras que había sacado del saquito de tela y tenía entre mis manos y sonrió haciéndome ver que todo estaba en orden, la observé sacar del saco algunos ingredientes que parecía necesitar y que no sabía qué eran, sacó un líquido de color verde que no parecía tener buen sabor y cogió dos copas mientras yo la seguía con la mirada todo lo que hacía no perdiendo detalle, vertió lo que había traído en las copas, las alzó y escupió en una de ellas de forma que enarqué una ceja cuando me la entregó sin saber exactamente qué estaba haciendo, me miró con cara de disculpa por aquello pero me pidió que hiciera yo lo mismo en la suya por lo que tras observarla un par de segundos me acerqué a su copa y al igual que había hecho en la mía, escupí en la suya. Se disculpó diciéndome que era necesario y que cuando me lo pidiera debía de beber de la copa sin pensármelo, así que asentí porque llegados a ese punto no iba a echarme atrás por algo como eso. Tomó las copas de nuevo dejándolas en la mesa junto a las amatistas y me indicó que me pusiera al otro lado de la mesa pero quedando, esa vez, frente a ella extendiendo sus manos para que las tomara. Era la primera vez que iba a participar en algún hechizo y no podía evitar estar un poco nerviosa, la magia era un campo totalmente ajeno y desconocido y los nervios los sentía en el estómago. El silencio que se instauró en el salón fue roto únicamente por el ladrido de mi perra, miré a Isis que permanecía en su sitio pero que nos miraba a ambas hasta que Tsetsé me pidió si podía salir, que lo necesitaba para concentrarse... incluso se disculpó lanzándome una tímida sonrisa haciendo que sonriera de vuelta.
-Tranquila no tienes que disculparte por nada –solté sus manos acercándome a mi perra pidiéndole que se levantara de su sitio- vamos Isis –con un movimiento de cabeza mi perra me siguió hasta salir del salón, me encaminé hacia la cocina y cerré la puerta de esta dejándola dentro no sin antes dejar un beso en su cabeza porque era muy buena y muy obediente, jamás me había dado problema alguno. Volví con Tsetsé que me esperaba en el salón sin moverse y le sonreír acercándome hacia donde ella se encontraba- la he dejado encerrada en la cocina, así ya no nos molestará –volví a tomar sus manos colocándome frente a ella y la miré esperando a que comenzara, tomó aire un par de veces y finalmente comenzó a pronunciar unas palabras que no entendí en absoluto pues no conocía el idioma, sentí pasados unos segundos como si de alguna forma notara la energía que fluía por el lugar y que seguramente sería a raíz del hechizo y las palabras que conjuraba, la sensación era un poco extraña de explicar pero era como si una corriente, o una fuerza, rodeara todo mi cuerpo y en parte hasta algunos mechones de mi pelo se movieron mientras Tsetsé seguía pronunciando aquellas palabras. Las amatistas comenzaron a brillar de forma muy leve y tenue, como si cada vez fueran cogiendo más fuerza una al lado de la otra, pasados un minuto o así cuando terminó de hablar fue que soltamos nuestras manos y me pidió que bebiera de la copa en la que ella había escupido, lo hizo cuando vi que ella también se tomaba el contenido de la otra copa hasta vaciarla y ya vacías las dejamos sobre la mesa, las amatistas habían adquirido mayor brillo e intensidad mientras sentía esa fuera mucho más potente y fuerte que nos envolvía como si el hechizo tuviera su efecto, aunque no sabía explicar muy bien lo que estaba pasando pues no entendía de magia ni mucho menos la comprendía.
Sonreí asintiendo con la cabeza cuando me preguntó si podía coger las pastitas que había puesto en la bandeja, viendo como al instante cogía una y se la llevaba a la boca, había preparado algo de té y cogí mi taza para dar un trago esperando que tuviera todo lo necesario para realizar aquello. Debía de decir que el mundo de la magia era algo bastante desconocido para mí porque no había tenido mucho contacto con ella, sí había conocido a personas que tenían magia y eran hechiceros pero no había visto nada de ese “mundo”, por lo que con lo curiosa que yo era estaba deseando ver qué era lo que Tsetsé tenía preparado para mí y lo que sucedería cuando comenzáramos a realizar aquel hechizo del cual no tenía ni idea. Miró las piedras que había sacado del saquito de tela y tenía entre mis manos y sonrió haciéndome ver que todo estaba en orden, la observé sacar del saco algunos ingredientes que parecía necesitar y que no sabía qué eran, sacó un líquido de color verde que no parecía tener buen sabor y cogió dos copas mientras yo la seguía con la mirada todo lo que hacía no perdiendo detalle, vertió lo que había traído en las copas, las alzó y escupió en una de ellas de forma que enarqué una ceja cuando me la entregó sin saber exactamente qué estaba haciendo, me miró con cara de disculpa por aquello pero me pidió que hiciera yo lo mismo en la suya por lo que tras observarla un par de segundos me acerqué a su copa y al igual que había hecho en la mía, escupí en la suya. Se disculpó diciéndome que era necesario y que cuando me lo pidiera debía de beber de la copa sin pensármelo, así que asentí porque llegados a ese punto no iba a echarme atrás por algo como eso. Tomó las copas de nuevo dejándolas en la mesa junto a las amatistas y me indicó que me pusiera al otro lado de la mesa pero quedando, esa vez, frente a ella extendiendo sus manos para que las tomara. Era la primera vez que iba a participar en algún hechizo y no podía evitar estar un poco nerviosa, la magia era un campo totalmente ajeno y desconocido y los nervios los sentía en el estómago. El silencio que se instauró en el salón fue roto únicamente por el ladrido de mi perra, miré a Isis que permanecía en su sitio pero que nos miraba a ambas hasta que Tsetsé me pidió si podía salir, que lo necesitaba para concentrarse... incluso se disculpó lanzándome una tímida sonrisa haciendo que sonriera de vuelta.
-Tranquila no tienes que disculparte por nada –solté sus manos acercándome a mi perra pidiéndole que se levantara de su sitio- vamos Isis –con un movimiento de cabeza mi perra me siguió hasta salir del salón, me encaminé hacia la cocina y cerré la puerta de esta dejándola dentro no sin antes dejar un beso en su cabeza porque era muy buena y muy obediente, jamás me había dado problema alguno. Volví con Tsetsé que me esperaba en el salón sin moverse y le sonreír acercándome hacia donde ella se encontraba- la he dejado encerrada en la cocina, así ya no nos molestará –volví a tomar sus manos colocándome frente a ella y la miré esperando a que comenzara, tomó aire un par de veces y finalmente comenzó a pronunciar unas palabras que no entendí en absoluto pues no conocía el idioma, sentí pasados unos segundos como si de alguna forma notara la energía que fluía por el lugar y que seguramente sería a raíz del hechizo y las palabras que conjuraba, la sensación era un poco extraña de explicar pero era como si una corriente, o una fuerza, rodeara todo mi cuerpo y en parte hasta algunos mechones de mi pelo se movieron mientras Tsetsé seguía pronunciando aquellas palabras. Las amatistas comenzaron a brillar de forma muy leve y tenue, como si cada vez fueran cogiendo más fuerza una al lado de la otra, pasados un minuto o así cuando terminó de hablar fue que soltamos nuestras manos y me pidió que bebiera de la copa en la que ella había escupido, lo hizo cuando vi que ella también se tomaba el contenido de la otra copa hasta vaciarla y ya vacías las dejamos sobre la mesa, las amatistas habían adquirido mayor brillo e intensidad mientras sentía esa fuera mucho más potente y fuerte que nos envolvía como si el hechizo tuviera su efecto, aunque no sabía explicar muy bien lo que estaba pasando pues no entendía de magia ni mucho menos la comprendía.
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
- Mensajes : 928
Fecha de inscripción : 27/11/2015
Re: Beyond A Simple Spell ~ Privado
Los pausados movimientos de la muchacha la reconfortaban. Sin duda enriquecían la atmósfera y apaciguaban su alma. Como debía ser. Alargó las manos, buscando las ajenas, una vez los ladridos del animal fueron silenciados. Sus yemas toparon con la cálida piel de la muchacha y entrelazó los dedos con los suyos.
─Cierra los ojos ─le pidió, perdiéndose en la energía vibrante que abrumaba sus extremidades, irrumpiendo en el aura de ambas, partiéndola y maleándola a su antojo.
Tsetsé entrelazó las pestañas también y despegó los labios. Trató de evocar las palabras que había leído en el libro, pero tan pronto pensó en ellas fue como si las mismas tiraran de su destino, formulándose por si solas en su boca. Lenguas muertas, perdidas y oxidadas en el olvido, como fósiles insurgentes que tan solo eran rememorados para admirar la fantasía de lo que una vez fueron. Sin embargo, estas no eran fantasía, eran reales. Chispeante, la energía se desplazó desde el centro de si misma hasta el ajeno, reptando por sus brazos y deteniéndose sobre el pecho de Natiri. Una vez la alcanzó, la bruja desplazó las manos de ambas sobre las copas.
Tsetsé se silenció de golpe. Abrió los ojos y sin despegar su mirada perdida en la nada le pidió que tomara su brebaje. Ambas tragaron en sintonía, como el reflejo la una de la otra. Lo siguiente que la hechicera hizo, fue tomar las amatistas y posarlas sobre las palmas de las manos de la egipcia. Tsetsé cerró las propias sobre las ajenas y al instante, las voces acudieron a ella; ruidosas, desconocidas, miles. Agitaron su cabeza, clavaron largos alfileres y la doblegaron. Eran demasiadas las que sufrían, lamidas por las llamas de la hoguera, tantas que hicieron que el dolor acudiera en descontrol. El hechizo escapó de sus labios, una voz áspera y dura se superpuso a la de ella, era la propia pero no lo era, sino otra, ajena. No Tsetsé.
Ametz.
Pero la bruja apenas fue consciente de su presencia mientras lidiaba con las voces en su cabeza. Pedían auxilio, sollozaban en descontrol y otras ansiaban sangre y venganza. Espesas lagrimas rodaron por los ojos de la muchacha. Sus uñas se hundían férreas en las manos de Natiri, haciendo emerger la sangre. No la soltó hasta que un profundo grito la hizo regresar al presente. Su escudo se desplegó, anticipando una defensa ante algo que no estaba en cuerpo presente. Lo hizo con tal brusquedad que Natiri salió despedida hacia el otro lado de la sala y Tsetsé cayó rendida al suelo entre agotados jadeos y dolor intenso en su cabeza. Una de las amatistas rodó hasta posarse junto a ella en el suelo, latiente de poder. La tomó entre los dedos y vertiginosa se desplazó lo más rápido de lo que fue capaz hasta detenerse junto a la egipcia. Arrodillándose a su lado la examinó para comprobar que se encontraba bien.
─Lo siento mucho ─se disculpó─. No era mi intención… ¿Cómo te encuentras?
Nerviosa, se mordisqueó el labio. Esperaba no haberle hecho demasiado daño. Ausente, vio la mordedura de sus uñas en las manos de la chica. No recordaba haberle hecho aquello. Se había asustado y probablemente la había asustado a ella. Culposa, mostró la amatista latente de poder, pensando que quizás aquello la animara.
─Mira, ha funcionado.
Una sonrisa tímida trazó sus labios.
─Cierra los ojos ─le pidió, perdiéndose en la energía vibrante que abrumaba sus extremidades, irrumpiendo en el aura de ambas, partiéndola y maleándola a su antojo.
Tsetsé entrelazó las pestañas también y despegó los labios. Trató de evocar las palabras que había leído en el libro, pero tan pronto pensó en ellas fue como si las mismas tiraran de su destino, formulándose por si solas en su boca. Lenguas muertas, perdidas y oxidadas en el olvido, como fósiles insurgentes que tan solo eran rememorados para admirar la fantasía de lo que una vez fueron. Sin embargo, estas no eran fantasía, eran reales. Chispeante, la energía se desplazó desde el centro de si misma hasta el ajeno, reptando por sus brazos y deteniéndose sobre el pecho de Natiri. Una vez la alcanzó, la bruja desplazó las manos de ambas sobre las copas.
Tsetsé se silenció de golpe. Abrió los ojos y sin despegar su mirada perdida en la nada le pidió que tomara su brebaje. Ambas tragaron en sintonía, como el reflejo la una de la otra. Lo siguiente que la hechicera hizo, fue tomar las amatistas y posarlas sobre las palmas de las manos de la egipcia. Tsetsé cerró las propias sobre las ajenas y al instante, las voces acudieron a ella; ruidosas, desconocidas, miles. Agitaron su cabeza, clavaron largos alfileres y la doblegaron. Eran demasiadas las que sufrían, lamidas por las llamas de la hoguera, tantas que hicieron que el dolor acudiera en descontrol. El hechizo escapó de sus labios, una voz áspera y dura se superpuso a la de ella, era la propia pero no lo era, sino otra, ajena. No Tsetsé.
Ametz.
Pero la bruja apenas fue consciente de su presencia mientras lidiaba con las voces en su cabeza. Pedían auxilio, sollozaban en descontrol y otras ansiaban sangre y venganza. Espesas lagrimas rodaron por los ojos de la muchacha. Sus uñas se hundían férreas en las manos de Natiri, haciendo emerger la sangre. No la soltó hasta que un profundo grito la hizo regresar al presente. Su escudo se desplegó, anticipando una defensa ante algo que no estaba en cuerpo presente. Lo hizo con tal brusquedad que Natiri salió despedida hacia el otro lado de la sala y Tsetsé cayó rendida al suelo entre agotados jadeos y dolor intenso en su cabeza. Una de las amatistas rodó hasta posarse junto a ella en el suelo, latiente de poder. La tomó entre los dedos y vertiginosa se desplazó lo más rápido de lo que fue capaz hasta detenerse junto a la egipcia. Arrodillándose a su lado la examinó para comprobar que se encontraba bien.
─Lo siento mucho ─se disculpó─. No era mi intención… ¿Cómo te encuentras?
Nerviosa, se mordisqueó el labio. Esperaba no haberle hecho demasiado daño. Ausente, vio la mordedura de sus uñas en las manos de la chica. No recordaba haberle hecho aquello. Se había asustado y probablemente la había asustado a ella. Culposa, mostró la amatista latente de poder, pensando que quizás aquello la animara.
─Mira, ha funcionado.
Una sonrisa tímida trazó sus labios.
Tsetsé Verte- Hechicero Clase Baja
- Mensajes : 229
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Localización : Burdel
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Re: Beyond A Simple Spell ~ Privado
Estaba expectante y algo intrigada por lo que iba a pasar aquella tarde en el salón cuando Tsetsé hiciera aquel hechizo con las piedras amatista que le había conseguido, parecía que ella había traído algunas cosas ya preparadas y lo tenía todo dispuesto para comenzar con el hechizo que haría que, cuando estuviera en peligro, la llamara para que me ayudara con sus poderes. No es que fuera una mujer que viviera en constante peligro, mi trabajo en el museo era algo mucho más tranquilo y no corría peligro... sin embargo el hombre con el que iba a casarme era un punto y aparte en ese sentido. Aunque él no lo supiera porque no se lo había dicho temía por su vida y por los peligros que corría día a día, pero era esa su forma de ser y no podía ni pretendía cambiarlo, por lo que si yo podía hacer cualquier cosa para ayudarlo no lo pensaría dos veces y por ese mismo motivo es que había llegado aquel trato con ella, para que pudiera ayudarme cuando lo necesitara. Estaba también algo nerviosa porque no sabía qué podíamos esperar de aquel hechizo y aunque había estado con gente que tenía esos poderes jamás los había visto utilizarlos, así que no sabía muy bien a lo que atenerme en aquellos momentos. Tuve que sacar a Isis para que ella se concentrara ya que parecía que sus ladridos la desconcentraban, así que tras llevarla a la cocina y encerrarla sabiendo que de ahí no escaparía me coloqué de nuevo delante de ella y tomé otra vez sus manos, me pidió que cerrara los ojos y lo hice mientras de una forma extraña sentía que podía notar como pequeñas vibraciones en el ambiente que sin duda alguna sería su poder fluyendo por el lugar, algo que no había notado nunca y que sentía como pequeñas cosquillas que me recorrían el cuerpo y que parecían fluir por este. Comenzó a formular unas palabras que no entendí porque parecían una lengua muy antigua y seguí con los ojos cerrados como ella me había pedido, notando que la intensidad fluía y se concentraba cada vez más conforme ella seguía hablando de tal forma que podía notarlo en mi propio cuerpo fluir como si fuera mi propia energía y como si yo fuera también una hechicera, como si ambas energías se concentraran y fluyeran en sintonía fundiéndose en una sola, lo puse sentir en mi pecho de tal forma que me hizo soltar un leve jadeo de sorpresa aunque no abrí los ojos ni aparté mis manos de las suyas. Las llevó sobre las cosas y el silencio se hizo en la habitación, no abrí los ojos hasta que no me dijo que bebiera de la copa y aunque al principio dudé supe que era parte del hechizo y que si quería que funcionara debía de hacerlo.
Bebimos al mismo tiempo acabándonos las copas al unísono para ver cómo tomaba las amatistas y las ponía en la palma de mis manos, las suyas taparon las mías y volvió a pronunciar unas palabras de nuevo pero conforme parecía avanzar el hechizo su voz fue cambiando hasta ser una totalmente diferente a la suya propia, fue cuando abrí mis ojos que la contemplé aunque parecía que ella seguía normal como si fuera parte del hechizo. Fruncí ligeramente el ceño cuando sentí que sus uñas apretaban las palmas de mi mano haciéndome algo de daño aunque aguanté pensando que era lo que debía hacerse aun cuando ella no me había avisado de esa parte, no quería hablar y tampoco quería decir nada al respecto. Sí pude afirmar que me asusté cuando vi que de sus ojos rodaban varias lágrimas que caían por sus mejillas mientras yo me debatía entre lo que debía y podía hacer, ¿sería bueno separarme de ella en esos momentos? ¿Debía de continuar dejando que terminara el hechizo? La llamé en un susurro bajo para intentar hacerle ver que me estaba apretando demasiado con sus uñas en mis palmas, comenzaba a picar un poco y fue cuando sentí que me había hecho daño de verdad sintiendo el líquido de mi sangre en mis propias palmas, fue entonces cuando grité su nombre porque parecía que no me oía cuando la llamaba, en ese momento abrió sus ojos y me miró como si se sorprendiera de algo, y pronto me vi despedida contra la pared como si ella me hubiera lanzado bajo algún hechizo. Mi espalda chocó contra la pared y jadeé por el dolor del golpe haciendo que cayera contra el suelo de rodillas con la respiración entrecortada, las palmas me picaban de donde tenía las heridas y salía sangre, la espalda me dolía y mi respiración poco a poco conseguía normalizarla en lo que vi que tras un par de segundos Tsetsé se acercó a mi lado arrodillándose, tomando mis manos para examinar mis heridas aunque por instinto aparté mis manos de ella en lo que mi pelo caía por uno de mis lados como una cascada, sabía que no había sido su intención hacerme daño pero después de lo que había pasado estaba un poco reticente a que me tocara o me ayudara. En sus ojos podía ver una disculpa por lo que me había hecho y supe que no era esa su intención, es más ella mismo me lo estaba diciendo aunque yo todavía seguía un poco sorprendida por lo que había pasado.
-Me duelen las manos y la espalda por el golpe –dije porque no era mentira, tenía que curar los surcos de las palmas aunque no era mucho pero sí que picaba, me mostró la amatista que brillaba con fuerza asegurándome que había funcionado el hechizo que había hecho. Sabía que se sentía culpable por lo que había pasado y que no fue su intención así que no quería que pasara un mal trago por eso, le devolví la sonrisa también y me ayudó a levantarme mirando la palma de mis manos- no es nada, vamos a limpiarla para que se cure bien –era cierto que el mayor golpe me lo había llevado en la espalda pero salvo el dolor por el golpe inicial no presentaba ningún problema. Ciertamente me había asustado, de la nada había salido lanzada contra la pared como si algo invisible me hubiera lanzado estampándome contra esta. Fue ella la que como si al sentirse culpable quitó la sangre de mis palmas y curó los surcos que ella me había hecho con sus uñas disculpándose de nuevo- no pasa nada, supongo que habrá sido parte del hechizo –las amatistas brillaban con fuerza sobre la mesa como si hubiera dado resultado- entonces, ¿ha funcionado? –Pregunté de nuevo observándola- ¿y cómo sabemos que funcionan? Es decir, ¿qué es lo que tengo que hacer para llamarte si necesito tú ayuda? En la magia estoy muy perdida, decías que bastaba con tocar la joya y llamarte para que funcionara ¿no es así? –Hice una pequeña pausa mirando las dos joyas- creo que deberíamos de probar si funciona, solo para quedarnos tranquilas.
Bebimos al mismo tiempo acabándonos las copas al unísono para ver cómo tomaba las amatistas y las ponía en la palma de mis manos, las suyas taparon las mías y volvió a pronunciar unas palabras de nuevo pero conforme parecía avanzar el hechizo su voz fue cambiando hasta ser una totalmente diferente a la suya propia, fue cuando abrí mis ojos que la contemplé aunque parecía que ella seguía normal como si fuera parte del hechizo. Fruncí ligeramente el ceño cuando sentí que sus uñas apretaban las palmas de mi mano haciéndome algo de daño aunque aguanté pensando que era lo que debía hacerse aun cuando ella no me había avisado de esa parte, no quería hablar y tampoco quería decir nada al respecto. Sí pude afirmar que me asusté cuando vi que de sus ojos rodaban varias lágrimas que caían por sus mejillas mientras yo me debatía entre lo que debía y podía hacer, ¿sería bueno separarme de ella en esos momentos? ¿Debía de continuar dejando que terminara el hechizo? La llamé en un susurro bajo para intentar hacerle ver que me estaba apretando demasiado con sus uñas en mis palmas, comenzaba a picar un poco y fue cuando sentí que me había hecho daño de verdad sintiendo el líquido de mi sangre en mis propias palmas, fue entonces cuando grité su nombre porque parecía que no me oía cuando la llamaba, en ese momento abrió sus ojos y me miró como si se sorprendiera de algo, y pronto me vi despedida contra la pared como si ella me hubiera lanzado bajo algún hechizo. Mi espalda chocó contra la pared y jadeé por el dolor del golpe haciendo que cayera contra el suelo de rodillas con la respiración entrecortada, las palmas me picaban de donde tenía las heridas y salía sangre, la espalda me dolía y mi respiración poco a poco conseguía normalizarla en lo que vi que tras un par de segundos Tsetsé se acercó a mi lado arrodillándose, tomando mis manos para examinar mis heridas aunque por instinto aparté mis manos de ella en lo que mi pelo caía por uno de mis lados como una cascada, sabía que no había sido su intención hacerme daño pero después de lo que había pasado estaba un poco reticente a que me tocara o me ayudara. En sus ojos podía ver una disculpa por lo que me había hecho y supe que no era esa su intención, es más ella mismo me lo estaba diciendo aunque yo todavía seguía un poco sorprendida por lo que había pasado.
-Me duelen las manos y la espalda por el golpe –dije porque no era mentira, tenía que curar los surcos de las palmas aunque no era mucho pero sí que picaba, me mostró la amatista que brillaba con fuerza asegurándome que había funcionado el hechizo que había hecho. Sabía que se sentía culpable por lo que había pasado y que no fue su intención así que no quería que pasara un mal trago por eso, le devolví la sonrisa también y me ayudó a levantarme mirando la palma de mis manos- no es nada, vamos a limpiarla para que se cure bien –era cierto que el mayor golpe me lo había llevado en la espalda pero salvo el dolor por el golpe inicial no presentaba ningún problema. Ciertamente me había asustado, de la nada había salido lanzada contra la pared como si algo invisible me hubiera lanzado estampándome contra esta. Fue ella la que como si al sentirse culpable quitó la sangre de mis palmas y curó los surcos que ella me había hecho con sus uñas disculpándose de nuevo- no pasa nada, supongo que habrá sido parte del hechizo –las amatistas brillaban con fuerza sobre la mesa como si hubiera dado resultado- entonces, ¿ha funcionado? –Pregunté de nuevo observándola- ¿y cómo sabemos que funcionan? Es decir, ¿qué es lo que tengo que hacer para llamarte si necesito tú ayuda? En la magia estoy muy perdida, decías que bastaba con tocar la joya y llamarte para que funcionara ¿no es así? –Hice una pequeña pausa mirando las dos joyas- creo que deberíamos de probar si funciona, solo para quedarnos tranquilas.
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
- Mensajes : 928
Fecha de inscripción : 27/11/2015
Re: Beyond A Simple Spell ~ Privado
Había una razón por la que se había ofrecido a ayudar a Natiri antes que a cualquier otra persona (a parte del dinero), y es que, la muchacha exudaba bondad allí por donde pasaba. Le había dicho que no se preocupara, que apenas le había dolido, pero Tsetsé podía ver los visibles porrazos y su evidente expresión de molestia. Culpable, se permitió aplicar el enguanto en las heridas, tomando responsabilidad de sus acciones. Puede que el hechizo se hubiera desbordado un tanto y que sí, tal vez hubiese perdido el control de este durante varios segundos, pero estaba segura de que no tenía por qué preocuparse. Al fin y al cabo, a pesar de no ser una novata, lo era, ya que no recordaba nada. Se había dejado guiar por la memoria motora, confiando en sus instintos y en nada más que ellos.
Apaciguada, terminó de curar a la egipcia y dejó sus manos sobre el regazo. Le mostró entonces las amatistas, posando una sobre su palma y guardando la otra en la propia mano. La piedra palpitaba, caliente ante el rezumar de la magia y deslumbrando las facciones de ambas jóvenes.
─Exacto, tienes que llamarme. Primero, pronunciarás el conjuro de apertura y tras ello, evocarás mi nombre. Atenta: Ex Cavernis Terra ─musitó, evocando parte del conjuro. La piedra de Natiri se iluminó con fuerza y de pronto dejó de hacerlo. Tsetsé sonrió, funcionaba─. Tsetsé Verte, Tsetsé Verte, Tsetsé Verte.
La amatista permaneció fría, sobre la palma de la mano de Natiri. La bruja no comprendía, algo no iba bien… Torció los labios y un sentimiento ligeramente negro se expandió y dilató en su pecho, enredando con hiedras espinosas sus huesos.
─Espera…─musitó─. Ex Cavernis Terra ─. La piedra volvió a iluminarse. Tsetsé tragó saliva, renegando del nombre que estaba a punto de pronunciar; su nombre─. Ametz Erkoreka, Ametz Erkoreka, Ametz Erkoera…─. El fulgor de la amatista se enfocó en Tsetsé guiando a Natiri hasta ella; había funcionado, solo con su verdadero nombre había funcionado. La bruja cerró el hechizo─. Ex Cavernis Terra.
Sonrió con cierta tristeza. No sabía como ni de que forma, pero el nombre y el apellido del oscuro ente que conformaba su verdadera identidad la habían abrumado con sorna. Nunca sería Tsetsé, siempre pertenecería Ametz. Sus ojos vidriosos se alzaron, posándose sobre los ajenos.
─¿Comprendes? Vamos…─ animó a Natiri, mientras se perdía de nuevo en sus pensamientos─. Ahora prueba tú. Recuerda; el mismo verso para abrir y cerrar el hechizo y repetir tres veces el nombre, solo de ese modo, la piedra te guiará hasta mí.
Ametz Erkoreka.
En algún rincón de su mente, la susodicha se carcajeó.
Tsetsé Verte- Hechicero Clase Baja
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Fecha de inscripción : 13/05/2017
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