¿Obra del destino o mera casualidad? [Rikkert]

¿Acaso el destino existe? Nunca creí en él. Prefiero pensar que simplemente a veces suceden ciertas casualidades o coincidencias que nos llevan por senderos que de otra manera jamás hubiéramos recorrido. No me gusta la idea de que haya una historia escrita para cada uno, y que no se pueda cambiar. Mejor es creer que somos autores de lo que nos sucede, y nuestras decisiones son las que escriben nuestro futuro.

Es así como no creo que lo que me sucedió una tarde de lluvia caminando por las calles de París haya sido obra del destino. Lo podríamos llamar mera casualidad, o una cuota de suerte; tal vez solo estuve en el momento y lugar indicado cuando ese trozo de papel vino volando hacia mi rostro. Se trataba de un aviso. Me llamo la atención y me coloqué debajo de un techo para protegerme de la lluvia y poder leerlo mejor. Aparentemente un pintor estaba en búsqueda de una musa o muso para poder retratar. Una sonrisa se asomó en mi rostro. Estaba necesitando un empleo, y podía ser una gran oportunidad. Guardé el papel en el bolsillo de mi saco y seguí mi camino.

Llegué al albergue donde me estaba quedando y me di una ducha caliente. Luego miré con más detenimiento el papel. Todos aquellos interesados debían acercarse a la residencia Vranken Moos por la noche. El hecho de que el horario fuera a la noche llamo mi atención y me preocupo un poco. Pero era cierto que en general los artistas tenían esos hábitos o manías extraños, y que tal vez ese pintor consideraba que a la luz de las estrellas era el momento donde le llegaba la inspiración. Me convencí de aquello e intenté no darle muchas más vueltas al asunto. La verdad es que para mí era una oportunidad única y debía atreverme a hacer la prueba. Por otro lado tenía un cuerpo y un rostro dentro de todo atractivos que podía llegar a interesarle a varios pintores que quisieran retratarme. Solo esperaba que no fuera al desnudo, ya que era muy pudoroso y me costaría despojarme de todas mis vestimentas delante de un extraño.  

Me vestí con las ropas más elegantes que poseía. Si el pintor vivía en una residencia debía ser de clase alta y creo que las impresiones son importantes. No podía ir con un ropaje común porque eso podría hacer que no consiguiera el empleo. Me apliqué un poco de perfume y me dispuse a salir. La noche estaba ya entrada.

La residencia estaba en las afueras de la ciudad y no podía llegar caminando, aún menos con esa lluvia. Decidí parar unos de esos carromatos que te trasladan a un lugar por unas pocas monedas. Lo consideré una inversión a futuro.

Cuando comencé a vislumbrar la residencia realmente me quedé perplejo por su gran inmensidad y belleza. Aunque también me dio algo de temor; era una noche de lluvia y un lugar tan inmenso no me albergaba demasiada confianza.

Le pagué al conductor del carromato y me fui acercando a la residencia. Para poder entrar había que cruzar un inmenso puente que se encontraba detrás de unas rejas y que estaba levantado. Por lo tanto no me quedaba más remedio que tocar la campana que colgaba de una de las puntas de la reja y esperar que alguien dentro me pudiera oír. Toqué una vez con un poco de timidez y espere sin conseguir resultados. Luego toqué de nuevo, esta vez con más fuerza para que realmente se oyera. Permanecía allí a la espera; me acomodé la ropa y me planté en una postura que mostrara una imagen más adulta y de confianza.